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Los recieé n nacidos comienzan a comer comida soé lida entre los cuatro y seis meses
de edad. Pregunte a su proveedor de salud cuaé l es el mejor momento para que su
bebeé comience. Si empieza daé ndole un alimento a la vez, usted podraé identificar
cuaé les causan alergias a su bebeé . Algunas comidas que su bebeé deberíéa evitar
pueden incluir:
Huevos
Miel
Maníées (incluyendo mantequilla de maníé)
Otras nueces
Casi todos los bebeé s estaé n inquietos en algunos momentos. Pero hay algunos que
estaé n demasiado inquietos porque son aleé rgicos a la proteíéna de la leche de vaca,
que ademaé s constituye el principal componente de la mayoríéa de las leches
artificiales comercializadas para lactantes.
Tanto si has optado por lactancia materna como si estaé s dando biberoé n, quizaé
notes ciertos comportamientos extranñ os en tu hijo durante la toma. ¿Tu bebeé se
arquea mientras come?. ¿Suelta y coge el pezoé n o la tetina con rabia, como si no
quisiera comer pero al mismo tiempo tuviera hambre?. ¿Se muestra inquieto y
nervioso durante y despueé s de la toma?. ¿Rechaza el pecho o el biberoé n?...
LACTANCIA MATERNA Y PREVENCIÓN DE ALERGIAS
Se sabe que la herencia geneé tica desempenñ a una funcioé n en el desarrollo de las
enfermedades aleé rgicas. Tambieé n estaé claro que estaé n implicados maé s mecanismos,
que no es soé lo una cuestioé n de genes.
Se estima que son varios los procesos implicados en la reaccioé n del sistema
inmunitario frente a un aleé rgeno. La desregulacioé n de cualquiera de ellos puede
incrementar la susceptibilidad para el padecimiento de una alergia.
5. Mostrar a las madres coé mo se debe dar de mamar al ninñ o y coé mo mantener la
lactancia incluso si han de separarse de sus hijos.
6. No dar a los recieé n nacidos maé s que la leche materna, sin ningué n otro alimento o
bebida, a no ser que esteé n meé dicamente indicados.
7. Facilitar la cohabitacioé n de las madres y los recieé n nacidos durante las 24 horas
del díéa.
Las foé rmulas laé cteas pueden ofrecer al ninñ o, sobre todo al menor de 3 meses, una
excesiva carga renal de solutos alterando la funcionalidad del rinñ oé n. Esta condicioé n
se puede exacerbar si se restringe la ingesta de agua o incrementan las peé rdidas
por calor o enfermedad causando sed y llanto que pueden interpretarse
inadecuadamente como hambre y conllevar a la administracioé n excesiva de leche y
aumento de peso (38,39).
Cuando se comparan los ninñ os que reciben leche humana versus los que reciben
lactancia artificial, estos ué ltimos presentan mayor ganancia de peso durante la
infancia (40). Se estima que esto puede ocurrir por diferentes razones: la menor
peé rdida energeé tica al succionar el biberoé n, el mayor volumen y rapidez que ofrece
la alimentacioé n artificial o algunos componentes de la foé rmula infantil como los
carbohidratos, proteíénas o grasas, que podríéan favorecer el incremento ponderal
(41-43).
Se ha evidenciado que las foé rmulas con bajo contenido proteíéco, similar al de la
leche humana (valor promedio 12 g/L), disminuye el riesgo de enfermedades
croé nicas no transmisibles del adulto (42,43).
Tanto las foé rmulas infantiles como la leche humana son ricas en lactosa, no existe
una diferenciacioé n significativa en el contenido nutricional proveniente de los
carbohidratos entre ambas, y por ende tampoco sus efectos sobre los lactantes que
las reciben (25). La composicioé n de grasa ideal de las foé rmulas disenñ adas para
ninñ os estaé en constante revisioé n y experimentacioé n. La grasa animal de la leche de
vaca se sustituye por aceites vegetales para cubrir los requerimientos de grasas
saturadas e insaturadas; estas foé rmulas a diferencia de la leche humana no
contienen colesterol o lo contienen en míénimas trazas (25). Los agregados de
omega 3, omega 6 y de sus aé cidos grasos de cadena muy larga (PUFA –siglas en
ingleé s-), se adicionaron a las foé rmulas infantiles, ya que se evidencioé su alta
concentracioé n en la leche humana, sus requerimientos y efectos en el desarrollo
neuroloé gico del lactante (44, 45).
El ninñ o alimentado con lactancia humana recibe un aporte de hierro menor que el
que recibe foé rmula, pero la biodisponibilidad es mayor. En las foé rmulas el aporte de
hierro se suplementa en mayor cantidad para prevenir sus deficiencias y el riesgo
de enfermedad asociada. Se recomienda monitorizar en ambos grupos los niveles
hematemeé tricos al anñ o de vida en el ninñ o que crece adecuadamente, o antes en el
ninñ o que presenta alguna condicioé n de disminucioé n del crecimiento, prematuridad,
bajo peso al nacer o enfermedad (47).
Es importante adicionar a las foé rmulas infantiles todos aquellos componentes que
se ha demostrado se encuentran en cantidades importantes en la lactancia
humana, muchos de ellos no vinculados con el aporte nutricional sino con los
beneficios de este nutriente en el desarrollo del lactante. Un ejemplo es la adicioé n
de aé cidos grasos de cadena larga, nucleoé tidos, prebioé ticos y probioé ticos. Todavíéa no
hay consenso respecto a la efectividad y edad apropiada para la suplementacioé n de
prebioé ticos y probioé ticos en las foé rmulas infantiles, pues aunque se han observado
beneficios en estudios in vitro e in vivo, se requieren investigaciones longitudinales
y multiceé ntricas para definir sus requerimientos exactos y sus beneficios en el
crecimiento infantil (49,50).
Cuando se sustituye la lactancia humana por las foé rmulas infantiles se pueden
desarrollar alergias alimentarias en el ninñ o con predisposicioé n familiar (25). Existe
un efecto protector de la lactancia humana exclusiva durante los 3 a 4 primeros
meses de vida y la reduccioé n de la incidencia de asma clíénica, dermatitis atoé pica y
eczema en un 27% en una poblacioé n de bajo riesgo y hasta un 42% en ninñ os con
historia familiar positiva, en comparacioé n de ninñ os que recibieron foé rmula de leche
de vaca. (51).
Las foé rmulas parcialmente hidrolizadas estaé n indicadas en el ninñ o sano con
historia familiar de alergias, mientras que las extensamente hidrolizadas estaé n
recomendadas solo en los ninñ os con diagnoé stico de alergia a la proteíéna de la leche
de vaca (52, 53).
Se establece que los ninñ os alimentados con foé rmulas artificiales son maé s
susceptibles a padecer enfermedades infecciosas, principalmente de origen
gastrointestinal (49). Se estima que este problema podríéa ser secundario a la
contaminacioé n de la foé rmula durante su inadecuada preparacioé n, sobre todo en los
paíéses en desarrollo, pero ademaé s muchos componentes de la lactancia humana
(ferritina, probioé ticos, anticuerpos, entre otros) disminuyen la incidencia de estas
enfermedades (37,53). Independientemente de coé mo se ofrezca la lactancia
humana, de manera exclusiva o combinada con leche artificial, se asocia con una
reduccioé n del 64% en la incidencia de infecciones de las víéas gastrointestinales no
especíéficas, y este efecto dura 2 meses despueé s de la cesacioé n de la lactancia
humana (54).
Algunas foé rmulas no estaé ndar pueden ser indicadas en aquellos lactantes que las
requieran, siempre monitorizados por el pediatra. Las foé rmulas de soya tambieé n se
utilizan como sustitutas o complemento de la leche humana por indicacioé n meé dica
o en algunas familias con haé bitos vegetarianos (55). Es importante resaltar que no
deben ser la eleccioé n en el lactante sano menor de 6 meses; sin embargo, no han
demostrado evidencia de alteracioé n en el crecimiento, mineralizacioé n oé sea, funcioé n
hormonal y/o desarrollo cognitivo en los ninñ os que la reciben (55).
Las foé rmulas infantiles orgaé nicas provienen de vacas con alimentacioé n controlada.
Se certifica en su elaboracioé n que estas leches no contengan toé xicos ambientales,
minerales pesados, hormonas, antibioé ticos o microorganismos en su contenido.
Estudios han demostrado que la leche orgaé nica tiene altas concentraciones de
antioxidantes y aé cidos grasos poliinsaturados, sus efectos en el desarrollo y
crecimiento infantil estaé n por evaluarse (58).
En los paíéses en desarrollo casi todas las personas reciben la mayor parte de
vitamina A del caroteno en los alimentos, no de vitamina A preformada, presente
soé lo en productos de origen animal. Por lo tanto, se debe hacer lo posible para
estimular la diversidad dieteé tica de las madres y asíé mejorar el consumo de
vitamina A, sobre todo con la ingesta de sustancias ricas en caroteno tales como
frutas y hortalizas (67).