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ÉTICA Y
EDUCACIÓN
TRUJILLO-PERU
Abril 2013
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Maestría en Educación
Curso: Ética y Educación
DECANO:
Jaime Manuel Alba Vidal
Doctor en Educación
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Maestría en Educación
Curso: Ética y Educación
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Maestría en Educación
Curso: Ética y Educación
CONTENIDO
INTRODUCCION 6
PRESENTACION 7
PAUTAS PARA EL MANEJO DEL MATERIAL AUTOINSTRUCTIVO 8
SILABO 9
DESARROLLO DEL CONTENIDO 14
Sentido de la Ética 16
La Moral 18
La Reforma Protestante 23
EI Proyecto ilustrado 24
Las Morales Inmanentes 24
EI Utilitarismo 26
EI Emotivismo 28
Las Morales del deber 28
EI Pragmatismo 30
EI Relativismo Moral 31
La Moral del Superhombre 32
Derecho y Moral 33
Las seudo-Morales Violentistas 35
EI Caos Moral Contemporáneo 36
La Moral no tiene sucedáneos 38
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Maestría en Educación
Curso: Ética y Educación
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Maestría en Educación
Curso: Ética y Educación
INTRODUCCION
Quienes hemos optado por dedicar nuestra vida, o gran parte de ella a la formación
de personas, en los diferentes niveles educativos, estamos constantemente en la palestra,
por lo que nuestras actitudes y comportamiento son ahora el mejor agente formativo. Sin
embargo, como constructores de una nueva civilización, ya no basta con las buenas
intenciones, ni tampoco observar cómo el mundo contemporáneo parece imponer modas y
costumbres que no favorecen el desarrollo humano ni tampoco el desarrollo social.
Si, como producto del desarrollo de este curso, hemos sido capaces de mirarnos a
nosotros mismos y a nuestro alrededor con una actitud franca y sincera, tratando de
mejorar nuestra actuación personal y de reforzar nuestras convicciones, entonces
habremos dado un paso significativo en nuestro desarrollo profesional y docente, el cual
tendrá ciertamente un impacto altamente formativo en nuestro entorno personal, familiar,
educativo y social.
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Maestría en Educación
Curso: Ética y Educación
PRESENTACION
¡Estimado alumno!
¡Éxitos en su estudio!
El equipo pedagógico
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Curso: Ética y Educación
En esta parte se le dará algunas orientaciones para el manejo del material auto
instructivo, las cuales les permitirán llevar con éxito su proceso de estudio.
El estudio del curso a través del material auto instructivo se ha previsto en tres
semanas. Se le sugiere que el tiempo de dedicación diaria sea de tres horas, considerando la
lectura del material así como el desarrollo de las actividades propuestas.
Por último le recomendamos que para la lectura del material utilice las diferentes
estrategias de aprendizaje (subrayado, resúmenes, esquemas, mapas conceptuales, etc.).
Estas le permitirán comprender los aspectos teóricos desarrollados.
Si tiene alguna duda o dificultad puede consultar al tutor del curso: Mg. Roberto
Saldaña Milla, rsaldanam@upao.edu.pe, quien le ayudará y brindará las orientaciones
necesarias para el éxito de su estudio.
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Curso: Ética y Educación
SILABO DE
ETICA Y EDUCACION
1. DATOS INFORMATIVOS:
2. MARCO DE REFERENCIA:
3. OBJETIVOS GENERALES:
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Curso: Ética y Educación
4. PROGRAMACIÓN ACADÉMICA:
- Objetivos específicos:
Reflexionar sobre la Moral trascendente e inmanente, sus fundamentos e
implicaciones en la actuación personal y social del ser humano.
Analizar y comparar las diversas concepciones de Moral y abstraer
determinados referentes para ir construyendo una ética profesional en el
ámbito de influencia de cada docente.
- Contenidos :
Fundamentos de la Ética.
Doctrinas éticas.
Las morales de occidente.
- Objetivos específicos:
- Contenidos:
- Objetivos específicos:
Conceptualizar y descubrir los criterios y elementos de la moralidad de un
acto humano.
Identificar y analizar un código básico de ética que pueda ser comprendido
en su fundamentación filosófica y científica.
Analizar el tema de la Virtud, su sentido y cómo se puede aplicar en el
ámbito profesional contemporáneo.
Ejercitarse en la práctica de los juicios éticos, mediante el estudio y
aplicación de casos específicos que deberán ser tomados de la propia
experiencia como docente o profesional.
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Curso: Ética y Educación
Contenidos:
5. METODOLOGÍA.
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Curso: Ética y Educación
7. BIBLIOGRAFÌA
ENLACES EN LA WEB
• www.onlineethics.org
• Center for Ethics in the Professions
http://www.uprm.edu/etica
• MarkkulaCenter for Applied Ethics
http://www.scu.edu/SCU/Centers/Ethics/
• National Institute for Engineering Ethics
http://www.niee.org
• Institute for Global Ethics
http://www.globalethics.org
• Ethics Book Online
http://www.et.byu.edu/~terryr/ethics/
• ACI PRENSA
http://www.aciprensa.com
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Fundamentos de la
Ética
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Curso: Ética y Educación
UNIDAD 1
FUNDAMENTOS DE LA ÉTICA
1. Objetivos:
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2. Contenidos:
FUNDAMENTOS DE LA ÉTICA
DOCTRINASÉTICAS:
LAS MORALES DE OCCIDENTE
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Curso: Ética y Educación
I. FUNDAMENTOS DE LA ETICA
1. SENTIDO DE LA ÉTICA
Lo ético es algo que tiene que ver con los valores, considerar algo un valor, valioso, es el
término de la operación de valorar, que implica un cierto juzgar, sopesar, tasar, En este
sentido amplio cabe hablar de lo valioso o del valor como de algo positivo o negativo,
aunque, en un significado más estricto, por valioso se suele entender lo positivamente
valioso.
Por otra parte, el uso de esas y de otras expresiones del mismo tipo indica que hay,
reconocidamente, valores éticos. Esos valores se refieren a las acciones humanas
propiamente dichas. Por acciones humanas, en sentido propio, se entienden aquellos
actos del hombre que están basados en un suficiente conocimiento de causa y en el
ejercicio de la libertad. Por tanto, no son susceptibles de valoración ética los actos que
implican una ausencia de conocimiento o los que se ejecutan sin la suficiente libertad. Hay
que tener en cuenta que la ausencia de conocimiento y de libertad -en los dos casos en
sentido grave- es algo relativamente poco frecuente. Cuando se presenta se debe a
circunstancias o estados extraordinarios: enfermedad mental, hipnosis, injerencia de
drogas, tortura, miedo grave y casos similares. En los usos ordinarios de la vida, las
acciones humanas proceden de un conocimiento nunca perfecto pero suficiente, y de una
libertad condicionada por muchos factores pero en definitiva libre.
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Curso: Ética y Educación
Esto es lo que se quiere decir en el lenguaje ordinario cuando se afirma que un acto
humano es voluntario. Los actos voluntarios son más o menos perfectos, según la mayor o
menor advertencia, pero son queridos conscientemente de un modo directo o indirecto. Se
llama acto voluntario indirecto al que no se pretende por sí mismo, pero que es
consecuencia de otro que sí se desea en sí mismo.
El acto voluntario indirecto tiene especial importancia en los problemas éticos. Por
ejemplo: ¿es ilícito producir morfina aunque se sepa que alguien puede hacerse con
ella y usarla no con fines médicos sino como droga, es decir, en dosis no
terapéuticas? Algunos de los casos más conocidos de ética empresarial son una
aplicación del voluntario indirecto.
Se encontrará una coincidencia significativa en afirmar que engañar, mentir, robar, difamar
son acciones negativas, éticamente hablando. Eso supone que se considera que decir la
verdad, respetar la propiedad ajena, respetar el buen nombre ajeno son valores éticos. La
lista podría alargarse, pero bastan esos ejemplos para darse cuenta de que al hablar de
ética y de valores éticos se hace referencia a algo con lo que se cuenta, o algo que, de
algún modo, está ahí.
Y, además, está ahí como comportamiento corriente, normal. Casi todo el mundo piensa
que puede ser juez en temas éticos y el lenguaje ordinario está lleno de apreciaciones
éticas.
La ética no es un tema académico. Tampoco lo es, como se verá, la ética profesional.
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Curso: Ética y Educación
Habiendo definido la ética, corresponde entonces definir lo que es la moral. Para ello se
presentan los capítulos II y III del trabajo de Rafael Estartús (1995), quien plantea el tema
de la moral en los siguientes términos:
2. LA MORAL
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La moral natural se basa en la naturaleza del hombre (que es un ser tan natural como los
animales y las plantas); el hombre es, evidentemente, un proyecto de la naturaleza, algo a
medio hacerse que espera ser terminado: igual que una semilla es un proyecto natural de
árbol, aunque puede frustrarse por no llegar nunca a hacerse un árbol; también el hombre
necesita completarse a sí mismo, desarrollarse, pues tiene una finalidad natural escrita en
todas sus venas y en todos sus tejidos, un ansia de perfección y de felicidad que espera
su cumplimiento.
La naturaleza quiere algo del hombre, el cual ha de averiguar qué cosas debe hacer para
seguir lo que ella desea, obedeciendo así un imperativo que le viene de las propias
fuentes de su existencia (1).
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Curso: Ética y Educación
Cualquier moral que no sea represiva más bien desmoraliza, pues da ventajas al que la
vulnera inteligentemente. Esa moral sería, paradójicamente, una moral inmoral.
Como dice un proverbio griego, "a nadie hay que alabar como feliz antes de su muerte".
Para juzgar la vida, hay que tenerla presente toda entera. Esta afirmación se hace desde
el punto de vista del espectador absoluto, o de otro modo no tiene ningún sentido (4).
Leonardo Polo compara las morales trascendentes con el cuento de Caperucita Roja.
Caperucita recibe un encargo de su mamá: llevar una cesta con pan y miel a la abuelita.
Esta última es la beneficiaria del encargo (no la propia Caperucita, quien sin embargo
mejorará como persona si cumple ese deber). Hay que atravesar el bosque donde habita
el lobo feroz (el encargo a cumplir es arduo, presenta dificultades).
"Si no hay quien encargue, no hay tarea para la libertad nativa. Si alguien no acepta el
encargo, no hay sujeto libre. Si no hay adversario, la cosa no tiene gracia, y si no hay
beneficiario, no tiene sentido" (5).
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Aristóteles (siglo IV a.C.) escribió la Ética a Nicómaco y la Ética a Eudemo. Ambas son los
primeros estudios sistemáticos conocidos de moral natural.
La naturaleza ha hecho al hombre un animal social: quiere que viva en sociedad. Pues el
hombre tiene el don de la palabra, y, como la naturaleza no hace nada en vano, el hombre
está destinado a ser animal social. Ello exige la práctica de algunas virtudes, que
Aristóteles estudia con penetración y detalle. La moral aristotélica coincide, en buena
parte, con la moral revelada: podríamos decir que es como su sombra. Pero Aristóteles
comete errores: no asigna naturaleza humana a los esclavos, los cuales no son, según él,
sujetos de moral.
La moral natural aristotélica exige que el hombre obre de acuerdo a la recta razón. Por
consiguiente, no debe abandonarse a sus instintos, pues éstos, por su propia constitución,
han de subordinarse a la facultad más noble del hombre que es la inteligencia.
El destino puede hacer sin embargo, que la felicidad del hombre no sea posible, incluso
sin ninguna culpa suya: cuando le asigna la esclavitud, la fealdad, el bajo nacimiento o la
falta de progenie. Ninguna virtud puede hacer frente a esas desgracias (6).
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Cada individuo tenía necesidad de las virtudes apropiadas para realizar bien su papel; y
también habilidades (podríamos decir cualidades técnicas), que no se diferenciaban,
desde su punto de vista, de las virtudes: la valentía, la capacidad para la amistad, la
fidelidad, y también la astucia y la fuerza física. La condición de esclavo y de vencido no
se diferenciaban mucho de la condición de muerto.
Además de no estar sustentada en una teoría coherente, esta moral tenía grandes
lagunas respecto a la moral cristiana. En la primitiva ley medieval germánica, por ejemplo,
el asesinato es un crimen sólo si se mata en secreto. Cuando una persona conocida mata
públicamente a otra persona conocida, la respuesta apropiada es la venganza a cargo de
un pariente. La moralización de la sociedad medieval descansa en la creación de
categorías generales de lo bueno y lo malo -y además un código legal- capaces de
reemplazar los vínculos y fracturas de un paganismo más antiguo (7).
Desde su conversión al cristianismo, en la Edad Antigua o primeros siglos de la Edad
Media, hasta el siglo XII, en que la sociedad tenía costumbres mucho más aceptables
desde el punto de vista del Evangelio, los intelectuales (casi todos eclesiásticos) se
ocuparon de la organización social y moral. Pero había muchos obstáculos:
"El paganismo con que lucharon los estudiosos... era parte de ellos mismos y de su propia
sociedad" (8).
"Vista retrospectivamente, la ordalía (o juicio de Dios) parece superstición a muchos
autores modernos, pero cuando se introdujo por primera vez su función fue precisamente
colocar en un contexto público y cósmico, de una manera completamente nueva, los males
de la vida privada y local" (9).
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Las virtudes antiguas tenían que ser reinterpretadas y reestructuradas. La caridad no tiene
equivalente, ni siquiera remoto, en Aristóteles. El mal es, en el cristianismo,
consecuencia de la mala voluntad humana, nunca de la inevitable jugarreta del
destino.
Santo Tomás muestra que la moral aristotélica, con correcciones de detalle, es muy
compatible con la moral revelada, y se puede integrar fácilmente en ella.
Una labor similar a la de Santo Tomás realizan el judío Maimónides y el mahometano
Averroes: la moral aristotélica es también compatible con el judaísmo y con el Islam: no en
vano esas tres religiones tienen creencias básicas en parte idénticas.
LA REFORMA PROTESTANTE
Lutero (1483-1546) y Calvino (1509-1564), entre otros de menor importancia, rechazan la
autoridad de la Iglesia Católica, y la Tradición que la acompaña: según ellos, la Sagrada
Escritura es suficiente para conocer la Revelación divina. Cada persona puede encontrar
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por sí misma la verdad, simplemente leyendo la Biblia. No admiten, por tanto, que los
libros sagrados tengan valor en un contexto y una tradición, en la que han sido escritos y
de la que reciben su autoridad y su interpretación. La moral cristiana se hace más
subjetiva en el protestantismo, se fracciona en interpretaciones múltiples que no tienen la
fuerza que les da, en el catolicismo, el Magisterio del Papa y de la Iglesia.
Además, los reformadores rompen lanzas contra Aristóteles ("Ese bufón que ha
confundido a la Iglesia", dice Lutero). Según ellos, la razón humana está tan pervertida por
el pecado original, que la única fuente válida de verdad religiosa (y moral) es la revelación,
la fe; postura que le conoce como "fideísmo". Según este planteamiento, todo intento de
armonizar razón y revelación es una corruptela.
EL PROYECTO ILUSTRADO
Los filósofos siguientes (a excepción de una corriente aristotélico tomista, que nunca ha
desaparecido, aunque no ha estado de moda), acentúan si cabe esa des finalización. Para
Kant, la causa final (y todas las demás causas) es una condición subjetiva del
conocimiento, sin representar nada real y objetivo, nada fuera de la mente.
Para Hume, las causas son también un artificio mental para relacionar sensaciones.
Y cosa similar sucede con las restantes corrientes "de avanzada" del pensamiento
occidental.
Eliminada la ética aristotélico tomista, había que hacer, desde las coordenadas del
movimiento ilustrado, la ética "de la razón". Esta ética era muy deseada, pues se
comprendía claramente que, si bien el hombre como individuo podía contentarse con la
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moral de su propia religión, la sociedad necesitaba una moral básica compartida, como la
que (con mejor o peor aproximación en la práctica) había tenido antes.
La tarea parecía sencilla. La moral que se esperaba era conocida, o al menos así se
suponía: se estaba en el caso de un alumno que tiene que resolver un problema cuya
solución está indicada al final del libro: la ética racionalista o iluminista sería muy parecida
a la moral cristiana; no lo dudaron ni Hume, ni Diderot, ni Kant, ni Schopenhauer...
Pero la metafísica del iluminismo se reveló totalmente ineficaz para sustentar ninguna
ética (al menos en el sentido antiguo de "normatividad" o de "obligatoriedad").
Si no hay finalidades naturales, si el ojo no ha sido hecho para ver, menos se podía
considerar al hombre como un ser funcional. En este contexto, el hombre no debe hacer
nada por obligación: es autónomo, autosuficiente, ya es maduro y emancipado.
Así es imposible definir el bien y el mal en el sentido profundo de las morales
trascendentes.
Los filósofos iluministas han intentado deducir éticas de su propia filosofía, una y otra vez;
para caer por fin en la cuenta de que la única posibilidad que tienen es la de elaborar
simulaciones de moral: cambiar y devaluar el significado de las palabras “bien”, "mal",
"naturaleza" y "deber".
Podría pensarse que la ética se puede deducir por sentido común, sin pretensiones de alta
ciencia. Así se hace a veces, Y se puede resolver más o menos discretamente un
problema concreto.
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Pero el sentido común, la forma de pensar de la gente sencilla, mejor dicho, el uso
espontáneo y sin recelos del equipo o dotación natural para conocer que se nos ha dado al
nacer, también ha sido desacreditado por la modernidad. "Si hiciéramos caso del sentido
común, todavía pensaríamos que la tierra es plana", se nos dice. Podríamos objetar que,
sin sentido común, no podríamos saber tampoco que es esférica. El sentido común se
puede equivocar, porque no es infalible. La refutación de sus errores se puede hacer sólo
usando el mismo sentido común, con más información que la que tuvo antes. Pero si lo
rechazáramos, o redujéramos arbitrariamente su capacidad, nos sería imposible conocer
nada, y caeríamos en el escepticismo.
EL UTILITARISMO
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Curso: Ética y Educación
El primero es el gusto por la acción. Epicuro ve la acción en sus aspectos más negativos:
despierta las pasiones, turba el alma, quita la paz interior. Pero el cristianismo confirió a la
acción un valor soberano, que se puede asociar a la acción redentora de Cristo; en la
sociedad cristiana tienen prestigio todas las formas de acción buena, incluidas las más
profanas, como la política.
El segundo rasgo es el amor al prójimo. Epicuro era un parásito social. Pero para los
utilitaristas modernos, la idea de que es necesario hacer el bien a los semejantes no es
discutida, se acepta como de evidencia inmediata. Están impregnados de la tradición
moral del cristianismo (y lo exhiben mucho, pues recae sobre ellos la sospecha de
irreligión y de inmoralidad).
El utilitarismo corresponde, como hemos dicho, a una moral mínima, fácil de entender y de
practicar, y que puede dar un barniz -no despreciable- de moralidad. Se le dice al niño: "si
mientes, nadie te creerá. Si pegas a tus compañeros, nadie querrá jugar más contigo". El
utilitarismo trata a los adultos como si fueran niños: "No cometas delitos, porque puedes ir
a la cárcel". "Tengamos palabra, cumplamos lo pactado y seremos todos más felices". No
dejan de ser buenas razones, que buscan el interés propio a corto o mediano plazo.
Pero el utilitarismo no es una teoría filosóficamente bien fundada, y tampoco es capaz de
dar ningún empuje moral, ningún espíritu de sacrificio, ninguna pureza de intención.
Produce, como mucho, hombres adocenados, conformistas, y aprovechadores de
oportunidades delictivas (cuando tengan la seguridad de poder eludir el castigo social).
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EL EMOTIVISMO
Los ingleses Moore y Stevenson, en los siglos XIX y XX, establecieron que los juicios
morales no son más que expresión de las preferencias personales; al contrario que
los juicios fácticos, que expresan hechos independientes de nuestros gustos (13). Decir
"esto es bueno", sería lo mismo que decir "yo apruebo esto, hazlo tú también", o decir
"¡viva esto!".
El significado de un juicio moral seria, pues, diferente de su uso: significa realmente una
preferencia, y se usa como si fuera una obligación (simulando otras morales más antiguas,
las de la trascendencia; simulación que es una tentativa de manipulación del prójimo, por
si alguno, poco informado, se impresiona). El emotivismo es pues, un utilitarismo
psicológico.
Su influencia ha sido grande, y conocidos personajes vieron en él una liberación de las
presuntas alucinaciones de Aristóteles, de Jesucristo... y del temor al infierno (14). Sin
embargo, destrozado por las críticas, ha sido desechado.
Si estamos dispuestos a aprovechar lo poco o mucho que el emotivismo tenga de
aprovechable, podemos observar que una persona sensata y virtuosa, espontáneamente
vibra con el bien: por eso es bueno consultar al sentimiento, antes de formar un juicio
moral. Pero la última palabra para juzgar un acto la tiene la conciencia, o sea la razón, a la
luz de unos principios que no suministra ni puede suministrar el emotivismo.
También es verdad, desgraciadamente, que muchas personas usan los juicios morales
como un disfraz de sus preferencias personales (o de sus intereses más rastreros),
lo cual ha sucedido siempre y seguirá sucediendo; pero este abuso no quiere decir
que toda la moral sea subjetiva.
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Kant enumera tres máximas básicas que le impone su razón, y que él supone universales,
obligatorias para todo hombre:
1. "Obra de tal manera que la máxima de tu voluntad pueda valer como principio de
legislación universal". O sea, que los demás hombres puedan obrar igual que tú sin
que seas discriminado. Ya lo había dicho Jesucristo: "Haz a los demás lo que quieras
que ellos te hagan a ti".
3. "Obra de tal manera que trates a los demás como un fin, y no como un medio". Es
una manera de expresar la dignidad de nuestros semejantes: no debemos usarlos
como meros medios para conseguir nuestros fines; siempre debemos pensar en el
bien de los demás.
De estas máximas Kant deduce fácilmente toda su teoría moral (15). Los resultados que
obtiene (no es una casualidad, es justamente lo que busca) coinciden con la moral
cristiana, en la que Kant ha sido educado con rigor desde su más tierna infancia.
Kant demuestra que la máxima "cumple tus promesas", es coherente con las tres
anteriores, y pasa un filtro, una prueba lógica kantiana de validez; mientras que la que dice
"no cumplas tus promesas a menos que te convenga", no pasa la prueba.
Sin embargo, según Mclntyre, la máxima (que Kant repudiaría) "Cumple tus promesas,
excepto una sola vez en la vida", también se puede validar igual. Y así sucede con buen
número de proposiciones moralmente repudiables. El razonamiento de Kant en ese punto
deja mucho que desear.
La moral del deber de Kant ha sido refutada desde poco tiempo después de su
publicación, y abandonada. Aun así ha tenido y sigue teniendo una gran influencia. Sus
bases son endebles: el deber que, según él, ordena con imperio a todo hombre (el llamado
"imperativo categórico"), procede de las convicciones religiosas luteranas y puritanas
heredadas por Kant, y no es ni universal ni evidente. Y aunque lo fuera, ¿Por qué hay que
obedecerle?
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Según Kant, un acto no es moral más que cuando se hace por deber. Una limosna dada
por amor al prójimo, no tendría valor moral ninguno, y menos aún si se hace con gusto.
Además de sostenerse en el aire, la moral de Kant es inhumana.
EL PRAGMATISMO
Respecto a la moral, si se pregunta ¿es lícito robar?, en buena ley el pragmatista debería
responder: sí, cuando es útil. Y siempre es útil, al menos para el ladrón, con tal de que no
lo descubran. El pragmatista tratará, en forma no convincente, de mostrar un panorama
más amplio: el robo no es útil a la comunidad. Pero incluso eso puede tener muchas
excepciones. Y ¿Por qué hay que pensar en la comunidad?
No hay que confundir al pragmatista con el pragmático, que es quien encuentra soluciones
oportunas rápidamente. Ser pragmático es una cualidad deseable, que naturalmente
exige, para ser realmente una cualidad buena, la adhesión a la moral verdadera y, por
tanto...no pragmatista.
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EL RELATIVISMO MORAL
El escepticismo se encuentra en todas las civilizaciones envejecidas (en China, India o
Grecia, como en Occidente actual). Nace cuando al entusiasmo sucede el desencanto: no
se ha logrado lo que se pretendía.
Unas sociedades protegen con ardor la vida de los niños, ancianos y minusválidos. Otras
los matan cuidadosamente. Las dos prácticas tienen en sí el mismo valor moral: el valor
real lo crean las circunstancias, las necesidades del caso concreto. Las buenas
costumbres serían las costumbres habituales. Las malas costumbres las no habituales.
Nada de luchar contra corriente: el conformismo es la regla básica de la moral. La moral se
basa en la sociología.
Aunque repudiemos esa forma de pensar, no hay que deducir de ello que la sociología o
ciencia de las costumbres no tenga ningún valor. Lo tiene, y puede ser un valioso auxiliar
de la ética... pero no un sustitutivo de la misma.
Contribuyen al relativismo las distintas variantes del cientificismo (no sabemos nada
confiable excepto lo que indican las ciencias experimentales); los científicos y técnicos son
los únicos autorizados a hablar de moral y a dictar reglas, que serán por ejemplo la
conservación del medio ambiental, o el control de población, o los medios para no sufrir....
El técnico es el verdadero moralista.
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Curso: Ética y Educación
Hay que decir que muchas veces es bueno, y hasta moralmente necesario, hacer
conjeturas sobre los resultados futuros de nuestras acciones. No siempre es posible, no
siempre es conveniente: podría hacer que la conciencia se viera conducida a un agobiante
juego de ajedrez, previendo las consecuencias de sus jugadas. Las consecuencias buenas
futuras sólo nos permiten elegir entre algo bueno y algo mejor. Lo malo nunca se debe
hacer, aunque se puedan prever consecuencias buenas.
El relativismo moral impregna los espíritus de nuestro tiempo, los medios de comunicación,
los espectáculos, el comportamiento de los universitarios y los profesionales. Es más una
actitud que una doctrina coherente. Se expresa constantemente en fórmulas abstractas
que se presentan como absolutas, y sirve de pretexto para todas las concesiones morales
(16).
Federico Nietzsche (1844-1900) se dio perfecta cuenta de que las éticas en circulación
(las que él conocía; no trata nunca el caso de la moral natural aristotélico-tomista)
simulaban un fundamento objetivo (o trascendente), pero eran en realidad expresiones de
la voluntad del sujeto, de su conveniencia o del azar. En cinco aforismos rápidos,
ocurrentes y demoledores, destruye de un plumazo el proyecto moral de la ilustración (17).
"Mi moral sólo puede ser la moral que mi voluntad ha creado: no hay sitio para ficciones al
estilo de los derechos humanos, o el mayor bienestar para el mayor número" (18).
Toda moral es el disfraz de una voluntad de poder, excepto la propia moral de Nietzsche,
que no oculta nada, que es simple y llana voluntad de poder sin máscara ninguna.
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Nietzsche es el filósofo moral por excelencia de nuestra época; sus premisas están
presentes tanto en las sociedades burocráticas como en los irracionalismos proféticos de
izquierda o derecha (nazismo, comunismo...) (19). Su “moral” está muy arraigada en el
medio contemporáneo, y por ello no es extraño que la manipulación impere en el mundo,
no ya como una debilidad, sino como un derecho; cabe esperar que en la sociedad
occidental sigan apareciendo "superhombres" de vez en cuando (al estilo de Hitler o
Stalin); y que en la vida diaria, los grandes dirigentes, los gerentes de la sociedad, los
gobernantes y los burócratas traten de dirigir a su antojo, por medio de la simulación y el
engaño, diciendo la verdad en la medida de lo indispensable, a la masa aborregada. La
moral del superhombre es la moral de la selva, inteligentemente disfrazada.
Nietzsche ganó la batalla filosófica; y la ganó porque los contendores con que disputaba
eran sólo los filósofos de las morales de la inmanencia. Su victoria es la prueba de que
esas morales son un fracaso. Y la propia moral del superhombre es, al fin y al cabo, una
moral más como las que Nietzsche, con tanto acierto, desautoriza. Su mayor lucidez no la
redime de ser tan arbitraria, tan vacua y tan sin fundamento como las demás.
Dice McIntyre: "Después de tres siglos de filosofía moral y uno de sociología, todavía falta
cualquier enunciado coherente o creíble del punto de vista ilustrado" (20).
DERECHO Y MORAL
Para los positivistas jurídicos las leyes definen lo moral y lo inmoral, al menos en la vida
pública. Es decir, si emanan de la autoridad legítima, las leyes humanas no deben
subordinarse a nada extraño a ellas.
Para los iusnaturalistas, en cambio, las leyes dictadas por el estado no deben oponerse a
la moral natural, y si lo hicieran, no serían válidas ni deberían ser obedecidas.
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Un caso especial de leyes positivas son los códigos deontológicos elaborados para
distintas profesiones, generalmente por los respectivos Colegios profesionales. Un buen
código puede ser una gran ayuda, pero no suple a unas convicciones éticas sólidas: el
código siempre es interpretado y adaptado a los casos particulares, y la selección de
reglas que hace quien lo aplica nunca puede ser aséptica, mecánica: siempre está muy
fuertemente influida por sus convicciones (o por su falta de convicciones).
Pero en los dos casos no se ha dado ninguna razón válida para fundamentarlos. Son
expuestos en forma axiomática (pero sabemos que los axiomas no existen por sí mismos,
hay que apoyarlos en algo o están vacíos).
Se ha objetado que, del hecho de que una proposición no pueda ser demostrada, no se
sigue que sea falsa. "Lo que es cierto. Pero podría servir igualmente para defender
presunciones sobre los unicornios y las brujas" (23).
La ley que dan los gobernantes es "una ordenación de la razón, dirigida al bien común, y
promulgada por quien tiene autoridad" (Santo Tomás, "SummaTheologiae", I II, q. 90, a4).
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De la razón: no del capricho; dirigida al bien común: no puede dirigirse al bien particular;
promulgada: para que tenga fuerza obligatoria. La ley debe ser también posible de cumplir,
honesta o que no se oponga a la ley natural, justa porque guarde las debidas proporciones
(unos impuestos exorbitantes pueden ser efecto de leyes injustas).
Hay que distinguir, pues, entre legalidad y legitimidad. Una ley ilegítima, por ser injusta, no
puede tener fuerza obligatoria, incluso pueden los súbditos rebelarse para no cumplirla. En
otro caso, la ley debe ser obedecida no sólo por temor al castigo, sino por las exigencias
de la moral natural (y la cristiana).
El comunismo, el anarquismo y los terroristas, comparten una "moral" en la que el fin (la
instauración de una sociedad perfecta en el futuro) justifica cualquier medio (incluido el
asesinato fríamente calculado). ¿Cómo ha podido llegarse, en nuestro propio siglo, a una
aberración tal?
Según opiniones muy autorizadas (24), la moral de la violencia es una perversión del
cristianismo: se ha perdido la fe en Dios y en la vida eterna, pero se sigue "creyendo" en
un paraíso, ya no después de la muerte y en la vida futura de cada hombre, sino en
nuestro mismo mundo, y en un tiempo futuro. Esta caricatura del Cielo 'justifica'' cualquier
acto que sirva para facilitar el advenimiento de la nueva sociedad. El fin justifica los
medios.
En el fondo, esta lógica no es diferente de la que dice que, para alcanzar "resultados
científicos", que permitan el mundo mejor del mañana, es lícito sacrificar embriones
humanos. O de la lógica que argumenta que debe dejarse a la mujer la decisión de
abortar, pues el niño puede ser un obstáculo para su "autorrealización".
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"Enseñar valores es contar con una imagen del mundo y del hombre" (Juan Gerardo
Garza, "Educar con los valores", Itesm, México, mayo 1993). No hay ética alguna sin
metafísica (26). Las nociones de bien, de justicia, de moralidad, necesitan una visión del
mundo que sea compatible con un orden impuesto desde fuera del mismo no bastan para
ello las filosofías idealistas, empiristas, positivistas, que simplemente socavan los
cimientos de la civilización occidental.
A la vista de este panorama, vienen a la memoria las palabras, atribuidas a Mark Twain:
"Las investigaciones de incontables comentaristas ya han hecho muy oscuro el tema, y es
probable que, de continuar así, pronto no sepamos nada al respecto".
Vemos con cierta frecuencia, en la TV, a personas que juzgan éticamente ciertos sucesos,
y, con seriedad y solemnidad muy bien estudiadas (son muy buenos actores), consiguen
(apoyándose en principios morales inexistentes), hacer que los espectadores sientan los
escalofríos de terror, la indignación ante el "mal" y los propósitos de enmienda, casi tan
bien como pudo haberlo logrado un predicador religioso de siglos anteriores, hablando de
la eternidad de las penas del infierno. Están haciendo el gran “salto" de la moral inmanente
a la trascendente, simulación que confunde al público y lo impresiona.
Vemos políticos que confiesan que, en su vida moral privada, no siguen las directivas de la
Iglesia (ni de la moral natural), porque no admiten ninguna moral represiva: nadie tiene
derecho a imponerles lo que deben hacer. Pero cuando tienen que actuar como
candidatos de un partido político, gritan "¡Vamos a moralizar! " y ya no quieren decir con
ello "hagan lo que quieran, como personas maduras, nadie les puede imponer cómo tienen
que actuar". Se dan perfecta cuenta de que, si transmitieran ese mensaje, sus seguidores
se entregarían masivamente a la depredación en cuanto llegaran al poder. Entonces
recurren a una moral represiva, la única que pueden invocar seriamente para dominar las
ansias de saqueo y conseguir un gobierno que no se cubra de deshonor. La duplicidad de
significado, consciente o no, el insensible paso del "bien" en sentido inmanente al "bien" en
sentido trascendente, está en el fondo de la mayor parte del lenguaje ético (o seudo ético)
de la actualidad.
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La civilización occidental está en una grave crisis ética. La esperanza está en la Iglesia
Católica, cuyo Catecismo reciente explica tan bien la moral tradicional puesta al día, y que
aparece más claramente cada día como la única gran reserva espiritual y moral de la
humanidad. Y en un regreso a una filosofía realista, como la de Santo Tomás-Aristóteles,
que potencie el sentido común y nos permita superar esta gigantesca crisis de ideas y de
conductas.
Los países desarrollados han conseguido su desarrollo cuando han tenido una moral
exigente, unas virtudes y una disciplina. Siguen disfrutando de un alto nivel, aún cuando
esa moral se resquebraje, porque los usos y costumbres heredados, por inercia, están aún
vigentes (si bien se van degradando). Pero los países del Tercer Mundo necesitan, ahora,
no sólo transferencias de dinero, de tecnología o de educación: necesitan sobre todo un
capital de convicciones acertadas, que permitan cimentar las virtudes personales y
colectivas para su despegue hacia el desarrollo.
Indicaremos de paso que a las convicciones morales, los ideales morales y las virtudes, se
les suele llamar también valores. Así se habla de los valores familiares, sociales, etc.; y se
dice que alguien tiene valores.
“es necesario estimular la capacidad de las personas en -el plano espiritual e intelectual-
para que puedan gobernarse a sí mismos, y por sí mismos. Sin un sistema de valores
rectos en la gente, una democracia es una reunión de locos".
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"Los principios dan coherencia a la vida del hombre y la estructuran. Sin ellos, el hombre
es sólo un amasijo de anhelos y aversiones. Si se transige en los valores, nada podrá
frenar el deslizamiento hacia un desenfrenado oportunismo. Así sucede también en el
cuerpo político. Los valores dan coherencia al gobierno y son un punto de referencia para
las relaciones de los gobernantes con el pueblo. Sin valores, el armazón ético para la toma
de decisiones se desintegra; los actos se salen de cauce, buscando, como el agua, el nivel
más bajo".
(Roma, “UNIV 93", 5 de abril de 1993).
O sea, no es posible hacer el desarrollo sin una moral teórica consistente y fiable.
CONCLUSION
Solamente son dignas de crédito, entre todas las morales en circulación en Occidente (por
no decir en el mundo), la moral cristiana (tal y como la enuncia la Iglesia Católica) y la
moral aristotélico-tomista. Las demás son un intento fallido de cimentar unas normas de
conducta que sirvan de sucedáneo a las dos primeras.
Aun así, esas seudo morales tienen aciertos accidentales (que no fundamentan
correctamente en su teoría), que pueden ayudar a encontrar soluciones correctas a
problemas morales concretos.
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UNIDAD 2
1. Objetivos:
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2. Contenidos:
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Se cuenta de un literato que, interrogado acerca de cierto pensador «que estaba muy de
moda», respondió lo siguiente: ya lo leeré cuando deje de estar de moda. Del tema que
nos ocupa puede decirse que «está de moda», al menos en una de sus manifestaciones;
está de moda hablar de ética empresarial; desde hace unos pocos años, en las escuelas
de negocios se habla de ética; alguien dirá que se habla más que se practica, o que se
habla para que se diga que se habla; pero el caso es que de esa creciente preocupación
ética en el mundo empresarial pueden extraerse abundantes consecuencias.
La ética empresarial comenzó a ponerse de moda a finales de los años setenta, gracias en
gran parte al interés de algunas corporaciones ya la docencia de unos cuantos profesores
universitarios. En los primeros trabajos, los modelos éticos más representativos que se
ofrecen a la hora de otorgar el análisis de la realidad económica son el utilitarismo y el
relativismo; es el caso de Richard de George (Kansas) o Thomas Donaldson (Loyola
University of Chicago); se parte de la idea de que generalmente todos buscamos nuestro
propio interés al actuar, y la actividad económica no es ni mucho menos una excepción; y
si buscamos la propia utilidad, la noción de qué es bueno se relativiza: la bondad pasa a
estar ligada estrechamente a las circunstancias del momento, del lugar, de la persona que
puede beneficiarse o perjudicarse. Pero bajo estas perspectivas no resulta posible definir
qué es bueno o malo de forma absoluta, universal, para todos los hombres sean cuales
sean sus circunstancias; Donaldson sugería que la ética kantiana del deber aporta una
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solución a este problema: hay cosas que debemos hacer todos los hombres, porque sí,
por sentido del deber.
Así planteados, los problemas de ética empresarial tienen tan poca solución como todos
los problemas éticos de herencia kantiana. Cuando se genera un abismo entre lo particular
y lo universal, entre el bien individual y el general, entre los intereses privados y públicos,
la única solución posible es el tira y afloja, el pacto, el equilibrio entre unas partes que
siempre están abocadas al conflicto de intereses.
Estos indicios tienen indudablemente un valor positivo; baste pensar en que los primeros
economistas, fundadores de esta ciencia, provenían del campo de la filosofía moral, y que
los períodos álgidos de la economía han estado acompañados por el examen de su
fundamento moral. Hoy, como en el siglo XVII, el individualismo va acompañado por la
reducción de la racionalidad al cálculo. Pero darse cuenta de ello ya es un avance.
La reducción de la naturaleza humana al deseo por el que cada hombre busca su propio
interés hizo que las explicaciones ilustradas que compartieron los primeros economistas
diseñaran mecánicamente la constitución de la sociedad. La mecánica social
contractualista de Hobbes, Locke o Rousseau es asumida en lo esencial por Adan Smith
quien añadió una especie de tercer contrato a los ya existentes de la sociedad y del
gobierno: el mercado.
Si todos los hombres buscan su propio interés, organizarán la vida económica de modo
que ése sea el norte de sus negocios; el problema es entonces cómo explicar la
solidaridad: cómo es posible que buscando el propio bien, sin preocuparse por el bien de
todos, los hombres estén contribuyendo al establecimiento de la sociedad. La solución
ideada por Adam Smith, y llamada «mano invisible», es el mecanismo social, una ley de la
naturaleza por la cual se alcanza el equilibrio -el bienestar social-: una especie de sistema
de fuerzas que mueve a los individuos hacia un bienestar no buscado directamente.
En nuestros días asistimos a un debate muy similar porque somos conscientes de no
haber resuelto lo principal del problema que parece imposible poder buscar ala vez el bien
propio y el de los demás; que si actuamos movidos por el interés individual, entonces
nadie se interesa de verdad por el bien social. No es que de hecho nadie se interese por el
bien común: el problema es que si todos somos radicalmente egoístas nadie puede buscar
el bien de los demás, todos estamos incapacitados para decidir cuándo algo contribuye al
bienestar social. En palabras de Adam Smith, la beneficencia se convierte en asunto
privado que nada tiene que ver con las obligaciones de justicia; dicho de otro modo, en la
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vida pública -y la economía es parte de la vida pública gracias al carácter universal del
dinero- no se exige actuar en conciencia.
El auge de los estudios éticos en las profesiones, unido al desprestigio del Estado
totalitario, quizás sirva para plantear de forma más correcta los problemas sociales; como
se preguntaba William May (University of South California), ante las responsabilidades
corporativas y sociales hay que preguntar: ¿quién decide? , ¿quién resuelve? , ¿quién es
el último responsable moral? Los problemas sociales, la construcción del bien común, del
bienestar, no estriban en un problema de cálculo sino de saber quién es el último
responsable y como ya indicó en su día la In Society for Values in Higher Education de la
Universidad de Yale esa responsabilidad corresponde a personas concretas cuyo obrar
capaz de armonizar tantas normas y circunstancias condicionantes debe ser un obrar
prudente.
Lo mejor de esta moda ética es que quienes han comenzado a hablar de prudencia,
justicia y responsabilidad han sido los propios hombres de empresa. Más que una reflexión
importada desde fuera, ha sido la necesidad de dar sentido a la propia actividad lo que ha
provocado esta explosión de publicaciones, cursos, congresos, etc. A comienzos de los
años ochenta Peter Drucker se preguntaba: teniendo en cuenta que, al fin y al cabo, la
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El choque de las preocupaciones éticas con una cultura individualista hace que las
primeras preguntas que se planteen puedan referirse a si existen algunos valores más allá
de cada sujeto; si la ética en las empresas no sería más que una consecuencia de la
moralidad privada de sus componentes. Como se preguntaba David Dill (University of
North Carolina), se trataría de saber si es posible dirigir los valores, y si éstos tendrán
consecuencias eficaces. Hasta cierto punto es explicable la preocupación acerca de si es
posible acceder al mundo empresarial cargados de valores éticos personales, pero ésa no
es la cuestión clave; si no se reconocen valores éticos en la propia actividad empresarial, o
si no se reconoce que los valores personales tienen unas exigencias determinadas en la
vida pública más allá de una supuesta moralidad privada, entonces seguiría siendo
imposible atravesar la barrera escéptica que el individualismo impone.
El dilema «o excelencia o eficacia» está mal planteado; igual que está mal planteada la
búsqueda de un equilibrio entre el comportamiento ético y el eficaz. Aparte de que la
excelencia ética se acaba traduciendo en eficacia mercantil, lo más importante es notar
que la excelencia es el principal componente de la eficacia. El hombre, en todas sus
actividades, lo más importante que alcanza al final es su propio perfeccionamiento, que le
capacita para ulteriores acciones más perfectas. Ésa es la parte más importante de los
resultados.
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Ninguna profesión está exenta de exigencias éticas; leyes que deben ser obedecidas,
salarios justos, repartos de beneficios, impuestos, respeto a la fama e intimidad,
promoción y formación del personal, calidad de los productos, publicidad y veracidad, etc.,
están presentes de una y otra forma en todas las actividades empresariales, si bien en
intensidad diferente según el tipo de profesión de que se trate.
Sin embargo, cuando lo más importante de una profesión está en saberse acerca a las
necesidades del consumidor entonces priman los aspectos de marketing, entendido en
ese amplio sentido; en las empresas informativas, educativas, o médicas, lo principal es la
capacidad de adecuarse a lo que de verdad necesita el cliente que recibe ese servicio;
algo similar ocurre también en las profesiones jurídicas, con excepción de aquellas ramas
que más se han mercantilizado. Está claro que esto no significa que la veracidad del
marketing no sea esencial en toda profesión; igual que en toda empresa informativa o
educativa existen implicaciones éticas ineludibles en el área de organización y
administración.
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Por último, si bien la financiación es una de las piedras de toque de cualquier organización
profesional, toma un protagonismo inusitado en las empresas mercantiles; además, como
se ha identificado en muchas ocasiones la ética empresarial con la ética de los negocios,
es quizás el área con una casuística más detallada: impuestos, comisiones, aranceles,
informaciones privilegiadas, salarios, participación en los beneficios, etc. Cuestiones que,
de alguna manera, pueden resumirse en la más amplia de si la situación financiera de una
organización ofrece o no una imagen fiel de lo que en realidad es y hace.
Partiendo del convencimiento de que quien desea actuar al margen de la moral jamás se
hubiera propuesto poner de moda el tema de la ética empresarial, nos encontramos con
que la solución a los problemas nunca es fácil no hay reglas de comportamiento para cada
caso concreto, precisamente porque ese caso es en cierta medida único, nuevo. Pero del
hecho de que las normas de comportamiento no desciendan a los casos particulares no se
sigue que tales normas no existan: lo que se demuestra es que no son una pura
casuística. La raíz de las decisiones complejas apunta hacia la responsabilidad de quien
se encuentra en un punto de cruce entre la prudencia y la justicia: responsabilidad,
hacerse cargo; prudencia, porque quien decide es una persona, y al decidir aplica criterios
generales aun caso particular; y justicia, porque esas decisiones, a la larga o a la corta,
tienen que ver con personas, sean pocas o muchas.
Lo más importante de las cosas que suceden en la cadena productiva no son las
cuantificables: el incremento de conocimiento, la iniciativa, la responsabilidad, el
afán de superación, la fiabilidad, la lealtad, el esfuerzo, la magnanimidad; son
valores no cuantificables que hoy por hoy suponen los resortes más idóneos para
las diversas culturas de las empresas; y sobre todo, son lo más importante porque
son lo más humano; demuestran que el hombre es un ser cuya raíz está más allá de
los valores cuantificables materiales.
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Muchas empresas suelen hacer una bandera de alguna de esas cualidades para describir
lo que denominan «su cultura»; esa comunidad de hombres que constituye la empresa no
sólo se contenta con percibir la remuneración pactada en el contrato de trabajo; necesita
una cohesión que sólo se consigue si existen líderes en todos sus niveles: personas
capaces de transmitir los fines de la empresa, y de concentrar a los hombres a su
alrededor.
Es cierto que este tipo de valores cualitativos de los que venimos hablando se fomenta
más en las profesiones y puestos de trabajo menos manuales; al menos, sobre ellos se
escribe más, desde luego; se demuestra que la realización personal puede gozar de una
creatividad mayor en la medida en que la tarea profesional es más intelectual; pero, ¿es
ése el parámetro principal de la dignidad humana? No. Un trabajo con mayor iniciativa o
con más creatividad no es necesariamente el más digno que otro; porque si así fuera
todos los trabajos gerenciales, de organización" etc., serían más dignos que los manuales.
Tiene que haber otra cualidad que defina mejor la dignidad de las profesiones; y esa
cualidad tiene que ver con la capacidad de cualquier trabajo para contribuir al bien común
y para fomentar la solidaridad social.
Puesto que la dignidad ética es una propiedad de personas, lo que hace más digna a
cualquier actividad profesionales la capacidad de quien la desempeña para colaborar al
bien más importante -el bien común-, independientemente del carácter más o menos
elevado que tenga de suyo esa categoría profesional. Porque si la decisión de fomentar
los valores cualitativos en una profesión estuviera motivada exclusivamente por el deseo
de lucro, esa decisión estaría instrumentalizada, condicionada; no sería absoluta; y su
tergiversación sería tanto más grave por haber desvirtuado el orden de los fines
personales. De forma similar, una actividad que tenga que ver directamente con los fines
de una comunidad de hombres se desvirtúa si es desempeñada buscando el provecho
personal.
Los valores cualitativos presentes en cualquier actividad profesional no son medibles
numéricamente, algo que también ocurre con la idea de felicidad a la que se refiere Vifredo
Pareto; para conocer la felicidad de una sociedad, dice Pareto, habría que cifrar la de cada
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uno de sus individuos; pero esto no es posible, lo cual le lleva a introducir su «óptimo
social»: una situación social será óptima siempre que no sea posible mejorar a un
individuo sin empeorar a otro. Este modelo social continúa siendo geométrico, y presupone
que se trata de un juego de suma cero: lo que gana un individuo, lo pierde otro. Los
valores nucleares de la dignidad humana, por el contrario, no son de suma cero: baste
pensar en que cuanta más confianza se da, más confianza se tiene.
Hemos vuelto al problema inicial: si es posible que el hombre se beneficie beneficiando a
los demás; la respuesta ya se ha ido apuntando en dos grandes manifestaciones: que lo
más importante en la actividad profesional trasciende los parámetros cuantificables, y que
la dignidad tiene que cifrarse en la capacidad para contribuir al bien común. Pero la raíz de
esas dos manifestaciones es la misma: la capacidad de trascender. Ahí radica lo más
digno, lo incondicionado, lo absoluto, de cualquier persona; y ello tiene una inmediata
traducción en su actividad profesional: una manifestación hacia adentro, y otra hacia
afuera: por un lado, las satisfacciones más hondas trascienden lo cuantificable; por otro,
puesto que toda persona es un ser que hace referencia a los demás, ese trascenderse se
muestra en que la propia actividad profesional es tanto más digna en cuanto que sirve a
los demás, en cuanto que colabora al bien común. El bien propio más profundo lo logra
buscando el bien común, el bien de los demás en lo que tienen de seres dignos y no en
cuanto seres instrumentalizados que en el futuro podrían devolver ese bien.
La ética en las profesiones tiene que ver, por lo tanto, con el núcleo del ser personal; sus
manifestaciones no son calculables matemáticamente, aunque sí que existe un más y un
menos; cualquier persona es capaz de percibir un aumento o una pérdida de confianza en
su trabajo, aunque no sea capaz de cuantificarlo con exactitud.
¿Qué operatividad tiene todo esto? Se me ocurren algunas cuestiones en las que puede
reflejarse la operatividad de un cambio de mentalidad consecuente con la dignidad de
cualquier hombre. El hecho de que las guerras sean uno de los principales motores de la
investigación tecnológica, ¿supone un planteamiento acorde con la dignidad de cualquier
vida humana?; ¿por qué está al servicio de la guerra lo mejor de las tecnologías nucleares,
de telecomunicaciones, etc.? En la cuenta de resultados, ¿cuál es el lugar más apropiado
para los salarios, el de «costes» o el de «participación en los beneficios»? Por otra parte,
si a la hora de decidir la idoneidad para un puesto de trabajo entre un varón y una mujer
no existen condicionamientos derivados de la fuerza física y sí se tiene en cuenta que las
«obligaciones familiares» de la mujer condicionarán en el futuro sus jornadas laborales
¿es ese trabajo digno de una persona humana? Es evidente que una empresa no es sólo
un lugar de cooperación entre personas, puesto que específicamente lo que la diferencia
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En las dos últimas décadas, las actitudes predominantes en la educación han cambiado de
signo. El significado y la referencia de las acciones educativas han sufrido un
desplazamiento gradual pero persistente, desde la predominancia de una perspectiva
técnica hasta la reflexión desde un enfoque moral. Los tres hitos más visibles de esta
evolución posiblemente serían:El planeamiento de la educación, Aprender a ser (E. Faure)
y La educación encierra un tesoro (J. Delors). El cambio de rumbo en la navegación de los
organismos internacionales a este respecto, y durante los últimos años, resulta innegable.
Esta transición podría ser objeto de una interesante investigación histórico-descriptiva.
Además, este proceso no solo es una lenta y pausada emergencia, sino que -en sintonía
con tantos fenómenos sociales de las dos últimas décadas- es un firme y bullicioso brotar
de lo nuevo; en este caso, de la perspectiva u orientación ética en educación. El vigor del
actual renacimiento ético se expresa, más que en la rápida velocidad, en la intensa
energía de su eclosión.
Si la orientación ética en los estudios y las prácticas sociales tiene hoy una vigencia
insospechada hace pocas décadas, la apelación a la deontología no le va a la zaga. Las
profesiones, categorías configuradoras y garantes de la excelencia personal en su
dimensión pública, especifican la referencia moral en su deontología o ética profesional.
Mediante ésta se pretende regular -e incluso ennoblecer- la práctica profesional respecto a
los destinatarios del trabajo. La referencia deontológica en su acepción más extendida es
extrínseca. La necesidad de la deontología viene determinada por los conflictos nacidos de
la misma práctica profesional en el seno de la comunidad. La intención profunda que
parece sustentar a la deontología es la necesidad de equilibrio entre derechos individuales
y colectivos. El contrapeso a los derechos obviamente son los deberes; de mismo nombre
de la materia: deón, deber».
Sin embargo, conviene recordar que, al menos etimológicamente el término deónes más
amplio. No designa sólo una acción a realizar como derivación o consecuencia de una
norma prescriptiva general; de modo más propio y radical, puede explicarse como lo que
conviene hacer. Lo que es menester hacer en orden al desarrollo del sujeto agente
particular. Esta más amplia consideración llevaría a definir la deontología –laxa, pero
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Si el ser humano, en cuanto agente moral, es contemplado desde este pesimismo básico,
su quehacer relacional -por ejemplo, su trabajo profesional- debe ser regulado desde la
estipulación de los deberes, que pasan a ser el núcleo de toda ética posible. La
deontología se resuelve entonces en el código: listado de deberes del profesional por su
relación a los otros, y también de derechos, expresión de los deberes recíprocos que los
demás tienen respecto a mí. Esta visión se ha hecho consustancial a la cultura de la
modernidad, hasta el punto de que la mención de una deontología profesional sugiere
inmediatamente la explicitación de un código de deberes y derechos. La primacía o
precedencia de unos sobre otros depende, obviamente, del punto de vista: para el cliente
o destinatario del trabajo anteceden los deberes; para el profesional, los derechos.
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En principio, todo parece estar bien, en el sentido de estar equilibrado o, mejor dicho,
contrapesado. No obstante, la resolución de la deontología en códigos normativos
promueve más problemas de los que resuelve. El más inmediato, recuerda G. Jover, es la
naturaleza mixta de los códigos deontológicos: «normativamente, los códigos
deontológicos tienen un estatuto peculiar, siendo habitual situarlos en el espacio
intermedio entre lo jurídico y la ética. La positivación en una norma, procesos formales de
adopción, carácter vinculante para los miembros del colectivo profesional, etc., los dota de
cierta naturaleza jurídica». Es un efecto de la formalidad del deber, cuya prescripción
concreta se funda en una ley universal de la cual deriva. Se sobredimensiona entonces la
necesidad que comporta el deber que choca con la libertad del agente. Éste puede
efectivamente no cumplir con la prescripción; como puede -por el mismo motivo, la
libertad- excederse e ir más allá de lo prescrito. En ambos casos la eficacia del código es
discutible. «Su operatividad como tal suele ser puesta en entredicho, al no poder
garantizarse sistemas adecuados de seguimiento y control, ni en última instancia la
preeminencia del interés de los destinatarios de la actividad. y es probable que la razón
sea, justamente, ese aludido carácter intermedio que deja a los códigos en una zona de
gran ambigüedad, ni estrictamente lo uno, ni totalmente lo otro.» Ni naturaleza puramente
jurídica, ni puramente ética.
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carácter provisional y por tanto, precario- de las normas, derechos y deberes estipulados,
cuyo valor no es intrínseco ni racional, sino que depende de una feliz conjunción de
afectos, Inestable de suyo.
Entonces, el sentido de la deontología es impreciso y su alcance y validez, relativo: en
relación o en función de los individuos que lo consensuan. La dimensión jurídica -
expresión de las relaciones entre sujetos- fagocita a la dimensión ética -expresión del
perfeccionamiento del agente-, y así, proclamando genéricamente la naturaleza de la
deontología como una ética particular o aplicada, se acaba concluyendo en un formalismo
que bien podría expresarse como una «ética sin moral»- Es ésta una expresión extraña,
casi una paradoja chestertoniana, pues encierra una realidad efectiva bajo la apariencia de
una contradicción lógica. Un código de derechos y deberes, por bien elaborado que esté,
tiene un origen extrínseco respecto del sujeto agente; aunque se declare humano
universalmente, no deja de ser un principio formal que pretende regir necesariamente la
acción humana en su particularidad y contingencia. Una deontología así concebida puede
-en el mejor de los casos- garantizar unas prácticas correctas entre los miembros de una
profesión, supuesto el acatamiento del código por éstos; o cuando menos, puede ofrecer
la posibilidad de juzgar objetivamente sobre determinadas acciones de los profesionales
en el ejercicio de su trabajo. Lo que no parece tan claro es que pueda sustentar la
realización personal en el trabajo. Salvaguardadas las exigencias propias de la profesión.
y ofreciendo incluso un criterio para la solución de posibles conflictos entre los
destinatarios del trabajo y los profesionales, no ofrece a éstos unas normas de conducta
suficientemente claras, en las cuales se refleje su modo de ser propio como profesional; si
acaso cabe esperar que se caracterice al buen profesional, sin , embargo no es capaz de
definir al profesional bueno. Esta incapacidad es particularmente peligrosa en el ámbito
profesional de la docencia, pues, lo primero que debe hacer el educador, como profesional
de la enseñanza, es conseguir que su propia tarea sea un acto ético: debe actuar
éticamente, como persona que se dirige a personas, y dar a esa relación recíproca que se
establece un sentido moralmente bueno: ha de ser un acto personal bueno, en sí y en sus
consecuencias. Ha de ser un buen profesor, siendo un profesor bueno». Es inexcusable la
referencia moral, esto es la relación a la bondad, también en el trabajo profesional, pues
de lo contrario se podrá llevar en conjunto una "buena vida», aunque tal vez no sea una
vida buena.
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Desde esta perspectiva, y contando con el obrar responsable del profesional, los códigos
deontológicos quedan relegados a una función secundaria de mediación. Pueden -y
deben- cumplir una función de arbitraje objetivo cuando surjan conflictos singulares que
por su especificidad y concreción, resultan difíciles de resolver analíticamente; también
permiten la necesaria reflexión sobre el quehacer profesional, sobre todo en sus aspectos
comunitarios. Pero al cabo, como, afirma F. Bárcena, el profesional «cultivando su carácter
y asumiendo un compromiso en la tarea desempeñada, ni deja de ser eficaz, ni precisa de
códigos de conducta para cumplir con su deber».
«Deontología docente» significa, radicalmente, estudio del carácter" o modo de ser del
profesional de la docencia; secundaria y derivadamente es también el estudio de los
derechos y deberes que la práctica docente conlleva. Para poder ocuparse de estipular
unos débitos y unas obligaciones en la actuación humana, es necesaria la referencia al
agente en cuanto que su práctica los reclama y su condición los justifica. De la misma
manera que el ser humano detenta unos derechos fundamentales en razón de su
humanidad, análogamente el profesional es sujeto de derechos por su profesionalidad.
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profesionales, ante todo se requiere una cierta definición de lo que es sujeto tiene por
razón de ese oficio, en cuanto que realiza cierta actividad. Las prácticas profesionales van
generando un carácter o modo de ser, que es tenido por es sujeto; dicho carácter del
agente -poseído por él en cuanto profesional- sustenta sus derechos, que. Sólo
indirectamente se refieren a los medios o recursos de que debe disponer. Primariamente,
los derechos profesionales se refieren a lo que el profesional tiene como tal; y dicha
tenencia no consiste en un elenco de medios o recursos externos, pues éstos, puestos a
disposición de quien no es profesional, no le permiten que realice el trabajo u oficio
concreto. Cuando se dice, por tanto, «lo que tiene el profesional», se está diciendo de otro
modo «lo que es el profesional»; lo inmanente a él y que no se encuentra fuera de él: no
los medios materiales, sino el saber, la experiencia, la destreza, la intención, etc. El
conocimiento del modo -de ser profesionales, obviamente, él fundamento de los derechos
de la profesión, y también de los deberes correspondientes; entre los cuales, por cierto, el
primerísimo es la defensa y vindicación de tales derechos radicales, que tienen un carácter
irrevocable, pues su dejación comportaría la renuncia a la condición profesional.
Hay una diferencia destacable entre los derechos esenciales o universales del hombre y
los derechos profesionales. No es sólo la condición de fundamentó moral y jurídico de
aquellos y la naturaleza derivada y secundaria de éstos. Desde la perspectiva práctica, de
la acción, existe otra diferencia: los derechos fundamentales del hombre son otorgados por
el mero hecho de existir; los derechos profesionales, en cambio, son adquiridos por medio
del trabajo, de la práctica del oficio que hace que un ser humano no sea solamente tal,
sino que sea además un profesional. El conocimiento de la actividad y del carácter o -
mudo- de ser que engendra, una vez más, resulta ineludible. La ignorancia sobre la índole
misma de la docencia -mayor que el saber que de ella se tiene- posiblemente sea la causa
directa de la diversidad y variabilidad en los códigos deontológicos docentes. El mayor
acuerdo que suele encontrarse en otras profesiones -como, por ejemplo, la médica o la
jurídica- respecto de los códigos deontológicos, puede explicarse razonablemente por un
mayor conocimiento del carácter o modo de ser propio de la profesión. Esta ignorancia de
la docencia como profesión, desde luego, no es una ignorancia culpable; no se puede
reprochar negligencia a los docentes por ese desconocimiento de la naturaleza misma de
la actividad, que no nos es imputable a nosotros por falta de estudio o reflexión. La causa
de esta ignorancia es sencillamente la pobreza de tradición. La profesión docente como
tal, como profesión establecida y reconocida socialmente, es un retoño en la historia de la
humanidad. Los médicos pueden remontarse a Hipócrates y los juristas a Cicerón cuando
menos, o a Ulpiano, Papiniano y Paulo con todo rigor; pero ¿cuál es el predecesor seguro
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Curso: Ética y Educación
El conocimiento del modo de ser del carácter humano que forja una profesión, no puede
ser sólo el resultado de la investigación científica, ni la expresión vivencial de la
experiencia de eminentes profesionales, ni tampoco la síntesis de ambas: es y no puede
ser otra cosa que la figura cultural que la tradición decanta con el correr de los siglos, y
que consta también, por supuesto, de las re anexiones, investigaciones y experiencias de
todos los profesionales, tanto de los brillantes y destacados, como de los
consuetudinarios. Si hay una ignorancia básica sobre el carácter del oficio de enseñar, se
debe al desconocimiento insalvable de la naturaleza de la docencia causado por la
innegable juventud de la profesión docente. Esto es un hecho, como es también, sin
embargo, que del nombre de «profesional» al de «profesor» apenas medie distancia
lingüística apreciable; al menos semánticamente, por el contrario, hay una clara y palmaria
comunidad de origen. El profesional lo es, ante todo, por un saber que profesa, y que
sustenta su acción profesional, distinta del saber; el profesor o es, o lo puede ser por
profesar un saber y comunicarlo. Por otra parte, incluso cabe hablar de la docencia como
«madre de las profesiones» en cuanto que cualquier saber profesional se adquiere a
través de la docencia.
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Curso: Ética y Educación
Ambos tipos de cualidades son poseídas por el individuo y permanentes y estables en él,
pero de modo diverso y esta diversidad de origen se acentúa cuando se trata del ser
humano, pues si bien en el comienzo de la vida en la infancia- las inclinaciones naturales
dadas son más fácilmente discernibles de las disposiciones adquiridas, a lo largo de la
maduración personal las cualidades adquiridas por el ejercicio se desarrollan
máximamente, por encima de las congénitas; incluso el mismo crecimiento de éstas se
realiza en función de aquéllas. El ser humano está constituido originariamente
(ontológicamente) por su esencia racional, pero se auto constituye dinámicamente
(éticamente) mediante su obrar libre que va conformando su modo de ser propio, su
carácter: su ethos. Así considera A. Maclntyre: «Ciertamente, moralis, como su predecesor
griego ethikos, significa "perteneciente al carácter", en donde el carácter de un hombre no
es más que "sus disposiciones estables para conducirse sistemáticamente de un
modo y no de otro, y para llevar un determinado tipo de vida.»
Con todo rigor, histórico y conceptual, el ethos es ante todo el modo de ser propio del
agente, y eminentemente -atendiendo sobre todo al ethos del agente libre, del que se auto
posee en ya través de su acción deliberada. La ética tiene otra dimensión, más radical que
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Curso: Ética y Educación
Si cabe hablar de una dimensión de vida apta como ninguna otra para formar
hábitos, desde esta perspectiva, sin duda que es la del trabajo profesional. Los
hábitos profesionales, según todo lo dicho, se caracterizan entonces por:
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Goethe: «si no pretendiésemos saber todo con tanta exactitud, puede que
conociéramos mejor las cosas».
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diferencial, ni sintaxis o historia: por el valor que tengan en ser mismas sino por su
incidencia formativa en los alumnos. La finalidad formativa aparece siempre lejana y ardua
y por eso contrista el ánimo. Estrechamente ligadas a la magnanimidad, en razón de estas
necesidades y exigencias de la docencia, está por una parte «la virtud que tensa el ánimo
hacia algo distante y alejado», o longanimidad, cuya referencia lingüística en la actualidad
es muy borrosa. No debe sorprender este vacío semántico, pues la exaltativa ilusionada
del futuro, la esperanza en definitiva es posiblemente el bien más escaso en nuestro
tiempo; no obstante, entre los términos en uso, los más próximos serían constancia,
perseverancia, entereza, y tenacidad. Constancia parece ser el nombre más adecuado hoy
para la longanimidad porque, aunque con cierta debilidad respecto de ella, conlleva la
referencia a la distancia espacial y temporal entre la intención y la realización, mejor que
los otros términos.
Por otra parte está la virtud «que conserva la razón de bien frente a la tristeza», o
paciencia, por la cual se persiste en el empeño y se sostiene la empresa iniciada, pese a
las adversidades externas y el desánimo interno. Este término -por una vez- tiene plena
vigencia en la actualidad; tal vez por la dureza existencial del propio tiempo que vivimos.
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Cualquier profesional debe lidiar con problemas; si no fuera así, no habría trabajo y no
existiría siquiera la profesión. Pero generalmente son problemas dimanados de la materia
objetiva a la que se refiere el trabajo, sean las plagas agrícolas, la resistencia de
materiales para la construcción, la endeblez del organismo para su curación, o la
abstracción de las leyes en orden a su aplicación jurídica. Sin embargo, la raíz de los
problemas docentes señalada -no la única, pero sí la más propia- se da en el mismo
docente y en su relación con los alumnos; por ello le afecta más intensamente a su
persona, a su modo de ser profesional: a su ethos, en definitiva. Magnanimidad,
longanimidad y paciencia son, por así decir, las virtudes de cheque en el quehacer
docente; pero éstas requieren un respaldo, un substrato individual específico que
las sostenga. El docente precisa un soporte íntimo de sentido de la realidad, pero
también y sobre todo de sentido de sí mismo ante esa realidad que se le escapa, que
difícilmente puede controlar por carecer de indicadores definitivos sobre su
auténtica eficacia profesional. Es imprescindible «actuar con templanza, que significa
tener temple, o tener un equilibrio psicofísico»; una armonía interior sólida que impida
desmesuras en la sensibilidad subjetiva y desorden en las intenciones operativas.
Ciertamente, para dedicarse a la enseñanza, antes que ser un valiente se ha de ser
primero una persona templada. La templanza es la virtud fundamental cuya «significación
original del vocablo griego [sofrosyne], abarca todo lo que es "discreción ordenadora" [...]
Éste es el sentido propio y primigenio del temperare: hacer un todo armónico de una serie
de componentes dispares».
Templar significa esencialmente moderar. Es la virtud que realiza el principio del justo
medio en las intenciones y las acciones humanas; sin esa moderación se hace imposible
la ejecución de la justicia, pues no parece que nadie pueda ser ponderado con los demás
cuando es un descontrolado consigo mismo.
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conocer, de descubrir». Incentivar este afán de aprender en los alumnos, como objetivo
educativo, se potencia desde la estudiosidad del profesor.
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Quedan así establecidas las virtudes propuestas como propias del ethos docente y que se
han llamado básicas, en cuanto que obran de modo dispositivo respecto a la enseñanza:
altruismo, constancia y paciencia por parte de la fortaleza, y autoestima, afán de aprender
y tolerancia por parte de la templanza.
Además de las virtudes básicas que sustentan la enseñanza, que son como el soporte
elemental de la acción docente, hay un segundo grupo que se refiere directamente a la
realización didáctica y son pertinentes al mismo acto de enseñar. Unas y otras son
obviamente propias del profesor y definen por igual su ethos profesional; pero respecto de
la misma relación comunicativa que constituye la enseñanza, parece que unas se refieren
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más a sus condiciones y otras a su realización. Aquéllas resultan entonces básicas y éstas
superiores, aunque en modo alguno excluyentes de las básicas. Por otra parte, las
virtudes que aquí se denominan superiores, se corresponden con las que en toda
consideración ética general figuran como más eminentes: la justicia y la prudencia.
Es innecesario resaltar las razones por las que el profesor requiere la virtud de la justicia
como elemento esencial de su ethos profesional. Pero tras esta evidencia late un complejo
problema; una vez más, emerge el carácter singular de la profesión docente frente a otras
profesiones. La distinción clásica entre las tres formas de justicia sigue siendo válida,
porque responde a un esquema lógico de la realidad más que a la concepción sobre la
naturaleza de la justicia. Pues, en efecto, se entienda lo que se entienda teóricamente por
justicia, al menos su realización práctica debe tener tres formas por la misma índole de las
relaciones humanas que regula:
Sin embargo, esta clara clasificación se oscurece cuando se repara en que toda profesión
educativa debe trascender necesariamente el carácter de individuo para referirse
inmediatamente a la condición de persona, con todo lo que esto supone. Cualquier trabajo
tiene relación con seres humanos, pero unos de manera indirecta o remota, y otros en
forma directa y próxima; así, por ejemplo, es distinto el trabajo del arquitecto que el del
médico, entre otras cosas porque éste no opera en materiales inertes, y aquél sí. La
consideración del otro como persona, «el paso del él al tú», como decía expresivamente
G. Marcel, no está excluido de ninguna profesión, pero algunas, como la medicina o
incluso la abogacía, lo propician más que otras. Pero en todas ellas la relación
verdaderamente personal es una gracia, un exceso sobre las exigencias normales de la
profesión. Un médico o un abogado tratan a sus pacientes como individuos en cuanto que
las diferencias personales no dicen nada respecto a su trabajo; el abogado, claramente; el
médico, menos rotundamente. Sin duda, éste cura a una persona, pero de ella, dicho con
más rigor, cura a su cuerpo; incluso en la especialidad médica de la psiquiatría, donde su
acción terapéutica apunta a la mente, pero opera primero en el cuerpo.
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La virtud de la justicia exige la consideración del otro como individuo y no como persona;
de lo contrario es inconcebible su misma posibilidad porque se hace imposible la igualdad.
La consideración personal se asienta sobre la acogida y la afirmación de la diversidad
individual dimanada de la condición de unicidad en la persona. No es que la justicia niegue
la realidad personal de los individuos, pero debe quedarse en éstos como tales, y no como
personas, porque no puede sustentarse en la diversidad; condición de posibilidad es la
igualdad que sostiene y se expresa en la ley. Al profesor, como a todo educador, le
compete vivir la justicia de modo que pueda realizarse desde y para la diversidad personal,
afirmando ésta desde los actos de la justicia. El ethos docente se configura con esa forma
de la justicia que «conserva la intención de la ley en aquello que la ley no alcanza». La
experiencia común atestigua que, precisamente para mantener la ley en su esencia y
espíritu, debe desbordársela; que hay una especie eminente de justicia, «pero no en el
sentido de la ley, sino como una rectificación de la justicia legal. La causa de ello es que
toda leyes universal, y hay cosas que no se pueden tratar rectamente de un modo
universal». Se trata del frecuente conflicto entre el espíritu y la letra de la ley que, en toda
tarea educativa llega a ser constante y habitual, y que debe resolverse desde una
especificación perfectiva de la justicia que es la equidad. Mediante ella -la epikéia que
tanto destaca Aristóteles- se intentar concretar operativamente la abstracción estática de
la ley general, que no puede atender a la diversidad personal. «Aquel que elige y practica
esta clase de justicia y no exige una justicia minuciosa en el mal sentido; sino que sabe
ceder aun cuando tiene la ley de su parte, es equitativo; y esta disposición de carácter es
la equidad, que es una clase de justicia y no una disposición de otra índole.»
Otra parte potencial de la justicia, conformadora del ethos docente, y que tampoco precisa
de justificación, es la veracidad, que no es otra cosa que la sinceridad pero referida
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Por último, la justicia también se realiza particularmente en el ethos docente como rectitud.
Es la justicia en la intención del agente; más que del docente es virtud del ethos educativo,
exigida por la misma naturaleza de la acción formativa. La formación es tarea de toda la
vida. Siempre se ha entendido así en los ambientes pedagógicos; pero, en la actualidad,
también fuera de ellos por la necesidad de formación permanente que plantea la llamada
sociedad del conocimiento. No obstante, hay tiempos y espacios concretos en que las
personas se dedican más exclusivamente a formarse, principalmente en la infancia, la
adolescencia y la juventud. La escasa experiencia de la vida en esas etapas conlleva una
cierta incapacidad para entender las acciones de sus semejantes en su complejidad vital.
No alcanzan aún las razones de la prudencia, pero entienden bien el sentido de la justicia.
Es imprescindible entonces que quienes les enseñan muestren un obrar recto en todo
momento, que no se retraiga ni desvíe respecto del derecho y la razón; que otorgue lo que
corresponde y corrija lo indebido. Sobre todo, el docente debe ser recto porque sólo así
puede rectificar al alumno ya sí mismo. La rectificación de los propios errores es la mejor
enseñanza posible respecto al valor de la justicia; no merma la autoridad docente, sino
que suscita respuestas de respeto y estimación. Pero tal capacidad de rectificar, necesaria
para la acción formativa de corregir, no es factible sin la virtud de realizar «el débito
ordenado al fin» que es la rectitud. Es una virtud muy «exigente» pues, como enseña la
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Por ello cabría decir que el ethos docente reclama la virtud de la prudencia, pero no tanto
por las exigencias profesionales específicas, sino por el deber universal de humanizar toda
profesión. En otras palabras, cualquier profesional requiere la prudencia en su integridad,
pues en todo momento debe escoger la mejor acción respecto del fin en el obrar ético. (No
se trata aquí de la elección del mejor medio para, el quehacer didáctico; esto es asunto de
la técnica, que también puede considerarse hábito pero intelectual y no moral.) No
obstante, hay unos aspectos del obrar prudente que son requeridos por la tarea de
enseñar más frecuentemente que otros, y por eso destacan más en lo que cabría expresar
imprecisamente como «prudencia docente». Así, por ejemplo, el profesional docente
necesita capacidad de improvisación en su enseñanza cotidiana. El discurso didáctico no
es científico sino más bien retórico, en el noble y propio sentido del término. La docencia
no pretende re exponer el orden y el sistema de la ciencia que enseña, pues no se dirige a
los que pueden comprenderlo, sino a los que ignoran esa ciencia o saber. Es uno de los
problemas técnicos, clave para la enseñanza; hace años se formuló parcialmente como
«el orden lógico y el orden psicológico de la enseñanza». La tarea docente exige postergar
aspectos lógico-formales del saber en pro de su comprensión discente; así, por ejemplo,
aunque no se discute que la matemática se funda en una teoría axiomática, se ha tenido
que abandonar la enseñanza iniciada en dicha teoría, pues de la posible comprensión de
la teoría de conjuntos -comprensión muy discutible-, por otra parte, no había forma de
pasar a la comprensión de las operaciones matemáticas básicas. Esta posibilidad, que se
dio en nuestro país hace unos años, como es sabido, fue «un triunfo de la esperanza
sobre la experiencia», en palabras de G. Bernard Shaw. Sin merma del rigor conceptual y
del orden discursivo, es evidente que un saber no puede ni debe ser enseñado como es
constituido.
Esto supone que el profesor debe atender más al proceso de aprendizaje individual,
cambiante y en buena medida imprevisible, que a la exposición según la estructura lógica
del saber, inalterable y metódica. Se requiere entonces una disposición especial de
flexibilidad e improvisación para poder acoger prontamente las variaciones suscitadas en
la actividad docente, bien por las demandas del alumnado, o bien por la propia iniciativa de
quien enseña, que objetiva su saber en su discurso docente y puede reflexionar sobre él; o
bien por la concurrencia de ambos factores. Pero esta posibilidad de improvisar se ejerce
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con rectitud y veracidad precisamente; esto es, sin desviarse de la verdad ni del objetivo
formativo. Esta capacidad de la improvisación flexible pero recta y prudente, recibe
clásicamente el nombre de solercia, nombre que figura en el diccionario, pero está
claramente en desuso. No obstante, que el término esté olvidado no significa que no sea
parte de la prudencia «la facultad de captar de una sola ojeada la situación imprevista y
tomar al instante la decisión». El primer elemento de la situación, la agudeza que capta la
realidad inesperada, podría significarse bien con el término perspicacia; pero le falla la
dimensión voluntaria de la decisión igualmente pronta y sin demoras. En multitud de
situaciones imprevisibles que plantea la docencia cotidiana, se demanda una respuesta
rápida, que no puede dilatarse: esta virtud de «la objetividad ante lo inesperado» se llama
solercia o perspicacia.
Por otra parte, y ateniéndose a la misma naturaleza de la prudencia, hay otra dimensión
suya inexcusable para el profesor, suscitada por la imperiosa y creciente necesidad -de
siempre, pero más si cabe en nuestros días- de tomar consejo, y oír otras campanas,
generalmente las más expertas, antes de tañer la propia. La enorme complejidad del oficio
docente (cada clase, un mundo de diversidad personal; cada persona, un mundo de
vivencias y expectativas) desborda prácticamente el obrar solitario de un profesional. Las
propuestas educativas de los organismos sobre la tarea docente, recogidas en las
legislaciones educativas, proponen insistentemente el trabajo en equipo del profesor; en
ocasiones, como en la reciente LOGSE española (Ley de Ordenación General del Sistema
Educativo), el trabajo cooperativo del profesorado llega a ser conditio sine qua non de la
enseñanza. Para poder trabajar en equipo se requieren diversas cualidades y habilidades,
así como una progresiva habituación. Pero el primer y esencial requisito es saber
escuchar; oír atentamente las opiniones ajenas, pero no para discutir o confrontarlas con
las propias. La verdadera capacidad de escuchar que fecunda el trabajo cooperativo es la
que busca lo que haya de valioso y sensato en la opinión ajena, por pequeño que sea,
pasando por alto las disonancias y buscando la integración de sensibilidades. Quien
escucha con plena voluntad de hacerlo no recoge las discrepancias como carnaza de
disputa, sino que se detiene en los juicios estimables y los acoge como consejos. Esta
capacidad podría de signarse como atención, en su sentido más amplio ya la vez
profundo: «tender a», estar por él», en este caso, por sus palabras; metafóricamente
podría utilizarse «acechar», por la intensidad de la atención que supone, pero no es
aconsejable por su indisociable referencia cinegética. No hay aquí tampoco un nombre
idóneo y vivo en la actualidad para designar la capacidad de escuchar que, además, es
valiosísima también para la relación profesor/alumno. Sin embargo, el nombre clásico está
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bien claro, aunque hoy suena como algo, más que distinto, casi opuesto a su significado
primigenio: docilidad.
Virtudes fundamentales
Sería demasiado intrincado explicar las razones del descrédito del término «docilidad»,
pero pueden imaginarse y en el fondo son las mismas de la devaluación del término
«prudencia». Podrían resumirse en la prepotente negación de la firme declaración tomista:
«en las cosas que atañen a la prudencia nadie hay que se baste siempre a sí mismo». El
deseo actual de autenticidad, referente ético generalmente aceptado, lleva a desdeñar los
consejos por considerarlos cortapisas a la autonomía individual. Se olvida
lamentablemente que un consejo es distinto de una orden, que no obliga en la acción, sino
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que robustece de diversas maneras la decisión personal que siempre puede ser libre en
razón de la voluntad subjetiva.
Las virtudes éticas que conforman el ethos profesional docente forman un entramado,
discernible teóricamente, pero indisociable en la práctica. Conviene tener presente las
primeras advertencias: estas virtudes no son exclusivas del ethos docente; algunas, e
incluso muchas pueden conformar el ethos de otras profesiones, pero no tendrán el mismo
nivel de prioridad o precedencia. Además, estas virtudes deben ser consideradas en su
conjunto: ninguna de ellas por separado ni tampoco la selección de las que puedan
considerarse más valiosas o estimables podrán definir por sí solas el ethos docente; de lo
contrario se renunciará a la unidad de vida ética que reclama toda profesión para
promover eficazmente la integración personal, esto es, la humanización de la vida laboral.
Un oficio del que se proclame que ofrece la posibilidad de desarrollar la fortaleza o la
prudencia, pero no la templanza y la justicia a la vez es sencillamente un fraude. La
supuesta fortaleza será temeridad y la prudencia no será realmente tal sino astucia. Con la
finalidad de facilitar esta visión comprensiva, las virtudes que configuran el ethos
profesional docente se reseñan en el cuadro sinóptico de la página anterior.
Es una propuesta primeriza. Su principal valor, sin duda, está en las rectificaciones
y mejoras que pueda suscitar. Como se apuntaba anteriormente, es muy difícil vivir
la virtud de la rectitud; por eso, generalmente, además de aspirar a ser rectos,
tenemos que aceptar paciente y «auto estimativamente» el ser correctos, esto es,
corregidos.
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Por necesarias que sean las funciones que hay que cumplir lo importante es la
mejora en los procesos productivos. La primera consecuencia es que el profesor,
hablando en singular, es la dimensión de la Universidad que ha de estar más
integrada en ella. Son los profesores las personas que más deben hacer suya la
Universidad.
Por eso no es profesor universitario el advenedizo, el que aparece de vez en
cuando, cuyo centro de interés se encuentra en otro tipo de actividad. En ciertas
coyunturas hay que acudir a este tipo de personas, pero el universitario a ratos, no es
un universitario.
La profesión del profesor universitario es incompatible con el carácter eventual o
secundario, justamente por la importancia radical del profesorado. Ser profesor
universitario es un modo de ser y crea carácter. Si se desdibuja ese carácter, si no se
desarrollan las virtualidades que se desprenden de él, entonces la Universidad
languidece, su existencia es puramente nominal.
Tal desfiguración puede producirse de varias maneras. En primer lugar, es claro
que una Universidad estatal tiene una notable proporción de staff bastante notable, y
no dentro de ella sino precisamente encima de ella. Está sometida a una burocracia
estatal. Por eso, las Universidades del Estado muchas veces formadas por
profesores esplendidos, no acaban de tener su propio perfil universitario bien
definido, justamente por estar supeditadas a una instancia que realmente no es
universitaria.
Aunque debe haber conexión entre la política y la Universidad, lo que no puede
existir es una supeditación de esta última a aquella; eso no es bueno, sino un
elemento perturbador para la Universidad.
Otra razón que puede estropear los centros universitarios es el afán de lucro. Es
lo que hace que algunas Universidades llamadas privadas que son entes que se
fundan con la intención de sacar dinero, en definitiva, no cumplen con su tarea
propia. Se confunde una empresa comercial con la Universidad. La Universidad es
una empresa pero su producto, su objetivo no es precisamente el enriquecimiento.
El universitario se caracteriza por haber elegido el saber sobre el dinero. En la
opción: ganar dinero, cultivar el saber, se queda con la segunda parte. Por eso suelo
decir que ser universitario casi es hacer un voto de pobreza.
El dinero es un medio imprescindible que el profesor universitario necesita para
llevar a cabo, en el nivel requerido, sus tareas. El universitario no debe estar en un
estado carencial; debe estar en condiciones de cubrir las necesidades propias, las
de la familia. Pero la relación del dinero con su actividad profesional no se limita a
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saber superior.
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es decir, tiene que ser incrementado. Por eso hablo de él como producto. Por lo
tanto el profesor universitario no funciona sólo con un saber adquirido, no se limita a
administrar el saber, a impartirlo, no es el tercer nivel de enseñanza, eso no es
verdad.
Si la Universidad aceptara ser eso, se desmoronaría; dejaría de ser Universidad y
los profesores dejarían de ser universitarios. Serian simplemente buenos profesores
en el sentido de estar relacionados con los alumnos. He aquí otra cuestión que
acaba de aparecer ahora: el alumnado.
La formación de los alumnos es ciertamente un producto de la Universidad, pero
no es el primario, porque si se considera como tal, no se logra suficientemente. EI
primer producto de la Universidad es el saber superior. EI saber superior es la cumbre
del saber heredado, pero como ocurre siempre en la historia, lo heredado nunca está
terminado, sino que hay que continuarlo.
EI saber es incrementable justamente desde su cima. En cuanto el saber entra en
la corriente social, hace funcionar o puede ser un factor más para que la sociedad
funcione; pero esa función del saber en la sociedad, no es incrementar el saber
superior.
¿Qué hay que hacer con el saber superior? Lo primero que hay que hacer con el
saber superior es incrementarlo; sólo en segundo lugar hay que extenderlo. Aquí es
donde entra el alumnado. En tanto que el alumnado no es estrictamente un
discipulado, está constituido por profesionales futuros, que realizarán su actividad
fuera de la Universidad, aprovechando ese saber.
Evidentemente sacar gente bien formada, lograr comunicarles lo que se sabe es
muy importante para la sociedad, pero aun así no es eso lo primario. Lo primario es
incrementar el saber superior. Esto se podría decir también así: si una parte de la
tradición universitaria va a la sociedad, la otra parte de la producción universitaria va
a la historia. A mi modo de ver, esta es la parte más importante. Viéndolo así, me
parece que el profesor universitario puede darse cuenta de a dónde se ha metido, a
qué ha apostado su vida.
Es menester percatarse que ser profesor universitario no consiste sólo en obtener
un título, ser contratado, adscrito, trabajar en un centro de la Universidad. No. Ser
profesor universitario significa una tarea de autoformación, porque no es lo mismo
estar prestando servicios, estar ejerciendo la profesión y colocarse, que tratar de
alcanzar la cima del saber. Esto sólo se consigue a lo largo de mucho tiempo de
estudio, si se forma bien la cabeza, y si se amplían los horizontes.
Esto ¿cuándo se consigue? Quizá cumplidos los cuarenta años se ha alcanzado
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una cierta madurez. Hay que contar con cinco años de licenciatura, tres o cuatro de
doctorado; así nos colocamos en los treinta. Luego hacen falta por lo menos diez
años más para alcanzar el nivel del saber superior, y desde ese nivel tratar de
incrementarlo, aunque sea en una medida pequeña.
Repito, lo que distingue al universitario del que ha sido universitario por unos años
y luego se ha salido, ha ido a otro sitio, consiste en que el saber adquirido es la base
de su actividad, como pura aplicación; aplicación que además hay que completar
después de haber salido de las aulas, porque hay aspectos prácticos que muchas
veces no se enseñan en ellas. Por ejemplo un jurista necesita años de práctica para
poderse manejar en un tribunal, lo mismo le ocurre a un médico en la clínica.
Pero esos saberes, su gestación, corresponde a la Universidad y por eso el
profesor no puede decir: "ahora ya sé y ahora me dedico simplemente a aplicar mis
conocimientos a mi actividad docente, estoy simplemente transmitiendo el saber
que he adquirido". No. Ser universitario no es lo mismo que ser abogado o médico
en la clínica; no es lo mismo porque su relación con el desarrollo del saber es distin-
ta. El profesor universitario se dedica a estar en el extremo del saber, tiene que
saber todo lo que a su disciplina se refiera, lo cual naturalmente exige muchos años;
con la Licenciatura no se consigue y habría que decir que tampoco se consigue
completamente con el Doctorado.
Se consigue estudiando sin parar de estudiar hasta que uno se muera. Estudiar y
pensar. Vida académica, actividad académica, quiere decir que no hay que ignorar
nada por lo menos de la rama a la que uno se dedica, de lo que hasta el momento
se sabe, y además profundizarlo, pues siempre quedan lagunas, y procurar
relanzarlo.
¿Cuál es el rendimiento de esto? ¿Hasta qué punto un profesor universitario de
por vida va a aumentar el saber? Eso depende de muchos factores. Depende de su
talento, de las oportunidades que tenga, de los medios técnicos en cierto tipo de
investigación, que pueden en algunos momentos no existir, o existir en pequeña
medida. También depende de cómo esté la biblioteca, pues en una biblioteca está
recogida la tradición del saber. Quien no cuenta con una buena biblioteca no puede
acudir a las fuentes.
Eso es lo que es un profesor universitario. Por eso es miembro de una institución
característica de Occidente que se justifica y existe por esto, por la importancia que se
concede al saber superior, al despliegue del saber.
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Es evidente por ejemplo que el saber superior en lo que respecta a la Física era distinto en
tiempos de Aristóteles que en los tiempos actuales.
¿Qué se puede aportar al saber superior? Con que no se olvide, con que no decaiga ya
sería bastante. Eso requiere un gran esfuerzo. No se trata de ser original. No se trata
de conseguir el Premio Nobel; pero tampoco se trata de aceptar ese nivel alcanzado, como
un nivel horizontal. Esto quiere decir que el saber superior es el producto primario sin el
cual la Universidad no es más que tercera enseñanza.
Hay que estar en la brecha, no hay otro remedio. ¿Y cuál es la brecha? La brecha la
tiene que saber cada uno pues cambia con la edad; pero en la medida que cada uno pueda
decir que tiene todos los antecedentes históricos de este asunto y desde ellos trata de ir
más allá, o al menos, intentarlo. Transmitirlo a los demás universitarios y no sólo a los
alumnos que luego irán a desarrollar sus actividades fuera.
Por eso un profesor universitario tiene que publicar. Aquí aparece una serie de
dificultades. Muchas veces lo comunicable es poco, todo lo que tiene uno que decir, la
manera cómo ha asimilado y cómo ha puesto su impronta personal en el saber superior,
quizás se pueda expresar en un artículo de revista de 50 páginas.
Por eso las revistas donde se publican las investigaciones son imprescindibles. Una
Universidad que vaya creciendo, debe crear revistas, debe tener una editorial; una
literatura dedicada a un grupo, a universitarios de otros centros. Un profesor universitario
también puede publicar libros de divulgación, artículos en los periódicos, si tiene talento
literario puede poner sus conocimientos en forma retórica, de manera que una mentalidad
menos cultivada los entienda. Pero en rigor, los destinatarios de las publicaciones de un
universitario son los otros universitarios. Un profesor universitario debe leer lo que
escriben los otros y es que existe una cosa que se llama la res pública scientiarum.
La ciencia es una cosa pública. El saber superior se comunica. El saber superior se
publica. Se publica con un simple requisito: Copyright. No se puede plagiar. Pero dicho
rigurosamente no existe propiedad intelectual, porque el destino de lo que uno sabe es
que lo sepan otros: los interlocutores.
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Hay que aspirar a entrar en la res pública universal. El saber es la res común de
quienes lo cultivan, no de los otros. No de una Universidad sino de todas. Si eso no
se tiene en cuenta, si esto no constituye el fondo, el despliegue vital de un universitario,
se estropea la actividad docente, pues se enseña a gent e que no sabe nada. Eso
es lo característico de quien entra en la Universidad como alumno: que no sabe nada o
casi nada del saber que se cultiva en la Universidad. Precisamente por eso, la
Universidad no es simplemente el tercer grado de enseñanza.
Debe experimentarse fuertemente la diferencia. El alumno debe notar, si se trata de
una auténtica Universidad, que lo que ahí se enseña, se enseña de un modo, con unos
conocimientos y con una profundidad desconocida hasta ahora para él. Esto se
corresponde con lo que estoy diciendo: lo que alimenta la enseñanza universitaria es la
investigación.
El profesor universitario que para preparar sus clases utilice unos apuntes, unos
guiones que él mismo se ha hecho, y esos guiones son los mismos todos los años, al cabo
de unos cuantos el papel que al principio era blanco, se ha vuelto amarillento. Eso es se-
ñal de que no es un auténtico profesor universitario, sino un perezoso. Ese se ha
"tumbado a la bartola", como decimos en España. Se ha incrustado en una institución
universitaria, vive en ella y de ella. Puede llevar las vestes universitarias, las insignias, el
"gorro de doctor", pero la pregunta sigue siendo la misma: ¿Y tus guiones de clase?
Todos los años hay que incorporarles algo, justamente lo que uno ha leído, aquello que
uno ha investigado, aquello que uno ha aprendido.
Si esto no se hace se sacarán profesionales mal formados. Esto afecta al nivel
medio de un país, a las actividades desempeñadas por los alumnos que han salido de
los centros universitarios, que son los que mandan en el nivel más alto de las
actividades en la sociedad. Por eso el profesor universitario que cae en la rutina hace un
daño a la sociedad.
Pero para no caer en la rutina no basta pensar directamente en los efectos sociales
de su actividad, sino que tiene que pensar justamente en el desarrollo del saber superior.
Si piensa en ello se estará siempre en situación de mejorar su enseñanza y además en
situación de conseguir sucesores. Conseguir sucesores no inferiores, sino superiores. La
altura propia del sucesor es una de las preocupaciones más agudas que han de crecer con
el paso del tiempo en un buen profesor. El sucesor. Si el que va a ocupar mi cátedra no es
mejor que yo, si el saber superior que yo le he proporcionado no es para él un punto de
partida porque yo no le he dado todo lo que sé, no puede ser buen sucesor.
Es decir, en la res pública scientiarum siempre hay un más, un incremento. Es
tanto lo que últimamente se publica en cada rama que agotar la bibliografía puede
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resultar abrumador. Aunque, como es claro, algunas cosas que se publican realmente
no sirven para nada; son sólo un gasto de papel.
Me parece que las indicaciones precedentes están bastante claras, constituyen un
planteamiento en el que no hace falta insistir. De todas maneras conviene indicar que
una cosa es la verdadera realidad de una institución y otra su situación empírica. Esta
es una cuestión filosófica que hay que tener presente. La realidad es la realidad de
verdad. Su concreción empírica es siempre inadecuada.
Hegel lo expresaba así: hay dos niveles, la experiencia y el concepto y todo el
secreto de la filosofía consiste en elevar la experiencia a concepto. Si no se eleva la
experiencia a concepto, entonces no queda nada más que la experiencia, que al no
elevarse a concepto no significa nada. Esto ocurre frecuentemente.
Hay que tener en cuenta que uno no siempre está en una misma fase o estadio.
Nunca se puede decir que el producto universitario, el saber superior, esté
definitivamente logrado. Siempre está en cierta fase. Cumplirlo totalmente es imposible
en la historia. Esta es una de las razones por las que a veces el saber se dispersa,
o se ramifica demasiado: las aportaciones son pequeñas y sectoriales.
Por eso lo hemos pasado por una larga etapa de especialización; esta etapa
afortunadamente se está cerrando. Ahora la interdisciplinariedad, lema todavía algo
vago y sin perfiles, se impone. Lo que se cultiva en un campo tiene rendijas cada vez
más amplias, el futuro está en la convergencia de los distintos saberes.
Después de vivir una época de especializaciones hemos pasado a una época de
intentos de integración, de unidad del saber. Hay isomorfías como ahora se dice, entre
unas ramas y otras. Y además se descubre que unas completan a las otras. No se
puede poner uno anteojeras, porque aún el saber que se cultiva, no se cultiva bien.
También hay que tener en cuenta que el desarrollo en una Universidad es tanto
institucional como personal. Ambos están íntimamente vinculados, ya que la clave de
una institución universitaria son sus profesores. Por eso la institución es la resultante del
estado de sus profesores y también al revés. Hay paralelismo entre el nivel alcanzado
por la institución y lo que cada uno puede hacer.
Por eso, el universitario nunca se conforma; sabe que la marcha, la evolución, el
progreso institucional, es lento. Si el tiempo biográfico necesario para alcanzar cierta
madurez es muy largo, el tiempo de las instituciones es aún más lento. Las
instituciones no maduran de la noche a la mañana, pero si empiezan bien y se
mantienen en una línea correcta, pueden progresar cada vez con mayor rapidez.
Por eso, otra de las características de un universitario es la paciencia. Se trata de
dedicarse por vida a la Universidad. El que no tiene paciencia tampoco tiene tenacidad.
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Se requiere una gran paciencia, un "no desistir nunca". El universitario que se desenga-
ña, que dice, "esto va muy lento, está parado o semi parado, entonces me voy a dedicar
simplemente a enseñar, transmitir de una generación a otra lo mismo, de manera que los
papeles cada vez se van haciendo más amarillos, en esto consiste mi vida", entonces
se ha desanimado, ha dejado detener la tensión de un universitario.
Porque el universitario no se mide tanto por dónde ha llegado, sino por la tensión que
pone por llegar. Hegel distinguía entre dos tipos de pasión. La pasión ardiente y la
pasión fría. ¿Cuál es la más intensa? Evidentemente la fría. Porque la pasión ardorosa
si se pierde el ardor desaparece, en cambio la pasión fría se mantiene a pesar del frío. Lo
propio de un universitario es ponerse metas muy altas, pero con una gran paciencia.
No es propio del universitario desistir, ser pesimista, amargarse la vida,
desengañarse. Porque por muy fuertes que sean las ilusiones que uno tenga, su
realización es mayor. Las ilusiones no se pueden venir abajo nunca. Las ilusiones
primeras no son suficientemente ilusiones. Uno se ilusiona cada vez más, la ilusión se
hace más fría, pero no menos intensa.
Algo que también conviene anotar es el asunto del prestigio. El prestigio de una
Universidad es inseparable de la calidad de sus profesores y la calidad de sus
profesores, con el modo de funcionar la Universidad. El prestigio no lo dan los algarrobos
-cada vez más abundantes- el excelente clima, el medio ecológico. No se debe solo a eso,
sino a la calidad de los profesores y la calidad de los profesores es calidad universitaria. A
su vez es importante tener en cuenta que el prestigio personal es inseparable del de la
propia institución.
Uno no debe pretender un triunfo personal, apoyándose en la institución; sería una
especie de enriquecimiento injusto. Sino que debe pretenderlo para que su Universidad sea
cada vez más conocida. No es un acto de generosidad, es más bien una consecuencia de
la solidaridad que es inherente a la condición de profesor ordinario, de profesor
universitario en sentido propio.
Lo que importa es que la institución salga adelante, que sea cada vez mejor llevada,
y entonces hay que dedicarle el propio esfuerzo, porque es claro que si publico, si se me
conoce, si tengo acceso a Congresos, si mantengo un diálogo a nivel mundial en el cultivo
del saber superior, eso redundará en definitiva en el prestigio de la propia institución.
Es preciso evitar todo motivo de división, entre los que se encuentran sobre todo los
desengaños, las fases de la vida en las que uno pasa por algún tipo de crisis. Es casi
imposible que a lo largo de una carrera universitaria no parezca el horizonte algo en-
capotado. Aquí añadiría otra idea: el que no ha pasado por crisis a lo largo de su
carrera, ése no sabe lo que es ser universitario.
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¿Y cuál es la crisis del universitario? Es pensar que uno es un imbécil o pensar que
uno no sabe nada. O pensar ahora he llegado a este punto y luego ¿a dónde? El que no
haya pensado alguna vez que es un imbécil no está tratando el saber superior. Lo que
ocurre es que se está rompiendo la cabeza y entonces algunas veces dirá: la verdad es
que sé poco. Es evidente. Hay que saber diagnosticar: estoy en una fase y estoy
intentando llegar a un nuevo nivel; todavía los perfiles no se acaban de ver claros. En
esto la tenacidad, la paciencia hay que ejercitarlas con respecto de sí mismo. En España
se dice: "No se tomó Zamora en una hora". Es inevitable pasar por crisis, pueden ser
crisis de identidad.
Por eso diré, en último lugar, algo sobre la tesis doctoral. La tesis doctoral es el
primer trabajo hecho con cierta madurez -si se trata de una auténtica tesis doctoral- y
hacerla exige leer, reunir, presentar las cosas de una manera sugestiva, entender
comprehensivamente, con una valoración crítica. La tesis doctoral es un trabajo complicado.
Pero por otra parte, si es un trabajo de investigación, puede ser seguido por otros. Pero
por el nivel que se tiene a esta edad, a la edad en que se realiza la tesis doctoral, a
veces las tesis doctorales son demasiado monográficas y entonces se plantea el problema
de la continuidad.
Un doctor puede llegar a la conclusión de que como ha tenido que acotar mucho el
campo de sus consideraciones y ha tenido que dedicar a ello bastantes años, al final
cuando ha obtenido el grado de doctor se ha olvidado del resto y queda algo des-
orientado. Entonces surge una pregunta: ¿Y ahora qué hago? El único consejo que se
puede dar en esta situación, es volver a recordar lo que se ha olvidado. Esa es la primera
medida que conviene tomar.
Pero claro, esto es connatural con la vida humana la cual no es una línea recta.
Vivir es siempre rectificar, corregirse. La historia del saber está llena de rectificaciones,
muchas hipótesis han resultado falsas, otras no. Hay muchos errores a lo largo de la
historia de la ciencia, pero esos errores son un punto de partida. Los errores también
son útiles.
Por otra parte hay que distinguir entre la investigación pura y la investigación
aplicada. La investigación pura está en el meollo del progreso de la ciencia, la
investigación aplicada tiene un carácter más útil y por lo tanto se puede solucionar
mejor; aunque la investigación pura es el alma -insisto- de la investigación. Por lo
menos hay que estar al tanto de lo que realizan otros, porque la vida de un universitario
consiste en no apartarse nunca del saber superior.
La gran aportación de un universitario, su gran producto es en definitiva proporcionar
las élites, que son completamente distintas en los países, según la formación
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universitaria recibida haya sido una formación seria o más bien mediocre. Pero repito,
esto se incluye o está amparado por la investigación, es decir por el amor a la verdad
que es lo más importante en la formación de un hombre.
Así es como la Universidad cumple su función social, porque eso es lo que se refleja
en la enseñanza y eso es lo que hace que la gente que ha pasado por la Universidad y
no se ha quedado en ella porque está cumpliendo actividades útiles en otros sectores
sociales, tenga añoranza por la Universidad. La Universidad porque investiga los sabrá
reciclar, es decir los volverá a admitir y ellos no se encontrarán en una cosa extraña.
El amor a la verdad, insisto, es lo más importante en la formación de un hombre. No
hay ética posible, no hay comportamiento recto si no se ama la verdad, porque el
comportamiento no recto consiste en admitir la mentira en la propia vida. La verdad es
lo que vertebra la vida humana. La verdad os hará libres, dice el Evangelio. De esta
manera la Universidad cumple su gran tarea para con la sociedad, formando hombres
útiles, cuya utilidad se puede medir, sobre todo, en términos de verdad.
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veces se le llama humanidades, y otras, ciencias del espíritu, aunque esta denominación, de
origen alemán, es un poco posterior.
De manera que no basta con las ciencias de la naturaleza; es menester también
conocer el espíritu. Hablar del espíritu es tratar de Dios y también de aquello que en el
hombre no es pura naturaleza material. Sin embargo, el método de la cosmología y de las
humanidades no es el mismo, y la institución universitaria se escinde. Una parte de los
saberes es aprovechable en el mercado social, por así decirlo. El otro, con ciertas vacilaciones,
se constituye como el bastión de una serie de valores que aunque carecerían de utilidad
práctica, sin embargo son necesarios para otro asunto que sigue siendo importante, a saber,
la formación de los seres humanos; como dirían los representantes del romanticismo alemán
es la Bildung, presente en Kant, en Goethe, etc.
De todas maneras, insisto, con esto se rompe la estructura unitaria de la Universidad. La
Universidad en su origen era una institución en la que todos los saberes tenían que ver
entre sí. Es el ideal del árbol del saber o de las ciencias, admitía la jerarquía ordenada de las
ciencias. Unas, las fundamentales constituían las raíces; otras eran sustentantes, el
tronco, y otras las ramas, es decir, las diversas especializaciones del saber.
El ideal de mantener la unidad del árbol de las ciencias, se va paulatinamente
rompiendo y, paralelamente la Universidad también va perdiendo su carácter unitario. La
situación en la que nos encontramos, la que hemos heredado, es justamente ésta: la Uni-
versidad se ha transformado en una pluriversidad.
La Universidad ha perdido su unidad, precisamente porque el rendimiento social
de los saberes universitarios es parcial. Sólo es aprovechable una parte de ellos, la otra
no. Construir la cultura, hacer al hombre justo, no se considera rentable, ni tampoco como
un impulso efectivo para el progreso.
Por eso el progreso es unilateral también. Podemos sentar esta tesis: la unilateralidad
del progreso se corresponde con la desaparición de la unidad de la Universidad, con el ideal
del árbol de las ciencias. Es el divorcio de las ciencias del espíritu, de la filosofía, de la
literatura, etc. y las ciencias de la naturaleza.
Si estos breves parámetros de referencia se tienen en cuenta, ¿cuál es la misión de la
Universidad? A mi modo de ver, la misión de la Universidad consiste en recuperar su unidad,
es decir en volver a ser, Universidad, cosa, insisto, que progresivamente ha dejado de ser.
Pero si no renunciamos a que el saber conduzca a la vida social, hace falta abrir la vida
social a las ciencias superiores. De esta manera la sociedad no estará dominada por
motivaciones excesivamente materialistas,
No se trata de una mera declaración de buenos deseos, utópica. Se puede
demostrar que la dinámica social guiada tan sólo por las ciencias de la naturaleza o por
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recluta de profesores se hace mal cuando todos son malos, es decir, cuando no hay nadie
que enseñe a ser universitario.
Yo me encontré con Don Vicente. No estaba de acuerdo con él en casi nada; yo tenía
mis ideas y él las suyas, pero él me enseñó a tomarme en serio la Universidad. Porque la
Universidad de La Rábida fue casi un milagro, un invento de Don Vicente. Los cursos que se
dan eran un pretexto para dialogar.
En La Rábida lo que se hacía casi todo el día era hablar. Recuerdo las inmensas
tertulias en el despacho de Don Vicente, hasta altas horas de la noche; hablando, pero no
de temas tontos sino ensayando nuevas formulaciones a las cuestiones. De todos los que
pasamos por La Rábida en aquella época, un 25% somos profesores universitarios.
La Rábida ha sido una Universidad de universitarios y el espíritu de Don Vicente
sigue vivo: Estar alegres dialogando con gente joven es lo que enseña Don Vicente.
Ustedes son testigos. Recuerdan las horas que se pasaba en la cafetería. Don Vicente,
con su gran humanidad, era un hombre enérgico, pero en pocas ocasiones, porque los
hombres verdaderamente enérgicos sólo lo son cuando hace falta; por lo común son sólo
alegres, dialogantes y con gran sentido de la ironía como era él. Las bromas que gastaba
Don Vicente en La Rábida: Todavía las recuerdo.
Era un hombre cuya calidad humana no estaba encorsetada por el estudio, porque
en él el estudio se hacía vida, Don Vicente era un partidario acérrimo de la Universidad
de Piura y ustedes reconocerán que han aprendido a ser universitarios gracias a Don Vi-
cente; yo también.
Como decía Kierkegaard, cuando el espíritu realmente se abre lo hace hacia afuera. Una
personalidad así es generosa. Cuando se trata de cosas materiales, lo que es de uno no es
del otro. En cambio, el saber es efusivo. Sólo en ese ambiente una Universidad se pone en
marcha. Sólo así es posible los intercambios inter-disciplinares. Los vacíos entre las facultades
se llenan, hay interconexiones; interconexiones que han de inventar las personas.
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Ser universitario es incrementar el saber. Insisto, si la Universidad tiene que cumplir una
función social y tiene que hacerlo, gallardamente, ese aporte tiene que ser interdisciplinario:
Ciencias del Espíritu y Ciencias de la naturaleza sin divorcio, sin separación.
El que adquiere el espíritu universitario no lo pierde jamás, no piensa que enseñar es
repetir las clases del año pasado o que estudiar es un almacenaje de datos; sino que es
algo más vital, es crecer en saber. Desburocratizar la Universidad es fundamental porque
en otro caso este clima no sale. Una vez cumplida esta primera condición, después hay otras,
pero quizá no sea el momento de decirlas.
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La moralidad de los
actos humanos
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UNIDAD 3
LA MORALIDAD DE LOS ACTOS HUMANOS
1. Objetivos:
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2. Contenidos:
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Muchas veces me he preguntado qué es peor: hacer el mal, o ser la víctima; cometer una
falta de ética profesional en contra de un colega o ser sujeto de esta maldad. También me
pregunto a menudo porqué se cometen estos actos.
Pero, hacer el mal a otro..., solo puede explicarse porque quien comete la ofensa piensa
que va a obtener un beneficio mayor que tener una conciencia limpia. Pero, aún así lo
hace. Es un gran error.
Hace 2,000 años le preguntaron a un hombre extraordinario, que vivía y enseñaba cosas
maravillosas: Maestro, de todo lo que has dicho. ¿Qué es lo más importante? (lo decían
para ponerlo a prueba porque lo odiaban, les decía la verdad y ellos pensaban que era
imposible definir o enunciar una ley universal que fuera sencilla, sin dejar de lado otras
cosas importantes). El les respondió: Amar a Dios sobre todas las cosas es el primer
mandamiento,... y... el segundo, semejante a este, es amar a tu prójimo como a ti mismo.
En ellos se resumen la ley y los profetas.
De modo que, según podemos deducir, el ser humano ha sido confrontado con una ley
universal que será el referente de todas sus acciones. Por ello es importante el estudio del
comportamiento humano, determinando con claridad qué acciones humanas están sujetas
a la moral.
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La responsabilidad del profesional se refleja en dos aspectos: por una parte, debe
responder de lo que se ha realizado bajo sus órdenes (o de lo que se ha dejado de
realizar). Esta respuesta a lo que puede merecer premio (por haber sido bien hecho) o
castigo, puede ser ante los superiores o ante Dios o ambas cosas.
Por otra parte, se llama también responsabilidad a la previsión del futuro: un ingeniero es
responsable si en la empresa, cuida bien que no haya accidentes, prepara las cosas
pensando en lo que pueda suceder.
Se suelen indicar como características de un acto moralmente imputable, por parte del
sujeto, la advertencia o percepción de lo que el hombre va a realizar y de su calificación
moral (bueno, malo o indiferente); y el consentimiento que le lleva a realizar el acto,
buscando un fin.
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El objeto es la acción, tomada con su consideración moral propia. Es decir, cada acción
tiene, en sí misma, una calificación moral objetiva. El objeto no es el acto físico sin más,
sino el acto físico con las peculiaridades que le dan una calificación moral.
Tampoco hablar es un objeto moral, y sí lo es mentir (que es malo); rezar; insultar; adular;
difamar, etc., cada uno de los cuales tiene su propia calificación moral y es, por tanto,
objeto de moralidad.
El fin del sujeto o fin del agente, es lo que quiere lograr el agente con el acto que hace.
Dar limosna a un pobre es un acto cuyo objeto es bueno, pero si alguien lo hace para que
le vean, la acción pierde su bondad. Si diera limosna para preparar un asesinato, entonces
esa limosna sería totalmente mala.
Es decir, un fin malo convierte en malo un acto cuyo objeto sea bueno. Pero un fin bueno
no hace bueno un acto cuyo objeto sea malo: si matamos a una persona para que no
sufra, el fin bueno (evitarle los sufrimientos) no compensa la maldad del objeto.
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Las circunstancias son factores ajenos al acto en sí (objeto) y a la intención o fin del
sujeto, pero que modifican la calificación moral de un acto.
Son circunstancias:
- quién realiza la acción ("el jefe está borracho": a la borrachera le añade malicia que
sea el jefe, pues da mal ejemplo a sus subordinados).
- qué cosa: designa la cualidad o cantidad (robar poco dinero o mucho; robar un
recuerdo de familia ..)
- dónde: un insulto en público, es peor que dentro de la casa.
- con qué medios: con engaño, con violencia...
- modo cómo: castigar con crueldad, trabajar mal.
- Cuándo: cuando el jefe se ausentó, hizo el desfalco
(Abuso de confianza).
Supongamos que el agente realiza una acción A, buena por su objeto, por el fin del sujeto
y por las circunstancias que la acompañan. Y, sin embargo, la acción A trae como
consecuencia que suceda un efecto B malo o perverso. El agente no desea el efecto B,
pero puede prever que sucederá. ¿Es moralmente aceptable entonces realizar la acción
A?
No debe haber alternativa para conseguir los bienes de A sin los males de B, al menos
una alternativa relativamente fácil y al alcance del agente.
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Los automóviles producen accidentes. Hay que tomar las medidas pertinentes para que no
los haya, pero no por eso habría que prohibir la circulación de automóviles. Dígase lo
mismo de los aviones.
COOPERACIÓN AL MAL
Algunas veces el profesional se encuentra trabajando en una empresa que hace cosas
malas. Puede cooperar y trabajar honradamente en esa empresa siempre y cuando:
LA EPIQUEYA
Es la interpretación prudente de la ley, en contra de su sentido literal, pero siguiendo la
mente del legislador, para adaptarla a un caso particular, para identificarse con el espíritu
del que la hizo. Se supone que cualquier legislación no puede cubrir todos los casos que
se presentan, y ha sido hecha con una intención que en el caso concreto que se está
tratando pide una modificación de la letra de la ley.
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La epiqueya debe ser aplicada con prudencia, e incluso es bueno consultar el caso con
personas de criterio, para no ser víctima de engaño, que conduciría a favorecer
inclinaciones subjetivas o conveniencias inmediatas.
Un caso sencillo sería el de que se exigiesen varías firmas para poder realizar una gestión
sin mucha importancia. De no poder conseguir dichas firmas por motivos razonables,
puede prescindirse de algunas. Naturalmente esto exige comprensión de los jefes, y unos
empleados con criterio y capacidad de tomar decisiones. Esto no es fácil cuando los
empleados actúan al pie de la letra, para no complicarse la vida, o cuando temen
sanciones aplicadas en forma automática y sin discernimiento.
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Revelados por Dios a Moisés hace más de 3,000 años, en el monte Sinaí, los Diez
Mandamientos han sido el código moral del judaísmo y del cristianismo desde entonces.
Califican moralmente el objeto de un acto.
Aunque han sido conocidos por la Revelación, sus preceptos pueden también deducirse
de la moral natural (con las dificultades y las limitaciones propias de la mente humana, que
puede fácilmente perderse). El refrán de los incas, "no mientas, no robes, no estés ocioso",
por ejemplo, es un subconjunto de los Diez Mandamientos, deducido por los incas sin
conocimiento de la ley de Moisés.
El resumen más sucinto de ellos, que descubre la idea fundamental que los anima, lo ha
hecho Jesucristo mismo, de la siguiente manera:
(1) Robert Townsend, “Further up the organization", México, Lesser Press, 1985.
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Los diez mandamientos (o el Decálogo) sólo se pueden entender, y por tanto, observar
correctamente, si se tienen en mente dos convicciones:
Segundo, la dignidad de la persona humana, que por ser hecha a imagen y semejanza de
Dios, es querida por Dios por ella misma. Esta convicción es incompatible con cualquier
ideología materialista o agnóstica. En efecto, ¿qué queda de la dignidad de la persona
cuando se piensa que el hombre es fruto de fuerzas naturales ciegas, fruto del azar, un
"afortunado" en la lotería biológica, un mono superado y nada más? No tiene más dignidad
ni más derechos que el mono, el gato o el algarrobo.
PRIMER MANDAMIENTO
ADORAR AL DIOS VERDADERO
Sin un culto personal y social, ninguna sociedad puede ser moralmente correcta ni justa. El
culto a Dios no sólo afecta al destino eterno de las personas, sino también la misma
felicidad de la sociedad.
La sociedad que tiene un culto público adecuado, es también una sociedad más solidaria.
En ella no sólo los hombres productivos, también los enfermos, lisiados, ancianos, tienen
su lugar y su misión. La vida se humaniza, y el paisaje, dominado por los templos,
adquiere belleza y serenidad.
Por otra parte, el estado, por aconfesional que sea, no puede renunciar a la moral natural,
que exige un reconocimiento del poder legislador de Dios. Si este reconocimiento no se
da, el estado se convierte en radicalmente inmoral.
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SEGUNDO MANDAMIENTO
NO TOMARÁS EL NOMBRE DE DIOS EN VANO
Hay que cumplir lo que se promete con juramento. Pero teniendo en cuenta que se jura
con unos presupuestos implícitos que a veces no se realizan, y entonces el juramento deja
de obligar.
Un caso típico es el de Herodes: prometió con juramento a Salomé darle cuanto pidiera, y
ella, inducida por su madre: Dame -le dijo- en la bandeja, la cabeza de Juan el Bautista. El
rey Herodes se entristeció, mas por el juramento hecho y por la presencia de los
convidados ordenó dársela (Mateo, 14,6-10).
En este caso, Herodes no debió de cumplir lo jurado, pues no pretendió en ningún
momento prometer un asesinato, sino sólo riquezas o prebendas.
El caso más corriente puede ser el de conflicto de lealtades: cumplir algo que vulnera otras
obligaciones del mismo nivel o mayor. Hay que optar por lo más importante, lo más
sagrado, en desmedro de lo menos. Generalmente se ha supuesto razonablemente, al
prometer lo menos, que no entraría en conflicto con lo más.
TERCER MANDAMIENTO
SANTIFICARÁS LAS FIESTAS
El descanso en las fiestas, en el contexto del Decálogo, representa un tiempo para
reponerse de las fatigas del trabajo, para dedicarse a la vida religiosa y familiar, al servicio
del prójimo, etc.
El mandamiento dice: seis días trabajarás y harás todos tus trabajos, pero el séptimo es
día de descanso para el Señor, tu Dios (2). El mandamiento comprende pues, la obligación
de trabajar, y la de descansar.
Cuando se usa responsablemente el tiempo, y se trabaja con tesón en los días laborables,
no debiera ser necesario trabajar los días festivos. Claro que puede hacerse por necesidad
urgente, pero hay que poner los medios para que esto no ocurra, u ocurra lo menos
posible. Conviene adelantar trabajos en los días laborables para que las fiestas sean lo
que tienen que ser: y si se es dirigente, empresario, jefe de personal, profesor... procurar
que las fiestas de los subordinados también se guarden como es debido. El afán de lucro
puede llevar a la explotación de los demás, o de uno mismo, y esto no sería moral.
(2) Exodo, 20
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Por otra parte, se va haciendo común que los días festivos sean de una actividad
absorbente, con viajes a lugares lejanos, diversiones que necesitan todo el día festivo y
más, que alejan de la idea de reposo constructivo y reparador de la vida espiritual y
material. En el caso de un intelectual, aunque sea de nivel modesto, las fiestas pueden ser
también ocasión de estudio, de lectura, de preparación, y de búsqueda de la verdad. Dice
San Josemaría Escrivá:
CUARTO MANDAMIENTO
HONRARÁS PADRE Y MADRE
Abarca no sólo relaciones entre padres e hijos, sino también parientes, jefes y
subordinados en una empresa, en el estado, y la milicia; trata del valor y límites de la
obediencia debida…
El inferior debe obedecer, siempre y cuando no se le manden cosas directamente
inmorales, en cuyo caso no debe realizarlas (y no debieran ser mandadas), o cosas que
no tengan nada que ver con su trabajo o sean claramente muy abusivas.
Un caso especial es el de la ley injusta. En ese caso, el inferior puede -y a veces, debe-
eludirla, o hacer resistencia pasiva, sin faltar a la ética. Como es un caso muy delicado,
pues se presta a interpretaciones subjetivas demasiado favorables al que interpreta, es
muy recomendable consultar el caso a personas versadas, sabias y virtuosas,
conocedoras del asunto, para que puedan dar su opinión y tal vez encontrar salidas no
previstas.
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QUINTO MANDAMIENTO
NO MATARÁS
Prohíbe hacer daño el prójimo en su cuerpo y en su salud, ya, sea intencional mente o
indirectamente (por negligencia).
ACCIDENTES DE TRABAJO
Un punto importante son los accidentes de trabajo. Todos, jefes y superiores, deben
colaborar a evitarlos o a reducirlos lo que sea posible.
Muchos accidentes de trabajo se pueden evitar "metiendo cabeza", o sea cuando
reflexionamos sobre el tema y estamos inmersos en el ambiente laboral. Los extintores de
incendios deben estar operativos, y a fin de año conviene probarlos y rellenarlos, haciendo
un ejercicio aparentemente inútil pero muy necesario.
Otros se pueden evitar trabajando con orden, con previsión y simplicidad, sin exigir
esfuerzos extraordinarios de los dirigentes y trabajadores, evitando el agobio, teniendo los
lugares de trabajo limpios, bien organizados.
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EL ALCOHOLISMO
Es un vicio muy dañino, pues mina la salud y rebaja al hombre al nivel de las bestias,
volviéndolo irresponsable. No nos referimos solamente a la persona que para todo el
tiempo borracha; también incluimos al que bebe de más en forma ocasional (un
cumpleaños, una fiesta). Generalmente lo hace así por presión social (al que no se
embriaga se le tacha de poco hombre), y por falta de voluntad. Después suelen venir los
accidentes de automóvil, los asesinatos, o los hijos de la borrachera. Todas estas cosas
son responsabilidad del borracho, no importa que en el momento de cometerlas ya no
tenga conciencia, pues debió de preverlo antes de empezar a beber.
Se pierde mucho tiempo alrededor de la botella, tiempo precioso que luego falta. Y se
pierde dinero. La vida se desordena, la familia se abandona, la conciencia moral se
debilita.
Los hijos de los alcohólicos tienen menos salud, menor coeficiente intelectual, y
generalmente, menos cuidado de sus padres, lo que se refleja en forma muy negativa en
su vida profesional, familiar y moral.
Es muy conveniente hacer campañas contra el alcohol, en todos los niveles: usando la
amistad, las relaciones sociales, y, en la medida de lo posible, los medios de comunicación
de masas. Hacer ver que está mal, que no agrada a Dios y hace desdichadas y
pobres a las sociedades.
LAS DROGAS
Se entra en su consumo como jugando, pero hacen daño desde el primer momento y
además cada vez se necesita mayor cantidad (o drogas más fuertes). Incluso las que
pasan por inofensivas, como la marihuana, dejan una gran debilidad moral, se pierde la
fuerza de voluntad y se pierden los ideales religiosos, intelectuales, profesionales y
familiares. El hombre se vuelve un egoísta buscador de placer inmediato.
La cocaína puede "manejarse" si se es inteligente, y hay gente que la toma sólo en los
fines de semana, consiguiendo brillantez intelectual (hace a las personas ocurrentes, con
imaginación). Diríamos en argot callejero que "pone las pilas". Pero ese brillo tiene dos
graves inconvenientes.
El primero es que se pierden las convicciones morales: ya no les importa dejar a alguien
en la miseria, abandonar a su familia, hacer daño si ellos no se perjudican. Desencadena
por tanto una explosión de egoísmo. Otro inconveniente grave es que es muy difícil no ir
aumentando progresivamente las dosis. El cuerpo pide más, y sí no se tiene mucha
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voluntad (cosa no probable una vez se ha entrado en la droga), a los diez anos se acaba
con el cuerpo destrozado, sin amigos, sin capacidad de trabajo, en la miseria y en la cárcel
(por ejemplo, por robo para comprar más droga).
Los distribuidores suelen usar trucos malvados para reclutar clientes: invitarles a tomar
cerveza, y entonces hacerles consumir (gratis, al principio) algo de droga. Más adelante
les pedirán dinero, les enseñarán a robar para poder pagarlo, se les quedarán documentos
de identidad en prenda... Para el pobre drogadicto empieza un calvario que termina en la
muerte, o en alguna institución de rehabilitación, que suele ser muy dura (no sabríamos
indicar otra forma de proceder más humana y que sea efectiva), muy coactiva, con
castigos corporales y una disciplina de campo de concentración.
SEXTO MANDAMIENTO
NO COMETERÁS ACCIONES IMPURAS
Este mandamiento regula la vida sexual. Prohíbe las relaciones sexuales fuera del
matrimonio. Y dentro del matrimonio esas relaciones necesitan un contexto de
compromiso indisoluble, afecto, ayuda mutua y apertura a los hijos.
El sexo se entiende en profundidad si se admite que Dios (o, en la moral natural, la
naturaleza como criatura divina) pretende que sirva como vínculo de amor y como medio
de procreación y de educación de los hijos. El varón está preparado para llevar el sustento
al hogar y llevar el timón de las decisiones importantes; la mujer está preparada para la
maternidad y para complementarse con el varón en lo fisiológico y en lo psíquico (negar
que la mujer esté preparada para la maternidad, es difícil; pero hay mucha gente que lo
hace, cerrando los ojos a la realidad).
La castidad o pureza significa la integración correcta de la sexualidad en la vida de la
persona. Por eso, siendo educadores de jóvenes profesionales, es necesario
tener las ideas claras para poder ofrecer ayudas y consejos oportunos:
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Para fundar una familia, los esposos deben poner en juego una capacidad de compromiso
para toda la vida, y cumplir las obligaciones que de ahí se derivan. Por las exigencias
propias de la naturaleza humana, la familia debe ser monógama e indisoluble. Si el estado,
en aras del pluralismo, admite el divorcio, debería también admitir una figura jurídica de
matrimonio indisoluble, para que los que lo deseen puedan acogerse a ella (5).
La familia es la unidad social más elemental, la célula de la sociedad. En ella los hijos
crecen y se desarrollan con felicidad, y se sienten arraigados en una sociedad, mientras
que en las uniones deshechas o basadas en el mero egoísmo, los hijos crecen
desdichados, no desarrollan bien y crean numerosos problemas, de hecho insolubles.
El divorcio es la causa principal de los hogares mono parentales (donde los niños que Son
criados por un solo padre -padre o madre-). Según los datos actuales, en América, la
mitad de los matrimonios terminan en divorcio. En Europa, dos de cada cinco. Se puede
comprobar que los hijos de los divorciados se enfrentan peor con la realidad que los hijos
de los padres unidos.
Los costos de la monoparentalidad afectan a la sociedad de muchas maneras. La
investigación llevada a cabo en Gran Bretaña y en América pone de manifiesto que los
niños que han pasado por la experiencia de la fractura del matrimonio de sus padres son
los que, con gran desproporción, abandonan antes la escuela y tienen antes su primer hijo.
Ellos formarán la próxima generación de padres solteros, con bajo nivel de educación y
bajo nivel de ingresos. Por contra y significativamente, los hijos afectados por la muerte del
padre o de la madre difieren poco, en estos indicadores, de los hijos con ambos padres
viviendo juntos.
La revista The Economist (Londres, 20-III-93), de la que hemos tomado los datos
anteriores, abroga por repetir la propaganda que se ha hecho para los fumadores: primero,
hacer entender y explicar el daño que el divorcio hace; después, intentar cambiar la
opinión pública, y luego, acaso, cambiar algunas de las normas vigentes.
Aquellos países cuyas sociedades funcionan malamente, en el próximo siglo lo tendrán
muy duro para competir. Cuando en un país los niños son mal educados, cuando es
preciso gastar mucho en seguridad social, y en policía, para prevenir y castigar el crimen;
ese país nunca podrá crecer en riqueza. La autodisciplina llegará a ser el día de mañana
tan valiosa como lo fueron en el pasado la inversión y las buenas políticas económicas.
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CONTROL DE POBLACIÓN
La población mundial, especialmente la de los países del Tercer Mundo, ha experimentado
un gran aumento a partir del año 1940 (aproximadamente). Este fenómeno, llamado la
explosión demográfica, se debe básicamente a la introducción de la farmacopea moderna,
cada vez más eficaz y barata, que ha disminuido muchísimo la mortalidad infantil y ha
prolongado la esperanza de vida (6).
Como ha pasado en otras explosiones demográficas anteriores, el crecimiento se termina
por sí mismo. La urbanización creciente y el aumento de nivel de vida reducen la
fecundidad hasta estabilizar la población, o hacerla disminuir de forma moderada.
Se está intentando reducir el crecimiento de población por métodos artificiales. La Iglesia
Católica se opone frontalmente a ellos por considerarlos altamente inmorales. La
verdadera solución del incremento de población está en una organización económica que
potencie el trabajo y la subsidiariedad, y en una moral pública que fomente la familia
monógama y estable. Nunca, ni en la planificación de la población ni en ningún otro tema,
se puede prescindir de la moral natural.
SEPTIMO MANDAMIENTO
NO HURTARÁS
Prohíbe hacer daño al prójimo en sus bienes. "Prescribe la justicia y la caridad en la
gestión de los bienes terrenos y de los frutos del trabajo de los hombres. Con miras al bien
común exige el respeto del destino universal de los bienes y del derecho de propiedad
privada" (7).
El derecho a la propiedad privada no anula la donación de la tierra al conjunto de la
humanidad. Por eso la posesión engendra una "hipoteca social", una obligación de usar lo
poseído buscando el bien común.
EL HURTO
El séptimo mandamiento prohíbe el robo, es decir, la usurpación del bien ajeno contra la
voluntad razonable de su dueño. No hay robo si el consentimiento del dueño puede ser
presumido o si el rechazo es contrario a la razón y al destino universal de los bienes.
Es el caso de la necesidad urgente y evidente en que el único medio de remediar las
necesidades inmediatas y esenciales (alimento, vivienda, vestido...) es disponer y usar de
los bienes ajenos (8).
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LA PROPIEDAD INTELECTUAL
Es un tema candente, dada la facilidad con que se fotocopian libros y se copian programas
y películas. El tema es complejo: por una parte, no parece lógico prohibir toda copia. Por
otra parte, sería injusto que los autores no percibiesen los frutos de su trabajo.
Una suposición de razonable acuerdo permitiría resolver de modo más o menos
satisfactorio el problema: los programas de computador ya muy superados carecen de
valor en el mercado, lo que suele suceder a los 3 años o antes. Convendría comprar
algunos programas, y tal vez copiar otros, mientras se ve si interesa comprarlos o no,
admitiendo un juego de compensaciones, que es moralmente riesgoso pues uno suele
inclinarse mucho a favor de sí mismo.
Otro caso delicado son las patentes: deben ser respetadas, aunque se da por supuesto
que una fábrica pueda copiar máquinas ajenas, si son sólo para uso de la misma empresa
y no las comercializa.
LOS MONOPOLIOS
Un abuso de poder que perjudica en forma deshonesta a otros, se produce cuando una
empresa o un grupo coordinado de empresas tiene un monopolio y lo detenta ya sea con
leyes injustas, ya eliminando la competencia por la venta de productos a precio inferior al
de costo, con el fin de arruinar a los competidores. El monopolista tiene reservas para
subsistir o compensa las pérdidas con lo que gana en otros productos, y una vez eliminada
la competencia podrá subir de nuevo los precios a un nivel que le dé ganancias.
Hay que señalar, sin embargo, que si una empresa, aunque sea grande, puede vender
más barato que la competencia porque trabaja mejor, o aprovecha economías de escala, o
por cualquier motivo honesto, puede adueñarse legítimamente del mercado: no es lo
mismo ganar un partido de fútbol por hacer trampa y haber comprado al árbitro (lo que
está mal), que ganarlo por jugar mejor (lo que es moralmente correcto).
Un caso parecido al monopolio es el dumping, que consiste en que un país subvenciona
sus productos para vender al exterior. El caso más reciente es la subvención de productos
agrícolas hecha por la Comunidad Europea y, a veces, por los Estados Unidos. Los
productos pueden ser vendidos al Tercer Mundo a unos precios sin competencia,
arruinando las agriculturas de esos países, que no tienen industria suficiente para dar
trabajo a sus pobladores y se quedan sin posibilidades de superar la miseria.
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El caso se agrava si, como ha sucedido en fechas recientes (década de los 80), el propio
gobierno peruano subvenciona también al producto extranjero, dejándolo a unos precios
irrisorios, mientras que el productor nacional no recibe subvención ninguna y no puede
competir ni en su propia región (11).
Además de la injusticia que eso representa, se produce la migración masiva del campo a
las ciudades (donde la comida está relativamente barata), y como consecuencia la
tugurización y la miseria de los pueblos jóvenes.
OCTAVO MANDAMIENTO
NO DARÁS FALSO TESTIMONIO NI MENTIRÁS
Este mandamiento regula el uso del lenguaje -y, en general, de la comunicación humana-,
de forma que no dañe a la verdad, lo que ofendería a Dios; ni a la buena fama de los
demás, en la medida que sean acreedores a ella; ni al derecho a un ambiente sano y
constructivo.
VERACIDAD
Hay que decir siempre la verdad a quien tiene derecho a saberla.
Especialmente importantes son la veracidad en los testimonios judiciales, en la
manifestación de las propias creencias sin simulaciones, y en el respeto a la buena fama
de los demás.
Salvo en casos especiales, las personas tienen derecho a que se les diga la verdad. Esta
obligación es indispensable para que la vida social pueda desarrollarse correctamente.
SECRETO PROFESIONAL
Las cosas que uno sabe por la profesión que tiene, y que le han sido comunicadas para
que las use en un ámbito restringido, no pueden publicarse fuera de ese ámbito. El
médico, el abogado, el ingeniero, el profesor... saben muchas cosas de los demás que
caen en el terreno del sigilo profesional.
Incluso los detalles técnicos de una máquina nueva, la organización de la propia empresa,
etc. no deben ser comunicadas a otros cuando no son datos públicos.
LA BUENA FAMA
El hombre tiene derecho a la buena fama cuando la merece. Difamar es un gran pecado.
Pero también tiene derecho a la buena fama quien tiene una historia con fallos pero trata
de enmendarse: comunicar cosas malas sin necesidad es lo que se llama murmuración,
que tiene que ser evitada a todo costo.
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EL INSULTO
Lo que humilla o lastima indebidamente a los demás, debe ser evitado
cuidadosamente: el insulto, las actitudes matonescas, y con mayor razón el agravio
físico, deberán ser castigados en la medida de las posibilidades. Las leyes actuales
no suelen reprimir esas faltas en forma conveniente, ni siquiera en teoría. Condenan
el robo de objetos materiales, lo que es justo, pero les importan poco los bienes
espirituales, la honra, la tranquilidad, de los demás.
Consideramos un insulto inadmisible la burla a las convicciones religiosas, usada como
reclamo de ciertas obras literarias o cinematográficas. Una variante es el tratamiento
totalmente irrespetuoso de los personajes más importantes de la religión, tomando como
excusa que se trata de una mera ficción y no pretende representar la historia.
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CUMPLIR LO PACTADO
Tanto la veracidad como la justicia mandan cumplir lo convenido en los contratos. Es fácil
prometer mucho y luego no cumplirlo, y esa falla, cuando es por picardía o por falta de
interés en servir, envenena la vida social y económica. Naturalmente a veces no es posible
cumplir lo prometido por imposibilidad física imprevisible. Como es lógico, tampoco se
debe cumplir aquello que se prometió en un contexto que ha cambiado radicalmente, con
cambios imprevisibles y que afectan esencialmente a lo pactado.
NOVENO MANDAMIENTO
NO ADMITIRÁS PENSAMIENTOS IMPUROS
Prohíbe todo aquello que provoque consecuencias contrarias al sexto mandamiento:
imaginaciones, recuerdos, faltas contra el pudor...
En el mundo de hoy este mandamiento está muy olvidado. El sexo se usa como reclamo
para ventas con toda naturalidad. El profesional tendrá sin duda ocasión de comprobar
que, por desdicha, este mandamiento no sólo combate cosas que provocan desgracias
espirituales (las más importantes). También combate lo que provoca calamidades en este
mundo: ruptura de las familias, vacuidad y aburrimiento, desmoralización, falta de
rendimiento laboral y de tenacidad, incitación a la vida muelle y al parasitismo. Falta de
penetración intelectual y de honestidad. Enfermedades físicas y psíquicas. Pobreza y
demencia.
DÉCIMO MANDAMIENTO
NO CODICIARÁS LOS BIENES AJENOS
Combate el deseo desordenado de riquezas, la avaricia, y la envidia.
Quien trabaja honradamente, poniendo la cabeza y el tiempo en lo que está haciendo, y
mira el trabajo como un servicio que presta a los demás y como una misión a cumplir
mientras dura la vida terrena, ese no tiene espacio en su mente para codiciar los bienes
ajenos, para el robo, el fraude, la rapiña, la explotación de los bajos instintos del prójimo y
el tráfico de drogas. Es más feliz, ya en este mundo, y contribuye a hacer más felices a los
demás.
Toda teoría que haga del lucro la norma exclusiva de la actividad económica es
moralmente inaceptable.
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(Fuente: Altarejos, F. (Ed.). Jover, G. (1998) Ética Docente. Ed. Ariel, Barcelona)
En este breve escrito hay implicadas cuestiones como las siguientes: la auto comprensión
que tiene el profesorado del trabajo docente, las circunstancias peculiares de un sistema
educativo sometido a cambios importantes, y la preocupación actual de los enseñantes
para mejorar el reconocimiento social de la función docente.
Éstos y otros lemas han sido debatidos en un diálogo abierto, matizado a fondo y desde
perspectivas ideológicas plurales. Asimismo, querríamos compartir aún más nuestro
trabajo y tener en cuenta las opiniones y comentarios que pueda suscitar.
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Así, entre las cuestiones que nos hemos formulado, por ejemplo, figuran las siguientes:
-La necesidad de equilibrio entre los deberes hacia el alumnado y los derechos
individuales de los docentes.
-La armonía entre los deberes y los derechos del educador, especialmente sus derechos
laborales. :
-La relación entre la autonomía y la libertad de cátedra de los docentes y la necesaria
vinculación a un proyecto educativo común.
Hemos imaginado supuestos en los cuales el cumplimiento de algún deber podría entrar
en colisión con una obligación impuesta por la relación contractual de los docentes y con
las instituciones escolares de las cuales dependen. Esto nos ha hecho reflexionar sobre
los mecanismos de protección jurídica de los docentes aunque sobrepasaba el marco
estricto de nuestra reflexión.
Por lo tanto este documento se sitúa en un espacio y un tiempo concreto. Pero también, al
ser un documento abierto, prevé y tiene en cuenta los cambios sociales que se producen
en nuestro entorno, con rapidez y profundidad y con las consecuencias que estos cambios
tienen para el sistema educativo. Es decir, hemos tenido presente situaciones de futuro,
sin limitarnos al momento histórico de transición que vivimos. Así pues, creemos que más
allá de estos condicionamientos temporales, los profesionales de la enseñanza hemos de
conseguir, como educadores, alumnos que lleguen a ser cada día mejores como personas
y que la escuela asuma este objetivo, por utópico que pueda parecer.
2. Promover la educación a favor de los niños y jóvenes sin dejarse nunca inducir a
utilizarlos para intereses ajenos, sean comerciales, económicos, políticos o religiosos.
Trabajar para que todos los niños y jóvenes lleguen a ser adultos autónomos que
contribuyan positivamente en la sociedad en la que han de vivir.
3. Tratar a los alumnos con total ecuanimidad, sin mostrar preferencia por ninguno de ellos
por ningún motivo. No practicar ni aceptar prácticas discriminatorias por motivo de sexo,
raza, color, religión, opiniones políticas, origen social, condición económica, ni nivel
intelectual.
4. Aportar los elementos necesarios para que el alumno conozca y reconozca críticamente
su propia identidad cultural y respete la de los otros.
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Curso: Ética y Educación
6. Actuar de confidenciarios de todo aquello que se sabe de los alumnos y de las familias,
por motivos profesionales, y en ningún caso hacer uso de informaciones que puedan
perjudicarlos.
7. Poner a disposición de los alumnos sus capacidades y saber, con ilusión y sentido del
humor a fin de despertarles un interés máximo hacia todo aquello que constituye el
patrimonio de la humanidad.
1. Respetar los derechos de las familias en la educación de los hijos y ponerse de acuerdo
sobre las cuestiones relativas a los valores y a las finalidades de la enseñanza, para
introducirlos en los proyectos educativos.
5. Tener informados a los padres del proceso educativo de sus hijos, responder
profesionalmente a sus demandas y habiendo escucha- do sus puntos de vista, darles las
orientaciones que les permitan con- tribuir adecuadamente a la educación de sus hijos.
7. Respetar la confianza que los padres depositan en los docentes cuando hacen
confidencias sobre circunstancias familiares o personales que afectan a los alumnos, y
mantener siempre una discreción total sobre estas informaciones.
1. Dedicarse al trabajo docente con generosidad, con plena conciencia del servicio que se
presta a la sociedad y con la satisfacción de hacer las cosas bien hechas.
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9. Tomar las decisiones profesionales de forma reflexiva, a fin de que los conocimientos
técnicos y científicos compartidos se añadan a los adquiridos mediante la experiencia
profesional.
1. Considerar que tiene la condición de secreto profesional todo aquello que se refiere a la
información sobre los compañeros de trabajo que se ha adquirido en el ejercicio de cargos
de responsabilidad directiva, administrativa o profesional.
5. Crear un clima de confianza que potencie un buen trabajo en equipo y contribuir al buen
funcionamiento de los órganos de participación, de coordinación y de dirección a fin de
favorecer la calidad de la enseñanza.
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5. Que los alumnos aprecien el valor del trabajo de todas las personas. Contribuir
mediante la orientación adecuada a hacer que cada alumno realice aquellas opciones
profesionales que encajen mejor con sus capacidades y las preferencias personales.
6. Contribuir de una manera efectiva al dinamismo de la vida cultural del entorno social.
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funciones, como rasgo distintivo, no prime el ánimo de lucro, sino una orientación básica
encaminada al bien común.
El educador, docente y pedagogo en general, tiene que ser consciente del valor y la
dignidad que tiene todo ser humano, persiguiendo como objetivos en su ejercicio
profesional:
a) La libertad de aprender.
b) La libertad de enseñar.
c) La igualdad de oportunidades educativas para todos.
El incentivo más importante que tiene el educador para realizar su trabajo y para que el
proceso educativo sea eficaz reside en su compromiso deontológico que habrá que dar
forma a su acción educativa en todos aquellos ámbitos donde actúe:
2. Establecer con los alumnos una relación de confianza comprensiva y exigente que
fomente la autoestima y el desarrollo integral de la persona, así como el respeto a los
demás.
3. Promover la educación y formación integral de los educandos sin dejarse nunca inducir
por intereses ajenos a la propia educación y formación, sean del tipo que sean.
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4. Trabajar para que todos lleguen a tener una formación que les permita integrarse
positivamente en la sociedad en la que han de vivir.
5. Tratar a todos con total ecuanimidad, sin aceptar ni permitir prácticas discriminatorias
por motivos de sexo, raza, religión, opiniones políticas, origen social, condiciones
económicas, nivel intelectual, etc.
6. Aportar los elementos necesarios para que los educandos conozcan críticamente su
propia identidad cultural y respeten la de los demás.
8. Guardar el secreto profesional, no haciendo uso indebido de, los datos que se disponga
sobre el alumno o su familia.
9. Poner a disposición de los alumnos todos sus conocimientos con ilusión y fomentar el
máximo interés hacia el conocimiento y conservación de todo aquello que constituye el
patrimonio de la humanidad.
1. Respetar los derechos de las familias en la educación de sus hijos en lo que afecta a las
cuestiones relativas a los valores ya las finalidades de la educación para poder
incorporarlas a los proyectos educativos.
5. Tener informados a los padres del proceso educativo de sus hijos, responder
profesionalmente a sus demandas y. habiendo escuchado sus puntos de vista, darles las
orientaciones que les permitan contribuir adecuadamente a la educación de sus hijos.
7. Respetar la confianza que los padres depositan en los docentes cuando hacen
confidencias sobre circunstancias familiares o persona- les que afectan a los alumnos y
mantener siempre una discreción total sobre estas informaciones.
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1. Dedicarse al trabajo docente con plena conciencia del servicio que se presta a la
sociedad.
6. Esforzarse por adquirir y potenciar las cualidades que configuran el carácter propio y
que son necesarias para el mejor cumplimiento de los deberes profesionales: autocontrol,
paciencia, interés, curiosidad intelectual, etc.
1. Crear un clima de confianza que potencie un buen trabajo en equipo y contribuir al buen
funcionamiento 'de los órganos de participación, de coordinación y de dirección con objeto
de garantizar una elevada calidad de enseñanza.
5. Considerar que tiene la condición de secreto profesional toda aquella información sobre
los compañeros de trabajo que se haya adquirido en el ejercicio de cargos de
responsabilidad directa, administrativa o profesional.
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4. Participar en los órganos de gobierno del centro cuando así sea requerido.
6. Cooperar con las instituciones y asociaciones educativas dentro del amplio marco social
de la educación.
5. Procurar que el alumnado aprecie el valor del trabajo de todas las personas y contribuir
mediante la orientación adecuada a lograr que cada alumno conociendo y valorando las
realidades del estudio y del trabajo, así como sus propias posibilidades tome decisiones
responsables ante sus opciones escolares y profesionales.
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'La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien" (1). La persona
virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones
concretas.
Se llaman virtudes humanas a las que pueden adquirirse, como hábitos que son, mediante
la educación y los esfuerzos repetidos para practicarlas (en oposición a las virtudes
sobrenaturales, que no se pueden obtener por las fuerzas naturales).
Hay estudios completos y profundos de las virtudes humanas (2), (3).
Las principales virtudes son cuatro, llamadas virtudes cardinales: prudencia, justicia,
fortaleza y templanza.
Nos limitaremos a exponer virtudes concretas que todo profesional debiera vivir, y algunas
de sus manifestaciones.
PRUDENCIA
Exige del profesional la capacidad de pensar Con madurez intelectual y afectiva. Para
vivirla, hay que conocer los principios de la moralidad, y tenerlos integrados en la propia
personalidad; pretender fines buenos para su vida, sin los cuales la prudencia podría estar
al servicio del mal, y entonces no sería virtud. Exige también estar metido en los temas en
que le toca tomar decisiones, saberse aconsejar, saber rectificar cuando comprenda que
se había equivocado (y reconocerlo públicamente si hace falta). Y decidir con tino y a
tiempo (teniendo presente que la decisión exige luego mucha energía para llevarla a
cumplimiento).
JUSTICIA
En la organización y distribución del trabajo y de los salarios, hay que tener presente que
los sueldos deben guardar relación con el trabajo realizado, medido en cantidad, calidad,
dureza y riesgos (4). No es justo que cobre mucho quien se limita a poner unas firmas o a
hacer gestiones inútiles o placenteras, cuando su importancia viene del hecho de que
puede obstruir el trabajo de los demás. En el mundo se pueden señalar muchos casos de
“organismos de estorbar”, que, ley en mano, no ayudan al proceso productivo ni mejoran
su calidad, pero hay que contar con ellos de todas maneras si se quiere poder trabajar.
Esto es, básicamente, injusto. Tampoco es correcto que quien pasa muchas horas
haciendo un trabajo duro cobre menos que otros que hacen un trabajo mucho más suave y
que no tiene exigencias mayores intelectuales o de conocimientos.
Los sueldos no han de fijarse simplemente según el mercado de trabajo (Marx suponía,
erradamente, que el empresario siempre lo haría así): hay que pensar en las necesidades
de las personas, y, en lo posible, acercarse a esos valores. Ello exige que quien decide lo
que se paga tenga conocimiento global de las ganancias de la empresa y de los gastos de
la misma.
El profesional, y las organizaciones en que está trabajando. deben dar verdaderos
servicios a los clientes y a la sociedad. No simplemente tener sujetos a los clientes, como
el caballo se domina por el bocado, o como animales que son beneficiados. Eso sería un
abuso de poder, y una falta de justicia.
El profesional que trabaja en una empresa (o en el estado), debe hacer un servicio a esa
empresa y al bien común, ser útil, ser productivo en el mejor sentido de la palabra,
contribuir a que funcione bien, sin estridencias (en lo posible), con felicidad y con
participación positiva, en lo económico y en lo formativo, dentro de la sociedad. Si falta ese
planteamiento, los empleos se convierten en parasitismo más o menos disfrazado.
Cuando se dirime un litigio, hay que oír a las partes interesadas: oír las dos campanas. De
lo contrario se comete una falta de justicia.
Cuando se hace una cita, es importante no hacer esperar a las personas citadas. Es de
justicia respetar su tiempo; y si se va a recibir a varias personas, se debe calcular
aproximadamente el tiempo que nos demorará cada una para citarlas a horas algo
diferentes y no hacerlas esperar más de lo indispensable.
FORTALEZA
El profesional debe ser firme en sus principios. La fortaleza exige que tenga puntualidad,
virtud considerada menor pero que tiene mucha importancia: llegar a la hora, incluso un
poco antes, al trabajo.
Existe una tendencia exacerbada a cambiar continuamente las regias del juego, los
horarios, los nombres de los departamentos..., un cambio sin más motivo que la
inestabilidad mental y el infantilismo de suponer que con cambios continuos se progresa
indefinidamente. Lo único que se logra es trabar el funcionamiento productivo, sin atacar
las verdaderas causas del poco o mal resultado, que suelen ser las faltas de trabajo serio,
de estudio y, justamente, de continuidad en el esfuerzo por demasiados cambios
intempestivos.
El buen servicio del profesional exige que viva la laboriosidad, el trabajo día a día, durante
muchos años, controlando su imaginación, venciendo sus caprichos, y poniendo coto con
firmeza a los caprichos de los demás. Los trabajos hay que empezarlos a tiempo, y hay
que terminarlos. Hay quien es muy remolón para empezarlos. Hay también quien no los
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TEMPLANZA
Hay que tener presente que no es lícito obrar sólo por placer, porque el placer es, en esta
vida, un medio para ayudar a la realización de lo arduo (6). La sobriedad en la comida y la
bebida, en las diversiones, en los viajes, en las herramientas de trabajo (y de prestigio,
como autos, computadores, teléfonos celulares)... ayuda mucho al profesional a realizar un
trabajo que sea realmente un servicio. Es muy bueno trabajar con buenas herramientas,
pero lo mejor es poder prescindir de algunas de ellas sin que se paralice el trabajo o
merme su calidad.
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La afición estimula a comunicar a otros los conceptos que se van desarrollando; hace que
se publiquen trabajos, se promuevan mesas redondas (que no serán simples formas de
pasar el tiempo de manera más o menos aburrida), se amplíen los temas de estudio, se
corrijan conceptos errados, se abandonen algunos temas y se entre en otros, se evite la
soledad profesional (que es un estado insano) y la vida se haga más rica y más
productiva.
La afición no depende del todo del profesional. Puede tener mucho de innato, o ser
resultado de la educación y las experiencias de la infancia y de la primera juventud. Se
puede elegir la profesión que más cuadre y, dentro de ella, dedicarse, en lo posible, a lo
que más interese. Pero también hay formas de fomentar y cultivar esa afición, si se reúne
un mínimo de condiciones: los ideales grandes, el estudio oportuno con esfuerzo y
profundidad, la calidad moral, el trabajo bien hecho, con ficheros de experiencia, buscando
la bibliografía adecuada; la búsqueda de experiencia en ese tema; son acciones que
permiten, en muchísimos casos, que el profesional pueda adquirir y mejorar esa afición.
FLEXIBILIDAD
Cualquier trabajo de un profesional sufre muchos cambios imprevistos (y hoy en día más
que antes, por el progreso tan fuerte de la tecnología, los fenómenos demográficos, las
nuevas aspiraciones...); se producen bandazos, virajes, exigencias nuevas, y siempre con
premura: sin tiempo para entrenarse, teniendo que entrenarse sobre la marcha, learning
by doing, como dicen los norteamericanos.
Resultan pues muy útiles las personas que, aunque no sean excepcionales en ningún
trabajo, sirvan para varias actividades diferentes, y puedan incluso simultanearlas.
Siempre hay imprevistos, temas nuevos, medios de trabajo nuevos. La flexibilidad se
puede medir por la rapidez de comprensión de nuevos conceptos, la puesta en marcha de
nuevas actividades y la adaptación a nuevas formas de trabajar.
Quien es flexible puede trabajar en forma útil adaptando el personal que trabaja con él,
entrenando a unas personas determinadas (las que se tienen) y no otras ideales (que no
se tienen a mano).
La flexibilidad mental está relacionada con la inteligencia natural, pero también con la
inteligencia cultivada y las virtudes citadas anteriormente. Una profundización en las bases
generales y los conceptos fundamentales suele ser una gran ayuda. También el
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optimismo, aprender a trabajar con intensidad pero sin tensiones (o con un mínimo de
tensiones), y la confianza en sí mismo pueden ayudar a la flexibilidad.
Cuando una operación va a ser repetitiva, el espíritu práctico prepara una sistemática, que
ahorrará tiempo y errores en cada futura repetición, y permitirá que trabajen el tema
personas de menor nivel de preparación.
En todos los casos, el realista y con espíritu práctico enfoca las tareas en una forma que
conduce a la eficacia. Cuando se hace ayudar en una tarea, enseña a otra persona para
que lo pueda suplir. Cuando hay un atasco en el trabajo, se pregunta qué haría si aquella
dificultad estuviera ya resuelta: a veces descubre que el trabajo se puede continuar,
mientras se va resolviendo el asunto difícil, o que puede tomar otra dirección que evite el
punto de atasco.
CAPACIDAD DE COMUNICACIÓN
El profesional que quiera prosperar y, sobre todo, hacer un buen servicio, necesita esa
capacidad. Cada día más, el trabajo no es obra de una sola persona, es obra de muchas.
Hay que atender a los superiores, saber qué se espera de uno; hay que dialogar con los
iguales y con los subordinados. El cliente debe ser entendido e informado. Todas las
tareas exigen la consulta a libros, revistas, y bases de datos. La comunicación eficaz, oral
y escrita, es hoy más necesaria que nunca.
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El estudiante puede aprender a expresarse por escrito pasando apuntes a limpio (mientras
consulta con algún libro para mejorar su calidad). Puede y debe leer sobre temas que le
interesen y le mejoren. Muchas veces interesará que busque lecturas que le hagan
disfrutar, así adquirirá afición y se entrenará. Se disfruta de la lectura cuando se hace
dedicándole tiempo, con comodidad, con concentración.
Debe acostumbrarse a escribir a mano, con lápiz y papel, a hacer resúmenes o esquemas,
a repetirlos mejorándolos mientras piensa. Debe saber dejar notas escritas con sencillez
que informen a quien se debe. Y que se entiendan fácilmente, claro (la letra llamada Me
médico" no debería existir, ni siquiera en los médicos).
Hay quien piensa que el principal escollo de los profesionales de muchos países es que no
saben resumir, escribir correctamente y con sentido, leer y enterarse de lo que leen.
Algo que hay que conseguir de la escritura es que uno pueda comunicarse consigo mismo:
las ideas obscuras se aclaran, la mente se ordena, las cosas se entienden mejor cuando
uno las ha pasado al papel, sin pretensiones, una y otra vez.
Las llamadas telefónicas suelen ser mucho más frecuentes y más largas de lo necesario.
Un esquema con las palabras clave, sobre el papel, antes de hacer una llamada,
conteniendo en muy pocas líneas una idea de los temas a tratar, aliviaría mucho el tiempo
perdido y los costos. Las reuniones mal preparadas, con temas no estudiados de
antemano por los asistentes, suelen consumir mucho tiempo con muy pocos resultados,
porque cuando se llega al final ya nadie se acuerda de lo que se trató al principio.
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Hace falta, en primer lugar, confianza en uno mismo, en la propia capacidad. Esta
confianza se desarrolla "midiéndose" en el estudio y en las tareas académicas y
profesionales, que hay que realizar contrastándolas con otras soluciones mejores (la del
profesor, la del libro, la que propone el jefe); hay que terminar esas tareas, y, si hace falta,
repetirlas, incluso varias veces. Hay que gastar horas en el trabajo, informándose,
pensando, escribiendo, ensayando, hasta adquirir madurez en conocimientos, habilidades
y virtudes. Si hace falta, se reducirá la amplitud de los temas de nuestro actuar, hasta
encontrar un campo de aplicación a nuestra medida, o se derivará a otro campo donde
seamos más competentes. Hay que llegar a obtener el dominio de algún tema, y de las
tareas que a ese tema van asociadas. Hace falta, sobre todo, controlar la imaginación, que
tiende a agotar a las personas y hacerles perder mucho tiempo sugiriendo triunfos
demasiado fáciles.
Es muy bueno conocer las fortalezas y las limitaciones propias, para sacar partido de las
primeras y buscar ayuda o reemplazo cuando sepamos que no podemos trabajar bien.
También hace falta introducir confianza en la relación con los demás. Uno tiene que
merecer la confianza ajena, por la lealtad del propio actuar, que no se dirija a "minar el
piso" a nadie, que sea transparente, no movido por intereses personales sino atento al
bien común, a lo recto, a lo llano y sencillo.
Y hay que otorgarla: abrir un crédito de tiempo y de confianza a las personas, y aunque
objetivamente nos fallen, mantener ese crédito al menos en otros temas en que todavía no
han fallado: esta siembra de confianza produce siempre frutos.
A los subordinados hay que invitarles a que tengan confianza en sus jefes, y no se la
retiren por uno o dos incidentes que hayan resultado difíciles de aceptar. Son tantos los
asuntos que los jefes llevan entre manos, que, de no ser los subordinados indulgentes con
ellos, no se encontraría dirigente alguno que fuera aceptable.
Hay que tener en cuenta que el "capital" que representa la confianza, en una empresa o en
un equipo de trabajo, es decisivo para conseguir que una labor (y el conjunto de personas
que la realizan) vaya hacia arriba y no hacia abajo.
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ELEGANCIA Y CORRECCIÓN
El profesional debe buscar también la estética, la simpatía, el buen trato, la corrección con
todos. Estas cualidades, aunque pueden parecer de poca importancia, colaboran mucho a
la felicidad de todos.
El buen humor permite una salida amable a cualquier desacuerdo, roce o tensión. Por esto
resulta una cualidad de lo más valiosa para grupos de personas que trabajan en vecindad.
No es buena cualidad el ser irónico, ni ruidoso.
El buen humor más productivo es amable, positivo y sonriente, Evita también que los más
frustrados, los más pesimistas, contagien sus actitudes a los demás.
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Los casos que se ofrecen a continuación han sido documentados por el Dr. Juan Antonio
Pérez López así como por los alumnos del curso Ética y Educación del Postgrado en
Educación de la UPAO. Tienen el propósito de entrenarse en la práctica de los juicios
éticos sobre la propia conducta. Por eso, un enfoque adecuado para obtener la mayor
rentabilidad a esos supuestos, es ponerse en el lugar del actor o actores principales. Es
decir, se trata de responder a la pregunta:
Algunos casos ofrecen la posibilidad de dos, tres o más salidas distintas. Otros casos
están simplemente apuntados, en el sentido de que se trata de una situación abierta a
desarrollos posteriores. La discusión a que pueden dar lugar los casos podría hacerse
desde la premisa de que es factible hacer coincidir eficiencia, rentabilidad y rectitud ética.
O, en palabras más sencillas, de que es posible hacer bien el bien.
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Se nos asignó una cuenta de usuario la cual tenía permitido accesar solo a ciertos
recursos como la base de datos de planillas antiguo y a ciertas carpetas creadas para
nosotros el resto estaba restringido por la seguridad de información que se manejaba.
Un día de trabajo, la máquina asignada a uno de los programadores tuvo problemas
técnicos por lo que el personal de sistemas de la empresa inmediatamente nos asistió y
parte de la asistencia consistía en recuperar archivos en caso se hubieran perdidos, es en
este proceso de recuperación comenzaron a aparecer archivos que eran confidenciales
para la empresa, por lo que el personal de sistemas de la empresa involucró a todo los
profesionales de sistemas en este plagio de información, principalmente al programador
de esa máquina, ya que afirmaban que cualquier persona que no tenga conocimientos en
computación no hubiera podido obtener esta información por las restricciones de la red,
este hecho que nos indignó por lo que no habíamos cometido tal plagio por la seriedad de
la empresa que representábamos, en las investigaciones, se logró determinar que había
personas que manipulaban esa computadora durante la noche y una de ellas tenía
conocimientos de computación, finalmente lograron dar con el culpable al cuál sacaron de
la empresa.
Todos los programadores recibimos las disculpas de parte del jefe de sistemas de la
empresa limpiando nuestra imagen cuestionada y de todos los programadores que allí
laboraban.
En este relato se puso en tela de juicio la lealtad y el compromiso con la empresa, la cual
luego fue rectificada.
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1.-OBJETO (acción)
Manipulación y condicionamiento a un grupo de aspirantes a docentes por parte de una
autoridad educativa a cambio de un puesto de trabajo.
2.- PROPÓSITO DEL SUJETO (persona)
El director del Colegio de Aplicación de la Universidad "X", aprovechándose de su cargo
como director y catedrático universitario de la Facultad de Educación, convocó a los
más destacados estudiantes universitarios a una reunión de docentes en la misma que
los condicionó a apoyar a la agrupación política que éste lideraba a cambio de un puesto
de trabajo como profesores del colegio.
3.- CIRCUNSTANCIAS (entorno)
Desde el punto de vista del Director: La necesidad de los demás (destacados alumnos
universitarios), era una 'oportunidad' para alcanzar intereses personales,
demostrando a través de su conducta una falta de ética profesional y una pobreza
de valores humanos. Lamentablemente encontramos este tipo de personas para
quienes el fin justifica los medios y utilizan la manipulación y el condicionamiento
como mecanismo para persuadir o intimidar a otros.
Desde mi punto de vista: Considero que actué bien, a pesar de las necesidades
materiales en las que me encontraba. Tiempo después y gracias a Dios se me
presentaron otras propuestas laborales que me han permitido mejorar la calidad de vida
de mi familia y vivir tranquilo y alegre de haber obrado con rectitud ética y moral.
INTRODUCCIÓN
El presente caso ocurrió en el curso de clínica integral I.
Por su naturaleza este curso es practico por lo que existe un record mínimo que tienen que
realizar los alumnos para aprobarlo, cada procedimiento clínico que realizan es supervisado
por los docentes y al final firman para dar de fe del trabajo realizado y su respectiva nota.
HECHOS:
A finales del ciclo a una alumna le faltaban realizar varios tratamientos por lo que sus
compañeros le aconsejaron que falsifique las firmas de dos docentes , y se puso a practicar
las firmas más fáciles de imitar, y lo hizo tratando de sorprender con sus acciones , al día
siguiente de la falsificación de las firmas se presenta a mi oficina para confesar su delito ;
tomando en cuenta su arrepentimiento por lo realizado se le concede unos turnos clínicos
adicionales para que complete lo que le faltaba.
1. Objeto.- Falsificación de firmas.
2. Propósito del sujeto.- Aprobar el curso de clínica integral I.
3. Circunstancia.- Falta de tiempo para culminar sus tratamientos.
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INTRODUCCIÓN:
El presente caso ha sido observado en el Curso de Odontopediatría:
Dentro del desarrollo del curso de Odontopediatría dictado a los alumnos del 7mo ciclo de la
Carrera Profesional de Estomatología de la Universidad Privada Antenor Orrego: se
desarrrolla una parte práctica y una teórica.
En el desarrollo práctico se atiende a niños en edades de 5 a 7 años de edad, previo
llenado de historia clínica en cual se detalla todos los antecedentes del paciente, el motivo
de consulta, Examen Clínico para posteriormente realizar el diagnóstico y plan de tratamiento
adecuado.
Los alumnos del curso tienen un manual con un número determinado de procedimiento
clínicos (record) a realizar.
HECHOS:
Un alumno del referido curso con el afán de cumplir esos requerimientos en forma presurosa
y sin la ética que debe acompañar a todo alumno y sobre todo el respeto a su paciente,
trató de sorprender al docente del referido curso, con una historia clínica en la cual referían
que los procedimientos a realizar en la referida cita no estaban realizados aprobados en citas
anteriores; ya que el alumno en la primera cita presenta la historia clínica llenada y completa;
es supervisada por el docente con el fin de corroborar todos los datos, para que a partir de la
segunda cita el alumno pueda empezar a realizar los tratamiento y llamar al docente para la
verificación de éstos. Lo curioso del caso es que el alumno no llamó al docente para la
supervisión de los procedimientos y le avisó par la revisión final cuando estos ya estaban
finalizados, motivo por el cual el docente al examinar al paciente se da con la sorpresa de que
esos tratamientos ya habían sido realizados con anterioridad por las características que
presentaban los materiales de restauración. El docente interroga al alumno y éste con
todo cinismo le refiere que los acaba de realizar, un poco mortificado el docente nuevamente
le vuelve a preguntar y el alumno insistía en lo mismo por segunda vez, el docente le da una
nueva oportunidad pero con un poco de coacción, es en este momento que el alumno
reconoce su falta y le pide disculpas al docente por la mala acción realizada ya que
refiere que por no tener en recurso económicos para costear los tratamiento la cometió. El
docente le hace ver su error, le da un poco de consejería y el alumno promete no volver a
cometer el mismo error en otro cursos y reconoce que ante todo está decir la verdad y la
comunicación con el docente; por ello el docente le brinda una nueva oportunidad de
realizar los tratamiento otro paciente y en una próxima cita.
INTRODUCCIÓN:
Es una asignatura teórico-práctica Biomateriales, que se imparte a los alumnos.
Conocimientos sobre los materiales dentales utilizados para la restauración de los tejidos
dentarios, con énfasis en las propiedades, indicaciones, contraindicaciones y manipulación.
Desarrolla temas como propiedades físicas, químicas, mecánicas y biológicas, sus
aplicaciones en Estomatología. Por lo tanto los alumnos tienen la obligación de traer los
materiales que se les asigne en la práctica.
Para poder elegir siempre el bien contamos con la ley natural, la conciencia y las virtudes
éticas, que nos ayudan a conseguir el fin propuesto. Sin ellas sabríamos a dónde ir, pero no
tendríamos la fuerza suficiente para llegar hasta el final.
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ACTORES:
- Alumna
- Docente
- Madre de Familia
HECHOS:
Se llevaba con normalidad las clases de práctica del curso de biomateriales todos los
alumnos asistían con normalidad, dentro del grupo había una alumna que dejó
de asistir como dos prácticas, la sospecha de la madre es que le lleva a preguntarnos si
es que ella estaba asistiendo cuando se enteró que no asistía grande fue su sorpresa
porque la alumna le refería que si estaba asistiendo por lo que estaba mintiendo la alumna,
cuando converso con la madre le expuso su caso que no quería estudiar y dejar la carrera
porque no tenía los materiales para cada práctica y que le daba vergüenza estar pidiendo en
casa, así mismo llegar a la práctica sin el material solicitado ya que era muy costo. La
mamá vino hablar y me pidió qué posibilidades habría en apoyarla a su hija, que ella tenía
todas las ganas de seguir la carrera y seguir estudiando pero que realmente no contaba
con los medios suficientes para cubrir con algunos gastos de materiales costosos; que aparte
tenía otros gastos y otro problemas. La verdad es que conmovido con el caso hablé con la
encargada del curso para dar una salida y así la alumna no se perjudique. Llegamos a un
acuerdo equitativo que material que se utilicen en pocas proporciones sea comprado en
grupo, por lo que la alumna estuvo muy agradecida por el apoyo y así de esa manera
continuar con sus estudios.
Ellen Burstyn
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Muchos hombres y mujeres actúan sin darse cuenta de las consecuencias de sus actos.
Es propio de la naturaleza humana cometer errores, sin embargo siempre existe la
posibilidad de darse cuenta de ello, y por tanto, reconocer y prevenir los pensamientos y
acciones futuras. Lo que no es admisible es persistir en el error, o pero aún insistir e
inducir a otros a cometerlo.
Es destacable que la Sra. Burstyn, en un acto de sinceridad y valentía, admita su grave
error, y prevenga a muchas mujeres sobre las consecuencias fatales que de ello se deriva.
Métodos de terror
El Protocolo en cuestión delimita las técnicas para abortar hasta los tres meses de
gestación y las usadas en embarazos de cuatro meses o más. Además, enumera una lista
de "feticidas" -agentes para matar el bebé dentro del vientre materno-, que se emplean
después de los cuatro meses y medio de embarazo.
Uno de los procedimientos abortivos más comunes en el hospital es administrar el fármaco
Cytoteca las gestantes, para provocar contracciones y expulsar al no nacido.
"Tú sabes lo que es ver al bebé moviendo los piecitos y las manitas y no poder hacer
nada", declaró la enfermera lamentando no poder ayudar para salvarlos.
Y es que los concebidos en el segundo trimestre de gestación miden unos 12 centímetros
y no pueden sobrevivir fuera del vientre materno porque sus pulmones y otros órganos
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Cuando el personal del área de farmacia del Hospital Universitario supo del uso abortista
de Digoxin se negó a despacharlo. Entonces, una de los médicos comenzó a inyectar
agua en los pulmones de los concebidos para provocarles una muerte por edema
pulmonar dentro del vientre materno y proceder a sacar el cuerpo sin vida.
Entre los agentes feticidas incluidos en el Protocolo del Hospital Universitario figura el
cloruro de potasio, uno de los tres ingredientes utilizados en la ejecución de prisioneros
sentenciados a pena de muerte por inyección letal.
El cloruro de potasio provoca el paro cardíaco durante la ejecución. Sin embargo, quienes
se oponen a la pena de muerte han advertido que su aplicación es tan dolorosa que las
normas veterinarias exigen que en los casos de eutanasia, las mascotas estén
inconscientes antes de inyectarles una solución de esta sal.
Según la enfermera, estos abortos se justifican bajo el concepto de "salud de la madre",
que incluye cuadros de depresión; "malformaciones del feto", que incluye síndrome de
Down; o violación sexual.
"A veces nos ponemos a hablar con las mujeres y nos dicen que en realidad no fueron
violadas, sino que tuvieron problemas con el papá del niño y no pueden tener al bebé
ahora", reveló la enfermera y aseguró que ellas están "aquí para dar vida, no para
quitarla".
Las enfermeras se reunieron con la división legal del Departamento de Salud, donde,
recibieron apoyo debido a que les asiste el derecho a la objeción de conciencia.
Aunque según la vocera, "la mayoría de los doctores en sala de parto tampoco están de
acuerdo con esto", denunció que "existen planes de contratar enfermeras nuevas que
asistan los abortos y designar un área aparte dentro de este hospital público para esos
fines. De ser así, el salario de este nuevo personal y los costos de habilitar un área
separada también podrían quedar sufragados con fondos públicos".
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El semanario Alba, en setiembre del 2007, recogió el testimonio de una joven madre
catalana que decidió tener a su bebé sabiendo que no abortar le costaría su puesto de
trabajo en una importante empresa trasnacional. Con su niña en brazos, Yolanda
Fernández asegura que "optar por ser madre es la mejor decisión que he tomado en toda
mi vida".
"Yolanda venía de una vida un tanto desordenada. Una relación de pareja había troncado
de manera un tanto brusca y le había llevado a la depresión. Ahora se encontraba
embarazada de su pareja, un joven bastante más joven que ella, que no había acabado la
carrera", sostiene Alba.
Ante la presión de sus compañeros de trabajo y amigos, Yolanda llegó a una clínica
abortista y paradójicamente ahí se dio cuenta que no podía matar a su bebé.
"Se entrevistó con una psicóloga que le dijo que no pasaba nada, que lo que tenía era un
conjunto de células. „A mí no me terminó de convencer, porque yo sabía que aquello era
algo; y además, no me gustó que no me ofrecieran ninguna alternativa más que el
aborto‟", recuerda.
Yolanda regresó a casa desesperada porque sabía que „aquello‟ era su hijo. "Así que
decidió seguir adelante contra viento y marea. ¿El único que le apoyó? El médico que le
atendía: „Trabajos hay muchos, pero tu hijo es tuyo‟. Así fue. Tuvo a su hija, a la que ahora
califica de „la razón de su vida‟. Su trabajo lo perdió. Pero -como le dijo el médico- „hay
otros‟, así que está trabajando en otra empresa", sostiene Alba.
Su consejo para quienes se encuentran en situaciones similares es contundente: "Qué no
haga caso de los consejos de las amigas ni de las múltiples presiones, es tu hijo y lo
mejor que puedes hacer es tenerlo", asegura Yolanda.
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-Despedirlo, naturalmente -me dijeron. Quedé anonadado ante la idea: nunca había
despedido a nadie e incluso en ese caso tampoco lo había pensado. Pero resolver un
problema despidiendo al hombre era el sistema norteamericano. Parecía muy claro,
directo y lógico. Empecé a pensar que Estados Unidos es el paraíso de Los directivos: se
puede hacer cualquier cosa que se quiera. Después, pocos meses más tarde, vi la otra
cara de la moneda. Teníamos un jefe de ventas en un sector, que parecía muy
prometedor, tan prometedor que lo envié a Tokio durante un largo período, para que
conociera a todos los que integraban la casa matriz y se pusiera al tanto de la filosofía y
del espíritu de nuestra organización. Se comportó magníficamente, impresionando a todo
el mundo en Tokio. Regresó a Estados Unidos, se puso a trabajar y continuó
complaciéndonos, hasta que, un día, sin advertencia alguna, entró en mi oficina y me dijo:
-Señor Morita, gracias por todo, pero me voy. No podía creer lo que oía, pero no era una
broma: un competidor le había ofrecido duplicarle o triplicarle el salario y pensó que no
podía rehusar. Este es el modo norteamericano, entendí. Yo estaba muy confuso y
amargado por este episodio y, con franqueza, realmente no sabía cómo llevarlo. Meses
más tarde fui a una exposición de electrónica y allí, en el puesto de exhibición de uno de
nuestros competidores, estaba el traidor. Pensé que deberíamos evitarnos mutuamente
pero, en vez de esconderse de mí, se apresuró a acercarse, para saludarme y charlar,
como si no tuviera nada de qué avergonzarse. Me presentó con entusiasmo a sus colegas
y me mostró un nuevo producto, como si no hubiese habido una violación de la confianza
entre nosotros. Parecía que el hecho de que nos hubiera dejado llevándose toda nuestra
información sobre comercialización y los secretos de nuestra compañía no fuese nada
malo. Aparentemente, esta clase de hechos ocurría todos los días y eso es algo que está
muy lejos de ese "paraíso de gerentes". Me juré que mi compañía pondría lo mejor de sí
para evitar la incorporación de ese aspecto de la técnica gerencial norteamericana.»
(Akio Morita, Made in Japan, Versal, Barcelona, 1987, pp.219-220).
He aquí un ejemplo de cómo la circunstancia -en este caso las diversas condiciones
culturales- cambian la apreciación que se tiene de un mismo hecho: el que alguien deje
una compañía para contratar con otra, en mejores condiciones económicas. En Estados
Unidos y, en especial, en Occidente, es algo normal. En Japón, al menos en algunas
empresas, es considerado algo inmoral. Morita, en ese texto, es muy explícito: traidor,
violación de confianza.
En estos casos no han entrado para nada las leyes. Es cuestión de costumbres. Puede
estudiarse si la situación media en Estados Unidos y la actitud de Morita son o no casos
extremos. Puede ser un tema de discusión hasta qué punto los empleados deben esa
fidelidad y lealtad a la empresa.
Piénsese, por ejemplo, en el caso de una persona que ha ingresado en la empresa a los
dieciocho años, realizando, a costa de ésta, cursos de capacitación. Mediante el estímulo,
la ayuda, la experiencia de directivos, que también son propietarios de la empresa, esa
persona recibe la mejor formación e información. A los 27 años es jefe de sección. Y es
entonces cuando deja .la empresa porque en otra, de la competencia, le han ofrecido
mejores condiciones económicas.
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