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TODOS USAMOS ARMADURAS

El caballero de la armadura oxidada es una obra que ya ha tenido más de cuarenta


y seis ediciones y sigue cautivando el corazón de los lectores de todas las edades,
pues ella tiene la particularidad de capturar desde los más chicos hasta los más
adultos, permitiendo un encuentro consigo mismo y de enfrentar el reconocimiento
del ser humano con grandes virtudes y capacidades, pero, de la misma manera con
una gran capacidad de desconocerse y actuar para responder a otros, dejando de
lado la posibilidad de ser feliz y de responder al amor de otros.

Los dilemas que debió enfrentar el caballero no son ajenos a la realidad de ningún
ser humano, si bien la historia es algo pintoresca y poética, tiene una esencia real
de los sentimientos que a diario sobre vienen en la vida de todo hombre. En la
actualidad no es ajeno encontrar profesionales que no disfrutan de su trabajo, pues,
fueron sometidos a la imposición de seguir esa carrera y aún más triste ser mártires
de sus anhelos personales.

Los valores éticos, morales, sociales, estéticos y todos aquellos que están pensados
para formar hombres y mujeres “de bien” desconocen el valor del ser humano como
único e irrepetible, se piensa en una homogenización que responda a unas normas
estandarizadas que coartan y mutilan desde niños a los hombres del futuro.

Se vive en la época de la aceptación en donde se enfrenta a diario el miedo al


rechazo, negándose la oportunidad del reconocimiento de sí mismo, el valor de la
vida se centra en procesos educativos y sociales de los pensadores y filósofos de
hace doscientos años, desconociendo la modernización y los avances tecnológicos,
no queriendo decir con eso que los valores no tengan gran valor e importancia,
sencillamente que se imponen como filosofías de vida.

Dada tanta normatividad y la responsabilidad social que se da al ser humano desde


muy niño, siendo llevado a jardines desde los primeros meses de vida ha conllevado
a que las nuevas generaciones se estén revelando y cada vez se enfrente con
mayor fuerza el rechazo a los patrones de conducta que por muchos años se han
asumido como referentes de la formación de los ciudadanos de diversas
generaciones.

En la búsqueda del propio yo, del reconocerse a sí mismo es transcendental la


presencia del otro; ese otro que pueda resignificar aquello que se es y que se puede
potenciar o mejorar.

Puede pensarse que la armadura del caballero está de moda en la actualidad, los
jóvenes necesitan llevar sobre su cuerpo algo que les de identidad, esa que les ha
removido por imposición social, los tatuajes, los pearcing, las expansiones y
diversas modas y tribus urbanas no son más que la muestra de una juventud en
éxtasis que clama por la esencia y el calor de un hogar.

No es extraño que un bebe de cuatro meses pase más tiempo con personas
desconocidas que con sus padres, quienes deben trabajar duramente para que a él
no le falte nada, tiene los últimos juguetes, la ropa de marca y todo aquello que esté
de moda, empezando aquí su gran carencia de tiempo, de afecto y de amor; Se ha
cambiado por el consumismo.

Sin embargo, se presume que lo tiene todo, y, por tanto, debe responder como
adulto y asumir que no necesita nada más.

Es ahí cuando se enfrentan los grandes temores de decepcionar a otros y se


asumen armaduras para eludir la realidad y no dejar ver los miedos y las falencias
que se grabaron en el corazón con cada reproche al no ser, el ser humano perfecto
que tuvo todo y no lo valoró.

Es necesaria la búsqueda de la verdad, del encuentro y el reconocimiento del yo,


para lograr ser seres humanos realmente humanos, sensibles al dolor del otro, con
la capacidad de dar y entregar sin esperar nada a cambio, un ser imperfecto pero
humano.

La familia debe replantear sus objetivos y centrar su esfuerzo en la formación de


seres autónomos con principios y valores sensibles, que no requieran de armaduras
para ser felices frente a los demás, pero que sobre todo sepa reconocer sus
fortalezas, debilidades y sea capaz de enfrentar sus temores buscando ayuda
cuando lo requiera sin tener que cambiar su esencia.

Esta es una reflexión que requiere cambios trascendentes y romper los viejos
paradigmas sociales que enmarcan las pautas educativas, si bien las influencias
generacionales son drásticas, también el amor y la unión familiar lo son y es ahí en
donde está el origen del cambio y el encuentro del yo personal.

Puede pensarse que es una difícil tarea, y realmente lo es, sin embargo, se cuenta
con herramientas a la mano de todos: la comunicación y el saber escuchar, algo
que se ha perdido o reemplazado por medios de comunicación masiva que, aunque
permiten saber más, también separan más y distorsionan la realidad idealizando
prototipos de personas.

Todos los seres humanos enfrentan el miedo a la soledad por lo cual prefieren
asumir armaduras, que los alejan de sus propósitos y el conocimiento de sí mismo
vulnerando la voluntad, es entonces cuando se cae preso de las drogas, la
depresión y los pensamientos suicidas, se cree que la vida no tiene sentido y que
solo se vive para sufrir, es mejor asumir una vida irreal que responda a las
expectativas de otros.

En conclusión, queda la esperanza del amor familiar y la aceptación de sus


miembros con sus fortalezas y debilidades, trabajando en equipo para que cada uno
pueda cumplir sus sueños sin tener que disfrazar su corazón, que aunque sus metas
sean inalcanzables se luche por ellas y se permita el reconocimiento personal, el
encuentro con el yo interior que cada ser humano tiene y que en la mayoría de las
personas nunca se reconoce ni se le acepta como complemento y esencia de cada
ser, es evidente una transformación en la educación para construir una sociedad
más justa y que responda a las necesidades éticas y filosóficas de sus miembros.

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