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UNIDAD 4- LECCIÓN 8

LOS INICIOS DE LA FILOSOFIA DE LA CIENCIA

recién en el siglo XX la filosofía de la ciencia se constituye como una disciplina en


cierto sentido autónoma y se institucionaliza.
Como veremos más adelante, este proceso coincide con la formación del
llamado Círculo de Viena y con el surgimiento en su seno de una corriente
epistemológica conocida como positivismo lógico. El proceso de conformación de
la filosofía de la ciencia como ámbito disciplinar coincide también, y fue inspirado
por, los importantes desarrollos que tuvieron lugar en la ciencia a comienzos del
siglo XX, especialmente con los trabajos de Albert Einstein; como así también por
la intensa actividad intelectual que tuvo lugar en lógica y en matemática.
se concibe a las teorías como aquello que guía desde un comienzo la investigación
científica. Más aún, el interés no radica en lo que a partir de allí será llamado
“contexto de descubrimiento”, sino en el “contexto de justificación” de las
teorías.[2] Por contexto de descubrimiento se entienden a aquellos factores
psicológicos, sociológicos, etc. que intervienen en la generación y surgimiento de
una idea o hipótesis. Por su parte, por contexto de justificación se entienden las
condiciones de validación de las hipótesis ya formuladas. En pocas palabras, lo
que cobra preeminencia es la pregunta ¿cómo se justifican las teorías e hipótesis
científicas? Y el tipo de respuesta que se privilegia atiende a factores lógicos,
metodológicos y empíricos. El camino no comienza en la observación y concluye
en las hipótesis –por medio de un tipo de razonamiento inductivo por enumeración
incompleta[3]-. Por el contrario, el punto de partida son las teorías y las hipótesis –
aquellos enunciados que componen las teorías-. Y tales enunciados, tales
hipótesis, se justifican a partir de sus consecuencias. Este proceso de validación
de hipótesis a partir de sus consecuencias es lo que se conoce como el proceso de
contrastación de hipótesis y del que nos ocuparemos en esta lección.

Primera aproximación a la contrastación de hipótesis


Es hora de adentrarnos en la reflexión sobre disciplinas como la física, la
astronomía, la biología, la química, la sociología, la economía, entre otras. Suele
incluirse a estas disciplinas bajo el rubro “ciencias empíricas”.[1] La investigación
científica se orienta aquí a dar cuenta de los fenómenos, explicarlos y, por qué no,
predecirlos. Para lograr tal cosa, las científicas y científicos construyen teorías
científicas. Como vimos, desde una tradición bastante arraigada en la filosofía de la
ciencia, estas teorías son conjuntos de enunciados, más precisamente, de
hipótesis.[2]
Ahora bien, si asumimos que las ciencias empíricas pretenden dar cuenta de cómo
es el mundo, no basta con construir sistemas de enunciados que gocen de virtudes
tales como la coherencia (a la manera de lo estudiado en la lección nº5), es
menester comprobar que esos sistemas de enunciados se corresponden con la
realidad.[3] Esas teorías, o más específicamente, las hipótesis de las que aquellas
están conformadas, se postulan para dar cuenta de los fenómenos, pero no son
aceptadas sin más; han de ser sometidos a prueba, o más precisamente, a
contrastación empírica
Términos teóricos y observacionales
Una primera distinción es aquella que suele formularse en relación con el
vocabulario de las teorías y que clasifica a los términos en: términos
teóricos y términos observacionales. Se trata de una distinción que ha sido objeto
de discusión desde el momento mismo de su formulación en el seno del
Positivismo Lógico. Más aún, las críticas a esta distinción han motivado, entre otros
factores, el surgimiento de concepciones epistemológicas alternativas.[1] Sin
embargo, su presentación resulta crucial para comprender la reacción y
motivaciones de lo que se ha denominado “Nueva Epistemología”; como así
también, para presentar el proceso de contrastación de hipótesis tal como fue
concebido desde un inicio por el positivismo lógico y ulteriormente criticado.
Como vimos en la lección nº5, es posible distinguir entre términos lógicos, que
sirven para formar oraciones complejas, y términos no-lógicos, los cuales denotan
o hacen referencia a ciertos objetos, propiedades de objetos o relaciones entre
ellos. Así, por ejemplo, dada la siguiente oración: “Charles Darwin y Marie Curie
eran rubios”. Los nombres “Charles Darwin” y “Marie Curie” refieren a ciertas
entidades, seres humanos, la expresión “eran rubios” denotan una propiedad;
mientras que la “y” conecta ambas expresiones.
Ahora bien, son precisamente los términos no lógicos aquellos respecto de los que
cabe distinguir entre teóricos y observacionales. La diferencia entre estas dos
clases de términos radicaría en su referencia, en aquello que los términos
denotan.[2]
Los términos observacionales son aquellos que refieren a objetos, propiedades o
relaciones accesibles de modo directo por medio de la experiencia, es decir, por
medio de los sentidos. Ejemplos de este tipo serían: “mono”, “vaca”, “balanza”,
“tener rallas”, “cuello”, “planeta”, “ser negro”, “ser ácido”, “ser ruidoso”, etc.
En cambio, los términos teóricos son aquellos a los que se accede de modo
indirecto, por medio de instrumentos o teorías. Así, solo si disponemos de
microscopios poderosos podemos observar, por ejemplo, las células y su
estructura. Más aún, como hemos visto, en los inicios de la genética, cuando se
hablaba de “genes” las científicas y científicos no se referían con ese término a
nada que hubieran podido identificar mediante observaciones, sino que se postuló
este tipo de entidades para explicar los fenómenos que sí observaban: la herencia
de caracteres de los progenitores a su descendencia. La historia reciente de la
física nos revela un ejemplo similar.
Teniendo en cuenta lo dicho, podrían considerarse como términos teóricos, por
ejemplo: “gen”, “bosón de Higgs”, “microorganismos”, “alelo”, “electrón”, “fotón”,
“quark”, “inconsciente”, etc.
Para los partidarios de la distinción, ambas partes del vocabulario resultarían
importantes en la práctica científica. Por un lado, el desarrollo teórico presupone la
introducción de un vocabulario específico que no refiere a entidades observables
de modo directo, pero que sirve a los efectos de dar cuenta y articular los
fenómenos observables. Por su parte, el vocabulario observacional resulta crucial
para el registro de observaciones y resultados experimentales, y la ulterior
contrastación empírica de las teorías desarrolladas.
Como podrá sospechar, la distinción entre términos teóricos y observacionales
dista de ser clara. De hecho sus mismos promotores pasaron desde la idea de que
se trataba de una distinción tajante a pensarla como una de carácter gradual y con
límites difusos. Veamos la siguiente cita de Rudolf Carnap, uno de quienes han
propuesto y tematizado esta distinción:
En metodología de las ciencias se acostumbra, por razones de utilidad, dividir el
lenguaje científico en dos partes, el lenguaje de observación y el lenguaje teórico.
El primero usa términos que designan propiedades y relaciones observables, para
los efectos de la descripción (le objetos o hechos igualmente observables. El
lenguaje teórico, a su vez, contiene términos que pueden referirse a hechos
inobservables o a aspectos o rasgos inobservables de los hechos, como por
ejemplo, a micro-partículas tales como electrones o átomos, al campo
electromagnético o al de gravitación en física, a impulsos y potenciales de diversos
tipos en psicología, etc.[4]

Tipos de enunciados

Partiendo de la distinción recién formulada entre diferentes tipos de términos:


teóricos y observacionales, es posible clasificar los enunciados que conforman las
teorías e intervienen en la práctica científica.
Enunciados empíricos básicos
Tal como su nombre lo indica, estos enunciados son “empíricos” y son “básicos”.
Lo primero sugiere que se formulan en vocabulario observacional: todos su
términos no lógicos son observacionales. Lo segundo, que se trata de enunciados
singulares o muestrales. Ya hemos explicado qué quiere decir que un enunciado
sea singular. Tal como señalamos en la lección nº2, los enunciados singulares son
aquellos que se refieren a un individuo específico. El ejemplo que habíamos
propuesto allí era el siguiente: “Bernardo Houssay ganó el premio Nobel” y
señalamos que para determinar la verdad o falsedad de la oración, debíamos
simplemente analizar el caso en cuestión. Contrapusimos estos enunciados a los
enunciados universales que referían a una clase de individuos. Ahora bien,
podemos introducir ahora una precisión. Existen enunciados que refieren a un
conjunto de individuos (a la manera de los enunciados universales) pero a uno
pequeño (lo cual los asemeja a los singulares). Los enunciados muestrales son
aquellos que hablan sobre un conjunto finito y accesible, es decir, un conjunto lo
suficiente pequeño como para que los enunciados puedan ser evaluados por sí o
por no del mismo modo que los singulares. Así, por ejemplo, el siguiente
enunciado:

 Todos los monos que realizaron viajes espaciales entre 1948 y 1949 murieron
durante el vuelo.
Se trata de un enunciado muestral. Si bien tiene la forma de un enunciado universal,
se refiere en realidad a 4 monos, poco originalmente llamados: Albert I, II, III y IV. De
modo que evaluar la verdad de ese enunciado no conlleva las dificultades que
habíamos mencionado a propósito de los enunciados universales.
De modo que el primer tipo de enunciados que estudiaremos son los enunciados
empíricos básicos, esto es, enunciados singulares o muestrales que se formulan
utilizando términos no lógicos de carácter observacional. Ejemplos de este tipo de
enunciados son:

 Este mono utilizó una piedra para partir el fruto.


 El grupo de personas convocadas para el experimento C134 marcó el mismo
casillero en la hoja 43.
 El cuello de la jirafa X76 es más largo que el de la jirafa X4.
 El 11 de junio de 1948 Albert I despegó es un cohete.

Estos enunciados, al referirse a un individuo o a una muestra y a lo inmediatamente


observable, tienen una característica importante que es la efectividad. Esto es,
podemos decidir de manera directa, por simple observación, acerca de su verdad o
falsedad. Por esta razón, estos enunciados resultaran cruciales en la contrastación
de hipótesis científicas.
Generalizaciones empíricas
Al igual que los enunciados empíricos básicos, las generalizaciones empíricas
también contienen exclusivamente términos no lógicos de carácter observacional,
sólo hacen referencia a entidades observables; pero, a diferencia de aquellos, lo
hacen de manera general. Las generalizaciones empíricas se refieren a clases
infinitas o potencialmente infinitas (a diferencia de las muestras) estableciendo
regularidades o uniformidades. Por ejemplo, los siguientes
enunciados universales son ejemplos de generalizaciones empíricas:

 Los cerebros de los monos son más grandes que los de las ratas.
 Los metales se dilatan al ser sometidos al calor.
 Las cebras poseen líneas blancas y negras en su pelaje.

Muchas de las hipótesis científicas que tomaremos como ejemplos tienen esta
forma. Ahora bien ¿es posible determinar de modo directo la verdad de las
generalizaciones empíricas? Si bien todos sus términos no lógicos se refieren a
entidades observables, las generalizaciones empíricas de este tipo requieren de
una evaluación indirecta. Como ya indicamos en la lección nº2, no es posible
abarcar la totalidad de los objetos a los que se refieren para probar su verdad, es
decir, para verificar el enunciado. Sin embargo, si atendemos a su forma, bastaría
encontrar un contraejemplo para establecer su falsedad.
Asimismo, las generalizaciones empíricas también pueden tomar la forma de
enunciados generales de otro tipo. También podemos referirnos a cierto porcentaje
de una población o asignar cierta probabilidad a la ocurrencia de un fenómeno en
una población infinita o inaccesible, como en los
enunciados estadísticos o probabilísticos, por ejemplo:

 La probabilidad de padecer cáncer de mamas es de 1 en 8.


 Los embarazos múltiples se dan de manera natural con una incidencia de 1
cada 80 embarazos en el caso de gemelos o mellizos

Como ya señalamos al presentar este tipo de enunciados, estos enunciados tienen


problemas adicionales tanto para la determinación de su verdad como de su
falsedad; por esta razón no nos ocuparemos de la contrastación de este tipo de
hipótesis.
Por último, las generalizaciones empíricas existenciales son enunciados
existenciales que poseen únicamente términos observacionales. Un ejemplo es el
siguiente:

 Existen seres vivos que no requieren oxígeno para vivir

Como vimos también, en este caso se observa una asimetría tal como ocurría con
los enunciados universales, pero inversa: las complicaciones se generan al tratar
de probar su falsedad –y no su verdad-, pues ello implica recorrer un conjunto
demasiado extenso como para poder ser inspeccionado.

Enunciados teóricos
Los enunciados teóricos se caracterizan por la presencia de vocabulario teórico.
Estos contienen al menos un término teórico. Más allá de esto, pueden ser
singulares, muestrales o generales (universales o probabilísticos).
Suele distinguirse a los enunciados teóricos en puros y mixtos. Como seguramente
sospeche nuestra lectora o lector, los enunciados teóricos puros son aquellos que
sólo contienen términos teóricos como vocabulario no lógico, mientras que los
mixtos son aquellos que contienen al menos un término teórico y al menos uno
observacional. Ejemplos de enunciados teóricos puros son los siguientes:

 Los átomos están compuestos de electrones.


 Los quarks son partículas sub-atómicas.
 Los alelos son las diferentes formas alternativas que puede tener un mismo
gen.

Por referirse a entidades que no son accesibles de modo directo (átomo, electrón,
quark, partícula sub-atómica, alelo, gen, locus),[1] estos enunciados sólo pueden
evaluarse indirectamente, mediante un proceso de contrastación empírica. Ahora
bien, para que puede llevarse adelante este proceso es necesario conectar de algún
modo estos enunciados que incluyen únicamente vocabulario no teórico con el
ámbito de lo observacional. Esta función la desempeñan los enunciados teóricos
mixtos o, como se los suele llamar también, reglas de correspondencia. Los
enunciados teóricos mixtos son aquellos que vinculan lo puramente teórico con lo
puramente observacional. Ejemplos de este tipo de enunciados son los siguientes:

 Las infecciones causadas por bacterias estreptococos producen enrojecimiento


de la garganta.
 Las partículas subatómicas dejan un rastro visible en la cámara de niebla.

Como veremos en lo que sigue, las hipótesis que integran las teorías científicas son
hipótesis de carácter general, tanto empíricas como teóricas. Y es precisamente el
carácter general y, en ciertos casos, el carácter teórico, lo que demanda un proceso
de testeo indirecto: la contrastación. Para llevar adelante este proceso, resultaran
imprescindibles enunciados de la forma de los enunciados empíricos básicos.

Todos los presidentes argentinos del siglo XX fueron abogados"


Su respuesta : Enunciado empírico básico
¡Muy bien! Efectivamente se trata de un enunciado empírico básico, porque se
refiere a una muestra finita y accesible, y por otra parte, solo contiene términos
observacionales.
Tal como habrás observado, si bien no es un enunciado singular, sí es muestral. De
modo que, aunque comience con la expresión "todos" no debemos vernos tentados
a concluir que es universal, pues solo se refiere a un número acotado de
individuos, aquellos que desempeñaron el rol de presidente durante los 100 años
en cuestión. De modo que, para determinar si el enunciado es verdadero o falso,
basta analizar los registros de quiénes fueron los presidentes y cuál era su
profesión.

"Todos los cuervos son negros"


Su respuesta : Generalización empírica
¡Tu respuesta es correcta! Todos los términos no lógicos de este enunciado son
observacionales y, por otra parte, tiene carácter general. En particular se trata de
una generalización empírica universal.
Este tipo de enunciados se refieren, hablan, sobre una clase de objetos que es
infinita o inaccesible, esto es, una clase de objetos tan grande que no podríamos
agotar si quisiéramos inspeccionarla de modo directo. En particular, las
generalizaciones empíricas universales sostienen que algo se cumple para todos
los miembros de la clase.

La probabilidad de que la cara de un dado exhiba “1” al ser arrojado es de 0,17


Su respuesta : Generalización empírica
¡Tu respuesta es correcta! Todos los términos no lógicos de este enunciado son
observacionales y, por otra parte, tiene carácter general. En particular se trata de
una generalización empírica estadística o probabilística.
Este tipo de enunciados se refieren, hablan, sobre una clase de eventos que es
infinita o inaccesible, esto es, una cantidad tan grande de eventos que no
podríamos inspeccionar uno a uno. En particular, las generalizaciones empíricas
estadísticas o probabilísticas adscriben cierta probabilidad de que el evento sea de
un tipo determinado. Aquí, por ejemplo, nos dice qué chances hay de que salga "1"
en el dado toda vez que se lo arroja.
Por otra parte, tal como has observado, los términos no lógicos involucrados son
únicamente observaciones.

"El hielo se derrite al calentarse"


Su respuesta : Generalización empírica
¡Tu respuesta es correcta! Todos los términos no lógicos de este enunciado son
observacionales y, por otra parte, tiene carácter general. En particular se trata de
una generalización empírica estadística o probabilística.

El locus es una posición fija sobre un cromosoma


Su respuesta : Enunciado teórico
¡Muy bien! Este es un enunciado teórico precisamente porque incluye términos
teóricos tales como "locus" o "cromosoma". En efecto, estos términos refieren a
entidades a las que no podemos acceder de modo directo.

El color de ojos depende de varios genes


Su respuesta : Enunciado teórico
¡Muy bien! Este es un enunciado teórico precisamente porque incluye términos
teóricos tales como "gen". Sin embargo, también posee expresiones de carácter
observacional "color de ojos", es por esta razón, que se trata de un enunciado
teórico mixto.

El misterio de nuestro cerebro


en la segunda mitad del siglo I a.C., el filósofo Alcmaeon[1] de Crotona, escribió un
tratado sobre medicina del que hoy no conservamos fragmentos pero cuyo
contenido podemos conocer a partir de los comentarios de personas que sí lo
leyeron y estudiaron. El filósofo griego Hipócrates[2], por ejemplo, comentó en su
obra el pensamiento de Alcmaeon, a quien adjudicó ser el primero en postular que
la mente residía en el cerebro. Aunque quizá en la actualidad no nos parezca una
noción revolucionaria, en aquel tiempo no existía consenso al respecto de dónde
residían nuestras habilidades cognitivas. De hecho, uno de los pensadores más
importantes de la historia, Aristóteles, sostenía que la inteligencia se encontraba en
el corazón y que la función del cerebro era enfriar el sistema sanguíneo para
controlar, de este modo, los impulsos pasionales.
Como queda claro, no son pocos los que están interesados en conocer cómo
funciona el cerebro. Son numerosos los científicos que, en todo el globo, están
tratando de responder los interrogantes que plantea. Cerca de nuestro país, en la
Universidad Federal de Río de Janeiro, está el Laboratorio de Neuroanatomía
Comparada, en donde se estudia nuestro cerebro en relación con el de otros
animales. Las ciencias comparadas son una práctica muy común en la actividad
científica, ya que tomar como parámetro lo que sucede en otras especies puede ser
un camino útil para entender mejor a nuestros propios órganos. En ese laboratorio
trabaja la neurocientífica Suzana Herculano-Houzel, quien se propuso entender
cuánta energía utiliza nuestro cerebro y de dónde la obtenemos.
Cuando comenzó a trabajar en el tema, a comienzos del año 2003, sus colegas
creían que los cerebros de todos los mamíferos eran muy similares en su
estructura, esto es, con un número de neuronas presentes en el cerebro
proporcional al tamaño del cerebro. Esto significaba que lo que importaba a la hora
de analizar los cerebros de los mamíferos era su tamaño, ya que a mayor tamaño le
correspondían mayor cantidad de neuronas. No existían métodos precisos para
conocer el número exacto de neuronas, así que se recurrían a cálculos estimativos
y puramente teóricos basados en el tamaño de la corteza cerebral. Y como las
neuronas son las responsables de nuestras actividades cognitivas, tener mayor
cantidad de ellas significaba el acceso a más y mejores habilidades. Dos cerebros
con el mismo tamaño, tenían un número similar de neuronas lo que, entonces,
significa que tienen actividades cognitivas parecidas.
Sin embargo, la Dra. Herculano-Houzel descubrió un problema con esta idea. Si,
como se sabe, las neuronas son las unidades funcionales de procesamiento de la
información y, por lo tanto, son responsables de nuestras habilidades cognitivas;
entonces a igual cantidad de neuronas, igual habilidad cognitiva. Dos cerebros de
400 gramos, por ejemplo, deberían tener la misma cantidad de neuronas y, a la vez,
las mismas habilidades. Pero esto no se cumple: el cerebro de un chimpancé y el
de una vaca comparten el mismo tamaño y, sin embargo, las facultades y el
comportamiento del primer animal son muy superiores que las del segundo. No
sólo eso, sino que la idea que sostenían los neurocientíficos en ese momento
implicaba que a mayor tamaño de cerebro, mayor cantidad de neuronas y,
consecuentemente, mayores habilidades cognitivas. Esto significaría que los
elefantes, que tienen un cerebro que puede alcanzar hasta los 5 kilos, y las
ballenas, que portan un órgano de hasta 9 kilos, deberían ser más inteligentes que
nosotros, que tenemos en el cráneo un cerebro pequeño de no más de un kilo y
medio. El tamaño del cerebro parece ser coherente con el tamaño del resto del
cuerpo: las ballenas tienen uno de 9 kilos porque son los mamíferos más grandes
de la Tierra, con un peso que puede alcanzar las 80 toneladas. Nuestro cerebro de
modestos 1500 gramos es proporcional a nuestro cuerpo. Sin embargo, esa regla
tampoco se cumple: los gorilas tienen un cuerpo dos o tres veces más grande y
pesado que el nuestro pero su cerebro a veces no alcanza el medio kilo. Es por esto
que decidió rechazar el supuesto de que todos los cerebros de mamíferos
comparten la misma estructura y son, por lo tanto, similares.

Formulación y contrastación de hipótesis


Al igual que muchos antes de ella, la Dra. Herculano-Houzel quería conocer más
sobre el cerebro. Y la guiaba una inquietud: conocer cuánta energía utiliza nuestro
cerebro y saber de dónde la obtenemos. Pero cuando comenzó a buscar
respuestas, se dio cuenta que necesitaba someter a una evaluación crítica varios de
los supuestos que hasta ese entonces la comunidad científica tomaba como
ciertos.
Los colegas de la Dra. Herculano-Houzel, expertos en neuroanatomía comparada,
ya se habían puesto a analizar los cerebros de distintos mamíferos y a tratar de
entender cómo eran. A partir de la observación de varios casos, detectaron muchas
similitudes en su forma y en la distribución de sus partes, por lo que para explicarlo
postularon que todos tenían la misma estructura y distribución de neuronas.
Esta respuesta a la pregunta de cómo son los cerebros de los mamíferos
comparándolos entre sí es lo que en ciencia se llama hipótesis. Podemos
enunciarla de un modo claro, tratando de evitar vaguedades y ambigüedades
propias del lenguaje de todos los días:

Hipótesis: Todos los cerebros de mamíferos comparten la misma estructura


Las hipótesis, entonces, pueden ser entendidas como posibles respuestas a las
preguntas que se hacen los científicos en sus prácticas, son enunciados que algún
hombre o mujer (o un equipo, por qué no), propone en un determinado momento
para dar cuenta de un problema. Cuando es formulada, se desconoce si la hipótesis
es verdadera o falsa pero se trabaja para demostrar que es correcta. Nadie puede
saber si una hipótesis es verdadera o falsa al enunciarla… ¡de otro modo no tendría
sentido la ciencia! Todos las grandes verdades científicas que hoy pensamos que
son innegables y ciertas, en algún momento fueron simples intentos por explicar
algo, corazonadas de algún hombre o una mujer que creyó haber encontrado la
respuesta que necesitaba pero que no podía saber si estaba en lo cierto o no. La
ciencia necesita de estas versiones provisorias de la realidad para investigar si
efectivamente dan cuenta del fenómeno que necesitan explicar. Es por eso que toda
hipótesis es, en el fondo, un enunciado que aceptamos como verdadero hasta que
se demuestre lo contrario. La historia de la ciencia es la historia de cientos de
teorías y modelos que fueron considerados como verdaderas hasta que otras
teorías y modelos más efectivas y más abarcadoras las reemplazaron.
De hecho, la Dra. Herculano-Houzel sospechó que esta hipótesis no era correcta y
la puso a prueba. Si efectivamente, todos los cerebros de mamíferos comparten la
misma estructura y distribución de neuronas, entonces animales con cerebros del
mismo tamaño tendrán las mismas habilidades cognitivas. Por lo tanto, nos
atrevemos a afirmar que la hipótesis con la que arrancamos nuestro desarrollo es
equivocada.

Averiguar si una hipótesis es correcta o no es lo que se conoce como proceso de


contrastación de hipótesis. Este mecanismo consiste en inferir deductivamente
consecuencias de las hipótesis que queremos contrastar y luego comprobar si
éstas se cumplen o no. Las consecuencias que debemos deducir de la hipótesis
son enunciados básicos, es decir, enunciados singulares o muestrales con
términos observacionales y sin términos teóricos. Así,

Hipótesis: Todos los cerebros de mamíferos comparten la misma estructura.

Consecuencia observacional: Los chimpancés y vacas analizados por el equipo de


la doctora Herculano-Houzel tendrán las mismas habilidades cognitivas.
Como podrá observar, en sentido estricto, la oración “Los chimpancés y vacas
analizados por el equipo de la doctora Herculano-Houzel tendrán las mismas
habilidades cognitivas” no se sigue deductivamente de la hipótesis que se somete
a contrastación. Solo cuando explicitamos cierta información presupuesta, tal
vínculo deductivo se logra. Cuando deducimos que estos chimpancés y vacas
tendrán las mismas habilidades cognitivas a partir de la idea de que todos los
cerebros de mamíferos comparten la misma estructura, lo hacemos porque
presuponemos que:
- Se mide el tamaño del cerebro de los chimpancés y de las vacas dando por
resultado que tienen igual tamaño.
- Las habilidades cognitivas están ligadas con la cantidad de neuronas (y,
consecuentemente, con el tamaño del cerebro).
Tal como indicaremos más adelante, lo primero funciona como condiciones
iniciales desde donde partimos para lograr esa consecuencia. Lo segundo,
funciona como una hipótesis auxiliar.
La consecuencia –que llamaremos consecuencia observacional porque, como
indicamos, es un enunciado singular o muestral sin términos teóricos- es que los
chimpancés y vacas estudiados tendrán las mismas habilidades cognitivas. Como
esa consecuencia no se cumple, porque basta observar la conducta de chimpancés
y vacas para entender que tienen habilidades muy distintas, deberíamos dudar de la
hipótesis y ponernos a pensar en si estará en lo correcto.Las consecuencias
observacionales son muy importantes para el desarrollo de la ciencia porque son el
camino que permite investigar la verdad de una hipótesis. Como hemos anticipado,
en virtud del tipo de enunciado que son -enunciados generales con o sin términos
teóricos-, las hipótesis no se pueden poner a prueba directamente, es por eso que
se deben deducir de ella las consecuencias observacionales que, al ser enunciados
empíricos básicos, es más sencillo llegar a un acuerdo en si se cumplen o no. De
todos modos, como veremos en las próximas lecciones, la verdad o falsedad de
una hipótesis es objeto de un amplio debate.
A esto es lo que en muchas ocasiones se lo conoce como método científico, el
procedimiento por el cual la ciencia pone a prueba sus conjeturas y, eventualmente,
le confiere a lo obtenido el status de "saber" o “conocimiento”. No se trata, claro,
de una idea que sea aceptada así nomás. De hecho, son numerosos los filósofos de
la ciencia –esto es, los filósofos que toman como objeto de su reflexión a la ciencia-
que creen que no se puede hablar un único método científico. Aunque estos
temores pueden estar justificados, lo cierto es que es común entender por método
científico a la práctica de postular hipótesis y ponerlas a prueba mediante
observaciones y experimentos que pueden ser replicados por otras personas. Los
detalles de cómo se lleva esto a cabo pueden cambiar mucho entre una concepción
de la ciencia y otra, pero entendido en líneas generales se trata de un mecanismo
propio de la práctica científica.
La contrastación de hipótesis científicas

Las consecuencias observacionales, tal como su nombre lo indica, son las


consecuencias que son obtenidas a partir de una hipótesis y que describen un
fenómeno que puede ser observado. Esta característica es muy importante porque
para poder determinar si una hipótesis es correcta o no, el científico necesitará
realizar experimentos u observaciones que deben tener resultados claros, que
puedan repetirse y que sean aceptados por los miembros de la comunidad
científica. En virtud del tipo de enunciado que son, las consecuencias
observacionales son el camino para investigar si las hipótesis son correctas o si
están equivocadas.

La asimetría de la contrastación
Como ya vimos en lecciones anteriores, la lógica es la disciplina que nos permite
discernir entre razonamientos válidos –es decir, los que transmiten la verdad de las
premisas a la conclusión- y aquellos que no lo son. Es por eso que, desde los
inicios mismos de la filosofía de la ciencia, se consideró que el mejor camino para
entender el proceso de puesta a prueba o contrastación de hipótesis consiste en
detectar la forma de los razonamientos involucrados y tratar de descubrir con
ayuda de la lógica si estamos ante deducciones válidas o inválidas.
Tomemos primero la puesta a prueba de la primera hipótesis que mencionamos. La
vamos a llamar H1 para evitar confusiones con las siguientes hipótesis que
veremos a lo largo dela lección.
H1: Todos los cerebros de mamíferos comparten la misma estructura.
Dijimos que la manera de contrastar o poner a prueba la hipótesis era a partir de
consecuencias observaciones, que llamaremos CO1. En este caso, lo que había
pensado la Dra. Herculano-Houzel era que si todos los cerebros de los mamíferos
eran esencialmente iguales, entonces animales con cerebros de igual tamaño,
como los chimpancés y las vacas, debían exhibir las mismas capacidades
cognitivas. Esto puede ser formulado así:
CO1: Los chimpancés y vacas analizados por el equipo de la doctora Herculano-
Houzel tendrán las mismas habilidades cognitivas.
La contratación o puesta a prueba de esta hipótesis, entonces, se orienta a
averiguar si es correcta la hipótesis, si es correcto que todos los cerebros de
mamíferos comparten la misma estructura (H1). Para ello se obtiene
deductivamente a partir de la hipótesis una consecuencia observacional: los
chimpancés y vacas que se estudien tendrán las mismas habilidades cognitivas
(CO1)[1]. Dado que la consecuencia observacional se ha deducido de la hipótesis
podemos formular el siguiente condicional:
Si H1 entonces CO1
En donde la hipótesis ocupa el lugar de antecedente y la consecuencia
observacional funciona como el consecuente. Dado que el razonamiento es
deductivo, ese condicional ha de ser verdadero.[2]
La observación de la conducta de chimpancés y vacas, nos lleva a entender que
efectivamente sus capacidades cognitivas no son idénticas, lo que conduce a negar
la consecuencia observacional:
No es cierto que CO1
Si recordamos las reglas de inferencia que estuvimos analizando en lecciones
pasadas, podemos reconocer que estamos en presencia de una forma que ya
estudiamos, el Modus Tollens. Obtuvimos deductivamente a partir de la hipótesis
una consecuencia observacional, lo que nos condujo a formular un condicional que
tenía a la primera como antecedente y a la segunda como consecuente . Y como
descubrimos que el consecuente (es decir, la consecuencia observacional) no es
verdadero, podemos por aplicación del Modus Tollens afirmar que la hipótesis
tampoco lo es. Cuando se demuestra que una hipótesis no es verdadera, los
científicos dicen que queda refutada.
Si pensamos a todo el proceso de refutación de una hipótesis como un
razonamiento, su forma sería esta:
Si H1 entonces CO1
No es cierto que CO1
Por lo tanto, no es cierto que H1
Así, queda claro que la forma del razonamiento es un Modus Tollens:
Si A entonces B
No es cierto que B
Por lo tanto, no es cierto que A
Como vimos en las lecciones anteriores sobre lógica, se trata de una forma de
razonamiento válida, esto es, una forma tal que si parte de premisas verdaderas
alcanza necesariamente una conclusión verdadera. Así, en la refutación tenemos
absoluta certeza de que si las premisas son verdaderas, su conclusión también lo
es.
La contrastación de hipótesis a partir de la deducción de consecuencias
observacionales y el ulterior testeo de estas con la experiencia es lo que se llama
“método hipotético deductivo” ya que, como acaba de quedar claro, en ella reside
un razonamiento deductivo.
Una buena manera de confirmar que no todos los cerebros de los mamíferos son
iguales es entonces mostrando que la relación entre el tamaño del cerebro y la
cantidad de neuronas no es proporcional. La Dra. Herculano-Houzel creyó que el
mejor modo de hacerlo era comparar lo que sucedía con pares de cerebros de
distintos tamaños pero de la misma familia de animales entre sí. Ella sostuvo que
nos íbamos a encontrar con distribuciones muy distintas de neuronas. El
inconveniente con el que se topó era que no existía un método fiable para contar
las neuronas y saber con exactitud cuántas hay. Así que la neurocientífica brasileña
y su equipo debieron formular uno. El método que desarrolló el Laboratorio de
Neuroanatomía comparada consiste en disolver el cerebro en detergente hasta
conseguir una suerte de líquido -que llamaron “sopa”, por su parecido con la
comida que odiaba Mafalda- en la que se habían destruido las membranas que
dividían las neuronas pero se mantenían los núcleos celulares intactos. Entonces,
esta sopa podía ser agitada para que su contenido se distribuya uniformemente y
luego se podía tomar una pequeña muestra de ella, contar cuántos núcleos
contiene y a partir de allí calcular cuántos hay en el contenido total de la sopa
original, que no es otra cosa sino un cerebro completo descompuesto. Es un
método simple, directo y rápido.
Ahora que sabían cómo contar neuronas, los integrantes del equipo del laboratorio
compararon el cerebro de un roedor con el de un primate. En el caso del primero,
descubrieron que los cerebros de roedores grandes tienen un promedio bajo de
neuronas, lo que indica una densidad de neuronas por centímetro cúbico pequeña.
Cuanto más chico el roedor, más pequeño será su cerebro y menor la cantidad de
neuronas, lo que implica menos habilidades para desarrollar. En los primates, en
cambio, encontraron cerebros con una densidad altísima de neuronas, ya que éstas
tienen un tamaño menor que las de las ratas. Así, dieron por tierra con cualquier
tipo de vínculo fijo que podamos hacer entre tamaño de cerebro y cantidad de
neuronas: no se necesita un cerebro gigante para tener muchas más neuronas
la hipótesis a poner a prueba era que, efectivamente, los cerebros de los
mamíferos no eran iguales, tal como se creía hasta entonces, sino que presentaban
una distribución particular de neuronas. Llamaremos a esta hipótesis H2, para
evitar confusiones con la hipótesis anterior:
H2: Los cerebros de mamíferos no tienen la misma distribución de neuronas.
Dada esta hipótesis, lo que cabía esperar era que la relación entre el tamaño del
cerebro y la cantidad de neuronas no fuera proporcional como se creía. De modo
más específico, en relación con los primates y roedores, cabía esperar que la
relación entre el tamaño de sus cerebros y la cantidad de neuronas allí presentes
no fuera proporcional, ni la misma, en uno y otro caso. Así, de H2 era posible
deducir:
CO2: La cantidad de neuronas en los mamíferos analizados por el equipo de
investigadores no será proporcional al tamaño del cerebro.
Para eso, decidió comparar los cerebros de roedores y primates con su método de
la “sopa”. Como anticipamos, luego de realizar los experimentos correspondientes,
las investigadoras e investigadores descubrieron que, si bien los cerebros de los
roedores aumentaban la cantidad de neuronas a medida que aumenta el tamaño del
cerebro; el aumento de tamaño es mayor que el incremento en la cantidad de
neuronas, pues a medida que aumenta el tamaño del cerebro, aumenta también el
tamaño de las neuronas. Por su parte, las neuronas de los primates mantenían su
tamaño al incrementarse su número. Esto indicaba que la cantidad proporcional de
neuronas es diferente es uno y otro caso (tal como era de esperar de acuerdo con
CO2). Por lo tanto, parece razonable admitir que la distribución de las neuronas
cambia en ambas órdenes de mamíferos, tal como H2 sugiere.
Si pensamos esta contrastación en los términos lógicos que mencionamos hace un
momento, su formulación sería:
Si H2 entonces CO2[3]
CO2 es verdadera
H2
¡La hipótesis 2 no queda refutada! Al contrario, se cumple la consecuencia
observacional –que la cantidad de neuronas en relación con el tamaño de sus
cerebros de roedores y primates es muy diferente- y por lo tanto nuestra hipótesis
queda a salvo. Ahora bien, ¿esto quiere decir que la hipótesis es verdadera, que ha
sido verificada? Aquí debemos ser cautos, porque necesitamos de la lógica como
herramienta para entender si la verdad de la conclusión de este razonamiento está
garantizada.
Cuando vemos la forma del razonamiento descubrimos que es una falacia de
afirmación de consecuente:
Si A entonces B
B
------
A
Al tratarse de un argumento inválido, no tenemos garantías de que H2 sea
verdadera. Tal como su forma indica, si la hipótesis implica la consecuencia
observacional y ésta se cumple, no podemos inferir válidamente que la hipótesis
sea verdadera. Si atendemos a la estructura de la contrastación de hipótesis, vemos
que la falsedad de la consecuencia observacional nos permite inferir válidamente la
falsedad de la hipótesis de la cual se dedujo. Sin embargo, la constatación de la CO
no nos permite inferir válidamente la verdad de la hipótesis.
Esto es lo que se conoce como la asimetría de la contrastación: es lógicamente
posible afirmar la falsedad de una hipótesis a partir de una consecuencia
observacional gracias al Modus Tollens pero es imposible decir que es verdadera a
partir de la verificación de su consecuencia observacional, Se suele llamar
“refutación” al rechazo de una hipótesis como falsa y “verificación” a la prueba de
su verdad. En estos términos, lo que la asimetría establece es que, desde un punto
de vista lógico, no se puede verificar pero sí refutar.
La asimetría de la contrastación tiene consecuencias muy importantes para la
ciencia, que siempre deben ser tenidas en cuenta: no contamos con certezas sobre
ninguna hipótesis científica. Podremos estar convencidos de su utilidad o de la
función que cumplen en un esquema o modelo mayor, pero nunca podremos
asegurar con absoluta seguridad que una hipótesis es verdadera. Aunque una
teoría científica parezca robusta y poderosa, esconde una increíble fragilidad: en
cualquier momento puede caer. Es por este motivo que mencionábamos algunos
párrafos más arriba que todo enunciado científico es, en el fondo, un enunciado
que aceptamos como verdadero hasta que se demuestre lo contrario.

El método hipotético deductivo se basa en la contrastación de hipótesis derivando


deductivamente de ella consecuencias observacionales.
= Verdadero
b. Si la consecuencia observacional es falsa, desde un punto de vista lógico se
puede afirmar que la hipótesis es falsa también.
= Verdadero
c. El razonamiento por el cual se refuta una hipótesis tiene forma de Modus Tollens.
= Verdadero
d. Cuando una consecuencia observacional es verdadera, por fuerza lógica del
razonamiento la hipótesis también queda verificada. = Falso

¡. El método hipotético deductivo se basa en la contrastación de hipótesis


derivando deductivamente de ella consecuencias observacionales. Esas
consecuencias observacionales pueden resultar ser verdaderas o falsas a la luz de
las observaciones y experimentos correspondientes. Si la consecuencia
observacional resulta ser falsa, se puede afirmar que la hipótesis es falsa también.
La razón es que precisamente el razonamiento por el cual se refuta una hipótesis
tiene forma de Modus Tollens, una forma que, tal como estudiamos en la lección 3
es válida. Por el contrario, cuando una consecuencia observacional es verdadera,
no hay por detrás un razonamiento válido que nos permita garantizar la verdad de la
hipótesis, esto es verificarla. La forma del argumento es en este caso, la falacia de
afirmación del consecuente.

Condiciones Iniciales
En el caso de la Dra. Herculano-Houzel y su pregunta por si todos los cerebros de
los mamíferos eran esencialmente iguales, por ejemplo, el punto de partida de la
puesta a prueba fue que se habían realizado mediciones que mostraban que
chimpancés y vacas tenían el cerebro del mismo tamaño.
CI1: Se mide el tamaño del cerebro de los chimpancés y de las vacas dando por
resultado que tienen igual tamaño.
La contrastación o puesta a prueba de la hipótesis quedaría así: si todos los
cerebros de mamíferos comparten la misma estructura y distribución de neuronas,
y si los chimpancés y vacas que son estudiados tienen un cerebro de igual tamaño,
entonces chimpancés y vacas tendrán las mismas habilidades cognitivas. Puesto
en términos más claros:
Si (H1 y CI1) entonces CO1.
En esta reconstrucción, el uso de paréntesis nos sirve para entender que el
antecedente del condicional consiste en la conjunción de H1 y CI1, mientras que su
consecuente es CO1. Esto es de gran importancia y es relevante no perderlo de
vista: la estructura de la que estamos hablando es un condicional que tiene como
antecedente una conjunción.
La observación de la conducta de chimpancés y vacas nos lleva a entender que
efectivamente sus capacidades cognitivas no son idénticas. La consecuencia
observacional resulta ser falsa:
No es cierto que CO1
Esto llevó a la Dra. Herculano-Houzel a refutar H1, pero en realidad la situación es
un poco más compleja. El proceso de refutación de una hipótesis con condiciones
iniciales podría verse así:
Si (H1 y CI1) entonces CO1.
No es cierto que CO1.
Por lo tanto, no es cierto que (H1 y CI1)
En sentido estricto, aquello que queda refutado es un conjunto de enunciados
formado por: la hipótesis principal y las condiciones iniciales, ambas puntos de
partida para la derivación de las consecuencias observacionales. Más aún, como
veremos en el siguiente apartado, la situación es aún más compleja.

Hipótesis auxiliares, hipótesis derivadas e hipótesis ad hoc


Hemos partido de un esquema en donde únicamente intervenía la hipótesis
principal y la consecuencia observacional, enriquecimos luego ese esquema con el
agregado de las condiciones iniciales. Pero ahora podemos avanzar con otro
elemento involucrado.
Advertimos que, en sentido estricto, CO1 (la consecuencia observacional) no se
deducía de H1 (la hipótesis principal). Como vimos en el apartado anterior, eran
necesarias también condiciones iniciales. Además, como insinuamos
anteriormente, era necesaria una hipótesis adicional, aquella que correlacionaba la
cantidad de neuronas con las habilidades cognitivas exhibidas.
HA1: Las habilidades cognitivas están ligadas con la cantidad de neuronas.
Si atendemos a la hipótesis principal, ella trataba sobre el tamaño del cerebro
mamífero y su cantidad de neuronas, mientras que la consecuencia observacional
se refería a sus habilidades cognitivas ¿cómo es el veredicto en torno a las
habilidades cognitivas tuvo impacto sobre el tamaño del cerebro y cantidad de
neuronas? Precisamente porque se contaba con una hipótesis que establecía dicha
conexión. Esta hipótesis fue presupuesta porque forma parte del corpus que los
investigadores aceptan como conocimiento y su legitimidad no estaba en juego
aquí. Se trata de una hipótesis que cuenta con apoyo independiente y previo; y que
se la utiliza entonces en la contrastación. Este tipo de hipótesis suelen ser
denominadas hipótesis auxiliares.
Los componentes que intervienen en la contrastación en este caso son:
H1: Todos los cerebros de mamíferos comparten la misma estructura.
CI1: Se mide el tamaño del cerebro de los chimpancés y de las vacas dando por
resultado que tienen igual tamaño.
HA1: Las habilidades cognitivas están ligadas con la cantidad de neuronas.
CO1: Los chimpancés y vacas analizados por el equipo de la doctora Herculano-
Houzel tendrán las mismas habilidades cognitivas.
Y la contrastación puede reconstruirse ahora del siguiente modo:
Si (H1, CI1 y HA1) entonces CO1.
No es cierto que CO1.
Por lo tanto, no es cierto que (H1,CI1 y HA1)
Tal como podrá observarse, la contrastación deviene aquí en la refutación, ya no de
H1, sino de la conjunción de H1 con CI1 y con HA1,
Algo similar se observa en el caso de la contrastación de H2. Tengamos en cuenta
que a la hora de poner a prueba una hipótesis, en muchas ocasiones sólo hace falta
comprobar si las consecuencias observacionales se cumplen o no mediante
observaciones, como en el caso de H1, y en otros casos se necesita llevar adelante
un experimento, como lo que sucedió con H2.Cuando se comparó la densidad de
neuronas entre roedores y primates, por ejemplo, el equipo de la Universidad
Federal de Río de Janeiro tuvo que desarrollar el método de la “sopa” para llevar un
cálculo de la cantidad de neuronas presentes en un cerebro. Esto significa que hay
un nuevo elemento en juego, una hipótesis auxiliar que identificaremos con HA2
para diferenciarla de H2, que es nuestra hipótesis principal en este caso.
Recapitulemos:
H2: Los cerebros de mamíferos no tienen la misma distribución de neuronas.
HA2: La cantidad de neuronas se puede medir con el método de la sopa.
CI2: Se comparan los cerebros de pares de roedores y primates entre sí utilizando
el método de la sopa.
CO2: La cantidad de neuronas en los mamíferos analizados por el equipo de
investigadores no será proporcional al tamaño del cerebro.
Y ahora nuestro razonamiento de puesta a prueba de hipótesis será:
Si (H2, CI2 y HA2) entonces CO2
Es cierto que CO2
Por lo tanto, es cierto (H2, CI2 y HA2)
Es muy importante entender el cambio que ocurrió con la incorporación de la
condición inicial y la hipótesis auxiliar, porque éstas ahora forman parte del
antecedente del condicional de la primera premisa y, por lo tanto, la conclusión
también las incluye. Ya no se trata de refutar o confirmar a la hipótesis principal,
sino a la conjunción de la hipótesis principal con la hipótesis auxiliares. No esto no
es menor, ya que si, por ejemplo, el equipo brasileño hubiese encontrado en el
experimento una consecuencia observacional que no coincidía con lo que
esperaban, no estaba obligado a refutar la hipótesis principal, ya que lo refutado era
la hipótesis principal en conjunción con la auxiliar y las condiciones iniciales.
Como vimos en la Lección 2, para que una conjunción sea falsa, basta que uno de
sus disyuntos sea falso. De modo que la refutación de esa conjunción, sólo implica
que uno de los elementos que integran el conjunto: hipótesis, condiciones iniciales
e hipótesis auxiliares, es falso. Nada dice sobre cuál lo es. De modo que por
ejemplo, los científicos podrían haber responsabilizado y revisado el experimento o
la fiabilidad del método de la sopa. En ese sentido, Los enunciados que acompañan
a la hipótesis principal que se pone a prueba en el proceso de contrastación
(condiciones iniciales e hipótesis auxiliares) son una suerte de “fusible”, que
pueden ser cambiados para salvar a la hipótesis principal.
Las hipótesis auxiliares, además, pueden unirse a la hipótesis principal para
deducir de ellas otras hipótesis generales, que son conocidas como hipótesis
derivadas. Son enunciados generales que, a diferencia de las hipótesis auxiliares,
dependen de la hipótesis principal y que pueden ser muy útiles a la hora de realizar
experimentos.
Un último tipo de hipótesis son relevantes a la hora de entender, incluso en esta
presentación sucinta, el método de contrastación. A pesar de que, como
mencionamos, sólo basta una consecuencia observacional adversa para construir
un Modus Tollens que ponga en jaque a la más formidable hipótesis, lo cierto es
que los científicos suelen aferrarse a las ideas que postularon.
hipótesis ad hoc, hipótesis formuladas con el único propósito de salvar a la
hipótesis principal de la refutación. Son hipótesis que buscan invalidar ciertas
evidencias o anular otras hipótesis auxiliares en juego. Como hay tantos elementos
en juego, las hipótesis ad hoc van al rescate de la principal y sugieren que son los
otros elementos los que nos llevan a la idea errada de que están equivocados.
La Dra. Herculano-Houzel podría haber enfrentado, por ejemplo, la oposición de
colegas al inicio de su investigación asegurándole que los cerebros de los
mamíferos eran todos esencialmente iguales pero que las vacas tenían facultades
únicas que no podían ser medidas por los canales habituales, ya que su cerebro era
“especial”, “diferente al resto”, “único”. Estos supuestos detractores podrían haber
sostenido que las vacas son mucho más habilidosas e inteligentes de lo que
creemos, sólo que nosotros no podemos acreditarlo en un laboratorio porque son
conductas altamente elevadas pero desconocidas para nosotros por el tipo de
cerebro. Con esta hipótesis ad hoc, los científicos se aseguraban que su hipótesis
principal no fuese refutada.

Más cerca de entender el misterio de nuestro cerebro


Lo que inquietó a la Dra. Herculano-Houzel y su equipo es cómo explicar entonces
cómo se cubre el gasto energético que insume el cerebro humano. De acuerdo a
sus cálculos, se necesitarían más de 9 horas diarias de alimentación como las de
un gorila para conseguir las calorías que requieren nuestras 85 mil millones de
neuronas en un cuerpo de entre 60 y 70 kilos promedio.

Ejercicio 12
Ejercicio 12
Ya contamos con toda la información relevante para acompañar al equipo de la Dra.
Herculano-Houzel en su investigación. Tratemos de ayudarla.
a. Piense en los datos disponibles y formule una hipótesis de cómo obtenemos la
cantidad de calorías necesarias para mantener en funcionamiento nuestro cerebro.
Sabemos que es un gasto energético mayúsculo y que no pasamos mucho tiempo
del día comiendo, sino que nos alimentamos en ocasiones puntuales a lo largo de
una jornada. A la hora de postular la hipótesis respete el tipo de enunciado
adecuado.
b. A partir de la hipótesis planteada, ahora piense en un experimento en el que se la
ponga a prueba. Formule entonces una condición inicial, una consecuencia
observacional que se derive de ella y una hipótesis auxiliar acorde al experimento.
Una vez más: para hacerlo respete el tipo de enunciado que debe corresponder a
cada elemento.

A modo de conclusión
La Dra. Herculano-Houzel y su equipo formularon una hipótesis para explicar cómo
es que nuestro cerebro consume tanta energía pero los seres humanos no pasamos
horas y horas de nuestro día comiendo para poder obtenerla. La clave está en la
dieta: el resto de los primates consume hojas y frutas crudas en su ambiente
natural, mientras que nosotros contamos una herramienta increíble: la cocina.
Cocinar los alimentos permite que podamos sacar más energía de ellos. El fuego
consigue que nos alimentemos con productos que ya han sido pre-digeridos fuera
de nuestro cuerpo, son más suaves y fáciles de masticar, maximizando su digestión
y eliminando sustancias nocivas. Cocinar nos permite ahorrar tiempo y obtener una
cantidad mucho mayor de energía de los mismos alimentos que tienen al alcance
los animales.
Investigaciones provenientes de la antropología brindaron más apoyo a la
hipótesis: se cree que la cocción de alimentos nació hace un millón y medio de
años, un momento a partir del cual nuestros antepasados biológicos comenzaron a
separarse de los otros primates. Gracias a la cocina, nuestro cerebro
peligrosamente cargado de neuronas que lo volvían tan demandante de energías
pudo volverse nuestro aliado.

Perspectivas sobre el cambio científico I


qué peso otorgar a la contrastación en el destino de las hipótesis y teorías?, ¿cómo
interpretar sus resultados?, ¿han de ser abandonadas aquellas hipótesis que no
tengan un buen desempeño? Y en el caso contrario, cuando el resultado de la
contratación resulte favorable, ¿quiere decir que la hipótesis es verdadera? ¿puede
la ciencia alcanzar la verdad? ¿hay progreso científico? Existen múltiples
respuestas posibles a estos interrogante

Justificación y demarcación
El problema de la justificación de las teorías resulta crucial para la filosofía de la
ciencia, ya que todo cambio de creencias científicas supone un proceso crítico en
el que las teorías son evaluadas para determinar cuáles de ellas serán aceptadas y
cuáles rechazadas. Como hemos visto, esa evaluación recibe el nombre de puesta a
prueba o contrastación, y consiste en la confrontación de las hipótesis investigadas
con los elementos de juicio empíricos.
Pero además de ser sometidos a contrastación, los enunciados que componen las
teorías deben ser examinados –de acuerdo con distintos criterios– para establecer
si efectivamente pertenecen al ámbito de la ciencia o si son enunciados que
corresponden a otras formas de conocimiento o expresión humanas.
Esta circunstancia nos enfrenta al problema de la demarcación, que consiste en la
estipulación de un criterio que permita determinar si un enunciado pertenece al
ámbito científico o no. Al igual que el problema de la justificación, la cuestión de la
demarcación de las teorías ha recibido diferentes abordajes filosóficos.

La filosofía del positivismo lógico


Comenzaremos por revisar sucintamente la corriente de pensamiento cuyo auge se
dio en correspondencia con la institucionalización de la filosofía de la ciencia tal
como la conocemos hoy. Se trata del movimiento denominado positivismo lógico,
surgido en Europa a comienzos del siglo XX a partir de la conformación del Círculo
de Viena, una agrupación que reunía a intelectuales de la ciencia.
La primera cátedra de filosofía de la ciencia se crea en Viena en 1895, con la
denominación de “Filosofía de las Ciencias Inductivas”. El primero que la ocupó fue
Ernst Mach, al que sucedió Ludwig Boltzmann y, en 1922, Moritz Schlick, el
fundador del Círculo de Viena. Pero es después de la Segunda Guerra Mundial
cuando, gracias sobre todo a la labor que venían desarrollando previamente los
seguidores del positivismo lógico, la filosofía de la ciencia se transforma en una
disciplina independiente de la teoría del conocimiento y pasa a ocupar un lugar
propio y destacado dentro del ámbito general de la filosofía.[1]
El Círculo de Viena estaba integrado por científicos y filósofos con formación
científica[2] que se reunían en esa ciudad, convocados por el físico Moritz Schlick,
para discutir problemas filosóficos acerca del conocimiento científico.[3]

El papel de la inducción
Todos estos pensadores adoptaron una posición empirista de acuerdo con la cual
el conocimiento solo es legítimo cuando se apoya en la experiencia perceptiva, es
decir, en lo dado inmediatamente a los sentidos. Los datos observacionales eran
considerados como la base para confirmar inductivamente las hipótesis generales.
Esta fue la estrategia propuesta por el inductivismo crítico de Hempel y de
Carnap.[1]
Como hemos estudiado, el resultado favorable de una contrastación no permite
inferir con certeza deductiva la verdad de la hipótesis, y ello por dos razones: en
primer lugar, porque cada contrastación favorable se reconstruye con la estructura
de una falacia de afirmación del consecuente –que es una forma inválida de
argumento–, y en segundo lugar –y estrechamente vinculado con la razón anterior–
porque nunca pueden revisarse todos los casos mencionados por una hipótesis
universal, y por lo mismo, siempre existirá la posibilidad de que aparezca un caso
refutatorio.
Hempel y Carnap consideraron, sin embargo, que aunque las hipótesis empíricas
no puedan ser probadas concluyentemente, sí es posible confirmarlas; es decir, es
posible asignarles un grado de probabilidad o apoyo inductivo a partir de cada uno
de los casos favorables hallados en sucesivas contrastaciones.
A esta posición se la denominó inductivismo crítico, porque se reconoce que la
inducción desempeña un papel crucial en la justificación de las teorías, pero se
admite que los argumentos inductivos no permiten arribar con certeza a las
conclusiones que ofrecen. Por eso propusieron una estrategia para estimar un
grado de probabilidad de acuerdo con la cantidad de casos particulares favorables
hallados para las hipótesis bajo investigación.
Pese a reconocer el papel de la inducción en la justificación de las hipótesis, los
inductivistas críticos –también llamados confirmacionistas– se pronunciaron en
contra de una creencia muy extendida: la que sostenía que los argumentos
inductivos también se empleaban en la generación de hipótesis, es decir, en la
instancia en que se busca producir una respuesta para el problema científico que
se investiga (instancia que se conoce como contexto de descubrimiento). De
acuerdo con esta idea –que corresponde a un inductivismo más estrecho–, la
investigación comienza con la observación de casos particulares que se registran
en enunciados singulares observacionales; luego, a partir de ellos y mediante la
generalización inductiva, se infiere la hipótesis.[2]
Pero de acuerdo con el inductivismo crítico, esta versión acerca de la investigación
científica que propone que se parta de la observación y la generalización inductiva
para generar hipótesis, no es sostenible por dos razones.
La primera es que para hacer observaciones es necesario contar con un criterio que
nos determine qué es lo que será relevante observar; de otro modo, deberíamos
registrar infinitos hechos, la mayoría de los cuales serían inútiles para la
investigación. Ese criterio indispensable para determinar qué debe observarse
presupone que ya tengamos una hipótesis propuesta. Por lo tanto, las hipótesis no
se derivan de las observaciones, sino que estas dependen de aquellas.
La segunda razón es que si las hipótesis se derivaran inductivamente a partir de
enunciados observacionales que dan cuenta de casos particulares constatados, no
existirían hipótesis con términos teóricos. Pero la ciencia contiene muchísimas
teorías cuyas hipótesis refieren a entidades inobservables.
Entonces, ¿de dónde provienen esos conceptos que no refieren a nada percibido?
La respuesta del inductivismo crítico es que las hipótesis teóricas se generan por
medio de la imaginación creativa de las científicas. En otras palabras: en lo relativo
al contexto de descubrimiento, las hipótesis se inventan para dar cuenta de los
hechos, sin ninguna intervención de la lógica inductiva ni de la deductiva.
En cambio, en lo relativo al contexto de justificación, el inductivismo crítico señala
que la inducción sí desempeña un papel decisivo: determinar el grado de
probabilidad o apoyo empírico que cada nuevo caso particular favorable permite
asignarle a la hipótesis de la investigación. Así, cada nueva confirmación
incrementará (en ausencia de refutaciones) el grado de probabilidad de la hipótesis
puesta a prueba.

Su respuesta :
a. Las hipótesis confirmadas son verdaderas en virtud de las observaciones de
casos particulares favorables. = Falso
b. Las hipótesis confirmadas son falsas, ya que la confirmación emplea la forma de
la falacia de afirmación del consecuente. = Falso
c. Las hipótesis confirmadas son consideradas conocimiento científico y su verdad
es solo probable. = Verdadero
d. La probabilidad de las hipótesis confirmadas depende de la cantidad de casos
favorables hallados en la contrastación. = Verdadero
e. La probabilidad de las hipótesis confirmadas se establece por medio de la
deducción. = Falso

Todas tus selecciones son correctas. En efecto, que las hipótesis sean
confirmadas no significa que sean verdaderas (razón por la cual el enunciado a es
falso ), ni que sean falsas (haciendo también falso el enunciado b); que una
hipótesis resulte confirmada solo la vuelve probable y nos garantiza que es
científica (de modo que c es verdadero). La confirmación se apoya sobre un tipo de
razonamiento inductivo (no deductivo, como afirmaba falsamente e) y depende de
la cantidad de casos favorables que resulten de la contrastación (tal como
sugiere d), así, a mayor cantidad de casos, mayor será la evidencia disponible a
favor de la hipótesis y mayor su probabilidad.

El Progreso de la ciencia
Volvamos ahora a nuestra caracterización general del positivismo lógico y al
proceso de confirmación de hipótesis. Una vez contrastadas, las hipótesis
altamente confirmadas podían ser empleadas como leyes para explicar y predecir
fenómenos, dado su alto grado de confiabilidad en virtud del apoyo inductivo
proveniente de las sucesivas confirmaciones. El concepto de confirmación
inductiva desempeñaba una función clave en la concepción del positivismo lógico
acerca del progreso científico. En efecto, el desarrollo científico era considerado
como un proceso acumulativo donde las teorías más firmes (es decir, aquellas que
contaban con alto grado de probabilidad aportado por los numerosos casos
confirmatorios en la confrontación empírica, entre otros factores) eran
reemplazadas por otras que las corregían, enriquecían o ampliaban, pero siempre
conservando el contenido presuntamente verdadero de las anteriores, las que
seguían teniendo aplicación dentro de un rango más restringido.
Siendo así, bajo esta perspectiva, la teoría de la relatividad especial, por ejemplo,
no reemplaza a la mecánica newtoniana, sino que es complementaria con ella y la
conserva como aplicable para aquellos casos en que aún puede considerarse
vigente: en condiciones especiales, como cuando las velocidades son muy bajas si
se comparan con la velocidad de la luz, resulta más conveniente aplicar la mecánica
newtoniana que la teoría de la relatividad.

El criterio de demarcación
Otro de los rasgos preponderantes del positivismo lógico fue su posición de
rechazo con respecto a los contenidos de la metafísica, considerados centrales
para la filosofía tradicional.[1]
Los positivistas lógicos tenían la convicción de que los problemas metafísicos no
eran más que pseudoproblemas originados en usos inadecuados del lenguaje. Para
mostrarlo, analizaron el lenguaje y la estructura de las teorías científicas aplicando
los recientes avances en lógica y matemática.[2] Ello cristalizó en la formulación –y
en sucesivas reformulaciones– de un criterio de demarcación: el requisito de
traducibilidad a un lenguaje observacional.
El análisis lógico permitía determinar con precisión si un enunciado pertenecía a la
ciencia formal (es decir, si era un enunciado lógicamente verdadero y sin contenido
empírico[3]) o si pertenecía a la ciencia fáctica (en cuyo caso debía poseer contenido
descriptivo acerca del mundo). La filosofía debía dedicarse, de acuerdo con esta
perspectiva, al análisis lógico del lenguaje científico para dictaminar si las
afirmaciones que se formulaban con pretensión cognoscitiva pertenecían al
primero o al segundo tipo de ciencia, y a descartar como metafísica a cualquier otra
expresión que se propusiera.
Consideraron que las afirmaciones metafísicas –que refieren a entidades ubicadas
más allá de la experiencia posible y que no pueden conectarse con ella a través de
deducciones– debían ser eliminadas del ámbito de la ciencia puesto que ellas no
expresaban auténticas proposiciones –susceptibles de ser consideradas
verdaderas o falsas–, sino que constituían expresiones carentes de sentido debido
a que no podían ser clasificadas como empíricas ni como formales. Así lo
estipularon en un documento colectivo fundacional denominado La concepción
científica del mundo: el Círculo de Viena, en el que enunciaron los principios
fundamentales que animaban el positivismo lógico:
Este método del análisis lógico es lo que distingue a los nuevos empirismos y
positivismos de los anteriores, que estaban más orientados biológico-
psicológicamente. Si alguien afirma “no hay un Dios”, “el fundamento primario del
mundo es lo inconsciente”, “hay una entelequia como principio rector en el
organismo vivo”, no le decimos “lo que Ud. dice es falso”, sino que le
preguntamos: “¿qué quieres decir con tus enunciados?”. Y entonces se muestra
que hay una demarcación precisa entre dos tipos de enunciados. A uno de estos
tipos pertenecen los enunciados que son hechos por las ciencias empíricas, su
sentido se determina mediante el análisis lógico, más precisamente: mediante una
reducción a los enunciados más simples sobre lo dado empíricamente. Los otros
enunciados, a los cuales pertenecen aquellos mencionados anteriormente, se
revelan a sí mismos como completamente vacíos de significado si uno los toma de
la manera como los piensa el metafísico (Hans Hahn, Otto Neurath y Rudolf Carnap;
1929).
El criterio de demarcación del positivismo lógico cumplía una doble función: servía
para determinar si una afirmación pertenecía a la ciencia o no, pero a la vez se
aplicaba para indicar si dicha afirmación tenía sentido o carecía de él (y en ese caso
debía ser relegada al ámbito de la metafísica).
En consecuencia, para que un enunciado tuviera significado (o lo que es lo mismo:
tuviera contenido empírico), debía ser traducible al lenguaje
observacional.[4] Todos los enunciados de las teorías empíricas debían ser
susceptibles de reducción a proposiciones denominadas protocolares, que son
enunciados empíricos básicos constituidos exclusivamente con términos lógicos y
observacionales.
Para los positivistas lógicos, incluso las proposiciones teóricas puras debían poder
ser traducidas –en conjunción con enunciados teóricos mixtos, a través de cadenas
de sucesivas definiciones– a afirmaciones empíricas que expresaran las
propiedades y relaciones observables entre los objetos materiales. Esto permitía
reconocer las genuinas hipótesis empíricas que contuvieran términos teóricos,
como gen o electrón, y distinguirlas de las afirmaciones que contuvieran conceptos
metafísicos como el Ser, las esencias o la nada, que debían ser excluidas del
ámbito del conocimiento.
Si una proposición contenía un término referido a alguna entidad inobservable, ese
término debía ser definido empleando solo términos observacionales. En el caso de
que se tratase de términos teóricos –por ejemplo, positrón–, esta tarea podría
realizarse especificando en la definición qué fenómenos observables se consideran
señales de su presencia (como por ejemplo, la estela de la partícula visible en la
nube de vapor de la cámara de niebla). Esto no sería factible en el caso de términos
metafísicos, como Dios, el Ser, la esencia, etcétera. De este modo, el criterio
permitiría expurgar el conocimiento de cualquier contenido metafísico.
Puede verse aquí la importancia crucial de los enunciados observacionales: todo
enunciado que pretendiera ser empírico debía ser expresable en términos de
afirmaciones empíricas. Entonces era posible formular enunciados empíricos
básicos que serían empleados para la puesta a prueba de las hipótesis,
garantizando así la contrastabilidad de los enunciados científicos y, con ello, su
conexión con la experiencia.
El recurso a los enunciados empíricos básicos garantizaba la objetividad del
conocimiento científico, ya que referían directamente a las determinaciones físicas
de los objetos observables
Como hemos anticipado, la contrastación requería que se dedujeran a partir de las
hipótesis enunciados empíricos básicos denominados consecuencias
observacionales. Estos eran verificados o refutados a partir de las observaciones y
funcionaban así como el tribunal que decidía si la hipótesis iba a transformarse en
conocimiento científico o no. Si las consecuencias observacionales se verificaban,
la hipótesis de la que se deducían resultaba confirmada, pero si las consecuencias
observacionales resultaban falsas, la hipótesis debía rechazarse, pues había sido
refutada.
Por esa razón, al conjunto de afirmaciones empíricas básicas se lo denominó base
empírica[5] de las teorías.
El criterio de demarcación estaba íntimamente ligado a la posición del Círculo de
Viena acerca de la justificación de las teorías: que un enunciado fuera traducible a
enunciados empíricos era lo que garantizaba que las hipótesis fueran, si no
inductivamente verificables –como inicialmente pretendieron algunos de los
miembros; M. Schlick, por ejemplo– al menos inductivamente confirmables a partir
de la experiencia, como luego propusieron Carnap, Hempel y Reichenbach, entre
otros.
La crítica del Círculo de Viena se dirigía a las teorías filosóficas metafísicas
tradicionales que mencionaban entidades trascendentes, pero también contra
concepciones filosóficas de la época, como la de M. Heidegger, a quien se le
criticaba la referencia a conceptos metafísicos como el de el ser-ahí, la nada,
etcétera.

El positivismo lógico sostuvo que las afirmaciones metafísicas debían ser


rechazadas por ser consideradas falsas.
Su respuesta : Porque no se consideraba que las afirmaciones metafísicas
expresaran proposiciones y, por ello, no podían ser verdaderas ni falsas.
Efectivamente, de acuerdo con el positivismo lógico, las afirmaciones metafísicas
eran sinsentidos, como tales, no expresaban proposición alguna y, por lo tanto, no
eran posible predicar de ellas verdad o falsedad.

El positivismo lógico sostuvo que las afirmaciones metafísicas debían ser


rechazadas porque no pueden probarse de manera concluyente.
Su respuesta : El no poder probar concluyentemente una afirmación no es una
razón para rechazarla; ninguna hipótesis empírica puede considerarse una verdad
concluyente.
¡Excelente! Tu respuesta es correcta. Tal como vimos, de acuerdo con esta
corriente, las hipótesis empíricas no pueden verificarse, pero esto no es razón para
rechazarlas. El problema con las afirmaciones metafísicas no es que no se pueda
probar concluyentemente su verdad sino que no pueden ser sometidas a prueba.

Muchas teorías científicas tienen términos teóricos, ese no es un motivo para


rechazarlas sin más.
¡Excelente! Tu respuesta es correcta. De acuerdo con esta corriente, el análisis
lógico permite distinguir entre los términos teóricos y los metafísicos. Sabemos
que para que un enunciado tuviera significado (o lo que es lo mismo: tuviera
contenido empírico), no se exigía que estuviera formulado en lenguaje
observacional, sino que pudiera ser traducido al lenguaje observacional.
Lo que diferenciaba a los enunciados teóricos de los metafísicos era que, mientras
los enunciados teóricos (aun los puros) podían (y debían) ser traducibles a
afirmaciones empíricas básicas que expresaran las propiedades y relaciones
observables entre los objetos materiales; las afirmaciones metafísicas no podían
serlo (pues contenían términos metafísicos como "Ser", "esencia", etc.) y debían
ser excluidas del ámbito del conocimiento.

De acuerdo con el criterio de demarcación del positivismo lógico, indique si la


siguiente afirmación pertenece al ámbito de la ciencia empírica. Justifique cada
respuesta.
Puede discutir en el foro la justificación formulada.
a) Las Ideas constituyen las realidades esenciales que otorgan existencia a los
objetos del mundo.
Su respuesta : No pertenece al ámbito de la ciencia empírica.
Tu respuesta es correcta ¿cómo justificarías tu respuesta?
Todos los mamíferos tienen sangre caliente”
Su respuesta : a) Porque está formulado estrictamente en lenguaje observacional.

La meta de la ciencia
Uno de los principales rasgos del Círculo de Viena fue su objetivo: alcanzar la
construcción de una ciencia unificada, tarea que podría llevarse adelante mediante
la constitución de ese lenguaje observacional autónomo al que pudieran ser
traducidas las teorías de todas las disciplinas, incluidas las de las ciencias
sociales.
La aspiración del trabajo científico radica en alcanzar el objetivo de la ciencia
unificada por medio de la aplicación de ese análisis lógico al material empírico.
Debido a que el significado de todo enunciado científico debe ser establecido por la
reducción a un enunciado sobre lo dado, de igual modo, el significado de todo
concepto, sin importar a qué rama de la ciencia pertenezca, debe ser determinado
por una reducción paso a paso a otros conceptos, hasta llegar a los conceptos de
nivel más bajo que se refieren a lo dado (Hans Hahn, Otto Neurath y Rudolf Carnap;
1929).
En la década de 1930, el recrudecimiento de la persecución política que sufrieron
varios de los integrantes del Círculo de Viena en virtud de su filiación religiosa judía
o de sus ideas políticas de izquierda, condujo a la disolución del grupo y a la
emigración de gran parte de sus miembros a los Estados Unidos, donde
prosiguieron sus respectivos trabajos.
Se inicia allí la fase del positivismo lógico que ha sido bautizada como la
concepción heredada,[1] en la que manteniendo la perspectiva fundamental
instalada por el Círculo de Viena, se revisaron y modificaron algunas de sus tesis
para hacerlas más sofisticadas e intentar superar múltiples dificultades detectadas
por los propios pensadores a partir de sus discusiones críticas.
Para concluir nuestra breve mención de los principales rasgos del positivismo
lógico, queremos resaltar la posición de esta corriente acerca del cambio y el
progreso de la ciencia. El desarrollo científico fue visto como un proceso
acumulativo en el que las teorías reciben justificación inductiva confirmatoria que
les confiere un alto grado de probabilidad. Las teorías así confirmadas se van
complejizando y se va extendiendo su ámbito de aplicación, ya que logran cubrir
más y más fenómenos observables. Las nuevas teorías, más amplias y generales,
incluyen los logros de las anteriores en tanto que conservan el contenido no
refutado de estas. Esta noción de progreso lineal y acumulativo suponía que en el
pasaje desde una teoría hacia otra más inclusiva, los términos presentes en los
enunciados componentes conservarían inalterado su significado o podían ser
traducibles recurriendo al lenguaje observacional neutral.
Pero la cuestión de la estabilidad del significado de los términos y la distinción
entre términos teóricos y observacionales generó dificultades cruciales que fueron
detectadas en el interior mismo del positivismo lógico, ya en la fase de la
denominada concepción heredada. Los esfuerzos tendientes a la identificación y
superación de esos problemas trajeron consigo un análisis más profundo y
sofisticado acerca del lenguaje, y abonaron el terreno conceptual para el avance de
la que, posteriormente, fuera denominada la nueva filosofía de la ciencia, a la que
nos dedicaremos más adelante.
El falsacionismo
La segunda de las corrientes que abordaremos es la
denominada falsacionismo o racionalismo crítico. Esta posición se origina en el
trabajo del filósofo Karl Popper, contemporáneo con el auge del Círculo de Viena.
En agudo contraste con los pensadores positivistas allí agrupados, Popper tomó
como punto de partida la negación de cualquier aplicación de las inferencias
inductivas a la investigación científica. Como luego veremos, esa posición lo
condujo a rechazar el criterio positivista de demarcación y a proponer uno propio –
la falsabilidad–, y también a conceptualizar el proceso de contrastación de
hipótesis con el empleo de inferencias exclusivamente deductivas.
El problema de la inducción puede formularse, asimismo, como la cuestión sobre
cómo establecer la verdad de los enunciados universales basados en la experiencia
–como son las hipótesis y los sistemas teóricos de las ciencias empíricas–. Pues
muchos creen que la verdad de estos enunciados se “sabe por experiencia”; sin
embargo, es claro que todo informe en que se da cuenta de una experiencia –o de
una observación, o del resultado de un experimento– no puede ser originariamente
un enunciado universal, sino sólo un enunciado singular. Por lo tanto, quien dice
que sabemos por experiencia la verdad de un enunciado universal suele querer
decir que la verdad de dicho enunciado puede reducirse, de cierta forma, a la
verdad de otros enunciados –estos singulares– que son verdaderos según
sabemos por experiencia; lo cual equivale a decir que los enunciados universales
están basados en inferencias inductivas. Así pues, la pregunta acerca de si hay
leyes naturales cuya verdad nos conste viene a ser otro modo de preguntar si las
inferencias inductivas están justificadas lógicamente.[1]
Como ya vimos, los argumentos inductivos no logran establecer la conclusión de
modo concluyente. ¿Cuántas premisas, por ejemplo, acerca de cuervos negros
particulares observados serían necesarias para probar con certeza que todos los
cuervos son negros? La respuesta es que ninguna cantidad sería suficiente puesto
que se trata de una clase potencialmente infinita.
Sin embargo, y tal como señalamos antes, los partidarios del positivismo lógico
asignaron a los argumentos inductivos un papel central en la investigación; y por
esta razón se dedicaron a hallar un modo de legitimar el empleo de la inducción en
las investigaciones científicas.
En su tarea de revisión crítica, Popper analizó la estrategia de los inductivistas de
postular un principio de inducción. El principio de inducción sería un enunciado
especial que se agregaría a toda inferencia inductiva y justificaría el pasaje desde
las premisas hacia la conclusión. Ese enunciado general sostendría que los casos
futuros siempre son como los ya observados, que la naturaleza es constante,
etcétera. Es decir que este principio sería una especie de garantía para legitimar
toda inferencia inductiva.
Pero dado que ningún enunciado puede adoptarse dogmáticamente, tal principio de
inducción debería justificarse, y de acuerdo con Popper, esto no es posible porque
ni la lógica ni la experiencia nos ofrecen recursos para ello.
La lógica solo nos permitiría justificarlo atendiendo a su forma lógica, pero ocurre
que no se trata de un enunciado tautológico y, por lo tanto, no podemos justificarlo
como verdadero. Y tampoco puede justificarse por la experiencia, pues al ser un
enunciado universal, solo podría justificarse a partir de premisas que describieran
casos particulares favorables que lo verificaran (o al menos le asignaran un grado
de probabilidad confirmatoria); pero tal estrategia supondría el empleo de la misma
inferencia que se intenta justificar: la inducción, y por ello resulta inviable.
Popper concluye, entonces, que la inducción no puede ser justificada, y desestima
además la pretensión de fundar el principio en el hecho de que la inducción es
utilizada tanto en la ciencia como en la vida corriente con mucha frecuencia.

Contrastación deductiva: refutación y corroboración


Su respuesta :
a. La demarcación es un proceso que requiere observación o experimentación para
determinar si un enunciado es o no empírico. = Falso
b. La demarcación consiste en determinar si un enunciado está o no falsado. =
Falso
c. La refutación (o falsación) consiste en la formulación de enunciados básicos
falsadores potenciales para una hipótesis dada. = Falso
d. La refutación consiste en la aceptación de un enunciado básico incompatible con
la hipótesis. = Verdadero
e. La demarcación consiste en la formulación de enunciados falsadores
potenciales. = Verdadero
¡Excelente, todas tus selecciones son correctas! tal como puediste observar, el
criterio de demarcación propuesto por Popper es el de la falsabilidad y
esta consiste precisamente en la formulación de enunciados falsadores
potenciales. La faslabilidad no requiere entonces que se lleve a cabo observación o
experimentación alguna, ni sirve para determinar si el enunciado es o no falso. A
diferencia de ello, la falsación no consiste meramente en la la formulación de
enunciados básicos falsadores potenciales para una hipótesis dada. La falsación
supone la aceptación (tras las observaciones y la decisión oportuna) de un
enunciado básico incompatible con la hipótesis. La falsación sí permite entonces
establecer la falsedad de la hipótesis en cuestión.
Cuando se trata de hipótesis que satisfacen la condición de la demarcación, la
falsabilidad es el índice que determina su valor para la ciencia. De acuerdo con
Popper, las mejores hipótesis son aquellas que son más falsables; esto es, aquellas
que afirman más o –empleando sus palabras– las que más prohíben. Todas las
hipótesis prohíben. Lo que prohíben es la aceptación de enunciados que describan
casos que las refutarían. Por ejemplo; como hemos estudiado, los enunciados
universales son los que poseen más contenido informativo, dado que refieren a
todos los miembros de una clase sin excepción. Por eso son los enunciados que
más prohíben, ya que no admiten siquiera un caso contrario a ellos; y por lo mismo,
también son los más falsables, puesto que para refutarlos basta con verificar solo
un enunciado contrario. En cambio, para enunciados de menor grado de
generalidad, como las generalizaciones empíricas existenciales, –por
ejemplo, Algunos peces viven en las profundidades del mar–, el hallazgo de un
caso que verifique su contrario (en nuestro ejemplo: Hay un pez que no vive en las
profundidades del mar) no bastaría para probar su falsedad.
Una vez determinado el carácter empírico de una hipótesis, la metodología
popperiana prescribe a los científicos un procedimiento especial para la
contrastación: no se trata de buscar casos favorables, como sucedía en el marco de
las posiciones inductivistas, sino de intentar refutar la propia hipótesis a partir de la
corrobación de sus enunciados falsadores potenciales.
Queda delineada así la distinción entre la demarcación (que es la determinación del
carácter empírico de un enunciado propuesto como hipótesis) y la contrastación
(que es la puesta a prueba de dicho enunciado).
Tal como observamos en la lección 7, para llevar adelante la puesta a prueba se
deberá contrastar observacionalmente el enunciado básico obtenido
deductivamente a partir de la hipótesis y determinar si se lo acepta o no.[1]
Supongamos que fuera necesario testear la hipótesis de que todos los metales se
dilatan con el calor mediante el examen de un falsador potencial. El razonamiento
de toda refutación tiene la estructura del Modus Tollens, por lo que la inferencia de
nuestro ejemplo podría reconstruirse (simplificando) del siguiente modo:
Si todos los metales se dilatan con el calor, entonces el objeto de metal situado en
el lugar L y en el momento M se dilatará al ser sometido a altas temperaturas.
Hay un objeto de metal en el lugar L y en el momento M que conservó su volumen
(no se dilató) al ser sometido a altas temperaturas.
Por lo tanto, no es cierto que todos los metales se dilatan con el calor.
Lo mismo ocurriría si decidiéramos testear la hipótesis de nuestro ejemplo
anterior (Todos los mamíferos viven en la superficie terrestre): si al realizar
observaciones en el lugar indicado y en el momento determinado por el enunciado
básico, halláramos un delfín (que es un mamífero subacuático), concluiremos que
la hipótesis ha sido refutada.
Como podemos observar, la aceptación de la falsedad del enunciado básico que se
deriva de la hipótesis coincide precisamente con la aceptación de un falsador
potencial de ella. Recordemos que ese enunciado es incompatible con la hipótesis.
Es precisamente esa relación lógica la que permite que la aceptación de un
enunciado básico suponga necesariamente la refutación de la hipótesis con
respecto a la cual dicho enunciado es incompatible: si el falsador potencial se
considera verdadero, entonces la hipótesis no puede serlo también.
La metodología popperiana promueve la crítica constante de las creencias
científicas. Siempre deben buscarse nuevas maneras de exponer las teorías a los
intentos de refutación, diseñando contrastaciones que puedan poner en riesgo las
hipótesis aceptadas previamente. En consonancia, el autor rechaza de plano
cualquier intento de proteger las teorías contra la refutación, como ocurre, por
caso, con la introducción de hipótesis ad hoc, aquellas hipótesis que –como ya
hemos estudiado– pueden proponerse para excusar a una hipótesis frente a un
caso refutatorio.
Hemos visto, entonces, cómo funcionan los enunciados básicos en la refutación.
Pero ¿qué ocurrirá si hallamos que el enunciado no es falso? Retomando nuestros
ejemplos: ¿qué pasará si encontramos un animal como, por ejemplo, una foca, que
es mamífero y que vive en la superficie terrestre; o un trozo de metal que sí se dilata
con el calor? En tales situaciones, habremos hallado un caso que corrobora la
hipótesis.
El concepto de corroboración propuesto por Popper es un tanto peculiar, ya que
contrariamente a lo que podría parecernos a primera vista, se trata de un concepto
negativo, cuyo significado consiste en la carencia o ausencia de algo. Así, puede
decirse que la corroboración es la aceptación provisoria de una hipótesis ante
intentos fallidos de refutación.
Es claro notar que no se trata de una verificación (pues no es posible probar
concluyentemente la verdad de enunciados generales, como son las hipótesis, a
partir de casos particulares observados), pero hay que advertir que tampoco se
trata de una confirmación (pues la asignación de probabilidad postulada por el
confirmacionismo supone –como hemos estudiado– el uso de la inducción, que es
rechazada de plano por la metodología popperiana).
De una hipótesis corroborada diremos solamente que ha resistido por ahora los
intentos de refutación y la consideramos conocimiento científico en tanto no se
pruebe su falsedad.
Todos los enunciados científicos son para Popper provisorios, falibles, hipotéticos.
Pero ¿qué ocurrirá con la base empírica, que como ya hemos indicado se compone
de enunciados básicos? La respuesta de Popper es que también los enunciados de
la base empírica son revisables, puesto que son aceptados mediante un acuerdo
entre los distintos científicos luego de que cada uno realizara su propia inspección
observacional.
Para fundamentar la idea de que la falibilidad alcance a la base empírica, el autor
muestra que adoptar la idea de que un enunciado básico se justifique por medio de
la percepción sensorial de un sujeto es un error por dos razones. La primera es que
para Popper los enunciados solo pueden justificarse mediante la deducción, es
decir, tomando otros enunciados ya aceptados como premisas y deduciendo el
enunciado básico en cuestión como conclusión. Pero las experiencias perceptivas
no pueden tomarse como premisas para deducir, ya que son vivencias, y como
tales son absolutamente heterogéneas con los enunciados, que son entidades
lingüísticas.
La segunda es que el conocimiento científico debe ser –de acuerdo con el autor–
válido intersubjetivamente. Esto significa que lo que se afirme debe ser justificable
de igual modo por cualquier sujeto. Pero como fácilmente puede advertirse, las
experiencias perceptivas de un sujeto (cuando ve, por ejemplo, un delfín) no son
intersubjetivas, ya que cada percepción es privada (solo accesible a ese sujeto, a
ese individuo específico) y cualquier otro observador, aunque intentara replicar
exactamente la misma observación, realizará un acto perceptivo distinto y único,
intransferible.
Por esas razones, los enunciados básicos no se verifican con experiencias
subjetivas. Pretender tal cosa sería caer en lo que Popper llama psicologismo (la
confusión entre cuestiones de orden lógico con otras de carácter psicológico).
Sin embargo, aunque no constituya ella misma la justificación de los enunciados, la
experiencia debe ser el tribunal que determine si se acepta o no una hipótesis, ya
que de otro modo no tendría sentido sostener el carácter empírico de las teorías. El
planteo de Popper se apoya en la distinción entre decisión y justificación. Así, la
experiencia perceptiva privada de cada científico motiva su decisión de aceptar un
enunciado, pero no alcanza para justificarlo, pues eso solo puede hacerse mediante
relaciones lógicas con otros enunciados. La aceptación colectiva de un enunciado
resulta del consenso, del acuerdo convencional entre distintos observadores que
individualmente han tenido experiencias perceptivas que motivaron su decisión
particular.
Por lo tanto, todos los enunciados de las ciencias son hipotéticos, es decir:
provisorios. No es posible probar la verdad de las teorías; solamente es posible
probar su falsedad. Y ello debido a la asimetría entre verificación y refutación de los
enunciados universales. Tales enunciados –y las hipótesis son enunciados de ese
tipo– pueden refutarse mediante la aceptación de un solo enunciado básico
falsador, en tanto que su verificación es lógicamente imposible.
Solo puede llegarse a la corroboración de las hipótesis, puesto que la prueba de la
verdad no es accesible a la ciencia. Las hipótesis corroboradas se incorporan al
corpus del conocimiento científico, pero nunca de manera definitiva. Puede decirse
que su contrastación jamás se da por concluida, ya que la máxima popperiana
indica que los científicos deben continuar buscando ocasiones de refutar aun a las
teorías más establecidas.
Sin embargo, todo ello no impide sostener que la ciencia progrese. De acuerdo con
Popper, el progreso científico existe, y consiste nada menos que en el acercamiento
a la verdad (aunque ella sea inalcanzable). Claro que no se tratará de un
acercamiento acumulativo, en el que se incrementa la probabilidad a través de la
inducción –como sostuvo el confirmacionismo–. Se trata ahora de un avance hacia
la verdad mediante la eliminación de teorías falsas. Y en la medida en que nos
alejamos de los errores, al descartar teorías refutadas, estaremos más cerca de la
verdad, pese a que no podamos acceder jamás a ella.
¿Qué sabemos de una hipótesis que ha sido corroborada?
(Responda por sí o por no)
Su respuesta :
Que es verdadera. = No
Que es falsa.
= No
Que es falsable. = Sí
Que es altamente probable. = No
Que cuenta con baja probabilidad de ser refutada.
= No
Que no se ha probado su falsedad. = Sí
Que se ha probado su verdad = No
Que no se ha probado su falsedad, pero no debe considerarse conocimiento hasta
que se pruebe su verdad. = No
Que se la considera conocimiento, pero se deberán proseguir los intentos de
refutación. = Sí
¡Excelente! Todas las selecciones son correctas. Tal como pudiste observar, que
una hipótesis haya sido corroborada únicamente nos dice que ha sobrevivido al
intento de refutación, que no se ha logrado probar su falsedad y se la ha de
considerar conocimiento, aunque se deberán proseguir los intentos de refutación.
También sabemos que es falsable, si no lo fuera, no podríamos formular falsadores
potenciales y no se trataría de una hipótesis empírica, razón por la cual nunca
podría haber resultado corroborada.
Pero de la corroboración de una hipótesis no podemos inferir ni que sea verdadera,
ni que sea probable, ni que tenga baja probabilidad de ser refutada, ni que sea falsa,
ni que no deba considerarse conocimiento.

Continuar

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