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”
En un poblado de Michoacán llamado Indaparapeo, el clérigo José María
Morelos y Pavón se puso a las ordenes de Miguel Hidalgo. Éste lo comisionó
para extender la insurrección a las costas del sur. Los dos patriotas se
despidieron y jamás volvieron a verse nunca.
Desde la Plaza de San Diego, en la parte mas elevada de Cuautla, José María
Morelos podía divisar el poblado así como los movimientos del ejército
realista, comandado por Felix María Calleja del Rey, atacaron a los
insurgentes con todos los medios a su alcance y al fin se adueñaron de
Cuautla, gastando muchos recursos en la empresa. Sin embargo, Morelos y
sus hombres no cayeron prisioneros; la noche del 2 de Mayo de 1812
abandonaron la ciudad, perdiendo sólo los cañones y unos cuantos hombres.
Durante el sitio de Cuautla, en 1812, el niño Narciso Mendoza, de paneas
doce años, hizo frente a los realistas cuando los insurgentes habían
comenzado a replegarse. Para ello se valió de un viejo cañón, el cual disparó
contra las fuerzas armadas. Este cato animó a los insurgentes que lograron
reagruparse y retomar a la lucha.
Las guerras interiores que asolaron al país durante la primera mitad del
siglo XIX fueron aprovechadas por las potencias extranjeras para invadir y
presionar al gobierno de México. Los puertos mexicanos fueron atacados y
sitiados en varias ocasiones por Francia, España e Inglaterra. Pero la
invasión mas costosa fue la de los Estados Unidos, que arrebató a México
mas de la mitad de su territorio. Sin embargo, este enfrentamiento hizo que
los mexicanos buscaran, la unión y paz interna que volvería fuerte al país
frente a las amenazas del exterior, tomando clara conciencia de su
nacionalidad. En 1836, Antonio López de Santa Anna se vio obligado a
reconocer la independencia de Texas, que diez años después se anexaría a
los Estados Unidos.
Esta acción provocó una guerra con México que duraría 3 años, de 1846 a
1848. Los estadounidenses atacaron por tierra desde Texas, así como por
mar, desembarcando en el puerto de Veracruz hasta llegar al Valle de
México. Cuando entraron a la capital del país, el 14 de septiembre de 1847,
el gobierno mexicano tuvo que trasladarse a Querétaro, desde donde se
negoció el armisticio y los tratados de paz, que fueron firmados el 2 de
Febrero de 1848 en la Villa de Guadalupe-Hidalgo.
Como gobernante, Antonio López de Santa Anna fue muy peculiar. Ascendió
al poder en muchas ocasiones, pero era común que encargara el gobierno al
vicepresidente, mientras él se retiraba a su hacienda de Manga de Clavo, en
el estado de Veracruz. Otro rasgo que identificó a Santa Anna fue su pasión
por los juegos de azar, así como por la crianza de gallos para apostarlos en
peleas.