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Se define que la distribución de la riqueza o de los ingresos es la forma en la

cual el producto total generado por un país se reparte entre los trabajadores
y los empresarios. El modo en que se reparte está determinado por las políticas
económicas que determina el Estado, que son las que influyen en las
posteriores decisiones que toman las empresas y las conductas que adoptan
los hogares.

La riqueza se divide entre los dos elementos verdaderamente activos que la


crean: el trabajo y el capital. La parte que toma cada uno constituye y se llama
su retribución. Es indiferente para el hecho de la distribución y las leyes que le
rigen el que una sola persona reúna los caracteres del trabajador y capitalista,
o que sean muchos los que contribuyen a la producción por cualquiera de esos
títulos, aunque en este último caso las retribuciones tomarán formas diversas,
según que la industria se establezca con intervención de un empresario o por
medio de la sociedad.
Adoptado como base de la distribución el principio de que tiene lugar
únicamente entre los que producen la riqueza, deduce de él que las
retribuciones habrán de ser proporcionadas a la participación que se tome en
la industria, y resultarán, por tanto, desiguales para trabajadores y capitalistas,
para cada uno, en suma, de los individuos de la Sociedad. (Piernas Hurtado,
2007).

Existen tres factores que inciden de mayor a menor en la distribución del


ingreso o riqueza en un país:
a) El Estado es el que determina la política económica que se debe seguir;
b) Las empresas, que también deciden con la facultad autónoma que les
corresponde,
c) Los hogares, en su carácter de unidades de consumo.
De los tres el que mayor gravitación tiene en la distribución de la riqueza es el
Estado, que a través del dictado de normas, como las que priorizan la inversión
productiva o especulativa, incide en la determinación de salarios mínimos,
determina los impuestos que gravan las ganancias y su distribución, impone
trabas a las importaciones de bienes o servicios para favorecer la producción
local, congela precios de la canasta básica de alimentos y de combustibles,
entre otras, que inciden en esta ecuación.
La capacidad autónoma de decisión de las empresas también tiene límites y
los mismos los fija el Estado, cuando las políticas implementadas priorizan y
estimulan el salario o ejercen una altísima presión tributaria que no les permite
a los empresarios iniciar procesos de reinversión productiva
También el Estado incide directamente orientando el consumo de los hogares
mediante la implementación de políticas fiscales (impuesto a las ganancias)
que se adapten a sus objetivos, ya sean incentivando o desalentando el
mismo. (Moreno, 2013)

Distribución de la Riqueza en México


En un país donde la educación y los servicios sanitarios, entre otros, todavía
dejan mucho que desear, la desigualdad en el ingreso –una de las mayores del
mundo– va aparejada de una desigualdad equivalente en la calidad de vida.
Paradójicamente, sin educación de calidad y buenos servicios básicos se antoja
difícil revertir este grave problema.

La riqueza
México es una nación con mucha riqueza. Ocupó el décimo tercer lugar en la
lista de los países con mayor Producto Interno Bruto (PIB), con un billón de
dólares, en 2010. Este nivel se debe, en buena medida, al tamaño de nuestro
país. De acuerdo a estimaciones de las Naciones Unidas, México ocupó en
2010 el décimo primer lugar en términos de población, con 113 millones de
habitantes. No obstante, el PIB por persona muestra, en los últimos 20 años,
un crecimiento formidable. Durante los años sesenta y setenta le
correspondieron a cada habitante de México menos de dos mil dólares del PIB
al año. En los primeros años de los ochenta, dicha cifra tuvo un aumento, que
se perdió después de la crisis de 1982. A partir de 1988, el PIB por habitante
inicia un camino ascendente, con un único tropezón en la crisis de 1994, para
llegar a casi los 10 mil dólares por habitante en el año 2008 (ver Gráfica 1):

Por otro lado, México tiene 4 millonarios en la lista de los 100 hombres más
ricos del mundo de la revista Forbes. La suma de la riqueza de estos 100
hombres es de 1.7 billones de dólares. Los acaudalados de Estados Unidos
poseen 40% de este monto; les siguen los rusos, que suman 10%. En tercer
lugar se encuentra México: los cuatro empresarios mexicanos de la lista Forbes
tienen 7% de la riqueza de la lista de los 100 millonarios. Por cierto, Noruega,
país con el mayor Índice de Desarrollo Humano de acuerdo al Programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), no tiene ningún representante
entre los primeros 100 millonarios y su ciudadano más rico, el empresario de
bienes raíces Olav Thon, ocupa el lugar número 205. La riqueza y el desarrollo
no se llevan bien.
Otra fuente con una metodología más depurada no muestra un panorama
similar. De acuerdo a un estudio que el banco Credit Suisse encargó a Anthony

Shorrocks y James Davies, publicado en 2010, la riqueza en el mundo muestra


una fuerte concentración: 24 millones de personas mayores de 20 años (0.5%
de la población mundial adulta) tenían 35.6% del total de la riqueza mundial.
En el otro extremo, 3 mil millones de personas (68.4% de la población mundial
adulta) tenían tan solo 4.2% de la riqueza mundial. De acuerdo con esta
investigación, México se ubicó en el lugar 21 en la lista de los países con mayor
número de personas <<muy rica>>, con 114 mil 997 adultos que —en 2010—
contaban con una riqueza mayor a un millón de dólares, lo que coloca al país
por arriba de Dinamarca, Finlandia y Hong Kong.

La pobreza
Si miramos la otra parte de nuestra realidad encontraremos que, de acuerdo
al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL)
—organismo público descentralizado de la Administración Pública Federal
encargado de evaluar el nivel de pobreza en México—, 81% de la población en
2010 era pobre o vulnerable, es decir tenía una o más carencias sociales. El
CONEVAL mide la pobreza de manera multidimensional, esto es a partir de seis
indicadores de carencia social: alimentación, educación, salud, seguridad
social, calidad de la vivienda y servicios básicos en la vivienda.
La población pobre o vulnerable en México tuvo, en promedio, 2.3 carencias
sociales. Si analizamos con mayor detalle la alimentación, por ejemplo, de
acuerdo con el CONEVAL, 25% de la población tuvo en 2010 inseguridad
alimentaria, es decir, sufrió la falta de alimento o tuvo poco alimento y de baja
calidad, y por lo tanto llegó a experimentar hambre.

A pesar de ello, la Organización Mundial para la Agricultura y la Alimentación


(FAO, por su siglas en inglés) muestra en su informe “El estado de la
inseguridad alimentaria en el mundo 2011” que el nivel de personas
desnutridas en México es <<estadísticamente no significativo>>. Si bien el
concepto de desnutrición es distinto al de inseguridad alimentaria (la FAO
define la desnutrición como<<la ingesta de alimentos que no permite cubrir
las necesidades energéticas mínimas>>), me parece que México sí debería
estar incluido en esta lista.
Si asumimos que la población con inseguridad alimentaria, de acuerdo con el
Coneval, no logra cubrir las necesidades energéticas mínimas y, por lo tanto,
está desnutrida, México ocuparía el séptimo lugar con mayor número de
personas con hambre en el mundo y el lugar número 27 en cuanto al
porcentaje de personas que sufre este flagelo, empatado con Botswana,
Camboya, Madagascar y Pakistán.13

La desigualdad en el ingreso
Preguntar a las familias sobre su ingreso no es una tarea sencilla. Muchas de
ellas, en especial aquellas se ubican en los sectores altos, no divulgan el monto
de sus percepciones por temor a las autoridades hacendarias o por seguridad
personal. Por ello, es muy probable que las encuestas que miden el ingreso
familiar tenga un subregistro, es decir que se declaren menos ingresos de los
que realmente se perciben.
A partir de 1983 el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática
(INEGI) ha levantado la <<Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los
Hogares>> (ENIGH), en los años de 1983-1984 y desde 1992 cada dos años, con
excepción de 2005, cuando por razones del calendario político en México se
levantó una de ellas de manera extraordinaria. La última ENIGH disponible es
la de 2010.
De acuerdo con los resultados arrojados por la ENIGH de 2010, el promedio de
ingreso mensual por familia en México era de 12 mil 163 pesos. Si distribuimos
a todas las familias mexicanas en 10 grupos iguales, ordenadas según su
ingreso desde las que menos percibieron hasta las que más percibieron —lo
que se conoce como <<ordenar por deciles>>—, tenemos que el 10% más
pobre, es decir el primer decil, tuvo una percepción media de 2 mil 149 pesos
mensuales. En el otro extremo, el 10% de las familias más ricas —el decil más
alto— tuvo una percepción promedio de 41 mil 927 pesos mensuales, casi 20
veces más que los más pobres.
Entre los países miembros de la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económicos (OCDE), México es el que revela la mayor distancia
entre las familias que menos ganan y las que más ganan, por arriba de Chile,
Israel, Turquía y Estados Unidos. México es un país muy desigual en materia
de ingresos.

Si dividimos al 10% de las familias más ricas en 10 grupos de igual tamaño, es


decir, si desglosamos al decil más alto y obtenemos centiles, tenemos que el
1% de las familias más ricas del país, poco más de 290 mil, tuvieron en 2010
un ingreso mensual de 101 mil 217 pesos, esto es, 47 veces más que el 10%
más pobre (ver Cuadro 1):
Estas cifras ya nos muestran una desigualdad importante; no obstante, antes
de derivar más conclusiones, debemos preguntarnos: ¿es correcto el monto
de ingreso promedio de las familias más ricas de México?
De acuerdo al Manual de percepciones de los servidores públicos de las
dependencias y entidades de la Administración Pública Federal, publicado por
la Secretaría de Hacienda y Crédito Público el 31 de mayo de 2010 en el Diario
Oficial de la Federación, los directores de área podían tener una percepción
ordinaria bruta (sueldo base más compensación garantizada) de entre 47 mil
974 y 95 mil 355 pesos al mes. Por arriba de este puesto se ubican los
directores generales y coordinadores generales, jefes de unidad, oficiales
mayores, subsecretarios y secretarios de Estado, cuyo rango de sueldo va de
los 85 mil 889 a los 205 mil 222 pesos mensuales.
Sin embargo, de acuerdo a los datos originales de la ENIGH 2010, el ingreso
mensual promedio de los hogares cuyo jefe de familia era <<alta autoridad del
sector público o privado>>, fue de 44 mil 192 pesos mensuales.

¿Por qué tenemos una desigualdad tan alta?


La desigualdad se amplía en México por el incremento en el ingreso del 30%
más rico, que suma 8.7 millones de familias. Los ingresos de este grupo
representaron, en 2010, 83% del total. El resto de la población no solo tiene
cada vez una menor participación en la economía nacional; los pesos que gana
le alcanzan para menos bienes y servicios cada año. En los últimos años, la
población ha sufrido en México al menos tres efectos:
(1) el empleo precario,
(2) la pérdida del poder adquisitivo,
(3) la eliminación de los subsidios.
El empleo precario
A partir de los años noventa, los empleos formales se tornaron cada vez más
precarios. Con el propósito de competir y obtener una ganancia cada vez
mayor, muchas de las empresas han tomado una serie de medidas:
1. Despedir a la población adulta que ha acumulado antigüedad y, por lo tanto,
prestaciones;
2. Reducir prestaciones y/o incorporarlas al sueldo, como en el caso de los
empleados bancarios, cuyas prestaciones fueron incorporadas al sueldo, lo
que provocó un beneficio temporal que se perdió cuando los grupos
financieros comenzaron a despedir a los adultos y a contratar en su lugar a
jóvenes con un sueldo bajo;
3. Contratar personal “barato” bajo el esquema de outsourcing;
4. Reducir la proporción de gerencia media, así como puestos de apoyo,
conocidos como staff, ocupados –en su mayoría– por profesionistas.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, tres millones de
personas perdieron el empleo en 2009; de ellos, 2.6 millones fueron víctimas
de recortes de personal o su trabajo temporal terminó.
En cuanto a la disminución de prestaciones, de acuerdo con la Enigh 2010,
51.4% de la población que trabaja para otro no tiene ningún apoyo por parte
del patrón, y prácticamente la totalidad de quienes trabajan por su cuenta no
tiene prestaciones. El impacto en el ingreso es directo: si no tengo seguro
médico y enfermo debo pagar mi tratamiento. Si soy madre y trabajo fuera de
casa, y la organización para la cual laboro no me ofrece una guardería, debo
pagar una. Si carezco de una ayuda para despensa, debo destinar una mayor
proporción de mi ingreso a la alimentación. En la medida en que se propongan
reglas laborales que tengan como propósito abaratar la fuerza de trabajo, la
situación se agravará.

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