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HÉCTOR G. BARNÉS
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SISTEMA EDUCATIVO
TIEMPO DE LECTURA8'
La información que teníamos hace tan solo un año era limitada. Sabíamos que el
sistema de “gestión del comportamiento de la clase inteligente” (CCS) escaneaba
la clase cada 30 segundos para registrar el comportamiento de los estudiantes,
incluidas sus expresiones faciales. La actitud del alumno era clasificada en seis
conductas diferentes: leyendo, escribiendo, alzando la mano, de pie, escuchando
al profesor o reclinándose sobre la mesa. El teórico objetivo era ayudar a los
profesores y padres a conocer el comportamiento de sus hijos y alumnos, y poder
intervenir cuanto antes.
No ha sido hasta esta semana, cuando la revista 'The Disconnect' ha publicado
un extenso reportaje escrito por Xue Yujie, cuando se han conocido con mayor
detalle los entresijos del programa. Especialmente, los más peliagudos, como el
desconocimiento del sistema por parte de los estudiantes de algunos
colegios. Es el caso de la Escuela de Secundaria de Niulanshan, donde sus
alumnos (como el protagonista del reportaje, Jason) reconocen haber descubierto
que estaban siendo grabados después de ver una imagen suya subida a la red
social Weibo, donde aparecía categorizado con una etiqueta con su número de
identidad y su estado (centrado, distraído, etc.). La polémica había surgido
después de que el hashtag #ThankGodIGraduatedAlready
(#GraciasADiosYaMeGradué) se viralizase.
Foto: iStock.
La razón aducida por el centro para mantener en secreto el proyecto piloto hasta
que los padres y los profesores estuviesen “listos” era la posibilidad de que sus
reservas pudiesen provocar el final del experimento. Actualmente,
hay siete centros en toda China que engloban a 28.000 estudiantes como parte
de este proyecto piloto. No en todos ellos se ha ocultado la implantación del
sistema, y el reportaje de Yujie cita un instituto de la provincia de Zheijang donde
los estudiantes saben que le están grabando y por qué. En este caso, las quejas
vienen motivadas por el intrusismo del sistema: uno de los estudiantes recuerda
que la cámara es capaz de recoger con detallesincluso lo que escriben en el
cuaderno.
Te observan
desea
Foto: iStock.
En China… ¿y en Occidente?
Aún estamos lejos de que un sistema así se implante en Occidente. Para
empezar, por las previsibles resistencias que despiertan no solo entre profesores
que no desean que su trabajo sea registrado, sino también por alumnos y padres
con una conciencia más desarrollada de la privacidad, muy distinta a una China
que ha vivido décadas bajo un régimen comunista. Lo cual, no obstante, no quiere
decir que no haya empresas desarrollando propuestas similares, si bien la mayor
parte de innovación en tecnología artificial se centra en la creación de contenidos
o la automatización de tareas sencillas. Por ejemplo, como también ocurre en
60.000 colegios de China, a la hora de corregir automáticamente los ensayos
escritos por los alumnos.
funciona su cerebro
Un artículo publicado por la consultora McKinsey el pasado año sobre el rol de la
educación en la Inteligencia Artificial señalaba otra posible dirección. En él, la
directora de ciencias computacionales de la Universidad de Princeton, Jennifer
Rexford, explicaba uno de los proyectos en desarrollo en el centro. Se trataba de
escáneres cerebrales de los estudiantes mientras veían vídeos, con el objetivo de
entender cómo se refleja el aprendizaje en el cerebro. Una vez se tengan los
datos, se aplicará 'machine learning' a los datos recogidos. Ya no solo nos
observan sino que se meten en nuestro cerebro, dirán los detractores.
Sin embargo, el motivo más común para implantar nuevas formas de vigilancia es
raramente académico, y tiene más que ver con la seguridad. Algo especialmente
común en Estados Unidos, donde los tiroteos en colegios e institutos son
tristemente frecuentes, y donde los arcos de detección de metales han pasado a
forma parte del paisaje escolar. El pasado año, el permiso concedido a la policía
de Los Ángeles para acceder a las 2.500 nuevas cámaras de seguridad presentes
en UCLA provocó la protesta de los estudiantes, que lo vieron como la
implantación de un estado policial a costa de su privacidad.