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S6élo una realidad nueva, que irrumpa en la antigua realidad y la reconcilie con- sigo misma, puede hacer de nosotros un todo. Tal es ja fe del cristianismo, una fe humanamente increible, extatica, a menu- do desechada, pero jamas vencida: la fe segtin la cual esta nueva realidad, siempre actuante en la historia, ha aparecido en toda su plenitud y poder en Jestis, el Cristo, el Curador y Salvador. Y decimos esto de Jestis porque sélo £1 no nos da otra ley que hayamos de aplicar al pen- samiento 0 a la accién, no nos amputa ni nos suprime nada que pertenezca a la vida, porque El es la realidad de la recon- ciliacién, porque en El una nueva realidad ha surgido ante nosotros, realidad en la que nosotros, con nuestra existencia en- tera, somos aceptados y reunidos. Sabe- mos no obstante que, incluso cuando confesamos esta fe, la antigua realidad, conflictiva y enferma, no ha desaparecido, Nuestro cuerpo sufre y muere, nuestra alma est4 presa de desasosiego, nuestro mundo es un campo de batalla donde lu- chan los individuos y los grupos. Pero Ja nueva realidad no puede ser ahuyentada. Vivimos de ella, incluso cuando no la co- nocemos. Porque es el poder de reconci- liacién, cuya obra es totalidad y cuyo nombre es amor. LIBROS DEL NOPAL Ediciones Ariel, S.A. “Como religién, el cristianismo carece de im- portancia. —porque el cristianismo es mas que una religién: es el mensaje de la nueva crea- cién.” Tal es el nticleo del pensamiento de Paul Tillich. ¥ tal es la formulacién més escueta de la fe cristiana: la nueva realidad, el Nuevo Ser, siem- pre actuante en la historia, ha aparecido en toda su plenitud y poder en Jesiis como el Cristo. “La verdad de la que nos habla el cuarto evan- gelio es una realidad verdadera, aquella realidad que no nos engafia si Ja aceptamos y vivimos con ella, Cuando Jesiis afirma: ‘Yo soy la verdad’, nos revela que en Hl estA presente la verdadera, la genuina, la Ultima realidad 0, en otras palabras, que en El esta presente Dios, sin velos, sin distor- siones, en Su infinita profundidad y en Su in- sondable misterio. No es que Jestis sea la verdad porque Sus ensefianzas son verdaderas, sino que Sus ensefianzas son verdaderas porque expresan la verdad que #1 es. Jests es mds que Sus pala- bras. Yves ms que todas las palabras que poda~ mos decir sobre Hl.” De ahi que el cristiano no se defina ni por [as doctrinas que profesa ni por Ja religién que prae- tica, sino por la verdad que hace y en Ja que participa —porque “ser un verdadero discipulo sig- nifica ser partfcipe”. Acotar, pues, la significacién de esta realidad, de este Nuevo Ser que, en su plenitud, aparece en Cristo, y acotarla como amor, como libertad y como plenitud, constituye el objetivo de este libro. La doctrina cristolégica que Tillich ha desarro~ lado con singular rigor discursivo en el segundo volumen de su Teologia sistemdtica, aqui nos es presentada partiendo de las ambigtiedades de nues- tra vida real y como respuesta a las cuestiones en ella implicitas. Porque, como siempre, el pro- blema decisive es el que implica nuestra propia existencia. Y cuando en ella surge el Nuevo Ser, todo parece ser lo mismo que antes y, sin embar- go, todo ha cambiado. Como dice Tillich: “Todo es vanidad, pero a través de esta vanidad vislum- bramos el brillo de la eternidad que nos Mega, nos ilumina y nos atrae. Cuando la eternidad penetra en el tiempo, todo activismo se esfuma, Cuando la eternidad asume el tiempo, todo pesimismo se di- sipa. Cuando la eternidad nos informa, el tiempo se convierte en un recepticulo de eternidad. ¥, en- tonces, también nosotros nos transformamos er. receptaculos de lo eterno”. Porque asi es de inma- nente la esperanza cristiana.

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