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En el interior de la Montaña de Fuego se hallaba un gran tesoro. Hasta él accedieron los más
valientes e ingeniosos héroes o heroínas. Para ello debieron de superar pruebas extraordinarias,
atravesando las Siete Puertas Misteriosas. Unos encontraron como premio un cofre lleno de oro,
otros un animal de singular belleza y otros... ¡tendrías que verlo!
Pero ninguno de los valientes, entusiasmados con sus valiosos regalos, se detuvo a contemplar
la cámara de tesoro con detenimiento.
En un rincón oscuro y apartado, en donde nada podría existir, se hallaba la clave para una nueva
aventura. Sólo una niña, que había vencido a los feroces escorpiones, al gigante de madera o
había cruzado el río de lava, acompañada siempre de su fiel perro Tranco, descubrió aquel lugar.
Tranco se puso a ladrar y a dar saltos como loco delante del trocito de pared ennegrecida por los
siglos. Allí, en aquella oscuridad brillaba un cristal pequeñísimo.
-No lo hagas, Allegra, tú ya viviste tu aventura, deja que otros chicos descubran las riquezas y
secretos de la Montaña de Cristal.
Las puertas de la Montaña de Fuego se cerrarán cuando llegue la noche y toda la magia del mundo
de los sueños dormirá envuelta en una fina lluvia de pétalos llegados de la
Luna de Ing.
En ese instante sucederá el prodigio, pues siete cristales serán colocados en los confines del
Mundo. Aquel que consiga encontrarlos y reunirlos, podrá acceder al interior de la Montaña de
Cristal y descubrir el Secreto del Mundo.
Márchate ahora, Allegra, pues nuevos desafíos están a punto de comenzar ¡Buen viaje!
La Voz de la sabiduría se oyó más allá del más allá y su eco se fue perdiendo mientras la niña se
apresuraba a salir de allí llevando a Tranco en brazos.
Carmen Ramos