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MAGISTER EN PSICOLOGÍA CLÍNICA DE ADULTOS

Cátedra: Teoría y Clínica I (El Método Psicoanalítico de Sigmung Freud)

La interpretación de los sueños en la supervisión


psicoanalítica.

Algunas consideraciones preliminares a la luz de un caso.

Profesor: Hugo Rojas Olea.


Alumno: Jaime Lavín Henríquez.
Enfoque: Psicoanalítico.
La interpretación de los sueños en la supervisión psicoanalítica.
Algunas consideraciones preliminares a la luz de un caso.

En el presente trabajo me propongo exponer algunas de las principales tesis de Freud en


torno a la utilización de la interpretación de sueños como recurso técnico importante,
intentando extender tales ideas al ámbito de la supervisión analítica. Posteriormente,
buscaré ilustrar lo antes señalado, a partir del fragmento del material de una antigua
paciente, para finalizar extrayendo consideraciones y conclusiones que dejen abierta la
discusión.

I. El sueño y su interpretación.

Para el psicoanálisis, los sueños constituyen una de las fuentes más nutridas de material
que un paciente puede ofrecer a lo largo de las sesiones. Y es que prácticamente desde
los orígenes de la disciplina analítica, los sueños no resultaron indiferentes a Freud, el
cual vio en ellos una forma novedosa de acceder a lo más recóndito de nuestro
inconciente. En este sentido, Freud recoge una tradición casi tan antigua como la
humanidad misma, incorporándole un método que permite la interpretación. Así
concebidos, los sueños resultan una pieza fundamental del psiquismo humano, al
exhibir sus más oscuros miedos y deseos, con la gracia y riqueza del mejor de los
artistas plásticos. Por medio de los sueños es posible develar aquello que reside en el
inconciente, y de este modo, alcanzar el sentido de algunos elementos desconocidos de
la vida anímica para los pacientes.

En su capital publicación “La interpretación de los sueños” (1900), Freud no sólo sienta
las bases de la interpretación como futuro recurso técnico, sino que también da cuenta
de los fenómenos propiamente inconcientes a partir del modelo que el sueño otorga. En
el sueño, al igual que en cualquier otra formación de compromiso, tienen lugar una serie
de fenómenos y procesos que ocurren en los estratos más profundos del aparato
psíquico, y que son el sello de una lógica hasta ese momento desconocida para la
ciencia. El sueño como formación de compromiso, es expresión de un conflicto entre
fuerzas psíquicas antagónicas, distinguiéndose entre ellas las que quieren irrumpir en la
conciencia, versus las que intentan mantener a aquellas relegadas.

En un sentido amplio, Freud sostenía que el sueño venía a dar cumplimiento a un deseo
inconciente. Sin ambargo, dicha fórmula sólo se aplicaba a la gran mayoría de los casos,
existiendo sueños que perseguían otros fines. Añadiendo a este análisis los conceptos de
la segunda tópica freudiana, incluso se podría aventurar una clasificación
metapsicológica estructural del sueño, en la cual encontraríamos, básicamente, cuatro
tipos de sueños. Tales serían, el sueño de cumplimiento de deseo (acepción más clásica
desarrollada por Freud) que tiene por origen las mociones pulsionales del ello; el sueño
de angustia, que se genera a partir del padecimiento del yo; el sueño de castigo o
punitorio, que obedece a la sanción moral del superyó; y por último, el sueño
traumático, provocado por un acontecimiento que ha sobrepasado las capacidades de
tramitación del aparato psíquico. Por promisoria que resulte esta empresa, debemos
posponerla para una próxima ocasión, ya que supera extensamente el alcance del
presente trabajo.

En la obra publicada por Freud en 1911, “El uso de la interpretación de los sueños en el
psicoanálisis”, él nos habla del uso adecuado de los sueños. El autor indica que la
interpretación de sueños está al servicio del análisis, y no al revés, lo cual implica evitar
la utilización de este tipo de material a favor de las resistencias dentro del mismo. Freud
nos alienta a conformarnos en algunas oportunidades con los resultados parciales, vale
decir, con lo que se logre dentro de esa sesión. Lo verdaderamente importante, la
moción de deseo, va a reaparecer hasta que logre hacerse consciente en el paciente, por
lo que no debiéramos impacientarnos si esto no se consigue en el primer intento. Si por
el contrario, nos obsesionamos con descifrar un sueño específico, y destinamos a su
interpretación más tiempo que el de la sesión en el que es relatado, estaríamos
colaborando en hacer del análisis de tal material un foco de resistencias al desviar la
atención dentro del proceso.

Además en dicha publicación Freud (1911), se pregunta: “¿Debe el médico comunicar


enseguida al enfermo todo lo que él ha desentrañado del sueño? Pero no lo
responderemos aquí, pues es evidente que se subordina a otra más general, referida a las
fases del tratamiento y al tempo en que el enfermo debe ser introducido por el médico
en la noticia de lo anímico que le está escondido” (p. 91). Esta cuestión no sólo está a la
base del empleo de la interpretación como recurso técnico, sino que pone de manifiesto
además, algo que dice relación con la oportunidad y pertinencia de dicha intervención,
en cuanto debe incorporar el ritmo de trabajo analítico de cada paciente, como veremos
en el caso que más adelante expondré.

Algunos años más tarde (1917), en el trabajo titulado “Complemento metapsicológico a


la doctrina de los sueños” , Freud destaca entre otros aspectos, el carácter egoísta del
sueño, ya que independientemente de los personajes que en él aparezcan, siempre versa
sobre la persona del soñante. Precisa aun más, al afirmar que en términos libidinales, el
sueño es expresión del narcisismo de quien lo sueña.

En “Conferencias de introducción al psicoanálisis” (6ª conferencia). Premisas y técnica


de la interpretación, Freud (1916) apunta algunos datos tales como, que el sueño tiene
un significado desconocido para el soñante; que es un acto psíquico en sí mismo; o que
la asociación libre permitiría poder desentrañar aquel significado velado para los
pacientes.

II. La supervisión psicoanalítica.

Un segundo eje del presente ensayo tiene que ver con una de las tres instancias
fundamentales de la formación analítica, la supervisión. Pese a que Freud no fue todo lo
explícito como, por ejemplo, en relación al análisis didáctico, de todos modos es posible
extraer de algunos de sus trabajos técnicos ciertas pistas que nos permiten inferir a
posteriori la importancia que podría tener una actividad como la supervisión
psicoanalítica.

Es así como, principalmente, en “¿Pueden los legos ejercer el análisis?” de 1926, y en


“Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico” de 1912, obtenemos las dos
más directas alusiones a la instancia formativa en cuestión.
En este punto he preferido disponer de las citas textuales, las cuales grafican con
bastante nitidez tal idea. “En estos institutos los candidatos mismos analizados, reciben
instrucción teórica mediante lecciones en todos los temas importantes para ellos, y
gozan del auxilio de un analista más antiguo y experimentado cuando se les permite
hacer sus primeros intentos en casos leves. Se calcula que esa formación lleva unos dos
años. Desde luego, aún transcurrido ese tiempo se es sólo un principiante, no un maestro
todavía. Lo que falta debe adquirirse por medio de la práctica y del intercambio de ideas
dentro de las sociedades psicoanalíticas, donde los miembros más jóvenes se encuentran
con los mayores”. (Freud, 1926, p.213). Aquí se menciona la necesidad de poder contar
con analistas más antiguos y experimentados, para colaborar en la formación de quienes
se inician en la disciplina analítica, planteado todo de un modo muy similar a cómo se
conciben hoy las supervisiones.

En la otra publicación, Freud (1912) insta a los médicos interesados en formarse como
analistas, a hacer de su propio inconciente un instrumento del análisis, para lo cual
resulta ser un requisito previo el trabajo de “purificación psicoanalítica”. Lo anterior se
lleva a cabo con el propósito de evitar que los propios conflictos y asuntos inconcientes
del terapeuta interfieran en el tratamiento de sus pacientes, y junto con ello, para que en
base a su experiencia sea más fácil poder aprehender los elementos inconcientes del
material de aquellos. Además se agrega otro dato, del cual se podría desprender el uso
de la supervisión, como es la noción de Stekel de “punto ciego” de la percepción del
analista.

Continuando con el tema de la formación del analista, aunque desde una perspectiva
distinta, se puede indicar que en un primer momento Freud se inclinaba a pensar que lo
que daba el pase como analista era la interpretación de los propios sueños; sin embargo,
posteriormente desiste de esta concepción, al reconocer que dicha preparación no es
suficiente en la gran mayoría de los casos. A partir de dicha rectificación, se desarrollan
y consolidan las actuales instancias de formación.

III. Caso clínico.

A continuación expondré el caso de una paciente de hace algunos años (que denominaré
Berta), la cual ofreció a través de un sueño, un material que había permanecido oculto a
mi intelección y que expresó en su momento el término del tratamiento, el que sólo se
hizo evidente a la luz de la supervisión.

Se trataba de una paciente, de unos 43 años, con la que venía trabajando hacía unos
pocos meses, y que había llegado a consultar por algunos síntomas sexuales como
frigidez y algún grado de anorgasmia, que le impedían llevar una vida sexual
satisfactoria con su actual pareja. Refería además, que a juicio de ella, dicha
sintomatología tenía que ver con dos episodios de abuso sexual sufridos en su niñez
temprana, en contextos diversos. Posteriormente, con el paso de las sesiones, fue
quedando en evidencia la absoluta claridad del recuerdo de uno de los eventos, la que
contrastaba de manera notoria con el restante suceso, sobre el cual reposaba un halo de
misterio. Pese a ciertas mejorías parciales y momentáneas, tras aproximarnos cada vez
de forma más decidida hacia el recuerdo del episodio difuso de abuso (que había sido
perpetrado por alguien muy cercano a la paciente, aún no identificado y que a mi me
sugería la figura del padre, quien había desarrollado una fuerte dependencia a la bebida
y se caracterizaba además por su trato violento, especialmente, con las mujeres de su
familia, entre otras cosas), la paciente tendió a empeorar y sus síntomas a reaparecer con
inusitada intensidad. Lo anterior, me alentaba a querer seguir con el trabajo analítico en
la dirección ya iniciada incluso con más fuerza, ya que a mi juicio, era señal de las
resistencias que antecedían a un fragmento considerable del recuerdo traumático.
Durante la última sesión con ella, y hacia el final de dicha sesión aparece el relato del
siguiente sueño, el cual para efectos de su exposición, alternaré con interpretaciones y
comentarios surgidos durante la supervisión del caso entre paréntesis.

El sueño de Berta.

“Tenía como cuatro años mi hija menor, la tenía en mis brazos y ella tenía como un
yogurt en la mano. Alguien nos estaba apuntando (por aquel entonces yo solía tomar
notas detalladas de todo lo que la paciente traía a las sesiones como material) a las
dos, y sabía que si disparaban mataban a mi hija, luego desperté. Antes hice todo un
recorrido con ella, alguien nos seguía, yo tenía que pasar por agua y por ríos (agua
elemento recurrente en sus sueños, padeció enuresis durante su niñez). Y lo otro es que
tenía un chivo (chivo expiatorio la hija, a quien posteriormente culparía por la
interrupción de su tratamiento. El término “chiva” además, es un chilenismo el cual
expresa el empleo de una mentira como excusa), un cordero (sacrificio de la hija al
padre) cuero y yo tenía que tirarlo dentro de un canal, de un río. El tener que botarlo
me angustiaba, pero como que tenía que hacerlo (se veía forzada) todo como escondido
(nuevamente alude a la situación traumática), como que si alguien me veía no era
bueno (lo oculto hasta ese momento de su intención de desertar al tratamiento, y
probablemente del suceso traumático). Bueno de ahí no recuerdo (el límite puesto por
el trauma), pero también el lugar donde tenía que hacerlo era una casa antigua donde
yo vivía de chica. Era un chivo que yo lo desenterraba, y que al tirarlo al río me sentía
como más segura, y el chivo no estaba completo era en dos partes (dos situaciones de
abuso?), estaba en dos partes (de la terapia?) que yo tenía que tirar al río. Así era más
seguro (su equilibrio psíquico peligraba por lo que habría desechado la posibilidad de
curarse a través de la terapia) de que no lo encontraran, pero no era un alivio, lo que
estaba haciendo yo sentía que era algo malo. Para sentirme más segura de que eso
estuviera en otro lugar. En esos momentos no estaba mi hija. Después recuerdo que yo
corría y ahí llevaba a mi hija en mis brazos, y recuerdo incluso el chaleco que llevaba
puesto, un chaleco que existió, pero de lo que estaba segura cien por ciento era de que
ella tenía cuatro años, y ella tenía un yogurt en la mano. Despertó asustada y justo su
hija también porque se había soltado algo del techo de su pieza, justo”.

Prosiguiendo con el análisis del presente material, es posible esbozar algunos nuevos
elementos tales como, las críticas reiteradas a la labor materna, en el yogurt (leche
agria); la madre que cambia-pierde-sacrifica a la hija; la casa vieja en la cual tienen
lugar los acontecimientos del sueño; la representación-palabra “como” que se repite de
manera llamativa como elemento sobredeterminado en su relato (y que apunta a la
relación más temprana con la madre, la oralidad).

Tras la sesión de supervisión grupal a la que sometí dicho material, se hizo muy patente
algo que quizá rondaba desde algún tiempo en las sesiones, pero que no era tramitado de
manera conciente por la paciente y que yo tampoco había logrado pesquisar. Ahora era
un hecho (psíquico), la paciente había decidido dejar el tratamiento y desistir de la cura,
debido a los temores altamente intensos que se apoderaban de ella al aproximarse al
suceso traumático no develado. Es así como se ausenta a la siguiente sesión, asistiendo
en su lugar, su actual pareja, el cual se deshizo en explicaciones antes de señalar que la
paciente no volvería. Ante esta situación, intenté persuadir -con éxito- a dicho
mensajero, de que le transmitiera a Berta la necesidad de reunirnos personalmente para
discutir acerca del curso del tratamiento. Finalmente la paciente concurrió a nuestro
encuentro fuera del horario habitual de las sesiones, y me comunicó esencialmente algo
muy similar a lo que dentro de la supervisión grupal habíamos logrado advertir.
Reconoció que se estaba sintiendo muy mal, lo cual le daba un poco miedo, pues dejaba
entrever que era capaz de intuir hacia donde se orientaba el proceso. Mencionó también
que debía estar en buenas condiciones para trabajar (era artesana y su período más
productivo dentro del año era justamente el que se avecinaba); y que había conseguido
un lugar para trabajar en el sur, donde residía su hija mayor a la cual quería a toda costa
acompañar. Yo me limité a mostrar las resistencias -exageradamente burdas para aquel
entonces- y a brindar mi opinión, en cuanto no era partidario de la interrupción del
tratamiento en ese punto. Le consulté por la posibilidad de una derivación, pero ella se
negó categóricamente, indicando que se trataba de una decisión ya tomada. Me
agradeció por mi trabajo y esbozó la idea que en un futuro quisiera retomar el proceso
conmigo.

IV. Discusión.

Dentro de los elementos que podemos destacar del sueño en este punto, encontramos
por ejemplo el valor comunicativo del sueño, el cual se amplía a través de la
supervisión. Vinculado a lo anterior podemos traer a colación la idea de comunicación
de incociente a inconciente propuesta por Freud en relación a la contratransferencia, la
cual estaría a la base de lo acontecido en las supervisiones. En las supervisiones
grupales tendría lugar un fenómeno análogo al de la asociación libre del paciente, ahora
al interior del grupo de supervisión, el cual estira el material dentro de sus propios
límites, favoreciendo con ello una comprensión más rica de la situación y de lo que
presenta el paciente.

La supervisión ofrece el espacio propicio para el despliegue de las fantasías y del uso de
la intuición, estando estas atravesadas por las teorías psicoanalíticas, y en un marco de
confianza y colaboración mutua.

En el caso del presente sueño, este marca un hito dentro de la terapia, el término del
proceso. Aquello que el paciente no puede o no sabe cómo decir (su pareja habla por
ella, el sueño habla por ella, el trauma habla por ella). En ese sentido resulta posible,
afirmar el rol de indicador o de marcador del proceso, que cumple el sueño. No
obstante, de inmediato se puede observar una doble finalidad en dicho sueño, puesto
que al mismo tiempo actúa como una forma de no pronunciarse sobre lo que está
pasando en la actualidad de la sesión. Es decir, opera como un mecanismo para desviar
la atención. Junto con ello, se advertían con relativa facilidad, fuerte resistencias
expresadas en los pensamientos oníricos latentes en este caso, las cuales terminan
imponiéndose al precipitar el fin del proceso. En relación con estos y otros asuntos
afines, Freud en 1922 con su publicación “Sobre algunos mecanismos neuróticos en los
celos, la paranoia y la homosexualidad”, declara lo siguiente:

“El sueño se diferencia del pensamiento de vigilia en que puede acoger contenidos (del
ámbito de lo reprimido) cuya presentación en el pensamiento de vigilia no se
autorizaría. Aparte de ello, es sólo una forma del pensar, una remodelación del material
de pensamiento preconciente por obra del trabajo del sueño y sus condiciones”. (p.223).

Aplicado al caso, lo anterior indicaría que en le sueño apareció una versión onírica en la
que se condensaba algo que tenía que ver con su trauma infantil, con su deseo de volver
a enterrar los recuerdos que este despertaba. Muchas cosas de las que en dicho material
aflorar, habrían estado presentes presumiblemente hace tiempo en la mente de Berta.

En “Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños” (1917) encontramos


otro antecedente útil para nuestra empresa. Es lo que respecta a la capacidad
“diagnóstica” del sueño, “universalmente reconocida y juzgada enigmática” (p. 222).
Dicha cualidad permite dar -por medio de la interpretación del material-, por ejemplo,
con enfermedades y dolencias aún desconocidas por el paciente. En Berta lo que se ve
más diagnóstico tiene un efecto “pronóstico”, en tanto revela con unos días de
antelación el final abrupto del tratamiento.

1. La importancia de los sueños.


2. Vía para la formación como analista.
3. Cumplimiento de deseo.
4. Aventurar una suerte de Metapsicología del sueño. 4 Tipos.
5. Análisis de los sueños propios  Formación  Análisis Didáctico.
6. Comunicación de inconsciente a inconsciente. Contratransferencia.
7. Valor comunicativo del sueño.
8. Lo propio es la asociación libre (de parte del paciente) de los diversos elementos
del sueño  Estrategia replicada en la supervisión grupal.
9. Rescatar o destacar el uso del sueño como un recurso muy rico, no sólo en las
sesiones, sino también en la supervisión (aunque de todos modos es material
igual a otro.  atención parejamente flotante). En este sentido no resulta
novedosa la formulación anterior puesto que esa es en general la labor de la
supervisión.
10. “Ampliación del sueño a la luz de la supervisión.” (Sobre todo si es grupal).
11. Resulta interesante trabajar con los sueños de los pacientes, no sólo por la
maravillosa plasticidad pictórica (experiencia estética) que nos presenta (o a la
que nos conduce), sino que, principalmente, porque nos brinda la posibilidad de
apreciar o conocer algo del paciente todavía inasequible, de una manera muy
vívida. No obstante, comparto con Freud la preocupación por abstenerse de
exhibir un exagerado entusiasmo frente al paciente en relación a uso del sueño,
esto con el propósito de evitar que dicho material devenga en resistencia.
12. ¿Qué puede aportar la supervisión de este tipo de material?
13. Tampoco es un material con el que se pueda contar todo el tiempo (ni sería
deseable que así ocurriese).
14. “¿Debe el médico comunicar enseguida al enfermo todo lo que él ha
desentrañado del sueño? Pero no lo responderemos aquí, pues es evidente que se
subordina a otra más general, referida a las fases del tratamiento y al tempo en
que el enfermo debe ser introducido por el médico en la noticia de lo anímico
que le está escondido”. (p. 91)
15. Caso Clínico.
16. Contexto del tratamiento y de la paciente: reagudización de síntomas, por mi
parte sensación de que nos aproximábamos a un complejo importante (segundo
episodio de abuso, difuso, persona cercana perpetrador)  intervención becado
de psiquiatría.
17. Sueño que marca un hito, el término del proceso. Aquello que el paciente no
puede o no sabe cómo decir (su pareja habla por ella, el sueño habla por ella, el
trauma habla por ella). Indicador o marcador del proceso.
18. El sueño además, como una forma de no pronunciarse (referirse) sobre lo que
está pasando en la actualidad de la sesión. Mecanismo para desviar la atención,
aunque a veces no pueden (trauma)  resistencia.
19. Si no aparecen sueños de manera habitual, preguntar por ellos en ciertos
momentos del proceso (estancamiento, aproximación a un complejo importante,
fin del análisis, aumento de las resistencias, deserción) para luego de ser
asociados, someterlos a supervisión.
20. Resistencias expresadas en los pensamientos oníricos latentes en este caso.
21. Reconocimiento del modo de trabajar en la terapia con los sueños, como un
estilo no ortodoxamente freudiano. Prescindencia de la asociación libre.
Psicoterapia de Orientación Analítica, no Psicoanálisis. Mis inicios como
terapeuta.
22. Me descolocó, me dejó sin respuesta, como si yo tuviese que asociar en vez de
ella (esto lo asocio a lo traumático del contenido).
23. Apurada o presionada por mí.
24. Hacer yo la labor asociativa, como algo distintivo del trauma, que anulaba las
capacidades de la paciente.
25. Si bien no es posible extraer conclusiones demasiado amplias del caso único, el
presente ensayo es una invitación a atender la presencia de dicho fenómeno en
nuevas situaciones similares (uso como indicador del momento del análisis, y de
la comunicación de inconciente a inconciente acerca de aspectos aún no
conocidos del paciente, servir de nexo con el trauma). Lejos de zanjar el debate
en torno a estos asuntos... La posibilidad de pensar, de reflexionar, de hacer el
rodeo por los caminos aún no transitados de lo inconciente así como (y) de la
formación analítica.
26. Y aunque no es un uso exclusivo, ni se puede garantizar tampoco la presencia de
este tipo de material. No es el afán, extraer conclusiones apresuradas, pero sí el
planteamiento de una hipótesis a partir de la observación atenta del material.
27. Es probable que resulte una apreciación clínica compartida por otros terapeutas
que intervienen desde el psicoanálisis.
28. “El uso de la interpretación de los sueños en el psicoanálisis” (1911) Vol.
XII. Uso adecuado de los sueños. Interpretación de sueños al servicio del
análisis, y no al revés. Atender al uso a favor de las resistencias de los sueños
dentro del análisis. Conformarse en algunas oportunidades con los resultados
parciales (o con lo que se logre) dentro de esa sesión. Lo verdaderamente
importante (la moción de deseo) va a reaparecer hasta que logre hacerse
consciente en el paciente.
29. “Sueños programáticos” (p. 354), “sueños biográficos” (p. 371), “sueños
confirmatorios” (p. 92).
30.
31. “Conferencias de introducción al psicoanálisis” 6ª conferencia. Premisas y
técnica de la interpretación. Vol. XV. Lo que el sueño significa, sólo que no
sabe que lo sabe y por eso cree que no lo sabe. Sueño como acto psíquico.
Asociación libre.
32.

“Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la


homosexualidad” (1922 [1921]). Vol. XVIII.
“El sueño se diferencia del pensamiento de vigilia en que puede acoger
contenidos (del ámbito de lo reprimido) cuya presentación en el pensamiento de
vigilia no se autorizaría. Aparte de ello, es sólo una forma del pensar, una
remodelación del material de pensamiento preconciente por obra del trabajo del
sueño y sus condiciones”. (p.223).

“Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños” (1917 [1915]).


Vol. XIV.
“Así, sabemos que el sueño es absolutamente egoísta y que la persona que en sus
escenas desempeña el papel principal ha de discernirse siempre como la persona
propia. Ahora bien, esto se desprende de manera fácilmente comprensible del
narcisismo del estado del dormir. Es que narcisismo y egoísmo coinciden; la
palabra <<narcisismo>> sólo quiere destacar que el egoísmo es también un
fenómeno libidinoso o, expresado de otro modo, que el narcisismo puede
definirse como el complemento libidinoso del egoísmo. Comprensible, de igual
modo, se vuelve la capacidad <<diagnóstica>> del sueño, universalmente
reconocida y juzgada enigmática: en el sueño, padecimientos corporales
incipientes se sienten muchas veces antes y con mayor nitidez que en la vigilia,
y todas las sensaciones corporales actuales se presentan agigantadas. Este
aumento es de naturaleza hipocondríaca, y tiene por premisa que toda
investidura psíquica se retiró del mundo exterior sobre el yo propio; de tal modo,
posibilita el conocimiento anticipado de alteraciones corporales que en la vida
de vigilia pasarán inadvertidas todavía durante algún tiempo.
Un sueño es para nosotros indicio de que ocurrió algo que quiso
perturbar al dormir, y nos permite inteligir el modo en que pudo efectuarse la
defensa contra esa perturbación. Al final el durmiente soñó y pudo seguir
durmiendo; en lugar del reclamo interno que quería ocuparlo, sobrevino una
vivencia externa cuyo reclamo fue tramitado. Por tanto un sueño es también una
proyección, una exteriorización de un proceso interior”. (p.222).

“Un sueño como pieza probatoria” (1913). Vol. XII.


“Como es tan frecuente en el psicoanálisis a raíz de la interpretación de los
sueños, para traducir este no cuentan sólo los resultados de la asociación, sino
también las circunstancias concomitantes del relato del sueño, el
comportamiento del soñante previo y posterior al análisis de aquel, así como
todo cuanto él exteriorice y deje traslucir de manera más o menos simultánea
con el sueño -en la misma sesión del tratamiento-. Si consideramos la
quisquillosidad de la enfermera, su referencia a que los viernes le traen
infortunio, etc., corroboraremos el juicio de que el sueño contiene la confesión
de que esa vez, cuando pretendió negarlo, realmente se había adormecido, y por
ende temía ser despedida a causa del <<hijo adoptivo>>”. (p.286).

“Algunas notas adicionales a la interpretación de los sueños en su conjunto”


(1925). Vol. XIX. A. Los límites de la interpretabilidad.
“Cuando se ha hallado la interpretación de un sueño, no siempre es fácil decidir
si es <<completa>>, vale decir, si por medio de ese mismo sueño no se habrán
procurado expresión también otros pensamientos preconcientes. Debe
considerarse demostrado aquel sentido que puede invocar en su favor las
ocurrencias del soñante y la apreciación de la situación, mas no por ello es lícito
rechazar siempre el otro sentido. Sigue siendo posible, aunque indemostrado; no
tenemos más remedio que familiarizarnos con esta polisemia de los sueños”.
(p.131).
Referencias

 Freud, S. (1900). La interpretación de los sueños. Capítulo II: El método de la


interpretación de los sueños. Análisis de un sueño paradigmático. Obras
Completas, Tomo IV. Buenos Aires: Amorrortu.
 Freud, S. (1911). El uso de la interpretación de los sueños en el psicoanálisis.
Obras Completas, Tomo XII. Buenos Aires: Amorrortu.
 Freud, S. (1912). Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico. Obras
Completas, Tomo XII. Buenos Aires: Amorrortu.
 Freud, S. (1913). Un sueño como pieza probatoria. Obras Completas, Tomo XII.
Buenos Aires: Amorrortu.
 Freud, S. (1916). Conferencias de introducción al psicoanálisis. 6ª conferencia.
Premisas y técnica de la interpretación. Obras Completas, Tomo XV. Buenos
Aires: Amorrortu.
 Freud, S. (1917). Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños.
Obras Completas, Tomo XIV. Buenos Aires: Amorrortu.
 Freud, S. (1922). Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos, la
paranoia y la homosexualidad. Obras Completas, Tomo XVIII. Buenos Aires:
Amorrortu.
 Freud, S. (1925). Algunas notas adicionales a la interpretación de los sueños en
su conjunto A. Los límites de la interpretabilidad. Obras Completas, Tomo XIX.
Buenos Aires: Amorrortu.
 Freud, S. (1926). ¿Pueden los legos ejercer el análisis? Obras Completas, Tomo
XX. Buenos Aires: Amorrortu.

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