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La Niñera del Rey Vampiro
Un Romance paranormal
T.S. Ryder
Índice
Capítulo uno - Thomas
Capítulo dos - Adrielle
Capítulo tres - Thomas
Capítulo cuatro - Adrielle
Capítulo cinco - Thomas
Capítulo seis - Adrielle
Capítulo siete - Thomas
Capítulo ocho - Adrielle
Capítulo nueve - Thomas
Capítulo diez - Adrielle
Capítulo once - Thomas
Capítulo doce - Adrielle
Capítulo trece - Thomas
Capítulo catorce - Adrielle
Capítulo quince - Thomas
Capítulo dieciséis - Adrielle
Capítulo uno - Thomas
Thomas tenía razón, Madrid se veía muy feroz. Cuando Adrielle la vio
por primera vez, las palabras ‘vikinga asesina’ se le vinieron a la mente. La
mujer era tan alta como el rey vampiro y se veía muy fuerte. Sus brazos eran
del tamaño de los de un gorila e igual de peludos. Su cabello rubio estaba
trenzado, su rostro era un poco peludo, y sus dientes caninos eran más
afilados que los de un humano común y corriente. No eran colmillos, pero
tampoco eran dientes normales. Estaba vestida de cuero de pies a cabeza. Las
personas en la playa las evitaron mientras pasaban.
Adrielle estaba disfrutando de la sensación del calor en sus brazos,
sintiéndose sorprendentemente cómoda con Madrid. Tal vez era porque la
enorme mujer le recordaba a su propia tía, quien había pertenecido a una
banda de motoristas hasta que murió en un tiroteo policial. La tía Cherry
contaba las mejores historias y siempre se aseguró de que estuviera siendo
atendida.
Después de su muerte, no quedaba nadie más que pudiera cuidar de
ella. Ese fue el comienzo de la espiral descendente de Adrielle.
—Vamos a comprar helado —sugirió Adrielle, tomando a Clarissa de
la mano.
La niñita arrugó la nariz cuando vio el cono de helado que Adrielle le
compró.
—¿Qué sentido tiene esto? —preguntó Clarissa antes de lamerlo—. Es
pura azúcar. Supongo que no tiene ningún valor nutritivo.
—Comer no solo se trata del valor nutritivo de los alimentos —dijo
Adrielle—. También se trata de disfrutar.
Clarissa arrugó la nariz y dijo: —Eso no me parece bien.
—A tu mamá le encantaba el helado, dale una oportunidad — dijo
Madrid, soltando una risita y comprándose dos conos de helado para sí
misma.
Clarissa hizo una mueca, pero siguió lamiendo el helado. Adrielle miró
a su alrededor mientras caminaban. Si pudiera conseguir un teléfono celular
de cualquiera de los bañistas, entonces tal vez podría llamar a la policía. A
pesar de la advertencia de Thomas, simplemente no se entregaría atada y
aceptaría que esta sería su vida de ahora en adelante. Se había escapado de un
loco y estaba segura de que podría volverlo a hacer.
Sin embargo, ¿qué le diría a la policía si lograba comunicarse? Si tan
solo mencionaba la palabra ‘vampiro’, la ignorarían por loca.
Las olas del lago rompieron la orilla, atrayendo la atención de Adrielle.
Probablemente no tenía sentido pedir ayuda. La policía no hizo nada por ella
cuando llamó informando que otro ser humano la estaba amenazando, y
mucho menos lo harían ahora por un vampiro.
Thomas era un rey vampiro. Adrielle frunció el ceño. Sabía que él
debería asustarla, que debería estar huyendo entre gritos. Pero ese mismo día,
cuando la miró fijamente en ropa interior, lo único que vio en sus ojos fue
lujuria. Y también un poco de culpa. Solo un poco, pero definitivamente
estaba presente en su mirada.
—¿Sabes qué sería muy divertido? —espetó, tratando de sacarse al
enigmático rey vampiro de su mente—. Podemos quitarnos los zapatos,
subirnos los pantalones y caminar por el lago. El día está caluroso, así que
sería genial.
Los ojos azules de Clarissa se abrieron de par en par y exclamó: —
¡Pero nos ensuciaremos los pies!
Si no fuera tan trágico que una niña de once años de edad estuviera
preocupada por ensuciarse, Adrielle se habría reído.
—Yo a tu edad hacía pasteles de lodo. Ensuciarse es parte de la
infancia. Además, es solo arena. Vamos, será divertido.
Clarissa miró el agua y se mordió el labio inferior. Luego tomó a
Adrielle por la cintura con fuerza, quedándose allí por un rato. Esto
sorprendió tanto a Adrielle que se puso rígida al principio. Sintió un impulso
ridículo de empujar a la niña, pero la abrazó en su lugar. Estaba a punto de
preguntarle qué le pasaba cuando Madrid soltó un gruñido.
Un hermoso hombre rubio se acercó a ellas. Su rostro era conocido,
aunque no recordaba dónde lo había visto antes. Estaba mirando a Clarissa
fijamente y Adrielle sintió un enorme impulso protector apoderarse de ella.
Se enderezó y se colocó delante del hombre cuando se acercó demasiado. El
hombre la chocó.
—¿Qué quieres? —exigió Adrielle.
El hombre la miró y su rostro se iluminó con una sonrisa.
—Hola. Tú debes ser la nueva niñera.
Madrid colocó su mano gigante sobre el hombro de Adrielle y la jaló
hacia atrás. La mujer era mucho más alta que el rubio. El gruñido en su
garganta se volvió más intenso. Adrielle rodeó a Clarissa con sus brazos y la
echó hacia atrás, estremeciéndose en el proceso. Este hombre le daba mala
vibra.
—¿Qué quieres, Samuel? —preguntó Madrid.
—¿Tiene algo de malo entablar una conversación amistosa? —le
respondió a Madrid, sin quitarle la mirada de encima a Adrielle.
Los pelos se le pusieron de punta. Aunque no veía lujuria en sus ojos, y
aunque estaba completamente vestida, su mirada se sentía más depredadora y
peligrosa que la que Thomas le había dado casi desnuda. Tenía la sensación
de que Thomas podría estar tocándose a sí mismo con una mano mientras la
miraba y la acariciaba con la otra y aún no se sentiría tan sucia como se sentía
en este momento, bajo la mirada de este hombre.
No es que quería que Thomas la acariciara... Eso le parecía
completamente insólito.
—Debo decir que Thomas tiene buen gusto, después de todo —dijo
Samuel con una sonrisa.
En ese momento Adrielle recordó dónde lo había visto antes. En esa
subasta. Se sintió más intranquila cuando su mirada comenzó a vagar por
todo su cuerpo.
—Eres mucho más sexy de cerca. Puedes venir a buscarme cuando te
aburras del vampiro, me encantaría tener a otra mujer en mi cama.
Adrielle quedó boquiabierta. ¿Qué tipo de persona podría decir una
cosa tan desagradable delante de una niñita? Tapó los oídos de Clarissa, ya
que tenía la intención de decirle a este tipo lo que pensaba de él, y no sería
nada apropiado. Pero Samuel se echó a reír como si fuera una broma y
Adrielle se sintió demasiado avergonzada como para arriesgarse a empeorar
la cosa.
—Thomas no te va a tocar —dijo el hombre—. Créeme. Lo sé. Tiene
esta ridícula idea de que si obra bien se librará de la maldición de ser
vampiro. Pero no puede luchar con el diablo que tiene adentro. Es un
monstruo, sin importar lo que se diga a sí mismo.
Adrielle estuvo a punto de responderle, pero Madrid agarró a Samuel
por el brazo y lo lanzó a un lado.
—¡Déjanos en paz! —le gritó.
¿Adrielle se lo estaba imaginando o el pelo que cubría el cuerpo de
Madrid estaba espesándose? Todos los que estaban en la playa se detuvieron
a mirar, pero Samuel se limitó a reírse mientras se puso de pie y se sacudió la
ropa. Ignoró a Madrid, y volvió a mirar a Adrielle, haciéndole un guiño.
Luego apretó sus dedos pulgar e índice, doblando los pulgares hacia dentro
para hacer un corazón, y le sonrió a Clarissa.
Clarissa se puso a llorar. Aunque la niña era muy grande como para
cargarla, Adrielle la tomó en sus brazos y se fue caminando en la otra
dirección. Estaba temblando, y se sentía agradecida por la presencia enorme e
imponente de Madrid. Volvieron al auto y, en vez de aceptar volver al
inframundo como Madrid había sugerido, Adrielle insistió en que fueran a su
apartamento. Allí calmó a Clarissa y encendió el televisor antes de llevarse a
Madrid aparte.
—¿Qué fue todo eso? —le preguntó—. ¿Quién era ese tipo?
Madrid miró por encima de su cabeza antes de responder.
—Se llama Samuel. Él fue el que engendró a Clarissa.
Adrielle dio un salto, sintiéndose conmocionada. Esa noticia la había
dejado boquiabierta. Miró a Clarissa. Pelo rubio, ojos azules. Era obvio.
Sintió náuseas, así que se cruzó de brazos y miró a Madrid.
—Entonces ¿por qué Clarissa le tiene tanto miedo? ¿Qué le hizo a
ella?
Madrid negó con la cabeza y dijo: —Nada, excepto abandonarla. La
reina, Erela... Era quería un hijo. Los vampiros son incapaces de engendrar,
así que acudió a él. Eso destruyó el corazón del rey... Thomas jamás se
recuperó completamente de esa traición. Pero Samuel...
—Lo odio —dijo Clarissa, apartándose de la televisión y mirando a las
mujeres—. Odio a ese hombre. Mi madre murió por su culpa. Él es la razón
por la que papá... siempre está tan solo y enojado. Ojalá se muriera.
La crueldad que oyó en la voz de Clarissa la sorprendió, pero Adrielle
no le dijo que debía ser más misericordiosa. Sentía que esta no era toda la
historia. Pero si lo era, Clarissa tenía derecho a sus propios sentimientos.
Adrielle había tenido sus propios deseos despiadados, así que sabía que
reprenderla solo empeoraría lo que sentía en su interior.
—No es un vampiro —dijo Adrielle en voz baja—. Sino no sería capaz
de engendrar un hijo... ni caminar en la luz del sol. ¿Qué es entonces?
—Es peor que un hombre lobo en luna llena —dijo Madrid a lo que
Clarissa comenzó a acercarse a ellas—. Y créeme cuando te lo digo, ya que
yo soy una mujer loba.
Adrielle quería seguir hablando, pero Madrid no tenía pinta de querer
responder más preguntas. La enorme mujer loba tomó a Clarissa en sus
brazos y le sobó la espalda. Adrielle se fue en silencio al baño, su cabeza
dando vueltas de la confusión. Esto era demasiado para su pequeño cerebro
humano. Vampiros, hombres lobo y hombres atractivos que parecían más
peligrosos que ambos combinados.
Unos momentos después recordó que su teléfono celular estaba sobre
el mostrador junto al lavabo, justo donde lo había dejado antes de irse a la
subasta. Su corazón comenzó a latir con fuerza mientras miraba el pequeño
dispositivo negro. Cogió el teléfono luego de echarle un vistazo a la puerta.
Thomas no la había dejado tocarlo cuando habían venido a empacar algunas
de sus cosas antes de su viaje al inframundo, pero él no estaba aquí. Podía
llamar a quien quisiera.
Pero ¿a quién?
No tenía sentido llamar al 911, ya que pensarían que estaba loca. Podía
decir que estaba prisionera sin siquiera mencionar la palabra 'vampiro', pero
¿podía dirigirlos por el laberinto del inframundo que los llevaría al palacio
vampiro? Recordó que todo había estado negro cuando condujeron por ahí.
Quizá había fosas gigantes esperando capturar personas que no conocían el
camino. Y también estaban los 'salvajes' que Thomas había mencionado. ¿Sus
salvadores solo terminarían muertos allí abajo?
Mientras miraba su teléfono, sin saber qué hacer con él, la pantalla se
iluminó. El tono de llamada resonó en el pequeño baño. El número que vio en
la pantalla la hizo jadear. Conocía ese número. Sintió sudor en su rostro y se
le puso la piel de gallina. William.
La había encontrado. A pesar de todo lo que había hecho para
mantenerlo alejado, la había encontrado. Estaba sudando frío.
La puerta del baño se abrió justo cuando su celular cayó al piso. Se
estrelló en el suelo embaldosado, la batería acabando por un lado y la carcasa
por otro. Madrid lo miró y luego gruñó.
Adrielle no tenía miedo, a pesar de estar en la presencia de una mujer
loba enojada. Sintió bilis en su garganta y se quedó congelada. Madrid entró
a zancadas al baño y la sacó por el brazo.
—Volveremos al palacio ahora mismo.
Sí. De vuelta al palacio. Donde estaría a salvo. Sintió una risa histérica
en su garganta, pero logró contenerla, decidida a no sucumbir. ¿A salvo? Sí...
esa era la verdad. Estaba más segura como prisionera en el palacio de
Thomas que si se quedaba aquí en libertad.
Este era el gran lío en el que se había convertido su vida.
Capítulo cinco - Thomas
***
***
***
Todo le dolía.
Sudor goteaba por el cuello de Adrielle, acumulándose en su clavícula
mientras se encontraba contra la pared. El aire estaba helado, pero sentía un
fuego en su interior. Ni siquiera podía respirar bien. Su espalda estaba
apretada, y sentía un dolor punzante a la izquierda de su columna vertebral.
Apretó los puños y, a pesar de que ya había vomitado todo en su estómago,
seguía arqueando.
Sabía que se estaba muriendo y estaba enfurecida. Quería envolver sus
manos alrededor del cuello de Samuel y apretarlo con fuerza hasta dejarlo sin
vida. Quería fracturar los huesos de William antes de cortarle la yugular.
Quería encontrar al hombre que la había puesto en la subasta y dispararle en
la cabeza, y luego localizar a cada hombre que había estado allí y asegurarse
de que sufrieran muertes agonizantes.
La puerta se abrió y Samuel entró. Adrielle contuvo el impulso de
gruñir y sisear como un animal, acurrucándose más en su lugar.
—Tuve una pequeña charla con Thomas —dijo sonriéndole—. Creo
que deberías saber lo que me dijo.
El demonio levantó un teléfono celular y pulsó unos botones. No
entendía cómo había logrado que un celular funcionara aquí. La voz de
Thomas resonó en la pequeña habitación. Adrielle soltó un grito de alivio,
demasiado absorta en escuchar su voz al principio como para entender lo que
estaba diciendo.
—No te daré nada, así no pueda recuperarla —dijo Thomas, aunque
sonaba extraño—. Prefiero matarla que darte lo que quieres.
Adrielle se congeló. No se lo creía, y su incredulidad le impidió
respirar. Su ritmo cardíaco estaba irregular, y no pudo evitar soltar un aullido
de dolor. Se le abalanzó encima, sus dedos doblados como garras. Samuel se
echó a reír, evitándola fácilmente. Se tropezó como una borracha,
maldiciéndolo aunque respiraba con dificultad.
—No te molestes conmigo, Adrielle. Eso lo dijo Thomas, no yo.
Thomas. Él no le creía. Él no la escucharía.
—¡No! —gritó, abalanzándosele de nuevo.
Esta vez, Samuel la empujó a un lado. Tropezó en la pared y se
desplomó allí, su vista nublada.
—No. No. No.
Respiraba con dificultad y, para cuando fue capaz de ver de nuevo,
Samuel se había ido. Estaba llorando, y eso estaba dificultándole la
respiración aún más. Sintió un entumecimiento en sus manos y pies, pero
estaba tan débil que no pudo detenerlo. Se dejó caer allí, llorando indefensa
mientas comenzó a sentir la parálisis en su columna vertebral.
Él no la escucharía.
Después de todo lo que había aguantado con William, de todas las
noches que había pasado acostada a su lado completamente aterrorizada de
que la próxima vez la mataría, Thomas no la escucharía. Ella le había dado
todo, pero él ni siquiera le daría la oportunidad para explicarle. Su rabia la
calentó, acabando con el entumecimiento de sus manos. La presión en su
pecho se alivió un poco. ¿Quién se creía que era? ¿Por qué no la escuchaba?
Y ahora no levantaría ni un dedo para salvarla.
«¡No! Thomas no dijo eso. Samuel manipuló su voz de alguna manera.
Ese tipo de cosas pasan todo el tiempo, incluso sin magia demoníaca»,
pensó.
La puerta se abrió de nuevo y algo fue lanzando adentro. Movió su
cabeza a lo que olió un aroma rico y profundo. Era una persona. Un hombre.
Le dolía la mandíbula, y dos puntos en su mandíbula superior comenzaron a
latir. Soltó un gemido. El hombre la miraba con los ojos muy abiertos. Ella se
puso en cuclillas, gruñendo por lo bajo.
—¡Tú! Tú me obligaste a participar en la subasta.
Oyó un chasquido extraño mientras hablaba. Algo se trabó en su
lengua. Dos colmillos afilados alargándose en su boca.
Le corrió hielo por las venas. Ahora todo tenía sentido. El dolor. La
ira. El hambre que sintió al mirar el hombre en su celda. Samuel había
convertido a Thomas en vampiro. Ahora le estaba haciendo lo mismo a ella.
El hambre la estaba azotando. Quería sangre, y la quería ahora mismo.
—¡Lo siento! —balbuceó el hombre, alejándose de ella.
La puerta estaba abierta, y un demonio asomó la cabeza. Adrielle
avanzó poco a poco, mirando al humano fijamente. Olía su sangre dulce
corriendo por sus venas, haciendo que su estómago rugiera. Una probada...
Eso era lo que necesitaba... Una sola probada... ¿Así se sentía Thomas cada
vez que estaba cerca de ella? ¿Sentía este anhelo, este deseo? ¿De querer
bebérsela toda? Y se había alimentado de ella de todos modos…
«Porque yo se lo pedí. Porque yo confié en él», pensó.
—Por favor, por favor. Lo siento. Tengo una esposa. Tengo hijas. Si
no te hubiese vendido, habrían terminado en esa misma subasta. Yo también
tengo deudas.
Adrielle soltó un chillido penetrante cuando atacó. La velocidad con la
que se movió la sorprendió. Olió orina cuando lo agarró por los brazos. Su
corazón latía con fuerza... Sus colmillos ansiaban clavarse en su piel, pero
una risita detrás de ella llamó su atención. El demonio.
La puerta estaba abierta. Con otro grito, soltó al hombre y corrió hacia
allá. Se derrumbó cuando su cuerpo chocó contra ella. El demonio al otro
lado chilló como un cerdo, y sus manos estaban alrededor de su garganta
antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo. Lo lanzó en la habitación
detrás de ella y cerró la puerta. Se detuvo solo un momento para
recomponerse y luego corrió por el pasillo. Aunque no había luces ni
antorchas, veía todo perfectamente bien.
El aroma de flores frescas la hizo girar a la izquierda, y no tardó en oír
sollozos. Su corazón, que estaba latiendo cada vez menos, dio un batacazo.
Clarissa. Adrielle corrió hacia el sonido. ¡Tenía que sacar a Clarissa de aquí!
—Esa es la razón por la que Thomas nunca te amó, Clarissa —escuchó
a Samuel decir—. ¿Cómo podría querer a alguien tan débil como tú? Eres
tan cría, tan estúpida. Nadie te ama porque eres indigna. Deja de llorar o te
daré mil razones para hacerlo.
Las voces venían de la izquierda. Adrielle se arrojó contra una puerta.
No logró derrumbarla, así que intentó el pomo. Sus manos estaban sudadas,
pero finalmente logró girarlo. Clarissa estaba sentada en una silla, cubierta
con batas gruesas. Lágrimas corrían por sus mejillas. El corazón de Adrielle
dio otro salto y se abalanzó sobre Samuel.
Como había pasado en el palacio, una sombra negra salió disparada de
su mano. Atravesó su pecho con fuerza. Sin embargo, esta vez no quedó
inconsciente y lo atacó de nuevo. Samuel la eludió y la agarró por la garganta
antes de estrellarla contra la pared.
—¡No, no lo hagas! —gritó Clarissa—. ¡Déjala en paz!
Adrielle arañó la cara de Samuel, luchando por respirar. Él le dio un
puñetazo en el abdomen. El dolor fue insoportable.
—¡Detente! —gritó Clarissa.
En ese momento vio un estallido de luz. Hermoso, como luz solar pura.
Entonces empezó a arderle. Era como si alguien estuviera apuñalando sus
ojos con atizadores ardientes. Como si alguien estuviera golpeándola con
hierros de marcar. La luz la atravesó completa y comenzó a desgarrarla.
Adrielle se arrodilló, agarrándose la cabeza. Un grito silencioso desgarró su
garganta. Era demasiado, demasiado brillante.
—¡Detente! —jadeó Samuel—. Clarissa... ¡Deja de hacer eso ahora
mismo! ¡Estás matando a tu amiga!
La luz brilló con más fuerza, y esta vez Adrielle no pudo evitar gritar.
Luego desapareció. Adrielle se dejó caer al suelo, temblando. Los sollozos de
Clarissa le partieron el corazón. Fue difícil obligarse a moverse, pero se las
arregló para ponerse en cuatro patas. Samuel estaba de rodillas, su rostro
pálido. Adrielle se arrastró hasta Clarissa. Las cuerdas estaban tan apretadas
que no pudo desatarlas.
—No llores —jadeó Adrielle, envolviendo sus brazos alrededor de
Clarissa y abrazándola con fuerza—. Clarissa, no eres débil. Eres perfecta y
compasiva. No tienes nada de qué avergonzarte. Él quiere que creas que tu
bondad y tu corazón de oro son debilidades. No lo son, sino más bien todo lo
contrario. Te hacen más fuerte que él. Nunca será tan fuerte como tú. Te
amamos. Yo te amo, Thomas te ama.
—Aléjate de ella —gruñó Samuel—. ¡Aléjate de ella ahora mismo!
Adrielle besó la frente de la niña. Lágrimas corrían por sus mejillas.
—No lo escuches. No escuches nada de lo que te diga. Solo quiere
destruir tu luz. ¡Pero eres más fuerte que eso!
Samuel gruñó. Adrielle trató de darle otro beso a Clarissa, pero el
demonio se le abalanzó. Envolvió sus brazos alrededor de su cuello y cintura,
jalándola hacia atrás. La estaba sosteniendo con tanta fuerza que se estaba
ahogando. Clarissa gritó mientras Samuel arrastró a Adrielle fuera de la
habitación. La volvió a lanzar contra la pared cuando llegaron al pasillo.
Sus ojos se le pusieron rojos, su hermoso rostro distorsionándose
cuando sus dientes se afilaron y su piel se empalideció.
—No te metas en esto, niña —dijo entre dientes—. Te hice un favor
convirtiéndote en vampira. No me obligues a quitarte la inmortalidad que te
acabo de otorgar.
Adrielle luchó para librarse. La rabia que sintió en ese momento le dio
fuerza y logró zafarse. No era la misma rabia con la que había luchado antes.
Esa había sido una rabia salvaje que había atacado todos sus pensamientos.
Esta rabia estaba centrada... no en Samuel por haberla convertido en vampira
ni por sus intentos de enloquecerla, sino más bien en su determinación por
proteger a Clarissa.
—¡Jamás me detendré! —le gritó—. Sé lo que se siente ser abusada,
ser tratada como si no fuera nada. Sé lo que estás haciendo. Estás tratando de
quebrantarla para que no conozca su propia fuerza. Quieres controlarla.
Samuel la miró con furia y gruñó antes de decir: —Ella es mi hija y
existe para servirme.
—¡No! ¡Tú no eres su padre!
Samuel gruñó y golpeó su rostro con fuerza. Adrielle gritó cuando la
lanzó al suelo y la pateó dos veces en el abdomen.
—Si no puedo quebrantarte, entonces no me sirves de nada —le dijo
antes de darle otra patada—. Pero antes de que mueras, veamos cómo te va
con el hambre enloquecedora. Creo que tu adorado Thomas merece verte
como una bestia, ¿no te parece? Me rogará que te salve... pero él mismo te
matará a la final.
Con eso, le dio otra patada y se echó a reír.
Capítulo quince - Thomas
*****
FIN
¡Gracias por leer! Espero que te hayas divertido tanto leyendo este libro
como tuve que escribir el libro. Por favor, considere dejar una reseña en
Amazon. ¡Significa mucho saber de ti!
T.S. Ryder