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Por esta razón, al momento de proyectar el espacio público, se debe comprender antes las
diferentes lógicas urbanas para crear tejidos compatibles con las disposiciones corrientes de las
ciudades, y que acojan no solo las formas arquitectónicas actuales y las heredadas de la historia,
sino también lo que no consideramos parte de la cultura arquitectónica.
El espacio público, incluyendo las infraestructuras y los equipamientos, puede ser un importante
mecanismo de redistribución e integración social. Depende como se conciban las grandes
operaciones urbanas, las cuales pueden ser creadoras de centralidades donde antes no había
nada, facilitando más movilidades, favoreciendo la visualización y la aceptación ciudadana de
barrios olvidados o mal considerados en la medida en que se tengan en cuenta estos objetivos y
no únicamente los específicos u originarios. Por ejemplo, en un centro histórico no es lo mismo
hacer un gran museo, un gran estacionamiento o poner un policía, que plantear de forma paralela
el museo, la animación cultural y comercial de la zona, programas de ocupación de los jóvenes
del entorno y espacios de transición equipados en relación con el entorno.
Los responsables políticos y los funcionarios toman decisiones sectoriales sobre áreas
residenciales o actividades económicas, sobre circulación o diseño de vías y espacios públicos,
provocando divisiones entre lugares relacionados, sin conocer o sin preocuparse de los efectos
sobre el tejido urbano y los usos sociales que facilita o obstaculiza. Y a menudo sin haber puesto
los pies en los lugares afectados.
Tal como lo afirmó Kevin Lynch, los ciudadanos viven la trama urbana como un hecho "natural"
y cada uno tiene su trama subjetiva: la forma de la ciudad según sus trayectos cotidianos. Pero
actualmente, fuera del círculo de especialistas, no se analiza ni se debate sobre formas y tramas
urbanas. Algunas cuestiones que plantea Borja son:
Estos factores facilitan la integración del espacio público con las dinámicas sociales de los
diferentes colectivos que alberga.
En la ciudad, para hacer ciudad, no conviene aislar las calles. Pueden haber áreas y calles
peatonales pero teniendo cuidado para no contribuir a la marginalidad o al “museismo” urbano,
las calles tienen que ser accesibles también para los vehículos, aunque tampoco se han de
considerar que todas las vías anchas han de servir para atravesar la ciudad.
Tener criterio para distinguir y tratar de forma diferente las calles ordinarias, pasajes,
avenidas, bulevares, autopistas, etc.
Garantizar su uso polivalente tanto como espacio público y su accesibilidad como la
articulación con la red viaria de la ciudad
Lo cual también es válido para las plazas, los entornos o espacios de transición vinculados a
grandes equipamientos y parques urbanos.