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Lo primero que nos recuerda este último libro de don Miguel de Unamuno es que
su autor no es sólo filósofo sino también filólogo. Unamuno es un maestro en el
arte de animar o reanimar las palabras. La palabra agonía, en el ardiente y viviente
lenguaje de Unamuno, recobra su acepción original. Agonía no es preludio de la
muerte, no es conclusión de la vida. Agonía —como Unamuno escribe en la
introducción de su libro— quiere decir lucha. Agoniza aquel que vive luchando;
luchando contra la vida misma. Y contra la muerte.
En este libro, como en todos los suyos, Unamuno concibe la vida como lucha,
como combate, como agonía. Esta concepción de la vida que contiene más espíritu
revolucionario que muchas toneladas de literatura socialista nos hará siempre amar
al maestro de Salamanca. «Yo siento —escribe Unamuno— a la vez la política
elevada a la altura de la religión y a la religión elevada a la altura de la política».
Con la misma pasión hablan y sienten los marxistas, los revolucionarios. Aquellos
en quienes el marxismo es espíritu, es verbo. Aquéllos en quienes el marxismo es
lucha, es agonía.
NOTAS:
1
Publicado en Variedades: Lima, 2 de Enero de 1926. Y en Amauta: Nº 1, pp. 35-36; Lima, setiembre de
1926.
2
Ruina, decadencia.
3
Morir de no morir.
4
Decadencia de Occidente.
5
No vine a traer la paz, sino la guerra. Vine a poner fuego en la tierra.
6
"La Esfinge sin Edipo".