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Existen referencias más concretas en un manuscrito de Walter de Milemete, capellán de Eduardo III
de Inglaterra que se remonta a 1326 y en el que aparece el dibujo de lo que es inequívocamente un
primitivo cañón. También se conserva un documento florentino datado el 11 de febrero de 1326 en el
que se trata de la adquisición de proyectiles y cañones metálicos: pilas seu palloctas ferreas et
canones de metallo.1
Sin embargo, es a partir de la segunda mitad del siglo XIV cuando se registraron mayores y frecuentes
referencias al uso bélico de las armas de fuego, de las que las primeras en desarrollarse fueron las
armas portátiles, que son aquellas armas que pueden ser fácilmente empleadas y transportadas por
una sola persona.
Al principio las armas de fuego eran poco fiables e inseguras, pero han ido evolucionando hasta
alcanzar un nivel de utilidad y practicidad que las han convertido en uno de los medios para herir,
matar o cazar más eficaces, que además pueden utilizarse en otro tipo de actividades humanas como,
por ejemplo, el deporte.
La rueda dentada, sucesora de la mecha, fue una mejora significativa sobre la mecha en términos de
comodidad y seguridad. Funciona al girarla contra un pedernal y produce chispas. Supuestamente
fue inventada por Leonardo da Vinci, pero no fue adoptada ampliamente debido al alto coste de los
mecanismo de relojería.
El primer sistema de ignición que se usó fue la "llave de mecha", que era un sistema en el que el
tirador debía sostener el arma con una mano y usar la otra para acercar una mecha al fogón en el
momento del disparo, lo que hacía que el arma tuviera escasa eficacia.
En el siglo XV, se hizo una modificación de este sistema que fue decisiva para aumentar la eficacia
del arma: la incorporación del serpentín, que consistía en un brazo de hierro en forma de "S"
empernado por su centro al lado derecho de la caja y al que se fijaba en su extremidad superior un
trozo de mecha empapada en una solución de nitrato potásico. Dicho mecanismo se activaba
provocando la rotación de la pieza hasta que la mecha se ponía en contacto con la pólvora del fogón,
que al principio estaba ubicado en el centro del arma y para finales del siglo XV se colocó por razones
técnicas en una posición lateral, naciendo así la cazoleta, un receptáculo en forma de cuchara
soldado al cañón y provisto de tapa.
El serpentín se perfeccionó con la creación de otros sistemas similares pero que eran más complejos
y estaban más perfeccionados. Uno de ellos era la sierpe a resorte, que utilizaba un fiador (resorte)
para tener levantada la mecha, lista para disparar, lo cual permitió que el funcionamiento de las armas
fuera más rápido y se pudieran construir los primeros arcabuces para cazar; otro sistema muy
empleado fue el de pestillo o palanca, que fue el preferido para usos militares hasta principios del siglo
XVIII, durante doscientos años, debido a su simplicidad, robustez y bajo precio.