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Análisis del discurso
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Hay dos tipos de favores: los grandes favores y los pequeños favores. Se pue::
medir el tamaño del favor por la pausa que hace una persona después de que :
hayas pedido «Hazme un favor». Pequeña pausa-pequeño favo¡. «¿Me haces =
favor de alcanzarme el lápiz?». Ninguna pausa. Un gran favor es del tipo, «¿Poo'.
as hacerme el favor de...?» Pasan ocho segundos. «Sí, dime. ¿De qué se trata?,
«... Bueno...». Cuanto más tiempo se tarda en decirlo, mayor es el esfuerzo que i,:
a suponer dar satisfacción a lo que se pide.
Los humanos son la única especie conocida que hace favores. Los animales n-
hacen favores. Un lagarto no va a una cucaracha y le dice, «¿Podrías hacerme e
favor de estarte quieta un m0mento? Me gustaría comerte viva». Eso sí que es u-
gran favor, incluso sin pausa.
Seinfeld (1993i
w lnterpretando el discurso
Cuando nos centramos en la descripción de una lengua determinada, 1o más fre-
cuente es que intentemos caracterizar de la manera más exacta posible las formas
y las estructuras propias de dicha lengua. Sin embargo, en tanto que usuarios del
lenguaje, somos capaces de algo más que de distinguir simplemente las formas y
las estructuras corectas, de las incorrectas. Por ejemplo, somos capaces de proce-
sar adecuadamente fragmentos como los que constituyen los titulares periodísti-
El lenguaj s 147
cos, del ttpo Chocan dos trenes; dos muertos. En este caso concreto, sabemos, en
particular, que hay una relación causa-efecto entre 1o que describen las dos partes
que constituyen el titular. También podemos darle un sentido a anuncios como,Sir¿
zapatos, prohibida la entrada, que pueden aparecer en los escaparates de las tien-
das en verano, entendiendo que existe una relación condicional entre las dos par-
tes del texto («Si usted entra descalzo en la tienda, el personal de la misma no le
atenderá>). Asimismo, tenemos la capacidad de procesar adecuadamente textos
escritos en una lengua determinada que parecen incumplir muchas de las reglas
propias de dicha lengua. El siguiente ejemplo es una redacción hecha por un es-
tudiante de Arabia Saudí que estaba aprendiendo castellano; contiene todo tipo de
errores, pero aun así puede entenderse con cierta facilidad:
Mi ciudad
La mía natal fue en una pequeña ciudad, muy cerca de Riad capital de Arabia
{;:*,í::;:#fi,:Y";':r;i,"-ú:i;í;ii,,,,*"'"",*-
muy sencilla, mayoría de la gente era granjero.
re Gohesión
Sabemos, por ejemplo, que los textos deben tener una cierta estructura, la cual de-
pende de factores que difieren significativamente de los que son relevantes en lo
concerniente a la estructura de una única oración. Algunos de estos factores pue-
den describirse mediante el término cohesión, que alude a los vínculos y conexio-
nes que existen dentro de un texto. En el siguiente ejemplo pueden identificarse
algunos de estos tipos de vínculos cohesivos:
Uno de los tipos de conexiones que es posible advertir en este texto consiste en el
hecho de que determinadas palabras logran que exista una referencia constante a 1o
largo del mismo a unas personas o cosas determinadas: padre-él-él; Porsche desca-
148 Análisis del discurso
Analizando un ejemplo como éste, queda claro que «el grado de cohesión>> que
percibimos cuando interpretamos un texto normal no se basa únicamente en las
conexiones existentes entre las palabras que lo integran. Tiene que haber otro fac-
tor que nos permita distinguir los textos cohesionados que tienen sentido, de los
que no 1o tienen. Dicho factor se denomina habitualmente <<coherencia>>.
ffi Goherencia
La clave para entender el concepto de coherencia («cada elemento concuerda con
todos los restantes>>) no se encuentra en las palabras o en las estructuras de la len-
gua, sino que está relacionada eon algo inherente a las personas. Somos nosotros
los que <<damos sentido» a lo que leemos y a lo que escuchamos, los que intenta-
mos conseguir una interpretación de la realidad que case con nuestra experiencia
acerca de cómo es el mundo. De hecho, lo más probable es que nuestra capacidad
de dar sentido a 1o que leemos sea tan sólo una pequeña parte de esa capacidad más
general que nos permite dar sentido a 1o que percibimos o experimentamos en re-
lación con el mundo real. Seguramente, al leer el último texto que hemos puesto
como ejemplo, te habrás dado cuenta de que continuamente intentabas lograr que
encajara con alguna situación o experiencia previa que hubieses tenido, de forma
El lenguaj s t4e
que los detalles (el coche rojo, la mujer, la carta) cuadraran. Si nos lo propusiéra-
mos, seguramente conseguiríamos encontrar una forma de incorporar todos los ele-
mentos dispares que aparecen en el texto dentro de una única interpretación cohe-
rente. Para ello, sería preciso rellenar todos los huecos que existen manifiestamente
en dicho texto y crear conexiones significativas que realmente no vienen expresa-
das por las palabras y por las oraciones que lo conforman. Este mecanismo no está
restringido a la interpretación de textos <<anómalos>>, sino que, de una forma u otra,
parece que es necesario para que podamos interpretar cualquier discurso.
Ciertamente, está involucrado en la interpretación de nuestras conversaciones co-
tidianas. Continuamente nos relacionamos mediante conversaciones en las que
una gran parte de 1o que queremos decir no viene dado por lo que decimos real-
mente. Quizás es la facilidad con la que solemos anticipar las intenciones de los
demás la que hace que todo este complejo proceso nos parezca tan poco notable.
Un buen ejemplo de todo esto lo constituye el siguiente diálogo, adaptado de Wid-
dowson (1978):
ElIa: El teléfono.
Él: Estoy en el baño.
ElIa Vale.
Pedir la palabra
Algunos de los trabajos más interesantes en esta área del análisis del discurso han
revelado la existencia de diferentes expectativas en 1o concerniente a los estilos de
conversación, así como distintas estrategias de participación en las interacciones
conversacionales. Algunas de estas estrategias parecen ser la causa de algo que,
en ocasiones, quienes intervienen en una conversación describen como <<descor-
tesío> (cuando un hablante interrumpe a otro) o timidez (cuando un hablante está
esperando una oportunidad para tomar la palabra y no parece que surja ninguna).
El lenguajs 151
Y en este otro ejemplo, el hablante X produce pausas llenas (con sonidos como
humm, er, ya sabes) una vez que ha estado casi a punto de perder su turno de pa-
labra debido a su primera breve vacilación:
@ El principio de cooperación
Un supuesto que subyace a la mayoría de los intercambios conversacionales pa-
rece ser el de que los participantes en los mismos han de cooperar unos con otros.
tsZ Análisis del discurso
Este principio, junto con cuatro máximas que cada interlocutor confía en que sean
respetadas por el otro, fue descrito por primera yez por el filósofo Grice (1975).
Se denomina principio de cooperación y se suele formular en los siguientes tér-
minos: que tu contribución a la conversación que mantienes sea la que se es-
<<Haz
pera que sea, que se produzca en el momento en que haya de producirse y de ma-
nera que tenga el propósito o se produzca en el sentido consensuado que demande
el intercambio comunicativo en el que estés participando» (Grice, 1975:45). Este
principio se apoya en cuatro máximas, que a menudo se denominan «máximas
griceanas>>:
En términos lógicos esta respuesta carecería de valor comunicativo, dado que afir-
ma algo que resulta obvio, de ahí que no informe de nada en absoluto. Sin embar-
go, si la mujer que responde a la pregunta de su interlocutora está siendo coope-
rativay se está ajustando a la máxima de la cantidad, esto es, a ser <<tan
informativa como sea necesario>>, entonces su interlocutora debe asumir que su
amiga le está comunicando algo. Teniendo la oportunidad de valorar la calidad del
bocadillo, la amiga ha optado por una respuesta en la que no se explicita valora-
ción alguna, lo que implica que no se ha formado una opinión sobre el bocadillo,
ni positiva, ni negativa. En otras palabras, 1o que, en esencia, su amiga le ha co-
municado es que el bocadillo no es ni bueno ni malo.
w Atenuadores retóricos
Los atenuadores constituyen un tipo de expresiones que empleamos para mani-
festar que somos conscientes de la necesidad de seguir las máximas que permiten
ser participantes cooperativos en una determinada conversación. Los atenuadores
pueden definirse como palabras o locuciones que se utilizan para indicar que no
estamos completamente seguros de que lo que estamos diciendo sea suficiente-
mente correcto o completo, tal como exigen dichas máximas. Para ello, podemos
recurrir a expresiones como una suerte de o una clase de, que son atenuadores que
restringen la exactitud de nuestras afirmaciones, como ocuffe en descripciones
El lenguaje 1s3
como Su pelo era algo así como largo o La cubierta del libro era algo así como
amarilla (en lugar de decir Era amarilla).Estos atenuadores limitan la máxima de
la calidad. Otros ejemplos de este tipo de atenuadores serían las expresiones que
se enumeran a continuación, que los interlocutores sitúan, en ocasiones, al co-
mienzo de sus intervenciones en la conversación:
Asimismo, también solemos tener cuidado de indicar que lo que estamos dicien-
do es algo que pensamos o que creemos (y no que sabemos), que es posible o pro-
bable (pero no cierto) y que podría o debería (pero no que deba) suceder. De ahí
la diferencia que existe entre decir que Juan es culpable y afirmar Creo que es po-
sible que Juan sea culpable.En el primer caso quien nos esté escuchando asumi-
rá que tenemos razones de que peso para afirmar la culpabilidad de Juan.
w Implicaturas
A la hora de analizar la manera en que funcionan los atenuadores, realmente esta-
mos asumiendo que los hablantes suelen comunicar más información de la que re-
almente explicitan verbalmente. Del mismo modo, cuando analizamos lo que la
mujer del ejemplo anterior quería decir al afirmar qtre un bocadillo es un bocadi-
llo, concluimos que en sus palabras iba implícito un juicio acerca de dicho boca-
dillo, en el sentido de que era de una calidad tal que no merecía la pena perder el
tiempo hablando sobre é1. Teniendo presentes tanto el principio cooperativo,
como las máximas en las que se apoya, podemos tratar de averiguar la manera en
que las personas deciden que hay algo más «implícito>> en lo que su interlocutor
está diciendo. Considérese el siguiente ejemplo:
W Gonocimientos previos
Un ejemplo particularmente apropiado de los procesos implicados en la utilizació:-
de los conocimientos previos es el que proporcionan Sanford y Garrod (1981). e^.
cuyo experimento ofrecían a diversos lectores un texto de breve extensión, si biei.
no lo hacían de golpe, sino que dejaban transcurrir un cierto tiempo entre una ora-
ción y la siguiente. El texto comenzaba con las dos oraciones siguientes:
La mayoría de las personas a las que se les pedía que leyeran estas dos oracione.
indicaban que, para ellas, Juan era probablemente un estudiante. Como este dat:
no se afirmaba explícitamente en el texto, debía tratarse de una inferencia. Pa...
otros lectores, otras inferencias adicionales eran que Juan iba andando o que iba e:
autobús. Resulta evidente que estas inferencias derivan de nuestro conocimier.::
convencional, propio de nuestra cultura, sobre 1o que supone «ir al colegio>>, de
":
que ningún lector sugiriera que Juan iba nadando o en barca, pues, si bien amb¿.
interpretaciones son físicamente posibles, resultan, en cambio, poco probables.
Un aspecto interesante de las inferencias que hacían los distintos participant*
en este experimento es que, si bien eran tratadas inicialmente como interpretaci--
nes probables o posibles, se descartaban, sin embargo, rápidamente si no casab.:
con alguna información posterior. La siguiente oración del texto propuesto pt,:
Sanford y Garrod (1981) era:
Cuando se encontraba con esta oración, la mayoría de los lectores decidía qu;
Juan no era un estudiante, sino un profesor, y que no estaba muy contento. Mu-
chos sugirieron que probablemente iba en coche hacia la escuela. En ese momen-
to se les proponía la siguiente frase del texto:
Era injusto que el profesor de matemáticas le hubiera dejado a cargo de la clase
Después de todo, algo así no forma parte de las obligaciones del portero.
Este tipo de texto y la forma de presentarlo, oración por oración, es, desde luego.
artificial. Pero la manera en que se lleva a cabo su interpretación, tal como la he-
El lenguaje 1ss
mos ido detallando, nos ha proporcionado algunos datos acerca de la forma en que
<<construimos>> las interpretaciones de lo que leemos, recurriendo, para ello, a mu-
cha más información de la que contienen las palabras que integran el texto leído.
Es decir, 1o que hacemos en realidad es recrear el asunto sobre el que versa el tex-
to, basándonos en nuestra experiencia previa de cómo suceden habitualmente los
acontecimientos. Para caracterizar este fenómeno, los investigadores recurren, a
menudo, al concepto de «esquemo> o de «guión».
@ Esquemas y guiones
Un esquema es un término general que designa una estructura de conocimiento
convencional que existe en la memoria. Cuando tratábamos de dar sentido al tex-
to anterior, hacíamos uso, por ejemplo, de nuestro conocimiento convencional
acerca de 1o que es una clase de un colegio, es decir, recurríamos a un <<esquema
de una clase>>. Disponemos de multitud de esquemas, que utilizamos para inter-
pretar nuestras experiencias, o 1o escuchamos o leemos. Si oímos a alguien que
describe 1o que le ha sucedido durante su visita al supermercado, no necesitare-
mos que nadie nos explique lo que es un superrnercado, ni tampoco 1o que es po-
sible encontrar en é1. En otras palabras, contamos previamente con un <<esquema
de un supennercado» (la comida repartida en estantes, los estantes organizados
por pasillos, la presencia de carritos de la compra y de cestas, la existencia de ca-
jas registradoras, y todo tipo de características convencionales de este tipo de es-
tablecimientos), que forma parte del conjunto de nuestros conocimientos previos.
Parecido al esquema es 1o que se conoce como guión o script. En esencia, un
guión es un esquema dinámico. Es decir, en lugar de estar compuesto por una se-
rie de rasgos fijos característicos, el guión está formado por una serie de acciones
convencionales, que se suceden unas a otras. Así, por ejemplo, contamos con
guiones como «ir al dentista» o «ir al cine>>. Cada uno de nosotros dispone de una
versión diferente del guión <<ir a comer a un restaurante>>, que será el que active-
mos para darle sentido al siguiente discurso:
Tomando como base el guión <<ir a comer a un restaurante>>, podríamos decir va-
rias cosas sobre la escena y los sucesos descritos en este breve texto. Por ejem-
plo, aunque el texto no aluda explícitamente a esta información, podemos asumir
que Susana ha abierto una puerta para poder marcharse al restaurante, que en di-
cho restaurante había mesas, que se ha comido el sándwich que pidió, que des-
pués de comérselo ha pagado la cuenta, etc. El hecho de que este tipo de infor-
mación se ponga de manifiesto cuando las personas intentan recordar un
determinado texto constituye una evidencia adicional de la existencia de los
guiones. También es un buen indicativo de la misma el hecho de que nuestra
comprensión de 1o que leemos no provenga directamente de las palabras y de las
oraciones que se disponen sobre la página, sino de la interpretación que hacemos,
en nuestra mente, de 1o que leemos.
I
¡
contienen instrucciones para algo, dado que se asume que todo el mundo <<se sabe
el guión». Como ejemplo, puedes probar a analizar detalladamente las siguientes
instrucciones, que acompañan a un bote de jarabe para la tos:
Esta claro que uno no tiene que limitarse a ir llenando el vasito graduado cada dos
o tres horas, ni tampoco se tiene que echar el jarabe para la tos por el cuello o en
el pelo. Se supone que <<te sabes el guión» y que te beberás el contenido del vasi-
to graduado cada dos o tres horas.
Resulta evidente que nuestra comprensión de 1o que leemos no sólo depende de
lo que vemos en la página (es decir, de las estructuras lingüísticas), sino también de
lo que tenemos en la mente mientras las vamos leyendo (esto es, de las estructuras
cognitivas). Para comprender mejor las relaciones que existen entre ambos factores
resulta preciso examinar en detalle la manera en que funciona el cerebro humano.