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La Inteligencia Emocional (IE) es una parte de nuestra capacidad cognitiva que, básicamente,
facilita el comportamiento interpersonal.
En términos prácticos, esto significa ser consciente de las emociones que se hallan tras nuestro
comportamiento, así como el impacto que ejercen en las demás personas (positiva y
negativamente), además de aprender cómo manejar esas emociones, tanto nuestras como la de
los otros, especialmente cuando estamos bajo presión. La capacidad de expresar y controlar
nuestras emociones es esencial, pero también lo es nuestra capacidad para comprender,
interpretar y responder a las emociones de los demás. Imaginemos un mundo en el que no se
pudiera entender cuando un amigo se siente triste o cuando un compañero de trabajo está
enojado. Los psicólogos se refieren a esta capacidad como la Inteligencia Emocional, y algunos
expertos sugieren incluso que puede ser más importante que el coeficiente intelectual
Peter Salovey y John D. Mayer fueron los principales investigadores de la Inteligencia Emocional
en 1990. En su influyente artículo “Inteligencia Emocional”, que definen la Inteligencia Emocional
como “el subconjunto de la inteligencia social que implica la capacidad de monitorizar* los
sentimientos y emociones propios y de los demás, de discriminar entre ellos y utilizar esta
información para guiar el pensamiento de uno y acciones” (1990).
*(La monitorización, en psicología cognitiva, es un proceso que se supone inmerso dentro de la llamada
función ejecutiva o sistema ejecutivo. Hace referencia a la supervisión necesaria para la ejecución del plan de
acción establecido en la planificación de las acciones, conductas o pensamientos encaminados al logro de una
meta. Es el proceso por medio del cual, nos aseguramos que nuestro proceder está encaminado adecuada y
eficazmente hacia un resultado final, evitando las posibles desviaciones que pudieran presentarse.)
Los expertos coinciden en que este tipo de inteligencia juega un papel vital en el éxito tanto
personal como profesional, siendo incluso más importante que el cociente intelectual. En cualquier
caso, la Inteligencia Emocional parece estar vinculada a todo, desde la toma de decisiones para el
rendimiento académico.
Entonces, ¿qué se necesita para ser emocionalmente inteligente? Daniel Goleman habla de cinco
componentes críticos de la Inteligencia Emocional.
La capacidad de identificar con precisión nuestras propias emociones, así como las de los demás
La capacidad de utilizar las emociones y aplicarlas a tareas, como el pensamiento y la resolución de
problemas.
La capacidad de gestionar las emociones, incluyendo el control de nuestras propias emociones, así
como la capacidad para animar o calmar a otra persona.
Como dijo Goleman, ninguna cantidad de inteligencia puede compensar la falta de las habilidades
emocionales y sociales cada vez más importantes, especialmente dentro del mundo profesional.
Salovey y Mayer propusieron un modelo que identifica cuatro factores diferentes de la Inteligencia
Emocional y que son: la percepción emocional, la capacidad de razonar usando las emociones, la
capacidad de comprender las emociones y la capacidad de manejar las emociones.
Las emociones que percibimos pueden tener a una gran variedad de significados. Si alguien está
expresando emociones de ira, el observador debe interpretar la causa de su ira y lo que podría
significar. Por ejemplo, si nuestro jefe está actuando de manera airada, podría significar que está
insatisfecho con nuestro trabajo, o tal vez que tiene un exceso de carga laboral o que ha estado
discutiendo con su esposa por la mañana.
4. Gestión de las emociones
La capacidad de gestionar con eficacia las emociones es una parte crucial de la Inteligencia
Emocional. La regulación de las emociones, RESPONDER DE MANERA APROPIADA, Y SABER
CÓMO Y CUÁNDO RESPONDER A LAS EMOCIONES DE LOS DEMÁS, son todos aspectos
importantes de la gestión emocional.
Hay cinco aspectos fundamentales de la IE, a continuación te explicamos cuáles son y en qué
consisten.
Esta es la forma en que nos damos cuenta de nuestras emociones y somos capaces de
evaluarlas. La mayoría de nosotros estamos tan ocupados con la rutina diaria, que rara vez nos
paramos a pensar en cómo estamos respondiendo a las situaciones y cómo nos encontramos. La
otra forma de conciencia de uno mismo es el reconocer las emociones de los demás hacia
nosotros. Esto a menudo es difícil debido a que tendemos a ver lo que queremos ver y solemos
evitar pedir a los demás opiniones si creemos que van a resultar incómodas para nosotros.
Mejorando nuestra autoconciencia emocional podremos ser capaces de comprender muchas más
cosas de nuestro día a día. También es interesante saber recoger los comentarios de personas
que se muestran honestas con nosotros y cuyas ideas valoramos.
Las personas con un buen nivel de autorregulación tienden a ser flexibles y adaptarse bien a los
cambios. También son buenas en la gestión de conflictos y la difusión de situaciones tensas o
difíciles. Goleman también sugiere que las personas con fuertes habilidades de autorregulación
siguen su camino sin desviarse de él. Son capaces de influir positivamente en los demás y asumir
la responsabilidad de sus propias acciones.
Se trata de ser capaz de interactuar correctamente con quienes nos rodean, independientemente
del lugar y la situación. La verdadera comprensión emocional implica algo más que la comprensión
de nuestras propias emociones y los sentimientos de los demás, también tiene que ver con ser
capaz de poner en práctica esta información en nuestras interacciones y comunicaciones diarias.
En los entornos profesionales, las personas con buenas habilidades sociales son capaces de
construir buenas relaciones y conexiones con los compañeros de trabajo, saben desarrollar una
fuerte relación con líderes, iguales y subordinados. Algunas habilidades sociales importantes
incluyen la escucha activa, habilidades de comunicación verbal, habilidades de comunicación no
verbal, liderazgo y capacidad de persuasión.
Ser empático también permite a la gente entender la dinámica de poder que a menudo influyen en
las relaciones sociales, especialmente en los lugares de trabajo. Los que tienen una buena
competencia en esta área, son capaces de ejercer una correcta influencia en las relaciones,
comprender cómo funcionan los sentimientos y comportamientos, e interpretar eficazmente las
diferentes situaciones que giran en torno a este tipo de dinámicas de poder.
5. Automotivación
Las personas que son competentes en esta área tienden a estar orientadas hacia la acción. Se
fijan metas, tienen una alta necesidad de logro y siempre están buscando maneras de hacerlo
mejor. También tienden a mostrarse muy comprometidas con los temas sociales y son buenas
tomando la iniciativa para llevar a cabo gran diversidad de tareas.
1. No son perfeccionistas
Sabe cómo valorar sus puntos fuertes y cómo utilizarlos de manera que puedan compensar sus
debilidades. En el trabajo y en su vida social, elige deliberadamente situaciones que pongan de
manifiesto sus puntos fuertes para que pueda tener éxito. Siempre que le es posible, también elige a los
amigos y compañeros de trabajo que comparten sus puntos fuertes y pueden ayudarle con sus
debilidades.
“Con los años he aprendido que una persona segura no se concentra o se centra en sus debilidades“.
Joyce Meyer
3. Están auto-motivados
Su motivación le viene de dentro y no desde una fuente externa. No busca una recompensa para lograr
sus objetivos, porque la motivación viene de él mismo. Tiene claros sus objetivos y que no necesitan
recordatorios. Las personas emocionalmente inteligentes son capaces de establecer tareas por sí
mismas y trabajar en ellas por su cuenta.
Las personas con alta inteligencia emocional tienen mucha empatía. Eso significa que se interesan de
forma genuina por las otras personas, tienen la capacidad de sintonizar con el lenguaje corporal y
expresiones faciales para entender las emociones de la gente, incluso sin palabras.
Se dan cuenta de que no hay nada que ganar por aferrarse al pasado. Es alguien capaz de recordar sus
errores lo suficientemente bien como para aprender de ellos, pero sabe mantenerlos a una distancia
suficiente para evitar que las experiencias negativas invadan su presente. Es consciente de que su pesar
se le impediría aceptar plenamente el presente.
6. No se distraen con facilidad
Es capaz de estar completamente presente en cualquier tarea que está haciendo. Se centra en completar
una tarea cada vez y no permite que otras tareas o distracciones se interpongan en su camino.
Reconocen la diferencia entre la multitarea y multi-enfoque. No va a cambiar sus metas hasta que éstas
se lleven a cabo. No se desvían de sus objetivos por cosas como las redes sociales o algunos
pensamientos negativos.
No importa lo ocupado que esté con el trabajo o los estudios, sabe lo importante que es encontrar algo
de tiempo para su vida social. Tiene un buen conocimiento de sus habilidades y de cuánto tiempo le
llevará lograr las cosas. Entiende que debe trabajar duro para lograr el éxito, pero también sabe que a
veces hay que ser capaz de desconectar por completo del trabajo para recargarse.
A veces decir “no” puede ser difícil, pero las personas emocionalmente inteligentes saben cuáles son
sus límites y reconocen que no pueden hacerlo todo. No se comprometen a largo plazo sin realizar
primero un examen a fondo de lo que se les pide. Saben cómo dar una respuesta como “tal vez” o “voy
a pensar en ello” en situaciones que posiblemente requieren su rechazo. Para ser emocionalmente
inteligente uno debe decidir sobre las prioridades y tener en cuenta que al negarse a algunos
compromisos, tendrán la oportunidad de centrarse plenamente en las tareas que ya tienen entre manos.
9. No temen el cambio
Saben controlar sus miedos para que no les paralice en el camino hacia sus objetivos. El cambio es
necesario para el crecimiento personal y profesional. Uno siempre debe estar preparado para cualquier
cambio que se presente, y ser lo suficientemente flexible como para adaptarse cuando sea necesario.
Tienen una actitud positiva hacia el cambio y reconocen que les estimula y les conduce a mejores
cosas.
“El progreso es imposible sin cambio, y los que no pueden cambiar de opinión no pueden cambiar
nada.” George Bernard Shaw
10. Saben cómo manejar sus emociones
Las personas emocionalmente inteligentes son capaces de reconocer sus emociones y averiguar por
qué algo les molesta, con el fin de llevar a cabo algunas acciones para mejorar la situación. Saben que
la ira necesita ser canalizada y dirigida adecuadamente hacia situaciones y eventos en lugar de hacia
personas. Son racionales y mantienen sus emociones bajo control. También son confiados y seguros de
sí mismos, lo suficiente como para no ofenderse por cosas triviales.
1940 – David Wechsler sugiere que los componentes afectivos de la inteligencia pueden ser
esenciales para el éxito en la vida.
1950 – Los psicólogos humanistas como Abraham Maslow describen cómo la gente puede
construir su fuerza emocional.
1975 – Howard Gardner publica “La mente rota”, donde introduce el concepto de las Inteligencias
Múltiples.
1985 – Wayne Payne introduce el término Inteligencia Emocional en su tesis doctoral titulada “Un
estudio de la emoción: el desarrollo de la inteligencia emocional”.
1990 – Los psicólogos Peter Salovey y John Mayer publican su artículo de referencia, “Inteligencia
Emocional”, en la revista La imaginación, la cognición y la personalidad.
1995 – El concepto de Inteligencia Emocional se popularizó después de la publicación del libro del
psicólogo Daniel Goleman “La Inteligencia Emocional”. Este libro se mantuvo durante un año y
medio en la lista de los libros más vendidos según el The New York Times. En 2006, ya se habían
vendido alrededor de 5.000.000 de ejemplares en treinta idiomas diferentes, y ha sido best seller
en numerosos países.
Daniel Goleman describe así la Inteligencia Emocional como la capacidad de una persona para
manejar sus sentimientos de manera que esos sentimientos se expresan de manera adecuada y
efectiva. De acuerdo con Goleman, la Inteligencia Emocional es el mayor predictor de éxito en el
lugar de trabajo.