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Una sociedad organizada exige la máxima valoración de su Constitución, en la que se establecen los

principios, los derechos, las obligaciones y las garantías de sus integrantes y que dispone también la forma de
gobierno, la competencia y los fines del Estado. Estar constituido es contar con una Constitución.
A lo largo de la historia los pueblos han procurado racionalizar el poder político y uno de los modos más
eficaces de hacerlo lo aportó el “constitucionalismo”. Acordar una ley suprema tanto en el orden provincial,
como en el nacional, que rija la convivencia, y a la que todos deban someterse, es un acto político de la
máxima trascendencia en la historia de los pueblos y debe ser sostenido con una permanente valoración.
En este marco, acercar a la ciudadanía a nuestra Constitución, resulta indispensable para el desarrollo de los
pueblos.

La Constitución ha sido uno de los fenómenos más debatido en los últimos tiempos,
tanto en el ámbito del Derecho como en el de las Ciencias Políticas, lo que nos lleva a
creer en la importancia de la misma, y aún más, cuando vemos que todos los países
poseen una Constitución, aunque cada una con contenidos muy distintos, debido
obviamente a que toda sociedad tiene una realidad distinta, y por lo tanto cada
Constitución debe reflejar dicha realidad.

Pero cuando decimos que toda Sociedad tiene una realidad distinta, no nos referimos
solamente a las diferencias culturales, sino también a las diferencias que existen en las
estructuras y sistemas políticos adoptados, es decir que por ejemplo tanto Cuba como
Corea del Norte, los cuales son Estados que afirman guiarse por un régimen político
socialista, poseen sus respectivas Constituciones al igual que los Estados Unidos de
América, el cual posee un sistema político y forma de gobierno que evidentemente es
completamente distinto al de los Países citados anteriormente. De la misma manera,
en Latinoamérica durante los gobiernos militares dictatoriales cada Estado tenía su
Constitución, pese a que como en el caso de Bolivia, mayormente, con cada nuevo
gobierno producto de un golpe de Estado, se cambiaba la Constitución con el fin de
tratar de dar legitimidad o legalidad al gobierno de facto.

Entonces, aparentemente una Constitución puede existir en cualquier Estado, e incluso


existe quienes sostienen que no es concebible un Estado sin Constitución, sin tomar en
cuenta la forma de gobierno que se tenga o el tipo de Estado que sea, puesto que al
parecer la Constitución únicamente tiene la finalidad de definir como se organiza el
Estado y los órganos que lo componen, además de obviamente determinar el
comportamiento que deben seguir los ciudadanos, mediante los derechos y deberes
determinados. Esa sería, bajo este paradigma su función primordial.

Giovanni Sartori, observando está situación, indica que Desde los años veinte, por
constitución se empieza a entender cualquier forma que un Estado se da.1 Sin
embargo, Sartori es enfático también al señalar que: Pero si la constitución de Stalin
o la constitución de Hitler son constituciones con el mismo título que la de Estados
Unidos, entonces constitución no sir ve ya para proteger libertades.2

Por lo tanto, siguiendo lo apuntado por Sartori y de acuerdo a la tradición y doctrina


constitucional clásica, se tendría que una Constitución sólo es válida si rige dentro de
un Estado Democrático de Derecho, donde se promueven los valores fundamentales de
la libertad y dignidad, puesto que su función primordial es precisamente proteger y
garantizar dichos valores mediante la limitación a los abusos excesivos que puedan
cometer quienes detentan circunstancialmente el Poder Público dentro de un Estado.
Es la norma fundamental o regla de reconocimiento destinada a la organización de la
convivencia social en la divergencia, requiriendo para ello que el país en el que se
aplica esté dispuesto a aceptar determinados límites sustentados en valores principios
y reglas. Por tal razón, es un instrumento para estructurar el ejercicio del poder,
establecer sus límites y, de tal manera, garantir el ámbito de libertades y derechos
fundamentales protegidos de la persona. Además, es posible afirmar que para el
cumplimiento de tales objetivos, la constitución nacional nace como un verdadero
programa de gobierno que exige políticas públicas de naturaleza social, económica,
cultural e institucional para su desarrollo.-

Concepto. La Constitución es la Ley Fundamental de la organización de un Estado. "Es la


regulación normativa básica de la cual emana la validez de todo el ordenamiento jurídico de una
sociedad política" (Badeni).
Importancia. Es la norma más importante de un país. En ella se establece cómo va a estar
organizado el Estado. Además, a través de una Constitución, la sociedad deja en claro cuáles son
sus objetivos políticos y cuál va a ser la forma de llevarlos a cabo.

(JOSE VICENTE BARRETO RODRIGUEZ) Los grandes y también los pequeños


enfrentamientos por los cuales ha atravesado la humanidad no se han caracterizado ni
por el uso de la razón ni por el de la violencia, en estado puro. Estos dos factores
siempre han estado combinados en porcentajes variables, buscando afianzarse en los
espacios de un aspecto fundamental en política: la legitimidad.
A veces hay más violencia que razón y a veces sucede lo contrario. También en
distintas ocasiones se han ganado o perdido batallas en nombre de la razón. La misma
razón ha sido manipulada para convertirse, por ejemplo, en la temida razón de Estado
con todas sus consecuencias. Afortunadamente la evolución de la humanidad tampoco
se ha caracterizado sólo por enfrentamientos o contradicciones; también han existido
convergencias, interacciones, cooperaciones, y en medio de este quehacer humano,
complejo y diverso, el derecho ha jugado un rol fundamental para la construcción de
la cultura.
La presencia del derecho en la sociedad puede ser calificada de criticable, insuficiente,
manipulada, si se quiere, pero siempre ha sido importante, siempre ha estado en
primera fila. El derecho siempre ha estado listo para consolidar logros y para conjurar
peligros eventuales o circunstanciales que, paradójicamente, en numerosas ocasiones
y con posterioridad, logran entrar al grupo de las valoraciones aceptadas
convirtiéndose así en derecho, en algo adquirido, en nuevos valores, en nuevas
conquistas, en reformas, o incluso en revoluciones que sin embargo, también buscan
perpetuarse a través del derecho.
El derecho marcha con los valores; pero hoy se reconoce que esos valores no son
absolutos ni eternos y que su pretensión de totalidad, manifestada por el dogmatismo
acendrado, los hace peligrosamente dictatoriales. Hoy también se analizan y
reconocen las dinámicas del derecho, de la inclusión, de las minorías, de respeto a las
diferencias, de pluralismo y, por supuesto, de un nuevo derecho.
El camino recorrido ha sido, es y será largo y disímil: del derecho del “despotés” es
decir, el derecho sobre los esclavos, hoy llamado despotismo; de los derechos sobre
los siervos de la gleba y sobre los extranjeros, se ha pasado a los derechos de los
trabajadores, de los indígenas, de las mujeres, de los minusválidos, del medio
ambiente y así, poco a poco, se va logrando la construcción de un derecho más
incluyente, no sin reveses, no sin retrocesos, no sin contradictores, pero con logros
importantes.
El derecho implica a la vez una ideología -la de la razón-, y un método -el de la
solución pacífica de conflictos-.

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