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En diciembre del 2015, el déficit primario era de 3,8% del PBI, los intereses eran de
1,3% del PBI y el riesgo país era de 487 puntos.
En diciembre del 2017, el déficit primario se mantuvo en 3,8% del PBI, el pago de
intereses subió a 1,6% del PBI y el riesgo país bajó a 351 puntos.
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En abril del 2019, el déficit primario bajó a 1,9% del PBI pero el pago de intereses
volvió a subir hasta 2,9% del PBI y el riesgo país trepó a 963 puntos.
Estos datos muestran que en la primera mitad de la gestión del actual gobierno hubo una
importante cuota de confianza reflejada en la baja del riesgo país, aun cuando el déficit
primario se mantenía igual que al inicio de la gestión. En la segunda mitad, la situación se
revirtió cuando se explicitó que los esfuerzos por bajar el déficit primario no alcanzaban para
compensar el aumento en los intereses. A abril del 2019, aun cuando hay una fuerte
disminución del déficit primario, los intereses siguen aumentando. En este contexto es
que explota la desconfianza llevando el riesgo país a superar los 900 puntos.
En la evaluación del riesgo país se tiende a dar muy alto protagonismo a las encuestas
electorales. Esta visión pasa por alto que, más allá de la voluntad de pago de la deuda, hay
evidencias que fundan dudas sobre la factibilidad de que esto sea posible. Por lo tanto,
habría que poner menos energías en las estrategias electorales y más esfuerzos en
diseñar acciones que permitan generar mayor solvencia fiscal. Se trata de un desafío
mucho más complejo que alcanzar el déficit primario cero ya que implica demostrar, de
manera convincente, que en los próximos años no se gastará por encima de los ingresos.
La solvencia fiscal no se va a obtener con un ajuste fiscal convencional, como el que
viene aplicando el gobierno, sino con un ordenamiento integral del sector público .
Esto involucra, como mínimo, tres áreas de reformas. Por un lado, la reforma previsional,
tendiendo a nivelar la edad de jubilación a 65 años, evitar que la pensión al cónyuge por
muerte del jubilado genere doble beneficio y revisar la regla de movilidad de los haberes
para las moratorias cuando se superponen con una jubilación. La segunda es la reforma
tributaria que debería tender a unificar los impuestos nacionales, provinciales y municipales
para aumentar la recaudación bajando presión impositiva con ampliación de la base
imponible. La tercera es la reforma administrativa para eliminar los organismos nacionales
que se solapan con funciones provinciales y municipales o con otros organismos del propio
nivel nacional.
Cualquiera sea el resultado electoral ninguna fuerza política tendrá suficiente apoyo
en el Congreso para instrumentar estas reformas; que además requieren acuerdos
con las provincias. Por eso, lo más importante no es quién gane y quiénes serán
opositores, sino lograr que ambos consensuen con madurez política una estrategia de
transformación que lleve a construir la solvencia fiscal.
Déficit primario, intereses y riesgo país
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