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ENSAYO

AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD
CARRERA: DERECHO
CÁTEDRA: DERECHO CIVIL, PERSONAS Y BIENES
1ER. TRIMESTRE; SECCIÓN “A”

EQUIPO:
José Gregorio Pernía 8.108.150;
Franklín Alberto Useche García 11.509.234
Denny Lisbeth Rincón de Vivas 14.873.062
Carla Andreina Cuberos García 15.080.270
Carmen Thais Rondón Zambrano 10.175.506
Emerson Jair Bustamante Zanabria 14.785.812

25 DE FEBRERO DE 2019
El hombre como ente pensante, es capaz de racionalizar su forma de actuar,
de dar un matiz personal a sus decisiones, y de convertirlas en acciones, a esto se le
conoce como voluntad, al respecto, Kant, citado por Ángel, L. (2016) señala, que “la
condición humana tiene la capacidad de autodeterminanse”, para Kant, la voluntad es
“razón práctica” (p. 71) esta autodeterminación, se refiere a su capacidad de actuar y
decidir. El autor, también señala que este albedrío está limitado, por su propia
naturaleza, sus circunstancias y la sociedad y que “la racionalidad de la
determinación, es lo que distingue la voluntad de la mera facultad de apetecer” (p.
380).

En este orden de ideas, León, A (1979), señala que “la voluntad del individuo,
es el resorte que mueve y da vida al derecho”, dado que (…) “el acto jurídico, es una
manifestación de la voluntad humana destinada a crear modificar, o extinguir, una
relación de derecho”, (p. 5). El autor expresa claramente, que la determinación del
individuo a actuar, materializada en la expresión de su voluntad, constituye el primer
acto de vinculación jurídica.

Otra arista de la voluntad del hombre, es que éste es autónomo de ejercerla o


manifestarla, dentro de los límites de su libertad, parafraseando a Kant “Todo ser en
la naturaleza actúa según sus leyes”. Al respecto, el precitado autor, indica que,
“cuando se habla de autonomía de la voluntad, al mismo tiempo se está hablando de
libertad” (p. 5), es decir, la autonomía de la voluntad consiste en considerar que toda
persona sólo puede obligarse en virtud de su propio querer libremente manifestado.
Reale, (1989) indica que la autonomía de la voluntad, “es, el poder que, dentro de los
límites previstos por las leyes, tiene cada hombre de ser, obrar y de abstenerse, para
obtener algo que entra en la escena de su interés” (p. 98). Es decir, la autonomía
privada es el poder atribuido por la Ley a los particulares para crear derecho, de
establecer normas jurídicas para la autorregulación de sus intereses.
Por su parte, Betti (1959) define a la autonomía de la voluntad como “la
actividad y potestad creadora, modificadora o extintiva, de relaciones jurídicas;
relaciones que ya están disciplinadas, por normas jurídicas existentes” (p. 14). O lo
que es lo mismo, es un principio del derecho privado que permite a los particulares
ejecutar los actos jurídicos que deseen. En este orden de ideas, el precitado autor,
indica que, “los particulares pueden autorregularse” (p. 18), es decir, manejar sus
intereses a su conveniencia, sin embargo, siempre debe estar, supeditado al
ordenamiento jurídico reconocido.

Al respecto, Ferri (1959) sostiene que la autonomía privada no es un poder


originario sino otorgado a los individuos por una norma superior que define también
límites, por tanto, así como la ley amplía esta autonomía, igualmente la restringe y
muchas veces interviene modificando acuerdos negociales. En Venezuela, esa
esencia de la noción de autonomía de voluntad, puede ser denotada en el artículo 20
de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV) (1999) que
reza: “Toda persona tiene derecho al libre desenvolvimiento de su personalidad, sin
más limitaciones que las que derivan del derecho de los demás y del orden público y
social”. Al respecto, Cancino () indica que “no se concibe el ejercicio de la autonomía
de la voluntad por los particulares, sino en la estructura de una libertad decisoria
reconocida y amparada por el ordenamiento jurídico”.

Sin embargo, debe comprenderse, que la regulación legal y la autonomía de la


voluntad no constituyen dos sistemas opuestos, sino complementarios. Al respecto,
Reali (1989), señala que, “la libertad se manifiesta en el ámbito del derecho privado
en múltiples circunstancias, pero básicamente se aprecia en forma clara en el ámbito
de negociaciones jurídicas que reflejan la plena autonomía del sujeto”. Lo que
significa que, que la autonomía de la voluntad no es más que la manifestación de la
libertad dentro de la esfera del derecho privado.
La autonomía de la voluntad, constituye un principio básico del derecho
contractual, el valor de este principio se aprecia en el hecho de considerarse como una
manifestación de la libertad del individuo, cuyo reconocimiento por la ley positiva se
impone, lo que se traduce en la posibilidad que tienen las personas de regular
libremente sus intereses, ejercitar los derechos subjetivos de los cuales son titulares y
es también considerada como uno de los principios más importantes en el derecho
civil y específicamente en el derecho de contratos.

Este principio queda de manifiesto en el derecho contractual, donde, la


libertad contractual, basada en la autonomía de la voluntad, implica el reconocimiento
de un poder de autorregular los propios objetivos e intereses que las partes desean,
Los contratos tienen su fundamento en este principio, lo que significa que, en primer
lugar, el individuo tiene plena libertad de decidir si contratar o no contratar.

Al respecto, la autonomía de la voluntad produce efectos determinantes en las


actitudes de las partes que contribuyen a perfilar aún más sus alcances.

Primero: Las partes pueden pactar entre ellas las prestaciones que deseen. Ello ha
facilitado enormemente en el Derecho Moderno, el uso de los contratos innominados.

Segundo: El consentimiento es la piedra angular para la formación de la mayoría de


los contratos, lo que explica el auge y la abundancia de los contratos consensuales y
la limitación de los otros dos tipos de contratos: los reales y los solemnes.

Tercero: Las partes son libres de regular como bien lo quieran las prestaciones de un
contrato. Por ello, la mayoría de las normas legales son supletorias de la voluntad de
las partes, rigen en los casos en que nada haya sido previsto por éstas. Igualmente las
partes pueden derogar la mayoría de las normas del Código Civil, y aún establecer
formalidades especiales distintas de las legales o de las no contempladas en el
ordenamiento legal.
En su manifestación, la autonomía de la voluntad presenta límites y
limitaciones, que constituyen categorías diferentes, siendo entendidos los primeros
como normas, restricciones o imperativos de carácter ordinario que vienen
establecidos en ley, son ineludibles, e integran el contenido del contrato, en cambio
las limitaciones, por su parte, son excepcionales, extrínsecas, seccionan externamente
el contenido normal del contrato y varían en dependencia de las circunstancias
económicas, políticas, sociales y jurídicas de la sociedad. El principal límite a la
autonomía de la voluntad contractual civil es la ley, contentiva de los presupuestos de
orden público y moral, estas pueden ser subjetivas y objetivas, las subjetivas recaen
en los sujetos contratantes y las objetivas inciden específicamente en el objeto del
contrato.

En relación a los límites de la autonomía de la voluntad, estos se evidencian


en la existencia de dos tipos de normas, como son las normas dispositivas y las
imperativas en el caso de las primeras son normas que sirven para suplir la autonomía
de la voluntad en aquellos sitios donde la misma no haya establecido algo
expresamente; como por ejemplo; el caso de la sucesión intestada, que no es más que
una sucesión hereditaria por causa de muerte, que se produce en el caso de
inexistencia o invalidez de testamento del fallecido, la cual se crea la necesidad de la
elección de un sucesor, y ante la inexistencia de voluntad escrita del fallecido,
la ley suple esa voluntad designando sucesores por defecto; en el caso de la segunda
son las que actúan como norma de obligado cumplimiento limitando la autonomía de
la voluntad, es decir, no se puede prescindir de ella independientemente de la
voluntad del individuo.

Otros límites a la autonomía de la voluntad se expresan en la negativa para las


partes que intervienen en un contrato de contravenir el orden público y las buenas
costumbres, conceptos amplios que comprenden las cuestiones relacionadas con la
organización del Estado y la forma de Gobierno, las de interés de la familia, la
libertad o el estado de las personas. También se puede mencionar como uno de los
límites genéricos, a la exigencia de un objeto lícito del contrato o la exigencia de
celebración de ciertas formalidades como es el caso de los contratos solemnes, siendo
válido destacar que todo límite al principio de la autonomía de la voluntad debe
constar expresamente en la ley.

En conclusión, el principio de la autonomía de la voluntad tiene como


concepción o regla fundamental la libertad de los particulares de autorregularse,
manejar sus intereses a su conveniencia, pues el ordenamiento valora la libertad del
sujeto y deja a la autonomía de su voluntad el ejercicio de los derechos subjetivos que
le concede. Sin embargo, el Derecho Privado existe en función de los particulares,
nadie mejor que éstos para determinar los efectos y consecuencias de las relaciones
jurídicas que mantengan entre sí; pero, ésta libertad no puede ser ilimitada, de allí que
la Ley fije restricciones a la misma en beneficio de la coexistencia y de los intereses
comunes. Una manifestación de la libertad en forma plena puede derivar en
arbitrariedades, caos e injusticias, y el ordenamiento jurídico no puede ser ajeno ante
estas situaciones, pues es necesario mantener el equilibrio y el orden social.
Referencias Bibliográficas

Ángel, L. K. (2016). Autonomía de la voluntad ¿Decadencia o auge? Revista Verba


Iuris, 11(36), pp. 71-91.

Reale, Miguel: Introducción al Derecho, Madrid: Edit. Pirámide S.A., 9 ed, 1989, p.
137

Ferri, L. (1969): La autonomía privada, Madrid: Edit. Revista de Derecho


Privado,Trad. Luis Sancho Mendizábal, p. 42.

Betti, E. (1959) : Teoría general del negocio, Madrid: Edit. Revista de Derecho
Privado,

Cancino, E. Derecho Romano II. Obligaciones y Contratos. Fuentes - Recopilación.


3.ª ed.

León A. (1959) La Voluntad y la capacidad en los actos jurídicos. 4ta edición.


Editorial Juridica de Chile.

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