Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
Miguel Jordá
Queridos hermanos:
A menudo los hermanos evangélicos, discutiendo con nosotros los católicos, nos dicen:
¿Dónde habla la Biblia del purgatorio? ¿Dónde dice la Biblia que San Pedro fue a Roma? ¿De
dónde sacan ustedes los católicos eso de que María es la Inmaculada Concepción y que
subió al cielo en cuerpo y alma?».
Para los evangélicos, la Revelación Divina y la Biblia son lo mismo. Es decir, para ellos
solamente en la Biblia se encuentra toda la Revelación de Dios.
Ahora bien: ¿Es correcta esta posición? ¿Es cierto que la Biblia contiene todo el Evangelio
de Cristo? ¿Qué dice la misma Biblia al respecto? Además, ¿quién reunió todos los libros
inspirados que constituyen la Biblia? ¿Acaso no fue la Iglesia la que recibió el encargo de
predicar el Evangelio por todo el mundo, hasta el fin de los tiempos? ¿Qué hubo primero:
la Biblia o la Iglesia?
Hermanos, en esta carta les explicaré por qué la Revelación Divina no abarca solamente la
Biblia, como piensan los evangélicos, sino que la Revelación de Dios se manifiesta en la
Tradición Apostólica y en la Biblia. Es un tema un poco difícil, pero fundamental para la
comprensión correcta de la fe católica. Es un tema que ha sido causa de muchos malos
entendidos entre la Iglesia Católica y las distintas iglesias evangélicas.
1. La Revelación Divina:
1) La Revelación natural, o revelación mediante las cosas creadas. Dice el apóstol Pablo:
«Todo aquello que podemos conocer de Dios El mismo se lo manifestó. Pues, si bien a El no
lo podemos ver, lo contemplamos, por lo menos, a través de sus obras, puesto que El hizo
el mundo, y por sus obras entendemos que Él es eterno y poderoso, y que es Dios» (Rom
1,19-20).
Espíritu Santo sobre su Iglesia. Todo lo que Jesús hizo y enseñó se llama «Evangelio», es
decir, «Buena noticia de la Salvación».
Para llevar el Evangelio por todo el mundo, Jesús encargó a los apóstoles y a sus sucesores,
como pastores de la Iglesia que El fundó personalmente:
«Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he
encomendado. Yo estoy con ustedes todos los días hasta que se termine este mundo» (Mt.
28,18-20).
Aquí notamos cómo Jesús ordenó «predicar» y «proclamar» su Evangelio. Y de hecho los
Apóstoles «predicaron» la Buena Nueva de Cristo. Años después algunos de ellos pusieron
por escrito esta predicación. Es decir, al comienzo la Iglesia se preocupó de predicar el
Evangelio. Por supuesto el Evangelio que Jesús entregó a los Apóstoles no estaba escrito.
Jesús no escribió nunca una carta a sus Apóstoles; su enseñanza era solamente oral. Así lo
hicieron también los Apóstoles.
3. La Tradición Apostólica
Este mensaje escuchado por boca de Jesús, vivido, meditado y transmitido oralmente por
los Apóstoles, se llama «la Tradición Apostólica».
Resumiendo, podemos decir que Jesús mandó «predicar», no «escribir» su Evangelio. Jesús
nunca repartió una Biblia. El Señor fundó su Iglesia, asegurándole que permanecerá hasta
el fin del mundo. Y la Iglesia vivió muchos años de la Tradición Apostólica, sin tener los libros
sagrados del Nuevo Testamento.
Libro: Sepa defender su fe Autor: P. Miguel Jordá
4. La Biblia
Solamente una parte de la Palabra de Dios, proclamada oralmente, fue puesta por escrito
por los mismos apóstoles y otros evangelistas de su generación.
Estos escritos, inspirados por el Espíritu Santo, dan origen al Nuevo Testamento (NT), que
es la parte más importante de toda la Biblia. Está claro que al escribir el NT, no se puso por
escrito «todo» el Evangelio de Jesús.
«Jesús hizo muchas otras cosas. Si se escribieran una por una, creo que no habría lugar en
el mundo para tantos libros», nos dice el apóstol Juan (Jn. 21,25).
La Sagrada Escritura, y especialmente el NT, es la Palabra de Dios, que nos manifiesta al Hijo
en quien expresó Dios el resplandor de su gloria (Heb.1,3).
Podemos decir que sólo la parte más importante y fundamental de la Tradición Apostólica
fue puesta por escrito. Por esta razón la Iglesia siempre ha tenido una veneración muy
especial por las Divinas Escrituras.
5. Biblia y Tradición
Después de esto podemos decir que la revelación divina ha llegado hasta nosotros por la
Tradición Apostólica y por la Sagrada Escritura. No debemos considerarlas como dos
fuentes, sino como dos aspectos de la Revelación de Dios. El Concilio Vaticano II lo describe
muy bien: «La Tradición Apostólica y la Sagrada Escritura manan de la misma fuente, se
unen en un mismo caudal y corren hacia el mismo fin». La Tradición y la Escritura están
unidas y ligadas, de modo que ninguna puede subsistir sin la otra.
Además, la Sagrada Escritura presenta la Tradición como base de la fe del creyente: «Todo
lo que han aprendido, recibido y oído de mí, todo lo que me han visto hacer, háganlo»
(Fil.4,9). «Lo que aprendiste de mí, confirmado por muchos testigos, confíalo a hombres
que merezcan confianza, capaces de instruir después a otros» (2. Tim. 2,2).
«Hermanos, manténganse firmes guardando fielmente las tradiciones que les enseñamos
de palabra y por carta» (2 Tes. 2,15).
Está claro que el Apóstol Pablo, para confirmar la fe de los cristianos, no usa solamente la
Palabra de Dios escrita, sino que recuerda también de una manera muy especial la Tradición
o la predicación oral. Para el Apóstol las formas de transmisión del Evangelio: Sagrada
Escritura y Tradición, tienen la misma importancia. En realidad, una vez que se escribió el
NT no se consideró acabada la Tradición Apostólica, como si estuviera completa la
Revelación Divina. La Biblia no dice eso; en ninguna parte está escrito que el cristiano debe
someterse ¡sólo a la Biblia! Esta es una idea que surgió entre los protestantes recién en los
Libro: Sepa defender su fe Autor: P. Miguel Jordá
años 1550. En la Iglesia Católica hubo siempre una conciencia clara sobre la importancia de
la Tradición Apostólica, sin quitar a la Biblia el valor que tiene.
6. ¿Sólo la Biblia?
Es un error creer que basta la Biblia para nuestra salvación. Esto nunca lo ha dicho Jesús y
tampoco está escrito en la Biblia. Jesús, reitero, nunca escribió un libro sagrado, ni repartió
ninguna Biblia. Lo único que hizo Jesús fue fundar su Iglesia y entregarle su Evangelio para
que fuera anunciado a todos los hombres hasta el fin del mundo. Fue dentro de la Tradición
de la Iglesia donde se escribió y fue aceptado el N.T., bajo su autoridad apostólica. Además
la Iglesia vivió muchos años sin el N.T., el que se terminó de escribir en el año 97 después
de Cristo. Y también es la Iglesia la que, en los años 393-397, estableció el Canon o lista de
los libros que contienen el N.T.
Por tanto, si aceptamos solamente la Biblia, ¿cómo sabemos cuáles son los libros
inspirados? La Biblia, en efecto, no contiene ninguna lista de ellos. Fue la Tradición de la
Iglesia la que nos transmitió la lista de los libros inspirados. Supongamos que se perdiera la
Biblia, en ese caso la Iglesia seguiría poseyendo toda la verdad acerca de Cristo, la cual hasta
la fecha ha sido transmitida fielmente por la Tradición, tal como lo hizo antes de escribir el
NT.
7. El Magisterio de la Iglesia
El Magisterio no está por encima de la Revelación Divina, sino que está a su servicio, para
enseñar puramente lo transmitido. Por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo,
el Magisterio de la Iglesia lo escucha devotamente, lo guarda celosamente y lo explica
fielmente.
Los fieles, recordando la Palabra de Cristo a sus apóstoles: «El que a ustedes escucha, a mí
me escucha» (Lc.10, 16), reciben con docilidad las enseñanzas y directrices que sus pastores
les dan de diferentes formas. El Magisterio de la Iglesia es un guía seguro en la lectura e
Libro: Sepa defender su fe Autor: P. Miguel Jordá
interpretación de la Sagrada Escritura, «ya que nadie puede interpretar por sí mismo la
Escritura» (2 Ped. 1, 20).
Este es precisamente el significado que hay que dar a las definiciones dogmáticas, hechas
por el Magisterio de la Iglesia.
Conclusión: