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Felicidad y santidad

Bueno, les hemos hablado de varios conceptos e incluso les hemos dado algún que otro
consejo.

Vielma habló de la paciencia. Ahora mismo, es difícil que todos conozcamos nuestra vocación.
Sin embargo, conocemos dos cosas para las que Dios nos ha llamado a todos y cada uno de
nosotros. Estas dos se complementan perfectamente la una a la otra.

Se define felicidad como:


Estado de ánimo de la persona que se siente plenamente satisfecha por gozar de lo
que desea o por disfrutar de algo bueno.

¿Ustedes se consideran felices?

El hombre está llamado por naturaleza a la felicidad, y de hecho todo tiende a ese
deseo insaciable. Únicamente en Dios podemos encontrar la felicidad en plenitud. Y
Dios la desea para nosotros.
La moral es una respuesta en la manera de actuar a la provocación que Dios nos
hace con su llamado. El corazón humano es un sagrario y nos supone un gran
desafío ganar en libertad para poder elegir el camino de Dios que nos lleva a la
felicidad.

¿Por qué anhelamos la felicidad?


Dios ha puesto en nuestro corazón un deseo infinito de felicidad que nadie lo puede
saciar, sólo Dios mismo. “Nos hiciste Señor para tí y nuestro corazón no encuentra
reposo hasta que no descansa en tí” dice San Agustín. Todas las satisfacciones
terrenas nos dan únicamente un anticipo de la felicidad eterna. Por encima de ellas
debemos ser atraídos a Dios. [1718-1719, 1725] 1-3. Todo gozo humano, por más
grande que sea, es sólo una pisca de lo que será el gozo eterno del encuentro con
Dios.

La felicidad va intrínsecamente relacionada a la santidad. La santidad produce la


felicidad y la felicidad verdadera te lleva a la santidad.

Dejarse cambiar es convertirse. Dejarse transformar es santidad.

¿Quién está llamado a la santidad?

Todo hombre, toda mujer y todo niño de toda época, en todo estado de vida, condición, grado
de talento y profesión.
Tú estás llamado a la santidad.

Sed santos en toda vuestra conducta como dice la Escritura: "Seréis santos, porque santo soy
yo" (1 Pedro 1,15),

¿Por qué?

¡Porque Dios te ama!


Tú eres precioso para Él.
Tú le perteneces a Él.
Él te amó antes de que existiera el tiempo.
Él es tu Padre.
Tú lo necesitas.

Él desea que tú seas como Él: Santo.


"En efecto, hechura suya somos: creados en Cristo Jesús, en orden a las buenas obras que de
antemano dispuso Dios que practicáramos"
(Efesios 2,10)

¿Cuándo?

¡Ahora! Hoy, en este momento.

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