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Elcorsario dijo…

DOSSIER LITERARIO ola muy buena data alguien sabe mas del asunto? en todas partes dice lo mismo
que aca
11 de febrero de 2008 01:43
CTHULHU Air Jordan 21 dijo…
por Sebastián Robles Excellent weblog, many thanks a lot for your awesome posts!
28 de febrero de 2008 12:02
Hasta hace un tiempo, cuando uno googleaba los términos ―branquias‖;
―deep web‖ o ―Cthulhu‖, juntos o por separado, uno de los primeros resultados en Elcorsario dijo…
español era una entrada del blog ―El arca de José‖, de un tal José Estévez de ola bueno nose lo cuento aca. tengo dos marcas al costado del cuello. tengo
Murcia, España. Era un blog de fondo celeste claro, que utilizaba una de las miedo no quiero ir al medico. son como branquias o agallas, a alguien le paso?
plantillas predefinidas de Blogger. Tenía seis o siete entradas, publicadas entre 14 de marzo de 2008 18:11
marzo y diciembre de 2007. Desde entonces permanecía abandonado, al menos
por su autor, de quien se sabía poco y nada, excepto que sus intereses giraban en Dragon dijo…
torno a los videojuegos, el terror y la ciencia ficción. Salud, camarada. ¿Cómo son esas branquias? ¿Podrías describirlas?
La entrada en cuestión había sido publicada el 20 de diciembre de 2007 y 27 de abril de 2008 03:09
era la última. Mientras que las otras contaban uno, dos, y a veces ningún
comentario, al pie de ésta, que Estévez había titulado ―Los Profundos‖ y se refería Elcorsario dijo…
a la obra de HP Lovecraft, podían leerse 812 comentarios. son de pescado jaja nose al principio pense que eran una cicatris de algo pero
―El viejo Zadok Allen afirma sobre los Profundos en La sombra sobre estan de los dos lados. aparecieron hace 2 anios. no duelen ni nada en invierno
Innsmouth: uso bufanda para q no se vean. un amigo medico me dijo que tendrian q hacerme
―Era inútil rebelarse porque en el fondo del océano había millones de estudios para ver que es esto??
ellos. No tenían interés en aniquilar al género humano, pero si no obedecíamos, 27 de abril de 2008 13:16
nos enseñarían de qué eran capaces.‖
Los habitantes de Innsmouth, un pequeño pueblo en la costa de Nueva Dragon dijo…
Inglaterra, son híbridos. Mitad humanos, mitad Profundos. Nacen con apariencia Pues a mí me pasa lo mismo. Han aparecido de la noche a la mañana, hace ya
humana, pero luego empiezan a mutar. Se los reconoce por sus ojos saltones y seis años, y no se han ido desde entonces. No dejé médico por recorrer, todos
las branquias o agallas que poseen en el cuello. A medida que crecen y se concluyeron lo mismo: se trata de un problema genético. Que es lo que siempre
vuelven adultos, la mutación se acelera. Cuando está completa, es decir, cuando dicen cuando no saben nada. Dos universidades se ofrecieron a hacerme
han abandonado todo rasgo de humanidad, se reúnen con sus congéneres en el estudios, pero yo no quiero ser el conejillo de indias de nadie. Así que aquí estoy,
fondo del océano‖. usando bufandas hasta en verano. ¿Otros síntomas? ¿Problemas en el olfato?
¿Inflamación de los ojos? ¿Insomnio? En los últimos meses me ha costado pegar
Zacarías dijo… el ojo. Aunque no sé cómo, temo que todo esté relacionado entre sí.
Sigue así, hermano. Me ha interesado mucho esta nota. 28 de abril de 2008 03:39
21 de diciembre de 2007 22:57
Elcorsario dijo…
José dijo… eso mismo jeje me pone contento haberte encontrado
Olvidé aclarar que las citas pertenecen a la antología ―Los mitos de Cthulhu‖, con de los ojos nose, por ahora nada
prólogo y selección de Rafael Llopis, publicada por la editorial Alianza en 1976. con el olfato es raro, yo pense q era una alergia pero me dijeron q no. yo no huelo
22 de diciembre de 2007 05:12 nada y los otros me dicen q tengo olor a pescado
que puede ser? ahí dice algo de hibridos, sera eso?
Esta es la última intervención de José Estévez en el blog. Durante unos 28 de abril de 2008 05:17
meses, no aparecen comentarios.
Dragon dijo…

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No lo sé, amigo. Muchas veces me he preguntado de qué se trata todo esto. tomar recaudos: he googleado al respecto. El problema es que aunque descienda
Llegué a Lovecraft de esa manera. Encontré muchas respuestas. Te sugiero que hasta ahí, temo no encontrarla. Alguien más escuchó hablar de esto?
leas ―La sombra sobre Innsmouth‖, uno de los relatos que comenta este post. Esto 12 de julio de 2008 15:22
fue hace cien años, prácticamente. Las personas se burlaban de lo que no
entendían, y había muchas cosas fuera de su comprensión. Cuentan que Lisístrata dijo…
Lovecraft nunca salía de su casa. Murió relativamente joven. ¿Y si era uno de los anarosa has probado con baños de asiento? A mí me resultaron muy efectivos.
nuestros? Apuesto a que sí. 12 de julio de 2008 21:39
28 de abril de 2008 11:46
Shazam76 dijo…
LadyLay dijo… Hippolito, sabés algo más de esa red social? Como se accede? Una vez entré en
Hola. la deep web, antes de tener este problema. Las cosas que vi, no se las deseo a
Aquí Anarosa desde Puerto Rico. Leí el primer comentario de Elcorsario hace un nadie. Pedofilia, narcotráfico, sexo con animales, gente que come excrementos (y
tiempo pero no me animé a contestarlo. Yo también tengo estas agallas y los lo disfruta!). Fue como abrir la puerta del infierno un rato. Sigo teniendo pesadillas
mismos síntomas, desde hace un tiempo. Mi piel es fría y se vuelve viscosa como desde aquel día. No quisiera volver a la deep web a menos que allá exista una
la de un calamar. Dicen que huelo a pescado. Me da mucha vergüenza contarlo. cura o por lo menos una respuesta para esto.
Además se me han desorbitado los ojos. Al principio me diagnosticaron 13 de julio de 2008 11:46
hipertiroidismo, pero luego cambiaron de opinión. Ahora no saben qué es. Yo no
puedo ni salir a la calle. Mi marido y mis hijos me miran con desagrado. Me ha LUDWIG dijo…
hecho mucho bien este foro. Gracias. Tomé esto de Wikipedia. Al parecer, a la deep web se accede a través de un
29 de abril de 2008 20:10 programa llamado Tor:
Mike Bergman ha dicho que la búsqueda en el Internet hoy en día se puede
Elcorsario dijo… comparar con una red de arrastre a través de la superficie del océano: una gran
wow anarosa bienvenida no me había dado cuenta de que para las mujeres es cantidad puede ser atrapada en la red, pero hay una gran cantidad de información
mas complicado jeje pero no te preocupes, a mi tambien me pone mal lo del olor que está en lo profundo y por lo tanto, se pierde. La mayor parte de la información
pero esta todo bien, aca todos nos pasa lo mismo de la Web está enterrada muy abajo en sitios generados dinámicamente, y los
de que parte de puerto rico sos? motores de búsqueda estándar no la encuentran. Los buscadores tradicionales no
30 de abril de 2008 05:04 pueden ―ver‖ o recuperar el contenido de la Web profunda, esas páginas no
existen hasta que se crea de forma dinámica, como resultado de una búsqueda
A partir de este momento, los comentarios se volvieron más frecuentes. específica. La Web profunda es varios órdenes de magnitud más grande que la
Semana tras semana, se sumaban nuevos interlocutores. A veces se quedaban, web de la superficie profunda.
otras veces se limitaban a decir lo suyo y no volver más. Todos compartían los 13 de julio de 2008 11:51
síntomas, con algunas variantes: branquias en el cuello, ojos saltones, olor a
pescado. Muchos soñaban con el mar. Los que vivían cerca de alguna costa, Elcorsario dijo…
manifestaban su deseo de dejarse llevar por las aguas oscuras hasta el fondo del peggy: santana es grande. conoces la cumbia colombiana? agregame al
océano. Casi todos hablaban de abismos y ciudades bajo el agua. A veces msnbetomarcico1984@hotmail.com
citaban a Lovecraft y hablaban de los mitos de Cthulhu. Otras veces, no. Todos 13 de julio de 2008 12:07
celebraban haber descubierto ese espacio de encuentro entre iguales y
lamentaban no tener respuestas concretas para lo que estaba pasando, hasta que La idea de una expedición a la deep web reaparecía cada tanto, como si
uno de ellos realizó una sugerencia. se hubiera transformado en una obsesión de la espontánea comunidad de
comentaristas con branquias.
Hippolito dijo…
Me han dicho que existe una red social para personas como nosotros. No sólo con BigFish dijo…
preguntas, sino también con respuestas. Está en la deep web y se llama Cthulhu. Acabo de googlear como entrar en la deep web, vieron esto en Taringa? El tipo
No me han facilitado la dirección, porque no la sabían, y me ha resultado cuenta como hizo:
imposible averiguar el dato. Sé que explorar la deep web es peligroso y hay que

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No me conecté de mi computadora personal, sino de una segunda pc que no
suelo utilizar. Mi computadora personal la tenía prendida con información de como Shazam76 dijo…
acceder a la Internet Profunda pero siempre desconectada de Internet. ¿Ese artículo existe realmente, Ludwig? Nunca había escuchado hablar de la
– Le instalé Deep Freeze y congelé los 2 discos duros. hipoxifina, y no encuentro resultados en Google. Me resulta difícil creer que todo
– Me conecté a través de un proxy. esto sea producto de un mal funcionamiento de la tiroides.
– Utilicé un programa que me cambia la IP. Me produce mucha ansiedad la partida de nuestro amigo BigFish. Cuando
– Tenía mis antivirus y Firewall activados, listos para cualquier situación que se vuelvas, por favor, cuenta lo que hayas visto.
presentase. 19 de julio de 2008 20:15
19 de julio de 2008 17:10
La respuesta de BigFish tardó dos días en llegar.
BigFish dijo…
voy a entrar BigFish dijo…
19 de julio de 2008 17:19 estoy aca, con esta ventana del navegador abierta. No puedo describir las cosas
que estoy viendo, no me animo ni siquiera a un copy paste. Fotos de cadáveres
LUDWIG dijo… que se descomponen, fotos de niños muertos, mujeres y hombres sodomizados
En 1996, el Dr. Lars Hoeg, que en aquel entonces trabajaba para la industria hasta la tortura, y eso no es nada. Después de un tiempo, te vas acostumbrando,
farmacéutica danesa, descubrió una sustancia que entonces llamó N35 y hoy pero ya sos otro.
conocemos como hipoxifina, que es segregada por la glándula tiroides y regula 21 de julio de 2008 07:25
tanto los olores como la temperatura corporal. ―El clima, nuestro medio ambiente,
son una ficción‖, declara en febrero de 1998 en la edición española de la revista Hippolito dijo…
Más Allá. Habla de los calefactores y los aires acondicionados como un error. ―Si Pregunta por Cthulhu y por R´lyeh. Tiene que existir algo con esos nombres,
aprendemos a regular la hipoxifina, no tenemos necesidad de ningún agente aunque no sé si es lo que buscamos, o si nos conviene saber.
externo para modificar nuestra temperatura corporal‖. 21 de julio de 2008 10:49
El resto del artículo de la revista Más Allá, cuyo título es ―Hipoxifina: la sustancia-
ficción‖, se ocupa de extraer las consecuencias del descubrimiento del Dr. Hoeg, LadyLay dijo…
algunas de ellas bizarras, la mayoría increíbles. Me da miedo bigfish. Cuídate!
―Ya en los albores de la ilustración –afirma un desorbitado redactor–, Immanuel lisístrata: los baños de asiento no me han dado resultado.
Kant hablaba de que nuestras percepciones se encuentran condicionadas por el anarosa
sujeto. Lo que no sospechó es la medida en que este sujeto se encuentra a 21 de julio de 2008 11:32
merced de sus glándulas. Como buen iluminista, Kant no estaba dispuesto a
aceptar ninguna instancia de conocimiento por encima de la razón. Y la realidad, BigFish dijo…
nos viene a decir el Dr. Hoeg, es esta: somos la ficción que segrega una glándula. tengo la dirección onion de cthulhu y es cierto hipolito, algunos la llaman R´lyeh
En la medida en que ésta se encuentre compensada, vamos a ser iguales a los voy a entrar. En un rato les cuento más.
demás. ¿Pero qué ocurre cuando se desestabiliza?‖. 21 de julio de 2008 12:38
A continuación se mencionan algunas posibles consecuencias de una hipoxifina
descompensada, sin importar el motivo, que el propio Hoeg no sabe explicar: Anónimo dijo…
alteraciones en el olor corporal así como también en el olfato y en el resto de los Vengo leyendo este blog hace tiempo y no consigo descubrir hasta qué punto son
sentidos, cambios en el comportamiento, en algunos casos, mutaciones físicas reales los comentarios, o esta es una pura ficción hecha vaya a uno a saber con
inexplicables por la medicina antes de Hoeg, muchas de ellas monstruosas, que qué propósito. He acudido a mis viejos libros de Lovecraft. Copio aquí un párrafo
conducen al rechazo y al aislamiento. de su ensayo acerca del género de terror. Las negritas son mías:
19 de julio de 2008 18:10 ―El miedo es una de las emociones más antiguas y poderosas de la humanidad, y
el tipo de miedo más viejo y poderoso es el temor a lo desconocido. Muy pocos
Elcorsario dijo… psicólogos lo niegan y el simple hecho de admitir cierta realidad no deja de dar
vomite algo verde, a alguien le paso? carta de naturaleza a los cuentos sobrenaturales como una de las formas
19 de julio de 2008 20:02 genuinas y dignas de los relatos literarios. Contra ella se disparan todas las

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saetas de los sofismas materialistas, que con tanta frecuencia se aferran a las completo su derrotero, porque no seguían el hilo de los comentarios. Todo lo que
impresiones experimentadas y a los sucesos exteriorizados –entendiendo este buscaban en el blog era contención, sentirse integrados en una comunidad, y de
término en su aspecto psicológico–, y de un idealismo tan ingenuo como insípido algún modo tampoco ellos se frustraban.
que se opone a las motivaciones antiestéticas, abogando por una literatura Al cabo de tres días apareció el siguiente comentario de BigFish, que es
puramente didáctica, capaz de ilustrar al lector y ―elevarlo‖ hacia un nivel también el último que dejó en el blog. Hubo cierto escándalo. Algunos usuarios no
adecuado de afectado optimismo‖. lo registraron. Otros –especialmente Hippólito– reflexionaron largo acerca de este
Lovecraft arremete contra el materialismo, pero al mismo tiempo reconoce que lo comentario y su carácter metafórico, bromista, realista o intertextual. La discusión,
suyo es literatura. También queda claro en el post de José. Aquí se ha en la que sobrevolaba cierto aire siniestro, nunca fue saldada.
tergiversado todo. Me pregunto con qué propósito, si es divertirse con la buena El comentario estaba ahí, a disposición de los buscadores, hasta hace
gente que cree, o hay algo más. A los que tengan algo similar a branquias o mal poco, antes de que alguien –presumiblemente su administrador– diera de baja el
olor corporal: consulten a un médico. No os estáis haciendo ningún bien aquí. blog ―El arca de José‖. Su construcción y sentido remiten a la oración final de ―La
Alguien está jugando con vosotros. declaración de Randolph Carter‖, cuento de Lovecraft fechado en 1919, que
21 de julio de 2008 14:47 Rafael Llopis señala como posible integrante de la serie de mitos de Cthulhu, en la
antología citada por José Estévez, de Murcia, en el post que dio origen a la
Elcorsario dijo… discusión.
y este quien es? osea porque no da la cara?
bigfish conta mas BigFish dijo…
es un quilombo entrar y el deep freeze no me anda BigFish está muerto, estúpidos.
como freezo los dos discos rigidos?
21 de julio de 2008 16:17
Sebastián Robles (2014). “Cthulhu”, en Las redes invisibles, Buenos Aires:
Eric dijo… Momofuku.
Hola. Soy de Buenos Aires, Argentina. Quisiera entrevistar a algunos de ustedes.
Por favor, escríbanme a decadadelnoventa@gmail.com. Prometo discreción.
Muchas gracias.
21 de julio de 2008 17:00
GRANDE
Hippolito dijo… por Elvio E. Gandolfo
Por lo que más quieras, BigFish, ten cuidado. Y cuenta lo que vas viendo!
21 de julio de 2008 17:44 Llueve torrencialmente, otra vez. Arroyos de agua sucia bajan por las
calles. Las cuadras cercanas a Pacífico empiezan a inundarse. Otras zonas
BigFish dijo… cercanas de Palermo también. El tema se ha tratado más de una vez. Es
es dificil saber. Los caracteres son runas, el navegador no me permite copiarlos, y mediodía. El agua sigue subiendo. Llega a la cintura de un hombre que quiere
no podría reproducirlos. cruzar. Pronto las radios y los aparatos de televisión emiten alertas y muestran
TAMmbién hay imágenes… no se parecen en nada a otras que he visto por aquí. pruebas contundentes: el agua que empieza a llegar al techo de un auto, el auto
peces del abismo, calamares gigantes. que empieza a flotar, el tercer auto que pasa flotando directamente.
hay un link, de aspecto interesante, formado por estas runas. Voy a desactivar el El tema es que las cloacas están mal orientadas, y cuando sopla la
firewall por unos minutos, porque no me deja avanzar ni siquiera con el nivel sudestada el agua, en vez de desembocar en el río, viene desde el río, y complica
mínimo de seguridad. más todo. Si bien se sabe cómo pasan las cosas, a lo largo de varias décadas las
cierro tambien este navegador por un rato. Cuando vuelva les informo. deséenme soluciones son insuficientes, inútiles, hasta patéticas. El intendente (o gobernador)
suerte de la ciudad que lograra encontrar la clave, se haría inmortal. En vez de eso
21 de julio de 2008 18:09 realizan esfuerzos siempre insuficientes.
Algunos vecinos recuerdan el intento más tenaz y gigantesco, cuando
Muchos preguntaron por BigFish durante esos días. Otros lo hicieron sólo varias calles de la zona estuvieron cortadas durante meses para terminar de una
al comienzo y luego volvieron a lo suyo. Estaban también quienes ignoraban por vez con el asunto. En vez de eso declararon que habían encontrado los restos

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herrumbrados de un puente de metal, debajo de las calles, obstruyendo los La media docena de sospechadores y las dos personas que saben la
trabajos, demasiado grande como para sacarlo. Se recordó en distintas notas el verdad (un hombre y una mujer) no tienen características personales destacables
arroyo de otros tiempos que fluía al aire libre y fue entubado. Cuando el largo (mínimos poderes parapsicológicos, capacidad de llegar a edades altas), pero
periodo quedó cerrado, terminó, y volvió a circular el tránsito por las calles, no haber rozado o chocado con la existencia del organismo grande que subtiende a
bien cayó una lluvia intensa durante más de una hora y media el agua subió, la la ciudad los ha vuelto especiales en otro aspecto. Casi todos se conocen entre sí
gente cruzó con el agua a la cintura, un auto empezó a quedar tapado por el agua justamente por su actitud relativista respecto a la masa enorme de
que subía, otro pasó flotando. desplazamientos y hechos de la ciudad, que vuelve fluido y débil hasta lo más
Había otros asuntos repetidos y poco explicados. Algún tren del subte que aparentemente intenso y definido (en otros tiempos golpes de Estado, ahora
quedaba varado entre dos estaciones. El derrumbe total e inesperado de un sectores del narcotráfico internacional, algunos intentos guerrilleros del pasado):
edificio horizontal de 14 pisos, cerca del centro, antiguo, aunque no tanto como son detalles junto a la existencia subterránea del Grande. Su falta de contornos
para justificarlo. La evacuación fue organizada, pero aun así hubo algún anciano precisos, de apariciones o desapariciones múltiples, lo vuelven tan elusivo como
con Alzheimer que no abría la puerta, y que cayó con los escombros. la ciudad bajo la cual descansa, copiando buena parte de su mapa en tamaño, a
A veces los hechos estaban alejados de ese eje paralelo a algunas de las pesar de la extensión tan monstruosa como la de él.
calles más importantes –Santa Fe, Corrientes, Avda. Rivadavia, Independencia– No hay ritos o sectas relacionadas con el cuerpo o esqueleto interminable.
donde podían ir clavándose los alfileres en el mapa de cada hecho para descubrir Tampoco la calma de una teoría racional. ¿Llegó de afuera? ¿Estaba tendido muy
la correlación lineal, la continuidad, el subtexto que iba relacionando las cosas, bajo tierra mucho antes de que la ciudad fuera al menos fundada? Es imposible
digamos, entre 130 y 2010, casi sin grandes interrupciones. Otros pasaban en imaginar su inserción en cualquier fecha posterior a la década de 1880. Tampoco
cualquier parte, fuera de eje, de correlación. Pero quien tuviera todos los datos imaginar algo concreto antes de la década de 1950. De algún modo las siete
diversos, podía establecer un mapa profundo sobre el superficial, que incluía la personas que lo sospechan o lo saben nacieron entre finales de la década de
línea del subte de excavado más profundo. 1920 y mediados de la década del 40. Tal vez porque leyeron lo que hacía falta
Solo hay una media docena de personas que sospechan la verdad y dos para reconocer algo imposible. Tal vez porque allí la ciudad tuvo su mayor
que la saben y nunca la dirán. El esqueleto inmenso, profundo, o mejor todavía, magnitud legendaria o misteriosa, tal vez por un cruce de saberes e intuiciones
los restos aun semivivientes del animal o el bípedo (la propia dimensión hace que solo se dieron en esos años, notan, todos y cada uno de ellos –dos médicos,
perder los contornos que podrían ayudar a identificarlo) tiene su gran cráneo un antropólogo, dos escritores, un armador de barcos y un herrero– que a partir
ocupando unas quince manzanas a cada lado del cementerio de la Chacarita, se de finales de la década de 1960 sus profesiones o trabajos han cambiado apenas,
extiende a lo largo de kilómetros de esquinas hacia la costa final, se abre (no pero de manera reconocible para quien sospecha o sabe, a partir de la imagen del
puede saberse si es porque el cuerpo está tendido con los brazos o abiertos, o Grande. Solo dos –uno que sospecha, una que sabe– intercambiaron información
porque incluye alas de muchas cuadras, o su esqueleto), a cada lado, hasta que explícita, durante una caminata compartida de verano por la avenida Juan B.
la mera magnitud se pierde. Justo, el 17 de diciembre de 2010.
Pasa la época de los primeros subtes, pasa la época de los grandes Los médicos viven obsesionados por descubrir la estructura morfológica
complejos viales que permiten descomprimir un poco el tránsito que enloquece a del ser subterráneo, el antropólogo busca conexiones con culturas desaparecidas
la ciudad en distintas zonas. Pasan todas las épocas y las lluvias producen los de lugares remotos, los dos escritores han sido influidos claramente en su obra
mismos efectos, simplemente porque las distintas zonas del cuerpo proteico, difícil por la existencia negada, borroneada en cada conjunto de noticias aceptadas. El
de seguir en el despliegue inerte de su mero tamaño, tapan la circulación libre del armador de barcos cree reconocer en la deducción relativamente clara del posible
agua. De vez en cuando algún accidente brusco revela que lejos de estar tórax (imposible denominarlo definitivamente así sin aclarar antes otras regiones
muertos, los supuestos despojos inertes enterrados a distintas profundidades (es del cuerpo) una relación muy clara con la época de los grandes barcos
un organismo tan gigantesco en largo y ancho como en espesor) muy de vez en transoceánicos, el Titanic por ejemplo, que los obsesionaban mucho antes de
cuando realizan un movimiento mínimo, y provocan efectos a veces catastróficos. descubrir los primeros indicios. Tal vez el herrero sea el único que roza el
Por otra parte decenas de especies más comunes en cloacas y profundidades se sentimiento religioso con los pocos datos que ha podido recoger desde su
pegan a sus superficies en un régimen parasitario, y desencadenan sus propios profesión: se ha convencido de que la estructura demente, desplegada, casi
efectos. Heridas imposibles, muertes extrañas hasta la demencia, siempre infinita, no es ósea sino metálica: hierro, y simplemente siente el impulso de caer
masticadas, deglutidas y excretadas por la máquina informativa con la misma de rodillas de pura admiración y temor reverencial cada vez que entra en contacto
parsimonia con que ejecuta esas actividades con las demás informaciones con una partícula, por mínima que sea, relacionada con el fenómeno.
políticas, deportivas, de la farándula: cero claridad, cero resonancia, impacto ¿Es racional el Grande? ¿Ha ido elaborando, a lo largo de las décadas,
superficial amplio y veloz. los siglos o los milenios, los distintos hechos que conoce? ¿Reacciona en

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consecuencia? En febrero de 2011, por ejemplo, con cuatro días de distancia descomposición y ratas del tamaño de un gato saliendo entre los escombros. De
entre ambos hechos, desaparecieron sin dejar rastros la escritora y el médico que, ahí vino lo que ocupó el cuerpo de mi hermano.
después de una reunión mundana, conversaron como al azar por los veredones
Hay una foto de esa tarde. La tengo cerca mientras escribo, porque marca el
de Juan B. Justo en una cálida noche de verano.
momento exacto en el que todo comenzó a deteriorarse. Ahí estamos los cuatro,
Elvio E. Gandolfo (2013). “Grande”, en Cada vez más cerca, Córdoba: frente los árboles, a un costado asoma la cola celeste del Dodge. Mi madre
Caballo Negro Editora. todavía es joven y tiene un ojo cerrado porque el sol le da en la cara. Un cigarrillo
humea entre los dedos de mi padre. Mi hermano sonríe, con los auriculares del
walkman colgados del cuello. Es una sonrisa maravillosa, una sonrisa que dice:
mírenme, tengo diecisiete años, soy nuevo en el mundo, estoy lleno de brasas. Su
LA CANCIÓN QUE CANTÁBAMOS TODOS LOS DÍAS
sonrisa está congelada en esa foto: es la última vez que la vamos a ver.
Luciano Lamberti
Después de esa foto comimos la torta y mis padres se tiraron en las
reposeras y se quedaron dormidos. Yo me senté contra un árbol y me puse a leer
Me llamo Tomás, tengo treinta años, vivo con mi padre. Somos dos solitarios
una revista de historietas. No vi lo que hacía mi hermano. Pasaron, no sé, diez o
en una casa grande que se cruzan a horas insólitas y se tratan con respeto, pero
quince minutos. Entonces mi madre abrió los ojos y me preguntó por él, con las
podemos pasar días enteros sin vernos. Los jueves viene una señora que barre
cejas fruncidas por la preocupación. A lo mejor había tenido una pesadilla, uno de
los pisos, lava los platos acumulados y deja brillantes los muebles. Tengo un
sus ―pálpitos‖. Levanté los hombros: no sabía. Mi madre se acercó al alambrado y
hermano mayor, ingeniero en sistemas, que vive en las sierras con su familia, y a
lo llamó. Gritó varias veces su nombre. Despertó a mi padre y lo llamamos entre
veces los vamos a visitar. Nos turnamos al volante, porque a mi padre se le cansa
los tres. Después oímos el chasquido de una rama al quebrarse y mi hermano
la vista. Salimos el sábado temprano y volvemos el domingo después del
salió de entre los árboles con el walkman puesto. Se quedó mirándonos.
almuerzo, para no agarrar la ruta congestionada.
Recuerdo esa expresión y me da frío.
Pero lo que quiero contar es otra cosa. Algo que no le conté nunca a nadie.
–Sacate eso de las orejas haceme el favor –lo retó mi madre.
Mi hermano, el de las sierras, no es el original. Es algo en el cuerpo de mi
Mi hermano tardó en reaccionar. Cuando lo hizo, movió la mano para sacarse
hermano, algo que lo reemplazó. Hace muchos años desapareció en el
los auriculares con un gesto que no era para nada suyo. Entonces sospeché que
―bosquecito‖ y nunca volvió. Quiero decir: volvió, pero ya no era él. No es que
algo andaba mal, algo difícil de definir. Pero no dije nada, ¿qué iba a decir? Nos
estuviera distinto, o cambiado. Era otro, directamente. Otro que se metió en
subimos al auto y volvimos a casa.
nuestra familia y la devoró por dentro.
Al mes lo llevaron a un médico, el primero: el doctor Ferro. Le hizo
Fue un 13 de abril. Me acuerdo bien de la fecha porque coincide con el
radiografías de la cabeza y algunos exámenes, después habló con mis padres.
cumpleaños de mi madre. Esa vez cayó domingo y comimos un asado en un
Físicamente, dijo, mi hermano estaba bien, a lo mejor el problema tenía que ver
parador, al borde de la ruta 9, yendo para Zenón Pereyra. Los domingos los
con la adolescencia, la efervescencia hormonal, el rechazo del mundo, incluso la
asadores se llenaban de gente que estacionaba bajo los árboles y se pasaba el
depresión, ¿quién no se deprime a los diecisiete años?
día entero ahí, oyendo el partido con la puerta del auto abierta, pero en ese
Así que les dio el número de un sicólogo, que habló con mi hermano y les
domingo en particular no había casi nadie. Una pareja sola, que comió y se fue
repitió a mis padres el diagnóstico de Ferro: era un chico sano, perfectamente
temprano.
sano. Un poco callado, un poco retraído, pero sano.
Bueno, detrás de los asadores, cruzando un alambrado, estaba el bosquecito.
–Usted no entiende –dijo mi madre–. Ese chico es otra persona. No es mi hijo.
Era un monte de esos árboles que se llaman siempreverdes, que habían nacido
El sicólogo levantó los hombros.
regados por la desembocadura del canal y cuyas hojas podridas formaban un
–La personalidad de su hijo está fluctuando por la edad. Va a tener que
colchón en el piso. Si uno se metía cien metros el lugar se ponía feo, con pedazos
aceptarlo así.
de vidrio emergiendo del barro, chapas podridas, perros muertos inflados por la

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Pero mi madre no lo aceptó. Lo llevó a otros médicos, a un homeópata, a un se veía como una moneda de luz en lo alto, y él se había roto las uñas tratando de
parasicólogo, a curanderas. La idea la obsesionaba. Con el tiempo comenzaría a trepar. Estaba flaco, se le notaban las costillas. Gritaba y gritaba.
perder el control de su vida: a fumar en exceso, a descuidar su aspecto personal, –Me despierto angustiada, y le pido a Dios no soñar de nuevo con eso –me
a sufrir largos períodos de insomnio en los que la idea rebotaba en su cabeza contó mi madre–. A veces Dios me escucha.
como una pelotita de pinball. Mi hermano era otro y ella no podía estar cerca. No
soportaba su presencia. Antes era una pesada que lo despeinaba y le decía que Un día mi madre lo miró y le dijo:
estaba cada día más churro, cosas que hacen las madres con sus hijos, pero –¿Por qué no te vas?
desde la tarde en el bosquecito no lo tocaba. Incluso le costaba estar cerca suyo: –Tranquila –dijo mi padre.
enseguida se ponía nerviosa. Lo mismo nos pasaba a mi padre y a mí: una parte Estábamos almorzando con la televisión prendida, era un sábado o un
de tu cuerpo sentía una repulsión instintiva hacia él. Ganas de irse lejos y no domingo. Mi hermano pinchó un raviol, se lo llevó a la boca y masticó sin quitar los
volver nunca. ojos de la televisión.
–Yo sé quién sos. Lo sé muy bien –dijo mi madre, asintiendo.
No hablamos mucho del tema. Con mi padre recuerdo haberlo hablado una –Tranquila –repitió mi padre.
sola vez. Estábamos sentados en el auto, frente al pabellón de deportes donde yo Mi madre se levantó y fue a fumar al patio.
tenía mi hora de gimnasia. Él había insistido en llevarme, aunque siempre me iba
caminando o en bicicleta, y cuando me estaba por bajar me dijo que quería En ese entonces ya éramos una familia solitaria. Unos meses después del
preguntarme algo. Pensó un rato: incidente del bosquecito los amigos de mi hermano dejaron de venir. No dieron
–¿Vos te diste cuenta? explicaciones. Después mi madre se encontró con uno en la calle, que le dijo que
Hice que sí con la cabeza. quedarse solo con él le ponía la piel de gallina, y le mostró el brazo: recordarlo
–Respira distinto –dije. también le ponía la piel de gallina. Con los parientes pasó lo mismo. Incluso con
Yo compartía habitación con él y lo oía de noche. algunos vecinos que antes siempre andaban dando vueltas por casa. Mi hermano
–¿Cómo distinto? los incomodaba. Así que también ellos dejaron de venir.
–Distinto, raro. Respira como si fuera otra persona. Y a veces prendo la luz y Yo me despertaba gritando por las noches y mi padre prendía la luz.
está sentado en la cama, con los ojos abiertos. Me da miedo. –¿Le hiciste algo? –le preguntaba a mi hermano.
Mi padre se quedó callado un rato y al final dijo: Hablaba con violencia, como si estuviera a punto de pegarle una trompada.
–Tu mamá está deprimida. Ayudala, no la hagas renegar, portate bien, ¿sí? Mi hermano se daba vuelta y se hacía el dormido.
Estuve a punto de contarle de los sueños. Del sueño que había tenido la noche
anterior. Pero preferí no hacerlo. No sé cuánto duró esta situación. Meses probablemente. Meses de comidas
–Sí –le dije, y me bajé del auto. tensas, meses de mi madre llorando a escondidas en el lavadero, meses en los
que todos preferíamos estar en cualquier parte menos en casa. Una mañana la
Los sueños eran todos más o menos parecidos. Mi hermano andaba por la portera vino al aula y habló con la maestra en voz baja, mirándome. Después la
casa sin prender la luz ni hacer ruido. Se acercaba a las fotos colgadas en la maestra me pidió que guardara los útiles. Mi padre me esperaba en la entrada. En
pared y las miraba. Se acercaba a mi cama, se acercaba a la cama de mis su cara advertí que algo había pasado, algo feo.
padres, nos miraba. Sus ojos eran completamente negros. Después volvía a –Tu mamá tuvo un ataque de nervios –me explicó en el auto, negando con la
acostarse. cabeza–. Quiso cortar a tu hermano con un cuchillo.
Mi madre también soñaba, pero no lo supe hasta mucho después. Soñaba Después supe que mi madre había cometido el error de contarles, primero a la
con –como lo llamó– tu ―verdadero hermano‖. Mi verdadero hermano, me dijo, policía y después a un sicólogo su teoría sobre el cambio de mi hermano. Les
estaba en el interior de un pozo, en la tierra. Era un pozo muy profundo, la salida explicó que había sido reemplazado por un espíritu que vive en la madera de los

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árboles, algo que había leído en alguna revista. El espíritu viviría en su cuerpo acuerdo que pensé: qué deprimente vivir en un pueblo así. Y entonces volví a
hasta desgastarlo, y luego saltaría a otro, y a otro, y a otro. Era como un parásito. mirar al tipo y era mi hermano. Sentí una aguja helada en la columna vertebral:
Y lo que ella había hecho fue intentar liberarlo. Eso les dijo. era mi hermano, era mi hermano, era el verdadero, con algunas hebras grises en
La llevaron a un hospital siquiátrico y por quince días no nos dejaron verla. Se el pelo y algunos kilos extra, pero era él, Dios y la Virgen Santa. Tendría que
estaba estabilizando, le explicó el siquiatra a mi padre. Fuimos por primera vez un haberme puesto de pie, haber detenido el colectivo, haber gritado como loco, pero
domingo a la tarde. Mi hermano tenía gasas pegadas con cinta en la cara y los la verdad es que me quedé clavado al asiento. El colectivo empezó a retirarse de
brazos, porque en algunos cortes debieron hacerle puntos. Nos sentamos en una las plataformas y no pude hacer nada. Me tapé la cara y estuve así un buen rato,
mesa de cemento, en el patio, mirando a las internas que recibían las visitas de hasta que las luces del pueblo quedaron atrás y nos sumergimos en la oscuridad
sus familias. monstruosa de la ruta.
Al rato una enfermera la trajo. Era una mujer corpulenta y llevaba a mi madre Ahora estamos sentados en el patio de su casa de las sierras, mi hermano y
del brazo. Mi madre caminaba arrastrando los pies, con un equipo de jogging yo.
celeste y las manos extendidas, como si estuviera ciega. Cuando reconoció a mi Es un domingo cualquiera, un domingo cálido que anuncia la cercanía del
hermano, a lo lejos, empezó a gritar y luchar en los brazos de la mujer. Tuvo que verano. Hace un rato que mi padre, la mujer de mi hermano y su hijo duermen la
acercarse otra y entre las dos la sujetaron y le pusieron una inyección. siesta adentro. Pero nosotros nos quedamos acá, bajo los árboles, mirando las
montañas y oyendo el rumor de un arroyo que pasa cerca. Disfrutando de la
Desde entonces, sólo vamos mi padre y yo. tranquilidad. No hemos dicho una palabra en veinte minutos.
Miro a mi hermano. Él me mira.
Vamos los domingos, y hace más de veinte años que repetimos el ritual. Le ¿Quién sos?, tendría que preguntarle. ¿Qué sos?
llevamos cigarrillos, chocolate, revistas. Mi madre está cada vez más ausente, Pero prefiero no saberlo. Después de todo, es mi familia.
más abandonada: cuando se inclina para hablarme al oído puedo oler la fetidez de
su aliento, un olor denso, pesado. Siempre me dice lo mismo.
–No te vayas a quedar solo con ese. Es malo, está lleno de odio. Nos odia a Luciano Lamberti (2013). “La canción que cantábamos todos los días”, en El
loro que podía adivinar el futuro, Cosquín: Editorial Nudista.
los tres. Nos odia porque somos distintos. ¿Vos me entendés, mi amor?
Yo le digo que sí. Que entiendo. Ferré Rosario, Papeles de Pandora, Joaquín Mortiz, México, D.F., 1976

Cada familia tiene su canción, la canción que canta todos los días. Una LA MUÑECA MENOR
canción hecha de pequeños gestos que les permite vivir juntos, dejar pasar el
tiempo, no pensar. Mientras se canta esa canción, el fuego arderá en alguna La tía vieja había sacado desde muy temprano el sillón al balcón que daba
al cañaveral como hacía siempre que se desperataka con ganas de hacer una
parte. Y si la canción se calla, la familia explota como una gran bomba y sus
muñeca. De joven se bañaba menudo en el río, pero un día en que la lluvia había
miembros son esparcidos como esquirlas en cualquier dirección. Por eso recrecido la corriente en cola de dragón había sentido en el tuétano de los huesos
cantamos todos los días lo mismo: para permanecer juntos. Para que el fuego una mullida sensación de nieve. La cabeza metida en el reverbero negro de las
siga encendido. rocas, había creído escuchar, revolcados con el sonido del agua, los esta llidos
Hace unos meses tuve que hacer un viaje en uno de esos colectivos del salitre sobre la playa y pensó que sus cabellos habían llegado por fin a
lecheros. Fue desastroso: las luces individuales estaban rotas, el asiento no se desembocar en el mar. En ese preciso momento sintió una mordida terrible en la
pantorrilla. La sacaron del agua gritando y se la llevaron a la casa en parihuelas
inclinaba, la calefacción era excesiva. En algún momento desperté, ofuscado: el
retorciéndose de dolor.
ómnibus estaba detenido en la terminal de un pequeño pueblo. Tenía tres El médico que la examinó aseguró que no era nada, probablemente había
plataformas y estaba casi a oscuras. En el piso grasiento había un perro dormido, sido mordida por una chágara viciosa. Sin embargo pasaron los días y la llaga no
y contra una columna un hombre de pie, con un gran bolso Adidas al hombro. Me ce rraba. Al cabo de un mes el médico había llegado a la conclusión de que la

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chágara se había introducido dentro de la carne blanda de la pantorrilla, donde casa viniesen a ayudarla. Podía verse ese día a los peones de la hacienda
había evidentemente comenzado a engordar. Indicó que le aplicaran un sinapismo haciendo constantes relevos al pueblo como alegres mensajeros incas, a comprar
para que el calor la obligara a salir. La tía estuvo una semana con la pierna rígida, cera, a comprar barro de porcelana, encajes, agujas, carretes de hilos de todos
cubierta de mostaza desde el tobillo hasta el muslo, pero al finalizar el tratamiento los colores. Mientras se llevaban a cabo estas diligencias, la tía llamaba a su
se descubrió que la llaga se había abultado aún más, recubriéndose de una habitación a la niña con la que había soñado esa noche y le tomaba las medidas.
substancia pétrea y limosa que era imposible tratar de remover sin que peligrara Luego le hacía una mascarilla de cera que cubría de yeso por ambos lados como
toda la pierna. Entonces se resignó a vivir para siempre con la chágara enroscada una cara viva dentro de dos caras muertas; luego hacía salir un hilillo rubio
dentro de la gruta de su pantorrilla. interminable por un hoyito en la barbilla. La porcelana de las manos era siempre
Había sido muy hermosa, pero la chágara que escondía bajo los largos translúcida; tenía un ligero tinte marfileño que contrastaba con la blancura
pliegues de gasa de sus faldas la había despojado de toda vanidad. Se había granulada de las caras de biscuit. Para hacer el cuerpo, la tía enviaba al jardín por
encerrado en la casa rehusando a todos sus pretendientes. Al principio se había veinte higüeras relucientes. Las cogía con una mano y con un movimiento experto
dedicado a la crianza de las hijas de su hermana, arrastrando por toda la casa la de la cuchilla las iba rebanando una a una en cráneos relucientes de cuero verde.
pierna monstruosa con bastante agilidad. Por aquella época la familia vivía Luego las inclinaba en hilera contra la pared del balcón, para que el sol y el aire
rodeada de un pasado que dejaba desintegrar a su alrededor con la misma secaran los cerebros algodonosos de guano gris. Al cabo de algunos días raspaba
impasible musicalidad con que la lámpara de cristal del comedor se desgranaba a el contenido con una cuchara y lo iba introduciendo con infinita paciencia por la
pedazos sobre el mantel raído de la mesa. Las niñas adoraban a la tía. Ella las boca de la muñeca.
peinaba, las bañaba y les daba de comer. Cuando les leía cuentos se sentaban a Lo único que la tía transigía en utilizar en la creación de las muñecas sin
su alrededor y levantaban con disimulo el volante almidonado de su falda para que estuviese hecho por ella, eran las bolas de los ojos. Se los enviaban por
oler el perfume de guanábana madura que supuraba la pierna en estado de correo desde Europa en todos los colores, pero la tía los consideraba inservibles
quietud. hasta no haberlos dejado sumergidos durante un número de días en el fondo de la
Cuando las niñas fueron creciendo la tía se dedicó a hacerles muñecas quebrada para que aprendiesen a reconocer el más leve movimiento de las
para jugar. Al principio eran sólo muñecas comunes, con carne de guata de antenas de las chágaras. Sólo entonces los lavaba con agua de amoniaco y los
higüera y ojos de botones perdidos. Pero con el pasar del tiempo fue refinando su guardaba, relucientes como gemas, colocados sobre camas de algodón, en el
arte hasta ganarse el respeto y la reverencia de toda la familia. El nacimiento de fondo de una lata de galletas holandesas. El vestido de las muñecas no variaba
una muñeca era siempre motivo de regocijo sagrado, lo cual explicaba el que nunca, a pesar de que las niñas iban creciendo. Vestía siempre a las más
jamás se les hubiese ocurrido vender una de ellas, ni siquiera cuando las niñas pequeñas de tira bordada y a las mayores de broderí, colocando en la cabeza de
eran ya grandes y la familia comenzaba a pasar necesidad. La tía había ido cada una el mismo lazo abullonado y trémulo de pecho de paloma.
agrandando el tamaño de las muñecas de manera que correspondieran a la Las niñas empezaron a casarse y a abandonar la casa. El día de la boda
estatura y a las medidas de cada una de las niñas. Como eran nueve y la tía hacía la tía les regalaba a cada una la última muñeca dándoles un beso en la frente y
una muñeca de cada niña por año, hubo que separar una pieza de la casa para diciéndoles con una sonrisa: ―Aquí tienes tu Pascua de Resurrección.‖ A los
que la habitasen exclusivamente las muñecas. Cuando la mayor cumplió diez y novios los tranquilizaba asegurándoles que la muñeca era sólo una decoración
ocho años había ciento veintiséis muñecas de todas las edades en la habitación. sentimental que solía colocarse sentada, en las casas de antes, sobre la cola del
Al abrir la puerta, daba la sensación de entrar en un palomar, o en el cuarto de piano. Desde lo alto del balcón la tía observaba a las niñas bajar por última vez las
muñecas del palacio de las tzarinas, o en un almacén donde alguien había puesto escaleras de la casa sosteniendo en una mano la modesta maleta a cuadros de
a madurar una larga hilera de hojas de tabaco. Sin embargo, la tía no entraba en cartón y pasando el otro brazo alrededor de la cintura de aquella exhuberante
la habitación por ninguno de estos placeres, sino que echaba el pestillo a la puerta muñeca hecha a su imagen y semejanza, calzada con zapatillas de ante, faldas
e iba levantando amorosamente cada una de las muñecas canturreándoles de bordados nevados y pantaletas de valenciennes. Las manos y la cara de estas
mientras las mecía: Así eras cuando tenías un año, así cuando tenías dos, así muñecas, sin embargo, se notaban menos transparentes, tenían la consistencia
cuando tenías tres, reviviendo la vida de cada una de ellas por la dimensión del de la leche cortada. Esta diferencia encubría otra más sutil: la muñeca de boda no
hueco que le dejaban entre los brazos. estaba jamás rellena de guata, sino de miel.
El día que la mayor de las niñas cumplió diez años, la tía se sentó en el Ya se habían casado todas las niñas y en la casa quedaba sólo la más
sillón frente al cañaveral y no se volvió a levantar jamás. Se balconeaba días joven cuando el doctor hizo a la tía la visita mensual acompañado de su hijo que
enteros observando los cambios de agua de las cañas y sólo salía de su sopor acababa de regresar de sus estudios de medicina en el norte. El joven levantó el
cuando la venía a visitar el doctor o cuando se despertaba con ganas de hacer volante de la falda almidonada y se quedó mirando aquella inmensa vejiga
una muñeca. Comenzaba entonces a clamar para que todos los habitantes de la abotagada que manaba una esperma perfumada por la punta de sus escamas

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verdes. Sacó su estetoscopio y la auscultó, cuidadosamente. La tía pensó que exorbitantes para poder ver de cerca a un miembro legítímo de la extinta
auscultaba la respiración de la chágara para verificar si todavía estaba viva, y aristocracia cañera. La menor seguía sentada en el balcón, inmóvil dentro de sus
cogiéndole la mano con cariño se la puso sobre un lugar determinado para que gasas y encajes, siempre con los ojos bajos. Cuando los pacientes de su marido,
palpara el movimiento constante de las antenas. El joven dejó caer la falda y miró colgados de collares, plumachos y bastones, se acomodaban cerca de ella
fijamente al padre. Usted hubiese podido haber curado esto en sus comienzos, le removiendo los rollos de sus carnes satisfechas con un alboroto de monedas,
dijo. Es cierto, contestó el padre, pero yo sólo quería que vinieras a ver la chágara percibían a su alrededor un perfume particular que les hacía recordar
que te había pagado los estudios durante veinte años. involuntariamente la lenta supuración de una guanábana. Entonces les entraban a
En adelante fue el joven médico quien visitó mensualmente a la tía vieja. todos unas ganas irresistibles de restregarse las manos como si fueran patas.
Era evidente su interés por la menor y la tía pudo comenzar su última muñeca con Una sola cosa perturbaba la felicidad del médico. Notaba que mientras él
amplia anticipación. Se presentaba siempre con el cuello almidonado, los zapatos se iba poniendo viejo, la menor guardaba la misma piel aporcelanada y dura que
brillantes y el ostentoso alfiler de corbata oriental del que no tiene donde caerse tenía cuando la iba a visitar a la casa del cañaveral. Una noche decidió entrar en
muerto. Luego de examinar a la tía se sentaba en la sala recostando su silueta de su habitación para observarla durmiendo. Notó que su pecho no se movía. Colocó
papel dentro de un marco ovalado, a la vez que le entregaba a la menor el mismo delicadaniente el estetoscopio sobre su corazón y oyó un lejano rumor de agua.
ramo de siemprevivas moradas. Ella le ofrecía galletitas de jengibre y cogía el Entonces la muñeca levantó los párpados y por las cuencas vacías de los ojos
ramo quisquillosamente con la punta de los dedos como quien coge el estómago comenzaron a salir las antenas furibundas de las chágaras.
de un erizo vuelto al revés. Decidió casarse con él porque le intrigaba su perfil
dormido, y porque ya tenía ganas de saber cómo era por dentro la carne de delfín.
El día de la boda la menor se sorprendió al coger la muñeca por la cintura
y encontrarla tibia, pero lo olvidó en seguida, asombrada ante su excelencia “LA PATA DE MONO”
artítica. Las manos y la cara estaban confeccionadas con delicadísima porcelana
de Mikado. Reconoció en la sonrisa entreabierta y un poco triste la colección W.W. Jackobs
completa de sus dientes de leche. Había, además, otro detalle particular: la tía
había incrustado en el fondo de las pupilas de los ojos sus dormilonas de
brillantes. La noche era fría y húmeda, pero en la pequeña sala de Laburnum Villa, los
El joven médico se la llevó a vivir al pueblo, a una casa encuadrada dentro postigos estaban cerrados y el fuego ardía vivamente. Padre e hijo jugaban al
de un bloque de cemento. La obligaba todos los diás a sentarse en el balcón, para ajedrez; el primero tenía ideas personales sobre el juego y ponía al rey en tan
que los que pasaban por la calle supiesen que él se había casado en sociedad. desesperados e inútiles peligros que provocaba el comentario de la vieja señora
Inmóvil dentro de su cubo de calor, la menor comenzó a sospechar que su marido que tejía plácidamente junto a la chimenea.
no sólo tenía el perfil de silueta de papel sino también el alma. Confirmó sus
sospechas al poco tiempo. Un día él le sacó los ojos a la muñeca con la punta del —Oigan el viento —dijo el señor White. Había cometido un error fatal y trataba de
bisturí y los empeñó por un lujoso reloj de cebolla con una larga leontina. Desde que su hijo no lo advirtiera.
entonces la muñeca siguió sentada sobre la cola del piano, pero con los ojos —Lo oigo —dijo éste, moviendo implacablemente la reina—. Jaque.
bajos. —No creo que venga esta noche —dijo el padre con la mano sobre el tablero.
A los pocos meses el joven médico notó la ausencia de la muñeca y le —Mate —contestó el hijo.
preguntó a la menor qué había hecho con ella. Una cofradía de señoras piadosas —Esto es lo malo de vivir tan lejos —vociferó el señor White, con imprevista y
le había ofrecido una buena suma por la cara y las manos de porcelana para repentina violencia—. De todos los suburbios, éste es el peor. El camino es un
hacerle un retablo a la Verónica en la próxima procesión de Cuaresma. La menor pantano. No se qué piensa la gente. Como hay sólo dos casas alquiladas, no les
le contestó que las hormigas habían descubierto por fin que la muñeca estaba importa.
rellena de miel y en una sola noche se la habían devorado .―Como las manos y la —No te aflijas, querido —dijo suavemente su mujer—, ganarás la próxima vez.
cara eran de porcelana de Mikado, dijo, seguramente las hormigas las creyeron El señor White alzó la vista y sorprendió una mirada de complicidad entre madre e
hechas de azúcar, y en este preciso momento deben de estar quebrándose los hijo. Las palabras murieron en sus labios y disimuló un gesto de fastidio.
dientes, royendo con furia dedos y párpados en alguna cueva subterránea.‖ Esa —Ahí viene —dijo Herbert White al oír el golpe del portón y unos pasos que se
noche el médico cavó toda la tierra alrededor de la casa sin encontrar nada. acercaban. Su padre se levantó con apresurada hospitalidad y abrió la puerta; le
Pasaron los años y el médico se hizo millonario. Se había quedado con oyeron condolerse con el recién venido.
toda la clientela del pueblo, a quienes no les importaba pagar honorarios

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Luego, entraron. El forastero era un hombre fornido, con los ojos salientes y la El sargento sacudió la cabeza:
cara rojiza. —Probablemente he tenido, alguna vez, la idea de venderlo; pero creo que no lo
—El sargento,mayor Morris —dijo el señor White, presentándolo. El sargento les haré. Ya ha causado bastantes desgracias. Además, la gente no quiere
dio la mano, aceptó la silla que le ofrecieron y observó con satisfacción que el comprarlo. Algunos sospechan que es un cuento de hadas; otros quieren probarlo
dueño de casa traía whisky y unos vasos y ponía una pequeña pava de cobre primero y pagarme después.
sobre el fuego. —Y si a usted le concedieran tres deseos más —dijo el señor White—, ¿los
Al tercer vaso, le brillaron los ojos y empezó a hablar. La familia miraba con pediría?
interés a ese forastero que hablaba de guerras, de epidemias y de pueblos —No sé —contestó el otro—. No sé.
extraños. Tomó la pata de mono, la agitó entre el pulgar y el índice y la tiró al fuego. White
—Hace veintiún años —dijo el señor White sonriendo a su mujer y a su hijo—. la recogió.
Cuando se fue era apenas un muchacho. Mírenlo ahora. —Mejor que se queme —dijo con solemnidad el sargento.
—No parece haberle sentado tan mal —dijo la señora White amablemente. —Si usted no la quiere, Morris, démela.
—Me gustaría ir a la India —dijo el señor White—. Sólo para dar un vistazo. —No quiero —respondió terminantemente—. La tiré al fuego; si la guarda, no me
—Mejor quedarse aquí —replicó el sargento moviendo la cabeza. Dejó el vaso y, eche las culpas de lo que pueda suceder. Sea razonable, tírela.
suspirando levemente, volvió a sacudir la cabeza. El otro sacudió la cabeza y examinó su nueva adquisición. Preguntó:
—Me gustaría ver los viejos templos y faquires y malabaristas —dijo el señor —¿Cómo se hace?
White—. ¿Qué fue, Morris, lo que usted empezó a contarme los otros días, de una —Hay que tenerla en la mano derecha y pedir los deseos en voz alta. Pero le
pata de mono o algo por el estilo? prevengo que debe temer las consecuencias.
—Nada —contestó el soldado apresuradamente—. Nada que valga la pena oír. —Parece de Las Mil y Una Noches —dijo la señora White. Se levantó a preparar
—¿Una pata de mono? —preguntó la señora White. la mesa—. ¿No le parece que podrían pedir para mí otro par de manos?
—Bueno, es lo que se llama magia, tal vez —dijo con desgana el militar. El señor White sacó del bolsillo el talismán; los tres se rieron al ver la expresión de
Sus tres interlocutores lo miraron con avidez. Distraídamente, el forastero, llevó la alarma del sargento.
copa vacía a los labios: volvió a dejarla. El dueño de casa la llenó. —Si está resuelto a pedir algo —dijo agarrando el brazo de White— pida algo
—A primera vista, es una patita momificada que no tiene nada de particular — dijo razonable.
el sargento mostrando algo que sacó del bolsillo. El señor White guardó en el bolsillo la pata de mono. Invitó a Morris a sentarse a
La señora retrocedió, con una mueca. El hijo tomó la pata de mono y la examinó la mesa. Durante la comida el talismán fue, en cierto modo, olvidado. Atraídos,
atentamente. escucharon nuevos relatos de la vida del sargento en la India.
—¿Y qué tiene de extraordinario? —preguntó el señor White quitándosela a su —Si en el cuento de la pata de mono hay tanta verdad como en los otros —dijo
hijo, para mirarla. Herbert cuando el forastero cerró la puerta y se alejó con prisa, para alcanzar el
—Un viejo faquir le dio poderes mágicos —dijo el sargento mayor—. Un hombre último tren—, no conseguiremos gran cosa.
muy santo... Quería demostrar que el destino gobierna la vida de los hombres y —¿Le diste algo? —preguntó la señora mirando atentamente a su marido.
que nadie puede oponérsele impunemente. Le dio este poder: tres hombres —Una bagatela —contestó el señor White, ruborizándose levemente—. No quería
pueden pedirle tres deseos. aceptarlo, pero lo obligué. Insistió en que tirara el talismán.
Habló tan seriamente que los otros sintieron que sus risas desentonaban. —Sin duda —dijo Herbert, con fingido horror—, seremos felices, ricos y famosos.
—Y usted, ¿por qué no pide las tres cosas? —preguntó Herbert White. Para empezar tienes que pedir un imperio, así no estarás dominado por tu mujer.
El sargento lo miró con tolerancia. El señor White sacó del bolsillo el talismán y lo examinó con perplejidad.
—Las he pedido —dijo, y su rostro curtido palideció. —No se me ocurre nada para pedirle —dijo con lentitud—. Me parece que tengo
—¿Realmente se cumplieron los tres deseos? —preguntó la señora White. todo lo que deseo.
—Se cumplieron —dijo el sargento. —Si pagaras la hipoteca de la casa serías feliz, ¿no es cierto? —dijo Herbert
—¿Y nadie más pidió? —insistió la señora. poniéndole la mano sobre el hombro—. Bastará con que pidas doscientas libras.
—Sí, un hombre. No sé cuáles fueron las dos primeras cosas que pidió; la tercera El padre sonrió, avergonzado de su propia credulidad, y levantó el talismán;
fue la muerte. Por eso entré en posesión de la pata de mono. Herbert puso una cara solemne, hizo un guiño a su madre y tocó en el piano unos
Habló con tanta gravedad que produjo silencio. acordes graves.
—Morris, si obtuvo sus tres deseos, ya no le sirve el talismán —dijo, finalmente, el —Quiero doscientas libras —pronunció el señor White.
señor White—. ¿Para qué lo guarda?

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Un gran estrépito del piano contestó a sus palabras. El señor White dio un grito. —Habrá sido en tu imaginación —dijo la señora suavemente.
Su mujer y su hijo corrieron hacia él. —Afirmo que se movió. Yo no estaba sugestionado. Era... ¿Qué sucede?
—Se movió —dijo, mirando con desagrado el objeto, y lo dejó caer—. Se retorció Su mujer no le contestó. Observaba los misteriosos movimientos de un hombre
en mi mano como una víbora. que rondaba la casa y no se decidía a entrar. Notó que el hombre estaba bien
—Pero yo no veo el dinero —observó el hijo, recogiendo el talismán y poniéndolo vestido y que tenía una galera nueva y reluciente; pensó en las doscientas libras.
sobre la mesa—. Apostaría a que nunca lo veré. El hombre se detuvo tres veces en el portón; por fin se decidió a llamar.
—Habrá sido tu imaginación, querido —dijo la mujer, mirándolo ansiosamente. Apresuradamente, la señora White se quitó el delantal y lo escondió debajo del
Sacudió la cabeza. almohadón de la silla.
—No importa. No ha sido nada. Pero me dio un susto. Hizo pasar al desconocido. Éste parecía incómodo. La miraba furtivamente,
Se sentaron junto al fuego y los dos hombres acabaron de fumar sus pipas. El mientras ella le pedía disculpas por el desorden que había en el cuarto y por el
viento era más fuerte que nunca. El señor White se sobresaltó cuando golpeó una guardapolvo del marido. La señora esperó cortésmente que les dijera el motivo de
puerta en los pisos altos. Un silencio inusitado y deprimente los envolvió hasta la visita; el desconocido estuvo un rato en silencio.
que se levantaron para ir a acostarse. —Vengo de parte de Maw & Meggins —dijo por fin.
—Se me ocurre que encontrarás el dinero en una gran bolsa, en medio de la La señora White tuvo un sobresalto.
cama —dijo Herbert al darles las buenas noches—. Una aparición horrible, —¿Qué pasa? ¿Qué pasa? ¿Le ha sucedido algo a Herbert?
agazapada encima del ropero, te acechará cuando estés guardando tus bienes Su marido se interpuso.
ilegítimos. —Espera, querida. No te adelantes a los acontecimientos. Supongo que usted no
Ya solo, el señor White se sentó en la oscuridad y miró las brasas, y vio caras en trae malas noticias, señor.
ellas. La última era tan simiesca, tan horrible, que la miró con asombro; se rió, Y lo miró patéticamente.
molesto, y buscó en la mesa su vaso de agua para echárselo encima y apagar la —Lo siento... —empezó el otro.
brasa; sin querer, tocó la pata de mono; se estremeció, limpió la mano en el abrigo —¿Está herido? —preguntó, enloquecida, la madre.
y subió a su cuarto. El hombre asintió.
—Mal herido —dijo pausadamente—. Pero no sufre.
II —Gracias a Dios —dijo la señora White, juntando las manos—. Gracias a Dios.
A la mañana siguiente, mientras tomaba el desayuno en la claridad del sol Bruscamente comprendió el sentido siniestro que había en la seguridad que le
invernal, se rió de sus temores. En el cuarto había un ambiente de prosaica salud daban y vio la confirmación de sus temores en la cara significativa del hombre.
que faltaba la noche anterior; y esa pata de mono; arrugada y sucia, tirada sobre Retuvo la respiración, miró a su marido que parecía tardar en comprender, y le
el aparador, no parecía terrible. tomó la mano temblorosamente. Hubo un largo silencio.
—Todos los viejos militares son iguales —dijo la señora White—. ¡Qué idea, la —Lo agarraron las máquinas —dijo en voz baja el visitante.
nuestra, escuchar esas tonterías! ¿Cómo puede creerse en talismanes en esta —Lo agarraron las máquinas —repitió el señor White, aturdido.
época? Y si consiguieras las doscientas libras, ¿qué mal podrían hacerte? Se sentó, mirando fijamente por la ventana; tomó la mano de su mujer, la apretó
—Pueden caer de arriba y lastimarte la cabeza —dijo Herbert. en la suya, como en sus tiempos de enamorados.
—Según Morris, las cosas ocurrían con tanta naturalidad que parecían —Era el único que nos quedaba —le dijo al visitante—. Es duro.
coincidencias —dijo el padre. El otro se levantó y se acercó a la ventana.
—Bueno, no vayas a encontrarte con el dinero antes de mi vuelta —dijo Herbert, —La compañía me ha encargado que les exprese sus condolencias por esta gran
levantándose de la mesa—. No sea que te conviertas en un avaro y tengamos que pérdida —dijo sin darse la vuelta—. Le ruego que comprenda que soy tan sólo un
repudiarte. empleado y que obedezco las órdenes que me dieron.
La madre se rió, lo acompañó hasta afuera y lo vio alejarse por el camino; de No hubo respuesta. La cara de la señora White estaba lívida.
vuelta a la mesa del comedor, se burló de la credulidad del marido. —Se me ha comisionado para declararles que Maw & Meggins niegan toda
Sin embargo, cuando el cartero llamó a la puerta corrió a abrirla, y cuando vio que responsabilidad en el accidente —prosiguió el otro—. Pero en consideración a los
sólo traía la cuenta del sastre se refirió con cierto malhumor a los militares de servicios prestados por su hijo, le remiten una suma determinada.
costumbres intemperantes. El señor White soltó la mano de su mujer y, levantándose, miró con terror al
—Me parece que Herbert tendrá tema para sus bromas —dijo al sentarse. visitante. Sus labios secos pronunciaron la palabra: ¿Cuánto?
— Sin duda —dijo el señor White—. Pero, a pesar de todo, la pata se movió en mi —Doscientas libras —fue la respuesta.
mano. Puedo jurarlo.

12
Sin oír el grito de su mujer, el señor White sonrió levemente, extendió los brazos, —¡Tráemelo! —gritó la mujer arrastrándolo hacia la puerta— . ¿Crees que temo al
como un ciego, y se desplomó, desmayado. niño que he criado?
El señor White bajó en la oscuridad, entró en la sala y se acercó a la repisa.
III El talismán estaba en su lugar. Tuvo miedo de que el deseo todavía no formulado
En el cementerio nuevo, a unas dos millas de distancia, marido y mujer dieron trajera a su hijo hecho pedazos, antes de que él pudiera escaparse del cuarto.
sepultura a su muerto y volvieron a la casa transidos de sombra y de silencio. Perdió la orientación. No encontraba la puerta. Tanteó alrededor de la mesa y a lo
Todo pasó tan pronto que al principio casi no lo entendieron y quedaron largo de la pared y de pronto se encontró en el zaguán, con el maligno objeto en
esperando alguna otra cosa que les aliviara el dolor. Pero los días pasaron y la la mano.
expectativa se transformó en resignación, esa desesperada resignación de los Cuando entró en el dormitorio, hasta la cara de su mujer le pareció cambiada.
viejos, que algunos llaman apatía. Pocas veces hablaban, porque no tenían nada Estaba ansiosa y blanca y tenía algo sobrenatural. Le tuvo miedo.
que decirse; sus días eran interminables hasta el cansancio. —¡Pídelo! —gritó con violencia.
Una semana después, el señor White, despertándose bruscamente en la noche, —Es absurdo y perverso —balbuceó.
estiró la mano y se encontró solo. —Pídelo —repitió la mujer.
El cuarto estaba a oscuras; oyó cerca de la ventana, un llanto contenido. Se El hombre levantó la mano:
incorporó en la cama para escuchar. —Deseo que mi hijo viva de nuevo.
—Vuelve a acostarte —dijo tiernamente—. Vas a coger frío. El talismán cayó al suelo. El señor White siguió mirándolo con terror. Luego,
—Mi hijo tiene más frío —dijo la señora White y volvió a llorar. temblando, se dejó caer en una silla mientras la mujer se acercó a la ventana y
Los sollozos se desvanecieron en los oídos del señor White. La cama estaba tibia, levantó la cortina. El hombre no se movió de allí, hasta que el frío del alba lo
y sus ojos pesados de sueño. Un despavorido grito de su mujer lo despertó. traspasó. A veces miraba a su mujer que estaba en la ventana. La vela se había
—La pata de mono —gritaba desatinadamente—, la pata de mono. consumido, hasta casi apagarse. Proyectaba en las paredes y el techo sombras
El señor White se incorporó alarmado. vacilantes.
—¿Dónde? ¿Dónde está? ¿Qué sucede? Con un inexplicable alivio ante el fracaso del talismán, el hombre volvió a la cama;
Ella se acercó: un minuto después, la mujer, apática y silenciosa, se acostó a su lado.
—La quiero. ¿No la has destruido? No hablaron; escuchaban el latido del reloj. Crujió un escalón. La oscuridad era
—Está en la sala, sobre la repisa —contestó asombrado—. ¿Por qué la quieres? opresiva; el señor White juntó coraje, encendió un fósforo y bajó a buscar una
Llorando y riendo se inclinó para besarlo, y le dijo histéricamente: vela.
—Sólo ahora he pensado... ¿Por qué no he pensado antes? ¿Por qué tú no Al pie de la escalera el fósforo se apagó. El señor White se detuvo para encender
pensaste? otro; simultáneamente resonó un golpe furtivo, casi imperceptible, en la puerta de
—¿Pensaste en qué? —preguntó. entrada.
—En los otros dos deseos —respondió en seguida—. Sólo hemos pedido uno. Los fósforos cayeron. Permaneció inmóvil, sin respirar, hasta que se repitió el
—¿No fue bastante? golpe. Huyó a su cuarto y cerró la puerta. Se oyó un tercer golpe.
—No —gritó ella triunfalmente—. Le pediremos otro más. Búscala pronto y pide Pique para ampliar
que nuestro hijo vuelva a la vida. Ilustración: Valeria Uccelli
El hombre se sentó en la cama, temblando. —¿Qué es eso? —gritó la mujer.
—Dios mío, estás loca. —Un ratón — dijo el hombre—. Un ratón. Se me cruzó en la escalera.
—Búscala pronto y pide —le balbuceó—; ¡mi hijo, mi hijo! La mujer se incorporó. Un fuerte golpe retumbó en toda la casa.
El hombre encendió la vela. —¡Es Herbert! ¡Es Herbert! —La señora White corrió hacia la puerta, pero su
—Vuelve a acostarte. No sabes lo que estás diciendo. marido la alcanzó.
—Nuestro primer deseo se cumplió. ¿Por qué no hemos de pedir el segundo? —¿Qué vas a hacer? —le dijo ahogadamente.
—Fue una coincidencia. —¡Es mi hijo; es Herbert! —gritó la mujer, luchando para que la soltara—. Me
—Búscala y desea —gritó con exaltación la mujer. había olvidado de que el cementerio está a dos millas. Suéltame; tengo que abrir
El marido se volvió y la miró: la puerta.
—Hace diez días que está muerto y además, no quiero decirte otra cosa, lo —Por amor de Dios, no lo dejes entrar —dijo el hombre, temblando.
reconocí por el traje. Si ya entonces era demasiado horrible para que lo vieras... —¿Tienes miedo de tu propio hijo? —gritó—. Suéltame. Ya voy, Herbert; ya voy.

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Hubo dos golpes más. La mujer se libró y huyó del cuarto. El hombre la siguió y la solos. Le gustaba su manera de sentarse descuidadamente en una silla, su
llamó, mientras bajaba la escalera. Oyó el ruido de la tranca de abajo; oyó el manera de abrir la puerta o de andar por la habitación a grandes zancadas. Le
cerrojo; y luego, la voz de la mujer, anhelante: gustaba esa intensa mirada de sus ojos al fijarse en ella y la forma graciosa de su
—La tranca —dijo—. No puedo alcanzarla. boca, especialmente cuando el cansancio no le dejaba hablar, hasta que el primer
Pero el marido, arrodillado, tanteaba el piso, en busca de la pata de mono. vaso de whisky le reanimaba un poco.
—Si pudiera encontrarla antes de que eso entrara... —¿Cansado, querido?
Los golpes volvieron a resonar en toda la casa. El señor White oyó que su mujer —Sí —respondió él—, estoy cansado.
acercaba una silla; oyó el ruido de la tranca al abrirse; en el mismo instante Mientras hablaba, hizo una cosa extraña. Levantó el vaso y bebió su contenido de
encontró la pata de mono y, frenéticamente, balbuceó el tercer y último deseo. una sola vez aunque el vaso estaba a medio llenar.
Los golpes cesaron de pronto; aunque los ecos resonaban aún en la casa. Oyó Ella no lo vio, pero lo intuyó al oír el ruido que hacían los cubitos de hielo al volver
retirar la silla y abrir la puerta. Un viento helado entró por la escalera; y un largo y a dejar él su vaso sobre la mesa. Luego se levantó lentamente para servirse otro
desconsolado alarido de su mujer le dio valor para correr hacia ella y luego hasta vaso.
el portón. El camino estaba desierto y tranquilo. —Yo te lo serviré —dijo ella, levantándose.
—Siéntate —dijo él secamente.
Cordero asado Al volver observó que el vaso estaba medio lleno de un líquido ambarino.
Roald Dahl: del libro Relatos de lo inesperado —Querido, ¿quieres que te traiga las zapatillas? Le observó mientras él bebía el
whisky.
—Creo que es una vergüenza para un policía que se va haciendo mayor, como tú,
La habitación estaba limpia y acogedora, las cortinas corridas, las dos lámparas que le hagan andar todo el día —dijo ella.
de mesa encendidas, la suya y la de la silla vacía, frente a ella. Detrás, en el El no contestó; Mary Maloney inclinó la cabeza de nuevo y continuó con su
aparador, dos vasos altos de whisky. Cubos de hielo en un recipiente. costura. Cada vez que él se llevaba el vaso a los labios se oía golpear los cubitos
Mary Maloney estaba esperando a que su marido volviera del trabajo. contra el cristal.
De vez en cuando echaba una mirada al reloj, pero sin preocupación, —Querido, ¿quieres que te traiga un poco de queso? No he hecho cena porque
simplemente para complacerse de que cada minuto que pasaba acercaba el es jueves.
momento de su llegada. Tenía un aire sonriente y optimista. Su cabeza se —No —dijo él.
inclinaba hacia la costura con entera tranquilidad. Su piel —estaba en el sexto —Si estás demasiado cansado para comer fuera —continuó ella—, no es tarde
mes del embarazo— había adquirido un maravilloso brillo, los labios suaves y los para que lo digas. Hay carne y otras cosas en la nevera y te lo puedo servir aquí
ojos, de mirada serena, parecían más grandes y más oscuros que antes. para que no tengas que moverte de la silla.
Cuando el reloj marcaba las cinco menos diez, empezó a escuchar, y pocos Sus ojos se volvieron hacia ella; Mary esperó una respuesta, una sonrisa, un
minutos más tarde, puntual como siempre, oyó rodar los neumáticos sobre la signo de asentimiento al menos, pero él no hizo nada de esto.
grava y cerrarse la puerta del coche, los pasos que se acercaban, la llave dando —Bueno —agregó ella—, te sacaré queso y unas galletas.
vueltas en la cerradura. —No quiero —dijo él.
Dejó a un lado la costura, se levantó y fue a su encuentro para darle un beso en Ella se movió impaciente en la silla, mirándole con sus grandes ojos.
cuanto entrara. —Debes cenar. Yo lo puedo preparar aquí, no me molesta hacerlo. Tengo
—¡Hola, querido! —dijo ella. chuletas de cerdo y cordero, lo que quieras, todo está en la nevera.
—¡Hola! —contestó él. —No me apetece —dijo él.
Ella le colgó el abrigo en el armario. Luego volvió y preparó las bebidas, una fuerte —¡Pero querido! ¡Tienes que comer! Te lo sacaré y te lo comes, si te apetece.
para él y otra más floja para ella; después se sentó de nuevo con la costura y su Se levantó y puso la costura en la mesa, junto a la lámpara.
marido enfrente con el alto vaso de whisky entre las manos, moviéndolo de tal —Siéntate —dijo él—, siéntate sólo un momento. Desde aquel instante, ella
forma que los cubitos de hielo golpeaban contra las paredes del vaso. Para ella empezó a sentirse atemorizada.
ésta era una hora maravillosa del día. Sabía que su esposo no quería hablar —Vamos —dijo él—, siéntate.
mucho antes de terminar la primera bebida, y a ella, por su parte, le gustaba Se sentó de nuevo en su silla, mirándole todo el tiempo con sus grandes y
sentarse silenciosamente, disfrutando de su compañía después de tantas horas asombrados ojos. El había acabado su segundo vaso y tenía los ojos bajos.
de soledad. Le gustaba vivir con este hombre y sentir —como siente un bañista al —Tengo algo que decirte.
calor del sol— la influencia que él irradiaba sobre ella cuando estaban juntos y —¿Qué es ello, querido? ¿Qué pasa?

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El se había quedado completamente quieto y mantenía la cabeza agachada de tal decía la ley acerca de las asesinas que iban a tener un hijo? ¿Los mataban a los
forma que la luz de la lámpara le daba en la parte alta de la cara, dejándole la dos, madre e hijo? ¿Esperaban hasta el noveno mes? ¿Qué hacían?
barbilla y la boca en la oscuridad. Mary Maloney lo ignoraba y no estaba dispuesta a arriesgarse.
—Lo que voy a decirte te va a trastornar un poco, me temo —dijo—, pero lo he Llevó la carne a la cocina, la puso en el horno, encendió éste y la metió dentro.
pensado bien y he decidido que lo mejor que puedo hacer es decírtelo en seguida. Luego se lavó las manos y subió a su habitación. Se sentó delante del espejo,
Espero que no me lo reproches demasiado. arregló su cara, puso un poco de rojo en los labios y polvo en las mejillas. Intentó
Y se lo dijo. No tardó mucho, cuatro o cinco minutos como máximo. Ella no se sonreír, pero le salió una mueca. Lo volvió a intentar.
movió en todo el tiempo, observándolo con una especie de terror mientras él se —Hola, Sam —dijo en voz alta. La voz sonaba rara también.
iba separando de ella más y más, a cada palabra. —Quiero patatas, Sam, y también una lata de guisantes.
—Eso es todo —añadió—, ya sé que es un mal momento para decírtelo, pero no Eso estaba mejor. La sonrisa y la voz iban mejorando. Lo ensayó varias veces.
hay otro modo de hacerlo. Naturalmente, te daré dinero y procuraré que estés Luego bajó, cogió el abrigo y salió a la calle por la puerta trasera del jardín.
bien cuidada. Pero no hay necesidad de armar un escándalo. No sería bueno para Todavía no eran las seis y diez y había luz en las tiendas de comestibles.
mi carrera. —Hola, Sam —dijo sonriendo ampliamente al hombre que estaba detrás del
Su primer impulso fue no creer una palabra de lo que él había dicho. Se le ocurrió mostrador.
que quizá él no había hablado, que era ella quien se lo había imaginado todo. —¡Oh, buenas noches, señora Maloney! ¿Cómo está?
Quizá si continuara su trabajo como si no hubiera oído nada, luego, cuando —Muy bien, gracias. Quiero patatas, Sam, y una lata de guisantes.
hubiera pasado algún tiempo, se encontraría con que nada había ocurrido. El hombre se volvió de espaldas para alcanzar la lata de guisantes.
—Prepararé la cena —dijo con voz ahogada. —Patrick dijo que estaba cansado y no quería cenar fuera esta noche —le dijo—.
Esta vez él no contestó. Siempre solemos salir los jueves y no tengo verduras en casa.
Mary se levantó y cruzó la habitación. No sentía nada, excepto un poco de —¿Quiere carne, señora Maloney?
náuseas y mareo. Actuaba como un autómata. Bajó hasta la bodega, encendió la —No, tengo carne, gracias. Hay en la nevera una pierna de cordero.
luz y metió la mano en el congelador, sacando el primer objeto que encontró. Lo —¡Oh!
sacó y lo miró. Estaba envuelto en papel, así que lo desenvolvió y lo miró de —No me gusta asarlo cuando está congelado, pero voy a probar esta vez. ¿Usted
nuevo. cree que saldrá bien?
Era una pierna de cordero. —Personalmente —dijo el tendero—, no creo que haya ninguna diferencia.
Muy bien, cenarían pierna de cordero. Subió con el cordero entre las manos y al ¿Quiere estas patatas de Idaho?
entrar en el cuarto de estar encontró a su marido de pie junto a la ventana, de —¡Oh, sí, muy bien! Dos de ésas.
espaldas a ella. —¿Nada más? —El tendero inclinó la cabeza, mirándola con simpatía—. ¿Y para
Se detuvo. después? ¿Qué le va a dar luego?
—Por el amor de Dios —dijo él al oírla, sin volverse—, no hagas cena para mí. —Bueno. ¿Qué me sugiere, Sam?
Voy a salir. El hombre echó una mirada a la tienda.
En aquel momento, Mary Maloney se acercó a él por detrás y sin pensarlo dos —¿Qué le parece una buena porción de pastel de queso? Sé que le gusta a
veces levantó la pierna de cordero congelada y le golpeó en la parte trasera de la Patrick.
cabeza tan fuerte como pudo. Fue como si le hubiera pegado con una barra de —Magnífico —dijo ella—, le encanta.
acero. Retrocedió un paso, esperando a ver qué pasaba, y lo gracioso fue que él Cuando todo estuvo empaquetado y pagado, sonrió agradablemente y dijo:
quedó tambaleándose unos segundos antes de caer pesadamente en la alfombra. —Gracias, Sam. Buenas noches.
La violencia del golpe, el ruido de la mesita al caer por haber sido empujada, la Ahora, se decía a sí misma al regresar, iba a reunirse con su marido, que la
ayudaron a salir de su ensimismamiento. estaría esperando para cenar; y debía cocinar bien y hacer comida sabrosa
Salió retrocediendo lentamente, sintiéndose fría y confusa, y se quedó por unos porque su marido estaría cansado; y si cuando entrara en la casa encontraba algo
momentos mirando el cuerpo inmóvil de su marido, apretando entre sus dedos el raro, trágico o terrible, sería un golpe para ella y se volvería histérica de dolor y de
ridículo pedazo de carne que había empleado para matarle. miedo. ¿Es que no lo entienden? Ella no esperaba encontrar nada. Simplemente
«Bien —se dijo a sí misma—, ya lo has matado.» era la señora Maloney que volvía a casa con las verduras un jueves por la tarde
Era extraordinario. Ahora lo veía claro. Empezó a pensar con rapidez. Como para preparar la cena a su marido.
esposa de un detective, sabía cuál sería el castigo; de acuerdo. A ella le era «Eso es —se dijo a sí misma—, hazlo todo bien y con naturalidad. Si se hacen las
indiferente. En realidad sería un descanso. Pero por otra parte. ¿Y el niño? ¿Qué cosas de esta manera, no habrá necesidad de fingir.»

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Por lo tanto, cuando entró en la cocina por la puerta trasera, iba canturreando una hombre de las huellas dactilares. Los dos detectives y los policías se quedaron.
cancioncilla y sonriendo. Fueron muy amables con ella; Jack Nooan le preguntó si no se iba a marchar a
—¡Patrick! —llamó—, ¿dónde estás, querido? Puso el paquete sobre la mesa y otro sitio, a casa de su hermana, quizá, o con su mujer, que cuidaría de ella y la
entró en el cuarto de estar. Cuando le vio en el suelo, con las piernas dobladas y acostaría.
uno de los brazos debajo del cuerpo, fue un verdadero golpe para ella. —No —dijo ella.
Todo su amor y su deseo por él se despertaron en aquel momento. Corrió hacia No creía en la posibilidad de que pudiera moverse ni un solo metro en aquel
su cuerpo, se arrodilló a su lado y empezó a llorar amargamente. Fue fácil, no momento. ¿Les importaría mucho que se quedara allí hasta que se encontrase
tuvo que fingir. mejor? Todavía estaba bajo los efectos de la impresión sufrida.
Unos minutos más tarde, se levantó y fue al teléfono. Sabía el número de la —Pero ¿no sería mejor que se acostara un poco? —preguntó Jack Nooan.
jefatura de Policía, y cuando le contestaron al otro lado del hilo, ella gritó: —No —dijo ella.
—¡Pronto! ¡Vengan en seguida! ¡Patrick ha muerto! Quería estar donde estaba, en esa silla. Un poco más tarde, cuando se sintiera
—¿Quién habla? mejor, se levantaría.
—La señora Maloney, la señora de Patrick Maloney. La dejaron mientras deambulaban por la casa, cumpliendo su misión. De vez en
—¿Quiere decir que Patrick Maloney ha muerto? cuando uno de los detectives le hacía una pregunta. También Jack Nooan le
—Creo que sí —gimió ella—. Está tendido en el suelo y me parece que está hablaba cuando pasaba por su lado. Su marido, le dijo, había muerto de un golpe
muerto. en la cabeza con un instrumento pesado, casi seguro una barra de hierro. Ahora
—Iremos en seguida —dijo el hombre. buscaban el arma. El asesino podía habérsela llevado consigo, pero también
El coche vino rápidamente. Mary abrió la puerta a los dos policías. Los reconoció cabía la posibilidad de que la hubiera tirado o escondido en alguna parte.
a los dos en seguida —en realidad conocía a casi todos los del distrito— y se —Es la vieja historia —dijo él—, encontraremos el arma y tendremos al criminal.
echó en los brazos de Jack Nooan, llorando histéricamente. El la llevó con Más tarde, uno de los detectives entró y se sentó a su lado.
cuidado a una silla y luego fue a reunirse con el otro, que se llamaba O'Malley, el —¿Hay algo en la casa que pueda haber servido como arma homicida? —le
cual estaba arrodillado al lado del cuerpo inmóvil. preguntó—. ¿Le importaría echar una mirada a ver si falta algo, un atizador, por
—¿Está muerto? —preguntó ella. ejemplo, o un jarrón de metal?
—Me temo que sí... ¿qué ha ocurrido? —No tenemos jarrones de metal —dijo ella.
Brevemente, le contó que había salido a la tienda de comestibles y al volver lo —¿Y un atizador?
encontró tirado en el suelo. Mientras ella hablaba y lloraba, Nooan descubrió una —No tenemos atizador, pero puede haber algo parecido en el garaje.
pequeña herida de sangre cuajada en la cabeza del muerto. Se la mostró a La búsqueda continuó.
O'Malley y éste, levantándose, fue derecho al teléfono. Ella sabía que había otros policías rodeando la casa. Fuera, oía sus pisadas en la
Pronto llegaron otros policías. Primero un médico, después dos detectives, a uno grava y a veces veía la luz de una linterna infiltrarse por las cortinas de la ventana.
de los cuales conocía de nombre. Más tarde, un fotógrafo de la Policía que tomó Empezaba a hacerse tarde, eran cerca de las nueve en el reloj de la repisa de la
algunos planos y otro hombre encargado de las huellas dactilares. Se oían chimenea. Los cuatro hombres que buscaban por las habitaciones empezaron a
cuchicheos por la habitación donde yacía el muerto y los detectives le hicieron sentirse fatigados.
muchas preguntas. No obstante, siempre la trataron con amabilidad. —Jack —dijo ella cuando el sargento Nooan pasó a su lado—, ¿me quiere servir
Volvió a contar la historia otra vez, ahora desde el principio. Cuando Patrick llegó una bebida?
ella estaba cosiendo, y él se sintió tan fatigado que no quiso salir a cenar. Dijo que —Sí, claro. ¿Quiere whisky?
había puesto la carne en el horno —allí estaba, asándose— y se había marchado —Sí, por favor, pero poco. Me hará sentir mejor. Le tendió el vaso.
a la tienda de comestibles a comprar verduras. De vuelta lo había encontrado —¿Por qué no se sirve usted otro? —dijo ella—; debe de estar muy cansado; por
tendido en el suelo. favor, hágalo, se ha portado muy bien conmigo.
—¿A qué tienda ha ido usted? —preguntó uno de los detectives. —Bueno —contestó él—, no nos está permitido, pero puedo tomar un trago para
Se lo dijo, y entonces el detective se volvió y musitó algo en voz baja al otro seguir trabajando.
detective, que salió inmediatamente a la calle. Uno a uno, fueron llegando los otros y bebieron whisky. Estaban un poco
«..., parecía normal..., muy contenta..., quería prepararle una buena cena..., incómodos por la presencia de ella y trataban de consolarla con inútiles palabras.
guisantes..., pastel de queso..., imposible que ella...» El sargento Nooan, que rondaba por la cocina, salió y dijo:
Transcurrido algún tiempo el fotógrafo y el médico se marcharon y los otros dos —Oiga, señora Maloney. ¿Sabe que tiene el horno encendido y la carne dentro?
hombres entraron y se llevaron el cuerpo en una camilla. Después se fue el —¡Dios mío! —gritó ella—. ¡Es verdad!

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—¿Quiere que vaya a apagarlo? hombres, encorvados en el desierto, junto a la hoguera solitaria; la oscuridad les
—¿Sería tan amable, Jack? Muchas gracias. latía calladamente en las venas, les golpeaba silenciosamente en las muñecas y
Cuando el sargento regresó por segunda vez lo miró con sus grandes y profundos en las sienes.
ojos. Las luces del fuego subían y bajaban por los rostros despavoridos y se
—Jack Nooan —dijo. volcaban en los ojos como jirones anaranjados. Cada uno de los hombres espiaba
—¿Sí? la respiración débil y fría y los parpadeos de lagarto del otro. Al fin, uno de ellos
—¿Me harán un pequeño favor, usted y los otros? atizó el fuego con la espada.
—Si está en nuestras manos, señora Maloney... -¡No, idiota, nos delatarás!
—Bien —dijo ella—. Aquí están ustedes, todos buenos amigos de Patrick, -¡Qué importa! -dijo el otro hombre-. El dragón puede olernos a kilómetros
tratando de encontrar al hombre que lo mató. Deben de estar hambrientos porque de distancia. Dios, hace frío. Quisiera estar en el castillo.
hace rato que ha pasado la hora de la cena, y sé que Patrick, que en gloria esté, -Es la muerte, no el sueño, lo que buscamos…
nunca me perdonaría que estuviesen en su casa y no les ofreciera hospitalidad. -¿Por qué? ¿Por qué? ¡El dragón nunca entra en el pueblo!
¿Por qué no se comen el cordero que está en el horno? Ya estará completamente -¡Cállate, tonto! Devora a los hombres que viajan solos desde nuestro
asado. pueblo al pueblo vecino.
—Ni pensarlo —dijo el sargento Nooan. -¡Que se los devore y que nos deje llegar a casa!
—Por favor —pidió ella—, por favor, cómanlo. Yo no voy a tocar nada de lo que -¡Espera, escucha!
había en la casa cuando él estaba aquí, pero ustedes sí pueden hacerlo. Me Los dos hombres se quedaron quietos.
harían un favor si se lo comieran. Luego, pueden continuar su trabajo. Aguardaron largo tiempo, pero sólo sintieron el temblor nervioso de la piel
Los policías dudaron un poco, pero tenían hambre y al final decidieron ir a la de los caballos, como tamboriles de terciopelo negro que repicaban en las argollas
cocina y cenar. La mujer se quedó donde estaba, oyéndolos a través de la puerta de plata de los estribos, suavemente, suavemente.
entreabierta. Hablaban entre sí a pesar de tener la boca llena de comida. -Ah… -el segundo hombre suspiró-. Qué tierra de pesadillas. Todo sucede
—¿Quieres más, Charlie? aquí. Alguien apaga el Sol; es de noche. Y entonces, yentonces, ¡oh, Dios,
—No, será mejor que no lo acabemos. escucha! Dicen que este dragón tiene ojos de fuego y un aliento de gas
—Pero ella quiere que lo acabemos, eso fue lo que dijo. Le hacemos un favor. blanquecino; se le ve arder a través de los páramos oscuros. Corre echando rayos
—Bueno, dame un poco más. y azufre, quemando el pasto. Las ovejas aterradas, enloquecen y mueren. Las
—Debe de haber sido un instrumento terrible el que han usado para matar al mujeres dan a luz criaturas monstruosas. La furia del dragón es tan inmensa que
pobre Patrick —decía uno de ellos—, el doctor dijo que tenía el cráneo hecho los muros de las torres se conmueven y vuelven al polvo. Las víctimas, a la salida
trizas. del Sol, aparecen dispersas aquí y allá, sobre los cerros. ¿Cuántos caballeros,
—Por eso debería ser fácil de encontrar. pregunto yo, habrán perseguido a este monstruo y habrán fracasado, como
—Eso es lo que a mí me parece. fracasaremos también nosotros?
—Quienquiera que lo hiciera no iba a llevar una cosa así, tan pesada, más tiempo -¡Suficiente, te digo!
del necesario. Uno de ellos eructó: -¡Más que suficiente! Aquí, en esta desolación, ni siquiera sé en qué año
—Mi opinión es que tiene que estar aquí, en la casa. estamos.
—Probablemente bajo nuestras propias narices. ¿Qué piensas tú, Jack? -Novecientos años después de Navidad.
En la otra habitación, Mary Maloney empezó a reírse entre dientes. -No, no -murmuró el segundo hombre con los ojos cerrados-. En este
páramo no hay Tiempo, hay sólo Eternidad. Pienso a veces que si volviéramos
atrás, el pueblo habría desaparecido, la gente no habría nacido todavía, las cosas
“DRAGÓN” estarían cambiadas, los castillos no tallados aún en las rocas, los maderos no
cortados aún en los bosques; no preguntes cómo sé; el páramo sabe y me lo dice.
Ray Bradbury Y aquí estamos los dos, solos, en la comarca del dragón de fuego. ¡Que Dios nos
ampare!
La noche soplaba en el escaso pasto del páramo. No había ningún otro
-¡Si tienes miedo, ponte tu armadura!
movimiento. Desde hacía años, en el casco del cielo, inmenso y tenebroso, no
-¿Para qué? El dragón sale de la nada; no sabemos dónde vive. Se
volaba ningún pájaro. Tiempo atrás, se habían desmoronado algunos pedruscos
desvanece en la niebla; quién sabe a dónde va. Ay, vistamos nuestra armadura,
convirtiéndose en polvo. Ahora, sólo la noche temblaba en el alma de los dos
moriremos ataviados.

17
Enfundado a medias en el corselete de plata, el segundo hombre se -Me detuve una vez; no encontré nada. No me gusta detenerme en este
detuvo y volvió la cabeza. páramo. Me pone la carne de gallina. No sé que siento.
En el extremo de la oscura campiña, henchido de noche y de nada, en el -Pero atropellamos algo.
corazón mismo del páramo, sopló una ráfaga arrastrando ese polvo de los relojes El tren silbó un buen rato; el hombre no se movió.
que usaban polvo para contar el tiempo. En el corazón del viento nuevo había Una ráfaga de humo dividió la niebla.
soles negros y un millón de hojas carbonizadas, caídas de un árbol otoñal, más -Llegaremos a Stokel a horario. Más carbón, ¿eh, Fred?
allá del horizonte. Era un viento que fundía paisajes, modelaba los huesos como Un nuevo silbido, que desprendió el rocío del cielo desierto. El tren
cera blanda, enturbiaba y espesaba la sangre, depositándola como barro en el nocturno, de fuego y furia, entró en un barranco, trepó por una ladera y se perdió
cerebro. El viento era mil almas moribundas, siempre confusas y en tránsito, una a lo lejos sobre la tierra helada, hacia el norte, desapareciendo para siempre y
bruma en una niebla de la oscuridad; y el sitio no era sitio para el hombre y no dejando un humo negro y un vapor que pocos minutos después se disolvieron en
había año ni hora, sino sólo dos hombres en un vacío sin rostro de heladas el aire quieto.
súbitas, tempestades y truenos blancos que se movían por detrás de un cristal
verde; el inmenso ventanal descendente, el relámpago. Una ráfaga de lluvia
anegó la hierba; todo se desvaneció y no hubo más que un susurro sin aliento y
los dos hombres que aguardaban a solas con su propio ardor, en un tiempo frío. EL TERRIBLE ANCIANO
-Mira… -murmuró el primer hombre-. Oh, mira, allá. H. P. Lovecraft
A kilómetros de distancia, precipitándose, un cántico y un rugido: el
dragón. Fue la idea de Ángelo Ricci, Joe Czanek y Manuel Silva hacer una visita
Los hombres vistieron las armaduras y montaron los caballos en silencio. al Terrible Anciano. El anciano vive a solas en una casa muy antigua de la Calle
Un monstruoso ronquido quebró la medianoche desierta y el dragón, rugiendo, se Walter, próxima al mar, y se le conoce por ser un hombre extraordinariamente rico
acercó y se acercó todavía más. La deslumbrante mirilla amarilla apareció de a la vez que por tener una salud extremadamente delicada… lo cual constituye un
pronto en lo alto de un cerro y, en seguida, desplegando un cuerpo oscuro, lejano, atractivo señuelo para hombres de la profesión de los señores Ricci, Czanek y
impreciso, pasó por encima del cerro y se hundió en un valle. Silva, pues su profesión era nada menos digno que el latrocinio de lo ajeno.
-¡Pronto! Los vecinos de Kingsport dicen y piensan muchas cosas acerca del
Espolearon las cabalgaduras hasta un claro. Terrible Anciano, cosas que, generalmente, lo protegen de las atenciones de
-¡Pasará por aquí! caballeros como el señor Ricci y sus colegas, a pesar de la casi absoluta
Los guanteletes empuñaron las lanzas y las viseras cayeron sobre los certidumbre de que oculta una fortuna de incierta magnitud en algún rincón de su
ojos de los caballos. enmohecida y venerable mansión. En verdad, es una persona muy extraña, que al
-¡Señor! parecer fue capitán de veleros de las Indias Orientales en su día. Es tan viejo que
-Sí; invoquemos su nombre. nadie recuerda cuándo fue joven, y tan taciturno que pocos saben su verdadero
En ese instante, el dragón rodeó un cerro. El monstruoso ojo ambarino se nombre. Entre los nudosos árboles del jardín delantero de su vieja y nada
clavó en los hombres, iluminando las armaduras con destellos y resplandores descuidada residencia conserva una extraña colección de grandes piedras,
bermejos. Hubo un terrible alarido quejumbroso y, con ímpetu demoledor, la bestia singularmente agrupadas y pintadas de forma que semejan los ídolos de algún
prosiguió su carrera. lóbrego templo oriental. Semejante colección ahuyenta a la mayoría de los
-¡Dios misericordioso! chiquillos que gustan burlarse de su barba y cabello, largos y canosos, o romper
La lanza golpeó bajo el ojo amarillo sin párpado y el hombre voló por el las ventanas de pequeño marco de su vivienda con diabólicos proyectiles. Pero
aire. El dragón se le abalanzó, lo derribó, lo aplastó y el monstruo negro lanzó al hay otras cosas que atemorizan a las gentes mayores y de talante curioso que en
otro jinete a unos treinta metros de distancia, contra la pared de una roca. ocasiones se acercan a hurtadillas hasta la casa para escudriñar el interior a
Gimiendo, gimiendo siempre, el dragón pasó, vociferando, todo fuego alrededor y través de las vidrieras cubiertas de polvo. Estas gentes dicen que sobre la mesa
debajo: un sol rosado, amarillo, naranja, con plumones suaves de humo de una desnuda habitación del piso bajo hay muchas botellas raras, cada una de
enceguecedor. las cuales tiene en su interior un trocito de plomo suspendido de una cuerda,
-¿Viste? -gritó una voz-. ¿No te lo había dicho? como si fuese un péndulo. Y dicen que el Terrible Anciano habla a las botellas,
-¡Sí! ¡Sí! ¡Un caballero con armadura! ¡Lo atropellamos! llamándolas por nombres tales como Jack, Cara Cortada, Tom el Largo, Joe el
-¿Vas a detenerte? Español, Peters y Mate Ellis, y que siempre que habla a una botella el pendulito
de plomo que lleva dentro emite unas vibraciones precisas a modo de respuesta.
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A quienes han visto al alto y enjuto Terrible Anciano en una de esas singulares retraso. ¿Habría muerto el anciano antes de revelar dónde se ocultaba el tesoro, y
conversaciones, no se les ocurre volver a verlo más. Pero Ángelo Ricci, Joe habría sido necesario proceder a un registro completo? Al señor Czanek no le
Czanek y Manuel Silva no eran naturales de Kingsport. Pertenecían a esa nueva y gustaba esperar tanto a oscuras en semejante lugar. Al poco, llegó hasta él el
heterogénea estirpe extranjera que queda al margen del atractivo círculo de la ruido de unas ligeras pisadas o golpes en el paseo que había dentro de la finca,
vida y tradiciones de Nueva Inglaterra, y no vieron en el Terrible Anciano otra cosa oyó cómo alguien manoseaba desmañadamente, aunque con suavidad, en el
que un viejo achacoso y prácticamente indefenso, que no podía andar sin la herrumbroso pastillo, y vio cómo se abría la pesada puerta. Y al pálido resplandor
ayuda de su nudoso cayado, y cuyas escuálidas y endebles manos temblaban de del único y mortecino farol que alumbraba la calle aguzó la vista en un intento por
modo harto lastimoso. A su manera, se compadecían mucho del solitario e comprobar qué habían sacado sus compañeros de aquella siniestra mansión que
impopular anciano, a quien todos rehuían y a quien no había perro que no ladrase se vislumbraba tan cerca. Pero no vio lo que esperaba. Allí no estaban ni por
con especial virulencia. Pero los negocios, y, para un ladrón entregado de lleno a asomo sus compañeros, sino el Terrible Anciano que se apoyaba con aire
su profesión, siempre es tentador y provocativo un anciano de salud enfermiza tranquilo en su nudoso cayado y sonreía malignamente. El señor Czanek no se
que no tiene cuenta abierta en el banco, y que para subvenir a sus escasas había fijado hasta entonces en el color de los ojos de aquel hombre; ahora podía
necesidades paga en la tienda del pueblo con oro y plata españoles acuñados dos ver que era amarillos.
siglos atrás. Las pequeñas cosas producen grandes conmociones en las ciudades
Los señores Ricci, Czanek y Silva eligieron la noche del once de abril para provincianas. Tal es el motivo de que los vecinos de Kingsport hablasen a lo largo
efectuar su visita. El señor Ricci y el señor Silva se encargarían de hablar con el de toda aquella primavera y el verano siguiente de los tres cuerpos sin identificar,
pobre y anciano caballero, mientras el señor Czanek se quedaba esperándolos a horriblemente mutilados -como si hubieran recibido múltiples cuchilladas- y
los dos y a su presumible cargamento metálico en un coche cubierto, en la Calle horriblemente triturados -como si hubieran sido objeto de las pisadas de muchas
Ship, junto a la verja del alto muro posterior de la finca de su anfitrión. El deseo de botas despiadadas- que la marea arrojó a tierra. Y algunos hasta hablaron de
eludir explicaciones innecesarias en caso de una aparición inesperada de la cosas tan triviales como el coche abandonado que se encontró en la Calle Ship, o
policía aceleró los planes para una huida sin apuros y sin alharacas. de ciertos gritos harto inhumanos, probablemente de un animal extraviado o de un
Tal como lo habían proyectado, los tres aventureros se pusieron manos a pájaro inmigrante, escuchados durante la noche por los vecinos que no podían
la obra por separado con objeto de evitar cualquier malintencionada sospecha a conciliar el sueño. Pero el Terrible Anciano no prestaba la menor atención a los
posteriori. Los señores Ricci y Silva se encontraron en la Calle Walter junto a la chismes que corrían por el pacífico pueblo. Era reservado por naturaleza, y
puerta de entrada de la casa del anciano, y aunque no les gustó cómo se reflejaba cuando se es anciano y se tiene una salud delicada la reserva es doblemente
la luna en las piedras pintadas que se veían por entre las ramas en flor de los marcada. Además, un lobo marino tan anciano debe haber presenciado multitud
retorcidos árboles, tenían cosas en qué pensar más importantes que dejar volar de cosas mucho más emocionantes en los lejanos días de su ya casi olvidada
su imaginación con manidas supersticiones. Temían que fuese una tarea juventud.
desagradable hacerle soltar la lengua al Terrible Anciano para averiguar el
paradero de su oro y plata, pues los viejos lobos marinos son particularmente
testarudos y perversos. En cualquier caso, se trataba de alguien muy anciano y
endeble, y ellos eran dos personas que iban a visitarlo. Los señores Ricci y Silva
eran expertos en el arte de volver volubles a los tercos, y los gritos de un débil y
más que venerable anciano no son difíciles de sofocar. Así que se acercaron
hasta la única ventana alumbrada y escucharon cómo el Terrible Anciano hablaba
en tono infantil a sus botellas con péndulos. Se pusieron sendas máscaras y
llamaron con delicadeza en la descolorida puerta de roble.
La espera le pareció muy larga al señor Czanek, que se agitaba inquieto
en el coche aparcado junto a la verja posterior de la casa del Terrible Anciano, en
la Calle Ship. Era una persona más impresionable de lo normal, y no le gustaron
nada los espantosos gritos que había oído en la mansión momentos antes de la
hora fijada para iniciar la operación. ¿No les había dicho a sus compañeros que
trataran con el mayor cuidado al pobre y viejo lobo de mar? Presa de los nervios
observaba la estrecha puerta de roble en el alto muro de piedra cubierto de
hiedra. No cesaba de consultar el reloj, y se preguntaba por los motivos del

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