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DISCURSO DEL DIA DE LA BANDERA

Gracias al General Manuel Belgrano tenemos hoy la bandera celeste y blanca que todos los días
vemos flamear en el mástil de la escuela, y ustedes pueden lucir en su pecho la escarapela, cuyos
colores, iguales a los del cielo, indican que somos argentinos.
Hablar del General Belgrano es referirse a un hombre cuyo destino signó y dirigió la vida de
miles de hombres; es hablar de alguien sobre cuyas espaldas cayó la enorme responsabilidad de
comandar un ejército en batallas, que trascendiendo su escasa experiencia acumuló resonantes
triunfos.
Hoy en todo el ámbito de la patria flamea más orgullosa que nunca la bandera de Belgrano,
porque en esta fecha todos los hombres, mujeres e instituciones del país, se identifican en un
verbo que se hace vida en hombre; un argentino de excepción, cuya vida fue siembra y ejemplo,
rodeada muchas veces por el dolor y la derrota que lo hicieron más grande y generoso.
La patria entera, los argentinos todos elevan hoy su mirada al paño celeste y blanco de la
bandera, que es el mismo que onduló por primera vez el 27 de febrero de 1812; subió gloriosa y
se mantuvo a través de las horas difíciles que sorteó el país.
Esta patria en donde vivimos, este suelo que hoy pisamos, a pesar de las enormes dificultades
actuales, pone en nuestras manos un futuro riquísimo, que sólo madurará con el esfuerzo y la
dedicación de cada argentino, con el trabajo de un obrero, con la dedicación de un maestro, la
ciencia de un científico, el estudio y perfeccionamiento de un alumno, con la paciencia de una
madre.......
Está en nosotros hoy, la medida del mañana, somos los constructores de un nuevo porvenir, pero
debemos hacerlo con plena honradez, olvidándonos de la viveza criolla; imitando la tenacidad y
el emprendimiento de los hombres del ayer.
Nosotros, argentinos de hoy, en este día de íntimo regocijo patriótico, debemos reflexionar ante
el hecho que recordamos. Nuestra patria nació con la bandera y surgió del sueño de un patriota,
de un ciudadano ilustre; el más civil de los militares y el más virtuoso de los civiles, que creó el
símbolo sin sus caracteres bélicos, ni rencores, ni odios: Juan Manuel Belgrano.
Así lo debemos conservar, impecable como los principios que lo fundaron, como debe ser la
nación que lo representa: magnífica en su grandeza y soberana en el sitial que le reservan todas
las naciones del mundo.
Hagamos un voto de esperanza, para que los momentos de reflexión vengan a todos nosotros
propiciando el esfuerzo de cada uno en su labor, que aunque pequeña y silenciosa, se proyecte
honesta y auténtica a las pequeñas generaciones que serán el futuro de la patria.

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