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Cómo construir una gestión de la calidad del aire

eficiente, justa y transparente

Recomendaciones para (re)construir una plataforma técnica necesaria


para el diseño de políticas ambientales a nivel nacional

Erik Velasco*
Elvagris Segovia
Rodrigo González
Rafael Ramos
* Contacto: he_velasco2003@yahoo.com
Agosto 31, 2018
Revisado en abril 26, 2019
Resumen
La contaminación del aire es un problema de salud pública, desarrollo social y crecimiento
económico que amenaza la sustentabilidad del país. En términos de muertes prematuras, la
mala calidad del aire se equipara con la crisis de violencia que el país enfrenta actualmente.

El Estado tiene la responsabilidad de establecer leyes y mecanismos de regulación que


aseguren el derecho de la población a respirar un aire limpio. En este contexto, el arribo de un
gobierno con amplio capital político representa una oportunidad para construir una gestión de
la calidad del aire cabal y transparente con perspectiva de derechos humanos y justica social
que aborde convenientemente los problemas ambientales del país.

El presente documento propone el trabajo técnico y científico que sería necesario llevar a cabo
para crear un nuevo paradigma de la gestión de la calidad del aire a nivel nacional, de manera
que México pueda contar con las herramientas que permitan diseñar e implementar las
políticas ambientales que aseguren el derecho a la salud y un ambiente sano para todos sus
habitantes. No se discuten aquí las acciones para controlar las fuentes principales de
contaminación, ni se revisan las medidas de mitigación planteadas en los programas actuales
para mejorar la calidad del aire. El documento analiza con un lente crítico la gestión de la
calidad del aire actual y define las características de los componentes que deben sustentar el
trabajo de la gestión ambiental.

A partir de un diagnóstico preciso de la magnitud y características de la contaminación


atmosférica y de los avances en las ciencias ambientales será posible construir una gestión de la
calidad del aire eficaz. Para ello es necesario:

i) Contar con un sistema de monitoreo atmosférico confiable que abarque a las 384 ciudades
más pobladas del país y así poder informar al 92% de la población sobre la calidad del aire
que respira. El monitoreo de la calidad del aire deberá incluir también bosques y áreas
naturales protegidas.
ii) Conocer el origen de los contaminantes atmosférico. Para ello se deben construir
inventarios de emisiones que incluyan todas las fuentes de emisión a escala regional y
nacional. Estos inventarios deberán proveer información georreferenciada sobre el origen,
la composición química de las emisiones, e informar sobre su distribución temporal y
espacial.
iii) Simular con modelos numéricos los procesos físicos y químicos que rigen la contaminación
del aire para evaluar la introducción de nuevas políticas y medidas de control, y crear
escenarios futuros de la calidad del aire que resulten de los cambios a la legislación

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ambiental en respuesta a las medidas de mitigación ante el cambio climático. Estos
modelos podrán emplearse también para pronosticar la calidad del aire y poder informar
oportunamente a la ciudadanía sobre la posibilidad de llegar a tener una contingencia
ambiental.

La atribución de los tres componentes principales de la gestión de la calidad del aire, el


monitoreo atmosférico, los inventarios de emisiones y la modelación numérica corresponde a
las entidades federativas. Entidades que compartan cuencas atmosféricas deberán trabajar de
manera coordinada. El gobierno federal podrá apoyar en la coordinación de las partes y deberá
tomar el liderazgo en el desarrollo de nuevas metodologías, guías y mecanismos de verificación.

La gestión de la calidad del aire debe estar en manos de expertos comprometidos con la
transformación de la administración pública que exige la sociedad. En este sentido, es necesario
crear un centro nacional de investigación autónomo que forme nuevos cuadros orientados a
generar información científica de vanguardia que soporte la gestión ambiental. Este centro
deberá estar dirigido por científicos preparados en temas ambientales. Es urgente un cambio
generacional. México requiere una nueva generación de investigadores que realicen
investigación de alto impacto acorde a las necesidades del país.

La experiencia adquirida en la gestión de la calidad del aire en la Ciudad de México debe servir
de ejemplo a otras regiones y ciudades del país. El éxito en el control de la contaminación del
aire que se logró hasta hace 6-8 años respondió a la construcción de una gestión ambiental
sustentada en información científica y técnicos comprometidos con su trabajo.

Desafortunadamente, en años recientes la investigación científica ha sido muy escasa y la


contaminación del aire no ha disminuido y posiblemente haya empezado a repuntar. Por lo
tanto, es urgente que las autoridades y la comunidad científica retomen la línea de trabajo
multidisciplinario que conduzca a generar la información necesaria para diseñar nuevas
políticas ambientales acorde a la dinámica actual del problema, incluyendo el cambio climático,
y las necesidades de protección a la salud de la población.

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Sobre los autores

Erik Velasco (Ph.D.)


Ingeniero ambiental con veinte años de experiencia internacional en investigación aplicada sobre la
calidad del aire y mitigación del cambio climático en ciudades sub-tropicales. El propósito de su trabajo
es generar información científica que contribuya a la elaboración de políticas ambientales acorde a las
necesidades de la sociedad. Realizó sus estudios de licenciatura y maestría en la Universidad Nacional
Autónoma de México y de doctorado en la Universidad Estatal de Washington.

Elvagris Segovia (M.I.)


Durante veinte años ha participado en investigación aplicada sobre sustancias tóxicas, persistentes y
bioacumulables en el medio ambiente. Su interés principal radica en la aplicación y desarrollo de
metodologías analíticas enfocadas a evaluar contaminantes emergentes. Realizó sus estudios de
licenciatura en hidrobiología en la Universidad Autónoma Metropolitana y de maestría en ingeniería
ambiental en la Universidad de Saitama, Japón.

Rodrigo González (Ph.D.)


Consultor ambiental con más de 13 años de experiencia internacional en investigación aplicada sobre los
cambios globales y sus efectos en la calidad del aire. Su prioridad es desarrollar y utilizar el conocimiento
científico y los avances tecnológicos para atender las necesidades ambientales a nivel local, federal e
internacional, y de la industria privada. Realizó sus estudios de doctorado en la Universidad Estatal de
Washington donde formó parte del grupo de políticas públicas de la Sociedad Americana de
Meteorología.

Rafael Ramos (M.Sc.)


Consultor ambiental con más de 27 años de experiencia en monitoreo de la calidad del aire, inventarios
de emisiones locales y globales, modelación de la calidad del aire, registro de emisiones y transferencia
de contaminantes, y cambio climático (mitigación, adaptación, creación de resiliencia y sustentabilidad).
De 2000 a 2007 fue Director de Monitoreo Atmosférico en el gobierno de la Ciudad de México. A partir
de 2007 y hasta 2018 fue director para la Ciudad de México del Grupo C40 de Ciudades Líder del Clima.

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Índice

Página

Resumen 1

Sobre los autores 3

Introducción 5

Un problema de salud pública y muchos otros más 8

Cómo combatir la contaminación del aire 10

Gestión de la calidad del aire con conocimiento científico 12

Monitoreo de la calidad del aire: ¿Qué tan contaminado está el aire? 14

Sensores de bajo costo: ¡Cuidado! 17

Inventario de emisiones a la atmósfera: ¿Cuánto contaminan nuestras actividades? 18

Modelación numérica: ¿Cómo se transforman y dispersan los contaminantes? 19

Gestión de la calidad del aire en la Ciudad de México: Aciertos y errores 21

Comisión Ambiental de la Megalópolis: Un monstruo de siete cabezas 24

Necesidad de un centro nacional de investigación en calidad del aire 26

Conclusiones 27

Referencias 30

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Introducción
La contaminación del aire causa la muerte prematura de 26 mil personas cada año en México
(WB y IHME, 2016), cifra cercana a los 31 mil asesinatos contabilizados en 2017 (INEGI, 2018).

El modelo económico, deterioro institucional, corrupción e impunidad explican la crisis de


violencia, y en parte también el problema de la contaminación atmosférica. El sistema
neoliberal impuesto en las tres últimas décadas ha dado prioridad al crecimiento económico en
detrimento de la protección ambiental y la salud pública del país. Aunado a la falta de una
gestión ambiental cabal y una deficiente planificación territorial, la mayoría de los mexicanos
respiran aire sucio, violándose así su derecho humano a la salud y a un ambiente sano.

La necesidad de atender el problema de la contaminación del aire es urgente. El Instituto


Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) ha estimado que conlleva pérdidas económicas
superiores al 3% del producto interno bruto (PIB) (INEGI, 2017). Sorprendentemente, el gasto
del gobierno federal para atender los problemas ambientales en todos sus rubros mereció
hasta la administración anterior un magro 0.17% del PIB (SEMARNAT, 2018).

El inicio de un gobierno con amplio capital político representa una oportunidad para revertir
esta situación y atender el problema de la contaminación del aire para proteger a la población,
el ecosistema y nuestro patrimonio histórico. Con base a la restructuración estratégica que
requieren las instituciones responsables de proteger y restaurar los recursos ambientales del
país, el presente documento describe una serie de propuestas que pueden abonar a la
construcción de una gestión de la calidad del aire a nivel nacional cabal, honesta, transparente,
moderna y basada en evidencia científica. A partir de un diagnóstico de la situación presente e
información científica actual se definen los componentes y sus características, que deberían
conformar la gestión de la calidad del aire en función de las necesidades de México.

Este documento no discute acciones de control aplicables a las fuentes principales de


contaminación, ni analiza políticas ambientales a mediano y largo plazo. Las medidas de
mitigación planteadas en la Estrategia Nacional de Calidad del Aire (SEMARNAT, 2017) y los
programas para mejorar la calidad del aire estatales son, en general correctas, así como
también lo son las recomendaciones hechas por instituciones ambientalistas tales como el
Centro Mario Molina (CMM, 2018), Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA, 2018) y
Greenpeace México (Greenpeace, 2018). Este documento se enfoca en el trabajo técnico y
científico necesario para implementar una gestión de la calidad del aire con políticas
ambientales apropiadas, y verificar su eficacia a través de la evaluación de indicadores que
muestren la mejoría de la calidad del aire en el país.

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El material que aquí se presenta podría contribuir para que las autoridades del país atiendan las
recomendaciones que la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) emitió sobre las
violaciones a los derechos humanos a la salud, a un nivel de vida adecuado y a un ambiente
sano ocasionadas por la contaminación atmosférica. En su recomendación general No. 32/2018
la CNDH identifica varias deficiencias administrativas en el manejo de las concurrencias de
competencia en materia ambiental, inadecuada implantación de disposiciones ambientales y
del sector energético, un inadecuado sistema de monitoreo atmosférico de la calidad del aire
en gran parte del país, y el desinterés generalizado de los diferentes niveles del gobierno por
atender los problemas ambientales (CDNH, 2018).

Con el propósito de lograr la gestión de la calidad del aire que permita abordar y solucionar los
problemas ambientales de manera oportuna y con una perspectiva de derechos humanos, tal
como lo recomienda la CNDH, la administración que inicia deberá (re)construir la estructura
normativa, administrativa y técnica que soporte el diseño de las políticas ambientales que
requiere la sociedad. Esta estructura deberá fundamentarse en valores éticos, educación,
ciencia y tecnología como se ilustra en la Fig. 1.

Fig. 1. A fin de asegurar que todo ciudadano mexicano respire aire limpio se requiere una gestión ambiental
sustentada por tres plataformas. La primera plataforma incluye los fundamentos éticos necesarios para cumplir
con la perspectiva de derechos humanos y justica social que exige la reconstrucción del país. Educación, ciencia y
desarrollo tecnológico conforman la segunda plataforma. Toda política ambiental debe estar sustentada en
evidencia científica, incorporar los avances tecnológicos e informar y educar a la sociedad sobre los beneficios
esperados. El monitoreo atmosférico, modelación numérica e inventario de emisiones forman una tercera
plataforma con las herramientas necesarias para evaluar el estado de la calidad del aire y así poder diseñar
medidas de control eficaces. El círculo exterior enlista las áreas de la administración gubernamental que directa o
indirectamente serán beneficiadas por una gestión ambiental como la que se propone en este documento.

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Los autores de este documento inician con la exposición de los problemas de salud pública
relacionados con la mala calidad del aire y el impacto que conllevan en el crecimiento
económico y desarrollo social del país, fundamento de la responsabilidad que tiene el Estado de
proporcionar un aire limpio con una perspectiva de derechos humanos y equidad social. Se
discute la necesidad de contar con diagnósticos precisos del origen y características de la
contaminación antes de establecer programas de gestión para mejorar la calidad del aire. Estos
programas deberán funcionar como instrumentos de carácter preventivo y correctivo en
materia de calidad del aire y protección a la salud. Se describen los componentes que deben
sustentar la gestión de la calidad del aire. Se propone establecer un monitoreo atmosférico
eficaz que informe a más del 90% de la población sobre la calidad del aire que respira y
asimismo contribuya a proteger áreas naturales y el patrimonio cultural. Discuten la necesidad
de contar con inventarios de emisiones a la atmósfera que ayuden a conocer el origen de la
contaminación y establecer medidas de mitigación efectivas. El uso de modelos numéricos para
entender los procesos físicos y químicos asociados con la contaminación del aire se propone
como método para evaluar la introducción de nuevas medidas de control y herramienta de
pronóstico que avise oportunamente la necesidad de implementar medidas adicionales de
mitigación en caso de una posible o inminente contingencia ambiental. Estos modelos podrán
usarse también para construir escenarios futuros de la calidad del aire que resulten de cambios
a la legislación ambiental en respuesta a los efectos del cambio climático.

Se analiza con lente crítico la gestión de la calidad del aire actual. Los autores revisan las causas
y acciones que han hecho que la gestión de la calidad del aire en la Ciudad de México
sobresalga del resto del país. Señalan los aciertos y errores que se han tenido con el fin de que
se adapten o eviten, según sea el caso, a las necesidades de otras localidades. Detallan las
dificultades que enfrenta la gestión de la calidad del aire cuando una misma cuenca atmosférica
es compartida por dos o más entidades federativas. Para ello se exponen los problemas de
coordinación y voluntad política que, en ocasiones, han detenido el avance de la gestión de la
calidad del aire en el Valle de México. Dada la importancia del trabajo científico en el proceso
de la gestión de la calidad del aire, el documento cierra proponiendo la necesidad de crear un
Centro Nacional de Investigación en Calidad del Aire que genere información oportuna y de alto
impacto que ayude a identificar, cuantificar y resolver los problemas ambientales. Este centro
deberá ser la base que soporte la gestión ambiental del país.

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Un problema de salud pública y muchos otros más
Los vínculos entre la mala calidad del aire y los efectos en la salud pública son evidentes. La
contaminación causa daños a corto y largo plazo. Muchas enfermedades respiratorias y
cardiovasculares están estrechamente relacionadas con la contaminación del aire (World
Health Organization, 2018; Hoek et al., 2013). Existe suficiente evidencia científica del impacto
de la mala calidad del aire en padecimientos endocrinológicos, incremento en los casos de
asma, desarrollo de cáncer y arterosclerosis, enfermedades ginecológicas, padecimientos
oculares tales como conjuntivitis, blefaritis y cataratas, daños en la piel que van desde
dermatitis y urticaria hasta la pérdida de pigmentación, efectos en el embarazo y daños
diversos en el sistema nervioso (ver artículos en Capello y Gaddi, 2018).

No existe un umbral mínimo para el cual la contaminación no cause daño. Aún en Canadá,
Nueva Zelanda, Australia y los países escandinavos donde los niveles de contaminación
atmosférica están por debajo de los limites recomendados por la Organización Mundial de la
Salud, sus ciudadanos ven disminuir su expectativa de vida entre 2 y 3 meses a causa de la
contaminación del aire. En el caso de México, sus habitantes en promedio pueden esperar una
reducción de 6 meses con los niveles actuales de contaminación (Apte et al., 2018).

Los efectos de la contaminación del aire son más severos en niños y adultos mayores, mujeres
embarazadas y personas asmáticas o con enfermedades respiratorias o cardiovasculares
crónicas. Niños y adolescentes tienden a ser más vulnerables a la mala calidad del aire. Al
encontrarse en un estado de desarrollo, la influencia de los agentes externos en el aire que
respiran se agudiza, afectando su crecimiento e incrementando el riesgo de sufrir
enfermedades crónicas en su etapa adulta (Capello y Pili, 2018). En el caso de adultos mayores,
el sistema inmunológico ya no responde tan eficientemente, por lo que las alteraciones
causadas por la contaminación del aire aumentan la susceptibilidad a diversas enfermedades
(Sabatini, 2018). De manera similar, la exposición a contaminación ambiental durante el
embarazo puede acarrear problemas tanto a la madre como al hijo. El periodo gestacional
puede acortarse y aumenta el riesgo de sufrir un aborto. El desarrollo del embrión o feto se
altera, pudiendo causar anomalías congénitas, problemas pulmonares y alteraciones del
sistema inmunológico en etapas posteriores de su vida. Asimismo, la madre puede desarrollar
trastornos hipertensivos y diabetes gestacional (La Marca y Gava, 2018).

El aire sucio desencadena enfermedades crónicas no transmisibles que hasta hace poco tiempo
eran insospechadas. Por ejemplo, ciertos contaminantes están relacionados con Alzheimer y
otras formas de demencia (Oudin et al., 2016; Power et al., 2016), mientras que otros parecen

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favorecer el sobrepeso (Jerret et al., 2014) e incidir en los casos de diabetes tipo 2. Se estima
que 14% de los nuevos casos de diabetes en el mundo están relacionados con la contaminación
del aire (Bowe et al., 2018). Siete de cada diez mexicanos padecen sobrepeso y 19% diabetes,
siendo ésta la segunda causa de mortalidad en el país (Federación Mexicana de la Diabetes,
2018).

Estudios recientes han reportado que el efecto de algunos medicamentos disminuye cuando el
paciente respira aire contaminado. Tanto medicamentos como contaminantes son
metabolizados por los mismos sistemas enzimáticos, y éstos pueden alcanzar un umbral en el
que ya no son capaces de eliminar más los compuestos xenobióticos (Tumuiatti et al., 2018). Y
aún peor, las reacciones químicas encargadas de la desintoxicación del cuerpo pueden empezar
a transformar compuestos xenobióticos no tóxicos en tóxicos, e incrementar así los efectos
adversos de la contaminación del aire.

Pero además de ser un problema de salud pública, la contaminación del aire afecta a la
economía y desarrollo social del país. Una sociedad enferma rinde menos y es incapaz de
alcanzar sus objetivos colectivos. Desde una perspectiva meramente económica la protección
ambiental debe verse como una inversión en capital humano, y por ende como una
herramienta para promover el crecimiento económico. Estudios en China y Estados Unidos han
encontrado una relación significativa entre productividad laboral y la calidad del aire (e.g. Zivin
y Neidell, 2012; He et al., 2018). Por ejemplo, un estudio encontró que la productividad de los
obreros de una fábrica en China decrecía 1% al aumentar 10 µg m-3 la concentración de
partículas contaminantes (He et al., 2018). En el caso de México se estima que las pérdidas por
ausencia laboral causadas por la contaminación del aire, sin considerar las perdidas por
disminución en el rendimiento laboral, representan 0.09% del PIB (WB y IHME, 2016).

Asimismo, cada vez es más robusta la evidencia científica de que la exposición prolongada (i.e.
varios años) a altos niveles de contaminación induce inflamación neuronal y cambios en los
niveles de transmisores neuronales, lo que contribuye a desencadenar desórdenes mentales. La
contaminación del aire parece ser así un factor importante en la incidencia de cuadros de
ansiedad y depresión (Vert et al., 2017; Kioumourtzoglou et al., 2017; Shin et al., 2018), e
inclusive inducir ataques de pánico (Cho et al., 2015) y sentimientos de suicidio (Calderón-
Garcidueñas et al., 2018; Kim et al., 2015).

Estudios en Estados Unidos y la Gran Bretaña han encontrado que el aire sucio incrementa la
producción de cortisol, hormona relacionada con el estrés que incide en la ansiedad y
percepción de riesgo, y promueve un comportamiento criminal (Lu et al., 2018; Bondy et al.,

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2018). Aunque en el caso de México otros factores son la causa principal de la violencia, un aire
limpio podría contribuir a la disminución de los niveles de ansiedad y estrés, principalmente en
ambientes urbanos, en donde este tipo de trastornos son cotidianos y en casos críticos pueden
conducir a conductas violentas en los ámbitos en los que se desenvuelven los individuos
(familiar, laboral o público).

Se ha encontrado también que la capacidad de pensar, razonar y aprender está relacionada con
la calidad del aire. La exposición prolongada a aire contaminado hace que el cerebro envejezca
rápidamente y se dañen sus funciones cognoscitivas. Un estudio con adultos mayores en China
mostró recientemente como la contaminación del aire había deteriorado su habilidad
lingüística y capacidad para realizar operaciones aritméticas, afectando así su capacidad para
tomar decisiones cotidianas (Zhang et al., 2018). En niños y adolescentes, la exposición a aire
contaminado les causa problemas de memoria y atención, por lo que estudios en España
recomiendan que no presenten exámenes cruciales en días muy contaminados (Alvarez-
Pedrerol, et al., 2018; Sunyer et al., 2015).

Así, la contaminación del aire además de ser una amenaza para la salud pública pone en riesgo
el desarrollo integral de la sociedad, afectando la capacidad cognoscitiva de niños y adultos, e
incidiendo en trastornos mentales que afectan directamente la convivencia social. El costo
relacionado con la contaminación del aire en cuanto a salud pública en México se estima
cercano al 2% del PIB (WB y IHME, 2016). Sin embargo, es imposible cuantificar en pesos y
centavos el costo asociado con la privación a una vida sin estrés causado por no poder respirar
aire limpio.

Cómo combatir la contaminación del aire


El Estado tiene la función de coadyuvar para proporcionar seguridad y un ambiente limpio que
facilite una vida sana y digna a sus ciudadanos. Asimismo, tiene la responsabilidad de establecer
leyes y mecanismos de gestión que aseguren un desarrollo sustentable y, en conjunto con la
sociedad, velar por los derechos humanos y la equidad social. En este contexto, los 10 ejes
transversales propuestos en la Agenda Ambiental 2018-2024 para regir la política ambiental del
país (Morena, 2018) serán fundamentales para empezar a revertir el problema de la mala
calidad del aire.

En consecuencia, la gestión de la calidad del aire debe tener como objetivo principal reducir el
riesgo que representa la contaminación del aire en la salud pública. El gobierno debe reconocer
la importancia de la salud ambiental en el desarrollo integral del país, considerándola un

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componente fundamental en las agendas de protección al ambiente y de salud. Así, los planes
de gestión de la calidad del aire deberán orientarse a reducir los riesgos en salud, para lo cual
es necesario controlar eficientemente los niveles de contaminación y reducir las emanaciones
de las fuentes de emisión. La valoración de los efectos sustentada en datos de salud permitirá
cuantificar los beneficios económicos de la mejora en la calidad del aire en el corto, mediano y
largo plazo (e.g. Bell et al., 2006).

Es necesario establecer una gestión de la calidad del aire con un enfoque multi-contaminante
en paralelo con la agenda de mitigación y adaptación al cambio climático. Además de que
varios de los contaminantes atmosféricos y gases de efecto invernadero comparten un mismo
origen, sus impactos ambientales están interrelacionados. Por ejemplo, contaminantes tales
como el carbono negro, ozono troposférico y metano, además de ser tóxicos y tener un rol
importante en la química atmosférica, forman parte de los llamados contaminantes climáticos
de vida corta (UNEP y CCAC, 2016). Asimismo, la variabilidad de los fenómenos meteorológicos
inducida por el cambio climático es un factor adicional que debe considerarse en la gestión de
la calidad del aire. El transporte, deposición y formación secundaria de contaminantes depende
directamente de las condiciones meteorológicas. Un ejemplo es que al presentarse días más
cálidos se puede incentivar la formación de ozono y disminuir simultáneamente la
concentración de partículas al volatizarse algunos componentes de éstas con mayor facilidad
(González-Abraham et al., 2015; Megaritis et al., 2013). Por otro lado, un incremento en la
temperatura podría aumentar el aporte biogénico de compuestos químicos precursores de
ozono y partículas contaminantes a través de una mayor emisión de gases reactivos y polen por
parte de la vegetación (Guenther et al., 2012). A esto hay que añadir que las olas de calor
aumentan el riesgo de que ocurran incendios forestales cuyas emisiones pueden producir crisis
ambientales a escala regional (Bowman et al., 2017).

Será esencial revisar el manejo forestal y uso de suelos, entendiendo que los procesos de la
biosfera repercuten en la química y física de la atmósfera, y viceversa (Suni et al., 2015; Bonan,
2008). La gestión ambiental tiene que considerar que el aire no tiene fronteras, por lo que
deberá promover esquemas para mejorar la calidad del aire a escala regional. Ciudades que
compartan cuencas atmosféricas deberán establecer medidas de control de manera conjunta y
coordinada.

Las políticas de desarrollo urbano, vivienda y movilidad deberán incluir como componente
esencial la preservación de una buena calidad del aire, al atender la creciente urbanización del
país. La construcción de ciudades sustentables y resilientes solo será posible estableciendo
programas que minimicen la emisión de contaminantes y gases de efecto invernadero a la

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atmósfera. Será necesario evaluar el impacto del desarrollo urbano en el clima. La expansión
urbana altera irremediablemente el clima (e.g. isla de calor urbano) y acentúa los problemas de
salud pública relacionados con la mala calidad del aire (Oke et al., 2017).

Gestión de la calidad del aire con conocimiento científico


A fin de cumplir con las políticas delineadas en la Agenda de Medio Ambiente 2018-2024 y
llevar a cabo las acciones aquí descritas es necesario el diseño de programas de gestión para
mejorar la calidad del aire sustentado en conocimiento científico. Estos programas deben
definir las medidas para prevenir y revertir el deterioro de la calidad del aire en una región o
entidad federativa en función de un diagnóstico certero del origen y niveles de contaminación.
En la actualidad 21 estados y 9 zonas metropolitanas cuentan con estos programas conocidos
como ProAires (SEMARNAT, 2018).

Un ProAire debe funcionar realmente como un instrumento de carácter preventivo y correctivo


en materia de calidad del aire y protección a la salud, y más recientemente, en materia de
cambio climático. Tiene que sustentarse en información científica que refleje la problemática
de la entidad. Debe establecer metas medibles, alcanzables y de implementación progresiva en
función de las necesidades locales. Las medidas de control que se establezcan deben ser
previamente sometidas a ejercicios de simulación numérica aplicando modelos matemáticos
para prever su impacto y evaluar subsecuentemente su efectividad. Estas medidas deben tomar
en cuenta la interacción entre los aspectos naturales (e.g. climatología, meteorología, geografía
física, uso de suelo, etc.) con los factores antrópicos (e.g. economía, industria, urbanismo,
movilidad, hábitos ciudadanos, etc.). Asimismo, los ProAires deben reconocer el entorno social
y las capacidades económicas, técnicas y humanas para el cumplimiento de las metas, y definir
claramente las métricas de desempeño e indicadores de gestión e impacto, junto con los
mecanismos para su seguimiento, reporte y evaluación.

Los ProAires deben dejar de ser documentos aspiracionales y convertirse en verdaderos


instrumentos de política pública que garanticen la solución al problema de la mala calidad del
aire en un tiempo razonable y a bajo costo. La gestión ambiental debe tener un carácter cíclico
en donde los resultados de una acción representen el insumo para la construcción de nuevas
metas usando de manera eficiente los recursos disponibles. El tiempo necesario para cumplir
tales metas dependerá de la complejidad de los procesos físicos, químicos y sociales
involucrados en el deterioro de la calidad del aire, así como de la economía de la región y
transversalidad que demanden las acciones de mitigación.

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La política ambiental debe definirse a partir de la evidencia local del problema empleando
información del monitoreo de la calidad del aire, estadísticas de las enfermedades asociadas
con la contaminación del aire, planes de desarrollo urbano, etc. Sin embargo, existen muchas
localidades y regiones en donde esta información es insuficiente o inexistente. Por lo tanto, el
primer paso para crear un programa de gestión es la elaboración de un diagnóstico preciso del
problema ambiental que permita identificar su dimensión y características (i.e. tipo y niveles de
contaminantes, impacto en salud pública etc.), y así definir las acciones de corto plazo que
provean los insumos básicos (e.g. campañas de monitoreo, inventarios de emisiones,
modelación numérica, etc.) para la elaboración inteligente de un programa de gestión
ambiental.

Los ProAires deben ser elaborados por las autoridades locales con la guía administrativa y
técnica del gobierno federal, y el apoyo de la comunidad científica. En la actualidad, su
elaboración responde básicamente al cumplimiento de requisitos normativos y del marco
jurídico, y de menor manera a la protección al ambiente y salud pública. Contrario a promover
el fortalecimiento de las capacidades locales y la creación de recursos técnicos y humanos, el
gobierno federal y las entidades federativas utilizan servicios de consultoría externa,
“seleccionados” por la autoridad en turno, que se limitan a “regionalizar” programas
elaborados para otras entidades, con particular frecuencia el de la Ciudad de México. Esta
práctica no asegura que las medidas propuestas correspondan realmente a las necesidades de
la entidad, y debilita las capacidades institucionales que les debieran dar seguimiento.

Una gestión eficiente de la calidad del aire necesita contar con expertos en la materia que
mantengan en funcionamiento el sistema de monitoreo atmosférico, construyan inventarios de
emisiones a la atmósfera y apliquen modelos numéricos que expliquen la formación y
dispersión de los contaminantes, y así poder evaluar el cumplimiento y avance de los ProAires
mediante sistemas de medición, reporte y verificación (MRV). Toda política ambiental debe
responder a la evidencia científica generada por estas tres herramientas de la gestión de la
calidad del aire (Craig et al., 2008).

Antes de su entrada en vigor, los ProAires deben ser sometidos a un proceso de consulta
pública conforme a las disposiciones vigentes en la materia para recabar la realimentación de la
sociedad y facilitar su aceptación e implementación, en un esquema moderno de gobernanza.

Con excepción de la Ciudad de México, ninguna otra entidad federativa ha invertido


sistemáticamente en el desarrollo de una gestión de la calidad del aire eficiente y moderna, a
pesar de que en administraciones pasadas se han otorgado recursos económicos para ello. En

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Monterrey, Guadalajara, Guanajuato, Querétaro y Toluca se han realizado esfuerzos
incipientes, sin embargo, los avances no han respondido con suficiente rapidez a la
problemática de la calidad del aire que enfrentan estas entidades.

Una práctica que ha resultado eficaz para garantizar la continuidad en la implementación de las
medidas contenidas en los ProAires es que su aplicación traslape dos administraciones
consecutivas, preferentemente de los gobiernos federal y local, como es el caso de la Ciudad de
México.

Monitoreo de la calidad del aire: ¿Qué tan contaminado está el aire?


Con el propósito de evaluar la calidad del aire que se respira en una región es necesario contar
con un sistema de monitoreo atmosférico confiable y transparente. Este sistema debe reportar
al menos cada hora las concentraciones de los seis contaminantes criterio requeridos por la
normatividad mexicana: dióxido de azufre (SO2), monóxido de carbono (CO), dióxido de
nitrógeno (NO2), ozono (O3), partículas menores a 10 µm (PM10) y partículas menores a 2.5 µm
(PM2.5). Es necesario establecer un índice de la calidad del aire que integre en si mismo las
concentraciones de estos contaminantes e informe de manera fácil y oportuna al ciudadano
sobre la calidad del aire que respira. Es recomendable que este índice considere el riesgo que la
mezcla de contaminantes representa para la salud (Perlmutt et al., 2017) y use como referencia
los niveles máximos de concentración de contaminantes recomendados por la Organización
Mundial de la Salud (WHO, 2018). Puede emplearse como referencia inicial el Índice de Calidad
del Aire actualmente en uso en la ZMVM y el trabajo realizado por la Ciudad de México en el
desarrollo de un nuevo índice multi-contaminante basado en el riesgo para la salud (SEDEMA y
NYU, 2018). El índice en operación en Canadá, Air Quality Health Index, reúne las características
aquí mencionadas.

Asimismo, será necesario revisar y actualizar varios de los límites de las concentraciones
máximas permisibles de los contaminantes criterio previstos en la normatividad de salud
ambiental, acorde a los limites recomendados por la Organización Mundial de la Salud. Las
Normas Oficiales Mexicanas para plomo, CO y NO2 datan de 1993. La norma de SO2 fue
actualizada en 2010, mientras que las normas de O3, PM10 y PM2.5 en 2014. Estas normas están
condicionadas a una revisión periódica de manera que reflejen en lo posible la información más
reciente sobre los efectos en la salud y la gestión de la calidad del aire.

El sistema de monitoreo atmosférico deberá estar conformado por redes regionales de


estaciones de monitoreo que permitan evaluar de manera continua y en tiempo real la calidad

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14
del aire. Dependiendo de las características de la contaminación local, no todas las estaciones
de una red tienen que medir necesariamente los seis contaminantes criterio. El número de
estaciones óptimo y distribución de analizadores se determina a partir de un diagnóstico
preciso de las necesidades del lugar, teniendo en cuenta la topografía y meteorología, densidad
habitacional, y ubicación y caracterización de las fuentes de emisión. Las guías establecidas por
la Agencia de Protección al Ambiente de Estados Unidos (US-EPA, por sus siglas en inglés) para
el diseño y operación de redes de monitoreo de la calidad del aire (ver
https://www.epa.gov/amtic) son referencias que debieran seguirse para evitar
sobredimensionar el tamaño de una red y asegurar su buen desempeño.

La configuración de una red de monitoreo atmosférico, además de las estaciones de monitoreo


debe integrar un laboratorio y taller que provea soporte para la operación y mantenimiento de
los equipos. La normatividad vigente (NOM-156-SEMARNAT-2012) establece la implementación
de sistemas de monitoreo atmosférico integrados por subconjuntos de redes de monitoreo,
laboratorios e infraestructura de soporte con base al modelo desarrollado por el Sistema de
Monitoreo Atmosférico de la Ciudad de México (SIMAT). Este sistema cumple con las
necesidades particulares del monitoreo de la calidad del aire en la ZMVM, pero su
implementación y operación cotidiana no necesariamente se ajustan a las necesidades de otras
entidades, en particular de aquellas con recursos económicos limitados y/o con un problema
incipiente de contaminación atmosférica. Por lo tanto, será necesario revisar la normatividad
para permitir el diseño de redes que respondan a las necesidades de cada región.

En este contexto, cabe mencionar la necesidad de revisar las normas vigentes que definen los
métodos para el monitoreo atmosférico. Estas normas datan de 1993, y para el caso de PM 10 y
PM2.5 son inexistentes. Aunque en la práctica se utilizan las recomendaciones de las US-EPA,
dado que los métodos de referencia o equivalentes citados por las normas mexicanas tienen
una correspondencia con los designados por la agencia norteamericana. Sin embargo, es
inconcebible que no se cuente con normas propias para todos los contaminantes criterio y que
las existentes no estén debidamente actualizadas.

De acuerdo con el Sistema Nacional de Información de la Calidad del Aire (SINAICA), 21 estados
cuentan con sistemas de monitoreo atmosférico, pero solo 16 reportan datos de
concentraciones en al menos una estación (INECC, 2018). En total se cuenta con 112 estaciones
activas repartidas en 37 ciudades. El 46% se localiza en las tres mayores zonas metropolitanas:
Ciudad de México (29), Monterrey (13) y Guadalajara (10). Mención especial merecen los
estados de Guanajuato e Hidalgo, entidades que han extendido el monitoreo de la calidad del
aire a lo largo de su territorio en años recientes con 18 y 10 estaciones, respectivamente.

Gestión de la calidad del aire eficiente, justa y transparente


15
Aunque el monitoreo de la calidad del aire creció en la última década, se está aún lejos de
cubrir las necesidades del país. Con excepción de la ZMVM, en la que se cuenta con registros
desde 1986, el acceso a los datos en las demás localidades es limitado y su calidad cuestionable.

Sería deseable que al final del próximo sexenio cada una de las 384 ciudades más pobladas del
país pudiera contar con al menos una estación de monitoreo como parte de las políticas de
desarrollo urbano y regional, y con esto informar al 92% de la población sobre la calidad del aire
que respira. Habrá que empezar por poner en funcionamiento las estaciones que se
encuentran fuera de operación y revisar los protocolos de calibración y mantenimiento de las
demás. En una segunda fase habrá que extender el monitoreo atmosférico a las 117 ciudades
con más de 100,000 habitantes, y en aquellas impactadas directamente por actividades
altamente contaminantes, tales como minería e industria petroquímica. Así, al cabo de seis
años deberán estar trabajando el total de las estaciones propuestas.

Será necesario establecer un modelo que asegure recursos suficientes para la operación,
mantenimiento, manejo de datos, control de calidad y elaboración de informes periódicos.
Hasta hace dos años los fondos federales etiquetados en el RAMO 16 eran empleados por las
entidades federativas para adquirir estaciones y equipo de monitoreo, sin embargo, nunca se
estableció un esquema que obligara a las entidades a proveer recursos para su operación,
mantenimiento, capacitación de operadores y demás actividades mencionadas arriba. Esta
situación explica en parte el fracaso de varios programas de monitoreo atmosférico, aunado a
que actualmente los recursos federales para su fortalecimiento están suspendidos.

El sistema de monitoreo de la calidad del aire deberá incluir también áreas rurales y forestales.
Hasta el momento se desconoce el impacto de la contaminación del aire en áreas naturales
protegidas. El trabajo científico internacional ha puesto en evidencia el impacto que el
transporte regional de contaminantes tiene en la sustentabilidad de los bosque y producción
agrícola (Mills et al., 2018; Fuhrer et al., 2016). Se requiere establecer una red de monitoreo
atmosférico que abarque el mayor número de las 184 áreas naturales protegidas, empezando
con aquellas que se encuentren bajo mayor riesgo ambiental. Aquí es importante incluir el
monitoreo del depósito atmosférico húmedo y seco (i.e. lluvia acida y partículas sedimentables)
para evaluar el impacto de la contaminación del aire en suelos y cuerpos de agua. La Ciudad de
México es la única entidad donde se monitorea la composición química del agua de lluvia de
manera continua y sistemática.

La atribución del monitoreo de la calidad del aire corresponde a las autoridades municipales y
estatales. Éstas podrán colaborar en iniciativas coordinadas por la academia y sociedad civil,

Gestión de la calidad del aire eficiente, justa y transparente


16
pero la toma de decisiones en cuanto a la calidad del aire debe basarse en la información
generada por sus propios sistemas de monitoreo. El gobierno federal podrá apoyar a las
entidades federativas en el desarrollo de recursos humanos y técnicos. Asimismo, tiene la
responsabilidad de establecer metodologías, guías y mecanismos de verificación que aseguren
que las redes de monitoreo generan información confiable conforme a los avances
tecnológicos.

La Red Universitaria de Observatorios Atmosféricos (RUOA) de la UNAM (Peralta et al., 2016) es


una plataforma valiosa que puede complementar el trabajo de monitoreo atmosférico en
regiones con características y/o problemáticas particulares, así como también contribuir en la
formación de recursos humanos, sin embargo, no puede reemplazar el monitoreo con
propósitos regulatorios, puesto que fue creada con fines educativos y académicos.

Sensores de bajo costo: ¡Cuidado!


A la par de conceptos tales como “big data”, “the Internet of things”, “crowd-source funding” y
“citizen science” los sensores de bajo costo (USD$50-1,000) para medir ciertos contaminantes
han ganado la atención del público. Son vistos como una manera de democratizar el monitoreo
de la calidad del aire. Es cierto que redes con cientos o miles de estos sensores operando
simultáneamente representarían un cambio significativo en la gestión de la calidad del aire al
aportar datos de muchísimos más sitios. Sin embargo, la tecnología de estos sensores está aún
en desarrollo (Lewis et al., 2016) y su uso indiscriminado podría generar información falsa y
alarmas innecesarias. Por lo pronto sólo pueden aportar información cualitativa. Aunque en un
futuro cercano se espera que sean capaces de proveer mediciones precisas, por el momento su
funcionamiento requiere de correcciones empíricas que ocultan sus limitaciones y potenciales
interferencias. El desarrollo de estos sensores no ha seguido el rigor científico que exige la
gestión ambiental.

Sin embargo, estos sensores difícilmente desaparecerán del escenario y al reducir su precio
aumentará su popularidad, por lo que las autoridades ambientales tienen la obligación de
tomar el liderazgo en su uso. Se deberán diseñar guías para usarlos y capacitar a los usuarios
interesados. Esta podría ser una oportunidad única de involucrar a los ciudadanos en la ciencia
y gestión ambiental más allá de los términos de moda mencionados arriba. Un ejemplo de esto
en Latinoamérica es el proyecto de ciudadanos científicos establecido por las autoridades
ambientales de Medellín, Colombia (https://siata.gov.co/sitio_web/index.php/home).

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Inventario de emisiones a la atmósfera: ¿Cuánto contaminan nuestras
actividades?
Es fundamental conocer el origen de los contaminantes atmosféricos para establecer políticas
de control efectivas. Es necesario contar con estimaciones precisas de las emisiones de
contaminantes originadas por los diferentes sectores económicos del país, así como por
nuestras actividades cotidianas. Se requieren inventarios de emisiones que incluyan todas las
fuentes de emisión a escala regional y nacional. Éstos deben proveer información
georreferenciada sobre la composición química y distribución espacial y temporal de las
emisiones. Con ello se podrán generar mapas que muestren una estimación de las variaciones
de las emisiones por contaminante.

Los inventarios de emisiones a la atmósfera se construyen estimado las emisiones a partir de


información sobre actividades económicas que generan emisiones (venta de combustible,
tiempos de operación, kilómetros recorridos, etc.) y factores de emisión. Es común que fuentes
fijas de grandes dimensiones, tales como refinerías y plantas termoeléctricas midan
directamente sus propias emisiones y sea posible integrar sus mediciones directamente a los
inventarios. La precisión de los inventarios de emisiones depende tanto de la representatividad
de los factores de emisión, como de la veracidad y detalle de las bases de datos sobre
actividades antropogénicas y características de los combustibles usados. La tarea de recabar
información verídica y desarrollar dichas bases de datos recae en las instancias administrativas
encargadas de cada sector económico en las diferentes entidades federativas. Se pueden
emplear factores de emisión tomados de la literatura y aplicar modelos desarrollados por
agencias internacionales para estimar las emisiones. Sin embargo, habrá que evaluar su
precisión, y en algunos casos desarrollar factores de emisión propios a través de mediciones en
campo y laboratorio.

La precisión de las emisiones reportadas en los inventarios necesita ser evaluada mediante
pruebas independientes. Esto se puede realizar a través de mediciones in-situ o técnicas de
percepción remota (i.e. mediciones por espectrometría desde satélites). Las torres de flujos
representan una opción para evaluar directamente las emisiones a escala de distrito o parcela
en zonas urbanas y rurales, respectivamente. Se pueden usar modelos de trayectoria inversa y
gases traza basados en la medición de la concentración de los contaminantes en el sitio y viento
abajo junto con la aplicación de modelos de dispersión. El análisis minucioso de la tendencia y
distribución temporal de la concentración de los contaminantes en paralelo con la evolución de
las tendencias de las emisiones reportadas por los inventarios es un método alternativo para
revisar la veracidad de los inventarios de manera indirecta (e.g. Jaimes-Palomera et al., 2016).

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La iniciativa MexFlux para evaluar el intercambio de calor, vapor de agua y carbono en los
diferentes ecosistemas de México mediante el uso de torres de flujos (Vargas et al., 2013) es la
plataforma idónea para expandir la medición de flujos atmosféricos en el país en cuanto a
emisiones de carbono. Las 12 torres con que cuenta actualmente MexFlux son aún insuficientes
para cubrir la diversidad bioclimática del país. El uso de estas torres en ciudades ha demostrado
ser útil para evaluar la precisión de los inventarios de gases contaminantes y de efecto
invernadero, y evaluar así los cambios en las emisiones derivados de la implementación de
medidas de control como el programa de restricción vehicular Hoy no Circula en la Ciudad de
México (Velasco et al., 2009; 2014).

Modelación numérica: ¿Cómo se transforman y dispersan los contaminantes?


La evaluación completa de los programas de gestión de la calidad del aire necesita incluir la
simulación numérica de los procesos físicos y químicos que rigen la emisión, dispersión,
transformación y destino final de los contaminantes. La modelación apropiada del
comportamiento y distribución espacial de las diferentes especies de contaminantes sugiere
que se entiende la interacción dinámica de los factores que controlan la calidad del aire de una
región determinada, y entonces se es capaz de evaluar el impacto que tendrían nuevas medidas
de control a corto, mediano y largo plazo. De esta manera se podrían crear también escenarios
de la calidad del aire resultantes de las modificaciones en la legislación ambiental en respuesta
a las medidas de mitigación y adaptación ante los efectos del cambio climático. Por otro lado,
un modelo numérico bien calibrado puede emplearse para pronosticar la calidad del aire de
manera que las autoridades puedan establecer medidas adicionales de control e informar
anticipada y oportunamente a la ciudadanía de un posible episodio de contaminación
ambiental en el corto plazo.

La Ciudad de México es la única entidad del país que aplica modelos numéricos de manera
sistemática como parte de la gestión de la calidad del aire
(http://www.aire.cdmx.gob.mx/pronostico-aire/).

Hoy en día ejecutar o ‘correr’ modelos es relativamente sencillo. Muchos de los códigos para
simular la calidad del aire están disponibles sin costo alguno en la Internet. Afortunadamente la
comunidad científica que los ha desarrollado los ha puesto a disposición del público (e.g.
Weather Research and Forecasting model coupled with Chemistry, WRF-Chem, NOAA, 2018). El
reto consiste en hacer que los resultados se aproximen consistentemente a la realidad. Para
ello se requiere de un conocimiento amplio de la meteorología y procesos que controlan la
química atmosférica.

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19
El éxito de un modelo numérico depende en gran medida de la calidad de los datos que se
utilicen para llevar a cabo la simulación. Se requiere información de las emisiones
antropogénicas y naturales desagregadas por especie química en periodos de una hora o
menos distribuidas en mapas formados por celdas de 0.3 - 12 km. La resolución de las celdas
depende de la extensión y características de la región en estudio. Para algunas fuentes de
emisión, por ejemplo, tráfico vehicular, se necesita diseñar rutinas adicionales que ajusten las
emisiones a las condiciones meteorológicas simuladas por el mismo modelo (e.g. Guevara et al.,
2017).

Los modelos requieren también información sobre la topografía, uso de suelo, características
de la vegetación y meteorología de la región como datos de entrada. Entre más detallada sea
esta información, la incertidumbre asociada con la simulación de los procesos micro-
meteorológicos (e.g. formación de turbulencia, evolución de la capa límite, etc.) se reducirá y
por ende mejorará la simulación de la calidad del aire.

La capacidad de un modelo para reproducir la contaminación de un sitio se evalúa comparando


las simulaciones resultantes contra las concentraciones de contaminantes observadas durante
un periodo determinado. Dado que las plumas de contaminación contienen especies emitidas
directamente a la atmósfera y especies secundarias formadas a través de reacciones químicas
en el aire, además de los seis contaminantes criterio que conforman el monitoreo atmosférico,
se necesitan mediciones de especies precursoras e intermedias. Por ejemplo, el ozono y una
fracción importante de PM2.5 resultan de una serie de reacciones químicas entre contaminantes
precursores, tales como los compuestos orgánicos volátiles (COVs) y óxidos de nitrógeno (NO x).
Como parte de estas reacciones se forman especies intermedias que subsecuentemente
reaccionan también. Es importante evaluar la capacidad del modelo para simular la reactividad
de la atmósfera a través de los niveles del radical hidroxilo (OH). Este radical es el encargado de
iniciar la oxidación de los COVs con los NOx, y su simulación correcta es un indicador del buen
funcionamiento del modelo.

Similar al uso de sensores de bajo costo en el monitoreo atmosférico, se debe tener cuidado
con simulaciones de la contaminación del aire basadas en ‘data-driven modeling’ y ‘machine
learning’. Estas nuevas metodologías se han popularizado en paralelo con los conceptos de ‘big
data’ y ‘the Internet of things’. Se basan en modelos de topología matemática para construir
múltiples correlaciones empíricas entre las variables en cuestión a partir de bases de datos
disponibles. Entre más extensas y precisas sean estas bases de datos, es posible que estos
modelos puedan reproducir las condiciones de un episodio sin necesidad de conocer las causas
que lo generaron. Su aplicación pareciera no requerir conocimientos teóricos del problema a

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20
resolver. Sin embargo, su aplicación indiscriminada podría conducir a conclusiones erróneas. La
solución a los problemas ambientales requiere de bases de datos exhaustivas y conocimiento
teórico de los femémonos físicos y químicos involucrados (ver Coveney et al., 2016; Velasco,
2018).

Gestión de la calidad del aire en la Ciudad de México: Aciertos y errores


Como se ha señalado, la gestión de la calidad del aire es principalmente incipiente en la mayor
parte del país, a excepción de la Ciudad de México. Los esfuerzos por entender los procesos que
controlan la contaminación del aire se han centrado aquí, por lo que es la única entidad
federativa en la que se ha desarrollado una gestión basada en conocimiento científico de
manera sistemática. Ciudades como Monterrey, Guadalajara y Tijuana han mostrado cierto
avance en el conocimiento del problema, pero los esfuerzos por atenderlo no han sido
permanentes. Por lo tanto, es importante revisar las causas y acciones que han hecho que la
gestión de la calidad del aire en la Ciudad de México sobresalga del resto del país. Los aciertos y
errores que se han tenido deben señalarse y analizarse para que se repliquen o eviten, según
sea el caso, en el resto de las entidades federativas. Los obstáculos que se han enfrentado
deben documentarse para que no se malgasten esfuerzos futuros.

Hace 26 años, la Ciudad de México fue designada la ciudad más contaminada del mundo (UNEP
y WHO, 1992). Era frecuente que en las tardes se presentaran concentraciones de ozono 3-4
veces superiores al límite establecido como promedio horario por la norma oficial mexicana
actual (95 ppb). El año más contaminado fue 1994, cuando 344 días excedieron las normas de
calidad del aire establecidas en aquel entonces. Sin contar con información científica suficiente
las autoridades implementaron medidas que eran obvias. Por ejemplo, se sacaron de la ciudad
plantas de cemento y refinerías. Se eliminó el plomo de la gasolina y se redujeron los niveles de
azufre en los combustibles y se estableció la incorporación de convertidores catalíticos en
automóviles nuevos. Se reformuló el gas LP para uso residencial y se estableció el programa de
restricción vehicular Hoy no Circula junto con la inspección periódica de emisiones vehiculares
(Verificación Vehicular). Estas medidas en conjunto contuvieron el problema. Los niveles de
contaminación dejaron de crecer y empezaron a descender lentamente. Sin embargo, en los
albores de este siglo, al cabo de 10 años los niveles de contaminación del aire eran aún muy
altos. En el año 2002, 300 días aún excedieron las normas de calidad del aire.

A partir de entonces la contaminación del aire disminuyó consistentemente hasta 2010. Se


controlaron los niveles de SO2, CO, NO2, plomo y partículas totales suspendidas, todos ellos
contaminantes de origen primario, es decir que son directamente emitidos a la atmósfera por

Gestión de la calidad del aire eficiente, justa y transparente


21
las fuentes de emisión. Desafortunadamente los niveles de ozono y PM2.5, contaminantes
criterio que responden a reacciones químicas en la atmósfera, no han disminuido desde
entonces. Las contingencias ambientales en 2016 fueron un recordatorio de que la
contaminación del aire es un problema que no se ha resuelto y que amenaza con repuntar
(Velasco y Retama, 2017). En 2017, 2018 y lo que va de 2019 la meteorología ha sido benévola
y ha impedido, afortunadamente, la aparición de episodios tan críticos de contaminación del
aire.

El éxito que se tuvo para mejorar la calidad del aire hasta hace 8-10 años respondió a la
integración de información científica recabada por autoridades y comunidad científica
internacional para entender el origen, transformación y destino de la contaminación del aire,
así como su impacto en salud pública, desarrollo social, sustentabilidad del ecosistema y
cambio climático en el Valle de México. La Ciudad de México demostró que es posible disminuir
la contaminación del aire sin comprometer el desarrollo económico. Inclusive se utilizó como
ejemplo para otras muchas ciudades en el mundo que también experimentaban problemas de
contaminación atmosférica (e.g. Parrish et al., 2011; Petherick, 2013).

El monitoreo atmosférico, el desarrollo de inventarios de emisiones y la aplicación de modelos


numéricos han sido el sostén de la gestión de la calidad del aire en la Ciudad de México por más
de dos décadas junto con el conocimiento científico que se generó a partir de tres estudios que
congregaron a expertos internacionales en el campo. El primer estudio, IMADA-AVER Boundary
Layer Experiment in the Mexico City Area, fue coordinado por el Pacific Northwest National
Laboratory y el Instituto Mexicano del Petróleo en 1997 (Doran et al., 1998). En 2003 se realizó
la campaña de monitoreo intensivo Mexico City Metropolitan Area – 2003 (MACMA-2003)
coordinada por el Dr. Mario Molina y la Dra. Luisa T. Molina con apoyo del Instituto Tecnológico
de Massachussets, el Instituto Nacional de Ecología (INE) y la Secretaría de Medio Ambiente del
Distrito Federal (Molina et al., 2007). En 2006 la Dra. Luisa T. Molina coordinó el proyecto
Megacity Initiative: Local And Global Research Observations (MILAGRO). Este último ha sido el
estudio más grande sobre contaminación del aire en Latinoamérica hasta la fecha. MILAGRO
concentró a más de 300 científicos nacionales e internacionales, que con apoyo del National
Science Foundation, Department of Energy, and National Aeronautics and Space Administration
de Estados Unidos, y del INECC (antes INE) a nivel nacional convirtieron al Valle de México en
un laboratorio a escala real para investigar el impacto de la urbanización en la química
atmosférica a nivel local y regional (Molina et al., 2010).

Las más de 200 publicaciones científicas generadas por los estudios MCMA-2003 y MILAGRO
(ver http://www.mce2.org) han delineado la política en calidad del aire de la Ciudad de México

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y otras urbes del mundo. El enfoque interinstitucional y multidisciplinario con que se llevaron a
cabo ambos estudios explica el alto impacto que sus resultados han tenido en el conocimiento
actual de los procesos que controlan la formación de contaminantes secundarios dentro y fuera
de una ciudad. En teoría, este conocimiento de vanguardia fue la base para la elaboración del
ProAire 2011-2020, vigente en la ZMVM (CAM, 2011).

Desafortunadamente, no se ha repetido un estudio similar y se perdió la inercia en el desarrollo


de conocimiento científico orientado a resolver el problema de la contaminación en la Ciudad
de México. Dado el avance nulo en el mejoramiento de la calidad del aire y la manera en que se
ha conducido la gestión ambiental en años recientes, pareciera que el conocimiento obtenido
no trascendió más allá de la publicación de artículos científicos y parcialmente en la elaboración
de un ProAire. Es necesario que los tomadores de decisiones tengan acceso a los resultados de
los estudios MCMA-2003 y MILAGRO, y éstos se traduzcan en medidas de control capaces de
evitar contingencias ambientales como la experimentada en marzo de 2016.

Asimismo, se necesita conformar un grupo de investigadores que den seguimiento a los


estudios antes mencionados, y poder así atender oportunamente los problemas ambientales
del país con una visión holística e interdisciplinaria. Como en muchos otros aspectos de la
ciencia en el país, la investigación sobre contaminación ambiental se estancó a finales del siglo
pasado. A pesar de algunos esfuerzos individuales muy valiosos, la labor científica en México no
ha respondido al desafío que representa la contaminación del aire. El conocimiento científico
con el que se cuenta ha sido generado en gran medida por instituciones extranjeras. Es
necesario por lo tanto dar oportunidad a una nueva generación de científicos mexicanos que
tomen la iniciativa acorde a las necesidades del país.

Ante la falta de resultados por parte de la comunidad científica local, el Sistema de Monitoreo
Atmosférico (SIMAT) de la Secretaría del Medio Ambiente (SEDEMA) de la Ciudad de México
invirtió acertadamente en equipo de vanguardia para evaluar la composición y formación de
contaminantes a partir del conocimiento adquirido en MILAGRO. Esto ha permitido continuar la
producción de información científica necesaria para evaluar la evolución de la calidad del aire
ante cambios en las condiciones económicas y nuevas políticas ambientales (e.g. Retama et al.,
2015; Jaimes-Palomera et al., 2016; Tzompa-Sosa, et al., 2016; Guevara et al., 2017; Velasco y
Retama, 2017; Barret et al., 2019; Retama et al., 2019). La restricción de recursos económicos,
técnicos y humanos en la SEDEMA no han contribuido a este propósito. Los resultados
obtenidos responden a la tenacidad y compromiso de los técnicos y profesionistas del SIMAT,
quienes en colaboración con investigadores internacionales han demostrado que es posible
realizar ciencia de alto impacto en un entorno mayormente adverso.

Gestión de la calidad del aire eficiente, justa y transparente


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La situación respecto al estudio de los efectos en la salud de la contaminación del aire en la
Ciudad de México es similar. A pesar de la importancia de la investigación epidemiológica para
identificar y documentar la aparición de enfermedades en la población causadas por la
exposición a aire contaminado, el interés por realizar estudios a largo plazo que permitan
evaluar los efectos en la salud pública local ha sido muy limitado en lo que va del presente siglo.
Los estudios pioneros en epidemiología ambiental encabezados por la Universidad Autónoma
Metropolitana y el Instituto Nacional de Salud Pública, respectivamente, pusieron en evidencia
el daño a la salud provocado por los elevados niveles de contaminación en esa época (e.g.
Castillejos et al., 1992; Romieu et al., 1996; Loomis et al., 1999). Basta revisar las Normas
Oficiales Mexicanas de Salud Ambiental para observar la urgente necesidad de contar con
información actualizada sobre los efectos de la contaminación en México.

Comisión Ambiental de la Megalópolis: Un monstruo de siete cabezas


La gestión de la calidad del aire en el Valle de México debe ser en principio una tarea
compartida por las autoridades de las entidades federativas que conforman la ZMVM y la
Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) por parte del gobierno
federal. La Comisión Ambiental Metropolitana, remplazada por la Comisión Ambiental de la
Megalópolis (CAMe) en 2013, tiene la responsabilidad de coordinar las acciones de las
entidades involucradas. De acuerdo con el ProAire vigente, la ZMVM abarca las 16 alcaldías de
la Ciudad de México y 59 municipios conurbados del Estado de México (CAM, 2011). Sin
embargo, en la actualidad la CAMe es responsable de coordinar las acciones de mitigación de
emisiones contaminantes y su control tanto en la Ciudad de México como los Estados de
México, Hidalgo, Puebla, Morelos y Tlaxcala (CAMe, 2017).

El funcionamiento óptimo de esta Comisión ha sido difícil en sus casi tres décadas de existencia.
Desde que se estableció, ha demostrado responder a intereses políticos y no a las necesidades
ambientales de la región. En el mejor de los casos ha actuado como réferi parcial entre las
autoridades de la Ciudad de México y el Estado de México en momentos de crisis ambiental, y
no siempre con resultados favorables en cuanto a la calidad del aire. La falta de coordinación
entre entidades federativas con gobiernos emanados de organizaciones políticas de ‘color e
ideología contrapuestos’ y un gobierno federal débil ha impedido la implementación de una
gestión de la calidad del aire efectiva e integral en toda la ZMVM.

La gestión de la calidad del aire en muchos de los municipios conurbados del Estado de México
es inexistente, a pesar de que sus autoridades repetidamente afirman lo contrario. La
contaminación del aire simplemente no ha sido un problema prioritario para el gobierno del

Gestión de la calidad del aire eficiente, justa y transparente


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Estado de México, lo que ha contribuido a que el avance logrado en la calidad del aire en la
región se haya detenido y posiblemente empezado a revertir.

Aunque la autoridad ambiental de la Ciudad de México ha extendido su tarea de monitoreo


atmosférico a varios municipios conurbados del Estado de México por la importancia que
representan para la gestión de la calidad del aire en la Ciudad de México y la ZMVM, la
implementación y verificación de las medidas de control estipuladas en el ProAire no ha sido
siempre posible en tales municipios (e.g. cumplimiento de la verificación vehicular y el Hoy no
Circula).

Es cierto que en años recientes el gobierno del Estado de México ha mostrado intención de
asumir la responsabilidad del monitoreo atmosférico en sus municipios conurbados a la Ciudad
de México, pero no ha demostrado la capacidad técnica y voluntad política para llevarlo a cabo.
Por ejemplo, hoy en día los ciudadanos de Toluca, capital del Estado de México, no pueden
conocer en tiempo real la calidad del aire que respiran por que las autoridades no han logrado
implementar un sistema automatizado que centralice y publique las mediciones de las
estaciones de monitoreo. La falta de información o información de mala calidad en tiempo real
sobre los niveles de contaminación en la vecindad de la Ciudad de México pondría en peligro la
efectividad de la gestión de la calidad del aire de toda la ZMVM.

La propuesta de atender los problemas ambientales de la Ciudad de México con un enfoque


ecosistémico a nivel regional como parte de una megalópolis que incluya 11 metrópolis en seis
entidades federativas es acertado (CAMe, 2017). Sin embargo, habría que resolver primero los
problemas de coordinación y voluntad política entre las entidades federativas que comparten la
cuenca atmosférica del Valle de México. La gestión de la calidad del aire en la ZMVM pasó de
ser un monstruo de tres cabezas, a uno de siete cabezas con la incorporación de cuatro
entidades federativas más.

El episodio de contaminación del aire que desencadenó una serie de contingencias ambientales
en marzo y abril de 2016 evidenciaron la falta de capacidad técnica y negociación de la CAMe
para coordinar oportunamente las acciones de mitigación de emisiones contaminantes entre
las entidades que conforman la ZMVM (Velasco y Retama, 2017). Los problemas ambientales
deben ser atendidos por expertos en la materia y no por políticos impuestos por los grupos de
poder en el momento. La CAMe tiene que ser un organismo autónomo con presupuesto propio.
No puede ser más un instrumento de golpeteo partidista y botín de partidos políticos. Las
‘decisiones técnicas’ que la CAMe tomó después de la crisis ambiental de 2016 no
representaron una mejora real en la calidad del aire de la ZMVM, y contribuyeron a que la

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25
ciudadanía perdiera confianza en las autoridades ambientales (e. g. encuestas sobre la
aceptación del programa de verificación vehicular realizadas por los diarios del Grupo Reforma
(2016) y El Universal (2016)).

Necesidad de un centro nacional de investigación en calidad del aire


Como se ha mencionado repetidamente, el conocimiento científico que se tenga de las
variables y procesos que controlan la contaminación del aire determina en gran medida el éxito
de la gestión ambiental. La contaminación del aire es un problema dinámico no lineal (e.g. bajo
ciertas condiciones reducir la emisión de NOx o COVs puede dar lugar a mayores niveles de
ozono) que responde tanto a variables naturales como sociales. Los cambios económicos y
políticos, el crecimiento urbano y el cambio climático influyen directamente en la calidad del
aire, por lo que es necesario conocer su relación con base en evidencia científica.

Es incuestionable el avance científico y tecnológico que se ha logrado en las últimas décadas en


el entendimiento de los procesos físicos y químicos de la atmósfera, así como de la interacción
de ésta con la biosfera. Muchos países han aprendido que los fenómenos atmosféricos son
materia de seguridad nacional. En el caso de la contaminación del aire, como ya se discutió, la
evidencia científica sobre su impacto en salud pública, desarrollo social y productividad
económica es cada vez más sólida.

Ante ello, muchos países cuentan con centros de investigación de vanguardia para estudiar los
fenómenos atmosféricos que podrían representar una amenaza a su desarrollo económico y
social. En estos centros de investigación la contaminación del aire es un tema central. Por
ejemplo, institutos tales como el Norwegian Institute for Air Research (https://www.nilu.no/)
en Noruega, Swedish Meteorological and Hydrological Institute (https://www.smhi.se/en) en
Suecia, y National Institute for Environmental Studies (https://www.nies.go.jp/index-e.html) en
Japón han sido instituciones fundamentales para la gestión ambiental de sus países. Los
avances en la calidad del aire que han experimentado sus ciudadanos responden en gran
medida al trabajo de los científicos de estos centros de investigación.

El trabajo de investigación que se realiza en universidades debe contribuir también a resolver


los problemas de calidad del aire del país. Sin embargo, se tiene que considerar que la dinámica
universitaria dificulta atender las necesidades de la gestión ambiental. Además de realizar
investigación, un profesor universitario tiene que cumplir con actividades de enseñanza y
servicio administrativo a la institución.

Gestión de la calidad del aire eficiente, justa y transparente


26
El índice de investigación científica publicado por la revista Nature resalta que la participación
de investigadores universitarios en trabajos de investigación de alto impacto en ciencias
ambientales es inferior en comparación con otras áreas del conocimiento, mientras que la
contribución científica de instituciones gubernamentales es mayor (Armitage, 2018).

En este sentido, México tiene la necesidad de establecer un centro de investigación autónomo


orientado a generar información científica que soporte la gestión de la calidad del aire a nivel
nacional. Esta información permitirá abordar y solucionar los problemas ambientales de
manera oportuna, respondiendo realmente a las necesidades del país sin tener que acudir
siempre con consultores externos.

A finales del siglo pasado se estableció el Centro Nacional de Investigación y Capacitación


Ambiental (CENICA) para responder a esta necesidad. Con apoyo y asesoría de la Agencia de
Cooperación Internacional de Japón (JICA, por sus siglas en inglés) se instrumentó un
laboratorio con equipo de vanguardia y capacitó personal, investigadores jóvenes en su
mayoría, como parte del programa de fortalecimiento del entonces Instituto Nacional de
Ecología. Desafortunadamente, este centro fue víctima del deterioro institucional
experimentado sistemáticamente en el país, y fracasó en su misión de generar información
científica de alto impacto.

En la administración pasada el CENICA dejó de ser un centro de investigación y pasó a ser


meramente un laboratorio de referencia en materia de análisis y calibración de equipo de
medición del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC). El INECC está
actualmente renovando este laboratorio con un enfoque hacia la prestación de servicios. La
CAMe ha contribuido con recursos para su equipamiento, sin embargo, será necesario resolver
los problemas de coordinación y voluntad política antes mencionados para hacer un uso
adecuado de los recursos.

La reconstrucción del CENICA como fue planeado originalmente puede cumplir con la necesidad
del país de contar con un centro de investigación nacional enfocado a estudiar la calidad del
aire. Tiene que ser un centro formado y dirigido por científicos honestos y preparados en el
campo de las ciencias ambientales. Estos científicos deberán diseñar, coordinar y realizar
proyectos multidisciplinarios que generen información oportuna y de calidad que ayude a
identificar, cuantificar y resolver problemas ambientales. Este centro deberá ser la base que
soporte la gestión ambiental del país.

Gestión de la calidad del aire eficiente, justa y transparente


27
Conclusiones
El inicio de un gobierno con amplio capital político es una oportunidad sin precedentes para
revertir el problema de la mala calidad del aire mediante la construcción de una gestión
ambiental honesta y transparente con perspectiva de derechos humanos sustentada en
conocimiento científico.

En base a la restructuración estratégica que requieren las instituciones encargadas de proteger


y restaurar los recursos ambientales del país dentro de un marco de desarrollo sustentable y
justicia social, los siguientes puntos que resumen las propuestas de este documento deben
contribuir a la construcción de una gestión de la calidad del aire acorde a las necesidades que
demanda la sociedad mexicana:

● La contaminación del aire es un problema de salud pública, sustentabilidad ecológica,


desarrollo social y productividad económica que necesita ser atendido urgentemente.
● Se requiere una gestión de la calidad del aire con un enfoque multi-contaminante que
involucre las agendas de salud pública, cambio climático, educación, desarrollo territorial,
urbanización, y ciencia y tecnología.
● Los 32 estados del país necesitan elaborar su propio programa de gestión para mejorar la
calidad del aire (ProAire). Las políticas ambientales que se propongan tienen que estar
sustentadas por información y evidencia científica, y se deberá contar con las tres
herramientas básicas para evaluar su implementación y efectividad: i) monitoreo
atmosférico, ii) inventario de emisiones, y iii) modelación numérica.
● Entidades federativas que compartan cuencas atmosféricas deberán trabajar de manera
coordinada en la gestión de la calidad del aire y establecer medidas de control que puedan
implementar y evaluar conjuntamente.
● El monitoreo atmosférico debe cubrir las 384 ciudades más pobladas del país para poder
informar oportunamente al 92% de la población sobre la calidad del aire que respira. El
monitoreo atmosférico deberá incluir también bosques y áreas naturales protegidas.
● Se deben asignar recursos humanos y financieros suficientes al programa de monitoreo
atmosférico acorde a los costos de capital y operación.
● Se requiere construir inventarios de emisiones a la atmósfera que proporcionen información
georreferenciada de las emisiones de origen antropogénico y natural que sean útiles para la
gestión integral de la calidad del aire. La precisión de los inventarios deberá ser evaluada
periódicamente mediante pruebas independientes.
● Es necesario contar con modelos numéricos que simulen correctamente los procesos que
controlan la contaminación del aire para poder evaluar la introducción de nuevas medidas

Gestión de la calidad del aire eficiente, justa y transparente


28
de control y crear escenarios que resulten de los cambios a la legislación ambiental en
respuesta a las medidas de mitigación ante el cambio climático. Estos modelos podrán
emplearse también para pronosticar en tiempo real la calidad del aire, de manera que las
autoridades cuenten con una herramienta para establecer oportunamente medidas de
mitigación de emisiones de contaminantes y puedan informar anticipadamente a la
ciudadanía la aparición de una posible contingencia ambiental.
● Las autoridades deberán tomar el liderazgo en el uso de sensores de bajo costo. La
introducción de conceptos y metodologías tales como ‘big data’, ‘the Internet of things’ and
‘machine learning’ en la gestión de la calidad del aire debe ser cautelosa. Estos avances
tecnológicos en materia de manejo de datos pueden ser herramientas útiles en el análisis de
información, pero de ningún modo pueden sustituir el conocimiento teórico de los
fenómenos que controlan la contaminación del aire.
● La gestión de la calidad del aire en la Ciudad de México debe servir de ejemplo a otras
regiones y ciudades del país. Sus aciertos deben replicarse y sus errores no repetirse.
● La gestión de la calidad del aire debe sustentarse en diagnósticos precisos. Para ello será
necesario crear un centro nacional de investigación autónomo orientado a generar
información científica de alto impacto acorde a las necesidades del país.
● La gestión de la calidad del aire debe estar en manos de expertos en el tema. Es urgente un
cambio generacional.
● La protección de la salud pública debe ser el motor que impulse el avance de la gestión de la
calidad del aire y no los intereses políticos opuestos entre los actores responsables.

Gestión de la calidad del aire eficiente, justa y transparente


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