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Remembranzas de Valledupar
trato directo, lo cual me permitió ir descubriendo facetas sorprendentes en cuanto a la - Monitora del Historiador Jaime
Este relato de Luis Guerra Bonilla, y personalidad y al saber humano, al folclor vallenato, las artes y la filosofía, el Jaramillo Uribe (Facultad de Ciencias
tuyo, nos trasportan a ese Valledupar Humanas - Universidad Nacional).
que conocí en mis primeras visitas a protagonismo del medio ambiente, contenidos sobre los cuales dedicamos años para - Catedrática de la Universidad
esta tierra. Mi entrañable amigo Lucho, compartir y reflexionar con ustedes hoy. Popular del Cesar (UPC).
como cariñosamente le digo, tiene el
talento en su arte arquitectónico y Algunas condecoraciones:
también en su pluma para recrearnos, CÁMARA DE COMERCIO
bosquejando los interiores de los DE VALLEDUPAR - Ejecutiva del año y figura del día El
espacios del alma. Espectador página Caribe (1986).
- Medalla de Honor al mérito “María
Un fuerte y cariñoso abrazo para los Concepción Loperena de Fernández
dos, con muchas felicitaciones. De Castro” (Alcaldía Valledupar
2011).
* Comentario de la cantautora Rita - Medalla de honor 30 años Jardín
Fernández Padilla al artículo Gilberto Infantil de Pelaya.
Rodolfo Castilla Polo “El pulpo de la - Medalla de honor 40 años Jardín
caja vallenata” Infantil Nacional ( Valledupar).
ISBN: 978-958-46-6293-4
Y rescató lo bueno. Todo lo que hay en cada una de sus páginas es bueno: homenaje
a juglares, reconocimiento a escritores, nostalgias de carnaval y carnavaleros,
descubrimiento de artistas ya perdidos a los que les encuentra un pequeño
remanente como el que hace techumbres artísticas de palmas,
Y nos recuerda a los que se fueron, recuerda gentes; y nos recuerda cantos; y nos
recuerda poemas, y nos recuerda mochilas, arepas, ríos, flores, mujeres y hombres.
De los últimos libros, sobre nuestra historia, y la del país, que he leído este es el que
más me dice, y el que lo lea va a sentir que le llega al alma, porque es una ráfaga
abrazadora de nostalgia y esperanza; de riqueza histórica y de sencillez anecdotaria;
de sabor a tinto en el amanecer y arepas vallenatas al desayuno; de perfume a
cañaguates sin olor y a llanto de los peruhétanos que se extinguen; de cantos
perdidos entre los años pasados y que ella redime e instala en sitial de honor de su
hermoso libro.
Ahora, la admiración, como en el Sueño de las Escalinatas, que a ella tanto le gusta,
crece porque he descubierto a una señora escritora a la que es una verdadera delicia
leer. Escritora de vida fresca, de sueños optimistas, de raigambre amorosa por la
región, por su gente, por todo lo que vive y vivió. ¡Qué buen libro!
Prólogo
Al sumergirme gratamente en la lectura del borrador de esta obra, escrita por Giomar
Guerra Bonilla, pude captar de inmediato la gran responsabilidad que enfrentaba,
para llegar a la altura que tienen sus crónicas, prueba de la dedicación de gran parte
de su vida a recopilar, a investigar, a creer y a sentir lo que significa nuestra cultura y
su constante trajín en esta región del Caribe colombiano y, por supuesto, del
inestimable valor de sus escritos, que sin duda, nos proporcionan la posibilidad de
una visión más cercana de épocas anteriores en sus diferentes aspectos: sociales,
musicales, históricos, etc. Se refleja en ella una ardua labor de rescate en bibliotecas,
archivos, hemerotecas, tradición oral y experiencias personales, con toda la seriedad
y rigor que siempre ha caracterizado su espléndido perfil periodístico.
Las ilustraciones de esta obra, son antológicas y raras piezas fotográficas, piezas de
museo, algunas, pueden ofrecernos una panorámica histórico-visual de la atmósfera
social de épocas de antaño, en la que ella nos ubica con frescura y sutileza,
experimentando la nostalgia de una época de músicos insuperables y la alegría de
recuperar el recuerdo de viejos tiempos, como podemos apreciarlo en los carnavales
del Valledupar de antes, con los fantásticos disfraces del doctor Leonel Aroca
Martínez y su esposa “Chava” Saad de Aroca, el gran animador de este ardoroso
festejo, hoy desterrado del sentimiento popular vallenato. Conoceremos el ancestro
musical negroide del grandioso juglar Alejandro Durán, íntimamente ligado a las
gaitas y tambores que tocaban su padre y su abuelo; los bailes de tambora y pajarito
que en toda la comarca pasera, le dieron fama a su madre Juana Francisca Díaz y
enterarnos de que su incomparable estilo en el acordeón fue delineado rítmica y
melódicamente por sus tíos Víctor Silva y Octavio Mendoza, “El Negro Mendo”.
Tan importantes como las comentadas, otras historias no se quedan atrás por la
forma como nos sorprenden, como la cálida referencia de la hamaca y lo que ella
representó en la vida del Libertador Simón Bolívar; la dedicada al simpático episodio
donde describe la forma como García Márquez ingresó al cartel de los pícaros, en
Valledupar; poder extasiarnos con los amorosos secretos de los cantos dignificantes
Remembranzas de Valledupar
Lo cierto es que todas las crónicas que nos ofrece Giomar Lucía en este catálogo, son
muy amenas y tienen el sabor caribeño que evidenciamos en su consistente estilo,
pincelado por la lucidez y gran imaginación.
Este libro es más que un texto de consulta y en cada palabra escrita sentimos la
pasión de su autora por la investigación, pasión que ha vivido por años y que sin haber
terminado, hoy nos entrega su primera presea literaria, que abre la ventana al futuro
porque ella sigue investigando, con el anhelo de continuar llenando páginas que nos
harán disfrutar plenamente. Nada más apropiado para esta obra que su titulo
“Remembranzas de Valledupar” ya que todos los protagonistas, presentes en ellas,
están ligados en una u otra forma al mundo del vallenato y aunque algunos no son
nacidos aquí en Valledupar si han contribuido, notoriamente, al desarrollo cultural de
nuestro entorno.
La importancia que para la cultura, no solo del Caribe sino de nuestro país, tienen las
crónicas de Giomar Lucía Guerra Bonilla, está afincada en el valor histórico que ellas
encierran.
Al entrar o pasar por su casa, no podíamos definir qué era más embriagante, si el
aroma de la flores de azahar de la India o las melodías como “tristezas del alma”,
interpretadas en violín, desde tempranas horas de la mañana, por su padre Evaristo
Gutiérrez, que se esparcían por el ambiente en agradable confusión. O las parrandas
de su padre con Don Tobías Enrique Pumarejo, las que desde temprana edad
escuchó y de quien afirma ser el único de quien recibió influencia en la música
vallenata
José Jorge se llama el hombre / el que tiene la piel morena... En la creación de ese
imaginario sentimental donde la música y la poesía se funden, está presente el canto
al amigo. En este caso a José Jorge Arregocés. En “El Hombre de la piel morena“pinta
un retrato perfilado con calidez, sentimiento, maestría y dominio del verso. No escapa
al autor que ese hoy, pleno de satisfacciones, avizora un canto a la vida con risas y
con llanto, la que vivió por vivir y la que dejó de vivir.
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“En su camionetica que él denominaba “Onasis,” nos trasteaba de un lado para otro,
no se desprendía de nosotros y del trío Los Inseparables. Compraba las gallinas, las
vituallas para el sancocho, armaba el fogón con leña de brasil, meneaba la olla,
brindaba el licor, “…vive el placer y el derroche,” pero su amistad es sincera. “... Es un
hombre bueno/de estirpe parrandera/dejará recuerdos/dejará cuando muera.” En la
mayoría de las ocasiones nos reuníamos en la cantina de Petra Arias. Llegaban
muchos amigos como el maestro Rafael Escalona.”
Al iniciar este escrito, conversé con José Jorge quien reside hoy en Aguachica. Me
dijo: “…viví los mejores momentos de mi juventud, llenos de placidez, en esas
noches de bohemia interminables, escuchando en noches plenilunares la voz del
cantautor, acompañado de su guitarra y las de Huges Martínez y Carlos Espeleta, que
me sumergían en un mundo de fantasías. Cuando un ladrón se llevó el maletín donde
guardaba las fotografías de la mejor etapa de mi vida, sentí como si me arrancaran
una parte vital de mí mismo. Muy poco me importó perder el dinero que tenía alli.”
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Primera estrofa:
Un hombre que maduró/ y a quien todo el mundo nombra / muchas mujeres amó en
soledades y sombras / tiene los ojos profundos de tanto mirar la noche / él es un
hombre que canta le abre los brazos al destino/ vive el placer y el derroche
Segunda estrofa:
En sus ojos dicha, risa, llanto/ En sus ojos ausentes / Y en sus labios mide sus
palabras /Las dice suavemente /Lleva su existencia resignada / No le pesan los años
/Goza cada instante de su vida /No le teme a la muerte
Coro:
Jose Jorge se llama el hombre / El que tiene la piel morena / Y en su cuello largo
resaltan/ Hinchadas de sangre sus venas /Muchas veces llorando canta / El que tiene
la piel morena
La primera estrofa es una mezcla de septeto y septeto, por el juego versístico de que
hace gala el autor, con una rima alterna consonántica, muestra su destreza al usarla
en unos versos donde juega con la rima pareada, dándose la licencia poética que le
permite usar varias figuras literarias.
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Remembranzas de Valledupar
La canción fue dada a conocer en 1981. Es la única del autor en ritmo de cumbia. En
1982 la graba por primera vez Juan Piña, en Codiscos. En el mismo año la regraba
con el grupo “Bailables pa¨todo el año.” El compositor afirma que la versión de Juan
Piña le gusta mucho. En 1988 El Binomio de Oro presenta a Gustavo Gutiérrez, el
Poeta Vallenato, acompañado al acordeón por Julián Rojas. Sello Codiscos.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
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Remembranzas de Valledupar
Como podemos observar en este caso el amor espiritual y cristiano, género cultivado
en la poesía castellana, lo inspiran para crear esta elegía con una fuerte carga
romántica, donde trasluce un desgarrado y profundo sentimiento de dolor, reflejo de
la influencia de sus primeras lecturas y escuchadas de poemas de místicos como
Santa Teresa de Jesús, posiblemente San Juan de La Cruz, del ambiente de
religiosidad de su entorno hogareño y de su sensible personalidad. La poesía es en
sí una forma de religión. Uno de los mejores encantos de Jesucristo fue que dijo las
verdades más grandes en lenguaje poético Es vivencial y asociados al momento que
se vivió con intensidad.
Amó a una mujer con un verso sincero y también amó a Jesucristo Crucificado, al
pasado feliz que ya no es y suelta esa tristeza cuyo recuerdo atenaza su sensible
corazón. Para soltar los nudos que lo atan a una nada que no le pertenece pero que lo
tortura. Es la oración de la angustia que deja el vacío de la soledad. El desenlace. La
ausencia definitiva.
Al analizar las estrofas La canción “El Perdón”, sus versos tienen una rima muy
eufónica que le dan la cadencia y ritmo adecuados.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
¿De cuáles canciones hubiera querido ser autor? Respondió de La Golondrina del
Rafael Escalona y de Ausencia Sentimental de Rafael Manjarrez.
Arriba de las estrellas / donde está el reino de Dios / Allá quisiera estar yo /para no
acordarme de ella / Pero como no estoy allá / ando vagando por la vida/ como una
errante golondrina / que nadie sabe a donde va /a donde va, a donde va
Dices que te hago sufrir / como pa¨todo hay remedio / mi vida me voy muy lejos / a
donde no sepas de mi / ¡Ay! porque tu dices que yo / he sido la cruz de tu vida / Ahora
me voy pa¨la Guajira / y me despido adiós, adiós / adiós, adiós, adiós, adiós / Hace
tiempo había pensado / ausentarme de Colombia / me duele por la persona de mi
compadre Emiliano
Porque es lo mismo que yo / que anda vagando por la vida / como la errante
golondrina / que se despide adiós, adiós, / adiós, adiós, adiós / Muchas lágrimas
salieron/ cuando yo le dije asi / me duele porque te quiero / ¡Ay, pero ya me voy de
aquí!
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Remembranzas de Valledupar
G.G.C. Si. De Don Toba conservo recuerdos muy gratos de mi niñez, en especial
cuando llegaba a mi casa. Él vivía en El Copey por la cercanía de su finca El Otoño.
Acostumbraba a reunirse a parrandear con mi papá en el traspatio, donde convergen
varias entradas.
G.G.B ¿Podemos decir que fuiste bendecido por su canciones? Claro que tenía el
ingenio ayudado por las bases académicas por los estudios en el Liceo antioqueño de
Medellín. Con él estudiaban varios compañeros, destacamos a José María. Chema-
Castro, quien también heredó la vena musical de Doña Leticia Palmera, quien estudió
en el Colegio Divina Pastora y a la vez recibía clases de piano. Conforman la orquesta
“los Magdalenense”, para dar serenatas a las enamoradas, hacer amistades. Es allí
donde comienza a componer. Aunque hizo canciones de corte costumbrista con
excelente melodías, narrativa y musicalidad, es él quien le da carta de presentación al
vallenato romántico con un lenguaje universal.
G.G.C. Cómo no dejarse influenciar de la poesía que hay en versos como los
siguientes:
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Y qué decir de Mírame. El afirmaba que había que cantarle a los ojos de la mujer,
porque con ellos se hacía el más profundo de los diálogos, además es de las partes
del cuerpo, que a pesar del transcurso del tiempo no cambiaban. Su último verso dice:
Al morir compuse para Jaime “El Valle y el Pintor.” Una de las estrofas dice:
G.G.B. Siempre cargaba con su viejo fonógrafo y buen número de discos bajo el
brazo y su inseparable botella de ron, noche tras noche, sentado en un pretil o en la
puerta de la calle de una de sus vecinos de la Calle Grande, conversaba, declamaba
poemas de Neruda y escuchaba boleros. Acogió la simplicidad de las
manifestaciones del espíritu. Vivió “sin tanto tropel” como él mismo afirmaba. Se
marchó demasiado temprano un 15 de agosto de 1978.
G.G.C. Llega a Valledupar junto con Jaime Molina y el maestro Rafael Escalona de
pantaloncitos cortos. Estudiaron en la misma escuela. Un hombre de una sencillez
inigualable, de entrañable bondad y nobleza. Hijo de Doña Mercedes Céspedes y del
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Remembranzas de Valledupar
Doctor Hernando Molina Maestre uno de los personajes del Maestro Rafael Escalona
en su famosa composición La patillalera. En su casa de puertas abiertas para todos,
se plantaron las raíces del festival más importante del país, el de la música vallenata
con toda la historia de más de 45 años que todos conocemos. Fue un mecenas,
apoyó la cultura sin reato de ninguna índole.
G.G.B. Asi es. Yo creo el mejor perfil de Don Hernando Molina es el que hace su hijo
Andrés Alfredo Molina Araujo al fallecer su padre. Aquí desarrolla una de las variadas
facetas de su personalida y su accionar en pro de nuestra cultura:..” fue pionero en
difundir y promover la música vallenata a nivel nacional, cuando ésta aún era vista
como una música inferior no digna de admiración. Por medio de su amistad con un
selecto grupo de prestantes amigos como Fabito Lozano, Jaime García Parra, Miguel
Santamaría Dávila, Rafael Rivas Posada, Fabio Echeverry Correa, y Pacho Herrera,
entre otros, Hernando –con el llamado grupo de los Magdalenos– contribuyó al
ingreso del vallenato a los salones encopetados de la sociedad capitalina, y con ello,
permitió cambiar positivamente la mirada que hasta entonces se tenía en el país
sobre esta música de campesinos.”
G.G.C. “Por el mismo camino.” Esta canción la dediqué a Freddy para darle un
consejo fraternal y persuadirlo de no seguir la misma vida que yo llevaba.
Te canto Freddy Molina / te canto con mil placeres / tu vives muy jovencito /
enamorando mujeres.
Y así entre versos que van y vienen, me responde con la canción “Buscando nido,”
donde me manifiesta su agradecimiento sobre lo que le digo en este canto, acoge el
consejo y destaca la afinidad entre los dos. Desde temprana edad mostró interés por
la música de Don Toba, el maestro Rafael Escalona, mis canciones siempre las
tarareaba, repuntando con el vallenato romántico y costumbrista, donde brilla con luz
propia y de manera auténtica.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Después con el corazón atenazado por el dolor, derramando lágrimas le canté: “El
silencio de Freddy”
Voces de muerte se oyeron / en todita la región/ el llanto brilló en los ojos/ tristeza en el
corazón/ y mientras vibran confusas/ las notas de un acordeón Freddy Molina se
muere/ sin sentir ningún dolor/…
G.G.B. A las mujeres presentes en el homenaje que te hizo el Instituto Andrés Bello,
se nos arrugó el corazón cuando afirmaste que no volverías a componer
G.G.C. Asi es. Uno debe retirarse a tiempo. Lo cual no significa que deje de hacer mis
presentaciones aquí y en varias ciudades del país. Después de esa decisión
manifiesta en este evento, compuse “A un ladito del camino” la grabó Diomedes Díaz.
( Entona la canción) Ya no compongo versos / yo solo le pido a la vida que me dé
felicidad…
G.G.C. Para hacer poesía hay que leer poetas. La buenas lecturas, los paisajes,
amar, una buena conversación son motivos de inspiración, nos nutren. Vuelvo a
recordar a mi profesor Juan Gutiérrez, quien afirmaba: al dolor, a la tristeza, hay que
revestirlos de un bello ropaje. Por eso es importante volver a incentivar a niños y
jóvenes al gusto por la lectura de poemas, análisis literario, a componer versos,
declamar. Crear en el hogar y en el colegio un ambiente propicio para esto.
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Remembranzas de Valledupar
Los Pajales
“Soy triste…aprendí desde niño a diferenciar los rayos del sol y la oscuridad y a captar
lo que hay entre ambas cosas…toco a la mujer con mis manos y sé si es morena o
blanca, si se cuida la piel o no. Esas cosas las adivino a través de su voz, de su piel, de
su aroma. La voz de una mujer siempre ha sido mi encanto.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Me fui acostumbrando a no ver y aprendí a moverme por la finca que recorría palmo a
palmo, a valerme por mi mismo y a trabajar, a usar con maestría el machete en las
socolas, con tanto cuidado que no maltrataba las plantas útiles, ayudaba a recoger
las cosechas. Comencé a componer a los 17 años. Mi primera canción titulada: “La
loba ceniza”, a los 18 años en 1945. Abel Antonio Villa la graba con el título de “La
camaleona.” Escuchaba con atención los relatos de vaqueros, juglares y trovadores
que llegaban de paso a la finca de sus padres. Cuando tenía unos 5 años una tía
llamada Herótida cantaba y me leía una que otra novela, me relataba cuentos. El
bardo se pregunta qué habría sido de su vida, sino hubiera contado con el talento que
trastocó su ceguera en luz para inspirarle esos poemas de ensoñación
musicalizados, tales como: “Dios no nos deja” y la “sombra de un niño.”
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Adivino de mucho
Por los años 1949 un amigo le regala una armónica. Esto fue definitivo en su vida. Al
principio no le puso mucho interés. Jamás pensó que este pequeño instrumento sería
decisivo en su porvenir y en sus planes de lograr alguna independencia económica.
Cierto día llevado por la nostalgia, decidió tocarla y percibió que la melodía era
parecida a la del acordeón, que desde hacía mucho tiempo deseaba tener. Se
convirtió en un asiduo estudioso de la armónica.
Se vida transcurrió entre Tocaimo, Codazzi y San Diego. Al salir de la finca para
Tocaimo, lo acompañaban su armónica, sus canciones y dos mudas de ropa. En el
pueblo, todos lo acogieron, le brindaron su amistad. Comenzaron a conocer su
talento musical. Aprendió a tocar la guacharaca, interpretándola al unísono con la
armónica. En agradecimiento al pueblo compuso “Los tocaimeros.”.En 1948 viaja a
Hato Nuevo (Guajira). Cantando en uno de tantos lugares conoció al famoso Chico
Bolaños y a Julio Castro, hermano de la altiva Josefa Castro que le inspiró La Diosa
coronada, a cuyo grupo se integró.
En San Diego también fue recibido como lo merecía. Despertó gran simpatía en ellos.
Desde muy temprano Leandro daba los buenos días con versos de sus canciones a
los sandieganos y por la tarde al regresar de las labores del campo, todos sacaban los
taburetes, los recostaban a las paredes, para hablar de todo y de nada, entonces
llegaba Leandro a deleitarlos con su música. Allí conoció al guitarrista Hugo Araújo, a
Juan Calderón y a Antonio Brahim, quienes desde entonces fueron sus compañeros
de parranda. Al tiempo organizó un conjunto de acordeón con Antonio “Toño” Salas
.El destino parecía tenerlo marcado, el dinero huía de él, de sus bolsillos.
Aquí da a conocer por los años 1955, una canción creada unos diez años atrás, “A mi
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
El amor tan ansiado llegó. En una de tantas parrandas conoce a Helena Clementina
Ramos. Ella se le acercó a pedirle una canción y la complació Le dijo que quería verla
por la noche y aceptó. Lo esperó en la ventana de su habitación hasta la madrugada.
Llegó con los guitarristas y le cantó “A mi no me consuela nadie,” la canción con la que
la complació en la fiesta. Hubo atracción mutua. Leandro celebró la llegada del amor a
su corazón bebiendo y cantando dos días. Tenía entonces 27 años. Contrajo
matrimonio con ella.
Es la madre de Ivo, una de las voces más acreditadas de la música vallenata, quien
en dúo armónico con su padre es su mejor intérprete e inseparable compañero.
Rinde sentido homenaje al padre juglar, cuando canta en “Dame tu alma”:
Coro: Canta, canta entonces / alma de poesía / y bríndale un goce a la gente mía / yo
te entrego todo si tu vida cambia / yo te doy mis ojos tu me das tu alma (bis)
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Remembranzas de Valledupar
caliente en la cara. Quise quitármelo de encima, pero esa cosa calurosa siguió
pegada a mi cara: Era el sol.” Sí descubrí que estábamos en verano y el árbol perdía
su vestido, como lo describo en la canción. No necesité verlo para cantarlo, pues lo
que sentí fue suficiente. Al principio las hojas caían en forma lenta. Después, más
rápido. Unas me caían en la cara, en todo el cuerpo, las otras rodaban por el suelo.
Pensaba me voy a quedar sin sombra, sin embargo, no era eso lo que me
preocupaba, lo que me entristeció fue pensar en el parecido del árbol con el destino
de nosotros. He pasado largas horas pensando en mí, es así como plasmé este
sentimiento en una de mis canciones”*
La Diosa Coronada.- Lo mismo sucedió con “La Diosa Coronada,” Josefa Guerra
Castro de San Diego, a quien conoce también en Tocaimo, a donde su padre decide ir
a vivir en 1949, para estar cerca a sus hermanos compra allí unas tierras para
cultivar.
Había oído hablar de ella como una mujer muy bonita de familia respetable y con
cierto poder económico. Un hermano de ella era acordeonero, entabla amistad con
Leandro y lo invita a su casa para relacionarlo con la familia y es presentado como un
gran compositor Escucharon complacidos sus canciones. Estamos de nuevo ante
Leandro enamorado y despreciado por Josefa por considerarlo de inferior categoría a
ella. Por el contrario la madre sentía cariño por él. Josefa, siempre hablaba del otro
pretendiente refiriéndose “al rey y le decía a la mamá para herir a Leandro: que
matara una buena gallina e hiciera un sancocho con un arroz volao, porque a él no le
gustaba el arroz sopú y había que atenderlo como a un rey.” Tampoco me aceptó.
Pretendía tanto que yo dije esta mujer se cree “ una diosa coronada.” Fuimos buenos
amigos. De esta frustrada experiencia en 1950 compuso la canción La Diosa
Coronada en ritmo de paseo que el hermano de Josefa interpretaba con frecuencia y
ella refunfuñaba diciendo que nunca le había dado esperanzas. En 1968 la grabó
Nicolás -Colacho- Mendoza. Colacho con Silvio Brito. Alfredo Gutiérrez, Alberto
Pacheco. Después Poncho Zuleta, Silvio Brito e Ivo Díaz. Carlos Vives e Iván
Villazón.
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Al poco tiempo uno de sus amigos le hace saber que Fidelina tenía relaciones con
otro hombre e iba a tener un hijo. A pesar de la decepción Leandro seguía enamorado
de su voz y del perfume a hierbas que despedía e inundaba el ambiente. Una
respetable comitiva partió de San Diego para El Plan a celebrar las fiestas de
noviembre, acompañados por Leandro y Toño Salas. Luchó por este amor como
pocos, visitándole en medios de transporte inverosímiles, en una oportunidad salió de
La Jagua del Pilar en el vagón de un volteo repleto de arena por lo cual llegó
irreconocible al pueblo, en otra ocasión montado en el anca de una mula brincona.
Podrán imaginar, ¡ pobres huesos! Llegó sano de milagro y peor aún ante tantas
odiseas, no logró que le prodigara su amor. Después diría: casi muero en un
accidente, así hice el verso “…al recordarte Matilde sentí temor por mi vida”.
De aquí nació una de sus más sentidas y reconocidas canciones. Fue a orillas del río
Tocaimo cerca a San Diego, inspirado por el murmullo de las aguas y por el cantar de
los pájaros, entonada en gozosa compañía de las guitarras de Araújo, Brahín y
Calderón. La estrenan en Villanueva con el acordeón de Julio Escobar con la
denominación de “Matildelina.” Alfredo Gutiérrez la grabó en 1970, convirtiéndose en
todo un éxito, motivo para que el adquiriera fama y llegaran visitantes por montón a
conocer a esta mujer ideal descrita bellamente por su admirador. Más tarde sería
Carlos Vives quien haría conocer con su original grupo “La Provincia” esa bella
historia de amor donde ciego “ve” sonreír la sabana cuando Matilde camina.
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La Gordita.- Sus conquistas amorosas, casi siempre se han dado alrededor de una
fiesta patronal y un pueblo. Fue en Barrancas (Guajira), donde era el epicentro por
ser el homenajeado en las fiestas de octubre. Esta vez, también fue la solicitud de
una canción de su autoría, “El Verano.” No tardó en complacerla e iniciar el galanteo
con versos desde la tarima. De nombre Doralba. Por primera vez el amor tocaba las
puertas de su corazón de manera tan especial. La atracción fue mutua. Con sólo
palparla él pudo describirla físicamente. Era la época de la bonanza marimbera y los
bolsillos del cantautor no andaban tan limpios como antes. Dos años de amores
mutuamente correspondidos.
Estalló la crisis económica que afectó de una u otra manera a todos. Va a Barrancas
como de costumbre ilusionado, a visitar a su “gordita.” Otra vez la traición atropella su
sensible corazón con la infidelidad de su amada. No le hizo reclamos. Ella con el
tiempo se perdió en los cardonales de La Guajira avergonzada de haberlo cambiado
por alguien que no hizo aprecio de ella. Él recuperado del impacto que le produjo la
mala noticia, no dijo nada. Viajó a Fonseca, en el trayecto iba silbando. Cuando
finalizó llegó esa canción terminada. Una melodía que entró a engrosar la lista de sus
famosas canciones. Una de sus estrofas dice:
Mejor me alejo cantando por un sendero guajiro / de esos que en noches de luna el
alma canta y se inspira / al despertar la mañana cojo de nuevo el camino / que marcar
el destino / ¿ Cuál será el final de mi vida ? / Quiero pasar la vida cantando / con otra
muchachita / pero primero pongo la mano no vaya a ser gordita.”
Como podemos ver a través del relato, sus canciones están expresadas en bucólicas
experiencias vitales, cantadas con sencillez, pero con mensajes trascendentes, que
unas veces se tornan en requiebros amorosos y otras veces son trascendentales
mensajes sobre la situación socio-económca de la gente de la región.
Las líricas transmiten amor a la vida y a la naturaleza. Sus sueños, penas y alegrías
las ha traducido a inspiradas plegarias con variados matices. Nos sorprende su
versatilidad y fluidez en el uso del idioma, cualidades características del auténtico
juglar, de los trovadores medievales, que engarza en nuestra poética son más de 200
en poemas en décimas, en estrofas de ocho versos, traducidas a ritmos de paseo,
son, merengue y puya. Es el rey del merengue, género poco usado en los últimos
tiempos.
Las de contenido social son mensajes persuasivos para una sociedad donde la
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No escapa a la picaresca. Hace gala de un fino sentido del humor e ingenio innatos en
él traducidos también en canciones, desquitándose como el mejor gladiador, sin
resentimientos. Con jocosidad echa”puyas,” que hacen brotar sutiles sonrisas, como
en los casos ya tratados y en “El negativo,” donde se refiere a todos los que le
prometieron desde un chinchorro hasta una casa y no le cumplieron: “Fue Diomedes
el que comenzó con su chinchorro de cabuyita, me compré un par de manilitas y el
chinchorrito nunca llegó.”
Dice: “Mi última canción se irá conmigo, porque no he dejado de componer. Mientras
haya amor hay motivos para inspirarse. El mejor premio que Dios me dió fue
regalarme el don de ponerle música a mis sueños”.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Es Octavio Mendoza, “El Negro Mendo”, su tío, otra de las personas que despierta su
interés por el toque del acordeón y a quien admira por ser en ese momento, el músico
más importante de la región y quien interpreta con destreza, creatividad y un estilo
muy personal sones, paseos, merengues y puyas. En este ambiente nace y crece el
Negro Alejo. De estas raíces nace Alejo y su imaginario musical que progresivamente
se irá enriqueciendo.
A edad de veinte años desafía sus temores e inicia la ejecución formal del acordeón,
instrumento que lo acompañará toda su vida Definida su vocación su mayor deseo
fue idear un estilo muy personal. Con contadas excepciones, procuró tocar sus
propias canciones, esto lo llevó a ser original al ejecutar e interpretar sus canciones,
aunque reconoce que adoptó de Víctor Silva la melodía, quien le decía que lo
importante era el estilo, no la rapidez conque se recorriera el teclado y la picadía del
tío Mendo.
Pronto emprendió un viaje que lo alejó de la casa paterna. Viaja con el acordeón al
hombro como equipaje, sus canciones y melodías. Esta idea le venía dando vueltas
en la cabeza hacía rato. Había cumplido 30 años de edad. Lo invitaron a Mompox
para que se hiciera presente en los festejos del 7 de agosto de 1949. Inicia así sus
correrías parte esencial de la vida de los juglares. Fue después a El Banco, su
objetivo era Barranquilla. Había oído hablar de Víctor Amórtegui, quien dirigía un
estudio de grabaciones en lo cual estaba interesado. Le informa a sus padres que irá
a esa ciudad.
El viejo Náfer siente una punzada en el corazón, las lágrimas llenaron sus ojos, nunca
pensó que el acordeón que le regaló, en el que su hijo aprendió a tocar con maestría,
fuera hoy, la causa de su martirio. Había sido invitado a Mompox, punto de partida de
sus correrías, parte esencial de la vida de los juglares. Viaja además por El Banco,
Barranquilla, El Guamo, Fundación, Pivijay, Calamar, Magangué, Plato, y otros
pueblos y a ciudades de Antioquia y Córdoba. En 1968 asistió al festival mundial del
folclore en México, realizado durante las Olimpiadas de ese año y trajo la única
medalla de oro para Colombia como reconocimiento a su talento.
Con su voz y su acordeón inmortalizó entre otras, “Alicia adorada”, de Juancho Polo
Valencia; “Plegaria Vallenata”, de Gildardo Montoya Ortiz; “Cuerpo cobarde”, de
Lorenzo Romero; “La Sanmarquera”, de Enrique Díaz; “A Orillas del Magdalena”,
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Remembranzas de Valledupar
“Teresita”, de Náfer Durán y “La Mujer que tengo”, de Julio Herazo Cuevas.
Alejo, lo vio llegar y sintió que un aire frío recorría su cuerpo y los dedos de sus manos
se engarrotaron. “Yo interpretaba en ese instante un porro de Náfer llamado “A orillas
del Magdalena” y francamente no supe que me pasó, los dedos no me respondían,
como si se me hubieran entumecido. Para estos toques en festivales usaba una
sortija que un “curioso” de Tucurá, en el Alto Sinú, me había rezado, diciéndome que
mientras la llevara conmigo, estaría protegido. El público estaba impresionado
porque yo no interpretaba fielmente los compases. De pronto mi sortija se reventó y
partió en varios pedazos y el maleficio, el hechizo, pasó, dejando en el ambiente un
olor a azufre concentrado.”
Amores y aventuras del “Negro” Alejo. El fue un enamorador empedernido y esa era
su esencia. Su perenne ternura y amor los cultivó de tal manera que siempre había
para él un nuevo amor. Las mujeres fueron su sendero, su camino, su destino, el
centro de su larga y permanente inspiración, Ese velo misterioso se descorre al
escuchar el gran repertorio conocido por todos.
Desde Gloria, Crisanta, Juliana, Gladys, Catalina, María, Reyes, Nur, Norma. A
algunas las amó solo con su canto, les dio sus afectos o fueron amores frustrados y
las tradujo en encantadores versos. Es el caso de Fidelina, Sielva María, Irene la del
039, Joselina Daza, Bren, Chava, Sabina, la del papelito de Ayapel. Compuso
canciones que él creía alegres, pero eran nostálgicas. Por ellas no pudo zafarse de
ese nudo sentimental y corporal que lo persiguió y lo apretó durante toda la vida.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Este pedazo de acordeón donde tengo el alma mía /ahí tengo mi corazón y parte
de mi agonía
Muchachos si yo me muero les vengo a pedir el favor/ me llevan al cementerio
este pedazo de acordeón
Esto dicen mis amigos que eso es una vanidad /¡Ay, si nadie me da cariño como
mi acordeón me da!
“…Y bonitas que son las maldecías”, asevera El Negro Alejo, riéndose. Aprendió a
tocar el acordeón para enamorar, para prolongar así sus sentimientos. Fueron
muchos los versos que salieron de sus labios como fracciones de su corazón,
adornados con notas musicales: “¿Cómo me vas a dejar morir mujer teniendo el
remedio? …Yo tengo un dolor, no sé donde me duele; yo creo que es en el corazón,
por las benditas mujeres.”
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Remembranzas de Valledupar
llegó la policía y preguntó: ¿Dónde está el ladrón…? La abuela respondió: ¡Ese negro
maluco que está ahí, ese negro, ese…!
¿Usted es el ladrón? Preguntó la policía. “Yo soy el ladrón, respondió Alejo.” ¿Que le
iba a robar a la señora? “La nieta y si la deja mal puesta me la llevo…”
Vivía en Chimichagua cuando recibió una carta de Fidelina, inspirado por los
recuerdos hizo una de sus más bellas canciones:
“Voy a coger mi acordeón / pa que escuches mi rutina / yo voy a hacer este son /
pa´ que tu te diviertas Fidelina.
Fidelina, Fidelina / ella me mandó a decir / y me dice que le escriba / porque no
sabe de mi.
Fidelina, Fidelina / me consuela mi acordeón / que tu negro no te olvida / es de
todo corazón…”
A Irene la del 039 la conoció viajando, En esa época no había puente sobre el Río San
Jorge: “Me embarqué en Montelíbano en la lancha de nombre “La Víbora.” En eso
entra una muchacha y se me sentó al lado. Yo en esa época no era mudo y enseguida
le encaminé quedé fascinado y comencé a hacerle requerimientos amorosos..
Cuando llegamos a donde debía bajarse para seguir su ruta, tomé la maleta y la
acompañé, Abordó en el puente del Río San Jorge un bus para Buenavista (Córdoba)
cuya placa era 039. Me despedí. En eso me dice el chofer, la muchacha va llorando.
Cuando quise llegar a San Marcos (Sucre) ya estaba lista la canción.”
“Sabroso venía viajando / bajaba con mi morena / y al llegar a la carretera / allí me dejó
llorando...”
Después sería Joselina Salas. Contrajo matrimonio con ella, enamorado y muy bien
correspondido, pero fue una relación muy corta. La dejó instalada en Magangué,
porque salía con mucha frecuencia a correrías. El Negro le mandaba razones y
cumplía a cabalidad con sus obligaciones, pero ella no estaba contenta por tan
frecuentes ausencias. No oía su voz diciéndole palabras de amor, ni las melodías del
acordeón que la cautivaron, no sentía a su lado ese cuerpo que tanto le gustaba
acariciar y ser correspondida. Ella no soportó más los chismes y rumores y como
hembra en celo al sentirse abandonada, sufrió la tristeza y melancolía del desengaño.
Tarde cayó en cuenta de que su matrimonio había sido con un acordeonero y que
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
ellos caminan más que las malas noticias. Pensaba, músico es para oírle la música y
hasta luego. Lo abandonó, empacó los chécheres y corotos que le había dado y viajó
en dos burros barcinos para un pueblo cerca a Calamar. Cuando Alejo regresó
encontró la casa desocupada, los vecinos envidiosos lo observaban a escondidas por
los visillos y se alegraban de su calamidad.
Coro
Oye Joselina Daza/ lo que dice este acordeón / yo no sé lo que me pasa/ con mi pobre
corazón
En el otoño de su vida su último amor, conocido fue Goya, Gloria María Dussán. Se
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Remembranzas de Valledupar
Ella tenía 16 años y él 56. La miraba con disimulo. Experimentado en las lides
amorosas, se ingenió la forma para decirle que la amaba y pedirle que formaran un
hogar. Los padres de Goya no estaban de acuerdo por la diferencia de edades y por la
fama de mujeriegos de los músicos. Pero, ella dijo que “si”. Vivió embriagado por este
amor durante catorce años, hasta su muerte. Fruto de esta unión son cinco hijos que
procrearon.
Para Goya como para muchas mujeres, Alejo no se ha ido de su lado. Sienten y
escuchan a menudo los versos y su música. Goya conversa con él, quien la invita a
que lo acompañe a los toques en las corralejas. A su tumba van en romerías amantes,
a encenderle velas, a llevarle flores, amigos y admiradores a darle gracias por
haberles dejado ese legado musical. Los varones le piden que les enseñe el arte de
enamorar y a querer como él lo hacía. Los sinuanos aún le celebran su cumpleaños,
en Planeta Rica: Miguel Emiro Naranjo, con las trompetas resonantes de su banda
musical “Dicienueve de marzo”, el escritor José Manuel Vergara, con sus versos
inspirados en su personalidad, la escritora Soad Louis Laka y el “Compa'e Goyo”,
ahora departe con él sus cuentos y poesías en el más allá.
Alejo el caminante, el trotamundo está hoy más presente que nunca. Es el primer Rey
Vallenato, el de 1968. Compositor, vocalista e intérprete, de los más auténticos que
llevó la voz de la región con su canto de juglar, más allá de las fronteras.
1. Cumbión. Fiesta que hacían en los pueblos donde generalmente se baila al son de la música de viento, cañas de millo y/o gaitas. El lugar era una
especie de redondel. En el centro había una vara de la que pendían festones y cadenetas de papeles de variados colores
2. Giomar Lucía Guerra y Jesús Peralta Mejía. Entrevista realizada en Planeta Rica, 1987.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Los golpes de la caja que tocaba su padre*, Cesar Salomón Ochoa López de
Valencia, el acordeón y la guacharaca del grupo al que pertenecía, irrumpían en su
mente de niño, y la madre, María de Jesús Campo oriunda de Santa Marta, se
deleitaba con las bellas melodías que cuando niño emitía con su dulzaina*.En las
labores cotidianas está uno de los elementos de su inspiración. El como, vaquero
enrejador estuvo con su familia ligado al trabajo en hatos ganaderos, de carácter
colectiva que aglutina una serie de costumbres y hábitos decisivos en la más
arraigada de nuestra manifestación musical: los cantos de vaquería.y, más allá, en la
tradición juglaresca.
Su afición por la música la trae en sus venas. Escucha también a sus hermanos Juan
y Rafael Arturo Ochoa ejecutar con maestría el ´acordeón, según nos informa Juan
Ochoa (Toto), sobrino de Calixto. Hijo de Rafael Arturo Ochoa. Recibe influencias
además del estilo de Chiche Guerra, Eusebio Ayala, quienes animaban fiestas en los
ratos de ocio y en los hatos y algunos pueblos aledaños. Sin que ellos supieran
practicaba horas y horas a escondidas la ejecución de este instrumento. Para
sorpresa de la familia, logra hacerlo de manera magistral. Sin dejar el arduo trabajo
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Remembranzas de Valledupar
Vivo aquí
Pintando el paisaje sabanero
Porque allí
Es donde están todos mis recuerdos
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Vení…
Corazón vení
Vení…
Más cerca de mí
Ven a consolarme
Ven a acompañarme
Ven, ven a besarme
Como aquella tarde
Ven a consolarme
Ven a acompañarme
Ven ven a besarme
Como aquella tarde, que estuve allá
El poeta ubicado en un espacio y tiempo precisos rememora una realidad del pasado,
preñada de gratos recuerdos que evoca con palabras de singular belleza,
haciéndonos viajar por un universo del ayer al presente. Pareciera igualmente que el
momento fue de tanta felicidad que persigue retroceder el tiempo, llevando su
presente al pasado vivido y placentero; revive momentos de otrora, en un ambiente
costumbrista cantándole con plenitud y haciendo bellamente descripciones de la
naturaleza.
El maestro Calixto, anhela las horas de la tarde para vivir con mayor intensidad de ese
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Remembranzas de Valledupar
Negro “Cali”, como cariñosamente le tratan sus amigos, es nuestro deseo que nos
siga alimentando con estos cantos del alma, porque sabemos que tiene canciones
escritas, aún inéditas y que lo veamos en Valledupar disfrutando del mereido
homenaje que le rinde la Fundación Festival Vallenato y Valledupar.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Los Romero, con El Pollo “Isra” Israel Romero “el rey de la nota musical” a la cabeza,
el tercero de la familia, quien aprovechó muy bien las enseñanzas de sus hermanos
mayores, cuando animaban las fiestas del pueblo, ejecutando el acordeón al lado de
Rafael, Norberto y Misael, también está Limedes, quien no se ha quedado atrás en la
cosecha de éxitos.
Israel ha mantenido con grandes esfuerzos, uno de los mejores grupos por su avance
musical, escenográfico y en producción, cuya historia es conocida por todos: “El
Binomio de Oro,” uno de las agrupaciones más estables, organizada el 16 de julio de
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Remembranzas de Valledupar
1976, con el tristemente fallecido Rafael Orozco, de cuyas virtudes, talento artístico y
creatividad pudimos disfrutar. Además de la persistente actividad por la preservación
y organización del Festival “Cuna de Acordeones.” Cuya versión 33 se inicia el
próximo primero de julio.
Sobre Rosendo Romero Ospino, sin profundizar en su obra poética, tengo que decir
que son de una gran creativida y belleza las canciones del susurrador de nostalgias,
“el poeta de Villanueva”, el literato de gran inspiración y coordinación poética,
destacado por su vasta obra, interpretada por famosas agrupaciones, la cual según él
afirma, tiene considerable influencia del poeta y amante empedernido del
romanticismo, Gustavo Gutiérrez Cabello, cuyas vivencias y sentimientos manifiesta
de manera notable en sus canciones verdaderos poemas, con acentuados ribetes
líricos y de Freddy Molina.
Sus primeras composiciones “La Custodia del edén” y “La Caída,” las grabaron en
1972, año en que Fredy muere, pero ya había recibido su influjo.
Su carrera artística ha sido fulminante, prolífica su producción, por la fuerza que les
imprime y el valor artístico de sus canciones, grabadas por reconocidos grupos
musicales. En 1975, sale a la luz “Noche sin lucero,” interpretada por Jorge Oñate y
Nicolás- Colacho- Mendoza, retomada por el conjunto de Diomedes Díaz e Iván
Zuleta. Continúa creando y tras una carrera de lindas canciones, celebradas y
acogidas por los mejores. Nos las entrega a través de: Ivo Díaz y El Pangue Maestre,
Silvio Brito, Jorge Celedón y Jimmy Zambrano. Ya el Binomio de Oro había dado a
conocer, canciones que fueron todo un éxito, como: Sueños de conquista, Despedida
de verano, Villanueva, Luna de junio, Canción para una amiga.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Este hombre de maneras sencillas, andar pausado, parco al hablar, con su mochila
abrazada con fuerza al corazón como custodia de su mayor tesoro: sus poemas, con
sobrada razón ha sido motivo de varios reconocimientos en distintas poblaciones del
país, por su invaluable aporte a la música vallenata, al folclor colombiano y al
fortalecimiento de nuestra riqueza cultural.
Quiero morirme como mueren los inviernos / bajo el silencio de una noche veraniega /
Quiero morirme como se muere mi pueblo / Serenamente sin quejarme de esta pena.
(Rosendo Romero)
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Remembranzas de Valledupar
En esta ocasión nos referimos a “La Profecía” cuyo autor Julio Oñate Martínez
inspirado por la naturaleza hace esta composición de contenido ecológico con la cual
en el año 1977 se corona como rey de la canción inédita. Interesantes datos y
anécdotas giran alrededor de su afición por la música la que trae en la sangre y su
formación como agrónomo en la Universidad del Tolima. Nace en un hogar donde la
música era huésped permanente. Muy niña conocí a sus padres Don Julio Cesar
Oñate Rodríguez cuya elegancia, distinción y amabilidad me impresionaron de
manera favorable. Amante de la música. bailador, parrandero ,sin descuidar sus
responsabilidades, y de Doña Clara Beatriz Martínez Iriarte una madre que para
aproximarnos a una descripción de su noble corazón, me apropió de un verso del
poema “mama madre” de Pablo Neruda: “ahora mi boca tiembla al definirte,/ porque
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Al despertar su talento por la ejecución del acordeón para comprarlo recurre a una de
esas pilatunas propias de la edad juvenil. Le dice a su padre que había extraviado la
mensualidad que le había enviado. Más tarde supo descifrar lo que significaba el
mundo que lo rodeaba y captó el mensaje para cantar a la naturaleza, al paisaje, a los
atardeceres y de manera especial al amor.Y en trasegar por los caminos de nuestros
pueblos años tras año tras la búsqueda de información sobre nuestros juglares. Son
éstas sus “correrías.”
Esta canción nos relata cómo el autor recuerda las distintas especies que con el
tiempo fueron desapareciendo de manera irresponsable y que día a día se acentúa
con la traída y siembra de árboles ajenos a nuestra flora. De igual manera la Sierra
Nevada, cuyos ríos han sido motivo de inspiración. De los beneficios brindados por la
Sierra Nevada de Santa Marta en cuyas estribaciones está ubicado el Valle de Upar
transformaciones que observa atónito, triste, el nativo sin encontrar respuestas a su
mirada interrogante:
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Remembranzas de Valledupar
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Recordando las anécdotas de estas vivencias cuando ellos eran jóvenes. A veces
llegaban uno tras otro como atraídos por un imán a la pensión América de Don Pacho
Mendoza y su esposa Doña América en la pequeña villa de La Paz (Cesar), rayando
los años finales de los cuarentas y principio de los cincuentas, para formar la original
cofradía de parranderos bohemios que tendría más tarde renombre, tanto que hasta
el presidente Alfonso López Michelsen gozaría de los encantos de esta hermandad
cuando ejerció la gobernación del Cesar.
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Remembranzas de Valledupar
Dicen que allá arriba, cerca de Manaure / En un paraje que le llaman La Tomita / Se
escuchan versos, se escuchan cantos / Una parranda con guitarra y mucha risa.
Fue en uno de los más bellos pueblos, en varios lugares enclavados en la Serranía
del Perijá y Montes de Oca donde se dio el teatro de actuaciones de 'la cofradía'. Es
decir, Manaure, La tomita, El Plan, donde residía la madre, quien era como la mamá
grande de la obra de Gabriel García Márquez, mandona y caracterizada por
temperamento cerril,”…era la mamá de todos nosotros” afirma el Maestro Escalona,
cariñosa y amable: Vivirán cantando por los caminos /Vagan en los vientos de su
pasado. Viajan juntos sin tener destino / Están eternamente parrandeando.
Cuentan que a veces llegan al Plan / Entre las casas de Emiliano y Toño Salas / cantan
tres canciones y después se van / Y se despiden cantando la Vieja Sara.
El Piñal, finca del viejo “Mile” donde hacían no sólo interminables, sino inolvidables
parrandas acompañados de los cuentos, chistes, leyendas y deliciosos sancochos.
baños en las cristalinas e inspiradoras aguas de ríos y manantiales que bajan de la
Sierra Motilonia, arrastrando tras sí con las secuelas del trasnocho y del guayabo.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
El de las carcajadas era el viejo Poncho Cotes / Riéndose de un cuento que contaba
Andrés Becerra / Y que decían poesías toda la noche.
Hablaban de amores y de penas / Vivirán cantando por los caminos
Vagan en los vientos de su pasado / Viajan juntos sin tener destino
Están eternamente parrandeando.
Ay! los lleva el viento, / Los trae el viento / Los lleva el viento allá
Los trae el viento acá.
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Remembranzas de Valledupar
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
servicios, el escritor le pidió lo tomara como modelo para un rostro de los indígenas
que debían aparecer en el mural de la Secretaría de Educación. Lo cual se cumplió.
Pero el alma vagabunda no le dejaba. El maestro Ortiz Tirado salió de viaje y Manuel
volvió a la calle dejando una nota de agradecimiento al galeno.Después llegó al
sanatorio de los toxicómanos del doctor Alfonso Millán, a quien había conocido por
intermedio del ortopedista cantante. Allí fue asistente. Su presentación, según el
escrito peruano Ciro Alegría, nada tenía que envidiar a la de los enfermos allí
recluidos, donde por poco lo dejan en el manicomio como uno más de éstos. No
permaneció allí mucho tiempo. Estar encerrado no era su esencia. Su espíritu pedía
nuevas experiencias. Periodista de diarios importantes como el Excélsior, reportero
de varias revistas: Sucesos para todos, América. Publicó diversos artículos sobre las
culturas de los negros en Colombia. Profesor en varias universidades de
Centroamérica, Estados Unidos, Canadá y África. Fundó y dirigió la revista de
literatura “Letras Nacionales” (1966).
Dos tendencias lo identifican como escritor: las denuncias de carácter social y en sus
novelas se destaca la creatividad, la visión mágica afroamericana, mitológica, como
en “Tierra mojada” (1947), “Chambacú, corral de negros”, (1983).
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Remembranzas de Valledupar
Escritor destacado
Manuel Zapata Olivella obtiene dos menciones de honor en 1962, uno en Casa de las
Américas en La Habana y el premio Esso con su obra “Detrás del rostro.” En Brasil, El
Francisco Matarazzo Sobrihno, que el año anterior habían otorgado a Borges.
“En Chimá nace un Santo (1964)” compitió con García Márquez junto a “La mala
hora”. Y en otra premiación literaria con la obra de Mario Vargas Llosa “La ciudad y los
perros”.
Esto sucedió en 1949 recién graduado. La situación política que se vivía en Bogotá no
le era favorable. La Facultad de Medicina quedaba en el centro y el mismo día de su
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Pletórico de felicidad dos años más tarde le escribe e invita a Nereo su compañero de
estudios en Cartagena, denominado por él, hermano de infancia y de sueños para
que viniera a conocer “El Paraíso”. Así denominó a esta gran Provincia. Impresionado
por los música, Zapata le escribía Nereo que “como por arte de magia” todo el
conjunto con su embrujo tocaban melodías de la música vallenata, cuyas letras
narraban con humor los sucesos de la comarca, interpretadas en acordeón,
guacharaca y tambor. Lo invitaba a participar en un reportaje gráfico.
Por estos tiempos el joven Rafael Escalona visitaba La Paz con frecuencia. Estaba
enamorado de Marina Arzuaga “La Maye”. Aprovechaba para reunirse con Miguel
Canales, tío de Marina, uno de sus amigos de parranda. El escritor lo conoce en
casa de María Calderón, único lugar donde vendían cerveza fría.
En esta ocasión la fortuna acompañaba al médico Zapata Olivella. Llega otro amigo
de la edad juvenil Gabriel García Márquez, con quien compartió como estudiante de
derecho en la Universidad Nacional. Para superar el abatimiento que le produjo que
su novela “La Hojarasca” no hubiera sido escogida por Don Guillermo de Torre en el
Programa de Editorial Losada para entrar al mercado de Colombia con autores
colombianos, vino a su paraíso de Valledupar, tratando de escarbar sus raíces, en un
mundo que no le sorprendió porque todo lo que ocurría, la gente que le presentaban
era como si ya lo hubiera vivido. Después del rechazo de los originales de su novela
de conocer a Julio Cesar Villegas, quien había renunciado de la Editorial Losada, y lo
habían nombrado para Colombia en la Editorial González Porto, vendedores a plazo
de enciclopedias y libros científicos y técnicos. Tuvo una primera cita con él en el
Hotel del Prado. Dice Gabo que salió trastabillando con un maletín de agente viajero
atiborrado de folletos de propaganda y muestra de enciclopedias ilustradas, libros de
medicina, derecho e ingeniería. Había aceptado convertirse en vendedor de libros
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Remembranzas de Valledupar
por cuotas en la Provincia de Padilla, desde Valledupar hasta La Guajira. Era esta una
expedición mítica, en busca de sus raíces, tras el itinerario romántico de su madre
Luisa Santiaga programado por los abuelos Tranquilina y el Coronel Nicolás
Márquez, para ponerla a salvo del telegrafista de Aracataca, lo cual se redujo a dos
breves y rápido viajes a Manaure, La Paz y Villanueva.
Manuel con ojo de antropólogo y folclorista descubría que los cantos vallenatos
traducían comportamientos, costumbres, hábitos de un pueblo, pensamiento que
compartió con su hermana Delia dedicada a la conformación de grupos de danzas de
La Paz, San Diego y poblaciones aledañas. No tenían inconveniente en viajar a pié
cuando la chiva de Chiche Pimienta no estaba en servicio. Era un deleite cruzar el Río
Chiriaimo y escuchar las melodiosas interpretaciones de los acordeones y los
variados estilos e intérpretes Leandro Díaz, Carlos Araque, Juan Manuel Muegues,
Juan Pablo López (padre de los Hermanos López), Antonio Sierra reconocido
decimero y guacharaquero, Fermín Pitre de Fonseca y la caja embrujada de
Crisóstomo Oñate “Pichocho” fue el puntal definitivo para idear la conformación de un
grupo musical. Una serenata al Doctor Alfonso López Michelsen sirvió para abrirles
de la Emisora Nueva Granada. Éxito radial que continúancon su hermano Juan en la
Voz de la Víctor con el programa LA Hora Costeña. Regresa a La Paz donde de
inmediato entró a su consultorio una delegación musical integrada por Rafael
Escalona y Juan López a invitarlo a “La Tomita” sitio de encuentro de bohemios
procedentes de Valledupar, San Diego, La Paz de paso por Manaure.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Manuel también se deja atrapar por la belleza de María Pérez con quien sostuvo un
romance en a 1953 y procrea sus dos únicas hijas: Harlem Segunda y Edelma Inés
antropóloga egresada de la Universidad Autónoma de Barcelona.
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Remembranzas de Valledupar
Con la sencillez Y gallardía que los caracteriza, accedieron que el homenaje se haga
al recientemente fallecido Diomedes Díaz Maestre “El Cacique de la Junta” de quien
afirma Miguel López desde muy joven me visitaba, siempre fue un gran verseador. Le
enseñé a emparejar a armonizar su voz al cantar con el acordeón, desde esa época
viajó conmigo a Bogotá, Fundación y varias poblaciones.
Don Pablo Rafael, ya traía como equipaje su vocación musical ejecutor el acordeón,
heredada de su padre Juan Bautista López Molina. Como en el Sueño de las
Escalinatas del poeta Zalamea, el Rey Vallenato Miguel López, recuerda que su casa
era un emporio musical donde, llegaban músicos de los pueblos circunvecinos. De
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Manaure, El Plan, Leandro Díaz, Carlos Araque, Juan Manuel Muegues, Antonio
Sierra reconocido decimero y guacharaquero; de San Diego Juan Muñoz; de
Fonseca; Santander Martínez, (padre de Luis Enrique Martínez), Bienvenido
Martínez, Los Pitre con Fermín a la cabeza y la caja embrujada de Crisóstomo Oñate
“Pichocho”; De Villanueva, Emiliano Zuleta; De La Junta, Julio Alvárez; De Becerril, El
Mocho Filemón; De Mariangola, Eusebio Ayala, Chico Bolaños. Por supuesto no
faltaban famosos decimeros como: Antonio Sierra Morales, Juan Manuel Muegues y
sus gaiteros. .Los atendía mi mamá Agustina Gutiérrez Zequeira. Ella era dueña del
estanco número 1.
Migue canta con suave entonación para referirse a “Machuca” cuyo nombre no
recuerda, quien tocaba el armonio y también participaba de estas parrandas. “Vamos
a busca a Machuca pa´ que nos toque el armonio / Chico en Corral de Piedra Vale más
que un San Antonio / Esa Catalina me la llevo yo (bis)” (Catalina Daza-Eusebio Ayala)
En este ambiente musical nacen los Hermanos López. .Aprendimos de tanto oir y oir..
Mi padre dejaba el acordeón sobre el baúl y aprovechaba para practicar. También
escuchaba con atención a mi tío Juan López, quien tocaba caja y acordeón. Por los
años 1947-50 yo tocaba acordeón y Pablo también, después se inclinó por la caja.
Tuvo razón el médico y novelista Manuel Zapata Olivella para sentirse en “El
Paraíso”. Impresionado por los músicos que “como por arte de magia” tocaban
melodías de la música vallenata. Letras que narraban con humor los sucesos de la
comarca, interpretadas en acordeón, guacharaca y tambor.
Estaban reunidos allí. Sus rostros no reflejaban la alegría de siempre. traducida en los
cantos de Juan y Pablo López y los golpes endemoniado de la caja de Crisóstomo
Oñate “Pichocho”. La violencia, maldita violencia liberal-conservadora, llegó con los
chulavitas y arrasó, incendió casas. Juan Pablo López el mejor acordeonero, no pudo
resistir tanto dolor y huyó sin rumbo... Pablo su hermanor fue a pedirle que tocara para
nosotros, y nos dijo: “Nunca más en mi vida volveré a cantar.”
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Remembranzas de Valledupar
No fue posible que el médico del pueblo Zapata Olivella, ni el maestro Rafael
Escalona les hicieran cambiar de parecer, solidarios con el sufrimiento de sus
coterráneos. Los vecinos acudieron a dar sus razones, pero sabían que era como
“haberse muerto con los muertos”, dijo una mujer que llevaba una rosa roja en la
oreja. La gente la apoyó. Entonces Pablo López debió sentirse autorizado para
torcerle el cuello a su pena, pues sin decir una palabra entro en su casa y salió con el
acordeón. Canto y tocó como nunca. La alegría trajo más músicos. Brindaron con un
trago de la tienda más cercana, las casas por fin abrieron sus puertas, y encendieron
las luces, bajo el ritmo de un canto al unísono, otros a voz en cuello. El pueblo resucitó
con su música. (Adaptación de “Vivir para contarla”).
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Son muchas las historias de las glorias del folclor vallenato que reposan en la
memoria de los habitantes más antiguos del viejo Cañaguate.
El maestro Escalona no perdía tiempo. Iba en su camioneta cuando divisó a una bella
joven de ojos verdes y cabello rubio sentada con otras amigas en un andén del barrio
en mención. Fue tal la positiva impresión que le causó, que dice ella casi se sube el
andén y tumba la casa. Hizo huecos en las calles camino a su casa visitas, tras visita
para lograr el amor e esta mujer, quien doblegó tras las constantes serenatas y la
canción “La Mona del Cañaguate:” Esa Mona del cañaguate / que se ha propuesto
acabar conmigo / porque hace dos años vivo / siguiéndola a todas partes...”
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Remembranzas de Valledupar
Como en el “El sueño de las escalinatas” poema de Jorge Zalamea ¡Crece, crece la
audiencia! También llegaron de Patillal, el joven Fredy Molina, al hogar conformado
por Jaime Socarrás Araújo y su esposa Celia Elena Hinojosa. Otros patillaleros con
vena musical que residieron en este Barrio son: José Hernández Maestre
Daza,(fallecido), compositor de más de 50 canciones y 20 que aún se encuentran
inéditas quien fue profesor de la Escuela Parroquial, una de su más linda y reconocida
composición es “El Hijo de Patillal”.
“Cuando pises tierra patillalera/ Donde nacen las canciones sentidas/ Caserío donde
tengo mi familia/ Allí, al pie de una lomita de piedra…”un paseo costumbrista como
casi todas las que creó.
Llegaba de visita el intérprete Freddy Peralta y también vivieron en este barrio los
compositores Juvenal Daza, con último disco compacto “Aún podemos Soñar”.
Según testimonios, de Villanueva llegó “Poncho Zuleta” hizo en esta casa sus
primeros pinitos. Se alojaba donde su parienta Luisa Calderón (Carrera 13 No. 8-33).
El sanjuanero Nicolás Bolaño, reconocido por su composición Cómo hacer una
canción.
También de San Juan del Cesar, hoy más cañaguatero que los propios, barrio donde
aún reside, el recientemente exaltado Isaac Carrillo Vega, conocido en el mundo
artístico como “Tijito”, a quien por sus méritos como compositor e intérprete de música
vallenata, fue homenajeado por la Universidad Popular del Cesar en el III encuentro
de Investigadores la Piedra en el Zapato dirigido por Jaime Maestre Aponte. Al inicio
conformó un grupo con Nicolás-Colacho-Mendoza. En 1965 se radica en Valledupar.
Destacada trayectoria con Los Playoneros del Cesar, organizado por Ovidio
Granados.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
“Te juro que yo sin ti estoy acabao / Como estoy enamorao te alejas de mí /A pesar de
que eres buena, me dejas por pobre / Como soy un hombre noble, yo sufro las penas.
/ En el Cañaguate está mi martirio...”. Fruto de sus amores son: Muchachita querida,
Negrita linda, La guayabalera, Diez de enero, A lo tuyo tú, De flor en flor, Adelina y La
sal de frutas.
No escapan a la mágica atracción de este lugar, los que andaban de correrías como
atraídos por un imán, hacían aquí su parada. Entre otros, Luis Enrique Martínez y su
hermano se alojaban donde una tía de nombre Nemesia Martínez (Carrera No. 8-39),
el Negro Grande Alejandro Durán Díaz, Calixto Ochoa, Ovidio Granados, Florentino
Montero y en ocasiones Pedro García.
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Remembranzas de Valledupar
De izquierda a derecha: Rafael Sánchez, Ovidio Granados, Miguel Yaneth y Cirino Castilla
RCA VICTOR (LONG PLAY)
Sus primeras grabaciones fueron con los Playoneros del Cesar, el Señor Cirino era
quien tocaba la guacharaca, Rodolfo en la tumbadora y propuso que yo cantara. Así
viajé yo a Medellín. Con este conjunto tocamos serenatas para la creación del
Departamento del Cesar.
Una de las más famosas es La Banda Borracha nace en agosto de 1965. Se hizo
famosa en un precarnaval, tras la búsqueda de una mujer encapuchada de la que
había quedado prendado. En el restaurante El Nocturno encontró a Juan Piña
discutiendo con los músicos, porque no se ponían de acuerdo para dar la serenata. Al
día siguiente me fui para el río iba tarareando la serenata. Después ellos mismos se la
aprendieron y la cantaron en una de las casetas del carnaval. Los hermanos Piña
estaban grabando en Barranquilla sin mi autorización. Me fui a Barrancabermeja
donde estaba Alfredo Gutiérrez, la grabó con la agrupación Caporales con el sello
Sonoluz. Casi todas mis canciones las grabaron los Playoneros, después.
Campesina ibaguereña
“Voy hacer una recorrida por los monte de Ibagué / a buscá una campesina que me
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
han dicho que es muy linda pero no se deja vé / Esta noche en la montaña / me
encontré una campesina / no hallé con quien compararla cuando vi la belleza de esa
mujer tan divina”
Fue un gran compositor, guitarrista y un gran ebanista. Rodolfo 'el Veje' Bolaño”.
cañaguatero de pura cepa quien por muchos años alegró las parrandas con su
guitarra y ablandó corazones con sus serenatas. 'El Veje' fue siempre un defensor de
los tríos. Participó del trío Los Criollos, Los Césares con Darinel Bolaño, 'Monche'
Martínez y 'Lucho' Uribe; Los Padrinos con Octavio Pérez y el que felizmente integró
con sus hijos Javier e Iván Bolaño.
Dinastía Castilla
De los primeros pobladores de este Barrio. Algunos de los que la conformaban esta
familia musical son: Temístocles, Cirino quien a los 83 años “murió en su ley”,
acompañando a un concursante en un festival. Rodolfo Castilla es uno de los último
supervivientes. Lo hace con estilo y “aguaje único”, así como Adán Montero Jiménez
lo es con la guacharaca. El maestro Rodolfo Castilla Polo, caracterizado por su
natural histrionismo en la ejecución de este instrumento, en su ejecución es un actor
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Remembranzas de Valledupar
“ Por los vivos y los muertos nunca dejes de sonar / En los patios y caminos del Viejo
Valledupar / fuiste marcando el sendero del merengue musical / Eres dueño del
sonido que a todos pone a gozá…/ Cuando te tocó Cirino quiso la tierra temblar /
cuando te tocó Cirino pasó la tierra a soñar / Cuando te tocó Cirino se oyó hasta
Patillal” “Grito de madera y cuero / sonrisita del folclor / tamborcito merenguero, caja
de mi corazón“Grito por los que tejieron tu sabor e identidad/ por los negros que
sufrieron para darte eternidad e identidad…”
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
con moivo del bogotazo compone una canción lamento dedica al líder Jorge Eliécer
Gaitán.
Además de las canciones que dedicó al Doctor Pedro Castro Monsalvo, cuenta con
un buen número de composiciones inéditas y otras grabadas por importantes
intérprete, que le dieron la fama y el reconocimiento que tiene en el ámbito musical.
Son muy conocidas: El fiel amigo, grabada por Emilio Oviedo y Rafael Orozco; Ven,
llevada al acetato primero por su gran amigo Nicolás Elías Colacho Mendoza,
después por Elías Rosado y ahora último por Fabián Corrales; Hechicera, La leyenda
vallenata, grabadas también por Nicolás Mendoza e Isaac Carrillo. También le han
grabado Ovidio Granados y Poncho Zuleta. Hacía música por que le gustaba. Unos
de sus familiares me comentó que al morir, su esposa al revisar su baúl encontró unos
cheques añejos por valor de $20, $40 pesos que creen correspondían a regalías que
nunca cobró.
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Remembranzas de Valledupar
“Honrar honra”, decía José Martí. Como ejemplo para las nuevas generaciones traigo
a la memoria la influencia de nuestra música en la creación del Departamento del
Cesar, y retomo los nombres de unos cuantos jóvenes estudiantes universitarios
algunos, otros trabajadores en distintas labores que a temprana edad tenían la
madurez y suficiente compromiso con su terruño para vislumbrar, hacer un pare en el
camino y reunirse para reflexionar sobre la situación de abandono por la que
atravesaban los municipios del Sur de La Guajira y del Norte del Magdalena Grande
de ese entonces, debido a una marcada crisis de valores.
Añoranzas del Cesar. Santander Durán, hoy Rey de Reyes de la canción vallenata,
frisaba los 16 años, ya su corazón abrigaba un amor. La nostalgia se acentuaba aún
más por estar lejos del terruño, del abrigo de su querida madre Abigail, de los
compañeros de tertulia que al atardecer como los pollitos buscaban donde reunirse.
En realidad en el Valledupar de esos momentos, no había muchos sitios para elegir, la
casa de Carmen Montero, el parque, en esa plaza, testigo nos solo de aconteceres
históricos, y de la manifestación de sus más recónditos sentimientos. En un momento
dado mi padre pensó que lo mejor era mandarnos a estudiar a Barranquilla, como en
efecto lo hizo.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
En las vacaciones de 1962 se encontraba con sus amigos en la Plaza Alfonso López.
La canción salió sin preámbulos, Gustavo Gutiérrez Cabello la interpreta por primera
vez en acordeón de botones. Sin proponérmelo había compuesto un son. Regresa a
Barranquilla y la deja. En él no había interés de hacerse conocer y menos aún
económicos. El runruneo siguió y muchos comenzaron a cantarla en las parrandas.
Por esta época, unos cuantos jóvenes, Luis Orozco, Rafael Mestre, Tirso Martínez,
Cecilia Villazón, Reinaldo Aarón, conversaban abrumados por la indiferencia de una
clase negligente y corrupta que nos tenía sumidos en el completo abandono y
precariedad a Valledupar y la mayoría de los municipios del Norte del Cesar y Sur de
La Guajira pertenecientes al antiguo Magdalena Grande. En 1963 Santander, recibe
en Barranquilla una agradable pero sorpresiva visita, era una comisión integrada por:
Cirino Castilla, Alberto Pacheco, Reinaldo Aarón, Rafael Mestre, porque ellos
consideraron que “Añoranzas del Cesar” era la canción que reunía las condiciones
para promover la idea del movimiento que venían impulsando.
Para hacer la divulgación por los distintos pueblos utilizaron los camiones de Café
Puro Almendra Tropical transmitiéndoles a todos los ciudadanos el mensaje.
Divulgación por la única emisora que existía en ese momento. Pero no lograron los
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Díaz, Adolfo Pacheco, Alejandro Durán Díaz, los Hermanos Zuleta entre otros. La
idea no llegó a ser debatida.
No fue casualidad que su primer Gobernador fuera Alfonso López Michelsen, quien
además de haber luchado por esta causa, influyeron sus vínculos familiares con esta
tierra. Nieto de doña María del Rosario Pumarejo de López, de quien. Tal vez
motivado por tener aquí esos vínculos, sintió gran atracción por la región. Desde los
años 50 venía a supervisar la hacienda El Diluvio. No solo cultivó arroz, sino la
amistad de parientes y amigos en esos años y con justa razón veía a Valledupar como
“una ciudad olvidada, menospreciada…”
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Remembranzas de Valledupar
En esa incitación a tocar el acordeón para enamorar y deleitar el espíritu que pretende
enternecerse o, que se torne rebelde y prolongue así sus sentimientos en cualquiera
de estas disyuntivas espirituales, en uno u otro sentido preservan la degustación del
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
noble instrumento. A pesar de que los arreglistas “neoleros” que lo sitúan en segundo,
tercer y último lugar la sonoridad de la noble caja-vallenata, con lo que hoy
denominan “mezcladores” apagándole su hermosísimo “rebruje”.
Uno de los valores que interpretan este evento musical es Rodolfo Castilla Polo, con
estilo y “aguaje único”, así como Adán Montero Jiménez lo es con la guacharaca.
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Remembranzas de Valledupar
Con un gesto muy característico, como implorando a una deidad, levanta los brazos,
da un golpe seco con la mano derecha y otro con la izquierda y deja caer al tiempo sus
manos callosas sobre el pleno del instrumento y entonces, “ahí fue Troya”, los gestos
y manifestaciones se tornan espontáneos, abiertos, es el inicio de un ceremonial, al
cual los evangelizadores formados en la pedagogía escolástica de academia
dogmática, las tomaban como expresiones diabólicas, en la época precolombina y
más recientes.
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Remembranzas de Valledupar
Yo soy el cantor arhuaco / el indio compositor el que respira folclor / para divertir a su
pueblo/ de pronto no me lo creen no tengo el cabello largo/ muy niño me lo cortaron / y
no me ha vuelto a crecer /… (Pedro García D)
Al inicio no fue tan fácil la difusión, tuvo resistencia. Pero la tenacidad de ellos fue
superior. Difundieron por Radio Santa Fé en el programa “Meridiano de la Costa”.
Distinguidos miembro de la clase social bogotana ya la habían escuchado y
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
comenzaron a valorarla y a darle acogida: Entre otros Fabio Lozano Simonelli, Jaime
García Parra, Miguel Rivas Posada, Fermín Saenz de Santamaría, Miguel
Santamaría Dávila, la familia Santos, entre otros.
Uno de sus grandes éxitos “Vendaval” lo inmortalizó. Fue quizás, la primera canción
Vallenata que se escuchó como fondo musical de la telenovela del mismo nombre en
Colombia.
Su prima hermana la Doctora Sara García dotada de hermosa voz, nos informa que
en 1968 con ocasión del IX Festival de las Juventudes, celebrado en Sofía (Bulgaria)
viaja en representación de nuestro país. Con su acordeón al pecho, ya que también
interpretaba este instrumento. Tuvo una exitosa participación en compañía del
también cantautor Ricardo Cárdenas y en la caja Nazario Zabaraín. Fue tal el éxito
que motivó una invitación a los países que conformaban la Cortina de Hierro, liderada
por Rusia, permaneciendo en gira por tres meses. En 1982, año de gloria para las
letras colombianas por haber sido galardonado el escritor Gabriel García Márquez
con el Nobel de Literatura, Pedro formó parte de la comitiva que lo acompañó a
Estocolmo. En ese país tuvo la oportunidad de interpretar muchas de sus obras
musicales, haciéndose acreedor a los más altos elogios. También visitó varias
ciudades de Estados Unidos, México, Costa Rica, Panamá, Venezuela, Argentina y
España. Aqui fue escogido para representar el folclor vallenato en Expo-Sevilla,
acompañado por los Hermanos López.
En 1979 gana el concurso canción inédita titulada “El poeta pintor” inspirada por la
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Niños de todas partes del país acuden a la Academia de El Turco Gil para perfeccionar sus habilidades
con el acordeón. Fotografía: Giomar Luicia Guerra
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Remembranzas de Valledupar
pudimos ver al actuar en la Casa Blanca interpretando La Gota Fría, del Maestro
Emiliano Zuleta. Admirado de este legado el Presidente Bill Clinton le dedicó en su
libro, en una de sus frases dice: 'Cuánto desearía que en cada zona de conflicto
hubiera un maestro como 'El Turco' Gil”. Andrés 'El Turco' Gil, maestro de acordeón.
Son muchos y muy justos los reconocimientos tanto nacionales como internacionales
que se le han brindado al Maestro por esta loable misión que con esfuerzo y
persistencia viene realizando. De igual manera son incontables las presentaciones:
En el festival internacional en Panamá en 1999. El 16 de diciembre de este mismo año
cantaron en la Casa Blanca ante el Presidente Bill Clinton donde el riguroso protocolo
se rompió y los 10 minutos terminaron casi una hora de interpretación. El Presidente
emocionado llamaba a sus amigos y de sus ojos alcanzaron a humedecerse. Meses
antes de aquel encuentro, Gabriela Febres Cordero, esposa del entonces embajador
de Colombia en Washington, Luis Alberto Moreno, tuvo la oportunidad de ver una de
sus presentaciones en Valledupar. Quedó impresionada de la belleza y el talento.
Coordinaron con el Maestro y la Cacica para llevarlos a Estados Unidos.
Su mayor satisfacción sin dejar de ser el hombre sencillo y afable de siempre, es ver el
progreso de sus alumnos y la satisfacción y orgullo de los padres de familia, reflejados
en un alto porcentaje de ganadores en los concursos musicales iniciando por el
Festival de la Leyenda Vallenata y otros en el país. Entre ellos se cuentan por lo
menos unos 20 reyes de festivales, incluyendo rey de reyes, tanto en Valledupar
como en otros departamentos colombianos. Son muchos los artistas del concierto
nacional e internacional que deben su formación y crecimiento musical al maestro
Andrés “El Turco” Gil, como Sergio Luis Rodríguez, Peter Manjarrez, Hugues
Martínez Montero, Carlos “El Paky” Cotes, Manuel Julián Martínez, Jhonny Pacheco
“El Canario”, Camilo Carvajal, Cristian Camilo Peña, Fernando Rangel y otros. “Yo
quisiera poder multiplicarme para dar más de lo que doy, sobre todo, enseñar a más
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Aclaro que este escrito lo he dedicado al Maestro y creador del original grupo “Los
Niños del Vallenato, no al niño que tuvo como vecino a Emiliano Zuleta y cómo no! Lo
enseñó a tocar acordeón, y claro a los 7 años, usaba sin permiso el instrumento que
el maestro guardaba en su baúl, para sacarle acordes. Tampoco hablaré hoy sobre al
“Rey del disonante.”
Un apretado y sincero abrazo a usted y a sus hijos, quienes tanto han hecho por los
niños, la juventud y preservación de nuestra herencia musical traducida en el
vallenato. Gracias Maestro. Que Dios nos lo conserve por muchos años lleno de
salud y del entusiasmo manifiesto en la alegría interpretativa de nuestra música por
sus pupilos.
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Remembranzas de Valledupar
Su alma de artista desbordaba por todo su ser al hablar, al sonreír, al caminar, al poner
sus finos dedos en el teclado del acordeón, al entonar los cantos de su querido Valle la
tierra que la vió nacer y crecer, momentos grabados en su mente con ese sello de
gratitud y de amor por su tierra, su familia y sus coterráneos, los momentos felices de
su infancia, las diferentes facetas contrastantes de su ser, su sensibilidad musical
herencia de sus abuelos.
Cecilia con la cantautora Rita Fernández Padilla quien interpreta el acordeón piano y
Ceci el de botones, inician en 1968 como pioneras, la historia de las mujeres que han
interpretado la música vallenata, en compañía de un grupo compuesto por: Carmen
Mejía, Elena Parodi y Lucy Serrano quienes integraron “Las Universitarias.” Único
grupo femenino que se presentó en la Primera Versión del Festival de la Leyenda
Vallenata en esta ciudad. Grabaron en Almacenes Discos Bambuco de Bogotá un
disco, con las siguientes canciones y la autoría en su mayoría, como puede
observarse de Rita Fernández Padilla:
Amor y penas (Rita Fernández) Paseo, Dulces palabritas (Julián Pérez) Paseo, Los
novios (Freddy Molina) Paseo, Las canarias (Rita Fernández) Paseo, Para Santa
Marta (Adolfo Echavarría) Paseaito, Regalo de acordeón (Rita Fernández), Reflejo
de amor (Rita Fernández) Paseo, Romane vallenato (Rita Fernández) paseo,
Confidencia (Gustavo Gutiérrez) paseo, La cuchara e coco (Ricardo Cárdenas)
cumbia, La maestranza (Toño Fernández) maestranza, Las universitarias (Rita
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Fernández) mapalé.
Nació en el hogar conformado por: Ciro Meza Monsalvo y Señora Aura Reales de
Meza y sus hermanos Miguel, Leonor, Ciro, Álvaro y Carlos Alberto estos tres últimos
reconocidos Reyes vallenatos.
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Remembranzas de Valledupar
Recurro a este preámbulo para referirme a los cantautores que conservan en sus
baúles, algunos en su memoria, otros más avanzados en computadoras un pocotón
de bellas canciones, guardadas por varios motivos. En ocasiones no entregadas para
ser grabadas, por razones que casi siempre giran alrededor del deseo del autor de la
preservación del estilo, la melodía, conservar los espacios para fortalecer las raíces
de lo nuestro, lo propio, auténtico, la identidad que es parte de un conjunto de
saberes, de lo que hemos aprendido y que no deben, en finos descuidar, no dejar
perder al libre albedrío. Concepción cultural que nos permite identificarla como algo
con sentido que debe socializarse a todos los niveles y uno de los medios sería la
apreciación musical. Otra limitante es la escasez de recursos económicos, la falta de
previsión de estos por parte de los entes correspondientes para estimular a estos
poetas o porque no son las canciones que en el momento tienen mercado. Ellos han
hecho respetar lo auténtico.
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Remembranzas de Valledupar
Lo que hace a grande este folclor que surgió desde la base de la sociedad, con bellas
obras que merecen las más altas calificaciones en cuanto a creaciones poéticas,
otras descriptivas, algunas románticas, costumbristas, es, entre otras características,
ser una expresión humana, espiritual, con un lenguaje propio. Sobra decir que la
canción vallenata es una de nuestras más acendradas manifestaciones culturales, en
sus inicios como tradición oral colectiva. Los juglares al crear sus cantos a partir del
saber popular sin proponérselo, daban a conocer los sucesos cotidianos de la época,
unos hicieron de comunicadores, mensajeros que llevaban y traían recados
traducidos en bellos poemas musicalizados que buscaban deleitarse, enamorar,
complacer al amigo. Además no existían los avances tecnológicos del momento.
Muchos se han preservado por la tradición oral. Las memorias que nos recuerda que
eran los autores de los cantos quienes los interpretaban; tenían una diferencia rítmica
y una estructura musical propias clasificados como paseos, merengues, puyas, y
sones. El acordeonero era un músico integral que con igual destreza hacía sonar el
acordeón como interpretaba cantos de su propia inspiración o, en ocasiones, de un
tercero.
Las obras de estos creadores de cantos que en la mayoría de las situaciones son
narraciones de experiencias vividas, tienen un valor literario y musical característico,
que conservan un sitio especial dentro del universo narrativo popular colombiano,
traducidos a cuartetos, redondillas o a una décima, la idea estructurada que a su vez
hace parte de un relato.
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Remembranzas de Valledupar
En esa y en esta época la mayor ilusión de los progenitores era ver a sus hijos
convertidos en exitosos profesionales. A esta ilusión no escapó el padre de Hugues.
Sin previa consulta al joven y muy orgullosos lo “empacan,” en el año 1951 rumbo a la
fría Bogotá. ¡Carajo, mi hijo tiene que ser todo un “doctor”, médico o abogado!
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Pero como el hambre se junta con las ganas de comer el estudiante de bachillerato
Hugues Martínez con miras a eminente profesional enrumbado para Bogotá,
acompañado de dones especiales para la música, además de la guitarra, tocaba la
caja, la guachara y lo acompañaba una extraordinaria voz.
Los Cuívaros.- Este grupo cuyo nombre deriva de uno de los pájaros de la Sierra
Nevada, lo integran Juan Francisco Mindiola Corzo, Hugues Martínez Sarmiento, y
Ciro Pumarejo como cantante. Una agrupación musical que aunque simpatiza con las
serenatas y la parranda, su primacía no eran los afanes lucrativos, sino degustar la
música, regocijarse, departir, de tal manera que su duración es corta.
En 1952 Integra un trío en Bogotá que dura unos tres años El Cuarteto Colombia. Al
inicio de la década del 50, se disuelve el grupo anterior. Lo invita una de las mejores
agrupaciones del momento. Graban en Tropicana y en Sellos Vergara música
romántica y en los estudios Discos Girardot. Fueron reconocidos por distintos
medios: radio, televisión, prensa. Afirma, Don Juan que Hugues forma parte de la
orquesta Grancolombia. Asevera que allí fue un músico destacado. Nos cuenta que
en una tienda de esas comunes y corrientes lo escuchó de lejos el famoso José
Jiménez y acompañado con la nota el kankuamo, entonó una canción. De igual
manera con el famoso grupo “Los Panchos”, con el Cuarteto Colombia viaja por
Puerto Rico, Méjico, Cuba, República Dominicana, Panamá, España, lo cual le dio
brillo a Colombia, con la nota expresiva, nota de este destacado guitarrista.
Muy joven había alternado en una parranda en Valledupar con el grupo los
Magdalenos, quienes descubren al talento de Hugues Martínez, amigo de Víctor Soto
nacido en Urumita. Este reside en Bogotá, toca acordeón y cuenta con grupo musical
organizado, está Alberto Fernández su paisano, quien es apreciado por su voz. ¡Qué
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Remembranzas de Valledupar
“…Yo no puedo separarme de las cosas más hermosas más ligadas a mi vida / Como
estar enamorado y escuchar de Hugues Martínez su guitarra tan sentida / Todo
acaba, la vida es así… (Parrandas inolvidables. Gustavo Gutiérrez C.)
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Costa: Barranquilla, Cartagena, Riohacha, Santa Marta, lo mismo que a San Juan del
Cesar, Villanueva, donde los acompañaba Don Lácides Daza. El nombre tan
particular de la agrupación, según el maestro Hugues Martínez, se debe a uno de sus
amigos que los encontró en una madrugada con los instrumentos al hombro de vuelta
de una serenata y les dijo: “¡Muy bonito¡ El trío Malanga, enamorando a Raimundo y
todo el mundo.!”
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Remembranzas de Valledupar
Garantizo que ningún hombre resiste/ Esta gran pena que me viene atormentando/
Por eso, le voy a pedir a Molina que pinte/Este corazón sangrando/Para ver si te
condueles /De mi corazón Mercedes.
Con la bulla de la creación del Departamento del Cesar, Rafael Escalona había
estado en Bogotá. Se acentúa la gran alianza que nació espontánea entre Hugues y
el Maestro Escalona por ser uno de los amigos más cercanos a su corazón y porque
los unía un vínculo indisoluble: la música. Con él hizo varios viajes a cumplir
importantes invitaciones a distintas partes del país.
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musical participando en la agrupación “Los Pelaos” por los años 1998. Se hacen
conocer en varios países. Permanece con ellos dos años. En 2003 da a conocer su
primer álbum como solista “Chabuco,” con mucho sabor caribeño. En 1981 hace un
dúo con el bogotano Nicolás De Los Ríos, quien estudió Ingeniería Industrial, pero
descubre su afición por la música. Hace realidad su sueño. Viaja a Valledupar y
estudia en la Academia del Turco Gil. Resultado de esta unión entre un interiorano y
un vallenato es la producción que realizan con un estilo combinado jazz-bolero en la
canción del cantautor Fernando Dangond Nació mi poesía, Asi fue mi querer de
Gustavo Gutiérrez, El chevrolito del Maestro Escalona y otras muchas. Su creatividad
genera interesantes proyectos. Ahora unido a Carlos Huertas Larios guitarrista y
productor, Danny García percusionista, Coco Zuleta, Papa Pastor (bajo) y algunos
otros integrantes del grupo La provincia conformaron el original grupo “Juglares.” Los
últimos trabajos discográficos son: “Clásicos del Café la Bolsa” y “Mosaico Navideño.”
Ha realizado arreglos musicales para Carlos Vives, Andrés Cepeda, Iván Villazón,
Silvestre Dangond, entre otros. Grabó una de las canciones del C.D en honor a
Gustavo Gutiérrez “El Poeta”, homenajeado en el 43 festival vallenato.
Hugues Martínez Acosta. Brevemente diremos que también acredita una brillante
carrera musical. Ejecuta el acordeón. Al iniciar su carrera, grabó con los finados Pedro
García y Nicolás-Colacho-Mendoza. Es en la actualidad es el Bajista de Peter
Manjarrez. En 2010 “Musicales de Ensueño” al lado de Rodolfo Castilla Jr, Carlos
Huertas, Orlando Consuegra en los estudios de Polacho Mendoza. Una último
producción en curso es El Alquimista en pareja con Rubiel Soto con canciones entre
otros de Rosendo Romero, Everardo Armenta, José Alfonso “Chiche” Maestre.
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Remembranzas de Valledupar
Es probable que estemos interesados en saber cómo hace más de 400 años nos
llegó el más español de los instrumentos: la guitarra “morisca” con su línea melódica.
Se asentó en la región Andina a través de colonizadores españoles, donde ha jugado
un papel importante en el folclor del cual se ha generado “el tiple” típico andino
pariente de la guitarra que acompaña al trío con acordes y armonía. Destacados
compositores e intérpretes como el maestro Gentil Montaña le elevó la categoría al
darle la calidad de instrumento solista, Adolfo Mejía y otros que han hecho aportes
musicales y técnicos. Incursiona por la música romántica y musicalmente
nacionalista. Hoy es uno de los instrumentos más acogidos en el país para interpretar
diversos ritmos no sólo de la música colombiana, ha entrado también en los albores
de la música contemporánea.
Agrega además la siguiente descripción de las Crónicas del viajero inglés Charles
Empson, a su paso en 1836 por lo que denominó “maraña de pasadizos acuáticos”:
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Entre otras La Gota Fría del maestro Emiliano Zuleta grabada con el nombre “Qué
criterio” y Grito Vagabundo acompañado por el conjunto Los Trovadores de Barú
dirigidos por José Barros y Juancho Esquivel. Vestía de blanco impecable, así estaba
cuando grabó “La víspera de año nuevo” tonada inmortal de la inspiración de Tobías
Enrique Pumarejo para desagraviar a la novia que un 22 de diciembre de 1945
pretendió sonsacar, pero se frustan los planes. El 31 de diciembre Don Toba le lee los
versos para desagraviarla.
El día que murió, Toño Fuentes llegó de La Habana con un contrato para que Buitrago
cantara e hiciera algunas grabaciones con la orquesta Casino de la playa, que dirigía
el pianista Anselmo Sacasas. Pionero de la música popular se apersonó de la obra de
famosos maestros como: Rafael Escalona, Emiliano Zuleta, Abel Antonio Villa, Tobías
Enrique Pumarejo, Chema Gómez, Luis Pitre y Eulalio Meléndez. La Casa en el Aire,
El testamento, La molinera y La brasilera, todas de Escalona, fueron de las primeras
grabaciones hechas del género musical dentro de la industria discográfica, cuando la
norma era grabarlo en guitarra. Da a conocer la música vallenata en Colombia,
Estados Unidos y Sur América. Su música aún sigue vigente.
Es en Santa Marta conoce al joven peluquero Julio César Bovea con quien conforma
un dúo que no duró mucho tiempo. Es cuando Bovea denominado el “jilguero de la
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Remembranzas de Valledupar
Bovea vivió durante la década del 50 y 60 en Argentina. Fue una eventualidad. El trío
viajó a hacer una gira, el éxito fue impresionante, se quedaron varios años. Vendían
millones de discos allá, en una época en la que el mercado argentino era muy grande.
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.Don Francisco Mindiola Arias contrae matrimonio con Doña Mercedes Elena Carrillo,
cuyos hijos son: Betsy, Euber (fallecido), Jesús, Johnny, Alfredo, José Agustín reside
en Bogotá dedicado al arte musical donde interpreta la guitarra y el bajo, Rubén
intérprete de música sacra, Julio y Calixto, creadores e integrantes del grupo “Los
kankuis”
Era tal la afición a la guitarra de Don Francisco, que aprende a tocar este instrumento
musical de una manera muy particular. Sus amigos de Valledupar le informaban
cuando exhibían “una buena” película en el teatro Cesar y en el Caribe y entonces los
jóvenes Juan Francisco y Luís Fernández Mindiola (hermano del cantante Alberto
Fernández), viajaban a esta población a oír, con sus sentidos aguzados las canciones
que interpretaba Pedro Infante y Jorge Negrete.
Ambos jóvenes admiradores de estos cantadores, reconocidos por sus voces y bellas
serenatas, ponían especial cuidado a las notas acordes de las guitarras, que
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Afirma, Don Juan que Hugues forma parte de la orquesta Grancolombia. Asevera que
allí fue un músico destacado. Nos cuenta que en una tienda de esas comunes y
corrientes lo escuchó de lejos el famoso José Jiménez y acompañado con la nota, el
kankuamo entonó una canción. De igual manera con el famoso grupo “Los Panchos”,
porque el Grancolombia viaja por Puerto Rico, Méjico, Cuba, República Dominicana,
Panamá, España, lo cual le dio brillo a Colombia, con la nota expresiva, derivada de
las orientaciones de Juan Francisco Mindiola.
En ese paradisíaco paraje permanecen una semana tocando y bebiendo “hasta que
cogió enseguida, porque eran las propias letras de sus canciones. Fácil para
aprender este gran artista colombiano que le ha dado muchas lumbres al arte
musical. A tal grado que el Doctor Alfonso López Michelsen lo admiraba tanto que en
su sepelio lo despidieron con una de las canciones de Gustavo Gutiérrez,
“Confidencias,” por petición del propio Presidente:”, afirma el Maestro.
Los Kankuis.- Grupo conocido en el país y fuera de él, nace por iniciativa de dos de
sus hijos: Calixto y Julio. De niño Calixto seguía muy de cerca a su padre y en los
intervalos de las parrandas, manipulaba la guitarra. Poco a poco los amigos de su
generación lo oyeron sacar las primeras notas.
Sus hijos: Calixto Mindiola Carrillo (guitarrista), Julio Mindiola Carrillo (cantante),
William Corzo Arias, sobrino de Don Juan (cantante), Freddy Martínez Carrillo
(cajero), Andrés Guerra (acompañante de guitarra y corista) y el Nene Montenegro
(guacharaquero).
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La de Óscar es una guitarra para enamorar. Este joven de tez bronceada, mediana
estatura, rostro de facciones perfectas como talladas por el mejor escultor con su
cincel, una franca y abierta sonrisa lo ilumina. Sus ojos transmiten energía y franca
convicción de lo que está creando, avizora un nuevo porvenir para la melodías de la
música vallenata que aborda con un estilo personal muy particular. La paz interior que
trasluce nos habla de un espíritu a crear y recrear con estética y espontaneidad. Su
sencillez se nota a flor de piel. No hay en él ostentación de ninguna índole. Nació en
las laderas de Valledupar, en La Paz (Cesar). Sus padres Daniel Cantillo Costa y
Sonia López Mieles. Incursiona por más de veinte años como guitarrista de famosos
grupos artísticos.
En amena charla conversamos con él. Indagamos sobre sus raíces e influencias. De
dónde nace tanto talento, para crear bellezas, esos arpegios como el trinar de los
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Remembranzas de Valledupar
pájaros que le ha dado a los cuatro ritmos del vallenato (son, paseo, merengue, puya)
innovándolos con gracia increíble, conservando la medida (tempo), la cadencia del
vallenato tradicional, ejerciendo siempre la guitarra un papel protagónico, sin
desconocer la importancia de cada uno de los instrumentos que conforman la
orquesta, hasta lograr mantener el diálogo con cada uno de ellos, resaltándolos en el
momento oportuno.
El colibrí (paseo rápido). En el cual el tiempo es de una alta medida, por esto es de
admirar como conserva la velocidad en un alto grado de ejecución, que pone de
manifiesto su admirable destreza y versatilidad para la ejecución de la guitarra.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
“Mi puya”, en esta obra los arpegios nos hablan de la pasión de Óscar por su guitarra.
Óscar es optimista, avizora un porvenir exitoso para Sentimiento y Sabor, al cual nos
unimos porque sabemos que así será por su disciplina en el estudio, su alto nivel de
creatividad, versatilidad y la visión universal e innovadora de los ritmos del vallenato.
Le auguramos éxitos por este trabajo producto de su talento artístico, del esfuerzo y la
dedicación.
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Remembranzas de Valledupar
Bachiller del Colegio Nacional Loperena, donde además fue Director de Grupo de
Danzas, experiencia alcanzada a temprana edad como integrante del famoso y muy
reconocido tanto a nivel regional como internacional, ballet vallenato e integrante
además de los grupos de la mencionada institución. Tiene desde muy joven grandes
ideas que le permitan despuntar para poder ayudar a sus padres y hermanos
menores a superar las limitaciones económicas.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Siente mayor compromiso con el quehacer cultural. A partir de ese momento, esta va
a ser su misión de vida. Consagrar su existencia al servicio del trabajo formativo,
donde ya había puesto en juego su reconocida y multifacética experiencia como,
bailarín, jurado, coreógrafo, folclorista, observador, práctica que fue acogida y creció
gracias a la receptividad y credibilidad conquistada en la UIS, posición que escala por
su esfuerzo, disciplina y vocación, por ser uno de los más preparados y conocedor de
las manifestaciones del folclor musical colombiano en cuanto a danzas y coreografía
se refiere.
Sobre el libro en mención en el prólogo del mismo, afirma el filósofo Simón Martínez
Ubárnez “ Como producto de su tesón y voluntad de búsqueda, hoy se puede decir
que pocos como él, conocen tan a fondo y desde su misma realidad, la naturaleza y
esencia del folclor colombiano, especialmente en su dimensión coreográfica y
musical.”
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Remembranzas de Valledupar
Sus honores en distintas representaciones del grupo que dirige, van más allá de los
reconocimientos hechos tanto en el país como en el exterior. Sigue siendo el mismo
“Colacho” de siempre, ¿corroncho o auténtico caribeño? Con su proverbial alegría,
reflejada en una sonrisa de oreja a oreja y una carcajada que deja ver la última muela
cordal, si es que aún la tiene. Vestido blanco de campesino, con abarcas, sombrero
vueltiao, dos mochilas atanqueras de gran colorido cruzadas a la manera de los
mamos, es este hombre henchido de autenticidad, quien con propiedad ha divulgado
y enseñado a conocer y amar nuestro folclor a los santandereanos y a muchos
admiradores de la región Andina.
Hay otra faceta aún más interesante de la personalidad del Maestro “Colacho” que es
la de compositor de música vallenata y como tal fue reconocido Rey de la Canción
Inédita en el año 1974, con la composición “El Hachero”. Es una voz de alerta, donde
nos habla sobre el mundo campesino de Rafael Barrera, quien con su hacha en
mano, acaba con las montañas dejando ver el gran daño que hacemos a la ecología
con estos procedimientos. Se destaca además en su repertorio una apología al Río
Guatapurí denominada “El Rey del Valle”. Otras composiciones reconocidas son: “La
casita”, “Dime, dime”, “El pobre Beto”, “Las cosas mías” y “La petatera”, verdaderos
poemas por su contenido, composición y musicalidad.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Este ese el rey de Valle el que ruge / Dicen los vallenatos cuando el cruje / Y si arriba le
cae un aguacero / Tiemblan los peruétanos de miedo / (bis) En sus orillas se ven
gigantes barrancos / Y en su centro grandes rocas que logran sobresalir / Y la atarraya
de un pescador vallenato / Que se abre y en el acto se abraza al Guatapurí /
Y sus frías aguas son como un bello cristal / Donde se asemeja el sol / Y de noche la
luna y las estrellas / Se miran como son ellas en aquel multicolor (bis)
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Remembranzas de Valledupar
Hombres de Leyenda
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Fluidez en la prosa. De tal manera que uno no logra delimitar en que momento salta
de la fantasía a la realidad en ese contar sin fin de las aventuras de sus protagonistas.
El autor relata los acontecimientos y vivencias haciendo un magistral uso de la
síntesis, resaltando brevemente los momentos puntuales de cada uno de los
protagonistas, y además lo hace desde el exterior sin mezclar su vida con los cuadros
de costumbres aquí plasmados algo difícil de lograr en un escritor. Son relatos que
tipifican momentos históricos plenos de anécdotas rutilantes, como el artista que
pinta un mural, notorio de manera especial al referirse a las visitas a Manaure, El Plan
en medio de la Serranía a visitar a La Vieja Sara (Sara María Baquero Salas) madre
de la dinastía de los Zuleta y los Salas, cuyos amigos preferidos eran: Rafael
Escalona, Andrés Becerra y Alfonso Cotes Queruz.
De la canción “Ahí viene Andres” de Alfonso Cotes Maya, nieto de Poncho Cotes
resaltamos las siguientes estrofas:
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Remembranzas de Valledupar
José Francisco Daza en compañía de Alfonso Murgas, Alfonso Cotes Queruz y Chema Daza.
La tarde era plácida, especial para la confidencia que brota espontánea, para contar
historias, relatar lindas experiencias vividas. Por eso tuve una entrevista con la
persona que más lo conoció, quien ya las ha traducido bajo el velo de las crónicas, las
novelas que nos pasean por un mundo de alegría, los juegos de la niñez, los paseos al
río, la visita a los abuelos que hablaban de tiempos remotos: Así me los contó:
“Los amigos de mis padre se adueñaban de la casa, pero ¡qué lindo! Compartían el
gusto por la música. Mi casa era una fiesta, siempre lo fue. En la que la figura central
era la de él, un hombre noble, sencillo, respetuoso de las buenas costumbres, parco
en el hablar, porque expresaba sus sentimientos con la música, con sus anécdotas,
con su trabajo”.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
José Francisco 'Chico' Daza Martínez, villanuevero, hijo de don Samuel Daza y doña
María Martínez, fue un romántico bohemio, parco en el hablar, unido a Poncho Cotes
por una amistad desde cuando tenían veinte años de edad. Jóvenes que recorrían las
noches de Manaure como amarrados a la magia de un lugar en el que el silencio era el
mejor diálogo: allí se enamoraron de las que serían sus esposas, allí vieron crecer a
sus hijos, de allí salían temprano los lunes para Valledupar, Alfonso, a educar en el
Loperena; Chico, en la Escuela de Artes y Oficio (hoy Instpecam). Algunos sábados
iban a El Plan a escuchar a un acordeonero, más joven que ellos, Emiliano Zuleta
Baquero, que más tarde compondría estos versos de “Mis pocos días”: 'Poncho
Cotes tiene la seguridad, Chico Daza y Escalona que a mí no me pasa el tiempo / Son
tres amigos que conocen mi talento / y en todos mis movimientos nunca han visto
falsedad. / Son tres amigos que no me olvidan/ toda mi vida están conmigo'.
El Viejo Mile se hizo gran amigo de Chico Daza hasta el punto de que su hija Mary,
escritora y periodista cuenta: “ Cuando ocurrió mi nacimiento en Manaure, un 26 de
abril, mientras una enfermera bogotana, Rosita Flórez, atendía a mi madre, mi padre
era acompañado por el Viejo Emiliano y un cachaco de apellido Bohórquez, entre
trago y notas musicales, de modo que cuando nací la primera melodía de cuna que
escuché fue el acordeón mágico del Viejo Mile”.
PARRANDERO
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Remembranzas de Valledupar
José Francisco “Chico” Daza Martínez, era un hombre manso, dueño de una gran
bonhomía, amigo sin condiciones, sereno: tocaba el tiple con maestría, fue varias
veces jurado en la elección de Reyes del acordeón y de la Canción Inédita en el
Festival de la Leyenda Vallenata; y en las parrandas callaba siempre como un
espectador de la vida, la vida cantada, declamada, nostálgica, llena de amistad, vida
en la que murió de un fulminante infarto al miocardio a la edad de setenta y cuatro
años, en una tarde villanuevera, cuando contemplaba la lejanía rojiza del día que se
iba, de su vida que se le iba. Cuando Poncho Cotes llegó ante su féretro le dijo la
famosa frase: “Chico, es patrimonio de nosotros los románticos morir del corazón”.
Villanueva guardó un profundo silencio y todavía le recuerda como a un buen ser
humano.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
El profesor José Francisco Daza, fue uno de los personajes que contribuyó a
engrandecer la vida académica e institucional del Instituto Técnico Industrial Pedro
Castro Monsalvo (Instpecam), hecho resaltado en la celebración de los 72 años de
creada la mencionada Institucion Educativa, al lado de su fundador, el senador Pedro
Castro Monsalvo; Joaquín Enrique Ribón, su primer rector; Eloy Quintero Araujo, su
primer secretario-pagador, Victor Meza Bornachera, que aún sobrevive, fue
estudiante, profesor y rector, el profesor José Francisco desempeño además los
cargos de prefecto de disciplina, secretario-pagador y rector
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Remembranzas de Valledupar
Huyó atemorizado tuvo que abandonar ese oficio. El juego y el trabajo marcaron los
primeros años de su vida. Heredó la vena musical de su tío Roberto Palomino, que
cantaba muy bonito y tocaba muy bien el tiple. Siendo niño comenzó agudizar su oído
cuando escuchaba las melodías que este interpretaba de los mejores compositores
de la época: Agustín Lara y los más famosos tangos de Carlos Gardel. Con sus
amigos de “La Barra”, organizó conjuntos musicales, imitando varios instrumentos. A
medianoche salían a entonar serenatas a sus novias y por encargo.
La afición por la música y el canto fue creciendo. Forma parte de un círculo selecto de
jóvenes amantes de la literatura y la buena poesía para estudiar a: García Lorca,
Pablo Neruda, Porfirio Barca Jacob, Julio Flórez, entre otros. Dice: “Neruda y todos
vivían siempre en mi pensamiento, los leía mucho, entonces yo empecé con una
facilidad a hacer versos, porque desde esa edad comencé a componer canciones con
una rima muy perfecta”. Con la guitarra en la mano, canciones en su mente y el
espíritu aventurero, inicia el peregrinaje por el mundo. No contaba aún con libreta
militar. Viajó a Santa Marta e ingresa a prestar el servicio militar obligatorio. Aun allí
buscaba el espacio para la música. Según sus biógrafos, aprendió a tocar guitarra
con el soldado Jaime Gutiérrez y las noches las aprovechaba para componer boleros.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Viaja a Medellín a donde llegó sin un peso en el bolsillo. Una guitarra rasgada a tiempo
con el verso preciso daría para vivir. Grandes repercusiones en su vida artística tuvo
la corta permanencia en esta ciudad. Vivió penurias. Las canciones y su guitarra lo
acercaban por las noches al mundo de arrabal, de celos, traiciones, puñaladas.
Compuso entonces muchos tangos. Sus amigos insistían para que se presentara en
La Voz del Triunfo. Lo animan para que participe en un concurso de canción inédita en
la Voz de Antioquia y ganó con la canción “El Minero”.
Mientras tanto en su tierra natal se comentaba que había muerto y le celebraron hasta
la misa de nueve noches. Reside en Bogotá en la década de 1950. En la capital
constató que la música costeña estaba entrando con fuerza al interior del país; por
esos días compuso su célebre “Gallo Tuerto.” Alcanzó gran prestigio. Viaja a Panamá,
México y Argentina. Las influencias de la música de estos países lo llevan a componer
rancheras y tangos.
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Remembranzas de Valledupar
Ministerio de Cultura
“Mi porro me sabe a todo lo bueno de mi región / Me sabe a caña, me sabe a todo
Me sabe a fiesta, me sabe a ron / Me sabe a piña, me sabe a mango
Me sabe a leche esperá en corral / me sabe a china esparasca en fandango”
Dice el reconocido escritor José Luís Garcés, que: “Pablito Flórez, apela a todos los
recursos que le ofrece su entorno social, natural y humano. En sus cantos tienen
como motivaciones los personajes sencillos del pueblo, su tierra, el río, los animales,
la naturaleza rescatando su engranaje natural”.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
grabada por Lucho Campillo, Julio Rojas, Oswaldo Rojano, Moisés Angulo, La Negra
Grande y Totó La Momposina. Son famosas además, la ranchera “Feliz golondrina”,
el tango “Murió mi madrecita”, el fandango “Tres clarinetes”, el pasillo “Rosas de la
tarde”,el porro “Los sabores del porro”, “La cumbia está herida”, el paseo
“Escuchando a Alejo”, el merengue “María Marzola y otras.”
Su estado de salud es precario en estos momentos y como casi todos los artistas del
país carece de seguridad social. Su familia reconoce que el premio lo ha recibido con
regocijo por cuanto significa en sí. A propósito afirma su hijo”. Mi padre está en una
situación de salud muy dura, pero lo del premio ha sido una sorpresa impresionante
que le ha subido el ánimo.”
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Remembranzas de Valledupar
A propósito Alfredo de la Espriella dice que por los años cincuenta, en Bogotá se le
ocurrió a un barranquillero nato y neto, Pascual Del Vechio, alquilarle la estación “La
voz de la Víctor”, un espacio para difundir nuestra música denominado “La Hora
Costeña”, el que financiaron con propaganda del propio almacén Pascual.
Quienes animaban esta fiesta dominical eran José Barros y Antonio María Peñaloza,
“Tres musiquitos”, a juicio de críticos de entonces, quienes integraban una
orquestica, que no se podía llamar tal, a la cual se unió otro jovencito del Carmen de
Bolívar, Lucho Bermúdez . Alli conoció a la que sería su esposa y voz brillante de su
orquesta cuando, su carrera logró alcanzar la cima de la popularidad: Matilde Díaz.
La mala suerte del trío remata con el “Tatequieto”, que a través de su columna en El
Tiempo les da Calibán (Enrique Santos Montejo). Él se vino lanza en ristre con el
programa de estos costeños. Reclamándole a “La Vos de la Víctor”, cómo era posible
que una emisora de su prestigio y categoría, le faltara la consideración de su vasta
audiencia capitalina tan respetable, auspiciando un programa con esa música para
“negros”. Hasta ahí llego la “Hora Costeña”.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
por haber vivido en esta ciudad, vinculado al departamento del Cesar como
Coordinador de Música de la Casa de la Cultura “Cecilia Caballero de López”, siendo
director de la misma Álvaro Castro Socarrás. De sus alumnos más brillantes mientras
permaneció allí, podemos citar a Andrés “El Turco” Gil. En ese periodo, con su
proverbial sencillez, además de brindar amistad a todos, estuvo abierto a compartir
sus conocimientos en charlas informales y cursos dirigidos a la formación de niños y
jóvenes, en solfeo, piano, acordeón y guitarra. Severo y exigente profesionalmente,
sus juicios y críticas eran tenidos en cuenta en el ámbito musical. Fue profesor del
gran saxofonista Justo Almario.
“Yo te amé con gran delirio / de pasión desesperada / te reías del martirio/ de mi pobre
corazón/ y si yo te preguntaba el porqué no me querías / tú sin contestarme nada /
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Remembranzas de Valledupar
Te pedí que volviera a mi lado / y en vano tantas veces te rogué / que por haberme tu
burla ya curado/ te olvidé.
De la vida que tuviste / al fin se que te has cansado / y ahora ya quien está triste / es tu
pobre corazón / y aunque digas que me quieres / ya de ti nunca me fio / pero aunque
te desesperes / ahora soy yo quien me río de tu desesperación.
Adlai Stevenson Samper, su biógrafo, dice que “Te Olvidé” fue grabado con un combo
que dirigía el mismo Peñaloza, quien hizo ese inolvidable solo de trompeta que
identifica a la versión original, con el respaldo rítmico del trío panameño de jazz Set
Rose Cerro; en la segunda trompeta el cucuteño Jorge Jiménez (cantabonito),
apodado así por la belleza de su toque. Para la grabación del tema alquilaron los
estudios de “La Voz de Colombia”, ubicado para entonces en la carrera 8 con calle 17,
en Bogotá.
La canción fue estrenada en Cartagena para las fiestas del 11de noviembre de 1953 y
el producto se vendió como “pan caliente”. En Barranquilla al año siguiente con la
fiesta currambera.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
estudiado más a fondo, consideran que por primera vez la orquestación de un disco
se adapta a un ritmo extraído de las manifestaciones de las danzas del carnaval, que
llegaban a Barranquilla de los diversos pueblos del Río del Magdalena a hacer
presentación en esta fiesta, ejecutando variados ritmos: congos, pajarito, chandé,
tambora, garabato. Él tomó de los tamborileros las generalidades para su arreglo.
El compositor Juan Carlos Rueda, quien hizo la música para la película “El Último
Carnaval”, dirigida por Ernesto McCausland, escogió “Te Olvidé” como “la canción
para realizar sobre ella variaciones sinfónicas y acompañar las diferentes escenas de
la película: las de suspenso, ternura, alegría, jolgorio, por su riqueza melódica y
armónica”.
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Capítulo II
Novelistas y Poetas
Giomar Lucía Guerra Bonilla
“Voy a contar esta historia con la misma cara de palo conque mi abuela me
contaba sus historias fantásticas, partiendo de aquella tarde en que mi abuelo
me llevó a conocer el hielo.” (Gabriel García Márquez).
Gabito bailó con Mercedes las tres noches del Festival Vallenato que en su honor hizo la Junta Directiva,
encabezada por su Presidenta Consuelo Araújo Noguera. (Revista Semana)
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Remembranzas de Valledupar
de una Muerte Anunciada). Persiguió a su amiga de infancia por años, hasta que se
encontraron a comienzos de la década del 50 en Barranquilla, en la época en que él
trabajó en El Heraldo y la familia de ella había llegado a esta ciudad. Don Demetrio
Barcha, su padre, un boticario de Sincelejo quien se instaló en Barranquilla, cerca al
Hotel El Prado adonde Gabo y Mercedes iban a bailar los domingos. Ella dice
“Cuando yo tenía esa edad mi papá aseguraba que todavía no había nacido el
príncipe que se iba a casar conmigo”. Al viajar a Europa enviado por El Espectador en
1955, iba enamorado y con noviazgo en firme, había decidido casarse con ella. (Silvia
Galvis. Los García Márquez).
Mercedes Barcha, a quien García Márquez afirma haberla conocido delgada como
un alambre. En 1996, durante el cierre de un taller de periodismo deportivo en
Cartagena, comenta de manera espontánea una columna escrita por él a principios
de los años 50 titulada 'La jirafa'.Alli regaló la pregunta que ningún periodista le había
hecho.
“¿Por qué yo 'bauticé' a esa columna con el nombre de La Jirafa?”, respondió. Y tras
una breve pausa, agregó: “Así le decía yo a Mercedes, el amor de mi vida”.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Ano 1965. El conductor que iba en el automóvil vía México Acapulco con su mujer y
sus dos hijos, frenó en seco y viró para encaminarse a ciudad de México. Le dijo a ella
que había llegado a su mente la inspiración que por tantos años había buscado,
desde cuando siendo niño su abuelo lo llevó a conocer el hielo: Como iniciar su
novela Cien años de soledad. Mercedes mostró durante este tiempo su capacidad
para enfrentar y asumir una serie de responsabilidades económicas, porque la venta
del carro y otros enseres que le permitieron a Gabo encerrarse a escribir duraron
apenas seis meses. Ella toreaba de manera recursiva las dificultades económicas.
En casa nunca faltó nada, ni las 500 hojas que a menudo requería el nobel escritor.
Cuando más desesperada parecía la situación, Francisco Antonio Porrúa le ofreció
un anticipo de US$500 para publicar la novela que dejó deslumbrados a sus lectores
al leer algunos apartes publicados en El Espectador y en la revista Nuevo Mundo de
París.
El novelista Tomas Eloy Martínez (fallecido), jefe de redacción del Semanario Primera
Plana con el que Francisco Porrúa director literario de la editorial Sudamericana, hizo
una alianza para publicar Cien años de soledad, su novela de gloria premio Nobel de
literatura 1982, comenta los García Márquez llegaron a Buenos Aires el 16 de agosto
de 1967: Vimos bajar al escritor con una indescriptible chaqueta a cuadros, en la que
se entretejían rojos chillones con los azules eléctricos del Caribe. Lo acompañaba
una mujer bellísima, de grandes ojos orientales, que parecía la reina Nefertiti en
versión de la costa colombiana. Era Mercedes. (Tomás Eloy Martínez. García
Márquez, hace 40 años ).
Descripción que coincide con la que hace Gerald Martin, uno de sus biógrafos, “es
una mujer alta y linda con pelo marrón hasta los hombros, nieta de un inmigrante
egipcio, lo que al parecer se manifiesta en unos pómulos anchos y ojos castaños
grandes y penetrantes.” “Sin Mercedes no hubiera llegado a escribir el libro”, dijo una
vez antes de recibir en 1982 el Premio Nobel de Literatura. Aída, hermana menor del
escritor, dice que “Lo que sí me consta, todavía hoy, es que Gabito respira por el
pulmón de Mercedes”.
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Remembranzas de Valledupar
Con sobrada razón los gabólogos le reconocen sus méritos y han iniciado el trabajo
que hace tiempo debió hacerse sobre Mercedes de quien García Márquez afirma que
es una extensión de su personalidad, a pesar de haber roto su silencio en
muy pocas oportunidades. Precisamente fue hace algunas semanas en la entrevista
que concedió al escritor puertorriqueño Héctor Feliciano, de los diarios El País, de
España, y El Clarín, de Argentina, donde por primera vez dio a conocer aspectos
relevantes de su vida familiar después de 54 años de vida matrimonial. Esta
entrevista aún inédita será publicada en más de 20 páginas como parte del libro
García Márquez, periodista, que incluye además la recopilación de las crónicas
periodísticas durante su paso por El Espectador y El Heraldo de Barranquilla.
Publicación que se hará gracias a una alianza editorial entre la Fundación Nuevo
Periodismo Iberoamericano, que lidera Jaime Abello Banfi y la organización Ardila
Lulle.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Acabo de releer “Beliza, tu pelo tiene…”, nombre lleno de magia y fantasía, con olor a
azahares y jazmines, esparcido en el ambiente idílico de Manaure de la Montaña.
Olor a ella, a Mary Daza Orozco, a la niña mujer, la de ahora y la de ayer: sutil,
candorosa, cautivadora. Destacada novelista; lectora incansable, con buen sentido
del humor, irónica a veces, arriesgada en otros momentos. Es la literata que plasma
esa cruel e interminable realidad que vivimos en nuestro país en bellos escritos hasta
lograr encaminarnos por un mundo mágico.
Una vez más, nos sorprende con su nuevo y original libro titulado “Beliza, tu pelo
tiene”, finalista en el concurso de literatura en el género de Testimonio, Premios
Nacionales del Ministerio de Cultura. En él campea el lenguaje del buen gusto para
deleite del espíritu. Literatura plena de vivencias, evocaciones y nostálgicas
remembranzas.
Al leer “Beliza, tu pelo tiene…” las lágrimas surcaron mi rostro. Cautivada por el
embrujo de la casa, de la vieja casona que ya no es, de la lámpara de petróleo que la
madre colgaba del dintel noche tras noche; “del circulo brillante sobre el piso frio”,
donde hacían la reunión de los siete niños, ellos que tuvieron la felicidad de gozar de
la paz que reinaba en esos momentos, acompañados del tío Beltrán con su poema,
nunca acabado, para Beliza que campea por toda la novela.
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Remembranzas de Valledupar
El desarrollo de los relatos que juegan con la fantasía deleita por el lenguaje limpio,
transparente y desenvuelto, lleno de gracia, raudo, sonoro al oído, como el cauce de
un río cristalino a cuya orilla nos echamos a descansar. Ante tantas imágenes solo
nos queda pedir con ella: “Señor, devuélvenos el país”, ese que anhelamos lleno de
paz, el de las lunas llenas, las rondas infantiles, los cuentos de miedo, el de los
abuelos sonrientes y el de los niños confiados como Beliza que solo creía en el bien y
la libertad.
Una primicia
No me aguanté y llamé a Mary, como siempre despreocupada y amable, me
agradeció los comentarios, orales, que le hice, y nos trenzamos en una buena charla,
ella estaba más interesada en mi libro que voy a publicar “Crónicas y relatos de
Valledupar”, que en lo que le decía sobre su obra, ella es así, primero los demás,
después ella.
Escribe para el mundo, se ríe de las críticas malas, ella las llama “libres” porque cada
quién puede interpretar los libros como quiera, me contó que está terminando una
“novelita” (¡Qué primicia!) que ha titulado “Lo que tú quieras”, le provoca a uno tenerla
ya en las manos para leerla y gustar de su estilo único, pero ella no adelanta nada del
tema a tratar, pude vislumbrar algo como que trata de un amor imposible.
“Yo no soy de novela rosas, pero el amor es interesante, es fundamentar para aliviar el
día a día” -dice- se queda seria- y de pronto exclama: “No ser nada y no amar nada, es
lo mismo”. Me da la impresión de que está enamorada, me atrevo a preguntarle y me
contesta con una carcajada: “Toda mi vida he estado enamorada”, ¿De quién? -
Pregunto- “de alguien”, contesta y cambia el tema y habló de lo poco que se lee. “Yo
pocas veces regalo libros y cuando lo hago es porque creo que la persona va a leerlo,
pero no.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
¡Al fin…!, la poetisa María Mercedes Carranza ingresó al auditorio. Suave, sutil,
pausadamente caminó en medio de la ovación de los asistentes quienes con
ansiedad no veíamos el momento de escuchar de viva voz sus poemas.
A pesar de las influencias mencionadas ella supo crear su propio estilo a través de
una poética renovadora, en la que están presentes los momentos históricos en los
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Remembranzas de Valledupar
que nació y vivió. Todos aquellos elementos que constituyen la historia universal,
nacional y personal, desarrollados en un tono amable y cordial que conduce al lector a
descubrir nuestros comportamientos sociales, sin bellezas formales, pero con mucho
talento, unido a un sentido poético caracterizado por el ingenio, por el humor y la
energía.
Esa tarde inolvidable, ella con su tenue, suave, cadenciosa y bien modulada voz,
inició su intervención así:
“Comienzo por decirles que para mi es muy grato estar aquí en Valledupar con
ustedes esta noche y compartir unos versos. Voy a leerles algunos de mis poemas:
Hizo un breve recorrido por su obra poética. Inició con la obra 'Vainas y otros Poemas',
publicada en 1972. Habla de su segundo libro titulado 'Tengo Miedo', del año 1982.
“Tengo Miedo Miradme: en mi habita el miedo Tras estos ojos serenos, en este cuerpo
que ama: el miedo El miedo al amanecer porque inevitable el sol saldrá y he de verlo
Cuando atardece porque puede no salir mañana Vigilo los ruidos misteriosos de esta
casa que se derrumba, Ya los fantasmas, las sombras me cercan y tengo miedo
Procuro dormir con la luz encendida y me hago como puedo a lanzas, corazas,
ilusiones. Pero basta, quizás solo una mancha en el mantel para que de nuevo se
adueñe de mi el espanto Nada me calma ni sosiega: Ni esta palabra inútil, ni esta
pasión de amor, ni el espejo donde veo ya mi rostro muerto. Oidme bien, lo digo a
gritos: tengo miedo”.
Su tercer libro lo tituló Ola Soledad, publicado en 1987. De su arte poético nos dio a
conocer además 'Cuando escribo sentada en el sofá', poema dedicado a su padre,
quien le enseñó las primeras palabras y también las últimas.
“Pienso que la poesía es una vocación que tenemos todos los seres humanos, no
creo que sea una vocación especial mía, no; es una vocación común del ser humano,
lo que pasa es que algunas personas disfrutan más esa inspiración.
¿Por qué es claro que la poesía es algo inherente al ser humano? Nosotros somos
seres de palabras, eso es lo que nos caracteriza la palabra y el lenguaje, es lo que nos
separa del mundo natural. Es obvio, por ejemplo que los animales tienen su lenguaje,
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
¿ Y… qué es la poesía? Para mí, pienso que la poesía sirve para unir al que la lee y a
quien la escribe. Por ejemplo, si esta tarde yo leí un poema y a alguien en esta sala,
una palabra, un verso que yo dije, le sirve para vivir, para sobrevivir, para solucionar
algo, para iluminarlo de alguna manera, estarán justificados mis más de treinta años
dedicados a la poesía, aunque solo le sirva a una persona. Yo estoy convencida de
eso, porque además el lenguaje se vuelve fórmula en la sociedad y vamos perdiendo
el sentido original de las palabras. Se vuelven meros comodines, casi monedas de
uso”.
“Ser poeta implica rescatar el sentido original de las palabras, por eso los poemas son
únicos, por eso en un poema cada palabra es absolutamente necesaria y no se puede
remplazar por otra. Cuando hay una crisis como la que vivimos en Colombia en estos
momentos, entra en crisis el lenguaje. Un síntoma es la manera cómo hablamos al
utilizar el lenguaje de manera falsa en algunas circunstancias”.
Finaliza diciendo: “la poesía entre tantas cosas es una esencia de belleza y amor y
por lo tanto su goce nos debe hacer mejores, pero no nos basta con ser mejores o con
tener la verdad y la sabiduría al servicio de algo. Ese algo debe ser hoy para todos los
colombianos, edificar una sociedad más justa.
Una triste despedida nos sorprende el 11 de julio de 2003. Después de conversar con
varios amigos y terminar su trabajo en la Casa de Poesía Silva se fue a su casa y
tomó una decisión dolorosa y radical que quizás no fue súbita, sino efecto del
sufrimiento, a menudo suspiraba y repetía: “¡ Ay, este país nos está matando!”. En su
corazón había mucho dolor por el asesinato de Luis Carlos Galán, dos de sus mejores
amigas y el secuestro de uno de sus hermanos. Ya no resistía tanto atropello e
injusticias situación reflejada en sus obras antes mencionadas. Su única hija Melibea,
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
La luna como símbolo lírico fue uno de sus motivos de inspiración, influyó
decisivamente en su creatividad poética, como leemos en uno de sus poemas “El
oficio de la luna.” “En el cielo está a punto de aparecer/ en todo su esplendor la
redondez apacible/ O ya la página azul ha sido fatigada/ por un vigor de luna llena/ El
oficio de la luna renace noche a noche/ en la demorada resignación de una sombra/ y
ese oficio (a pesar de su origen) es canto, aroma y misterio/ el aroma de la luna está a
punto de caer/ O ya ha caído en otro tiempo/ dónde, cómo y por qué cae ese aroma?/
es el agobio perpetuo del sueño del hombre…
Nos manifiesta además que le gusta definirse como ese algo que anda por ahí y
encontrarse en los demás amigos, en una actitud solidaria y tolerante aceptando las
diferencias. Agrega, en cuanto a su afición por los literatos, siempre tengo en mi
almohada los cuentos de Rilke. Creo en la literatura como algo que me sirve para
exorcizar los miedos, creo en la literatura como algo que me da el derecho a soñar,
que me permite ser una especie de sonámbulo y burlarme de mi mismo.
Cada día soy más fervoroso admirador de Nietzche que del Santo Ecce Homo de los
vallenatos. Nietzche convocado como un principio crítico, complementado de todo lo
que fue el aporte al sentido de necesidad. Ningún poder quiere soportar la crítica. Que
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Remembranzas de Valledupar
Escribe Schiller que la actividad del artista es como un juego y que el hombre solo es
libre cuando juega, porque entonces hace sus propias leyes. Mizar afirma además:
“El impulso lúdico es la manifestación torrencial de la libertad. El hombre es libre
cuando la realidad pierde su seriedad y agresividad y cuando su necesidad llega a ser
pompa de jabón, llega a ser leve como una pluma anidada en el viento, llega a ser
rayo de luna devorado por el rocío, cuando la necesidad llega a ser conjurada por la
risa espontanea, por el humor sano, que es otra forma de ejercer con dignidad la
lúdica, el hombre conquista las cumbres de la libertad”.
En Luis Mizar encontramos una de las voces más puras de la joven poesía
colombiana que ha logrado un timbre muy original. En quien el lenguaje de las
metáforas resbalan sutilmente por las escalinatas de los versos y estrofas de sus
poemas. A veces agudo e irreverente, otras pícaro, sutil y humorístico. Además de su
devoción por la poesía de calidad excelsa que nos ha legado, vive siempre dedicado
al ejercicio de un buen gestor cultural. Es una especie de “sereno”, de callado
vigilante, de profesión poeta, de pedagogo a través de conferencias, tertulias,
conversatorios, no solo en Valledupar, sino en muchas ciudades del país, haciendo
talleres de creación literaria, para formar los semilleros de jóvenes futuros bardos,
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
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Remembranzas de Valledupar
La génesis de donde dimana el arte del buen decir en Diomedes Daza Daza, como la
de todo buen poeta y cantor, es el retorno mental de la lectura de los primeros años,
los que predisponen nuestras fantasías cuando las cosas se presentan en trances
sublimados, cuando las empresas son tan considerables que rayan en el ideal,
entonces nuestros sentidos parecen como si quisieran acomodarse también a la
medida de las cosas y nuestras vidas emocionales se disponen de tal suerte que la
misma realidad transformada, engrandecida, se hace fantástica... la vida ya pasada
dormita el fondo de lejanas conciencias, al animarse de pronto esas actitudes, se
convierten en bellos gestos y primorosas palabras. Esto huele a Marcel Proust,
conocedor de la psicología de la palabra, tal como lo demuestra en su obra “El Tiempo
Recobrado”.
Acapara la palabra Diomedes Daza Daza, por la gravitación del gran Borges y esa
pléyade de poetas del “Éxodo del Llanto”. Consustanciado con las obras de Juan
Ramón Jiménez, de Lorca, de Alberti, de la literatura de la saga de los países
escandinavos, de los altos valores aventados en todos los mundos del orbe por el
drama de la patria, llevado de sobrecarga que “…en poesía toda creación perdurable
tiene el sello, casi siempre doloroso de la inteligencia.”
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
poesía de Diomedes Daza Daza, que son las seducciones irracionales de la palabra.
La altura del espíritu, la distancia orgullosa. Sin embargo, es navío cargado de los
más preciados tesoros, inmovilizado y en apariencia impotente ante la llegada de los
bárbaros de la chatarra poética, es uno de los atrevidos al momento de zarpar. Y ello
es así que la poca obra conocida de nuestro poeta está tan ligada y atenazada al
pasado y a la tradición de la palabra que como tal ha llevado la virtualidad en alto
grado de la conciencia del presente y la imaginación del futuro que le da Diomedes.
Nuestro poeta obsesionado por el sueño del rigor absoluto y lo social, que se derivó y
recabó de su Maestro Borges y que ha dado, tanto en la prosa como en el verso un
sinnúmero de ejemplos de la expresión necesaria e inmutable, se puede decir que
con su don de la palabra es el bronce resistente a la erosión y a los poderes de la
sustitución, y que, aunque suena florido, es también hombre que se destacó por la
brillantez a la seducción de lo inmediato y de la paradoja. Es, en conclusión, el
hervidero del sonido y la musicalidad.
Uno de sus poemas puede ser un regalo vernáculo, algo telúrico o puede ser un
testimonio. Algo presente y vivo, puede ser el milagro de Patillal a la vista.
Escribió el elogio a la poesía que era su quehacer cotidiano, el del pueblo del bello
canto, del trajinar y dulce vivir, de la gracia, de la Sabana de Patillal, del gallo, del
caballo… en fin toda su obra, sobre todo el retorno de las cosas propias como la
reseña elocuentemente en su obra “autorretratos”, a veces es una percepción
trágica. Por ello siempre hace presencia en el eterno e inefable juego de que no hay
mejor alegría que la de sentir que lo perdido se convierte en hallado.
Así pues, que el pleno dominio de la palabra, hizo en él la eliminación o sobriedad del
gesto, evitando la verborrea, uno de nuestros males, teniendo siempre como
consigna que el buen sonido en la palabra, es el mejor gesto del hombre ya que fue el
primero.
Los tiempos que corren en nuestra patria, son tiempos difíciles. Tiempos de lucha y
riesgos, de avatares y retrocesos; vísperas de epifanías y resentimientos aciagos. La
dialéctica con los ideales antiguos del poeta, del filósofo, del artista que no se resigna
a periclitar, por avasallantes amenazas, ponen en juego dramáticamente la suerte del
hombre.
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Remembranzas de Valledupar
Difícil lograr una certidumbre firmemente espiritual, y predicar que en la vida no hay
temor a las grandes desgracias sino a las pequeñas, como nos muestra el hecho de
que nos hayamos languideciendo lentamente con nuestras esperanzas y nuestras
ilusiones, siendo en realidad el aspecto más triste de nuestra existencia, al
contemporizar que la palabra sea callada.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Hace más de treinta años paseaba por uno de los tantos parques bogotanos en
compañía de mi hermano Orlando. Nos encontramos con el paisano y joven
estudiante de derecho Diomedes Daza. Su caluroso y efusivo saludo produjo un
marcado contraste con el crudo invierno que calaba nuestros huesos y nos hacía
tiritar de frío.
Trataban sin esfuerzo alguno sobre distintos literatos en boga de los que recuerdo a
Jorge Rojas, Aurelio Arturo, Eduardo Carranza, Borges, Cortázar y otros, influencia
que estaría presente en la delicada y sutil poesía de Diomedes.
Diomedes le comentaba con mucho entusiasmo que lo único que en ese momento
poseía eran unos cuantos poemas, tan breves como arriesgados. Los presentaba a
varias editoriales, pero, como siempre, nadie los leía. Después fueron acogidos con
beneplácito por la Casa de las Américas, al ganar allí un concurso.
Sus más allegados amigos, Mary Daza Orozco, Hernando Mendoza, Silvia Betancurt,
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Remembranzas de Valledupar
el poeta José Atuesta, Orlando Guerra Bonilla lo incitaban a menudo para que
publicara sus poemas.
Los invito a cumplir con el deseo que el poeta Diomedes Daza Daza mantuvo vivo en
su mente y en su corazón: “cercar espiritualmente el patio y el salero paterno en casa
de Chema Maestre en Patillal, para que los recuerdos traducidos en sus versos no se
fuguen.” (Palabras pronunciadas el 24 de junio, en el Festival de poesía realizado en
la Biblioteca departamental Rafael Carrilo Lúquez).
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Formación que fue creciendo por los valores que cultivó como la perseverancia, la
disciplina, la creatividad que caracterizaron todos los momentos de su vida y por la
acendrada vocación por la buena lectura, una de sus aficiones, que más tarde se
reflejaría en los escritos y libros que todos conocemos, acción que reafirmaba día a
día al comenzar a desempolvar y a manosear los libros de la biblioteca familiar del
doctor Hernando Molina Maestre, a beber de ellos, leer, asimilar degustar y recrear,
así como a renovar la correspondencia con los personajes del mundo de las letras,
entre otros el poeta Guillermo Valencia y don Guillermo Cano.
Estuvo al tanto con la amistad, de los literatos nadaistas Gonzalo Arango, y el poeta
cucuteño David Bonells Rovira. En la administración de este como Director de la Casa
de la Cultura de Cúcuta convocan a un concurso de cuento y logra el premio con el
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Remembranzas de Valledupar
cuento titulado “Yo Sabía”, publicado últimamente en una recopilación antológica del
cuento cesarense al lado de otros autores representativos de este género como la
escritora Mary Daza Orozco, doctor José Francisco Socarrás padre del sicoanálisis
en Colombia y Álvaro Morales Aguilar.
Como alfarera de ilusiones, Patillal tierra de magia, del trajín y dulce vivir, del bello
canto de compositores y poetas, fue el pueblo de sus afectos, que ejerció atracción
mágica sobre ella, posiblemente por la espontánea y rica inspiración de su gente. Por
aquí rondan muy cerca de sus afectos y el compartir de experiencias literarias, Jaime
Molina Maestre y José María “Chema” Maestre cuyo libro de poemas “Huellas de
Ayer” prologó en su primera edición.
También fue especial su amistad con los cantautores Freddy Molina, Octavio Daza,
Nicolás “Colacho” Maestre, con la Señora Sara Daza, cuyos conocimientos sobre
historias y memorias locales le permitíana consultarla a menudo y del poeta
Diomedes Daza, reconocido nacional e internacionalmente. Contemporáneos en el
uso de la mochila arhuaca. Mientras ella la colgaba en el hombro derecho, Diomedes
la llevaba en el hombro izquierdo.
Especial deferencia manifestó también por los poetas Luis Mizar, José Atuesta
Mindiola y por el sociólogo y profesor universitario Álvaro Castro Socarrás, entre
otros.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
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Remembranzas de Valledupar
De José, no es posible hablar sin escudriñar sus raíces, en especial sin hacer alusión
a la memoria de su progenitora esa distinguida y abnegada maestra rural, Doña
Juana Mindiola de Atuesta, quien debió haber abonado con el amor y la ternura que la
caracterizó el terreno de su personalidad y en efecto la semilla cayó en tierra fértil. Ella
llegó al pueblo cuando sólo contaba con unas veinte casas. Organizó no solo la
escuela, sino la iglesia y muchas obras más. Allí nació José en 1954. Su padre
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Conocido a veces como “El poeta de los árboles”, acredita un buen número de obras
literarias, algunas de ellas premiadas en varios concursos. Ha publicado seis libros
de poesías: en 1982, el primer libro de poemas, A los ojos de todos; en 1991, Dulce
arena del Musengue, alusivo esta última palabra al artefacto que utilizamos para
espantar los mosquitos; en 1996, Estación de los cuerpos; en 2001, un Tambor roto
en la pisada; en el 2004, Valledupar desde la otra orilla; en 2010, Metáforas de los
árboles; en 2011, Sonetos vallenatos. Además, dos libros de décimas, en 2006
Decimas vallenatas y en 2008, La décima es como el río. Ha sido incluido en las
antologías nacionales: Poemas al padre en la poesía colombiana (2006) y Poetas de
fin de siglo en la poesía colombiana (1999).
Fue premiado en el II Concurso de Historia Regional y Local del Cesar, convocado por
Gobernación y la Universidad Popular del Cesar (2007) con la escogencia y
publicación de su obra de historia local “Sabanas de Mariangola”.
Es un lenguaje de la cotidianidad, son las del entorno. Todos somos amigos del árbol y
a medida que nos adentramos en la lectura del poema, vemos cuánto tiene que ver
con nuestras vidas. Todos de una u otra manera nos comunicamos con él: las aves, el
colibrí, el poeta, el hombre común, el de la selva- Es “para el mendigo el sombrero de
su alcoba, para el perro la pared de su llovizna”… Metáforas de los árboles, es un
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Remembranzas de Valledupar
sólido follaje de versos donde hay que adentrarse para disfrutarlo, porque su lenguaje
poético imprime fuerza y una nueva visión poética universal.
También asalta los sentimientos su creatividad al hablar de “los colores del sonido”,
con expresiones variadas, diversas. Es un mundo nuevo de la poética que
degustamos en metáforas que “ahogan de ceguera los diversos rostros de la luz”. Sus
poesía nos muestra una visión diferente de la tradicional, una visión acompañada por
el buen manejo de la metáfora y de diferentes figuras literarias, en las que interactúan
el hombre y su entorno, a veces caótico, o pleno de significados poéticos como en la
expresión “…los pájaros dormidos en gajos de luceros” o en “Nunca el cielo se
oscurece/ si hay amor en la mirada”.
El Decimero
Es un maestro en este género a tal grado que casi todas sus columna en el diario El
Pilón las cierra con una décima. Un aporte del idioma español donde poetas como
Vicente Gómez Martínez Espinel comenzó a ensayar su estructura hasta convertirla
en estrofa una forma métrica de diez silabas. Que por fortuna ha quedado anclado en
nuestro ámbito con el verso de ocho sílabas que conserva gran identidad con
nosotros. Fluye de manera espontánea, con facilidad, se identifica en forma natural
con nuestra expresión poética y los ritmos elementales del lenguaje. Sus temáticas
proceden del vivir cotidiano, del ingenio de la creatividad popular, de la vida misma
asumido con una grandeza de alma que a veces lleva a la nostalgia, con musicalidad
propia que escuchamos con naturalidad. Es poesía popular, cronista cuyas
creaciones son valiosas para la preservación de nuestra identidad. Uno de cuyos
ejemplos vivientes, quien ha hecho de este formato de narración casi su sello
personal, está con nosotros y es José Atuesta Mindiola.
Fue uno de los invitados para representar a Colombia por La Universidad Mayor de
San Marco de Lima, Perú, a través de la vicerrectoría de investigación al Primer
Conversatorio de Décimas de Iberoamérica y la Maratón de recitales, en noviembre
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Para finalizar no nos queda sino decir que cada ser humano está en sus palabras y en
cada una de ellas está impresa el alma de quien las escribe y plasma sus
sentimientos, como es el caso del profesor José Atuesta Mindiola.
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Remembranzas de Valledupar
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Peralta como tesorero y otros más. Según informes de su Presidenta este año habrá
los siguientes eventos:
Para promover la festividad ha sido elaborado un hermoso afiche por Jaime Molina,
hijo y heredero del talento artístico de su padre quien es publicista y diseñador gráfico
y tiene en su haber ilustración de portadas de revistas, el diseño del escudo del
Departamento del Cesar, ganador del concurso del afiche promocional del XXX
Festival Vallenato. La promoción también se está haciendo por los distintos medios,
las emisoras y la prensa local.
Jaime nació en Patillal en 1926 del hogar formado por Doña Rosa Victoria Maestre y
Camilo Molina, establecen su residencia en Valledupar a donde llega muy niño, junto
con Rafael Escalona y Hernando Molina Céspedes. Estudian en la Escuela Pública
con el maestro Vicente Chica quien, procedente de Bogotá, aplicó modernos
métodos de estudio y pedagogía, dándose cuenta muy pronto de la disposición de
Jaime para la pintura, aptitud que estimuló, según su padrino Don José Guillermo
Castro.
Molina fue un caso excepcional, poseedor de una fascinante manera de ver a sus
coterráneos y a su entorno, convirtiéndose en intérprete agudo de las situaciones
cotidianas de los momentos que vivió en esta ciudad. Si se puede decir fue un
deformador de la realidad de la vida pretendida, desmigajó las circunstancias
coherentes, la del equilibrio y acogió la simplicidad de las manifestaciones del
espíritu, “sin tantos tropeles en la vida” como a menudo afirmaba. En su momento fue
único como caricaturista gráfico, sin haber pisado academia, ni conocer el infiernillo
de las artes, en su temperamento por su condición humana, en las tertulias por su
sentido de la amistad y en las noches de bohemia.
Los que deja plasmados en los mejores testimonios de ese tiempo, las costumbres,
problemas y sucesos, generados por personajes humildes, o importantes. Por
alcaldes, concejales, directores administrativos, jueces, políticos con vicios y virtudes
y los múltiples problemas de la localidad sin resolver. Eran protagonistas de la vida de
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Remembranzas de Valledupar
Valledupar de los años 1955 a 1966. Con sus caricaturas parecía serrucharle el piso
al trascendente actor de cualquier episodio, quien se estrella con el falso fondo y de
manera estrepitosa le cae encima la tarima.
El Arquitecto Luis Guerra Bonilla, afirma “para nosotros los niños de ese entonces,
para los adolescentes y los mayores, pasar por el Café La Bolsa del paisa Coly
Botero, (Francisco Luis Botero) y ver cada quince o veinte días las caricaturas de
Jaime y soltar una explosiva carcajada, ante las críticas expresiones a las situaciones
del momento, satirizando personajes, sin ser ofensivo era uno de nuestros mejores
programas.
Sus manifestaciones de censura y crítica las plasmó en varias obras, con títulos como
los siguientes: “Aspiración corbatuda,” “El Concejo Municipal, visto por un Concejal,”
“Apura colega que se nos muere, (refiriéndose a las empresas públicas del
momento),” “ Felicidades… le desean los viajeros municipales del Concejo,” “De
vacaciones en Bogotá,” ”Caminos distintos” (personajes: Crispín Villazón y Clemente
Quintero), “Crispín quédate con el burro yo voy p'al otro l'ao,” “Al mal tiempo buena
cara (personaje Alonso Fernández Oñate),” “Cosas del Directorio Municipal,
(personaje Helio Zuleta).”
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Excelente acuarelista, dominó además el óleo. Pintó los bellos recodos del “Viejo
Valledupar” como el Antiguo Convento de Santo Domingo, tomando desde el ángulo
de la tapia donde funcionó primero el Teatro Cesar y las antiguas corralejas. (Hoy
Parqueadero Calle Grande). La Sierra Nevada, uno de sus mayores motivos de
inspiración, así como la Iglesia de La Concepción y el escudo de Valledupar y el
logotipo de La Fundación Festival de la Leyenda Vallenata.
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Remembranzas de Valledupar
Álvaro Castro Socarrás en la entrevista “Una noche de bohemia con Jaime Molina”
resalta su capacidad para imitar personajes: caso de Monseñor Vicente Roig y
Villalba, el Doctor Leonardo Maya Brugés de quien no solo remedaba los gestos, sino
que hacía de él el más exacto retrato verbal. De igual manera con su mejor amigo el
Maestro Rafael Escalona aludiendo a la eterna juventud de éste. Los más prestantes
políticos de la región, le sirvieron de inspiración. Festejado todo esto por “El Turco
Pavajeau” y “El Pajarito” Mejía.
“Recuerdo que Jaime Molina cuando estaba borracho ponía esta condición / que… si
yo moría primero él me hacía un retrato / O…Si el se moría primero le cantara un
son…” (Rafael Escalona Martínez).
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Capítulo III
Educadores, Pintores y Artistas
Giomar Lucía Guerra Bonilla
Inauguraciòn de la plazoleta de Las Madres, con la presencia de los estudiantes, la banda marcial, el cuerpo docente, padres de familia, el alcalde
Don Jorge Dangond Daza, el Párroco Presbítero Vicente de Valencia, Don Juan Gutiérrez, Don Lucas Monsalvo y otras personalidades. (Año 1955).
Hay personas que de una u otra forma trascienden en nuestras vidas y dejan huellas
indelebles en ellas, marcando un rumbo, un derrotero. Son aquellas de quienes
aprendimos lecciones cuyo ejercicio es constante al grado de convertirse en un
hábito. Son seres provistos de sensibilidad social, espiritual y ética. Esas que aunque
pasen años sin verlas guardamos un profundo agradecimiento y están ahí siempre
presentes en nuestro diario vivir. Es el caso de nuestro muy querido y admirado
profesor Leonidas Acuña Martínez el de conversación amena, sonrisa a flor de labios,
el que con su trato bondadoso, su cariño, afecto, ternura, desinterés y gran capacidad
académica hizo del ejercicio de la pedagogía una misión.
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Remembranzas de Valledupar
Adolfo Vargas, Armando Pantoja, Alfonso González, Hernán Socarrás, Venancio Araos.Segunda fila: Rafael Mestre, Erwin Mestre,Reynaldo
Aarón,Armando Cuello. Tercera fila: Lucas Monsalvo, Orlando Torres, Benildo Mejía, Juan Daza, Julio González. Alfonso Yanet, Hernando Suárez
Martínez, Luis Aroca, Erwin Tewber. Profesor Leonidas Acuña. Santander Durán E. Rafael Gutiérrez C. Rodrigo Vega, Libardo Cuello, Francisco
Oñate, José Jorge Arregocés, Chema Aramendiz, Santander Cantillo, Miguel A. Aroca, Alonso Sánchez, Adalberto Martínez, Hernán Vera Cabello,
Evelio.
En el año 1939 organiza en La Paz (Robles) con Don Miguel Aroca un colegio, con el
nombre de Instituto Robles. Allí cursó estudios el exministro José Antonio Murgas,
quien le contaba al hijo mayor del profesor Acuña, Ingeniero Rodolfo Acuña que el
profesor Acuña los llevaba a trotar por esas serranías cantando: “Soy pirata y navego
en los mares, donde todos respetan mi voz, soy feliz entre tantos pesares y no tengo
más leyes que Dios…”
Por los años 1953 se unen varias familias de Valledupar entre otras, los Luque Soto,
Monsalvo Riveira, Martínez Torres y Araújo Noguera, para solicitarle la organización
de un colegio en esta ciudad. El profesor Acuña funda un colegio mixto y con
internado, adelantándosele con esto, años al Ministerio de Educación. Fue un
desvelado por la calidad de la educación que se impartía en el acreditado Colegio “El
Carmen”, cuya selecta nómina de profesores estaba integrada por jóvenes
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
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Remembranzas de Valledupar
En un escrito dedicado a José Manuel Aponte (El Macho Aponte) y a “Poncho” Alfonso
Cotes, el que inicia con una cita de Don Quijote sobre la historia, que dice: “...ella es
émula del tiempo, depósito de acciones, testigo de lo pasado y aviso de lo presente,
advertencia de lo porvenir...” vemos un reflejo de la concepción que el Profesor Acuña
tiene de la amistad. Es una reminiscencia de su juventud donde explica las
circunstancias en que los conoció y describe las razones del apodo dado a su amigo,
evoca las conversaciones que sostenían de diversos temas, en especial del sistema
educativo y sobre el porvenir y el pensamiento de emigrar al extranjero, pero ya en el
corazón de cada uno de ellos estaba la mujer de sus vidas.
Íbamos ligeros de ropa, el frío nos calaba los huesos y nos hacía castañetear los
dientes. Esto fue terrible. Una odisea de recuerdos inolvidables, que cuando vuelven
a mi mente me hacen estallar en carcajadas. Empapados, viajamos en un barquito
destartalado, cuyas luces se apagaban cuando el boga con una rústica vara larga que
funcionaba como remo, presionaba las orillas del caño que hacían vibrar el barquito,
cuya tembladera perjudicaba al acumulador porque se soltaban los cables de los
bornes.
Llegamos entre luces y oscuridad. El cambio nos hizo recobrar el ánimo. Quien no
sintió las incomodidades del viaje fue Aponte, “porque su visita a esa ciudad llenaba la
ardiente seducción que había en su meta: ver a su novia Lucinda, quien más tarde fue
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
A sus 92 años ha gozado de una vida plácida al lado de Doña Gilma Aroca, sus hijos,
nietos y cuatro tataranietos y el eterno agradecimiento de quienes lo recordamos con
cariño. En esta oportunidad reciba el saludo siempre agradecido de Laudith, Paulina
y Giomar Lucía, augurándole años más de vida para la alegría de quienes lo
apreciamos y queremos mucho.
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Remembranzas de Valledupar
Ella nos dice que su progenitor fue un hombre sencillo, humilde de corazón, pero a la
vez grande en su preocupación por las cosas del espíritu, del intelecto en general; el
interés por estas manifestaciones lo llevó a buscar los medios para que la población
escolar de ese momento pudiera acceder a la educación.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
cofundador de colegio Nariño con el ilustre profesor Ricardo Gonzales; después fue
profesor de literatura en este colegio y en Nuestra Señora del Carmen.
A muy corta edad se desempeño como viajante de correos, oficio que consistía en
distribuir el correo por poblaciones como Badillo, Atánquez, Patillal, Valencia, los
Venados y San Diego, utilizando como medio de transporte el caballo.
Eran encuentros para leer literatura, comentarla y además leer las periódicos y
ponerse al día de las ultimas noticias, conversar sobre acontecimientos políticos,
económicos, sociales del país y la región. Después llegarían como participes nuevas
generaciones: los médicos Raúl Valle Meza, King Gutiérrez, Leonardo Maya Bruges.
Por los años 1920 Don Juan, trae a Valledupar la primera imprenta, por compra que le
hizo al Padre (Monseñor) Manuel Antonio Dávila, en la que se imprimió uno de los
primeros periódicos, conocido con el nombre de “La Luz”, que más tarde
denominaron “Valledupar.” También se imprimió en esta imprenta La Gaceta
Municipal en la Tipografía Libertad, nombre que sigue ostentando hoy en día la que es
propiedad de uno de sus hijos Egberto Gutiérrez Acosta, quien aún conserva como
una reliquia la primera máquina mencionada, la cual algunos piensan, podría pasar a
un museo o biblioteca de la ciudad; así las nuevas generaciones podrían conocer
sobre los inicios del periodismo en esta ciudad.
En esos momentos fue calificado de inverso misil el esfuerzo para hacer realidad este
periódico, además porque los lectores no pasaban de un centenar, ya que eran pocos
los que sabían leer y escribir, pero él fue uno de los que contribuyó a enseñarles.
Don Juan escribía con una prosa ágil, elegante, clara y didáctica sobre diversos
temas: Literatura, historia, política, cultura griega y romana convirtiéndose a través de
todas estas actividades en rector de la intelectualidad, el amable contertuliano, el
excelente conversador.
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Remembranzas de Valledupar
Sus hijos comentan sobre uno de sus antepasados asentados en la región; Vicente
Sebastián Gutiérrez, Capitán de Milicias del Rey de España, a quien por sus servicios
distinguidos a la corona, el soberano por cédula real le otorgó grandes extensiones de
tierra al norte de esta ciudad y lo nombró alcalde de la ciudad de los Reyes. Don Juan
Gutiérrez nos deja esa estela del hombre de principios, reflejados en su
descendencia y un legado cultural que habrá que investigar más a fondo.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Ahí está, sentado con la perspectiva centrada en los cerros agrestes del norte,
cenizos y deslucidos, que se divisan tangencial a la torre de la iglesia nueva, por los
vientos del Caribe que provienen de la Alta Guajira… Embriagado por el olor a café
recién tostado y algunas viandas de tempraneras cenas de las tardes, cuando recién
comienza a atardecer y como fondo el barullo del Río Cesar y algunas notas de
guitarra de herederos musicales del viejo Egurrola, que le desentrañan su época de
juventud acompañaba sus declamaciones con los arpegios de la guitarra interpretada
por el señor Egurrola y a veces con las notas de un violín, deslumbraba a las niñas
que soñaban con su porte de intelectual y apuesta presencia de galán… declamaba
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Remembranzas de Valledupar
largos y hermosos poemas con una insólita e impresionante memoria, que aún a sus
86 años, conserva: poemas de Góngora, sonetos de Garcilaso de la Vega, de
Rimbaud entre otros, y de los colombianos Guillermo Valencia, Porfirio Barba Jacob y
de los Caro y los Cuervo, aparejado con amenas conversaciones sobre la lingüística y
la idiomática, y un entretenido y versátil recorrido por novelistas y filósofos, resultado
de largas horas de lectura y el manejo permanente de los libros de su selecta
biblioteca.
Y sus padres, Don José Manuel Daza Parody y Doña Virginia Noguera, unidos en el
sacramento del matrimonio en Santa Marta, una fresca y deslumbrante mañana
plenos de juventud y alegría… y aún hoy, se siente la presencia de ellos, y el barullo
del conversar, del ir y venir y el trajín por la solariega casa. Recuerdos que perduran.
Como cascada, brotan en su mente los recuerdos de cuando era niño y al ver asomar
a su padre a la plaza, corría, acompañado del tañido de las campanas de la iglesia
vieja y el revolotear de las palomas anidadas en la torre de adobe y argamasa…
alegre salía a recibirlo. Él venía con su vestido de lino arrugado, de prístino blanco a
pesar del trajín que se imponía como médico al servicio de los más necesitados, que
conllevaba largos recorridos en su coche tirado por los caballos. En la cabeza, el
sombrero blanco hueso de tartarita. Llegaba cargado del aprecio y agradecimiento de
la gente de las zonas de difícil acceso, a donde iba de manera espontánea a prestar
sus servicios gratuitos a los enfermos y necesitados de Patillal, La Junta, Corral de
Piedras y otros pueblos y veredas de la región.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Todas estas realidades, donde muchas veces tuvo que hacer las de arúspice y
profeta, no por decisión propia, sino porque en él sus coterráneos siempre han visto
su grandeza moral, su disposición para servir y su sencillez e interés en el trato con
los demás, por lo cual ha asumido esta misión como compromiso natural.
Viajó por Riohacha, Barrancas, Hato Nuevo, Fonseca, Villanueva, La Junta, Corral de
Piedras, Patillal, Badillo, donde era recibido con regocijo por los amigos, compadres y
comadres y los cientos de ahijados que, según me contó, tenía por allí, en la extensa
comarca, muestra de la más alta confianza del hijo a un amigo muy allegado a sus
padres. Digno de destacar también las constantes charlas y conferencias en
instituciones educativas y los discursos y escritos a personajes, recopilados en su
libro “Itinerario de un Periodista.”
Otro de sus valores, la solidarodad con el dolor de sus vecinos y coterráneos, en caso
de tragedias familiares, para lo cual también hacía largas correrías en su vehículo
para estar presente y poder acompañar a quienes habían sufrido alguna tragedia
familiar, o brindarle su compañía y amena conversación a un enfermo, como sucedía
con mi padre Simón Guerra Daza, a quien, después de su programa en Radio
Guatapurí, lo visitaba y en amena conversación pasaban largo rato.
Hoy, recordando el ayer, una lágrima furtiva de felicidad corre por las mejillas de su
contraída piel. Doña Pau, lo saca de su abstracción, lo llama de manera cariñosa,
para que siga a la mesa a cenar un sencillo plato de agradables viandas, preparado
por manos de gente criolla y leal, producidas por labradores de la región, que
conviven de generación en generación desde remotos tiempos. Así fue la vida de
quienes una vez hicieron lo mejor que debían hacer sobre la faz de la tierra: favorecer
al prójimo y darles esperanzas, y así aconteció con el ejemplo del doctor José Manuel
“Yin” Daza Noguera en San Juan Bautista del Cesar.
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Remembranzas de Valledupar
Llegaba por la tarde a Ciénaga, al puerto 'El Antonio' y allí abordaba la embarcación
'La Gacela'. Los costos de transporte costaban alrededor de tres pesos, cuando
incluía camarote y veinticinco centavos, si el servicio era común y corriente, sin
derechos a mayores comodidades. El trayecto hasta Barranquilla era fantástico,
divisábamos los montes repletos de animales de diferentes especies: loros, micos,
variadad de aves silvestres, caimanes arrojándose al río Magdalena y cada cierto
número de kilómetros, pequeñas áreas desmontada por los ribereños, quienes
cortaban leña y la arrumaban para el uso hogareño y para venderla a los buques.
Arribábamos a Barranquilla a eso de las seis de la tarde”.
Continua y dice, “Mi padre, Rafael Silvestre Martínez Daza, fue un hombre con visión
de futuro. Mi madre, Marcelina Cárdenas, buena observadora de su hijo, me refirió
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
que le decía que veía en mis ciertas inclinaciones por el dibujo, la pintura, la
manipulación de algunos aparatos eléctricos y por la cámara fotográfica. Ya había
terminado estudios de primaria en el Liceo Colombia, regido por los eminentes
pedagogos Luis Dangond y José Manuel Aponte Marzal. Todo esto agregado al
interés que despertó en mí el fotógrafo 'Paisa Roque', que recorría los pueblos del
Magdalena tomando fotos. Estos fueron argumentos valiosos para que mi padre
decidiera que debía estudiar fotografía en Barranquilla.
171
Remembranzas de Valledupar
Pero no duró mucho. Al año siguiente llegó del exterior Eliecer Velasco, hijo del
propietario, quien era importador de traganíqueles, negocio más rentable y
decidieron acabar con la empresa fotográfica. ¡Podrán imaginar cómo me sentí!
¿Qué hacer sin equipo y sin dinero? La liquidación no daría para mucho. La leí y
revise durante largo rato. ¿Rafa, hay algo malo? No. No, estoy leyendo. No salía de
tan agradable sorpresa. La suma era mayor de lo que esperaba. Manifesté al señor
Velazco que estaba equivocado. Yo había olvidado que el veinticinco por ciento de
comisión pactado al inicio nunca lo había cobrado. Recuperé el optimismo. Podía
comprarle la cámara 'Speed Grafic' al viejo Velasco y otros elementos necesarios
para el laboratorio. Fue así como fundé en 1950 'Foto Star' en Barranquilla.
Sin embargo, mi destino era Valledupar. La Registradora Nacional del Estado Civil me
asignó un contrato como fotógrafo oficial en el Magdalena Grande, para hacer los
documentos de identidad laminados. En Villanueva no había fluido eléctrico. Me
trasladé a Valledupar desde donde hice el trabajo. Allí, establecí 'Foto Star' en la casa
de don Jacob Luque, donde antes estaba la tienda 'La Nueva Paciencia', cerca a la
Catedral del Rosario (calle 15 No 7-40).
Vendía, además, materiales fotográficos. Hoy, mi taller funciona donde tuvo el estudio
el caricaturista Jaime Molina (calle 16 No. 6-71). Vivo agradecido del aprecio y
acogida que me brindó la gente de Valledupar, mis vecinos de la Calle Grande, de la
Plaza Mayor y en general todos los que me conocen. Entonces me di cuenta de que
esto es lo más importante.
En este arte como cualquier otra no faltan las anécdotas para contar. Tal es el caso de
lo que me sucedió en 1949. El presidente Ospina Pérez llegó de visita a Santa Marta.
En el agasajo brindado por el Gobernador, posaron para la foto importantes
personalidades. Enfoqué y rastrillé la cámara y el flash no disparó. Segundo, tercer,
cuarto intento, el grupo a punto de disolverse. Al fin lo logré y grite. ¡Para que vea
Señor Presidente que no hay quinto malo!... aplausos del público. En otras
oportunidades sentí pena ante sacerdotes y el señor Obispo Vicente Roig y Villalba
por las impresiones del público ante lo novedoso del flash y la rapidez de las tomas,
en ceremonias religiosas suntuosas aquí en la ciudad. El centro de atención dejaba
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Rafael Martínez, con más de cinco décadas dedicado a este arte, nos expresa que se
siente satisfecho de la labor cumplida, que ha hecho lo mejor que ha podido hacer.
Aún hoy, con sus elementos de trabajo, pasa horas en el laboratorio restaurando
fotografías deterioradas, recibe consultas y solicitudes y continúa haciendo revelado
en blanco y negro. Su aporte sigue siendo invaluable, ejemplar su estoicismo y la
perseverancia en la labor artística.
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Remembranzas de Valledupar
Este huracán trae a Celia Nichols a su vida. Hija de un cónsul inglés, millonaria, culta,
trabajaba como presidenta de la Sociedad de Artes. Se enamora de ella de golpe, en
el primer encuentro desaparece con su turbante rojo. La busca enloquecido, su amiga
más cercana le dice donde encontrarla.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Celia me protegió y me liberó del camino del opio... El delirium tremens se repetía
cada mañana, cuando enormes pavos reales al mando de una papayera me
paseaban en camillas sobre sus lomos por calles atiborradas de gente... Nuestra vida
al comienzo en México fue difícil y pasábamos hambre. La situación económica se
tornó asfixiante… Entendía que yo iba a triunfar en México (Leo Matiz. “El Angel
Caído”). Después vendrían otros muchos amores.
El escritor Álvaro Mutis al hablar de su amistad con el fotógrafo, resalta una faceta
vital de su personalidad. En el año 1980, trabajaron juntos, mientras él desempeñaba
el cargo de Jefe de Relaciones Públicas de la Esso colombiana.
“ En las más azarosas condiciones que nos deparó el plan de labores que nos
propusimos, consistente en crear un archivo fotográfico sobre el país, para servicio
de la compañía en la que yo trabajaba, jamás vi a Leo pronunciar un “Me muero de la
pena” y, mucho menos un “mañana”. Las cosas se hacían de acuerdo con un plan
inteligente, pero inmodificable en sus metas y en su calendario. Esto era inusitado
para los demás trabajadores, a tal grado que me preguntaban si el artista de la
cámara era gringo. Como las facciones de Leo no daban pábulo a tan absurda
hipótesis, yo me salía por la tangente inventándoles que él era mexicano y había
luchado con Pancho Villa. (Álvaro Mutis. La Lección de Leo Matiz. Homenaje a Leo
Matiz. Universidad Nacional).
175
Remembranzas de Valledupar
Buñuel, Marc Chagall, un sonriente Pablo Neruda, el poeta mexicano Agustín Lara,
Mario Moreno Cantinflas, la versátil actriz María Félix, las actrices norteamericanas
Janice Logan y Esther Williams, el trompetista Louis Amstrong, imágenes que
perduran inmortalizadas en el tiempo.
En 1948 fue enviado por la Revista Life a Bogotá para cubrir la IX Conferencia
Panamericana, justo a tiempo para registrar el “Bogotazo”.
Funda en 1951 la primera galería de arte en Colombia que inaugura exhibiendo por
primera vez las pinturas de Fernando Botero, en 1952 realiza la segunda exposición
del famoso artista. A los 61 años en Bogotá, en 1978, se cumplió una terrible visión
que había tenido años antes. Un ángel sacaba su ojo izquierdo y huía… “Yo corrí
detrás de mi ojo pidiéndolo, pero mi ojo se fue”. Sueño que infelizmente se hace
realidad; al ser víctima de un asalto pierde su ojo izquierdo, hecho que lo obliga a
abandonar la fotografía por un tiempo.
Después de 50 años de ausencia vuelve a México en 1998 para hacer a sus 80 años
con una avanzada ceguera, el libro titulado “Los Hombres del Campo”, su creatividad
y vivacidad se acrecientan, para seguir capturando con su débil ojo derecho la belleza
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Leo Matiz con su cámara construye un poderoso mural de su época a través de una
mirada crítica y de una sensibilidad y creatividad abierta al impacto de lo novedoso.
Muere en Bogotá en 1998.
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Remembranzas de Valledupar
Cuando un amigo se va
No se ha ido del todo. No, porque nos dejas un inapreciable legado: tu amistad
indeclinable de la que pudimos gozar desde temprana edad por la calidad humana
que te caracterizó, y como artista a cabalidad nos dejas la mejor herencia, una obra
pictórica reconocida por los premios obtenidos en varios salones nacionales y muy
apreciada en la Costa Caribe colombiana por tus amigos y conocedores del arte. Son
muchos los hogares de tu ciudad que cuentan en su haber con una o varias de tus
trabajos artísticos. Desde temprana edad como estudiante hiciste exposiciones
pictóricas en Bogotá al lado de artistas destacados.
Sin esa condición el mundo sería fofo y sin ningún sentido. El artista nos hace mirar el
mundo éticamente bello ridiculizándolo y allí estaciona su belleza, con unas manchas
que trascienden la realidad fotográfica. Esas manchas con caras planas y sin órganos
de los sentidos, solo con orejas para que el mundo entero, incluidos nosotros,
oigamos las voces ridiculizantes. Es en esta plástica “Del Descaro del Mundo”, con la
que él mismo, se burla de si, se burla de todo y, nos invita a que nos burlemos de todos
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
y todos se burlen de nosotros. Ahí, es, donde está uno de sus mensajes de la
estética.” (Guerra Bonilla, Luis. Álvaro Martínez Torres. El irreverente de la pintura y el
verbo, 19 de octubre. 2011. Soy Periodista.com )
Aún permanece inédita, la obra inspirada por los wivas, resultado de la positiva
impresión que tuvo al visitar a este grupo étnico de la Sierra Nevada de Santa Marta,
por su organización, la originalidad y creatividad de sus viviendas y del entorno y del
trato que sostuvo con ellos mientras construía aquí en Valledupar su casa-sede. Ellos
nuestros antepasados fueron su última lira, que plasmó en lo más profundo de las
meditaciones de su silencio interior. Esperamos verlas pronto exhibidas, para que
además de rendirle un justo homenaje, poder mostrarlas a la ciudadanía y a las
nuevas generaciones, para que no sólo den cuenta de su obra pictórica y
arquitectónica, sino que sea el maestro digno de imitar por ellos.
Siendo Gobernador Don Edgardo Pupo, en coordinación con su esposa Doña Nelly
de Pupo, mujer de gran espíritu cívico, le propusimos la creación de la Escuela de
Bellas Artes de educación no formal bajo la acertada dirección de “Tina” Cotes. Álvaro
acogió el proyecto con gran entusiasmo. Inició con las áreas de música y pintura.
Como Delegada del Ministerio de Educación le brindé apoyo con recursos y en la
organización administrativa, buscando la asesoría de la Facultad de Artes de la
Universidad del Atlántico. Una de las motivaciones iniciales además de incentivar el
talento artístico, fue brindar apoyo a los docentes de las disciplinas en mención,
porque en ese momento eran pocos los licenciados en estas áreas. Los más
reconocidos artistas de la ciudad no tardaron en vincularse. Álvaro Martínez, fue de
los primeros y más entusiastas, así como Efraín “el Mono” Quintero, Kajuma, Jorge
Maestre. Al ser designado Gobernador el Doctor Luis Rodríguez Varela, la primera
dama doña Edith Castro, continuó con esta labor mientras su esposo fue gobernador
del departamento.
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Remembranzas de Valledupar
Luis, ante su indecisión por cursar estudios de pintura o arquitectura, ya que desde
niño conocimos su afición por la pintura, percibimos que tenía aptitudes para ambas
disciplinas, por lo cual no dudamos en hacérselo saber y estimularlo en tal propósito,
como en efecto lo muestran los resultados en estas dos áreas del saber.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Walter Arlandt:
Su arte es sentimiento, poesía
Otro de los motivos de inspiración son los calabazos (1985-1986). A veces son
representaciones eróticas. Con una marca influencia surrealista de Salvador Dali.
Sus bodegones con influencia minimalista traslucen la complacencia que
experimenta al pintar la naturaleza con la que ha convivido, diversidad de frutas
tropicales: mangos, mamones de colores fuertes ¿Naturalezas muerta? Así lo
denomina el arte, pero sentimos el olor, sabor, las degustamos. Ahí está plasmada
otra de las experiencias de su niñez “salir a manguiar”, competir con su hermano al
ver quién encontraba primero el mango más hermoso. Es notoria la influencia de
Francisco Zubarán. Nos dice: “No es plasmar lo que uno ve, sino darle vida, imprimirle
un toque mágico que surge espontáneo”. Tendencias clásicas embrolladas con el
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Remembranzas de Valledupar
La parranda vallenata es otro de sus temas recurrentes, donde orienta su cocina del
arte al más mínimo detalle, no son sólo acordeón y acordeoneros, el conjunto
musical, sino todo el desbarajuste después de la fiesta, el borracho desparramado en
un taburete, botellas, colillas por aquí, por allá.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Bertilda Guerra “ Tia Berhy”, Directora del internado, acompañada de varias alumnas graduadas en la Escuela Normal.
Dice Marlen Tous, Directora de la Escuela Normal de Manaure en la década de loa 70:
Mi alma vibra con los recuerdos de realidades sublimes a veces increíbles de sucesos
en la historia de la Educación del Cesar. Comento las vivencias en la Normal María
Inmaculada de Manaure, cuando juramos hacer realidad, el casi inalcanzable
proyecto de lograr su aprobación por el Ministerio de Educación Nacional, cuando
aún estas funciones no habían asignadas a los entes territoriales.
Su dedicación era total para lograr una educación de calidad. Las niñas venían de
distintas poblaciones del Cesar: Chiriguaná, Chimichagua, Rincón Hondo, Poponte,
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Remembranzas de Valledupar
Codazzi, San Diego, La Paz y Valledupar y algunas de La Guajira. Ellas fueron las
depositarias de aquel cúmulo de conocimientos de unos docentes llenos de
entusiasmo, que las hicieron luego poseedoras de los valores que hoy ostentan
como buenas educadoras. Había un internado que albergaba 80 jovencitas,
atendidas en su integralidad por esos mismos profesores.
Relievo la encomiable labor de la tía Berty quien fue directora de internas; entregada
con amor a sus deberes , altruista, conocedora y segura de sus capacidades, las que
puso a disposición y en pro de la formación de aquellas adolescentes que le fueron
encomendadas para su cuidado y orientación.
Fue la tía Berty poseedora de las virtudes de la mujer educadora integral. Sin que
mediara interés alguno solo el de servir asumió con gusto y afecto ese llamado, esa
misión con toda la connotación que lleva el ser la “tía” de cada niña que le había sido
confiada. De manifiesta serenidad y humildad, soltando con mucha inteligencia, buen
tino y acierto frases de consejo que llevaban implícitas la formación en valores a esa
muchachada que dirigía. Lo hacía con la dosis de autoridad necesaria para
conducirlas a reflexionar sobre el actuar de cada una. Escuchaba amorosamente y
con santo silencio y atención las cuitas y congojas así como las euforias y alegrías de
cada una de ellas.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Hoy Bertilda Guerra, yace incapacitada en su lecho de enferma. Sus ojos “que tienen
la placidez del agua en calma” son los que hablan, después de cumplir esta noble
misión, testimoniada por algunos profesores y estudiantes, hoy ejemplo en la
sociedad como los especialistas Dioselina de Sprockel profesora del Colegio
Loperena; Mariela Lara, Sonia Orozco, Consuelo Meléndez, Nancy Bayona, Mireya
Aguirre, Jorge Molina, Cecilia Camacho, Joselina Romero y muchas otras que a
menudo en un desfile interminable la visitan. Rodeada del amor de sus hijos: Óscar
Iván, Rosa Paulina, Andrea, de sus nietos, sobrinos y hermanos.
Hoy la Escuela Normal Superior está dirigida por la Hermana Maritza Mantilla de la
comunidad de las hermanas Salesianas, quienes lo hacen con mucho acierto. Son
muchos los avances de ésta en distinto ámbito de los cuales mencionaremos dos:
Con la asistencia del Ministerio y la Secretaría de Educación la adopción de
tecnologías como herramientas pedagógicas han introducido cambios significativos
en la preparación de clases y desempeño académico. Con la conectividad, los
estudiantes han desarrollado habilidades informáticas, elaborando blogs, facilita la
investigación, la interacción de los docentes con estudiantes para elaboración de
tareas. El mejor manejo y acceso a la información ha producido un notorio cambio en
la mentalidad de los estudiantes. Atiende todos los grados, desde preescolar hasta el
ciclo complementario (grados 12º y 13º). Desarrolla de manera simultánea dos
experiencias interculturales, ambas importantes y pertinentes para la región y la
población atendida:
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Remembranzas de Valledupar
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Bajo la tenue luz del atardecer a la sombra de un roble revestido de flores color violeta
que alegran el ambiente, Jesús “Chú” Verdecia, agobiado por el cansancio de más de
cuatro décadas de trabajo intensivo, hace un obligado receso en su labor cotidiana, al
igual que su séquito de albañiles, alfareros y otros obreros que lo acompañan en
estos momentos en esa antigua casa, cuyos techos y paredes están restaurando.
Ahí, donde a veces los propietarios están aburridos de verlos tanto tiempo como si la
obra no avanzara, trasteando de un lado para otro, la casa convertida en un reguero
de herramientas, cemento, cal, barro, arena y un sin fin de materiales y la caña boba
más boba aún, ahí arrumada esperando. Pero no comprenden que “no hay aguacero
que no escampe, ni corriente que no baje”, porque como en todo sufrimiento después
vendrán los momentos de satisfacción al ver la casa vestida de blanco, más fresca
por el precioso techo, los arcos de medio punto, el piso de tablón, grandes zonas de
jardines, convertida en una de las más lindas de la ciudad por las manos virtuosas de
“Chú”.
“La luna menguante me permitirá cortar la caña boba que necesito para hacer mi
trabajo. Si la cortan en luna llena se apolilla. Este es un producto de nuestra
naturaleza, de aquí, como dice la canción: nativa del Valle y de varios pueblos
vecinos: Atánquez, Pueblo Bello, Codazzi. Antes había siembras en la Canoa, cerca
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Remembranzas de Valledupar
He trabajado muy duro en la vida - continúa diciendo Chú -. Desde muy niño me
mandaban a tempranas horas de la mañana a vender pastelitos y en la tarde
arepuelas, esto lo hacía “lloviera, tronara o relampagueara”. No tenía tiempo para
estudiar. Mi padre Pablo Verdecia, caficultor en Azúcar Buena, además artesano,
reconstruyó durante muchos años los techos de teja española de muchas casas.
Aprendió este arte de un español. De él heredé este arte. Conmigo era muy severo y
exigente. por lo cual a los 18 años me fui para Pueblo Bello, a trabajar con un tío por
una temporada, pero la situación no mejoró.
Josefa Luque afirma: cuando tenía 6 a 7 años su padre lo traía a mi casa como
ayudante para trabajar en el arreglo de los techos y en albañilería, lo cual el confirma
diciendo que pasaba horas al lado de su padre Luis Verdecia, observando cómo
hacía la labor y ayudándolo. Al regresar de Pueblo Bello a Valledupar la gente me
buscaba, comenzaron a confiar en mí porque ya me estaba acreditando por la calidad
de la labor que realizaba.
Comprendí que si uno se propone las cosas las logra, pero debe tener perseverancia,
responsabilidad y honradez, si no es así no conseguimos nada en la vida. Los que me
contratan saben que mi trabajo es durable, resistente y lindo, porque las cosas hay
que hacerlas para que perduren. Los dueños de casa que me buscan casi siempre
son los dueños de casas coloniales, aunque también me buscan uno que otro
propietario de residencias modernas y de viviendas campestres.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
La tarea no es fácil. Él, sin afanes ni premuras, la disfruta. Mientras pela la caña, la
cura aplicándole mata comején para preservarla. En el momento usa aceite quemado
que es más efectivo. Agrega además arena y un punto de cemento, así como el barro
elaborando la argamasa. Lo aplica encima del emparrillado de caña boba para pegar
las coloreadas tejas de barro, dándole así mayor fortaleza y durabilidad.
Residencia de la familia Luque Soto. (Carrera 6 No. 13C.25), “Chú” Verdecia con sus obreros y el “Bore” Luque. Josefa Luque
afirma que son muchos los arquitectos que han venido a ver este trabajo, así como uno que otro historiador, antropólogo y
artesanos.
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Remembranzas de Valledupar
Con la Constitución Política que nos rige ha habido un significativo avance en el tema
del patrimonio cultural, al reconocer el carácter multiétnico y pluricultural de la Nación,
teniendo en cuenta el patrimonio como un bien constitutivo de la identidad nacional y
su conservación como factor para fortalecer los vínculos con el modo de vida de las
comunidades.
“De modo que si usted se quiere quedar aquí, como otro ciudadano común y
corriente, sea muy bienvenido - concluyó José Arcadio Buendía - Pero si viene a
implantar el desorden obligando a la gente que pinte su casa de azul, puede agarrar
sus corotos y largarse por donde vino. Porque mi casa ha de ser blanca como una
paloma.” (G.G Márquez. Cien años de Soledad).
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Antes, está la que administra durante varios años Alfonso Pimienta Arregocés,
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Remembranzas de Valledupar
Rafael Martínez, quien además de fotógrafo era aficionado a los gallos, nos cuenta de
las frecuentes salidas que hacían a Santa Marta, Barranquilla, Riohacha, Montería,
una de estas a Sincelejo para la celebración de la creación del Departamento de
Sucre.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
caso del mexicano Juan Rulfo en el “Gallo de Oro” y de Gabriel García Márquez en
el “Coronel no tiene quien le escriba”, donde al referirse al viejo Coronel que espera su
pensión y ve pasar los años sin que llegue el correo con la carta que le permitirá salir
de la penuria económica en que vive, empeora la situación al morir acribillado su hijo
Agustín por discusiones políticas, en la gallera.
Un gallo de pelea es lo único que les ha dejado a sus viejos, con el cual esperan tener
un mejor vivir, los pocos centavos conque cuentan los han gastado en comida para el
animal, el cual está casi vendido, pero el Coronel se arrepiente. “… si de mi
dependiera haría esta misma noche un sancocho de gallo”, le dice el Coronel a su
mujer. A ti te falta carácter le responde ella, porque no has dado para venderlo ni a tu
compadre Sabas.” El gallo, con su ejemplo, le permite encontrar valor para convertir
su resistencia en lucha. Escribir, Soltar el gallo. Dar el debate, la batalla ante las
adversidades que está sufriendo.
El tema no escapa al asunto político, caso del Maestro Rafael Escalona cuando para
avivar la campaña política del Presidente Alfonso López Michelsen compone la
canción “López, es El Pollo”, que activa la tarea política en todo el país.
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Remembranzas de Valledupar
En la jerga popular hay expresiones usadas a menudo como el término mamar gallo,
poner cebo o hacer bromas, viene de la vieja costumbre de meterse a la boca la
cabeza del animalito y succionar para desangrarlo o asearle las heridas, de allí que
con la fama de perezosos en la región caribe se popularizó el término, se hizo
extensivo a hacer las tareas cotidianas de manera. Tirso despreocupada, alegre y
feliz. Maya, Rafael Martínez, Joaquín Campo y Miguel. Hay otras expresiones que
Yanet incentivan a actuar, que estimulan como lo es ¡pica pollo! De igual manera las
que enuncian el bienestar del espíritu como cuando decimos levantarse al amanecer
con el canto del gallo.
Al retornar al Coliseo Gallístico Miguel Yanet observamos que está adornado con una
hermosa pintura con su retrato, cargando un gallo con la mano derecha y un bastón
en la izquierda.
(Archivo fotográfico de Leyla Yanet de Molina).
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
En esos instantes propicios, el Libertador escucha uno a uno a sus oficiales hablar de
las heridas sufridas en combate en un alarde de heroísmo. Estos quedan perplejos
cuando él se acerca pausadamente al fuego y sin mediar palabras se quita la camisa;
su piel virgen de heridas resplandece ante la luz fulgurante, limpia, sana y sin
rasguño.
Les relata que en 1818 ordena acampar a media noche en la Sabana del Hato El
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Remembranzas de Valledupar
Ricón de los Toros. Morillo en complicidad con algunos oficiales logra penetrar al
campamento patriota, dirigiéndose directamente a las hamacas colgadas sobre los
árboles donde se sabía dormía el Libertador... a quema ropa disparan sus fusiles, una
y otra vez, mueren en sus hamacas el capellán, y los coroneles Fernando Galindo y
Mateo Salcedo, quienes dormían justo al lado de Bolívar. L a hamaca del Libertador
recibió cuatro disparos certeros que milagrosamente no dieron en su humanidad.
Este era el séptimo atentado perpetrado para acabar con su vida en menos de dos
años.
Arturo Uslar Prieti, afirma que en una de las vitrinas del Museo Bolivariano de Caracas
hay una vieja hamaca desflecada, con los colores que fueron vivos ya desteñidos por
el uso y el tiempo. Es una de las hamacas que Bolívar usó durante largos años de
inagotables campañas de andanzas sin tregua, que se tejió y retejió con el hilo del
destino por entre las selvas, cumbres, ciénagas y llanuras, desde la boca del Orinoco
hasta las riveras del Titicaca.
No tuvo otro lecho durante los tiempos difíciles y agitados. Era su cama, su silla de
trabajo: mientras se mecía y se levantaba sin cesar, dictaba cartas, mensajes y
disponía operaciones. Se tendía en ella a dormir un breve sueño con muchas
interrupciones. Algunos europeos no entendieron ese uso de la hamaca por Bolívar,
les parecía que era señal de inferioridad y barbarie. La hamaca era el lecho del negro
y del indio, heredada por el criollo y por el hombre del pueblo como cama y sillón.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
se mezcló con la otra tradición igualmente viva: la europea, Quienes solo valoran esta
última nunca podrán entenderlo. Hay que mirar aquella hamaca que siempre lo
acompañó; tejida por manos mestizas, legado de lo más viejo y lo más hondo de la
tierra y de las gentes que en él nació para encarnar.
En su destino final a Santa Marta, después de un largo y penoso viaje por el Río
Magdalena, abandonado por sus amigos, “... Bolívar y Carreño cuentan las siete mil
ochocientas ochenta y dos estrellas en la cubierta del barco que los lleva al destino
final… entonces el General abandonó la hamaca y lo vio tendido bocarriba en la proa,
más despierto que nunca, con el torso desnudo cruzado de cicatrices enmarañadas
y contando las estrellas ...” (G.G. Márquez El General en su Laberinto).
El tejido es uno de los temas más recurrentes de nuestra sociedad en la historia de las
etnias que enriquecen el imaginario. La existencia de esta tradición desde la época
precolombina hasta hoy en la Costa y las llanuras del Caribe, se destaca
precisamente por los tejidos como el sombrero vueltiao, la hamaca, el chinchorro, las
mantas, las mochilas y en general manifestaciones artesanales que aún perduran en
grupos indígenas y de artesanos y artesanas.
En el caso de la cultura Zenú, Fray Pedro Simón, afirma que cuando los
conquistadores llegaron al pueblo de los Finzenú, encontraron que: “dormían todos
en hamacas, en especial la señora cacica, que no sólo la tenía muy curiosa y pintada,
sino que a los lados de ella hacía – durmiesen en el suelo, los rostros para abajo, dos
doncellas mozas y de buen parecer, sobre quienes ponía los pies al subir y bajar la
hamaca, por grandeza como dejamos dicho”.
La hamaca estuvo presente en los ritos funerarios de varias tribus indígenas. Entre
los chimilas además de los tipos de construcción diferenciadas de las casas, de los
vivos y de los muertos, cuando alguien moría le pintaban el cuerpo de rojo, le ponía
en cuclillas y lo envolvían en su hamaca, como mortaja.
Las barbacoas hamacas largas, se utilizan hoy en zonas rurales, donde escasea el
transporte, para llevar enfermos al médico, al curandero. Consiste en atravesar una
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Remembranzas de Valledupar
El chinchorro Wayúu, es una de las más fuertes expresiones de esta cultura. Siempre
habrá una mujer tejiendo donde quiera que haya un telar: dentro del rancho, en la
enramada o en la cocina. Este se prepara de acuerdo con chinchorro a tejer con dos
fuertes troncos pulidos y redondeados, que se colocan en sentido horizontal, a
manera de travesaños. Estas mujeres de singular belleza, vestidas con sus mantas
multicolores han llegado a Valledupar, al parque “El Viajero”, donde exhiben sus
chinchorros y mochilas, imprimiéndole al lugar mucha alegría por el colorido y calidad
de sus tejidos.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Otras veces nos lleva a reflexionar sobre el origen de nuestros alimentos y cada una
de las etnias que en el caso de los hombres y mujeres de ébano, aportaron las bases
de una alimentación que enriqueció con los sabores, colores, los nombres de las
comidas, el virtuosismo en la cocina, el comercio con especias y semillas de frutos,
los vocablos, nuevos vocablos y exóticos utensilios de cocina el intercambio de
productos por las migraciones de España, Francia e Inglaterra en un interesante
tráfico de sabores que aún perduran.
A los europeos le sabía a piña dulce el territorio descubierto y las ingenuas y bellas
nativas usaban asombradas el aceite extraído del cerdo que nos llegó de ultramar. A
su vez ellos aprendieron a degustar lo que heredamos de los nativos. Las raíces
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Remembranzas de Valledupar
extraídas de la tierra como la yuca que hoy sigue deleitándonos con variedad de
manjares, así como la arracacha que al calor del fuego se convertían en deliciosos
comestibles y por supuesto, el maíz que los precolombinos denominaron “nuestra
vida,” ligado a las creencias y a los fenómenos de la naturaleza. Cocido tiene una gran
variedad de usos. (Ver “La arepa nos une en la mesa nacional”) … por la época en
mención la culinaria de los nativos usaba los sistemas universales de cocción, hervir,
sancochar y asar que complementaban con la técnica de conservación del ahumado.
Afirma en la Floresta el alférez Nicolás de La Rosa “el maíz rinde con exceso…”
“Los antiguos habitantes de río Cesar dejaron rastros abundantes de piedras y manos
de moler, así como de grandes platos discoidales para tostar, que indican un sistema
agrícola basado principalmente en el cultivo de maíz… (Ana Ma. Groot. Región
arqueológica Costa Atlántica).” Por la época en mención la culinaria de los nativos
usaba los sistemas universales de cocción, hervir, sancochar y asar que
complementaban con la técnica de conservación del ahumado. Afirma en la Floresta
el alférez Nicolás de La Rosa “el maíz rinde con exceso…” La cocina costeña cuenta
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
con variados manjares que tienen como base el maíz, que orgullosamente se pasean
por una increíble diversidad de alimentos apreciados por su exquisita suculencia.
Por eso es justo rendirle un merecido homenaje a uno de los platos tradicionales en
nuestro país: La arepa*. Del maíz obtenemos variedad de ricuras culinarias. Según la
región la hay de todos los tamaños, estilos, sabores, saladas, simples. Solo de maíz,
de maíz blanco, de maíz tierno, asadas al carbón, horneadas.
Pero la mujer no permanece solo en el plano de deidad, sino que heredó, y aún hoy
están vigentes, los oficios de cocinar, cernir, pelar, moler, pilar, envolver en hojas y
pilando... pilando... llegamos a la época contemporánea con una acción que perdura
en muchas regiones, trocada de la labor culinaria al folclor musical, caso de la danza
de 'El Pilón'.
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Remembranzas de Valledupar
Valledupar cuenta con una tradición de familias dedicadas a la tarea de hacer arepas
y diversidad de viandas derivadas del maíz, que durante años nos han deleitado en el
desayuno, la merienda, la cena.
Merendero “El Hueco”. En este paseo no podemos dejar por fuera el merendero 'El
Hueco' (Avenida Hurtado). Hace honor a su nombre. Allí tan pronto entra ve brotar las
llamas, los carbones encendidos, el crepitar de la leña, rindiéndole culto a la diosa
arepa.
Esto es candela viva, en medio de frondosos árboles del patio acogedor. Encuentra
además los fritos tradicionales. Los clientes entran como Pedro por su casa.
Sirviéndose lo que más les gusta, sin más, ni más. Ellas, el clan familiar, Edith ('La
Endinde'), Luisa ('Hicha'), 'Lule', 'La Ñego', 'La Yuya', atentas y sonrientes nunca se
confunden, saben cuánto ha consumido cada uno.
Las mejores arepas del Valle, denomina María Mercedes Medina la hija del famoso
hombre que da nombre a un tradicional callejón, “Majoma”. Son arepas de “asiento.”
202
Giomar Lucía Guerra Bonilla
Son innumerables los sitios donde puede degustar una buena arepa. La gente ha
recurrido a la economía informal. En las esquinas de las casas, en los garajes, patios,
callejones, andenes, en carritos, como microempresa (caso de la señora Aury Guette
y sus hijos que hacen los bollitos cocidos, envueltos en la propia hoja de la mazorca,
venden la masa por kilo y de ñapa el agua de maíz) y en negocios recientes y con
mayor inversión económica.
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Remembranzas de Valledupar
En cada lugar del país tiene características propias. Al visitar a Cartagena sus
anfitriones lo llevan de paseo vía carretera La Cordialidad hacia Luruaco, a degustar
la arepa de huevo ('arepaehuevo') típica de la región, a quien el poeta Daniel Lemaitre
le dedicó unos versos. Es admirable la pericia de las mujeres de estas fritangas para
introducirle el contenido del huevo crudo.
Y los pueblos ribereños también rinden honor a las pilanderas. El maestro José Benito
Barros, nos deleita con unos versos de su canción 'La Pilandera'. “...Que vengan de
Santa Marta que vengar para baila/ al son de las pilanderas de mi tierra tropical/ Ay,
pilá, pilá, pilandera que viene de la noche buena/ díganle a las pilanderas que traigan
maíz y panela para hacer la chicha buena/ y vayan por el pilón donde el Compae
Pantaleón…”
Carmen de Bolívar no podía quedarse atrás. Luis Eduardo 'Lucho' Bermúdez nos
obsequia su composición 'Arepa de pilón', que dice/ ya tengo mi caserón/ con
guámbito y mujer/ y todos quieren comer/ arepa de pilón/ arepa de pilón…
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Capítulo IV
Remembranzas del Carnaval
Giomar Lucía Guerra Bonilla
De pie de izquierda: Yudi Baute Céspedes, Teresita Martìnez, Elvira Gutierrez Céspedes, Marina y, Yolanda Baute Céspedes,
Emma Baute Lora, Reyes Baute Lora y Josefina Arregocés Lora. Sentados: Nocolás Baute Pavajeau, Oscar Pupo Martínez Elsa
Lora Barros y Emma Dangond. (1960).
Otros coinciden en afirmar que su inicio está en los rituales cristianos de las
celebraciones de la antigua Roma, cuando se festejaba la llegada de la primavera,
207
Remembranzas de Valledupar
El renacimiento vió nacer los bailes de disfraces. Los más famosos se llevaron a cabo
en Francia e Italia. Ese toque artístico caracterizado por bailes y desfiles de carros
alegóricos todavía podemos encontrarlos en los carnavales de Niza, Venecia y
Múnich.
El carnaval es una festividad pagana con sabor cristiano, es una preludio a los
rigores del la cuaresma, un lapso de tres días de locura que antes se celebraba
especialmente en las provincias tradicionalmente católicas. En términos etimológicos
según algunos investigadores de este tema el carnaval se refería en principio al
martes de absolución, día a partir del cual la iglesia prohíbe comer carne. Con la
llegada de la Edad Media estas fiestas se extendieron a otros países especialmente a
España, Francia, Portugal donde se nutrieron de tradiciones y costumbres populares
de esas tierras.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
La idea del carnaval tiene algo que ver con lo cómico, con la ruptura de las reglas y
premisas sociales, lo cual nos hace sentir complacencia, volvemos el mundo al revés
a través de diversas alegorías donde es posible hacer volar a los peces, los pájaros
nadan, las zorros y los peces persiguen a los cazadores, los obispos enloquecen
todos los símbolos de libertad, nos liberamos de ataduras y temores impuestos por
las reglas, para disfrutar del placer de la ridiculización cómica y la risa que nos
producen personajes del diario vivir, trastocados.
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Remembranzas de Valledupar
Hoy, recordamos a Don Oscar Pupo Martínez, Nicolás Baute Pavageau, Evaristo
Gutiérrez y Florentino (Papá Tino) González, quienes dejaron una hermosa estela en
la tradición de los carnavales en Valledupar
Ellos organizaron durante muchos años el desfile de El Pilón. Según nos cuentan su
esposa la Señora Luisa Cèspedes y Yudy Baute, (año 1999), quien disfrutó mucho
estas fiestas. Era grande el entusiasmo que su padre Nicolás Baute, le imprimía a la
organización y a la convocatoria para que se unieran a estos festejos.
El tradicional Pilon de Don Florentino González, reposa en la residencia de su hijo Julio González y Doña Cenobia Baute
(fallecidos), custodiado por sus nietos.
Iban agarrados de la cintura formando una especie de pared humana, bailando hacia
adelante y hacia atrás. En estas festividades fue admirable la creatividad y constancia
210
Giomar Lucía Guerra Bonilla
Y como “recordar es vivir” continuemos las remembranzas del carnaval con uno de
los personajes que en mi mente de niña dejó gratos recuerdos, con quien años más
tarde ya adulta (1980) tuve la oportunidad de conversar sobre sus vivencias en estas
alegres fiestas, sin huir despavorida junto con mis hermanos Luis y Orlando,
corriendo por la plaza como en aquellos días de carnaval, para que “Papatino” no nos
enlazara con la larga cola de su célebre disfraz de mico, color amarillo terroso, que
nos producía miedo y a la vez regocijo.
Conversé con él a edad avanzada, sobre algunas tradiciones culturales del viejo
Valle. Me contó que cantaba a medianoche en tiempo de carnaval, por las solitarias y
pedregosas calles de Valledupar unas coplas que decían:
Por su parte Don Evaristo era músico. Aprendió a tocar con maestría el acordeón de
botones, piano y violín. Talento heredado de su abuela doña Juana Monsalvo– según
Olguita Gutiérrez su hija-. Además por la vena artística de su progenitora Doña
Genoveva Araújo, natural de Patillal “la tierra de cantores”. A la usanza de la época
211
Remembranzas de Valledupar
Desde tempranas horas iban cantando, el Amor, Amor, El Caimán, los versos de El
Pilón, así:
¡Ay! Despierten si están dormidos / de ese sueño tan profundo (bis) / que los vino a
despertar / la maravilla del mundo
¡Ay! Bonita que está la casa / bonita su varazón / bonita la que está dentro / prenda de
mi corazón…
Don Óscar Pupo fue, además de excelente anfitrión, uno de los empresarios más
importante de la región. Por muchos años destacado gerente de Caja Agraria.
212
Giomar Lucía Guerra Bonilla
“ Todo aquel que piensa que la vida es desigual / Tiene que saber que no es así /Que la
vida es una hermosura / Hay que vivirla…
Ay! Por que llorar / que la vida es un carnaval/ Y es más bello vivir cantando / Que la
vida es un carnaval/ Y las penas se van cantandooooo…”
Todo aquel que piensa que está solo / Y que está mal / Tiene que saber que no es así /
Que en la vida no hay nadie solo / Siempre hay alguien…”
Todo aquel que piensa que la vida siempre es cruel / Tiene que saber que no es así /
Que tan solo hay momentos malos / Y todo pasa /
Todo aquel que piensa que esto nunca va a cambiar / Tiene que saber que no es así /
Que al mal tiempo buena cara / y todo cambia…
(Fotografías: Archivo de Yudy Baute Céspedes y Marlene Lacouture Pupo)
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Remembranzas de Valledupar
“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y como
la recuerda para contarla (G. G. Márquez)”
El Nobel colombiano Gabriel García Márquez, nos cuenta que para superar el
abatimiento que le produjo que su novela “La Hojarasca” no hubiera sido escogida por
Don Guillermo de Torre en el Programa de Editorial Losada para entrar al mercado de
Colombia con autores colombianos, vino a su paraíso de Valledupar en busca de
Rafael Escalona, tratando de escarbar sus raíces, en un mundo que no le sorprendió
porque todo lo que ocurría, la gente que le presentaban era como si ya lo hubiera
vivido.
Relata además que tuvo la fortuna después del rechazo de los originales de su novela
de conocer a Julio Cesar Villegas, quien había renunciado de la Editorial Losada, y lo
habían nombrado para Colombia en la Editorial González Porto, vendedores a plazo
de enciclopedias y libros científicos y técnicos. Tuvo una primera cita con él en el
Hotel del Prado. Dice Gabo que salió trastabillando con un maletín de agente viajero
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Era esta una expedición mítica, en busca de sus raíces, tras el itinerario romántico de
su madre Luisa Santiaga programado por los abuelos Tranquilina y el Coronel Nicolás
Márquez, para ponerla a salvo del telegrafista de Aracataca, lo cual se redujo a dos
breves y rápido viajes a Manaure, La Paz y Villanueva.
El Nobel agrega además que hizo muy buena amistad con él por ser un viejo amigo de
su tío Juan de Dios del cual se complacía en evocar sus recuerdos y por el dominio y
conocimiento literario de Don Andrés Bello. Además declamaba de manera rigurosa
los románticos colombianos, pero no le gustaba su obsesión de impedir que se
contrariaran los códigos morales en el ámbito puro de su hotel. Testimonios afirman
que cuando llegaban mujeres solas al hotel, les ponía candados a las puertas de sus
habitaciones para evitar murmuraciones.
El Galpón del patio lo consideró Gabriel García una lotería, porque las horas que
sobraban las dedicaba a leer, acostado en una hamaca para apaciguar el bochorno
del mediodía.
Al parecer el anticipo en efectivo del veinte por ciento, que según el escritor debía
alcanzarle para vivir sin angustias después de sacar los gastos, incluido el hotel y las
ventas tan espontáneas, porque la mayoría de sus clientes eran de su familia los
Iguarán y los Cotes donde hizo una buena cosecha económica. Al final de aquel viaje
de nostalgias los libros no llegaban y la cuenta del hotel crecía. Víctor Cohen perdió la
paciencia porque los rumores que corrían era que el pensionado despilfarraba el
dinero en mujeres de dudosa ortografía. Al fin llegan los libros pero la cuenta del hotel
era el doble de lo ganado. Habla con Don Víctor quien acepta un vale con un fiador
que firma porque le había gustado uno de sus cuentos.
215
Remembranzas de Valledupar
Con frecuencia se dice que la verdadera patria es la niñez y esta se formó en nuestro
caso a mediados de los años cincuenta, cuando Don Víctor nos proporcionó el placer
como niños de saborear por primera vez los deliciosos helados que preparaba en la
primera heladería que hubo en esta población y que hacían de nuestro paladar el
éxtasis de existencia en esos momentos.
A Don Víctor Cohen Salazar lo recordamos como una persona de buenas maneras,
cultor de las artes, del buen vestir cotidiano, reflejando que era esencial para él por su
atildada y distinguida personalidad. Su sentido del humor, su preparación
humanística lo llevaron a ejercer liderazgo al grado de imprimirle al Valledupar de
corte bucólico de esos momentos, el buen gusto por la diversión festiva del carnaval,
las expresiones sociales, cívicas, del teatro, la comedia y las artes pictóricas.
Participó en el diseño del Escudo de Valledupar al lado de Jaime Molina, el cual fue
sometido a ajustes en la actual administración.
Sobre este personaje afirma el Doctor Aníbal Martínez:... es de anotar que al inicio de
los años cuarenta, los carnavales vallenatos tuvieron un vuelco al regresar a su tierra
natal Don Víctor Cohen Salazar, quien introdujo la moda de los salones, los desfiles
de las reinas en carrozas y de los capuchones. Fue en su salón “Rancho Alegre”
donde se coronó la primera reina popular...
Es posible que Don Víctor haya heredado de su origen judío el don para los negocios.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
El Hotel Welcome, no solo fue uno de los primeros y de las mejores residencias, sino
que era un centro de actividades sociales donde la gente se reunía a conversar, a
enterarse de los últimos acontecimientos y él actuaba como excelente anfitrión,
terciando las conversaciones con propiedad, dándole un ambiente amable y familiar.
Se convirtió en el hombre necesario, al que había que consultar a menudo para tomar
determinaciones importantes.
Con el tiempo traslada su residencia al lado de Radio Guatapuri (calle 17 con 15),
donde continuó con una caseta para bailes en períodos festivos. Paradójicamente
muere una tarde de carnaval en 1982, a la edad de noventa años.
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Remembranzas de Valledupar
“Santa Marta, Santa Marta, tiene tren (bis)” Pero no tiene tranvía / si no fuera por la Zona / ¡Caramba! Santa Marta moriría, ¡Ay,
caramba¡
Nativo de Santa Marta “Perla de América,” ciudad turística e histórica, por sus venas
corre alegría y ánimo fiestero que despierta y mantiene el regocijo de vivir y una
pasión febril por las festividades carnestólendicas. Distribuye muy bien el tiempo
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
entre sus tres aficiones: la familia, el trabajo y las fiestas. Es admirado y considerado
por sacar adelante una industria, empresa respetable y reconocida en esta ciudad y
pueblos circunvecinos: la industria “Postes Lacera.”
Por los años 1957 tuve la idea de organizar una tambora. Para lo cual reuní a varios
de mis trabajadores samarios que sabían tocar. Con el tiempo esto se convirtió en un
requisito indispensable para ingresar a mi empresa como empleado. Ensayábamos
sábados y domingos. La tambora con los respectivos instrumentos que tocaban,
estaba conformada así:
Nery García: Tambora, Jorge Lacera: el guache, Efraín Lacera: tambora hembra,
Ramiro García: tambora hembra.
Después de esta agrupación he organizado otras que tuvieron muy buena acogida.
Evaristo Gutiérrez uno de los más entusiastas carnavaleros de aquí, me decía:
“Lacera, usted ha traído la alegría a Valledupar.” La tambora era solicitada a menudo
por las reinas y para amenizar fiestas. Nunca cobrábamos. La ideamos porque era
una de mis aficiones. Como reconocimiento a mi entusiasmo, persistencia y
disciplina, me nombraron miembro honorario del Club Nuevas Juventudes, muy
importante en esa época.
En 1962 hice un tubo gigante con el cual encabecé todos los desfiles como en tres
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Remembranzas de Valledupar
oportunidades en años sucesivos. Cuando fue Alcalde Don Manuel Pineda Bastidas,
me invitó a formar parte de la junta central del carnaval. Era tal la paz y tranquilidad
que se respiraba en el pueblo, conformado en ese momento por los barrios
Cañaguate, El Cerezo, la Garita, el Centro o la Plaza, que los “bandos,” traducidos en
decretos que leía la primera autoridad del pueblo, casi siempre en Cinco Esquinas,
encaramado en una tarima, con repique inicial de tambores para llamar al silencio y
como indicativo de respeto a la autoridad, se referían “ al orden y moralidad que
deben observarse en todos los actos de la vida social…” lo cual no se cumplía tan al
pié de la letra.
Las riñas eran a los puños, cuando arrebataban alguna pareja, sin que el contrincante
pidiera el respectivo “barato.” De las canciones de moda en esos momentos
recuerdo: Cosita Linda, La matica de mafafa, Besito salao, Carmen de Bolívar, San
Fernando, La pollera colorá, La banda borracha, Sonia, La tabaquera, El cebú,
Atlántico, entre otras.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Por disposición del alcalde de ese momento, en 1969 prohibieron los carnavales. Con
el transcurrir de los años seguimos con el mismo ánimo fiestero de ayer y quizá tenga
que despedirme ahora diciendo “ todo tiempo pasado fue mejor;” pero mientras Dios
me tenga con vida, estaré aquí en el Valledupar de mis amores como lo hice desde un
lejano 1955, cuando llegué a colaborar en el progreso y desarrollo de la ciudad
trayendo por equipaje mis herramientas de trabajo, mi tambora al hombro y la alegría
del carnaval que al desempacar y “registrar” con mis obreros el sonido jacarandoso
de la tambora samaria, armonizó de manera epontánea con la gente de la región y
con sus manifestaciones culturales.
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Remembranzas de Valledupar
“Juan K”, fue hombre de inteligencia chispeante, verbo rápido y florido, alegría
desbordante, parrandero, rumbero, excelente bailador, amigo de la buena música,
fino libador de tragos, con el chiste, la burla y el gracejo a flor de labios, al grado de
mofarse de sí mismo. Distinguido además por el buen gusto en el vestir y el uso de
finas joyas que lucía con ufanada fantasía. Tenía la habilidad y el desparpajo de los
hombres que lo desafían todo e influyen con su verbo y sus posturas en los demás.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
En los pre carnavales, transmitía por Radio Guatapurí, en una época con Leovigildo
Rodríguez, sus bien elaborados libretos denominados “Rosarios del Carnaval”, que la
gente esperaba con ansiedad por el sello de gracia y alegría que le imprimía a sus
comentarios, donde de manera precisa, haciendo gala de ironía y capacidad crítica,
parodiaba personajes y hechos del momento, sucedidos en el ámbito local, nacional
e internacional que desarrollaba de manera amena y sencilla. Criticas con un
rescoldo jacarandoso, pachanguero por lo cual logró cautivar la atención del
auditorio. Con estos comentarios perseguía lograr entre otros efectos:
Los “rosarios” iban acompañados de un fondo musical, cuya finalidad también estaba
distorsionada en la rítmica, así como el sonido de los instrumentos generalmente
usados que eran el carrizo, la flauta de millo y los tambores.
Todos: Por la señal, se fugó Santacruz, en el carro del Fiscal; de Andrés y de Misael,
libra al pobre Samper; de Medina y de Botero, sálvalo señor; y no te olvides, de darle
un alrevés, al siniestro del Freché. En el nombre del Senado, y de la Comisión de
Acusaciones, y de Heine Mgollon. Namen…
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Remembranzas de Valledupar
Solo: Los misterios que vamos a contemplar en el día de hoy son 8.000. El primero es
la cachaza de los jordanos y de los libaneses, nacidos, criados, bautizados,
camuflados y registrados en Atánquez, Mariangola y Chemesquemena.
Padre Nuestro que estás en los cielos, sácanos de este infierno venga a nosotros la
absolución de Ernesto, hágase Señor tu voluntad, y no la de El Tiempo, Semana,
Noemigaviria y demás insectos…
Solo: El valle de mis amores / Nunca pasará de moda /Aquí hay Jordanos de los
Pondores / Y Libaneses de Mariangola.
Estos Árabes Saudit / Estaban bien camuflados / Por su paisana Farah Liliain. En el
archivo de repatriados.
Camposoto muy enojao / Los pasaportes mandó al zipote /Porque estos Árabes
chimbiaos / No conocían ni al chicote.
Un Árabe con poporo/ Y con el Corán un Arhuaco /Fueron las vainas quea Camposoto
/ Por poco le da un infarto.
Padre Nuestro que estás en los cielos, sácanos de este infierno, venga a nosotros la
absolución de Ernesto, hágase Señor tu voluntad, y no la de El Tiempo, Semana,
Noemigaviria y demás insectos…
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Después de haber deliberado/ La Junta optó por elegí/ Como único y gran juradoal
correcaminos Carabali/ Romoca el Dañao y Panita/ Nando Comemuertas y el Yayo/
Fueron los grandes finalistas/Para el ejecutivo del año.
Todo se tuvo en cuenta/ Pa' que nadie se fuera a quejar/ y evitar alguna tutela;
Por su currículum y otras cositas/ Y por sus dotes de hombre honrado/ El Juez
sentencio que Panita/ Será Ejecutivo del año.
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Remembranzas de Valledupar
Lo escuché atenta al menor detalle de aquel recuento de sus vivencias del carnaval
tradición tan consolidada en él, al grado de llevarlo a hacer una parodia de su propia
profesión con un disfraz que causó regocijo en el pueblo y entre sus amigos. Fue el
denominado “El sacamuelas del pueblo.” Dijo, como yo soy odontólogo, busqué la
manera de ingeniarme para imaginar que estaba haciendo extracciones de muelas,
para lo cual fijé diversas tarifas, según la intensidad del dolor.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
Leonel Aroca Martínez oriundo de La Paz (Robles), vivió en Valledupar desde muy
joven. Fue verdadero enamorado de las festividades carnestoléndicas y su esposa lo
secundaba en esta afición. Pleno de imaginación y originalidad, nos habló de la
influencia que recibió cuando concurrió a carnavales internacionales, en especial al
Brasil donde disfrutó en varias oportunidades y presenció los bellos desfiles de
carrozas, comparsas, máscaras representando diversos personajes.
Por los años 1963, el tema es una alegoría a la época de la esclavitud denominado
“Barco negrero.”
Hubo un año que nos inspiramos en los gallos, fue en 1965, lo hicimos por ser una
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Remembranzas de Valledupar
Otro motivo de la historia universal que nos sugestionó fue “El Jorobado de Nuestra
Señora de París.” Por lo cual fue escogido como motivo en 1967. Lo presentaron
también en el Club Nuevas Juventudes, cuando Cecilia Villazón fue reina de carnaval.
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Giomar Lucía Guerra Bonilla
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