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Compañerazgo y Francmasonería: fusiones y confusiones

Los tres primeros grados de la francmasonería tienen los mismos nombres que se
usaban anteriormente, en las comunidades de oficio de la mayoría de países de
Europa, para designar los tres estados sucesivos de sus miembros: aprendiz,
compañero y maestro. Este hecho, unido a la reivindicación de la Orden masónica
de ser continuidad orgánica de las logias medievales de talladores de piedra
(masones, en el sentido antiguo del término), es el origen de algunas confusiones,
sobre todo en lo relativo al parentesco entre la francmasonería especulativa y los
compañerazgos de oficios, sobre todo en Francia.
El problema de saber si la francmasonería especulativa es o no verdadera
continuación de las logias británicas de talladores de piedra, actualmente no tiene
respuesta absolutamente cierta. Ningún documento permite afirmarlo, pero el
hecho mismo de que tradiciones y símbolos provengan, de hecho, de estas logias
no permite negarlo. En realidad, el verdadero problema reside más bien en la
cuestión de las modalidades y motivaciones que hayan podido llevar, sea a la
transformación de la masonería operativa en francmasonería especulativa, sea a la
apropiación, por parte de esta última, de un marco propio que haya servido de
soporte a su dimensión especulativa. Es un tema muy complejo, que continúan
debatiendo los historiadores de la francmasonería, y cuyos aspectos no han sido
totalmente explorados.
Como quiera que sea, al llegar a Francia, la francmasonería se encontró con
organizaciones de oficios que estaban en el apogeo de su vitalidad: Compañeros
del Deber y otras sociedades de compañerazgos presentes en le tour de France.
Dichas sociedades practicaban ritos iniciáticos durante la recepción del aspirante
al rango de Compañero, grado único pero que se solía dividir en dos estados:
Compañero Recibido y Compañero Realizado (esta segunda parte de la recepción
tenía lugar, generalmente, seis meses después de la primera, plazo consagrado a la
instrucción en el compañerazgo). La mayoría de estas sociedades reconocían como
fundador a Maestro Santiago, un tallador de piedra que habría trabajado en la
obra del templo de Salomón, según una versión de su leyenda, o en la de las torres
de la catedral de Orleans, según otra versión. Carpinteros, techadores y yeseros
eran, por su parte, “hijos” del Padre Soubise, colega de Maestro Santiago (o en
Jerusalén o en Orleans). Hijos de Maestro Santiago e hijos del Padre Soubise
integraban el Deber, mientras que los Compañeros “extranjeros” talladores de
piedra y las sociedades “no del Deber” o “de Libertad” (más tarde, “del Deber de
Libertad”), formadas en su origen por carpinteros y cerrajeros
llamados Gavots (escisión de los del Deber) –a los que se añadieron, en el
transcurso del siglo XIX, los carpinteros “Indianos” (escisión de los del Deber)-
reconocían como único fundador al rey Salomón.
Se conoce muy mal la historia de estas sociedades. Sus mismas leyendas son poco
fiables, ya que se reldactaron tardíamente (1839), en una época en que se les
mezclaron elementos heterogéneos. Los compañerazgos sólo emergen en la
historia documental hacia mediados del siglo XVI, pero se puede razonablemente
suponer que parte de ellos, sobre todo los de los oficios de la construcción
(talladores de piedra, carpinteros, ebanistas y cerrajeros), descienden muy
directamente de organizaciones creadas por constructores de catedrales góticas y
que los fundamentos de la organización del compañerazgo se remontan al menos a
comienzos del siglo XIII. Encontramos aquí un medio y una época idénticos a
aquéllos de los que la francmasonería británica pretende descender.
Si las lagunas documentales no permiten establecer la existencia de relaciones
orgánicas entre los compañerazgos continentales y las logias operativas británicas
(aunque están documentados viajes de maestros masones franceses a Inglaterra y
otros lugares), es, sin embargo, cierto que, muy pronto, probablemente desde los
años 1730, ciertos Masones y ciertos Compañeros se preguntaron si había un
vínculo de parentesco entre sus respectivas organizaciones, y esto incluso cuando
numerosos Masones especulativos aristócratas o burgueses consideraban a las
gentes del oficio como de demasiado baja condición como para admitirles en logia.
Esto es más que probable en lo que se refiere a los Compañeros talladores de
piedra de ambos ritos –hijos de Salomón (los Extranjeros) e hijos de Maestro
Santiago (losViajeros), pues parte de ellos continuaban su carrera como
arquitectos, ingenieros, contratistas, etc, es decir, pertenecían a las categorías
socioprofesionales que eran reclutadas por las logias. Su simbología presenta tan
grandes similitudes con la de la francmasonería, que no se quedan en el
entrecruzamiento de compás, escuadra y regla, ni en herramientas como el nivel o
el mallete y el cincel, sino que tocan igualmente símbolos “especulativos” como la
esfera armilar, símbolo vitruviano documentado entre los Compañeros Viajeros
talladores de piedra de París desde 1726.
Sin embargo, en lo que se refiere a instrumentos de geometría y herramientas del
oficio, esta semejanza formal únicamente muestra que ambas organizaciones se
fundan, real o simbólicamente, en la talla de piedras. En cuanto a los demás
símbolos ligados a la arquitectura y a las ciencias, como la esfera armilar, su uso se
encontraba demasiado generalizado desde el siglo XVI, especialmente, en
frontispicios de libros y marcas de impresores, como para permitirnos sacar
conclusiones acerca de filiaciones históricas (señalemos, sin embargo, que esto da
fe del interés especulativo, en gran parte de Europa, por la arquitectura, tras el
descubrimiento de la obra de Vitruvio en 1486).
Hay que subrayar, igualmente, el hecho de que, desde finales del siglo XVIII pero
sobre todo desde comienzos del siglo XIX, las sociedades de compañerazgo
tuvieron acceso a la mayor parte de leyendas, ritos y símbolos de la
francmasonería, que les sirvieron en gran medida para escribir o reescribir sus
propios rituales. Si esto da como resultado la afiliación de Compañeros a logias
masónicas –documentada desde antes de la Revolución de 1789-, hay que tener en
cuenta el papel jugado por las publicaciones impresas, con ayuda de las cuales
podían los “profanos” conocer “secretos” de la Masonería. Satisfechos de poder dar
a sus sociedades apariencia de respetable antigüedad, los Compañeros extrajeron
de aquí, sin escrúpulo alguno, materiales para enriquecer sus tradiciones.
La importancia y la facilidad de esta “contaminación” podrían explicarse por la
relativa proximidad que habrían tenido ambas tradiciones, compañerazgo y
masonería. Pero esta proximidad es muy hipotética en el caso de algunos antiguos
ritos de recepción al compañerazgo, de los que tenemos conocimiento, sobre todo
por la Resolución de la Sorbona de 1655, que se refiere a talabarteros, zapateros,
cuchilleros, sombrereros y sastres. Las variantes aquí son numerosas, pero todas
se articulan alrededor de episodios de la vida de Cristo, más especialmente de la
Pasión. Lo mismo ocurre con las antiguas sociedades forestales, como los Buenos
Primos Carboneros o Leñadores: se trata de iniciaciones profundamente cristianas
y es tardíamente y por influencia de la francmasonería cuando se introducen
elementos que permiten creer ulteriormente en un origen común con ésta.
En todo caso, hay que dejar claro que francmasonería y compañerazgos son
organizaciones netamente distintas, que hunden sus raíces (históricas o ideales) en
el hecho mismo del papel fundamental que conceden al oficio, en un sustrato
cultural en gran parte común y en el que el templo de Salomón ocupa plaza de
arquetipo ineludible.
FUENTE: este post es traducción del artículo “Des confusions entre compagnonnage et franc-
maçonnerie“, de la más que interesante web que se puede consultar haciendo clic aquí.

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