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Capitulo No 1: Teorías del Conflicto.

El conflicto es un fenómeno natural que está presente en toda sociedad.


Pensar el conflicto social, es pensar en un hecho social, inherente a la vida
colectiva.

En este sentido, las dinámicas y los cambios que se producen en una


sociedad llevan implícito el conflicto como una expresión de lo humano, y
no necesariamente deben ser entendidas como algo negativo o
perjudicial, sino que por el contrario, el conflicto presente en las
relaciones sociales, posibilita las transformaciones que se generan al
interior de una cultura, las cuales pueden ser de carácter político,
económico, laboral, entres otras, tanto positivas como negativas, según
sean las intenciones de sus actores, la mirada que se le dé y la gestión que
se haga del mismo.

Cabe resaltar que dentro de los primeros teóricos que en occidente


conceptualizaron el conflicto, se encuentra Ralf Dahrendorf, uno de los
creadores de la teoría del conflicto social (Dahrendorf, 1958. P: 177).
Dahrendorf resulta el exponente más importante en el intento de
complejizar el conflicto desde la comprensión de su formación y su
accionar. Y aunque no existe una teoría social del conflicto totalmente
integradora y satisfactoria, este autor inspirado en la teoría marxista, los
planteamientos de Weber y la escuela de Frankfurt, propone una teoría en
la que explica la estructura del conflicto a partir de la división en dos
grupos en la sociedad, entre los que existe una dicotomía entre los que se
ejercen el poder y los que son sometidos a este: los dominantes y los
dominados. Los primeros, poseen el poder político, económico, religioso y
su lucha se centra en mantener el sistema que les permite gozar de éste
poder, y los segundos, centran sus intenciones en lograr un cambio de
circunstancias que les permita a sus miembros acceder a estos poderes.

Para Dahrendorf, es en esta división de roles sociales, donde se generan


los conflictos sociales; es decir, el conflicto, sería el elemento resultante
de la relación entre estos dos roles. Dahrendorf plantea además, dos
aspectos fundamentales en el análisis de los conflictos en una sociedad: el
cambio que éstos producen y sus contenidos; ofreciendo también, tres
premisas para el estudio de los conflictos sociales: la primera en la que
indica que son necesarios, la segunda en donde los señala como motor del
cambio social y la tercera, en la que afirma que se generan a partir de la
incompatibilidad de intereses entre grupos de personas. Estas premisas
aún en la actualidad, son insumos para el estudio de los conflictos.

Siguiendo los trabajos desarrollados sobre el conflicto social, el historiador


francés Jean Baptiste Duroselle, estudioso de las relaciones y los conflictos
internacionales, profundizó en éstos a partir de su vivencia en la segunda
guerra mundial y su paso por los campos de concentración nazi; así,
Duroselle afirma que el conflicto es una contraposición de estados o
unidades políticas, con intereses disímiles y con voluntades
contradictorias (Duroselle, 1982).

En contraposición, el filósofo y sociólogo francés Raymond Aron, se aleja


de la concepción social del conflicto planteada por Dahrendorf y
Duroselle, pues entiende el conflicto como un hecho cotidiano, que
involucra individuos y sus intenciones para acceder a bienes o imponer
valores. Para este autor, el conflicto es una “oposición.entre grupos o
individuos por la posesión de bienes escasos o la realización de valores
mutuamente incompatibles” (Aron, 1985. P: 145).

Otro de los autores que ha realizado valiosos aportes en la


conceptualización del conflicto, es el filósofo, historiador e investigador
sociológico alemán Max Weber, también reconocido por sus aportes en la
revolución antipositivista dentro de las ciencias sociales. Este autor
plantea que el estilo de vida occidental, cuenta con un factor conflictivo
inherente, debido a las distintas escalas de valores de sus integrantes y a
sus posiciones religiosas o políticas; lo que provoca un estado interno de
conflicto constante en las sociedades. Así, el conflicto “no puede ser
excluido de la vida cultural. Es posible alterar sus medios, su objeto, hasta
su orientación fundamental y sus protagonistas, pero no eliminarlo”,
connaturalizando así, el conflicto en las sociedades humanas (Weber,
1982). Weber también criticó el concepto de desarrollo occidental, pues
este no reconoce el conflicto como una parte fundamental de su propia
estructura, al no tomar en cuenta su aporte positivo, tanto en los
individuos como en los colectivos (Weber, 1982).
Estas nuevas miradas sobre el conflicto, serán fundamentales en el
estudio y evolución de este concepto, pues se le da mayor protagonismo
al ser humano, sus intenciones y actos en el desarrollo de sí mismo de la
sociedad , colocando de manera implícita al conflicto como una
construcción humana que forma parte natural de las relaciones sociales.

Teorías sociológicas de la sociedad y sus conflictos


En general, se pueden reconocer dos grandes tradiciones sociológicas del
conflicto: las teorías consensualistas y las teorías conflictivistas (Cadarso,
2001).

Las teorías consensualistas, hacen referencia a los conflictos sociales como


situaciones anómalas de la sociedad, que se dan ante la alteración del
curso normal de la vida colectiva, mientras que las teorías conflictivistas,
se refieren al conflicto como las contradicciones de la vida en sociedad,
entendidas estas como contraposición de objetivos que provocan
confrontación de intereses. Esta teoría, asociada a la mirada positiva del
conflicto social, comprende el conflicto como imperativo estructural y
motor del cambio social.

A continuación se abordarán las grandes teorías del conflicto, haciendo


primero una introducción a la teoría marxista, que a pesar que no es sobre
el estudio del conflicto, sino sobre la estructura social, brinda un soporte
teórico importante en las teorías del conflicto.

La teoría marxista.

Karl Marx y Federico Engels murieron los dos a finales del siglo XIX en la
ciudad de Londres (en los años 1883 y 1895, respectivamente), y fue a
partir de ese momento, que la teoría marxista sobre el conflicto, inspirada
en los planteamientos de estos dos filósofos, cambio el pensamiento
político, social y económico de la historia en occidente.

Esta teoría surgida principalmente en Alemania, Francia e Inglaterra se


convirtió en un insumo necesario para la explicación de la sociedad y sus
conflictos; estudios utilizados por distintos teóricos hasta nuestros
tiempos. La teoría marxista se caracteriza por estudiar la estructura social
europea occidental del siglo XIX a partir de las clases sociales como
unidades que estructuran a la sociedad y que se encuentran presentes en
todos los periodos y culturas de la historia humana. Según esta teoría, las
clases sociales en las que la sociedad se divide, la burguesía y el
proletariado se encuentran en en constante enfrentamiento debido a sus
objetivos e intereses que resultan antagónicos; este fenómeno que se
conoce como “lucha de clases” según Marx es la principal causa de los
cambios sociales que se dan a través de la aparición y gestión de los
conflictos entre las dos clases. Esta lucha de clases consiste en que el
proletariado o asalariados, que son la base productiva de la sociedad y
quienes venden su fuerza laboral como medio de subsistencia a los
dueños de los medios de producción, generan procesos de cambio que
modifican sus roles en la sociedad, mientras la burguesía o capitalistas
quienes son los propietarios de estos medios de producción tienden a
mantener las condiciones laborales y sociales de proletariados para
obtener mayor ganancia y poder así acumular capital Desde esta visión del
conflicto, la economía es un factor social que domina el espectro, y a
pesar de que ni Marx ni Engels teorizaron específicamente sobre el
conflicto, la economía como orden social es un elemento fundamental
dentro de las teorías que intentan dar explicación al conflicto en las
sociedades.

La teoría sociológica conflictualista liberal.

Esta teoría nace bajo la influencia de la teoría marxista a principios del


siglo XX. Desde esta perspectiva, aunque se reconoce que existen
conflictos sociales, los cuales están relacionados con la categoría de
“clases sociales” (noción que toman de Marx), se afirma además que esta
categoría resulta demasiado genérica para ser la base del estudio del
conflicto en las sociedades. Así, los conflictualistas exponen que esta
noción resulta insuficiente para explicar el conflicto, pues existen
conflictos dentro de las clases sociales que no son contemplados por
Marx, y además porque existen conflictos que no son influenciados por la
estructura clasista de la sociedad, sino por otros factores que agrupan a
los actores del conflicto. Esta teoría, nacida en Alemania bajo la influencia
de Georg Simmel, fue desarrollada en el resto de Europa y Estados Unidos,
y se diferencia radicalmente de la teoría marxista en cuatro aspectos, que
proporcionan a la vez una explicación de sus preceptos: El primero es que
reemplaza el concepto de clase social como factor determinante de los
conflictos, y lo sustituye por la categoría de Grupo Social, acuñada por Ralf
Dahrendorf, como forma de entender y categorizar a quienes son los
actores del conflicto, el segundo punto de desacuerdo en que para sí Marx
la tenencia o propiedad de los medios de producción son la causa de la
división y el conflicto de clases, para la teoría conflictualista liberal, la
tenencia de los medios de producción y la pertenencia a una clase social,
dentro del capitalismo contemporáneo, son factores que pueden estar
disociados. El tercer factor que aleja estas dos teorías es que las clases
sociales marxistas son el resultado del análisis basado en lo económico,
por tanto, los conflictos entre las clases también lo son, lo que es objetado
por los liberalistas quienes argumentan que no todo conflicto se basa en
los intereses económicos y por último, la teoría Marxista planteaba el
conflicto como irreconciliable lo que para la teoría confluctualista, un
conflicto irreconciliable es inexistente, pues considera que todo conflicto
posee una culminación de una manera u otra.

La teoría sociológica estructural funcionalista.

Surge después de la primera guerra mundial (1914-1918) como un


enfoque de las ciencias sociales en Francia y se extiende como primera
medida a Inglaterra y Estados Unidos en donde influyó de manera
fundamental en su estructura política y social. Esta teoría platea la
interdependencia de los elementos constitutivos de la sociedad, los cuales
influyen y repercuten unos sobre otros. Fue promovida por Émile
Durkheim, sociólogo francés que tomó el concepto Darwiniano de función
y lo aplico a lo social, estableciendo un sistema social compuesto por
capital social y capital cultural, constituidos estos en personas que
cumplen funciones, roles u obligaciones específicas. Tales funciones,
basadas en el cooperativismo, tienen como resultado una sociedad en
donde la estabilidad y la convivencia son sus características primordiales,
como respuesta natural a un ordenamiento social. Allí, el tejido social
orienta hacía objetivos comunes y hacía la construcción de una sociedad
armónica. De esta manera, toda sociedad tiende a la estabilidad. Las
fuerzas generadores de cambio o turbulencias de este orden social, son
los individuos que la conforman. Estas fuerzas se originan en sus
psicologías e ideologías y el estado entraría a jugar el papel de facilitador
de la administración de la sociedad.

Teorías Volcánicas

Estas hacen referencia a la visión del conflicto como un cambio


incontrolado en la estructura de una sociedad, que es el resultado de la
acumulación de tensiones surgidas de la frustración, la desinformación o
desorientación sufrida por personas del común, cuando se ven arrolladas
por circunstancias ajenas a ellas, que no están bajo su control
afectándolos de forma negativa, y que además las fuerzan a pertenecer y
cumplir sus roles dentro de la estructura social establecida. Esos conflictos
se convertirán en un fenómeno de masas en el momento en que el orden
y control social se debilitan o bajan la guardia. Este modelo explicativo del
conflicto social surgió a finales del siglo XIX y principios del XX en Francia,
pero se extendió rápidamente a toda Europa y Norte América. Su

principal exponente es Chalmers Johnson escritor y teórico


estadounidense quien consideraba que los conflictos sociales eran
anomalías sociales o patologías, que eran el resultado final de una
escalada de tensiones, políticas, económicas o psicológicas, que impedían
el orden y el progreso de la misma. Esta teoría propuso dos fases en este
modelo, la primera en donde se daba la acumulación de frustraciones y la
segunda, el momento en que se daba el inicio espontáneo de la ira del
pueblo. De igual manera, Johnson, propuso un nuevo elemento alusivo a
la actitud del grupo dominante y cuatro fases dentro del proceso
generador del conflicto; los desequilibrios sistemáticos de la sociedad, la
intransigencia de las élites en el momento de tramitar reformas, la
pérdida de legitimidad de estas élites y un acontecimiento fortuito que
desencadena la revuelta. Además planteaba, que las condiciones para que
se diera una revolución dependían directamente del tipo de reformas o
leyes que se aprobaran y del grado de violencia ejercida por el estado
como garante de las relaciones entre individuos. El manejo de estos
elementos podría, según esta teoría, quitar el poder y control de las elites
sobre estos elementos de control, lo que los convertiría en elementos
aceleradores de la revolución.
Capitulo No. 2: Teorías de la Violencia.

Sin lugar a dudas una de las mayores preocupaciones a nivel planetario es


el uso de la violencia como forma de gestionar los conflictos, en sus
distintas manifestaciones: conflictos armados, segregación, exclusión,
inequidad, pobreza, injusticia, dominación, entre otras, que han puesto de
manifiesto la necesidad de estudiar sus procesos y tipologías para plantear
alternativas de solución y gestión.

En este capítulo, presentaremos primero una aproximación al estudio de


la violencia, y segundo, sus efectos desde teorías psicosociales, brindando
elementos para su diferenciación con la guerra, y las consecuencias del
inadecuado manejo del conflicto social y político en sus actores.

Aproximaciones al concepto de violencia

Como en el caso del conflicto, son muchos los estudios que se han
realizado sobre la violencia y muchos también los enfoques y disciplinas
desde las que se ha conceptualizado.

Pese a ello, en este curso nos centraremos en desarrollar la visión de


Galtung (1990), reconocido estudioso de la violencia y el conflicto, desde
los estudios sobre la paz. Este autor clasifica las formas de violencia en
tres categorías:

Violencia directa o física: es aquella que tiene como finalidad destruir,


neutralizar, herir o matar. Está referida a agresiones físicas (y otras
formas). Se puede generar por muchos factores (múltiples formas de
discriminación, intolerancia, competencia, territorialidad, nacionalismos,
adicciones, entre otros).

Violencia estructural: Consiste en agredir a un determinado grupo humano


desde la misma estructura política o económica. Así, se consideran casos
de violencia estructural aquellos en los que el sistema causa hambre,
miseria, enfermedad o incluso la muerte a la población. Serían ejemplos
aquellos sistemas cuyos estados o países que no aportan a satisfacer las
necesidades básicas de su población. Si nos remitimos a la definición de
violencia como la aplicación de métodos fuera de lo natural a personas o
seres para vencer su resistencia, hablaremos de un abuso de autoridad en
el que alguien tiene poder sobre otro y le afecta como resultado de la
subordinación.

Violencia cultural: Este tipo de denominación se suele dar a los procesos


culturales que tienen dentro de sí aspectos normativos, valorativos o
costumbristas que promueven o justifican en la cotidianidad algunas
prácticas violentas. De tal manera, que este tipo de violencia se ejerce
entonces desde las ideas, las normas, el hábito que aceptan naturalmente
ese tipo de prácticas. (Galtung, 1990. Pág. 292)

Violencia política y guerra, una aproximación desde las teorías


psicosociales.

No es suficiente con reconocer las tipologías de la violencia, sino, que con


el fin de comprender la importancia de aprender como individuos y
sociedad, la relevancia de construir desde la base culturas pacíficas y
noviolentas, se hace necesario reconocer estas categorías como
degradación del conflicto no gestionado.

Las teorías psicosociales del conflicto, se han centrado primordialmente


en el estudio del conflicto como elemento natural presente en las
relaciones humanas que es el punto de partida de la psicología social y
política, en la construcción de conocimiento a partir de problemáticas
psicosociales relevantes, en las que se encuentra como centro el individuo
y su colectivo, respondiendo así, a las condiciones en las que se configura
el ser humano.

Según Martín-Baró (1985) se deben tener en cuenta elementos


prioritarios como la ética y la política, esferas en las que adquiere
importancia indagar acerca de cómo las personas construyen significados
alrededor de escenarios en los que se desenvuelven, a partir de su cultura
y sus experiencias personales. En este escenario, los conflictos
sociopolíticos van a tomar un papel preponderante y sobre todo en
Latinoamérica, en lo que respecta al estudio del uso de la violencia como
mantenedora de las estructuras sociales a favor de las clases políticas
dominantes, así como sus consecuencias en las poblaciones oprimidas.
Este autor afirma que la guerra hace que un país deba adecuar todos sus
procesos sociales, económicos, políticos y culturales a ésta, afectando
directa o indirectamente a todos los miembros de su sociedad (Martín-
Baró, 1990).

Según Castaño, Jaramillo y Summerfield (1998), un elemento muy


importante dentro del marco de la violencia moderna, es la creación de
estados de terror que logren penetrar en su totalidad el tejido y las
relaciones sociales, así como la vida subjetiva y psíquica, todo con el fin de
obtener y mantener un control social; este es el fin último y para llegar a
tal se implementan los actos de violencia contra una población.

La violencia deja de limitarse única y exclusivamente a las acciones bélicas,


por lo que se extiende a la vida social; un ejemplo de esto es el paso de la
guerra sucia a la guerra psicológica. La guerra sucia, uno de los
mecanismos de acción armada que se caracteriza por atacar y eliminar
sistemáticamente a todos aquellos sectores de la población que
constituían un apoyo real o potencial de la oposición. Dado los costos
sociopolíticos y económicos de esta estrategia surge la necesidad de
implementar la guerra psicológica, en la que contrario a la guerra sucia no
se busca “eliminar físicamente” al enemigo sino su “conquista psíquica”
(Martín-Baró, 1990).

Efectos psicosociales de la violencia

Se considera relevante, en primera instancia, hacer referencia de manera


breve a los efectos que se producen en relación con los agresores, pues
esto pueden brindar una mejor comprensión de la violencia y su
mantenimiento. Luego, se pasará analizar más detenidamente los efectos
en las víctimas sobre las cuales recae la violencia.

Efectos en el actor violento

Según Martín-Baró (1975), el primer efecto que suele producir un acto


violento hace referencia a la disonancia cognoscitiva que, en palabras de
este autor, “consiste en una situación de malestar psíquico que se
produce en el individuo ante dos o más conocimientos contradictorios
que, de alguna manera, implican una incoherencia o inconsistencia en él
mismo” (Martín-Baró, 1975, p. 314). Para superar dicha situación, se debe
cambiar alguno de los dos conocimientos que causan la inconsistencia, lo
que en últimas supone una reestructuración de las creencias o del
comportamiento (MartínBaró, 1975).

Es a partir de lo anterior como se explica en los agresores, la


deshumanización de la víctima; tienden a devaluarla asumiendo que o no
es un verdadero ser humano, o simplemente es tan “malo” que se merece
lo que le ha sucedido o le sucederá. De acuerdo a esto, se inicia un
distanciamiento entre víctima y agresor, se genera una polarización
cognoscitiva entre los grupos sociales que hace cada vez más radical la
diferencia entre quien pertenece a un determinado grupo y quien no lo
hace, se comienza a percibir la realidad en facciones simplistas en las que
se pretende categorizar cada elemento de ésta (Martín-Baró, 1975). En
últimas, lo que sucede es que se pasa a legitimar la violencia como
mecanismo de acción, y a institucionalizarla social y culturalmente entre
diferentes grupos que se asumen como contrarios y antagonistas. Se
termina entonces, connaturalizando el acto violento, pues es justificable
una determinada acción frente a una determinada persona. Con ello, no
sólo se logra una instrucción preventiva en aquéllos que deberán asumir
las veces de agresor, sino que se elimina la disonancia cognoscitiva al
eliminar la incongruencia (Martín-Baró, 1975).

Efectos en el actor violentado

Con respecto a quienes son objetivo de los actos de violencia, se debe


decir que también experimentan una serie de consecuencias.

Según Martín-Baró (1990) al referirse a las consecuencias que dejó la


guerra en el pueblo salvadoreño, utilizó el término trauma psicosocial.
Para este autor, al ser los seres humanos productos históricos se debe
pensar necesariamente que la guerra repercutirá en uno u otro sentido
sobre las personas que la vivencien. Martín-Baró (1990) afirma que se
debe hablar de trauma, pues este concepto se refiere a experiencias que
dejan una huella negativa en los seres humanos, y a lo psicosocial porque
se debe evidenciar el “carácter dialéctico de la herida causada por la
vivencia prolongada de una guerra” (Martín-Baró, 1990).
Con respecto a la idea anterior, se tiene que aclarar que no se espera que
el impacto que deja la guerra se produzca de modo uniforme en la
población afectada, por el contrario se cree que las consecuencias
dependerán de diversas características como la vivencia que haya tenido
cada persona, su grado de participación en el conflicto, su extracción
social, entre otros (Martín-Baró, 1990).

Siguiendo con las consecuencias de la guerra y al trauma psicosocial,


Martín-Baró (1990) enfatiza en otros dos aspectos que a su modo de ver
son indispensables, primero que la herida es producida socialmente y
segundo, que su naturaleza es mantenida por las dinámicas dadas entre
individuo y sociedad, que a su vez están mediadas por relaciones
institucionales, grupales e individuales (Martín-Baró, 1990).

Con respecto a esto, Samayoa (1990) afirma que los cambios cognoscitivos
y comportamentales que ocurren en las personas que han vivenciado la
guerra llevan implícitos un proceso de deshumanización, éste se evidencia
a través del empobrecimiento de la capacidad de pensar y comunicarse
claramente, la sensibilización frente al dolor de las demás personas y su
esperanza.

Este autor menciona también, que las guerras de larga duración implican
cambios necesarios para adaptarse a la guerra; estos son básicamente: la
desatención selectiva y el aferramiento a prejuicios o representaciones
distorsionadas de la realidad; la absolutización de criterios valorativos e
interpretativos de la realidad política y social del país, la idealización y
rigidez ideológica, que se refiere a la incapacidad para comprender,
aprehender complejidades; el escepticismo evasivo, sentimientos de odio
y venganza (Samayoa, 1990).
Capitulo No. 3: Teorías del Conflicto, Estudios sobre la Paz y Noviolencia

Según Vincenç Fisas1 el estudio de la paz, inició con la polemología o


“ciencia de la guerra” fundada por Gaston Bouthoul en Francia, después
de la segunda guerra mundial, en la que se entendía la paz como la
ausencia total de la guerra; esta idea evolucionó a lo largo de las décadas
de 1950 y 1960, hacia la concepción de la paz como la ausencia ya no de la
guerra sino de la violencia (Fisas, 1987). Esta aproximación, si bien separó
la noción del conflicto del campo bélico o de la guerra, la acercó cada vez
más a la noción de violencia y cómo esta se presenta en las interacciones
humanas.

Beatriz Rueda, integrante del Instituto de la Paz y los Conflictos de la


Universidad de Granada en España, ofrece una versión distinta frente a los
inicios del estudio del conflicto (Rueda, 2004, P: 146). Esta autora plantea
que en sus inicios, éste se centró especialmente en el estudio de las
causas y los procesos que llevaban al ser humano a la violencia. Este
enfoque llevaría rápidamente a comprender que existían “necesidades e
intereses” por parte de cada uno de los actores implicados en un conflicto
y, que siempre que estas necesidades e intereses se gestionaran desde
una perspectiva en donde se proponían a estos actores como antagónicos,
el resultado más común sería la resolución violenta de la disputa y la
generación de perjuicios para las partes.

Es a partir de esta aproximación que entran en juego las ciencias sociales


como promotoras de un aporte esencial para la teoría de los conflictos, al
plantear el conflicto como parte constitutiva de las relaciones entre las
personas y de los grupos que conforman, además de las relaciones que
establecemos como especie; todo esto teniendo en cuenta el además, el
papel fundamental que juegan los valores, las ideas y las conductas
humanas en la configuración del conflicto.

Rueda también expone en su obra la Conflictividad del Universo, de la


Naturaleza y de sus Leyes, a las que todos los seres vivientes estamos
sometidos. En este sentido, asume el conflicto como “una característica
principal de los seres vivos, que en su intento de perpetuarse como
individuos –frente a la muerte– y como especie –frente a la extinción-
pretenden utilizar en su beneficio los recursos y la energía disponible en
su entorno” (Rueda, 2004. P:148), lo que implica que al ser parte de supra
sistemas, el ser humano siempre estará expuesto a este tipo de
condiciones y, depende de él y de sus capacidades, aprovecharlas y
generar procesos de adaptación.

Desde esta mirada, la cultura es un factor conflictivo natural, pues madia


la interacción de los seres humanos con la naturaleza y con sus pares,
asimismo lo confronta con consecuencias que generan estas interacciones
lo que lo obliga a adaptarse y re-adaptarse a las nuevas circunstancias,
sean estas de orden natural o social y buscando soluciones “como una
fuente de creatividad y renovación continua”.

El Doctor en Ciencias Sociales, Eduard Vinyamata, director del Campus por


la Paz del Área de Cooperación Humanitaria, Paz y Sostenibilidad del
Instituto Internacional de Posgrado de la UOC en Cataluña España, plantea
el conflicto como un “fenómeno propio de los seres vivos” (2009, p. 11),
que se encuentra en todas la épocas y etapas de la vida de estos, con
repercusiones importantes en la vida, tanto de las personas como de las
sociedades que conforman, definición que extiende la presencia de los
conflictos a todos los seres vivos y lo presenta como un agente motivador
de cambio.

Mario López Martínez, investigador del Instituto de la Paz y los Conflictos


de la Universidad de Granada, en su propuesta: “podemos definir el
conflicto como aquellas situaciones de disputa o divergencia en las que
existe una contraposición de intereses, necesidades, sentimientos,
objetivos, conductas, percepciones, valores y/o afectos entre individuos o
grupos que definen sus metas como mutuamente incompatibles. El

conflicto es algo consustancial e ineludible en la naturaleza humana, y


puede existir o no una expresión violenta de las incompatibilidades
sociales que genera” (López, 2004. p. 149).
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