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Informe de Arocena, F.M., Unción de enfermos. En Izquierdo, C. (dir.), Burggraf, J.

,
Arocena, F.M., Diccionario de Teología. (pp. 983-989). Pamplona: EUNSA.
Juan Gabriel Arrieta Zambrano, O.Carm.

La enfermedad supone una alteración de las funciones vitales que, cuando es grave, puede
poner en peligro la vida. La enfermedad afecta a la persona toda; no es una cuestión
meramente somática. Las enfermedades y los dolores han sido siempre considerados como
una de las mayores dificultades que angustian la conciencia de los hombres. En el plan de
Dios, la enfermedad puede tener un valor pedagógico: suscita en el cristiano la idea de que
la salud, como la vida, proviene de Dios: Él esquíen perdona las culpas y cura las dolencias.
Pero la enfermedad implica, sobre todo, unión con Cristo crucificado y esa vinculación a la
cruz convierte la enfermedad en un instrumento de redención, en cuanto que el enfermo
completa en su carne lo que falta a los padecimientos de Cristo en favor de su cuerpo, que es
la Iglesia.
Entre los antiguos el aceite de oliva se usó con fines medicinales. Aunque en los documentos
de los dos primeros siglos que han llegado a nosotros guardan silencio respecto a la unción,
las primeras síntesis teológicas sobre el sacramento de la unción están profundamente
condicionadas por la vinculación de este sacramento a la celebración de la última penitencia,
de la cual viene a ser su complemento. En la Escolástica, este sacramento es el último remedio
que la Iglesia puede conferir, el cual dispone, como quien dice, de modo inmediato para la
gloria. Por su parte, el concilio de Trento presenta la unción de forma equilibrada hablando
de sanar enfermos y perdonar sus pecados. No obstante, como respuesta a la escolástica que
ve el sacramento como algo solamente espiritual, algunos autores reaccionan definiendo su
sentido esencialmente corporal. Finalmente, en el pos Vaticano II, este sacramento cambia
su forma para ser más fiel al texto fundante dela carta de Santiago, su materia sigue siendo
el aceite aunque no sea este de olivo, la forma implica la unción en la frente y puede ser
acercarse al sacramento en repetidas justificadas ocasiones.
El texto fundante del sacramento de la unción es St 5,14-15, en el que el enfermo es alguien
que no puede participar de la asamblea, así que la asamblea viene a él. Respecto al sacramento
concretamente, la unción es la materia próxima y la forma es la fórmula establecida por la
Iglesia para ser pronunciada por el ministro mientras unge al enfermo. El ministro de la
unción es exclusivamente el obispo y el presbítero. El sujeto de este sacramento es el fiel
que, habiendo llegado al uso de razón, comienza a estar en peligro por enfermedad o vejez.
Se trata de la administración válida, que presupone, por tanto, el bautismo y el uso de la razón
suficiente para comprender el significado de este sacramento. Así pues, la unción otorga al
enfermo la gracia del Espíritu Santo, con lo cual el hombre entero es ayudado en la salud,
confortado con la confianza en Dios y robustecido contra las tentaciones del enemigo y la
angustia de la muerte, de tal modo que pueda no solo soportar sus males con fortaleza, sino
también luchar contra ellos e, incluso, conseguir la salud si conviene para su salvación
espiritual.

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