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Conceptos base e introducción a la argumentación y la Lógica

Celso López, Joao Muñoz.

1. ¿Qué es la Lógica?

La ubicación y la apreciación de la lógica en el campo del saber han estado sometidas a


grandes cambios en el transcurso de la historia. La lógica fue considerada como ciencia, arte,
técnica, instrumento, método, etc. Así para los sofistas es el arte de la persuasión. Para
Aristóteles es la ciencia de la demostración. Aparte de las conexiones que tiene con lo real, es
un método o un instrumento (órganon) para las demás ciencias. Este la denominó “analítica”; el
nombre lógica se le dio en el tiempo de Cicerón. En el medioevo fue definida como “Scientia
recte iudicandi”. Para el iluminismo es un arte racional. Autores que la vieron ligada
esencialmente a la teoría del conocimiento la llamaron “ciencia de las condiciones de verdad”,
mientras que la influencia psicológica o psicologista se nota en definiciones como “doctrina del
pensar”, “ciencia de las formas del pensamiento”, “ciencia de las operaciones del espíritu en
cuanto ellas conducen a la verdad”, etc.
Hoy en día la lógica se ve como una ciencia estrechamente vinculada a las matemáticas. A
pesar de que trabaja con clases de expresiones seleccionadas, ella se ocupa no solo de
lenguaje (no solo de expresiones), sino que incluye también lo denotado en sus
consideraciones, permitiendo tratar rigurosamente tanto lo uno como lo otro. Así podríamos
considerar la lógica como la ciencia de las operaciones (formales) básicas que se han
creado para asegurar la ampliación exacta de todo conocimiento en general.

2.- Lógica formal y lógica informal

Existen importantes diferencias entre la Lógica Formal y la Lógica Informal, en especial, con
respecto a los objetivos, sin embargo, ambas tienen un mismo punto de partida. Ambas parten
del único punto de partida posible: el lenguaje cotidiano o lenguaje natural.
El propósito de la lógica formal es el establecimiento de conclusiones necesariamente
verdaderas, porque eso es fundamental para el desarrollo del conocimiento científico. Como
sabemos, la ciencia tiene que partir de ciertos principios verdaderos (axiomas) y, a partir de
ellos, descubrir otros principios, menos evidentes, que se deducen de ellos.
Para lograr esto, la lógica debe partir de premisas verdaderas y establecer ciertas reglas de
inferencia que nos permitan deducir consecuencias necesariamente verdaderas, es decir,
universales.
El lenguaje de la lógica formal es, además, extensional, es decir, a partir de aserciones simples
podemos, por combinaciones de ellas, formar expresiones más complejas.

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A las oraciones más simples se las denomina fórmulas atómicas, porque son las más simples
que podemos encontrar. Estas oraciones deben cumplir con el requisito de ser verdaderas o
falsas.
Por ejemplo, la proposición “Juan tiene una bicicleta” o “María tiene una muñeca” cumplen con
este requisito. Y como vemos están formadas por un sujeto y una propiedad. Hay otras
expresiones que parecen proposiciones, pero no lo son. Por ejemplo, si alguien dice “el actual
rey de Francia es calvo”, no se trata de una proposición, puesto que no es ni verdadera ni falsa.
No es verdadera, puesto que no hay un sujeto que cumpla con la propiedad de ser calvo. Pero,
si decimos que es falsa, entonces, en ese caso, su negación debería ser verdadera. Pero la
expresión “El actual rey de Francia no es calvo” tampoco es verdadera. En consecuencia la
proposición el “actual rey de Francia es calvo” es anómala y no forma parte del lenguaje formal.
Esto nos muestra que las expresiones más fundamentales del Lenguaje formal no son
expresiones arbitrarias y por esa razón, el llamar al lenguaje formal, lenguaje artificial puede
ser engañoso. Las expresiones del lenguaje formal no son arbitrarias, son tomadas del lenguaje
cotidiano y lo que las distingue es que deben satisfacer ciertos requisitos de rigurosidad, en
especial, para evitar ambigüedades. Para expresar estos requisitos de rigurosidad, las
proposiciones hacen uso de un lenguaje matemático, que refleja el estado actual de la lógica
formal porque, justamente se trata de un lenguaje sin ambigüedades ni vaguedades. Así, “Juan
tiene una bicicleta” podría ser simbolizada por “Bj” en la que “B” representa el predicado tener
una bicicleta y “j” representa al sujeto Juan.
A fin de que estas expresiones pueden ser verdaderas, el sujeto debe ser único, es decir, no
puede existir otro sujeto con el mismo nombre, además, el predicado debe ser adecuado para
el sujeto. Esto requiere de un conjunto de objetos, propiedades y relaciones que satisfacen
estas condiciones.
Decir, por ejemplo, que “nuestros pensamientos sangran” o que “son de color verde” son
expresiones metafóricas que no tienen lugar en la lógica formal. En cambio decimos que “la
nieve es blanca” es una expresión verdadera porque el color blanco es adecuado para el objeto
nieve. ¿Cómo lo sabemos? Porque ese es el uso que tiene el color blanco en el lenguaje
cotidiano, es decir, el poder aplicarlo a ciertos objetos, entre otros, la nieve.
Esto nos hace ver que el lenguaje formal de la lógica surge del lenguaje natural y lo único que
hacemos es dotar a éste de una estructura que permita decidir que las distintas expresiones
sean verdaderas o falsas.
Un segundo paso o nivel del lenguaje son las expresiones o formulas moleculares o que se
forman a partir de las fórmulas atómicas combinándolas por medio de ciertas conectivas. Por
ejemplo, si tenemos la proposición A y la proposición B, podemos formar la proposición (A^B),
en la que “^” representa la conjunción castellana “y”. ¿Cómo podemos definirla? Simplemente
mirando su uso en el lenguaje cotidiano . Así, podemos decir que si tengo un billete de $1.000
(proposición P) y uno de $2.000 (Proposición Q). ¿En qué condiciones esto es verdadero? Es
una proposición que resulta verdadera si tenemos ambos billetes. Es falsa, por supuesto, si no

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tenemos ninguno. Pero también es falsa si sólo tenemos un billete de $1.000 o si sólo tenemos
un billete de $2.000. Sólo es verdadera si tenemos ambos billetes.
Se puede hacer una tabla con estos resultados. Como ambas proposiciones sólo pueden ser
verdaderas o falsas, la combinación de ellas nos proporciona cuatro casos.

P Q P^Q

V V V
V F F
F V F
F F F

La definición de la conjunción, por medio de esta tabla no es más que la sistematización del uso
cotidiano de la conjunción. Otra conectiva importante es la Disyunción. Por ejemplo, cuando
preguntamos: ¿tienes un billete de $1.000 o uno de $2.000? podemos considerar en qué
condiciones decimos sí o no.
Si tengo un billete de $1.000, diré que sí y si tengo un billete de $2.000, también diré que sí.
¿Qué pasa si tengo ambos? Seguramente diré que sí. Sólo diré que no, si no tengo ninguno.
Pero el uso de la disyunción es diferente al uso de la conjunción porque es más irregular, es
decir, admite casos diferentes. Por ejemplo, usamos la disyunción, cuando hay que elegir.
¿Quieres ir al cine o prefieres quedarte en la casa conversando? En este caso (disyunción
exclusiva), no es posible hacer las dos cosas.
En el caso anterior se podía tener una de las dos alternativas y también ambas (disyunción
inclusiva). De modo que la disyunción adolece de una ambigüedad que obligaría a tener dos
conectivas, pero esto resulta incómodo para la Lógica formal. La solución de los lógicos es
elegir una y definir la otra en términos de la primera.
Si las observamos bien, nos daremos cuenta que la única diferencia entre ellas es el caso en
que ambas alternativas sean verdaderas. Para la disyunción inclusiva en este caso, la
proposición es verdadera. Para la conjunción exclusiva, en cambio, este caso hace falsa la
proposición.
La solución, entonces es tomar la primera alternativa (disyunción inclusiva) y considerarla falsa,
cuando ambas alternativas sean verdaderas. De este modo podemos definir la disyunción
exclusiva haciendo uso la disyunción inclusiva, la conjunción y la negación. Es un proceso que
parece complicado, pero es claro si vamos paso a paso. Para eso, podemos comparar las
diferentes tablas.

P Q Disyunción Inclusiva P,Q


V V V
V F V
F V V
F F F

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P Q Disyunción Exclusiva P,Q
V V F
V F V
F V V
F F F

Consideremos ahora la siguiente formula ((A v B) ^ ¬(A ^ B)); es decir, la conjunción de la


disyunción inclusiva y la negación de la disyunción de A y B.

AvB ¬(A^B) (A v B) ^ ¬(A^B)


F F F
V V V
V V V
F V F

Como podemos verlo en la tabla, la fórmula que hemos elegido es equivalente a la disyunción
exclusiva.
En otras palabras, la disyunción exclusiva de A y B puede ser definida en términos de la
disyunción, conjunción y negación. Es decir, se trata de una conectiva superflua.
Hasta ahora no hemos dicho nada sobre la Negación. En oposición a la conjunción y la
disyunción, la negación es una conectiva que se aplica sólo a una proposición. Si la proposición
es verdadera, la convierte en falsa y si es falsa la convierte en verdadera. Esto es lo que ocurre
en el lenguaje cotidiano, excepto que en el lenguaje formal la doble negación se anula; es decir,
si negamos una proposición que ha sido negada, la afirmamos. Por ejemplo, si decimos (P)
“Juan tiene una máscara roja”, entonces (¬P) dice que “Juan no tiene una máscara roja”; es
decir, es falso que Juan tenga una máscara roja; en cambio (¬¬P), dice que es falso que Juan
no tenga una máscara roja; es decir, Juan tiene una máscara roja. En otras palabras decir P es
lo mismo que decir ¬¬P.
Esto no ocurre de una manera regular en el lenguaje cotidiano. Muchas veces en el lenguaje
cotidiano usamos la doble negación para enfatizar la negación. Por ejemplo, “no, por ningún
motivo, te prestaré mi bicicleta”, no significa que te la prestaré. Por el contrario, se trata de un
no rotundo.
La última conectiva que analizaremos es el condicional, que se simboliza habitualmente por
medio de una flecha. (P→Q) significa que P es una condición para Q. Por ejemplo, “si nieva,
hace frío”.
Esta condición siempre se cumple en el sentido que sería muy raro que nevara y no hiciera frío.
El condicional, en efecto, es falso sólo en el caso en que el antecedente P sea verdadero y el
consecuente Q, sea falso. En todos los otros casos el condicional es verdadero. Por ejemplo, si
el antecedente es falso significa que no hay criterios para juzgar el condicional. Así, si no nieva

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no podemos saber si hace frío o no hace frío. Podría ocurrir que haga frío o que no lo haga,
pero, no podemos determinar si depende o no de que haya nevado. La condición se ha
establecido para el caso en que el antecedente es verdadero y, si no lo es, la situación es
irrelevante para el condicional. Si consideramos un ejemplo más claro, podemos decir que si el
agua está a 100º Celsius, hierve. Pero, si no está a esa temperatura, por ejemplo a 80º no
hierve. Sin embargo, esta situación no refuta el hecho de que si el agua estuviera a 100ºC,
herviría. Por supuesto, el agua podría hervir a una temperatura distinta, pero eso significa que
están actuando otros factores que no dependen de la condición que estamos analizando.
También hay que tener cuidado con otro tipo de errores. Por ejemplo, si decimos “si hace frío,
llueve” estamos estableciendo una condición entre “hacer frío” y “llover”. ¿Qué pasa si no hace
frío? Muchas personas se ven tentadas a concluir que no llueve. Pero eso es un error, porque
el hecho de que no haga frío establece una condición diferente. Por ejemplo, considerando otro
area del conocimiento, si alguien es chileno es sudamericano; pero que ocurre si no es chileno,
¿podemos concluir que no es sudamericano? No lo sabemos.
Ahora podemos dar una definición de argumento correcto; es decir, un argumento en el que la
conclusión se sigue o deduce de las premisas; y ,por lo tanto, es necesariamente verdadero.
Las condiciones son idénticas a un condicional, porque podemos considerar que las premisas
de un argumento constituyen el antecedente y la conclusión de un argumento es el
consecuente.
Un condicional simple, como los que hemos estado considerando son del tipo si (P →Q).
Entonces si consideramos que el condicional es verdadero, es decir, establece una condición
verdadera, entonces si, además P, el antecedente, es verdadero; entonces podemos deducir
que el consecuente es verdadero.

(P →Q) premisa 1 (Verdad)


P premisa 2 (Verdad)
___________________
Q conclusión (verdad)

Por ejemplo, si “ser chileno es una condición verdadera para ser sudamericano” y si, además,
“alguien es chileno” es verdad, entonces podemos deducir que ese alguien es sudamericano.
En este caso estamos frente a un argumento deductivo y la conclusión es, por lo tanto,
necesariamente verdadera.
Estos argumentos funcionan si las premisas son verdaderos y los mecanismos de deducción
preservan la verdad de las proposiciones. En otras palabras, nunca puede ocurrir que las
premisas son verdaderas y la conclusión falsa. Otra manera de probar que este argumento es
falso es suponer que la conclusión es falsa y las premisas verdaderas. Así si Q es falsa

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(conclusión) y P (premisa 2) es verdadera, la premisa 1 es falsa, por definición. Esto muestra
que el argumento es correcto y que si las premisas son verdaderas, la conclusión es verdadera.
Otro argumento simple es: (P → Q) es verdad y ¬Q es verdad,
entonces se puede deducir que ¬P es verdadero. Es decir:
(P →Q) premisa 1
¬Q premisa 2
_____________________________
¬P conclusión
Si ¬Q es verdadera, entonces Q es falsa; en consecuencia, P debe ser falsa, puesto que, si
fuera verdadera, la primera premise sería falsa. Lo que no puede ocurrir, por definición. En
consecuencia ¬P debe ser verdadera.

Para extender nuestro lenguaje y, por lo tanto, extender el alcance de los argumentos formales
que pueden ser aplicados a los contextos cotidianos, debemos preocuparnos ahora de los
cuantificadores.
Ya hemos visto que las proposiciones como “todos los hombres son mortales” refieren a una
clase de individuos. O sea, no sólo podemos referirnos a un individuo particular, como “Juan
tiene una bicicleta” sino a todo una clase de personas. También podemos referirnos a “algunos
individuos que cumplen una determinada propiedad”.
Así, “todos los estudiantes son deportistas” es una expresión que usamos en el lenguaje
cotidiano. Para que esta expresión sea verdadera debemos definer un conjunto, por ejemplo, un
curso de un colegio o un colegio entero o, incluso todos los alumnos del país y afirmar que a
todos ellos, sin excepción se les puede aplicar la propiedad de ser deportistas. En cambio,
cuando decimos algunos alumnos son deportistas, se puede producir una ambigüedad. Para
muchas personas, cuando decimos algunos alumno son deportistas, también queremos decir
que algunos no lo son. Para otros, en cambio, cuando decimos que algunos objetos tienen una
propiedad, no significa que otros no la tengan.
Consideremos diferentes contextos. En un caso, un profesor que observa a los alumnos en el
recreo, puede decir que algunos alumnos juegan fútbol y eso significa que otros no juegan,
puesto que el profesor puede observarlos a todos. En cambio, un científico que observa
determinadas bacterias, puede afirmar que las bacterias que él estudia transmiten una
determinada enfermedad. En ese caso, deberá decir que algunas bacterias transmiten dicha
enfermedad, pero él no sabe si otras bacterias que él no ha estudiado, también lo hacen. Por lo
tanto, en ese caso, algunas bacterias no significa que otras no lo hagan.
Un ejemplo más familiar lo proporciona Lipman. Él dice que si sacamos bolitas de una bolsa,
por ejemplo, tres bolitas y son todas rojas podemos decir que algunas bolitas son rojas, pero no
puede decir nada sobre las otras bolitas que no las puede ver, por lo tanto, podría ocurrir que
todas las bolitas son rojas. Es decir, en el lenguaje formal, cuando decimos algunos no
excluimos la posibilidad de que sean todos. El lenguaje formal toma este sentido de algunos y

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por eso “algunos” debe definirse como “por lo menos uno”. Cuando se quiere expresar que
algunos sí tienen una propiedad y otros no, se debe expresarlo por medio de una conjunción de
proposiciones: algunos alumnos son deportistas y otros no lo son, por ejemplo.
Con respecto a las negaciones, cuando queremos negar una proposición que empieza con
“todos”, por ejemplo no es verdad que “todos los alumnos son educados”, entonces debemos
utilizar la expresión “algunos alumnos no son bien educados”, porque ahora sabemos que eso
significa que “por lo menos existe un alumno que es mal educado”.
De una manera inversa cuando decimos que una proposición con algunos, por ejemplo,
“algunos alumnos fuman” es falsa, debemos usar la expresión “todos los alumnos no fuman”, o,
lo que es lo mismo, “ningún alumno fuma”.
En la vida cotidiana, estas inferencias deductivas pueden resultar un tanto simples, pero, a
veces, resultan muy eficaces para mostrar ciertos prejuicios. Un ejemplo, lo podemos encontrar
en Ari, la novela de Lipman.
Ari escucha la conversación de su madre con una vecina, que decía más o menos lo siguiente:
estoy preocupada por La Sra. María, (otra vecina) puesto que va todos los días a la
botillería y, como todos los alcohólicos van a la botillería… Ud. piensa que la Sra. María
es alcohólica, agregó la mamá de Ari. Se produjo un silencio que lo aprovecho Ari. Eso
es un error, dijo Ari. El hecho de que todos los alcohólicos vayan todos los días a la
botillería y que la Sra. María vaya a la botillería todos los días, no se sigue que ella sea
alcohólica, puesto que hay muchas razones para que una persona vaya a la botillería
todos los días. Por ejemplo, mucha gente bebe vino todos los días y no es alcohólica.
La conclusión de la amiga de la mamá de Ari es un argumento incorrecto y se produce porque
ella tiene un prejuicio acerca de las personas que van a la botillería todos los días.
Consideremos el siguiente ejemplo:

Algunas personas fuman en pipa Premisa 1


Algunas personas juegan ajedrez Premisa 2
Algunos ajedrecistas fuman en pipa. Conclusión

Este argumento es incorrecto, porque el hecho de que algunos ajedrecistas fumen en pipa, no
se deduce necesariamente de las premisas 1 y 2. En efecto, no es contradictorio suponer que
ningún ajedrecista fume en pipa. El que esto pueda ocurrir refiere sólo a circunstancias
específicas, por ejemplo, nuestra particular experiencia. Pero no se puede excluir la
circunstancia es que esto no ocurra. Por lo tanto, no es así necesariamente.
De este modo, los argumentos formales pueden corregir nuestra experiencia y mostrar que es
limitada.

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