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MERCANTILISTAS

Ekelund comienza su análisis del mercantilismo intentando definir el término, que tiene
varias acepciones. En el uso más corriente, remite al entorno intelectual que acompañó al
ascenso de las naciones-estado en el s. XVI. Pero también puede referirse a una serie de
medidas proteccionistas que los Estados que estaban surgiendo en la época del paso del
feudalismo al capitalismo, “un credo económico que prevaleció en la época del nacimiento
del capitalismo”.
Según el autor, existen dos maneras de encarar el estudio del mercantilismo. Una de ellas,
estudia al mercantilismo como doctrina ideológica; la otra, lo estudia como un proceso
histórico importante. Según Ekelund, “ambas aproximaciones consideran al mercantilismo
como un sistema de poder”, y pueden ser tratadas como complementarias.
El mercantilismo, en tanto conjunto de ideas, dominó el discurso económico en varios países
(Inglaterra, España, Francia, Alemania, Holanda, Flandes y Escandinavia) desde principios
del s. XVII hasta finales del s. XVIII. Pero Ekelund advierte que había poca continuidad entre
los mercantilistas, por lo que no puede considerárselo una doctrina heterogénea: cada país
tenía su propio “mercantilismo” e, incluso dentro del mismo país, cada teórico entendía el
mercantilismo a su modo. Pero Ekelund cita que las “reglas comunes” del mercantilismo
según Philipp Wilhem von Hornick pueden considerarse como características comunes:
-Cada pulgada del suelo de un país debe utilizarse para la agricultura, la minería o las
manufacturas.
-Todas las materias primas de un país deben utilizarse en manufacturas nacionales. Los
bienes acabados tienen un valor mayor que las materias primas.
-Debe fomentarse una población grande y trabajadora.
-Deben prohibirse las exportaciones de oro y plata y todo el dinero nacional debe estar en
circulación.
-Debe obstaculizarse la importación de bienes.
-Siempre es preferible el comercio internacional como intercambio de bienes, que la
importación de bienes a cambio de oro o plata.
-Las importaciones deben reducirse a materias primas que puedan ser elaboradas en el país.
-El excedente de manufacturas debe exportarse siempre que sea posible a cambio de oro y
plata.
-No importar bienes que existen en el país.

También Ekelund advierte que era común a varios mercantilistas creer en una “ley natural
que gobernaba la organización social”.
Ekelund afirma que los autores mercantilistas tenían un particular interés por el “mundo
real”: “las cosas materiales se convirtieron en el fin de la actividad humana”, incluso cuando
su interés principal -el poder del Estado- era subjetivo. Este interés por el “mundo real” se
traducía en un interés por las ganancias materiales del estado: “los recursos materiales de la
sociedad … debían utilizarse para promover el enriquecimiento y el bienestar de la nación-
estado”. Los recursos de la nación podían ser empleados para aumentar el poder del Estado.
Para los mercantilistas, la riqueza se medía por el dinero, por lo que el dinero y su
acumulación constituyeron los intereses primordiales.
En cuanto al comercio internacional, muchos autores creían que cuanto más ganase su país,
menos quedaría para los otros. Esta creencia tuvo como consecuencia políticas de perjudicar
al vecino, en pos -se creía- de aumentar la riqueza.
Los mercantilistas creían que el Estado debía influir en la economía directamente en forma
de “regulaciones detalladas en algunos sectores de la economía, poca o ninguna regulación
en otros, impuestos y subsidios en el caso particular de algunas industrias, y entrada
restringida en muchos mercados. Así, el Estado podía dar derechos exclusivos de comercio
a un comerciante o a un grupo de comerciantes, etc.
Respecto al comercio interior, las opiniones eran muy variadas, por lo que muchos
historiadores de las doctrinas económicas afirman que los mercantilistas erigían una doctrina
para disimular que estaban defendiendo sus propios intereses.
Para los mercantilistas, era provechoso el crecimiento de la población y mantener una
distribución desigual de la renta, mediante salarios de subsistencia. Esto se debía a la
difundida creencia de lo terapéutico del sufrimiento y de que los salario elevados llevarían a
las clases inferiores a todo tipo de excesos. También se creía que los salarios altos podrían
tener como consecuencia que el trabajador prefiriese el ocio (recuérdense que para los
mercantilistas el trabajo -explotación de los recursos naturales- era la fuente de riqueza).

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