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04/05/2019
Hace algún tiempo, fui a ministrar a una prisión en Texas E.U. Aquella tarde,
cuando comencé a ministrar, les hice dos preguntas a los presos: "¿Cuántos de
ustedes tienen a sus padres o abuelos en prisión?", y "¿Cuántos de ustedes
tienen hijos o nietos que se han metido en problemas con la justicia?" Cerca del
cien por ciento de los presos levantaron la mano como respuesta a ambas
preguntas.
Enseñé sobre las maldiciones de familia, y oramos para romper esas
maldiciones. Habían establecido una red con cuatrocientos mil presos más de
todos los Estados Unidos, para que éstos también pudieran oír el mensaje.
Cuando nos íbamos, el director de la cárcel nos dijo: "Nunca podíamos hallar la
razón. Esta enseñanza sobre las maldiciones de familia es la respuesta que
hemos estado buscando". Ciertas familias tienen sus características; ciertas
ciudades las tienen, y también ciertos estados, naciones y etnias las tienen. Pero
necesitamos comprender que no tenemos por qué aceptar las características
negativas. No tienen por qué perseguirnos durante el resto de nuestra vida. Las
podemos romper.
Cuando John F. Kennedy Jr. murió en un accidente de avión, todas las revistas
y los periódicos hablaban de la "maldición de los Kennedy". Esto es algo que se
puede romper con la Palabra de Dios y por el poder de la sangre de Jesús. Estas
tragedias no se produjeron porque los Kennedy fueran malas personas, sino
debido a algo que cayó sobre ellos. La iniquidad, o maldición, fue transferida de
generación en generación. Pero Jesús quiere liberar a esa familia para siempre.
Aunque esta situación es extrema, nos muestra que la realidad de la
transferencia de espíritus, y la realidad de que la iniquidad pasa de una
generación a la siguiente, no sólo se hallan en la Biblia, sino que se encuentran
por todas partes en la vida misma. Necesitamos mirar nuestra propia vida y
preguntarnos:
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¿Qué está haciendo que piense y me conduzca de una manera que no agrada
a Dios? ¿Qué está haciendo que actúe violentamente con mis hijos sin razón
aparente? ¿Por qué da la impresión de que no puedo retener ningún trabajo por
un buen tiempo? Es hora de romper la maldición que haya en nuestra vida de
una vez por todas, y caminar en la libertad que nos proporcionó Jesús por medio
de la cruz.
La solución del mundo a las tentaciones y los problemas es comprender el
principio espiritual de la causa y el efecto. Sin comprender el poder de Jesús y
de su sangre, podemos decir que no hasta que nos quedemos morados, y seguir
fallando todo el tiempo. Necesitamos comprender la verdad que nos hace libres.
En nuestro caso, Jesús murió por nuestros pecados en la cruz, pero también por
medio podemos caminar en ese perdón y quedar libres de la maldición del
pecado. Ambos machos cabríos representan la obra redentora de Jesucristo.
Había dos machos cabríos, porque Jesús derramó su sangre para que nosotros
no sólo fuéramos perdonados con respecto a nuestro pecado, sino también
sanados de la iniquidad interior, las magulladuras y las heridas del pecado
generacional que nos lleva a perpetuar los pecados de nuestros antepasados.
Mateo 12: 43-45 RV
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desierto, en busca de un sitio donde descansar. Quedamos limpios de nuestro
pecado, y la causa de la maldición espiritual huye a ese lugar desierto, pero
regresa en busca de una puerta abierta
Yo veo suceder esto en muchas familias cristianas. Una persona sale de un estilo
de vida lleno de pecado, recibe la salvación, y entra en el ministerio o se involucra
en su iglesia; después, cría a sus hijos en la iglesia. Entonces, cuando los hijos
llegan a la adolescencia, salen a hacer las mismas cosas que solían hacer los
padres, sólo que mucho peores. Nosotros nos quedamos estupefactos y
preguntamos: "¿Qué sucedió? ¿Qué anda mal? Nuestros hijos fueron criados en
la iglesia, pero están haciendo exactamente lo mismo que hacíamos nosotros
antes de ser salvos". Esto se debe a que barrimos la casa, pero no cerramos la
puerta por medio de la sangre de Jesús, al no darnos cuenta de que teníamos
que romper esa maldición de familia.
Si usted acostumbra a decir, o si oye que alguien dice: "De tal palo, tal astilla",
aplíquele a esto la sangre de Jesús. Nada puede cruzar donde está la sangre.
En el tabernáculo antiguo hecho de piedra y mortero, el sacerdote usaba la
sangre de un cordero para hacer expiación por el pueblo de Dios, pero aquella
respuesta era temporal. Hoy en día, usted es el tabernáculo de Dios, y la sangre
del Cordero ha sido derramada una vez y para siempre a fin de perdonar su
pecado y romper la maldición.
Cuando Jesús les preguntó a sus discípulos qué decían de Él los hombres, ellos
le respondieron que pensaban que tal vez Él fuera Juan el Bautista, o Jeremías,
o Elías. Entonces Jesús les preguntó: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?"
Mateo 16: 15 RV. Inmediatamente, Pedro le respondió: "Tú eres el Cristo, el Hijo
del Dios viviente" Mateo 16: 16 RV. Me parece estar viendo a Pedro mientras
se golpeaba la frente con la palma de la mano, como si se hubiera acabado de
dar cuenta de quién era Jesús en realidad.
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La palabra "Cristo" no es sólo un título. Tampoco es el segundo nombre de
Jesús. "Cristo" define quién era Jesús, según el Antiguo Testamento. Observe
que Pedro no dijo: "Tú eres el Salvador", o "Tú eres el Rey de reyes", aunque
Jesús sea ambas cosas. Lo que dijo fue: "Tú eres el Cristo", que significa
literalmente: "el Mesías, el Ungido".
En segundo lugar, su unción también destruye el yugo. Por eso Jesús dijo:
"Cuando comprendan la verdad, no sólo van a ser libres, sino que van a ser
realmente libres. No sólo les voy a quitar la carga del pecado, que es la muerte,
sino que también voy a romper el yugo de pecado, que es la maldición". Todo lo
que usted tiene que hacer es reclamar esta verdad por medio de Jesucristo y de
su unción. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros
pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros
curados. Isaías 53: 5 RV
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Isaías 1: 18 RV dice: "Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve
serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como
blanca lana". La palabra "grana" habla de algo "doblemente sumergido, o
doblemente teñido... doblar, o hacer algo dos veces".
Cuando Dios nos dice que la sangre de Jesús nos limpia, significa que somos
doblemente sumergidos. Somos perdonados, pero también somos liberados de
la iniquidad. Vamos al cielo, pero también somos sanados en nuestro interior,
para que podamos llevar una vida pura, santa y justa sobre la tierra. Tenemos el
poder necesario para resistirnos al pecado y llevar una vida santa. Tenemos el
poder necesario para resistirnos a la ira, la violencia, las drogas y la depresión.
Cualquiera que hayan sido nuestros pecados; por profundamente manchada que
esté nuestra vida, la sangre de Jesús no se limita a cubrir todo esto, sino que lo
lava. Y Jesús no sólo lava el pecado, sino que también lava la consecuencia de
nuestro pecado, que es la muerte. Tenemos vida eterna. Las heridas sangran en
el exterior, y las rebeliones son los actos externos. Así que cuando la Biblia dice
que Jesús fue herido por nuestras transgresiones, esto significa que la sangre
que Él derramó en la exterior lava nuestra vida de todo pecado. Él es el que
elimina nuestras cargas. Cuando fue molido, fue molido en el interior para lavar
ese espíritu de maldición. Él es también el destructor de yugos. Fue herido por
nuestras transgresiones, y también fue molido por nuestras iniquidades. Él es el
que quita las cargas y destruye los yugos. Él lo lava todo en el exterior y nos
hace libres en el interior.
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nuestra vida. Jesús, el Cristo, ha quitado la carga y quebrantado el yugo.
No importa que usted esté sufriendo por una maldición que es consecuencia de
algo que usted mismo haya hecho, o que se debe a algo que hayan hecho sus
antepasados. El Cristo que quita las cargas y destruye los yugos vino para
hacerlo libre. Ya usted no tiene que pagar más las consecuencias de esa
maldición. Puede vivir en las bendiciones, en la libertad de la redención y en la
restauración de Dios para usted y su familia.