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Córdoba, una ciudad de letras y de diversas caras, donde se podía respirar el aire
peculiar de millones de libros, un sitio tan apasionado por el conteo de páginas, tanto
así, que sesenta mil libros eran publicados anualmente, una cifra bastante explicativa,
además, enormes cantidades de personas trabajando para ellos; calígrafas concentrados
en los manuscritos, discípulos preparando el papel y artesanos fabricando pergaminos.
Todo un rompecabezas. Bibliotecas por doquier, las calles eran como un laberinto de
obras; desde los griegos, Aristóteles, libros de teología hasta grandes volúmenes como
“Collar único” (escrito por Ibn Abd Rabbihi) una enciclopedia que recoge grandes
textos; desde la guerra y los caballos hasta la magia y los chistes.
Entre dos de las bibliotecas más importantes de Córdoba, se encontraban Califa e Ibn
Futais , ambos personajes dueños de estas, el segundo, era un hombre avaricioso que
buscaba conseguir a toda costa aquellos manuscritos que no poseía para hacerlos parte
de su tesoro, que de hecho, no compartía con nadie, pues prestar sus libros, era
sinónimo de insulto.
Por otro lado, el texto cita autores como Julián Ribera y Tarrago (Filólogo, arabista y
musicólogo español) el cual hace contraste entre las mujeres inmersas durante todas sus
vidas en las letras, la caligrafía y los libros, los cuales eran objetos de status y de valor
ante la sociedad. Por una parte, estaban aquellos que podían obtener fácilmente un
volumen totalmente desconocido solo por satisfacer el ego y otros que por falta de
dinero no podían calmar su sed de querer adentrarse y conocer más en el mundo de las
letras.
Córdoba, era entonces una ciudad donde se respiraba arte, las enciclopedias alimentaban
la vista del lugar, de hecho, Ibn Rabbihi concordó lo siguiente: “El acto de escribir se
parece al de la creación, porque al fin y al cabo el mundo es el resultado de la escritura
divina ” además, “ la caligrafía es la geometría del espíritu”. “También es el arte más
Stefania Vásquez Duque Abril-25-2019
Con todo y lo anterior, las herramientas del calígrafo y sus quehaceres son de por sí ya
actos solemnes, pues estos consistían en prácticas misteriosas, por ejemplo, las palabras
y los números eran escritos en una meza de arena y polvo para que estos pudieran
perdurar. En suma, la utilización del pergamino y de su decadencia con el tiempo, se
llegó a la innovación del papel; la simbología de sus colores, el proceso que se seguía
para dejar plasmada las letras en este por medio del cálamo, han hecho desde entonces
el arte de las artes.
De oriente (Bagdad) surgían todos los utensilios donde se cristalizaba el arte; el papel,
la seda, la sabiduría, los libros, pues entonces los árabes se acomodaban en Córdoba y
enseñaban sus disciplinas. En cambio, de occidente, arribaban desde el tenebroso
océano temibles piratas (Machus o magos, llamados así por los árabes) con el fin de
acorralar a las personas e intimidar las ciudades. De occidente al norte, donde estaban
los rum, cristianos y politeístas. Oriente, era entonces la tierra creada por Dios y
habitada por profetas, la cuna del arte y la interpretación de los sueños. Por ende, son
lugares imprescindibles para entender la escritura en su mayor extensión.
En ultimas, otro personaje que vale la pena mencionar, el cual fue importante para
Córdoba, Al-Hakam al-Mustansir billah, “el señor de los libros”, su mano era alada por
Dios, la guerra la convertía en paz , poseía en demasía oro y cuatrocientos mil libros.
Esta ciudad entonces tenía personajes con desenfrenadas obsesiones por las bibliotecas,
tanto Ibn Rabbihi como Al-Hakam, tenían en común el ansia de querer saber todo lo
que los libros revelaban. A medida del tiempo, desafortunadamente, este lugar pasó de
ser una ciudad de letras a un lugar donde las llamas y la guerra civil se apoderaron de
millones de libros, estantes y entre ellas, la biblioteca de Mustansir billah, pues después
de quemarse, resultaron a cambio cuarenta mil monedas de oro.