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Respeto es palabra española que viene del verbo latino re-spicere que significa
mirar dos veces, mirar de nuevo, reparar en algo, mejor aún, reparar en
alguien, caer en la cuenta de mi vecino como persona, cualidad esencial que
distingue a todo ser humano. Solo quien respeta a su prójimo lo ama de veras,
porque respeto es reparar en su carácter de persona, no enredarse en cosas
secundarias que crean discriminaciones y envidias; es ir a lo esencial de la
persona, al núcleo interior, y comportarse con ella de acuerdo con ese valor
sustancial, no visible, como serían su color, su figura o sus cualidades
personales. No. El que respeta de veras a otra persona, lo hace llevado de ese
quid interno que la hace digna de que se repare en ella: su valor humano, su
valor personal. Debe ser el elemento esencial que no puede faltar en todo trato.
San Agustín decía: “Ama y haz lo que quieres”. Parodiando al santo de Hipona,
aconsejo decir: respeta y ama a todo el que trates. Primero el respeto, que no
puede faltar, luego, el amor.
Respeto entre cónyuges significa la perfección del amor, significa haber pasado
del amor físico al amor noble y espiritual, al amor que garantiza la estabilidad
de la relación conyugal. El respeto obliga al esposo a interesarse por el
bienestar de la esposa. Significa que no la va a usar, ni a irrespetar con frases
indignas, con modales bruscos, con bromas pesadas de gente vulgar. El
respeto indica la calidad del amor. El día que falte el respeto entre esposos, hay
que sacar tarjeta amarilla: señal de peligro, de que hay ‘mal juego’ en el amor,
y de que la tarjeta roja va a aparecer muy pronto.
Exíjales a sus hijos tratar con respeto a las personas y las cosas: saludar al
celador, darle la mano al anciano, no botar basuras a la calle.
cenalbe@javeriana.edu.co