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Remembranzas de Valledupar

Giomar Lucía Guerra Bonilla


Giomar Lucía Guerra Bonilla es
licenciada en Filosofía y Letras - Área
mayor Historia de la Universidad
Nacional.

Maestría en Estudios Latinoamericanos


en la Universidad Nacional Autónoma
Remembranzas de Valledupar, es una recopilación de testimonios que dan cuenta de la de México (UNAM).
vida de gente distinguida por el servicio a la comunidad, por el ejercicio de algún
disciplina académica, o por el conocimiento o aporte personal de diversos aspectos Asociaciones a las que pertenece:
de la variada cultura regional, contribuyendo a enriquecer ese patrimonio vivo.
- Periodista honoraria del Circulo de
Imaginarios colectivos que desfilan por estas páginas para enriquecer nuestra Periodistas de Valledupar.
pluralidad y diversidad, donde a pesar de los conflictos de distintas épocas siempre - Columnista Diario El Pilón y El Portal
está presente el festejo, la fiesta popular que genera la recreación de tradiciones y Vallenato.
nuevos géneros y formas de expresión. - Miembro de la Academia de Historia.
- Fundación Escuela de Cantores del
Cesar.
Sobre estos temas hacía tiempo venía recogiendo información, a través de entrevistas, - Miembro de la Fundación Casa de la
opiniones de testigos presenciales, amigos allegados y además como resultado del Misericordia.

Remembranzas de Valledupar
trato directo, lo cual me permitió ir descubriendo facetas sorprendentes en cuanto a la - Monitora del Historiador Jaime
Este relato de Luis Guerra Bonilla, y personalidad y al saber humano, al folclor vallenato, las artes y la filosofía, el Jaramillo Uribe (Facultad de Ciencias
tuyo, nos trasportan a ese Valledupar Humanas - Universidad Nacional).
que conocí en mis primeras visitas a protagonismo del medio ambiente, contenidos sobre los cuales dedicamos años para - Catedrática de la Universidad
esta tierra. Mi entrañable amigo Lucho, compartir y reflexionar con ustedes hoy. Popular del Cesar (UPC).
como cariñosamente le digo, tiene el
talento en su arte arquitectónico y Algunas condecoraciones:
también en su pluma para recrearnos, CÁMARA DE COMERCIO
bosquejando los interiores de los DE VALLEDUPAR - Ejecutiva del año y figura del día El
espacios del alma. Espectador página Caribe (1986).
- Medalla de Honor al mérito “María
Un fuerte y cariñoso abrazo para los Concepción Loperena de Fernández
dos, con muchas felicitaciones. De Castro” (Alcaldía Valledupar
2011).
* Comentario de la cantautora Rita - Medalla de honor 30 años Jardín
Fernández Padilla al artículo Gilberto Infantil de Pelaya.
Rodolfo Castilla Polo “El pulpo de la - Medalla de honor 40 años Jardín
caja vallenata” Infantil Nacional ( Valledupar).

Giomar Lucía Guerra Bonilla


Remembranzas de
Valledupar

Giomar Lucía Guerra Bonilla


© 2015 Giomar Lucía Guerra Bonilla
© 2015 Remembranzas de Valledupar

Primera Edición 1.000 ejemplares

ISBN: 978-958-46-6293-4

Gráficas del Comercio S.A.S.


Calle 16A No. 6-60
Telefax: 5743354
Valledupar - Cesar

Impreso en Colombia - Printed in Colombia

Todos los derechos reservados.


Esta publicación no puede ser reproducida,
ni en todo ni en parte, ni registrada
en o transmitida por un sistema de recuperación
de información, en ninguna forma ni por
ningún medio, sea mecánico, fotoquímico,
electrónico, magnético, electroóptico,
por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso
previo por escrito de la autora.
A mis padres Simón Guerra Daza y a Rosa Bonilla de Guerra (In Memoriam), por el
aura que me dejaron como una lucecita encendida en mi ser, que es apoyo y guía en
mi caminar cotidiano.

A mis hermanos y hermanas: Bertilda, Josefina, Imelda, Ena ( In memoriam), Laudit,


Paulina y en especial a Orlando, Luis y Simón Alberto Guerra Bonilla, por su oportuna
colaboración y estímulo.
Al Doctor José Luis Urón Márquez Director Ejecutivo de la Cámara de Comercio de
Valledupar, por su amable acogida y estímulo, al haber contribuido con la publicación
del libro “Remembranzas de Valledupar”, obra que recoge una serie de crónicas
sobre variados temas de nuestra cultura regional, colaborando de esta manera con la
educación de niños, niñas y jóvenes, con adultos e investigadores interesados en
estos temas y turistas que nos visitan.
Presentación

La Cámara de Comercio de Valledupar manifiesta y testimonia una vez más, con la


publicación de esta obra “Remembranzas de Valledupar”, cuya autora es la
licenciada en filosofía y Letras Giomar Lucía Guerra Bonilla, su auténtico interés por
apoyar y difundir las diferentes expresiones de la cultura vallenata, constituyéndose
en un verdadero impulsor del talento regional hacia espacios más universales,
considerando la riqueza y variedad de sus manifestaciones.

En procura de este objetivo, hoy, la Cámara de Comercio de Valledupar, hace entrega


de la primera edición de esta compilación de crónicas, escritas en diferentes épocas,
producto de un trabajo de investigación, serio y constante, impulsado por el afecto y
valoración de la autora por nuestra cultura, en la cual se ocupa de plasmar la
idiosincrasia de los pobladores de la región vallenata, a través de amenos relatos e
historias, en el pintoresco lenguaje que nos caracteriza.

Por lo anterior, constituye motivo de mucha satisfacción para nuestra entidad la


publicación de esta obra, con la cual contribuimos a difundir el conocimiento de una
cultura autóctona que se enriquece día a día, con la seguridad de que su lectura será
de gran placer para quienes hemos conocido a los personajes en ella retratados y de
mucho aprendizaje y valoración para las nuevas generaciones, que podrán nutrirse
en esta obra con el conocimiento de sus raíces.

José Luis Urón Márquez


Presidente Ejecutivo
Y rescató lo bueno

Cuando terminé de leer el borrador de este libro, lo abracé. Esa es mi costumbre


cuando lo que leo me remueve las fibras ocultas de mi ser sentimental. Hubo un
encontronazo entre el pasado nostálgico y el presente incierto. Es el libro
Remembranzas de Valledupar de Giomar Lucía Guerra Bonilla, la más callada
estudiosa de las manifestaciones de vida y arte de su tierra.

Hablo de un presente incierto y no de un futuro, porque es donde estamos asistiendo


al derrumbamiento de algunos sitios que a gritos piden atención, renovación, y es
dudosa su restauración para que sigan marcando los hitos de la historia nuestra o
recordando figuras que se atrevieron a ser distintas, o nacieron distintas, para crear el
acervo folclórico de la región, región bendita, iluminada, inigualada. Esa es la
propuesta estética de la autora, en páginas en las que se desglosan historias de vida,
de esas que dejan un legado importante.

Usa Giomar Lucía el estilo de cronista experimentada, y se notan las horas de


investigación acuciosa, de búsqueda, de noches en que en medio de los sueños
tanteaba la vida, su vida. y recordaba personajes y anécdotas que plasmó en estas
páginas.

Y rescató lo bueno. Todo lo que hay en cada una de sus páginas es bueno: homenaje
a juglares, reconocimiento a escritores, nostalgias de carnaval y carnavaleros,
descubrimiento de artistas ya perdidos a los que les encuentra un pequeño
remanente como el que hace techumbres artísticas de palmas,

Y nos recuerda a los que se fueron, recuerda gentes; y nos recuerda cantos; y nos
recuerda poemas, y nos recuerda mochilas, arepas, ríos, flores, mujeres y hombres.

De los últimos libros, sobre nuestra historia, y la del país, que he leído este es el que
más me dice, y el que lo lea va a sentir que le llega al alma, porque es una ráfaga
abrazadora de nostalgia y esperanza; de riqueza histórica y de sencillez anecdotaria;
de sabor a tinto en el amanecer y arepas vallenatas al desayuno; de perfume a
cañaguates sin olor y a llanto de los peruhétanos que se extinguen; de cantos
perdidos entre los años pasados y que ella redime e instala en sitial de honor de su
hermoso libro.

Pero, a pesar de todo lo que he descrito y que me ha impresionado, destaco a la


autora, la maestra de voz armoniosa, estudiosa consuetudinaria, amigas sin
concesiones, Giomar a quién admiré desde cuando la conocí por su entrega al
estudio, por su don de gente, por sus buenos principios heredados de sus padres; por
su amor a la vida, a su religión, a la amistad.

Ahora, la admiración, como en el Sueño de las Escalinatas, que a ella tanto le gusta,
crece porque he descubierto a una señora escritora a la que es una verdadera delicia
leer. Escritora de vida fresca, de sueños optimistas, de raigambre amorosa por la
región, por su gente, por todo lo que vive y vivió. ¡Qué buen libro!

Mary Daza Orozco


Giomar Lucía Guerra Bonilla

Prólogo

La crónica es la relación de un suceso en el tiempo y como tal, contemplar un relato


cuyas características debe mantener el cronista; como es, darle un toque de
suspenso para mantener la atención del lector entregándole gradualmente los datos
con la correspondiente coherencia entre ellos, encaminados a revelarnos un aspecto
inédito o desconocido de una determinada realidad.

Al sumergirme gratamente en la lectura del borrador de esta obra, escrita por Giomar
Guerra Bonilla, pude captar de inmediato la gran responsabilidad que enfrentaba,
para llegar a la altura que tienen sus crónicas, prueba de la dedicación de gran parte
de su vida a recopilar, a investigar, a creer y a sentir lo que significa nuestra cultura y
su constante trajín en esta región del Caribe colombiano y, por supuesto, del
inestimable valor de sus escritos, que sin duda, nos proporcionan la posibilidad de
una visión más cercana de épocas anteriores en sus diferentes aspectos: sociales,
musicales, históricos, etc. Se refleja en ella una ardua labor de rescate en bibliotecas,
archivos, hemerotecas, tradición oral y experiencias personales, con toda la seriedad
y rigor que siempre ha caracterizado su espléndido perfil periodístico.

Las ilustraciones de esta obra, son antológicas y raras piezas fotográficas, piezas de
museo, algunas, pueden ofrecernos una panorámica histórico-visual de la atmósfera
social de épocas de antaño, en la que ella nos ubica con frescura y sutileza,
experimentando la nostalgia de una época de músicos insuperables y la alegría de
recuperar el recuerdo de viejos tiempos, como podemos apreciarlo en los carnavales
del Valledupar de antes, con los fantásticos disfraces del doctor Leonel Aroca
Martínez y su esposa “Chava” Saad de Aroca, el gran animador de este ardoroso
festejo, hoy desterrado del sentimiento popular vallenato. Conoceremos el ancestro
musical negroide del grandioso juglar Alejandro Durán, íntimamente ligado a las
gaitas y tambores que tocaban su padre y su abuelo; los bailes de tambora y pajarito
que en toda la comarca pasera, le dieron fama a su madre Juana Francisca Díaz y
enterarnos de que su incomparable estilo en el acordeón fue delineado rítmica y
melódicamente por sus tíos Víctor Silva y Octavio Mendoza, “El Negro Mendo”.

Tan importantes como las comentadas, otras historias no se quedan atrás por la
forma como nos sorprenden, como la cálida referencia de la hamaca y lo que ella
representó en la vida del Libertador Simón Bolívar; la dedicada al simpático episodio
donde describe la forma como García Márquez ingresó al cartel de los pícaros, en
Valledupar; poder extasiarnos con los amorosos secretos de los cantos dignificantes
Remembranzas de Valledupar

a la mujer, de Gustavo Gutiérrez Cabello, el poeta de la añoranza que no conoce el


desdén, ni la frivolidad.

Lo cierto es que todas las crónicas que nos ofrece Giomar Lucía en este catálogo, son
muy amenas y tienen el sabor caribeño que evidenciamos en su consistente estilo,
pincelado por la lucidez y gran imaginación.

Este libro es más que un texto de consulta y en cada palabra escrita sentimos la
pasión de su autora por la investigación, pasión que ha vivido por años y que sin haber
terminado, hoy nos entrega su primera presea literaria, que abre la ventana al futuro
porque ella sigue investigando, con el anhelo de continuar llenando páginas que nos
harán disfrutar plenamente. Nada más apropiado para esta obra que su titulo
“Remembranzas de Valledupar” ya que todos los protagonistas, presentes en ellas,
están ligados en una u otra forma al mundo del vallenato y aunque algunos no son
nacidos aquí en Valledupar si han contribuido, notoriamente, al desarrollo cultural de
nuestro entorno.

La importancia que para la cultura, no solo del Caribe sino de nuestro país, tienen las
crónicas de Giomar Lucía Guerra Bonilla, está afincada en el valor histórico que ellas
encierran.

¡Felicitaciones esplendida cronista!

Julio C. Oñate Martínez.


Capítulo I
Música Vallenata:
Intérpretes y Cantautores
Giomar Lucía Guerra Bonilla

Gustavo Gutiérrez Cabello y


“El Hombre de la piel morena”

Su vida es una canción interminable. Es Gustavo Gutiérrez Cabello gran compositor,


el de las añoranzas, el hombre del sentimiento, del romanticismo en el que la poesía y
la música se funden. Es el amigo de todos. Y así tenía que ser, porque el entorno
reflejado en “Paisaje de sol” y el hogar en que nace, lo propició.

Fotografía: Yajaira Otálora

Al entrar o pasar por su casa, no podíamos definir qué era más embriagante, si el
aroma de la flores de azahar de la India o las melodías como “tristezas del alma”,
interpretadas en violín, desde tempranas horas de la mañana, por su padre Evaristo
Gutiérrez, que se esparcían por el ambiente en agradable confusión. O las parrandas
de su padre con Don Tobías Enrique Pumarejo, las que desde temprana edad
escuchó y de quien afirma ser el único de quien recibió influencia en la música
vallenata

José Jorge se llama el hombre / el que tiene la piel morena... En la creación de ese
imaginario sentimental donde la música y la poesía se funden, está presente el canto
al amigo. En este caso a José Jorge Arregocés. En “El Hombre de la piel morena“pinta
un retrato perfilado con calidez, sentimiento, maestría y dominio del verso. No escapa
al autor que ese hoy, pleno de satisfacciones, avizora un canto a la vida con risas y
con llanto, la que vivió por vivir y la que dejó de vivir.

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Remembranzas de Valledupar

“En su camionetica que él denominaba “Onasis,” nos trasteaba de un lado para otro,
no se desprendía de nosotros y del trío Los Inseparables. Compraba las gallinas, las
vituallas para el sancocho, armaba el fogón con leña de brasil, meneaba la olla,
brindaba el licor, “…vive el placer y el derroche,” pero su amistad es sincera. “... Es un
hombre bueno/de estirpe parrandera/dejará recuerdos/dejará cuando muera.” En la
mayoría de las ocasiones nos reuníamos en la cantina de Petra Arias. Llegaban
muchos amigos como el maestro Rafael Escalona.”

De derecha a izquierda: José Jorge Arregocés, Gustavo Gutiérrez C.,


Carlos Ezpeleta. De pié Rafael Gutiérrez

Al iniciar este escrito, conversé con José Jorge quien reside hoy en Aguachica. Me
dijo: “…viví los mejores momentos de mi juventud, llenos de placidez, en esas
noches de bohemia interminables, escuchando en noches plenilunares la voz del
cantautor, acompañado de su guitarra y las de Huges Martínez y Carlos Espeleta, que
me sumergían en un mundo de fantasías. Cuando un ladrón se llevó el maletín donde
guardaba las fotografías de la mejor etapa de mi vida, sentí como si me arrancaran
una parte vital de mí mismo. Muy poco me importó perder el dinero que tenía alli.”

Un breve acercamiento al análisis de esta canción, nos presenta interesantes


particularidades literarias que la hacen muy original y nos dice que estamos ante la
presencia del lector bien orientado por su maestro Don Juan Gutiérrez. Confiesa
haber bebido de las fuentes de Federico García Lorca, Machado, Juan Ramón
Jiménez, Gabriela Mistral, Julio Flórez y muchos otros.

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Por eso vemos que se toma la licencia de


hacer del coro la tercera estrofa, cuando lo
usual y tradicional es que sea al inicio. La
canción en su forma tiene tres estrofas y el
ya mencionado coro-estrofa en una
presentación estructural lineal, En la
segunda estrofa y en el coro utiliza la
octava real.
Fotografía: Yajaira Otálora

Primera estrofa:

Un hombre que maduró/ y a quien todo el mundo nombra / muchas mujeres amó en
soledades y sombras / tiene los ojos profundos de tanto mirar la noche / él es un
hombre que canta le abre los brazos al destino/ vive el placer y el derroche

Segunda estrofa:

En sus ojos dicha, risa, llanto/ En sus ojos ausentes / Y en sus labios mide sus
palabras /Las dice suavemente /Lleva su existencia resignada / No le pesan los años
/Goza cada instante de su vida /No le teme a la muerte

Coro:

Jose Jorge se llama el hombre / El que tiene la piel morena / Y en su cuello largo
resaltan/ Hinchadas de sangre sus venas /Muchas veces llorando canta / El que tiene
la piel morena

Y en su cuello largo resalta / Es un río crecido de penas

La última estrofa es la de menor número de versos, es un cuarteto: Es un hombre


bueno / De estirpe parrandera / Dejará recuerdos / Dejará cuando muera

La primera estrofa es una mezcla de septeto y septeto, por el juego versístico de que
hace gala el autor, con una rima alterna consonántica, muestra su destreza al usarla
en unos versos donde juega con la rima pareada, dándose la licencia poética que le
permite usar varias figuras literarias.

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Remembranzas de Valledupar

La métrica en su propuesta es propia de la tendencia modernista como la del poeta


Rubén Darío, de quien Gutiérrez aseveró tener influencias. Sin embargo, puede
hablarse del verso-librismo y de su gran creatividad, como vimos la variedad en la
presentación de las estrofas, en su estructura versística, a veces libre en la versión
del número de sílabas, lo cual le imprime riqueza, al usar versos de arte menor y de
arte mayor.

La canción fue dada a conocer en 1981. Es la única del autor en ritmo de cumbia. En
1982 la graba por primera vez Juan Piña, en Codiscos. En el mismo año la regraba
con el grupo “Bailables pa¨todo el año.” El compositor afirma que la versión de Juan
Piña le gusta mucho. En 1988 El Binomio de Oro presenta a Gustavo Gutiérrez, el
Poeta Vallenato, acompañado al acordeón por Julián Rojas. Sello Codiscos.

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Confesiones de Gustavo Gutiérrez Cabello “El Poeta”

Gustavo Gutiérrez afirma “...todos mis cantos son


líricos, de ensoñación, de añoranza de lo vivido. La
mayor parte de mi tiempo lo dedico a interpretar
canciones en la guitarra o en el piano. Soy taciturno
por naturaleza.” En la canción “El Perdón” poetisa la
historia de uno de sus tantos romances. Es un relato
autobiográfico donde narra desde la perspectiva del
protagonista, uno de los tantos episodios de su vida
sentimental.

Estamos ante el cantautor que definió una época,


una tendencia que muchos siguieron por su
prestigio, logró crear una generación entre los que se
destacan: Freddy Molina, Octavio Daza, Rosendo
Fotografía: Yajaira Otalora
Romero 'el Chiche Maestre', Iván Ovalle, llegando a
ser sus versos, merced a las circunstancias, no las notas perdidas del sentimiento
individual y solitario, sino las notas compartidas de un poeta, como precursor del
vallenato romántico, que con su inspirada musa original y vigorosidad que le imprimió
conservó el carácter personal, local y universal.

A la pregunta: ¿cuál es su canción favorita?, algunos de los presentes en la reunión


quedamos un poco sorprendidos cuando respondió: “Si perdoné”, sobre cuyo
personaje, dijo guardar todas las reservas.

La primera parte del texto narrativo dice:

Sí perdoné, sí comprendí es porque llevo en el alma


una razón que yo aprendí y es la más noble palabra
si Cristo fue el Redentor y nos enseña la historia
que perdonó en el final y así demuestra su gloria
el amor que es verdadero lo entrega todo por nada
feliz en su encantamiento su mente vive saciada...

Se sublimará tu alma atemperará tu orgullo


deja que el amor florezca, que brote como un capullo

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Remembranzas de Valledupar

Como podemos observar en este caso el amor espiritual y cristiano, género cultivado
en la poesía castellana, lo inspiran para crear esta elegía con una fuerte carga
romántica, donde trasluce un desgarrado y profundo sentimiento de dolor, reflejo de
la influencia de sus primeras lecturas y escuchadas de poemas de místicos como
Santa Teresa de Jesús, posiblemente San Juan de La Cruz, del ambiente de
religiosidad de su entorno hogareño y de su sensible personalidad. La poesía es en
sí una forma de religión. Uno de los mejores encantos de Jesucristo fue que dijo las
verdades más grandes en lenguaje poético Es vivencial y asociados al momento que
se vivió con intensidad.

Por eso afirmamos la notoriedad de la acentuada veta romántica y el reflejo de su


propio y efusivo carácter“. Refleja aquí sus anhelos e inquietudes. Sus penas. La
profunda descripción de su estado de ánimo. El desánimo por el olvido, es el corazón
el que está clamando y prodigando el perdón igual que Jesucristo en la cruz
convencido de su aseveración poética.

Amó a una mujer con un verso sincero y también amó a Jesucristo Crucificado, al
pasado feliz que ya no es y suelta esa tristeza cuyo recuerdo atenaza su sensible
corazón. Para soltar los nudos que lo atan a una nada que no le pertenece pero que lo
tortura. Es la oración de la angustia que deja el vacío de la soledad. El desenlace. La
ausencia definitiva.

Al analizar las estrofas La canción “El Perdón”, sus versos tienen una rima muy
eufónica que le dan la cadencia y ritmo adecuados.

El Tema: Este está afianzado en la bondad de Dios y la toma básica y moralmente


como ejemplo para él y sus semejantes

El Mensaje central está en la siguiente estrofa que dice:


“Se sublimará tu alma / atemperará tu orgullo / deja que el amor fluya / que brote como
un capullo
Si el Señor murió triste en una cruz / ¡generosidad! Nos brinda el perdón / símbolo de
paz, lleno de humildad… ”
Estilo: El autor habla en primera persona para dar ejemplo a los demás. Emplea un
lenguaje donde mezcla lo teológico con símiles para afianzar su fe en Dios.
“El perdón”, la grabó Iván Villazón con Beto Villa en el álbum La compañía. No fue tan
fácil. No les gustaba a los otros grupos musicales, porque en vez de hablar de la
mujer, hablaba de Jesús en la Cruz.

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

¿De cuáles canciones hubiera querido ser autor? Respondió de La Golondrina del
Rafael Escalona y de Ausencia Sentimental de Rafael Manjarrez.

La canción La Golondrina la dedica el maestro Rafael Escalona al escritor Manuel


Zapata Olivella cuando ejerció como médico en la población de La Paz (Cesar),
donde enamorado de una dama de ese pueblo su corazón adolorido debe
abandonarla, para seguir adelante con sus proyectos de vida y es en este momento
cuando Escalona apropiandose del dolor de su gran amigo, compone la bella canción
“La Golondrina”, dice:

Arriba de las estrellas / donde está el reino de Dios / Allá quisiera estar yo /para no
acordarme de ella / Pero como no estoy allá / ando vagando por la vida/ como una
errante golondrina / que nadie sabe a donde va /a donde va, a donde va

Dices que te hago sufrir / como pa¨todo hay remedio / mi vida me voy muy lejos / a
donde no sepas de mi / ¡Ay! porque tu dices que yo / he sido la cruz de tu vida / Ahora
me voy pa¨la Guajira / y me despido adiós, adiós / adiós, adiós, adiós, adiós / Hace
tiempo había pensado / ausentarme de Colombia / me duele por la persona de mi
compadre Emiliano

Porque es lo mismo que yo / que anda vagando por la vida / como la errante
golondrina / que se despide adiós, adiós, / adiós, adiós, adiós / Muchas lágrimas
salieron/ cuando yo le dije asi / me duele porque te quiero / ¡Ay, pero ya me voy de
aquí!

En cuanto a “Ausencia Sentimental” de la autoría de Rafael Manjarréz, adoptada


como el himno del festival, es una composición no sólo de gran belleza poética, sino
llena del sentimiento que experimentamos cuando estamos lejos del terruño, en
ocasiones tan especiales como la celebración del Festival de la leyenda vallenata,
uno de los baluartes de nuestra identidad.

“Ya se acerca el festival vinieron a invitarme…

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Remembranzas de Valledupar

Conversación con Gustavo sobre los personajes


a los que les cantó…

A un personaje del Valle es al que voy a


cantar / Se llama Tobías Enrique y ese es
mi primo carnal / cantor de la tierra mía
cantor de la mariposa / yo me embriago en
lejanía / al acariciar su copla…

A Don Toba, le dediqué la canción


“Recuerdos de Toba,”
Gustavo con su mejor confidente, el acordeón piano
G.G.B. Afirmas que le cantaste a algunos
personajes como a Don Tobías Enrique Pumarejo Gutiérrez, Don Hernando Molina
Céspedes, al caricaturista y declamador Jaime Molina Maestre y al compositor Fredy
Molina Daza.

G.G.C. Si. De Don Toba conservo recuerdos muy gratos de mi niñez, en especial
cuando llegaba a mi casa. Él vivía en El Copey por la cercanía de su finca El Otoño.
Acostumbraba a reunirse a parrandear con mi papá en el traspatio, donde convergen
varias entradas.

G.G.B. Ah, claro te refieres a un patio común denominado servidumbre, institución


colonial que existió únicamente en Mompox y en Valledupar.

G.G.B ¿Podemos decir que fuiste bendecido por su canciones? Claro que tenía el
ingenio ayudado por las bases académicas por los estudios en el Liceo antioqueño de
Medellín. Con él estudiaban varios compañeros, destacamos a José María. Chema-
Castro, quien también heredó la vena musical de Doña Leticia Palmera, quien estudió
en el Colegio Divina Pastora y a la vez recibía clases de piano. Conforman la orquesta
“los Magdalenense”, para dar serenatas a las enamoradas, hacer amistades. Es allí
donde comienza a componer. Aunque hizo canciones de corte costumbrista con
excelente melodías, narrativa y musicalidad, es él quien le da carta de presentación al
vallenato romántico con un lenguaje universal.

G.G.C. Cómo no dejarse influenciar de la poesía que hay en versos como los
siguientes:

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Cuando pases por el puente


No bebas agua del río
Ni dejes amor pendiente
Como dejaste el mío
O cuando canta: Yo la acaricio y me corresponde Me corresponde con
desespero…

Y qué decir de Mírame. El afirmaba que había que cantarle a los ojos de la mujer,
porque con ellos se hacía el más profundo de los diálogos, además es de las partes
del cuerpo, que a pesar del transcurso del tiempo no cambiaban. Su último verso dice:

Ojos de fiera de tigre en celo


Que me amenazas con tu mirar
No digas nunca que no te quiero
Tu bien lo sabes mujer amada

Jaime Molina Maestre

Al morir compuse para Jaime “El Valle y el Pintor.” Una de las estrofas dice:

Me embriaga la tristeza se mueren mis amigos / como el pintor Molina / que


duerme sobre el olvido / de una casita de palma/ del viejo Valle querido.”

G.G.B. Siempre cargaba con su viejo fonógrafo y buen número de discos bajo el
brazo y su inseparable botella de ron, noche tras noche, sentado en un pretil o en la
puerta de la calle de una de sus vecinos de la Calle Grande, conversaba, declamaba
poemas de Neruda y escuchaba boleros. Acogió la simplicidad de las
manifestaciones del espíritu. Vivió “sin tanto tropel” como él mismo afirmaba. Se
marchó demasiado temprano un 15 de agosto de 1978.

Hernando Molina Céspedes.

“El regalito” díganle a Hernando Molina que le estoy agradecido /acordeón


nueva me ha dado / sin haberla merecido

G.G.C. Llega a Valledupar junto con Jaime Molina y el maestro Rafael Escalona de
pantaloncitos cortos. Estudiaron en la misma escuela. Un hombre de una sencillez
inigualable, de entrañable bondad y nobleza. Hijo de Doña Mercedes Céspedes y del

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Remembranzas de Valledupar

Doctor Hernando Molina Maestre uno de los personajes del Maestro Rafael Escalona
en su famosa composición La patillalera. En su casa de puertas abiertas para todos,
se plantaron las raíces del festival más importante del país, el de la música vallenata
con toda la historia de más de 45 años que todos conocemos. Fue un mecenas,
apoyó la cultura sin reato de ninguna índole.

G.G.B. Asi es. Yo creo el mejor perfil de Don Hernando Molina es el que hace su hijo
Andrés Alfredo Molina Araujo al fallecer su padre. Aquí desarrolla una de las variadas
facetas de su personalida y su accionar en pro de nuestra cultura:..” fue pionero en
difundir y promover la música vallenata a nivel nacional, cuando ésta aún era vista
como una música inferior no digna de admiración. Por medio de su amistad con un
selecto grupo de prestantes amigos como Fabito Lozano, Jaime García Parra, Miguel
Santamaría Dávila, Rafael Rivas Posada, Fabio Echeverry Correa, y Pacho Herrera,
entre otros, Hernando –con el llamado grupo de los Magdalenos– contribuyó al
ingreso del vallenato a los salones encopetados de la sociedad capitalina, y con ello,
permitió cambiar positivamente la mirada que hasta entonces se tenía en el país
sobre esta música de campesinos.”

Freddy de Jesús Molina Daza.

“…el cielo titila al oír de Gustavo Gutiérrez un son.”

G.G.C. “Por el mismo camino.” Esta canción la dediqué a Freddy para darle un
consejo fraternal y persuadirlo de no seguir la misma vida que yo llevaba.

Te canto Freddy Molina / te canto con mil placeres / tu vives muy jovencito /
enamorando mujeres.

Pero se te pasa el tiempo/ y sigues mariposeando / no cojas malos ejemplos / ya deja


de andar volando

Y así entre versos que van y vienen, me responde con la canción “Buscando nido,”
donde me manifiesta su agradecimiento sobre lo que le digo en este canto, acoge el
consejo y destaca la afinidad entre los dos. Desde temprana edad mostró interés por
la música de Don Toba, el maestro Rafael Escalona, mis canciones siempre las
tarareaba, repuntando con el vallenato romántico y costumbrista, donde brilla con luz
propia y de manera auténtica.

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Después con el corazón atenazado por el dolor, derramando lágrimas le canté: “El
silencio de Freddy”

Voces de muerte se oyeron / en todita la región/ el llanto brilló en los ojos/ tristeza en el
corazón/ y mientras vibran confusas/ las notas de un acordeón Freddy Molina se
muere/ sin sentir ningún dolor/…

G.G. B. ¿Cuál de tus hijos continuará con tu herencia musical?

G.G.C. Observo mucho talento y dedicación en Enrique Gutiérrez Armenta el menor


de mis hijos, es quien más ha mostrado esa inclinación musical. Ya interpreta varios
instrumentos, escucha y estudia la música. Creemos que con él continuaremos
cantándole a la vida. Cursa estudios profesionales aquí en Valledupar

G.G.B. A las mujeres presentes en el homenaje que te hizo el Instituto Andrés Bello,
se nos arrugó el corazón cuando afirmaste que no volverías a componer

G.G.C. Asi es. Uno debe retirarse a tiempo. Lo cual no significa que deje de hacer mis
presentaciones aquí y en varias ciudades del país. Después de esa decisión
manifiesta en este evento, compuse “A un ladito del camino” la grabó Diomedes Díaz.
( Entona la canción) Ya no compongo versos / yo solo le pido a la vida que me dé
felicidad…

G.G.B. Qué mensaje le dejas a las nuevas generaciones de compositores que ya


está contenida en tu vasta obra musical?

G.G.C. Para hacer poesía hay que leer poetas. La buenas lecturas, los paisajes,
amar, una buena conversación son motivos de inspiración, nos nutren. Vuelvo a
recordar a mi profesor Juan Gutiérrez, quien afirmaba: al dolor, a la tristeza, hay que
revestirlos de un bello ropaje. Por eso es importante volver a incentivar a niños y
jóvenes al gusto por la lectura de poemas, análisis literario, a componer versos,
declamar. Crear en el hogar y en el colegio un ambiente propicio para esto.

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Remembranzas de Valledupar

Leandro Díaz Duarte, juglar de juglares

Dos papeles tiene la vida / uno blanco, limpio y sincero,


otro con humildes colores… (Leandro Díaz D)

Los Pajales

Leandro Díaz Duarte (Fotógrafía) André Oisten Schjetne

“Soy triste…aprendí desde niño a diferenciar los rayos del sol y la oscuridad y a captar
lo que hay entre ambas cosas…toco a la mujer con mis manos y sé si es morena o
blanca, si se cuida la piel o no. Esas cosas las adivino a través de su voz, de su piel, de
su aroma. La voz de una mujer siempre ha sido mi encanto.

Nació cantando. Son más de 67 años deleitándonos con sus composiciones su


picardía y buen humor. Varios pueblos se disputan el lugar donde nace. Lo importante
es que está con nosotros y su legado traducido con sencillez en su profunda y diciente
expresión literario-musical, como un arcoíris en las notas del variado pentagrama,
conque ha creado el universo de sus canciones. Ese buen día de su natalicio fue en la
Casa de Alto Pino en una finca en Lagunita de la Sierra, municipio de Barrancas
(Guajira), de donde salió a los 20 años de edad. Hijo de Abel Duarte y de María
Ignacia Díaz. “Yo creo que Dios no me puso ojos en la cara, porque se demoró
poniéndomelos en el alma”

26
Giomar Lucía Guerra Bonilla

Los primeros años de su vida fueron de trato muy


cercano con la naturaleza, de convivencia con los
animales domésticos, con los árboles, los ríos.
Mientras sus hermanos y los demás niños
correteaban, jugaban usaban la onda con destreza
matando pajaritos, persiguiendo a las gallinas y a sus
polluelos, cazaban conejos con trampas de alambre,
disfrutan de los ríos, trepaban a los árboles a recoger
frutas, poner presos a los pajaritos y cuanto animalito
se les atravesaba, él permanecía aparentemente
estático. Pero, su mente no dejaba de trabajar, de
imaginar. Recostado en un taburete bajo un árbol de
totumo, pensaba cómo se manifestaban los distintos
fenómenos de la naturaleza: la luna, el sol, las
estrellas, los luceros, los ríos, el verano, la primavera, las brisas que tocaban
suavemente su rostro. El trinar de los pájaros, el bramido del ganado, el canto de los
gallos al amanecer. Palpó lo que es la tierra desértica y la fértil. La primavera y el
verano. De allí nace parte de la influencia en sus cantos. Sus sentidos perciben los
más sutiles sonidos, porque ve con los ojos del alma.

Más adelante, a propósito de su ceguera, Leandro Díaz diría: “ En mi caso la ceguera


ha sido también una forma de música. Porque el mundo de un ciego no es tan vacío
como la gente cree.” “Ciegos Nosotros,” es una de las tantas canciones que han
hecho en su honor. Autor Adrián Villamizar. Primer puesto canción inédita festival
vallenato 2011. Grabada por la agrupación vallenata de Elkin Uribe y Javier Matta.

Me fui acostumbrando a no ver y aprendí a moverme por la finca que recorría palmo a
palmo, a valerme por mi mismo y a trabajar, a usar con maestría el machete en las
socolas, con tanto cuidado que no maltrataba las plantas útiles, ayudaba a recoger
las cosechas. Comencé a componer a los 17 años. Mi primera canción titulada: “La
loba ceniza”, a los 18 años en 1945. Abel Antonio Villa la graba con el título de “La
camaleona.” Escuchaba con atención los relatos de vaqueros, juglares y trovadores
que llegaban de paso a la finca de sus padres. Cuando tenía unos 5 años una tía
llamada Herótida cantaba y me leía una que otra novela, me relataba cuentos. El
bardo se pregunta qué habría sido de su vida, sino hubiera contado con el talento que
trastocó su ceguera en luz para inspirarle esos poemas de ensoñación
musicalizados, tales como: “Dios no nos deja” y la “sombra de un niño.”

27
Remembranzas de Valledupar

Adivino de mucho

Antes hizo de adivino, de brujo. Su clarividencia superó al de las gitanas. No necesitó


de borra de café, ni bola de cristal, ni de una pieza íntima del ser amado o un mechón
de cabello y menos aún de fotografías traspasadas con alfileres a manera de la magia
homeopática de nuestros antepasados. Solo usó sus manos. La noticia de un vidente
en Lagunita de la Sierra se regó por el correo de las brujas, como polvorín. Las
mujeres su principal clientela en colas interminables, acudían por montón a consultar
sobre los maridos infieles para que él los “asegurara.”

Por los años 1949 un amigo le regala una armónica. Esto fue definitivo en su vida. Al
principio no le puso mucho interés. Jamás pensó que este pequeño instrumento sería
decisivo en su porvenir y en sus planes de lograr alguna independencia económica.
Cierto día llevado por la nostalgia, decidió tocarla y percibió que la melodía era
parecida a la del acordeón, que desde hacía mucho tiempo deseaba tener. Se
convirtió en un asiduo estudioso de la armónica.

Se vida transcurrió entre Tocaimo, Codazzi y San Diego. Al salir de la finca para
Tocaimo, lo acompañaban su armónica, sus canciones y dos mudas de ropa. En el
pueblo, todos lo acogieron, le brindaron su amistad. Comenzaron a conocer su
talento musical. Aprendió a tocar la guacharaca, interpretándola al unísono con la
armónica. En agradecimiento al pueblo compuso “Los tocaimeros.”.En 1948 viaja a
Hato Nuevo (Guajira). Cantando en uno de tantos lugares conoció al famoso Chico
Bolaños y a Julio Castro, hermano de la altiva Josefa Castro que le inspiró La Diosa
coronada, a cuyo grupo se integró.

San Diego: encuentro con el amor

En San Diego también fue recibido como lo merecía. Despertó gran simpatía en ellos.
Desde muy temprano Leandro daba los buenos días con versos de sus canciones a
los sandieganos y por la tarde al regresar de las labores del campo, todos sacaban los
taburetes, los recostaban a las paredes, para hablar de todo y de nada, entonces
llegaba Leandro a deleitarlos con su música. Allí conoció al guitarrista Hugo Araújo, a
Juan Calderón y a Antonio Brahim, quienes desde entonces fueron sus compañeros
de parranda. Al tiempo organizó un conjunto de acordeón con Antonio “Toño” Salas
.El destino parecía tenerlo marcado, el dinero huía de él, de sus bolsillos.

Aquí da a conocer por los años 1955, una canción creada unos diez años atrás, “A mi

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

no me consuela nadie.” Grabada por Luis Enrique Martínez con el título de


“Esperanza perdida.” Es una de sus preferidas. Motivada porque el amor no llegaba a
su vida como a la de sus más allegados amigos, dice:

Un primo de Salas le hizo un son a Etelvina / Y Rafael le hizo un paseo a Marina /


Emiliano le sacó a Carmen querida / Y Julio Suárez le hizo a Chavelita una que
vive en Urumita / Vamos a Ver si Simón Salas y Julio Suárez / Hacen igual que
Escalona y Emiliano / que hoy en día están muy bien posesionados / y ya tienen
quien se duela de sus males
Siquiera a usted lo están gozando / y a mi no me consuela nadie / Emilianito está
muy bien posesionado / y Rafael está casado con Marina / y Simón Salas y Julio
Suárez andan gozando / y Leandro Díaz solito en la vida.
No es desde hoy que ando buscando / maneras de curar mi herida / Pero en la
vida yo no lograré encontrar / una mujer que se conduela de mis penas / Voy por la
vida renegando de este mal / un mal terrible que me condena / Y Leandro Díaz
deja de llorar y suspirar el día que muera.

El amor tan ansiado llegó. En una de tantas parrandas conoce a Helena Clementina
Ramos. Ella se le acercó a pedirle una canción y la complació Le dijo que quería verla
por la noche y aceptó. Lo esperó en la ventana de su habitación hasta la madrugada.
Llegó con los guitarristas y le cantó “A mi no me consuela nadie,” la canción con la que
la complació en la fiesta. Hubo atracción mutua. Leandro celebró la llegada del amor a
su corazón bebiendo y cantando dos días. Tenía entonces 27 años. Contrajo
matrimonio con ella.

Es la madre de Ivo, una de las voces más acreditadas de la música vallenata, quien
en dúo armónico con su padre es su mejor intérprete e inseparable compañero.
Rinde sentido homenaje al padre juglar, cuando canta en “Dame tu alma”:

Coro: Canta, canta entonces / alma de poesía / y bríndale un goce a la gente mía / yo
te entrego todo si tu vida cambia / yo te doy mis ojos tu me das tu alma (bis)

Sus Musas: La mujer, la naturaleza, él mismo y el hombre

El Veranno.- Su percepción “visual” y sensorial, es traslúcida como lo entrevemos en


su canción “El Verano,” donde nos habla así: “Había un árbol en la casa donde yo
vivía. Era el único. Debajo de ese árbol me sentaba todos los mediodías porque
sentía un fresco sabroso que me hacía pensar cosas bonitas. Un día sentí algo

29
Remembranzas de Valledupar

caliente en la cara. Quise quitármelo de encima, pero esa cosa calurosa siguió
pegada a mi cara: Era el sol.” Sí descubrí que estábamos en verano y el árbol perdía
su vestido, como lo describo en la canción. No necesité verlo para cantarlo, pues lo
que sentí fue suficiente. Al principio las hojas caían en forma lenta. Después, más
rápido. Unas me caían en la cara, en todo el cuerpo, las otras rodaban por el suelo.
Pensaba me voy a quedar sin sombra, sin embargo, no era eso lo que me
preocupaba, lo que me entristeció fue pensar en el parecido del árbol con el destino
de nosotros. He pasado largas horas pensando en mí, es así como plasmé este
sentimiento en una de mis canciones”*

La Diosa Coronada.- Lo mismo sucedió con “La Diosa Coronada,” Josefa Guerra
Castro de San Diego, a quien conoce también en Tocaimo, a donde su padre decide ir
a vivir en 1949, para estar cerca a sus hermanos compra allí unas tierras para
cultivar.

Había oído hablar de ella como una mujer muy bonita de familia respetable y con
cierto poder económico. Un hermano de ella era acordeonero, entabla amistad con
Leandro y lo invita a su casa para relacionarlo con la familia y es presentado como un
gran compositor Escucharon complacidos sus canciones. Estamos de nuevo ante
Leandro enamorado y despreciado por Josefa por considerarlo de inferior categoría a
ella. Por el contrario la madre sentía cariño por él. Josefa, siempre hablaba del otro
pretendiente refiriéndose “al rey y le decía a la mamá para herir a Leandro: que
matara una buena gallina e hiciera un sancocho con un arroz volao, porque a él no le
gustaba el arroz sopú y había que atenderlo como a un rey.” Tampoco me aceptó.
Pretendía tanto que yo dije esta mujer se cree “ una diosa coronada.” Fuimos buenos
amigos. De esta frustrada experiencia en 1950 compuso la canción La Diosa
Coronada en ritmo de paseo que el hermano de Josefa interpretaba con frecuencia y
ella refunfuñaba diciendo que nunca le había dado esperanzas. En 1968 la grabó
Nicolás -Colacho- Mendoza. Colacho con Silvio Brito. Alfredo Gutiérrez, Alberto
Pacheco. Después Poncho Zuleta, Silvio Brito e Ivo Díaz. Carlos Vives e Iván
Villazón.

No tardaría nuestro Nobel Gabriel García Márquez, en usar como epígrafe de su


novela “El amor en los tiempos del cólera” uno de los versos mágicos de esta canción
y que llevó a mucha gente a preguntarse cuáles serían esos lugares con Diosa
Coronada, que iban en adelanto ¿a qué se refería el poeta que llamó la atención de
críticos literarios y poetas?

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Matildelina.- Para amenizar las fiestas de la Virgen de


Carmen en Manaure el 16 de julio de 1958, llega
Leandro cantante y guacharaquero del conjunto de
Toño Salas. La fiesta era en la casa de la señora María
Fernández donde parientes e invitados compartieron
con alegría y degustaron las canciones de Leandro.
Desde muy temprano en la casa de Juan Manuel
Muegues, donde estaban alojados departían en el patio,
cuando nuestro juglar escucha la suave voz de una
joven llamada Matilde Elina Negrete Soto nacida en El
Plan. Dió los buenos días, a lo cual respondió sin saber
quien era. Ella si tenía referencias de él. Entablaron
conversación, él estaba alegre contándole sobre su Matildelina
Archivo de José Atuesta Mindiola
vida. La conversación se interrumpió por la necesidad
de cumplir uno de los compromisos que tenía allí. Quedó en visitarla en El Plan.

Al poco tiempo uno de sus amigos le hace saber que Fidelina tenía relaciones con
otro hombre e iba a tener un hijo. A pesar de la decepción Leandro seguía enamorado
de su voz y del perfume a hierbas que despedía e inundaba el ambiente. Una
respetable comitiva partió de San Diego para El Plan a celebrar las fiestas de
noviembre, acompañados por Leandro y Toño Salas. Luchó por este amor como
pocos, visitándole en medios de transporte inverosímiles, en una oportunidad salió de
La Jagua del Pilar en el vagón de un volteo repleto de arena por lo cual llegó
irreconocible al pueblo, en otra ocasión montado en el anca de una mula brincona.
Podrán imaginar, ¡ pobres huesos! Llegó sano de milagro y peor aún ante tantas
odiseas, no logró que le prodigara su amor. Después diría: casi muero en un
accidente, así hice el verso “…al recordarte Matilde sentí temor por mi vida”.

De aquí nació una de sus más sentidas y reconocidas canciones. Fue a orillas del río
Tocaimo cerca a San Diego, inspirado por el murmullo de las aguas y por el cantar de
los pájaros, entonada en gozosa compañía de las guitarras de Araújo, Brahín y
Calderón. La estrenan en Villanueva con el acordeón de Julio Escobar con la
denominación de “Matildelina.” Alfredo Gutiérrez la grabó en 1970, convirtiéndose en
todo un éxito, motivo para que el adquiriera fama y llegaran visitantes por montón a
conocer a esta mujer ideal descrita bellamente por su admirador. Más tarde sería
Carlos Vives quien haría conocer con su original grupo “La Provincia” esa bella
historia de amor donde ciego “ve” sonreír la sabana cuando Matilde camina.

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Remembranzas de Valledupar

La Gordita.- Sus conquistas amorosas, casi siempre se han dado alrededor de una
fiesta patronal y un pueblo. Fue en Barrancas (Guajira), donde era el epicentro por
ser el homenajeado en las fiestas de octubre. Esta vez, también fue la solicitud de
una canción de su autoría, “El Verano.” No tardó en complacerla e iniciar el galanteo
con versos desde la tarima. De nombre Doralba. Por primera vez el amor tocaba las
puertas de su corazón de manera tan especial. La atracción fue mutua. Con sólo
palparla él pudo describirla físicamente. Era la época de la bonanza marimbera y los
bolsillos del cantautor no andaban tan limpios como antes. Dos años de amores
mutuamente correspondidos.

Estalló la crisis económica que afectó de una u otra manera a todos. Va a Barrancas
como de costumbre ilusionado, a visitar a su “gordita.” Otra vez la traición atropella su
sensible corazón con la infidelidad de su amada. No le hizo reclamos. Ella con el
tiempo se perdió en los cardonales de La Guajira avergonzada de haberlo cambiado
por alguien que no hizo aprecio de ella. Él recuperado del impacto que le produjo la
mala noticia, no dijo nada. Viajó a Fonseca, en el trayecto iba silbando. Cuando
finalizó llegó esa canción terminada. Una melodía que entró a engrosar la lista de sus
famosas canciones. Una de sus estrofas dice:

Mejor me alejo cantando por un sendero guajiro / de esos que en noches de luna el
alma canta y se inspira / al despertar la mañana cojo de nuevo el camino / que marcar
el destino / ¿ Cuál será el final de mi vida ? / Quiero pasar la vida cantando / con otra
muchachita / pero primero pongo la mano no vaya a ser gordita.”

Como podemos ver a través del relato, sus canciones están expresadas en bucólicas
experiencias vitales, cantadas con sencillez, pero con mensajes trascendentes, que
unas veces se tornan en requiebros amorosos y otras veces son trascendentales
mensajes sobre la situación socio-económca de la gente de la región.

Las líricas transmiten amor a la vida y a la naturaleza. Sus sueños, penas y alegrías
las ha traducido a inspiradas plegarias con variados matices. Nos sorprende su
versatilidad y fluidez en el uso del idioma, cualidades características del auténtico
juglar, de los trovadores medievales, que engarza en nuestra poética son más de 200
en poemas en décimas, en estrofas de ocho versos, traducidas a ritmos de paseo,
son, merengue y puya. Es el rey del merengue, género poco usado en los últimos
tiempos.

Las de contenido social son mensajes persuasivos para una sociedad donde la

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

desigualdad ronda por doquier, discriminación que comienza por reconocer en sí


mismo. Fue entonces, mensajero natural y espontáneo, que clama con sus cantos
por su gente, denunciando la inequidad que deviene en precariedades y consecuente
sufrimiento, a la cual no es ajeno, palpable en estos versos:

“ Yo soy el hombre que vive en tinieblas / porque negro es el color de mi destino / yo


soy el hombre que emprendió un camino / y por donde pasa encuentra miseria / yo
soy un grito, soy una pena, soy una queja, soy un suspiro / para la gente soy un
problema, ni las tinieblas pueden conmigo.” En el mismo sentido están concebidas
también La camaleona, Cardón guajiro y El salao”.

No escapa a la picaresca. Hace gala de un fino sentido del humor e ingenio innatos en
él traducidos también en canciones, desquitándose como el mejor gladiador, sin
resentimientos. Con jocosidad echa”puyas,” que hacen brotar sutiles sonrisas, como
en los casos ya tratados y en “El negativo,” donde se refiere a todos los que le
prometieron desde un chinchorro hasta una casa y no le cumplieron: “Fue Diomedes
el que comenzó con su chinchorro de cabuyita, me compré un par de manilitas y el
chinchorrito nunca llegó.”

Dice: “Mi última canción se irá conmigo, porque no he dejado de componer. Mientras
haya amor hay motivos para inspirarse. El mejor premio que Dios me dió fue
regalarme el don de ponerle música a mis sueños”.

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Remembranzas de Valledupar

Gilberto Alejandro Durán Díaz:


Sus amores y aventuras

Alejandro Durán Díaz nació en El Paso, un pueblo


situado entre los ríos Cesar y Ariguaní, región
ganadera desde la época colonial. Juan Bautista de
Mier bautizó la hacienda que recibió por su
desempeño como militar con el nombre de Hacienda
de Santa Bárbara de las Cabezas, que contaba
además con un gran número de esclavos. El Paso
tierra de mulatos y afrodescendientes, En la época
colonial fue un paso obligado de contrabando por
estar bien situado con trochas y ríos que permitían
llegar al Río Magdalena y a Mompox, por lo que se
afirma que en una ocasión el resguardo decomisó un
buen número de acordeones, en tal cantidad que
cada familia compró uno de estos instrumentos y
aprendieron a tocarlo, convirtiéndose así en uno de los pueblos con destacados
intérpretes.

Su familia estuvo vinculada por mucho tiempo a la ya mencionada Hacienda. Su


abuelo paterno Juan Bautista Durán músico y pito travesero, compuso algunas
canciones, cantaba y no escapaba a las parrandas. Estuvo siempre muy cerca de su
abuelo. A los nueve años montaba en el anca del burro para acompañarlo en sus
labores. Fue el punto de partida, el puntal definitivo para que Alejo forjara su talento
artístico, quien desde temprana edad supo descifrar lo que significaba el mundo que
lo rodeaba y captó el mensaje para cantar a la naturaleza, al paisaje, a los
atardeceres y de manera especial al amor. Vivió feliz en el mundo que descubrió en la
luz de los cantos de vaquería, cuando en versos contaban las penurias del trabajo,
mientras transitaban por montes lejanos arriando el ganado y tras la pisada de un
amor que desaparecía como una exhalación.

Su progenitora Juana Francisca Díaz Villarreal oriunda de Becerril del Campo,


llevaba en sí la influencia de la gaita y los tambores. En su pueblo la gente bailaba al
aire libre y ella era cantadora de tamboras y cantos de monte o pajarito. En la rueda
del cumbión*, Juana Francisca se enamora de Náfer Durán Mojica, quien antes de
poner los dedos sobre el acordeón fue un gran tamborero, No fue menor la influencia
de su padre en Alejo, quien siendo muy niño, en noches de cumbia, recostado en las

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

cercas de la plaza, lo escuchaba tocar el acordeón.

Es Octavio Mendoza, “El Negro Mendo”, su tío, otra de las personas que despierta su
interés por el toque del acordeón y a quien admira por ser en ese momento, el músico
más importante de la región y quien interpreta con destreza, creatividad y un estilo
muy personal sones, paseos, merengues y puyas. En este ambiente nace y crece el
Negro Alejo. De estas raíces nace Alejo y su imaginario musical que progresivamente
se irá enriqueciendo.

A edad de veinte años desafía sus temores e inicia la ejecución formal del acordeón,
instrumento que lo acompañará toda su vida Definida su vocación su mayor deseo
fue idear un estilo muy personal. Con contadas excepciones, procuró tocar sus
propias canciones, esto lo llevó a ser original al ejecutar e interpretar sus canciones,
aunque reconoce que adoptó de Víctor Silva la melodía, quien le decía que lo
importante era el estilo, no la rapidez conque se recorriera el teclado y la picadía del
tío Mendo.

Pronto emprendió un viaje que lo alejó de la casa paterna. Viaja con el acordeón al
hombro como equipaje, sus canciones y melodías. Esta idea le venía dando vueltas
en la cabeza hacía rato. Había cumplido 30 años de edad. Lo invitaron a Mompox
para que se hiciera presente en los festejos del 7 de agosto de 1949. Inicia así sus
correrías parte esencial de la vida de los juglares. Fue después a El Banco, su
objetivo era Barranquilla. Había oído hablar de Víctor Amórtegui, quien dirigía un
estudio de grabaciones en lo cual estaba interesado. Le informa a sus padres que irá
a esa ciudad.

El viejo Náfer siente una punzada en el corazón, las lágrimas llenaron sus ojos, nunca
pensó que el acordeón que le regaló, en el que su hijo aprendió a tocar con maestría,
fuera hoy, la causa de su martirio. Había sido invitado a Mompox, punto de partida de
sus correrías, parte esencial de la vida de los juglares. Viaja además por El Banco,
Barranquilla, El Guamo, Fundación, Pivijay, Calamar, Magangué, Plato, y otros
pueblos y a ciudades de Antioquia y Córdoba. En 1968 asistió al festival mundial del
folclore en México, realizado durante las Olimpiadas de ese año y trajo la única
medalla de oro para Colombia como reconocimiento a su talento.

Con su voz y su acordeón inmortalizó entre otras, “Alicia adorada”, de Juancho Polo
Valencia; “Plegaria Vallenata”, de Gildardo Montoya Ortiz; “Cuerpo cobarde”, de
Lorenzo Romero; “La Sanmarquera”, de Enrique Díaz; “A Orillas del Magdalena”,

35
Remembranzas de Valledupar

“Teresita”, de Náfer Durán y “La Mujer que tengo”, de Julio Herazo Cuevas.

Alejo no necesitó de brujerías, sortilegios, ni maleficios, para distinguirse en su arte.


Sin embargo, según sus propias declaraciones, usaba “contras”, para que no le
entraran, según el siguiente relato: en una de las tantas poblaciones que visitó; en el
Bajo Magdalena tuvo un encuentro con un acordeonista mulato de ojos azules, traía
el acordeón colgado al hombro izquierdo, entró a la caseta como Pedro por su casa,
apartando gente y se plantó frente a Alejo, como quien dice ¿Tú quien eres?

Alejo, lo vio llegar y sintió que un aire frío recorría su cuerpo y los dedos de sus manos
se engarrotaron. “Yo interpretaba en ese instante un porro de Náfer llamado “A orillas
del Magdalena” y francamente no supe que me pasó, los dedos no me respondían,
como si se me hubieran entumecido. Para estos toques en festivales usaba una
sortija que un “curioso” de Tucurá, en el Alto Sinú, me había rezado, diciéndome que
mientras la llevara conmigo, estaría protegido. El público estaba impresionado
porque yo no interpretaba fielmente los compases. De pronto mi sortija se reventó y
partió en varios pedazos y el maleficio, el hechizo, pasó, dejando en el ambiente un
olor a azufre concentrado.”

Amores y aventuras del “Negro” Alejo. El fue un enamorador empedernido y esa era
su esencia. Su perenne ternura y amor los cultivó de tal manera que siempre había
para él un nuevo amor. Las mujeres fueron su sendero, su camino, su destino, el
centro de su larga y permanente inspiración, Ese velo misterioso se descorre al
escuchar el gran repertorio conocido por todos.

Ese fascinante desfile de mujeres que su corazón tradujo en versos inmortales en el


largo camino de su vida inspirada por ellas. Nostálgicas a veces, otras cantando su
desesperanza por ser inalcanzables, escenario de amores que transitó el juglar
desde su adolescencia hasta avanzada edad. Una pléyade de estrellas brilla en este
universo femenino.

Desde Gloria, Crisanta, Juliana, Gladys, Catalina, María, Reyes, Nur, Norma. A
algunas las amó solo con su canto, les dio sus afectos o fueron amores frustrados y
las tradujo en encantadores versos. Es el caso de Fidelina, Sielva María, Irene la del
039, Joselina Daza, Bren, Chava, Sabina, la del papelito de Ayapel. Compuso
canciones que él creía alegres, pero eran nostálgicas. Por ellas no pudo zafarse de
ese nudo sentimental y corporal que lo persiguió y lo apretó durante toda la vida.

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Mantuvo en su alma siempre dos amores: su pedazo de acordeón, que lo inmortalizó


y las mujeres que lo amaron e inspiraron. Con su acordeón romántico, melodioso, a
veces irónico y punzante, era especial para enamorar sutilmente. Fue su cómplice, su
alcahuete, Ya fuera en una serenata, en la parranda, o en un jolgorio, Nació a tal
grado en ellos una relación erótica al cantar y hacer una declaración de amor con la
melodía con versos inspirados, una mirada a veces ignorada o no percibida por la
mujer a quien iba dirigida., acompañada de un bajo destacado. Llora en el lamento en
ritmo de paseo y son, es divertido en el merengue y satírico y punzante en la puya. Él
afirma: “ … yo en mi vida lo único que tengo es mi acordeón. Es mi amiga, mi
confidente, todo se lo cuento. Después de mi madre él. De ahí sigue el resto.”

Este pedazo de acordeón donde tengo el alma mía /ahí tengo mi corazón y parte
de mi agonía
Muchachos si yo me muero les vengo a pedir el favor/ me llevan al cementerio
este pedazo de acordeón
Esto dicen mis amigos que eso es una vanidad /¡Ay, si nadie me da cariño como
mi acordeón me da!

“…Y bonitas que son las maldecías”, asevera El Negro Alejo, riéndose. Aprendió a
tocar el acordeón para enamorar, para prolongar así sus sentimientos. Fueron
muchos los versos que salieron de sus labios como fracciones de su corazón,
adornados con notas musicales: “¿Cómo me vas a dejar morir mujer teniendo el
remedio? …Yo tengo un dolor, no sé donde me duele; yo creo que es en el corazón,
por las benditas mujeres.”

Conoció a Fidelina, mujer de la cual quedó prendado por su esplendorosa cabellera.


La conoció cuando arreaba reses por los lados de Chimichagua. Ella en su casa, para
coger fresco, acostumbraba sacar por las tardes un taburete que lo recostaba en la
pared. Uno de esos anocheceres Alejo con su acordeón visita a un vecino de Fidelina,
llamado Medardo Angulo y mientras cantaba, la veía por la cerca con el rabito del ojo.

No necesitó de más. Era mujer enamorada. Fueron amores de esquina y de corral. Se


veían en los patios, en las tiendas, en el camino real, en los callejones oscuros del
pueblo. Un viernes de luna llena, cuando Alejo “se la iba a sacá”, la abuela lo echó a
perder todo. Ya habían quitado las tres astillas de leña de la cerca y estaba listo el
portillo, cuando oyeron la voz de la abuela que les dijo: ” … Y tu pa' onde vai Fidelina,
vení pá cá, si no querei que te de con la mano del pilón. ” Entonces la abuela comenzó
a gritar “¡Un ladrón, un ladrón, un ladrón…!” La gente acudió al escuchar los gritos,

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Remembranzas de Valledupar

llegó la policía y preguntó: ¿Dónde está el ladrón…? La abuela respondió: ¡Ese negro
maluco que está ahí, ese negro, ese…!

¿Usted es el ladrón? Preguntó la policía. “Yo soy el ladrón, respondió Alejo.” ¿Que le
iba a robar a la señora? “La nieta y si la deja mal puesta me la llevo…”

Vivía en Chimichagua cuando recibió una carta de Fidelina, inspirado por los
recuerdos hizo una de sus más bellas canciones:

“Voy a coger mi acordeón / pa que escuches mi rutina / yo voy a hacer este son /
pa´ que tu te diviertas Fidelina.
Fidelina, Fidelina / ella me mandó a decir / y me dice que le escriba / porque no
sabe de mi.
Fidelina, Fidelina / me consuela mi acordeón / que tu negro no te olvida / es de
todo corazón…”

A Irene la del 039 la conoció viajando, En esa época no había puente sobre el Río San
Jorge: “Me embarqué en Montelíbano en la lancha de nombre “La Víbora.” En eso
entra una muchacha y se me sentó al lado. Yo en esa época no era mudo y enseguida
le encaminé quedé fascinado y comencé a hacerle requerimientos amorosos..
Cuando llegamos a donde debía bajarse para seguir su ruta, tomé la maleta y la
acompañé, Abordó en el puente del Río San Jorge un bus para Buenavista (Córdoba)
cuya placa era 039. Me despedí. En eso me dice el chofer, la muchacha va llorando.
Cuando quise llegar a San Marcos (Sucre) ya estaba lista la canción.”

“Sabroso venía viajando / bajaba con mi morena / y al llegar a la carretera / allí me dejó
llorando...”

Después sería Joselina Salas. Contrajo matrimonio con ella, enamorado y muy bien
correspondido, pero fue una relación muy corta. La dejó instalada en Magangué,
porque salía con mucha frecuencia a correrías. El Negro le mandaba razones y
cumplía a cabalidad con sus obligaciones, pero ella no estaba contenta por tan
frecuentes ausencias. No oía su voz diciéndole palabras de amor, ni las melodías del
acordeón que la cautivaron, no sentía a su lado ese cuerpo que tanto le gustaba
acariciar y ser correspondida. Ella no soportó más los chismes y rumores y como
hembra en celo al sentirse abandonada, sufrió la tristeza y melancolía del desengaño.

Tarde cayó en cuenta de que su matrimonio había sido con un acordeonero y que

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

ellos caminan más que las malas noticias. Pensaba, músico es para oírle la música y
hasta luego. Lo abandonó, empacó los chécheres y corotos que le había dado y viajó
en dos burros barcinos para un pueblo cerca a Calamar. Cuando Alejo regresó
encontró la casa desocupada, los vecinos envidiosos lo observaban a escondidas por
los visillos y se alegraban de su calamidad.

No demora en llegar a su vida Catalina, la que conoció en Oreganal, una vereda de La


Guajira. Cuando Alejo la amaba, ella escuchaba quejidos de acordeón en su alma. La
canción de Joselina Daza, según Alejo nace por la amistad de él con su compadre
Víctor Julio Hinojosa. Estaba en Patillal de parranda en la casa de él y llegó Joselina
quien le pidió que le dedicara una canción. La complació. Sin embargo, ella afirma: “
El Negro Alejo se fajó con una bella canción que me hizo demasiado famosa. La falla
fue que yo no le paré bola, porque ya tenía novio y le era muy fiel” (Juan Rincón V. Soy
la mujer que le toqué el corazón a Alejo. Revista XXII Festival Tierra de compositores),
Dice:

“En el pueblo e Patillal tengo el corazón sembrado / y no lo he podido arrancar, ay!


tanto como he batallado / Oye Joselina Daza lo que dice mi acordeón (bis) / yo no sé
lo que me pasa con mi pobre corazón / Ay! Oye Joselina Daza por que no me das tu
amor…
Eso si me ha dado duro / yo tengo una honda herida/ ya le dije a Víctor Julio / que me
cuide a Joselina
Pobre Alejandro Durán /No le cause maravilla /yo me voy a Patillal / en busca de
Joselina

Coro

Oye Joselina Daza/ lo que dice este acordeón / yo no sé lo que me pasa/ con mi pobre
corazón

Un gesto característico de Alejo, mientras tocaba era la cabeza un poco ladeada. La


mirada inquisidora escrutaba de arriba abajo a las mujeres que le atraían. A veces
sonreía con los ojos. El sombrero veintiuno de Tuchín (Córdoba), fue su compañero
inseparable, parte de su personalidad. Su vestimenta era impecable: pantalón kaki,
camisa blanca, zapatos modestos, pero lustrosos. Entre los dientes blanquísimos
resplandecía el colmillo de oro que le había puesto un dentista en Sincelejo.

En el otoño de su vida su último amor, conocido fue Goya, Gloria María Dussán. Se

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Remembranzas de Valledupar

enamoró de ella, de su personalidad cautivadora cuando El Negro llegó a Planeta


Rica, en 1962, acompañado de una maleta pequeña de fuelle, su inseparable
acordeón y un gallo fino. Le gustó el pueblo y su gente que le dio buena acogida,
cariño y aprecio y un taburete para sentarse a conversar por las tardes, al calor de una
taza de café.

Ella tenía 16 años y él 56. La miraba con disimulo. Experimentado en las lides
amorosas, se ingenió la forma para decirle que la amaba y pedirle que formaran un
hogar. Los padres de Goya no estaban de acuerdo por la diferencia de edades y por la
fama de mujeriegos de los músicos. Pero, ella dijo que “si”. Vivió embriagado por este
amor durante catorce años, hasta su muerte. Fruto de esta unión son cinco hijos que
procrearon.

Para Goya como para muchas mujeres, Alejo no se ha ido de su lado. Sienten y
escuchan a menudo los versos y su música. Goya conversa con él, quien la invita a
que lo acompañe a los toques en las corralejas. A su tumba van en romerías amantes,
a encenderle velas, a llevarle flores, amigos y admiradores a darle gracias por
haberles dejado ese legado musical. Los varones le piden que les enseñe el arte de
enamorar y a querer como él lo hacía. Los sinuanos aún le celebran su cumpleaños,
en Planeta Rica: Miguel Emiro Naranjo, con las trompetas resonantes de su banda
musical “Dicienueve de marzo”, el escritor José Manuel Vergara, con sus versos
inspirados en su personalidad, la escritora Soad Louis Laka y el “Compa'e Goyo”,
ahora departe con él sus cuentos y poesías en el más allá.

Es un universo pletórico de ensoñaciones que tienen como epicentro a la mujer, los


recuerdos conservan nombre propio y surgen a granel en el inapreciable legado que
nos dejó este original y prolífico maestro, convirtiéndose en una galería de rostros
femeninos, donde cada uno es una historia, cuyo secreto solo él y su acordeón lo
conocieron.

Alejo el caminante, el trotamundo está hoy más presente que nunca. Es el primer Rey
Vallenato, el de 1968. Compositor, vocalista e intérprete, de los más auténticos que
llevó la voz de la región con su canto de juglar, más allá de las fronteras.

¡…OA! ¡…APA! ¡…este pedazo de acordeón! ¡…este pedazo de acordeón!

1. Cumbión. Fiesta que hacían en los pueblos donde generalmente se baila al son de la música de viento, cañas de millo y/o gaitas. El lugar era una
especie de redondel. En el centro había una vara de la que pendían festones y cadenetas de papeles de variados colores
2. Giomar Lucía Guerra y Jesús Peralta Mejía. Entrevista realizada en Planeta Rica, 1987.

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Calixto Ochoa Campos y su melodía del corazón:


“Los Sabanales”

Valencia del Dulce Nombre de Jesús, ese


pueblo ligado a nuestra historia desde la
época precolombina como asentamiento de
los chimilas, colonial por su importancia
económica y como centro de religiosidad, a la
que Luis Striffler, viajero francés, describe en
su libro El Río Cesar,” Allí nos habla de
marquesas y esclavos que explotaban una
mina de plata y de hatos ganaderos,
posiblemente la misma Manuela Manuacelli
a quien se refiere De La Rosa en La Floresta. A pesar del transcurso de los años y la
crisis en la época republicana, hoy sigue siendo célebre su famosa Semana Santa,
una de las más auténticas y hermosas manifestaciones de la religiosidad popular,
organizada por la Hermandad de Jesús de Nazareno. Es allí donde nace el maestro
Calixto Ochoa Campo, uno de los más apreciados, notables y prolíficos juglares, no
solo de nuestra región, sino de Colombia, por la variedad de géneros y ritmos
musicales, el número y calidad de las mismas, inapreciable legado cultural.

Los golpes de la caja que tocaba su padre*, Cesar Salomón Ochoa López de
Valencia, el acordeón y la guacharaca del grupo al que pertenecía, irrumpían en su
mente de niño, y la madre, María de Jesús Campo oriunda de Santa Marta, se
deleitaba con las bellas melodías que cuando niño emitía con su dulzaina*.En las
labores cotidianas está uno de los elementos de su inspiración. El como, vaquero
enrejador estuvo con su familia ligado al trabajo en hatos ganaderos, de carácter
colectiva que aglutina una serie de costumbres y hábitos decisivos en la más
arraigada de nuestra manifestación musical: los cantos de vaquería.y, más allá, en la
tradición juglaresca.

Su afición por la música la trae en sus venas. Escucha también a sus hermanos Juan
y Rafael Arturo Ochoa ejecutar con maestría el ´acordeón, según nos informa Juan
Ochoa (Toto), sobrino de Calixto. Hijo de Rafael Arturo Ochoa. Recibe influencias
además del estilo de Chiche Guerra, Eusebio Ayala, quienes animaban fiestas en los
ratos de ocio y en los hatos y algunos pueblos aledaños. Sin que ellos supieran
practicaba horas y horas a escondidas la ejecución de este instrumento. Para
sorpresa de la familia, logra hacerlo de manera magistral. Sin dejar el arduo trabajo

41
Remembranzas de Valledupar

que después hizo al lado de su padre y


hermanos en la carretera Valencia-Codazzi. A
los 19 años inicia su, vida musical. Después de
recorrer varios pueblos de la Costa se radica
en 1956 en Sincelejo. A los 21 años de edad
graba su primer disco, Lirio rojo, para sellos
Eco.

El acordeón se convirtió en su compañera


inseparable, al igual que la inspiración para
crear miles de versos, como los de Neruda
regados por el mundo, convertidos en
hermosas canciones a la mujer, donde plasma
sus vivencias sentimentales. Esos momentos
Calixto Ochoa con Lisandro Ortiz, de su vida de amores realizados o truncados,
su mejor coleccionista describiendo además personajes, amigos.
Otras, de carácter crítico, jocoso, al grado de denominarlo, rey de la picaresca
cotidiana. En cuanto a las que han tenido como inspiración a la mujer, asevera que
todas tienen su momento y lugar especial, pero me quedo con “Los Sabanales.,” Su
aptitud como compositor, para ejecutar el acordeón y como cantante es excepcional.
De tal manera que esta canción la lleva al acetato ejecutada e interpretada por él y su
conjunto en 1967 en Discos Fuentes. Después lo haría con Los Corraleros de
Majagual. Diomedes Díaz y otros. Dice así:

Cuando llegan las horas de la tarde


Que me encuentro tan solo y muy lejos de ti
Me provoca volve' a los guayabales
De aquellos sabanales donde te conocí

Mis recuerdos son aquellos paisajes


Y los estoy pintando exactos como son
Ya pinté aquel árbol del patio
Que es donde tú reposas cuando calienta el sol

Vivo aquí
Pintando el paisaje sabanero
Porque allí
Es donde están todos mis recuerdos

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Vení…
Corazón vení
Vení…
Más cerca de mí

Ven a consolarme
Ven a acompañarme
Ven, ven a besarme
Como aquella tarde

Ven a consolarme
Ven a acompañarme
Ven ven a besarme
Como aquella tarde, que estuve allá

Como aquella tarde que me besó


Como el día siguiente que amaneció
Bésame como tú sabes besar
Como el día siguiente que amaneció
Bésame como tú sabes besar

El poeta ubicado en un espacio y tiempo precisos rememora una realidad del pasado,
preñada de gratos recuerdos que evoca con palabras de singular belleza,
haciéndonos viajar por un universo del ayer al presente. Pareciera igualmente que el
momento fue de tanta felicidad que persigue retroceder el tiempo, llevando su
presente al pasado vivido y placentero; revive momentos de otrora, en un ambiente
costumbrista cantándole con plenitud y haciendo bellamente descripciones de la
naturaleza.

Invita el poeta, al lector al oyente, a descubrir en los atardeceres, los momentos de


profunda y mayor nostalgia, hacia aquellos seres que lejanos de su tierra estén o
apartados de realidades que quisieran deshacer. Les dice que no importa cuánto
quieras olvidar una realidad que esas horas de la tarde le harán recordar; o al
contrario, cuanto más quieras evocarla, más apoyo tendrás en esos momentos de
intensa nostalgia, como si en el corazón de un invierno palpitara una hermosa
primavera.

El maestro Calixto, anhela las horas de la tarde para vivir con mayor intensidad de ese

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Remembranzas de Valledupar

pasado plasmado como intensa acuarela de hermoso colorido que nunca se


desteñirá, por el contrario como dice el bolero, quedarán; “cual calcomanía en mitad
del alma”; y es tanto el arrobamiento y transparencia de ese sentimiento de amor que
la invita a vivir, aun en la distancia, momentos como si juntos estuvieran. Los
sentimientos se funden en esa alma doliente como manifestación de las necesidades
del compositor-poeta. El lenguaje es puramente coloquial, con una combinación de
culturas lingüísticas o podrían ser fenómenos fonéticos propios para así lograr la
armonía de la melodía.En cuanto a su estructura formal, La rima es asonántica en los
versos impares, y consonántica en los versos pares (2 y 4).

Consta de 11 estrofas, planteadas en 6 cuartetos - 2 cuartetos a manera de estribillos


(4 y 10) y dos versos pares que se repiten entre sí a manera de cuartetos (5 y 6). Las
estrofas (1 y 7), son la misma estrofa, y (2 y 8). Se repiten; igualmente las estrofas (3 y
9). Las estrofas de 4 versos están estructuradas en versos endecasílabos en los
versos impares, y tetra decasílabos en los versos pares.

Negro “Cali”, como cariñosamente le tratan sus amigos, es nuestro deseo que nos
siga alimentando con estos cantos del alma, porque sabemos que tiene canciones
escritas, aún inéditas y que lo veamos en Valledupar disfrutando del mereido
homenaje que le rinde la Fundación Festival Vallenato y Valledupar.

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Rosendo Romero, “El Poeta de Villanueva”

En cierta ocasión dialogaba en la Academia de


música de la Maestra Sandra Eugenia Padilla, con
el “poeta de Villanueva,” el maestro Rosendo
Romero, cuyas canciones por su belleza literaria y
melódica escucho a menudo. Aproveché para
preguntarle sobre los orígenes e influencias de su
talento como compositor y la disposición musical
de sus hermanos, al grado de constituirse en una
respetable “dinastía,” de la música vallenata, con
origen en Villanueva, Sur de la Guajira. La
respuesta fue inmediata: de mi abuelo Rosendo
Romero Ospino, de mi padre Escolástico Romero
Villarreal, primo hermano de Juana Francisca Díaz
Villarreal, madre del Negro Alejo y Náfer Durán.
Ella tuvo como herencia, la influencia de la gaita y
la tambora como cantadora de cantos de pajarito. En su pueblo la gente bailaba y
cantaba al aire libre. En la rueda de un cumbión Juana Francisca se enamoró de
Náfer Durán Mojica, el padre de Alejandro y Náfer. También recibí la influencia de
algunos compositores y de mi maestro Rafael Peñaloza López, Director y fundador
del Liceo Colombia de Villanueva. Somos muchos, toda una camada, como bien lo
afirma en su poema Virtud Liceísta, un homenaje literario que él dedica a sus ex
alumnos. En uno de sus apartes dice, así.

“En un momento sagrado de mi vida/ al resonar de alegría en Cuna de Acordeones/ se


despertó mi espíritu en forma confundida/ recordando a ex alumnos que me llenan de
ilusiones. Todos ellos vivos ejemplos de mi cultura...”

Los Romero, con El Pollo “Isra” Israel Romero “el rey de la nota musical” a la cabeza,
el tercero de la familia, quien aprovechó muy bien las enseñanzas de sus hermanos
mayores, cuando animaban las fiestas del pueblo, ejecutando el acordeón al lado de
Rafael, Norberto y Misael, también está Limedes, quien no se ha quedado atrás en la
cosecha de éxitos.

Israel ha mantenido con grandes esfuerzos, uno de los mejores grupos por su avance
musical, escenográfico y en producción, cuya historia es conocida por todos: “El
Binomio de Oro,” uno de las agrupaciones más estables, organizada el 16 de julio de

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Remembranzas de Valledupar

1976, con el tristemente fallecido Rafael Orozco, de cuyas virtudes, talento artístico y
creatividad pudimos disfrutar. Además de la persistente actividad por la preservación
y organización del Festival “Cuna de Acordeones.” Cuya versión 33 se inicia el
próximo primero de julio.

Sobre Rosendo Romero Ospino, sin profundizar en su obra poética, tengo que decir
que son de una gran creativida y belleza las canciones del susurrador de nostalgias,
“el poeta de Villanueva”, el literato de gran inspiración y coordinación poética,
destacado por su vasta obra, interpretada por famosas agrupaciones, la cual según él
afirma, tiene considerable influencia del poeta y amante empedernido del
romanticismo, Gustavo Gutiérrez Cabello, cuyas vivencias y sentimientos manifiesta
de manera notable en sus canciones verdaderos poemas, con acentuados ribetes
líricos y de Freddy Molina.

Sus primeras composiciones “La Custodia del edén” y “La Caída,” las grabaron en
1972, año en que Fredy muere, pero ya había recibido su influjo.

Su carrera artística ha sido fulminante, prolífica su producción, por la fuerza que les
imprime y el valor artístico de sus canciones, grabadas por reconocidos grupos
musicales. En 1975, sale a la luz “Noche sin lucero,” interpretada por Jorge Oñate y
Nicolás- Colacho- Mendoza, retomada por el conjunto de Diomedes Díaz e Iván
Zuleta. Continúa creando y tras una carrera de lindas canciones, celebradas y
acogidas por los mejores. Nos las entrega a través de: Ivo Díaz y El Pangue Maestre,
Silvio Brito, Jorge Celedón y Jimmy Zambrano. Ya el Binomio de Oro había dado a
conocer, canciones que fueron todo un éxito, como: Sueños de conquista, Despedida
de verano, Villanueva, Luna de junio, Canción para una amiga.

Rosendo riega sus sentimientos, su emoción íntima, en versos inspirados, adornados


con variedad de matices, y expresiones plenas de alegorías, traducidas en poemas
musicalizados que nos hablan de sus vivencias, cuando hay un motivo y aflora la
creatividad, la imaginación elucubra y brota el ensueño, para que asome el sentir por
la mujer, sus hijos, sus padres, los amigos, su tierra, traducidos en momentos alegres,
otros de melancolía, nostálgicos.

Y así nacen, entre otras: Fantasía, en la voz de Diomedes y el acordeón de Colacho y


Son montañero. También incursionan: Iván Villazón, con El amor es un cultivo,
pasando por Juan Piña, Alfredo Gutiérrez, Gabriel Celedón, Otto Serge y Rafael
Ricardo, Ismael Rudas y Daniel Celedón. Recopilaciones como: “Rosendo interpreta

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

a Rosendo”, editado en 1980, “Diez acordeones para un poeta.” En 2003 da a


conocer la obra titulada “La puerta del amor y Voces de la provincia”, con Daniel
Celedón, Marcos Díaz, Alfonso Celedón, Diego Alvárez y Roberto Carlos Morón.

Este hombre de maneras sencillas, andar pausado, parco al hablar, con su mochila
abrazada con fuerza al corazón como custodia de su mayor tesoro: sus poemas, con
sobrada razón ha sido motivo de varios reconocimientos en distintas poblaciones del
país, por su invaluable aporte a la música vallenata, al folclor colombiano y al
fortalecimiento de nuestra riqueza cultural.

Así en el Barrio El Cafetal, dador prolífico de innumerables y reconocidos talentos, en


ese mundo de apacibles rincones como lo es Villanueva, nacen, crecen y se muestran
al mundo. Con prosapias y lenguajes provenientes de hogares, compuestos por
buenos talantes criollos y, complementados con serios y justos maestros y padres,
cuya herencia musical pervive para nuestro solaz, generaciones que han llegado a
vértices encumbrados, que hacen de Colombia y la región un ejemplo digno de imitar.

…Y en noches apacibles, se escucha un silente, nostálgico, lejano y casi que


imperceptible canto:

Quiero morirme como mueren los inviernos / bajo el silencio de una noche veraniega /
Quiero morirme como se muere mi pueblo / Serenamente sin quejarme de esta pena.
(Rosendo Romero)

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Remembranzas de Valledupar

El medio ambiente y la canción “La profecía”

Existe un vínculo muy importante entre el estado


del medio ambiente y las capacidades de los
pueblos para referirse a los medios de vida
productivos y poder opinar sobre lo que sucede
en su comunidad. Una aproximación a la
identificación simbólica de los elementos del
paisaje, de la tierra devastada nos encamina a
reflexionar sobre la situación actual de nuestro
departamento. Es un fenómeno conocido y
sentido en sus efectos negativos por las
poblaciones afectadas desde hace varias
décadas en muchos países, a lo cual no son
ajenos los departamentos de La Guajira y el
Cesar y que día a día se agudiza en una
lastimosa orfandad, motivados unos por la
explotación minera y la inexistencia de programas para protección del medio
ambiente y por las secuelas dejadas por la bonanza algodonera o del oro blanco.

El cantautor vallenato avizora estas situaciones y es solidario con el problema social


que genera. ¿ Será posible una poética al lado de unos ríos que mueren? Nuestros
juglares le han dedicado poemas vallenatos de profundo análisis y contenido a esta
situación, de tal manera que si hacemos una recopilación, contaríamos con un buen
material para dar a estudiantes y a la ciudadanía, buenas bases para la preservación
del medio ambiente.

En esta ocasión nos referimos a “La Profecía” cuyo autor Julio Oñate Martínez
inspirado por la naturaleza hace esta composición de contenido ecológico con la cual
en el año 1977 se corona como rey de la canción inédita. Interesantes datos y
anécdotas giran alrededor de su afición por la música la que trae en la sangre y su
formación como agrónomo en la Universidad del Tolima. Nace en un hogar donde la
música era huésped permanente. Muy niña conocí a sus padres Don Julio Cesar
Oñate Rodríguez cuya elegancia, distinción y amabilidad me impresionaron de
manera favorable. Amante de la música. bailador, parrandero ,sin descuidar sus
responsabilidades, y de Doña Clara Beatriz Martínez Iriarte una madre que para
aproximarnos a una descripción de su noble corazón, me apropió de un verso del
poema “mama madre” de Pablo Neruda: “ahora mi boca tiembla al definirte,/ porque

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

apenas abrí el entendimiento/vi la bondad vestida de pobre trapo oscuro,/la santidad


más sutil: la del agua y la harina/ y eso fuiste: la vida te hizo pan /y allí te consumimos”

Al despertar su talento por la ejecución del acordeón para comprarlo recurre a una de
esas pilatunas propias de la edad juvenil. Le dice a su padre que había extraviado la
mensualidad que le había enviado. Más tarde supo descifrar lo que significaba el
mundo que lo rodeaba y captó el mensaje para cantar a la naturaleza, al paisaje, a los
atardeceres y de manera especial al amor.Y en trasegar por los caminos de nuestros
pueblos años tras año tras la búsqueda de información sobre nuestros juglares. Son
éstas sus “correrías.”

Estudioso de nuestra realidad músico-folclórica: es compositor, investigador, escritor,


coleccionista de música vallenata de algunos géneros caribeños, acordeonero,
periodista, Premio nacional de Periodismo Simón Bolívar. Por sus méritos fue
homenajeado en el I Encuentro Nacional de Investigadores de Música Vallenata,
evento organizado por la UPC. Grabada por primera vez por los Hermanos Zuleta. En
el año 2.003 gana de nuevo premio canción inédita con “La Puya de los Pajaritos”.
Hoy supera el centenar de canciones. De sus obras escritas están: “El ABC del
Vallenao “Cuando Matilde Camina” publicada 2007 y “Bajo el cielo de Valledupar ”en
2010. Este año publicó, “Héroes ocultos del vallenato”

Su inspiración estuvo acompañada de algunas advertencias del dirigente político


“Pedro Castro lo comentaba” su tarea se le facilita como agrónomo y buen compositor
al observar la desaparición de especies nativas, canta :

Destruyeron de manera irresponsable


los bosques de dividivi, tu barrera natural
y tumbaron esos grandes carretales
allá arriba en La Guajira no ha quedado ni un guayacán.

Esta canción nos relata cómo el autor recuerda las distintas especies que con el
tiempo fueron desapareciendo de manera irresponsable y que día a día se acentúa
con la traída y siembra de árboles ajenos a nuestra flora. De igual manera la Sierra
Nevada, cuyos ríos han sido motivo de inspiración. De los beneficios brindados por la
Sierra Nevada de Santa Marta en cuyas estribaciones está ubicado el Valle de Upar
transformaciones que observa atónito, triste, el nativo sin encontrar respuestas a su
mirada interrogante:

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Remembranzas de Valledupar

Allá arriba en el imperio de la arena


un indio llora su pena
mirando a Valledupar
no comprende qué se hicieron las barreras
las que protegían su tierra
ya no hay nada que cortar
y entonces cuando ya el Valle sea un gran arenal
lleno de tunas y grandes cardones
solo se escucharán los acordeones
porque la música será inmortal
solo se escucharán los acordeones
porque la música será inmortal.

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

La añoranza en la canción “Almas felices”

“Sólo es un homenaje a nuestros juglares / Que nunca se los llevará el viento /


Que Dios los bendiga” (Alfonso Cotes Maya)

Alfonso Cotes Maya, por todos conocido


como el autor de esta canción, con gran
acierto, una inocultable gracia y belleza
literaria refleja la capacidad narrativa del
compositor, donde campea la poesía en la
construcción de versos y estrofas y el uso
de los recursos narrativos para plasmar las
figuras retóricas, al hacer uso de la
reminiscencia costumbrista, basándose
en la época de esplendor, vivida por un grupo de hombres que disfrutaron la música,
el medio ambiente, la amistad, fueron felices. Como fondo los paisajes, las canciones
y la presencia de incomparables de los amigos, cantautores como Rafael Escalona,
Emiliano Zuleta, Toño Salas, Leandro Díaz, para hacer una elegía a la memoria de
estos insignes personajes, elogiando los versos de esas canciones vallenatas y
continuar con el legado de transmitir historias y hechos verídicos, experiencias
propias o ajenas provenientes de familiares, amigos, paisanos, compadres, a través
de narraciones donde campea la poesía popular, como en la canción: ”La Vieja Sara”.
Las estrofas están concebidas de tal manera que permiten que el mensaje llegue con
el intenso sentimiento que le imprime y con claridad a todos, por la coherencia y
cohesión indispensable para el análisis de los mismos.

Recordando las anécdotas de estas vivencias cuando ellos eran jóvenes. A veces
llegaban uno tras otro como atraídos por un imán a la pensión América de Don Pacho
Mendoza y su esposa Doña América en la pequeña villa de La Paz (Cesar), rayando
los años finales de los cuarentas y principio de los cincuentas, para formar la original
cofradía de parranderos bohemios que tendría más tarde renombre, tanto que hasta
el presidente Alfonso López Michelsen gozaría de los encantos de esta hermandad
cuando ejerció la gobernación del Cesar.

El lugar geográfico donde se desarrollaron y pusieron en práctica sus memorables


hazañas de bohemios y sus expresiones musicales, en un paradisíaco sitio
geográfico que corresponde hoy a los departamentos del Cesar y La Guajira, antiguo
Magdalena Grande.

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Remembranzas de Valledupar

Dicen que allá arriba, cerca de Manaure / En un paraje que le llaman La Tomita / Se
escuchan versos, se escuchan cantos / Una parranda con guitarra y mucha risa.

Fueron llegando a encuentros espontáneos. Después se volvieron inseparables:


Rafael Escalona Martínez, Alfonso Cotes Queruz, Andrés Becerra, Beltrán Orozco,
Alfonso Murgas Muñoz, Emiliano Zuleta Baquero, Antonio “Toño” Salas, y según Don
José María “Chema” Aponte Marshal el recién graduado médico egresado laureado
de la Universidad Nacional de Colombia Doctor Leonardo Maya Brugués, quien
aprovechaba estos encuentros parranderos, para prestar asistencia sanitaria a la
comunidad de manera gratuita, que de pronto la gente agradecida recompensaba
con una gallina, un pavo, un chivo un buen sancocho. “Y cuenta la gente, que son
espantos/ Y que son almas que habitan en la Sabana/ Que son felices, llenas de
encanto /Y que mantienen la alegría en la Montaña”.

Fue en uno de los más bellos pueblos, en varios lugares enclavados en la Serranía
del Perijá y Montes de Oca donde se dio el teatro de actuaciones de 'la cofradía'. Es
decir, Manaure, La tomita, El Plan, donde residía la madre, quien era como la mamá
grande de la obra de Gabriel García Márquez, mandona y caracterizada por
temperamento cerril,”…era la mamá de todos nosotros” afirma el Maestro Escalona,
cariñosa y amable: Vivirán cantando por los caminos /Vagan en los vientos de su
pasado. Viajan juntos sin tener destino / Están eternamente parrandeando.

Cuentan que a veces llegan al Plan / Entre las casas de Emiliano y Toño Salas / cantan
tres canciones y después se van / Y se despiden cantando la Vieja Sara.

El Piñal, finca del viejo “Mile” donde hacían no sólo interminables, sino inolvidables
parrandas acompañados de los cuentos, chistes, leyendas y deliciosos sancochos.
baños en las cristalinas e inspiradoras aguas de ríos y manantiales que bajan de la
Sierra Motilonia, arrastrando tras sí con las secuelas del trasnocho y del guayabo.

La estancia de Manuel Zapata Olivella cuando hacía el año rural de medicina en La


Paz y, a su vez, la estancia de Gabriel García Márquez llevado por Rafael , Escalona
Martínez, a esa latitud, cuando escribió sobre las tragedias de confrontaciones
sangrientas del pueblo de Los Tupes y la “quemazón” de la villa de La Paz en la época
de la violencia partidista.

En este sentido, la delineación de esta cofradía cuyos encuentros, como dijimos, se


realizaban en este envidiable rincón de Colombia ya descrito, fue motivo de

52
Giomar Lucía Guerra Bonilla

inspiración para Alfonso “Poncho” Cotes Maya su nieto, heredero poético de su


abuelo Alfonso Cotes Queruz, denominado por mi hermano Luis Guerra B. “El Juan
Rulfo” de la música vallenata, porque así como este escritor mexicano se eternizó con
una de sus obras denominada Pedro Páramo, Poncho Cotes lo hace con una de sus
canciones, “Tiempos idos” que en uno de sus versos dice “ Mi compadre Andrés
Becerra/ Escalona el alma mía/ completaron mi alegría…” .Claro era Alfonso Cotes
Q. su amigo y confidente, en cuya guitarra sus composiciones encontraron el tono y el
ritmo exacto.

“Almas Felices”. Esta sentida y sentimental canción la graba Iván Villazón y su


conjunto con el acordeón de Francisco “Franco” Arguelles: que se desarrolla desde
“La Tomita”, sitio donde comienza “el frescor” clima suave para subir a Manaure, El
Plan, El Piñal, etc, y expresa: Y dicen que Leandro lo oyó en San Diego / cuando
bajaban por el Cerro de Media Luna. / Que venían cantando, recitaban versos / y se
reían con aquella sabrosura.

El de las carcajadas era el viejo Poncho Cotes / Riéndose de un cuento que contaba
Andrés Becerra / Y que decían poesías toda la noche.
Hablaban de amores y de penas / Vivirán cantando por los caminos
Vagan en los vientos de su pasado / Viajan juntos sin tener destino
Están eternamente parrandeando.
Ay! los lleva el viento, / Los trae el viento / Los lleva el viento allá
Los trae el viento acá.

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Remembranzas de Valledupar

Manuel Zapata Olivella: viajero incansable


de la vida y de las letras

Manuel Zapata viajero, más no turista, médico y


escritor controvertido, polifacético, su trasegar no iba
en busca de diversión, sino tras algo indefinido, sin un
derrotero, ni un centavo en los bolsillos. A los 20 años
abandona su carrera de medicina, “… cuando alguien
agonizaba ante mis ojos, veía en él la víctima de la
sociedad que lo fatigaba, desnutrido, condenado a
muerte en un hospital desmantelado”, incesante
búsqueda de vivencias, palpar, vivir a la manera del
Cova el personaje de José Eustasio Rivera devorado
por la selva y la influencia de Máximo Gorki, Don
Quijote absorbidas, hasta lograr convertirlas en parte
de su ser. Episodios que más tarde contaría en su libro
“Pasión Vagabunda”.

Manuel, el vagabundo escritor, antropólogo de ademanes inquietos, voz estertórea,


risotadas espontáneas e insolentes que mostraba una dentadura perfecta, nació en
Lorica el 17 de marzo de 1920. Estudió en la Universidad Nacional de Bogotá donde
recibió el título de doctor en medicina en 1948.

Su vida en México. Después de muchas peripecias en países centroamericanos


llega a México en 1944 donde sortea una gama de dificultades, algunas rayanas en la
anécdota. Sin embargo, es allí donde vive las experiencias que más lo enriquecerán
como escritor. Realizó los más disímiles oficios desde albañil, mensajero, ayudante
de mecánico, arriero. Para evitar dificultades en una ocasión pasa como pariente de
Emiliano Zapata el líder revolucionario. Actor, conferencista, periodista, modelo de
pintor.

Guiado por el escenógrafo Luis Moya, conoce al médico, compositor y cantante


Alfonso Ortiz Tirado. Lo saludó y le dijo: “Soy colombiano, estudiante de último año de
medicina y tengo hambre”. Ortiz Tirado abrazó a Manuel y le dijo “Hijo mío”. Le brindó
amistad, trabajo. Tuvo tiempo para escribir y avanzar en su novela “Tierra mojada”.
Por él conoció a los novelistas Mariano Azuela, José Revueltas y Agustín Yánez, y a
quien en esos momentos padecía de neumonía el muralista Diego Rivera a quien
atendió como médico durante varias semanas. Al preguntarle por el costo de sus

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

servicios, el escritor le pidió lo tomara como modelo para un rostro de los indígenas
que debían aparecer en el mural de la Secretaría de Educación. Lo cual se cumplió.

Pero el alma vagabunda no le dejaba. El maestro Ortiz Tirado salió de viaje y Manuel
volvió a la calle dejando una nota de agradecimiento al galeno.Después llegó al
sanatorio de los toxicómanos del doctor Alfonso Millán, a quien había conocido por
intermedio del ortopedista cantante. Allí fue asistente. Su presentación, según el
escrito peruano Ciro Alegría, nada tenía que envidiar a la de los enfermos allí
recluidos, donde por poco lo dejan en el manicomio como uno más de éstos. No
permaneció allí mucho tiempo. Estar encerrado no era su esencia. Su espíritu pedía
nuevas experiencias. Periodista de diarios importantes como el Excélsior, reportero
de varias revistas: Sucesos para todos, América. Publicó diversos artículos sobre las
culturas de los negros en Colombia. Profesor en varias universidades de
Centroamérica, Estados Unidos, Canadá y África. Fundó y dirigió la revista de
literatura “Letras Nacionales” (1966).

Dos tendencias lo identifican como escritor: las denuncias de carácter social y en sus
novelas se destaca la creatividad, la visión mágica afroamericana, mitológica, como
en “Tierra mojada” (1947), “Chambacú, corral de negros”, (1983).

Viaje a Estados Unidos

Logra que la Revista Mañana lo certifique como su reportero ambulante. Esto le


facilitaría la entrada a Estados Unidos, en una época en que la discriminación racial
era muy marcada de la cual fue víctima al abordar un bus. Desconocía tal situación.
Se sienta en una banca asignada a los blancos. El chofer le pide que se levante y
ocupe el puesto de los negros, la “Línea de color”. Fue éste el momento decisivo en su
vida. “El vagabundo había muerto”. En ese instante comprendió qué buscaba: la
defensa de su raza, como afirma en su libro “Levántate mulato”.

En Estados Unidos sufrió humillaciones incluso por demostrar su capacidad como


médico. Vivió situaciones que enriquecieron su mundo de escritor. Logró la amistad
de personajes: En Harlem con el poeta negro Langston Hughes, quien lo acogió
dándole alimentos y su cama. Conoce también y trata al jazzista Duque Ellington, a
Call Calloway y Keneth Spencer. Transcurridos cuatro años regresa a Colombia. Ya
se había forjado el escritor, el médico dispuesto a lograr justicia social, luchar contra la
discriminación racial, para lo cual reinicia en 1947 sus estudios de medicina. Finalizó
su novela publicada con el título de Tierra Mojada.

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Remembranzas de Valledupar

Casi veinte años viajando, dictando conferencias, investigando y soñando con la


creación de su obra “Changó, el gran putas “. Había descubierto su pasión por el
folclor musical y danzas. Por los años 1948 y 1952 realiza las primeras giras por el
Magdalena Grande conocida como La Provincia. Sus deseos se cumplieron.

Escritor destacado

Manuel Zapata Olivella obtiene dos menciones de honor en 1962, uno en Casa de las
Américas en La Habana y el premio Esso con su obra “Detrás del rostro.” En Brasil, El
Francisco Matarazzo Sobrihno, que el año anterior habían otorgado a Borges.

“En Chimá nace un Santo (1964)” compitió con García Márquez junto a “La mala
hora”. Y en otra premiación literaria con la obra de Mario Vargas Llosa “La ciudad y los
perros”.

Muere el 19 de noviembre de 2004 en Bogotá. Cumplieron con su deseo de ser


velado en el auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional y que a su alrededor
bailara “la negramenta”. Sus restos fueron cremados y sus cenizas arrojadas al Río
Sinú para cumplir su último deseo: “quiero que el río me lleve por el mismo camino por
el que llegaron mis antepasados a este continente, quiero encontrarme con los viejos
que murieron durante el viaje por el Caribe y que la marea me lleve de regreso al
África”.

Manuel y su encuentro con tres grandes amigos

El tren traqueteaba en su interminable recorrido, los rieles se deslizaban con un


estrépito que hería los oídos, se agitaba de uno a otro lado en un culebreo
acompañado del estruendo del pito de la sirena en cada estación. Manuel Zapata, el
andariego, joven galeno, iba rumbo a Venezuela, y llega al municipio de La Paz. Iba
tras las huellas de su parentela por el lado de su madre Edelmira Olivella, blanca de
origen español. Es su primo Don Pedro Olivella Araújo quien lo recibe. Al conocer sus
intenciones, lo animó diciéndole: “No tienes por qué salir de tu patria. Quédate aquí,
que yo te garantizo, que nadie se va a meter contigo”. Lo alojó en su casa. Le organizó
un consultorio, lo relacionó con parientes y amigos y, como el pueblo carecía de
médico, llegó a tiempo para asumir su trabajo.

Esto sucedió en 1949 recién graduado. La situación política que se vivía en Bogotá no
le era favorable. La Facultad de Medicina quedaba en el centro y el mismo día de su

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

grado hubo toma del parlamento a mano


armada. Temeroso, aborda el primer tren
que partía en ese entonces de la calle13,
sin poder recoger sus pertenencias.

En La Paz el pueblo jamás imaginado por


él, encontraría un mundo de fantasías
donde logró realizar muchos de sus
sueños. La acogida familiar, la amabilidad Rafael Escalona, Juan Muñoz y Manuel Zapata.
de la gente, las buenas costumbres.

Pletórico de felicidad dos años más tarde le escribe e invita a Nereo su compañero de
estudios en Cartagena, denominado por él, hermano de infancia y de sueños para
que viniera a conocer “El Paraíso”. Así denominó a esta gran Provincia. Impresionado
por los música, Zapata le escribía Nereo que “como por arte de magia” todo el
conjunto con su embrujo tocaban melodías de la música vallenata, cuyas letras
narraban con humor los sucesos de la comarca, interpretadas en acordeón,
guacharaca y tambor. Lo invitaba a participar en un reportaje gráfico.

Por estos tiempos el joven Rafael Escalona visitaba La Paz con frecuencia. Estaba
enamorado de Marina Arzuaga “La Maye”. Aprovechaba para reunirse con Miguel
Canales, tío de Marina, uno de sus amigos de parranda. El escritor lo conoce en
casa de María Calderón, único lugar donde vendían cerveza fría.

En esta ocasión la fortuna acompañaba al médico Zapata Olivella. Llega otro amigo
de la edad juvenil Gabriel García Márquez, con quien compartió como estudiante de
derecho en la Universidad Nacional. Para superar el abatimiento que le produjo que
su novela “La Hojarasca” no hubiera sido escogida por Don Guillermo de Torre en el
Programa de Editorial Losada para entrar al mercado de Colombia con autores
colombianos, vino a su paraíso de Valledupar, tratando de escarbar sus raíces, en un
mundo que no le sorprendió porque todo lo que ocurría, la gente que le presentaban
era como si ya lo hubiera vivido. Después del rechazo de los originales de su novela
de conocer a Julio Cesar Villegas, quien había renunciado de la Editorial Losada, y lo
habían nombrado para Colombia en la Editorial González Porto, vendedores a plazo
de enciclopedias y libros científicos y técnicos. Tuvo una primera cita con él en el
Hotel del Prado. Dice Gabo que salió trastabillando con un maletín de agente viajero
atiborrado de folletos de propaganda y muestra de enciclopedias ilustradas, libros de
medicina, derecho e ingeniería. Había aceptado convertirse en vendedor de libros

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Remembranzas de Valledupar

por cuotas en la Provincia de Padilla, desde Valledupar hasta La Guajira. Era esta una
expedición mítica, en busca de sus raíces, tras el itinerario romántico de su madre
Luisa Santiaga programado por los abuelos Tranquilina y el Coronel Nicolás
Márquez, para ponerla a salvo del telegrafista de Aracataca, lo cual se redujo a dos
breves y rápido viajes a Manaure, La Paz y Villanueva.

Las parrandas de Escalona con su juventud y galantería, narrando los


acontecimientos y episodios de la Provincia preservando la tradición de los cantos de
Lorenzo Morales, Emiliano Zuleta Baquero, Francisco “Pacho” Rada, Juan Manuel
Polo Cervantes, Tobías Enrique Pumarejo, Samuel Martínez y Germán Serna Daza
eran para Manuel verdaderos e imborrables recitales cantados e interpretados con
guitarras en especial la de Alfonso Cotes Queruz, acordeones, caja y guacharaca que
se difundían como polvorín. No tardó García Márquez en traducirlas a crónicas con
música de paseo y merengue interpretadas por hombres abrazados a un acordeón.

Manuel con ojo de antropólogo y folclorista descubría que los cantos vallenatos
traducían comportamientos, costumbres, hábitos de un pueblo, pensamiento que
compartió con su hermana Delia dedicada a la conformación de grupos de danzas de
La Paz, San Diego y poblaciones aledañas. No tenían inconveniente en viajar a pié
cuando la chiva de Chiche Pimienta no estaba en servicio. Era un deleite cruzar el Río
Chiriaimo y escuchar las melodiosas interpretaciones de los acordeones y los
variados estilos e intérpretes Leandro Díaz, Carlos Araque, Juan Manuel Muegues,
Juan Pablo López (padre de los Hermanos López), Antonio Sierra reconocido
decimero y guacharaquero, Fermín Pitre de Fonseca y la caja embrujada de
Crisóstomo Oñate “Pichocho” fue el puntal definitivo para idear la conformación de un
grupo musical. Una serenata al Doctor Alfonso López Michelsen sirvió para abrirles
de la Emisora Nueva Granada. Éxito radial que continúancon su hermano Juan en la
Voz de la Víctor con el programa LA Hora Costeña. Regresa a La Paz donde de
inmediato entró a su consultorio una delegación musical integrada por Rafael
Escalona y Juan López a invitarlo a “La Tomita” sitio de encuentro de bohemios
procedentes de Valledupar, San Diego, La Paz de paso por Manaure.

Escalona acentuaba su romanticismo atraído por la belleza de las mujeres de estos


pueblos seguía componiendo hermosas canciones y crónicas. Gabriel García vuelve
a Barranquilla con un acervo de conocimientos que enriquecen su obra literaria. El
médico y antropólogo no fue ajeno a la presencia cercana de algunas etnias en la
Serranía de Perijá, las que visita en compañía de Nereo de lo cual resultó un estudio
fotográfico sobrelos Motilones y Yukos, poco conocido. En La Guajira, visitaron un

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

asentamiento Wayúú. Cuando sale de La Paz, el Maestro Escalona lo despide con la


canción de su autoría La golondrina.

Manuel también se deja atrapar por la belleza de María Pérez con quien sostuvo un
romance en a 1953 y procrea sus dos únicas hijas: Harlem Segunda y Edelma Inés
antropóloga egresada de la Universidad Autónoma de Barcelona.

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Remembranzas de Valledupar

Pablo Rafael López Gutiérrez,


de la realidad a la leyenda

“Honrar, honra” (José Martí)

En el editorial del domingo 12 el diario El Pilón hizo


un oportuno y acertado análisis, sobre la decisión
de los Hermanos López de deponer el homenaje
que la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata
desde el año anterior había acordado hacerles a
una de las más reconocidas dinastías de la música
vallenata. Es conocido que la dinastía López
cuenta con varios Reyes de la música vallenata:
Miguel Antonio (1972), Elberto de Jesús 'El Debe'
López (1980), fallecido. Álvaro de Jesús (1992),
Navín José (2002). Tres coronas como
acordeoneros aficionados: Álvaro (1976 y 1979) y
Navín (1980). En 1977 fue rey infantil. Pablo López en uno de los más reconocidos
cajeros.

Con la sencillez Y gallardía que los caracteriza, accedieron que el homenaje se haga
al recientemente fallecido Diomedes Díaz Maestre “El Cacique de la Junta” de quien
afirma Miguel López desde muy joven me visitaba, siempre fue un gran verseador. Le
enseñé a emparejar a armonizar su voz al cantar con el acordeón, desde esa época
viajó conmigo a Bogotá, Fundación y varias poblaciones.

El Rey Vallenato, Miguel López, recuerda las parrandas de su padre

Al resaltar los méritos de esta dinastía no puedo pasar desapercibido a su progenitor


Pablo Rafael López Gutiérrez oriundo de San Juan del Cesar, quien se asentó en La
Paz junto con sus hermanos Antonio Jacinto y Juan Bautista. José María Gutiérrez
padre de Alfredo Gutiérrez tenía una banda con variados instrumentos. Luis se
residencia en Valledupar y Joaquín siguió viviendo en San Juan.

Don Pablo Rafael, ya traía como equipaje su vocación musical ejecutor el acordeón,
heredada de su padre Juan Bautista López Molina. Como en el Sueño de las
Escalinatas del poeta Zalamea, el Rey Vallenato Miguel López, recuerda que su casa
era un emporio musical donde, llegaban músicos de los pueblos circunvecinos. De

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Manaure, El Plan, Leandro Díaz, Carlos Araque, Juan Manuel Muegues, Antonio
Sierra reconocido decimero y guacharaquero; de San Diego Juan Muñoz; de
Fonseca; Santander Martínez, (padre de Luis Enrique Martínez), Bienvenido
Martínez, Los Pitre con Fermín a la cabeza y la caja embrujada de Crisóstomo Oñate
“Pichocho”; De Villanueva, Emiliano Zuleta; De La Junta, Julio Alvárez; De Becerril, El
Mocho Filemón; De Mariangola, Eusebio Ayala, Chico Bolaños. Por supuesto no
faltaban famosos decimeros como: Antonio Sierra Morales, Juan Manuel Muegues y
sus gaiteros. .Los atendía mi mamá Agustina Gutiérrez Zequeira. Ella era dueña del
estanco número 1.

La casa vivía en fiesta permanente. Estos momentos acontecían en medio de la


cumbiamba. Mujeres bailadoras de aquí de La Paz, también venía de otros pueblos,
incluso de Guacoche. Hacían una especie de formaleta de harina de trigo para cubrir
el brazo que absorbía el sudor y sentían menos cansancio. Recuerdo algunos
nombres, Adelaida Rueda, de Villanueva tenía tal equilibrio que bailaba con un vaso
de agua en cabezo otra bailadora famosa fue Juana Rondón, de Guacoche.

Migue canta con suave entonación para referirse a “Machuca” cuyo nombre no
recuerda, quien tocaba el armonio y también participaba de estas parrandas. “Vamos
a busca a Machuca pa´ que nos toque el armonio / Chico en Corral de Piedra Vale más
que un San Antonio / Esa Catalina me la llevo yo (bis)” (Catalina Daza-Eusebio Ayala)

En este ambiente musical nacen los Hermanos López. .Aprendimos de tanto oir y oir..
Mi padre dejaba el acordeón sobre el baúl y aprovechaba para practicar. También
escuchaba con atención a mi tío Juan López, quien tocaba caja y acordeón. Por los
años 1947-50 yo tocaba acordeón y Pablo también, después se inclinó por la caja.

Tuvo razón el médico y novelista Manuel Zapata Olivella para sentirse en “El
Paraíso”. Impresionado por los músicos que “como por arte de magia” tocaban
melodías de la música vallenata. Letras que narraban con humor los sucesos de la
comarca, interpretadas en acordeón, guacharaca y tambor.

Estaban reunidos allí. Sus rostros no reflejaban la alegría de siempre. traducida en los
cantos de Juan y Pablo López y los golpes endemoniado de la caja de Crisóstomo
Oñate “Pichocho”. La violencia, maldita violencia liberal-conservadora, llegó con los
chulavitas y arrasó, incendió casas. Juan Pablo López el mejor acordeonero, no pudo
resistir tanto dolor y huyó sin rumbo... Pablo su hermanor fue a pedirle que tocara para
nosotros, y nos dijo: “Nunca más en mi vida volveré a cantar.”

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Remembranzas de Valledupar

No fue posible que el médico del pueblo Zapata Olivella, ni el maestro Rafael
Escalona les hicieran cambiar de parecer, solidarios con el sufrimiento de sus
coterráneos. Los vecinos acudieron a dar sus razones, pero sabían que era como
“haberse muerto con los muertos”, dijo una mujer que llevaba una rosa roja en la
oreja. La gente la apoyó. Entonces Pablo López debió sentirse autorizado para
torcerle el cuello a su pena, pues sin decir una palabra entro en su casa y salió con el
acordeón. Canto y tocó como nunca. La alegría trajo más músicos. Brindaron con un
trago de la tienda más cercana, las casas por fin abrieron sus puertas, y encendieron
las luces, bajo el ritmo de un canto al unísono, otros a voz en cuello. El pueblo resucitó
con su música. (Adaptación de “Vivir para contarla”).

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Recorrido musical por el barrio Cañaguate

El tradicional barrio Cañaguate haciendo honor a su nombre, conserva algo de


mágico, desde sus callejones de leyenda.A este emblemático sector del corazón de
Valledupar pertenece por nacimiento y por adopción, un representativo número de
músicos, algunos, nacidos en este barrio donde aún residen, otros que provenían de
Patillal “tierra de compositores”, Villanueva y San Juan del Cesar y quienes en sus
correrías, se alojaban dos familiares vecinos de la casa de la señora Petra, atraídos
por el imán del reencuentro parrandero y musical, hacían su parada allí.

Son muchas las historias de las glorias del folclor vallenato que reposan en la
memoria de los habitantes más antiguos del viejo Cañaguate.

Del Café La Bolsa, en el centro de la ciudad, un grupo de parranderos se trasladó al


Cañaguate, en el patio acogedor, convertido en tertuliadero, de la casa de la Señora
Petra Arias,(Carrera 8ª No.13-75) donde encontraron el sitio apropiado para que su
inspiración saliera a flor de piel, entre otros el Maestro Rafael Escalona quien como
siempre tenía algo pendiente por allí.

Lo acompañaba su inseparable amigo acordeonista el Rey de Reyes Nicolás


“Colacho” Mendoza, Adán Montero Corzo,(cajero),el caricaturista Jaime Molina
motivo de su inspirada canción, Wilson Márquez, Alfonso Pimienta. Asistían también
el Cantautor Gustavo Gutiérrez, lugar donde de su inspiración brota una de sus más
nostálgicas canciones “Parrandas inolvidables” al lado de los guitarrista Hugues
Martínez y Carlos Espeleta. No escaparon a estas agradables experiencias
momentáneas en este caso, el periodista Juan Gossain y el presidente López
Michelsen.

La Mona del Cañaguate

El maestro Escalona no perdía tiempo. Iba en su camioneta cuando divisó a una bella
joven de ojos verdes y cabello rubio sentada con otras amigas en un andén del barrio
en mención. Fue tal la positiva impresión que le causó, que dice ella casi se sube el
andén y tumba la casa. Hizo huecos en las calles camino a su casa visitas, tras visita
para lograr el amor e esta mujer, quien doblegó tras las constantes serenatas y la
canción “La Mona del Cañaguate:” Esa Mona del cañaguate / que se ha propuesto
acabar conmigo / porque hace dos años vivo / siguiéndola a todas partes...”

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Remembranzas de Valledupar

También llegaron de Patillal

Como en el “El sueño de las escalinatas” poema de Jorge Zalamea ¡Crece, crece la
audiencia! También llegaron de Patillal, el joven Fredy Molina, al hogar conformado
por Jaime Socarrás Araújo y su esposa Celia Elena Hinojosa. Otros patillaleros con
vena musical que residieron en este Barrio son: José Hernández Maestre
Daza,(fallecido), compositor de más de 50 canciones y 20 que aún se encuentran
inéditas quien fue profesor de la Escuela Parroquial, una de su más linda y reconocida
composición es “El Hijo de Patillal”.

“Cuando pises tierra patillalera/ Donde nacen las canciones sentidas/ Caserío donde
tengo mi familia/ Allí, al pie de una lomita de piedra…”un paseo costumbrista como
casi todas las que creó.

Llegaba de visita el intérprete Freddy Peralta y también vivieron en este barrio los
compositores Juvenal Daza, con último disco compacto “Aún podemos Soñar”.

El folclorista Nicolás -Colacho- Maestre Martínez, premio canción inédita, con la


canción “Esas cosas mías”, que dice “ Aves que cruzan los cielos / de ese pueblo
hermoso de la lejanía/ arreboles de la tarde que invitan al alma a cantarle al amor... ”.
Edilberto Daza Gutiérrez, acredita un selecto número de canciones grabadas: El
cambio de mi vida, súplicas de amor, súplicas de amor.

Y el rumor se extendió hasta los pueblos de La Guajira

Según testimonios, de Villanueva llegó “Poncho Zuleta” hizo en esta casa sus
primeros pinitos. Se alojaba donde su parienta Luisa Calderón (Carrera 13 No. 8-33).
El sanjuanero Nicolás Bolaño, reconocido por su composición Cómo hacer una
canción.

También de San Juan del Cesar, hoy más cañaguatero que los propios, barrio donde
aún reside, el recientemente exaltado Isaac Carrillo Vega, conocido en el mundo
artístico como “Tijito”, a quien por sus méritos como compositor e intérprete de música
vallenata, fue homenajeado por la Universidad Popular del Cesar en el III encuentro
de Investigadores la Piedra en el Zapato dirigido por Jaime Maestre Aponte. Al inicio
conformó un grupo con Nicolás-Colacho-Mendoza. En 1965 se radica en Valledupar.
Destacada trayectoria con Los Playoneros del Cesar, organizado por Ovidio
Granados.

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Después su fama y sus canciones se extenderían por todo el país Su abundante y


cálida obra artística con muy buen manejo de las figuras literarias. Su carismático
desenvolvimiento en el escenario nos regala muchas canciones:”Diez de enero” y en
especial “La Cañaguatera” la que le dejó el corazón maltrecho. Grabada por Alfredo
Gutiérrez.

“Te juro que yo sin ti estoy acabao / Como estoy enamorao te alejas de mí /A pesar de
que eres buena, me dejas por pobre / Como soy un hombre noble, yo sufro las penas.
/ En el Cañaguate está mi martirio...”. Fruto de sus amores son: Muchachita querida,
Negrita linda, La guayabalera, Diez de enero, A lo tuyo tú, De flor en flor, Adelina y La
sal de frutas.

No escapan a la mágica atracción de este lugar, los que andaban de correrías como
atraídos por un imán, hacían aquí su parada. Entre otros, Luis Enrique Martínez y su
hermano se alojaban donde una tía de nombre Nemesia Martínez (Carrera No. 8-39),
el Negro Grande Alejandro Durán Díaz, Calixto Ochoa, Ovidio Granados, Florentino
Montero y en ocasiones Pedro García.

De los músicos nacidos en el barrio Cañaguate, nos ocuparemos en una próxima


publicación. Son ellos entre otros, Rafael “Wicho” Sánchez Molina, Rodolfo “El Veje
Bolaños Silva”, Dinastía Castilla (Temístocles, Cirino y Rodolfo), y Víctor Mauricio
Camarillo Ochoa.

Nacidos en Barrio Cañaguate

Rafael “Wicho” Sánchez Molina

Otro reconocido compositor es Rafael Sánchez Molina, conocido cariñosamente


como "Wicho" Sanchez. Su padre villanuevero José María Sánchez. Aunque nació en
el Barrio La Guajira lo incluimos aquí. En un apretado resumen, nos referimos a este
famoso compositor. De niño decía que tenía que componer canciones como las del
Maestro Escalona .cuyas canciones cantaba. Su primera canción fue en un cafetal
en Azúcar Buena. Por el camino vi a una linda muchacha, le inspiró. Y compuso
“mariposita “nace mi primera canción con ese nombre, es poco conocida.

Después fue creando a granel canciones y más canciones motivadas, en su mayoría


por el amor a la mujer. "La Bogotana", "Penas Negras", Campesina Ibaguereña", "El
Buey Mariposo","El Patacón", "El Carrito Brujo" nace en Chemesquemena, llegan

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Remembranzas de Valledupar

unas patillaleras cabalgando, elegantes, “Ay Atánquez se está llenando de puras


mujeres patillaleras” les hice la canción a las indiecitas en recompensa por la
humillación..

De izquierda a derecha: Rafael Sánchez, Ovidio Granados, Miguel Yaneth y Cirino Castilla
RCA VICTOR (LONG PLAY)

Sus primeras grabaciones fueron con los Playoneros del Cesar, el Señor Cirino era
quien tocaba la guacharaca, Rodolfo en la tumbadora y propuso que yo cantara. Así
viajé yo a Medellín. Con este conjunto tocamos serenatas para la creación del
Departamento del Cesar.

Una de las más famosas es La Banda Borracha nace en agosto de 1965. Se hizo
famosa en un precarnaval, tras la búsqueda de una mujer encapuchada de la que
había quedado prendado. En el restaurante El Nocturno encontró a Juan Piña
discutiendo con los músicos, porque no se ponían de acuerdo para dar la serenata. Al
día siguiente me fui para el río iba tarareando la serenata. Después ellos mismos se la
aprendieron y la cantaron en una de las casetas del carnaval. Los hermanos Piña
estaban grabando en Barranquilla sin mi autorización. Me fui a Barrancabermeja
donde estaba Alfredo Gutiérrez, la grabó con la agrupación Caporales con el sello
Sonoluz. Casi todas mis canciones las grabaron los Playoneros, después.

Campesina ibaguereña

“Voy hacer una recorrida por los monte de Ibagué / a buscá una campesina que me

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

han dicho que es muy linda pero no se deja vé / Esta noche en la montaña / me
encontré una campesina / no hallé con quien compararla cuando vi la belleza de esa
mujer tan divina”

“Campesina ibaguereña porque no sales de la montaña


Para mirarte de nuevo y llevarme tu recuerdo / pa mi tierra provinciana.”

Rodolfo, “El Veje Bolaños Silva”

Fue un gran compositor, guitarrista y un gran ebanista. Rodolfo 'el Veje' Bolaño”.
cañaguatero de pura cepa quien por muchos años alegró las parrandas con su
guitarra y ablandó corazones con sus serenatas. 'El Veje' fue siempre un defensor de
los tríos. Participó del trío Los Criollos, Los Césares con Darinel Bolaño, 'Monche'
Martínez y 'Lucho' Uribe; Los Padrinos con Octavio Pérez y el que felizmente integró
con sus hijos Javier e Iván Bolaño.

El título de una de sus páginas antológicas más reconocidas es.

“Viejo Valledupar, si te volviera a ver / como


tú fuiste ayer / típico y colonial
casitas de bahareque / con sus palmas
caladas / otras de calicanto / y sus tejas
coloradas”.

Canción donde no solo muestra la


autenticidad de un barrio cuyas
ancestrales costumbres aún se conservan,
en una evocación permanente y presente
del Viejo Valle. Murió a los 76 años al fragor de ellas, sorprendido por un infarto.

Dinastía Castilla

De los primeros pobladores de este Barrio. Algunos de los que la conformaban esta
familia musical son: Temístocles, Cirino quien a los 83 años “murió en su ley”,
acompañando a un concursante en un festival. Rodolfo Castilla es uno de los último
supervivientes. Lo hace con estilo y “aguaje único”, así como Adán Montero Jiménez
lo es con la guacharaca. El maestro Rodolfo Castilla Polo, caracterizado por su
natural histrionismo en la ejecución de este instrumento, en su ejecución es un actor

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Remembranzas de Valledupar

delirante e inspirado, de tal manera que escuchar sus solos de caja, es un


espectáculo. Maestría heredada del Señor Cirino Castilla el mayor, tátara bisznieto
del iniciador de esta heredad artística Temístocles Castilla, de finales del siglo XIX.

Es en la ejecución de este instrumento de percusión de la música vallenata, donde se


acompasa, secunda al acordeón y se hermana con la guacharaca. Es también eterna
invitación a quienes la escuchan por lo cual se le denomina “llamador”, en Cuba
además es el salidor, marcador o repicado, según la función musical que realizan y
los toque que lleven a cabo, en las ceremonias a las orichas, que aún perviven.
Apunta además a uno de los dispositivos musicales que invitaba por este medio, para
cualquier tipo de actividad tribal en algunas culturas.

La canción “Caja de mi corazón” en ritmo de merengue, Es un merecido homenaje,


del Doctor Adrián Villamizar a Rodolfo Castilla. Presentada en el concurso canción
inédita del 45 festival de la música vallenata. Algunos versos deshilvanados de la
mencionada canción:

“ Por los vivos y los muertos nunca dejes de sonar / En los patios y caminos del Viejo
Valledupar / fuiste marcando el sendero del merengue musical / Eres dueño del
sonido que a todos pone a gozá…/ Cuando te tocó Cirino quiso la tierra temblar /
cuando te tocó Cirino pasó la tierra a soñar / Cuando te tocó Cirino se oyó hasta
Patillal” “Grito de madera y cuero / sonrisita del folclor / tamborcito merenguero, caja
de mi corazón“Grito por los que tejieron tu sabor e identidad/ por los negros que
sufrieron para darte eternidad e identidad…”

Rodolfo con su inseparable y amado instrumento musical ya citado, al hacer un solo


de caja, mientras grababa con el cantante Jorge Oñate, pletórico de emoción, gritó
¡Rodolfo Castilla el pulpo de la caja…!

Víctor Mauricio Camarillo Ochoa.

Como buen cañaguatero y compositor de música vallenata, en su juventud Víctor


Camarillo, también estuvo presente en estas parrandas con los amigos ya
mencionados. Además participaba de las fiestas religiosas de Valledupar. Quedó
huérfano de padre a temprana edad .Recibe entonces el apoyo de su tío Urbano
Camarillo. A edad de 22 años siente afición por el acordeón la cual comienza a
ejecutar a la par con la guacharaca. Instrumentos que perfeccionó con la ayuda de su
primo hermano Calixto Ocho Campo y su amigo Nicolás-Colacho-Mendoza. En 1948

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

con moivo del bogotazo compone una canción lamento dedica al líder Jorge Eliécer
Gaitán.

Además de las canciones que dedicó al Doctor Pedro Castro Monsalvo, cuenta con
un buen número de composiciones inéditas y otras grabadas por importantes
intérprete, que le dieron la fama y el reconocimiento que tiene en el ámbito musical.

Son muy conocidas: El fiel amigo, grabada por Emilio Oviedo y Rafael Orozco; Ven,
llevada al acetato primero por su gran amigo Nicolás Elías Colacho Mendoza,
después por Elías Rosado y ahora último por Fabián Corrales; Hechicera, La leyenda
vallenata, grabadas también por Nicolás Mendoza e Isaac Carrillo. También le han
grabado Ovidio Granados y Poncho Zuleta. Hacía música por que le gustaba. Unos
de sus familiares me comentó que al morir, su esposa al revisar su baúl encontró unos
cheques añejos por valor de $20, $40 pesos que creen correspondían a regalías que
nunca cobró.

Valledupar también tiene una gran tradición en la conformación de bandas de viento,


cuando aún la música vallenata no había adquirido carta de presentación en
sociedad. Y es tanta la riqueza musical del barrio en mención que aún residen allí los
descendientes de quienes conformaron algunas de estas bandas. Una de ellas la
familia Reales, el abuelo del Alcalde Freddy Socarrás, de quien según su tía la
Señora Aura Reales de Meza heredan sus hijos la vena musical. La inolvidable y muy
querida Cecilia y sus hermanos los reyes vallenatos Ciro y Álvaro, tema que
trataremos en otra oportunidad.

69
Remembranzas de Valledupar

Santander Durán, “Añoranzas del Cesar”:


Música vallenata y creación del Departamento

“Cantos de Valledupar (bis) / historias del


Magdalena / Versos de noche serena / que
hallan eco en el Cesar. / En los ecos del
Cesar / canta el alma vallenata / La que
expresa en forma innata / su música y su
cantar. Cuando suena un acordeón (bis) /
Se arremolina la gente /Se alegra el
compositor / surgen versos de su mente /
En los ecos del Cesar canta el alma
vallenata / La que expresa en forma innata/ su música y su cantar…”( Santander
Durán)

“Honrar honra”, decía José Martí. Como ejemplo para las nuevas generaciones traigo
a la memoria la influencia de nuestra música en la creación del Departamento del
Cesar, y retomo los nombres de unos cuantos jóvenes estudiantes universitarios
algunos, otros trabajadores en distintas labores que a temprana edad tenían la
madurez y suficiente compromiso con su terruño para vislumbrar, hacer un pare en el
camino y reunirse para reflexionar sobre la situación de abandono por la que
atravesaban los municipios del Sur de La Guajira y del Norte del Magdalena Grande
de ese entonces, debido a una marcada crisis de valores.

Añoranzas del Cesar. Santander Durán, hoy Rey de Reyes de la canción vallenata,
frisaba los 16 años, ya su corazón abrigaba un amor. La nostalgia se acentuaba aún
más por estar lejos del terruño, del abrigo de su querida madre Abigail, de los
compañeros de tertulia que al atardecer como los pollitos buscaban donde reunirse.
En realidad en el Valledupar de esos momentos, no había muchos sitios para elegir, la
casa de Carmen Montero, el parque, en esa plaza, testigo nos solo de aconteceres
históricos, y de la manifestación de sus más recónditos sentimientos. En un momento
dado mi padre pensó que lo mejor era mandarnos a estudiar a Barranquilla, como en
efecto lo hizo.

En la Arenosa va a vivir donde Aquiles Escalante gran amigo de la familia, es a la vez


su tutor. Había cultivado el hábito de la lectura y aquí se juntó el hambre con las ganas
de comer, porque esta casa era una biblioteca a su disposición. Allí conoce a Luis
Carmelo Correa el gran amigo de Gabo. Su profesor de literatura fue Homero

70
Giomar Lucía Guerra Bonilla

Mercado reconocido crítico literario, ya fallecido. Compartió con compañeros de


todas las edades. Existía en esa época de asueto la costumbre de llevar a niños y
jóvenes a “temperar”.

La familia Durán Escalona propietaria de la finca Santa Marta, vecino de Rafael


Escalona quien bautizó la de él con el nombre de Chapinero. Ya andaba con Colacho.
La nostalgia atenazaba el corazón del “Pibe”. Su mente elucubraba. En 1960 soltó lo
que sentía su corazón. Escribe su primera canción “Añoranzas del Cesar” versos que
brotaron espontáneos, transparentes y cadenciosos como las aguas cantarinas del
Río Guatapuri. Melodía evocadora así como su contenido literario. Al bajar la musa, él
no cantó los versos, los silbaba.

En las vacaciones de 1962 se encontraba con sus amigos en la Plaza Alfonso López.
La canción salió sin preámbulos, Gustavo Gutiérrez Cabello la interpreta por primera
vez en acordeón de botones. Sin proponérmelo había compuesto un son. Regresa a
Barranquilla y la deja. En él no había interés de hacerse conocer y menos aún
económicos. El runruneo siguió y muchos comenzaron a cantarla en las parrandas.

Por esta época, unos cuantos jóvenes, Luis Orozco, Rafael Mestre, Tirso Martínez,
Cecilia Villazón, Reinaldo Aarón, conversaban abrumados por la indiferencia de una
clase negligente y corrupta que nos tenía sumidos en el completo abandono y
precariedad a Valledupar y la mayoría de los municipios del Norte del Cesar y Sur de
La Guajira pertenecientes al antiguo Magdalena Grande. En 1963 Santander, recibe
en Barranquilla una agradable pero sorpresiva visita, era una comisión integrada por:
Cirino Castilla, Alberto Pacheco, Reinaldo Aarón, Rafael Mestre, porque ellos
consideraron que “Añoranzas del Cesar” era la canción que reunía las condiciones
para promover la idea del movimiento que venían impulsando.

Con el asentimiento del autor comenzaron a grabar en “Discos Tropical”. La empresa


integró al grupo un contrabajista denominado “Tabaquito”. Santander me dice que “no
cabía en su pellejo”. Cuando entonó la canción se las daba de Pedro Infante, tratando
de definir estilo. El trabajo discográfico quedó listo con dos canciones: “Añoranzas del
Cesar” y “El departamento del Cesar” esta última de Alberto Pacheco. Con este
equipaje regresaron a Valledupar a continuar con la misión propuesta.

Para hacer la divulgación por los distintos pueblos utilizaron los camiones de Café
Puro Almendra Tropical transmitiéndoles a todos los ciudadanos el mensaje.
Divulgación por la única emisora que existía en ese momento. Pero no lograron los

71
Remembranzas de Valledupar

propósitos que perseguían.

Al retomar la idea en 1966, el entusiasmo de los dirigentes políticos doctor Aníbal


Martínez, el doctor Alfonso Araújo Cotes, iniciativa a la que se unen, Edgardo Pupo,
Alvaro Araújo Noguera, Crispín Villazón, José Guillermo Castro, Jaime Dangond
Ovalle. Manuel Pineda Bastidas, a través de Radio Guatapurí, y otros muchos. El
doctor Clemente Quintero destacó las excelentes posibilidades del Cesar por cumplir
con los requisitos constitucionales y la existencia de una economía propia. Era la
ocasión propicia para lograr plasmar este anhelo, pues ya lo habían hecho otras
regiones Caldas, Risaralda, Sucre, Córdoba y La Guajira, con la denominada “trampa
de Nacho Vives en favor de La Guajira”. Rumor que admitió en una entrevista del
diario El Tiempo.

A los comités conformados, en especial el de finanzas, le abrieron puertas y los


aportes no dejaron de llegar, pero de igual manera se diluían en la serie de gastos en
Bogotá. La idea de varios integrantes del comité, entre otras, Consuelo
Araújonoguera, el doctor Aníbal Martínez, fue recurrir al maestro Rafael Escalona,
quien ya contaba con muy buenas relaciones en Bogotá en especial con el doctor
Alfonso López Michelsen, quien desde los años 50 venía acompañado de amigos a
supervisar la hacienda El Diluvio y a disfrutar de la música vallenata. Veía a
Valledupar como “una ciudad olvidada, menospreciada...” Su abuela “era vallenata
de pura cepa.” Hija de Sinforoso Pumarejo apodado “Polocho” por sus amigos de
tertulias y parrandas, uno de los personajes más queridos y populares de la región
“cantador de coplas en sus haciendas de Valledupar, quien pasaba muchas noches
en claro acompañado de la murgas de los vaqueros que comenzaban a interpretar
con cadencias propias, la música que llegaba por La Guajira.” (Latorre Cabal, Hugo).
Muere a los 32 años de edad.

Escalona prendió baterías. Dijo le cantaremos vallenatos, ya de política les han


hablado bastante. Así abrieron camino en los diarios más importantes de la capital.
Cuando presentan el proyecto, la canción “Añoranzas del Cesar”, sonó aún con más
vigor en los debates del Congreso de la República, en la voz de trueno de Pedro
García interpretada por la agrupación musical “Los Universitarios” integrada entre
otros por Pedro García y Pablo López. Por otro lado trinaba la guitarra de Hugues
Martínez, el acordeón melodioso y acompasado de Nicolás “Colacho” Mendoza, la
caja de Cirino Castilla (fallecido), instrumento de fricción que encarna lo mágico del
folclor vallenato retumbaba con el pracapraca, pracuprucupracapá, Adán Montero
con la nativa guacharaca, los acordeones y cantos de Gustavo Gutiérrez, Leandro

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Díaz, Adolfo Pacheco, Alejandro Durán Díaz, los Hermanos Zuleta entre otros. La
idea no llegó a ser debatida.

Las bandas de viento no se quedaron atrás. De sus


integrantes recordamos a Olaya Araméndiz, Hugues
Maya, Abel Verdecia, Sanín Murcia. Con el pasar de los
años disuelven esta banda y Abelito Verdecía expresó:
“Tanto tocar y tocar uno en Bogotá con mucho gusto y ver
la complacencia de Doctor Lleras y demás personalida-
des, tiritando uno en medio de esos fríos que nos calaban
los huesos, para que ahora vengan a disolver la banda
departamental dejándolo a uno en el asfalto, después de
haber contribuido a la creación del Departamento y de
obtener el primer puesto en el concurso de bandas en
Paipa.”

El Cesar fue instituido como Departamento por Ley 25 de diciembre 21 de 1967, en el


gobierno del doctor Carlos Lleras Restrepo. Es conveniente alertar nuestras
conciencias, porque sabemos de la fragilidad de la memoria para preservar las
acciones positivas del pasado que sirvan de ejemplo a las nuevas generaciones.

La noche anterior a su posesión la gente espontáneamente lo homenajeó a él y a la


´Niña´ Ceci, (Cecilia Caballero de López) con coplas de las más tradicionales
manifestaciones folclóricas como 'El amor, amor' y ' El Pilón'.

No fue casualidad que su primer Gobernador fuera Alfonso López Michelsen, quien
además de haber luchado por esta causa, influyeron sus vínculos familiares con esta
tierra. Nieto de doña María del Rosario Pumarejo de López, de quien. Tal vez
motivado por tener aquí esos vínculos, sintió gran atracción por la región. Desde los
años 50 venía a supervisar la hacienda El Diluvio. No solo cultivó arroz, sino la
amistad de parientes y amigos en esos años y con justa razón veía a Valledupar como
“una ciudad olvidada, menospreciada…”

Inició su mandato en 1968 con un presupuesto de Treinta y tres mil docientos


cincuenta y dos millones ($33.252.000).

73
Remembranzas de Valledupar

Rodolfo Castilla Polo


“El pulpo de la caja vallenata”

Giomar Lucía y Luis Guerra Bonilla

Los instrumentos musicales, además de ser ideados


por el hombre para producir sonidos considerados
música, en la época actual o pasada, llevan además
implícitos el signo de sentimientos estéticos,
religiosos. A través de éstos los estudiosos realizan
sus búsquedas, sobre las tendencias musicales,
religiosas, costumbres, formas y medios de
comunicación, expresiones del arte plástico y otras,
vinculados estrechamente a la identidad cultural de
un grupo humano.

Al abordar algunos aspectos relacionados con la caja


Archivo familia Castilla
vallenata, no podemos descartar la presencia y los
aportes del africano en nuestra composición étnica y
por ende en sus manifestaciones, continuidad cultural que se puso de manifiesto en
variadas formas de comunicación como la música, la danza, el lenguaje y objetos
vinculados a las artes, cuyos escenarios variaron desde el sitio de trabajo, el campo
con los cantos de vaquería, pasando por los cabildos, los momentos de recreación,
castigos, festejos, la celebración de las festividades en honor a los santos, las
ofrendas a la deidad principal, un tributo a la oricha, así como las ceremonias
funerarias, eran la ocasión para celebrar un toque o para dar un tambor.

Es en la ejecución de este instrumento de percusión de la música vallenata, donde se


acompasa, secunda al acordeón y se hermana con la guacharaca. Es también eterna
invitación a quienes la escuchan por lo cual se le denomina “llamador”, en Cuba
además es el salidor, marcador o repicado, según la función musical que realizan y
los toque que lleven a cabo, en las ceremonias a las orichas, que aún perviven.
Apunta además a uno de los dispositivos musicales que invitaba por este medio, para
cualquier tipo de actividad tribal en algunas culturas.

En esa incitación a tocar el acordeón para enamorar y deleitar el espíritu que pretende
enternecerse o, que se torne rebelde y prolongue así sus sentimientos en cualquiera
de estas disyuntivas espirituales, en uno u otro sentido preservan la degustación del

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

noble instrumento. A pesar de que los arreglistas “neoleros” que lo sitúan en segundo,
tercer y último lugar la sonoridad de la noble caja-vallenata, con lo que hoy
denominan “mezcladores” apagándole su hermosísimo “rebruje”.

Sin profundizar en los aspectos de musicalidad de los instrumentos de percusión de


origen africano, podríamos presumir que los precursores de la telegrafía son de
estirpe africana. A tal virtud que el sistema Morse, simbología convencional de
sonidos percutidos que se traducen en letras y producen de manera literal mensajes,
tienen sin lugar a dudas, carácter, ascendencia y casta de la cultura africana. En la
música tropical, nos atrevemos a decir que el instrumento que más habla y es más
comprendido, es la caja vallenata.

Uno de los valores que interpretan este evento musical es Rodolfo Castilla Polo, con
estilo y “aguaje único”, así como Adán Montero Jiménez lo es con la guacharaca.

Decimos que el pueblo, al escuchar los sonidos


rítmicos de la caja vallenata, se amontona alrededor
de sus estridencias, alborotos y retumbos. Maestría
heredada la de los Castilla del Señor Cirino Castilla el
mayor, tátara bisznieto del iniciador de esta heredad
artística Temístocles Castilla, de finales del siglo XIX.
El Señor Cirino, falleció a edad de ochenta años, a
causa de un ataque cardíaco, como dicen “murió en
su ley”, acompañando a un concursante en el festival,
en la Plaza Alfonso López Pumarejo, bajo un
canicular sol de mediodía, cuando las chicharras
emitían fragorosos sonidos y orinaban a los
transeúntes de las muchedumbres pendientes y
preocupadas del sorpresivo fallecimiento del Viejo Cirino, cuyo sepelio estuvo
presidido por el Gobernador de ese entonces Alfonso López Michelsen, su equipo de
gobierno, los miembros de la junta directiva de la Fundación Festival Vallenato,
visitantes ilustres y el conglomerado vallenato.

El pulpo de la caja vallenata. La inspiración y concentración en este delicado


instrumento de percusión, es uno de los que cumple el papel de ser de los más
integradores de la música vallenata, por cuanto acompasa y sigue con el acordeón el
ritmo y es la alborotadora, la bullanguera, en el arte de las ejecuciones y repetimos
por eso se denomina el llamador, porque incita al oído del oyente a perseguir el lugar

75
Remembranzas de Valledupar

donde se lleva a cabo la parranda o la cumbiamba como la denominaban en otros


tiempos miembros de la prestidigitación.

El maestro Rodolfo Castilla Polo, caracterizado por su natural histrionismo en la


ejecución de este instrumento, “lo que se hereda no se hurta”, no sólo apegado a él
sino fuera del, es en su ejecución un actor delirante e inspirado, de tal manera que
escucharlo es un espectáculo. Y qué diremos de sus solos de caja, con los cuales
invita a quienes lo escuchan a ser actores que intervienen en la sonoridad, como en el
teatro de Bertold Brecht que les permitía participar, es decir actor y público actúan al
unísono. De allí deriva la gran popularidad, reconocimiento y respeto singular del
público.

Es de hondo calado en la música vallenata las numerosas y reconocidas grabaciones


que ha hecho con famosos conjuntos, lo mismo que la permanente participación en
eventos nacionales, internacionales y locales. Así como los inolvidables amaneceres
en la terraza de su casa, donde con la sola caja se hacía la fiesta que era más escucha
y sentimiento, a la espera de la alborada, nos arrullaba la aurora, el alba y al
amanecer divisar los fulgores del Cerro Pinta´o de Villanueva, las nubes besando la
Sierra Nevada de Santa Marta y el “Paisaje de sol”, de Gustavo Gutiérrez.

Rodolfo Castilla, es espectacular en la interpretación de este instrumento,


reacomoda la caja entre las piernas, la campanea y registra varias veces, la hace
resonar en diversas tonalidades, con fricciones que inicia con la suavidad de la
caricia, tornándose enérgicos, dinámicos, animosos, a medida que el ritmo y sus
fricciones se tornan alegres y vivos.

Con un gesto muy característico, como implorando a una deidad, levanta los brazos,
da un golpe seco con la mano derecha y otro con la izquierda y deja caer al tiempo sus
manos callosas sobre el pleno del instrumento y entonces, “ahí fue Troya”, los gestos
y manifestaciones se tornan espontáneos, abiertos, es el inicio de un ceremonial, al
cual los evangelizadores formados en la pedagogía escolástica de academia
dogmática, las tomaban como expresiones diabólicas, en la época precolombina y
más recientes.

En este crujir, sonoridad con melodía y ritmo acompasados en diseños rítmicos


traducidos en tiempos musicales, se combinan de manera que como resultado se
expresan lejanos sentimientos y herencias vivas del linaje de los Castilla,
pronunciados con profundo énfasis por Rodolfo Castilla Polo que no es tan evidente

76
Giomar Lucía Guerra Bonilla

en esta breve descripción, sino en la irrebatible y expresiva fotografía de su persona


que con su inseparable y amado instrumento musical, al hacer un solo de caja,
mientras grababa con el cantante Jorge Oñate, pletórico de emoción, gritó ¡Rodolfo
Castilla el pulpo de la caja…!

“Caja de mi corazón” canción en ritmo de merengue (3er puesto), es un merecido


homenaje a Rodolfo Castilla Polo, con la que concursó el Doctor Adrián Villamizar en
el 45 festival de la música vallenata.

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Remembranzas de Valledupar

Pedro García Díaz “El Tío Pello”

Yo soy el cantor arhuaco / el indio compositor el que respira folclor / para divertir a su
pueblo/ de pronto no me lo creen no tengo el cabello largo/ muy niño me lo cortaron / y
no me ha vuelto a crecer /… (Pedro García D)

En el epicentro geográfico de la Sierra Nevada de


Santa Marta, habitado por la etnia Kankuama,
custodiado por el imponente cerro de Juaneta, Loma
Blanca y Piedra Lisa.

Cirdundados por las cristalinas aguas de los ríos


Candela y Chicuinya, en la paradísiaca población de
Atánquez nace Pedro García Díaz el 18 de abril de
1938, en el hogar conformado por el patriarca liberal
Rafael García Oñate y Doña Marcelina Díaz Daza. Él
se autodenominó en una de sus canciones: el "Kankuamo" y el "Gavilán Atanquero".

Agrupaciones y difusión en Bogotá

Compuso bellas canciones. a temprana edad mostró su inspiración y talento al grado


de llegar a convertirse en uno de nuestros primeros embajadores y propulsores de la
música vallenata. Al finalizar el bachillerato viaja a Bogotá e ingresa a la facultad de
derecho de la Universidad Libre donde no tarda en organizar el grupo “Los
Universitarios,” nace en 1956, en esos momentos en vez del acordeón tocaban la
dulzaina:

El conjunto lo integraban: Pablo López, en la caja; Guillermo Valencia, el “Compae


Goyo” (monteriano), en la tumbadora; Édgar Serán, interpretaba la dulzaina;
Reinaldo López tocaba la guacharaca; la guitarra la tocaba Víctor Mausa; después le
incorporaron el acordeón piano que lo tocaba Alejandro Gómez, y la voz de Pedro
García. El grupo era muy bueno. Representaban a la universidad en distintos eventos
culturales y participaban en concursos con otras universidades. Ocupando casi
siempre los primeros puestos.

Al inicio no fue tan fácil la difusión, tuvo resistencia. Pero la tenacidad de ellos fue
superior. Difundieron por Radio Santa Fé en el programa “Meridiano de la Costa”.
Distinguidos miembro de la clase social bogotana ya la habían escuchado y

78
Giomar Lucía Guerra Bonilla

comenzaron a valorarla y a darle acogida: Entre otros Fabio Lozano Simonelli, Jaime
García Parra, Miguel Rivas Posada, Fermín Saenz de Santamaría, Miguel
Santamaría Dávila, la familia Santos, entre otros.

“Los Cañaguateros” fue la agrupación que conformó con Florentino Montero.


Oportunidad para dar a conocer varias páginas inolvidables y clásicas del vallenato,
que aún perduran, entre otras: 'El trovador ambulante', 'Adiós al Magdalena', 'Canto a
la sabana', 'Nostalgia de amigo' y 'Amor de mis amores, dime porque, trovador
ambulante, alma perdida. Además de buen compositor, está catalogado como el
precursor de los cantantes en el conjunto vallenato. Su amigo Alfredo Gutiérrez le
llevó a las pastas sonoras, temas de antología como: “por qué te marchaste?” y “dime
por qué?”, entre otras. Jorge Oñate hicieron éxitos musicales, “Canto al Tolima” del
sinuano Guillermo Valencia S. “Compa'e Gollo”

Uno de sus grandes éxitos “Vendaval” lo inmortalizó. Fue quizás, la primera canción
Vallenata que se escuchó como fondo musical de la telenovela del mismo nombre en
Colombia.

La música vallenata cruza fonteras

Su prima hermana la Doctora Sara García dotada de hermosa voz, nos informa que
en 1968 con ocasión del IX Festival de las Juventudes, celebrado en Sofía (Bulgaria)
viaja en representación de nuestro país. Con su acordeón al pecho, ya que también
interpretaba este instrumento. Tuvo una exitosa participación en compañía del
también cantautor Ricardo Cárdenas y en la caja Nazario Zabaraín. Fue tal el éxito
que motivó una invitación a los países que conformaban la Cortina de Hierro, liderada
por Rusia, permaneciendo en gira por tres meses. En 1982, año de gloria para las
letras colombianas por haber sido galardonado el escritor Gabriel García Márquez
con el Nobel de Literatura, Pedro formó parte de la comitiva que lo acompañó a
Estocolmo. En ese país tuvo la oportunidad de interpretar muchas de sus obras
musicales, haciéndose acreedor a los más altos elogios. También visitó varias
ciudades de Estados Unidos, México, Costa Rica, Panamá, Venezuela, Argentina y
España. Aqui fue escogido para representar el folclor vallenato en Expo-Sevilla,
acompañado por los Hermanos López.

Premio Canción Inédita 1979

En 1979 gana el concurso canción inédita titulada “El poeta pintor” inspirada por la

79
Remembranzas de Valledupar

muerte de Jaime Molina Maestre. El destacado abogado y compositor, hacía más de


20 años no subía a la tarima del parque de la Leyenda Vallenata. Esta vez vino
invitado por la Fundación a participar en el concurso “Rey de reyes de la canción
inédita. Desbordaba de alegría y optimismo. Concursó con la canción La prepago. A
pesar de ser un tema jocoso, hecho más por petición de amigos y admiradores no
tenía mucha opción de ser escogida. Como intérprete y compositor creó una escuela
con su estilo interpretativo, por lo cual es digno de destacar su amor y entrega a la
música que lo acompañó siempre. En esos momentos estaba grabando. Este gran
artista muere el 28 de abril en su mundo musical, cantando, luchando por la
preservación de una de sus permanentes compañeras: la música vallenata y todo el
aporte que a ella hizo. Conoció a Carolina Villa por los años 1973, en una de las
interminables parrandas de los Hermanos López, era amiga de Pablo con quien
había estudiado en el Colegio Loperena por los años 53. En la Paz se la presentó
Miguel López. Quedó prendado de ella. Le hizo una canción titulada “ Rosa samaria”
grabada por los Cañaguateros. Con ella compartió las diferentes facetas de su vida y
mantuvo una relación estable hasta su fallecimiento en Valledupar.

Creación del Departamento del Cesar: Su aporte

La música vallenata ha sido nuestra mejor relacionista pública. Con “Añoranzas de


Cesar” de la autoría del cantautor Santander Durán interpretada una y otra vez ante el
Congreso de la República por la voz de trueno de Pedro García cuando presentan el
proyecto, sonó aún con más vigor en los debates del Congreso de la República,
acompañado por la agrupación musical “Los Universitarios”. Trinaba la guitarra de
Hugues Martínez, el acordeón melodioso y acompasado de Nicolás “Colacho”
Mendoza, la caja de Cirino Castilla (fallecido), instrumento de fricción que encarna lo
mágico del folclor vallenato, retumbaba con el pracapraca, pracuprucu pracapá, Adán
Montero con la nativa guacharaca, los acordeones y cantos de Gustavo Gutiérrez,
Leandro Díaz, Adolfo Pacheco, Alejandro Durán Díaz, los Hermanos Zuleta. A la
cabeza el presidente Alfonso López Michelsen, el Maestro Rafael Escalona y la
Cacica Consuelo Araújo, en medio del frío capitalino´.

Su amplia discografía abarca la grabación de más de 10 álbumes, con canciones de


distintos géneros: romántico, narrativo, costumbrista, bucólico y picaresco, grabadas
por agrupaciones tanto nacionales como internacionales. Fue Presidente de SAYCO.
Desempeñó además importantes cargos públicos entre otros Director departamental
de la Oficina de Turismo.

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Andrés “Andrés” El Turco Gil y su semillero de niños


estudiosos de la música vallenata

Niños de todas partes del país acuden a la Academia de El Turco Gil para perfeccionar sus habilidades
con el acordeón. Fotografía: Giomar Luicia Guerra

Los Niños Vallenatos tomados de la mano de Andrés


“El Turco” Gil, nacieron para alegrar al mundo dando
a conocer nuestra música. Andrés Eliécer Gil hace
más de 30 años cultiva tesón y mucho amor un
semillero de niñas, niños, jóvenes y adultos de esta
ciudad, pueblos aledaños y provenientes de otros
países en el arte de la interpretación del canto y
ejecución del acordeón, la guitarra y en general lo
atinente a la música vallenata. Casos de extranjeros
como un belga que llegó a quedarse unos meses y El Maestro Andrés “El Turco Gil,” dialoga
permaneció tres años estudiando o el de un francés, con el Presidente Bill Clinton
un canadiense y un mexicano quienes coincidieron
en esta escuela.

Es una Institución aprobada por la Secretaría de Educación como Fundación sin


ánimo de lucro, para que tengan la opción de acceder a estos servicios los de escasos
recursos y la población desplazada, optando así por una de las formas más efectivas
para mitigar los traumatismos que traen consigo el desarraigo, propiciando de esta
manera la convivencia y su integración a un nuevo núcleo social, elevando su
autoestima al convertirlos en embajadores de paz, orgullosos de su folclor como lo

81
Remembranzas de Valledupar

pudimos ver al actuar en la Casa Blanca interpretando La Gota Fría, del Maestro
Emiliano Zuleta. Admirado de este legado el Presidente Bill Clinton le dedicó en su
libro, en una de sus frases dice: 'Cuánto desearía que en cada zona de conflicto
hubiera un maestro como 'El Turco' Gil”. Andrés 'El Turco' Gil, maestro de acordeón.

Son muchos y muy justos los reconocimientos tanto nacionales como internacionales
que se le han brindado al Maestro por esta loable misión que con esfuerzo y
persistencia viene realizando. De igual manera son incontables las presentaciones:
En el festival internacional en Panamá en 1999. El 16 de diciembre de este mismo año
cantaron en la Casa Blanca ante el Presidente Bill Clinton donde el riguroso protocolo
se rompió y los 10 minutos terminaron casi una hora de interpretación. El Presidente
emocionado llamaba a sus amigos y de sus ojos alcanzaron a humedecerse. Meses
antes de aquel encuentro, Gabriela Febres Cordero, esposa del entonces embajador
de Colombia en Washington, Luis Alberto Moreno, tuvo la oportunidad de ver una de
sus presentaciones en Valledupar. Quedó impresionada de la belleza y el talento.
Coordinaron con el Maestro y la Cacica para llevarlos a Estados Unidos.

En el 2000 en el Centro cultural Rómulo Gallegos de Venezuela, en 2003 en el Palacio


Imperial de Tokio, en 2010 los conciertos en Rusia, en 2012 actuación en la Cumbre
de las Américas. En este mismo años invitados por el Presidente de Venezuela Hugo
Chávez, quien los presenta en Aló Presidente.

En 1982 en Cartagena participaron en la programación para celebrar los 80 años de


vida del Nobel de literatura Gabriel García Márquez, 40 años de Cien años de
Soledad y 25 de haber recibido el Nobel. Van como palomas mensajeras cantando
para subsidiar obras benéficas por Colombia y ciudades de Latinoamérica.

Su mayor satisfacción sin dejar de ser el hombre sencillo y afable de siempre, es ver el
progreso de sus alumnos y la satisfacción y orgullo de los padres de familia, reflejados
en un alto porcentaje de ganadores en los concursos musicales iniciando por el
Festival de la Leyenda Vallenata y otros en el país. Entre ellos se cuentan por lo
menos unos 20 reyes de festivales, incluyendo rey de reyes, tanto en Valledupar
como en otros departamentos colombianos. Son muchos los artistas del concierto
nacional e internacional que deben su formación y crecimiento musical al maestro
Andrés “El Turco” Gil, como Sergio Luis Rodríguez, Peter Manjarrez, Hugues
Martínez Montero, Carlos “El Paky” Cotes, Manuel Julián Martínez, Jhonny Pacheco
“El Canario”, Camilo Carvajal, Cristian Camilo Peña, Fernando Rangel y otros. “Yo
quisiera poder multiplicarme para dar más de lo que doy, sobre todo, enseñar a más

82
Giomar Lucía Guerra Bonilla

personas esta música vallenata”.

Este hombre dotado de valores nació en Villanueva, “Cuna de acordeones” en


octubre de 1948. No tiene ni un pelo de turco, pero como nació blanco su padre lo
apodó con el sobrenombre tan popular con que se le conoce. A los siete años ya
tocaba la trompeta, luego estudió el saxofón y el clarinete. Claro, “Hijo de tigre sale
pintao”. Hijo de Juan Manuel Gil, apodado “Juancho”, Director de una de las mejores
orquestas de la región y Luisa Torres, hermana de Reyes Torres, un gran músico de
reconocido prestigio en toda la región Caribe, por consiguiente su casa era una
embajada musical donde se reunían los más famosos: Emiliano Zuleta Baquero,
Toño Salas, Rafael Escalona y otros muchos.

Aclaro que este escrito lo he dedicado al Maestro y creador del original grupo “Los
Niños del Vallenato, no al niño que tuvo como vecino a Emiliano Zuleta y cómo no! Lo
enseñó a tocar acordeón, y claro a los 7 años, usaba sin permiso el instrumento que
el maestro guardaba en su baúl, para sacarle acordes. Tampoco hablaré hoy sobre al
“Rey del disonante.”

Un apretado y sincero abrazo a usted y a sus hijos, quienes tanto han hecho por los
niños, la juventud y preservación de nuestra herencia musical traducida en el
vallenato. Gracias Maestro. Que Dios nos lo conserve por muchos años lleno de
salud y del entusiasmo manifiesto en la alegría interpretativa de nuestra música por
sus pupilos.

83
Remembranzas de Valledupar

Cecilia Meza Reales: Su sonrisa cantarina

Su sonrisa era cautivadora. Acompañada de una


ilimitada sencillez para tratar a sus congéneres.
Sin que ella lo percibiera, sin proponérselo
dimanaba una arrolladora personalidad, un
encanto natural enmarcado en su bello rostro de
ojos que despedían ternura como “la placidez del
agua en calma y la dulce mirada que enamora.”
Lucía una bella hilera de dientes y su rostro
enmarcado por una hermosa cabellera, andar
elegante paseándose por los corredores del viejo
Colegio Loperena en sus funciones secretariales,
asequible, presta a atender con fineza y cariño las
Cecilia Meza Reales inquietudes de estudiantes y profesores.

Su alma de artista desbordaba por todo su ser al hablar, al sonreír, al caminar, al poner
sus finos dedos en el teclado del acordeón, al entonar los cantos de su querido Valle la
tierra que la vió nacer y crecer, momentos grabados en su mente con ese sello de
gratitud y de amor por su tierra, su familia y sus coterráneos, los momentos felices de
su infancia, las diferentes facetas contrastantes de su ser, su sensibilidad musical
herencia de sus abuelos.

Cecilia con la cantautora Rita Fernández Padilla quien interpreta el acordeón piano y
Ceci el de botones, inician en 1968 como pioneras, la historia de las mujeres que han
interpretado la música vallenata, en compañía de un grupo compuesto por: Carmen
Mejía, Elena Parodi y Lucy Serrano quienes integraron “Las Universitarias.” Único
grupo femenino que se presentó en la Primera Versión del Festival de la Leyenda
Vallenata en esta ciudad. Grabaron en Almacenes Discos Bambuco de Bogotá un
disco, con las siguientes canciones y la autoría en su mayoría, como puede
observarse de Rita Fernández Padilla:

Amor y penas (Rita Fernández) Paseo, Dulces palabritas (Julián Pérez) Paseo, Los
novios (Freddy Molina) Paseo, Las canarias (Rita Fernández) Paseo, Para Santa
Marta (Adolfo Echavarría) Paseaito, Regalo de acordeón (Rita Fernández), Reflejo
de amor (Rita Fernández) Paseo, Romane vallenato (Rita Fernández) paseo,
Confidencia (Gustavo Gutiérrez) paseo, La cuchara e coco (Ricardo Cárdenas)
cumbia, La maestranza (Toño Fernández) maestranza, Las universitarias (Rita

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Fernández) mapalé.

Nació en el hogar conformado por: Ciro Meza Monsalvo y Señora Aura Reales de
Meza y sus hermanos Miguel, Leonor, Ciro, Álvaro y Carlos Alberto estos tres últimos
reconocidos Reyes vallenatos.

Imagino que cuando regreses a tu inolvidable Valledupar, tus labios estarán


adornados por una tenue sonrisa de felicidad y alivio al volver a tus raíces,
acompañada por la gente que te amamos y admiramos siempre como amiga
entrañable y como un pilar de nuestra identidad y de la esperanza, donde le
rendiremos homenaje de permanente presencia a tu voz que entonó con alegría y
dulzura nuestros cantos, porque “¡…la muerte es el principio de la otra vida!

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Remembranzas de Valledupar

Canciones vallenatas guardadas en los baúles

La tarde era una de esas de “ese pueblito en la


sabana que se llama Patillal” que ha sido cantada
poética y bellamente por bardos natos y foráneos.
Estaba allí con motivo del festival Tierra de
compositores dedicado a la memoria de José
Hernández Maestre “El Hijo de Patillal”. De la
mesa de trabajo divisábamos las “nubes que
besan la punta del cerro.” La mesa de trabajo
instalada debajo de frondosos árboles cuyo piso
alfombrado por hojas que el verano secó, crujían
al pisarlas.

Juvenal Daza El ambiente engalanado nativo y forastero


brindaba un marco propicio para la narración que
haría Juvenal Daza como ponente de la vida y obra del amigo de su niñez y de
estudios en el Colegio Loperena.

Canciones de la autoría del homenajeado aún no grabadas, brotaban a borbotones


de los labios de hermanos, primos, amigos, admiradores a medida que Juvenal
desgranaba interesantes datos sobre la vida de este artista rey de la canción inédita
en 1982 con la canción “El sentir de mi vida” y con “Felicidad perdida” en el VII festival
de San Juan. Del Cesar.

Recurro a este preámbulo para referirme a los cantautores que conservan en sus
baúles, algunos en su memoria, otros más avanzados en computadoras un pocotón
de bellas canciones, guardadas por varios motivos. En ocasiones no entregadas para
ser grabadas, por razones que casi siempre giran alrededor del deseo del autor de la
preservación del estilo, la melodía, conservar los espacios para fortalecer las raíces
de lo nuestro, lo propio, auténtico, la identidad que es parte de un conjunto de
saberes, de lo que hemos aprendido y que no deben, en finos descuidar, no dejar
perder al libre albedrío. Concepción cultural que nos permite identificarla como algo
con sentido que debe socializarse a todos los niveles y uno de los medios sería la
apreciación musical. Otra limitante es la escasez de recursos económicos, la falta de
previsión de estos por parte de los entes correspondientes para estimular a estos
poetas o porque no son las canciones que en el momento tienen mercado. Ellos han
hecho respetar lo auténtico.

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Sobre compositores con canciones aún sin editar


abundan ejemplos. Mencionaré algunos: el caso
del “Rey de la Canción Inédita” Santander Durán
Escalona quien conserva más de 200 canciones
en proceso de producción. Otro tanto podríamos
afirmar de José Alfonso “Chiche Maestre,”
Juvenal Daza. Podría decir lo mismo de Rosendo
Romero “El poeta de Villanueva”, Luis Enrique
Egurrola, Fernando Dangond. Es larga la lista de
compositores, incluso fallecidos caso de : Carlos
Huertas, cuyo estilo y manejo de la décima vale la
Santander Durán
pena estudiar. Hay mucho por explorar en la obra
de Isaac Carrillo, Rafael Sánchez Molina, Vicente Munive, Dagoberto López, Jesús
Torres, Eliécer Ochoa, Lucas Daza por mencionar algunos. De igual manera cuántas
canciones inéditas siguen ahí como tal, no sólo en Valledupar, sino en las distintas
cabeceras de municipios y en otras regiones del país donde realizan festivales de
música vallenata.

En mis conversaciones con Juvenal Daza rey Vallenato de


la canción inédita en el año de 1984 con la canción “La
Espinita”, con más de 130 canciones grabadas, afirma:
Antes le insistían a uno para que entregara canciones
para grabarlas. Por el contrario, hoy debes pasar por una
serie de filtros que “selecciona” no para escoger las
mejores o tiene uno que hacer una inversión económica
muy significativa en un estudio y al final ni la Sociedad de
Autores y Compositores (SAYCO), ni el comercio
retribuyen los costos de una canción que no es del boom,
género al que mucha gente prefiere escuchar, en especial
Rosendo Romero
la juventud no están familiarizados con lo tradicional”

Este tema ha sido motivo de estudio en mesas de trabajo de los Foros de la


Fundación Festival Vallenato, Universidad Popular del Cesar, el Clúster de la música
vallenata, tratado también por respetables investigadores a través de un buen
número de artículos periodísticos, se acredita además una respetable bibliografía, la
radio, sin lograr llegar a conclusiones que den pautas claras a seguir para definir las
características del vallenato tradicional, clásico y los caminos para su preservación y
difusión. Se han quedado anclados en lo nuevo que están produciendo denominado

87
Remembranzas de Valledupar

de distintas maneras, distrayendo la atención del tema central. No sé a qué autoridad


u organismo le corresponde agarrar la sartén por el mango y conformar un grupo
multidisciplinario responsable de estudiar y definir los caminos a seguir en este caso,
para no quedarnos en la discusión bizantina en que nos encontramos. Definir las
características del vallenato tradicional, selección y promoción. Habrá que hacer
ajustes, innovaciones que no cambien el sentido fundamental teniendo en cuenta
cuáles son los referentes que no deben cambiar, en lo cual debemos ser muy
cuidadosos para no desvirtuarlo. Todo esto debe ir acompañado de acciones
educativas bien definidas inculcadas a temprana edad.

El reconocido investigador, coleccionista y compositor Julio Oñate Martínez en su


última obra “Héroes ocultos del vallenato” reivindica a una serie de cultores de esta
música: compositores, intérpretes de instrumentos vernáculos que han permanecido
trabajando en silencio.

Lo que hace a grande este folclor que surgió desde la base de la sociedad, con bellas
obras que merecen las más altas calificaciones en cuanto a creaciones poéticas,
otras descriptivas, algunas románticas, costumbristas, es, entre otras características,
ser una expresión humana, espiritual, con un lenguaje propio. Sobra decir que la
canción vallenata es una de nuestras más acendradas manifestaciones culturales, en
sus inicios como tradición oral colectiva. Los juglares al crear sus cantos a partir del
saber popular sin proponérselo, daban a conocer los sucesos cotidianos de la época,
unos hicieron de comunicadores, mensajeros que llevaban y traían recados
traducidos en bellos poemas musicalizados que buscaban deleitarse, enamorar,
complacer al amigo. Además no existían los avances tecnológicos del momento.
Muchos se han preservado por la tradición oral. Las memorias que nos recuerda que
eran los autores de los cantos quienes los interpretaban; tenían una diferencia rítmica
y una estructura musical propias clasificados como paseos, merengues, puyas, y
sones. El acordeonero era un músico integral que con igual destreza hacía sonar el
acordeón como interpretaba cantos de su propia inspiración o, en ocasiones, de un
tercero.

Las obras de estos creadores de cantos que en la mayoría de las situaciones son
narraciones de experiencias vividas, tienen un valor literario y musical característico,
que conservan un sitio especial dentro del universo narrativo popular colombiano,
traducidos a cuartetos, redondillas o a una décima, la idea estructurada que a su vez
hace parte de un relato.

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

La temática conserva cohesión y coherencia con el significado de los textos de las


estrofas, configuradas de tal manera que la información nueva que brinda, llevan
implícitas dos condiciones necesarias para abordar el análisis de la narración y así
transmitir el legado de relatos verídicos de hechos personales, sociales,
sentimentales. Urge prestar mayor atención al rescate, preservación de la genuina
expresión autóctona del folclor.

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Remembranzas de Valledupar

Hugues Martínez y su guitarra de ensueños

Del promontorio que se soltó de la Cordillera central


de Colombia dicen los geógrafos y del “ombligo del
mundo” para las etnias de la Sierra Nevada de Santa
Marta”, con mayor precisión de la población de
Atánquez, bello pesebre allí encaramado, descendió
el jovencito Hugues Martínez Sarmiento, hijo de
Doña María Antonia Sarmiento y del apuesto galán
patillalero, Rafael Nazario Martínez Corzo, a hacer
estudios de secundaria en el Colegio Loperena.
Rafael Escalona, el “sobrino del Obispo” (Obispo
Rafael Celedón) a quien el Nobel García Márquez
inmortalizó en Cien Años de Soledad con este
apelativo y que con el tiempo fue el mejor cronista de
la música vallenata, ya había incursionado por estas
aulas donde estudió hasta cuarto de bachillerato.

Hugues, ya había bebido de la fuente musical de Don Francisco Mindiola. Su afición


por la guitarra fue tan acentuada, que aprende a tocar este instrumento musical de
manera muy particular. Sus amigos de Valledupar le informaban cuando exhibían
“una buena” película en el teatro Cesar y/o en el Caribe y entonces los jóvenes Juan
Francisco y Luís Fernández Mindiola (hermano este último del cantante Alberto
Fernández), venían a Valledupar a oír, con los sentidos aguzados las canciones que
interpretaba Pedro Infante y Jorge Negrete. Así fue la cosa. Por la atención con que
seguían en cine las notas acordes de las guitarras, la práctica disciplinada y
persistente lograron ser reconocidos por sus voces y bellas interpretaciones
musicales. Con Francisco Mindiola hizo Hugues sus primeros pinitos, aprendió los
elementos básicos, así como José María Arias Mindiola y Luís Fernández Guerra,
quienes conformaron un grupo de serenateros, que actuaban en diferentes
poblaciones del Cesar y La Guajira: San Juan del Cesar, La Junta, La Peña, El
Totumo, Patillal, San Diego, Urumita y Valledupar. Después se perpetuaría en sus
hijos y sobrinos en la agrupación musical: Los kankuis.

En esa y en esta época la mayor ilusión de los progenitores era ver a sus hijos
convertidos en exitosos profesionales. A esta ilusión no escapó el padre de Hugues.
Sin previa consulta al joven y muy orgullosos lo “empacan,” en el año 1951 rumbo a la
fría Bogotá. ¡Carajo, mi hijo tiene que ser todo un “doctor”, médico o abogado!

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Zumbaba en los oídos de los dóciles hijos y resignadas madres de la época.


Anhelaban que su dicción fuera como la de los cachacos y pronunciara siseo de las
eses, el acento de los “rolos”, interpretara y cantara con su hermosa voz pasillos y
bambucos suavecito, suavecito. Que adoptara como suyos los platos típicos andinos,
vistiera con los pesados y lúgubres atavíos que en ese entonces usaban en la capital
y si regresaba viniera con la piel blanca para ufanarse de estar estudiando en la
capital de la república. Vaya, vaya! No era todo el mundo el que se daba ese
estrilacho.

Pero como el hambre se junta con las ganas de comer el estudiante de bachillerato
Hugues Martínez con miras a eminente profesional enrumbado para Bogotá,
acompañado de dones especiales para la música, además de la guitarra, tocaba la
caja, la guachara y lo acompañaba una extraordinaria voz.

Agrupaciones a las que ha pertenecido:

Los Cuívaros.- Este grupo cuyo nombre deriva de uno de los pájaros de la Sierra
Nevada, lo integran Juan Francisco Mindiola Corzo, Hugues Martínez Sarmiento, y
Ciro Pumarejo como cantante. Una agrupación musical que aunque simpatiza con las
serenatas y la parranda, su primacía no eran los afanes lucrativos, sino degustar la
música, regocijarse, departir, de tal manera que su duración es corta.

En 1952 Integra un trío en Bogotá que dura unos tres años El Cuarteto Colombia. Al
inicio de la década del 50, se disuelve el grupo anterior. Lo invita una de las mejores
agrupaciones del momento. Graban en Tropicana y en Sellos Vergara música
romántica y en los estudios Discos Girardot. Fueron reconocidos por distintos
medios: radio, televisión, prensa. Afirma, Don Juan que Hugues forma parte de la
orquesta Grancolombia. Asevera que allí fue un músico destacado. Nos cuenta que
en una tienda de esas comunes y corrientes lo escuchó de lejos el famoso José
Jiménez y acompañado con la nota el kankuamo, entonó una canción. De igual
manera con el famoso grupo “Los Panchos”, con el Cuarteto Colombia viaja por
Puerto Rico, Méjico, Cuba, República Dominicana, Panamá, España, lo cual le dio
brillo a Colombia, con la nota expresiva, nota de este destacado guitarrista.

Muy joven había alternado en una parranda en Valledupar con el grupo los
Magdalenos, quienes descubren al talento de Hugues Martínez, amigo de Víctor Soto
nacido en Urumita. Este reside en Bogotá, toca acordeón y cuenta con grupo musical
organizado, está Alberto Fernández su paisano, quien es apreciado por su voz. ¡Qué

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Remembranzas de Valledupar

feliz coincidencia! En Hugues han encontrado el hombre que necesitaban para


continuar con el despliegue en el antiplano de la música que tanto degustó en uno de
sus viajes a Valledupar por los años 1951, Alfonsito López Michelsen apoyado por
Hernando Molina. Hugues, era la persona que estaban esperando desde cuando
regresaron de la ciudad sagrada del vallenato como la denominó Pacho Herrera.

Cofundador de Bovea y sus vallenatos. Integrado por Hugues, Alberto Fernández,


Víctor Soto, el reconocido conjunto comienza entonces en Bogotá una serie
interminable de eventos musicales, los viernes, sábados y domingos. Con la llegada
de Alberto Fernández” Bovea y sus vallenatos” quedó acéfalo. Entró como integrante.
Graban en Barranquilla, viajaron contratados para tocar por muchas ciudades. Es
así como el pupilo Martínez Sarmiento hizo los estudios que más le gustaban, hasta
donde consideró que era lo necesario para defenderse en la vida: especializarse en
las tonadas armadas con arpegios y artilugios, adornados con sutiles vibraciones de
cuerdas que agradaran al oído y armonizaran los espíritus deleitándolos. La
Universidad estaba entrecortada. Su vocación musical fortalecida.

Pero el llamado de la tierra es más fuerte. Lo de él era la música, la bohemia. De la


misma descendencia del Maestro Rafael Escalona, pero con maneras diferentes de
expresarse: Rafa con la letra y un tarareo y/o silbido discordante, mientras Hugues
Martínez acompasado con requinto o guitarra armoniosa y agradable voz, lucía un
mostachito estilo Pedro Infante. Amenizaba tertulias en ese Valle siempre cantado y
añorado por Gustavo Gutiérrez.

“…Yo no puedo separarme de las cosas más hermosas más ligadas a mi vida / Como
estar enamorado y escuchar de Hugues Martínez su guitarra tan sentida / Todo
acaba, la vida es así… (Parrandas inolvidables. Gustavo Gutiérrez C.)

El Trío Malanga. En la década de los sesenta del siglo anterior conforman en


Valledupar el “trío malanga”, integrado por el susodicho Hugues Martínez Sarmiento,
Efraín “El Quinqui”Molina y Raúl Moncaleano Martínez. Enamorar era casi un
sinónimo de serenatas a cargo de un trío de guitarras que interpretaban rancheras y
boleros, canciones escogidas de Los Panchos, los Diamantes, los Ases entre otros.
Se movilizaban por las polvorientas calles del Viejo Valle iluminados por la luna llena y
uno que otro candil o lámpara que colgaba del dintel de las casas, haciendo más
romántico y propicio el momento. Admirados y reconocidos por la interpretación de la
guitarra y por sus entonadas voces y bellas canciones. Su fama traspasó los límites
de la ciudad. Los invitaban a presentarse en las más importantes ciudades de la

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Costa: Barranquilla, Cartagena, Riohacha, Santa Marta, lo mismo que a San Juan del
Cesar, Villanueva, donde los acompañaba Don Lácides Daza. El nombre tan
particular de la agrupación, según el maestro Hugues Martínez, se debe a uno de sus
amigos que los encontró en una madrugada con los instrumentos al hombro de vuelta
de una serenata y les dijo: “¡Muy bonito¡ El trío Malanga, enamorando a Raimundo y
todo el mundo.!”

Pedro García, Gustavo Gutiérrez, Roberto “Turco” Pavajeau,


De pié: Hugues Martínez y Nicolás Mendoza.

Compartió noches de bohemia con el maestro Rafael Escalona, Monche Martínez,


Gustavo Gutiérrez, Guzmán Amaya, “Poncho” Cotes y otros. En Valledupar conforma
una agrupación con Nicolás-Colacho-Mendoza y Adán Montero. Hace alrededor de
30 años integra la agrupación de Poncho Y Emiliano Zuleta.

Las serenatas, como dijimos eran la estrategia de Hugues y muchos de la época


para mandarle recados y enamorar a las pretendidas.Es así como Escalona por los
años 1961 motivado por los sentimientos que en esos momentos embargaban a
Hugues su entrañable amigo y compañero, quien estaba prendado de una paisana
vecina del barrio Loperena en amores formales, pero los padres de la susodicha
consideraban que no era el pretendiente idóneo para su hija, así tocara y cantara muy
bien. Además ella era inabordable para el entusiasmado pretendiente, porque la
obligaban a permanecer engarapitada en el balcón del segundo piso. Desanimado de
tanto caminar y hacer rondas por el barrio Loperena, éstas disminuyen ante la
indiferencia y cortapisas de la familia de la pretendida. Percibidos por sus amigos
entre otros por el Maestro Rafael Escalona recurre a su inspiración y compone la

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Remembranzas de Valledupar

canción “El pirata del Loperena”, que comienza asi:

Garantizo que ningún hombre resiste/ Esta gran pena que me viene atormentando/
Por eso, le voy a pedir a Molina que pinte/Este corazón sangrando/Para ver si te
condueles /De mi corazón Mercedes.

De izquierda a derecha: Adam Montero, Nicolás-Colacho-Maestre,


Hugues Martínez. De pié: Rafael Escalona. Melgar (Cundinamarca)

Con la bulla de la creación del Departamento del Cesar, Rafael Escalona había
estado en Bogotá. Se acentúa la gran alianza que nació espontánea entre Hugues y
el Maestro Escalona por ser uno de los amigos más cercanos a su corazón y porque
los unía un vínculo indisoluble: la música. Con él hizo varios viajes a cumplir
importantes invitaciones a distintas partes del país.

Herederos de su arte musical: Sus hijos Jesús Martínez Acosta, conocido en el


mundo artístico como “Chabuco”, Hugues Rafael Martínez Acosta hijos de Mary
Acosta su primera unión conyugal y Hugues Martínez Montero de su segunda unión
con Kathya Montero.

José Darío Martínez Acosta “Chabuco.” Su padre fue la fuente de su inspiración y


desde temprana edad comenzó a imitarlo a seguir sus enseñanzas en la
interpretación no sólo de la guitarra, sino del acordeón, instrumentos de percusión,
acompañado de una voz que ostenta una calidad vocal inigualable. Inicia su vida

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

musical participando en la agrupación “Los Pelaos” por los años 1998. Se hacen
conocer en varios países. Permanece con ellos dos años. En 2003 da a conocer su
primer álbum como solista “Chabuco,” con mucho sabor caribeño. En 1981 hace un
dúo con el bogotano Nicolás De Los Ríos, quien estudió Ingeniería Industrial, pero
descubre su afición por la música. Hace realidad su sueño. Viaja a Valledupar y
estudia en la Academia del Turco Gil. Resultado de esta unión entre un interiorano y
un vallenato es la producción que realizan con un estilo combinado jazz-bolero en la
canción del cantautor Fernando Dangond Nació mi poesía, Asi fue mi querer de
Gustavo Gutiérrez, El chevrolito del Maestro Escalona y otras muchas. Su creatividad
genera interesantes proyectos. Ahora unido a Carlos Huertas Larios guitarrista y
productor, Danny García percusionista, Coco Zuleta, Papa Pastor (bajo) y algunos
otros integrantes del grupo La provincia conformaron el original grupo “Juglares.” Los
últimos trabajos discográficos son: “Clásicos del Café la Bolsa” y “Mosaico Navideño.”
Ha realizado arreglos musicales para Carlos Vives, Andrés Cepeda, Iván Villazón,
Silvestre Dangond, entre otros. Grabó una de las canciones del C.D en honor a
Gustavo Gutiérrez “El Poeta”, homenajeado en el 43 festival vallenato.

Hugues Martínez Acosta. Brevemente diremos que también acredita una brillante
carrera musical. Ejecuta el acordeón. Al iniciar su carrera, grabó con los finados Pedro
García y Nicolás-Colacho-Mendoza. Es en la actualidad es el Bajista de Peter
Manjarrez. En 2010 “Musicales de Ensueño” al lado de Rodolfo Castilla Jr, Carlos
Huertas, Orlando Consuegra en los estudios de Polacho Mendoza. Una último
producción en curso es El Alquimista en pareja con Rubiel Soto con canciones entre
otros de Rosendo Romero, Everardo Armenta, José Alfonso “Chiche” Maestre.

Hugues Martínez Montero, no ha sido ajeno a esta herencia de su padre al seguirlo en


el camino musical como guitarrista y arreglista. Fue integrante de Los niños del
vallenato del Turco Gil. Gran parte de su vida musical ha estado al lado de Peter
Manjarrez y Sergio Rodríguez. Entre otras muchas grabaciones están: El papá de los
amores, El humanitario, Solo clásicos, el caballero y rey. De igual manera ha
acompañado con los arreglos musicales, como bajista y guitarrista al acordeonero
Sergio Luis Rodríguez, al cantautor Wilfran Castillo y a la agrupación Kvrass.

Hugues Martínez Sarmiento, ha Interactuado con grupos internacionales. Hoy


Valledupar y otros países reconocen a esta leyenda del folclor vallenato que lo ha
enriquecido, con la magia que le imprime a su guitarra al interpretar canciones con
bellos arreglos musicales al lado de sus herederos musicales.

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Remembranzas de Valledupar

Música vallenata a guitarra limpia

Es probable que estemos interesados en saber cómo hace más de 400 años nos
llegó el más español de los instrumentos: la guitarra “morisca” con su línea melódica.
Se asentó en la región Andina a través de colonizadores españoles, donde ha jugado
un papel importante en el folclor del cual se ha generado “el tiple” típico andino
pariente de la guitarra que acompaña al trío con acordes y armonía. Destacados
compositores e intérpretes como el maestro Gentil Montaña le elevó la categoría al
darle la calidad de instrumento solista, Adolfo Mejía y otros que han hecho aportes
musicales y técnicos. Incursiona por la música romántica y musicalmente
nacionalista. Hoy es uno de los instrumentos más acogidos en el país para interpretar
diversos ritmos no sólo de la música colombiana, ha entrado también en los albores
de la música contemporánea.

También tenemos buenos aportes en nuestra región con la guitarra y su incursión en


la música vallenata : Guillermo de Jesús Buitrago Henríquez' El jilguero de la Sierra
Nevada de Santa Marta'. A temprana edad mostró afición por la música y su
predilección por la guitarra bajo la dirección del maestro Andrés Paz Barros quien
enfatiza en la melodía, en la voz armonizándolo con la interpretación de la guitarra.

En cuanto a influencias étnicas, presencia del instrumento, familiares, ascendencia


andina uno de sus biógrafos atribuye el particular estilo de sus interpretaciones.
Habla de “Una corriente migratoria procedente de Cataluña, España, tuvo asiento en
lo que se conocía como Región Chimila, que abarcó los que fueron tupidos bosques
entre los ríos Cesar y Magdalena.” (Edgar Caballero Elías, 2007)

Agrega además la siguiente descripción de las Crónicas del viajero inglés Charles
Empson, a su paso en 1836 por lo que denominó “maraña de pasadizos acuáticos”:

“Una gran cabaña se había construido para conveniencia de los pasajeros en


tránsito. Ocasionalmente sirve de pulpería o cuarto de almacén general y taberna.
Los habitantes de aldeas dispersas se reúnen en este lugar para ofrecer sus
productos o para celebrar fiestas ocasionales. La mayoría de esos aldeanos ejecutan
la guitarra y son amigos apasionados de la danza. En los intervalos de reposo se
entonaban cantos o mosaicos de recuerdos familiares o incidentes ocurridos”.

Fue un compositor, músico y cantante del género vallenato. En sus ancestros


familiares se precia de contar con varios músicos: Camilo Henríquez de La Hoz y

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Jacobo Henríquez Bermúdez, que eran tíos de Guillermo Buitrago. Su bisabuelo y


abuelo, llamados Jacobo Henríquez, fueron pianistas y organistas destacados, y su
prima Digna Cabas Henríquez, descendiente de esclava procedente de Martinica,
fue la gran bailadora de ritmos negros en Ciénaga en el siglo XX .

Pionero de su divulgación en Colombia y en varios países de América Latina, España


y Estados Unidos, con otros famosos como Julio César Bovea, los primeros
intérpretes de los cantos del Maestro Rafael Escalona. Hijo del antioqueño Roberto
de Jesús Buitrago y de Teresa Mercedes Henríquez de Ciénaga donde nace el
primero de abril. Muere a los 29 años (19 de abril de 1949), sin embargo, su
producción fue prolífica entre 1943 y1949, unas cincuenta canciones en Discos
Fuentes con arreglos musicales del compositor barranquillero Juancho Esquivel. En
1943 en Cartagena Antonio Fuentes propietario de Discos Fuentes inaugura sus
estudios de grabación con Buitrago y su grupo musical integrado por: Ángel
Fontanilla, Efrain Torres y Carlos Rubio. Hacen la primera grabación en Colombia con
las canciones con una canción de Butrago dedicada a un gran amigo Heliodoro Eguis
“Las mujeres a mí no me quieren” y “Compae Heliodoro“.

Entre otras La Gota Fría del maestro Emiliano Zuleta grabada con el nombre “Qué
criterio” y Grito Vagabundo acompañado por el conjunto Los Trovadores de Barú
dirigidos por José Barros y Juancho Esquivel. Vestía de blanco impecable, así estaba
cuando grabó “La víspera de año nuevo” tonada inmortal de la inspiración de Tobías
Enrique Pumarejo para desagraviar a la novia que un 22 de diciembre de 1945
pretendió sonsacar, pero se frustan los planes. El 31 de diciembre Don Toba le lee los
versos para desagraviarla.

El día que murió, Toño Fuentes llegó de La Habana con un contrato para que Buitrago
cantara e hiciera algunas grabaciones con la orquesta Casino de la playa, que dirigía
el pianista Anselmo Sacasas. Pionero de la música popular se apersonó de la obra de
famosos maestros como: Rafael Escalona, Emiliano Zuleta, Abel Antonio Villa, Tobías
Enrique Pumarejo, Chema Gómez, Luis Pitre y Eulalio Meléndez. La Casa en el Aire,
El testamento, La molinera y La brasilera, todas de Escalona, fueron de las primeras
grabaciones hechas del género musical dentro de la industria discográfica, cuando la
norma era grabarlo en guitarra. Da a conocer la música vallenata en Colombia,
Estados Unidos y Sur América. Su música aún sigue vigente.

Es en Santa Marta conoce al joven peluquero Julio César Bovea con quien conforma
un dúo que no duró mucho tiempo. Es cuando Bovea denominado el “jilguero de la

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Remembranzas de Valledupar

sabana” conforma “Bovea y sus vallenatos” introduce el acordeón e inicia la


divulgación por el interior del país. La voz de Alberto Fernández fue decisiva para el
éxito de esta agrupación.

Bovea vivió durante la década del 50 y 60 en Argentina. Fue una eventualidad. El trío
viajó a hacer una gira, el éxito fue impresionante, se quedaron varios años. Vendían
millones de discos allá, en una época en la que el mercado argentino era muy grande.

La guitarra ha estado presente en la música vallenata. Un vistazo por algunos


pueblos del Sur de La Guajira “El Cantor de Fonseca” de Carlos Huertas (1959),
dice: “Alguien me dijo ¿De dónde es usted? (bis) / que canta tan bonito esa parranda /
si es tan amable tóquela otra vez / quiero escuchar de nuevo su guitarra. En Fonseca
también interpretaban la guitarra: Raúl Parody, Chema Gómez, Julio Vásquez. De
igual manera en San Juan del Cesar Rafael Ramón Romero Brugés, Enrique Luis
Egurrola Valverde abuelo del compositor Luis Egurrola, Juan Brugés y Luis Roys.
Interpretaban boleros, música cubana y vallenatos. Imposible pasar desapercibido al
cantautor Hernando Marín de El Tablazo. En Cañaverales Isaías Gámez con 80 años
de edad, cuyos nietos son los guitarristas de Jorge Celedón y Juan Carlos Centeno,
Jhony Gámez es acordeonero.

Además está el Festival Vallenato en Guitarra de Codazzi, Carlos Vives y su grupo La


Provincia con Carlos Huertas Larios como guitarrista. Tríos que animan parrandas,
como el de Lo hijos de Sergio Moya, Los Hermanos Carrascal, Los Kankuis hijos de
Juan Francisco Mindiola Arias profesor de Hugues Martínez y del Poeta Gustavo
Gutiérrez. Oscar Cantillo nos trae una interesante innovación con su interpretación de
los ritmos vallenatos en estilo flamenco. El cantautor Santander Durán quien también
interpreta en la guitarra sus canciones.

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Juan Francisco Mindiola Arias:


Confidencias de su Guitarra

Juan Francisco Mindiola Arias, nace en


Atánquez el 14 de octubre de 1930, del hogar
formado por Don Alfredo Mindiola Corzo y
María del Carmen Arias González. Pertenece
a esa generación de los juegos de la cometa al
viento, del trompo, la bolita de uña, la libertad,
esconde la piedra, la lleva, los juegos de
mesa, carga la burra y otros muchos.

Fueron sus maestros en la tradicional escuela


Grupo Musical conformado por Don Juan Mindiola
pública de su pueblo, los profesores (guitarrista –sentado), Alberto Fernández (cantante)
Florentino Carrillo quien aún vive, Juan Butista y Hugues Martínez (guitarrista)
Mindiola Acosta y el barranquillero Pedro
Esmerald, nombrados por la Gobernación del Magdalena Grande de donde
dependíamos en esos momentos. Su abuelo paterno es Don José Antonio Mindiola
Arregocés, llega a esta población procedente de Riohacha con sus arrías a
suministrar mercaderías traídas de Aruba, Curazao, Jamaica y Venezuela, las que
vendía al por mayor y al detal, intercambiando, permutando por productos de la
región con los habitantes del pueblo.

.Don Francisco Mindiola Arias contrae matrimonio con Doña Mercedes Elena Carrillo,
cuyos hijos son: Betsy, Euber (fallecido), Jesús, Johnny, Alfredo, José Agustín reside
en Bogotá dedicado al arte musical donde interpreta la guitarra y el bajo, Rubén
intérprete de música sacra, Julio y Calixto, creadores e integrantes del grupo “Los
kankuis”

Era tal la afición a la guitarra de Don Francisco, que aprende a tocar este instrumento
musical de una manera muy particular. Sus amigos de Valledupar le informaban
cuando exhibían “una buena” película en el teatro Cesar y en el Caribe y entonces los
jóvenes Juan Francisco y Luís Fernández Mindiola (hermano del cantante Alberto
Fernández), viajaban a esta población a oír, con sus sentidos aguzados las canciones
que interpretaba Pedro Infante y Jorge Negrete.

Ambos jóvenes admiradores de estos cantadores, reconocidos por sus voces y bellas
serenatas, ponían especial cuidado a las notas acordes de las guitarras, que

99
Remembranzas de Valledupar

mediante la práctica y persistente disciplina fueron aprendiendo, hasta convertirse en


unos inspiradores de notas musicales. Son estas las orientaciones y guías de fondo
que han apreciado muchos oídos en parrandas, en festejos y serenatas que suavizan
el corazón de la mujer.

El Maestro. A sus alumnos destacados, procura dar los elementos básicos en el


aprendizaje de la guitarra a Hugues Manuel Martínez, a José María Arias Mindiola y a
Luís Fernández Guerra, quienes conformaron un grupo de serenateros, que
actuaban en diferentes poblaciones del Cesar y La Guajira: San Juan del Cesar, La
Junta, La Peña, El Totumo, Patillal, San Diego, Urumita y Valledupar.

El Trío Malanga. Después de las orientaciones del Maestro Juan Francisco, en la


década de los sesenta, época de la bonanza algodonera, algunos de sus discípulos,
conforman el “grupo malanga”, trío compuesto por el susodicho Hugues Martínez
Sarmiento, Efraín Molina Henríquez, (El Cuinqui) y Raúl Moncaleano Martínez.
Admirados y reconocidos por la interpretación de la guitarra y por sus voces, los
invitaban a presentarse en las más importantes ciudades de la Costa: Barranquilla,
Cartagena, Riohacha, Santa Marta, lo mismo que a San Juan del Cesar, Villanueva –
donde los acompaña- Don Lácides Daza.

Los Cuívaros.- Este grupo cuyo nombre


deriva de uno de los pájaros de la Sierra
Nevada, lo integran Juan Francisco
Mindiola Corzo, Hugues Martínez
Sarmiento, y Ciro Pumarejo, este último
como cantante. Una agrupación musical
que aunque simpatiza con las serenatas y
la parranda, su primacía no eran los
afanes lucrativos, sino degustar la música,
Los Kankuis, reconocida agrupación vallenata, con regocijarse, departir, tener ratos de goce y
más de 30 años de historia. Interpretan la guitarra expansión, de tal manera que su duración
Calixto y julio Mindiola Carrillo. Hijos de DonJuan.
es corta, disolviéndose de manera
espontánea, así como se organizó. Uno de los motivos es el viaje a Bogotá de Hugues
Martínez a cursar estudios de bachillerato. En esa ciudad, por los años 1951, se
integra al grupo musical Los Magdalenas, acompañado por Alberto Fernández quien
acredita una excelente voz, invitados por Victor Soto oriundo de Urumita, quien
interpreta el acordeón y ya los había escuchado en Valledupar.

100
Giomar Lucía Guerra Bonilla

Afirma, Don Juan que Hugues forma parte de la orquesta Grancolombia. Asevera que
allí fue un músico destacado. Nos cuenta que en una tienda de esas comunes y
corrientes lo escuchó de lejos el famoso José Jiménez y acompañado con la nota, el
kankuamo entonó una canción. De igual manera con el famoso grupo “Los Panchos”,
porque el Grancolombia viaja por Puerto Rico, Méjico, Cuba, República Dominicana,
Panamá, España, lo cual le dio brillo a Colombia, con la nota expresiva, derivada de
las orientaciones de Juan Francisco Mindiola.

Gustavo Gutiérrez Cabello.- “Gustavetas”, al decir del caricaturista Jaime Molina,


viaja a Atánquez en busca de Don Juan, tras sus conocimientos, llevado por el deseo
de aprender, mas no en busca de “Baudilio” el indígena curandero, para que lo sanara
de sus eternas penas de amor, motivo de sus románticas inspiraciones. Don Juan lo
invita a su finca “La Sierra Montaña”, cerca a la cabecera del Río Guatapurí, aprende
a interpretar música vallenata que él lo hacía en su concertina, pero-dice Don Juan- “a
la guitarra no le jalaba”.

En ese paradisíaco paraje permanecen una semana tocando y bebiendo “hasta que
cogió enseguida, porque eran las propias letras de sus canciones. Fácil para
aprender este gran artista colombiano que le ha dado muchas lumbres al arte
musical. A tal grado que el Doctor Alfonso López Michelsen lo admiraba tanto que en
su sepelio lo despidieron con una de las canciones de Gustavo Gutiérrez,
“Confidencias,” por petición del propio Presidente:”, afirma el Maestro.

Los Kankuis.- Grupo conocido en el país y fuera de él, nace por iniciativa de dos de
sus hijos: Calixto y Julio. De niño Calixto seguía muy de cerca a su padre y en los
intervalos de las parrandas, manipulaba la guitarra. Poco a poco los amigos de su
generación lo oyeron sacar las primeras notas.

Este acreditado y representativo grupo, destacado en la interpretación de música


vallenata en guitarra, está integrado por las siguientes personas:

Sus hijos: Calixto Mindiola Carrillo (guitarrista), Julio Mindiola Carrillo (cantante),
William Corzo Arias, sobrino de Don Juan (cantante), Freddy Martínez Carrillo
(cajero), Andrés Guerra (acompañante de guitarra y corista) y el Nene Montenegro
(guacharaquero).

Otra faceta interesante de la personalidad de nuestro invitado es la de ser compositor,


a la que nos referimos brevemente, enunciando algunas de sus más conocidas

101
Remembranzas de Valledupar

composiciones: El gavilán atanquero, grabada por los Hermanos Zuleta, La paloma


(El Cocha Molina, Juancho Roys y Jairo Serrano), La Rivería (Los Cañaguateros, en
la voz del fallecido Pedro García), Los amigos (Los Kankuis). Además de vallenatos
interpreta boleros, valses, rancheras y música popular latinoamericana.Hoy, a punto
de cumplir ochenta años, en animosa ancianidad, a pesar de los malestares propios
de su edad, goza de lucidez y de la complacencia propia del maestro que cumple con
esmero y solicitud su espontánea tarea, con los alumnos que aún tiene bajo su tutela.

102
Giomar Lucía Guerra Bonilla

Oscar Cantillo: Sentimiento y Sabor

La de Óscar es una guitarra para enamorar. Este joven de tez bronceada, mediana
estatura, rostro de facciones perfectas como talladas por el mejor escultor con su
cincel, una franca y abierta sonrisa lo ilumina. Sus ojos transmiten energía y franca
convicción de lo que está creando, avizora un nuevo porvenir para la melodías de la
música vallenata que aborda con un estilo personal muy particular. La paz interior que
trasluce nos habla de un espíritu a crear y recrear con estética y espontaneidad. Su
sencillez se nota a flor de piel. No hay en él ostentación de ninguna índole. Nació en
las laderas de Valledupar, en La Paz (Cesar). Sus padres Daniel Cantillo Costa y
Sonia López Mieles. Incursiona por más de veinte años como guitarrista de famosos
grupos artísticos.

Cuando oí sus arreglos musicales, experimenté gratas sensaciones, por lo que me he


deleitado escuchándolas por horas y horas hasta lograr encontrar ese sabor propio
de nuestro ritmos, ese algo que nos toca las fibras más profundas del corazón y nos
hace vibrar al unísono con las notas de su amada e inseparable guitarra.

¿Y quién es él que ha logrado un alto nivel de estilización de nuestra música? Me


preguntaba una y otra vez. Escuchaba, buscaba, no encontraba rastros. Saber quién
es este atrevido y exquisito innovador se convirtió casi en una obsesión. Y el
responsable de esto, en parte, fue Jaime Hinojosa Daza, Director del Portal Vallenato,
quien también emocionado y sorprendido por tan bellas expresiones musicales, me
sugirió que las escuchara. ¡Aquí comienza la agradable sorpresa!

En amena charla conversamos con él. Indagamos sobre sus raíces e influencias. De
dónde nace tanto talento, para crear bellezas, esos arpegios como el trinar de los

103
Remembranzas de Valledupar

pájaros que le ha dado a los cuatro ritmos del vallenato (son, paseo, merengue, puya)
innovándolos con gracia increíble, conservando la medida (tempo), la cadencia del
vallenato tradicional, ejerciendo siempre la guitarra un papel protagónico, sin
desconocer la importancia de cada uno de los instrumentos que conforman la
orquesta, hasta lograr mantener el diálogo con cada uno de ellos, resaltándolos en el
momento oportuno.

Su interés es llevar el vallenato a otros niveles, saliéndose de lo convencional, para


abordar aires rayanos en lo clásico, sin perder la métrica de los cuatro ritmos, por lo
cual le imprime creatividad a la parte armónica e instrumental. Esto le permite llegar a
una población con diversidad de gustos, trascendiendo los límites nacionales, como
en efecto lo ha hecho a través del lanzamiento nacional e internacional en YouTube.

Es clara la influencia, en su niñez, de su abuelo Juan López, padre de una respetable


“dinastía.”Un hogar donde hacían fiestas tras fiesta. Siempre había un motivo. El
abuelo y sus amigos tocaban por gusto, por compartir, deleitarse, vivir, celebrar
momentos especiales. Óscar nos cuenta que al morir su abuelo sus hermanos
mayores comenzaron a interesarse por la guitarra. Aprendieron rápido, oyendo en las
calles, escuchando a los guitarristas de ese momento en La Paz. Cuando vi que mi
hermano fue contratado por el cantante Jorge Oñate. Yo comencé a interesarme
también en aprender.

Óscar es autodidacta. Queda fascinado al escuchar a Paco de Lucia. El larga


duración me lo regalaron al iniciar los estudios de guitarra. Ha sido y sigue siendo mi
mejor maestro. Estudio diariamente seis horas. Es una disciplina que me he trazado.
Vale la pena resaltar que Paco de Lucía también es autodidacta.

El disco cuenta con las siguientes composiciones y arreglos musicales: Notas


mágicas, El Colibrí (paseo rápido), Vallenato improvisado, Mi puya en guitarra,
Zunilda, A mi estilo, La creciente del Cesar, La huellas de un amor, El furor de mi
guitarra, Homenaje a mi guitarra, ¡Ay! Puya Wepajeee…, Paseo fusión, Notas que
deleitan. Breve comentario de algunas de las composiciones y ejecución de las
mismas:

El colibrí (paseo rápido). En el cual el tiempo es de una alta medida, por esto es de
admirar como conserva la velocidad en un alto grado de ejecución, que pone de
manifiesto su admirable destreza y versatilidad para la ejecución de la guitarra.

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

En Zunilda logra un vibrante diálogo entre la guitarra y los instrumentos de viento, en


este caso la trompeta.

“Mi puya”, en esta obra los arpegios nos hablan de la pasión de Óscar por su guitarra.

El furor de su guitarra es muy armonioso. Un trabajo, digno de quienes han hecho


estudios avanzados de armonía. Resuenan los instrumentos de percusión.

En la producción instrumental de vallenato en guitarra Sentimiento y Sabor, además


de guitarrista, ha asumido los papeles de director de orquesta, productor, arreglista y
autor de más de ocho de las melodías, que conforman el trabajo discográfico grabado
en Valledupar en los estudios de Wilfram Castillo, con la participación de: Óscar
Cantillo, Guitarras punteras, Guitarras acompañantes: Óscar Cantillo, Darwin López
y Juan Carlos Vargas, Teclados y efectos de String: Mario Javier Calderón, Bajo:
Isaac Zequeira Olmedo, Güiro: Daniel García, Congas: Alfredo Ramírez Acuña
“Pichi”. Batería y Campana: Jorge Antonio Arzuaga, Caja: José Bermúdez, Trompeta:
Diomedes Noriega, Ingenieros de grabación: Daniel Salinas y Luis Cuello Donado
Mezcla y masterización: Daniel Salinas.

Participan además, Beto Córdoba, Robert Daza, Eder Manjarrés, y la colaboración en


los arreglos de Isaac Zequeira Olmedo y como asesora de imagen: Rosa Margarita
Rodríguez Landine.

Óscar es optimista, avizora un porvenir exitoso para Sentimiento y Sabor, al cual nos
unimos porque sabemos que así será por su disciplina en el estudio, su alto nivel de
creatividad, versatilidad y la visión universal e innovadora de los ritmos del vallenato.
Le auguramos éxitos por este trabajo producto de su talento artístico, del esfuerzo y la
dedicación.

105
Remembranzas de Valledupar

Nicolás- Colacho- Maestre Martínez,


“EL Rey del Valle”

“Aves que cruzan los cielos/ De ese pueblo


hermoso de la tierra mía / Nubes viajeras
del tiempo que invitan al alma a cantarle al
amor..” (“Las cosas mías”. Nicolás Maestre
M.)

El Maestro Nicolás “Colacho” Maestre


Martínez respira música por todo su ser.
Nace en Patillal tierra de cantores. A
temprana edad se residencia en Valledupar
en el Barrio Cañaguate, uno de los más
auténticos y tradicionales, que ha dado excelentes protagonistas de nuestro folclor
musical, el arte y la política.

Bachiller del Colegio Nacional Loperena, donde además fue Director de Grupo de
Danzas, experiencia alcanzada a temprana edad como integrante del famoso y muy
reconocido tanto a nivel regional como internacional, ballet vallenato e integrante
además de los grupos de la mencionada institución. Tiene desde muy joven grandes
ideas que le permitan despuntar para poder ayudar a sus padres y hermanos
menores a superar las limitaciones económicas.

Para lograr sus ideales, viaja a Bucaramanga e ingresa a la Universidad Industrial de


Santander (UIS) en los años setenta, donde inicia estudios de ingeniería metalúrgica.
Allí encuentra un grupo de costeños organizados con el propósito de resaltar las
diversas manifestaciones de la cultura Caribe. El Maestro Colacho desarrolla una
labor significativa por la experiencia acumulada, además por su simpatía y
cordialidad que lo caracterizan lo convierten en uno de los interlocutores más
reconocido de la UIS, lo cual le sirve como carta de presentación en la comunidad
universitaria, al mostrar su trabajo que trasciende no solo a la ciudad, sino a otras
regiones del país.

“Colacho y sus tambores”, es uno de los espectáculos iniciales que presenta en la


Gallera, de la Universidad, al cual asisten no solo estudiantes, sino aficionados y
admiradores de estas manifestaciones culturales. Deja su carrera de ingeniero
después de ocho semestres de estudios y de distinguirse como excelente estudiante.

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Siente mayor compromiso con el quehacer cultural. A partir de ese momento, esta va
a ser su misión de vida. Consagrar su existencia al servicio del trabajo formativo,
donde ya había puesto en juego su reconocida y multifacética experiencia como,
bailarín, jurado, coreógrafo, folclorista, observador, práctica que fue acogida y creció
gracias a la receptividad y credibilidad conquistada en la UIS, posición que escala por
su esfuerzo, disciplina y vocación, por ser uno de los más preparados y conocedor de
las manifestaciones del folclor musical colombiano en cuanto a danzas y coreografía
se refiere.

El desprendimiento de su Valle natal evidencia su nostalgia, así:


Traiganme noticias de las cosas bellas que dejé allá en mi región /
Una madre buena, un amor sincero y un padre trabajador/
Esas son las cosas que me detienen en el camino de mi aventura / y entre la ternura /
de tus recuerdos me pongo triste /y me hago cantor / (Las Cosas mías. Nicolás
Maestre Martínez)

Sus esfuerzos se cristalizan con la publicación del libro “ Manual de Danzas


Folclóricas de Colombia: Caribe Medio y Bajo Magdalena”, editado por el Patronato
Colombiano de Artes y Ciencias del Ministerio de Educación Nacional y de la
Universidad Industrial de Santander. Es una obra de carácter pedagógico que
contiene información sobre dos danzas del carnaval: “Las farotas” y “Congo
tradicional”, cuatro de la región vallenata: “Tambora la Cumaná”, “El Pilón Vallenato”,
“Chicote kankuamo” y “Los diablos del Corpus de Valledupar” ; los del Canal del
Dique: “ Son negro” y “ Son de pajarito”, una del Magdalena Medio denominada: “Los
Monos de Simití”, dos del Bajo Magdalena: “Tambora tradicional” y “Guacherna de
Arenal”. Esta publicación consta de video, disco compacto y libro, busca entregarle al
país una inquietud de índole educativa y cultural para las instituciones educativas,
alumnos, profesores e investigadores.

Sobre el libro en mención en el prólogo del mismo, afirma el filósofo Simón Martínez
Ubárnez “ Como producto de su tesón y voluntad de búsqueda, hoy se puede decir
que pocos como él, conocen tan a fondo y desde su misma realidad, la naturaleza y
esencia del folclor colombiano, especialmente en su dimensión coreográfica y
musical.”

La presentación de la obra se realizó a principios del año 2005 en la Plazoleta España


de la Sede Bucarica de la Universidad Industrial de Santander (UIS), donde el
compositor, coreógrafo e investigador folclórico trabajó por más de veintiséis años en

107
Remembranzas de Valledupar

la Dirección Cultural. El Maestro “Colacho” manifiesta sobre su trabajo de


investigación: “Para mí, hoy es un gran día en el cual culmina con gran satisfacción un
proyecto que se venía gestando desde el año 2000; escribir un libro que
contextualiza, por lo menos, una pequeña parte del gran compendio del folclor
musical y danzario de la costa colombiana, algunas de estas danzas investigadas y
muchas otras recopiladas” (Fundación Festival de la Leyenda Vallenata. Entrevista
Lolita Acosta. 10 de febrero de 2005).

Sus honores en distintas representaciones del grupo que dirige, van más allá de los
reconocimientos hechos tanto en el país como en el exterior. Sigue siendo el mismo
“Colacho” de siempre, ¿corroncho o auténtico caribeño? Con su proverbial alegría,
reflejada en una sonrisa de oreja a oreja y una carcajada que deja ver la última muela
cordal, si es que aún la tiene. Vestido blanco de campesino, con abarcas, sombrero
vueltiao, dos mochilas atanqueras de gran colorido cruzadas a la manera de los
mamos, es este hombre henchido de autenticidad, quien con propiedad ha divulgado
y enseñado a conocer y amar nuestro folclor a los santandereanos y a muchos
admiradores de la región Andina.

Hay otra faceta aún más interesante de la personalidad del Maestro “Colacho” que es
la de compositor de música vallenata y como tal fue reconocido Rey de la Canción
Inédita en el año 1974, con la composición “El Hachero”. Es una voz de alerta, donde
nos habla sobre el mundo campesino de Rafael Barrera, quien con su hacha en
mano, acaba con las montañas dejando ver el gran daño que hacemos a la ecología
con estos procedimientos. Se destaca además en su repertorio una apología al Río
Guatapurí denominada “El Rey del Valle”. Otras composiciones reconocidas son: “La
casita”, “Dime, dime”, “El pobre Beto”, “Las cosas mías” y “La petatera”, verdaderos
poemas por su contenido, composición y musicalidad.

En la composición “El Rey del Valle,” le cantó al Río Guatapurí así:

Bajando desde lo alto de la Sierra majestuosamente viene / Deslizándose hasta aquí /


Cruzando montes, valles y praderas / y regando arroceras, nos baña el Guatapurí / El
viene desde la Sierra Nevada / y todas sus aguas arhuacas se las dona al río Cesar / Y
jugando contra sus orillas choca / y sus aguas que van locas, se ríen de Valledupar /

De día la lavandera lo besa / Y de noche la luna lo abraza / Y si arriba le cae un


aguacero tiemblan los peruétanos de miedo / (Coro)

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Este ese el rey de Valle el que ruge / Dicen los vallenatos cuando el cruje / Y si arriba le
cae un aguacero / Tiemblan los peruétanos de miedo / (bis) En sus orillas se ven
gigantes barrancos / Y en su centro grandes rocas que logran sobresalir / Y la atarraya
de un pescador vallenato / Que se abre y en el acto se abraza al Guatapurí /

Y sus frías aguas son como un bello cristal / Donde se asemeja el sol / Y de noche la
luna y las estrellas / Se miran como son ellas en aquel multicolor (bis)

Cumplida su misión en la UIS, por más de veintiséis años pleno de satisfacción. No


han prescindido de sus insuperables servicios. Continúa en su labor pedagógica,
estudiando, asesorando grupos en varias regiones, incluida Valledupar.

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Remembranzas de Valledupar

Hombres de Leyenda

¡Salud! ¡Pero no Hernández! Así finaliza un papelito que


me mandó mi compadre Nicolás Colacho Maestre “El
Rey del Valle”, desde la Universidad de Santander
(U.I.S) en Bucaramanga. Álvaro: Brindo por tu Salud y la
de Andrés Becerra Morón!

Dicen que allá arriba, cerca de Manaure


en un paraje que le llaman La Tomita
se escuchan versos, se escuchan cantos
una parranda con guitarra y mucha risa

Álvaro Becerra Murgas


El de las carcajadas
“Med. Veterinario” era el viejo Poncho Cotes
riéndose de un cuento que contaba Andrés Becerra
y que decían poesías toda la noche
hablaban de amores y de penas. (Alfonso Cotes M.)

En “Hombres de Leyenda” su autor Álvaro Becerra logró dibujar a los protagonistas


con tanto realismo que quienes no los conocieron sienten cierta familiaridad con ellos,
al incursionar por el tema y su entorno, de tal manera que los recuerdos del pasado
cobran alto grado de vivencias que lo lleva a uno además a deleitarse con estos
relatos de la vida de un grupo de amigos bohemios, uno de ellos su progenitor Andrés
Becerra Morón quien al lado del Maestro Rafael Escalona, Alfonso Murgas, Luis
Pimienta Arregocés flautista y dotado de gracia especial para contar los cuentos y
anécdotas provincianos, Alfonso “Poncho” Cotes Queruz, profesor de literatura,
compositor y guitarrista, conformaron la cofradía denominada “club de amigos
parranderos” que marcó una época no sólo de sus vidas, sino de una de las tantas
manifestaciones culturales que nos identifican, en especial la música vallenata, cuyo
reconocimiento crece día a día en el ámbito nacional e internacional.

Con un estilo picaresco característico de su temperamento y de sus vivencias, nos


cuenta un cuento, unas historias rayanas en la leyenda que nos deleitan al leerlas,
por intercalar la ficción con lo real. Estamos ante una pluma que escribe sin mayores
rebuscamientos, así llano, sencillo como es él, sin tantos rebusques, ni
perendengues.

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Fluidez en la prosa. De tal manera que uno no logra delimitar en que momento salta
de la fantasía a la realidad en ese contar sin fin de las aventuras de sus protagonistas.
El autor relata los acontecimientos y vivencias haciendo un magistral uso de la
síntesis, resaltando brevemente los momentos puntuales de cada uno de los
protagonistas, y además lo hace desde el exterior sin mezclar su vida con los cuadros
de costumbres aquí plasmados algo difícil de lograr en un escritor. Son relatos que
tipifican momentos históricos plenos de anécdotas rutilantes, como el artista que
pinta un mural, notorio de manera especial al referirse a las visitas a Manaure, El Plan
en medio de la Serranía a visitar a La Vieja Sara (Sara María Baquero Salas) madre
de la dinastía de los Zuleta y los Salas, cuyos amigos preferidos eran: Rafael
Escalona, Andrés Becerra y Alfonso Cotes Queruz.

De la canción “Ahí viene Andres” de Alfonso Cotes Maya, nieto de Poncho Cotes
resaltamos las siguientes estrofas:

“Cómo se acuerda Andrés


que el gran Gabito triste se va,
no se le olvida cuando el viejo “Poncho” Cotes
recitó toda la noche Cien años de Soledad
Y se emociona Andrés
cuando escucha una flauta a lo lejos
las melodías de Lucho Pimienta, el viejo
dedicada en estos tiempos
de parranda y de mujer “

En “hombres de leyenda”, como he dicho, el autor resalta ese mundo irrepetible de


quienes dejaron huellas profundas en la región y como dije marcó una época del
folclor musical.

111
Remembranzas de Valledupar

José Francisco Daza: Bohemio y consagrado educador

José Francisco Daza en compañía de Alfonso Murgas, Alfonso Cotes Queruz y Chema Daza.

La tarde era plácida, especial para la confidencia que brota espontánea, para contar
historias, relatar lindas experiencias vividas. Por eso tuve una entrevista con la
persona que más lo conoció, quien ya las ha traducido bajo el velo de las crónicas, las
novelas que nos pasean por un mundo de alegría, los juegos de la niñez, los paseos al
río, la visita a los abuelos que hablaban de tiempos remotos: Así me los contó:

“Los amigos de mis padre se adueñaban de la casa, pero ¡qué lindo! Compartían el
gusto por la música. Mi casa era una fiesta, siempre lo fue. En la que la figura central
era la de él, un hombre noble, sencillo, respetuoso de las buenas costumbres, parco
en el hablar, porque expresaba sus sentimientos con la música, con sus anécdotas,
con su trabajo”.

Continuó rememorando el pasado. Ella comentó: “aún hoy resuena en el ambiente, el


rastro de las melodías dejadas por las serenatas que en noches de plenilunio, del
aromas de los azahares, naranjos en flor, el colorido de las rosas, el colorido de las
flores tropicales, heliconias, claveles de la montaña; bellas muchachas como testigo
en Manaure de la Serranía, cuando el céfiro del clima primaveral besaba nuestros
rostros, embriagados por el entorno, a nuestros oídos deleitados llegaban las notas
del violín interpretado por José Manuel Daza, 'Bullaranga', la guitarra y voz de Poncho
Cotes, de José Francisco 'Chico' Daza, la flauta de Lucho Pimienta. La serenidad de

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

la noche manaurera se mecía en la música delicada, romántica, que conquistó, en


noches serena con pinceladas de notas enamoradas de las muchachas o de la vida”.

José Francisco 'Chico' Daza Martínez, villanuevero, hijo de don Samuel Daza y doña
María Martínez, fue un romántico bohemio, parco en el hablar, unido a Poncho Cotes
por una amistad desde cuando tenían veinte años de edad. Jóvenes que recorrían las
noches de Manaure como amarrados a la magia de un lugar en el que el silencio era el
mejor diálogo: allí se enamoraron de las que serían sus esposas, allí vieron crecer a
sus hijos, de allí salían temprano los lunes para Valledupar, Alfonso, a educar en el
Loperena; Chico, en la Escuela de Artes y Oficio (hoy Instpecam). Algunos sábados
iban a El Plan a escuchar a un acordeonero, más joven que ellos, Emiliano Zuleta
Baquero, que más tarde compondría estos versos de “Mis pocos días”: 'Poncho
Cotes tiene la seguridad, Chico Daza y Escalona que a mí no me pasa el tiempo / Son
tres amigos que conocen mi talento / y en todos mis movimientos nunca han visto
falsedad. / Son tres amigos que no me olvidan/ toda mi vida están conmigo'.

El Viejo Mile se hizo gran amigo de Chico Daza hasta el punto de que su hija Mary,
escritora y periodista cuenta: “ Cuando ocurrió mi nacimiento en Manaure, un 26 de
abril, mientras una enfermera bogotana, Rosita Flórez, atendía a mi madre, mi padre
era acompañado por el Viejo Emiliano y un cachaco de apellido Bohórquez, entre
trago y notas musicales, de modo que cuando nací la primera melodía de cuna que
escuché fue el acordeón mágico del Viejo Mile”.

PARRANDERO

De Manaure José Francisco Daza y su


esposa Beatriz Orozco Dangond, se
fueron a vivir a Villanueva, en donde
estaba toda la extensa familia, costó
trabajo para que Chico superara la
nostalgia por el pueblo enclavado en los
cerros verde oscuro, con techos de nubes
azules y calles engramadas que olían a
vida.
José Francisco Daza con Jorge Dangond,
Lucho Pimienta y otros amigos
En Villanueva estaba el colegio para los
hijos, y con el tiempo su casa se fue convirtiendo en una especie de estación
romántica en la que “hacían parada”, grandes compositores, sentimentales y

113
Remembranzas de Valledupar

acordeoneros. Especialmente el 17 de septiembre día del cumpleaños de Chico


Daza. Los primeros en llegar eran: Leandro Días, Toño Salas y el Quinque, y ya al
medio día la reunión era grande inolvidable: Poncho Cotes declamando el Duelo del
Mayoral; Esteban Bendeck, recitaba Palemón el estilista; Leandro, Toño Salas,
Emiliano tocaban y cantaban, hasta cuando uno de los contertulios pedía silencio
para declamar o contar un chiste: Beltrán Orozco, el querido, Julio Orozco, Guillermo,
recitador de poemas, Hugues Martínez, Moncaleano, Alcides Martínez Calderón
secaba sus lágrimas con el dorso de la mano, Escalona se escaba a cada rato y se iba
para El Cafetal, allí estaba enamorado, en fin, la lista se harían muy extensa. La fama
de la parranda del cumpleaños de Chico fue regional y cada año eran más numerosos
los asistentes espontáneos.

Leandro Díaz también le cantó a Chico Daza, en “Los tres amigos”:

’He comprendido que Emiliano reconoce / que


ya están olvidando notas que antes preferían. /
Que solamente Chico Daza y Poncho Cotes y
Rafael Escalona lo recuerdan todavía /De la vida
de Emiliano los demás se han alejado / como
perfume en el aire…” Con el tiempo la familia
Daza Orozco se trasladó a Valledupar, allí llegó
Poncho Cotes, quien era considerado por los
hijos de Chico y de Beatriz, Mary y Antonio como
un verdadero tío; allí vivió, disfrutó, conversó,
José Francisco Daza en parranda como en los viejos tiempos con su gran amigo,
con Leandro Díaz. cuitas, risas y a veces tristezas.

José Francisco “Chico” Daza Martínez, era un hombre manso, dueño de una gran
bonhomía, amigo sin condiciones, sereno: tocaba el tiple con maestría, fue varias
veces jurado en la elección de Reyes del acordeón y de la Canción Inédita en el
Festival de la Leyenda Vallenata; y en las parrandas callaba siempre como un
espectador de la vida, la vida cantada, declamada, nostálgica, llena de amistad, vida
en la que murió de un fulminante infarto al miocardio a la edad de setenta y cuatro
años, en una tarde villanuevera, cuando contemplaba la lejanía rojiza del día que se
iba, de su vida que se le iba. Cuando Poncho Cotes llegó ante su féretro le dijo la
famosa frase: “Chico, es patrimonio de nosotros los románticos morir del corazón”.
Villanueva guardó un profundo silencio y todavía le recuerda como a un buen ser
humano.

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

El profesor José Francisco Daza, fue uno de los personajes que contribuyó a
engrandecer la vida académica e institucional del Instituto Técnico Industrial Pedro
Castro Monsalvo (Instpecam), hecho resaltado en la celebración de los 72 años de
creada la mencionada Institucion Educativa, al lado de su fundador, el senador Pedro
Castro Monsalvo; Joaquín Enrique Ribón, su primer rector; Eloy Quintero Araujo, su
primer secretario-pagador, Victor Meza Bornachera, que aún sobrevive, fue
estudiante, profesor y rector, el profesor José Francisco desempeño además los
cargos de prefecto de disciplina, secretario-pagador y rector

115
Remembranzas de Valledupar

Maestro José Benito Barros

“Esta noche es nochebuena/ vamos al


monte, hermanito, / a cortar un arbolito /
porque la noche es serena. / Los reyes y los
pastores / cantan siguiendo una estrella. /
Le cantan a Jesús Niño / hijo de la Virgen
bella” (José Benito Barros).

Por su orfandad desde muy niño se vio


obligado, a vivir calle arriba y calle abajo
haciendo travesuras. Para proveer y
aportar algo al sostenimiento de su familia y
la consabida invitación a la novia a cine u
otro lugar, organiza con su hermano una sociedad de emboladores, que duró hasta
cuando llegó un parroquiano con unos zapatos combinados blanco y negro. José
Barros sin darse cuenta por estar discutiendo, sacó la tintilla negra y con ella untó la
parte blanca del zapato, el cliente entro en cólera, en medio de su inconformidad lo
insultó.

Huyó atemorizado tuvo que abandonar ese oficio. El juego y el trabajo marcaron los
primeros años de su vida. Heredó la vena musical de su tío Roberto Palomino, que
cantaba muy bonito y tocaba muy bien el tiple. Siendo niño comenzó agudizar su oído
cuando escuchaba las melodías que este interpretaba de los mejores compositores
de la época: Agustín Lara y los más famosos tangos de Carlos Gardel. Con sus
amigos de “La Barra”, organizó conjuntos musicales, imitando varios instrumentos. A
medianoche salían a entonar serenatas a sus novias y por encargo.

La afición por la música y el canto fue creciendo. Forma parte de un círculo selecto de
jóvenes amantes de la literatura y la buena poesía para estudiar a: García Lorca,
Pablo Neruda, Porfirio Barca Jacob, Julio Flórez, entre otros. Dice: “Neruda y todos
vivían siempre en mi pensamiento, los leía mucho, entonces yo empecé con una
facilidad a hacer versos, porque desde esa edad comencé a componer canciones con
una rima muy perfecta”. Con la guitarra en la mano, canciones en su mente y el
espíritu aventurero, inicia el peregrinaje por el mundo. No contaba aún con libreta
militar. Viajó a Santa Marta e ingresa a prestar el servicio militar obligatorio. Aun allí
buscaba el espacio para la música. Según sus biógrafos, aprendió a tocar guitarra
con el soldado Jaime Gutiérrez y las noches las aprovechaba para componer boleros.

116
Giomar Lucía Guerra Bonilla

En 1934 decide, embarcarse como polizón en el barco Medellín, no logró llegar a su


destino, en el puesto de Barrancabermeja lo bajaron. Allí trabajó en Tropical Oíl
Company, donde se relacionó con músicos y formó parte de grupos que tocaban en
los bares. De ahí partió a Segovia (Antioquia), ilusionado por las minas de oro, donde
desempeñó trabajos forzados. El socavón de las minas oscurecía su calidad de
compositor. Aquí permaneció un año.

Viaja a Medellín a donde llegó sin un peso en el bolsillo. Una guitarra rasgada a tiempo
con el verso preciso daría para vivir. Grandes repercusiones en su vida artística tuvo
la corta permanencia en esta ciudad. Vivió penurias. Las canciones y su guitarra lo
acercaban por las noches al mundo de arrabal, de celos, traiciones, puñaladas.
Compuso entonces muchos tangos. Sus amigos insistían para que se presentara en
La Voz del Triunfo. Lo animan para que participe en un concurso de canción inédita en
la Voz de Antioquia y ganó con la canción “El Minero”.

Mientras tanto en su tierra natal se comentaba que había muerto y le celebraron hasta
la misa de nueve noches. Reside en Bogotá en la década de 1950. En la capital
constató que la música costeña estaba entrando con fuerza al interior del país; por
esos días compuso su célebre “Gallo Tuerto.” Alcanzó gran prestigio. Viaja a Panamá,
México y Argentina. Las influencias de la música de estos países lo llevan a componer
rancheras y tangos.

Después de tanto sufrir sus sueños se cumplen. En la cotidianidad de la música


colombiana, está al lado de personajes como Luis Uribe, Lucho Bermúdez, Pacho
Galán, entre muchos otros y es considerado uno de los más prolíficos compositores,
dueños de los más variados géneros musicales.

117
Remembranzas de Valledupar

Pablo “Pablito” Flórez, Premio Nacional Vida y Obra

Ministerio de Cultura

“Mi porro me sabe a todo lo bueno de mi región / Me sabe a caña, me sabe a todo
Me sabe a fiesta, me sabe a ron / Me sabe a piña, me sabe a mango
Me sabe a leche esperá en corral / me sabe a china esparasca en fandango”

Un hombre, un sombrero, una guitarra: él


es “Pablito” Flórez, nacido en Ciénaga de
Oro el 27 de junio de 1926. Hace más de
cuatro décadas ha incursionado en la
música a tal grado que en su haber cuenta
con más de quinientas canciones en
variados ritmos y con diversidad temática
y rítmica, pasando por el porro, cumbias,
fandangos, valses, merengues.
Pablo Flórez. Foto: Fernando Mercado
Componer y cantar es para él una
necesidad intrínseca, es la mejor expresión de su ser vital. Al lado de los cantos de
amor, están las composiciones referidas a la memoria autóctona, otras donde deja
traslucir su sentido crítico e irónico y no faltan las manifestaciones de su buen humor,
traducidas en versos sencillos, donde pone de presente una poesía natural.

Dice el reconocido escritor José Luís Garcés, que: “Pablito Flórez, apela a todos los
recursos que le ofrece su entorno social, natural y humano. En sus cantos tienen
como motivaciones los personajes sencillos del pueblo, su tierra, el río, los animales,
la naturaleza rescatando su engranaje natural”.

Su pentagrama está caracterizado por la alegría, le canta al amor de manera


generosa, mostrando las ganas de vivir, donde se refleja además su conciencia
crítica. Son de un contenido cultural y pedagógico que incitan al apego a la tierra, a
amar al Sinú, por tanto lo que hace es realizar una lectura específica de la historia
local con gusto y sentido estético. Su música produce recuerdos y sentimientos, son
los aires que respiran los pueblos y veredas de Córdoba, región a la que rinde
homenaje en sus cantos.

Una de sus canciones más conocidas es “La aventurera”, interpretada por él y

118
Giomar Lucía Guerra Bonilla

grabada por Lucho Campillo, Julio Rojas, Oswaldo Rojano, Moisés Angulo, La Negra
Grande y Totó La Momposina. Son famosas además, la ranchera “Feliz golondrina”,
el tango “Murió mi madrecita”, el fandango “Tres clarinetes”, el pasillo “Rosas de la
tarde”,el porro “Los sabores del porro”, “La cumbia está herida”, el paseo
“Escuchando a Alejo”, el merengue “María Marzola y otras.”

Quienes han estudiado sus manifestaciones musicales, afirman que el punteo de su


guitarra es un buen ejemplo de la asimilación del son cubano y en lo nacional se
asemeja a Buitrago, La Ministra de Cultura, Paula Moreno Zapata, presente en el
Festival de San Pelayo, aprovechó este excelente escenario para hacer entrega del
Premio Nacional Vida y Obra 2008 a “Pablito”. El concursó con cuarenta y dos
postulantes, evaluados por un comité integrado por Amparo Sinisterra de Carvajal,
Directora de Proartes, el economista y magister en estudios del Caribe, Alberto Abello
Vives y el escritor Hugo Chaparro Valderrama. El premio le fue otorgado por la
reconocida importancia de su obra para la música popular colombiana.

“Pablo Flórez no interpreta o compone porros: él es el porro encarnado desde que


naciera en Ciénaga de Oro (Córdoba). Un artista irremplazable, con un estilo que ha
creado escuela y se ha convertido en tradición para la memoria. Sin el legado de sus
melodías y de las historias que narra, Colombia sería algo parecido a la respuesta
que el mismo Flórez le diera a un periodista cuando le preguntó, cómo sería la vida sin
música: “un cementerio de muertos que caminan y miran, pero que no sienten”.

Su estado de salud es precario en estos momentos y como casi todos los artistas del
país carece de seguridad social. Su familia reconoce que el premio lo ha recibido con
regocijo por cuanto significa en sí. A propósito afirma su hijo”. Mi padre está en una
situación de salud muy dura, pero lo del premio ha sido una sorpresa impresionante
que le ha subido el ánimo.”

La antropóloga Gloria Triana, en Yuruparí, dedicó un programa especial a este


compositor. Es personaje de la novela “La Lío y otras mujeres” de la escritora Soad
Louis Laka. No nos queda sino desear que el maestro “Pablito”, se reponga de sus
quebrantos de salud, quien también en las épocas de carnavales, con su grupo
musical estuvo en las más famosas casetas de esos momentos en Valledupar.

119
Remembranzas de Valledupar

Antonio María Peñaloza Cervantes

“Yo te amé con gran delirio


De pasión desenfrenada/
Te reías del martirio/
Te reías del martirio/
De mi pobre corazón”…

La historia de las sociedades ha tenido un soporte


importante en la música y según su desarrollo en el
tiempo, el diario acontecer y la época, han surgido
variados géneros fundamentados en razones
individuales, del entorno y los acontecimientos que
ejercen influencia decisiva en la creación artística,
tal es el caso del maestro Antonio María Peñaloza
Cervantes (1916 - 2005), apóstol y genio del folclor
musical costeño, quien desde sus años juveniles la asumió con ilusión, cuando esta
aun era discriminada en fiestas de postín.

A propósito Alfredo de la Espriella dice que por los años cincuenta, en Bogotá se le
ocurrió a un barranquillero nato y neto, Pascual Del Vechio, alquilarle la estación “La
voz de la Víctor”, un espacio para difundir nuestra música denominado “La Hora
Costeña”, el que financiaron con propaganda del propio almacén Pascual.

Quienes animaban esta fiesta dominical eran José Barros y Antonio María Peñaloza,
“Tres musiquitos”, a juicio de críticos de entonces, quienes integraban una
orquestica, que no se podía llamar tal, a la cual se unió otro jovencito del Carmen de
Bolívar, Lucho Bermúdez . Alli conoció a la que sería su esposa y voz brillante de su
orquesta cuando, su carrera logró alcanzar la cima de la popularidad: Matilde Díaz.

La mala suerte del trío remata con el “Tatequieto”, que a través de su columna en El
Tiempo les da Calibán (Enrique Santos Montejo). Él se vino lanza en ristre con el
programa de estos costeños. Reclamándole a “La Vos de la Víctor”, cómo era posible
que una emisora de su prestigio y categoría, le faltara la consideración de su vasta
audiencia capitalina tan respetable, auspiciando un programa con esa música para
“negros”. Hasta ahí llego la “Hora Costeña”.

Considero importante referirnos al maestro Peñaloza por su obra musical y además

120
Giomar Lucía Guerra Bonilla

por haber vivido en esta ciudad, vinculado al departamento del Cesar como
Coordinador de Música de la Casa de la Cultura “Cecilia Caballero de López”, siendo
director de la misma Álvaro Castro Socarrás. De sus alumnos más brillantes mientras
permaneció allí, podemos citar a Andrés “El Turco” Gil. En ese periodo, con su
proverbial sencillez, además de brindar amistad a todos, estuvo abierto a compartir
sus conocimientos en charlas informales y cursos dirigidos a la formación de niños y
jóvenes, en solfeo, piano, acordeón y guitarra. Severo y exigente profesionalmente,
sus juicios y críticas eran tenidos en cuenta en el ámbito musical. Fue profesor del
gran saxofonista Justo Almario.

La fundación Cultural Nueva Música financió la obra titulada “Peñaloza en Tono


Mayor”. Escrita por Adlai Stevenson Samper. El Maestro Peñaloza pasó sus últimos
años como profesor de la Facultad de Música de la Universidad del Atlántico.

Reconocido como compositor, arreglista y trompetista, nació en Plato (Magdalena).


Su infancia trascurrió en Ariguaní (Cesar), donde aprendió a tocar la caja, Era una
caja grande de madera donde guardaban antes en las tiendas de los pueblos, la
manteca y el petróleo. En 1930 inicia con el músico Andrés Ospino, estudios para la
ejecución de la trompeta. En Aracataca estudia con el músico Rafael Acosta, tío de
Lucho Bermúdez. De allí viajó a Ciénaga como integrante de la banda de Dámaso
Hernández.

Una decepción amorosa lo lleva a Barranquilla en donde ingresó como trompetista de


la Banda Departamental del Atlántico. Llega a Bogotá en 1940, donde además de
estudiar música, trabaja con la Banda Nacional y la Orquesta Sinfónica Nacional.

En una tertulia - reportaje realizada en el año 1998 al nonagenario personaje, músico


que llenó de prestigio, admiración y respeto el pentagrama del Caribe Colombiano,
con asombrosa lucidez recordó de “pe a pa” los pormenores de la grabación de “Te
Olvidé”, el poema del español Mariano San Idelfonso, con cuyo arreglo musical en
ritmo de garabato tuvo mucho éxito. Comenta el Maestro Peñaloza que San Ildefonso
sabía que era arreglista musical. “Me mostró varios poemas para que les pusiera
música. El único que me gustó fue “Te Olvidé”, los demás eran “malucongos”. Decía
que en la música española hay ese revés de la medalla del anverso de la vida. Le hice
algunas correcciones”. La letra dice así.

“Yo te amé con gran delirio / de pasión desesperada / te reías del martirio/ de mi pobre
corazón/ y si yo te preguntaba el porqué no me querías / tú sin contestarme nada /

121
Remembranzas de Valledupar

solamente te reías/ destrozando mi ilusión.

Te pedí que volviera a mi lado / y en vano tantas veces te rogué / que por haberme tu
burla ya curado/ te olvidé.

De la vida que tuviste / al fin se que te has cansado / y ahora ya quien está triste / es tu
pobre corazón / y aunque digas que me quieres / ya de ti nunca me fio / pero aunque
te desesperes / ahora soy yo quien me río de tu desesperación.

Las correcciones que quiso introducir fueron:


Ahora soy yo quien se ríe de tu desesperación /
Yo de ti nunca me fío
(el original decía: ya de ti nunca me fío).

En el momento de la grabación introduciría las correcciones, pero el cantante Alberto


Fernández cantó la letra original. No fue posible corregir; en esa época cuando se
“prendía el bombillo rojo”, la grabación iba hasta el final.

Adlai Stevenson Samper, su biógrafo, dice que “Te Olvidé” fue grabado con un combo
que dirigía el mismo Peñaloza, quien hizo ese inolvidable solo de trompeta que
identifica a la versión original, con el respaldo rítmico del trío panameño de jazz Set
Rose Cerro; en la segunda trompeta el cucuteño Jorge Jiménez (cantabonito),
apodado así por la belleza de su toque. Para la grabación del tema alquilaron los
estudios de “La Voz de Colombia”, ubicado para entonces en la carrera 8 con calle 17,
en Bogotá.

La canción fue estrenada en Cartagena para las fiestas del 11de noviembre de 1953 y
el producto se vendió como “pan caliente”. En Barranquilla al año siguiente con la
fiesta currambera.

Composición que como Joselito Carnaval se sacude la ceniza y la maicena para


revenderse en el siguiente carnaval. Julio Oñate Martínez, coleccionista y estudioso
de la música vallenata y caribeña, dice que la primera grabación de “Te Olvidé” fue
impresa en disco de acetato, del cual él conserva un ejemplar.

La importancia de esta creación para la Costa Caribe es indiscutible. Peñaloza decide


arropar con ritmo de carnaval la letra que le enseñó un sueño que desde niño tenía en
su mente, mientras acariciaba la tumbadora y tocaba la trompeta. Quienes lo han

122
Giomar Lucía Guerra Bonilla

estudiado más a fondo, consideran que por primera vez la orquestación de un disco
se adapta a un ritmo extraído de las manifestaciones de las danzas del carnaval, que
llegaban a Barranquilla de los diversos pueblos del Río del Magdalena a hacer
presentación en esta fiesta, ejecutando variados ritmos: congos, pajarito, chandé,
tambora, garabato. Él tomó de los tamborileros las generalidades para su arreglo.

El compositor Juan Carlos Rueda, quien hizo la música para la película “El Último
Carnaval”, dirigida por Ernesto McCausland, escogió “Te Olvidé” como “la canción
para realizar sobre ella variaciones sinfónicas y acompañar las diferentes escenas de
la película: las de suspenso, ternura, alegría, jolgorio, por su riqueza melódica y
armónica”.

Su obra musical es amplía y reconocida. Además de “Te Olvidé” en múltiples


versiones de músicos y orquestas nacionales e internacionales, crea otras canciones
de gran valor artístico y musical interpretadas por los grupos musicales de danzas y
cumbiambas, a partir de las versiones, entre otras, de Totó La Momposina, Joe
Arroyo, el Checo Acosta. Sobre el relato contenido en unas de sus composiciones,
“Mátese media vaca” fue catalogada por el fallecido presidente Alfonso López
Michelsen como una especie de “Cien Años de Soledad” condensada en tres
minutos.

Su excentricidad lo llevó al manifestar su última voluntad: que cuatro caballos negros


y cuatro blancos jalaran un coche con su ataúd. Al morir fue consultada sobre este
particular una de sus hijas, la condesa Rosa Peñaloza Santuchi, quien manifestó que
se cumpliera con lo que su padre había pedido en vida.

Y retomando a su biógrafo, quedémonos con el guapirreo muy sentido y pleno de


referencia a su ancestro geográfico y a su pasado musical conque inicia el diálogo
responsorial de la trompeta del Maestro Peñaloza y la irrupción de su voz ronca y
emocionada dando vivas al carnaval y a la danza del garabato, para finalizar con la
repetición del estribillo: “Te Olvidé, te olvidé, te olvidé...
Ahora soy yo quien se ríe de tu desesperación/
Yo de ti nunca me fío

En el momento de la grabación introduciría las correcciones, pero el cantante Alberto


Fernández cantó la letra original. No fue posible corregir; en esa época cuando se
“prendía el bombillo rojo”, la grabación iba hasta el final.

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Capítulo II
Novelistas y Poetas
Giomar Lucía Guerra Bonilla

Mercedes Raquel Barcha Pardo,


” La Gaba”

“Voy a contar esta historia con la misma cara de palo conque mi abuela me
contaba sus historias fantásticas, partiendo de aquella tarde en que mi abuelo
me llevó a conocer el hielo.” (Gabriel García Márquez).

Gabito bailó con Mercedes las tres noches del Festival Vallenato que en su honor hizo la Junta Directiva,
encabezada por su Presidenta Consuelo Araújo Noguera. (Revista Semana)

En periodo de vacaciones estudiantiles viajaba a visitar a sus padres residenciados


en la población de Sucre, después de la muerte en 1936 del abuelo Papalelo como lo
apodaba. Allí la conoció en un baile de Cayetano Gentile (Santiago Nasar en Crónica

127
Remembranzas de Valledupar

de una Muerte Anunciada). Persiguió a su amiga de infancia por años, hasta que se
encontraron a comienzos de la década del 50 en Barranquilla, en la época en que él
trabajó en El Heraldo y la familia de ella había llegado a esta ciudad. Don Demetrio
Barcha, su padre, un boticario de Sincelejo quien se instaló en Barranquilla, cerca al
Hotel El Prado adonde Gabo y Mercedes iban a bailar los domingos. Ella dice
“Cuando yo tenía esa edad mi papá aseguraba que todavía no había nacido el
príncipe que se iba a casar conmigo”. Al viajar a Europa enviado por El Espectador en
1955, iba enamorado y con noviazgo en firme, había decidido casarse con ella. (Silvia
Galvis. Los García Márquez).

En efecto asi lo hizo, un marzo de 1958


en ceremonia realizada en la iglesia de
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro
de Barranquilla con Mercedes «a la que
le había propuesto matrimonio desde
sus trece años». El tenia 31 años de
edad, ella cumplía 25. Llegó el día
anterior de Caracas donde trabajaba en
las revistas Élite y Venezuela Gráfica.
“Esta es la primera casa a la que entro como casado”, le dijo a la poetisa
barranquillera Meira del Mar a donde fue a almorzar después de la ceremonia.
Siempre ha afirmado: “Con Mercedes conformo un matrimonio maravilloso”.

Su compadre periodista y escritor Plinio Apuleyo Mendoza, en el Olor de la Guayaba,


habla de las mujeres que dejaron huellas en su vida. Inicia con su abuela, Tranquilina
Iguarán Cotes, (Mina) a quien describe como “una mujer imaginativa y supersticiosa
que llenaba la casa con historias de fantasmas, premoniciones, augurios y signos a
tal grado que la considera la primera y principal influencia literaria y de su estilo e
inspiradora del personaje de Úrsula Iguarán en Cien años de soledad.

Mercedes Barcha, a quien García Márquez afirma haberla conocido delgada como
un alambre. En 1996, durante el cierre de un taller de periodismo deportivo en
Cartagena, comenta de manera espontánea una columna escrita por él a principios
de los años 50 titulada 'La jirafa'.Alli regaló la pregunta que ningún periodista le había
hecho.

“¿Por qué yo 'bauticé' a esa columna con el nombre de La Jirafa?”, respondió. Y tras
una breve pausa, agregó: “Así le decía yo a Mercedes, el amor de mi vida”.

128
Giomar Lucía Guerra Bonilla

Ano 1965. El conductor que iba en el automóvil vía México Acapulco con su mujer y
sus dos hijos, frenó en seco y viró para encaminarse a ciudad de México. Le dijo a ella
que había llegado a su mente la inspiración que por tantos años había buscado,
desde cuando siendo niño su abuelo lo llevó a conocer el hielo: Como iniciar su
novela Cien años de soledad. Mercedes mostró durante este tiempo su capacidad
para enfrentar y asumir una serie de responsabilidades económicas, porque la venta
del carro y otros enseres que le permitieron a Gabo encerrarse a escribir duraron
apenas seis meses. Ella toreaba de manera recursiva las dificultades económicas.
En casa nunca faltó nada, ni las 500 hojas que a menudo requería el nobel escritor.
Cuando más desesperada parecía la situación, Francisco Antonio Porrúa le ofreció
un anticipo de US$500 para publicar la novela que dejó deslumbrados a sus lectores
al leer algunos apartes publicados en El Espectador y en la revista Nuevo Mundo de
París.

Y lo mismo le sucedió a Miguel Porrúa quien dijo: no sé si el autor es un genio o está


loco. Empapeló sin darse cuenta el largo pasillo que iba desde la entrada del
apartamento hasta el estudio con hileras de papel, que simulaban estar allí para
limpiarse los zapatos después del aguacero que ese día había caído en Buenos
Aires, eran las cuartillas que ante la emoción que sentía al leerlas, Porrúa iba dejando
caer a medida que leía la magistral obra.

El novelista Tomas Eloy Martínez (fallecido), jefe de redacción del Semanario Primera
Plana con el que Francisco Porrúa director literario de la editorial Sudamericana, hizo
una alianza para publicar Cien años de soledad, su novela de gloria premio Nobel de
literatura 1982, comenta los García Márquez llegaron a Buenos Aires el 16 de agosto
de 1967: Vimos bajar al escritor con una indescriptible chaqueta a cuadros, en la que
se entretejían rojos chillones con los azules eléctricos del Caribe. Lo acompañaba
una mujer bellísima, de grandes ojos orientales, que parecía la reina Nefertiti en
versión de la costa colombiana. Era Mercedes. (Tomás Eloy Martínez. García
Márquez, hace 40 años ).

Descripción que coincide con la que hace Gerald Martin, uno de sus biógrafos, “es
una mujer alta y linda con pelo marrón hasta los hombros, nieta de un inmigrante
egipcio, lo que al parecer se manifiesta en unos pómulos anchos y ojos castaños
grandes y penetrantes.” “Sin Mercedes no hubiera llegado a escribir el libro”, dijo una
vez antes de recibir en 1982 el Premio Nobel de Literatura. Aída, hermana menor del
escritor, dice que “Lo que sí me consta, todavía hoy, es que Gabito respira por el
pulmón de Mercedes”.

129
Remembranzas de Valledupar

Con sobrada razón los gabólogos le reconocen sus méritos y han iniciado el trabajo
que hace tiempo debió hacerse sobre Mercedes de quien García Márquez afirma que
es una extensión de su personalidad, a pesar de haber roto su silencio en
muy pocas oportunidades. Precisamente fue hace algunas semanas en la entrevista
que concedió al escritor puertorriqueño Héctor Feliciano, de los diarios El País, de
España, y El Clarín, de Argentina, donde por primera vez dio a conocer aspectos
relevantes de su vida familiar después de 54 años de vida matrimonial. Esta
entrevista aún inédita será publicada en más de 20 páginas como parte del libro
García Márquez, periodista, que incluye además la recopilación de las crónicas
periodísticas durante su paso por El Espectador y El Heraldo de Barranquilla.
Publicación que se hará gracias a una alianza editorial entre la Fundación Nuevo
Periodismo Iberoamericano, que lidera Jaime Abello Banfi y la organización Ardila
Lulle.

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Mary Daza Orozco y una nueva novela

Acabo de releer “Beliza, tu pelo tiene…”, nombre lleno de magia y fantasía, con olor a
azahares y jazmines, esparcido en el ambiente idílico de Manaure de la Montaña.

Olor a ella, a Mary Daza Orozco, a la niña mujer, la de ahora y la de ayer: sutil,
candorosa, cautivadora. Destacada novelista; lectora incansable, con buen sentido
del humor, irónica a veces, arriesgada en otros momentos. Es la literata que plasma
esa cruel e interminable realidad que vivimos en nuestro país en bellos escritos hasta
lograr encaminarnos por un mundo mágico.

Una vez más, nos sorprende con su nuevo y original libro titulado “Beliza, tu pelo
tiene”, finalista en el concurso de literatura en el género de Testimonio, Premios
Nacionales del Ministerio de Cultura. En él campea el lenguaje del buen gusto para
deleite del espíritu. Literatura plena de vivencias, evocaciones y nostálgicas
remembranzas.

Al leer “Beliza, tu pelo tiene…” las lágrimas surcaron mi rostro. Cautivada por el
embrujo de la casa, de la vieja casona que ya no es, de la lámpara de petróleo que la
madre colgaba del dintel noche tras noche; “del circulo brillante sobre el piso frio”,
donde hacían la reunión de los siete niños, ellos que tuvieron la felicidad de gozar de
la paz que reinaba en esos momentos, acompañados del tío Beltrán con su poema,
nunca acabado, para Beliza que campea por toda la novela.

Mary ha escarbado y esculcado en el árbol genealógico familiar, adentro sus


miembros como sugestivos personajes, rebuscando en el baúl de los recuerdos para

131
Remembranzas de Valledupar

plasmar, además, en este libro leyendas, nuestras costumbres ancestrales y de esta


manera nos encamina hacia un reencuentro con la tradición oral, pero su imaginación
de novelista se desarrolla por limites inusitados, jamás imaginados, hasta llevarnos
agarradas de su mano a disfrutar del perfume de los azahares en el ambiente de
Manaure de la Montaña.

El desarrollo de los relatos que juegan con la fantasía deleita por el lenguaje limpio,
transparente y desenvuelto, lleno de gracia, raudo, sonoro al oído, como el cauce de
un río cristalino a cuya orilla nos echamos a descansar. Ante tantas imágenes solo
nos queda pedir con ella: “Señor, devuélvenos el país”, ese que anhelamos lleno de
paz, el de las lunas llenas, las rondas infantiles, los cuentos de miedo, el de los
abuelos sonrientes y el de los niños confiados como Beliza que solo creía en el bien y
la libertad.

Una primicia
No me aguanté y llamé a Mary, como siempre despreocupada y amable, me
agradeció los comentarios, orales, que le hice, y nos trenzamos en una buena charla,
ella estaba más interesada en mi libro que voy a publicar “Crónicas y relatos de
Valledupar”, que en lo que le decía sobre su obra, ella es así, primero los demás,
después ella.

Escribe para el mundo, se ríe de las críticas malas, ella las llama “libres” porque cada
quién puede interpretar los libros como quiera, me contó que está terminando una
“novelita” (¡Qué primicia!) que ha titulado “Lo que tú quieras”, le provoca a uno tenerla
ya en las manos para leerla y gustar de su estilo único, pero ella no adelanta nada del
tema a tratar, pude vislumbrar algo como que trata de un amor imposible.

“Yo no soy de novela rosas, pero el amor es interesante, es fundamentar para aliviar el
día a día” -dice- se queda seria- y de pronto exclama: “No ser nada y no amar nada, es
lo mismo”. Me da la impresión de que está enamorada, me atrevo a preguntarle y me
contesta con una carcajada: “Toda mi vida he estado enamorada”, ¿De quién? -
Pregunto- “de alguien”, contesta y cambia el tema y habló de lo poco que se lee. “Yo
pocas veces regalo libros y cuando lo hago es porque creo que la persona va a leerlo,
pero no.

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Vivencias del Recital de la Poetisa


María Mercedes Carranza en Valledupar

Todos estábamos a la espera, como en el


célebre cuento del 'copetón' Cepeda Samudio,
de la tan anunciada llegada de María Mercedes
Carranza a Valledupar, de tal manera que esa
memorable noche el auditorio de la Escuela de
Bellas Artes estaba colmado de admiradores de
la buena poesía, para participar de ese
encuentro místico-poético que es la fiesta del
intelecto.

Aguardamos largo rato, pero lo ameritaba.


Silvia Betancourt a mi lado derecho y María
Victoria Saade a mi izquierda, de las primeras
en llegar, no sabíamos qué posición adoptar en las sillas. Luis Mizar, con su particular
silencio interior, mientras esperaba desgranaba versos de colores, azul y sepia, con
su inseparable compañera, la mochila arhuaca, terciá en el hombro izquierdo, muy
cerca de su corazón, testigo de sus más recónditos secretos.

¡Al fin…!, la poetisa María Mercedes Carranza ingresó al auditorio. Suave, sutil,
pausadamente caminó en medio de la ovación de los asistentes quienes con
ansiedad no veíamos el momento de escuchar de viva voz sus poemas.

José Atuesta, reconocido poeta de la región, hizo una amena e interesante


presentación, donde conversó sobre la influencia literaria de María Mercedes
Carranza, especialmente la que provenía de su padre, el poeta Carranza, y del desfile
de literatos nacionales y extranjeros que visitaron el hogar paterno, quedando en ella
huellas indelebles. Culto a la palabra que dejaría muchas metáforas regadas en sus
mente, que con el transcurrir del tiempo la conducirían por el camino de una intensa
actividad literaria, manifiesta en su vocación creativa y la afición pedagógica hacia el
arte poético: incentivando concursos ('Descanse en paz la guerra' fue el último que
convocó) y la dirección de la Casa de Poesía Silva por más de 18 años. Son éstos
argumentos reveladores de su labor educativa.

A pesar de las influencias mencionadas ella supo crear su propio estilo a través de
una poética renovadora, en la que están presentes los momentos históricos en los

133
Remembranzas de Valledupar

que nació y vivió. Todos aquellos elementos que constituyen la historia universal,
nacional y personal, desarrollados en un tono amable y cordial que conduce al lector a
descubrir nuestros comportamientos sociales, sin bellezas formales, pero con mucho
talento, unido a un sentido poético caracterizado por el ingenio, por el humor y la
energía.

Esa tarde inolvidable, ella con su tenue, suave, cadenciosa y bien modulada voz,
inició su intervención así:

“Comienzo por decirles que para mi es muy grato estar aquí en Valledupar con
ustedes esta noche y compartir unos versos. Voy a leerles algunos de mis poemas:

Hizo un breve recorrido por su obra poética. Inició con la obra 'Vainas y otros Poemas',
publicada en 1972. Habla de su segundo libro titulado 'Tengo Miedo', del año 1982.

“Tengo Miedo Miradme: en mi habita el miedo Tras estos ojos serenos, en este cuerpo
que ama: el miedo El miedo al amanecer porque inevitable el sol saldrá y he de verlo
Cuando atardece porque puede no salir mañana Vigilo los ruidos misteriosos de esta
casa que se derrumba, Ya los fantasmas, las sombras me cercan y tengo miedo
Procuro dormir con la luz encendida y me hago como puedo a lanzas, corazas,
ilusiones. Pero basta, quizás solo una mancha en el mantel para que de nuevo se
adueñe de mi el espanto Nada me calma ni sosiega: Ni esta palabra inútil, ni esta
pasión de amor, ni el espejo donde veo ya mi rostro muerto. Oidme bien, lo digo a
gritos: tengo miedo”.

Su tercer libro lo tituló Ola Soledad, publicado en 1987. De su arte poético nos dio a
conocer además 'Cuando escribo sentada en el sofá', poema dedicado a su padre,
quien le enseñó las primeras palabras y también las últimas.

La interrogamos sobre la poesía. Nos respondió:

“Pienso que la poesía es una vocación que tenemos todos los seres humanos, no
creo que sea una vocación especial mía, no; es una vocación común del ser humano,
lo que pasa es que algunas personas disfrutan más esa inspiración.

¿Por qué es claro que la poesía es algo inherente al ser humano? Nosotros somos
seres de palabras, eso es lo que nos caracteriza la palabra y el lenguaje, es lo que nos
separa del mundo natural. Es obvio, por ejemplo que los animales tienen su lenguaje,

134
Giomar Lucía Guerra Bonilla

pero es un lenguaje muy distinto al nuestro, porque tenemos la capacidad de


abstracción, tenemos la capacidad de crear símbolos.

¿ Y… qué es la poesía? Para mí, pienso que la poesía sirve para unir al que la lee y a
quien la escribe. Por ejemplo, si esta tarde yo leí un poema y a alguien en esta sala,
una palabra, un verso que yo dije, le sirve para vivir, para sobrevivir, para solucionar
algo, para iluminarlo de alguna manera, estarán justificados mis más de treinta años
dedicados a la poesía, aunque solo le sirva a una persona. Yo estoy convencida de
eso, porque además el lenguaje se vuelve fórmula en la sociedad y vamos perdiendo
el sentido original de las palabras. Se vuelven meros comodines, casi monedas de
uso”.

“Ser poeta implica rescatar el sentido original de las palabras, por eso los poemas son
únicos, por eso en un poema cada palabra es absolutamente necesaria y no se puede
remplazar por otra. Cuando hay una crisis como la que vivimos en Colombia en estos
momentos, entra en crisis el lenguaje. Un síntoma es la manera cómo hablamos al
utilizar el lenguaje de manera falsa en algunas circunstancias”.

¿Qué persigue la poesía? ¡Caramba! La poesía en últimas busca la comunicación,


ese es el sentido de la poesía para mí: Comunicar. Cuando yo estaba leyendo los
poemas, estaba comunicándome con ustedes. Para esto se requieren dos personas:
una que habla y otra que oye. Pues bien, en el país parece que se hubiera producido
un cortocircuito entre estos dos actores. Aquí se nos acabaron las palabras. La
comunicación en los dos sentidos se tronchó. Hablamos con los métodos de la
violencia que dominan en el país”.

Finaliza diciendo: “la poesía entre tantas cosas es una esencia de belleza y amor y
por lo tanto su goce nos debe hacer mejores, pero no nos basta con ser mejores o con
tener la verdad y la sabiduría al servicio de algo. Ese algo debe ser hoy para todos los
colombianos, edificar una sociedad más justa.

Una triste despedida nos sorprende el 11 de julio de 2003. Después de conversar con
varios amigos y terminar su trabajo en la Casa de Poesía Silva se fue a su casa y
tomó una decisión dolorosa y radical que quizás no fue súbita, sino efecto del
sufrimiento, a menudo suspiraba y repetía: “¡ Ay, este país nos está matando!”. En su
corazón había mucho dolor por el asesinato de Luis Carlos Galán, dos de sus mejores
amigas y el secuestro de uno de sus hermanos. Ya no resistía tanto atropello e
injusticias situación reflejada en sus obras antes mencionadas. Su única hija Melibea,

135
Remembranzas de Valledupar

encontró la carta de despedida. Le hablaba del amor y de la juventud. Allí estaba


también uno de los libros que su padre, el poeta Eduardo Carranza había escrito. De
él es: “Todo cae, se esfuma, se despide, y yo mismo me estoy diciendo adiós”.

136
Giomar Lucía Guerra Bonilla

Divagaciones acerca del poeta Luis Mizar

El poeta Luis Mizar con su lento y pausado


caminar, ajeno a la prisa que hoy nos acosa a
todos, mejor catador de vinos. Lleva consigo su
inseparable mochila arhuaca en el hombro
izquierdo, testigo de sus más recónditos secretos
plasmados en versos. Va por ahí con su
contagiosa y envidiable paz interior, su hablar
pausado, como si degustara cada palabra que
modula y pronuncia al estilo de hermosos
poemas.

El poeta nos confiesa que la llegada del hombre a


la luna causó un impacto demoledor en su interior,
sufrió un choque emocional, era muy niño, creía que la luna era invulnerable,
intocable, por ser el motivo de inspiración de los poetas, de los cantos con que las
nanas y las madres arrullan y prodigan ternura a los niños.

La luna como símbolo lírico fue uno de sus motivos de inspiración, influyó
decisivamente en su creatividad poética, como leemos en uno de sus poemas “El
oficio de la luna.” “En el cielo está a punto de aparecer/ en todo su esplendor la
redondez apacible/ O ya la página azul ha sido fatigada/ por un vigor de luna llena/ El
oficio de la luna renace noche a noche/ en la demorada resignación de una sombra/ y
ese oficio (a pesar de su origen) es canto, aroma y misterio/ el aroma de la luna está a
punto de caer/ O ya ha caído en otro tiempo/ dónde, cómo y por qué cae ese aroma?/
es el agobio perpetuo del sueño del hombre…

Nos manifiesta además que le gusta definirse como ese algo que anda por ahí y
encontrarse en los demás amigos, en una actitud solidaria y tolerante aceptando las
diferencias. Agrega, en cuanto a su afición por los literatos, siempre tengo en mi
almohada los cuentos de Rilke. Creo en la literatura como algo que me sirve para
exorcizar los miedos, creo en la literatura como algo que me da el derecho a soñar,
que me permite ser una especie de sonámbulo y burlarme de mi mismo.

Cada día soy más fervoroso admirador de Nietzche que del Santo Ecce Homo de los
vallenatos. Nietzche convocado como un principio crítico, complementado de todo lo
que fue el aporte al sentido de necesidad. Ningún poder quiere soportar la crítica. Que

137
Remembranzas de Valledupar

no nos obliguen a perder humanidad. Ser escritor es un acto de libertad, es una


terapia que se transforma en un hábito.

Escribe Schiller que la actividad del artista es como un juego y que el hombre solo es
libre cuando juega, porque entonces hace sus propias leyes. Mizar afirma además:
“El impulso lúdico es la manifestación torrencial de la libertad. El hombre es libre
cuando la realidad pierde su seriedad y agresividad y cuando su necesidad llega a ser
pompa de jabón, llega a ser leve como una pluma anidada en el viento, llega a ser
rayo de luna devorado por el rocío, cuando la necesidad llega a ser conjurada por la
risa espontanea, por el humor sano, que es otra forma de ejercer con dignidad la
lúdica, el hombre conquista las cumbres de la libertad”.

A propósito, dice: en el libro “Juegos y Rondas Infantiles”, Giomar Lucia Guerra


recogió las que identifican la comarca, las que nos ayudaban a fraternizar y confrontar
pilatunas e ideales, nos integraban, nos familiarizaban y nos hacían más humanos,
más personas. En estos juego recogidos con fervor pedagógico recuperamos el
Cañahuate florecido de minúsculos soles de nuestra infancia, porque evocando el
“Biron-Biron” nos sumergimos en el deshilado crepúsculo de nuestro barrio, en la
algarabía de los amigos, en la sonrisa cómplice y aprobatoria de mama”.

De su autoría el poeta nos ha regalado: Expresiones o Motivos para el descalabro


(1966), Psalmos Apócrifos (Premio Internacional de Poesía Carlos Castro Saavedra,
1995), Partituras Sepia para la Maga (2004) y la Bitácora del Atisbador (2006). En
“Partituras en Sepia para la Maga”, nos deleita a través de un recorrido por más de
cincuenta poemas, en los que traslucen las influencias literarias de Borges, Yukio
Mishima, Withman y de otros clásicos. No faltan además las huellas de Vivaldi y el
jazz de Louis Armstrong, dueños también de su armonía rítmica y pausada y de su
nostalgia y mansedumbre, sentimientos, imaginación, vivencias y añoranzas.

En Luis Mizar encontramos una de las voces más puras de la joven poesía
colombiana que ha logrado un timbre muy original. En quien el lenguaje de las
metáforas resbalan sutilmente por las escalinatas de los versos y estrofas de sus
poemas. A veces agudo e irreverente, otras pícaro, sutil y humorístico. Además de su
devoción por la poesía de calidad excelsa que nos ha legado, vive siempre dedicado
al ejercicio de un buen gestor cultural. Es una especie de “sereno”, de callado
vigilante, de profesión poeta, de pedagogo a través de conferencias, tertulias,
conversatorios, no solo en Valledupar, sino en muchas ciudades del país, haciendo
talleres de creación literaria, para formar los semilleros de jóvenes futuros bardos,

138
Giomar Lucía Guerra Bonilla

complementado todo esto con la cátedra universitaria en varias instituciones


educativa y la asesoría para la formación de grupos literarios.

El poeta seguirá a la altura de sus sueños: creando, escribiendo, enseñando y


lanzando su poesía al mundo para sensibilizarnos más y más, día a día.

139
Remembranzas de Valledupar

Diomedes Daza Daza y el don de la palabra


En el primer aniversario de fallecido

El epígrafe de esta reseña lo he considerado como el


más apropiado para designar al poeta Diomedes
Daza Daza. Fue la suya una vida entregada por
entero a los afanes del espíritu, que es tanto como
expresar el arte del buen decir o la palabra. El
hombre, el mundo, los árboles y las estrellas, eran su
predilección y por ello definen su acción, su arte y sus
pensamientos. Pero como el viejo poeta teológico,
también Diomedes Daza Daza, cantó las cotidianas
preocupaciones de los hombres, a fin de desterrar el
pesimismo y resaltar las esperanzas, y despertar la
mística de los corazones.

La génesis de donde dimana el arte del buen decir en Diomedes Daza Daza, como la
de todo buen poeta y cantor, es el retorno mental de la lectura de los primeros años,
los que predisponen nuestras fantasías cuando las cosas se presentan en trances
sublimados, cuando las empresas son tan considerables que rayan en el ideal,
entonces nuestros sentidos parecen como si quisieran acomodarse también a la
medida de las cosas y nuestras vidas emocionales se disponen de tal suerte que la
misma realidad transformada, engrandecida, se hace fantástica... la vida ya pasada
dormita el fondo de lejanas conciencias, al animarse de pronto esas actitudes, se
convierten en bellos gestos y primorosas palabras. Esto huele a Marcel Proust,
conocedor de la psicología de la palabra, tal como lo demuestra en su obra “El Tiempo
Recobrado”.

Acapara la palabra Diomedes Daza Daza, por la gravitación del gran Borges y esa
pléyade de poetas del “Éxodo del Llanto”. Consustanciado con las obras de Juan
Ramón Jiménez, de Lorca, de Alberti, de la literatura de la saga de los países
escandinavos, de los altos valores aventados en todos los mundos del orbe por el
drama de la patria, llevado de sobrecarga que “…en poesía toda creación perdurable
tiene el sello, casi siempre doloroso de la inteligencia.”

Ostentó una conciencia libre, desenfrenada, cruelmente lúcida, heredera de ese


moralismo pastoril cuya condición era desenmascarar la naturaleza humana, el
desequilibrio social y el civismo. Por eso se comprende la leyenda y el mito de la

140
Giomar Lucía Guerra Bonilla

poesía de Diomedes Daza Daza, que son las seducciones irracionales de la palabra.
La altura del espíritu, la distancia orgullosa. Sin embargo, es navío cargado de los
más preciados tesoros, inmovilizado y en apariencia impotente ante la llegada de los
bárbaros de la chatarra poética, es uno de los atrevidos al momento de zarpar. Y ello
es así que la poca obra conocida de nuestro poeta está tan ligada y atenazada al
pasado y a la tradición de la palabra que como tal ha llevado la virtualidad en alto
grado de la conciencia del presente y la imaginación del futuro que le da Diomedes.

Nuestro poeta obsesionado por el sueño del rigor absoluto y lo social, que se derivó y
recabó de su Maestro Borges y que ha dado, tanto en la prosa como en el verso un
sinnúmero de ejemplos de la expresión necesaria e inmutable, se puede decir que
con su don de la palabra es el bronce resistente a la erosión y a los poderes de la
sustitución, y que, aunque suena florido, es también hombre que se destacó por la
brillantez a la seducción de lo inmediato y de la paradoja. Es, en conclusión, el
hervidero del sonido y la musicalidad.

Uno de sus poemas puede ser un regalo vernáculo, algo telúrico o puede ser un
testimonio. Algo presente y vivo, puede ser el milagro de Patillal a la vista.

Escribió el elogio a la poesía que era su quehacer cotidiano, el del pueblo del bello
canto, del trajinar y dulce vivir, de la gracia, de la Sabana de Patillal, del gallo, del
caballo… en fin toda su obra, sobre todo el retorno de las cosas propias como la
reseña elocuentemente en su obra “autorretratos”, a veces es una percepción
trágica. Por ello siempre hace presencia en el eterno e inefable juego de que no hay
mejor alegría que la de sentir que lo perdido se convierte en hallado.

Así pues, que el pleno dominio de la palabra, hizo en él la eliminación o sobriedad del
gesto, evitando la verborrea, uno de nuestros males, teniendo siempre como
consigna que el buen sonido en la palabra, es el mejor gesto del hombre ya que fue el
primero.

Los tiempos que corren en nuestra patria, son tiempos difíciles. Tiempos de lucha y
riesgos, de avatares y retrocesos; vísperas de epifanías y resentimientos aciagos. La
dialéctica con los ideales antiguos del poeta, del filósofo, del artista que no se resigna
a periclitar, por avasallantes amenazas, ponen en juego dramáticamente la suerte del
hombre.

Nuestro poeta, interpretando su tiempo y su época decía que no se sabe dónde va a

141
Remembranzas de Valledupar

quedar un poco de tierra para pensar. De ahí su permanente anhelo de retornar a su


Patillal, para recordar como lo hizo en su libro inédito “Asedios a la épica” en su
poema “El viaje”: El cerro de las cabras con sus cachos de humo, el maestro de
vocales y su sílaba regional” y estos versos premonitorios “cuando sean inútiles los
recuerdos como fuego lento volveré en el universo”. Vivió sus últimos días entre las
tinieblas del pesimismo, invadido por las brumas del excepticismo persistente en una
época signada por el condicionamiento material, banal.

Hay épocas, en que ciertos escritores y poetas se vuelven enteramente pesimistas


anta la sociedad. En sus últimos días de existencia, se enamoró aún más de las
manifestaciones del espíritu, sentía que en la poesía podía encontrar un mínimo de
autenticidad.

Difícil lograr una certidumbre firmemente espiritual, y predicar que en la vida no hay
temor a las grandes desgracias sino a las pequeñas, como nos muestra el hecho de
que nos hayamos languideciendo lentamente con nuestras esperanzas y nuestras
ilusiones, siendo en realidad el aspecto más triste de nuestra existencia, al
contemporizar que la palabra sea callada.

Por eso una verdadera conciencia plenamente asumida, es darle la palabra


eternamente a nuestro poeta Diomedes Daza Daza, para que la existencia se
sobreponga a la muerte.

(Homenaje a Diomedes Daza Daza en el área cultural del Banco de la República en


Valledupar, al cumplir un año de fallecido).

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Perspectiva de la poética de Diomedes Daza

Hace más de treinta años paseaba por uno de los tantos parques bogotanos en
compañía de mi hermano Orlando. Nos encontramos con el paisano y joven
estudiante de derecho Diomedes Daza. Su caluroso y efusivo saludo produjo un
marcado contraste con el crudo invierno que calaba nuestros huesos y nos hacía
tiritar de frío.

Después de los aludidos intercambios y comentarios de los últimos sucesos de


Valledupar y Patillal, los amigos se trenzaron en una erudita, amena e interesante
conversación sobre los últimos libros de literatura publicados y los leídos por ellos, lo
cual me hablaba de dos disciplinados lectores, aptitud que desde temprana edad
cultivaron estos contertulios.

Trataban sin esfuerzo alguno sobre distintos literatos en boga de los que recuerdo a
Jorge Rojas, Aurelio Arturo, Eduardo Carranza, Borges, Cortázar y otros, influencia
que estaría presente en la delicada y sutil poesía de Diomedes.

Diomedes le comentaba con mucho entusiasmo que lo único que en ese momento
poseía eran unos cuantos poemas, tan breves como arriesgados. Los presentaba a
varias editoriales, pero, como siempre, nadie los leía. Después fueron acogidos con
beneplácito por la Casa de las Américas, al ganar allí un concurso.

Inicia así un camino en el que se consagró como un creador insuperable de la palabra


y el símbolo. Influyó no solo en las letras nacionales, sino que llegó a trascender de
manera notable en nuestra región Caribe donde es estimada y apreciada su obra,
destacándose al lado de personajes de las letras como Raúl Gómez Jattin, José Luis
Garcés del grupo El Túnel, Tatis Guerra, Roberto Burgos Cantor y en Valledupar con
la novelista Mary Daza Orozco, los escritores José Atuesta Mindiola y Luis Mizar.

Yo seguía esta conversación con detenimiento. Escuchaba con el silencio y


admiración que siempre me produjo la personalidad y su formación de literato e
incipiente jurista en ese momento. Traslucía la placidez de quien crea para su propio
deleite. La visión del perfil que siempre tuve de él, la aprecié con el transcurrir del
tiempo y su madurez como poeta, fielmente plasmada en su poesía“Autorretrato
número uno.”

Sus más allegados amigos, Mary Daza Orozco, Hernando Mendoza, Silvia Betancurt,

143
Remembranzas de Valledupar

el poeta José Atuesta, Orlando Guerra Bonilla lo incitaban a menudo para que
publicara sus poemas.

Parecía no interesarle, quería perfeccionar día a día su obra. Divulgarla no era su


preocupación, sino crear para su satisfacción y regocijo. La poesía fue una de las
grandes pasiones de su vida. En sus poemas los recuerdos más lindos vibraron
intensamente con mucha fuerza, dentro del marco admirable que le ofreció el
momento y el entorno donde se formó. Por ello cada uno de sus versos, cada una de
sus creaciones iniciales eran como un apóstrofa que caía en su generación como un
grito de libertad y protesta. Diomedes crea versos de piedad, domina el verbo de la
protesta, las grandes jornadas cívicas. Todo esto desde los claustros de la
Universidad Libre de Colombia, donde estudió y donde también vivió parte de sus
dolores y alegrías.

Supo con insuperable maestría pulsar el alma popular, sentimental y melancólica


dando una visión justa de lo que veía, utilizando un léxico sencillo, sereno, sin
grandes panegíricos. Siempre mostró dubitativo ante la vida, sin renunciar a la
consecución de un mundo mejor. Era un inquieto, un insatisfecho, un poeta
conmovido ante el espectáculo del mundo y la eterna fuga de las cosas, a pesar de la
ola melancólica que todo lo asolaba, supo armonizar tendencias íntimas que no
hacían de su lírica una nota más en el conjunto.

Embelleció y supo humanizar su poesía por el sentido evocador de sus sentimientos.


Tenía su canto esa particularidad imponente de la que clama al cielo y al infierno, sin
temerle. Evocando viejos tiempos, con remotas escenas. Sus poemas son para un
mundo que se fue para no regresar, como el que evoca en “Asedios a la épica.”

A nuestro poeta a propósito de su obra, se le podría aplicar lo que afirma el gran


humanista Camero Casendo: “Presentó los tres estados de la ilusión humana, siendo
el primero el de la juventud pasada, el segundo un estado de quietud mística
matizado de una esperanza fortalecida hasta el infinito, y el tercer estado, el
desaliento ante lo no realizado,”

Los invito a cumplir con el deseo que el poeta Diomedes Daza Daza mantuvo vivo en
su mente y en su corazón: “cercar espiritualmente el patio y el salero paterno en casa
de Chema Maestre en Patillal, para que los recuerdos traducidos en sus versos no se
fuguen.” (Palabras pronunciadas el 24 de junio, en el Festival de poesía realizado en
la Biblioteca departamental Rafael Carrilo Lúquez).

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Aficiones Literarias de “La Cacica” Consuelo Araujonoguera”

Acudimos al traje de la poesía para abordar una


faceta de la arrolladora y vital personalidad de
Consuelo Araújonoguera “La Cacica”, resultado de la
afición literaria, porque en su mente de niña los
cuentos infantiles pasaron de puntillas, para abrir
espacio a versos y prosa propio de los adultos,
vedados para los niños. Es por eso que a muy corta
edad se levanta con entereza y asume como
aprendiz de visionaria el ejercicio del liderazgo y
autoridad entre los hermanos mayores, en hermosos
retos y competencias familiares que propiciaba, para
ver quién recitaba los mejores y el mayor número de
poemas.

Formación que fue creciendo por los valores que cultivó como la perseverancia, la
disciplina, la creatividad que caracterizaron todos los momentos de su vida y por la
acendrada vocación por la buena lectura, una de sus aficiones, que más tarde se
reflejaría en los escritos y libros que todos conocemos, acción que reafirmaba día a
día al comenzar a desempolvar y a manosear los libros de la biblioteca familiar del
doctor Hernando Molina Maestre, a beber de ellos, leer, asimilar degustar y recrear,
así como a renovar la correspondencia con los personajes del mundo de las letras,
entre otros el poeta Guillermo Valencia y don Guillermo Cano.

Conocida fue la cercana y entrañable amistad que


mantuvo con algunos de los miembros del Grupo La
Cueva de Barranquilla, entre otros Álvaro Cepeda, El
Copetón Samudió, el Nobel Gabriel García Márquez,
el Maestro Rafael Escalona, la pintora Cecilia Porras
y otras simpatías con personajes del ámbito literario
como el médico y escritor Manuel Zapata Olivella, de García Márquez, Álvar Cepeda,
con Consuelo Araujonoguera
quienes recibió marcada influencia en su estilo y
factura.

Estuvo al tanto con la amistad, de los literatos nadaistas Gonzalo Arango, y el poeta
cucuteño David Bonells Rovira. En la administración de este como Director de la Casa
de la Cultura de Cúcuta convocan a un concurso de cuento y logra el premio con el

145
Remembranzas de Valledupar

cuento titulado “Yo Sabía”, publicado últimamente en una recopilación antológica del
cuento cesarense al lado de otros autores representativos de este género como la
escritora Mary Daza Orozco, doctor José Francisco Socarrás padre del sicoanálisis
en Colombia y Álvaro Morales Aguilar.

En el ámbito regional expresa reconocimiento a la labor literaria y sentido de amistad


y solidaridad a los escritores del Grupo El Túnel de Montería, de manera especial a
José Luis Garcés, Soad Louis Laka, Guillermo Valencia Salgado “Compae Goyo” y a
David Sánchez Juliao.

Como alfarera de ilusiones, Patillal tierra de magia, del trajín y dulce vivir, del bello
canto de compositores y poetas, fue el pueblo de sus afectos, que ejerció atracción
mágica sobre ella, posiblemente por la espontánea y rica inspiración de su gente. Por
aquí rondan muy cerca de sus afectos y el compartir de experiencias literarias, Jaime
Molina Maestre y José María “Chema” Maestre cuyo libro de poemas “Huellas de
Ayer” prologó en su primera edición.

También fue especial su amistad con los cantautores Freddy Molina, Octavio Daza,
Nicolás “Colacho” Maestre, con la Señora Sara Daza, cuyos conocimientos sobre
historias y memorias locales le permitíana consultarla a menudo y del poeta
Diomedes Daza, reconocido nacional e internacionalmente. Contemporáneos en el
uso de la mochila arhuaca. Mientras ella la colgaba en el hombro derecho, Diomedes
la llevaba en el hombro izquierdo.

Especial deferencia manifestó también por los poetas Luis Mizar, José Atuesta
Mindiola y por el sociólogo y profesor universitario Álvaro Castro Socarrás, entre
otros.

Al rendirle testimonio de permanente presencia en nuestros corazones, recordamos


que estuvo entregada a los afanes más altos del espíritu, en una empresa laboriosa
de los movimientos culturales, cívicos y religiosos de esta tierra con repercusiones
nacionales e internacionales.

Hija predilecta del folclor vallenato y de la herencia musical de nuestros juglares y


trovadores que llenaron de poesía los caminos de herradura de la Vieja Provincia de
Valledupar y de Padilla, sin otros medios que sus voces y sus acordeones, quienes
marcaron profundamente su quehacer como columnista del Diario El Espectador y
como escritora.

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

En el comentario periodístico a propósito de la canción Ahí vas paloma, de José


Alfonso El “Chiche” Maestre, afirma: “...Se nos vino con todo un señor canto. Un canto
con toda la hondura del sentimiento y la fuerza de su alma..., que logró que se nos
volviera a erizar la piel y nos hizo poner de pies para escucharlo como se escuchan
los buenos vallenatos, en silencio con emoción y respeto. Y somos muchos los que
cantándolo volvimos a sentir el mismo estremecimiento que aprieta las tripas y eriza
los pelos; la misma respetuosa emoción que nos produjo la canción “Fantasía” de
Rosendo Romero, interpretada por el cacique de la Junta Diomedes Díaz.”

(Palabras pronunciadas en el homenaje realizado en la tienda Compae Chipuco, con


motivo del cumpleaños de la “Cacica “Consuelo Araújonoguera).

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Remembranzas de Valledupar

José Atuesta Mindiola: entre poemas y décimas

Mariangola, este exótico nombre con sabor a


africanidad, proviene de una planta de flores
blancas con olor a azucena, eran unos
arbustos de varetas flexibles que los vaqueros
usaban para fustigar a los caballos. Las había
en abundancia a orillas del río, según le
contaron a José los abuelos, en especial el
maestro Blas Orozco Monsalvo, quien llega
de Valledupar en 1940 a ejercer como
maestro de la escuela. A él y a otros los
considera un soporte importante en las
reminiscencias, revivir y recopilación de una
serie de historias que enriquecieron su libro
“Sabanas de Mariangola.”

Hablar de José Atuesta Mindiola no es tan


fácil, hombre polifacético docente de biología
en el Instituto Técnico Pedro Castro Monsalvo de Valledupar, escritor, poeta, gestor
cultural, fundador de varios grupos literarios, columnistas de revistas y del diario El
Pilón. Jurado de la canción inédita y piquería en el Festival vallenato. En 2009 la
Fundación Festival de Mariangola le rinde homenaje en la VI versión del Festival
“Tierra del Cachaquito”. Autor de la “Danza del Tigre” (premiada en concursos
regionales de danzas) y del Himno de Mariangola cuyos arreglos musicales los hizo
el maestro Armando Pulido.Una de cuyas estrofas dice:

Nuestros abuelos recuerdan las flores


a orillas del río, de blancos aromas
y de ellas tomaron el nombre
por eso te llaman a ti Mariangola.

De José, no es posible hablar sin escudriñar sus raíces, en especial sin hacer alusión
a la memoria de su progenitora esa distinguida y abnegada maestra rural, Doña
Juana Mindiola de Atuesta, quien debió haber abonado con el amor y la ternura que la
caracterizó el terreno de su personalidad y en efecto la semilla cayó en tierra fértil. Ella
llegó al pueblo cuando sólo contaba con unas veinte casas. Organizó no solo la
escuela, sino la iglesia y muchas obras más. Allí nació José en 1954. Su padre

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

aficionado a la poesía, era un gran lector de quien aprendió mucho.

Conocido a veces como “El poeta de los árboles”, acredita un buen número de obras
literarias, algunas de ellas premiadas en varios concursos. Ha publicado seis libros
de poesías: en 1982, el primer libro de poemas, A los ojos de todos; en 1991, Dulce
arena del Musengue, alusivo esta última palabra al artefacto que utilizamos para
espantar los mosquitos; en 1996, Estación de los cuerpos; en 2001, un Tambor roto
en la pisada; en el 2004, Valledupar desde la otra orilla; en 2010, Metáforas de los
árboles; en 2011, Sonetos vallenatos. Además, dos libros de décimas, en 2006
Decimas vallenatas y en 2008, La décima es como el río. Ha sido incluido en las
antologías nacionales: Poemas al padre en la poesía colombiana (2006) y Poetas de
fin de siglo en la poesía colombiana (1999).

Su obra poética, cultural y como docente ha sido reconocida por diferentes


encuentros e instituciones: En1986 obtiene el primer premio de poesía en el
Departamento del Cesar con la obra titulada Cantos de Falena. En 1994 fue
galardonado por la Cámara Junior y por la Asociación de Educadores del Cesar.
Participó en el Concurso Nacional “Que descanse en paz la guerra” convocado por la
Casa de Poesía Silva en Bogotá (2003), donde también obtuvo un premio.

Fue premiado en el II Concurso de Historia Regional y Local del Cesar, convocado por
Gobernación y la Universidad Popular del Cesar (2007) con la escogencia y
publicación de su obra de historia local “Sabanas de Mariangola”.

De su libro Metáforas de los árboles, leamos apartes del poema Monólogo de un


árbol citadino

Caligrama de fiesta son mis flores.


Soy silabario para los pinceles de la luz.
Para el mendigo, el sombrero de su alcoba.
Para el pájaro, el atril de su escritura.
Para el perro, la pared de su llovizna.

Es un lenguaje de la cotidianidad, son las del entorno. Todos somos amigos del árbol y
a medida que nos adentramos en la lectura del poema, vemos cuánto tiene que ver
con nuestras vidas. Todos de una u otra manera nos comunicamos con él: las aves, el
colibrí, el poeta, el hombre común, el de la selva- Es “para el mendigo el sombrero de
su alcoba, para el perro la pared de su llovizna”… Metáforas de los árboles, es un

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Remembranzas de Valledupar

sólido follaje de versos donde hay que adentrarse para disfrutarlo, porque su lenguaje
poético imprime fuerza y una nueva visión poética universal.

También asalta los sentimientos su creatividad al hablar de “los colores del sonido”,
con expresiones variadas, diversas. Es un mundo nuevo de la poética que
degustamos en metáforas que “ahogan de ceguera los diversos rostros de la luz”. Sus
poesía nos muestra una visión diferente de la tradicional, una visión acompañada por
el buen manejo de la metáfora y de diferentes figuras literarias, en las que interactúan
el hombre y su entorno, a veces caótico, o pleno de significados poéticos como en la
expresión “…los pájaros dormidos en gajos de luceros” o en “Nunca el cielo se
oscurece/ si hay amor en la mirada”.

Ha sido incluido en las siguientes antologías: La poética de autores cesarenses,


1992; Poemas al padre en la poesía colombiana, 1997; Voces de fin de siglo en la
poesía colombiana, 1999.

El Decimero

Es un maestro en este género a tal grado que casi todas sus columna en el diario El
Pilón las cierra con una décima. Un aporte del idioma español donde poetas como
Vicente Gómez Martínez Espinel comenzó a ensayar su estructura hasta convertirla
en estrofa una forma métrica de diez silabas. Que por fortuna ha quedado anclado en
nuestro ámbito con el verso de ocho sílabas que conserva gran identidad con
nosotros. Fluye de manera espontánea, con facilidad, se identifica en forma natural
con nuestra expresión poética y los ritmos elementales del lenguaje. Sus temáticas
proceden del vivir cotidiano, del ingenio de la creatividad popular, de la vida misma
asumido con una grandeza de alma que a veces lleva a la nostalgia, con musicalidad
propia que escuchamos con naturalidad. Es poesía popular, cronista cuyas
creaciones son valiosas para la preservación de nuestra identidad. Uno de cuyos
ejemplos vivientes, quien ha hecho de este formato de narración casi su sello
personal, está con nosotros y es José Atuesta Mindiola.

En 2009 fue en representación de Colombia como ponente en el XVII Coloquio


Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado, en Las Tunas (Cuba).

Fue uno de los invitados para representar a Colombia por La Universidad Mayor de
San Marco de Lima, Perú, a través de la vicerrectoría de investigación al Primer
Conversatorio de Décimas de Iberoamérica y la Maratón de recitales, en noviembre

150
Giomar Lucía Guerra Bonilla

de 2012, con decimistas o decimeros de Argentina, Venezuela, Chile, México, Perú y


Colombia, en compañía del profesor y músico cordobés, Ricardo Olea Hernández,
quien es el autor del libro “La décima en el aula”.

De Lima recibe la siguiente comunicación: Apreciado amigo, le remito el rodante,


creado por el decimista César Huapaya del Perú, para la difusión de la décima de
América Latina y de España. Tengo el honor de ser el coordinador de la página
triangulo tricolor, para publicaciones de decimistas de Ecuador, Venezuela y
Colombia. En el rodante 40, estaré publicando la piqueria en décimas de Emiliano
Zuleta y Antonio “Toño” Salas, en homenaje al festival vallenato.

Publicó en 2006 Décimas Vallenatas; La décima es como el río. 2008. Presentadas en


un disco compacto (C.D) denominado Décimas al decimero acompañado con la voz
del cantador Joaquín Pertuz Barrios.

Para finalizar no nos queda sino decir que cada ser humano está en sus palabras y en
cada una de ellas está impresa el alma de quien las escribe y plasma sus
sentimientos, como es el caso del profesor José Atuesta Mindiola.

151
Remembranzas de Valledupar

Homenaje a Jaime Molina Maestre


Festival Tierra de Compositores.

En Patillal adelantan los preparativos para


celebrar el vigésimo Festival “Tierra de
Compositores,” dedicado en esta oportunidad a
la memoria de otro de sus hijos notables: Jaime
Molina Maestre, a quien al morir, Gustavo
Gutiérrez cantó así: “Me embriaga la tristeza / se
mueren mis amigos / como el pintor Molina que
duerme sobre el olvido / de una casita de palma
del viejo Valle querido…”

Un nuevo diciembre en que la tierra de cantores y


poetas, cuna del Maestro Rafael Escalona,
César Arturo Molina Gutiérrez, los tristemente
fallecidos Octavio Daza Daza y Freddy Molina. También de Nicolás”Colacho” Maestre
Martínez y José Alfonso “El Chiche” Maestre, del Doctor Hernando Molina Maestre,
quien “fue magistrado con gran decoro, pero no cambia su chinchorro ni por la silla del
gobernador…”. Allí, donde la poesía, el relato del cuento, el chiste, la conversación
agradable brota espontánea, así como la broma llena de gracia, la ironía y variadas
formas de expresión oral, que en esta tierra acogedora y prodigiosa siguen
cultivando. Ambiente propicio para inspirar a cantautores con raíces aquí, como
Gustavo Gutiérrez Cabello.

También a quienes cultivaron aquí amistades, como el desgarrado canto de Armando


Zabaleta a Freddy y las canciones inspiradas en el entorno de Rita Fernández Padilla.
Ese es del mismo modo el terruño de Chema Maestre, del poeta Diomedes Daza, de
Sara Daza guardiana de nuestra historia, de la nunca olvidada Julia Molina de Gil y
del profesor de todos los tiempos, Alberto Hinojosa, entre otros muchos valores
humanos de la localidad.

La Junta Directiva con su dinámica Presidenta Palmina Daza de Dangond, adelanta


los preparativos para brindar un digno festival del 25 al 27 del presente mes a sus
coterráneos, turistas y visitantes que acostumbran disfrutar de tan importante
festividad. También son miembros de la junta el Vicepresidente Hernán Araújo Ariza,
Toña Daza encargada de las relaciones públicas, Rosa Arias Rojas secretaria, por el
Gestor Cultural Juan Corzo, el coordinador de espectáculos Ricardo Molina y Alfredo

152
Giomar Lucía Guerra Bonilla

Peralta como tesorero y otros más. Según informes de su Presidenta este año habrá
los siguientes eventos:

Para promover la festividad ha sido elaborado un hermoso afiche por Jaime Molina,
hijo y heredero del talento artístico de su padre quien es publicista y diseñador gráfico
y tiene en su haber ilustración de portadas de revistas, el diseño del escudo del
Departamento del Cesar, ganador del concurso del afiche promocional del XXX
Festival Vallenato. La promoción también se está haciendo por los distintos medios,
las emisoras y la prensa local.

Jaime nació en Patillal en 1926 del hogar formado por Doña Rosa Victoria Maestre y
Camilo Molina, establecen su residencia en Valledupar a donde llega muy niño, junto
con Rafael Escalona y Hernando Molina Céspedes. Estudian en la Escuela Pública
con el maestro Vicente Chica quien, procedente de Bogotá, aplicó modernos
métodos de estudio y pedagogía, dándose cuenta muy pronto de la disposición de
Jaime para la pintura, aptitud que estimuló, según su padrino Don José Guillermo
Castro.

Molina fue un caso excepcional, poseedor de una fascinante manera de ver a sus
coterráneos y a su entorno, convirtiéndose en intérprete agudo de las situaciones
cotidianas de los momentos que vivió en esta ciudad. Si se puede decir fue un
deformador de la realidad de la vida pretendida, desmigajó las circunstancias
coherentes, la del equilibrio y acogió la simplicidad de las manifestaciones del
espíritu, “sin tantos tropeles en la vida” como a menudo afirmaba. En su momento fue
único como caricaturista gráfico, sin haber pisado academia, ni conocer el infiernillo
de las artes, en su temperamento por su condición humana, en las tertulias por su
sentido de la amistad y en las noches de bohemia.

Satírico empedernido. Si, porque la caricatura es una sátira y desfiguración gráfica


burlesca de hechos reales, intentando ser configurados por sus creadores como
solemnes, son ridiculizados por el sexto sentido que lo llevó a descubrir lo que para
muchos pasaba desapercibido, mostrando así las venturas y desventuras del ser
humano.

Los que deja plasmados en los mejores testimonios de ese tiempo, las costumbres,
problemas y sucesos, generados por personajes humildes, o importantes. Por
alcaldes, concejales, directores administrativos, jueces, políticos con vicios y virtudes
y los múltiples problemas de la localidad sin resolver. Eran protagonistas de la vida de

153
Remembranzas de Valledupar

Valledupar de los años 1955 a 1966. Con sus caricaturas parecía serrucharle el piso
al trascendente actor de cualquier episodio, quien se estrella con el falso fondo y de
manera estrepitosa le cae encima la tarima.

El Arquitecto Luis Guerra Bonilla, afirma “para nosotros los niños de ese entonces,
para los adolescentes y los mayores, pasar por el Café La Bolsa del paisa Coly
Botero, (Francisco Luis Botero) y ver cada quince o veinte días las caricaturas de
Jaime y soltar una explosiva carcajada, ante las críticas expresiones a las situaciones
del momento, satirizando personajes, sin ser ofensivo era uno de nuestros mejores
programas.

Muchos hubieran querido ser sujetos de su inspiración, era la seducción para el


público del Valledupar de ese entonces. Quizá, en esos momentos nuestras mentes
infantiles no lograban interpretarlas del todo. Cuando las observamos con
detenimiento, confirmamos las situaciones y las valoramos aún más, tanto como al
crítico censor que las ideó y que se marchó demasiado temprano un 15 de agosto de
1978.”

Sus manifestaciones de censura y crítica las plasmó en varias obras, con títulos como
los siguientes: “Aspiración corbatuda,” “El Concejo Municipal, visto por un Concejal,”
“Apura colega que se nos muere, (refiriéndose a las empresas públicas del
momento),” “ Felicidades… le desean los viajeros municipales del Concejo,” “De
vacaciones en Bogotá,” ”Caminos distintos” (personajes: Crispín Villazón y Clemente
Quintero), “Crispín quédate con el burro yo voy p'al otro l'ao,” “Al mal tiempo buena
cara (personaje Alonso Fernández Oñate),” “Cosas del Directorio Municipal,
(personaje Helio Zuleta).”

Caricaturiza personajes de la vida de Valledupar de los años 1955 a 1966: Carlos


Pérez con su pesada obesidad, apoyado en un poste de la esquina del bar “El
Tamarindo” donde hoy está el edificio Pumarejo Cotes (Calle 16 con séptima-
esquina), mirando hacia el café “La Bolsa”. Miguel Uhía Morón con gafas, viejo verde,
gran bailarín, observando si la suerte le fue buena con el 5 y 6. Francisco-Pacho-
Socarrás, el sepulturero del cementerio Central (“Mande el gobierno que mandare a
mi me da igual”) y así buen número de obras del caricaturista gráfico y verbal que con
el Doctor Armando Maestre Pavajeau, Alfonso Pimienta Arregocés, imitaban las
voces de notables personajes. Conocedora de su valor artístico fueron recopiladas
por Doña Gloria Castro Maya siendo Directora de la Casa de la Cultura Municipal, hoy
exhibidas en la Academia de Historia del Cesar.

154
Giomar Lucía Guerra Bonilla

Excelente acuarelista, dominó además el óleo. Pintó los bellos recodos del “Viejo
Valledupar” como el Antiguo Convento de Santo Domingo, tomando desde el ángulo
de la tapia donde funcionó primero el Teatro Cesar y las antiguas corralejas. (Hoy
Parqueadero Calle Grande). La Sierra Nevada, uno de sus mayores motivos de
inspiración, así como la Iglesia de La Concepción y el escudo de Valledupar y el
logotipo de La Fundación Festival de la Leyenda Vallenata.

Otra de sus grandes inclinaciones fue la poesía. Como en el poema de Jorge


Zalamea Borda “El Sueño de las Escalinatas,” Yo he de sentarme de espaldas al río
frente a las escalinatas plagadas de creyentes. Y robustecía… ¡Ah! He repudiado el
libro… He abolido los libros. / Solo quiero ahora la palabra viva e hiriente como piedra
de honda. ¡Apelo a vosotros creyentes! como los pregoneros de milagrerías y los
loteadores de paraísos…o Burundún-Burundán que crezca la audiencia… En Cinco
Esquinas sentado en el capó de un taxi amigo y con una botella de ron en la mano
“zurda”, exultante declamaba; de Jorge Robledo Ortiz:

“Voy a beberme el mar”….Ya tengo listo mi velero fantasma/ No le he trazado rumbos


a mi ausencia. En Samarcanda te regalaré… y Anciano de luenga barba” y era
embebido con los aplausos de los iniciadores de la “garufada” como él los llamaba y el
de los transeúntes espontáneos que se iban agregando.

Con su viejo fonógrafo y buen número de discos bajo el brazo y su inseparable


botella de ron, noche tras noche, sentado en la puerta de la calle de una de sus
apreciadas vecinas de la Calle Grande, Laudith Guerra, conversaba, declamaba
poemas de Neruda y escuchaba boleros.

En el amor fueron más ilusiones platónicas y románticas que realidades. Tenía


vericuetos espirituales tanto en el alma, como en su vivienda familiar en la casa de
Toya. Para encontrarlo solo el Maestro Escalona sabía por dónde entrar y salir de la
casona de dos plantas (fachada por la calle 16 No. 6-17 y atajo por la calle 16ª con
carrera sexta del Barrio El Cerezo, donde se forma una especie de embudo.) Fruto del
amor de Alma son dos talentosos hijos: Victoria Antonia y Jaime, heredero de su vena
artística. Aún hoy, uno de sus amores juveniles, una bella y angelical mujer, espera
reencontrarse con él donde debe estar pintando nubes, ángeles, arco-iris y
caricaturizando a los indolentes, que no le cumplen a su pueblo. Está feliz de tener a
su lado a su prima como siempre la determinó la “Cacica” Consuelo y al Doctor
Alfonso López Michelsen, a quien caricaturizó con el remoquete de “Gato seco” y al
cantautor Gustavo Gutiérrez como Gustavetas.

155
Remembranzas de Valledupar

Álvaro Castro Socarrás en la entrevista “Una noche de bohemia con Jaime Molina”
resalta su capacidad para imitar personajes: caso de Monseñor Vicente Roig y
Villalba, el Doctor Leonardo Maya Brugés de quien no solo remedaba los gestos, sino
que hacía de él el más exacto retrato verbal. De igual manera con su mejor amigo el
Maestro Rafael Escalona aludiendo a la eterna juventud de éste. Los más prestantes
políticos de la región, le sirvieron de inspiración. Festejado todo esto por “El Turco
Pavajeau” y “El Pajarito” Mejía.

Jamás salió de Valledupar. En el segundo “intento” de festival, en Aracataca lo


llevaron embriagado y amarrado. Cuando le pasó la juma, enardecido se devolvió de
inmediato.

La “Cacica” su entrañable admiradora, escribe sobre momentos antes de morir:


“…me contaron la hermana y la mujer que ya listo para irse bajo la advertencia médica
de mucho cuidado, de gran reposo y tranquilidad, a la casita de la avenida, esperando
que el sol brillara más fuerte y las dependencias clínicas comenzaran su trajín diario,
se sentó en una silla a contemplar la aurora que se venía dejando ver más allá por el
naciente y que tantas veces lo encontró azotando las calles con su carga infinita de
bohemio impenitente. …¡Aguaitá Alma¡ ¡Que aurora tan bella!...Y bajó la guardia para
siempre.” (El Espectador, Crónica Vallenata, Consuelo Araujonoguera, 29 de octubre
de 1978)

…Y por allá en las nostalgias de viejos callejones, casi imperceptibles se escuchan,


traídos por las tenues brisas del Río Guatapurí…

“Recuerdo que Jaime Molina cuando estaba borracho ponía esta condición / que… si
yo moría primero él me hacía un retrato / O…Si el se moría primero le cantara un
son…” (Rafael Escalona Martínez).

156
Capítulo III
Educadores, Pintores y Artistas
Giomar Lucía Guerra Bonilla

Leonidas Acuña Martínez: Su Misión de Educador

Inauguraciòn de la plazoleta de Las Madres, con la presencia de los estudiantes, la banda marcial, el cuerpo docente, padres de familia, el alcalde
Don Jorge Dangond Daza, el Párroco Presbítero Vicente de Valencia, Don Juan Gutiérrez, Don Lucas Monsalvo y otras personalidades. (Año 1955).

Hay personas que de una u otra forma trascienden en nuestras vidas y dejan huellas
indelebles en ellas, marcando un rumbo, un derrotero. Son aquellas de quienes
aprendimos lecciones cuyo ejercicio es constante al grado de convertirse en un
hábito. Son seres provistos de sensibilidad social, espiritual y ética. Esas que aunque
pasen años sin verlas guardamos un profundo agradecimiento y están ahí siempre
presentes en nuestro diario vivir. Es el caso de nuestro muy querido y admirado
profesor Leonidas Acuña Martínez el de conversación amena, sonrisa a flor de labios,
el que con su trato bondadoso, su cariño, afecto, ternura, desinterés y gran capacidad
académica hizo del ejercicio de la pedagogía una misión.

Leonidas Acuña Martínez, quien reside en Barranquilla al lado de su esposa y tres de


sus hijos, nace en Valledupar. Sus padres don Miguel Antonio Acuña Gutiérrez y doña
Rosario Gabriela Martínez de Acuña, nieta del presbítero Manuel María Quintín de los
Dolores Martínez Rodríguez. Contrajo matrimonio con doña Gilma Aroca Oñate, de
cuya unión nacieron: Rodolfo, Iris Marga, Mary Luz y Pedro Acuña Aroca. Los
estudios de primaria los realizó con don Juan Gutiérrez y los primeros años de
secundaria con el doctor Roy Márquez, un español republicano que perseguido por
sus ideales, llegó a Colombia en la época de La Revolución Española y se residenció
en Valledupar donde fundó un colegio.

159
Remembranzas de Valledupar

Adolfo Vargas, Armando Pantoja, Alfonso González, Hernán Socarrás, Venancio Araos.Segunda fila: Rafael Mestre, Erwin Mestre,Reynaldo
Aarón,Armando Cuello. Tercera fila: Lucas Monsalvo, Orlando Torres, Benildo Mejía, Juan Daza, Julio González. Alfonso Yanet, Hernando Suárez
Martínez, Luis Aroca, Erwin Tewber. Profesor Leonidas Acuña. Santander Durán E. Rafael Gutiérrez C. Rodrigo Vega, Libardo Cuello, Francisco
Oñate, José Jorge Arregocés, Chema Aramendiz, Santander Cantillo, Miguel A. Aroca, Alonso Sánchez, Adalberto Martínez, Hernán Vera Cabello,
Evelio.

Muy joven incursiona en la labor pedagógica como profesor de la Escuela Parroquial


en los años 30. Después sería en Los Venados, donde por orden del gobierno del
Magdalena Grande funda una Cooperativa de Nutrición Escolar. Allí entre sus
alumnos destacados pueden mencionarse al

En el año 1939 organiza en La Paz (Robles) con Don Miguel Aroca un colegio, con el
nombre de Instituto Robles. Allí cursó estudios el exministro José Antonio Murgas,
quien le contaba al hijo mayor del profesor Acuña, Ingeniero Rodolfo Acuña que el
profesor Acuña los llevaba a trotar por esas serranías cantando: “Soy pirata y navego
en los mares, donde todos respetan mi voz, soy feliz entre tantos pesares y no tengo
más leyes que Dios…”

Por los años 1953 se unen varias familias de Valledupar entre otras, los Luque Soto,
Monsalvo Riveira, Martínez Torres y Araújo Noguera, para solicitarle la organización
de un colegio en esta ciudad. El profesor Acuña funda un colegio mixto y con
internado, adelantándosele con esto, años al Ministerio de Educación. Fue un
desvelado por la calidad de la educación que se impartía en el acreditado Colegio “El
Carmen”, cuya selecta nómina de profesores estaba integrada por jóvenes

160
Giomar Lucía Guerra Bonilla

pedagogas como Doña Carmen Gutiérrez de Armenta, Rosario Aroca de Urbina,


Elvira Gutiérrez de Lora, Ruth Ariza de Ramírez, Olga Riaño de Valle. El eminente
profesor de español Enrique Pupo Martínez y César Mendoza, entre otros.

Especial cuidado puso en la escogencia de los profesores; en momentos en que


escaseaban los licenciados, en este colegio de básica primaria, casi todos
ostentaban este título, porque acogía allí a los que llegaban a prestar sus servicios en
el Colegio Loperena, garantizando de esta manera un muy buen nivel académico. Él
mismo es un hombre muy preparado en diferentes áreas: Historia, matemáticas. Le
gustaba dictar Historia de la Música y la apreciación musical la hacían en el internado,
que era un hogar, donde la madre era doña Gilma.

A propósito, su hijo Rodolfo me cuenta de un estudiante de Sandiego interno, quien


deseoso de escuchar la música que a él le gustaba, al regreso de vacaciones trajo
consigo un disco con la canción “La Chuyita”, cantada por Tony Aguilar: “La chuyita se
me fue… “Y en “la hora de la música” que era como se denominaba este espacio, el
profesor Acuña lo complacía. Sus llamados de atención no pasaban de un abrazo,
unas palmaditas al hombro y el pellizco era señal de deferencia para los mejores
alumnos y alumnas, caso de mi hermana Paulina, considerada brillante estudiante,
quien en las izadas de bandera o al finalizar el año era tan distinguida
académicamente y en comportamiento que la condecoraban con tantas medallas
que casi no le cabían en el pecho. Ella recuerda que él acostumbraba ir a la casa para
ver si teníamos alguna dificultad al hacer las tareas.

Inauguración (año 1955)

161
Remembranzas de Valledupar

No pueden pasar desapercibidas sus iniciativas en el desarrollo y embellecimiento de


la ciudad, especialmente en esos momentos, cuando aún dependíamos del
Magdalena y los recursos que asignaban para lo prioritario eran precarios. Es el caso
de la Plazoleta con el monumento en homenaje a Las Madres, primera en construirse
en Valledupar (año 1955), para lo cual ideó varios eventos culturales con el fin de
recolectar fondos. La ciudadanía respondió en pleno, al ver la bondad y necesidad
del proyecto.

El Colegio funcionó hasta 1973. Las dificultades económicas comienzan a aflorar.


Los pagos no eran oportunos y a veces nunca se hacían efectivos. El era incapaz de
cobrar, de retirar a un alumno o dejarlo sin presentar exámenes.

En un escrito dedicado a José Manuel Aponte (El Macho Aponte) y a “Poncho” Alfonso
Cotes, el que inicia con una cita de Don Quijote sobre la historia, que dice: “...ella es
émula del tiempo, depósito de acciones, testigo de lo pasado y aviso de lo presente,
advertencia de lo porvenir...” vemos un reflejo de la concepción que el Profesor Acuña
tiene de la amistad. Es una reminiscencia de su juventud donde explica las
circunstancias en que los conoció y describe las razones del apodo dado a su amigo,
evoca las conversaciones que sostenían de diversos temas, en especial del sistema
educativo y sobre el porvenir y el pensamiento de emigrar al extranjero, pero ya en el
corazón de cada uno de ellos estaba la mujer de sus vidas.

Hace un ameno relato de un improvisado viaje a Curramba La Bella, invitado por el


Macho Aponte. Una aventura entre amigos queridos “… Salimos de Ciénaga después
de comprar boletos de viaje en el famoso Hotel Sevilla, partimos con una lluvia de
mosquitos y más tarde un torrencial aguacero.

Íbamos ligeros de ropa, el frío nos calaba los huesos y nos hacía castañetear los
dientes. Esto fue terrible. Una odisea de recuerdos inolvidables, que cuando vuelven
a mi mente me hacen estallar en carcajadas. Empapados, viajamos en un barquito
destartalado, cuyas luces se apagaban cuando el boga con una rústica vara larga que
funcionaba como remo, presionaba las orillas del caño que hacían vibrar el barquito,
cuya tembladera perjudicaba al acumulador porque se soltaban los cables de los
bornes.

Llegamos entre luces y oscuridad. El cambio nos hizo recobrar el ánimo. Quien no
sintió las incomodidades del viaje fue Aponte, “porque su visita a esa ciudad llenaba la
ardiente seducción que había en su meta: ver a su novia Lucinda, quien más tarde fue

162
Giomar Lucía Guerra Bonilla

su querida esposa.” El segundo fue mi casamiento en El Molino y el tercero Alfonso


Cotes Queruz en Valledupar, con fiebre de amor tan alta como la de nosotros sus
compañeros…”

Su labor ha sido reconocida recibiendo varias condecoraciones:

- La “Medalla María Concepción Loperena Fernández de Castro”, siendo Alcalde de


Valledupar Don Guillermo Castro.
- La condecoración “Honor al Mérito Cacique de Upar” categoría oro, durante el
gobierno del Doctor Luis Rodríguez Varela, el 25 de abril de 1993.
- La condecoración “Medalla al Mérito Pedagógico Enrique Pupo Martínez”, en el
gobierno de Don Lucas Gnecco Cerchar, el 17 de marzo de 1993.
- La condecoración “Medalla de Honor al Mérito Histórico Hernando de Santana” en
la categoría Ciudadano Ejemplar, el 21 de diciembre de 2000, impuesta en la
administración del Alcalde Johny Pérez, en homenaje realizado en el Centro
Educativo que lleva su nombre.

A sus 92 años ha gozado de una vida plácida al lado de Doña Gilma Aroca, sus hijos,
nietos y cuatro tataranietos y el eterno agradecimiento de quienes lo recordamos con
cariño. En esta oportunidad reciba el saludo siempre agradecido de Laudith, Paulina
y Giomar Lucía, augurándole años más de vida para la alegría de quienes lo
apreciamos y queremos mucho.

163
Remembranzas de Valledupar

Don Juan Gutiérrez,


Pionero de Tertulias Culturales

Don Juan Gutiérrez fue una persona importante en el


desarrollo educativo y cultural de Valledupar de los
años 20 y 30, por eso consideramos importante
retomar, algunos aspectos relevantes de su
personalidad.

En conversaciones sostenidas como doña Carmen


Gutiérrez de Armenta, su hija, distinguida educadora,
conocida por su labor educativa en el Cesar y
departamentos circunvecinas, dado que fue la
fundadora, propietaria y directora de la Escuela
Normal Santa Fe, es loable, además, su labor social y
humanitaria como miembro de la Cruz Roja.

Ella nos dice que su progenitor fue un hombre sencillo, humilde de corazón, pero a la
vez grande en su preocupación por las cosas del espíritu, del intelecto en general; el
interés por estas manifestaciones lo llevó a buscar los medios para que la población
escolar de ese momento pudiera acceder a la educación.

Quedo huérfano a tierna edad. Asumen su educación y el aprendizaje de las primeras


letras y las palabras de uso frecuente de sus abuelos Vicente Sebastián de Gutiérrez,
Josefa Ignacia Martínez, después ingresa a la escuela pública ubicada en la plaza
mayor, donde hoy funciona la Alcaldía.

Entre sus maestros se encuentra el señor Manuel Gregorio Núñez, quien


posteriormente fundó en la capital del Magdalena un colegio con el nombre de
Gimnasio de Santa Marta, donde fue a estudiar Juan Gutiérrez y allí al revelarse como
un aventajado alumno fue promovido a pasante o monitor. Al regresar a su tierra natal
asume como maestro de la escuela de San Diego. En el año 1934 crea su propio
colegio que funcionó en su residencia de la calle Santo Domingo (carrera 7 con calle
15), aledaño al antiguo Convento de Santo Domingo hoy Catedral de El Rosario,
donde habita uno de sus hijos Luis Eduardo Gutiérrez y su señora Sixta de Gutiérrez.

Su padre les habló de prestantes estudiantes, como el profesor Leonidas Acuña


Martínez y don Joaquín Campo Maya. Continuando con su labor educativa fue

164
Giomar Lucía Guerra Bonilla

cofundador de colegio Nariño con el ilustre profesor Ricardo Gonzales; después fue
profesor de literatura en este colegio y en Nuestra Señora del Carmen.

A muy corta edad se desempeño como viajante de correos, oficio que consistía en
distribuir el correo por poblaciones como Badillo, Atánquez, Patillal, Valencia, los
Venados y San Diego, utilizando como medio de transporte el caballo.

Convirtió su casa en una embajada de la cultura, donde a menudo de la cultura,


donde a menudo se realizaban encuentros o tertulias, a las cuales asistían vecinos
distinguidos por su capacidad y formación entre las cuales estaban: Pedrito Castro
Trespalacios, Rafael Zalabata, Néstor Mindiola, Pedro Castro Monsalvo, Enrique
Pupo Martínez, Ciro Pupo Martínez, Manuel María Meza, Jacinto Amaya, Gabriel y
Juan Arregocés, entre otros.

Eran encuentros para leer literatura, comentarla y además leer las periódicos y
ponerse al día de las ultimas noticias, conversar sobre acontecimientos políticos,
económicos, sociales del país y la región. Después llegarían como participes nuevas
generaciones: los médicos Raúl Valle Meza, King Gutiérrez, Leonardo Maya Bruges.

Por los años 1920 Don Juan, trae a Valledupar la primera imprenta, por compra que le
hizo al Padre (Monseñor) Manuel Antonio Dávila, en la que se imprimió uno de los
primeros periódicos, conocido con el nombre de “La Luz”, que más tarde
denominaron “Valledupar.” También se imprimió en esta imprenta La Gaceta
Municipal en la Tipografía Libertad, nombre que sigue ostentando hoy en día la que es
propiedad de uno de sus hijos Egberto Gutiérrez Acosta, quien aún conserva como
una reliquia la primera máquina mencionada, la cual algunos piensan, podría pasar a
un museo o biblioteca de la ciudad; así las nuevas generaciones podrían conocer
sobre los inicios del periodismo en esta ciudad.

En esos momentos fue calificado de inverso misil el esfuerzo para hacer realidad este
periódico, además porque los lectores no pasaban de un centenar, ya que eran pocos
los que sabían leer y escribir, pero él fue uno de los que contribuyó a enseñarles.

Don Juan escribía con una prosa ágil, elegante, clara y didáctica sobre diversos
temas: Literatura, historia, política, cultura griega y romana convirtiéndose a través de
todas estas actividades en rector de la intelectualidad, el amable contertuliano, el
excelente conversador.

165
Remembranzas de Valledupar

Por más de 18 años estuvo al frente de la Oficina de Registros de Instrumentos


Públicos, donde adquirió tantas destrezas y conocimientos sobre los aspectos
legales de las tierras que podía pasar como un doctor abogado civilista.

Sus hijos comentan sobre uno de sus antepasados asentados en la región; Vicente
Sebastián Gutiérrez, Capitán de Milicias del Rey de España, a quien por sus servicios
distinguidos a la corona, el soberano por cédula real le otorgó grandes extensiones de
tierra al norte de esta ciudad y lo nombró alcalde de la ciudad de los Reyes. Don Juan
Gutiérrez nos deja esa estela del hombre de principios, reflejados en su
descendencia y un legado cultural que habrá que investigar más a fondo.

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Evocaciones sobre José Manuel “Yin” Daza Noguera

la amistad supone algo más que afecto….


Las buenas amistades elevan el espíritu y
contribuyen a la educación, a la formación
de nuestro carácter (William Bennett)”

Cuando ha transcurrido la mayor parte de su periplo vital, sentado en una mecedora


en la terraza interior de su casa, en las quejumbrosas tardes llenas de ambiente
perezoso, rodeado de tristes crepúsculos de aquel silencioso y silente San Juan, al
que en uno de sus escritos inspirados describió bellamente, del que extraemos la
expresión siguiente:

“… Limpia y simpática Villa, sentada en una


extensa llanura, bañada de oro, entre las lejanas
estribaciones de la Cordillera Oriental y de las
caprichosas pinturas de la Sierra Nevada;
arrullado por la mansa corriente de un riachuelo
cuyas aguas cristalinas pasan silenciosamente
por sobre un lecho de arenas menudas y
auríferas que nada tienen que envidiarle al Tajo,
como no sea la elegíaca poesía de Belmonte…

Me refiero hoy a José Manuel “Yin” Daza, amable


hasta la saciedad, donde junto a su bella esposa,
al pisar uno el primer peldaño para acceder a su hogar, es recibido por él y por Doña
Paulina Daza Martínez, con tal beneplácito y gestos de amabilidad al grado de
sentirse apenado por tanta gentileza y cortesía.

Ahí está, sentado con la perspectiva centrada en los cerros agrestes del norte,
cenizos y deslucidos, que se divisan tangencial a la torre de la iglesia nueva, por los
vientos del Caribe que provienen de la Alta Guajira… Embriagado por el olor a café
recién tostado y algunas viandas de tempraneras cenas de las tardes, cuando recién
comienza a atardecer y como fondo el barullo del Río Cesar y algunas notas de
guitarra de herederos musicales del viejo Egurrola, que le desentrañan su época de
juventud acompañaba sus declamaciones con los arpegios de la guitarra interpretada
por el señor Egurrola y a veces con las notas de un violín, deslumbraba a las niñas
que soñaban con su porte de intelectual y apuesta presencia de galán… declamaba

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Remembranzas de Valledupar

largos y hermosos poemas con una insólita e impresionante memoria, que aún a sus
86 años, conserva: poemas de Góngora, sonetos de Garcilaso de la Vega, de
Rimbaud entre otros, y de los colombianos Guillermo Valencia, Porfirio Barba Jacob y
de los Caro y los Cuervo, aparejado con amenas conversaciones sobre la lingüística y
la idiomática, y un entretenido y versátil recorrido por novelistas y filósofos, resultado
de largas horas de lectura y el manejo permanente de los libros de su selecta
biblioteca.

Estudió en la Universidad Javeriana dirigida por los Jesuitas de donde nace su


formación humanística como filósofo y periodista. Importante la influencia que
ejercieron en su formación académica las enseñanzas de su maestro y amigo Rafael
Maya, asi como las de Félix Restrepo, José Celestino Andrade, Nicolás Bayona y
otros ilustres personajes de la academia. También amistades muy cercanas, como la
que conservó con Guillermo León Valencia, a quien tuvo como su huésped en San
Juan.

Y sus padres, Don José Manuel Daza Parody y Doña Virginia Noguera, unidos en el
sacramento del matrimonio en Santa Marta, una fresca y deslumbrante mañana
plenos de juventud y alegría… y aún hoy, se siente la presencia de ellos, y el barullo
del conversar, del ir y venir y el trajín por la solariega casa. Recuerdos que perduran.

Como cascada, brotan en su mente los recuerdos de cuando era niño y al ver asomar
a su padre a la plaza, corría, acompañado del tañido de las campanas de la iglesia
vieja y el revolotear de las palomas anidadas en la torre de adobe y argamasa…
alegre salía a recibirlo. Él venía con su vestido de lino arrugado, de prístino blanco a
pesar del trajín que se imponía como médico al servicio de los más necesitados, que
conllevaba largos recorridos en su coche tirado por los caballos. En la cabeza, el
sombrero blanco hueso de tartarita. Llegaba cargado del aprecio y agradecimiento de
la gente de las zonas de difícil acceso, a donde iba de manera espontánea a prestar
sus servicios gratuitos a los enfermos y necesitados de Patillal, La Junta, Corral de
Piedras y otros pueblos y veredas de la región.

Como al oráculo griego, recurren y rondaban la casa de ayer, residencia de sus


antepasados, a la vivienda adornada emparentada con la naturaleza y plantada en la
zona sur de la antigua Villa de San Juan Bautista del Cesar, hoy ciudad, a secas de
San Juan del Cesar, La Guajira, gentes de todos los rincones de la comarca en busca
del afable y gran señor José Manuel “ Yin” Daza.

168
Giomar Lucía Guerra Bonilla

Todas estas realidades, donde muchas veces tuvo que hacer las de arúspice y
profeta, no por decisión propia, sino porque en él sus coterráneos siempre han visto
su grandeza moral, su disposición para servir y su sencillez e interés en el trato con
los demás, por lo cual ha asumido esta misión como compromiso natural.

De allí sus largos, permanentes y espontáneos recorridos en compañía de su leal


conductor Efraín Povea, “Foye”, por pueblos donde además de relatar la belleza de
sus paisajes, sus costumbres, exalta las virtudes de sus pobladores. Va en plan de
visita y como complemento de su labor periodística, que es de todos conocida, tanto
en los programas radiales que mantuvo en Radio Guatapurí, por más cuatro años, y
por sus famosas y muy leídas columnas en el Diario El Pilón. En los escritos de “Yin”
jamás hubo improperios para persona alguna, antes por el contrario, en cada ser
humano vio una proyección de la superior jerarquía…tiempos idos.

Viajó por Riohacha, Barrancas, Hato Nuevo, Fonseca, Villanueva, La Junta, Corral de
Piedras, Patillal, Badillo, donde era recibido con regocijo por los amigos, compadres y
comadres y los cientos de ahijados que, según me contó, tenía por allí, en la extensa
comarca, muestra de la más alta confianza del hijo a un amigo muy allegado a sus
padres. Digno de destacar también las constantes charlas y conferencias en
instituciones educativas y los discursos y escritos a personajes, recopilados en su
libro “Itinerario de un Periodista.”

Otro de sus valores, la solidarodad con el dolor de sus vecinos y coterráneos, en caso
de tragedias familiares, para lo cual también hacía largas correrías en su vehículo
para estar presente y poder acompañar a quienes habían sufrido alguna tragedia
familiar, o brindarle su compañía y amena conversación a un enfermo, como sucedía
con mi padre Simón Guerra Daza, a quien, después de su programa en Radio
Guatapurí, lo visitaba y en amena conversación pasaban largo rato.

Hoy, recordando el ayer, una lágrima furtiva de felicidad corre por las mejillas de su
contraída piel. Doña Pau, lo saca de su abstracción, lo llama de manera cariñosa,
para que siga a la mesa a cenar un sencillo plato de agradables viandas, preparado
por manos de gente criolla y leal, producidas por labradores de la región, que
conviven de generación en generación desde remotos tiempos. Así fue la vida de
quienes una vez hicieron lo mejor que debían hacer sobre la faz de la tierra: favorecer
al prójimo y darles esperanzas, y así aconteció con el ejemplo del doctor José Manuel
“Yin” Daza Noguera en San Juan Bautista del Cesar.

169
Remembranzas de Valledupar

Rafael Martínez Cárdenas y su cámara fotográfica


¡Compadre, compadre 'Rafa', cumplo 15 años ¡tómeme una foto!

Rafael Segundo Martínez Cárdenas nos cuenta que


su primera foto a color. “La tomé a mi comadre
Consuelo, quien me la solicitó el día que cumplió
quince años, con la espontaneidad que siempre la
caracterizó”. Todos sabemos que ella dedicó gran
parte de su vida a servir y a trabajar por la
preservación de nuestro folclor. En realidad le
debemos mucho, en especial la organización del
Festival Vallenato, por medio del cual conocen la
cara amable de la región.

Rafael Martínez dice que por los años 1939 y


subsiguientes, “en mis viajes a Villanueva y
Barranquilla, donde cursé estudios de fotografía, el bus debía entrar a Valledupar por
falta de adecuación de vías para ir directo a Barranquilla.

Pernoctaba en el hotel Welcome de Víctor Cohen que en esos momentos funcionaba


en la casa de la señora Crisanta Colina, hoy propiedad de la familia Noguera Castro
(calle 16 No. 6-75). Otras veces me alojaba en la pensión de la señora Sara Corzo,
ubicada en la calle del Cesar, donde funcionó la cacharrería Cartagena. Para
continuar el viaje debía estar despierto a las dos de la mañana, aún había que pasar
por el peligroso alto de Las Minas.

Llegaba por la tarde a Ciénaga, al puerto 'El Antonio' y allí abordaba la embarcación
'La Gacela'. Los costos de transporte costaban alrededor de tres pesos, cuando
incluía camarote y veinticinco centavos, si el servicio era común y corriente, sin
derechos a mayores comodidades. El trayecto hasta Barranquilla era fantástico,
divisábamos los montes repletos de animales de diferentes especies: loros, micos,
variadad de aves silvestres, caimanes arrojándose al río Magdalena y cada cierto
número de kilómetros, pequeñas áreas desmontada por los ribereños, quienes
cortaban leña y la arrumaban para el uso hogareño y para venderla a los buques.
Arribábamos a Barranquilla a eso de las seis de la tarde”.

Continua y dice, “Mi padre, Rafael Silvestre Martínez Daza, fue un hombre con visión
de futuro. Mi madre, Marcelina Cárdenas, buena observadora de su hijo, me refirió

170
Giomar Lucía Guerra Bonilla

que le decía que veía en mis ciertas inclinaciones por el dibujo, la pintura, la
manipulación de algunos aparatos eléctricos y por la cámara fotográfica. Ya había
terminado estudios de primaria en el Liceo Colombia, regido por los eminentes
pedagogos Luis Dangond y José Manuel Aponte Marzal. Todo esto agregado al
interés que despertó en mí el fotógrafo 'Paisa Roque', que recorría los pueblos del
Magdalena tomando fotos. Estos fueron argumentos valiosos para que mi padre
decidiera que debía estudiar fotografía en Barranquilla.

¡No se equivocó!, este ha sido mi mundo. Comencé trabajando en la empresa


fotográfica de Luis Escobar Hurtado, donde hacía de todo, desde el aseo, hasta
ayudante de laboratorio. Después tuve una gran experiencia con los hermanos
italianos del taller 'Foto Tepedino', Domingo y Miguel, con quienes aprendí los
secretos del arte de la fotografía y adquirí tal dominio que me convertí en profesional
de esta disciplina.

De regreso a Villanueva en vacaciones, Valledupar seguía siendo estación obligada.


Con mi primera cámara de aficionado hice las fotografías de la Plaza 'Alfonso López'
(rural), del Colegio Loperena (tomada como portada del libro 'Becas Culturales en
Investigación sociocultural e histórico regional') y del convento Santo Domingo, en los
años 1942 y 1943. Las casitas de bahareque del barrio cañaguate, fueron después,
en 1958.

Para mí, Valledupar en esos momentos no


tenìa atractivo. Lo que más me gustaba era
la entrada por el antiguo paso de la Ceiba,
no existía aún el puente Salguero.
Barranquilla, por el contrario era una ciudad
que progresaba de manera vertiginosa por
su dinamismo industrial y actividad
exportadora, lo que propició una fuerte
inmigración desde otros departamentos.
Era además el tiempo de la llegada de los árabes y europeos por el mar,
convirtiéndola en una ciudad hibrida, de mil colores, de gente ingeniosa y de gran
creatividad. Además, yo era enamorador y allí había muchas mujeres bonitas. Mire,
aquí guardo uno de mis más bellos recuerdos de esa época. ¡Esta fotografía! Ve que
hermosura de mujer?

En el año 1947 trabajé en Barranquilla en Foto Velasco, prestigiosa empresa. Ya era

171
Remembranzas de Valledupar

un fotógrafo experto. Noventa pesos me estipularon de sueldo y el 25 por ciento de


comisión por la producción de otros encargos que lograra hacer. Los eventos sociales
era la línea fundamental de trabajo, paro lo cual la empresa me asignó la novedosa
maquina 'Speed Graphic'. ¡Qué felicidad!

Pero no duró mucho. Al año siguiente llegó del exterior Eliecer Velasco, hijo del
propietario, quien era importador de traganíqueles, negocio más rentable y
decidieron acabar con la empresa fotográfica. ¡Podrán imaginar cómo me sentí!
¿Qué hacer sin equipo y sin dinero? La liquidación no daría para mucho. La leí y
revise durante largo rato. ¿Rafa, hay algo malo? No. No, estoy leyendo. No salía de
tan agradable sorpresa. La suma era mayor de lo que esperaba. Manifesté al señor
Velazco que estaba equivocado. Yo había olvidado que el veinticinco por ciento de
comisión pactado al inicio nunca lo había cobrado. Recuperé el optimismo. Podía
comprarle la cámara 'Speed Grafic' al viejo Velasco y otros elementos necesarios
para el laboratorio. Fue así como fundé en 1950 'Foto Star' en Barranquilla.

Sin embargo, mi destino era Valledupar. La Registradora Nacional del Estado Civil me
asignó un contrato como fotógrafo oficial en el Magdalena Grande, para hacer los
documentos de identidad laminados. En Villanueva no había fluido eléctrico. Me
trasladé a Valledupar desde donde hice el trabajo. Allí, establecí 'Foto Star' en la casa
de don Jacob Luque, donde antes estaba la tienda 'La Nueva Paciencia', cerca a la
Catedral del Rosario (calle 15 No 7-40).

Vendía, además, materiales fotográficos. Hoy, mi taller funciona donde tuvo el estudio
el caricaturista Jaime Molina (calle 16 No. 6-71). Vivo agradecido del aprecio y
acogida que me brindó la gente de Valledupar, mis vecinos de la Calle Grande, de la
Plaza Mayor y en general todos los que me conocen. Entonces me di cuenta de que
esto es lo más importante.

En este arte como cualquier otra no faltan las anécdotas para contar. Tal es el caso de
lo que me sucedió en 1949. El presidente Ospina Pérez llegó de visita a Santa Marta.
En el agasajo brindado por el Gobernador, posaron para la foto importantes
personalidades. Enfoqué y rastrillé la cámara y el flash no disparó. Segundo, tercer,
cuarto intento, el grupo a punto de disolverse. Al fin lo logré y grite. ¡Para que vea
Señor Presidente que no hay quinto malo!... aplausos del público. En otras
oportunidades sentí pena ante sacerdotes y el señor Obispo Vicente Roig y Villalba
por las impresiones del público ante lo novedoso del flash y la rapidez de las tomas,
en ceremonias religiosas suntuosas aquí en la ciudad. El centro de atención dejaba

172
Giomar Lucía Guerra Bonilla

de ser el altar y los oficiantes para concentrarse en el fotógrafo y sus enceguecedores


relámpagos.

Como guardián de la memoria colectiva, Rafael Segundo Martínez Cárdenas


seleccionó de su archivo documental, dónde solo él sabe cómo encontrar con suma
rapidez lo que solicitan sus clientes, cuarenta y cinco fotografías. Pueden
enumerarse conventos, iglesias, personajes que contribuyeron de una u otra forma al
progreso y desarrollo de la región, amigos entrañables, registro de distintas clases de
encuentros y ceremonias, políticas, religiosas, cívicas. A ellos dedicó la exposición
realizada en noviembre de 1966, con el Patrocinio del Fondo Mixto y la Casa de
Cultura de esta ciudad.

Primera foto en color en Valledupar

Otro de sus aportes fue la organización de una


sala de música al lado del local de 'Foto Star',
con el primer equipo de sonido estereofónico
traído a Valledupar. Brindaba servicio al público
para escuchar música estilizada. El salón
estaba decorado con carátulas de Long play y
afiches de artistas famosos. Tuvo muy buena
acogida por la afluencia del personal que
llegaba a usar estos servicios, quienes además
solicitaban los discos que vendía por encargo.

La fotografía ha sido uno de los documentos valiosos para el hombre contemporáneo.


En ella encontramos elementos que ayudan al historiador, al literato, al periodista, en
general, al investigador. En ella podemos ver el pasado reciente, las huellas del paso
del tiempo por su piel y su proceso lento e inexorable hacia un final. La fotografía ha
creado mitos pero también ha hecho accesible la imagen de unos hombres a otros,
nos ha ayudado a conocernos y a valorarnos”.

Rafael Martínez, con más de cinco décadas dedicado a este arte, nos expresa que se
siente satisfecho de la labor cumplida, que ha hecho lo mejor que ha podido hacer.
Aún hoy, con sus elementos de trabajo, pasa horas en el laboratorio restaurando
fotografías deterioradas, recibe consultas y solicitudes y continúa haciendo revelado
en blanco y negro. Su aporte sigue siendo invaluable, ejemplar su estoicismo y la
perseverancia en la labor artística.

173
Remembranzas de Valledupar

Leo Matiz… Un Mundo


en su Cámara en Blanco y Negro

“En cada oscuridad, hay siempre un punto blanco que va creciendo…….


El blanco y negro es un sentimiento. En él siento el relieve (Leo Matiz ).”

Leo Matiz ese errante trotamundo, nace en


Aracataca (Colombia) en 1917 en el hogar de
Julio Martínez y Eva Espinoza, bautizado con
el nombre de Leonardo, Aprende con su
madre las primeras letras, en Ciénaga cursa
estudios primarios y en el Liceo Celedón de
Santa Marta el bachillerato. Inicia su
vocación como caricaturista, no le atraía
hacer una carrera profesional tradicional. En
1933 la Revista Civilización de Barranquilla
pública sus primeros trabajos. A fines de este
año viaja a Bogotá donde estudia Xilografía y
publica caricaturas en revistas y a partir de 1937 en El Tiempo. Mientras tanto estudia
en el taller del pintor y fotógrafo Luis B. Ramos.

Zarpa de Barranquilla en 1940 rumbo a Panamá, donde logra mantenerse haciendo


caricaturas que vendía en los hospitales, universidades, bares, y a gente de la calle.
Trata de reunir dinero para llegar a México. Aún no está muy convencido de la
fotografía a pesar de sus trabajos para El Tiempo, la Revista Estampa, las fotografías
sobre la Ciénaga Grande, el Río Magdalena. Viaja “a pie” desde Panamá a Costa
Rica donde hace una exposición conjunta de dibujos y caricaturas apoyado por el
Pintor Centroamericano Amighethi, con tan mala suerte que un tornado las destruyó.
Allí consiguió ayuda para continuar camino a México.

Este huracán trae a Celia Nichols a su vida. Hija de un cónsul inglés, millonaria, culta,
trabajaba como presidenta de la Sociedad de Artes. Se enamora de ella de golpe, en
el primer encuentro desaparece con su turbante rojo. La busca enloquecido, su amiga
más cercana le dice donde encontrarla.

“Celia fue la mayor fantasía y el idilio más tormentoso de mi errancia por


Centroamérica. Ella tenía cuarenta años y a mí, empezaban a salirme las primeras
cordales. Siempre he creído que si no hay fantasía la vida es estéril. Ella despertó esa

174
Giomar Lucía Guerra Bonilla

dimensión en mi mundo con su risa y delicadeza. Era bella y tierna..

Celia me protegió y me liberó del camino del opio... El delirium tremens se repetía
cada mañana, cuando enormes pavos reales al mando de una papayera me
paseaban en camillas sobre sus lomos por calles atiborradas de gente... Nuestra vida
al comienzo en México fue difícil y pasábamos hambre. La situación económica se
tornó asfixiante… Entendía que yo iba a triunfar en México (Leo Matiz. “El Angel
Caído”). Después vendrían otros muchos amores.

El escritor Álvaro Mutis al hablar de su amistad con el fotógrafo, resalta una faceta
vital de su personalidad. En el año 1980, trabajaron juntos, mientras él desempeñaba
el cargo de Jefe de Relaciones Públicas de la Esso colombiana.

Viajan por todo el país, registrando testimonios gráficos de la actividad de la empresa.


Dormían en campamentos en medio de la selva, en hoteles de mala muerte, a la orilla
del mar, a orillas del Magdalena, en rincones y montañas ocultas del Valle del Cauca o
de los Santanderes, lo cual derivó en una estrecha simpatía que llega a distinguirlo
nombrándole padrino de bautismo de su hija Alejandra Matiz. Dice Mutis que este
aprecio significó además de un placer inagotable, una severa lección de vida que lo
marcó definitivamente:

“ En las más azarosas condiciones que nos deparó el plan de labores que nos
propusimos, consistente en crear un archivo fotográfico sobre el país, para servicio
de la compañía en la que yo trabajaba, jamás vi a Leo pronunciar un “Me muero de la
pena” y, mucho menos un “mañana”. Las cosas se hacían de acuerdo con un plan
inteligente, pero inmodificable en sus metas y en su calendario. Esto era inusitado
para los demás trabajadores, a tal grado que me preguntaban si el artista de la
cámara era gringo. Como las facciones de Leo no daban pábulo a tan absurda
hipótesis, yo me salía por la tangente inventándoles que él era mexicano y había
luchado con Pancho Villa. (Álvaro Mutis. La Lección de Leo Matiz. Homenaje a Leo
Matiz. Universidad Nacional).

Europa vive su Primera Guerra Mundial, México es el “Paris Latinoamericano”. Es allí


donde inicia el trabajo de reportero gráfico en la Revista “Así”, con el apoyo del poeta
colombiano Porfirio Barba Jacob. Establece relación, convive y trabaja con grandes
artistas e intelectuales de la época dorada de los 40: Los muralistas José Clemente
Orozco, de quién recibió clases de pintura, Diego Rivera y su esposa la pintora Frida
Kalho. Fueron muchas las personalidades de prestigio mundial que retrata: Luis

175
Remembranzas de Valledupar

Buñuel, Marc Chagall, un sonriente Pablo Neruda, el poeta mexicano Agustín Lara,
Mario Moreno Cantinflas, la versátil actriz María Félix, las actrices norteamericanas
Janice Logan y Esther Williams, el trompetista Louis Amstrong, imágenes que
perduran inmortalizadas en el tiempo.

Durante el período de 1941 a 1947 realiza exposiciones sobre: Tipo y Costumbres de


México, participa como fotógrafo de rodaje de la película Fiesta Brava, realiza las
fotografías del mural “Cuathemoc contra el mito”, motivo de la discusión con el
muralista Siqueiros y posterior salida del fotógrafo hacia Estados Unidos.

En 1948 fue enviado por la Revista Life a Bogotá para cubrir la IX Conferencia
Panamericana, justo a tiempo para registrar el “Bogotazo”.

Funda en 1951 la primera galería de arte en Colombia que inaugura exhibiendo por
primera vez las pinturas de Fernando Botero, en 1952 realiza la segunda exposición
del famoso artista. A los 61 años en Bogotá, en 1978, se cumplió una terrible visión
que había tenido años antes. Un ángel sacaba su ojo izquierdo y huía… “Yo corrí
detrás de mi ojo pidiéndolo, pero mi ojo se fue”. Sueño que infelizmente se hace
realidad; al ser víctima de un asalto pierde su ojo izquierdo, hecho que lo obliga a
abandonar la fotografía por un tiempo.

Durante la década de los noventa,los europeos comienzan a valorar su obra, donde


es dada a conocer y divulgada por su hija Alejandra, lo mismo que en Estados Unidos.
Esto lo estimula y le devuelve la fe en la vida y en la fotografía. Es reconocido por la
crítica europea y norteamericana como el “Guardián de la Sombra” de la fotografía
latinoamericana, por el acentuado y profundo contraste de luz y sombra en sus
estampas, que recogen instantes dramáticos de sus personajes, sumergidos en la
cúpula del poder o en los laberintos de la marginalidad social.

De su colección fotográfica dice Magela Demarco: “Uno siente el calor de la piel de


esos campesinos inmortalizados por su cámara, la aspereza de las manos de
aquellos pescadores que lanzan y luego recogen las redes pacientes, esperando
llevar algo de comida a sus casas, siente caer las gotas de transpiración de los
aguateros cargando pesados baldes”.

Después de 50 años de ausencia vuelve a México en 1998 para hacer a sus 80 años
con una avanzada ceguera, el libro titulado “Los Hombres del Campo”, su creatividad
y vivacidad se acrecientan, para seguir capturando con su débil ojo derecho la belleza

176
Giomar Lucía Guerra Bonilla

del mundo y permanecer abierto al impacto de sus intensas y memorables imágenes.

Rinde homenaje al país que lo acogió al efectuar la serie inspirada en la artista y


amiga Frida Kalho, colección expuesta en el Palacio de Bellas Artes de México al
celebrar el centenario del nacimiento de la referida artista. Exhibida también en
Colombia y en la ciudad de Valledupar en agosto de 2004 en la Biblioteca Rafael
Carrillo Lúquez.

Leo Matiz con su cámara construye un poderoso mural de su época a través de una
mirada crítica y de una sensibilidad y creatividad abierta al impacto de lo novedoso.
Muere en Bogotá en 1998.

177
Remembranzas de Valledupar

Cuando un amigo se va

No se ha ido del todo. No, porque nos dejas un inapreciable legado: tu amistad
indeclinable de la que pudimos gozar desde temprana edad por la calidad humana
que te caracterizó, y como artista a cabalidad nos dejas la mejor herencia, una obra
pictórica reconocida por los premios obtenidos en varios salones nacionales y muy
apreciada en la Costa Caribe colombiana por tus amigos y conocedores del arte. Son
muchos los hogares de tu ciudad que cuentan en su haber con una o varias de tus
trabajos artísticos. Desde temprana edad como estudiante hiciste exposiciones
pictóricas en Bogotá al lado de artistas destacados.

“Cultivador pictórico de todas las técnicas. Trasplantó a la plástica su ironía sutil en


tonos pastel, con temáticas populares. Ha sido su más enfático estilo, puntualizado
con tonos suaves, sin comprometer al personaje, al que no identifica. Las
expresiones están dadas, por la ausencia de órganos de los sentidos en sus rostros.

Sin esa condición el mundo sería fofo y sin ningún sentido. El artista nos hace mirar el
mundo éticamente bello ridiculizándolo y allí estaciona su belleza, con unas manchas
que trascienden la realidad fotográfica. Esas manchas con caras planas y sin órganos
de los sentidos, solo con orejas para que el mundo entero, incluidos nosotros,
oigamos las voces ridiculizantes. Es en esta plástica “Del Descaro del Mundo”, con la
que él mismo, se burla de si, se burla de todo y, nos invita a que nos burlemos de todos

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

y todos se burlen de nosotros. Ahí, es, donde está uno de sus mensajes de la
estética.” (Guerra Bonilla, Luis. Álvaro Martínez Torres. El irreverente de la pintura y el
verbo, 19 de octubre. 2011. Soy Periodista.com )

Es esta la temática de su primera y segunda etapa, que también recoge tradiciones


de su villa vallenata, pero sólo como una observación del objeto externo que
subjetiviza en su interior como método del artista, desde la estética, para que el
mundo se encuentre con ella. Allí vemos el contenido de luz, sombras,
transparencias, manchas rosadas y todo cuanto él veía con su pupila privilegiada que
nos hablan de su trayectoria artística.

Aún permanece inédita, la obra inspirada por los wivas, resultado de la positiva
impresión que tuvo al visitar a este grupo étnico de la Sierra Nevada de Santa Marta,
por su organización, la originalidad y creatividad de sus viviendas y del entorno y del
trato que sostuvo con ellos mientras construía aquí en Valledupar su casa-sede. Ellos
nuestros antepasados fueron su última lira, que plasmó en lo más profundo de las
meditaciones de su silencio interior. Esperamos verlas pronto exhibidas, para que
además de rendirle un justo homenaje, poder mostrarlas a la ciudadanía y a las
nuevas generaciones, para que no sólo den cuenta de su obra pictórica y
arquitectónica, sino que sea el maestro digno de imitar por ellos.

Siendo Gobernador Don Edgardo Pupo, en coordinación con su esposa Doña Nelly
de Pupo, mujer de gran espíritu cívico, le propusimos la creación de la Escuela de
Bellas Artes de educación no formal bajo la acertada dirección de “Tina” Cotes. Álvaro
acogió el proyecto con gran entusiasmo. Inició con las áreas de música y pintura.
Como Delegada del Ministerio de Educación le brindé apoyo con recursos y en la
organización administrativa, buscando la asesoría de la Facultad de Artes de la
Universidad del Atlántico. Una de las motivaciones iniciales además de incentivar el
talento artístico, fue brindar apoyo a los docentes de las disciplinas en mención,
porque en ese momento eran pocos los licenciados en estas áreas. Los más
reconocidos artistas de la ciudad no tardaron en vincularse. Álvaro Martínez, fue de
los primeros y más entusiastas, así como Efraín “el Mono” Quintero, Kajuma, Jorge
Maestre. Al ser designado Gobernador el Doctor Luis Rodríguez Varela, la primera
dama doña Edith Castro, continuó con esta labor mientras su esposo fue gobernador
del departamento.

Son muchas las facetas de tu personalidad dignas de destacar, como arquitecto


egresado de la Universidad Piloto de Colombia, a quien con mis hermanos Óscar y

179
Remembranzas de Valledupar

Luis, ante su indecisión por cursar estudios de pintura o arquitectura, ya que desde
niño conocimos su afición por la pintura, percibimos que tenía aptitudes para ambas
disciplinas, por lo cual no dudamos en hacérselo saber y estimularlo en tal propósito,
como en efecto lo muestran los resultados en estas dos áreas del saber.

Tras tu bohemia impenitente, las madrugadas te encontraban en vela, azotando las


baldosa de las calles del centro histórico, o sentado en el andén de la antigua casona
donde naciste, hoy de Ani (Doctor Aníbal Martínez Zuleta) y Ana como cariñosamente
los denominabas, o en los callejones y las calles del siempre añorado Viejo
Valledupar conversando con tus vecinos, o por las noches dando serenatas,
cantando o tatareando las canciones de tus entrañables amigos, los cantautores
Santander Durán, Rita Fernández Padilla, Gustavo Gutiérrez, siempre acompañado
de tus fieles contertulios.

Y así envuelto en las brumas va tras la búsqueda de la magia de Patillal de la que


disfruta un buen número de años, acompañado por un grupo de amigos y amigas, la
tierra donde estaba parte de su raigambre. Allí nació su padre Don Sebastián
Martínez Maestre casado con Doña María Torres.

Como buen conocedor de la historia de la arquitectura colonial de Valledupar,


estuviste muy atento a su preservación, dictando conferencias sobre este tema y las
tradiciones en varias Universidades, en encuentros de amigos y en algunos de sus
escritos como columnista de Vanguardia Liberal. Tuve el privilegio de que me
permitiera usar uno de sus trabajos pictóricos para ilustrar la portada de mi libro
“Valledupar entre la Historia y la Leyenda”.

Este no es un adiós sino hasta pronto, querido “Varo”.

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Walter Arlandt:
Su arte es sentimiento, poesía

Walter Arlandt cálido y transparente nos dice:“ El mejor


crítico de arte es el que se deja llevar por el
sentimiento, va desprevenido, es espontáneo, saborea
lo que tiene a la vista”. Al estilo de Gaudí guardadas las
proporciones, nació en el seno de una familia donde
desde su madre Doña Oilda Ariza de Arlandt, su abuela
tejían mochilas y quien sabe cuántas generaciones
atrás, diseñando caminos y arabescos guardianes de
la memoria de sus ancestros, ambiente donde también
pervivía la creatividad de su padre José Celestino
Arlandt carpintero, quien en sus obras dejaba
plasmado el buen gusto y creatividad al tallar la madera
y de un abuelo con ancestros franceses.

En 1985 es seleccionado para participar en el Salón


Nacional de Arte con 10 artistas más de la Costa, donde
es premiado por su obra “El tinajero de mi abuela
cuando era nuevo”. Es notoria la influencia de su
entorno, de lo autóctono. De su cotidianidad de niño
rescata la casa vallenata con su peculiar decoración
sombrereros, tinajeros. Esas ventanas por donde se cuela una luz tenue buscando
preservarlo de los rayos fuertes, de los vientos, del aire frío de la Sierra Nevada. Son
elementos de los interiores cuya evolución le imprime un sello abstracto. Comienza a
incursionar en Pop Art con este tinajero y “Después de la parranda”

Otro de los motivos de inspiración son los calabazos (1985-1986). A veces son
representaciones eróticas. Con una marca influencia surrealista de Salvador Dali.
Sus bodegones con influencia minimalista traslucen la complacencia que
experimenta al pintar la naturaleza con la que ha convivido, diversidad de frutas
tropicales: mangos, mamones de colores fuertes ¿Naturalezas muerta? Así lo
denomina el arte, pero sentimos el olor, sabor, las degustamos. Ahí está plasmada
otra de las experiencias de su niñez “salir a manguiar”, competir con su hermano al
ver quién encontraba primero el mango más hermoso. Es notoria la influencia de
Francisco Zubarán. Nos dice: “No es plasmar lo que uno ve, sino darle vida, imprimirle
un toque mágico que surge espontáneo”. Tendencias clásicas embrolladas con el

181
Remembranzas de Valledupar

realismo mágico, caminando a la par con lo contemporáneo. Resultado también de


sus estudios Escuela de Bellas Artes de Valledupar Taller de grabado Maestro
Humberto Giangandi, Taller de Escultura Maestro Rafael Franco Seminario
“acercándose al Arte Contemporáneo” Universidad Nacional Bogotá.

La parranda vallenata es otro de sus temas recurrentes, donde orienta su cocina del
arte al más mínimo detalle, no son sólo acordeón y acordeoneros, el conjunto
musical, sino todo el desbarajuste después de la fiesta, el borracho desparramado en
un taburete, botellas, colillas por aquí, por allá.

No podía faltar el paisaje influenciado por el entorno de la Sierra Nevada de Santa


Marta por los años 2010 con una mayor madurez artística, más contemporáneo,
resultado del estudio de Vermeer y Rembrandt y los pintores del renacimiento.. No
escapan a su pincel los algodonales. Una serie de dibujos algunos representan
mujeres gordas inspiradas en las urnas funerarias precolombinas y un poco en el
Maestro Grau. Trasciende lo local, nacional para trasegar por el Pop Contemporáneo
Estudioso inquieto siempre está explorando siempre nuevas formas de ver el arte“ He
trabajado paralelamente los temas. En el momento hago énfasis en la escultura
contemporánea ajustada a los fenómenos del arte actual”. Las concebidas en acero
jugando con el equilibrio y la forma hasta logra una composición lo más cercano a la
perfección, agradable a la vista. Los bronces desde aquí ha llevado torsos femeninos
a la escultura en las tres dimensiones. En esta serie están “ Monumento a las víctimas
de la violencia,” “El acordeón,” “Las trinitarias” “La Custodia” una de la serie
denominada “Exposición a Escalona” realiza en 2010.

Es diversa y grande la calidad, dimensión de su obra caracterizada por líneas


depuradas, colores con sabor a trópico, brillantes, fúlgidos. Cuando nos acercamos
a él encontramos a un cálido artista, de una sencillez envidiable, sin ostentaciones y
más aún cuando nos abre un espacio para entrar por un visillo a su mundo de colores
y texturas, de luces y sombras, descrito por él con las tímidas palabras de un hombre
cuya fama prefiere conservar en las penumbras, en el claro-oscuro de sus firmes
pinceladas, tonalidades y sensaciones cuya influencia inicial fue la noticia del
fallecimiento de Pablo Picasso.

Acredita más de 50 exposiciones desde su natal Valledupar, pasando por Cartagena,


Santa Marta, Barranquilla, Bogotá, Puerto Rico, Miami, Tampa Florida EE.UU,
Panamá, Nueva York. Reside en Bogotá sin perder el vínculo e interés por lo que en el
ámbito artístico sucede en Valledupar a donde viene con frecuencia.

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Recuerdos de la Escuela Normal de Manaure en sus inicios


Agradecimiento a “Tía Berty”

Bertilda Guerra “ Tia Berhy”, Directora del internado, acompañada de varias alumnas graduadas en la Escuela Normal.

Dice Marlen Tous, Directora de la Escuela Normal de Manaure en la década de loa 70:
Mi alma vibra con los recuerdos de realidades sublimes a veces increíbles de sucesos
en la historia de la Educación del Cesar. Comento las vivencias en la Normal María
Inmaculada de Manaure, cuando juramos hacer realidad, el casi inalcanzable
proyecto de lograr su aprobación por el Ministerio de Educación Nacional, cuando
aún estas funciones no habían asignadas a los entes territoriales.

Encontré allí docentes de ambos sexos abnegados, apóstoles de la Educación


quienes se fueron hasta allá sin importarles las incomodidades encontradas: el mal
camino, dificultad de transporte, carencia de luz eléctrica (sólo de 6 p.m a 12 m.), el
agua etc. Pero con una gran motivación, que no escatimaron el gasto de su propio
dinero, ni horario, ni energía en pro de esas jóvencitas por quienes su sacrificio,
además de entregar su saber, en una relación enseñanza-aprendizaje representaba
la máxima realización personal y profesional.

Su dedicación era total para lograr una educación de calidad. Las niñas venían de
distintas poblaciones del Cesar: Chiriguaná, Chimichagua, Rincón Hondo, Poponte,

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Remembranzas de Valledupar

Codazzi, San Diego, La Paz y Valledupar y algunas de La Guajira. Ellas fueron las
depositarias de aquel cúmulo de conocimientos de unos docentes llenos de
entusiasmo, que las hicieron luego poseedoras de los valores que hoy ostentan
como buenas educadoras. Había un internado que albergaba 80 jovencitas,
atendidas en su integralidad por esos mismos profesores.

Relievo la encomiable labor de la tía Berty quien fue directora de internas; entregada
con amor a sus deberes , altruista, conocedora y segura de sus capacidades, las que
puso a disposición y en pro de la formación de aquellas adolescentes que le fueron
encomendadas para su cuidado y orientación.

Fue la tía Berty poseedora de las virtudes de la mujer educadora integral. Sin que
mediara interés alguno solo el de servir asumió con gusto y afecto ese llamado, esa
misión con toda la connotación que lleva el ser la “tía” de cada niña que le había sido
confiada. De manifiesta serenidad y humildad, soltando con mucha inteligencia, buen
tino y acierto frases de consejo que llevaban implícitas la formación en valores a esa
muchachada que dirigía. Lo hacía con la dosis de autoridad necesaria para
conducirlas a reflexionar sobre el actuar de cada una. Escuchaba amorosamente y
con santo silencio y atención las cuitas y congojas así como las euforias y alegrías de
cada una de ellas.

Los padres de familia y acudientes, la amaban y admiraban por su respeto, entrega y


paciencia para atenderlos a ellos y a sus hijas, con sus consabidas recomenda-
ciones. Puedo decir, sin lugar a equivocarme, que en ese momento de la Historia de la
Educación el talento humano (las estudiantes) con quienes se interactuaba en la
Normal María Inmaculada de Manaure eran receptivas a la palabra y al ejemplo que
siempre dio edificando y reforzando la formación que traían del hogar o ayudando a
enderezar entuertos con mucha paciencia. Destaco con igual mística a las
profesoras: Virginia Gómez (Tía Vi), a Rosminia Guzmán (tía Rosmi), Merceditas
Martínez e Isabel Pereira, con el mismo corte personal y profesional de entrega con el
amor que se da a Dios y a los hijos. Continuarían Directoras de alta calidad
académica como la Magister Blanca Añez.

En efecto, cuan diferente es todo lo actual, con excepción de insignes educadoras


conocidas en el Colegio Rafael Valle Meza como Ana Cecilia Daza, María Luisa
Hernández, Noris López, Miryam Guerra, Cilia Mejía, Danellis López quien se lleva a
sus alumnos a su casa para los refuerzos correspondientes, la seño Margoth y otras,
quienes también se sacrifican y dan lo mejor de sí. Cómo desearíamos volver a esos

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

tiempos de entrega y amor por nuestros estudiantes.

Hoy Bertilda Guerra, yace incapacitada en su lecho de enferma. Sus ojos “que tienen
la placidez del agua en calma” son los que hablan, después de cumplir esta noble
misión, testimoniada por algunos profesores y estudiantes, hoy ejemplo en la
sociedad como los especialistas Dioselina de Sprockel profesora del Colegio
Loperena; Mariela Lara, Sonia Orozco, Consuelo Meléndez, Nancy Bayona, Mireya
Aguirre, Jorge Molina, Cecilia Camacho, Joselina Romero y muchas otras que a
menudo en un desfile interminable la visitan. Rodeada del amor de sus hijos: Óscar
Iván, Rosa Paulina, Andrea, de sus nietos, sobrinos y hermanos.

Hoy la Escuela Normal Superior está dirigida por la Hermana Maritza Mantilla de la
comunidad de las hermanas Salesianas, quienes lo hacen con mucho acierto. Son
muchos los avances de ésta en distinto ámbito de los cuales mencionaremos dos:
Con la asistencia del Ministerio y la Secretaría de Educación la adopción de
tecnologías como herramientas pedagógicas han introducido cambios significativos
en la preparación de clases y desempeño académico. Con la conectividad, los
estudiantes han desarrollado habilidades informáticas, elaborando blogs, facilita la
investigación, la interacción de los docentes con estudiantes para elaboración de
tareas. El mejor manejo y acceso a la información ha producido un notorio cambio en
la mentalidad de los estudiantes. Atiende todos los grados, desde preescolar hasta el
ciclo complementario (grados 12º y 13º). Desarrolla de manera simultánea dos
experiencias interculturales, ambas importantes y pertinentes para la región y la
población atendida:

Un programa de formación de docentes indígenas de las etnias arhuaco, wiwa y


yukpa que desean graduarse como normalistas superiores y con indígenas Yukpa en
un programa de bachillerato acelerado, para que puedan ingresar más adelante al
curso de formación de normalistas superiores. Un aula de atención a niños y niñas
desplazados por la violencia.

El programa de formación de docentes lleva 4 años y el de los niños 3 años. El primero


es semipresencial, se realizan etapas de capacitación en Nabusímake, Sierra
Nevada con los arhuacos, y en la Normal con los alumnos de las demás
etnias..Alrededor de estas experiencias un grupo de docentes ha comenzado a
investigar sobre comunicación intercultural y otros aspectos de la interculturalidad en
la escuela. La Normal tiene asignatura de etnoeducación, los estudiantes de los
grados superiores realizan proyectos interculturales y monografías sobre el tema.

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Remembranzas de Valledupar

Todo esto ha generado una conciencia sobre la diversidad, la convivencia interétnica,


la solidaridad y la función de la educación en contextos donde habitan varias etnias y
hay situaciones de violencia afectando la población. Asi se ha avanzado en la
reflexión sobre los procesos de interculturalidad, y la sensibilización por los niños
desplazados. Los docentes son preparados y sensibilizados, teniendo presente esta
situación para que puedan trabajar con grupos vulnerables.

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Los Entretejidos Techos de


Jesús “Chú” Verdecia

Tienda Compae Chipuco-Restaurador Jesús “Chú” Verdecia-Techumbre.

Bajo la tenue luz del atardecer a la sombra de un roble revestido de flores color violeta
que alegran el ambiente, Jesús “Chú” Verdecia, agobiado por el cansancio de más de
cuatro décadas de trabajo intensivo, hace un obligado receso en su labor cotidiana, al
igual que su séquito de albañiles, alfareros y otros obreros que lo acompañan en
estos momentos en esa antigua casa, cuyos techos y paredes están restaurando.

Ahí, donde a veces los propietarios están aburridos de verlos tanto tiempo como si la
obra no avanzara, trasteando de un lado para otro, la casa convertida en un reguero
de herramientas, cemento, cal, barro, arena y un sin fin de materiales y la caña boba
más boba aún, ahí arrumada esperando. Pero no comprenden que “no hay aguacero
que no escampe, ni corriente que no baje”, porque como en todo sufrimiento después
vendrán los momentos de satisfacción al ver la casa vestida de blanco, más fresca
por el precioso techo, los arcos de medio punto, el piso de tablón, grandes zonas de
jardines, convertida en una de las más lindas de la ciudad por las manos virtuosas de
“Chú”.

“La luna menguante me permitirá cortar la caña boba que necesito para hacer mi
trabajo. Si la cortan en luna llena se apolilla. Este es un producto de nuestra
naturaleza, de aquí, como dice la canción: nativa del Valle y de varios pueblos
vecinos: Atánquez, Pueblo Bello, Codazzi. Antes había siembras en la Canoa, cerca

187
Remembranzas de Valledupar

a la Ceiba, por la entr ada de Badillo”.

He trabajado muy duro en la vida - continúa diciendo Chú -. Desde muy niño me
mandaban a tempranas horas de la mañana a vender pastelitos y en la tarde
arepuelas, esto lo hacía “lloviera, tronara o relampagueara”. No tenía tiempo para
estudiar. Mi padre Pablo Verdecia, caficultor en Azúcar Buena, además artesano,
reconstruyó durante muchos años los techos de teja española de muchas casas.
Aprendió este arte de un español. De él heredé este arte. Conmigo era muy severo y
exigente. por lo cual a los 18 años me fui para Pueblo Bello, a trabajar con un tío por
una temporada, pero la situación no mejoró.

Hoy, a manera de una cita clandestina, nos encontramos en la casa de la familia


Luque Soto. La afabilidad del “Bore” me ha permitido cazar allí a “Chú,” a quien he
perseguido por varios meses, tratando de ubicarlo en cuanto lugar me dicen que está
haciendo un trabajo. Rastros de él por ninguna parte. ¡Claro! Un Coronel de La Popa,
cautivado por su labor, lo contrató por más de dos meses, para trabajar en una casa
campestre fuera de la ciudad. La conversación continúa.

Josefa Luque afirma: cuando tenía 6 a 7 años su padre lo traía a mi casa como
ayudante para trabajar en el arreglo de los techos y en albañilería, lo cual el confirma
diciendo que pasaba horas al lado de su padre Luis Verdecia, observando cómo
hacía la labor y ayudándolo. Al regresar de Pueblo Bello a Valledupar la gente me
buscaba, comenzaron a confiar en mí porque ya me estaba acreditando por la calidad
de la labor que realizaba.

Comprendí que si uno se propone las cosas las logra, pero debe tener perseverancia,
responsabilidad y honradez, si no es así no conseguimos nada en la vida. Los que me
contratan saben que mi trabajo es durable, resistente y lindo, porque las cosas hay
que hacerlas para que perduren. Los dueños de casa que me buscan casi siempre
son los dueños de casas coloniales, aunque también me buscan uno que otro
propietario de residencias modernas y de viviendas campestres.

Este hombre de 55 años, nacido y criado en Valledupar en el barrio La Guajira, cuya


pedagogía ha sido aprender haciendo, sencillo, de apariencia frágil, de expresión
abierta, ha entregado sus mejores años al mismo quehacer, convirtiéndose en un
verdadero guardián de una técnica y de algunos elementos constructivos de la ciudad
de la herencia arquitectónica que con su creatividad, talento y paciencia, persevera a
pesar del paso del tiempo y del predominio arrollador de la tecnología. Sigue

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

trabajando artesanalmente y manifiesta que le produce complacencia y que son


muchas las personas que aprecian su tarea, quienes desean conservar sus viviendas
con la mixtura de los elementos tradicionales de la herencia colonial española, el
aporte nativo y de los afrodescendientes en el sincretismo cultural que aún perdura.

En virtud de la exhuberancia de materiales de la naturaleza en la región, se observa


una simbiosis en el uso del adobe, además de las tejas de barro, herencia árabe
española, con la sustentación del emparrillado o entarimado hecho con la ya
mencionada “caña boba” y anteriormente la caña brava.

La tarea no es fácil. Él, sin afanes ni premuras, la disfruta. Mientras pela la caña, la
cura aplicándole mata comején para preservarla. En el momento usa aceite quemado
que es más efectivo. Agrega además arena y un punto de cemento, así como el barro
elaborando la argamasa. Lo aplica encima del emparrillado de caña boba para pegar
las coloreadas tejas de barro, dándole así mayor fortaleza y durabilidad.

Residencia de la familia Luque Soto. (Carrera 6 No. 13C.25), “Chú” Verdecia con sus obreros y el “Bore” Luque. Josefa Luque
afirma que son muchos los arquitectos que han venido a ver este trabajo, así como uno que otro historiador, antropólogo y
artesanos.

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Remembranzas de Valledupar

De sus últimos trabajos destaca la restauración de la casa donde funciona la tienda


“Compai Chipuco”, la de la familia Luque Soto, donde permaneció un año. Los techos
y la decoración (rosetones) del Callejón de la Estrella de Guillermo Castro Mejía, allí
estuvo dos años. La casa de Alba Luque, la de la familia Zubiría en el callejón de Los
Castilla, la de los doctores Alfonso Araújo Cotes y Aníbal Martínez Zuleta, familia
Baute Céspedes y la del mayor Pimienta. Nos dice que son pocas las residencias de
lo que hoy llaman el Centro Histórico donde no he trabajado, si ha sucedido, es
porque he estado ocupado.

Con la Constitución Política que nos rige ha habido un significativo avance en el tema
del patrimonio cultural, al reconocer el carácter multiétnico y pluricultural de la Nación,
teniendo en cuenta el patrimonio como un bien constitutivo de la identidad nacional y
su conservación como factor para fortalecer los vínculos con el modo de vida de las
comunidades.

En Jesús Verdecia encontramos un guardián natural del tipo de construcción


mencionada, que tiene una de sus razones de ser en la herencia peninsular, árabe,
indígena y negra, tema al cual ya nos referimos en el libro “Valledupar, entre la historia
y la leyenda”. “Chú” en este Caribe maravilloso deshilvana la madeja de lo cotidiano,
recuperando la memoria de nuestras más profundas raíces perdiéndose por las
calles de la ciudad, en las casonas que aún se conservan, buscando preservarles su
memoria, su espíritu. Protección que es una batalla cultural y laboral, bajo los
caniculares soles de Valledupar y el poco aprecio de su labor artesanal. Como
dijimos, aún quedan en la ciudad vestigios de la costumbre peninsular arábica
asentada en el Mediterráneo andaluz, que nos hace conservar el blanco, contrastado
a veces con el azul del mar y del cielo. Traemos a cuento, la decisión de José Arcadio
Buendía de pintar de blanco la fachada de su casa, pero el inspector recién llegado al
pueblo, por decreto le dijo que tenía que pintarla de azul. José Arcadio fue a su
encuentro y le dijo:

“De modo que si usted se quiere quedar aquí, como otro ciudadano común y
corriente, sea muy bienvenido - concluyó José Arcadio Buendía - Pero si viene a
implantar el desorden obligando a la gente que pinte su casa de azul, puede agarrar
sus corotos y largarse por donde vino. Porque mi casa ha de ser blanca como una
paloma.” (G.G Márquez. Cien años de Soledad).

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Miguel Yanet, Maestro de Galleros

¿A qué te sabe el ron Pacho Socarrás ¡A gallo y a caballo Miguel… A gallo!

La gallera es una de las formas tradicionales de


diversión, de esparcimiento en la región. Esta
antigua tradición que nos legaron los españoles,
heredada a su vez de persas y árabes se adapta
a las costumbres y al léxico local asociado a las
festividades profanas y/o religiosas, que para
nuestro caso particular en los últimos años se
hacen en el marco del Festival Vallenato.

Miguel Yanet fue amante y buen conocedor de


los gallos al grado de identificarlos por su canto.
Nace en Patillal, uno de los pueblos reconocidos
por la afición de su gente a los gallos. Era tal su
mística que logra incentivar y fortalecer en
Valledupar esta costumbre, convirtiéndose en
guía y maestro de toda una generación de reconocidos galleros, respetables dueños
de cuerdas, formados bajo su orientación, actividad a la que se dedica con verdadera
pasión, como gallero de pura cepa, herencia de su padre, Lino Yanet Maestre.
Ejemplo que siguieron los que después serían famosos galleros, fallecidos algunos
de ellos: Manuel Gutiérrez Acosta, Tirso Maya, Celso Castro Castro, Lucas Monsalvo
Araújo.

Miguel a la manera de “los gallos finos” despierta el


entusiasmo en esta y otras ciudades por el carácter en si de
la contienda, en donde estos nobles animales a la manera
de los caballeros en la Edad Media, muestran valentía al
defender su “honor”. Famosa su gallera, localizada en el
traspatio de su residencia (Carrera 9 aledaña al taller de
mecánica de Lucho Baleta) en el patio de su hogar con
Doña Carmela Molina. Daba por un portón a la carrera
Monumento a los galleros.
décima, donde hoy funciona el Colegio Nariño, entre calles Escultura de Elma Pignalosa
14 y 15.

Antes, está la que administra durante varios años Alfonso Pimienta Arregocés,

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Remembranzas de Valledupar

ubicada en la calle 16 A cerca a la actual Casa de la Cultura Municipal. Después “El


Club Gallístico” en el barrio Gaitán a cargo de los hermanos Maestre Acosta. En la
residencia de Don Joaquín Campo también funcionó una gallera. A fines del siglo XIX
el viajero Luis Striffler registra esta costumbre al referirse a la gallera de Don Tomás
Pavajeau, de quien desciende toda una generación de galleros.

Como respuesta a la labor de Miguel Yanet y en concordancia con la solidaridad que


los une, en 1969 teniendo en cuenta la pujanza de esta afición. los reconocidos
galleros Tirso Maya, Lucas Monsalvo, Luis Alfonso Baquero, Hugues Rodríguez,
Salomón Saad, Manuel Gutiérrez Acosta (q.e.p.d.), José Bolívar Mattos, Darío
Pavajeau Molina, Rodolfo Maestre, Eudardo Mattos, contratan al arquitecto Raúl
López Araújo, quien diseña y construye uno de los más modernos coliseos gallísticos,
al cual bautizan con el nombre de “Coliseo Gallístico Miguel Yanet”, quien fallece en
1967.

Hombre distinguido por su caballerosidad, observador de todo lo que encierra


“palabra de gallero”, amistad, solidaridad, respetabilidad, seriedad, honestidad, la
palabra empeñada, el estricto cumplimiento, no romper o faltar al compromiso
adquirido.

Su hija Leyla Yanet nos cuenta que el


amor de su padre por los gallos fue
grande. De niña observaba su
dedicación a estos y la serie de tareas
como descretarlos, motilarlos,
mantenerlos subidos en barras
delgadas, velar porque durante el día
Un alto en el camino de Valledupar a Codazzi (Mayo 1962.)
permanezcan alrededor de seis horas
en el suelo, el tiempo necesario para comer, beber, descansar, caminar, dar vueltas,
para que así estén tranquilos. Les dedicaba todo el tiempo, como si fueran seres
humanos.

Rafael Martínez, quien además de fotógrafo era aficionado a los gallos, nos cuenta de
las frecuentes salidas que hacían a Santa Marta, Barranquilla, Riohacha, Montería,
una de estas a Sincelejo para la celebración de la creación del Departamento de
Sucre.

El gallo está presente en muchos temas de literatos latinoamericanos como es el

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

caso del mexicano Juan Rulfo en el “Gallo de Oro” y de Gabriel García Márquez en
el “Coronel no tiene quien le escriba”, donde al referirse al viejo Coronel que espera su
pensión y ve pasar los años sin que llegue el correo con la carta que le permitirá salir
de la penuria económica en que vive, empeora la situación al morir acribillado su hijo
Agustín por discusiones políticas, en la gallera.

Un gallo de pelea es lo único que les ha dejado a sus viejos, con el cual esperan tener
un mejor vivir, los pocos centavos conque cuentan los han gastado en comida para el
animal, el cual está casi vendido, pero el Coronel se arrepiente. “… si de mi
dependiera haría esta misma noche un sancocho de gallo”, le dice el Coronel a su
mujer. A ti te falta carácter le responde ella, porque no has dado para venderlo ni a tu
compadre Sabas.” El gallo, con su ejemplo, le permite encontrar valor para convertir
su resistencia en lucha. Escribir, Soltar el gallo. Dar el debate, la batalla ante las
adversidades que está sufriendo.

En el ámbito local el poeta Diomedes Daza Daza, describió en su poesía el quehacer


cotidiano, el del pueblo del bello canto, del trajinar y dulce vivir, del elogio a sus
caballos y a sus gallos, como prestigioso gallero de la línea Managua.

El tema no escapa al asunto político, caso del Maestro Rafael Escalona cuando para
avivar la campaña política del Presidente Alfonso López Michelsen compone la
canción “López, es El Pollo”, que activa la tarea política en todo el país.

Sirve para caracterizar al hombre de la región, una época de bonanza económica y


las actividades más frecuentes en el ámbito local: “yo soy vallenato de los
verdaderos/ soy por eso parrandero, enamorado y cantador;/ ganadero, algodonero,
gallero y agricultor…” (Alonso Fernández Oñate).

A propósito el Doctor Alberto Aroca Saad en su interesante artículo: “Pasión que


nunca se acaba – Gallos finos en Valledupar”, relaciona las canciones que en el folclor
vallenato tienen como Un alto en el camino de Valledupar a Patillal(Mayo 1962.)
motivo de inspiración y protagonista al gallo fino: El pollo vallenato (Luis Enrique
Martínez), Los Gallos de Pivijay (Armando Zabaleta), El gallo tuerto (José Barros), El
gallo Caraballo (Luis Enrique Martínez), El gallo viejo (Emiliano Zuleta), La muerte
del buen amigo (Julio Oñate M.), El Cordobés (Adolfo Pacheco), El gallito (Leandro
Díaz), El gallo jugao (Luis Enrique Martínez), El viejo pollo (Enrique Díaz), Pico y
Espuela (Emiliano Zuleta), El gallo y el pollo (Diomedes Díaz), El gallo negro (Beto
Rada).

193
Remembranzas de Valledupar

En la jerga popular hay expresiones usadas a menudo como el término mamar gallo,
poner cebo o hacer bromas, viene de la vieja costumbre de meterse a la boca la
cabeza del animalito y succionar para desangrarlo o asearle las heridas, de allí que
con la fama de perezosos en la región caribe se popularizó el término, se hizo
extensivo a hacer las tareas cotidianas de manera. Tirso despreocupada, alegre y
feliz. Maya, Rafael Martínez, Joaquín Campo y Miguel. Hay otras expresiones que
Yanet incentivan a actuar, que estimulan como lo es ¡pica pollo! De igual manera las
que enuncian el bienestar del espíritu como cuando decimos levantarse al amanecer
con el canto del gallo.

Del refranero popular también podemos extraer manifestaciones alusivas al noble


animal a que nos venimos refiriendo:

- Gallo bueno canta en su corral o en el ajeno.


- Gallo que no canta algo tiene en la garganta.
- Gallo que no canta se vuelve gallina.
- Matarle el gallo en la cabeza.
- No cantan bien dos gallos en el mismo gallinero.
- Dos gallos en un corral se llevan mal.
- Gallo pelón peletas, donde no te llamen no te metas.

Algunas de las festividades religiosas cristianas también aluden al gallo en el


nacimiento del Niño Jesús y en la Misa de Gallo, al referirnos a la misa de medianoche
del 25 de diciembre. Jesús toma como referencia el tercer canto del gallo para decirle
al apóstol Pedro que lo negará.

Al retornar al Coliseo Gallístico Miguel Yanet observamos que está adornado con una
hermosa pintura con su retrato, cargando un gallo con la mano derecha y un bastón
en la izquierda.
(Archivo fotográfico de Leyla Yanet de Molina).

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

La Hamaca nos cuenta historias


En el natalicio de Simón Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacio

“...Grande en el pensamiento, grande en la acción, grande en la gloria, grande en el


infortunio, grande para magnificar la parte impura que cabe en el alma de los grandes,
y grande para sobrellevar, en el abandono y en la muerte, la trágica expiación de la
grandeza…” ( Bolívar, José Enrique Rodó, Uruguay)

La hamaca es una de las manifestaciones primordiales de la americanidad manifiesta


en el Libertador Simón Bolívar, uno de los legados visibles y pintorescos del mundo
criollo donde están sus más hondas raíces. En momentos de descanso y después de
extenuantes faenas cae bien un café caliente y los cuentos que mitigan las penas y el
cansancio.

En esos instantes propicios, el Libertador escucha uno a uno a sus oficiales hablar de
las heridas sufridas en combate en un alarde de heroísmo. Estos quedan perplejos
cuando él se acerca pausadamente al fuego y sin mediar palabras se quita la camisa;
su piel virgen de heridas resplandece ante la luz fulgurante, limpia, sana y sin
rasguño.

Les relata que en 1818 ordena acampar a media noche en la Sabana del Hato El

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Remembranzas de Valledupar

Ricón de los Toros. Morillo en complicidad con algunos oficiales logra penetrar al
campamento patriota, dirigiéndose directamente a las hamacas colgadas sobre los
árboles donde se sabía dormía el Libertador... a quema ropa disparan sus fusiles, una
y otra vez, mueren en sus hamacas el capellán, y los coroneles Fernando Galindo y
Mateo Salcedo, quienes dormían justo al lado de Bolívar. L a hamaca del Libertador
recibió cuatro disparos certeros que milagrosamente no dieron en su humanidad.
Este era el séptimo atentado perpetrado para acabar con su vida en menos de dos
años.

En Jamaica “… determiné mudar de alojamiento… salí con el negro Andrés… resolví


aquella misma noche encargar a mi negro de llevarme allí la hamaca limpia, mis
pistolas y mi espada, el negro cumplió mis órdenes sin hablar con nadie… entonces
despertó a mi negro Pío o Piíto y éste tomó la tinaja para ir a llenarla, mientras tanto el
sueño se apoderaba de Amestoy que había ido a saludarme, se acostó en mi hamaca
que estaba colgada. El negro Andrés salió a la calle y corrió a mi alojamiento, la
turbación de Pío me hizo entrar en sospechas; le hice dos o tres preguntas y quedé
convencido de que él era el asesino. Al día siguiente confesó su crimen y que había
sido encargado por un español para quitarme la vida (Luís Perú de Lacroix (El
Atentado de Jamaica)

Arturo Uslar Prieti, afirma que en una de las vitrinas del Museo Bolivariano de Caracas
hay una vieja hamaca desflecada, con los colores que fueron vivos ya desteñidos por
el uso y el tiempo. Es una de las hamacas que Bolívar usó durante largos años de
inagotables campañas de andanzas sin tregua, que se tejió y retejió con el hilo del
destino por entre las selvas, cumbres, ciénagas y llanuras, desde la boca del Orinoco
hasta las riveras del Titicaca.

No tuvo otro lecho durante los tiempos difíciles y agitados. Era su cama, su silla de
trabajo: mientras se mecía y se levantaba sin cesar, dictaba cartas, mensajes y
disponía operaciones. Se tendía en ella a dormir un breve sueño con muchas
interrupciones. Algunos europeos no entendieron ese uso de la hamaca por Bolívar,
les parecía que era señal de inferioridad y barbarie. La hamaca era el lecho del negro
y del indio, heredada por el criollo y por el hombre del pueblo como cama y sillón.

Para quienes no comprenden el sentido y simbolismo de la hamaca, les ha resultado


difícil entender las ideas de tan extraordinario personaje, quien aprendió a usarla y
amarla en su hogar. Los esclavos e indígenas que le enseñaron su uso, debieron
trasmitirle los más vivos valores tradicionales de la cultura popular, que en su espíritu

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

se mezcló con la otra tradición igualmente viva: la europea, Quienes solo valoran esta
última nunca podrán entenderlo. Hay que mirar aquella hamaca que siempre lo
acompañó; tejida por manos mestizas, legado de lo más viejo y lo más hondo de la
tierra y de las gentes que en él nació para encarnar.

En su destino final a Santa Marta, después de un largo y penoso viaje por el Río
Magdalena, abandonado por sus amigos, “... Bolívar y Carreño cuentan las siete mil
ochocientas ochenta y dos estrellas en la cubierta del barco que los lleva al destino
final… entonces el General abandonó la hamaca y lo vio tendido bocarriba en la proa,
más despierto que nunca, con el torso desnudo cruzado de cicatrices enmarañadas
y contando las estrellas ...” (G.G. Márquez El General en su Laberinto).

El tejido es uno de los temas más recurrentes de nuestra sociedad en la historia de las
etnias que enriquecen el imaginario. La existencia de esta tradición desde la época
precolombina hasta hoy en la Costa y las llanuras del Caribe, se destaca
precisamente por los tejidos como el sombrero vueltiao, la hamaca, el chinchorro, las
mantas, las mochilas y en general manifestaciones artesanales que aún perduran en
grupos indígenas y de artesanos y artesanas.

En el caso de la cultura Zenú, Fray Pedro Simón, afirma que cuando los
conquistadores llegaron al pueblo de los Finzenú, encontraron que: “dormían todos
en hamacas, en especial la señora cacica, que no sólo la tenía muy curiosa y pintada,
sino que a los lados de ella hacía – durmiesen en el suelo, los rostros para abajo, dos
doncellas mozas y de buen parecer, sobre quienes ponía los pies al subir y bajar la
hamaca, por grandeza como dejamos dicho”.

Las hamacas y chinchorros de espléndidos colores, elaborados por artesanas


especializadas servían para el comercio como lo anota Fray Pedro Simón”... hacían
también los de la Costa hamacas y chinchorros de hilo de algodón que también tenían
gran salida, por ser las camas de todos los indios de países calientes.”

La hamaca estuvo presente en los ritos funerarios de varias tribus indígenas. Entre
los chimilas además de los tipos de construcción diferenciadas de las casas, de los
vivos y de los muertos, cuando alguien moría le pintaban el cuerpo de rojo, le ponía
en cuclillas y lo envolvían en su hamaca, como mortaja.

Las barbacoas hamacas largas, se utilizan hoy en zonas rurales, donde escasea el
transporte, para llevar enfermos al médico, al curandero. Consiste en atravesar una

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Remembranzas de Valledupar

vara de festón a festón, turnándose de tramo en tramo, apoyan en sus hombros la


vara en cada extremo para trasladar al enfermo y otras veces sirve para la ceremonia
mortuoria.

La tradición de los tejidos continúa, entre otras poblaciones en Morroa (Sucre) y en


San Jacinto (Bolívar). Son hamacas artesanales, hechas de algodón y fibra de gran
resistencia que conservan el colorido que siempre las caracterizó.

Revestidas de bellas tonalidades las encontramos, vía a Sincelejo, en Morroa en el


“Taller artesanal de Colombia”.

El chinchorro Wayúu, es una de las más fuertes expresiones de esta cultura. Siempre
habrá una mujer tejiendo donde quiera que haya un telar: dentro del rancho, en la
enramada o en la cocina. Este se prepara de acuerdo con chinchorro a tejer con dos
fuertes troncos pulidos y redondeados, que se colocan en sentido horizontal, a
manera de travesaños. Estas mujeres de singular belleza, vestidas con sus mantas
multicolores han llegado a Valledupar, al parque “El Viajero”, donde exhiben sus
chinchorros y mochilas, imprimiéndole al lugar mucha alegría por el colorido y calidad
de sus tejidos.

Y el asunto no escapa a los temas del folclor musical, motivo de inspiración de un


notable compositor como lo es el maestro Adolfo Pacheco Anillo, quien a través de
“La Hamaca Grande”, nos anunció su visita de amistad “... y llevo una hamaca
grande, más grande que el Cerro e´maco pa´que el pueblo vallenato, meciéndose en
ella cante…!

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

La arepa nos une en la mesa nacional


Saboreando panochas, merengues, chiricanas, dulces…

Escribir sobre algunas de nuestras tradiciones culinarias, me hace pensar no solo en


los sabores que nos llenan de los aromas de la variada geografía nacional, sino que
vienen a mi mente esos platos servidos en una vieja mesa sentados en un taburete,
en una banquita o debajo del toldo del mercado de un pueblo, en un callejón, en el
patio de una venta callejera, degustando y compartiendo con amigos y de pronto,
escuchando una bella y lejana melodía.

Otras veces nos lleva a reflexionar sobre el origen de nuestros alimentos y cada una
de las etnias que en el caso de los hombres y mujeres de ébano, aportaron las bases
de una alimentación que enriqueció con los sabores, colores, los nombres de las
comidas, el virtuosismo en la cocina, el comercio con especias y semillas de frutos,
los vocablos, nuevos vocablos y exóticos utensilios de cocina el intercambio de
productos por las migraciones de España, Francia e Inglaterra en un interesante
tráfico de sabores que aún perduran.

A los europeos le sabía a piña dulce el territorio descubierto y las ingenuas y bellas
nativas usaban asombradas el aceite extraído del cerdo que nos llegó de ultramar. A
su vez ellos aprendieron a degustar lo que heredamos de los nativos. Las raíces

199
Remembranzas de Valledupar

extraídas de la tierra como la yuca que hoy sigue deleitándonos con variedad de
manjares, así como la arracacha que al calor del fuego se convertían en deliciosos
comestibles y por supuesto, el maíz que los precolombinos denominaron “nuestra
vida,” ligado a las creencias y a los fenómenos de la naturaleza. Cocido tiene una gran
variedad de usos. (Ver “La arepa nos une en la mesa nacional”) … por la época en
mención la culinaria de los nativos usaba los sistemas universales de cocción, hervir,
sancochar y asar que complementaban con la técnica de conservación del ahumado.
Afirma en la Floresta el alférez Nicolás de La Rosa “el maíz rinde con exceso…”

La diversidad de productos amalgamados después de siglos de intercambios han


logrado una fantástica tradición culinaria con matices y variedades, según la región,
caso del Caribe colombiano. País de regiones que identifican y preserva lo propio,
sean los platos de sal o de dulce. Es el caso de Valledupar que cuenta con una
tradición de familias dedicadas a la tarea de hacer arepas y diversidad de viandas
derivadas del maíz, de la yuca, que durante años nos han deleitado en el desayuno, la
merienda, la cena. Según la región la hay de todos los tamaños, estilos, sabores,
saladas, simples. Solo de maíz, de maíz blanco, de maíz tierno, asadas al carbón,
horneadas.

En Colombia, por fortuna, contamos con un


sinnúmero de expresiones culturales que nos
hablan de la diversidad de costumbres y
tendencias, en ese mosaico ostensible de
riquezas que es nuestro país. Reservamos hoy
este espacio a contenidos que desnudan
hechos cotidianos, primarios, referentes a
actividades relacionadas con el maíz, producto
ligado a la época prehispánica en un amplio
corredor latinoamericano. Nos dan certeza de estos vestigios encontrados por
investigadores de la dieta alimentaria de las culturas agrícolas aldeanas.

“Los antiguos habitantes de río Cesar dejaron rastros abundantes de piedras y manos
de moler, así como de grandes platos discoidales para tostar, que indican un sistema
agrícola basado principalmente en el cultivo de maíz… (Ana Ma. Groot. Región
arqueológica Costa Atlántica).” Por la época en mención la culinaria de los nativos
usaba los sistemas universales de cocción, hervir, sancochar y asar que
complementaban con la técnica de conservación del ahumado. Afirma en la Floresta
el alférez Nicolás de La Rosa “el maíz rinde con exceso…” La cocina costeña cuenta

200
Giomar Lucía Guerra Bonilla

con variados manjares que tienen como base el maíz, que orgullosamente se pasean
por una increíble diversidad de alimentos apreciados por su exquisita suculencia.

Por eso es justo rendirle un merecido homenaje a uno de los platos tradicionales en
nuestro país: La arepa*. Del maíz obtenemos variedad de ricuras culinarias. Según la
región la hay de todos los tamaños, estilos, sabores, saladas, simples. Solo de maíz,
de maíz blanco, de maíz tierno, asadas al carbón, horneadas.

La mujer, como preservadora y transmisora de cultura, la han relacionado desde la


época prehistórica en el primitivismo artístico europeo representándola en hermosas
estatuillas que simbolizan ritos mágico-religiosos referidos a la fecundidad de la
tierra. Lo mismo sucedió en varias culturas precolombinas. En la historia y
cosmovisión de esta y en especial la maya existen varias deidades femeninas
vinculadas a la naturaleza, a la agricultura y en particular al cultivo del maíz. Según
ellos es la mujer quien cuida la semilla del maíz, es quién garantiza su reproducción y
conservación. Los mayas se autodenominan “Los hombres del maíz” y entre ellos
existe el convencimiento que fue en esa parte del mundo donde nació.

Pero la mujer no permanece solo en el plano de deidad, sino que heredó, y aún hoy
están vigentes, los oficios de cocinar, cernir, pelar, moler, pilar, envolver en hojas y
pilando... pilando... llegamos a la época contemporánea con una acción que perdura
en muchas regiones, trocada de la labor culinaria al folclor musical, caso de la danza
de 'El Pilón'.

Conservan y transmiten las costumbres.


Despertaban con el lucero del amanecer
“El Molendero”, el canto de los gallos y el
trinar de los pájaros. Sacaban agua de la
tinaja, la vertían en el agumanil y la
rociaban en sus rostros para despabilarse
iban al patio a iniciar la labor. Conversando,
contando historias y cuentos, susurrando
canciones, sonidos guturales, y los últimos
Natalia y Valeria- Piloneritas
chismes del pueblo difundidos por radio
bemba, organizadas de manera espontánea, apropiadas de las manos del pilón y el
maíz, comenzaban a pilar con movimientos rítmicos de las caderas y el torso,
costumbre de la cual derivó una de las danzas representativas de la ciudad “El Pilón”,
muy conocida sobre cuyo origen existe abundante información.

201
Remembranzas de Valledupar

Valledupar cuenta con una tradición de familias dedicadas a la tarea de hacer arepas
y diversidad de viandas derivadas del maíz, que durante años nos han deleitado en el
desayuno, la merienda, la cena.

“Arepas Vallenatas”. No podemos olvidar a la Señora


Aminta Monsalvo de Felizzola (fallecida). Ella y algunos
de sus hijos, por más de 80 años han perseverado en este
quehacer, en el sitio en otra época denominado Súper
Nocturno (calle 16 con carrera 7), conocido ahora como
'Arepa Vallenata' cuyo consumo se ha extendido más allá
de los límites nacionales.

Es Dolores Martínez esposa de uno de sus hijos, quien


continúa cultivando este quehacer. Aminta Felizzola
Martínez, nieta, nos dice que su mamá “le cogió a su
abuela los truquitos del sabor, la textura de la arepa, el
arroz de pollo, el guiso de chivo y así de todas las comidas que ella preparaba…”
Pero, además, de las arepas, usted también puede conseguir un buen libro en la
librería Papiros, propiedad de Mary Felizzola Monsalvo.

Merendero “El Hueco”. En este paseo no podemos dejar por fuera el merendero 'El
Hueco' (Avenida Hurtado). Hace honor a su nombre. Allí tan pronto entra ve brotar las
llamas, los carbones encendidos, el crepitar de la leña, rindiéndole culto a la diosa
arepa.

Esto es candela viva, en medio de frondosos árboles del patio acogedor. Encuentra
además los fritos tradicionales. Los clientes entran como Pedro por su casa.
Sirviéndose lo que más les gusta, sin más, ni más. Ellas, el clan familiar, Edith ('La
Endinde'), Luisa ('Hicha'), 'Lule', 'La Ñego', 'La Yuya', atentas y sonrientes nunca se
confunden, saben cuánto ha consumido cada uno.

Edith Chassaine. Originaria de la exótico Guajira, la señora Edith Chassaine ha


dedicado su vida a este oficio con su familia. “Aquí seguimos haciendo las arepas de
maíz pilado, cocido, molido y amasado con queso criollo, asadas en el anafe con
carbón de leña de brasil”.

Las mejores arepas del Valle, denomina María Mercedes Medina la hija del famoso
hombre que da nombre a un tradicional callejón, “Majoma”. Son arepas de “asiento.”

202
Giomar Lucía Guerra Bonilla

Saboreelas en la carrera 4 entre calle 15 y 14.

María Mercedes Medina, la hija de “Majoma”

Son innumerables los sitios donde puede degustar una buena arepa. La gente ha
recurrido a la economía informal. En las esquinas de las casas, en los garajes, patios,
callejones, andenes, en carritos, como microempresa (caso de la señora Aury Guette
y sus hijos que hacen los bollitos cocidos, envueltos en la propia hoja de la mazorca,
venden la masa por kilo y de ñapa el agua de maíz) y en negocios recientes y con
mayor inversión económica.

Fidelina Redondo Gámez. De mesa en mesa, de patio en patio, en Valledupar, entre


otras nos ufanamos de los dulces de Fidelina Arredondo, heredera de su mamá
Nicolasa Gámez, villanuevera, quien con su esposo Sixto Arredondo llegaron a
Valledupar en 1937. El viaje de Villanueva al Valle lo hicieron en burro, por el
incipiente desarrollo de las vías de comunicación. (Ver, Valledupar entre la Historia y
la Leyenda,2006)

Fidelina, Giomar Lucía Guerra y su sobrina Bilsabeth


Daza, una de las herederas de esta tradició y, quien
viene trabajando hace más de 25 años uno de sus
más antiguos empleados (Bandejas de kekis y
panochas. Al fondo el tradicional horno).

203
Remembranzas de Valledupar

En cada lugar del país tiene características propias. Al visitar a Cartagena sus
anfitriones lo llevan de paseo vía carretera La Cordialidad hacia Luruaco, a degustar
la arepa de huevo ('arepaehuevo') típica de la región, a quien el poeta Daniel Lemaitre
le dedicó unos versos. Es admirable la pericia de las mujeres de estas fritangas para
introducirle el contenido del huevo crudo.

Y los pueblos ribereños también rinden honor a las pilanderas. El maestro José Benito
Barros, nos deleita con unos versos de su canción 'La Pilandera'. “...Que vengan de
Santa Marta que vengar para baila/ al son de las pilanderas de mi tierra tropical/ Ay,
pilá, pilá, pilandera que viene de la noche buena/ díganle a las pilanderas que traigan
maíz y panela para hacer la chicha buena/ y vayan por el pilón donde el Compae
Pantaleón…”

Carmen de Bolívar no podía quedarse atrás. Luis Eduardo 'Lucho' Bermúdez nos
obsequia su composición 'Arepa de pilón', que dice/ ya tengo mi caserón/ con
guámbito y mujer/ y todos quieren comer/ arepa de pilón/ arepa de pilón…

204
Capítulo IV
Remembranzas del Carnaval
Giomar Lucía Guerra Bonilla

Recuerdos de los Carnavales

De pie de izquierda: Yudi Baute Céspedes, Teresita Martìnez, Elvira Gutierrez Céspedes, Marina y, Yolanda Baute Céspedes,
Emma Baute Lora, Reyes Baute Lora y Josefina Arregocés Lora. Sentados: Nocolás Baute Pavajeau, Oscar Pupo Martínez Elsa
Lora Barros y Emma Dangond. (1960).

El origen de las fiestas de carnaval se remonta a la antigüedad, y hoy se realiza de


formas variadas en distintas partes del mundo. Los inicios del mismo son muy
discutidos, pero se sabe que los griegos ya lo celebraban en el siglo XII A.C de modo
que es una de las festividades paganas más antiguas y suele relacionarse con las que
griegos y romanos hacían para rendir homenaje a Baco y a Dionisio y con las que
cada año, el 15 de febrero brindaban al dios Pan, como lo llamaban los romanos,
además tenían que ver con las saturnales que eran otras celebraciones con la que los
antiguos romanos para rendían homenaje al dios Saturno el 17 de diciembre.

Otros coinciden en afirmar que su inicio está en los rituales cristianos de las
celebraciones de la antigua Roma, cuando se festejaba la llegada de la primavera,

207
Remembranzas de Valledupar

momentos en que las costumbres se relajaban y comían y bebían vino en


abundancia, hacían combates de confetis, carros alegóricos o carrozas, carreras de
caballos, así como otras muchas manifestaciones de alegría popular.

El renacimiento vió nacer los bailes de disfraces. Los más famosos se llevaron a cabo
en Francia e Italia. Ese toque artístico caracterizado por bailes y desfiles de carros
alegóricos todavía podemos encontrarlos en los carnavales de Niza, Venecia y
Múnich.

El carnaval es una festividad pagana con sabor cristiano, es una preludio a los
rigores del la cuaresma, un lapso de tres días de locura que antes se celebraba
especialmente en las provincias tradicionalmente católicas. En términos etimológicos
según algunos investigadores de este tema el carnaval se refería en principio al
martes de absolución, día a partir del cual la iglesia prohíbe comer carne. Con la
llegada de la Edad Media estas fiestas se extendieron a otros países especialmente a
España, Francia, Portugal donde se nutrieron de tradiciones y costumbres populares
de esas tierras.

Al tratar de integrar las viejas tradiciones a las


necesidades y nuevas formas del cristianismo, la
iglesia logró que las antiguas fiestas de desenfreno
popular coincidieron con los días anteriores a la
cuaresma y por eso se llama “carnaval” que proviene
del latín carne lavare que traduce lavar la carne,
refiriéndose a la tradición cristiana que durante la
cuaresma no se debe comer carne y a que en ese
periodo debía haber abstinencia sexual.

Fueron los portugueses quienes trajeron a América


el que hoy es uno de los carnavales más celebres del
mundo; el de Río de Janeiro en el que se
Yudi Baute y Alfonso Gutiérrez Céspedes. entremezclan las danzas más bellas de Europa con
(escoceses)
los ritmos y danzas de origen africanos y autóctonos.
Este es uno de los carnavales más espectaculares del mundo, su vistosidad es
asombrosa por el despliegue imaginativo de carrozas profusamente decoradas,
bailes populares, imaginativos trajes que hacen los residentes de esta ciudad; y en
Colombia el carnaval de Barranquilla declarado patrimonio cultural oral e intangible
de la humanidad.

208
Giomar Lucía Guerra Bonilla

“Y para nosotros esa noche


Fue como si fuese una mascarada
Fue como si fuese un carnaval
Un espectáculo feérico de gran
Gala (“El Mesón de los comediantes”)

La idea del carnaval tiene algo que ver con lo cómico, con la ruptura de las reglas y
premisas sociales, lo cual nos hace sentir complacencia, volvemos el mundo al revés
a través de diversas alegorías donde es posible hacer volar a los peces, los pájaros
nadan, las zorros y los peces persiguen a los cazadores, los obispos enloquecen
todos los símbolos de libertad, nos liberamos de ataduras y temores impuestos por
las reglas, para disfrutar del placer de la ridiculización cómica y la risa que nos
producen personajes del diario vivir, trastocados.

Al asumir una máscara podemos


envanecernos e identificarnos con el
personaje que representamos y de
manifestaciones inocentes, porque es
para el disfrute. El carnaval es el teatro
natural en que es posible que animales y
seres tomen poder y se conviertan con
sus disfraces, desde dirigentes hasta los
más inverosímiles actores, donde hasta
los reyes se comportan como plebeyos.
(Umberto Eco. “Los marcos de La
Yudi Baute y Elvira Gutiérrez Céspedes (Comparsa) Libertad”)

La tradición carnavalera con sus danzas alegres, las cumbiambas, disfraces,


máscara, antifaces, capuchones, confetis y maicena, reinas reyes, dioses, plebeyos,
animales y un sinfín de manifestaciones populares enriquecidas tienen sentido y
llevan consigo su contenido. Este período de entretenimiento y ocio además de
resaltar las manifestaciones culturales tradicionales, debe conducir a enriquecer las
mismas y al conocimiento y análisis crítico de las costumbres de antaño, que van
cayendo de la memoria colectiva a las nuevas generaciones a veces por
desconocimiento, como si fueran hojas secas sin savia, en medio de un verano
devastador que el viento del modernismo arranca con enojo, para mostrarnos en
cambio amarillentos y descoloridos renuevos que se marchitan muy temprano.

209
Remembranzas de Valledupar

Hoy, recordamos a Don Oscar Pupo Martínez, Nicolás Baute Pavageau, Evaristo
Gutiérrez y Florentino (Papá Tino) González, quienes dejaron una hermosa estela en
la tradición de los carnavales en Valledupar

Ellos organizaron durante muchos años el desfile de El Pilón. Según nos cuentan su
esposa la Señora Luisa Cèspedes y Yudy Baute, (año 1999), quien disfrutó mucho
estas fiestas. Era grande el entusiasmo que su padre Nicolás Baute, le imprimía a la
organización y a la convocatoria para que se unieran a estos festejos.

El tradicional Pilon de Don Florentino González, reposa en la residencia de su hijo Julio González y Doña Cenobia Baute
(fallecidos), custodiado por sus nietos.

Los organizadores, cargaban el pilón y las manos de pilar, mientras la gente se


reunía. Hacían una parada en las esquinas de las casas del centro. Allí una pareja,
podía ser dos mujeres pilaban. Además de pilar y llevar el ritmo de la música, quien
entonaba los versos debía tener buena voz para cantarlos. Paraban en otra esquina y
así sucesivamente. Esta fiesta comenzaba muy temprano, por lo cual en muchos
casos tocaban a las puertas de los vecinos para despertarlos e integrarlos al baile.

Iban agarrados de la cintura formando una especie de pared humana, bailando hacia
adelante y hacia atrás. En estas festividades fue admirable la creatividad y constancia

210
Giomar Lucía Guerra Bonilla

de don Nicolás Baute para la selección y elaboración de los disfraces, que


procuraban, además de la diversión sana, la preservación de valores: la
conservación y rescate de las tradiciones y cultura local, fomentar la unidad familiar y
estrechar los lazos de amistad. De igual manera los disfraces podían ser
inspiraciones de carácter local y en otros eventos distintos a El Pilón, parodiaban
temas internacionales, buscando promover un conocimiento más amplio de la
historia y costumbres de otros países.

Y como “recordar es vivir” continuemos las remembranzas del carnaval con uno de
los personajes que en mi mente de niña dejó gratos recuerdos, con quien años más
tarde ya adulta (1980) tuve la oportunidad de conversar sobre sus vivencias en estas
alegres fiestas, sin huir despavorida junto con mis hermanos Luis y Orlando,
corriendo por la plaza como en aquellos días de carnaval, para que “Papatino” no nos
enlazara con la larga cola de su célebre disfraz de mico, color amarillo terroso, que
nos producía miedo y a la vez regocijo.

Conversé con él a edad avanzada, sobre algunas tradiciones culturales del viejo
Valle. Me contó que cantaba a medianoche en tiempo de carnaval, por las solitarias y
pedregosas calles de Valledupar unas coplas que decían:

“En tu puerta puse un pilón / En tu puerta puse una flor.


En tu boquita amorosa / Una azucena de amor
Dime lirio / Dime rosa
Ay y y y...dime clavel encantado / Cuál es el mejor remedio
Para un hombre enamorado

En “Crónicas Vallenatas,” su autor Luis González Pimienta, afirma sobre nuestro


personaje: “Con Evaristo Gutiérrez Araújo daba inicio, a las 2 de la mañana del
sábado de carnaval, al desfile de El Pilón, haciendo un recorrido musical que incluía la
llegada a las casas de los más conspicuos personajes vallenatos, comenzando por la
de Don Oscarito Pupo, convidándolos a unirse al cortejo parrandero. Para don Tino
era todo un acontecimiento. La víspera apenas si pegaba los ojos, y se afeitaba a la
media noche, para esperar con tiempo al conjunto de acordeón contratado”.

Por su parte Don Evaristo era músico. Aprendió a tocar con maestría el acordeón de
botones, piano y violín. Talento heredado de su abuela doña Juana Monsalvo– según
Olguita Gutiérrez su hija-. Además por la vena artística de su progenitora Doña
Genoveva Araújo, natural de Patillal “la tierra de cantores”. A la usanza de la época

211
Remembranzas de Valledupar

acostumbraba interpretar música clásica, valses, boleros. Especial predilección


sentía por canciones como: “Cuando escuches este vals”, “Tristezas del alma”

De la misma manera encabezaba los


desfiles de carnaval. Además del Amor,
Amor y los versos de El Pilón, entonaba la
canción:

Zumba la pava / Zumba la, la, la / Yo tenía


mi pava echá… Con huevos de pisingos…

Don Óscar Pupo Martínez de los más


entusiastas y asiduos amantes del
El Pilón de Lola Bolaño visita a Don Florentino
González “Papa Tino”.
carnaval, en cuya residencia fueron
famosos los bailes que hacían en esta temporada, con la más selecta concurrencia.
Él también con su alegría característica, conservó la costumbre de sacar a las calles
El Pilón, para abrir la temporada de carnaval a partir del 20 de enero, junto con sus
vecinos y amigos y un trabajador de su hacienda llamado Fidel Mejía.

Desde tempranas horas iban cantando, el Amor, Amor, El Caimán, los versos de El
Pilón, así:

¡Ay! Despierten si están dormidos / de ese sueño tan profundo (bis) / que los vino a
despertar / la maravilla del mundo

¡Ay! Bonita que está la casa / bonita su varazón / bonita la que está dentro / prenda de
mi corazón…

En algunas ocasiones acompañados de acordeoneros y de música de viento, banda


integrada entre otros por: Teófilo Araméndiz, José Dolores Mejìa, Virgilio Martínez,
Abel Verdecia, Luis Antonio Cotes, Cristóbal Zuleta, Juan Villero, Evaristo Morales y
Sebastián Martínez.

Don Óscar Pupo fue, además de excelente anfitrión, uno de los empresarios más
importante de la región. Por muchos años destacado gerente de Caja Agraria.

Continuemos entonces con el derroche de alegría, recordando versos de la canción


“La vida es un carnaval” que Celia Cruz, cantó así:

212
Giomar Lucía Guerra Bonilla

“ Todo aquel que piensa que la vida es desigual / Tiene que saber que no es así /Que la
vida es una hermosura / Hay que vivirla…

Ay! Por que llorar / que la vida es un carnaval/ Y es más bello vivir cantando / Que la
vida es un carnaval/ Y las penas se van cantandooooo…”

Todo aquel que piensa que está solo / Y que está mal / Tiene que saber que no es así /
Que en la vida no hay nadie solo / Siempre hay alguien…”

Todo aquel que piensa que la vida siempre es cruel / Tiene que saber que no es así /
Que tan solo hay momentos malos / Y todo pasa /

Todo aquel que piensa que esto nunca va a cambiar / Tiene que saber que no es así /
Que al mal tiempo buena cara / y todo cambia…
(Fotografías: Archivo de Yudy Baute Céspedes y Marlene Lacouture Pupo)

213
Remembranzas de Valledupar

Recordando a Víctor Cohen Salazar en


“Vivir para Contarla”

“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y como
la recuerda para contarla (G. G. Márquez)”

El Nobel colombiano Gabriel García Márquez, nos cuenta que para superar el
abatimiento que le produjo que su novela “La Hojarasca” no hubiera sido escogida por
Don Guillermo de Torre en el Programa de Editorial Losada para entrar al mercado de
Colombia con autores colombianos, vino a su paraíso de Valledupar en busca de
Rafael Escalona, tratando de escarbar sus raíces, en un mundo que no le sorprendió
porque todo lo que ocurría, la gente que le presentaban era como si ya lo hubiera
vivido.

Relata además que tuvo la fortuna después del rechazo de los originales de su novela
de conocer a Julio Cesar Villegas, quien había renunciado de la Editorial Losada, y lo
habían nombrado para Colombia en la Editorial González Porto, vendedores a plazo
de enciclopedias y libros científicos y técnicos. Tuvo una primera cita con él en el
Hotel del Prado. Dice Gabo que salió trastabillando con un maletín de agente viajero

214
Giomar Lucía Guerra Bonilla

atiborrado de folletos de propaganda y muestra de enciclopedias ilustradas, libros de


medicina, derecho e ingeniería. Había aceptado convertirse en vendedor de libros
por cuotas en la Provincia de Padilla, desde Valledupar hasta La Guajira.

Era esta una expedición mítica, en busca de sus raíces, tras el itinerario romántico de
su madre Luisa Santiaga programado por los abuelos Tranquilina y el Coronel Nicolás
Márquez, para ponerla a salvo del telegrafista de Aracataca, lo cual se redujo a dos
breves y rápido viajes a Manaure, La Paz y Villanueva.

En Valledupar “vivió en el Hotel Welcome”, una estupenda casa colonial bien


conservada en el marco de la plaza grande que tenía una larga enramada de palma
en el patio con rústicas mesas de bar y hamacas colgadas en los horcones. Víctor
Cohen, el propietario, vigilaba como un cancerbero el orden de la casa, tanto como su
reputación moral amenazada por los pensionados disipados. Era también un purista
de la lengua que declamaba de memoria a Cervantes con ceceos y seseos
castellanos, y ponía en tela de juicio la moral de García Lorca.

El Nobel agrega además que hizo muy buena amistad con él por ser un viejo amigo de
su tío Juan de Dios del cual se complacía en evocar sus recuerdos y por el dominio y
conocimiento literario de Don Andrés Bello. Además declamaba de manera rigurosa
los románticos colombianos, pero no le gustaba su obsesión de impedir que se
contrariaran los códigos morales en el ámbito puro de su hotel. Testimonios afirman
que cuando llegaban mujeres solas al hotel, les ponía candados a las puertas de sus
habitaciones para evitar murmuraciones.

El Galpón del patio lo consideró Gabriel García una lotería, porque las horas que
sobraban las dedicaba a leer, acostado en una hamaca para apaciguar el bochorno
del mediodía.

Al parecer el anticipo en efectivo del veinte por ciento, que según el escritor debía
alcanzarle para vivir sin angustias después de sacar los gastos, incluido el hotel y las
ventas tan espontáneas, porque la mayoría de sus clientes eran de su familia los
Iguarán y los Cotes donde hizo una buena cosecha económica. Al final de aquel viaje
de nostalgias los libros no llegaban y la cuenta del hotel crecía. Víctor Cohen perdió la
paciencia porque los rumores que corrían era que el pensionado despilfarraba el
dinero en mujeres de dudosa ortografía. Al fin llegan los libros pero la cuenta del hotel
era el doble de lo ganado. Habla con Don Víctor quien acepta un vale con un fiador
que firma porque le había gustado uno de sus cuentos.

215
Remembranzas de Valledupar

El vale se volvió histórico al recibir el premio Nobel. La gente acudía en romerías y no


se conformaban con ver, sino tenían que tocar, palpar y preguntar detalles sobre el
mismo. Don Víctor lo exhibía como su más grande trofeo. Cuando recibió homenaje
en un festival vallenato, en una de las reuniones sociales volvió a ver el vale no
pagado hacía más de cincuenta años, lo mostró a todo el que quiso ver el pulcro
documento escrito por el y la enorme voluntad de pagar que se notaba en la
desfachatez del deudor.

Con frecuencia se dice que la verdadera patria es la niñez y esta se formó en nuestro
caso a mediados de los años cincuenta, cuando Don Víctor nos proporcionó el placer
como niños de saborear por primera vez los deliciosos helados que preparaba en la
primera heladería que hubo en esta población y que hacían de nuestro paladar el
éxtasis de existencia en esos momentos.

A Don Víctor Cohen Salazar lo recordamos como una persona de buenas maneras,
cultor de las artes, del buen vestir cotidiano, reflejando que era esencial para él por su
atildada y distinguida personalidad. Su sentido del humor, su preparación
humanística lo llevaron a ejercer liderazgo al grado de imprimirle al Valledupar de
corte bucólico de esos momentos, el buen gusto por la diversión festiva del carnaval,
las expresiones sociales, cívicas, del teatro, la comedia y las artes pictóricas.
Participó en el diseño del Escudo de Valledupar al lado de Jaime Molina, el cual fue
sometido a ajustes en la actual administración.

Sobre este personaje afirma el Doctor Aníbal Martínez:... es de anotar que al inicio de
los años cuarenta, los carnavales vallenatos tuvieron un vuelco al regresar a su tierra
natal Don Víctor Cohen Salazar, quien introdujo la moda de los salones, los desfiles
de las reinas en carrozas y de los capuchones. Fue en su salón “Rancho Alegre”
donde se coronó la primera reina popular...

Su progenitor Don Elías Cohen Henríquez procedente del Carmen de Bolívar


(Departamento de Cartagena) casado con la señora Dolores Salazar de Cohen,
llegan a Valledupar y establecen su residencia en la calle del Norte o de “La Aurora”
(Actual carrera 6 con calle 14), calle de por medio con escombros del antiguo
Convento de San Francisco. Por necesidades apremiantes vende al señor José
Antonio Maya la mitad de la casa el 26 de octubre de 1908. (A.H. Libro No. 67. 1908.
Folio 198). Hoy, es la residencia la familia Maya Martínez.

Es posible que Don Víctor haya heredado de su origen judío el don para los negocios.

216
Giomar Lucía Guerra Bonilla

El Hotel Welcome, no solo fue uno de los primeros y de las mejores residencias, sino
que era un centro de actividades sociales donde la gente se reunía a conversar, a
enterarse de los últimos acontecimientos y él actuaba como excelente anfitrión,
terciando las conversaciones con propiedad, dándole un ambiente amable y familiar.
Se convirtió en el hombre necesario, al que había que consultar a menudo para tomar
determinaciones importantes.

Con el tiempo traslada su residencia al lado de Radio Guatapuri (calle 17 con 15),
donde continuó con una caseta para bailes en períodos festivos. Paradójicamente
muere una tarde de carnaval en 1982, a la edad de noventa años.

217
Remembranzas de Valledupar

Efraín de La Cruz Lacera Ibarra

“Santa Marta, Santa Marta, tiene tren (bis)” Pero no tiene tranvía / si no fuera por la Zona / ¡Caramba! Santa Marta moriría, ¡Ay,
caramba¡

El nombre de Efraín Lacera lleva implícito el golpe de la tambora, al hombre fiestero,


amante del carnaval. Hace varios años, haciendo gala de una podigiosa memoria nos
contó de las exóticas y famosas fiestas de carnaval de las que gozó y aún disfruta. En
su cómoda y confortable oficina nos hizo partícipes de cuitas, sueños y realizaciones
de sus años mozos.

De su llegada a Valledupar, de los detalles de la conformación de su familia y de las


aficiones de sus hijos. Y es que este hombre fiestero poseedor de una férrea y
tesonera voluntad de trabajo, padre de tres hijos, enemigo de la improvisación,
empedernido bohemio en su juventud, combinó el traje del cemento, con la afición
carnavalera.

Nativo de Santa Marta “Perla de América,” ciudad turística e histórica, por sus venas
corre alegría y ánimo fiestero que despierta y mantiene el regocijo de vivir y una
pasión febril por las festividades carnestólendicas. Distribuye muy bien el tiempo

218
Giomar Lucía Guerra Bonilla

entre sus tres aficiones: la familia, el trabajo y las fiestas. Es admirado y considerado
por sacar adelante una industria, empresa respetable y reconocida en esta ciudad y
pueblos circunvecinos: la industria “Postes Lacera.”

Procedente de Santa Marta llegó a Valledupar en 1955, contratado para trabajar en la


terminación de la primera etapa del alcantarillado de la en ese momento incipiente
ciudad. El Alcalde era el plateño José María Fandiño. Vino contratado por él por tres
meses, porque acá no había fábrica de tubos. Dice:“ Vine con mi formaleta, cumplí
con el trabajo y me quedé construyendo y haciendo conexiones internas en varias
residencias. Estaba recién casado.” Este hombre sencillo, pleno de regocijo nos
narró algunas de sus vivencias en estas festividades.

Tengo tres hijos. El mayor Ernesto Lacera es como yo bastante parrandero. Ha


seguido todas mis costumbres en cuanto al carnaval.Claro! Ha cambiado el toque de
la tambora por el de los acordeones. En los dos primeros años de estar acá, yo iba a
Santa Marta a disfrutar los carnavales. Aquí eran muy buenos en especial los
precarnavales que hacían Víctor Cohen, Marcos Barros, Delio Cotes y Marcelo
Calderón. Para amenizar traían bandas del Magdalena y de Córdoba, en especial de
Ciénaga de Oro.

Por los años 1957 tuve la idea de organizar una tambora. Para lo cual reuní a varios
de mis trabajadores samarios que sabían tocar. Con el tiempo esto se convirtió en un
requisito indispensable para ingresar a mi empresa como empleado. Ensayábamos
sábados y domingos. La tambora con los respectivos instrumentos que tocaban,
estaba conformada así:

Nery García: Tambora, Jorge Lacera: el guache, Efraín Lacera: tambora hembra,
Ramiro García: tambora hembra.

Después de esta agrupación he organizado otras que tuvieron muy buena acogida.
Evaristo Gutiérrez uno de los más entusiastas carnavaleros de aquí, me decía:
“Lacera, usted ha traído la alegría a Valledupar.” La tambora era solicitada a menudo
por las reinas y para amenizar fiestas. Nunca cobrábamos. La ideamos porque era
una de mis aficiones. Como reconocimiento a mi entusiasmo, persistencia y
disciplina, me nombraron miembro honorario del Club Nuevas Juventudes, muy
importante en esa época.

En 1962 hice un tubo gigante con el cual encabecé todos los desfiles como en tres

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Remembranzas de Valledupar

oportunidades en años sucesivos. Cuando fue Alcalde Don Manuel Pineda Bastidas,
me invitó a formar parte de la junta central del carnaval. Era tal la paz y tranquilidad
que se respiraba en el pueblo, conformado en ese momento por los barrios
Cañaguate, El Cerezo, la Garita, el Centro o la Plaza, que los “bandos,” traducidos en
decretos que leía la primera autoridad del pueblo, casi siempre en Cinco Esquinas,
encaramado en una tarima, con repique inicial de tambores para llamar al silencio y
como indicativo de respeto a la autoridad, se referían “ al orden y moralidad que
deben observarse en todos los actos de la vida social…” lo cual no se cumplía tan al
pié de la letra.

En 1967 organicé la primera comparsa de danzas con bailarines magdalenenses,


residenciados en Valledupar. Todos mis paisanos se disfrazaron de cumbiamberas
para rendirle homenaje al recién creado Departamento del Cesar. En esta
organización colaboró Jaime Pérez Parody (“Jimmy Rambal”), cantante moderno,
bueno para amenizar, también los hijos de Grimaldo Guillot, Adalberto Verdecia
amante perenne de estas fiestas, las danzas del cañaguate las del Guatapurí, es
cuando se organiza el ballet vallenato.

El sábado de carnaval, salíamos de la plaza Alfonso López, íbamos a los distintos


barrios de casa en casa tocando “El Pilón” con la banda. En esas épocas todo era
armonía, colaboración, alegría. Hacíamos de todo: comunicados de prensa,
programas de radio, la sectorización de los barrios por juntas de acción comunal para
la elección de las candidatas. Todo el pueblo participaba, ricos, pobres, lavanderas,
amas de casa, señoras encopetadas. La ilusión era divertirse, tener ratos de
expansión. Poneerle pereque a la gente, mamarle gallo a los amigos.

Despuén comenzaron a venir buenas orquestas como Pacho Galán y Lucho


Bermúdez. Los hermanos Flórez con Lucy González la “Cieguita” de Ciénaga de Oro
(Córdoba). La Billo´s Caraca´s Boy´s. Ibámos era a bailar, tanto que no había
necesidad de sillas, porque nadie parecía cansarse. Los salones de bailes
comenzaban a las 10 de la mañana y la primera tanda finalizaba a las 4 de la tarde.
Por la noche iniciaba a las 8 de la noche hasta las 4 de la mañana.

Las riñas eran a los puños, cuando arrebataban alguna pareja, sin que el contrincante
pidiera el respectivo “barato.” De las canciones de moda en esos momentos
recuerdo: Cosita Linda, La matica de mafafa, Besito salao, Carmen de Bolívar, San
Fernando, La pollera colorá, La banda borracha, Sonia, La tabaquera, El cebú,
Atlántico, entre otras.

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Por disposición del alcalde de ese momento, en 1969 prohibieron los carnavales. Con
el transcurrir de los años seguimos con el mismo ánimo fiestero de ayer y quizá tenga
que despedirme ahora diciendo “ todo tiempo pasado fue mejor;” pero mientras Dios
me tenga con vida, estaré aquí en el Valledupar de mis amores como lo hice desde un
lejano 1955, cuando llegué a colaborar en el progreso y desarrollo de la ciudad
trayendo por equipaje mis herramientas de trabajo, mi tambora al hombro y la alegría
del carnaval que al desempacar y “registrar” con mis obreros el sonido jacarandoso
de la tambora samaria, armonizó de manera epontánea con la gente de la región y
con sus manifestaciones culturales.

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Remembranzas de Valledupar

Los Rosarios del Carnaval de Juan (“Juan K”)


Gutiérrez Acosta

El velo de religiosidad pagana y judeo-cristiana


alrededor del cual nace el carnaval, parece
supervivir en manifestaciones traducidas en
disfraces y eventos que traslucen tales tendencias
en Colombia, Brasil y México, entre otros.

Por los años 1926 y 1944, y subsiguientes, en


Valledupar hubo una población de reconocidos
amantes del carnaval como Oscar Pupo Martínez
con su acostumbrado disfraz de capuchino,
Florentino González (“Papá Tino”), quien con su
vestido de maco se complacía en asustar a los
niños de su sector, Víctor Cohen con su
característica elegancia, Aníbal Martínez Zuleta
quien dijo el discurso en la coronación de la primera reina popular, efectuada en el
salón “Rancho Alegre”, Nicolás Baute Pavageau, disfrazado de indio arhuaco,
Evanisto Gutiérrez con polleras y sombrero lleno de adornos, así como otros muchos
que participaban de estas fiestas en el barrio La Garita donde Rosa García, una de las
mas celebres cumbiamberas.

El ambiente festivo no decae en la ciudad. Perteneciente a la generación de los años


50 Juan (“Juan K”) Gutiérrez Acosta, nació cuando los nevadas de la Sierra eran aun
mas esplendorosos, así como los murmullos del Río Guatapurí y sus orillas
sembradas de peruétanos y el lanzar y desplegar de las atarrayas del pescador
constituían el mejor regalo para disfrutar niños y adultos y el repicar de las campanas
de las iglesias nos despertaban para saludar el amanecer con la oración y el laboreo
de la tierra en sana paz.

“Juan K”, fue hombre de inteligencia chispeante, verbo rápido y florido, alegría
desbordante, parrandero, rumbero, excelente bailador, amigo de la buena música,
fino libador de tragos, con el chiste, la burla y el gracejo a flor de labios, al grado de
mofarse de sí mismo. Distinguido además por el buen gusto en el vestir y el uso de
finas joyas que lucía con ufanada fantasía. Tenía la habilidad y el desparpajo de los
hombres que lo desafían todo e influyen con su verbo y sus posturas en los demás.

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Comenzó a disfrutar desde temprana edad el jolgorio de los carnavales. Levantó un


altar a su afición. Le encantaba enmaicenarse. Otras de sus características eran la
irreverencia y el desparpajo usados con respeto y elegancia. Precisaba con
antelación citas con los capuchones. Tenía una “barra” de amigos, quienes en su
mayoría residían en el barrio Loperena y estudiaban en el colegio del mismo nombre
(Enrique Díaz, Jaime Maíz, entre otros). Con Egberto Gutiérrez su hermano,
competían en el arte de la locución en Radio Guatapuri, así como en la bohemia.
Buenos intérpretes de boleros de “Los Panchos”, “Los Diamantes”, “Los Tres Ases” y
de rancheras, junto con su hermana la educadora Carmen de Armenta.

En los pre carnavales, transmitía por Radio Guatapurí, en una época con Leovigildo
Rodríguez, sus bien elaborados libretos denominados “Rosarios del Carnaval”, que la
gente esperaba con ansiedad por el sello de gracia y alegría que le imprimía a sus
comentarios, donde de manera precisa, haciendo gala de ironía y capacidad crítica,
parodiaba personajes y hechos del momento, sucedidos en el ámbito local, nacional
e internacional que desarrollaba de manera amena y sencilla. Criticas con un
rescoldo jacarandoso, pachanguero por lo cual logró cautivar la atención del
auditorio. Con estos comentarios perseguía lograr entre otros efectos:

- Desdoblar con respetuosa irreverencia, desparpajo e ironía las jerarquías del


gobierno y de mandatos sociales.
- Criticar eufórica e irónicamente, para hacer llamados a enderezar entuertos en las
administraciones y en asuntos de la vida cotidiana.
- Caricaturizar prácticas y oficios no amparados por la ley.

Los “rosarios” iban acompañados de un fondo musical, cuya finalidad también estaba
distorsionada en la rítmica, así como el sonido de los instrumentos generalmente
usados que eran el carrizo, la flauta de millo y los tambores.

Por razones de espacio a continuación transcribimos el primer y segundo misterio del


Rosario del Carnaval de 1996:
Rosario del carnaval – 1996
Control: Efectos de campana… cortina de música sacra…

Todos: Por la señal, se fugó Santacruz, en el carro del Fiscal; de Andrés y de Misael,
libra al pobre Samper; de Medina y de Botero, sálvalo señor; y no te olvides, de darle
un alrevés, al siniestro del Freché. En el nombre del Senado, y de la Comisión de
Acusaciones, y de Heine Mgollon. Namen…

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Remembranzas de Valledupar

Solo: Los misterios que vamos a contemplar en el día de hoy son 8.000. El primero es
la cachaza de los jordanos y de los libaneses, nacidos, criados, bautizados,
camuflados y registrados en Atánquez, Mariangola y Chemesquemena.

Padre Nuestro que estás en los cielos, sácanos de este infierno venga a nosotros la
absolución de Ernesto, hágase Señor tu voluntad, y no la de El Tiempo, Semana,
Noemigaviria y demás insectos…

Todos: El Plan de estos, después de las elecciones, dáñalo Señor, perdona, a la


farifafá de Medina, así como nosotros, perdonamos, al voltiarepa Botero, y no dejes
que triunfe, la aberrante conspiración; más líbranos del Neoliberalismo. Namén...

Solo: El valle de mis amores / Nunca pasará de moda /Aquí hay Jordanos de los
Pondores / Y Libaneses de Mariangola.

Muchos Arisafat Hussein/ De Atánquez y Chemesquemena / De Patillal Dazamed


Ibrain / Y Acostasam Rahá de la Peña.

Estos Árabes Saudit / Estaban bien camuflados / Por su paisana Farah Liliain. En el
archivo de repatriados.

Camposoto muy enojao / Los pasaportes mandó al zipote /Porque estos Árabes
chimbiaos / No conocían ni al chicote.

Un Árabe con poporo/ Y con el Corán un Arhuaco /Fueron las vainas quea Camposoto
/ Por poco le da un infarto.

Fray Tavo: Quehh!!!

Solo: El segundo es la elección y coronación de acuciosos y diligentes Ejecutivos de


Valledupar.

Padre Nuestro que estás en los cielos, sácanos de este infierno, venga a nosotros la
absolución de Ernesto, hágase Señor tu voluntad, y no la de El Tiempo, Semana,
Noemigaviria y demás insectos…

Solo: Un concurso muy peculiar /Con candidatos supraelegantes/Fue celebrado en


Valledupar/A fines del año entrante/

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Después de haber deliberado/ La Junta optó por elegí/ Como único y gran juradoal
correcaminos Carabali/ Romoca el Dañao y Panita/ Nando Comemuertas y el Yayo/
Fueron los grandes finalistas/Para el ejecutivo del año.

Todo se tuvo en cuenta/ Pa' que nadie se fuera a quejar/ y evitar alguna tutela;

Las rascas del comemuertas/ De Romocalo jaragá/ Y de Panita las triquiñuelas.

Por su currículum y otras cositas/ Y por sus dotes de hombre honrado/ El Juez
sentencio que Panita/ Será Ejecutivo del año.

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Remembranzas de Valledupar

Leonel Aroca Martínez


Sus Evocaciones del Carnaval

La mañana era propicia, un 25 de enero de 1999 en el patio de su casa, disfruté de


una amena conversación con él y allí pude saciar la curiosidad que me producía la
persistencia y originalidad de un hombre bonachón, poco agraciado, pero de
agradable personalidad, siempre alegre y jocoso al grado de burlarse de sí mismo
para inventar diversos disfraces y comparsas y lucirlos en los carnavales, detallados
uno a uno con el apoyo de su esposa Chava Saad y las bien conservadas fotografías
de esos años de goce y esplendor, que con orgullo me mostraba y explicaba los
motivos de cada uno de los disfraces.

Lo escuché atenta al menor detalle de aquel recuento de sus vivencias del carnaval
tradición tan consolidada en él, al grado de llevarlo a hacer una parodia de su propia
profesión con un disfraz que causó regocijo en el pueblo y entre sus amigos. Fue el
denominado “El sacamuelas del pueblo.” Dijo, como yo soy odontólogo, busqué la
manera de ingeniarme para imaginar que estaba haciendo extracciones de muelas,
para lo cual fijé diversas tarifas, según la intensidad del dolor.

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

Leonel Aroca Martínez oriundo de La Paz (Robles), vivió en Valledupar desde muy
joven. Fue verdadero enamorado de las festividades carnestoléndicas y su esposa lo
secundaba en esta afición. Pleno de imaginación y originalidad, nos habló de la
influencia que recibió cuando concurrió a carnavales internacionales, en especial al
Brasil donde disfrutó en varias oportunidades y presenció los bellos desfiles de
carrozas, comparsas, máscaras representando diversos personajes.

Hombre fiestero, coqueto por naturaleza, se


distinguió por la versatilidad con que durante varias
décadas gozó e hizo que los demás también se
regocijaran de las fiestas que para esa temporada
organizaban en el Club Valledupar. El nos refiere lo
acontecido en el período comprendido de 1957 a
1970, al lado de su esposa Chava, quienes
conformaron una inolvidable pareja por los
novedosos disfraces que usaron. Nos hizo una
secuencia de los que él consideró admirables:

En 1961 hicieron el denominado “Los pachangueros,”


una parodia de las personas más entusiastas y
fiesteras de la ciudad.

Por los años 1963, el tema es una alegoría a la época de la esclavitud denominado
“Barco negrero.”

El vendedor de máscaras” es la representación que hace en 1964, inspirada en este


símbolo que es el antifaz. Actuar a través de máscaras y bajo el anonimato para
ocultar la verdadera personalidad y a veces tenemos reacciones sorprendentes, que
responden a anhelos que no dejan de ser una ilusión. Escondidos tras ellas lo que
buscamos es “vivir”.

Al desaparecer la máscara se le abrió camino a la maicena, que produce también una


transformación del rostro, bajo lo cual, dice sentía una cierta protección, el anonimato
que uno a veces buscaba para chancear y molestar un rato a los demás, pero que a la
vez es un baño de popularidad, por la atracción del vestido que llamaba la atención
por el colorido, el rostro embadurnado o la representación de personajes.

Hubo un año que nos inspiramos en los gallos, fue en 1965, lo hicimos por ser una

227
Remembranzas de Valledupar

costumbre muy arraigada en nuestro pueblo, por lo cual aprovechamos para


homenajear esta tradición, con una fantasía que bautizamos con el nombre de “Riña
de campeones.”

En 1966, nuestro ingenio se manifestó


a través de lo que denominamos “La
Comparsa.” Nos inspiramos en este
momento en un hecho histórico: El
Imperio Azteca. En la parodia yo
representaba al dios de la tribu, Chava
era la bruja. La integraban además
Celedón Ramírez y Susy, Rodolfo y
Alba Castro, Manotas y Gloria López,
Joaquin Ovalle y Gloria Pumarejo. Gustó tanto que después nos presentamos en la
iglesia Tres Ave María para recolectar fondos para el Hogar del niño.

Otro motivo de la historia universal que nos sugestionó fue “El Jorobado de Nuestra
Señora de París.” Por lo cual fue escogido como motivo en 1967. Lo presentaron
también en el Club Nuevas Juventudes, cuando Cecilia Villazón fue reina de carnaval.

Hicimos también una representación en homenaje a los 400 años de Beethoven.


Quisimos así agasajar a este genio de la música. Los personajes eran los integrantes
de la banda “Picapiedra.” Banda que después fue la base para crear la banda
departamental.

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Giomar Lucía Guerra Bonilla

El diseño de los disfraces se debía al ingenio artístico de Jaime Molina. Participaban


en la elaboración de los mismos Manuel Cárdenas y Augusto Castellanos, quien
hacía las carrozas y le colaboraba también su esposa Gracia Ustáriz. El vestuario los
hacíamos a la usanza, recreando el momento histórico, cultural, religioso que
queríamos representar.

Nuestro deseo era disfrutar, entretenernos sanamente. Valledupar, en ese entonces


era un pueblo tranquilo, donde todos nos conocíamos, éramos amigos. Yo, en medio
de mis actividades pasaba el año pensando cuál sería la comparsa, el disfraz, la
comedia que más agradaría a la gente para el siguiente año.

El carnaval no termina, la vida nos ofrece a diario situaciones que contempladas


después con serenidad, nos pueden hacer morir de la risa. Leonel Aroca en ese país
sin retorno debe estar ideando disfraces, máscaras y comparsas con los alegres
amigos del carnaval que lo acompañan, porque él falleció en el año 2003.
(Fotografías: Archivo Doctor Alberto Aroca Saad)

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