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Harina de espelta: es más fácilmente digerible que la harina de trigo porque tiene
menor contenido en gluten. Y precisamente es el gluten y otras proteínas de los
cereales lo que determina en gran medida que la masa suba y quede más o menos
esponjosa. Por eso, este tipo de harinas se utiliza principalmente para elaborar
panes bajos, más compactos que los que se obtienen con harina de trigo. La harina
integral de espelta aporta minerales como el magnesio, potasio, sodio, calcio,
fósforo, silicio, zinc y vitaminas E, del grupo B, Omega 3 y 6 y fibra.
Harina de avena: Es una harina que queda muy bien especialmente en repostería
y que puede utilizarse sola si no necesitamos que la masa suba mucho o podemos
añadir harina de trigo si queremos hacer panes o bizcochos más esponjosos. Pero
además la harina de avena se usa para hacer gachas y recetas dulces como
galletas, crepes o magdalenas. La avena es un cereal muy nutritivo y su harina
integral tiene vitaminas del grupo B y E, minerales como magnesio, calcio, fósforo,
zinc y cromo, ácidos grasos esenciales, carbohidratos y fibra.