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CARDIOPATÍA ISQUÉMICA. I
PREVENCIÓN CARDIOVASCULAR
Entendemos como Cardiopatía Isquémica la afectación cardíaca que es
consecuencia de un inadecuado aporte de oxígeno al miocardio. En la mayor parte de
los casos esto se debe a un problema en las arterias coronarias. El proceso principal
que subyace a la coronariopatía es la aterosclerosis que, en gran medida, es posible
prevenir.
La OMS estima que tres cuartas partes de la enfermedad cardiovascular se podrían
evitar con un adecuado estilo de vida
Consejos generales para mantener una buena salud cardiovascular
No fumar
Ejercicio físico regular (al menos 30 minutos 5 veces por semana)
Alimentación saludable
Tensión arterial por debajo de 130/80 mmHg*
Colesterol total por debajo de 190 mg/dL (5 mmol/L)**
Metabolismo normal de la glucosa
Evitar el excesivo estrés
* Las distintas Guías de Práctica Clínica varían periódicamente las cifras “ideales” de tensión
arterial, siempre a la baja. Las recientes Guías (2017) del American College of Cardiology/American
Heart Association establecen que la TA normal es > 120/80.
http://www.acc.org/latest-in-cardiology/ten-points-to-remember/2017/11/09/11/41/2017-
guideline-for-high-blood-pressure-in-adults
**La conversión de mmol/L en mg/dL se realiza multiplicando por 38,61
Estas recomendaciones son distintas en grupos de riesgo (Ver más adelante)
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C. Isquémica I. Prevención Cardiovascular. E. de Teresa
https://academic.oup.com/eurheartj/article/30/9/1027/478767
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C. Isquémica I. Prevención Cardiovascular. E. de Teresa
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C. Isquémica I. Prevención Cardiovascular. E. de Teresa
ATEROSCLEROSIS Y FACTORES DE RIESGO
La aterosclerosis es un proceso que afecta a algunas de las grandes arterias
(coronarias, carótidas, femorales, etc.) y que conduce a una serie de cambios en la
pared de tales arterias que acaban por producir la obstrucción de las mismas. La
probabilidad de padecer esta enfermedad depende de lo que denominamos factores
de riesgo, que muestran una asociación epidemiológica con la aterosclerosis.
Factores de Riesgo
Hace tiempo que se sabe de la existencia de ciertas asociaciones estadísticas
derivadas de la epidemiología que permiten predecir que unas personas tienen más
riesgo que otras de padecer un infarto de miocardio. De ahí se deriva el concepto de
“factores de riesgo”. Estos factores de riesgo, que hoy son bien conocidos por gran
parte de la población, son numerosos pero los más importantes son la hipertensión
arterial, el tabaquismo, los niveles elevados de colesterol en sangre y la diabetes.
Otros factores de riesgo tienen relación con los anteriores: por ejemplo, la obesidad y
el sedentarismo. Existen otros cuya participación es compleja, como el estrés, y por
último hay algunos que aún no conocemos o cuya importancia empezamos a entrever.
Además, se consideran factores de riesgo la edad, el sexo masculino y los
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C. Isquémica I. Prevención Cardiovascular. E. de Teresa
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C. Isquémica I. Prevención Cardiovascular. E. de Teresa
HTA con reducción de la función cognitiva y con demencia. Datos que han incluido a más de un millón de
personas indican que la mortalidad por enfermedad coronaria aumenta de forma progresiva y lineal
desde niveles de tensión tan bajos como 115/75 mmHg en adelante.
Las personas con HTA tienen con frecuencia otros factores de riesgo CV (diabetes, Resistencia a
la insulina, dislipemia).
Definición y clasificación de los niveles de
tensión arterial según las Guías sobre Prevención Cardiovascular de la Sociedad
Europea de Cardiología
http://www.revespcardiol.org/es/guia-esc-2016-sobre-
prevencion/articulo/90459676/
El colesterol, del cual existen diversas fracciones, es un elemento esencial que
interviene en una serie de procesos clave de nuestro organismo; pero cuando se
encuentra en exceso desempeña un papel decisivo en la formación de las placas que
obstruyen las arterias coronarias. Además, hoy por hoy nos resulta difícil establecer
cuál es el límite deseable que deberíamos alcanzar, pues –al menos en las personas
que ya han padecido un infarto– cuanto más bajo consigamos mantenerlo, mejor es el
pronóstico posterior. Por fortuna, hoy disponemos de medios farmacológicos muy
potentes y seguros que permiten conseguir resultados espectaculares; pero, al igual
que sucede con la tensión arterial, la dieta, el ejercicio y evitar el sobrepeso resultan
fundamentales. Esto es aún más importante si tenemos en cuenta el llamado
colesterol bueno. Como se ha dicho antes, existen distintas fracciones de colesterol, y
una de ellas, el colesterol ligado a lipoproteínas de alta densidad, o colesterol HDL,
ejerce un efecto protector sobre las arterias. Hay ciertas personas cuyo principal factor
de riesgo es, precisamente, el que ese colesterol bueno se encuentra bajo; y, aunque
existen fármacos eficaces para elevar sus cifras, una de las medidas más adecuadas
para conseguir este objetivo es el ejercicio físico.
Estudios genéticos, patológicos, observacionales y de intervención han establecido de forma
clara el papel crucial de la dislipemia, en especial la hipercolesterolemia, en el desarrollo de la
enfermedad cardiovascular. En el plasma los lípidos se encuentran unidos a diversas proteínas
(apoproteinas) para formar lipoproteínas. El colesterol unido a lipoproteinas de alta densidad (HDL) no
solo no causa aterosclerosis, sino que tiene propiedades antiaterogénicas. Por el contrario, el colesterol
LDL es aterogénico, existiendo una amplia y gradual correlación entre LDL colesterol y el riesgo de
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enfermedad CV. Esta asociación se cumple tanto en pacientes con enfermedad CV previa como sin ella.
Los ensayos clínicos, fundamentalmente con estatinas, muestran que por cada reducción de 1 mmol/L
(38,6 mg/dL) de colesterol LDL, se consigue una reducción de un 20-25% de mortalidad y eventos CV. La
hipertrigliceridemia es también un factor de riesgo CV, aunque la asociación es menos clara que con el
LDL; en particular el patrón de triglicéridos elevados y HDL bajo (menos de 40 mg/dL en hombres y de 45
en mueres), común en la diabetes, comporta un elevado riesgo de enfermedad CV.
Recomendaciones sobre control lipídico, según las Guías sobre Prevención de la
Sociedad Europea de Cardiología, adaptadas por la Sociedad Española de Cardiología
http://www.revespcardiol.org/es/guia-esc-2016-sobre-
prevencion/articulo/90459676/
La diabetes se está convirtiendo en un factor de riesgo de primera magnitud,
de presentación cada vez más frecuente y con una particular incidencia en las mujeres.
Nuevamente su aparición está ligada a excesos en la alimentación y a una vida cada
vez más sedentaria. Su tratamiento incluye, claro es, medidas farmacológicas; pero, de
nuevo, los cambios en el estilo de vida son de crucial importancia.
La enfermedad cardiovascular es la primera causa de morbimortalidad en las personas con
diabetes. El control agresivo de la hipertensión e hiperlipemia con estatinas reduce el riesgo de eventos
CV, y existen datos fiables de que la mejoría del control glicémico reduce el riesgo de desarrollar
complicaciones microvasculares (retinopatía, nefropatía y neuropatía) Los datos entre un mejor control
glicémico y la mejoría de eventos macrovasculares, aunque existentes, son menos sólidos. En general los
niveles de HbA1c recomendados con este objetivo son <7%. Datos recientes sugieren que algunos de los
fármacos empleados para el manejo de la diabetes (caso de liraglutida o empagliflozina) son más
efectivos que otros a la hora de reducir eventos cardiovasculares.
La obesidad y el sobrepeso son factores de riesgo cardiovascular, posiblemente
en relación con otros factores bien conocidos (mayores niveles lipídicos, peor
metabolismo de la glucosa, sedentarismo…). El riesgo ideal se sitúa entre 20-25 de
índice de masa corporal (IMC = peso en Kg/estatura en metros2), aunque hay tipos de
obesidad particularmente peligrosos, como la denominada obesidad abdominal o
masculina, por lo que en ocasiones se centran las actuaciones en el perímetro de la
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cintura (deseable, <94cm para hombres y <80 para mujeres; por encima de 102 y 88 se
recomienda pérdida de peso)
RECUERDE:
La prevención cardiovascular más efectiva se basa en modificaciones del estilo de
vida a nivel poblacional
En el individuo concreto se debe evaluar el nivel global de riesgo y actuar sobre él,
en vez de centrarse en un único factor de riesgo
A modo de ejemplo, la siguiente tabla (como las anteriores, tomadas de las Guías de
Práctica Clínica sobre Prevención Cardiovascular de la Sociedad Europea de
Cardiología) considera la actuación sobre la dislipemia no sólo en función de los niveles
aislados de colesterol, sino del riesgo global del individuo.
http://www.revespcardiol.org/es/guia-esc-2016-sobre-prevencion/articulo/90459676/
Algunos conceptos elementales sobre estilo de vida
Si reflexionamos sobre todo lo anterior nos daremos cuenta de que gran parte de los factores de
riesgo de la enfermedad coronaria están ligados a determinados estilos de vida, propios de nuestra
civilización y de nuestra época: exceso de alimentación –inadecuada- y poca actividad física. En épocas
pasadas el ejercicio físico era necesario en el día a día, y las disponibilidades de alimentos hacían que la
ingesta de éstos no fuese, por lo general, superior a lo que la actividad del sujeto requería. Hoy vivimos
en una sociedad no ya rica, sino opulenta (aunque esta opulencia no alcance a todos sus individuos, ni
sea incompatible con bolsas de marginación, pero esa es otra cuestión que pertenece al ámbito de la
justicia social) y altamente mecanizada. Nuestros niños ya no trepan a los árboles, ni se pasan el día
corriendo detrás de una pelota, sino sentados tras una consola de videojuegos; y, si se sigue importando
el modelo americano, pronto acompañarán esta actividad con una compulsiva necesidad de comer a
todas horas las cosas más inadecuadas. Por otra parte nuestra sociedad, cada vez más competitiva,
impone al individuo un alto nivel de estrés que está presente en el trabajo, en el tráfico, en la incitación
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permanente a través de la publicidad a imitar ciertos modelos imposibles o a consumir cosas que no
necesitamos. Puede, pues, no ser exagerado considerar que la enfermedad coronaria es una enfermedad
de nuestra época, de nuestra civilización, de nuestra sociedad; aunque quizá en este caso deberíamos
comenzar a cuestionarnos si no es nuestra propia sociedad la que está enferma.
El corolario de todo lo anterior es claro. No se trata ya de bajar una cifra de un parámetro
biológico o subir otra; no se trata de prescribir horas de gimnasio como se prescribe una medicina; se
trata de cambiar nuestra mentalidad, paso previo a cambiar nuestra forma de vivir. Se trata de ser
capaces de renunciar a la acumulación de bienes innecesarios, de dejar de correr en pos de nuestro
tiempo; de sentarse y reflexionar y de disfrutar de cada momento de nuestra vida aquí y ahora, sin
hipotecar esa nuestra única riqueza –el hoy- por un hipotético mañana que quizá nunca llegará.
Alimentación
Es sabido que hábitos alimentarios incorrectos pueden favorecer la aparición
de ciertas enfermedades. El Instituto Americano del cáncer estima que entre el 30 y el
35% de los cánceres pueden tener un origen alimentario y por lo tanto podrían ser
evitables. Existe una clara asociación entre dieta y enfermedad cardiovascular
demostrada ya desde los años 50 tras observar la menor prevalencia de enfermedad
coronaria en la zona del Mediterráneo. Tampoco es casual que la mortalidad por
infarto en la población esquimal sea mínima debido a la gran cantidad de pescado que
consumen habitualmente en la dieta. Cada vez son más conocidas algunas de las
repercusiones de la forma de alimentarse sobre el corazón, las arterias, el cerebro,
cualquier otro órgano o tejido del cuerpo y el metabolismo en general. Las tablas
habitualmente utilizadas por todos los terapeutas para calcular los rangos de
normalidad del peso del cuerpo humano en relación con la edad, la talla el sexo, han
sido elaboradas con exactitud y rigor después de estudiar datos de millones de
personas por las compañías de seguros de vida americanas: el resultado es que cuando
el gordo acude a hacerse un seguro de vida y enfermedad, le cobran más porque
enferma mas (diabetes, hipertensión, enfermedades cardiovasculares, infarto, gota) y
se muere antes.
En general hay que decir que no existen alimentos buenos o malos sino
patrones de consumo adecuados o inadecuados. El equilibrio entre la variedad, la
cantidad y la periodicidad en el consumo de los alimentos a medio y largo plazo, así
como la forma de comerlos, de qué otros alimentos se acompañan y el momento en
que se toman, son determinantes.
Como regla general:
Evitar comer en exceso
Repartir la ingesta alimentaria en cinco veces
Primar el consumo de frutas y verduras
Preferir el pescado a la carne y, dentro de ésta, la blanca a la roja
Evitar las grasas saturadas y la bollería industrial
Los frutos secos y el aceite de oliva son beneficiosos para la salud CV por su contenido
en grasas insaturadas, pero aportan muchas calorías, por lo que hay que consumirlos
con moderación si se pretende no ganar peso
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Curiosamente el estudio PREDIMED, (http://www.predimed.es/) quizá el más completo
de los estudios sobre intervención dietética publicado hasta la fecha, demostró os
beneficios en eventos de suplementar la dieta con aceite de oliva virgen extra y/o
frutos secos sin que en los grupos de intervención se constatara un aumento de peso.
El alcohol, en cantidades elevadas, es un tóxico para el organismo humano que puede dar lugar
a numerosos trastornos a diferentes niveles, como el aparato digestivo y, más concretamente, el hígado,
el sistema nervioso central, el aparato circulatorio, etc. Asimismo, en determinadas circunstancias se ha
asociado con ciertos tumores. Además, la desinhibición y pérdida de control que produce el alcohol se
encuentra detrás de muchos accidentes de tráfico e incluso de diferentes situaciones de violencia. Es en
este sentido en el que, recientemente, nuestro Código Penal ha comenzado a considerar delito la
conducción de vehículos bajo los efectos del alcohol. En Francia, país con un elevado consumo de alcohol
per cápita, se estima que 45.000 muertes al año son atribuibles a él. En España la cifra estimada es de
13.000, atribuyéndose un 40% de los accidentes de tráfico al alcohol. Si estos datos son ciertos ¿de
dónde viene la pretensión de que el alcohol –el vino en particular- es bueno para la salud, y más
concretamente para el corazón? Uno de los datos indirectos que sugiere esto es la llamada “paradoja
francesa” (Ver recuadro)
La paradoja francesa
Las enfermedades cardiovasculares (infarto de miocardio, accidentes cerebrovasculares, insuficiencia
cardiaca…) son la primera causa de muerte en los paises desarrollados, aunque su incidencia no es igual
en todos ellos. En Europa existe una marcada diferencia entre los países del centro y norte de Europa y
los de la cuenca mediterránea. En éstos –Italia, Francia, España, Grecia- la mortalidad por enfermedad
cardiovascular y más concretamente por enfermedad isquémica del corazón, es significativamente
inferior a la del resto de Europa. Se estima que en Francia, por ejemplo, la tasa de muertes por estas
enfermedades es aproximadamente la mitad que es Estados Unidos ¿Por qué? Bueno, una cosa es
constatar un hecho y otra muy distinta conocer sus causas; en este campo sólo podemos movernos en el
terreno de las hipótesis. Una posible explicación es la dieta. En estos países la dieta incluye más fruta,
verdura, legumbres y pescado que en el norte; el aceite de oliva se prefiere a la mantequilla. Pero
aunque esto es cierto para la zona meridional de Francia, no lo es para el resto del país vecino;
cualquiera que haya viajado por el centro y norte de Francia, y sea aficionado a su magnífica cocina,
habrá constatado que la grasa animal se emplea en cantidades que nada tienen que envidiar a la de
otros países situados más al norte. Pese a ello, es precisamente Francia la que presenta tasas más bajas
de mortalidad cardiovascular de Europa. Esta es la llamada “paradoja francesa”, que se ha intentado
explicar precisamente por el vino. Da la casualidad de que Francia es el mayor consumidor de vino del
mundo –seguido no muy lejos por España-, y en este hecho se ha querido encontrar una posible razón
para esta aparente paradoja. ¿Serán acaso las acciones protectoras del vino tinto las que, pese al
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Por otra parte, desde hace años diferentes estudios científicos han señalado que el consumo
moderado de alcohol (una o dos bebidas al día) se acompaña de una menor mortalidad por enfermedad
coronaria y otras enfermedades cardiovasculares.
¿Son los beneficios cardiovasculares debidos al alcohol en sí? ¿Es mejor el vino, y
particularmente el tinto, que otras bebidas alcohólicas? Así se ha sugerido, en parte debido a la alta
concentración de substancias antioxidantes en éste. Algún estudio comparativo ha encontrado que el
vino es mejor, pero estos resultados pueden verse confundidos por la asociación de otros factores; en
efecto, en Estados Unidos –por ejemplo- los bebedores de vino –por oposición a consumidores de otro
tipo de bebidas alcohólicas- tienden a tener un nivel de educación superior, hacen más ejercicio, están
menos obesos y suelen beber con las comidas, pero no fuera de ellas. Todos estos factores podrían
justificar, y no el vino per se, un mejor estado de salud general.
En conclusión podemos decir que, aunque el alcohol es una substancia tóxica para el organismo,
su consumo moderado (y este es el concepto clave) puede ayudar a prevenir la enfermedad
cardiovascular y la mortalidad debida a ella. Este beneficio se concentra en la población de edad media,
que es la que presenta más riesgo; en los jóvenes, por el contrario, los efectos negativos –sobre todo su
influencia en la conducción de vehículos y los riesgos de adicción- el beneficio potencial es más
controvertido. Posiblemente el vino tinto tenga en este sentido ciertas ventajas sobre otro tipo de
bebidas, aunque este es un hecho que puede estar ligado a otros factores culturales. Quizá parte del
secreto radique en la diferencia entre el alcohol como tóxico (beber para emborracharse) o el vino como
acompañante de una reposada comida entre amigos, sin prisa y sin excesos. Es posible también que
substancias que posee el vino y no otros alcoholes (polifenoles como el resveratrol, y flavonoides) tengan
algo que ver; pero, en todo caso, el campo está abierto y –como se suele decir en Medicina- amerita
futuras investigaciones.
¿Cuánto es “consumo moderado”?
Se estima que la cantidad de alcohol diario que no debe sobrepasarse para estar dentro de lo razonable
es de 30-40 gramos para hombres y 20 gramos para mujeres. Una botella de vino tinto tiene 750
mililitros y, para 14% de alcohol, unos 100 gramos de alcohol (si asumimos una densidad cercana a 1).
Esto quiere decir que la cantidad máxima debería situarse por debajo de media botella (y la mitad en el
caso de las mujeres). Una forma sencilla es tomar no más de una copa de vino con almuerzo y cena
Ejercicio físico
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determina una excelente modificación del resto de dichos factores de riesgo. Así, la
actividad física regularmente practicada
Los beneficios del ejercicio también alcanzan a los aspectos más psicológicos,
debidos a efectos como mejora de la autoimagen, aumento de la energía, reduce el
estrés emocional y ayuda a sentirse relajado y con menor tensión psíquica, y además
contribuye a mejorar la calidad del sueño haciéndolo más reparador.
La elección de la intensidad del ejercicio es uno de los factores que determinan los
resultados de cada tipo de actividad. Los ejercicios realizados a intensidad aeróbica
(suave-moderada) y mediante actividades dinámicas (que incluyen contracciones y
relajaciones musculares sucesivas frente a una misma resistencia) como caminar,
correr, nadar, etc., son los que producen mayores efectos beneficiosos sobre la salud
cardiovascular.
Por lo general, para conseguir los beneficios demostrados en los estudios clínicos
sobre la salud cardiovascular, no es necesario “machacarse”; basta con andar a buen
paso, trotar, montar en bici, nadar… 30 minutos cinco días por semana
Uno de los objetivos de la práctica del ejercicio es la reducción del peso graso.
A pesar de que el ejercicio en ambientes cálidos consigue pérdidas evidentes de peso,
éstas se deben a la pérdida de agua por el sudor y no a la de grasa. Sin embargo, los
ambientes más fríos son los que promueven la utilización de la grasa como fuente de
energía durante el ejercicio para facilitar el mantenimiento de la temperatura.
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