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Aunque no se puede hablar precisamente del "Dios del Salesiano", si hay que
indicar que la experiencia del encuentro con El, y del "estar con El", que es la actitud básica
del cristiano, reviste características propias según las circunstancias personales, ambientales
y, en este caso, también carismáticas por parte del hombre. En este sentido, el "lugar"
donde el salesiano encuentra a Dios no es el mismo donde lo encuentra un benedictino, o
un cartujo, o un laico casado.
Con todo, tiene que haber prioridades, acentos, pues si no, todo seguiría siendo
teoría y no se adecuaría ya a la peculiaridad de cada uno, a la especificidad y vocación
personal" (F. WULF, Fenomenología Teológica de la Vida Religiosa, en: Mysterium
Salutis IV/2, Madrid, 1975, p. 454; cfr. pp. 446-454).
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El sistema preventivo apela y trata de responder al anhelo de Dios, que todo hombre
lleva en lo más profundo de su ser: imitando la paciencia divina, pues no siempre este
anhelo se percibe tan nítidamente.
* Nuestra misión, "ser testigos y portadores del Amor de Dios", incluye LOS
DESTINATARIOS: "los jóvenes pobres y abandonados" (2), lo mismo que EL
METODO: "la caridad pastoral, síntesis del Sistema Preventivo" (26).
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- la participación solidaria del propio privilegio de una vida feliz debido a una buena
educación cristiana y a una válida formación humanista (31);
En este sentido, los destinatarios son el "lugar" donde el salesiano puede hacer
experiencia del Dios que le envió y le confió una misión. A El puede y debe encontrarle en
ellos, y en ellos puede y debe verificar su amor a El (95).
Por esta razón, los jóvenes pobres y abandonados, lejos de ser un obstáculo para la
experiencia de Dios del salesiano, son el lugar privilegiado para su encuentro.
Intentar buscarle fuera de ellos resulta una engañosa ilusión: estar adorando a un
Dios que es proyección nuestra, a la medida de nuestras inclinaciones y gustos (cfr. Mc. 8,
33b; Is. 55, 8s); y poner en peligro nuestra santificación, por autoprivarnos del medio por
excelencia que Dios nos dio para ello: "En el cumplimiento de esta misión encontramos el
camino de nuestra santificación" (2).
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Esta misma solidaridad con nuestros hermanos, sobre todo con los más pobres y
abandonados, nos permitirá experimentar la felicidad prometida por el Señor a los pobres
de espíritu (Mt. 5, 3) (75; 79). Incluso se nos invita, como expresión total de confianza y
abandono en la Divina Providencia, a renunciar definitivamente a todos los bienes (74).
La castidad, vivida desde la fe como un don precioso de Dios, nos impulsa a amar a
El y a nuestros hermanos incondicionalmente, con un corazón indiviso (80). En la
realización concreta de nuestra Misión, esta entrega total al Señor nos permite ser testigos
de la predilección de Cristo por los jóvenes (81). Siendo conscientes de que es un don que
exige esfuerzo diario de fidelidad, y de que sólo Dios puede ayudarnos a vivirla
fecundamente, como respuesta a las profundas aspiraciones de la naturaleza humana (82),
vivimos en su presencia e imploramos su ayuda y su gracia (84).
Aun sin identificarse estos dos elementos fundamentales de nuestra vida, ya que
debemos experimentar la presencia y el amor de Dios en todas las dimensiones de nuestro
existir salesiano, es indudable que la oración es la expresión más plena de nuestro "ser
hijos" del Padre, en Cristo Jesús (filii in Filio); y hace posible nuestra vida comunitaria, la
práctica de los consejos evangélicos y la realización de nuestra Misión. Sin ella, nuestra
vida se vuelve activismo funcionalista, y caemos en el peligro de entender sofísticamente la
frase "el trabajo es oración". No se puede ser "contemplativo en la acción" (C 12) si no se
es, también, "contemplativo en la oración".
Son varias las actitudes que traducen esta experiencia de Dios en la oración:
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- Como respuesta a la iniciativa gratuita del Amor de Dios, está ante todo el
esfuerzo por escuchar la Palabra de Dios, que es luz para conocer su Voluntad en los
acontecimientos, y fuerza para vivir con fidelidad nuestra vocación (87). En especial, en la
Liturgia de las Horas nutrimos nuestra unión con el Señor y nos mantenemos atentos a su
Voluntad (89). Asimismo, en los momentos especiales se nos invita a escuchar con una
actitud de apertura y disponibilidad total a su Palabra (91).
- La oración guarda una relación íntima con la Misión: reaviva nuestra conciencia
de la tarea que el Señor nos encomienda, en vistas a la salvación de nuestros destinatarios
(85), nos hace rezar por los jóvenes y con ellos (86), nos da dinamismo y constancia en
nuestro trabajo, sobre todo en la Eucaristía y en las visitas frecuentes al Santisimo (88).
Asimismo, la Penitencia purifica nuestras intenciones apostólicas (90) y sostiene nuestra
entrega al prójimo (93). En especial, el articulo 95 acentúa maravillosamente esta relación
de la oración con la Misión, sobre todo si se confronta con el correspondiente articulo de la
redacción de 1972. En el presente texto se acentúa la relación positiva entre la oración y la
vida pastoral, y cómo ésta alimenta nuestro encuentro con el Señor, aprendiendo a
descubrirle en aquellos a quienes El nos envía.
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Esto nos lleva a superar una posible "nostalgia" por los tiempos pasados, "cuando
nos sentíamos cerca de Dios..." (noviciado, etc.). También para nuestra vida vale el que “el
salesiano no se lamenta del tiempo en que vive” (C 17); es en el presente donde el Señor
nos invita a responderle, en nuestro compromiso permanente de formación y de trabajo
pastoral.
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El Dios de Jesucristo es un Dios que "nos llama por nuestro nombre", para que
colaboremos con El en nuestra propia salvación y en la de aquellos a quienes El nos envía.