Вы находитесь на странице: 1из 2

María Eva Duarte, Eva Perón, Evita.

Cada forma de llamarla es un estilo, un


gesto, una práctica y un sentimiento. María Eva es la más despojada, es todavía
ella, sin esposo y sin poder, la persona en busca de su personaje. Eva Perón es la
primera dama, el rodete firme, la autoridad sin puesto oficial pero con escritorio en
el edificio de la CGT. Evita es el pelo al viento, la rebeldía, la estampita a la que le
rezan, la bandera que eligió Montoneros para enfrentar a Perón.
Hoy se cumplen cien años de su nacimiento. Un siglo que contrasta con su
breve carrera política. Sus primeros pasos fueron como secretaria general del
gremio de artistas de radio durante el gobierno militar de 1943 y apenas unos
años después, en 1952, murió de cáncer. En esos vertiginosos nueve años no pasó
desapercibida, logró ser amada y odiada en porciones equivalentes.
¿Cómo entenderla dentro del peronismo? Para eso habría que definir los
peronismos. El primer peronismo, el de la resistencia, el setentista, el montonero,
el de guardia vieja, el neoliberal, el de la transversalidad, el federal. Pero en los
años cuarenta/cincuenta, ¿había más de un peronismo? Arriesguemos una
hipótesis: existe un peronismo, el de Perón, y otro diferente, el peronismo de Eva.
Hay discusiones al respecto. En su libro Eva Perón, una biografía política,
Loris Zanatta habla de esos dos peronismos. Por un lado, el de Juan Perón, definido
por los elementos militares que se desprendían tanto de su concepción como de su
acción política. Preocupado por el orden, la verticalidad y la obediencia, tenía un
estilo más tradicional, que si bien contenía en sus visiones algunos elementos
reformistas y revolucionarios, no buscaba una transformación radical de la
sociedad. Eva era diferente: posiblemente su proyecto político estaba menos
pensado, aunque no por eso menos organizado. Eva tenía sus propias
instituciones: además del Partido Peronista Femenino, también contó con la
Fundación de Ayuda Social María Eva Perón y la CGT. Así como existieron los
soldados de Perón, también Eva tuvo su elenco, tanto de hombres como de
mujeres. Por un lado, sus secretarios de confianza y, por el otro, sus delegadas
censistas, que ocuparon puestos en la administración nacional y en cada provincia.
Eva apostó a un estilo político que simulaba una mayor horizontalidad y donde las
pasiones parecían triunfar sobre la razón. Eva lograba ser, al mismo tiempo,
símbolo de amor e integración para su pueblo y de frialdad y desprecio para sus
enemigos. Su humildad y abnegación eran la contracara de su ambición y sus ganas
de arrasar con el statu quo. Era una persona accesible para quienes la amaban.
Quien quisiera verla sólo tenía que enviarle una carta y pedir una audiencia. Eva
los recibía en su oficina, los escuchaba, y era habitual que diera respuesta a los
pedidos. Estas costumbres llevan a Zanatta a definir la forma de poder de Eva
como prepolítica: más cercana a los recursos y los atributos típicos de la religión.
Su pueblo eran los más humildes, sus desposeídos, sus descamisados. Su tierra
prometida era la Nueva Argentina.
En una entrevista en el programa de radio Pasado Imperfecto, Carolina
Barry, autora del libro Evita Capitana, mostró una mirada diferente: tanto Perón
como Eva habrían armado juntos, desde el inicio, el peronismo. Y lo hicieron de
forma complementaria, sin divisiones entre peronismo y evitismo, sino en una
construcción simbiótica, dual y repartida, en la que funcionó exitosamente un
doble comando. Eva se ocupó, en principio, de funciones de beneficencia, un rol
tradicional para las primeras damas. Pero al poco tiempo comenzó a construir una
relación con la CGT que terminaría siendo fundamental en su trayectoria.
Las dos miradas me convencen. En algunos momentos tiendo a creer en la
existencia de dos peronismos en competencia. En otros, prefiero la explicación del
peronismo como un proceso en construcción, en el que ambos liderazgos se
complementan y logran armar algo aún más grande que ellos por separado.
La historia, a veces, puede ser fechada. El 22 de agosto de 1951 se produjo
el Cabildo Abierto y pocas experiencias ilustran tan fielmente la relación entre
Perón y Eva. La CGT organizó un acto para convertirla en la futura vicepresidenta.
Un episodio conmovedor, que terminó luego de esta unción, con Eva llorando en
brazos de Perón y, sólo unos días después, con su renuncia a la candidatura. Las
múltiples causas que siempre tienen todos los hechos importantes no nos dejan
terminar de entender si su negativa respondió a su enfermedad, a las presiones del
ejército o a la voluntad de su marido. Ese día se mostró la magnitud de su poder y,
también, el reconocimiento de Perón como su conductor.
Un año más tarde su popularidad volvió a quedar en evidencia, más fuerte
que nunca, en el momento de su velatorio. Murió María Eva, pero solo para dar
paso al nacimiento de Santa Evita, un mito que terminó siendo aún más importante
que ella misma.

Вам также может понравиться