Вы находитесь на странице: 1из 4

Castillos de Azúcar

Por Daniela Yusti Tangarife


Octubre de 2018

En el presente ensayo se lleva a cabo una relación entre el segundo capítulo del libro Las
Venas Abiertas de América latina (El rey azúcar y otros monarcas agrícolas) escrito por
Eduardo Galeano (1971) del que se realizan varias citas y la situación en Cerrito, uno de los
municipios del departamento del Valle del Cauca, Colombia. Esto, teniendo en cuenta
procesos como la acumulación de capital a la que Marx hace referencia, la dependencia
económica, del progreso como una justificación para dicha dependencia y las consecuencias
de esta en Latinoamérica, enfocándolo específicamente en la ciudad mencionada.

Acumulación de Capital

Como análogo al proceso de la acumulación de capital, se genera en Europa un fenómeno de


acumulación promovido por las actividades económicas establecidas en Latinoamérica. El
azúcar, por ejemplo, aportó un gran impulso a la acumulación de capitales para el desarrollo
industrial de Inglaterra, Francia, Holanda y, también, de los Estados Unidos (Galeano,
2004). Los países latinoamericanos dan inicio, aquí, con la producción de azúcar y otros
productos como cacao, caucho, algodón y café a su dependencia económica. Estos países,
considerados en desarrollo, en aquella época y hasta nuestros días vieron como única opción
la economía primario exportadora, sacrificándose a sí mismos y a sus fuentes “inagotables”
de recursos para el progreso de otros. Como menciona Galeano en su libro, “mientras los
latinoamericanos, que siempre han creído que no tienen de otra que explotar los recursos
que tienen al alcance se matan por obtenerlos, los países de primer mundo se dan una buena
vida usando estos recursos (Galeano, 2004).

El sacrificio de los países latinoamericanos en pro de las economías Europeas, se ve


justificado de alguna manera por las dinámicas económicas mundiales. Desde tiempos
remotos, las economías de estos países se han visto amenazadas, además de por otros países,
por el desconocimiento, sus malas políticas internas y la maldición de la abundancia. Martí
dijo (1891) «El pueblo que compra manda, el pueblo que vende sirve; hay que equilibrar el
comercio para asegurar la libertad; el pueblo que quiere morir vende a un solo pueblo, y el
que quiere salvarse vende a más de uno». Esto podría llevar a pensar que los pesares de casi
todo un continente son indispensables para el buen funcionamiento de la economía
mundial. Es aquí donde se duda si los lazos de dependencia económica generados entre los
países en desarrollo, especialmente los latinoamericanos, y los desarrollados son
estrictamente indispensables, si estos fueron creados por ellos mismos o si estos son solo
víctimas de las circunstancias, de un proceso de acumulación que empezó hace muchos años
o de sus impresionantes fuentes de recursos

Dependencia Económica

Los lazos de dependencia económica creados hace tantos años entre los países
latinoamericanos y países desarrollados son una de las principales causas de los problemas
en la dinámicas económicas de esta región. Resulta triste pensar en cómo un espacio
geográfico extremadamente biodiverso, con las condiciones climáticas a su favor y fuentes
de recursos, que a pesar de que han sido explotadas por siglos siguen sin agotarse, sufre de
una subversión económica tan arraigada. Galeano (2004) afirma «Cuba sigue siendo una
factoría productora de materia prima. Se exporta azúcar para importar caramelos...» lo cual
es el perfecto ejemplo de esta situación.

A pesar de que el comprar y vender materias primas y mercancías hace parte de las
dinámicas económicas, como lo explica Marx (1897). Este menciona que el ciclo de la
circulación del capital se lleva a cabo en dos etapas, la primera consiste en convertir una
suma de dinero en medios de producción y fuerza de trabajo y la segunda finaliza tan pronto
como los medios de producción se convierten en mercancías cuyo valor excede el valor de
sus partes integrantes, encerrando por tanto el capital primitivamente desembolsado más
una diferencia. En América Latina y en general en los países en desarrollo se lleva a cabo la
primera etapa de esta circulación, es aquella diferencia con respecto al capital inicial en la
que se encuentra el principal problema de las actividades productivas generadas en esta
región. Debido a la incapacidad de generar dicha diferencia, América latina se sume en la
gran dependencia del mercado internacional, homogenizando su economía en actividades
esencialmente extractivas y asumiendo todas las consecuencias que esto trae consigo.
Homogenizando la economía, en los países latinoamericanos, cada ciudad o región se dedica
en general a una actividad productiva en específico. Es por esto que no solo se genera
dependencia con respecto al mercado mundial si no también con los productos.
En Colombia, especialmente en el municipio del Cerrito, Valle del Cauca, se cultiva caña de
azúcar. El sector azucarero colombiano se encuentra ubicado en el valle geográfico del río
Cauca, este abarca 47 municipios y en él hay 225.560 hectáreas sembradas las cuales
abastecen 13 ingenios azucareros. Gracias al clima privilegiado de la región, y al contrario
de lo que sucede en el resto del mundo (con excepción de Hawái y el norte de Perú), se puede
sembrar y cosechar caña durante todos los meses del año. Esta condición agroclimática,
sumada al avance tecnológico, ha llevado a que la región se especialice en el cultivo y ostente
el liderazgo en productividad a nivel mundial: más de 14 toneladas de azúcar por hectárea al
año (Asocaña, 2018).
El hecho de que esta región se caracterice por el cultivo de caña hace que todas las dinámicas
tanto económicas como sociales y políticas giren en torno a esta actividad productiva. La
dependencia existente entre los vallecaucanos en general y los habitantes del municipio del
Cerrito a la caña de azúcar los vuelve vulnerables ante cualquier cambio o fluctuación tanto
en el mercado de este producto como en las condiciones climáticas de la región o cualquier
situación que pueda afectar su productividad. Esto, sumado a las innumerables consecuencias
negativas tanto directas como indirectas que traen las economías primario exportadoras a las
regiones y países en donde son implementadas, demuestra que de la dependencia económica,
aunque para muchos necesaria, no se sacan muchas cosas buenas. Como manifiesta Galeano
(2004) “(…) lo que tienen, lo extraen y venden. No es una mala idea de negocio; las tierras
les proveen los materiales y ellos los venden, pero pese a lo que se podría pensar, los
latinoamericanos cada vez se vuelven más pobres; no trabajan para vivir, sino para
sobrevivir”. Esto, en esencia, es lo que pasa en la región. De manera superficial se evidencia
el progreso y la innovación, la actividad agrícola promete nada más que cosas buenas. Sin
embargo, este progreso siendo tan anhelado por los habitantes y la razón por la que apoyan
la actividad extractiva no es más que una estrategia política, una justificación mal realizada
para que esta se lleve a cabo.
El Progreso como Justificación para la Dependencia

De acuerdo con Eduardo Gudynas (2015), uno de los pensadores más influyentes y creativos
en América Latina en materia de justicia global y medio ambiente, muchos de los gobiernos
latinoamericanos “enfatizan una legitimación que presenta a los Extractivismos como
indispensables fuentes de dinero con las cuales sostener los planes de asistencia a los más
pobres”. Como se menciona previamente, en muchas ocasiones las actividades extractivas
son mostradas en cada región como las principales generadoras de desarrollo y progreso en
las mismas. De esta manera, se justifica todo el impacto ambiental, social y económico que
estas generan con el objetivo de conseguir la aprobación o tolerancia por parte de la
población, a pesar de que en la mayoría de los casos su calidad de vida no necesariamente
mejora con la actividad productiva. Esto, a su vez, genera una acentuación en la
mercantilización de la naturaleza y la sociedad, promoviendo un consumismo popular en el
cual se empieza a considerar que todos los efectos pueden ser sopesados y que los beneficios
de este tipo de actividades hacen que valgan la pena.

En relación directa a lo anterior, Galeano (2004) menciona en su libro “es verdad que gracias
al café se activó la navegación del Magdalena y nacieron líneas de ferrocarril y carreteras y
se acumularon capitales que dieron origen a ciertas industrias, pero el orden oligárquico
interno y la dependencia económica ante los centros extranjeros de poder no sólo no
resultaron vulnerados por el proceso ascendente del café, sino que, por el contrario, se
hicieron infinitamente más agobiantes para los colombianos”. En muchas ocasiones, en
Colombia, como sucede con el cultivo de caña de azúcar, la creencia en el progreso que
supuestamente trae este tipo de actividades es real. Según Martha Betancourt (2018),
directora ejecutiva de Procaña, la caña de azúcar es el motor de la economía en el Valle del
Cauca, ya que esta beneficia a 1.200.000 familias a través de la generación de 188.000
empleos directos e indirectos, generando bienestar en todo el encadenamiento productivo.
Esto aunque suena positivo no lo es del todo para la región. A pesar de que el cultivo de caña
ha generado cierto progreso, también ha sido la causa de grandes problemáticas ambientales
y sociales.
Los Monocultivos: El Fin de la Diversidad y el Inicio de la Pobreza y la
Violencia

El establecimiento de la “Sacarosocracia”, como la denomina Galeano (2004) en las tierras


del Valle del Cauca y como se menciona previamente en este estudio, además de ser causa
de progreso lo es de infinidad de problemas ambientales, sociales y económicos de la región.
Evaluando primeramente los aspectos históricos de la situación y citando una vez más a
Galeano (2004) este afirma que desde la plantación colonial, subordinada a las necesidades
extranjeras, proviene el latifundio de nuestros días, uno de los cuellos de botella que
estrangulan el desarrollo económico de América Latina y uno de los factores primordiales
de la marginación y la pobreza de las masas latinoamericanas. Este también enuncia que
cuanto más codiciado por el mercado mundial, mayor es la desgracia que un producto trae
consigo al pueblo latinoamericano que, con su sacrificio, lo crea.

Los habitantes del departamento del Valle del Cauca, especialmente los del municipio de
Cerrito, se han acostumbrado a que todas las actividades productivas giren en torno al
cultivo de caña de azúcar. A pesar de que esta es una región rica en fuentes hídricas, el cultivo
de este producto requiere de regado constante, lo que hace que a los habitantes de las veredas
se les suspenda el suministro de agua por varias horas al día. Además, la quema de la caña
facilita su cosecha cuando esta lista, esto esparce pavesa y ceniza por todo el departamento
casi que a diario y es causa de múltiples enfermedades respiratorias de sus habitantes. Debido
al monocultivo, muchas de las tierras de esta región, las cuales se llegaron a considerar como
las más fértiles del país, se encuentran desmineralizadas y han dejado de ser aptas para el
cultivo. Municipios aledaños que antes fueron capitales agrícolas de Colombia, ahora solo se
dedican al cultivo de caña, teniendo estas mismas problemáticas. Muchos de los empleos
generados, especialmente el de los corteros de caña, son mal remunerados. Estas personas
están sometidas a precarias condiciones laborales, su contratación se da por medio de
cooperativas de asociados a través de las cuales los ingenios azucareros se libran de las
responsabilidades con sus trabajadores por lo que estos no tienen garantías ni beneficios.
Estas personas aceptan este tipo de trabajos ya que debido a las dinámicas económicas y a su
falta de educación profesional no tienen muchas otras opciones, sin embargo, siguen
condenados a la pobreza ya que las condiciones en las que se encuentran no les permiten
ninguna posibilidad de progreso, se convierten, de alguna manera en los esclavos de las
economías primarias del siglo XXI). Estas entre otras condiciones como la violencia, son el
precio que tienen que pagar los habitantes de este espacio geográfico por el prometido
desarrollo ya que el ingenio absorbe todo, hombres y tierras (Galeano, 2004).

De acuerdo con Galeano (2004), el azúcar, aunque factor del subdesarrollo, puede
convertirse en un instrumento de desarrollo. De alguna manera, en estas regiones no hay
más remedio que utilizar los frutos del monocultivo y la dependencia, nacidos de la
incorporación de las mismas en el mercado mundial, para romper el espinazo del
monocultivo y la dependencia.

Referencias
Asocaña. (2018). Sector Agroindustrial de la Caña: El Sector Azucarero Colombiano
en la Actualidad. Recuperado de: http://www.asocana.org/publico/info.aspx?Cid=215
El tiempo. (2012). El azúcar, sector de dulce progreso: El gremio está conformado
por 13 ingenios y unos 2.700 cultivadores de caña, de cinco departamentos. Recuperado de:
https://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-12261362
Galeano, E. (2004). Las venas Abiertas de América Latina. Argentina: Siglo
veintiuno Editores S. A.
Gudynas, E. (2015). Extractivismos en América del Sur y sus Efectos Derrame.
Societe Suisse Dess Americanistes. Boletín No. 76.
Marx, K. (1867). El capital: La llamada Acumulación Originaria. Capítulo 23.
Recuperado de:
http://www.flacsoandes.edu.ec/sites/default/files/agora/files/1310675433.lflacso_1867_
02_marx.pdf
Noticias Caracol. (2017). La Caña de Azúcar: El Gran Motor de la Economía del Valle
del Cauca. Recuperado de: https://noticias.caracoltv.com/cali/cana-de-azucar-el-gran-
motor-de-la-economia-en-el-valle-del-cauca

Вам также может понравиться