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Erik Velasco*
Elvagris Segovia
Rodrigo González
Rafael Ramos
* Contacto: he_velasco2003@yahoo.com
Agosto 31, 2018
Revisado en abril 26, 2019
Resumen
La contaminación del aire es un problema de salud pública, desarrollo social y crecimiento
económico que amenaza la sustentabilidad del país. En términos de muertes prematuras, la
mala calidad del aire se equipara con la crisis de violencia que el país enfrenta actualmente.
El presente documento propone el trabajo técnico y científico que sería necesario llevar a cabo
para crear un nuevo paradigma de la gestión de la calidad del aire a nivel nacional, de manera
que México pueda contar con las herramientas que permitan diseñar e implementar las
políticas ambientales que aseguren el derecho a la salud y un ambiente sano para todos sus
habitantes. No se discuten aquí las acciones para controlar las fuentes principales de
contaminación, ni se revisan las medidas de mitigación planteadas en los programas actuales
para mejorar la calidad del aire. El documento analiza con un lente crítico la gestión de la
calidad del aire actual y define las características de los componentes que deben sustentar el
trabajo de la gestión ambiental.
i) Contar con un sistema de monitoreo atmosférico confiable que abarque a las 384 ciudades
más pobladas del país y así poder informar al 92% de la población sobre la calidad del aire
que respira. El monitoreo de la calidad del aire deberá incluir también bosques y áreas
naturales protegidas.
ii) Conocer el origen de los contaminantes atmosférico. Para ello se deben construir
inventarios de emisiones que incluyan todas las fuentes de emisión a escala regional y
nacional. Estos inventarios deberán proveer información georreferenciada sobre el origen,
la composición química de las emisiones, e informar sobre su distribución temporal y
espacial.
iii) Simular con modelos numéricos los procesos físicos y químicos que rigen la contaminación
del aire para evaluar la introducción de nuevas políticas y medidas de control, y crear
escenarios futuros de la calidad del aire que resulten de los cambios a la legislación
La gestión de la calidad del aire debe estar en manos de expertos comprometidos con la
transformación de la administración pública que exige la sociedad. En este sentido, es necesario
crear un centro nacional de investigación autónomo que forme nuevos cuadros orientados a
generar información científica de vanguardia que soporte la gestión ambiental. Este centro
deberá estar dirigido por científicos preparados en temas ambientales. Es urgente un cambio
generacional. México requiere una nueva generación de investigadores que realicen
investigación de alto impacto acorde a las necesidades del país.
La experiencia adquirida en la gestión de la calidad del aire en la Ciudad de México debe servir
de ejemplo a otras regiones y ciudades del país. El éxito en el control de la contaminación del
aire que se logró hasta hace 6-8 años respondió a la construcción de una gestión ambiental
sustentada en información científica y técnicos comprometidos con su trabajo.
Página
Resumen 1
Introducción 5
Conclusiones 27
Referencias 30
El inicio de un gobierno con amplio capital político representa una oportunidad para revertir
esta situación y atender el problema de la contaminación del aire para proteger a la población,
el ecosistema y nuestro patrimonio histórico. Con base a la restructuración estratégica que
requieren las instituciones responsables de proteger y restaurar los recursos ambientales del
país, el presente documento describe una serie de propuestas que pueden abonar a la
construcción de una gestión de la calidad del aire a nivel nacional cabal, honesta, transparente,
moderna y basada en evidencia científica. A partir de un diagnóstico de la situación presente e
información científica actual se definen los componentes y sus características, que deberían
conformar la gestión de la calidad del aire en función de las necesidades de México.
Con el propósito de lograr la gestión de la calidad del aire que permita abordar y solucionar los
problemas ambientales de manera oportuna y con una perspectiva de derechos humanos, tal
como lo recomienda la CNDH, la administración que inicia deberá (re)construir la estructura
normativa, administrativa y técnica que soporte el diseño de las políticas ambientales que
requiere la sociedad. Esta estructura deberá fundamentarse en valores éticos, educación,
ciencia y tecnología como se ilustra en la Fig. 1.
Fig. 1. A fin de asegurar que todo ciudadano mexicano respire aire limpio se requiere una gestión ambiental
sustentada por tres plataformas. La primera plataforma incluye los fundamentos éticos necesarios para cumplir
con la perspectiva de derechos humanos y justica social que exige la reconstrucción del país. Educación, ciencia y
desarrollo tecnológico conforman la segunda plataforma. Toda política ambiental debe estar sustentada en
evidencia científica, incorporar los avances tecnológicos e informar y educar a la sociedad sobre los beneficios
esperados. El monitoreo atmosférico, modelación numérica e inventario de emisiones forman una tercera
plataforma con las herramientas necesarias para evaluar el estado de la calidad del aire y así poder diseñar
medidas de control eficaces. El círculo exterior enlista las áreas de la administración gubernamental que directa o
indirectamente serán beneficiadas por una gestión ambiental como la que se propone en este documento.
Se analiza con lente crítico la gestión de la calidad del aire actual. Los autores revisan las causas
y acciones que han hecho que la gestión de la calidad del aire en la Ciudad de México
sobresalga del resto del país. Señalan los aciertos y errores que se han tenido con el fin de que
se adapten o eviten, según sea el caso, a las necesidades de otras localidades. Detallan las
dificultades que enfrenta la gestión de la calidad del aire cuando una misma cuenca atmosférica
es compartida por dos o más entidades federativas. Para ello se exponen los problemas de
coordinación y voluntad política que, en ocasiones, han detenido el avance de la gestión de la
calidad del aire en el Valle de México. Dada la importancia del trabajo científico en el proceso
de la gestión de la calidad del aire, el documento cierra proponiendo la necesidad de crear un
Centro Nacional de Investigación en Calidad del Aire que genere información oportuna y de alto
impacto que ayude a identificar, cuantificar y resolver los problemas ambientales. Este centro
deberá ser la base que soporte la gestión ambiental del país.
No existe un umbral mínimo para el cual la contaminación no cause daño. Aún en Canadá,
Nueva Zelanda, Australia y los países escandinavos donde los niveles de contaminación
atmosférica están por debajo de los limites recomendados por la Organización Mundial de la
Salud, sus ciudadanos ven disminuir su expectativa de vida entre 2 y 3 meses a causa de la
contaminación del aire. En el caso de México, sus habitantes en promedio pueden esperar una
reducción de 6 meses con los niveles actuales de contaminación (Apte et al., 2018).
Los efectos de la contaminación del aire son más severos en niños y adultos mayores, mujeres
embarazadas y personas asmáticas o con enfermedades respiratorias o cardiovasculares
crónicas. Niños y adolescentes tienden a ser más vulnerables a la mala calidad del aire. Al
encontrarse en un estado de desarrollo, la influencia de los agentes externos en el aire que
respiran se agudiza, afectando su crecimiento e incrementando el riesgo de sufrir
enfermedades crónicas en su etapa adulta (Capello y Pili, 2018). En el caso de adultos mayores,
el sistema inmunológico ya no responde tan eficientemente, por lo que las alteraciones
causadas por la contaminación del aire aumentan la susceptibilidad a diversas enfermedades
(Sabatini, 2018). De manera similar, la exposición a contaminación ambiental durante el
embarazo puede acarrear problemas tanto a la madre como al hijo. El periodo gestacional
puede acortarse y aumenta el riesgo de sufrir un aborto. El desarrollo del embrión o feto se
altera, pudiendo causar anomalías congénitas, problemas pulmonares y alteraciones del
sistema inmunológico en etapas posteriores de su vida. Asimismo, la madre puede desarrollar
trastornos hipertensivos y diabetes gestacional (La Marca y Gava, 2018).
El aire sucio desencadena enfermedades crónicas no transmisibles que hasta hace poco tiempo
eran insospechadas. Por ejemplo, ciertos contaminantes están relacionados con Alzheimer y
otras formas de demencia (Oudin et al., 2016; Power et al., 2016), mientras que otros parecen
Estudios recientes han reportado que el efecto de algunos medicamentos disminuye cuando el
paciente respira aire contaminado. Tanto medicamentos como contaminantes son
metabolizados por los mismos sistemas enzimáticos, y éstos pueden alcanzar un umbral en el
que ya no son capaces de eliminar más los compuestos xenobióticos (Tumuiatti et al., 2018). Y
aún peor, las reacciones químicas encargadas de la desintoxicación del cuerpo pueden empezar
a transformar compuestos xenobióticos no tóxicos en tóxicos, e incrementar así los efectos
adversos de la contaminación del aire.
Pero además de ser un problema de salud pública, la contaminación del aire afecta a la
economía y desarrollo social del país. Una sociedad enferma rinde menos y es incapaz de
alcanzar sus objetivos colectivos. Desde una perspectiva meramente económica la protección
ambiental debe verse como una inversión en capital humano, y por ende como una
herramienta para promover el crecimiento económico. Estudios en China y Estados Unidos han
encontrado una relación significativa entre productividad laboral y la calidad del aire (e.g. Zivin
y Neidell, 2012; He et al., 2018). Por ejemplo, un estudio encontró que la productividad de los
obreros de una fábrica en China decrecía 1% al aumentar 10 µg m-3 la concentración de
partículas contaminantes (He et al., 2018). En el caso de México se estima que las pérdidas por
ausencia laboral causadas por la contaminación del aire, sin considerar las perdidas por
disminución en el rendimiento laboral, representan 0.09% del PIB (WB y IHME, 2016).
Asimismo, cada vez es más robusta la evidencia científica de que la exposición prolongada (i.e.
varios años) a altos niveles de contaminación induce inflamación neuronal y cambios en los
niveles de transmisores neuronales, lo que contribuye a desencadenar desórdenes mentales. La
contaminación del aire parece ser así un factor importante en la incidencia de cuadros de
ansiedad y depresión (Vert et al., 2017; Kioumourtzoglou et al., 2017; Shin et al., 2018), e
inclusive inducir ataques de pánico (Cho et al., 2015) y sentimientos de suicidio (Calderón-
Garcidueñas et al., 2018; Kim et al., 2015).
Estudios en Estados Unidos y la Gran Bretaña han encontrado que el aire sucio incrementa la
producción de cortisol, hormona relacionada con el estrés que incide en la ansiedad y
percepción de riesgo, y promueve un comportamiento criminal (Lu et al., 2018; Bondy et al.,
Se ha encontrado también que la capacidad de pensar, razonar y aprender está relacionada con
la calidad del aire. La exposición prolongada a aire contaminado hace que el cerebro envejezca
rápidamente y se dañen sus funciones cognoscitivas. Un estudio con adultos mayores en China
mostró recientemente como la contaminación del aire había deteriorado su habilidad
lingüística y capacidad para realizar operaciones aritméticas, afectando así su capacidad para
tomar decisiones cotidianas (Zhang et al., 2018). En niños y adolescentes, la exposición a aire
contaminado les causa problemas de memoria y atención, por lo que estudios en España
recomiendan que no presenten exámenes cruciales en días muy contaminados (Alvarez-
Pedrerol, et al., 2018; Sunyer et al., 2015).
Así, la contaminación del aire además de ser una amenaza para la salud pública pone en riesgo
el desarrollo integral de la sociedad, afectando la capacidad cognoscitiva de niños y adultos, e
incidiendo en trastornos mentales que afectan directamente la convivencia social. El costo
relacionado con la contaminación del aire en cuanto a salud pública en México se estima
cercano al 2% del PIB (WB y IHME, 2016). Sin embargo, es imposible cuantificar en pesos y
centavos el costo asociado con la privación a una vida sin estrés causado por no poder respirar
aire limpio.
En consecuencia, la gestión de la calidad del aire debe tener como objetivo principal reducir el
riesgo que representa la contaminación del aire en la salud pública. El gobierno debe reconocer
la importancia de la salud ambiental en el desarrollo integral del país, considerándola un
Es necesario establecer una gestión de la calidad del aire con un enfoque multi-contaminante
en paralelo con la agenda de mitigación y adaptación al cambio climático. Además de que
varios de los contaminantes atmosféricos y gases de efecto invernadero comparten un mismo
origen, sus impactos ambientales están interrelacionados. Por ejemplo, contaminantes tales
como el carbono negro, ozono troposférico y metano, además de ser tóxicos y tener un rol
importante en la química atmosférica, forman parte de los llamados contaminantes climáticos
de vida corta (UNEP y CCAC, 2016). Asimismo, la variabilidad de los fenómenos meteorológicos
inducida por el cambio climático es un factor adicional que debe considerarse en la gestión de
la calidad del aire. El transporte, deposición y formación secundaria de contaminantes depende
directamente de las condiciones meteorológicas. Un ejemplo es que al presentarse días más
cálidos se puede incentivar la formación de ozono y disminuir simultáneamente la
concentración de partículas al volatizarse algunos componentes de éstas con mayor facilidad
(González-Abraham et al., 2015; Megaritis et al., 2013). Por otro lado, un incremento en la
temperatura podría aumentar el aporte biogénico de compuestos químicos precursores de
ozono y partículas contaminantes a través de una mayor emisión de gases reactivos y polen por
parte de la vegetación (Guenther et al., 2012). A esto hay que añadir que las olas de calor
aumentan el riesgo de que ocurran incendios forestales cuyas emisiones pueden producir crisis
ambientales a escala regional (Bowman et al., 2017).
Será esencial revisar el manejo forestal y uso de suelos, entendiendo que los procesos de la
biosfera repercuten en la química y física de la atmósfera, y viceversa (Suni et al., 2015; Bonan,
2008). La gestión ambiental tiene que considerar que el aire no tiene fronteras, por lo que
deberá promover esquemas para mejorar la calidad del aire a escala regional. Ciudades que
compartan cuencas atmosféricas deberán establecer medidas de control de manera conjunta y
coordinada.
Las políticas de desarrollo urbano, vivienda y movilidad deberán incluir como componente
esencial la preservación de una buena calidad del aire, al atender la creciente urbanización del
país. La construcción de ciudades sustentables y resilientes solo será posible estableciendo
programas que minimicen la emisión de contaminantes y gases de efecto invernadero a la
Los ProAires deben ser elaborados por las autoridades locales con la guía administrativa y
técnica del gobierno federal, y el apoyo de la comunidad científica. En la actualidad, su
elaboración responde básicamente al cumplimiento de requisitos normativos y del marco
jurídico, y de menor manera a la protección al ambiente y salud pública. Contrario a promover
el fortalecimiento de las capacidades locales y la creación de recursos técnicos y humanos, el
gobierno federal y las entidades federativas utilizan servicios de consultoría externa,
“seleccionados” por la autoridad en turno, que se limitan a “regionalizar” programas
elaborados para otras entidades, con particular frecuencia el de la Ciudad de México. Esta
práctica no asegura que las medidas propuestas correspondan realmente a las necesidades de
la entidad, y debilita las capacidades institucionales que les debieran dar seguimiento.
Una gestión eficiente de la calidad del aire necesita contar con expertos en la materia que
mantengan en funcionamiento el sistema de monitoreo atmosférico, construyan inventarios de
emisiones a la atmósfera y apliquen modelos numéricos que expliquen la formación y
dispersión de los contaminantes, y así poder evaluar el cumplimiento y avance de los ProAires
mediante sistemas de medición, reporte y verificación (MRV). Toda política ambiental debe
responder a la evidencia científica generada por estas tres herramientas de la gestión de la
calidad del aire (Craig et al., 2008).
Antes de su entrada en vigor, los ProAires deben ser sometidos a un proceso de consulta
pública conforme a las disposiciones vigentes en la materia para recabar la realimentación de la
sociedad y facilitar su aceptación e implementación, en un esquema moderno de gobernanza.
Una práctica que ha resultado eficaz para garantizar la continuidad en la implementación de las
medidas contenidas en los ProAires es que su aplicación traslape dos administraciones
consecutivas, preferentemente de los gobiernos federal y local, como es el caso de la Ciudad de
México.
Asimismo, será necesario revisar y actualizar varios de los límites de las concentraciones
máximas permisibles de los contaminantes criterio previstos en la normatividad de salud
ambiental, acorde a los limites recomendados por la Organización Mundial de la Salud. Las
Normas Oficiales Mexicanas para plomo, CO y NO2 datan de 1993. La norma de SO2 fue
actualizada en 2010, mientras que las normas de O3, PM10 y PM2.5 en 2014. Estas normas están
condicionadas a una revisión periódica de manera que reflejen en lo posible la información más
reciente sobre los efectos en la salud y la gestión de la calidad del aire.
En este contexto, cabe mencionar la necesidad de revisar las normas vigentes que definen los
métodos para el monitoreo atmosférico. Estas normas datan de 1993, y para el caso de PM 10 y
PM2.5 son inexistentes. Aunque en la práctica se utilizan las recomendaciones de las US-EPA,
dado que los métodos de referencia o equivalentes citados por las normas mexicanas tienen
una correspondencia con los designados por la agencia norteamericana. Sin embargo, es
inconcebible que no se cuente con normas propias para todos los contaminantes criterio y que
las existentes no estén debidamente actualizadas.
De acuerdo con el Sistema Nacional de Información de la Calidad del Aire (SINAICA), 21 estados
cuentan con sistemas de monitoreo atmosférico, pero solo 16 reportan datos de
concentraciones en al menos una estación (INECC, 2018). En total se cuenta con 112 estaciones
activas repartidas en 37 ciudades. El 46% se localiza en las tres mayores zonas metropolitanas:
Ciudad de México (29), Monterrey (13) y Guadalajara (10). Mención especial merecen los
estados de Guanajuato e Hidalgo, entidades que han extendido el monitoreo de la calidad del
aire a lo largo de su territorio en años recientes con 18 y 10 estaciones, respectivamente.
Sería deseable que al final del próximo sexenio cada una de las 384 ciudades más pobladas del
país pudiera contar con al menos una estación de monitoreo como parte de las políticas de
desarrollo urbano y regional, y con esto informar al 92% de la población sobre la calidad del aire
que respira. Habrá que empezar por poner en funcionamiento las estaciones que se
encuentran fuera de operación y revisar los protocolos de calibración y mantenimiento de las
demás. En una segunda fase habrá que extender el monitoreo atmosférico a las 117 ciudades
con más de 100,000 habitantes, y en aquellas impactadas directamente por actividades
altamente contaminantes, tales como minería e industria petroquímica. Así, al cabo de seis
años deberán estar trabajando el total de las estaciones propuestas.
Será necesario establecer un modelo que asegure recursos suficientes para la operación,
mantenimiento, manejo de datos, control de calidad y elaboración de informes periódicos.
Hasta hace dos años los fondos federales etiquetados en el RAMO 16 eran empleados por las
entidades federativas para adquirir estaciones y equipo de monitoreo, sin embargo, nunca se
estableció un esquema que obligara a las entidades a proveer recursos para su operación,
mantenimiento, capacitación de operadores y demás actividades mencionadas arriba. Esta
situación explica en parte el fracaso de varios programas de monitoreo atmosférico, aunado a
que actualmente los recursos federales para su fortalecimiento están suspendidos.
El sistema de monitoreo de la calidad del aire deberá incluir también áreas rurales y forestales.
Hasta el momento se desconoce el impacto de la contaminación del aire en áreas naturales
protegidas. El trabajo científico internacional ha puesto en evidencia el impacto que el
transporte regional de contaminantes tiene en la sustentabilidad de los bosque y producción
agrícola (Mills et al., 2018; Fuhrer et al., 2016). Se requiere establecer una red de monitoreo
atmosférico que abarque el mayor número de las 184 áreas naturales protegidas, empezando
con aquellas que se encuentren bajo mayor riesgo ambiental. Aquí es importante incluir el
monitoreo del depósito atmosférico húmedo y seco (i.e. lluvia acida y partículas sedimentables)
para evaluar el impacto de la contaminación del aire en suelos y cuerpos de agua. La Ciudad de
México es la única entidad donde se monitorea la composición química del agua de lluvia de
manera continua y sistemática.
La atribución del monitoreo de la calidad del aire corresponde a las autoridades municipales y
estatales. Éstas podrán colaborar en iniciativas coordinadas por la academia y sociedad civil,
Sin embargo, estos sensores difícilmente desaparecerán del escenario y al reducir su precio
aumentará su popularidad, por lo que las autoridades ambientales tienen la obligación de
tomar el liderazgo en su uso. Se deberán diseñar guías para usarlos y capacitar a los usuarios
interesados. Esta podría ser una oportunidad única de involucrar a los ciudadanos en la ciencia
y gestión ambiental más allá de los términos de moda mencionados arriba. Un ejemplo de esto
en Latinoamérica es el proyecto de ciudadanos científicos establecido por las autoridades
ambientales de Medellín, Colombia (https://siata.gov.co/sitio_web/index.php/home).
La precisión de las emisiones reportadas en los inventarios necesita ser evaluada mediante
pruebas independientes. Esto se puede realizar a través de mediciones in-situ o técnicas de
percepción remota (i.e. mediciones por espectrometría desde satélites). Las torres de flujos
representan una opción para evaluar directamente las emisiones a escala de distrito o parcela
en zonas urbanas y rurales, respectivamente. Se pueden usar modelos de trayectoria inversa y
gases traza basados en la medición de la concentración de los contaminantes en el sitio y viento
abajo junto con la aplicación de modelos de dispersión. El análisis minucioso de la tendencia y
distribución temporal de la concentración de los contaminantes en paralelo con la evolución de
las tendencias de las emisiones reportadas por los inventarios es un método alternativo para
revisar la veracidad de los inventarios de manera indirecta (e.g. Jaimes-Palomera et al., 2016).
La Ciudad de México es la única entidad del país que aplica modelos numéricos de manera
sistemática como parte de la gestión de la calidad del aire
(http://www.aire.cdmx.gob.mx/pronostico-aire/).
Hoy en día ejecutar o ‘correr’ modelos es relativamente sencillo. Muchos de los códigos para
simular la calidad del aire están disponibles sin costo alguno en la Internet. Afortunadamente la
comunidad científica que los ha desarrollado los ha puesto a disposición del público (e.g.
Weather Research and Forecasting model coupled with Chemistry, WRF-Chem, NOAA, 2018). El
reto consiste en hacer que los resultados se aproximen consistentemente a la realidad. Para
ello se requiere de un conocimiento amplio de la meteorología y procesos que controlan la
química atmosférica.
Los modelos requieren también información sobre la topografía, uso de suelo, características
de la vegetación y meteorología de la región como datos de entrada. Entre más detallada sea
esta información, la incertidumbre asociada con la simulación de los procesos micro-
meteorológicos (e.g. formación de turbulencia, evolución de la capa límite, etc.) se reducirá y
por ende mejorará la simulación de la calidad del aire.
Similar al uso de sensores de bajo costo en el monitoreo atmosférico, se debe tener cuidado
con simulaciones de la contaminación del aire basadas en ‘data-driven modeling’ y ‘machine
learning’. Estas nuevas metodologías se han popularizado en paralelo con los conceptos de ‘big
data’ y ‘the Internet of things’. Se basan en modelos de topología matemática para construir
múltiples correlaciones empíricas entre las variables en cuestión a partir de bases de datos
disponibles. Entre más extensas y precisas sean estas bases de datos, es posible que estos
modelos puedan reproducir las condiciones de un episodio sin necesidad de conocer las causas
que lo generaron. Su aplicación pareciera no requerir conocimientos teóricos del problema a
Hace 26 años, la Ciudad de México fue designada la ciudad más contaminada del mundo (UNEP
y WHO, 1992). Era frecuente que en las tardes se presentaran concentraciones de ozono 3-4
veces superiores al límite establecido como promedio horario por la norma oficial mexicana
actual (95 ppb). El año más contaminado fue 1994, cuando 344 días excedieron las normas de
calidad del aire establecidas en aquel entonces. Sin contar con información científica suficiente
las autoridades implementaron medidas que eran obvias. Por ejemplo, se sacaron de la ciudad
plantas de cemento y refinerías. Se eliminó el plomo de la gasolina y se redujeron los niveles de
azufre en los combustibles y se estableció la incorporación de convertidores catalíticos en
automóviles nuevos. Se reformuló el gas LP para uso residencial y se estableció el programa de
restricción vehicular Hoy no Circula junto con la inspección periódica de emisiones vehiculares
(Verificación Vehicular). Estas medidas en conjunto contuvieron el problema. Los niveles de
contaminación dejaron de crecer y empezaron a descender lentamente. Sin embargo, en los
albores de este siglo, al cabo de 10 años los niveles de contaminación del aire eran aún muy
altos. En el año 2002, 300 días aún excedieron las normas de calidad del aire.
El éxito que se tuvo para mejorar la calidad del aire hasta hace 8-10 años respondió a la
integración de información científica recabada por autoridades y comunidad científica
internacional para entender el origen, transformación y destino de la contaminación del aire,
así como su impacto en salud pública, desarrollo social, sustentabilidad del ecosistema y
cambio climático en el Valle de México. La Ciudad de México demostró que es posible disminuir
la contaminación del aire sin comprometer el desarrollo económico. Inclusive se utilizó como
ejemplo para otras muchas ciudades en el mundo que también experimentaban problemas de
contaminación atmosférica (e.g. Parrish et al., 2011; Petherick, 2013).
Las más de 200 publicaciones científicas generadas por los estudios MCMA-2003 y MILAGRO
(ver http://www.mce2.org) han delineado la política en calidad del aire de la Ciudad de México
Ante la falta de resultados por parte de la comunidad científica local, el Sistema de Monitoreo
Atmosférico (SIMAT) de la Secretaría del Medio Ambiente (SEDEMA) de la Ciudad de México
invirtió acertadamente en equipo de vanguardia para evaluar la composición y formación de
contaminantes a partir del conocimiento adquirido en MILAGRO. Esto ha permitido continuar la
producción de información científica necesaria para evaluar la evolución de la calidad del aire
ante cambios en las condiciones económicas y nuevas políticas ambientales (e.g. Retama et al.,
2015; Jaimes-Palomera et al., 2016; Tzompa-Sosa, et al., 2016; Guevara et al., 2017; Velasco y
Retama, 2017; Barret et al., 2019; Retama et al., 2019). La restricción de recursos económicos,
técnicos y humanos en la SEDEMA no han contribuido a este propósito. Los resultados
obtenidos responden a la tenacidad y compromiso de los técnicos y profesionistas del SIMAT,
quienes en colaboración con investigadores internacionales han demostrado que es posible
realizar ciencia de alto impacto en un entorno mayormente adverso.
El funcionamiento óptimo de esta Comisión ha sido difícil en sus casi tres décadas de existencia.
Desde que se estableció, ha demostrado responder a intereses políticos y no a las necesidades
ambientales de la región. En el mejor de los casos ha actuado como réferi parcial entre las
autoridades de la Ciudad de México y el Estado de México en momentos de crisis ambiental, y
no siempre con resultados favorables en cuanto a la calidad del aire. La falta de coordinación
entre entidades federativas con gobiernos emanados de organizaciones políticas de ‘color e
ideología contrapuestos’ y un gobierno federal débil ha impedido la implementación de una
gestión de la calidad del aire efectiva e integral en toda la ZMVM.
La gestión de la calidad del aire en muchos de los municipios conurbados del Estado de México
es inexistente, a pesar de que sus autoridades repetidamente afirman lo contrario. La
contaminación del aire simplemente no ha sido un problema prioritario para el gobierno del
Es cierto que en años recientes el gobierno del Estado de México ha mostrado intención de
asumir la responsabilidad del monitoreo atmosférico en sus municipios conurbados a la Ciudad
de México, pero no ha demostrado la capacidad técnica y voluntad política para llevarlo a cabo.
Por ejemplo, hoy en día los ciudadanos de Toluca, capital del Estado de México, no pueden
conocer en tiempo real la calidad del aire que respiran por que las autoridades no han logrado
implementar un sistema automatizado que centralice y publique las mediciones de las
estaciones de monitoreo. La falta de información o información de mala calidad en tiempo real
sobre los niveles de contaminación en la vecindad de la Ciudad de México pondría en peligro la
efectividad de la gestión de la calidad del aire de toda la ZMVM.
El episodio de contaminación del aire que desencadenó una serie de contingencias ambientales
en marzo y abril de 2016 evidenciaron la falta de capacidad técnica y negociación de la CAMe
para coordinar oportunamente las acciones de mitigación de emisiones contaminantes entre
las entidades que conforman la ZMVM (Velasco y Retama, 2017). Los problemas ambientales
deben ser atendidos por expertos en la materia y no por políticos impuestos por los grupos de
poder en el momento. La CAMe tiene que ser un organismo autónomo con presupuesto propio.
No puede ser más un instrumento de golpeteo partidista y botín de partidos políticos. Las
‘decisiones técnicas’ que la CAMe tomó después de la crisis ambiental de 2016 no
representaron una mejora real en la calidad del aire de la ZMVM, y contribuyeron a que la
Ante ello, muchos países cuentan con centros de investigación de vanguardia para estudiar los
fenómenos atmosféricos que podrían representar una amenaza a su desarrollo económico y
social. En estos centros de investigación la contaminación del aire es un tema central. Por
ejemplo, institutos tales como el Norwegian Institute for Air Research (https://www.nilu.no/)
en Noruega, Swedish Meteorological and Hydrological Institute (https://www.smhi.se/en) en
Suecia, y National Institute for Environmental Studies (https://www.nies.go.jp/index-e.html) en
Japón han sido instituciones fundamentales para la gestión ambiental de sus países. Los
avances en la calidad del aire que han experimentado sus ciudadanos responden en gran
medida al trabajo de los científicos de estos centros de investigación.
La reconstrucción del CENICA como fue planeado originalmente puede cumplir con la necesidad
del país de contar con un centro de investigación nacional enfocado a estudiar la calidad del
aire. Tiene que ser un centro formado y dirigido por científicos honestos y preparados en el
campo de las ciencias ambientales. Estos científicos deberán diseñar, coordinar y realizar
proyectos multidisciplinarios que generen información oportuna y de calidad que ayude a
identificar, cuantificar y resolver problemas ambientales. Este centro deberá ser la base que
soporte la gestión ambiental del país.