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RESUMEN DEL CAPÍTULO “BORGES GLOBAL” DE JAMES WOODALL

Sofía Mendoza Santiago

El capítulo séptimo de la biografía de Borges, escrita por Woodall, señala los

acontecimientos más relevantes comprendidos en el periodo de 1955 a 1964.

Principalmente, los sucesos que lo llevaron a conocer la fama internacional. Me permito

aludir aquí algunos de estos sucesos que establecieron un cambio radical en la vida y

obra de Borges.

En junio de 1956 Borges descargó en Montevideo abiertos ataques contra el

peronismo. Borges ridiculizaba al régimen recientemente dispuesto. También apuntó

sus dardos contra el escritor Ezequiel Martínez Estrada a quien acusaba tácitamente de

defender a Perón. Ernesto Sabato, se sumó el debate tomando partido por Martínez

Estrada y acusado a Borges de simplista. Borges atacó a su turno, comparando el

lenguaje de Sabato con el de los eslóganes peronistas. El desprecio que sentía Borges

por los movimientos de masas pasó a ser algo abiertamente declarado.

Lo peor que podría decirse de Borges en este período es que, teniendo en cuenta

su creciente reconocimiento público, su pregonado desapego a la ideología de izquierda,

asociada claramente a la causa de la liberación genuina, puede hacer sido imprudente.

Como para subrayar esta situación, Borges ya veía muy poco. Había perdido la visión

del ojo izquierdo y en el derecho sólo conservaba una niebla. Aceptó su condición

hereditaria con el mismo estoicismo que comenzó a caracterizar su poesía.

El aspecto más importante de la vida laboral de Borges en aquel momento de su

carrera fue su súbita capacidad de obtener trabajos. Su primer empleo en el sentido

cabal de la palabra fue el de profesor de literatura en la Universidad de Buenos Aires.

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Borges sintió que había tropezado con algo que mejoraba notablemente su vida de

conferenciante viajero. En 1956, Borges fue nombrado profesor de Literatura inglesa y

norteamericana en la misma facultad y conservó ese cargo hasta 1968. Su

nombramiento como director de la Biblioteca Nacional en 1955 tuvo sin embargo el

mayor simbolismo y fue un cargo en el que permaneció más tiempo que en su labor

universitaria.

La relación entre la ceguera y la dirección de la Biblioteca Nacional era una

especialidad de Buenos Aires. La coincidencia fue celebrada en un poema que Borges

escribió cuando ya estaba bien instalado en la biblioteca y cuando su ceguera fue

diagnosticada como permanente. Ahora la cuestión de ver o no ver era de segunda

importancia. Borges estaba a cargo de algo sobre lo que ya había escrito. El trabajo de la

biblioteca no era agotador. El cargo de director era nominal, un honor. Y se

complementaba con la dirección de una revista llamada La Biblioteca, un periódico

bibliófilo resucitado en febrero de 1957. Borges utilizaba la biblioteca para hacer su

propio trabajo, que por entonces era escribir poesía.

Borges elige como tema de su poesía la literatura misma antes que el mundo que

lo rodea. Lo que todos esos poemas tenían en común era la forma: siempre escribía

sonetos. Su esquema rítmico tan precisamente pautado mediante dos cuartetos y dos

tercetos lo ofrecía además una estructura en la que Borges podía trabajar con

comodidad. Cuando Borges estuvo ya bien instalado en su nuevo papel de bibliotecario

poeta, su oficina se convirtió en un centro de dictado.

Las ediciones francesas de sus cuentos fueron por supuesto esenciales pero no

explican enteramente la dimensión del renombre mundial que logró a comienzos de la

década de 1960. En 1956 le llegó un reconocimiento más convencional con el

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nombramiento de doctor honoris causa de una antigua universidad argentina, la

Universidad Nacional de Cuyo. Ese mismo año obtuvo además el Premio Nacional de

Literatura. El hecho es que después de 1955, el público lector de Borges dentro de la

Argentina aumentó de manera dramática, en gran medida gracias a los esfuerzos hechos

por Emecé, una prominente empresa editorial.

Como anticipándose conscientemente a la fama, Borges guardaba una nueva

invención en la manga. Este era el “Borges” persona, el “otro” que había ido creciendo

desde aquel joven nervioso, tímido y emocionalmente miope de los años ultraístas,

hasta ahora oculto, que se unía a aquél aun más confuso que escribiera Ficciones y El

Aleph. Una criatura que constituía al mismo tiempo un evasivo alter ego y una vía de

escape. El nuevo Borges bardo se anunció más abiertamente a sí mismo en un volumen

publicado por Emecé en 1960: El hacedor. Esta obra continúa siendo la obra de Borges

favorita para mucha gente, como, según parece, también lo fue para él mismo. En la

jugada más astuta y engañosa de su carrera literaria, Borges se transforma en su doble.

En 1958, Borges había encarado el estudio del anglosajón como un ejercicio

intelectual auxiliar para las conferencias sobre literatura inglesa que dictaba en la

facultad. Borges nunca intentó dominar esta lengua, sólo quería gozarla.

Mientras en su país la vida social y política se oscurecía cada vez más, la

sensación que experimentaba Borges de la importancia que iba cobrando en la

comunidad literaria internacional, le permitía mantenerse entusiasta. Para la literatura de

cualquier parte, Borges constituía una salida. Su rigor intelectual, envuelto en el

brillante barniz de su cómico carácter juguetón, era al mismo tiempo un reflejo de las

fracturadas culturas europeas y una respuesta a sus interrogantes. El renombre que

alcanzó Borges después del anuncio del otorgamiento del Fomentor le abrió

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genuinamente el mundo. Y ese reconocimiento empezó en los Estados Unidos. Una

institución llamada la Edward Larocque Tinker Foundation, dotó a la Universidad de

Texas, Austin, de un nuevo puesto. El cargo exigía dar conferencias y cursos y le fue

ofrecido a Borges durante un semestre en septiembre de 1961.

Borges amaba los Estados Unidos y antes de regresar a Buenos Aires en febrero

de 1962 hizo una gira de conferencias por Nueva México, California, Nueva York,

Connecticut y Massachusetts, y visitó también para dar charlas en las tres grandes

universidades de la costa este: Harvard, Yale y Columbia. En la Argentina, en agosto de

1962, después de su regreso de los Estados Unidos, fue elegido para integrar la

Academia Argentina de Letras.

A comienzos de 1963, Borges visitó Europa por primera vez desde 1924.

Finalmente, Borges fue a Madrid donde estuvo encantado de encontrarse con su antiguo

maestro, Cansinos-Assens, luego hizo una visita a Ginebra. Para Borges, que no había

vuelto a Ginebra desde 1918, ni a España desde 1924, aquel regreso a los lugares de su

primera juventud era inspirador. En 1963 se trasformó en un peregrino más entusiasta

de lo que podría haber sido cualquier otro aspirante a devorador de libros en su

adolescencia o a los veinte años. La Gran Bretaña de Borges era un concepto literario,

muy coloreado en aquellos días por sus recientes incursiones en el anglosajón. En 1964

y 1965, Borges realizó dos viajes, uno más Europa y otro al Perú.

A medida que crecía la fama, la imaginación de Borges parecía sumirse en cierto

sopor; la vida de Borges como escritor cambió dramáticamente después de que recibiera

el premio Formentor; su producción literaria se redujo notablemente.

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