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Lo urbano generalizado
y sin límites.
Variaciones sobre el caos
L a pa ra d o ja d e l o u r b a n o g e n e r a l iz a d o
Un espacio ilimitado que permite realizar prácticas limitadas y
segmentadas
Las consecuencias que tiene la tercera mundialización en
el devenir urbano son concretas y por lo tanto muy evidentes.
Al no representar ya un lugar de hospitalidad y de liberación,
lo urbano se confunde con espacios que se pliegan ante pre
siones externas y se inscriben en los flujos. Desde entonces, el
destino de algunas ciudades es el de transformarse en “lugar
de la memoria”: “Es una paradoja -escribe Frangoise Choay-
que en la época misma en que los estudios urbanos adquirie
ron derecho de ciudadanía en las universidades y en la que lo
urbano se convirtió en un sustantivo, asistamos al desvaneci
miento del tipo de aglomeración que Occidente llamó ciudad,
cuyo último avatar fue, a pesar de sus suburbios, la metrópo
lis de la segunda mitad del siglo XIX y que, aunque a menu
do amenazada, subsiste en ciertos países atrasados (como es el
caso de las capitales latinoamericanas).”1 Hasta hace poco,
V a r ia c io n e s sobre la C iu d a d g e n é r ic a *
14. lbíd.
Lo urbano generalizado y sin límites 203
1S. Véase la primera sección de Le Monde des villes (op. cit., págs 29
302) cuyos capítulos están dedicados al Magreb, al Machrek, al Africa
negra, al sudeste asiático, a la China, al Japón, a la India, a América lati
na, a Turquía, a Irán, a Oceanía...
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de las ciudades más importantes de Nigeria, la resistencia de
cuerpo sobreviviendo en las peores condiciones, y la de Paul
Virilio, para quien la ciudad desarrolla desde su interior el mal
que la carcome y la condena a desaparecer.
Esta es la paradoja alrededor de la cual gravita Koolhaas:
critica a los defensores ingenuos de una ciudad europea y al
mismo tiempo nos recuerda que el mal urbano se da en con
sonancia con una defección de lo político. Pero, si bien es
cierto que la ciudad europea se enlaza con una dimensión
política y que es legítimo poner en tela de juicio cierta ilu
sión europea, deducir que la ciudad política ha muerto no lo
es tanto. Lo urbano, valorizado hoy al extremo, ¿puede
medirse con la misma vara que “la urbanidad de las ciuda
des” y “el espíritu democrático”, que fueron los resortes de
lo urbano en las ciudades hanseáticas o en las ciudades ita
lianas del Renacimiento? ¿O bien se extiende, como lo urba
no generalizado, como un reguero de pólvora que se impo
ne de Lagos a Kuala Lumpur? En De Jericó a México, Paul
Bairoch ya señalaba que “la inflación urbana [...] no ha con
ducido a que la ciudad del Tercer M undo sea un factor de
desarrollo económico.”16 La dimisión de lo político, a esca
la nacional, regional y mundial, acompaña evoluciones
democráticas consideradas como ineluctables. Las cifras son
elocuentes, implacables: la banalización del hecho urbano, lo
urbano generalizado, está en el origen de la multiplicación
de las ciudades enormes, que suelen recibir distintos nom
bres: ciudades gigantes como las llama Paul Bairoch, ciuda
des tentaculares, megaciudades o megápolis...
E l d e v e n ir d e l a s c iu d a d e s g i g a n t e s
Mientras en el año 1900 había 11 aglomeraciones de más
de un millón de personas y en el año 2000 había 350, hoy
hay 35 ciudades que superan el umbral de los 10 millones de
habitantes. Mientras en 1900 el 10 % de la población mun
dial vivía en ciudades, hoy lo hacen cerca del 55 %. Duran
te la conferencia Habitat II (City Summit) realizada en
1996, investigadores vinculados con las Naciones Unidas
afirmaron que la mitad de la población del planeta es hoy
urbana y que el siglo XXI podría calificarse globalmente
como urbano. Según un informe emanado de las Naciones
Unidas en 2001, 3 mil millones de personas viven en ciuda
des, de acuerdo con la siguiente distribución: en 19 ciuda
des con más de 10 millones de habitantes, 22 ciudades con
más de 5 y menos de 10 millones, 370 ciudades de entre 1 y
5 millones y 433 ciudades de entre medio y un millón de
habitantes. Pero este primer dato exige más precisiones: 175
ciudades de un millón o más de habitantes se reparten hoy
entre Asia, Africa y América latina donde se encuentran 13
de las 20 mayores aglomeraciones del planeta. La progre
sión de las ciudades de los países emergentes es impresio
nante: entre 1980 y 2000 Lagos (Nigeria), Dacca (Bangla-
Europa al margen
Pero, más allá del aspecto demográfico y cuantitativo, el
fenómeno decisivo es la desproporción geográfica, el abismo
mental y cultural que se ahonda entre los mundos europeo y
no europeo. En el plano de la urbanización, los contrastes
regionales son fuertes: según vaticinaba Paul Bairoch en
1996, “la explosión futura de las ciudades será de mayor
intensidad en Africa. El número de habitantes de las ciuda
des se multiplicará casi por tres entre 1980 y 2000 y por sie
te entre 1980 y 2025. En cambio, en América latina esta
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C iu d a d e s in f o r m e s y c a ó t i c a s
La mdiferencia generalizada (Karachi y Calcuta)
¿Cómo el descenso de tensión puede ser la característica
de una ciudad? Claude Lévi-Strauss lo evocaba ya en la
década de 1950, cuando la temática de la posciudad aún no
atormentaba los espíritus. Durante el periplo que relata en
Triste trópicos, el etnólogo se detiene en Karachi, donde des
cubre una ausencia de relaciones humanas que lo lleva a
hablar de la inhumanidad de Karachi en su condición de ciu
dad. Ahora bien, esta inhumanidad se debe, según él, a una
pérdida de tensiones, a la reducción de las relaciones, al rei
nado de la no-relación y la imposibilidad de inscribirse en un
lugar. Cuando ya nada pasa, todo deja de suceder. Este tex
to de mediados del siglo XX anticipa la reflexión sobre las
megapolis contemporáneas de hoy y sobre las estrategias de
supervivencia que se observan en Lagos y en otras partes. A
27. Mike Davis, City of Quartz. Los Angeles, capitale du futur, París, La
Découverte, 1997.
216 Olivier Mongin
la insignificancia, sino un exceso de signos que expresa la
devastación del lugar. La devastación se erige en él como si
fuera un lugar para vivir. Y no cesa, se extiende como se
extienden en otros lugares las ciudades nuevas, pero esto es
lo contrario de un crecimiento. Los barrios marginales se
alejan cada vez más de toda «cuestión de la ciudad». N o tie
nen devenir. Sólo pueden concentrar la devastación y endu
recer la exasperación.”28 La inversión de la perspectiva es
total: ya no se observa la descomposición de una ciudad
como en Calcuta; ahora, la cuestión es su recomposición a
partir de los desechos que contiene en su interior, si la lava
puede endurecerse y dar forma a algo. Pero aquí la ciudad es
puro desecho, un terreno devastado de entrada, que sólo
puede exteriorizarse afuera en la forma de una barriada de
chabolas. No hay otra opción más que la de oscilar entre
descomposición y recomposición, entre caída de tensión e
hipertensión. Pero si la ciudad no muere de sí misma, se
proyecta en magmas informes, espacios invivibles. El fin de
la ciudad: allí está también el fin de toda forma de urbani
dad. Si bien Los Ángeles aún puede reestructurarse, repro
ducirse, no puede decirse lo mismo de la zona fronteriza del
lado mejicano. Cuando la ciudad fracasa en su intento de
reinventarse, cuando se desmorona bajo los signos maca
bros, no es más que un inmenso terreno devastado. Lo urba
no generalizado está caracterizado por la continuidad, pero
los barrios de latas, la tierra arrasada que los simboliza, la
inhabitabilidad que pone de manifiesto, participan de esa
continuidad, cuyas virtudes elogia Koolhaas. El caos ha
cobrado cuerpo, no es únicamente un vacío que hay que lle
nar sino que corresponde a un proceso de vaciamiento,
ahonda el vacío, organiza la ausencia de lugar, la falta de
El u r b ic id io
rrasser?, París, Seuil, 1995. Esta obra contiene además un capítulo sobre los
filmes dedicados a Beirut antes y durante la guerra que comenzó en 1975,
“La ville prise en otage: les cinémas de Beyrouth”, págs. 156-174.