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Universidad de Costa Rica

Teoría Urbana
ll Semestre

Adriana Salvador Luna


B36385

Doble llave y cadena.


Ciudades para la gente.

La ciudad será, inevitablemente, reflejo inmediato de las construcciones sociales.​ ​No obstante,
la ciudad tiene la capacidad de moldear la realidad de las personas quienes la habiten.

Ambas tesis que resumen las posiciones de los videos expuestos, contrapuestos en idea,
resumen la ambigua naturaleza de la ciudad.

Será importante cuestionar la inercia con la que emerge la ciudad, con la que se transforma y
desde ahí cuestionar desde qué ámbitos se puede moldear la vivencia de los habitantes, cómo
los elementos que componen la misma son una traducción física de la vivencia inteligible (de
forma consciente) así como una entidad mutable, que tiene un carácter impredecible.

Será de igual importancia, entender cómo el espacio de la ciudad, sus sinuosidades, alturas,
estructuras, visuales, aperturas, luminosidad y conexiones además de todas sus carencias,
tienen la virtud de construir o des-construir las visiones antagónicas y nocivas dentro de la
comunidad bajo criterios de diversidad, convivencia, libertad, seguridad, etc. Al entender las
implicaciones de las decisiones de la ciudad como un ente vivo y en desarrollo, permite
adueñarse de la lógica con la que se puede construir la ciudad, siempre y cuando se estime la
naturaleza impredecible con la que se proyecta en la gente.

Hacer una revisión de las temáticas que eran preocupantes hace 13 años y encontrar un
panorama prácticamente idéntico al presente, hace cuestionar la injerencia que tenemos como
sociedad a la hora de moldear el espacio que nos circunda, así como el actuar de figuras
profesionales y/o estatales en la progresión y mejora de elementos que repercuten en la
construcción activa, participativa y benéfica de nuestra sociedad y nuestra cotidianidad. Pone
en jaque el quehacer de lxs planificadores y urbanistas, y apunta a la necesidad de
implementar estrategias que si bien no se develarán de inmediato, deberán trabajar en la
proyección de la ciudad, anticipante y preparada a cambios reaccionarios fuera del plan. Sin
embargo, en un rango de 13 años, no solo es fácil concluir que el imaginario de nuestra
sociedad se mantiene estancado, sino que los pasos en materia de apropiación de los nuevos
(y antiquísimos) conocimientos sobre las virtudes de la ciudad son nulos, pasivos o surgen
como fuerzas desligadas de lo que debería funcionar como una idea de progreso en
comunidad.

A nivel país, deberíamos hacer una reflexión minuciosa del carácter de nuestra sociedad,
desde sus aportes culturales así como sus carencias propulsadas por las lagunas de la
ignorancia, así como los déficits a nivel de organización, política, economía, planificación y
educación que no solo impactan a la vivencia que consideramos intangible, sino que estas
tienen el poder de construirse como plastilina en las rejas de nuestras casas, en los jardines, en
las calles. Se erigen como muros, visibles e invisibles, que tienen la capacidad de rechazarnos
del espacio designado para la convivencia, la tolerancia, la libertad y la comunión. Resulta casi
irónico, que las formas de nuestra sociedad, nos enajenen del mismo espacio que creamos
para existir y para progresar. Aún más irónico, que nos concentremos en espacios reducidos y
colindantes con el fin de estar cerca de las necesidades básicas, para que en el tejido de las
actividades se creen conexiones, para simplificar la vivencia, para controlar lo que sucede y
generar algún sentimiento de seguridad. No obstante atropellamos la accesibilidad, enjaulamos
los espacios públicos, armamos bordes y muros para separarnos del otro, amenazamos
constantemente la libertad, seguridad, expresión, y nos damos el lujo de reclamar el espacio
que nos empeñamos a destruir desde las ideas.

Cuando nos alejamos del mapa, tomamos perspectiva y entendemos la ciudad, más allá de sus
componentes, y nos devolvemos a los principios básicos de la misma, de las necesidades
inocuas de las personas de organizarse y planificarse en un espacio físico, podríamos deducir
que la ciudad se ha dejado ir, casi como si fuera un proceso natural y desinteresado. La GAM
por ejemplo, trabaja en su ciudad construida y existente, como si fuera un collage y rellena las
faltantes, teje las partes a pedazos y se modifica con lo que hay. Pero, desde el diseño se
entiende la cualidad y gran responsabilidad de anticipar y prever procesos para poder
afrontarlos de la mejor manera, así como a lo inoportuno e impredecible.

El borde representado en todas sus posibles formas nos coloca a las personas en dos posibles
posiciones, ambas constreñidas a la idea que hay algo en el medio que transgrede nuestra
libertad, y que no podrán ser compartidas, porque yo estoy detrás de la división y usted del
otro. El borde existe desde la forma en que nos sentamos en extremos opuestos en la mesa,
hasta el borde fronterizo entre Costa Rica y Nicaragua. Y es que somos meramente territoriales
y defensivos de lo que creemos que hemos conseguido y reclamamos con total autoridad... y
de nuevo se convierte en una paradoja comiquísima, en donde protegemos ideales absurdos
para mantenernos “seguros” y en “total bienestar” y no nos damos cuenta que al
encapsularnos, nos privamos de vivir la ciudad en plenitud mientras rechazamos la
multiplicidad de conexiones y yuxtaposiciones que ofrece el espacio urbano por su carácter
innato de concentración.
Es por esto que el borde se convierte en una enseñanza inminente del poder de la forma, del
dialogo abierto de la ciudad, del impacto que tiene el espacio físico en la manera en que se vive
pero también en los modos en que nos proyectamos entre personas y se construyen actitudes
sociales, fenómenos como resultantes del espejo de la ignorancia y el descuido en el desarrollo
y planificación de los procesos de convivencia y vivencia.

Jan Gehl dice: “Encontramos que el comportamiento de las personas dependerá de los que se
les invita a hacer” y que “A mayor cantidad de calles, mayor cantidad de tráfico. Mientras más
atractivo sea un espacio público una mayor cantidad de personas querrá usarlo”. Esa invitación
es sugestiva y tangible, por lo tanto deberá ser erigida desde la escala, la apertura, las texturas,
las conexiones, la apertura, la altura. Porque estas no solo guían al cuerpo, sino a toda la
amplia gama sensorial que está mucho más ceñida a las dimensiones físico-temporales pero
también a todo lo que puede suceder en la interacción entre personas (y/o animales,
naturaleza, etc…) que ni siquiera pueden ser descritas bajo esos criterios. Ciertamente desde
el diseño del espacio urbano se pueden encausar esos encuentros y provocar cambios
verdaderos y positivos en como ejecutamos nuestras tareas diarias, en como percibimos al
otro, en cómo nos acuerpamos en comunidad y que abandonando la posición de territorio, es
decir abriéndose, terminamos recibiendo las ventajas del compartir.

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