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INTRODUCCIÓN
La reforma al sistema penal realizada en México en 2008 significó un avance en
materia de seguridad y justicia. El nuevo sistema penal acusatorio entró en vigor en
todo el territorio nacional en 2016. Nuestro objetivo es analizar, cómo surgió la
reforma, su naturaleza jurídica y sus alcances. No obstante, a un año de su
implementación, se han elevado de forma inusitada los índices de violencia
En México, el antiguo sistema penal inquisitivo transitó a un sistema penal de corte
acusatorio adversarial y garantista. Para ello, fue necesario realizar reformas
constitucionales en la materia y crear un código que homologará el proceso penal
en el país. El Código Nacional de Procedimientos Penales de 2014, abrogó la
reglamentación penal de 1934. El rezago de México en la procuración y
administración de justicia era evidente.
El objeto del nuevo código señala que para el aseguramiento del acceso a la justicia
se establecen una serie de normas para sancionar los delitos, proteger al inocente,
procurando que el culpable no quede impune y que se repare el daño en un marco
de respeto a los derechos humanos reconocidos en la Constitución y en los
Tratados Internacionales de los que sea parte el Estado mexicano.
A pesar de la ayuda financiera y jurídica que recibió México de organismos
internacionales para su llevar a cabo su implementación en el plazo legal estipulado
-junio de 2016- el sistema penal se puso en marcha con deficiencias de
infraestructura, operativas, y vacíos legales que han suscitado tendencias en
ámbitos jurídicos, académicos y grupos de la sociedad civil hacia una
contrarreforma.
ANTECEDENTES
Desde hace ocho años, México comenzó un cambio en el modelo de justicia que en
2016 culmina su implementación para comenzar el gran reto de consolidarlo.
En el año 2008, México empezó una etapa de transformación de su sistema de
justicia. En ese año, el Congreso de la Unión aprobó la Reforma Penal que cambia
el modelo a un sistema de justicia penal adversarial y acusatorio. Esta
transformación se realiza para garantizar los derechos de las víctimas y los
imputados, la conclusión más rápida de los juicios y que la víctima obtenga la
reparación del daño que sufrió; además, para lograr una mayor transparencia en la
acción de las autoridades, pues tienen que realizar los juicios de manera oral y
pública.
Para lograr la Reforma Penal, las instituciones gubernamentales involucradas en la
administración y procuración de justicia iniciaron un proceso de modernización y
mejora. Todas adecuan sus inmuebles, capacitan a su personal y se equipan con
tecnologías avanzadas para lograr que el proceso tenga calidad y dé resultados.
Para que se pueda consolidar este nuevo Sistema de Justicia Penal, es de gran
importancia la participación de la sociedad. El primer punto es conocer los procesos
básicos de la Reforma Penal.
PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
OBJETIVOS ESPECÍFICOS:
¿Los delitos que ahora pasaron a la categoría de no graves deben estar
catalogados de esta manera?
En cuestión de tiempo ¿Ha reducido el tiempo de investigación de los
procesos?
¿La sociedad realmente se ha visto beneficiada con este nuevo sistema
penal?
JUSTIFICACIÓN
A la entrada en vigor, en todo el territorio nacional, del llamado “nuevo”
Sistema de Justicia Penal Acusatorio y Oral, tanto en el fuero federal como en las
entidades federativas, aún se siguen levantando voces críticas decretando el
“fracaso” (para algunos) de dicho sistema de procuración, impartición y ejecución
de justicia punitiva. En su conjunto, otros menos radicales hablan solamente de un
simple “colapso” en los procedimientos de gestión que realizan las instituciones
encargadas de procurar justicia, llámense fiscalías o procuradurías, mientras que
algunos más hacen referencia sólo al “peligro” de que se vicie o contamine dicho
sistema con prácticas propias de la anterior forma de proceder penalmente en
contra de los posibles responsables de un hecho delictivo.
La mayoría de las críticas se enfocan en la deficiente capacitación de los operadores
jurídicos del sistema —elementos de las policías preventivas o investigadoras,
peritos, agentes del ministerio público, jueces y magistrados—, así como de la
insuficiente educación continua de los abogados postulantes y estudiantes de la
carrera de derecho; también en la ineficiente realización de los procedimientos
policiales y ministeriales para investigar los delitos e integrar, de manera adecuada,
las carpetas de investigación.
Como se puede ver, la mayor preocupación de los estudiosos del derecho
penal estriba en que los operadores jurídicos aún no cuentan con los conocimientos
suficientes para gestionar, de manera eficiente, los procedimientos necesarios para
integrar correctamente las carpetas de investigación y, con ello, poner a disposición
de los jueces de oralidad a aquellas personas a quienes se considere como
probables responsables de la comisión de un hecho que la ley señale como delito;
pues no hacerlo de esta manera podría generar una percepción negativa en la
sociedad acerca de la prevalencia de situaciones de corrupción e impunidad
atribuidas generalizadamente al anterior Sistema de Justicia Penal.
No resultan injustificadas dichas preocupaciones, pues es evidente que en el
imaginario colectivo de la sociedad mexicana se tiene la creencia de que debe
operar la costumbre de que toda persona que comete un delito, aunque éste sea
considerado como de mínimo impacto social, será recluido en un establecimiento
carcelario, con la finalidad de purgar una condena apropiada a la conducta delictiva
desplegada. Es decir, todavía la sociedad mexicana no se encuentra debidamente
informada acerca de la transformación que sufrió el Sistema de Justicia Penal; en
que la prisión preventiva ya no es la regla, sino la excepción, al tratarse de la última
de las medidas cautelares aplicables a una persona considerada como sujeto activo
(imputado) en la comisión de un delito. Tampoco se le ha dicho que esta situación
ocurre debido a la puesta en práctica del principio de presunción de inocencia,
garante del goce de los derechos humanos que las autoridades están obligadas a
preservar y respetar en favor de toda persona. (Ramírez Martínez , 2017)
¿Cómo son estas audiencias? Son audiencias públicas, a las que cualquier
persona puede entrar y son audiencias en donde siempre tiene que estar el juez
presente. Existe el principio de inmediación, que quiere decir que el juez no puede
delegar sus funciones a otra persona (esto pasaba antes), sino que siempre tiene
que estar ahí escuchando directamente a los testigos y a las partes. Además, son
audiencias que se tienen que dar de forma continua. De ser posible, en el juicio
todas las pruebas se tienen que presentar en un mismo día y, si son muchas
pruebas, tiene que ser un día tras otro, es decir, tiene que haber concentración. Las
pruebas se deben desahogar lo más rápido posible para que el juez tenga un
panorama completo de lo que pasó.
Los juicios orales son la última parte del proceso. El proceso penal tiene
distintas etapas: una etapa de investigación, donde las partes investigan para ir
armando su caso; una etapa intermedia en donde las partes se preparan y ofrecen
pruebas para ir al juicio; y una etapa final, que es lo que conocemos como juicio
oral. En esta etapa final hay un tribunal y un juez distinto al que llevo el proceso en
las etapas previas (este es otro de los cambios al sistema). En esa última audiencia,
que es la más importante del proceso, se desahogan las pruebas, es decir, se
interrogan los testigos, se presentan las pruebas materiales, y se da la sentencia.
Este es el principio que indica que tú siempre serás considerado como inocente
hasta que el ministerio público pruebe lo contrario y el juez dicte una sentencia que
así lo establezca.
Si todos los casos llegaran a juicio oral sería imposible resolver todo, se
colapsaría el sistema, por eso necesita ser selectivo. Para lograrlo, existen los
siguientes mecanismos:
La justicia es una de las tareas pendientes del Estado mexicano. El sistema penal
acusatorio –que entra en vigor el 18 de junio en todo el país– no resolverá la
criminalidad, y aunque es mejor que el que tradicionalmente propicia corrupción e
impunidad, tampoco solucionará esos problemas, sólo intentará remediarlos,
afirmaron integrantes del Instituto de Investigaciones Jurídicas.
Para la experta, el proceso penal acusatorio debe funcionar como una empresa
que no sólo es administrada, sino que también es valorada de forma externa. Las
procuradurías o fiscalías deben tener evaluadores –que en este caso serían los
ciudadanos y las organizaciones civiles–, para medir la actividad cotidiana de los
servidores públicos.
Además, apuntó, hay grandes fallas en las entidades y el sistema federal, porque
no se ha planeado adecuadamente cómo liquidar el sistema tradicional y lograr que
la justicia de calidad que se pretende con el acusatorio, permanezca y se desarrolle
en todos los casos.
Democratizar el poder
Jorge Alberto Witker Velásquez opinó que esta reforma implica democratizar el
poder del Estado más cerrado que hasta hoy en día ha habido: el Judicial. “No es
casual que en los procesos de transición democrática que vivimos surja el cambio
del sistema procesal de justicia”.
El sistema tiene el gran mérito de abrir a la sociedad, a los familiares de los
afectados, el manejo de la acusación y la defensa. Además, por la metodología de
las audiencias públicas, intentará resolver la impunidad y la corrupción.
Procesos injustos
Por su parte, Enrique Díaz Aranda preguntó por qué no se ha alcanzado la justicia
y, por el contrario, se presentan procesos injustos, condenas de inocentes o la
evasión de la acción de la justicia por parte de delincuentes, y si esa es una cuestión
de forma o fondo. “¿Al cambiar formas podemos conseguir ese propósito marcado
por la Constitución?”.
El nuevo sistema de justicia penal es bueno sólo si estamos en la posición y con
los elementos para llegar a aplicarlo de manera eficaz, dijo en el Aula de Seminarios
Guillermo Floris Margadant del Instituto de Investigaciones Jurídicas.
Además, refirió, otro inconveniente que se enfrentará es qué vamos a hacer con
los 33 códigos penales vigentes para un solo Código Nacional de Procedimientos
Penales.
Hay reticencia a llevar a buen término la aplicación estricta de los principios del
nuevo sistema de justicia penal. “A veces las normas se crean con fines políticos”;
en este caso, se señaló una fecha límite, el 18 de junio, como si se fuera a
transformar la realidad. Cuando así ocurre, se trata de una demagogia que pretende
encubrir ciertas disposiciones o justificar decisiones políticas, concluyó Díaz
Aranda. (Romero, 2016)
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