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El mundo horizontal:

Juan Carlos Onetti


“Ahora estoy en Santiago de Chile y no tengo fuerzas para hacer lo que quiero. Y lo que
quiero es irme a Montevideo y encontrar a Onetti para apretarle la mano con que escribe”
José María Arguedas.
En algunos caso pensar la obra de un escritor es pensar su vida, sus hábitos, su gesto ante la
vida. Leer a Onetti es pensar el mundo horizontal, acostado, y pensar a la mano que escribe
y tacha sobre un papel.

El suicidio
“Kafka nunca aprendió a escribir y fue suicida hasta su muerte” Mario Levrero.
“Creo que en todos mis libros además de El pozo el tema principal y subyacente es el suicidio.
(…) El acto puede ser postergado; Mario Levrero podría iniciarme en la experiencia”. Onetti

El soñador, la soñadora

No puedo precisar el lugar donde lo leí, hace años que busco esa página donde se describe la
génesis; tampoco puedo precisar con qué connotaciones la inventó, si con un dejo de
desprecio o de simpatía. Me alivia saber que no la inventó mi imaginación, que realmente le
pertenece a Onetti. Hablo de la palabra literatosis. Y la nombre para decir que al pensar a
Onetti no podemos ni debemos dividir vida de literatura. Es una misma cosa, están
conectadas, se entrecruzan, casi como el lector de Continuidad de los parques o el mundo de
Tlon, o la mismísima Santa María. Quizá nos sirva de ejemplo un comentario de color,
gracioso o irónico del mismo Onetti. Como todos saben era un adicto lector de novelas
policiales. Y bromeaba sobre uno de eso personajes, sobre Maigret, decía conocerlo tanto
que si lo veía de espalda en la calle lo reconocería inmediatamente.
Pero como hay que no es posible diferenciar vida de literatura, tampoco se nos tiene que
escapar los hábitos de Onetti a la hora de escribir o leer. Eso hábitos –quizás sea exagerado
de mi parte y le esté pidiendo al lector una ceremonia, un rito que en el mundo de hoy no es
posible ni factibles- se nos exige a la hora de leerlo. Para entrar en las historias, para
arrimarnos a esa cosa que nunca llegaremos a descubrir, porque el mismo narrador las
desconoce, es necesario compartir sus hábitos o en el pero de los casos reller el texto varias
veces, como idiota, para empezar a significar lo que las palabras dicen.
“En la conciencia no existe una linealidad absoluta del tiempo”, escribe Muñoz Molina en el
prólogo de la edición de Alfaguara de los cuentos completos. En Onetti no hay objetividad,
no hay mirada que respete las leyes geométricas de las perspectivas, agrega Muñoz Molina.
Dudo de esto último, la mirada. Sí es una mirada subjetiva o hipotética, una mirada que
conjetura sobre el pasado, el futuro y las emociones o cosas que dice el cuerpo de aquel al
que se observa. Dudo. Y pienso que Onetti hay muchos, uno por cada lector. Entonces, solo
puedo acceder y acercarles a ustedes mi Onetti, el Onetti que llego a leer. Por ende Onetti no
es una máquina que rompemos y podemos ver cómo funciona, cuáles son sus partes,
intuimos todo esto, pero no podemos estar seguros. En definitiva, no podemos disecar a
Onetti; no sé si la posteridad podrá o dentro de trescientos años puedan.
“La experiencia de la cuidad genera el deseo de un más allá” (Christina Komi, Recorridos
urbanos: La Buenos Aires de Roberto Arlt y Juan Carlos Onetti).
“La literatura no puede ser valorada por comparación con la realidad. Debe ser una realidad
autónoma, que existe por sí misma”. (Mercedes Serna Arnaiz, La poética de Juan Carlos
Onetti).

NOTAS
Onetti (1909-1994)
“es un creador que usa la ambigüedad técnica del punto de vista no porque este de moda o
porque haya un maestro o varios, que indiquen el camino. La usa porque su visión del mundo
es también ambigua”
Los hechos en sí no significan nada, hay que traducirlos.
El lector se vuelve cómplice.
OBJETOS ¿cómo se los percibe?
Sabe poco sobre los personajes, los desconoce. Alcanzar un estado de subjetividad total
Policial tradicional: el desorden es la obra de un criminal que ha diseminado las partes y el
investigador viene a ordenarlas.
¿Por qué cuenta la historia el narrador de Esbjerg? ¿Qué lo impulsa a contar?
En la palabra no hay garantía.
Una literatura conflictual, de tensiones no resueltas.

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