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GEORGE YULE

EI lenguaie
'...

TERcERA EDrc¡óu

Traducción de Nuria Bel Rafecas

Nueva edición española a cargo de


Antonio Benítez Burraco

aka
@
Análisis del discurso
..-.#:ffi;cÉffi:;É;

Hay dos tipos de favores: los grandes favores y los pequeños favores. Se pue::
medir el tamaño del favor por la pausa que hace una persona después de que :
hayas pedido «Hazme un favor». Pequeña pausa-pequeño favo¡. «¿Me haces =
favor de alcanzarme el lápiz?». Ninguna pausa. Un gran favor es del tipo, «¿Poo'.
as hacerme el favor de...?» Pasan ocho segundos. «Sí, dime. ¿De qué se trata?,
«... Bueno...». Cuanto más tiempo se tarda en decirlo, mayor es el esfuerzo que i,:
a suponer dar satisfacción a lo que se pide.
Los humanos son la única especie conocida que hace favores. Los animales n-
hacen favores. Un lagarto no va a una cucaracha y le dice, «¿Podrías hacerme e
favor de estarte quieta un m0mento? Me gustaría comerte viva». Eso sí que es u-
gran favor, incluso sin pausa.
Seinfeld (1993i

En el estudio del lenguaje algunas de las cuestiones más interesantes surgen a,


plantearse no tanto la naturaleza de sus componentes, cuanto la forma en que se
usa, incluso aunque se trate de algo aparentemente tan marginal como la manera
en que emplean las pausas, tal y como sugiere Jerry Seinfeld. En el capítulo ante-
rior discutimos algunas de estas cuestiones cuando nos ocupamos de la pragmáti-
ca,yaque nos preguntamos entonces por la manera en que los usuarios de una len-
gua logran interpretar lo que otros usuarios de dicha lengua pretenden transmitir.
Si tratamos de profundizar en estas cuestiones y nos empezamos a plantear la for-
ma en que conseguimos entender 1o que leemos, o la manera en que logramos re-
conocer qué textos están correctamente construidos y en cuáles las palabras ocu-
pan una posición incorrecta o son incoherentes, o cómo llegamos a comprender a
hablantes que comunican más de 1o que dicen, y cómo, en definitiva, participamos
en esa actividad tan compleja llamada conversación, entonces estaremos llevando
a cabo lo que se conoce como análisis del discurso. El término <<discurso>> se de-
fine habitualmente como «lo que hay del lenguaje más allá de la oraciónrr, de for-
ma que el análisis del discurso se ocuparíatípicamente del estudio del lenguaje en
todo lo relativo al texto y a la conversación.

w lnterpretando el discurso
Cuando nos centramos en la descripción de una lengua determinada, 1o más fre-
cuente es que intentemos caracterizar de la manera más exacta posible las formas
y las estructuras propias de dicha lengua. Sin embargo, en tanto que usuarios del
lenguaje, somos capaces de algo más que de distinguir simplemente las formas y
las estructuras corectas, de las incorrectas. Por ejemplo, somos capaces de proce-
sar adecuadamente fragmentos como los que constituyen los titulares periodísti-
El lenguaj s 147

cos, del ttpo Chocan dos trenes; dos muertos. En este caso concreto, sabemos, en
particular, que hay una relación causa-efecto entre 1o que describen las dos partes
que constituyen el titular. También podemos darle un sentido a anuncios como,Sir¿
zapatos, prohibida la entrada, que pueden aparecer en los escaparates de las tien-
das en verano, entendiendo que existe una relación condicional entre las dos par-
tes del texto («Si usted entra descalzo en la tienda, el personal de la misma no le
atenderá>). Asimismo, tenemos la capacidad de procesar adecuadamente textos
escritos en una lengua determinada que parecen incumplir muchas de las reglas
propias de dicha lengua. El siguiente ejemplo es una redacción hecha por un es-
tudiante de Arabia Saudí que estaba aprendiendo castellano; contiene todo tipo de
errores, pero aun así puede entenderse con cierta facilidad:

Mi ciudad
La mía natal fue en una pequeña ciudad, muy cerca de Riad capital de Arabia

{;:*,í::;:#fi,:Y";':r;i,"-ú:i;í;ii,,,,*"'"",*-
muy sencilla, mayoría de la gente era granjero.

Este ejemplo puede servir para ilustrar un aspecto fundamental de la manera en


que reaccionamos ante un lenguaje que contiene formas agramaticales. En lugar
de optar simplemente por rechazar el texto en tanto agramatical, intentamos, en
cambio, encontrarle un sentido, es decir, procuramos alcanzar una interpretación
razonable de 1o que pretendía transmitir quien 1o había escrito (de hecho, la ma-
yoría de las personas afirman entender el texto «Mi ciudad» sin mayor problema).
Este esfuerzo por interpretar (y ser interpretado) y la manera en que lo consegui-
mos son los dos elementos claves de los que se ocupa el análisis del discurso. Para
lograr interpretar algo, y también para hacer que nuestros mensajes sean interpre-
tables, seguramente nos basamos en nuestro conocimiento acerca de las formas y
de las estructuras lingüísticas; pero, en tanto que usuarios de esa lengua, lo cierto
es que nuestros conocimientos van mucho más allá de todo eso.

re Gohesión
Sabemos, por ejemplo, que los textos deben tener una cierta estructura, la cual de-
pende de factores que difieren significativamente de los que son relevantes en lo
concerniente a la estructura de una única oración. Algunos de estos factores pue-
den describirse mediante el término cohesión, que alude a los vínculos y conexio-
nes que existen dentro de un texto. En el siguiente ejemplo pueden identificarse
algunos de estos tipos de vínculos cohesivos:

Una vez mi padre compró un Porsche descapotable. Lo consiguió ahorrando


cada céntimo que podía. Aquel coche valdría una fortuna hoy en día. Sin embar-
go, él lo vendió para pagarme los estudios universitarios. Yo algunas veces pien-
so que me hubiera ido mejor si hubiera tenido el descapotable.

Uno de los tipos de conexiones que es posible advertir en este texto consiste en el
hecho de que determinadas palabras logran que exista una referencia constante a 1o
largo del mismo a unas personas o cosas determinadas: padre-él-él; Porsche desca-
148 Análisis del discurso

potable-lo-lo; mi-me-yo-me. También hay conexiones entre determinados sinta-e-


mas, como Porsche descapotable-aquel coche-el descapotable,y algunas conexio-
nes más generales, creadas por términos que comparten un elemento de significado.
como, por ejemplo «dinero)>, er el caso de compró--ahorrando-céntimo-valdría-
fortuna-vendió-pagar; o <<tiempo)>, en el caso de una vez-hoy en día-algunas ve-
ces. Asimismo, existe un conector, sin embargo, que marca la existencia de una re-
lación entre lo que sucedió antes y 1o que ocurrió después. El tiempo de los verbos
en las primeras cuatro oraciones está en pasado, contribuyendo a crear una conexión
entre los sucesos denotados por dichos verbos, mientras que la alusión a un suceso
que transcuffe en un momento distinto (el presente) se indica por el tiempo de pre-
sente del verbo de la proposición principal de la última oración.
El análisis de los vínculos cohesivos que existen dentro de un texto nos propor-
ciona algunas pistas acerca de la manera en que los escritores tratan de estructu-
rar 1o que quieren decir, convirtiéndose así en factores cruciales a la hora de juz-
gar si algo está bien escrito o no. Con todo, se ha sugerido que las convenciones
en lo concerniente a lo que es una estructura cohesionada difieren de una lengua
a otra, lo que podría ser la causa de algunas de las dificultades que surgen a la hora
de traducir los textos.
Sin embargo, la cohesión por sí misma no es suficiente para que podamos dar-
le un sentido a 1o que leemos. De hecho, resulta bastante fácil crear un texto mu1'
cohesionado, que cuente con numerosas conexiones entre las oraciones que lo in-
tegran, y que, sin embargo, sea muy difícil de interpretar. En el texto siguiente.
por ejemplo, existen numerosas conexiones, como Porsche-el coche, rojo-ese co-
lon le-ella, cartas-Ltna carta, etcétera:

Mi padre compró un Porsche descapotable. El coche que llevaba la policía era


rojo. Ese color no le sienta bien. Ella consta de tres cartas. Sin embargo, una car-
ta no es tan rdpida como una llamada de teléfono.

Analizando un ejemplo como éste, queda claro que «el grado de cohesión>> que
percibimos cuando interpretamos un texto normal no se basa únicamente en las
conexiones existentes entre las palabras que lo integran. Tiene que haber otro fac-
tor que nos permita distinguir los textos cohesionados que tienen sentido, de los
que no 1o tienen. Dicho factor se denomina habitualmente <<coherencia>>.

ffi Goherencia
La clave para entender el concepto de coherencia («cada elemento concuerda con
todos los restantes>>) no se encuentra en las palabras o en las estructuras de la len-
gua, sino que está relacionada eon algo inherente a las personas. Somos nosotros
los que <<damos sentido» a lo que leemos y a lo que escuchamos, los que intenta-
mos conseguir una interpretación de la realidad que case con nuestra experiencia
acerca de cómo es el mundo. De hecho, lo más probable es que nuestra capacidad
de dar sentido a 1o que leemos sea tan sólo una pequeña parte de esa capacidad más
general que nos permite dar sentido a 1o que percibimos o experimentamos en re-
lación con el mundo real. Seguramente, al leer el último texto que hemos puesto
como ejemplo, te habrás dado cuenta de que continuamente intentabas lograr que
encajara con alguna situación o experiencia previa que hubieses tenido, de forma
El lenguaj s t4e

que los detalles (el coche rojo, la mujer, la carta) cuadraran. Si nos lo propusiéra-
mos, seguramente conseguiríamos encontrar una forma de incorporar todos los ele-
mentos dispares que aparecen en el texto dentro de una única interpretación cohe-
rente. Para ello, sería preciso rellenar todos los huecos que existen manifiestamente
en dicho texto y crear conexiones significativas que realmente no vienen expresa-
das por las palabras y por las oraciones que lo conforman. Este mecanismo no está
restringido a la interpretación de textos <<anómalos>>, sino que, de una forma u otra,
parece que es necesario para que podamos interpretar cualquier discurso.
Ciertamente, está involucrado en la interpretación de nuestras conversaciones co-
tidianas. Continuamente nos relacionamos mediante conversaciones en las que
una gran parte de 1o que queremos decir no viene dado por lo que decimos real-
mente. Quizás es la facilidad con la que solemos anticipar las intenciones de los
demás la que hace que todo este complejo proceso nos parezca tan poco notable.
Un buen ejemplo de todo esto lo constituye el siguiente diálogo, adaptado de Wid-
dowson (1978):

ElIa: El teléfono.
Él: Estoy en el baño.
ElIa Vale.

Es obvio que en este fragmento de discurso no existen vínculos cohesivos.¿Cómo


logra, entonces, cada una de estas personas darle un sentido a 1o que dice la otra?
Está claro que utilizan la información que contienen las oraciones verbalizadas,
pero es obvio también que hay algo más que interviene en el proceso de interpreta-
ción. Se ha sugerido que este tipo de intercambios se explica mejor si se analizan
desde la perspectiva de las acciones que, de forma convencional, realizan los ha-
blantes implicados en los mismos. Así, utilizando los conceptos derivados del estu-
dio de los actos de habla (discutidos en el capítulo l2), podemos caracterizar esta
breve conversación de la siguiente manera:

Ella le pide a él que realice una acción.


É1 declara la razón por la que no puede satisfacer su petición.
Ella aceptarealizar la acción por sí misma.

Si éste es un análisis plausible de 1o que sucede el diálogo anterior, entonces re-


sulta evidente que gran parte del conocimiento que los usuarios del lenguaje tie-
nen acerca de la manera en que funciona una conversación no tiene un carácter
simplemente «lingüístico». Actualmente, una cantidad creciente de estudios rela-
cionados con el discurso tiene por objeto tratar de dilucidar los diferentes compo-
nentes implicados en este tipo de conocimiento.

ffi@ Eventos de habla


Cuando analizamos lo que sabemos acerca del modo de participar en una conver-
sación o en cualquier otro evento de habla (por ejemplo, debates, entrevistas o
diferentes tipos de discusiones), nos damos cuenta rápidamente de que existe una
gran diversidad en cuanto a 1o que la gente dice y hace en diferentes circunstan-
cias. Si queremos comenzar a describir las causas de esta variación, resulta preci-
so tener en cuenta varios criterios. Por ejemplo, es conveniente especificar los pa-
150 Análisis del discurso

peles que desempeñan el hablante y el oyente (u oyentes), así como la relación


que existe entre ellos, es decir, si son amigos, desconocidos, hombres, mujeres, jó-
venes, viejos, de igual o de diferente estatus, etc. Todos estos factores influirán en
lo que se dice y en cómo se dice. Asimismo, será necesario describir el tema de la
conversación y el contexto en que tiene lugar. En los capítulos 19 y 20 se discuti-
rán algunos de los efectos que tienen estos factores sobre la manera en que se usa
la lengua. Pero incluso si logramos describir todos estos factores, aún no habre-
mos analizadolaestructura real de la conversación en sí. En tanto que usuarios de
una lengua, inmersos en una cultura determinada, resulta evidente que dispone-
mos de un conocimiento bastante profundo de cómo funciona una conversación.

Anál isis conversacional


En términos sencillos, una conversación puede describirse como una actividad don-
de, en la mayor parte de los casos, dos o más personas se turnan para hablar. Por
lo general, sólo una persona habla cadavez y se tiende a evitar el silencio entre los
turnos (aunque no todas las culturas coinciden en esto). Si dos o más interlocutores
intentan hablar al mismo tiempo, normalmente uno de ellos deja de hacerlo, como
sucede en el siguiente ejemplo, en el que A se calla hasta que B ha terminado:

A: ¿No sabías ladón-


B: lPero él debería haber estado allí a las dos.
A: Sí pero tú sabías adónde iba é1.

(El símbolo I se :utlliza convencionalmente para indicar el momento en el que los


dos discursos se vuelven simultáneos o solapantes.)

Durante la mayor parte del tiempo quienes participan en la conversación se man-


tienen a la espera, hasta el momento en que quien está hablando indica que ha ter-
minado de hacerlo, 1o que normalmente se señala mediante un punto final. La
persona que estaba hablando puede indicar que ha finalizado su turno de varias
maneras: preguntando algo, por ejemplo; o haciendo una pausa al final de una es-
tructura sintáctica completa, como un sintagma o una oración. Otros participantes
en la conversación pueden indicar entonces, también de diferentes formas, que
quieren tomar la palabra. Para ello, pueden empezar a emitir pequeños sonidos, en
general, repetidos, cuando la persona que habla todavía 1o está haciendo; o, más
frecuentemente, puedenrealizar movimientos con el cuerpo o alterar su expresión
facial, lo que se interpreta como que tienen algo que decir.

Pedir la palabra
Algunos de los trabajos más interesantes en esta área del análisis del discurso han
revelado la existencia de diferentes expectativas en 1o concerniente a los estilos de
conversación, así como distintas estrategias de participación en las interacciones
conversacionales. Algunas de estas estrategias parecen ser la causa de algo que,
en ocasiones, quienes intervienen en una conversación describen como <<descor-
tesío> (cuando un hablante interrumpe a otro) o timidez (cuando un hablante está
esperando una oportunidad para tomar la palabra y no parece que surja ninguna).
El lenguajs 151

Puede suceder, en cambio, que estos interlocutores tildados de <<descorteses>> o de


«tímidos» simplemente estén utilizando convenciones para pedir la palabra lige-
ramente diferentes a las habituales o a las esperadas.
Una de dichas estrategias, de la que pueden abusar los «charlatanes>> o aquellos
acostumbrados a subir al estrado (como los profesores o los políticos), consiste en
señalar el menor número posible de los puntos finales habituales en cualquier con-
versación. Hasta cierto punto, todos recurrimos a esta estrategia, normalmente en si-
tuaciones en las que tenemos que ir pensando lo que queremos decir mientras 1o es-
tamos diciendo. Normalmente se espera que el punto final venga marcado
simultáneamente por un final de oración y por una pausa. Una forma de mantener el
<<tumo de palabra» consistiría, en consecuencia, en evitar que estos dos indicadores
aparezcanjuntos. En otras palabras, se trataría de no hacer pausas al final de las ora-
ciones; de que las oraciones fluyeran en íntima unión, recurriendo para ello al uso de
conectores, como y, y entonces, por tanto, pero; de hacer las pausas en momentos en
los que el mensaje está claramente incompleto; y de «rellenar» dichas pausas, siem-
pre que sea posible, con marcadores de duda, tales como eh, mmm, ah, uh.
Adviértase en el siguiente ejemplo que las pausas (marcadas con puntos sus-
pensivos [...]) se encuentran situadas antes y después de los verbos, y no al final
de las oraciones, dificultando que se pueda colegir el sentido de 1o que la persona
está diciendo hasta que no se ha escuchado la parte situada tras cada pausa:

A: Este es su restaurante favorito, porque a ellos les... gusta la comidafrancesa


y cuando estuvieron... en Francia no se podían creer que...ya sabes que ellos co-
mían... que ellos comen meior en su casa.

Y en este otro ejemplo, el hablante X produce pausas llenas (con sonidos como
humm, er, ya sabes) una vez que ha estado casi a punto de perder su turno de pa-
labra debido a su primera breve vacilación:

X: Bien, esta película realmente es... lro ,t tan buena como


Y: lCudndo-
X: Me refiero a que restantes... hmm sus últimas películas eran mucho más ...
sus
eh realmente mds de tipo romántico y que eran más que que él era ... ya sabes ...
hmmm ... mejor haciendo dramas.
Y: Entonces, ¿cudndo hizo ésta?

En sí mismas, este tipo de estrategias no deben considerarse como indeseables o


dominantes. Aparecen en el habla conversacional de la mayoría de las personas y
forman parte de lo que hace que una conversación funcione. Reconocemos estos
sutiles indicadores como formas de organizar los turnos de intervención en la con-
versación y de negociar la intrincada cuestión de la interacción social a través del
lenguaje. De hecho, una de las características más notables del discurso conversa-
cional es que, por noñna general, resulta muy <<cooperativo». Este hecho se suele
formular como uno de los principios de la conversación.

@ El principio de cooperación
Un supuesto que subyace a la mayoría de los intercambios conversacionales pa-
rece ser el de que los participantes en los mismos han de cooperar unos con otros.
tsZ Análisis del discurso

Este principio, junto con cuatro máximas que cada interlocutor confía en que sean
respetadas por el otro, fue descrito por primera yez por el filósofo Grice (1975).
Se denomina principio de cooperación y se suele formular en los siguientes tér-
minos: que tu contribución a la conversación que mantienes sea la que se es-
<<Haz
pera que sea, que se produzca en el momento en que haya de producirse y de ma-
nera que tenga el propósito o se produzca en el sentido consensuado que demande
el intercambio comunicativo en el que estés participando» (Grice, 1975:45). Este
principio se apoya en cuatro máximas, que a menudo se denominan «máximas
griceanas>>:

La máxima de la cantidad: Haz que tu contribución a la conversación sea tan in-


formativa como sea necesario, pero ni más informativa, ni menos informativa
de 1o que sea preciso.
Máxima de la calidad: No menciones aquello que creas falso o aquello sobre 1o
que carezcas de las pruebas suficientes.
Máxima de la relación: Asegúrate de que 1o que digas sea pertinente.
Máxima del modo: Sé claro, breve y ordenado.

No deja de ser cierto que en determinadas ocasiones podemos presenciar intercam-


bios conversacionales en los que el principio de cooperación parece no estar ope-
rando. Sin embargo, esta caracterización general de las expectativas que tenemos
habitualmente cuando conversamos permite explicar algunos de los rasgos que ca-
racterizan, de forma regular, la manera en que las personas dicen las cosas. Supon-
gamos, por ejemplo, que durante la pausa para el almuerzo una mujer le pregunta
a otra si le gusta el bocadillo que se está comiendo y que ésta le responde:

Bueno, un bocadillo es un bocadillo.

En términos lógicos esta respuesta carecería de valor comunicativo, dado que afir-
ma algo que resulta obvio, de ahí que no informe de nada en absoluto. Sin embar-
go, si la mujer que responde a la pregunta de su interlocutora está siendo coope-
rativay se está ajustando a la máxima de la cantidad, esto es, a ser <<tan
informativa como sea necesario>>, entonces su interlocutora debe asumir que su
amiga le está comunicando algo. Teniendo la oportunidad de valorar la calidad del
bocadillo, la amiga ha optado por una respuesta en la que no se explicita valora-
ción alguna, lo que implica que no se ha formado una opinión sobre el bocadillo,
ni positiva, ni negativa. En otras palabras, 1o que, en esencia, su amiga le ha co-
municado es que el bocadillo no es ni bueno ni malo.

w Atenuadores retóricos
Los atenuadores constituyen un tipo de expresiones que empleamos para mani-
festar que somos conscientes de la necesidad de seguir las máximas que permiten
ser participantes cooperativos en una determinada conversación. Los atenuadores
pueden definirse como palabras o locuciones que se utilizan para indicar que no
estamos completamente seguros de que lo que estamos diciendo sea suficiente-
mente correcto o completo, tal como exigen dichas máximas. Para ello, podemos
recurrir a expresiones como una suerte de o una clase de, que son atenuadores que
restringen la exactitud de nuestras afirmaciones, como ocuffe en descripciones
El lenguaje 1s3

como Su pelo era algo así como largo o La cubierta del libro era algo así como
amarilla (en lugar de decir Era amarilla).Estos atenuadores limitan la máxima de
la calidad. Otros ejemplos de este tipo de atenuadores serían las expresiones que
se enumeran a continuación, que los interlocutores sitúan, en ocasiones, al co-
mienzo de sus intervenciones en la conversación:

Se gún tengo entendido...


Bueno, corrígeme si me equivoco, pero ...
No estoy completamente seguro, pero ...

Asimismo, también solemos tener cuidado de indicar que lo que estamos dicien-
do es algo que pensamos o que creemos (y no que sabemos), que es posible o pro-
bable (pero no cierto) y que podría o debería (pero no que deba) suceder. De ahí
la diferencia que existe entre decir que Juan es culpable y afirmar Creo que es po-
sible que Juan sea culpable.En el primer caso quien nos esté escuchando asumi-
rá que tenemos razones de que peso para afirmar la culpabilidad de Juan.

w Implicaturas
A la hora de analizar la manera en que funcionan los atenuadores, realmente esta-
mos asumiendo que los hablantes suelen comunicar más información de la que re-
almente explicitan verbalmente. Del mismo modo, cuando analizamos lo que la
mujer del ejemplo anterior quería decir al afirmar qtre un bocadillo es un bocadi-
llo, concluimos que en sus palabras iba implícito un juicio acerca de dicho boca-
dillo, en el sentido de que era de una calidad tal que no merecía la pena perder el
tiempo hablando sobre é1. Teniendo presentes tanto el principio cooperativo,
como las máximas en las que se apoya, podemos tratar de averiguar la manera en
que las personas deciden que hay algo más «implícito>> en lo que su interlocutor
está diciendo. Considérese el siguiente ejemplo:

Carlota: ¿Vendrás a la fiesta de esta noche?


Laura: Mañana tengo un examen.

A primera vista, la afirmación de Laura no constituye una respuesta a la pregunta


de Carlota, puesto que no dice «sí» o <<no>>. Sin embargo, Carlota interpretará in-
mediatamente la afirmación de su amiga como si hubiera dicho <<no>> o «1o más
probable es que no». ¿Cómo podemos caracterizar esta capacidad de inferir un
significado a partir de una oración que, literalmente, significa otra cosa? Parece
que dicha capacidad depende, al menos parcialmente, de la asunción de que Lau-
ra está siendo informativa y de que 1o que dice es pertinente, es decir, de que está
respetando las máximas de cantidad y de relación (para valorar este hecho en su
justa medida, basta con imaginar la reacción de Carlota si Laura hubiera dicho
algo parecido a <<Las rosas son rojas, ya sabes»). Dado que la respuesta de Laura
contiene información pertinente, Carlota puede inferir que <<un examen mañana>>
implica, por lo general, <<tener que estudiar durante la noche del día anterior>> y
que «estudiar durante la noche del día anterior>> excluye «irse de fiesta esa misma
noche>>. Así, la respuesta de Laura no es únicamente una declaración acerca de 1o
que hará al día siguiente, sino que también contiene una implicatura (un signifi-
cado subyacente adicional), relacionada con las actividades de la noche anterior.
154 Análisis del discurso

Conviene remarcar que para describir la implicatura conversacional que existe :n


la afirmación de Laura tenemos que reculrir a una gran diversidad de conocimi:t*
tos previos (sobre los exámenes, el estudio y las fiestas), que tienen que ser cor:r-
nes a todos los que participan en la conversación. Una parte fundamental del a¡¿*
lisis del discurso consiste, así, en investigar la manera en que hacemos uso de ei:t
conocimientos previos para lograr una interpretación correcta de que 1o que esc-
chamos o leemos.

W Gonocimientos previos
Un ejemplo particularmente apropiado de los procesos implicados en la utilizació:-
de los conocimientos previos es el que proporcionan Sanford y Garrod (1981). e^.
cuyo experimento ofrecían a diversos lectores un texto de breve extensión, si biei.
no lo hacían de golpe, sino que dejaban transcurrir un cierto tiempo entre una ora-
ción y la siguiente. El texto comenzaba con las dos oraciones siguientes:

El pasado viernes Juan se dirigía hacia el colegio.


Estaba realmente preocupado por la clase de matemáticas.

La mayoría de las personas a las que se les pedía que leyeran estas dos oracione.
indicaban que, para ellas, Juan era probablemente un estudiante. Como este dat:
no se afirmaba explícitamente en el texto, debía tratarse de una inferencia. Pa...
otros lectores, otras inferencias adicionales eran que Juan iba andando o que iba e:
autobús. Resulta evidente que estas inferencias derivan de nuestro conocimier.::
convencional, propio de nuestra cultura, sobre 1o que supone «ir al colegio>>, de
":
que ningún lector sugiriera que Juan iba nadando o en barca, pues, si bien amb¿.
interpretaciones son físicamente posibles, resultan, en cambio, poco probables.
Un aspecto interesante de las inferencias que hacían los distintos participant*
en este experimento es que, si bien eran tratadas inicialmente como interpretaci--
nes probables o posibles, se descartaban, sin embargo, rápidamente si no casab.:
con alguna información posterior. La siguiente oración del texto propuesto pt,:
Sanford y Garrod (1981) era:

l,a semana anterior había tenido problemas para controlar la clase.

Cuando se encontraba con esta oración, la mayoría de los lectores decidía qu;
Juan no era un estudiante, sino un profesor, y que no estaba muy contento. Mu-
chos sugirieron que probablemente iba en coche hacia la escuela. En ese momen-
to se les proponía la siguiente frase del texto:
Era injusto que el profesor de matemáticas le hubiera dejado a cargo de la clase

De repente, Juan vuelve a tener un estatus de estudiante, descartándose rápida-


mente la inferencia de que pueda ser un profesor. La oración final del texto con-
tenía una sorpresa:

Después de todo, algo así no forma parte de las obligaciones del portero.

Este tipo de texto y la forma de presentarlo, oración por oración, es, desde luego.
artificial. Pero la manera en que se lleva a cabo su interpretación, tal como la he-
El lenguaje 1ss

mos ido detallando, nos ha proporcionado algunos datos acerca de la forma en que
<<construimos>> las interpretaciones de lo que leemos, recurriendo, para ello, a mu-
cha más información de la que contienen las palabras que integran el texto leído.
Es decir, 1o que hacemos en realidad es recrear el asunto sobre el que versa el tex-
to, basándonos en nuestra experiencia previa de cómo suceden habitualmente los
acontecimientos. Para caracterizar este fenómeno, los investigadores recurren, a
menudo, al concepto de «esquemo> o de «guión».

@ Esquemas y guiones
Un esquema es un término general que designa una estructura de conocimiento
convencional que existe en la memoria. Cuando tratábamos de dar sentido al tex-
to anterior, hacíamos uso, por ejemplo, de nuestro conocimiento convencional
acerca de 1o que es una clase de un colegio, es decir, recurríamos a un <<esquema
de una clase>>. Disponemos de multitud de esquemas, que utilizamos para inter-
pretar nuestras experiencias, o 1o escuchamos o leemos. Si oímos a alguien que
describe 1o que le ha sucedido durante su visita al supermercado, no necesitare-
mos que nadie nos explique lo que es un superrnercado, ni tampoco 1o que es po-
sible encontrar en é1. En otras palabras, contamos previamente con un <<esquema
de un supennercado» (la comida repartida en estantes, los estantes organizados
por pasillos, la presencia de carritos de la compra y de cestas, la existencia de ca-
jas registradoras, y todo tipo de características convencionales de este tipo de es-
tablecimientos), que forma parte del conjunto de nuestros conocimientos previos.
Parecido al esquema es 1o que se conoce como guión o script. En esencia, un
guión es un esquema dinámico. Es decir, en lugar de estar compuesto por una se-
rie de rasgos fijos característicos, el guión está formado por una serie de acciones
convencionales, que se suceden unas a otras. Así, por ejemplo, contamos con
guiones como «ir al dentista» o «ir al cine>>. Cada uno de nosotros dispone de una
versión diferente del guión <<ir a comer a un restaurante>>, que será el que active-
mos para darle sentido al siguiente discurso:

Tratando de no estar demasiado tiempo fuera de la oficina, Susana se fue al bar


mds cercano, se sentó y pidió un sándwich de aguacate. Había bastante gente,
pero el servicio era rápido, así que dejó una buena propina cuando se marchó. Al
llegar a la ojicina comprobó que las cosas no iban bien.

Tomando como base el guión <<ir a comer a un restaurante>>, podríamos decir va-
rias cosas sobre la escena y los sucesos descritos en este breve texto. Por ejem-
plo, aunque el texto no aluda explícitamente a esta información, podemos asumir
que Susana ha abierto una puerta para poder marcharse al restaurante, que en di-
cho restaurante había mesas, que se ha comido el sándwich que pidió, que des-
pués de comérselo ha pagado la cuenta, etc. El hecho de que este tipo de infor-
mación se ponga de manifiesto cuando las personas intentan recordar un
determinado texto constituye una evidencia adicional de la existencia de los
guiones. También es un buen indicativo de la misma el hecho de que nuestra
comprensión de 1o que leemos no provenga directamente de las palabras y de las
oraciones que se disponen sobre la página, sino de la interpretación que hacemos,
en nuestra mente, de 1o que leemos.
I
¡

156 Análisis del discurso i

De hecho, en ocasiones llega a obviarse información relevante en textos que ,

contienen instrucciones para algo, dado que se asume que todo el mundo <<se sabe
el guión». Como ejemplo, puedes probar a analizar detalladamente las siguientes
instrucciones, que acompañan a un bote de jarabe para la tos:

Llenar el vasito graduado hasta la línea


y repetír cada dos o tres horas.

Esta claro que uno no tiene que limitarse a ir llenando el vasito graduado cada dos
o tres horas, ni tampoco se tiene que echar el jarabe para la tos por el cuello o en
el pelo. Se supone que <<te sabes el guión» y que te beberás el contenido del vasi-
to graduado cada dos o tres horas.
Resulta evidente que nuestra comprensión de 1o que leemos no sólo depende de
lo que vemos en la página (es decir, de las estructuras lingüísticas), sino también de
lo que tenemos en la mente mientras las vamos leyendo (esto es, de las estructuras
cognitivas). Para comprender mejor las relaciones que existen entre ambos factores
resulta preciso examinar en detalle la manera en que funciona el cerebro humano.

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