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Un Alto en el Camino

EL RESPETO ES EL ‘ALMA’ DEL AMOR

Alfonso Llano Escobar, S.J.

Respeto es palabra española que viene del verbo latino re-spicere que significa
mirar dos veces, mirar de nuevo, reparar en algo, mejor aún, reparar en
alguien, caer en la cuenta de mi vecino como persona, cualidad esencial que
distingue a todo ser humano. Solo quien respeta a su prójimo lo ama de veras,
porque respeto es reparar en su carácter de persona, no enredarse en cosas
secundarias que crean discriminaciones y envidias; es ir a lo esencial de la
persona, al núcleo interior, y comportarse con ella de acuerdo con ese valor
sustancial, no visible, como serían su color, su figura o sus cualidades
personales. No. El que respeta de veras a otra persona, lo hace llevado de ese
quid interno que la hace digna de que se repare en ella: su valor humano, su
valor personal. Debe ser el elemento esencial que no puede faltar en todo trato.
San Agustín decía: “Ama y haz lo que quieres”. Parodiando al santo de Hipona,
aconsejo decir: respeta y ama a todo el que trates. Primero el respeto, que no
puede faltar, luego, el amor.

Si el respeto significara reparar en una cualidad física de la persona que veo,


por ejemplo su figura, su belleza, su arreglo, más que respeto sería curiosidad,
interés personal. El respeto va a lo esencial de la persona. Por eso el respeto
me exige no reparar en aspectos secundarios sino en lo esencial de la persona:
su dignidad.

Respeto entre cónyuges significa la perfección del amor, significa haber pasado
del amor físico al amor noble y espiritual, al amor que garantiza la estabilidad
de la relación conyugal. El respeto obliga al esposo a interesarse por el
bienestar de la esposa. Significa que no la va a usar, ni a irrespetar con frases
indignas, con modales bruscos, con bromas pesadas de gente vulgar. El
respeto indica la calidad del amor. El día que falte el respeto entre esposos, hay
que sacar tarjeta amarilla: señal de peligro, de que hay ‘mal juego’ en el amor,
y de que la tarjeta roja va a aparecer muy pronto.

Quien aprendió a respetar no hace distinciones en el trato, distinciones que no


vienen del respeto sino de la discriminación superficial, que repara en las
diferencias accidentales, como el color de la piel o la sencillez del oficio que
desempeña. El conductor y el celador prefieren el respeto al sueldo. De sobra
que este cuenta, pero cuando viene sin el respeto, el conductor, el celador, la
muchacha de la cocina no se sienten a gusto y andan pensando en cambiar de
jefe. El respeto es el mejor pago, el mejor reconocimiento de la dignidad de la
persona, es el ‘alma’ del amor.

También las cosas merecen respeto, si se entiende por tal, el cuidado en el


manejo de ellas: no ser brusco, no dañarlas, no malgastarlas. Un bello libro del
teólogo alemán Hans Urs von Balthasar se titula precisamente: “Respeto con
las cosas”. Tal respeto revela la calidad de la persona. Una puerta hay que
cerrarla con cuidado. Un libro hay que tratarlo con delicadeza para que dure y
pueda ser leído por muchos. Hay que guardar las cosas de la naturaleza. No
arrojar basuras a la calle significa altura y calidad de ciudadano. Respetar los
parques, las calles, las paredes es signo de cultura. Las paredes de casas y
muros de edificios en Bogotá dan muy mal aspecto por razón de gente sin
respeto ni cultura que las llena de grafitis de mal gusto, para los cuales debiera
haber sitios señalados por la autoridad. Ensuciarlos con signos y figuras de
color, es señal de poca altura, de falta de respeto a la ciudad. Si trata bien las
cosas, seguramente que tratará todavía mejor a las personas.

Exíjales a sus hijos tratar con respeto a las personas y las cosas: saludar al
celador, darle la mano al anciano, no botar basuras a la calle.

cenalbe@javeriana.edu.co

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