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Estudios Culturales Mapas de poder ve? Una arqueologi ~ del espacio argentino Jens Andermann BEATRIZ VITERBO EDITORA tor “og wo opsena ‘onbrog “nua yo 408 » sed wxoye oxofoTa TEP TATHIN, Sis ofturone po £ ‘omsrieuesp op ware ns spaze opufep vy oatormez ZBedsop to sabe “oyeressqo oN -sopiquas so] eaxodury anb wuate B99] F< Teeote op opefodsep osuouray ‘ounojroure feds ja :zeBny ns uo tondis eye9 9p s0quatto[® sof sopoy ‘opunang op [eandneut VTEDSS BL gp rondcop soy axjenoWiuisa gown ‘exoqU op 99nI9 OAR O86 UL xedva jop #8o1o 2sans vy ap osyuduat ye opusty pogo ‘ednred ef erovy eqeyosetr odzono rut proezitare wl ap opwnnn [9 Zod “Guat 2 20d opranpioa “aqufera nyIsidse Ty "Uo2dery ep "Y oxpeg Bop owas Touttove euro jap eurnid Uf © opiqep ‘2270dpNT? 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Estrada fie uno de loé primers viajeros criollos a tierras americanas, y uno de los primeros argentinos decimondnicos que se planteaban el viaje al interior como tun proyecto estético, como ‘una empresa destinada a producir impresiones Kiterarias, escritura, empresa que se habia reservado, hasta la fecha, la “vanguardia capi talista” de viajeros ingleses contratedos por las grandes companias de transporte y comercio, Para el patriciado eriollo, en cambio, el via- Jie europeo todavia constitufa un equivalente periférico y deferente del viaje de exploracién que protagonizaban en todos los mérgenes del planeta cientificos, militares y aventureros de los centros impe- Hales. El relato del viaje interior se modelizaria, pues, sobre la ma ‘wiz de otras dos narrativas: los relatos en donde viajeros europeos miden las lejanfas del mundo, y los relatos del viaje europeo, las na- rrativas de viajes educativos por paisajes de cultura. Es cruzando las, reglas y convenciones de ambos géneros que los viajeros al interior van encontrando el tono y la mirada para convertir también las Ila- nuras argentinas en espacios de expansién de esa cultura itinerante. La de Estrada es, pues, otra escritura inicial, una letra que se sitia fresite 6, més bien, entre dos escrituras distintas sobre y desde la dis- tania: en este sentido, contarnos cémo aprovecha el viaje en tren para leer el Viaje de Alareén es otro acto de autorizacién discursiva, ‘una busqueda de filiacién espiritual, aun cuando el cuerpo quie mar. cha'hacia la pampa parece indicar un rumbo contrario. El medallén narrativo de Estrada pone en escena el abismo entre los dos viajes: | libro me trazaba ua camino luminoso. Cuando leiraba los ojos fjos en 41, contemplabs aldeas blancas y risuesae, voredas guarnecidas de edificios, bosques frondosos, jardines perfumados, ciudades populosas, muchedambres agrupadas en templos y plazas; escuchaba discursos, cantas, aplautos, ride de méquinas y de trenes; aspiraba el aliento caliente de la industria, la at mésfers brillante de las academias y de los coliseos; veie al hombre pasar y epasar bajo los pérticos de las aduanas y de las bolsas; percibia la actividad 102 | t Prestreches de aquellas fronteras para contener Inla hursena, agiteds, des. tud y saturacién, todo lo contrario del espacio de caror de una “ola humana” que media entre la lecture a arribando los primeros flujos significatifos de inmigrantes— ap hace contemplar. Conviene recordar qué para un esoriter arge: por alto los antecedentes americands del romanticisme ¢: a (ST; 23), 0 gritande en plena sierra nombres quer loe pare Via, por supuesto— “2 la buena suerte de nuestros mejores pieye tos.” (ST: 32)

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