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Examen.

Teoría de la historia I
Prof. Javier Rico Moreno
13-12-18
Jorge Jiménez Palma

Fecha de entrega: jueves 13 de diciembre (9:30-10:00 hrs.)

1. Explica las nociones de:


a. Realidad
b. Realidad histórica

1) Realidad: es el conjunto de cosas que hay, previamente a que el sujeto las conozca (no se
limitan al pasado, se extienden al presente y al futuro). Su existencia, como tal, no puede ser
negada; pero su ser viene dado (ontológicamente hablando) cuando son conocidas. Es decir, la
realidad es el conjunto de lo que hay, en tanto se admite su existencia y su lugar en el tiempo y en
el mundo: por tanto, tienen una existencia o ser fáctico. Dicho conjunto de cosas llegan a “ser”,
ontológicamente hablando cuando llegan a ser conocidas por un ente inteligente. Ahora bien, esta
realidad ¿cómo llega a tornarse histórica?
La realidad no es un conjunto de cosas que puedan reflejarse en el espejo de la mente. La
mente, el pensamiento, el conocimiento y el saber no reflejan las cosas tal como son (como si
estas fueran inamovibles); sino que la realidad es una construcción; el pensamiento a través de sus
categorías piensa lo real y siempre verá a la realidad a través de sus formas; de aquí la tendencia a
intelectualizar lo real, es decir, pensarlo como si de una sucesión de conceptos lógicos se tratase.1

2) Realidad histórica: es aquella realidad que el sujeto (hermeneuta) ha configurado para que sea
susceptible de ser estudiada por la disciplina historiográfica. Aquello que principalmente
distingue a la realidad histórica de la realidad es que esta última constituye el objeto de estudio de
la historiografía. ¿Cómo la realidad se torna realidad histórica? La conceptuación que permite que
el mundo sean configurados en realidad histórica depende de las operaciones hermenéuticas que
el sujeto proyecte sobre dicha realidad. Es decir, las operaciones historiográficas2 de carácter
hermenéutico (interpretativo, comprensivo) calificaran a la realidad como histórica o no-histórica.
La historiografía es, pues, por sí misma una hermenéutica del mundo, 3 pues le dota de significado

1
Ver José Ortega y Gasset, Historia como sistema, VI.
2
Véase la noción de operación historiográfica. Cfr. Gaos “Notas sobre la historiografía”, nota 33 y ss. (p.
493).
3
La hermenéutica debe entenderse como facultad existenciaria para la comprensión e interpretación del mundo
que echa mano de la tradición en donde el intérprete se sitúa e interpreta el mundo. para llevar a cabo esta

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Jorge Jiménez Palma

histórico mediante un proceso de significación ontológica que convierte a cierta realidad pasada
en realidad histórica (susceptible de ser historiable).4
Grosso modo: el sujeto construye una realidad histórica para de este modo adentrarse a
ella y estudiarla; es una construcción significativa para la disciplina historiográfica. La realidad se
vuelve histórica en tanto el historiador considera que es significativa para apoyar una
interpretación de los hechos del pasado. En este sentido conceptuamos el significado de la
realidad histórica a partir de una operación teórica, metodológica, historiográfica que es la
hermenéutica.

2. Describe las tres acepciones del término historia (como realidad histórica, como
conocimiento del pasado y como narración) e indica su relación.

Como se ha dicho en la primera respuesta a la inicial pregunta, esta realidad histórica es una
realidad que mediante operaciones hermenéuticas historiográficas de carácter ontológico, el sujeto
configura/construye de tal modo (como algo histórico), con base en la experiencia histórica
(vital). Esta realidad construida por el sujeto, le permite articular una comprensión de ese mundo
como una realidad (que a partir de ciertas operaciones historiográficas se ha podido conceptuar
como histórica).
¿Cómo me acerco a conocer esta realidad previamente construida como histórica? La
historiografía puede entenderse, en tanto conocimiento del pasado, como la disciplina que se
aboca al estudio de la realidad configurada por ella misma para su comprensión y estudio
mediante operaciones hermenéuticas, es decir, la realidad histórica; es el conjunto, digamos, de
operaciones, métodos y mecanismos de comprensión del mundo de una manera histórica.
Esto nos lleva a resolver la cuestión de para qué la historiografía dota de significado
histórico al mundo: la respuesta es que lo hace para poder estudiarle, es decir, conocerle, pues la
historiografía se aboca al estudio de una realidad previamente calificada por sus operaciones

operación se articulan operaciones de carácter existenciaria que remiten a las preocupaciones más estrechas de la
vida (la vitalidad) del intérprete. Se interpreta el mundo a partir del mundo necesariamente; en este mundo se
despliega la experiencia, con base e la cual interpreta la realidad. Véase Martin Heidegger, Ontología:
hermenéutica de la facticidad, Madrid, Alianza Editorial.
4
Una breve mención de un suceso histórico hallado en el “limbo” del pasado no-histórico cuya posibilidad
de ser histórico y, por tanto historiable, se encuentra a merced del sujeto-historiador; y en general una explicación
precisa del proceso de significación histórica que los hechos del pasado adquieren por la operación hermenéutica
historiográfica se encuentra esbozada en E. H. Carr, “El historiador y los hechos”, en ¿Qué es la historia?, Seix
Barral, Barcelona, 1973, pp. 9-40 [en específico p. 16 y ss.].
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hermenéuticas, como historiable e histórica. Como se mencionó en clase, el objeto de la


historiografía es una construcción, de carácter ontológico (se le dota de ser y sentido histórico)
con implicaciones epistemológicas, es decir, que se busca conocer. Pero no sólo eso: la tarea del
historiador va ineludiblemente unida a la narración, y esta a la escritura, por lo cual la finalidad de
configurar al mundo como una realidad histórica es, amén de conocerla, dar cuenta de ella en
textos historiográficos.

3. Explica la relación entre cambio o transformación y el carácter histórico de la realidad:

El cambio no es más que el paso de la potencia al acto. Las cosas no cambian si como cambio
entendemos el dejar de ser lo que se era y convertirse en otro, surge un problema; pues es
inconcebible el cambio si no se admite que en la primera cosa se hallaba ya la segunda, en
potencia. El cambio entonces significa que la cosa que se hallaba en potencia en el primer ente se
actualice, se muestre y el nuevo ser se revele. Pero entre estos dos entes se halla uno, digámosle
así, intermedio: el ente que está siendo otro (es cambio).

La realidad, en tanto histórica, es una realidad esencialmente cambiante. Pues esta, al ser
histórica, adquiere la cualidad esencial del ser humano, su cambio. la realidad, en este sentido, es
un devenir, un ir siendo, pues el hombre es un ser que se va haciendo, como menciona Ortega en
Historia como sistema. La historia se aboca a conocer a un ser que es cambiante, como lo es el
pasado humano, pues éste jamás es dado en tanto no es una cosa, pues no es fácticamente
hablando. La realidad histórica consiste en ser cambio, porque la historia, en tanto creación del
hombre—definida, mejor dicho, por actos humanos—tiene como estructura esencial el atributo
fundamental del hombre, que es el cambio. La definición del hombre como ser no eleático lleva a
considerar, por simple consecuencia lógica, que la realidad histórica no es eleática. La realidad
histórica no es ya como es y será, no es fija ni dada.

4. Tomando como base el esquema del conocimiento en general, ¿qué consideraciones deben
hacerse al trasladar dicho esquema al ámbito del conocimiento histórico?
Uno de los valores gnoseológicos5 es la perfectibilidad, afirma que en ocasiones el conocimiento
no choca directamente con su objeto, sino que éste es conocido indirectamente, resultando un

5
Para la respuesta a la actual pregunta se ha utilizado el esquema del conocimiento que refiere José María de
Alejandro, Gnoseología, 2ª ed., Madrid, BAC, 1974, pp. 87-120.
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conocimiento imperfecto de la cosa.6 Por ello, se supone una pluralidad de actos de conocimiento
sobre el mismo objeto para mejor conocerle. Este es el caso del conocimiento histórico, a mi
modo de ver, como conocimiento mediato e inferencial, que al tener por objeto una realidad que
fácticamente ya no es, necesariamente debe ser, gnoseológicamente hablando.
Por otro lado, el carácter de perfectibilidad en el conocimiento es esencial en el
conocimiento histórico, puesto que el ir reconociéndose (uno mismo) en cada indagación y
respuesta que se le da a un problema en la investigación histórica, es intrínseco al carácter
gnoseológico de la historiografía. Por tanto, la respuesta a las preguntas que se realicen no es
jamás definitiva. El verificar la respuesta a una pregunta, proceso natural de la investigación
historiográfica, quiere decir resignificar el sentido que tiene cierta verdad sobre algo para mí. Por
ello, la momentánea respuesta que le damos a las preguntas historiográficas, no puede pretender
ser jamás el dar cuenta de lo que algo es, sino de lo que signifique para mí.
Es evidente que el conocimiento histórico, en tanto conocimiento, es perfectible y
progresivo, puesto que en cada acto de conocimiento sucesivo, se conoce algo diferente de la cosa
objeto de conocimiento.7 Por ello, nunca se termina de conocer la cosa, sino sólo se indaga y se
descubriría una dimensión distinta de ell, pues la interpretación varí, nunca es definitiva, pues
interpretamos el mundo a partir del mundo, de una realidad cambiante. En el ámbito del
conocimiento histórico, el conocimiento perfectible y progresivo no se realiza en términos
cuantitativos, sino cualitativos. No se conoce un mayor porcentaje de algo, sino una dimensión
diferente.
Si el conocimiento está en sumo grado determinado por el objeto que se conoce, entonces
la forma de conocer queda condicionada por la realidad misma. El conocimiento, por tanto, que
de la historia se adquiere, es un conocimiento histórico, a la vez que puede ser historiable;
además, nunca es definitivo, pues el carácter de la historia no es ser ya, sino hacerse.
El conocer se nos presenta expresable y comunicable a través de la palabra. Se indica
principalmente mi conocimiento como realidad en mí, de forma secundaria se indica la cosa o
contenido del conocimiento. Es decir, la palabra no expresa directamente al ser, sino los

6
Gnoseología., p. 95.
7
Me parece más pertinente la frase algo diferente que algo más, puesto que el avance científico reviste un
carácter cualitativo más que cuantitativo. En historia sucede lo mismo. No podemos decir que en tanto se suceden
los siglos la historiografía ha conocido más de la misma realidad histórica. Es más pertinente afirmar, por ejemplo,
que la historiografía del siglo XX ha conocido de forma diferente una realidad que, sin asegurar que sea “la
misma” que la historiografía del siglo XIX creyó indagar, sigue siendo una parte –efectiva o presunta– de una
realidad histórica siempre incognoscible de forma total.
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contenidos de mi conocimiento. Se expresa lo que se conoce del ser. Es por esta condición que el
conocimiento que se halla en los testimonios no refleja la realidad histórica, sino una parte de ella;
por eso al estudiarse el testimonio es de primordial importancia que se estudie primero quién es el
autor, para saber cómo es que dicho testigo interpreta o pudo haber interpretado la realidad de la
cual da cuenta.

5. ¿Qué se entiende por hecho histórico y cómo se determina?


El hecho histórico, de importancia significativa para los estudios historiográficos, es diferente a
cualquier hecho situado en el pasado, condición esta última que por sí misma no convierte a un
hecho en histórico. ¿Qué hace al pasado histórico y por ende, lo vuelve susceptible de ser
historiable por los estudios historiográficos? El pasado o hechos pasados no son por sí historiables
ni históricos. ¿Qué tan significativo debe ser un hecho para la conceptuación que del mundo hace
la operación historiográfica como realidad histórica?
El carácter de “histórico” que a un hecho le confiere el historiador no radica en el hecho
mismo, pues la calificación que se le confiere a un hecho del pasado, como muchos, depende de
cómo el historiador lo considere dentro de un amplio marco interpretativo. El hecho histórico
podría entenderse como aquél que es distinto de los demás en que contribuye a comprender cierta
parte del pasado, por su relevancia y trascendencia. Pero esto no nos dice mucho, pues, ¿cómo
sabemos qué hace relevante trascendente a un hecho y por qué esto es así? Es por su relación con
hechos anteriores y ulteriores lo que le confiere su significación para el historiador o sujeto que lo
configure como histórico, pues la trascendencia de algo es su cualidad de incidir sobre algo que le
es futuro.
Primero hay que mencionar que los hechos o datos no son históricos en sí mismos. Como
dice E. H. Carr, la interpretación siempre va unida a los hechos, y en virtud de esta es que los
hechos adquieren su calificación de históricos. La historia concebida como una disciplina
dedicada a dar cuenta de hechos sin la intromisión del sujeto historiador, es cosa imposible. El
paso primero no puede ser la comprobación de los datos, de su exactitud, y posteriormente
dejarles hablar a los hechos por sí mismos. La calificación de “histórico” que se le concede sólo a
algunos hechos no reside, como se ha dicho, en un elemento intrínseco a ellos; reside en

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decisiones que el historiador formula a priori. El historiador, como anota bien E. H. Carr, es quien
decide qué hechos hablarán, cuándo y en qué orden.8
El historiador formula hipótesis, las cuales vendrán a ser corroboradas o desmentidas por
los hechos. En última instancia, el parámetro que decide que un hecho se torne histórico, es la
decisión del historiador. Pero ésta no debe ser arbitraria; la decisión de considerar al hecho
histórico viene unida a la inserción de éste en una interpretación sobre el pasado, en apoyo a la
cual la mención del hecho tenga su papel. Esto no significa, empero, que el historiador se empeñe
en acoplar los hechos a su interpretación, descartando aquellos que la rebatan. No. Pero esta no es
cuestión que deba tratarse aquí, pero cabe dejar constancia de ella.
El historiador no puede prescindir de sus categorías; necesariamente reflejará estas en su
comprensión del pasado y en su relación del mismo. Los hechos no hablan por sí solos, el
historiador es su voz, el es el ente que les concede anima, ellos son sólo cuerpos muertos. Es
decir, grosso modo, que lo histórico depende de una interpretación.
La importancia que se le atribuye al hecho es un quid pro quo. Pues el historiador lo que
verdaderamente hace es construir una figura conceptual y comparar con ella los datos. La historia
es, pues, construcción. El funcionamiento de la historia como forma de conocimiento radica
precisamente en esta condición, de lo contrario, sería inexistente como tal y su posibilidad de ser
“ciencia” o disciplina, sería inexistente. La historia es un saber a priori confirmado o rebatido por
un saber a posteriori conferido por los datos. Este es el papel que juegan los hechos, y su carácter
de histórico, como dice E. H. Carr, depende justamente del apoyo que presten a una interpretación
o hipótesis previa, en virtud de la cual se tornan históricos.

6. Con base en la última lectura del curso, explica cómo se problematiza el carácter de la
historia como ciencia en:
a. Michael Oakeshott
La tesis principal de la obra de Oakeshott, según Collingwood, es: “la experiencia
[realidad] es un todo concreto que el análisis divide en experimentar y lo que es experimentado”.
Añade que para Oakeshott, la experiencia no es conciencia inmediata (Bradley), el flujo de
sensaciones y sentimientos, sino que también pensamiento, juicio, comprobación de la realidad.
La sensación es también pensamiento, la intuición es juicio. Pero estas distinciones dentro de ella
no son divisiones de ella, son parte de la experiencia misma; no diseccionan a esta, son elementos

8
E. H. Carr, ¿Qué es la historia?, Seix Barral, 5ª ed.,1973, p. 15 y ss.
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integrales de ella. El pensamiento entonces no constituye (Bradley) un rompimiento de la


inmediatez de la experiencia: es la experiencia misma.9
La diferencia entre formas de pensamiento distintas como lo son ciencia e historia, radica
en que cada una de ellas es un intento por enfocar la realidad (la experiencia) desde un punto de
vista particular, desde distintas categorías. La historia es la forma como concebimos al mundo sub
specie præteritorum: su particularidad es el intento por organzoiar el mundo entero de la
experiencia en la forma de conocimientos pasados. La ciencia, por su parte, es la forma de
concebir el mundo sub specie quantitatis: su distinción es el intento por organizar el mundo de la
experiencia como un sistema de medidas. La filosofía, por el contrario, no busca concebir la
realidad bajo el aspecto de nada, sino de ella misma; es decir, tan sólo busca concebir la realidad.
Para Oakeshott, asevera Collingwood, la filosofía es la experiencia misma, siendo la
historia y la ciencia, por ejemplo, “modos” de experiencia. La experiencia se “modifica” a partir
de un postulado o categoría, y se construye en virtud de este “un mundo de ideas”. Este mundo de
ideas es una forma de representar la experiencia en cabalidad. En este sentido, no es un mundo,
sino el mundo, “tal como se le ve desde un punto fijo de la experiencia”.10
La historia es experiencia como totalidad, concebida como un sistema de acontecimientos
pasados. Es un mundo, un todo. No es sucesos aislados (como el positivismo creía, pues concebía
la historia como una serie de acontecimientos externos los unos a los otros, cada uno de los cuales
debe aprehenderse en aislamiento de los demás), como si estuvieran dispuestos en una serie, sino
un mundo: sus partes se apoyan unas en otras, se critican unas a otras, se hacen mutuamente
inteligibles.11
Oakeshott muestra también, siguiendo a Collingwood, que la historia no es un mundo
solamente, sino un mundo de ideas. Esto implica que la historia no es un conjunto de
acontecimientos objetivos que se hallan en el pasado y que se descubren para volverse objetos de
conocimiento (a manera de cosas) presentes. Y, respecto a esto, Oakeshott afirma algo de suma
importancia: que la historia es el mundo de las ideas del historiador, puesto que a él le parece que

9
Es decir, al enfrentarnos al mundo de la experiencia, ya lo hacemos desde una perspectiva particular–
digamos–, lo cual implica pensarla; pero pensar es la forma inevitable de concebir el mundo de la experiencia. Por
tanto, el pensamiento es una parte esencial e inevitable de la experiencia. La experiencia, pues, ya no es concebida
como inmediata (sin mediación); contiene dentro de sí pensamiento (mediación); así, se restablece el derecho de
la mente a conocerse a sí misma.
10
La historia, al constituir la experiencia en un mundo de ideas, la hace un todo. La historia es una forma de
concebir el mundo, asumo.
11
La inteligibilidad de las partes, pues, se hace imposible si estas se encuentran separadas entre sí: hay que
pensarlas conjuntamente; por eso la historia es un conjunto, pues sus partes se están conjugadas (unidas,
enlazadas).
7
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la distinción entre la historia como hechos acontecidos y la historia como se la piensa, es falaz. La
historia misma y la historia experimentada es una distinción sin sentido.

b. Wilhelm Windelband
Con el advenimiento de la filosofía neokantiana, que esta dicotomía entre la historia y
naturaleza, trato de comprenderse por vez primera, analizándose la diferencia desde el aspecto
subjetivo, es decir, distinguiendo la forma en que hombre de ciencia e historiador ejercitan su
pensamiento —o la forma de conocimiento propia del historiador y del hombre de ciencia.
Wilhelm Windelband, siguiendo este punto de vista, aborda el tema (en su discurso rectoral en
Estrasburgo, 1894): la historia y la ciencia son dos cosas distintas, pues la historia se encarga de la
descripción de hechos individuales, y la ciencia, de la formulación de leyes generales; en virtud de
esto, la ciencia se distingue, en nomotética (“la ciencia común y corriente”) e idiográfica (la
historia).
Sin embargo, a este respecto, Collingwood explica que la formulación de leyes y la
descripción de hechos individuales no son formas mutuamente exclusivas de pensamiento —
como se insinúa en la fórmula de Windelband—, sino que más bien interactúan o se relacionan en
el trabajo tanto del científico “propiamente dicho” y del historiador, aunque con distinto orden y
primacía. Ante esto, el campo de la realidad no puede dividirse y otorgársele una parte distinta de
la misma o a la ciencia o a la historia —como sostiene Windelband.
Lo más importante que Collingwood le reconoce a Windelband es la demanda de parte de
los historiadores para separarse de la servidumbre que les representaba la ciencia natural. Sin
embargo, Collingwood difiere de Windelband en cuanto éste concibe la posibilidad de enmarcar
la historia dentro del conocimiento científico. Pues, este conocimiento, en tanto racional, es
racional o no empírico de lo individual: algo imposible si no es que absurdo para Collingwood,
pues un conocimiento de hechos que los intente concebir individualmente sin relación alguna con
otros dentro de un proceso —a mi parecer— es recaer en la teoría positivista. Por último,
Collingwood hace notar que Windelband termina considerando a la historia como un tipo de
conocimiento que radica en juicios de valor sobre los hechos, lo cual no es afín al conocimiento
como tal, ni a la ciencia, pues hace a la historia una rama de la ética.

c. Wilhelm Dilthey

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Collingwood anota que el único libro sobre la materia que Dilthey gestó se publicó en
1883, Introducción a las ciencias del espíritu, en el cual adoptó una década antes que Windelband
la perspectiva de que la historia maneja individuales concretos y la ciencia generalizaciones
abstractas; pero los individuales en que pensó eran hechos pasados aislados y no se integraban en
un genuino proceso de desarrollo histórico. Esta forma de concebir la historia, fue el defecto
primordial del pensar histórico en este periodo, compartido por Windelband y Rickert,
impidiéndoles una mejor y verdadera comprensión del problema filosófico de la historia.
Dilthey, no obstante, no hace completamente suya esta visión, pues en trabajos posteriores
se pregunta sobre la posibilidad y forma revestida por el conocimiento que de la historia tiene el
historiador, puesto que trabaja con documentos que por sí mismos no contienen el pasado: los
datos sólo le permiten revivir en su propiamente “la actividad espiritual” que los produjo. Estos
materiales muertos ante los cuales el historiador se ve confrontado sólo pueden ser “infundidos de
vida” en virtud de la propia vida del historiador. Por tanto, el verdadero conocimiento histórico no
es sino experiencia interna de su propio objeto, siendo el conocimiento científico un intento por
comprender un espectáculo externo de fenómenos.
El historiador vive el pasado en su mente. Pero para comprender ese pasado, no basta con
vivirlo, según anota Collingwood respecto a la consideración epistemológica de la historia de
Dilthey, puesto que la experiencia inmediata que es la vida no es conocimiento. Entonces, para
comprender ese pasado que se vive, es decir, para ser verdaderamente historiador y tener un
conocimiento de mi vida y del pasado que estoy viviendo, el recurso es el análisis psicológico
(que me lleva a comprender la estructura de mi personalidad), según pensaba Dilthey. El
historiador entonces viviendo el pasado en su mente, Collingwood explica, no implica
necesariamente conocerlo. El vivirlo implica, eso sí, ensanchar la propia personalidad,
incorporando a la propia experiencia las experiencias de otros en el pasado; y esta experiencia
queda incorporada a la estructura de la personalidad del historiador, la cual puede sólo conocerse
mediante la psicología.

7. ¿Cómo aborda Benedetto Croce el problema de la cientificidad de la historia y qué


solución propone?

Croce distingue entre individual y universal, como clave para distinguir entre historia y
ciencia. Croce niega que la historia sea una ciencia, considerando a la historia como algo
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autónomo de la naturaleza. Como más abajo se indicará, el hecho de divorciar a la historia de la


ciencia fue el punto de partida para lograr el desarrollo de una noción de la historia más, digamos,
perfecta que los pensadores de finales del XIX que no lograban desarraigarse del naturalismo.
Ya en su Lógica, Croce afirma que la distinción de las verdades en dos clases de juicios es
falaz, pues lo individual queda denostado. Implica, a mi modo de ver, para él una separación entre
verdades universales y verdades individuales. Ambas, según Croce, pertenecen a una verdadera
cognición real. Lo universal implica a lo individual y viceversa. Es decir, en los juicios que son
universales (como los de la ciencia) está el elemento histórico, el del aquí y ahora, en tanto se
refiere a un problema específico de un momento específico de la historia del pensamiento. Por
ello, para Croce sólo hay una clase de juicio: individual al mismo tiempo que universal. Pues es
individual en tanto que describe—dice Collingwood—un estado de cosas individual (como los
hechos de la historia) y universal en tanto que lo piensa bajo conceptos universales (científicos).
Se implican ambos juicios, el universal y el histórico. Lo filosófico y lo histórico se hallan
en la misma esfera, lo que posibilita una teoría de la historia. Ya para la primera década de 1910,
Croce logra vindicar la autonomía de la historia frente a la filosofía y a la ciencia. La historia debe
estar completa antes de que la ciencia empiece. “La ciencia es un cortar y redisponer materiales
que hay que darle desde el principio, y estos materiales son hechos históricos”12 Los hechos que
la ciencia toma como base, a saber, observaciones y experimentos, son históricos. Los hechos o
datos son equivalentes a la idea de historia. Las aseveraciones individuales de la ciencia revisten
son como las de la historia. La ciencia toma los hechos y con ellos trabaja, son el material de su
disciplina.

8. ¿Qué no es la teoría de la historia? ¿Qué es la teoría de la historia y cuál su sentido?

Se podría decir que no es la reflexión y disquisición sobre un conjunto de cuestiones relacionadas


a la investigación de ciertos temas historiográficos particulares, así como tampoco puede
entenderse por teoría de la historia la reflexión sobre el acontecer histórico mismo ni sobre la
producción (escrita) que sobre la realidad histórica se ha escrito, aunque en cierta medida pudiera
parecérsele. La teoría de la historia reflexiona más bien sobre los fundamentos de la historiografía,
no sobre hechos por sí mismos; a estos los considera sólo en tanto conectados a afirmaciones

12
R. G. Collingwood, Idea de la historia, trad. de Edmundo O´Gorman y Jorge Hernández Campos,
México, Fondo de Cultura Económica, p. 280.
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generales que sobre el pasado se hacen. Es decir, la teoría de la historia estudia e intenta
comprender el sustento, legitimidad, validez y vigencia de las afirmaciones que sobre la realidad
histórica se realizan.
La teoría de la historia está relacionada con los fundamentos de la disciplina
historiográfica: las operaciones de carácter ontológico que posibilitan que el mundo sea
configurado como una cierta forma de realidad denominada “histórica”; las condiciones de
posibilidad de que la realidad histórica pasada pueda ser estudiada y conocida, es decir, las
dimensiones de carácter epistemológico según las cuales se podrá conocer y de qué forma esa
realidad construida por el sujeto; y, en términos generales, estudia las condiciones generales de los
enunciados que sobre la realidad histórica se han formulado y se pueden formular. La teoría de la
historia, en suma, sería no la investigación que se hace para conocer el pasado, sino el estudio de
los fundamentos de la investigación sobre el pasado histórico, de su conocimiento y de las
posibilidades tanto de todo lo anterior como de su saber mismo (en tanto conjunto de
afirmaciones comprobables y justificadas).

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