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ENRIQUE VIII

SE DESLIGÓ DE LA RELIGIÓN CATÓLICA

Enrique VIII fue uno de los detonantes del cisma anglicano (serie de acontecimientos ocurridos
en Inglaterra en el siglo XVI que culminaron con la separación de la Iglesia de Inglaterra y la
Iglesia católica y con la emancipación de la autoridad papal). Desligado de Roma, el rey pasó a
ser cabeza de la Iglesia de Inglaterra, disolvió las órdenes religiosas e incautó sus bienes.

IMPUSO SU PROPIA RELIGIÓN Y GOBERNÓ SEGÚN EL CREÍA CONVENIENTE

El Acta de Supremacía creó una Iglesia anglicana desligada de la católica y sometida a la


autoridad real, aunque sin renunciar a los dogmas y condenando las doctrinas reformadas
(Acta de los Seis Artículos, 1539). Pero si bien esta Iglesia fue al principio tan sólo cismática, no
heterodoxa, no tardaría en distanciarse del dogma y en acercarse al luteranismo.

La hegemonía del monarca sobre la Iglesia sería el firme fundamento sobre el que se asentó
una nueva era. La monarquía se enriqueció con los beneficios obtenidos con la venta de los
bienes eclesiásticos (en 1539 fueron disueltas las órdenes religiosas e incautados todos sus
bienes), lo que abrió una etapa de prosperidad económica que favoreció una naciente
industrialización y condujo a la creación de una poderosa flota marítima, base del posterior
poderío militar y comercial.

HITLER

¿ERA HITLER EL SUPERHOMBRE DE NIETZSCHE?

El panorama de fondo que nos sirve para sostener esto es el irraionalismo que defendió
Nietzsche. Quizás en pocos personajes históricos se haya encarnado de un modo tan brutal
como en el lider del nazismo. Pero si nos paramos a comentar algunos de los conceptos más
importantes de Nietzsche vemos que las piezas también encajan. Para empezar, podríamos
fijarnos en la voluntad de poder: es claro que Hitler la tuvo, que trató de llevar su ámbito de
influencia tan lejos como pudo, y que en ningún caso la razón pudo actuar como freno a su
ambición, a lo que su instinto y su voluntad le dictaban. Y otro tanto de lo mismo ocurre si nos
fijamos en esa vida al margen de la moral y de la religión que propone Nietzsche: también en
este sentido se podría decir que Hitler asume la propuesta del Así habló Zaratustra. El nihilismo
llevado a su máxima expresión (algo que después Hannah Arendt denominaría la "banalidad del
mal") y además un nihilismo dominador, activo, que no se asusta ante la falta de sentido. Estas
expresiones reflejan de un modo correcto la personalidad del líder del nacionalsocialismo
alemán, que despreciaba también la debilidad, la mediocridad, la compasión.

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