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CREDO TOLEDANO

1. (Punto de partida). Confesamos y creemos que la


santa e inefable Trinidad, el Padre y el Hijo y el
Espíritu Santo, es naturalmente un solo Dios de una
sola sustancia, de una naturaleza, de una sola
también majestad y virtud.
(2) (Padre).Y confesamos que el Padre no es
engendrado ni creado, sino ingénito. Porque Él de
ninguno trae su origen, y de Él recibió su nacimiento
el Hijo y el Espíritu Santo su procesión. Él es pues
la fuente y origen de la divinidad entera. Él es
también Padre de su esencia, que de su inefable
sustancia engendró inefablemente al Hijo (Él
mismo, el Padre, es decir, su inefable sustancia,
engendró inefablemente de su sustancia al Hijo] y,
sin embargo, no engendró otra cosa que lo que Él
es: Dios a Dios, luz a la luz; de Él, pues, se deriva
toda paternidad en el cielo y en la tierra [Ef. 3, 15].
(3) (Hijo). Confesamos también que el Hijo nació de
la sustancia del Padre, sin principio antes de los
siglos, y que, sin embargo, no fue hecho; porque ni
el Padre existió jamás sin el Hijo, ni el Hijo sin el
Padre. Y, sin embargo, no como el Hijo del Padre,
así el Padre del Hijo, porque no recibió la
generación el Padre del Hijo, sino el Hijo del Padre.
El Hijo, pues, es Dios procedente del Padre; el
Padre, es Dios, pero no procedente del Hijo; es
ciertamente Padre del Hijo, pero no Dios que venga
del Hijo; Este, en cambio, es Hijo del Padre y Dios
que procede del Padre. Pero el Hijo es en todo igual
a Dios Padre, porque ni empezó alguna vez a nacer
ni tampoco cesó. Nosotros creemos que el Hijo
tiene una sola sustancia con el Padre, por lo que se
le llama homousios al Padre, es decir, de la misma
sustancia que el Padre, pues homo en griego
significa uno solo y ousia sustancia, y unidos los
dos términos suena “una sola sustancia”. Porque ha
de creerse que el mismo Hijo fue engendrado o
nació no de la nada ni de ninguna otra sustancia,
sino del seno del Padre, es decir, de su sustancia.
(4) (Padre e Hijo, una naturaleza). Sempiterno,
pues, es el Padre, sempiterno también el Hijo. Y si
siempre fue Padre, siempre tuvo Hijo, de quien
fuera Padre; y por esto confesamos que el Hijo
nació del Padre sin principio. Y no, porque el mismo
Hijo de Dios haya sido engendrado del Padre, lo
llamamos una porcioncilla de una naturaleza
seccionada; sino que afirmamos que el Padre
perfecto engendró un Hijo perfecto sin disminución
y sin corte, porque sólo a la divinidad pertenece no
tener un Hijo desigual. Además, este Hijo de Dios
es Hijo por naturaleza y no por adopción, a quien
hay que creer que Dios Padre no lo engendró ni por
voluntad ni por necesidad; porque ni en Dios cabe
necesidad alguna, ni la voluntad previene a la
sabiduría.
(5) (Espíritu Santo). También creemos que el
Espíritu Santo, que es la tercera persona en la
Trinidad, es un solo Dios e igual con Dios Padre e
Hijo; no, sin embargo, engendrado y creado, sino
que procediendo de uno y otro, es el Espíritu de
ambos. Además, este Espíritu Santo no creemos
sea ingénito ni engendrado; no sea que si le
decimos ingénito, hablemos de dos Padres; y si
engendrado, mostremos predicar a dos Hijos; sin
embargo, no se dice que sea sólo del Padre o sólo
del Hijo, sino Espíritu juntamente del Padre y del
Hijo. Porque no procede del Padre al Hijo, o del Hijo
procede a la santificación de la criatura, sino que se
muestra proceder a la vez del uno y del otro; pues
se reconoce ser la caridad o santidad de
entrambos. Así, pues, este Espíritu se cree que fue
enviado por uno y otro, como el Hijo por el Padre;
pero no es tenido por menor que el Padre o el Hijo,
como el Hijo por razón de la carne asumida
atestigua ser menor que el Padre y el Espíritu
Santo.
(6) (Trinidad). Esta es la explicación relacionada de
la Santa Trinidad, la cual no debe ni decirse ni
creerse triple, sino Trinidad. Tampoco puede
decirse rectamente que en un solo Dios se da la
Trinidad, sino que un solo Dios es Trinidad. Mas en
los nombres de relación de las personas, el Padre
se refiere al Hijo, el Hijo al Padre, el Espíritu Santo
a uno y a otro; y diciéndose por relación tres
personas, se cree, sin embargo, una sola
naturaleza o sustancia. Ni como predicamos tres
personas, así predicamos tres sustancias, sino una
sola sustancia y tres personas. Porque lo que el
Padre es, no lo es con relación a sí, sino al Hijo; y lo
que el Hijo es, no lo es con relación a Sí, sino al
Padre; y de modo semejante, el Espíritu Santo no a
Sí mismo, sino al Padre y al Hijo se refiere en su
relación: en que se predica Espíritu del Padre y del
Hijo. Igualmente, cuando decimos “Dios”, no se dice
con relación a algo, como el Padre al Hijo o el Hijo
al Padre o el Espíritu Santo al Padre y al Hijo, sino
que se dice Dios con relación a sí mismo
especialmente.
(7) (Cada persona es Dios. No hay número en la
Trinidad). Porque si de cada una de las personas
somos interrogados, forzoso es la confesemos Dios.
Así, pues, singularmente se dice Dios Padre, Dios
Hijo y Dios Espíritu Santo; sin embargo, no son tres
dioses, sino un solo Dios. Igualmente, el Padre se
dice omnipotente y el Hijo omnipotente y el Espíritu
Santo omnipotente; y, sin embargo, no se predica a
tres omnipotentes, sino a un solo omnipotente,
como también a una sola luz y a un solo principio.
Singularmente, pues, cada persona es confesada y
creída plenamente Dios, y las tres personas un solo
Dios. Su divinidad única o indivisa e igual, su
majestad o su poder, ni se disminuye en cada uno,
ni se aumenta en los tres; porque ni tiene nada de
menos cuando singularmente cada persona se dice
Dios, ni de más cuando las tres personas se
enuncian un solo Dios. Así, pues, esta santa
Trinidad, que es un solo y verdadero Dios, ni se
aparta del número ni cabe en el número. Porque el
número se ve en la relación de las personas; pero
en la sustancia de la divinidad, no se comprende
qué se haya numerado. Luego sólo indican número
en cuanto están relacionadas entre sí; y carecen de
número, en cuanto son para sí. Porque de tal suerte
a esta santa Trinidad le conviene un solo nombre
natural, que en tres personas no puede haber
plural. Por esto, pues, creemos que se dijo en las
Sagradas Letras: Grande el Señor Dios nuestro y
grande su virtud, y su sabiduría no tiene número
[Sal 146, 5].
(8) (Unidad de naturaleza, distinción de personas).
Y no porque hayamos dicho que estas tres
personas son un solo Dios, podemos decir que el
Padre es el mismo que es Hijo, o que el Hijo es el
mismo que el Padre, o que el Padre o el Hijo es el
que es Espíritu Santo. Porque no es el mismo el
Padre que el Hijo, ni es el mismo el Hijo que el
Padre, ni el Espíritu Santo es el mismo que el Padre
o el Hijo, no obstante que el Padre sea lo mismo
que el Hijo, lo mismo el Hijo que el Padre, lo mismo
el Padre y el Hijo que el Espíritu Santo, es decir: un
solo Dios por naturaleza. Porque cuando decimos
que no es el mismo Padre que es Hijo, nos
referimos a la distinción de personas. En cambio,
cuando decimos que el Padre es lo mismo que el
Hijo, el Hijo lo mismo que el Padre, lo mismo el
Espíritu Santo que el Padre y el Hijo, se muestra
que pertenece a la naturaleza o sustancia por la
que es Dios, pues por sustancia son una sola cosa;
porque distinguimos las personas, no separamos la
divinidad. Reconocemos, pues, a la Trinidad en la
distinción de personas; profesamos la unidad por
razón de la naturaleza o sustancia. Luego estas tres
cosas son una sola cosa, por naturaleza, claro está,
no por persona. Y, sin embargo, no ha de pensarse
que estas tres personas son separables, pues no
hade creerse que existió u obró nada jamás una
antes que otra, una después que otra, una sin la
otra. Porque se halla que son inseparables tanto en
lo que son como en lo que hacen; porque entre el
Padre que engendra y el Hijo que es engendrado y
el Espíritu Santo que procede, no creemos que se
diera intervalo alguno de tiempo, por el que el
engendrador precediera jamás al engendrado, o el
engendrado faltara al engendrador, o el Espíritu que
procede apareciera posterior al Padre o al Hijo. Por
esto, pues, esta Trinidad es predicada y creída por
nosotros como inseparable e inconfusa.
Consiguientemente, estas tres personas son
afirmadas, como lo definen nuestros mayores, para
que sean reconocidas, no para que sean
separadas. Porque si atendemos a lo que la
Escritura Santa dice de la Sabiduría: Es el
resplandor de la luz eterna [Sab 7, 26]; como vemos
que el resplandor está inseparablemente unido a la
luz, así confesamos que el Hijo no puede separarse
del Padre. Consiguientemente, como no
confundimos aquellas tres personas de una sola e
inseparable naturaleza, así tampoco las predicamos
en manera alguna separables.
(9) (Propiedades de cada persona)Porque, a la
verdad, la Trinidad misma se ha dignado
mostrarnos esto de modo tan evidente, que aun en
los nombres por los que quiso que cada una de las
personas fuera particularmente reconocida, no
permite que se entienda la una sin la otra; pues no
se conoce al Padre sin el Hijo ni se halla al Hijo sin
el Padre. En efecto, la misma relación del vocablo
de la persona veda que las personas se separen, a
las cuales, aun cuando no las nombra a la vez, a la
vez las insinúa. Y nadie puede oír cada uno de
estos nombres, sin que por fuerza tenga que
entender también el otro: Así, pues, siendo estas
tres cosas una sola cosa, y una sola, tres; cada
persona, sin embargo, posee su propiedad
permanente. Porque el Padre posee la eternidad sin
nacimiento, el Hijo la eternidad con nacimiento, y el
Espíritu Santo la procesión sin nacimiento con
eternidad.

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