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El proceso que invocara su ejemplo, yace por los suelos, hecho ruinas.
Bajo su influjo se cometió el mayor y más salvaje de los crímenes que hubiera
podido imaginar en vida: la devastación de la República Bolivariana de
Venezuela. Ha sido la maldición de Bolívar.
1
Diario de Sir Robert Ker Porter, Fundación Polar, Caracas 1997, pág. 87.
1
acaba devorando a sus propios hijos". Los mejores, apostrofaría León Trotski,
el más emblemático de los mejores hijos de la revolución rusa, devorados todos
por Stalin. A todas ellas, que comenzaran prometiendo el cielo y terminaran
desatando el infierno, les cabe el juicio sumario con el que Carlos Franqui,
devorado también, como Huber Matos por la revolución cubana, por la que se
jugaron sus vidas en la Sierra Maestra: “es una verdad incontrovertible que el
triunfo de la revolución castrista ha sido, y es todavía, el más trágico
acontecimiento de la historia de Cuba”.2 Como la llamada bolivariana, que ha
hecho trizas de la Venezuela petrolera.
2
Carlos Franqui, CUBA, LA REVOLUCIÓN: ¿MITO O REALIDAD? Memorias de un
fantasma socialista. Península, Barcelona, 2006, Pág.417.
3 Francois Furet, El pasado de una ilusión, Fondo de Cultura Económica, México, 1995.
2
deduce de la copiosa bibliografía dedicada a Hitler y el Tercer Reich, de la que
reivindico por su brevedad y profundidad analítica las Anotaciones sobre Hitler,
4
de Sebastian Haffner. Así como la también copiosa bibliografía que
merecieran la revolución de Octubre y la Revolución China. Lo único cierto de
todas ellas al día de hoy, es que, salvo la de Hitler, que fuera exterminada de
raíz al costo de decenas de millones de muertes y la más devastadoras de las
guerras de la historia de la humanidad, las revoluciones de Lenin, Mao, Kim Il
Sun y Fidel Castro aún languidecen en una tenaz agonía, sea negándose a dejar
la escena, ya convertidas en fantasmas hamletianos, como la cubana, en
caricaturas sangrientas, como la de Kim Jon Il, sea metamorfoseadas en algo
difícilmente vinculable a sus orígenes utópicos y mesiánicos, como la
bolchevique o la maoísta. Sea como fuere, continúan pesando en el imaginario,
inciden en el curso del proceso histórico vital y actúan desde el inconsciente
colectivo de nuestra cultura como los planetas muertos de una galaxia
extinguida. Llegaron para quedarse y nos legan, en herencia, problemas
irresolubles. Mientras los partidos que reivindican su teoría y su práctica
continúan incidiendo en la vida política de sus sociedades, siempre al acecho de
asaltar el Poder, toleradas por quienes tienen la obligación de cautelar por la
integridad y soberanía de sus Estados. Una cruenta y al parecer incorregible
contradicción, convertida en la malformación genética de las democracias:
convivir con sus mortales enemigos. Si la revolución china ha logrado
sobrevivir metamorfoseada en el más salvaje de los capitalismos de Estado, la
soviética continúa ejerciendo su nefasto influjo desde los subterráneos del
Kremlin y el reinado del último discípulo de Stalin, Vladimir Putin. No
hablemos de la revolución bolivariana, un esperpento digno de Valle Inclán.
4
Sebastian Haffner, Anotaciones sobre Hitler, Galaxia Gutemberg, 2002.
3
Pero la cual, par existir, ha requerido del auxilio aberrante o natural, de las
enseñanzas bolivarianas.
4
en torno de Simón Bolívar. La independencia de la América española fue el
parto indeseado de un monarca imbécil y degenerado, de una corte mediocre y
desalmada y su virulencia, por lo menos en la Venezuela arrasada por la Guerra
a Muerte, producto de la barbarie de una sociedad africanizada por su
incontinencia.
5
imposible que se hubiera producido ninguna tentativa seria para hacer
independientes a las colonias; fue necesario el sacudimiento de España, la
invasión del país por los franceses, la desaparición de sus centros de autoridad
y la creación de un estado anárquico en la península, para que, aflojándose
también los vínculos de la autoridad en las colonias, se desintegraran éstas,
disolviéndose en el desastre de la incoherencia”…”Cuando todo faltó en
España, quedó sólo el nombre del rey absoluto como centro de unión; el mismo
nombre sirvió de bandera para la independencia de América y para continuar
la dependencia…Consumada la independencia, al cabo de los años, España
por su lado, y las colonias por el suyo, siguieron cada cual en su
desorganización y en su impotencia. Este es el hecho capital de aquella
historia, hecho desconocido por la presunción megalómana que se empeña en
poner nimbos a los hombres y en velar los acontecimientos con las brumas de
una falsa poesía.” 5
5 Carlos Pereyra, Bolívar y Washington, pág. 55. Editorial América, Madrid, 1915.
6
terminando con la expulsión de las tropas españolas del continente
suramericano por Bolívar y Sucre luego de Junín y Ayacucho, en agosto de
1824. Imposible ocultar la principal responsabilidad de Bolívar, Sucre y el
mantuanaje caraqueño en esos hechos de dimensión histórica y global. Ambos
pagarían con sus vidas, en fiel cumplimiento del apotegma, según el cual las
revoluciones comienzan por devorarse a sus mejores hijos. La aristocracia
criolla sobreviviente de la guerra civil terminaría por extinguirse entre los
fuegos incendiarios y los innumerables combates de la Guerra Federal o Guerra
Larga que asolara a vastos territorios de la Venezuela liberada entre los años de
1858 y 1863. Que terminaría por asentar la victoria del dictador Antonio
Guzmán Blanco y la predominancia hegemónica de la pardocracia, aquella que,
según Bolívar, había convertido a la recién liberada Ecuador en un
republiqueta.6 Acabando de raíz con la aristocracia colonial venezolana, el
llamado mantuanaje, un hecho social de gravísimas consecuencias políticas,
como lo asienta el mismo Alexis de Tocqueville respecto de una de las más
graves consecuencias de la revolución francesa: “En medio de las tinieblas del
porvenir se pueden ya descubrir tres verdades clarísimas. La primera es que
todos los hombres de nuestros días son arrastrados por una fuerza desconocida
que se puede esperar regular, pero no vencer; que tan pronto los impele
suavemente como los precipita hacia la destrucción de la aristocracia; la
segunda, que, entre todas las sociedades del mundo, las que mayor dificultad
tendrán por liberarse por mucho tiempo del gobierno absoluto serán
precisamente aquellas sociedades en que la aristocracia haya dejado de existir
ahora y para siempre; en fin, la tercera, que el despotismo en ninguna parte
puede producir efectos más perniciosos que en dichas sociedades, pues
7
favorece más que ninguna otra clase de gobierno el desarrollo de todos los
vicios a los que están sujetas especialmente estas sociedades y, de ese modo,
las impulsa hacia el mismo lado en que, siguiendo una tendencia natural, se
inclinaban ya.”7
7
Alexis de Tocqueville, El antiguo régimen y la revolución, Fondo de Cultura Económica,
edición conmemorativa 70 aniversario, México, 2006. Pág. 101.
8
emancipador. Ni brotaron como una necesidad histórica imperiosa del seno de
sus propias sociedades, sino que encontraron en Simón Bolívar al verdadero
Deus Ex Machina de una guerra independentista librada casi por él en solitario,
ante la indiferencia, la oposición y el desinterés de las primeras figuras que
ocuparon los primeros sitiales administrativos de los nuevos estados
emancipados y que no trepidaron en pretender asesinarlo para librarse del peso
que les suponía cargar con la guerra que el caraqueño libraba prácticamente por
su cuenta por las tierras del Sur. Nos referimos a Páez y a Santander.
9
Panteón Nacional por el dictador Antonio Guzmán Blanco, hijo de Antonio
Leocadio Guzmán, treinta y cuatro años después, el 28 de octubre de 1876.
10
LA MALDICIÓN DE BOLÍVAR
11
sus delirios de conquista y gloria. Cumpliendo con homérica perfección una
anticipación de lo que el cubano Alejo Carpentier definiera siglo y medio
después como “realismo mágico”: intercambiar una realidad implantada tras
tres siglos de esfuerzos positivos por el imperio más poderoso de la tierra en la
mayor hazaña colonizadora de la historia de la humanidad, por una ficción
enfebrecida, ilusoria y devastadora. ¿Cuántos cientos de miles de víctimas
mortales causaron, directa o indirectamente, sus ambiciones de poder y gloria?
¿Cuánta devastación causó al frente de sus llaneros salvajes? ¿Cuántos crímenes
prohijó alimentando la más trágica y espantosa experiencia bélica vivida en
Venezuela, “su guerra a muerte”? De la que hoy, dos siglos después, vivimos
una tramposa y mísera reproducción. Sin otro objetivo que devastar su obra. En
su nombre. Muy a pesar de sus pronosticados pesares.
8
“Si se establece una relación entre la población total registrada en 1810 que ascendía a 898.043
y la población registrada en el año 1822,cuando los patrones registraron 616.545, se observa que
el descenso fue realmente significativo.” La disminución del número de habitantes, mayormente
por distintas causas atribuibles a la guerra, 281.498, representan el 32%. La población y la
estructura social de Venezuela en las primeras décadas del Siglo XIX, F. Brito Figueroa. Bulletin
hispanique Année 1967 69-3-4 pp. 347-364 El saldo de muertes causadas por la Guerra Federal
ronda las 200 mil bajas.
12
de alzarse contra las autoridades legitimadas por Dios, enfrentara con palabras
dignas de una tragedia griega: “Si la naturaleza se opone, lucharemos contra
la naturaleza”. Nunca está de más citar el episodio que transcribe José
Domingo Díaz, su tenaz adversario: “En aquel momento me hallaba solo en
medio de la plaza y de las ruinas; oí los alaridos de los que morían dentro del
templo, subí por ellas y entré en su recinto. Todo fue obra de un instante. Allí
vi como cuarenta personas, o hechas pedazos, o prontas a expirar por los
escombros. Volví a subirlas y jamás se me olvidará ese momento. En lo más
elevado encontré a don Simón Bolívar que, en mangas de camisa, trepaba por
ellas para hacer el mismo examen. En su semblante estaba pintado el sumo
terror o la suma desesperación. Me vio y me dirigió estas impías y
extravagantes palabras: Si se opone la Naturaleza, lucharemos contra ella y la
haremos que nos obedezca.”9 No se conocen muchos otros ejemplos de
semejante e impío voluntarismo.
9
José Domingo Díaz, Recuerdos de la Rebelión de Caracas, Academia Nacional de la Historia,
Caracas, 1961. pág. 98.
13
dominio colonial y el dudoso comienzo de las repúblicas, o “republiquetas”, tan
imaginarias y “aéreas” – Bolívar dixit - como las utopías que prometían? En la
invidente memoria de Jorge Luis Borges resuenan los combates de las
caballerías, el fragor seco y chispeante de los cascos y el ruido silencioso de los
sables que se afilan trenzados en una feroz carnicería que tiene lugar en los
contrafuertes andinos, en ese tiempo detenido en los gélidos y escarpados
pasillos en los que se libraran las batallas de Junín y Ayacucho. Acota Carlos
Pereyra: “En la América de Bolívar, los patriotas son disidentes que luchan
contra el más poderoso de los auxiliares de un régimen, que es la tradición.
Boves no era temible como jefe español, sino como caudillo americano, unido
al centauro de los llanos por todos los vínculos de la fraternidad del
campamento. Puede decirse que Bolívar no peleaba en un sentido militar, ni en
el sentido propiamente guerrero: él y los suyos hacían una propaganda a mano
armada. El argumento decisivo fue una pirámide formada con casi un millón
de cráneos.”10
10
Op.Cit., pág. 13.
14
plena consciencia de la soledad en la que se encontraba. Su síntesis, a meses de
su agravamiento y muerte, es de una objetividad estremecedora, muy digna de
su vilipendiada grandeza: “Empezaremos este bosquejo por la República
Argentina, no porque se halle a la vanguardia de nuestra revolución, como lo
han querido suponer con sobra de vanidad sus mismos ciudadanos, sino porque
está la más al Sur, y al mismo tiempo presenta las vistas más notables en todo
género de revolución anárquica…Lo pueblos se armaban recíprocamente para
combatirse como enemigos: la sangre, la muerte y todos los crímenes eran el
patrimonio que les daba la federación combinada con los apetitos
desenfrenados de un pueblo que ha roto sus cadenas y desconoce las nociones
del deber y del derecho, y que no puede dejar de ser esclavo sino para hacerse
tirano…Seamos justos, sin embargo, con respecto al Río de la Plata. Lo que
acabamos de referir de su país no es peculiar de este país: su historia es la de
la América española. Ya veremos los mismos principios, los mismos medios, las
mismas consecuencias en todas las Repúblicas, no difiriendo un país de otro
sino en accidentes modificados por las circunstancias, las cosas y los
lugares.”11
11
Una Visión de la América Española, en Simón Bolívar, Doctrina del Libertador, págs. 280 ss.
Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1976.
15
en Colombia quien haga otro tanto. Si Córdoba y Paraguay son oprimidos por
hipócritas sanguinarios, el Perú nos ofrece al General La Mar cubierto con
una piel de asno, mostrando la lengua sedienta de sangre americana y las uñas
de un tigre. Si los movimientos anárquicos se perpetran en todas las provincias
argentinas, Chile y Guatemala nos escandalizan de tal manera que apenas nos
dejan esperanzas de calma. Allá Sarratea, Rodríguez, Alvear, fuerzan su país a
recibir bandidos en la capital con el nombre de Libertadores; en Chile, los
Carrera y sus secuaces cometen actos semejantes en todo. Freire, Director,
destruye su propio gobierno y constituye la anarquía por incapacidad para
mandar; y por lograrlo, comete con el Congreso violencias extremas…¿Y cuál
es el atentado de que es inocente Guatemala? Se despojan las autoridades
legítimas, se rebelan las provincias contra la capital; se hacen la guerra
hermanos con hermanos (por lo mismo que los españoles les habían ahorrado
ese azote), y la guerra se hace a muerte; las aldeas se baten contra las aldeas;
las ciudades contra las ciudades, reconociendo cada una su gobierno y cada
calle su nación. ¡Todo es sangre, todo espanto en Centro-América!”12
12
Ibídem.
16
absolutismo en Europa y, además, porque en la propia Venezuela habían
persistido hasta fines de 1823 considerables fuerzas realistas que intentaban la
reconquista.”13
13 Augusto Mijares, Bolívar como político y reformador social. En Simón Bolívar, Doctrina del
Libertador, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1976, Pág. XXIV.
14 Simón Bolívar, Obras Completas, Tomo II, Págs. 836 y 837. La Habana, Cuba, 1947.
17
LA MALDICIÓN DE BOLÍVAR
18
infeliz Bolivia cuatro jefes distintos en menos de dos semanas. ¡El Bajo Imperio
sólo presentaría tan monstruosos acontecimientos para oprobio de la
humanidad”. Ni se imaginaba Bolívar que su amado compañero de armas y
afanes, su mano derecha, el Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre,
por quien sentía una amor verdadero, sería asesinado como producto de una
conspiración en Berruecos un mes después. ¿Más prueba del Apocalipsis que
ambos habían contribuido a desatar lanzando esas provincias al fuego
devastador de la guerra en las otrora apacibles colonias españolas?
Mayor razón hubieran tenido sus quejas por los desastres de su guerra si
se hubiera imaginado tan cruento desenlace para el venezolano que más
apreciara. Lo había presagiado en toda su crudeza en el documento terminal que
comentamos: “No hay buena fe en América, ni entre las Naciones. Los trabajos
son papeles; las Constituciones libros; las elecciones combates; la libertad
anarquía; y la vida un tormento.”
19
positivos, de bienes sensibles: en tanto que en el día la ilusión se alimenta de
quimeras; la esperanza, de lo futuro; atormentándose siempre el desengaño
con realidades acerbas.”16
16
Op. Cit., Págs. 280 ss.
17
Zurrón: Morral, bolsa grande de pellejo, cualquier envoltura orgánica que está como
resguardando algo... María Moliner, Diccionario de uso del español, Gredos, Madrid, 1998.
20
conocidas, que podía decirse sin exageración que los negociantes de la
Península, de nueva España y aún los extranjeros, eran feudatarios de la
agricultura y de la industria de Venezuela. Los efectos del consumo territorial,
esto es, los que servían de alimento a la mayor parte de la población, se
hallaban con abundancia y a precios equitativos. El número se aumentaba en
razón de las exportaciones. Los gastos públicos reducidos a sostener un corto
número de militares y empleados civiles salían de las aduanas y rentas
estancadas. Nadie era molestado en disponer de sus propiedades. La libertad
civil era respetada, y protegida la seguridad individual a pesar de los vicios
inherentes a todo gobierno de la especie humana.”
21
identificación de la prosperidad y del orden con el antiguo régimen y de la
miseria y del desorden con la independencia.”18 Si la miseria y el caos de la
república era lo que al final de su vida atormentaban al Libertador, ¿cuáles no
serían las aflicciones del hombre común?
22
la tiranía. Señores, esa teoría es contraria, totalmente contraria a la Historia.
Yo pido que se me cite un ejemplo de una revolución hecha y llevada a cabo
por pueblos esclavos o por pueblos hambrientos. Las revoluciones son
enfermedades de los pueblos ricos: las revoluciones son enfermedades de los
pueblos libres. El mundo antiguo era un mundo en que los esclavos componían
la mayor parte del género humano; citadme cuál revolución fue hecha por esos
esclavos.” Perfectamente consciente de que la revolución independentista no
había sido hecha por pueblos miserables, hambrientos ni esclavizados, continúa
su apasionada arenga poniendo el dedo en la llaga de todas las revoluciones,
como si estuviese refiriéndose a la que iniciara Bolívar treinta años antes en la
América española: “las revoluciones profundas fueron hechas siempre por
opulentísimos aristócratas…el germen de las revoluciones está en los deseos
sobreexcitados de la muchedumbre por los tribunos que la explotan y
benefician. Y seréis como los ricos; ved ahí la fórmula de las revoluciones de
las clases medias contra las clases nobiliarias. Y seréis como los reyes; ved ahí
la fórmula de las revoluciones nobiliarias contra los reyes. Por último, señores,
y seréis a manera de dioses; ved ahí la fórmula de la primera rebelión del
hombre contra Dios. Desde Adán, el primer rebelde, hasta Proudhon, el último
impío, ésa es la fórmula de todas las revoluciones.”21
21
Juan Donoso Cortés, Obras, Tomo II, pp. 193 ss. Biblioteca de Autores Cristianos, pág. 193.
Madrid, 1946.
23
revolución, un magma volcánico caído sobre la América española desde sus
propias entrañas con tal cúmulo de desastres, simplemente no había valido la
pena. La conclusión que extrae el historiador chileno Francisco Antonio Encina
no puede ser más esclarecedora: “El movimiento había sido prematuro; y, si un
milagro lograse afianzar la independencia, sus resultados serían la anarquía y la
guerra civil de los blancos entre sí y de los negros contra los blancos. Se
derramarían torrentes de sangre, se apurarían todos los sufrimientos y miserias,
sin otros resultados que borrar hasta el último vestigio de la labor civilizadora
de España en América.” El pronóstico cumplido de la historia de la guerra civil
venezolana, culminada en el horror de la llamada Guerra Federal o Guerra Larga
(1858-1863).22
24
LA MALDICIÓN DE BOLÍVAR
“Vd. Sabe que yo he mandado 20 años y de ellos no he sacado más que pocos
resultados ciertos: 1º) La América es ingobernable para nosotros, 2º) El que
sirve una revolución ara en el mar. 3º) La única cosa que se puede hacer en
América es emigrar. 4º) Este país caerá infaliblemente en manos de la
multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles,
de todos colores y razas. 5º) Devorados por todos los crímenes y extinguidos
por la ferocidad, los europeos no se dignarán conquistarnos. 6º) Si fuera
posible que una parte volviera al caos primitivo, éste sería el último período
de la América.”24
24Carta a al General Juan José Flores, Jefe de Estado del Ecuador – ya separada de la Gran
Colombia – escrita y fechada en Barranquilla el 9 de noviembre de 1830. En Simón Bolívar,
Doctrina del Libertador, Pág. 323.
25
decirse, vivió y tuvo su asiento en los campos y en los montes, mal dirigida y
peor conducida, llevó a la superficie social y a los más altos puestos públicos
un elemento bárbaro de Venezuela con menosprecio de los liberales más
notables y de saber”. De esta apreciación de Level de Goda ni siquiera se salva
el principal beneficiario de los espantosos desastres de esa guerra, el Ilustre
Americano, Antonio Guzmán Blanco, hijo de Antonio Leocadio, el joven
corresponsal caraqueño de Bolívar desde Popayán, que a los desastres causados
por las guerras de Independencia, la disgregación, el caos y la anarquía, viene a
sumarle el principal atributo republicano de un extremo al otro de la América
republicana, la corrupción generalizada y que en la Venezuela bolivariana de
hoy alcanza ribetes legendarios: “Desde entonces, dicho elemento” – la
barbarie, sociológica y políticamente disfrazada de “pardocracia” – “ha venido
pesando poderosamente en los destinos de la nación; y, dominando, con
grandes influencias en las localidades y hasta en la capital; natural era que el
desgobierno, los desórdenes y la anarquía creciesen con rapidez en todo el
país, como sucedió, a la sombra del Jefe del Gobierno, mariscal Juan C.
Falcón, y de su segundo, consejero íntimo, general Antonio Guzmán Blanco,
quien se esforzaba a fin de que el mariscal no tuviese a su lado hombres de
saber, de administración y de altas condiciones sociales, para no ser rivalizado
en el ánimo de Falcón…En los siete años que gobernó entonces el general A.
Guzmán Blanco, no sólo ejerció la más horrible de las tiranías, sino que
especuló de tal manera con las rentas nacionales, en sus distintos ramos, que
cuando se retiró del país en 1877 había aumentado su fortuna, ya cuantiosa,
con algunos millones de pesos; de tal manera que, en carta escrita y publicada
por él en enero de 1879 y dirigida al general J.M. Aristeiguieta, consignó esta
26
frase: ‘Mi fortuna es poco común en América’. Hizo de Venezuela su
patrimonio y de los venezolanos sus vasallos.”25
25
Ibídem, XXIII.
26 “Uno de los tíos de Carlos Gould había sido Presidente electo de la misma provincia de Sulaco
(llamada a la sazón Estado) en los tiempos de la Federación , y más tarde había muerto fusilado,
de pie junto al muro de una iglesia, por orden del bárbaro general unionista Guzmán Bento.
Era éste el Guzmán Bento que, habiendo llegado a ser después Presidente perpetuo, famoso
por su implacable y cruel tiranía, alcanzó su apoteosis en la leyenda popular de Sulaco…” Joseph
Conrad, Nostromo.
27 John Stape, Las vidas de Joseph Conrad, Lumen, Barcelona, 2007.
27
El mensaje final de Simón Bolívar a la que consideraba su verdadera
Patria, la Gran Colombia, ese balance testamentario de veinte interminables
años de feroces combates, deslumbrantes victorias y amargas decepciones, no
pudo tener tintes más trágicos y desesperados: “¡Colombianos! Mucho habéis
sufrido, y mucho sacrificado sin provecho, por no haber acertado en el camino
de la salud. Os enamorasteis de la libertad, deslumbrados por sus poderosos
atractivos; pero como la libertad es tan peligrosa como la hermosura en las
mujeres, a quienes todos seducen y pretenden, por amor, o por vanidad, no la
habéis conservado inocente y pura como ella descendió del cielo…Todo ha sido
en este período malhadado, sangre, confusión y ruina: sin que os quede otro
recurso que reunir todas vuestras fuerzas morales para constituir un gobierno
que sea bastante fuerte para oprimir la ambición y proteger la libertad. De otro
modo seréis la burla del mundo y vuestra propia víctima.” 28
28
Una Mirada sobre la América Española, Op. Cit., pág. 287.
28
“¡Oigan! ¡Oigan! El grito de la patria los magistrados y los ciudadanos,
las provincias y los ejércitos para que, formando todos un cuerpo impenetrable
a la violencia de los partidos, rodeemos a la representación nacional con la
virtud de la fuerza y las luces de Colombia.”.29 El año que transcurriera desde
esa admonición a la misiva que le dirigiese desde Barranquilla el 9 de
noviembre de 1830 al general J. J. Flores demuestran que si había imperado la
fuerza, las luces habían sido extremadamente escasas. “Los pueblos” – le
escribió sumido en el desánimo pero ahíto de siniestros presagios – “son como
los niños que luego tiran todo aquello por lo que han llorado. Ni Vd. ni yo, ni
nadie sabe la voluntad pública. Mañana se matan unos a otros, se dividen y se
dejan caer en manos de los más fuertes o más feroces…¡Qué hombres! Unos
orgullosos, otros déspotas y no falta quien sea también ladrón; todos
ignorantes, sin capacidad alguna para administrar.” ¿No es una radiografía
anticipada en doscientos años de la situación que hoy vive su patria escarnecida,
como si desde entonces no se hubiera movido una hoja en la tormentosa
Venezuela?
29
Ibídem.
29
conquistarnos. 6º) Si fuera posible que una parte volviera al caos primitivo,
éste sería el último período de la América.”30
30 Op. Cit.
30
LA MALDICIÓN DE BOLÍVAR
31
Op. Cit. Pág. 314.
31
cosas en orden. La capitulación se le hizo a Miranda en julio de 1812,
perentoria. Pero aún más grave que la carencia de preparación para el auto
gobierno y la absoluta incapacidad de gobernanza, era la imposibilidad objetiva
de que las nuevas élites dirigentes pudieran hacerse cargo de la conducción de
sus sociedades, abrumadas por las consecuencias de le empoderamiento a
quienes apenas habían superado el límite del salvajismo tribal: “Los pardos, los
mestizos y la gente de color, ya no eran, como en los primeros días, una masa
inerte. Realistas y patriotas habían intentado a porfía movilizarlos, y
empezaban a reaccionar con fuerza en el sentido que le marcaban su grado de
evolución mental, sus tendencias atávicas y el lugar que ocupaban en el
mosaico social venezolano: el saqueo general y el degüello de los blancos que
ofrecieran resistencia a sus razzias. Al sombrío panorama social, se añadía la
anarquía espiritual que reinaba en el corto grupo de mantuanos y de letrados
que constituían el cerebro y el corazón de la voluntad de independencia. Los
mantuanos del corte de los Toros y los letrados con sangre europea o española,
como Roscio, Sanz, Garrido, etc., querían una republica aristocrática. No los
inspiraba el propósito de conservar sus privilegios ni el de heredar las
facultades del Rey al quedar acéfala la monarquía, como se viene repitiendo
desde las primeras historias, sino porque su sentido común, no enhuerado por
la ideología, ni los principios, se daba cuenta de la incapacidad del pueblo
venezolano para realizar la república de corte americano, que presupone una
población homogénea en el grado de desarrollo mental, de civilización y de
aptitudes políticas, regidas por un alma colectiva.” Quien lo dice, y le sobra
razón, es el historiador chileno Francisco A. Encina en el primer volumen de su
extraordinaria recapitulación en siete volúmenes de los hechos
32
independentistas: Bolívar y la Independencia de la América Española.32 Su
conclusión es lapidaria: “Como consecuencia de la constitución social, la
anarquía ideológica en la clase dirigente y el separatismo, la república de
Venezuela había nacido enclenque y con pocas probabilidades de vida. La
bancarrota financiera y las desastrosas consecuencias de la revolución sobre la
economía nacional, dieron el golpe de gracia a sus débiles probabilidades de
supervivencia…Empero, para explicarse la caída de la primera república de
Venezuela, es necesario recordar, siquiera sea superficial y someramente, una
de sus consecuencias: la desorientación colectiva y el diluvio de insensateces
que caracterizan a la vida política de la primera república.”33 Era la Venezuela
que se entregaba, cautiva, a los brazos cautivadores de un anciano venezolano,
que a fuer de destierro, ya era un extranjero, Francisco de Miranda. ¿Cuál era el
país que le entregaba todos los poderes al veterano de la revolución francesa?
“Nadie se entendía con nadie; provincias, gobiernos, congresos y hombres
tiraban cada uno de su lado, anticipando la imagen de lo que iba a ser la
república modelo. Sonó la hora de la lucha, y el peligro, en lugar de unir,
aumentó la desintegración material y moral. Sólo se produjo acuerdo a la hora
undécima, para esquivar las consecuencias del fracaso, echando sobre los
hombros de Miranda el peso de la situación, reservándose cada provincia, cada
gobernante, cada corporación y cada individuo, el derecho de hacer los que se
le ocurriera. Miranda recibió el fardo, porque no le quedaba otro partido que
tomar y porque su dureza cerebral no le permitía darse cuenta, a primera vista,
33
de la intensidad de la reacción realista, provocada por la anarquía y por el
terremoto.”34
34
Ibídem, Pág.259.
34
obedecer al más ínfimo oficial, o bien que me dé algunos días para
tranquilizarme, recobrar la serenidad que he perdido al perder a Puerto
Cabello…Yo hice mi deber, mi general, y si un soldado me hubiese quedado,
con ese habría combatido al enemigo; si me abandonaron no fue por mi culpa.
Nada me quedó que hacer para contenerlos y comprometerlos a que salvaran
la patria; pero ¡ah! ésta se ha perdido en mis manos.”35 Una disculpa llena de
contradicciones y medias verdades. A juzgar por dos hechos notables que
ponen esas confesiones bajo la luz de muy acervas sospechas: el dramático giro
que le da a su disposición y actitud ante Miranda a quien pretende fusilar pocos
días después. Y el despliegue de aparente sabiduría estratégica sobre el arte de
la guerra que expone en su Manifiesto de Cartagena, cuatro meses después.
¿Cómo puede permitirse dar cátedra de conducción estratégica y dominio del
arte de la guerra un imberbe fracasado, como el que huye de Puerto Cabello?
¿O no era entonces ni tan imberbe ni tan fracasado? ¿Cuánto de verdad y cuánto
de simulación había en su comportamiento ante unas y otras circunstancias? Lo
único cierto es que Bolívar, el héroe, aún estaba en pañales. Pero poseído por
tan demoníaca ambición, que presenciamos su fracaso, su redención y
renacimiento en cuestión de días. Su resurrección como el mayor general que
haya dado a la luz el continente es digno de una leyenda oriental. Desde
entonces, la máxima aspiración de un político venezolano, las más de las veces
incumplida, es que la patria no se pierda en sus manos. Ciento ochenta años
después y en las postrimerías de la democracia conquistada a la caída de la
penúltima dictadura, todos los políticos las unieron para perderla.
35
Simón Bolívar, Obras Completas, La Habana, 1946. Págs. 32, 33.
35
Dos días después vuelve a escribirle para entregarle su informe oficial del
desastre. Ha descendido al grado cero de su carrera heroica. Lo hace en los
mismos términos de insoportable minusvalía existencial, a una cósmica
distancia del orgullo, la fe y la confianza en si mismo con los que desprecia y
conmina a rectificar a quienes se han entregado casi con lujuria al caos, a la
anarquía y el abuso, a la inmoralidad y la concupiscencia con las fuerzas de la
disgregación. Y le dice: “Lleno de una especie de vergüenza me tomo la
confianza de dirigir a Vd. el adjunto parte, apenas en una sombra de lo que
realmente ha sucedido. Mi cabeza, mi corazón no están por nada. Así suplico
a Vd. me permita un intervalo de poquísimos días para ver si logro reponer mi
espíritu en su temple ordinario. Después de haber perdido la última y mejor
plaza del estado, ¿cómo no he de estar alocado, mi general? De gracia no me
obligue Vd. a verle la cara! Yo no soy culpable, pero soy desgraciado y basta.
En cuanto a mí,” - le escribe en su informe a Miranda -, “yo he cumplido con
mi deber; y aunque se ha perdido la plaza de Puerto Cabello, yo soy inculpable
y he salvado mi honor; ojalá no hubiera salvado mi vida y la hubiera dejado
bajo de los escombros de una ciudad que debió ser el último asilo de la libertad
y la gloria de Venezuela.”36 La historia no permite el como si, pero cabe
preguntarse por el destino de nuestra América si se hubiera cumplido su deseo
y hubiera encontrado la muerte, poniendo fin a su breve aparición en los fastos
que lo llevaron a la posteridad. ¿Se hubiera evitado la tragedia que aún nos
abruma?
36
Ibídem, 33, 34.
36
diciembre de 1810 a cumplir su via crucis, la noche del 30 al 31 de julio de
1812, y ya embarcado su equipaje, Miranda desaprovechó la ocasión de dar
inicio a su retirada en cuanto hubo llegado a La Guaira decidiendo alojarse en
la Casa de la Aduana atendiendo a la invitación y hospitalidad del gobernador
Casas. No estaba huyendo, se retiraba del campo de batalla tras una aplastante
derrota. De la que Bolívar, como se lo ha comentado, se siente culpable. Una
prueba indubitable de que confiaba en la justeza de su proceder y la nobleza de
su comportamiento. Fue su perdición. El dolorido coronel que poco antes se
postrara a sus pies reclamando el perdón por su grave responsabilidad en la
pérdida del más importante bastión que le restaba a la República, lo apresa en
medio de la noche, asaltando su morada a las 3 de la madrugada, insta a su
fusilamiento sumario, como lo confiesa expresamente, y, salvado el
Generalísimo por la piedad de los compañeros de Bolívar, lo entrega en un acto
de vil traición a las victoriosas fuerzas españolas. Esa entrega marcó el fin de la
Patria Boba, el dilatado encierro de Miranda y su muerte en La Carraca.
Permitiéndole al joven y abrumado Simón Antonio salvar su vida, obtener un
pasaporte de las autoridades españolas y embarcarse para salir de Venezuela al
extranjero y comenzar la segunda parte de su vida. La más honrosa. Jamás se
refirió al hecho, él, un hombre que dejara uno de los más cuantiosos legados de
escritos, proclamas y documentos de la más variada índole. ¿Qué lo indujo a
cometer un acto de tal vileza, y ocultar las razones? La respuesta de Miranda da
acabada cuenta del lado del que estaba, en esa trágica circunstancia, la grandeza:
“Mi querido Bolívar: Por su oficio del 1 del corriente me he impuesto del
extraordinario suceso ocurrido en el castillo de San Felipe. Esto hace conocer
a los hombres. Espero con ansia nuevo aviso de Usted, y mañana le escribiré
con más extensión.” Una lección de caballerosidad. Pero al mismo tiempo una
confesión del equívoco papel que había asumido en donde, dicho con todo el
37
rigor de la verdad, no correspondía: ya era un extranjero, ajeno a los usos y
costumbres de un pueblo que repudió desde siempre su manera de ser, ignorante
del estilo de relaciones que existían entre las clases, castas y razas de Venezuela:
intransigente, distante, orgulloso, incluso colmado de un complejo de
superioridad que no se avenía con el estilo casi bárbaro, desconsiderado e
irrespetuoso, desenfadado y levantisco de un pueblo alejado de toda disciplina.
37Estudios sobre el “Bolívar” de Madariaga, Víctor Andrés Belaunde, Justo Pastor Benítez,
Francisco Cuevas Cancino, Ricardo Donoso, Julio Fausto Fernández y Gabriel Porras Troconis.
Caracas, 1967.
38
su alma completa y guiar sus energías maestras hacia la victoria de la causa
que iba a ser suya hasta la muerte: la gloria de Simón Bolívar.”38 Explicación
más honrosa y respetuosa, imposible.
38 Salvador de Madariaga, Bolívar, Tomo I, Págs. 358 y 359. Editorial Hermes, México, 1951.
39
“más lúgubre y sensible” de que hubiera memoria en el “Continente
colombiano”. La catástrofe acabó de decidir la opinión pública – como lo dice
Heredia – contra el sistema de la independencia, ya odioso por el papel moneda
y sus extorsiones. Luego, aprovechando el terremoto, la invasión coriana, la
pérdida del país hasta Valencia. Por último, la sublevación de los negros de
Barlovento que cometieron ‘los más horribles asesinatos’ y amenazaron a
Caracas. Fue en virtud de estas circunstancias que el generalísimo se decidió a
echar sobre sus espaldas la responsabilidad de solicitar una capitulación que
‘reconciliase a los americanos y europeos, para que en lo sucesivo formasen una
sola familia y un solo interés’ y que evitase ‘una guerra civil y desoladora’.
Miranda no se defiende de haber pactado: continúa creyendo que el tratado era
‘benéfico al bien general’ y que inauguraría una ‘época interesante en la historia
venezolana’, abriendo a los españoles de ultramar empeñados en la lucha contra
Napoleón ‘un asilo seguro y permanente’. Mucho tiempo después, José Félix
Blanco creía darnos el juicio de la historia con las siguientes palabras:
‘Capitulación honrosa que al no haberse violado por el cruel Monteverde, habría
sido conveniente y fructífera para el bien público’. ¿Cómo correspondió
Monteverde a esta ‘saludable idea (que) fue aprobada por todos los principales
vecinos’ de Caracas? Con la violación escandalosa de sus promesas, con
atropellos, robos y prisiones que, en La Guaira, recordaron a la antigua víctima
del Terror las escenas que veinte años antes presenciara en Francia.”39
39
Caracciolo Parra Pérez, Historia de la primera República de Venezuela, Pág. 574. Biblioteca
Ayacucho, Caracas, 1992.
40
Monteverde escribía a la Audiencia de Caracas: ‘En medio de este tropel de
sucesos harto públicos, se promulga en Caracas la sabia y liberal constitución
que las Cortes generales sancionaron el 19 de marzo del año último;
monumento tanto más glorioso y honorífico para los dignos representantes que
lo dictaron…Creían los venezolanos como que él iba a ser el iris de la paz, el
áncora de la libertad, y el primero, pero más importante que jamás había dado
la metrópoli en beneficio del continente americano. Creían los venezolanos que
al abrigo y protección de este precioso escudo, todo terminaría; que las
prisiones se relajarían, que se restablecería el sosiego y la mutua confianza, y
que un nuevo orden de cosas, un sistema tan franco y liberal, aseguraría
perfectamente sus vidas y sus propiedades.’ Esto escribía Miranda desde las
bóvedas de la Guaira en marzo de 1813. Cuando más tarde le visitó en Puerto
Rico Level de Goda, todavía le duraba el ensueño. La prisión de Miranda fue
una monstruosidad jurídica por parte de Monteverde. A partir del día en que
Bolívar y Monteverde comparten la infamia de prenderlo, Miranda pasó de
cárcel en cárcel, de las bóvedas de La Guaira a Puerto Rico, y de Puerto Rico a
Cádiz hasta su muerte ( 14 julio 1816). Habida cuenta de la época, no se le trató
mal; pero el mero hecho de que no se le dejara en libertad fue en sí un crimen
cuya responsabilidad recae sobre Fernando VII; aunque no es seguro que no le
corresponda también parte a la Regencia, cuyos poderes duraron bastante para
haber salvado a Miranda de las garras del Rey indigno. Alguna vez, cuenta uno
de sus compañeros de cárcel, paseándose por un pequeño recinto, se detenía y
tomando en la mano una de las cadenas que enlazaban con los pilares del patio,
exclamaba con amargura: ‘Cuando pienso que el primer eslabón de esta cadena
ha sido forjada por mis propios paisano…’40 La había forjado el hijo de quien
40
Ibídem, 338, 339.
41
le había impedido a su padre vestir el uniforme de las tropas de la Reina por
carecer de las debidas purezas de sangre. Trágica coincidencia.
42
dominando ellos y nosotros haciendo los gastos como propietarios, obligados a
mantener productiva la finca”. 41
41
Citado por Francisco A. Encina, Op. Cit., Tomo 1I, Pág. 289.
43
LA MALDICIÓN DE BOLÍVAR
44
expediciones punitivas y él no hubiera disfrutado hasta hace pocos años de los
salones de la realeza en Madrid y el afecto de la corte, su padre no hubiera hecho
acopio de discriminación y racismo contra quienes, como el padre de Francisco
de Miranda, carecían de sus títulos de nobleza. Y no hubiera pertenecido a esa
casta que comenzaba a gozar del progreso material de la provincia, tal como
debe reconocerlo con dolor cuando ya es demasiado tarde para echar pie atrás.42
42 “Elapellido de Bolíbar (ortografía vasca) , según unos significa pradera de molino, y según
otra autoridad , ribera (arroyuelo) de molino. Refieren las antiguas crónicas del señorío de
Vizcaya, que en el valle de Ondarroa existía desde tiempo inmemorial una casa-torre con
molino, que era el solar del noble linaje de los Bolíbar, señores de aquellas tierras. En 968
fundaron una iglesia dedicada a Santo Tomás Apóstol, en cambio del derecho de cobrar los
diezmos y de ejercer el patronato perpetuo.” Francisco A. Encina, Bolívar y la Independencia
de la América Española, Tomo II, pág. 298.
43
Obras Completas, Tomo I, Págs. 152,153.
45
colonizadora española. A la que él viene a vengar, como si perteneciera a la
tribu de Tamanaco.
44
Memoires du General Morillo, Paris, 1826.
46
David Noble Cook Born to Die. Disease and New World Conquest, 1492-1650,
que tal crueldad no pudo ser la causa de la catástrofe demográfica que asoló la
población nativa, dada la escasez de población europea: “Y sin embargo, la
crueldad infligida a los habitantes del Nuevo Mundo fue responsable de sólo
una pequeña parte del desastre subsiguiente. Nunca hubo suficientes españoles
en América para matar al enorme número de nativos que perecieron. Sin
ninguna duda, el motivo principal del catastrófico descenso en la población de
las Américas fueron las enfermedades infecciosas llevadas por los europeos.
Los nativos del mundo atlántico no se libraron de enfermedades ni de
epidemias. Y la invasión europea acarreó nuevas y crueles formas de morir.
Las bacterias que portaban los españoles sacudieron la región caribeña tan
pronto como desembarcó y alcanzaron el continente incluso antes que Cortés.
La primera gran epidemia (de viruela) se produjo en La Española, a finales de
1518, alcanzó México en 1520 y, al parecer, se extendió por América del
Norte y probablemente también por el imperio incaico. [...] El impacto directo
de las enfermedades fue devastador y así lo registraron los indios en sus
crónicas. Hubo otras causas de mortandad masiva, pero todas fueron
indirectas o con efectos a largo plazo. [...]La llegada del europeo, aparte de
las brutalidades que pudiera cometer más tarde, parece haber tenido
únicamente un pequeño papel en la epopeya de un desastre de proporciones
cósmicas. [...] El número total de personas afectadas nunca podrá calcularse
con fiabilidad, pero no es exagerado sugerir que, entre los pueblos indígenas
del Nuevo Mundo, más de un noventa por ciento de las muertes fueron causadas
por enfermedades contagiosas más que por crueldad. Kamen, H., ibid., pg. 154-
156
47
ellos el Royal Society Prize for Science Books), estima el impacto de las
enfermedades introducidas por los europeos en un 95% de la población: “La
viruela, el sarampión, la gripe, el tifus, la peste bubónica y otras enfermedades
infecciosas endémicas en Europa tuvieron un papel decisivo en las conquistas
europeas, al diezmar a muchos pueblos en otros continentes. Por ejemplo, una
epidemia de viruela devastó a los aztecas tras el fracaso del primer ataque
español en 1520 y mató a Cuitláhuac, el emperador azteca que sucedió
brevemente a Moctezuma. A lo largo de América, las enfermedades
introducidas por los europeos se extendieron de tribu a tribu mucho antes de la
llegada de los propios europeos, matando a un porcentaje estimado del 95% de
la población nativa americana existente a la llegada de Colón.” Jared
Diamond, Guns, germs and steel - A Short History of Everybody for the Last
13,000 Years, Págs. 77-78
“La viruela cruzó por primera vez (...) a finales de 1518 o comienzo del
1519, y durante los cuatro siglos siguientes desempeñaría un papel tan esencial
en el avance del imperialismo blanco en ultramar como la pólvora. Quizás un
papel más importante, porque los indígenas hicieron que los mosquetes y
después los rifles, se volvieran contra los intrusos, pero la viruela luchó muy
raramente del lado de los indígenas. Normalmente los intrusos eran inmunes a
ella así como a otras enfermedades infantiles del Viejo Mundo, la mayoría de
48
las cuales eran nuevas a otro lado de los océanos.” Alfred Crosby,
"Imperialismo Ecológico: la expansión biológica de Europa, 900-1900".
“No estoy seguro que el término (genocidio) sea el más adecuado, aunque
no hay ninguna duda de la magnitud de la mortandad entre los pueblos indígenas
americanos, que siguieron a la invasión y conquista europea. Las razones son
muy variadas: seguramente desde el punto de vista cuantitativo lo peor fueron
las enfermedades, pero estuvieron potenciadas por la explotación, las
hambrunas, la separación de las familias por los sistemas de trabajo forzado.”
49
fiebre entérica – cocoliztil o pestilencia - habrían fallecido a partir de 1545 15
millones de aztecas, el 85% de la población estimada. Y ello sucedió ocho años
después que fallecieran otros 8 millones por causa de la viruela. Es evidente que
si bien la espantosa mortandad que sufrieran las poblaciones indígenas luego de
la llegada de los españoles a América se debió a las enfermedades desconocidas
que transmitieran a una población carente absolutamente de los debidos
anticuerpos. Achacar esos millones de muertes al asesinato por mano
conquistadora es un hecho insostenible.
50
hasta entonces desconocida en los anales de las guerras civiles.” 45 “La natural
ferocidad del carácter español se ha ejercitado, de tan diversos modos, en todas
las provincias de la América del Sur asoladas por sus hostilidades, que no
acabaría nunca el relato de hechos de igual naturaleza a los ya mencionados.
En una palabra, pocos son los españoles de América, ya sean jefes, subalternos,
soldados o civiles que no igualen o puedan compararse a Calleja, Antoñanzas,
Zuasola, Rosete, y Boves.”46
Del general Miranda y el ominoso suceso que terminara con sus huesos
en La Carrara y su muerte en 14 de julio de 1816, aprehendido y entregado a
45
Ibídem, 154.
46
Ibídem, 155.
47
Ibid.
51
Monteverde por el propio Bolívar, ya hemos dado cuenta. Los sucesos
ocurrieron tres años antes. Y fueron acompañados de la aprehensión de Cortés
de Madariaga y los otros patriotas cercanos a Miranda en las mismas horas y en
torno a las mismas circunstancias. “Presento a V.A esos ocho monstruos, origen
y primera raíz de todos los males y novedades de la América” – escribe en su
oficio de entrega a la corona de los ocho patriotas aprehendidos y encarcelados
por Domingo Monteverde, los mismos “que han horrorizado al mundo entero;
que se avergüencen y confundan delante de la majestad y que sufran la pena de
sus delitos…” Los monstruos eran Juan Germán Roscio, Juan Pablo Ayala,
Juan Paz del Castillo, José Mires, Manuel Ruiz, José Barona, Francisco Isnardi
y José Joaquín Cortés de Madariaga. Los horrores, por lo visto, serían
acreditados de una y otra parte al bando contrario. En cuanto a Cortés de
Madariaga dejaría de serle a Bolívar un venerable canónigo al cabo de algunos
meses, para convertirse en un loco, al que había que negarle el pan y el agua,
cerrarle las puertas de Venezuela y echarlo a morir en las costas de Río Hacha
en cuanto manifestó la osadía de intentar una salida para la grave crisis de
excepción que vivía Venezuela, independizada de España pero carente de un
Estado consolidado y aún sin el debido reconocimiento y legitimación por parte
de los poderes internacionales. Precisamente aquella que buscaran Bolívar y
López Méndez, acompañados por Andrés Bello, en Londres en 1810, sin ningún
éxito. Quiso el canónigo, siguiendo un súbito afán de poder, presidir ese
gobierno republicano y federal de transición, si cabe el término, que, según él,
le reclamaban algunos amigos desde Los Estados Unidos, y en el que, a pesar
de involucrar al mismo Bolívar en rol el más destacado, ya en Angostura a la
espera de terminar por asumir la comandancia de todas las fuerzas rebeldes para
el embate final, apostaba, fiel a las propuestas de Miranda, acompañado del
liderato oriental que no se sometía aún al liderazgo de Bolívar y mediante la
52
labor de una suerte de asamblea nacional constituyente convocada bajo la forma
del llamado Congreso de Cariaco, por dos aspectos que herían mortalmente las
pretensiones de Bolívar: constituir una república estrictamente civil, civilista y
federativa, sin participación ni control del militarismo que ya despuntaba en
Bolívar, y obedeciendo los criterios de una fórmula parlamentarista de corte
anglosajón. Ni estatismo centralizador, ni militares ni jacobinismo. Vale decir:
la Venezuela que rechazaba Bolívar, que la quiso y la tuvo bonapartista,
militarista, jacobina, estatista y guerrera.
53
“Mi querido Martin:
He recibido una carta tuya muy atrasada, de mayo, y con ella una proclama;
aunque me parece muy buena, no es conveniente; te diré de ella lo que dijo
Sócrates a un amigo suyo que le presentó una bella defensa para que se salvase
de la persecución de sus enemigos. Le respondió, digo, está muy buena pero no
me conviene, porque un par de zapatos, aunque estén bien acabados, no sirven
a todos los pies. El canónigo restableció el gobierno que tú deseas y ha durado
tanto como casabe en caldo caliente. Nadie lo ha atacado y él se ha disuelto
por él mismo. En Margarita lo desobedecieron; y en Carúpano lo quisieron
prender; a bordo lo quisieron poner en un cañón, se entiende para llevar
azotes; aquí ha llegado, y aún no le he visto la cara porque los individuos se
dispersaron, no de miedo sino de vergüenza de que los muchachos lo silbasen.
Yo he usado de la moderación de no haber escrito ni una palabra, ni de haber
dicho nada contra el tal gobierno federal y, sin embargo, no ha podido
sostenerse contra todo el influjo de la opinión. Aquí no manda el que quiere
sino el que puede.”
54
que en todos tiempos y circunstancias en que llegue a presentarse a algunos de
nuestros puertos, no tendrá otro objeto que repetir sus sediciones, me obligan
a prevenir a Ud. que, en el momento mismo que se sepa que el canónigo José
Cortés Madariaga ha arribado a cualquiera de los puertos o pueblos de esta
provincia, o haga Ud. asegurar y conservándole privado de comunicación, me
dé parte, sin pérdida de tiempo, para comunicarle el modo con que debe ser
tratado y remitido a la capital para ser juzgado. Dios guarde a Ud. muchos
años. Simón Bolívar.”
55
LA MALDICIÓN DE BOLÍVAR
49
Juan Donoso Cortés, Obras Completas, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1946, Pág.
189.
56
política interior o exterior, al ex senador Cincinato,50 retirado de sus
ocupaciones publicas para ocuparse en sus labores de labranza. Mucho más aún
si se trata de darle consistencia legal y densidad orgánica a una sociedad recién
independizada políticamente, sin ninguna tradición republicana y democrática,
aun en pañales. Que ya asomaba sus abismos. Ante los nubarrones que se le
presentan a su utopía emancipadora cuenta con una inmensa, una cesariana
confianza en sí mismo: ante los desacuerdos de los partidos “no habría ninguna
esperanza de acuerdo pacífico si yo no me presentara allí. Afortunadamente yo
soy el punto a donde vienen a reunirse todos los partidos, todos los intereses y
todos los deseos por opuestos que sean entre sí. Esta confianza me hace el
árbitro y el componente de sus diferencias…De todos los puntos de la
República he recibido invitaciones para ir a serenar la tempestad que los
amenaza, poniendo todos sus destinos y su suerte en mis manos.” La tempestad
no amainaría y su mera voluntad ya no sería suficiente como para encauzar los
desbordes sociales. La llamada Cosiata vendría a desmentirlo de manera
trágica. Y a frustrar para siempre sus utópicas esperanzas. Sus empeños –
obtener la independencia política de las provincias americanas respecto de la
corona española – se habían logrado. Ahora comenzaba el caos, la disolución,
la anarquía. Y su muerte. Desatados los demonios no habría dictadura capaz de
volver a la paz colonial, convertida en la utopía a contramano.
50 Lucio Quincio Cincinato, (519 a. C.-439 a. C.), patricio, cónsul, general y posteriormente
dictador romano durante un breve periodo por orden del senado.
57
de “reforma” por el general José Antonio Páez y la pardocracia oligárquica
venezolana, y de “Cosiata”, por el habla popular, decidida a conquistar su
autonomía al precio de una guerra civil. “Esta magistratura” – prosigue
aclarando su concepto de dictadura –“es republicana; ha salvado a Roma, a
Colombia y al Perú.” Para de seguidas expresar lo que siente verdaderamente
del parlamentarismo, su antípoda: “Supongamos que un congreso se reuniera
en enero ¿qué haría? Nada más que agriar los partidos existentes, porque a
nadie satisfaría y porque cada uno traería sus pasiones y sus ideas.” Para
termina expresando sin melindres lo que verdaderamente piensa del
parlamentarismo: “Jamás un Congreso ha salvado a una República.” Piensa
entonces seguramente en el Congreso de Cariaco, que en su momento habrá
representado para él todo lo que le provocaba animadversión, propiciado por el
presbítero chileno Cortés de Madariaga y el procerato oriental, entre quienes se
encontraba Mariño, uno de los promotores de la llamada Cosiata, “esa carrera
indecente propiciada por Páez”. Pero ya en su Manifiesto de Cartagena del 15
de diciembre de 1812, 14 años antes, la ha culpado de todos los desastres que
dieran al traste con la primera República: “Los códigos que consultaban
nuestros magistrados no eran los que podían enseñarles la ciencia práctica de
Gobierno, sino los que han formado ciertos buenos visionarios que,
imaginándose repúblicas aéreas, han procurado alcanzar la perfección
política, presuponiendo la perfectibilidad del linaje humano. Por manera que
tuvimos filósofos por jefes, filantropía por legislación, dialéctica por táctica, y
sofistas por soldados. Con semejante subversión de principios y de cosas, el
orden social se sintió extremadamente conmovido, y desde luego corrió el
Estado a pasos agigantados a una disolución universal, que bien pronto se vio
realizada.” Ni una sola mención a su derrota de Puerto Cabello y su escandaloso
fracaso militar. Es de esa naturaleza autocrática y dictatorial, en cambio, el
58
mandato que se le concede, con los brazos abiertos, en las provincias del Sur,
en Quito y en Guayaquil, en donde, además de aceptarse su propuesta
constitucional – mezcla de monarquía y dictadura, de democracia plebiscitaria
y poderes hereditarios – se le otorga el mandato presidencial. Lo que, de hecho,
lo colma de satisfacción, como no se cansa de reiterarlo en la correspondencia
que mantiene con los protagonistas de la crisis terminal del sueño
grancolombiano.
59
preparativos bélicos, de rechazo frontal al Libertador que debe regresar a la
carrera a poner las cosas en orden en Caracas. Si bien Bolívar retarda su llegada
durante algunos meses para enfrentar la situación en condiciones más
favorables. “Entre tanto continúa en todo su encono el partido de Páez contra
el gobierno” – le escribe al general Andrés de Santa Cruz, el 5 de noviembre de
1826 -, “sin que en este laberinto de intereses y pasiones se entiendan unos con
otros, ni sepa yo aun a que decidirme. En la duda la sabiduría aconseja la
inacción, y éste es el partido que he seguido desde que pisé a Colombia; esta
resolución me da la ventaja de poder obrar después con más acierto y conocer
con más exactitud los intereses de esta querida patria que dejé joven, pero sana
y robusta, y encuentro ahora flaca y llena de males. En este lamentable estado
yo no se qué hacer y en la alternativa en que me encuentro el pueblo será mi
guía.” Dictadura o nada. “¿Qué haría yo en medio de ese caos? Mi única
resolución es pasar a Venezuela a terminar aquella disidencia y a preguntarle
al pueblo lo que desea; lo mismo haré con toda la república, si toda ella me
proclama dictador; y si no lo hace no admito mando ninguno, pues tengo
demasiado buen tacto para dejarme atrapar por esos imbéciles facciosos que
se llaman liberales.”
60
república. Pero se va haciendo carne en él la decisión de apartarse
definitivamente del poder. Le ha escrito el mismo 8 de agosto de 1826, a la
contraparte del conflicto, el general Santander: “No creo que se salve Colombia
con la constitución boliviana” – su postrer e inútil recurso –“ni con la
federación ni con el imperio. Yo estoy mirando venir el África a apoderarse de
la América y todas las legiones infernales establecerse en nuestro país…las
costas van a dar la ley a esas pobres provincias de la sierra que no merecen
ser víctimas de esas hordas africanas…pero lo serán. Mis temores son los
presagios del destino; los oráculos de la fatalidad.”
61
Puestas las cartas de la rebelión sobre la mesa, Bolívar no tendrá más
remedio que ceder y dar por finiquitado su proyecto histórico. Incluso renunciar
a la idea de la dictadura, su mejor carta, de la que le ha dicho a Santander el 19
de septiembre que “en esta confusión la dictadura lo compone todo porque
tomaremos tiempo para preparar la opinión para la gran reforma de la
convención del año 31, y en tanto calmamos los partidos de los extremos. Con
las leyes constitucionales no podemos hacer más en el negocio de Páez que
castigar la rebelión: pero estando yo autorizado por la nación lo podré todo.”
Las hazañas de Bolívar han llegado a su fin. No sin razón, Carlos Pereyra,
afirma que “Bolívar no es un general; es Sísifo”: “Casi todos los panegíricos de
Bolívar exaltan, en un sentido con razón, lo que constituye precisamente la
causa de la esterilización de su genio en los resultados de la obra. Bolívar, se
dice, fueun guerrero que dio cerca de quinientas acciones de armas,
directamente por medio de sus capitanes: que peleó catorce años; que subía y
bajaba los Andes para nuevas conquistas y para reconquistar lo perdido; que
con legiones de sombras hacía una epopeya; que después de perdida una
campaña y de verse agobiado por una dolencia mortal, hablaba de
vencer…Todo esto, en su conjunto, es trágico, y alguien ha dicho, con mucha
razón, que aquel hombre estaba condenado a hacer ladrillos sin paja. Los
catorce años de lucha son, por lo menos, doce de lucha estéril, - enérgica,
continua, genial, pero estéril -; porque el territorio que ayer se ha ganado
mañana se pierde, y porque todo avance hacia el enemigo está compensado por
la anarquía que viene a la retaguardia. En tales condiciones, Bolívar no es un
general; es Sísifo”. 51
51
Op. Cit. Pág. 11.
62
Ya ni siquiera la dictadura le era posible: las cosas se le habían ido de las
manos. En Venezuela y en el resto de América Latina. La Independencia de
España, esa y solo esa había sido su obra. La construcción de las repúblicas
quedaba entregada al arbitrio de las circunstancias, que como lo reconociera
después, no eran halagüeñas. Estaba a punto de sufrir la primera y definitiva
gran derrota política, de la que no se recuperaría jamás. Y para su inmensa
desgracia se la infieren sus propios ejércitos en su propio país. Quien se
enfrentaba a Bolívar era un hombre que si bien no disponía de un liderazgo
ornado de los ribetes heroicos y míticos que ya acompañan a Bolívar,
proclamado como el rey sin corona de unas repúblicas tambaleantes, dispone
de tanta o mayor popularidad como para hacerle el pulso. Cuenta Ker Porter que
el intendente de la provincia, Cristóbal Mendoza, al darle cuenta del acto del
Cabildo en que se respaldara la decisión de Páez de negarse a presentarse en
Bogotá para ser enjuiciado por el senado y le delegara el mando a Páez, no
hacía más que reconocer un hecho palmario: la entrega del mando a Páez se
debía “no sólo al noble carácter del hombre, sino el hecho de que su
popularidad e influencia sobre el pueblo de la provincia eran tan grandes, que
sólo él era capaz de mantener el orden en la población y, por su autoridad,
evitar ultrajes de las tropas u otras gentes mal dispuestas. Y agregó que sin
duda alguna, si Páez hubiera persistido en ir a Bogotá después de renunciar a
su mando, la mayor anarquía y el pillaje hubieran sido la consecuencia en toda
Venezuela.”52
52
Ker Porter, op.cit. Pág. 97.
63
1810 y legitimada con la Constitución de 1821 ha echado a andar y ha
demostrado tropezar en las ruedas de su propio engranaje pues está dirigida, son
sus palabras, por “pigmeos”: “Yo, por servir a la patria, debiera destruir el
magnífico edificio de las leyes y el romance ideal de nuestra utopía. Colombia
no puede hacer otra cosa, fallida como está, sino disolver la sociedad con que
ha engañado al mundo, y darse por insolvente. Sí señor, éste es el estado de las
cosas, y a mi despecho tengo que conocerlo y decirlo”. La Gran Colombia ha
pasado en pocos años de la utopía al engaño: es una estafa. “En una palabra,
mi querido general, cada día me confirmo más en que la república está disuelta,
y que nosotros debemos volver al pueblo su soberanía primitiva, para que él se
reforme como quiera y se dañe a su gusto. El mal será irremediable, pero no
será nuestro, será de los principios, será de los legisladores, será de los
filósofos, será del pueblo mismo; no será de nuestras espadas. He combatido
por dar la libertad a Colombia; la he reunido para que se defendiese con más
fuerza; ahora no quiero que me inculpe y me vitupere por las leyes que le han
dado contra su voluntad: este será mi código, mi antorcha; así lo he dicho a
todo el pueblo del Sur, y así lo diré a todo Colombia. He combatido las leyes
de España, y no combatiré por leyes tan perniciosas como las otras y más
absurdas por ser espontáneas, sin necesidad siquiera de que fueran dañosas
como las de una metrópoli. Un congreso de animales habría sido, como el de
Casti, más sabio.” Son las palabras finales con las que establece un hiato
insuperable entre “los doctores, los filósofos, los legisladores, los liberales
imbéciles y los tontos execrables”, culpables según él de todos los males, y los
hombres de espada, el honor y la gloria. La más temible y hasta hoy insuperable
maldición de Bolívar: el militarismo.
64
El balance final de la utopía fracturada no podía ser más trágico.
Anticipaba para Venezuela y Colombia la visión apocalíptica, consumada ya y
expresada dos años después en Una visión de la América Española para toda
la región, sin excepción alguna: “Querido general” – le confiesa a Santander lo
que le oculta a Páez, el indecente de La Cosiata, a quien sin duda no considera
merecedor de confesiones íntimas, “perdone usted mis desahogos, pues no los
puedo soportar y rebosan en mi pecho. Los intrigantes han destruido la patria
del heroísmo, y tan solo nosotros sufriremos, porque hemos estado a la cabeza
de estos execrables tontos.” La maldición, como un boomerang, le daba en el
rostro.
65
Fueron sus últimas palabras, al borde del sepulcro, escritas el 9 de
noviembre de 1830, a escasos 28 días de su muerte. Su última proclama, escrita
en San Pedro Alejandrino, la redacto el 10 de diciembre. Su último deseo: que
cesaran los partidos. No cesaron. Regresaba al vientre de la ballena.
66
LA MALDICIÓN DE BOLÍVAR
Toda historia es, al presente y respecto del futuro, inédita, pero toda
historia está encadenada a su pasado. Debe cumplirse y agotarse en el pie
forzado de sus orígenes y cargar, como también lo señalara Alexis de
Tocqueville, con un pecado original. Que la persigue, acecha, y vuelve a
asaltarla como un mal endémico. Insuperable. Es multifacética, prismática,
susceptible de distintas y a veces divergentes interpretaciones. Es más: la
historia, que creemos resuelta, muchos olvidaron y las inmensas mayorías
desconocen, sólo es comprensible y su comprensión puede sernos de verdadera
y auténtica utilidad desde el más inmediato presente. Que es cuando, por lo
menos provisoriamente, se desentrañan sus últimos efectos.
Basta leer los textos acerca del Libertador, nuestra Némesis, para
comprender el estado en que se encontraba la sociedad venezolana al momento
de requerir el testimonio de sus obras, pensamientos y acciones: si se lo hizo en
un momento de apaciguamiento de sus desafueros, calmadas sus entrañas y
enrumbada hacia un futuro cercano y promisorio, relucen los delirios
bolivarianos bajo un tamiz de indulgencias y a la luz de la mejor buena voluntad,
como lo hiciera Augusto Mijares en plena democracia liberal. O si, como nos
sucede al presente, quisiéramos auxiliarnos en su conocimiento acuciados por
los últimos coletazos autocráticos y dictatoriales de esos mismos delirios, esa
historia refracta y nos abre a una dimensión desconocida. Desafueros y
coletazos provocados no sólo por la aviesa mala interpretación respecto de la
que prevenía al joven Antonio Leocadio Guzmán, sino por los siniestros efectos
67
causados por la aún pendiente metabolización de su influencia formadora o
deformadora. El mismo Mijares apuesta a la influencia social revolucionaria del
Libertador, que considera todavía pendiente y perfectamente actuante, cuando
espera que su ejemplo sirva a la emancipación de las masas oprimidas, sin
siquiera imaginar que esa apuesta terminaría por provocar el mayor desastre de
la historia venezolana.
68
¿Le mentía Bolívar, el joven coronel que no había disparado un tiro, a
Miranda, el anciano combatiente de cien batallas? ¿Debemos creer en su
atribulada confesión de minusvalía y su promesa de enmienda? ¿O debemos, en
vista de los hechos inmediatamente posteriores que la desmienten aviesamente,
suponer que prefirió salvar su vida y dejar perder Puerto Cabello para precipitar
la pérdida de la Patria Boba? ¿Apostó desde siempre a su propio y único
liderazgo, preparando maquiavélicamente su huida a la Nueva Granada y
comenzar desde otras bases y bajo mejor fortuna la reconquista de Venezuela?
¿O fue un genio sobrehumano capaz de aprender en cuatro meses las intríngulis
del arte de la guerra, sacarse de encima una adversidad monumental, limpiar el
terreno de competidores y hacerse a la conquista del liderazgo del inevitable
enfrentamiento, en perfecto conocimiento de los espantos de la guerra a muerte,
los combates que enfrentaría, las luchas desesperadas que libraría para hacerse
con el control de la situación y el colosal esfuerzo que debería acometer para
lograr el imperio que perseguía?
¿Quién era, quién fue, quién llegaría a ser Simón Bolívar? ¿Cuál era el
vínculo existencial, político y espiritual que lo unía al Generalísimo? Que
existía un entendimiento de fondo sobre los peligros que acechaban a la Patria
Boba, no quedan dudas. El desencuentro tuvo que ver, antes bien, con la manera
de enfrentársele: Miranda, anclado en el pasado y pretendiendo salvar lo aún
salvable, Bolívar, apostando con su ímpetu juvenil y prometeico al porvenir.
Así lo ve Indalecio Liévano Aguirre: “Por desgracia para el joven caraqueño,
en el ámbito de este desacuerdo se revelaron también las desavenencias que no
tardarían en distanciarlo de Miranda. Porque ante la catástrofe que ambos
pretendían cercana, Bolívar reaccionaba lanzándose con entusiasmo a la
lucha, buscando el camino que le permitiera poner su energía y su juventud al
69
servicio de la República y Miranda, dominado por sombrío pesimismo, sólo
captaba con lucidez la desorganización del gobierno, la indisciplina de las
fuerzas armadas, la falta de conocimientos técnicos en los oficiales del ejército
y allá en el fondo de su alma se arrepentía de haber dejado a Londres para
ponerse al frente de esta revolución, que a quien había conocido la Francia
jacobina y la Francia napoleónica, no podía menos que parecerle ridícula
mascarada.”53 Ridícula, hasta entonces, sin la menor duda. Trágica y sangrienta
muy pronto, sin ninguna otra esperanza.
Mi general:
Un oficial indigno del nombre venezolano se ha apoderado, con los
prisioneros del Castillo de San Felipe, y está haciendo actualmente un fuego
terrible sobre la ciudad. Si V.E. no ataca inmediatamente al enemigo por la
retaguardia, esta plaza es perdida. Yo la mantendré entre tanto todo lo posible.
Simón Bolívar.
53
Indalecio Liévano Aguirre, Bolívar, Caracas, 1974. Pág. 80.
54 Simón Bolívar, Obras Completas, Tomo I, págs. 32 ss.
70
SEÑOR GENERAL FRANCISCO MIRANDA.
Mi general:
Después de haber agotado todos mis esfuerzos físicos y morales ¿con qué
valor me atreveré a tomar la pluma para escribir a Vd. Habiéndose perdido en
mis manos la plaza de Puerto Cabello? Mi corazón se halla destrozado con este
golpe aún más que el de la provincia. Esta tiene la esperanza de ver renacer de
en medio de los restos que nos quedan, su salud y libertad, pues nada es más
ciertoque aquel pueblo es el más amante a la causa de la patria y el más opuesto
a la tiranía española. A pesar de la cobardía con que, al fin, se han portado los
habitantes de aquella ciudad, puedo asegurar que no por eso han cesado de tener
los mismos sentimientos. Creyeron nuestra causa perdida porque el ejército
estaba distante de sus cercanías. El enemigo se ha aprovechado muy poco de
los fusiles que teníamos allí, pues la mayor parte de ellos los arrojaron a los
bosques los soldados que los llevaban, y los otros quedaban muy
descompuestos: en suma creo que apenas lograron doscientos por todo.
Espero se sirva Vd. Decirme qué destino toman los oficiales que han
venido conmigo: son excelentísimos y en mi concepto no los hay mejores en
Venezuela. La pérdida del coronel Jalón es irreparable, vale él solo por un
ejército.
Mi general, mi espíritu se halla de tal modo abatido que no me siento con
ánimo de mandar un solo soldado; mi presunción me hacía creer que mi deseo
de acertar y mi ardiente celo por la patria, suplirían en mi los talentos de que
carezco para mandar. Así ruego a Vd., o que me destine a obedecer al más
ínfimo oficial, o bien que me de algunos días para tranquilizarme, recobrar la
71
serenidad que he perdido al perder a Puerto Cabello; a esto se añade el estado
físico de mi salud, que después de trece noches de insomnio y de cuidados
gravísimos me hallo en una especie de enajenamiento mortal. Voy a comenzar
inmediatamente el parte detallado de las operaciones de las tropas que mandaba
y de las desgracias que han arruinado la ciudad de Puerto Cabello, para salvar
en la opinión pública la elección de Vd. Y mi honor. Yo hice mi deber, mi
general, y si un soldado me hubiese quedado, con ese habría combatido al
enemigo; si me abandonaron no fue por mi culpa. Nada me quedó que hacer
para contenerlos y comprometerlos a que salvasen la patria; pero ¡ah! ésta se ha
perdido en mis manos.”
Simón Bolívar.
Mi general:
Lleno de una especie de vergüenza me tomo la confianza de dirigir a Vd.
el adjunto parte, apenas es una sombra de lo que realmente ha sucedido.
Mi cabeza, mi corazón no están por nada. Así suplico a Vd. me permita
un intervalo de poquísimos días para ver si logro reponer mi espíritu en su
temple ordinario.
Después de haber perdido la última y mejor plaza del estado, ¿cómo no
he de estar alocado, mi general?
72
De gracia no me obligue Vd. a verle la cara! Yo no soy culpable, pero
soy desgraciado y basta.
Soy de Vd. con la mayor consideración y respeto su apasionado súbdito
y amigo.
Simón Bolívar.
A tres días de haber redactado y enviado esta misiva, con sus ejércitos en
desbandada, como lo demuestra el tenor de las cartas del propio coronel Bolívar,
ya Miranda ha tomado la firma decisión de capitular y buscar, en un acuerdo
que salve lo que quede por salvar y evite los desastres de una guerra perdida, un
fin a la conflagración. Con tal fin, dicta:
73
partidos, reservando su aprobación y ratificación al Generalísimo de los
Ejércitos de Venezuela que por su parte los ha nombrado.
Francisco de Miranda
74
Jamás se refirió Bolívar al infamante hecho de que fuera principal
protagonista a escasos 13 días de haberle escrito a Miranda la confesión de sus
peores debilidades: entra junto a otros dos confabulados a la habitación en que
duerme el Generalísimo, que lo cree su amigo y discípulo, lo amordaza, propone
fusilarlo y termina por entregarlo a las autoridades triunfantes que sellan, con
ese hecho, la debacle final del primer capítulo de la independencia de
Venezuela. Entre esas cartas a Miranda y su manifiesto del 27 de noviembre al
Soberano Congreso de la Nueva Granada y su memoria del 15 de diciembre a
los ciudadanos de la Nueva Granada, sólo se cuida en su correspondencia del
rescate, resguardo y usufructo de sus bienes en Tierra Firme. Y sólo se refirió
posteriormente a ellos, para usarlos como prueba de la inhumanidad de las
autoridades de la Corona, como si él no hubiera tenido la menor responsabilidad
en los hechos, cuando tres años después, el 18 de agosto de 1815 le escribe
desde Kingston al editor de “The Royal Gazette” en una carta que firmo como
UN SUDAMERICANO lo siguiente: “El general Miranda, el venerable
canónigo Cortés de Madariaga, el digno secretario de estado Roscio, el
secretario del congreso Iznardi, los coroneles Carabaño, Castillo, Ayala, Mires
y Ruiz acaban de recibir la muerte secretamente en Cádiz y en Ceuta y aunque
esto se ejecutó a consecuencia de un juicio, es, sin embargo, contrario a la ley
de las naciones y a los derechos del hombre, si se considera que la capitulación
entre el general Miranda y el jefe español Monteverde aseguraba la libertad
personal de aquellos infortunados prisioneros.”55
55
Ibid.
75
¿Cómo interpretar el olvido, cómo rememorar los hechos, cómo
interpretar la felonía? Son los misterios de la maldición de Bolívar. Nuestra
Némesis.
76
LA MALDICIÓN DE BOLÍVAR
56
Carlos Pereyra, Bolívar y Washington, Un paralelo imposible. Editorial América,
Madrid, 1915.
77
estratégicas: Guerra a Muerte. El primero de ellos fue obra del general
venezolano Antonio Nicolás Briceño Quintero, apodado “El Diablo”,
reconocida su ilimitada crueldad, que solía exhibir usando a modo de tintero la
calavera de un español vencido y firmando con sangre de una de sus víctimas,
como en efecto lo hiciera con su famoso convenio de Cartagena. Dice así:
CONVENIO DE CARTAGENA
PLAN PARA LIBERTAR A VENEZUELA
16 DE ENERO DE 1813
78
patriotas que parezcan, puesto que ninguno de ellos debe ser dejado vivo.
Ninguna excepción, ningún motivo será admitido. Como aliados de los
españoles, los oficiales ingleses no podrán ser recibidos sino con el
consentimiento de la mayoría de los ofíciales nacidos en el país.
3. Las propiedades de los españoles de Europa, enclavados en el territorio
liberado, serán divididas en cuatro partes: La una para los oficiales que hagan
parte de la expedición y que hayan asistido al primer enfrentamiento: La
repartición se hará por iguales partes, sin consideración por el grado. El resto
pasará al Estado. En los casos dudosos, la mayoría de los oficiales presentes
decidirá la cuestión.
4. Los oficiales que se nos unan después de la primera acción, podrán -
con el consentimiento de los otros oficiales-, ser admitidos en la repartición de
las propiedades conquistadas.
5. Las propiedades de los naturales del país serán respetadas y no entrarán
en la repartición. Si el gobierno los juzga traidores a la patria, la confiscación
de sus bienes será totalmente en provecho del Estado.
6. Para llenar exactamente estas condiciones, los bienes serán repartidos
sobre el terreno en cada ciudad en que entraron las tropas republicanas sin
otro plazo que el que la persecución del enemigo pudiera necesitar. Los
muebles que no se puedan retirar, ni transportar, ni separar fácilmente, serán
vendidos en subasta. El Estado retendrá los hatos y toda clase de víveres. Si
provienen de españoles europeos, la mitad de su justo valor retornará en
beneficio de la Armada.
7. Las armas y municiones tomadas al enemigo serán devueltas al Estado
por una suma moderada que se repartirá conforme al Artículo 3o. El Estado se
encargará de organizar las caballerías, reservándose la propiedad de los
79
caballos. Las armas y municiones tomadas en el combate, pertenecerán
exclusivamente al Estado.
8. Si un oficial o soldado es juzgado digno de una recompensa en dinero
por alguna acción distinguida, la masa común costeará los gastos. Fuera de
este caso, la masa común no será tocada.
9. Para tener derecho a una recompensa o a un grado, bastará presentar
un cierto número de cabezas de españoles de Europa o de insulares de
Canarias. El soldado que presente veinte cabezas será distinguido en actividad;
treinta cabezas valdrán el- grado de subteniente; cincuenta, el de Capitán, etc.,
etc., etc.
10. El sueldo será pagado cada mes. El cuadro que sigue mostrará las
asignaciones. (Nota: Las compañías de carabineros y de caballería serán
pagados como la Artillería; solamente la caballería tendrá cada día dos reales
por caballo y un Capitán Comandante 100 piastras por mes).57
Compañía de Fusileros
Capitán ........................... 66 piastras
Subteniente .................... 44 piastras
57 Piastra: Unidad monetaria usada en la Gran Colombia antecesora del Peso. Peso o piastra
de 10 reales igual a 5 francos. Ejemplo: En 1821, justo después de la independencia, el precio
de la harina en Bogotá era de 8 piastras la carga (10 arrobas); una fanegada de terreno baldío de
bajo precio costaba dos piastras en las inmediaciones de la costa, y una piastra en el interior. Por
una piastra diaria una persona encontraba todo lo que se necesitaba en una posada acabada de
inaugurar.
80
Abanderado ................... 30 piastras
Sargento Mayor ............ 18 piastras y seis reales
Sargento Segundo ......... 15 piastras
Caporal........................... 11 piastras y dos reales
Tambor ........................... 11 piastras y dos reales
Soldado ........................... 7 piastras y cuatro reales
Compañía de Artillería
Capitán ............................ 80 piastras
Teniente ........................... 50 piastras
Subteniente ..................... 38 piastras
Sargento Mayor ............. 22 piastras y cuatro reales
Sargento Segundo ......... 16 piastras ysiete reales.
Tambor ........................... 13 piastras y tres reales.
Soldado ........................... 9 piastras y tres reales
11. Como suplemento al sueldo será dada por día una ración al soldado,
dos a los Tenientes y abanderados, tres a los Capitanes, cuatro a los Mayores
y a los Tenientes Coroneles, cinco a los Coroneles. Cada ración será de una
libra de carne, una libra de pan y un cuarto de ron o de guarapo cuando sea
posible adquirirlos. Quien no tome su ración, tendrá derecho a dos reales de
indemnización.
12. Cada oficial podrá tomar a su servicio un hombre de su compañía, pero
sin que ello signifique dispensa de ir a combate.
13. Una ventaja moderada será deducida a quien tenga necesidad de entrar
en campaña.
81
14. El oficial o soldado que faltare a los deberes de subordinación, será
severamente castigado. Quien quiera que en un combate vuelva la espalda al
enemigo o lance contra sus compañeros de armas, palabras descorazonadoras,
podría ser muerto sobre el terreno de acuerdo con la orden de un oficial, y si
no será juzgado por un Consejo de Guerra.
15. Una vez salidos de la ciudad, todos los oficiales y soldados serán
mantenidos y costeados. Les serán suministrados medios de transporte por
tierra y por agua.
82
que inspiraban la más viva indignación. He aquí este vergonzoso monumento
de sus furores…” Un documento que deslumbra por su irracionalidad, barbarie
y crudeza. ¿Cómo habría de saberse, como se estipula en el artículo noveno,
que las cabezas presentadas por los aspirantes con el objeto de competir a algún
grado en el respectivo cuerpo del ejército libertador habían pertenecido a un
español, ya fuera europeo o canario? ¿Por la fisonomía?
Simón Bolívar, Brigadier de la Unión, General en Jefe del Ejército del Norte,
Libertador de Venezuela.
83
dirige a romper las cadenas de la servidumbre que agobian todavía a algunos
de nuestros pueblos, sin pretender dar leyes ni ejercer actos de dominio, a que
el derecho de la guerra podría autorizar.
Todo español que no conspire contra la tiranía en favor de la justa causa por
los medios más activos y eficaces, será tenido por enemigo y castigado como
traidor a la patria, y por consecuencia será irremisiblemente pasado por las
84
armas. Por el contrario, se concede un indulto general y absoluto a los que
pasen a nuestro ejército con sus armas o sin ellas; a los que presten sus
auxilios a los buenos ciudadanos que se están esforzando por sacudir el yugo
de la tiranía. Se conservarán en sus empleos y destinos a los oficiales de
guerra y magistrados civiles que proclamen el Gobierno de Venezuela y se
unan a nosotros; en una palabra, los españoles que hagan señalados servicios
al Estado serán reputados y tratados como americanos.
Esta amnistía se extiende hasta los mismos traidores que más recientemente
hayan cometido actos de felonía; y será tan religiosamente cumplida que
ninguna razón, causa o pretexto será suficiente para obligarnos a quebrantar
nuestra oferta, por grandes y extraordinarios que sean los motivos que nos
deis para excitar nuestra animadversión.
85
obráis activamente en obsequio de la libertad de la América. Americanos,
contad con la vida, aun cuando seáis culpables.
Cuartel General de Trujillo, 15 de junio de 1813. Simón Bolívar.
TOTAL 900.000
86
Hacia 1810 la población venezolana, según reporta Von Humboldt, debió
fluctuar en alrededor de un millón de habitantes.”58 Dada la cifra generalmente
aceptada de un tercio de habitantes del territorio venezolano caídos durante los
espantosos hechos de la guerra civil en que degenerara la lucha independentista,
vale decir, en alrededor de 300.000 víctimas mortales, y no habiendo censado
Humboldt a más de 12.000 españoles nacidos en Europa, a qué casta, a qué raza,
a qué orígenes pertenecían los 288.000 restantes?
58
Francisco Antonio Encina, Bolívar y la Independencia de la América Española, Santiago
de Chile, 1958. Tomo II, Págs. 10-11.
87
Pablo Morillo.
“ Habitantes de Venezuela:”
88
“Años de horror y de desastres han pasado sobre vosotros y fijado la
atención de Europa. La naturaleza se estremece al recuerdo de crímenes
para los cuales vuestro rico y hermoso territorio ha servido de teatro.
Millares de víctimas sacrificadas al furor de los partidos; el hombre de
bien arrojado junto con el criminal; los perjurios y los sacrilegios a la
cabeza de vuestro gobierno; el bienhechor inmolado por la ingratitud. ¡Qué
estado horrible! ¿Y a dónde puede conduciros? A vuestra ruina total.
¡Bien pronto las provincias más fértiles del Nuevo Mundo no serán
más que un vasto desierto!
89
Una Armada llega hasta vosotros, la Armada más numerosa, la más bravía
que haya jamás salido de los puertos españoles, aún en sus tiempos más
prósperos. Está abundantemente dotada y por largo tiempo de todo lo que
sus menores necesidades pudieran exigir. Vuestra Provincia, lo sabéis, no
es por su posición, por su producción, por su comercio, la más importante
para la Monarquía. Calculad ahora ¿cuáles son las miras bienhechoras de
Vuestro Rey, qué fuerzas caerán sobre las regiones que se obstinen de no
unirse al trono de Fernando y cuál será vuestra suerte si no logro
convenceros de vuestros propios intereses? A la menor señal del Rey, la
península entera se precipitará sobre los traidores; las grandes
expediciones preparadas para otras regiones, se reunirán contra vosotros
solos. Soñad en las desgracias que han caído sobre vosotros a causa de las
locas ideas de algunos hombres conocidos por sus desarreglos. ¿En qué se
ha convertido la riqueza de vuestra antigua agricultura? ¿En qué se ha
convertido la abundancia de vuestros puertos y de vuestras ciudades?
¡¿Cuánta sangre ha corrido en medio de vosotros!? ¿Qué familia no ha
sido condenada al dolor? Unid vuestras manos a las de las tropas
victoriosas que llegan hasta vosotros y dad a todos la paz a estas regiones
tan bellas como desgraciadas. Este hierro que habéis arrebatado a la
agricultura para volverlo sobre vosotros mismos, dejadlo que retorne a los
campos; arrancad aún a la tierra las riquezas que oculta en su seno; olvidad
vuestras discordias y a sus autores; olvidadlo todo a nombre del Rey. El
trabajo es la fuente de vuestra abundancia; de él procede toda la felicidad
humana.
90
“Venezolanos: somos vuestros hermanos; pertenecemos a una misma
familia de la cual el Rey es jefe. Las guerras civiles destruyen la fortuna
de las naciones y las tornan despreciables a los ojos de los otros pueblos.
Estrechad los lazos con nosotros; borrad la falta que se os reprocha, la falta
de haber conspirado contra el Rey y la patria, mientras que el más vil de
los monstruos derribaba los tronos.
91
“Mis poderes sirven para perdonar, recompensar y castigar; obrad de
tal manera que sólo tenga que recurrir al perdón y a las recompensas,
cumpliendo así los deseos del Rey. Pero si me obligáis a sacar la espada,
no atribuyáis al más clemente de los Monarcas los ríos de sangre que
correrán”.
“¡Qué dulce será para mí en mi vejez saber que sois felices! Entonces
me diré con orgullo: los puse en el camino de la felicidad al ahogar los
partidos y a manteneros en la fidelidad debida al Rey”.
Cuartel General de Caracas, 11 de mayo de 1815.
El General en Jefe,
Pablo Morillo
Era la voz del terror, engolada con la falsa ternura de la hipocresía política.
Si bien correspondía a tres siglos de tradición hispanoamericana y al espíritu
único y excluyente con que la monarquía había iniciado el proceso de conquista
y colonización dictado por los reyes católicos en el Siglo XV: “Desde Isabel y
Fernando hasta Felipe II, los monarcas procuraron transportar a América las
instituciones y la legislación de Castilla, en la medida que la diversidad de
estructuras étnicas y los medios lo permitía: ‘siendo de una corona los reinos
de Castilla y las Indias - dice una de las ordenanzas del último – las leyes y
orden del gobierno de los unos y de los otros deben ser los más semejantes y
conformes que ser puedan: los de nuestro consejo, en las leyes y
establecimientos que para aquellos estados ordenaren, procuren reducir la
forma y manera del gobierno en ellas al estilo y orden con que son regidos y
92
gobernados los reinos de Castilla y de León, en cuanto hubiere lugar y
permitieran la diversidad y diferencia de tierras y naciones.’” En su testamento,
la reina Isabel la Católica lo dejó expresamente señalado, ordenándole a sus
servidores en ultramar “que no consientan ni den lugar a que los indios vecinos
y moradores de ls dichas islas y tierras firmes, ganadas o por ganar, reciban
agravio alguno en sus personas y bienes; más manden que sean bien y
justamente tratados”. Carlos V, impresionado por las decisiones del Consejo
de Doctores reunido en 1550 en Valladolid, ordenó suspender la Conquista
‘por la dificultad que había en excusar los daños e graves pecados que se hacen
en tales conquistas’…; y sólo volvió a autorizarla cuando creyó poder arbitrar
las medidas necesarias para prevenirlos.”59
Era, pues, lógico y natural que en ese espíritu de concordia, que llegaba al
extremo de considerar que las provincias de ultramar no eran “colonias”, sino
reinos en el mismo título que Castilla y Aragón, Morillo acentuará, por lo menos
formalmente, el paternalismo con el que pensaba poder reducir y vencer el
espíritu levantisco que amenazaba con arrasar las posesiones de ultramar. Se
encontró con la dialéctica histórica que se imponía, la de la guerra total, con
toda su barbarie y todo su salvajismo. Recién comenzaba. Ese mismo año
viviría la experiencia militar más terrible de su vida de soldado, el Sitio de
Cartagena, que tras 106 días de asedio inclemente, hambre, sed y
desfallecimiento caería en manos de las tropas de Morillo, no por la victoria de
sus armas sino por el abandono de los sitiados. Quienes, para deshonra del
invasor, jamás aceptarían la rendición. Del sitio de Cartagena sobreviviría la
leyenda de la heroicidad sin límites de su población, la inquebrantable decisión
de expulsar a España de los territorios americanos y la vileza de los invasores.
59
Francisco Antonio Encina, Op. Cit., Tomo 1I, Pág.21. Santiago de Chile, 1957.
93
Al concluir el sitio el 6 de diciembre de 1815, tras 106 días de una resistencia
implacable, el parte de guerra daba cuenta del fallecimiento de unas 6.000
personas recluidas entre los muros de la ciudad asediada. El ejército sitiador se
había visto reducido a 3.500 combatientes, 1.825 peninsulares y 1.300 criollos
habían resultado muertos, heridos o habían desertado. Otros 2.000 residentes
estaban moribundos, tirados en calles, casas y hospitales, 2.400 habían escapado
por mar y 400 a 600 por tierra y, por último, 400 prisioneros fueron degollados
en las playas cercanas por Morales, el jefe militar español a cargo del asedio.
La pestilencia era apocalíptica: más de 300 cadáveres en descomposición fueron
recogidos de las calles y plazas el 4 de diciembre, la guarnición del castillo de
San Lázaro había había mermado de 500 a 31 efectivos durante el asedio. La
toma de Cartagena permitió a Morillo adentrarse en el resto del Virreinato. Tras
la restauración del gobierno virreinal se dio lugar a los procesos contra los
líderes independentistas en los juicios a los miembros de la revolución de Santa
Fe, llamado el Régimen del Terror. Cartagena de Indias permaneció bajo control
español hasta 1821. El comandante Manuel del Castillo fue juzgado por un
Consejo de Guerra Permanente siendo fusilado el 24 de febrero de 1816.
Cartagena de Indias quedó arruinada tras el asedio, perdió su dirigencia política
y el papel protagónico que había desempeñado en las costas del virreinato. Si
bien fue reconquistada por los patriotas en 1821 tardó más de un siglo en
recuperar la población que tuviera antes del asedio de 1815.
94
LA MALDICIÓN DE BOLÍVAR
10
“Era el ejército de Apure el más fuerte con que contaban los patriotas
en Venezuela, y no me pareció prudente exponerlo contra fuerzas superiores,
no sólo en número, sino en calidad. Por lo mismo, resolví adoptar otra género
de guerra, guerra de movimiento, de marchas y contramarchas, y tratar de
llevar el enemigo a los desiertos de Caribén.”
95
ciudad a cenizas para impedir que sirviese al enemigo de base de operaciones
militares muy importantes, manifestándome además que todos ellos estaban
dispuestos a dar fuego a sus casas con sus propias manos cuando llegara el
caso y tomar las armas para incorporarse al ejército libertador. Ejecutóse así
aquella sublime resolución al presentarse el ejército realista en la ribera
izquierda del río. ¡Oh! ¡Tiempos aquéllos de verdadero amor a la libertad!”60
O, por lo menos, de fanatismo, odio al español y furor destructivo.
La devastación de los llanos no sólo fue obra de las tropas invasoras. Fue
resultado, asimismo, de la decisión de hacer tierra arrasada, exactamente como
lo sería al encontrar la culminación de la automutilación venezolano con los
saqueos e incendios provocados por la Guerra Federal, que terminaría por
liquidar al mantuanaje y dejar el territorio llano para el dominio de la
pardocracia. En esa metamorfosis del habitante de las ciudades y los campos,
incorporado nollen vollen al horror de los combates, va infiltrándose el nuevo
carácter del venezolano republicano y fraguándose el sustento del militarismo
que terminará por caracterizar a lo que hubiera podido llegar a ser la sociedad
civil venezolana. “Esta liquidación de la clase poderosa del tiempo colonial
venezolano y la transformación del hombre del campo y de los pueblos en
soldados durante más de una década (1812-1824), que marchan bajo el
comando supremo de Simón Bolívar hasta Ayacucho, en el Alto Perú, marcan
el destino venezolano durante todo el tiempo que vendrá y trazan las
características de su vida política con carácter un tanto distinto, al de las otras
naciones que al igual que Venezuela lucharon por la gran empresa
libertadora”, sostiene el historiador venezolano Ramón J. Velásquez en una de
60
Autobiografía del General José Antonio Páez, Tomo 1, Academia Nacional de la Historia,
Caracas, 1987, Págs. 158 ss.
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la obras más importantes de la historiografía venezolana, La caída del
liberalismo amarillo. “Al constituirse en repúblicas” – prosigue Velásquez – “se
hace patente en Venezuela, la ausencia de los grupos sociales capaces de
establecer desde el comienzo, un contrapeso a la poderosa clase militar que se
había consolidado en los tres lustros de lucha incesante. Esa presencia capaz de
crear un equilibrio permanente entre los diversos sectores nacionales en el
ejercicio republicano sí pudieron lograrlo México, Nueva Granada, Chile y
también la Argentina, después de la caída de Rosas.”61 De la mano y del puño
autocrático y belicoso de Bolívar había nacido la autocracia militar definitoria
de los futuros destinos de Venezuela. Había logrado independizarla del control
imperial español para entregársela a los caudillos armados de las regiones. Con
la consiguiente y desoladora devastación, que el 10 de julio de 1825 llevara a
Bolívar a escribirle a su tío Esteban Palacios:
“Los campos regados por el sudor de trescientos años han sido agotados
por una fatal combinación de meteoros y de crímenes. ¿Dónde está Caracas?
Se preguntará Vd. Caracas no existe; pero sus cenizas, sus monumentos, la
tierra que la tuvo, han quedado resplandecientes de libertad; y están cubiertos
de la gloria del martirio. Este consuelo repara todas las pérdidas, a lo menos,
este es el mío; y deseo que sea el de Vd. ”.
61
Ramón J. Velásquez, La caída del liberalismo amarillo, Tiempo y Drama de Antonio
Paredes, Caracas, 2005, pág. 25.
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interminables postergaban honrar sus glorias con décadas de atraso, para llevar
sus despojos al Panteón Nacional. De donde volverían a despertarlos para
someterlos a la barbarie de cultos religiosos afrocubanos. Entraba a la
posteridad con un resultado adherido al militarismo que propiciara: el
caudillismo político, la disgregación nacional, los delirios federalistas y la falta
o frágil existencia de un aparato de Estado que tardaría un siglo en comenzar a
constituirse. Para que, cuando al nacer, se convirtiera en el suplemento perfecto
de una clase política carente de significación, siempre adosada a los dictadores
y tiranuelos regionales, para sucumbir finalmente en la tiranía de Gómez, con
la que, gracias a la irrupción del petróleo desde el subsuelo venezolano, el país
se pudiera encaminar hacia el Estado moderno. ¿Qué nos quedó de Bolívar, el
Sísifo quijotesco, luego de ese aciago 17 de diciembre de 1830, cuando expirara
en la Quinta Alejandrina de Santa Marta, amortajado con una camisa prestada,
mientras Páez, los Monagas y buena parte de su generalato, convertidos en
pocos años de peones de la nada absoluta en terratenientes atragantados con el
botín de sus hazañas, montaban ese feudalismo de caudillos en que se
convirtiera Venezuela luego de doce años de guerras civiles?62 “Sólo nos queda
de Bolívar como presidente de una república en disolución, su repugnancia para
gobernar con una constitución absurda, y su repugnancia para establecer un
poder personal sin límites constitucionales.” Un héroe trágico todas cuyas ideas
“eran geniales y sólidas; pero no ha genio que pueda improvisar las instituciones
62 “Además de miles, (qué digo decena de miles) de reses, el general posee en los llanos
centenares de mulos y caballos en manadas, parecidas a las que he visto en el paisaje de mi
querida y venerada Rusia, y además, cerca del Río Apure posee un establecimiento de no
menor magnitud y cantidades que el de San Pablo. Originalmente Páez era un simple vaquero
que no tenía ni una cabeza de ganado propia. Ahora es el héroe más grande, uno de los más
talentosos patriotas del país, y, además, el ciudadano más rico, tanto en ganado como en
fincas de la República de Venezuela. Todo, todo, ganado valiente, gloriosa y
honorablemente, por servicios prestados a su país.” Sir. Robert Ker Porte, Op. Cit.
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de una alta civilización en cuatro selvas tropicales.” Carlos Pereyra culmina su
esbozo analítico de un Bolívar visto a un siglo de su proeza, mientras su patria
pasa de Cipriano Castro a Juan Vicente Gómez, como “un filósofo, Han muerto
en él sucesivamente, como dice Saint-Beuve, muchos hombres: el joven
romántico de 1804, el diplomático fastuoso de 1810, el jacobino feroz de 1813,
el paladín de 1819, el estadista de Angostura, el imperator de 1825. Sobrenada
entre los restos del naufragio la vela latina de su volterianismo; un sentimiento
de mesura en las cosas y en las ideas; una actitud ecuánime para juzgar de todo;
una sonrisa de amargura. ¿Voltaire he dicho? Sí, Voltaire; la parte alta y
delicada de Voltaire. Voltaire que abre ya sus ventanas hacia el huerto de
Renan.”63
Un héroe genial sacrificado en el vientre de una ballena.
63
Carlos Pereyra, Op. Cit., pág. 179.
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