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Introducción:
El presente ensayo tiene por objetivo hacer un análisis de la película El Ángel
Exterminador, dirigida por Luis Buñuel, a través del establecimiento de un diálogo
entre esta y algunos postulados del filósofo Friedrich Nietzsche. Para ello, debemos
primero explicar de manera muy breve cuál es la trama de la película y mencionar
las ideas principales del filósofo seleccionado que tendrán lugar en este trabajo.
En el filme El Ángel Exterminador, se muestra la historia de un grupo de bur-
gueses que, tras asistir a una cena en casa de una de las parejas, quedan encerra-
dos por motivos desconocidos. Antes de que esto suceda, todos los empleados
domésticos sienten la necesidad de irse del lugar y así lo hacen.
De la obra de Nietzsche resulta relevante para este análisis retomar tres
ideas que atraviesan su obra. La primera, es la de la muerte de Dios. La segunda,
es la de “El loco”. Y la tercera, es la de lo dionisíaco frente a lo apolíneo. La teoría
que encontramos en la obra de este filósofo nos servirá como fundamento de las
conclusiones que se pretende expresar.
Así mismo, en el ensayo también se introducen reflexiones personales, pro-
ducidas a partir del filme y la teoría filosófica escogida. Esto se hace con el objetivo
de presentar las ideas de la manera más auténtica posible. El ensayo en su totali-
dad está marcado por un ejercicio introspectivo. Esto puede tener por consecuencia
una disminución del rigor académico. Es necesario comprender que las posturas
personales que se expresan aquí se intentan justificar de la mejor manera posible
pero esto no las exenta de estar influenciadas por algo más que la razón y la lógica.
La postura que se pretende sostener en este ensayo es que el ser humano
es, como lo dejó claro Nietzsche, un ser complejo cuya vida está atada a tres cosas.
La primer son sus creencias y el constante conflicto con las mismas, expresada en
la idea de la muerte de Dios. La segunda es si insignificancia que coexiste con su
deseo de significancia, expresada en la idea de El Loco. Y la tercera es su dualidad
racional e irracional, expresada en la idea de lo apolíneo y lo dionisíaco.
Justificación y Contexto
Es pertinente advertir lo siguiente: tanto la obra de Luis Buñuel como la teoría
de Friedrich Nietzsche están sujetas a distintas interpretaciones. En este ensayo, la
interpretación predominante es la propia y no las tradicionales. De no ser así, se
perdería por completo lo auténtico de su aspecto reflexivo.
Antes de abordar a mayor profundidad los aspectos ya mencionados, debe-
mos justificar por qué se ha tomado la decisión de juntar en un mismo ensayo la
obra de Luis Buñuel con la obra de Nietzsche. Para ello tomaremos en consid-
eración algunos datos relevantes de cada uno de los personajes.
Luis Buñuel (1900-1983) fue un cineasta de nacionalidad española que
dedicó sus obras cinematográficas al movimiento surrealista. Es sabido que este di-
rector, tomaba algunas de las ideas que plasmaba en sus películas de sus sueños.
El hecho de que sea surrealista es lo que nos explica la aparente inverosimilitud de
sus obras.
El Ángel Exterminador es una película situada en el contexto de México. En
esta se muestra a la clase burguesa desplazarse desde lo que es considerado lo
más sofisticado hasta lo más primitivo. Resulta interesante acotar, que el nombre de
la película hace referencia al pasaje bíblico en el que todos aquellos hijos primogéni-
tos que habitaban casas cuyas puertas no fueron marcadas como Dios lo indicó,
fueron exterminados.
Es importante tomar en consideración estos factores antes de pasar a hacer
un análisis. La postura que se defiende en este ensayo, como ya se mencionó, es la
de la complejidad humana. Así pues, la obra de Buñuel es también una obra com-
pleja. Esta se encuentra repleta de símbolos que representan cosas que en oca-
siones por desconocimiento no logramos captar. Por ejemplo, los borregos en la
película podrían ser un símbolo que hace referencia -como el título- a lo bíblico. Bien
sabemos, por el final del filme, que quienes quedan encerrados en la iglesia como
una vez lo estuvo un grupo más reducido en la casa, se salvan. Y sin embargo, no
resultan tan evidentes como esta todas las conexiones teóricas que atraviesan la
obra del director.
Friedrich Nietzsche (1844-1900) fue un filósofo alemán destacado por su ni-
hilismo. Su obra estuvo directamente influenciada por la de Arthur Schopenhauer y
el contexto de guerra y dolor de aquel entonces explica en gran parte por qué am-
bos autores elaboraron teorías que son consideradas nihilistas. El nihilismo se con-
sidera como una corriente filosófica que no reconoce en el mundo una posibilidad
real de acceder a la verdad. Así mismo, niega que exista una cosa tal como la ética
universal. Y si es que existe, sostiene que no somos capaces de conocerla.
Es necesario aclarar, que el nihilismo en ocasiones es interpretado como re-
lativismo absoluto. Cuando esta interpretación se toma por cierta, suele decirse que
Nietzsche no plantea nada de manera clara e incluso hay quienes no lo consideran
filósofo por lo mismo. Es decir: se le acusa de falta y estructura y rigor filosófico.
Pero lo que se considera en este ensayo es que este filósofo -reconocido como par-
te de la escuela de la sospecha- lo que en realidad hace es cambiar el paradigma
de la filosofía reconociendo la complejidad y el caos del mundo.
Desarrollo:
La muerte de Dios
Probablemente la frase más conocida de Nietzsche es “Dios ha muerto”. Esta
suele interpretarse como una declaración de ateísmo, cuando en realidad, si la anal-
izamos en su contexto, este puede llevarnos a una explicación más completa. Em-
pecemos por decir que de esta frase solo suele citarse la mitad. En realidad, la frase
es: “¡Dios ha muerto y nosotros lo hemos matado!”. Esta simple aclaración da un
giro importante a la interpretación usual.
Si consideramos que Dios es, por definición, inmortal, esta muerte de la que
habla Nietzsche probablemente no refiere a la existencia misma de Dios. Y si a esto
añadimos la incidencia de los hombres en el supuesto hecho, entonces hay una cla-
ra indicación de que puede tratarse de un asunto de percepción. Es posible que
aquello a lo que hace referencia Nietzsche cuando afirma que Dios ha muerto y no-
sotros los hombres lo hemos matado, no sea Dios en sí mismo sino simplemente la
idea de Dios.
Lo que sigue de esto es preguntarnos qué significa la idea de Dios. Lo que
hay que considerar es que para Nietzsche, Dios era un conjunto de ideas muy es-
pecíficas. Tenía en la sociedad la función de ideal, apoyo y guía. Y estaba configu-
rado por una serie de valores cristianos. Todo esto nos indica que la idea de Dios, o
el Dios al que hace referencia el autor, es más la de una ideología que la de un ente
divino.
Pasemos ahora a analizar dónde sería adecuado ubicar a Dios en el contexto
de la película. Recordemos que se trata de un grupo de burgueses que -a diferencia
de los sirvientes- no pueden escapar de una casa. Las prioridades de la burguesía
suelen encontrarse en cuestiones como el dinero, las posesiones materiales y el es-
tatus social. Dios puede ser entendido como aquello que un grupo de personas ubi-
ca en el primer lugar de sus prioridades. De modo tal, que podríamos llegar a una
reflexión interesante si afirmamos que para los burgueses Dios está conformado por
sus prioridades.
El grupo social del que estamos hablando se caracteriza en pantalla como
ensimismado, egoísta y sumamente arraigado a ciertas normas. Estas normas, a lo
largo del filme se van rompiendo. Entre el ambiente que podemos percibir en las
primeras escenas y el ambiente que podemos percibir en las últimas, hay un cambio
importante. Y este cambio podría ser entendido usualmente como decadencia. Es
decir: se abandonan las normas y se pasa a un estado que resulta mucho más sal-
vaje y primitivo.
Si entendemos a Dios como una ideología, la muerte de Dios ocurre cuando
los postulados de esta se ven violentado. En este caso, quienes violentan su ideolo-
gía son los mismos que han decidido acuñarla en primera instancia. Pero lo que es-
tamos aquí afirmando -que la muerte de Dios podría tratarse más bien de la muerte
de un ideal y por lo tanto de una ideología que lo contenga- no está aún suficiente-
mente sustentado. Es por ello, que pasaremos ahora a ampliar nuestra noción sobre
esta idea, abordando otra que se encuentra en el mismo texto del autor.
El problema de si la frase “Dios ha muerto” puede aplicarse o no al caso de
las ideologías no quedará del todo resuelta en este ensayo. Sin embargo, nos
tomaremos la libertad de flexibilizar un poco esta idea y trasladarla a los distintos
ámbitos, entendiendo que lo que Nietzsche está queriendo decir es que el hombre el
ocasiones es quien acaba con sus propios ideales. Esta interpretación es, como to-
das, una interpretación cuestionable.
La complejidad del ser humano queda expresada en esta idea de Nietzsche
de manera muy clara. La existencia de Dios no es un asunto que el hombre pueda
comprobar. Y sin embargo, la existencia de la idea de Dios sí le resulta accesible.
De esta manera, el hombre puede bien ser creador de sus propias creencias y estar
a la vez en conflicto con las mismas.
Un ejemplo claro que podemos ver en la actualidad, es el de las religiones y
la espiritualidad. Si bien no son la misma cosa, estas pueden coexistir. Mientras que
las religiones están institucionalizadas, la espiritualidad no tiene que estarlo. En
nuestro tiempo podemos acceder a información sobre ambas cuestiones y sin em-
bargo a nivel personal, solemos encontrarnos con dilemas y conflictos en estos ám-
bitos.
Es decir, así como decidimos creer en algo -como en Dios- somos capaces
de cuestionarlo. Es decir: los hombres no solo estamos dotados de capacidad de
creer sino además de capacidad de cuestionar. Y los cuestionamientos pueden tan-
to derribar la creencia como fortalecerla dependiendo del caso.
Sumado a el problema de las dudas propias, debemos considerar que nue-
stro entorno en ocasiones nos arrincona también hacia ciertas dudas y entonces
nuestro sistema de creencias se puede ver afectado. Tanto la religión como la espiri-
tualidad están repletas de ideas y de emociones, que en ocasiones chocan entre sí.
Lo complejo del ser humano se hace evidente en estos conflictos que resul-
tan de combinaciones entre lo interno y lo externo que son en ocasiones inde-
scifrables. Debido a que carecemos de una verdad universal y absoluta, nos deba-
timos constantemente entre las distintas posibilidades que se nos presentan. Y, más
importante aún, esto es algo que se desplaza hacia todos los aspectos de la vida
humana. Es posible que la falta de certezas sea uno de los principales motivos de la
complejidad de la vida humana.
El loco
Entre los aforismos de Nietzsche se uno titulado “El loco”. Es ahí donde se
ubica la idea previamente tratada de la muerte de Dios y donde se ubica también la
idea del loco. Son muchas las preguntas que se plantean en este pasaje. Re-
tomaremos aquí solamente algunas de ellas, intentando lograr una analogía entre la
película de Buñuel y el aforismo Nietzscheano.
Lo primero que veremos entonces es que el loco es aquel que en plena luz
del día sostiene un farol. Es decir: que actúa como si necesitara luz para encontrar
algo, cuando hay luz. Podría pensarse lo mismo de la trama en El Ángel Extermina-
dor: que buscan desesperadamente una salida cuando la salida no ha dejado de es-
tar en ningún momento. Finalmente, los motivos del encierro no quedan nunca ex-
plicados del todo y todo parece indicarnos que se trata simplemente de que los
hombres no tuvieron la voluntad de salir en el momento indicado.
Lo segundo que veremos es una insinuación que se presenta en este pasaje:
“¿No es demasiado grande para nosotros la magnitud de este hecho ¿No ten-
dríamos que convertirnos en dioses para resultar dignos de semejante acción?” Esto
nos recuerda a la frase bíblica “seréis como dioses”, ubicada en el génesis durante
la tentación para Adán y Eva. Es decir: tal vez el motivo por el cual se asesina
metafóricamente a Dios, es para ocupar su lugar.
Si hacemos un intento de analogía entre esto y la película, podemos remitir-
nos a los momentos de salvajismo, en los cuales ante la ausencia de una ley o auto-
ridad que resulte legítima para todos empieza a darse una lucha de poder. Todos
quieren tener la razón y el control. La pregunta que tenemos que hacernos es si es
posible tal cosa o si más bien somos incapaces de encontrar cosa tal como la ver-
dad o de hacer cosa tal como controlarlo todo. El caos constante en el que vivimos,
podría indicar que no lo somos.
El tercer y último aspecto que someteremos a análisis será el final del aforis-
mo nietzscheano. En este se narra que el loco después de haber hecho sus de-
claraciones y planteado sus preguntas frente a todos, se dedicó a ir por las iglesias
entonando “el descanso eterno de Dios”. De todas las iglesias fue expulsado y
cuando esto sucedía preguntaba si no se habían convertido las iglesias, acaso en
las tumbas de Dios.
Afirmar la muerte de Dios y -además- hacerlo en una iglesia, constituye una
violación de las normas establecidas por la iglesia misma. Si comparamos esto con
lo mostrado en la película de Buñuel, diremos que todos los actos primitivos y salva-
jes cometidos en la casa, atentaron contra las reglas bajo las cuales se actuaba
normalmente no sólo en esa casa sino en la sociedad burguesa en general. Sin em-
bargo, al final, parece resultar poco relevante para los personajes la decadencia que
está ocurriendo alrededor. Hay una serie de intentos por volver a la norma, como
cuando uno de los personajes pretende organizar a los demás para mantener el or-
den o al menos mantener el orden de las cosas. Sin embargo, todo va en declive y
cada intento de retorno a lo ético resulta frustrado.
A modo de reflexión en este apartado, plantearemos la siguiente pregunta: si
analizamos primero la película y vamos después a la teoría de Nietzsche sería posi-
ble afirmar que cuando se retoma el orden y la comunicación, como en la escena en
la que los personajes vuelven a llevar a cabo la despedida junto al piano, se en-
cuentra la salida. Esto podría sugerirnos que el regreso a Dios o -si se quiere- el re-
greso al ideal, son posibles. Afirmar esto con certeza no nos es posible. Sin embar-
go, sabemos que puede existir un flujo entre el caos y el orden. Tal tema lo abor-
daremos a mayor profundidad en la siguiente sección.
Respecto a la postura que se sostiene en este ensayo -que el ser humano es
complejo- la figura del loco resulta bastante orientadora. El loco es un individuo que
plantea pregunta tras pregunta sin arrojar las respuestas de las mismas. En oca-
siones, las dudas nos insinúan cosas y sin embargo no presenta nunca una postura
definitiva. Lo único que afirma es que Dios ha muerto. Pero es importante decir que
lo hace sin tener certeza sobre qué significa tal cosa. Posterior a esta aseveración
lanza un torrente de interrogaciones que no hacen más que indicarnos que incluso
eso que declara es cuestionable.
Esto nos da algunas pistas para abordar la complejidad del hombre. El loco -
que nos representa a todos los hombres- es aquel que no para de dudar. Los seres
humanos nos encontramos en constante cuestionamiento de la vida misma. ¿Quién
soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Para qué estoy aquí? son sólo algunas de
las más elementales preguntas de la vida humana.
En mi opinión, el motivo por el cual esto nos ocurre corresponde a nuestra
complejidad. Dudamos porque nos consta que la mente puede arrojarnos en oca-
siones a respuestas correctas o a respuestas incorrectas. Y además de esto, sabe-
mos que en ocasiones ni siquiera somos capaces de determinar a cuál de los dos
tipos corresponden.
Esto nos lleva a reflexionar sobre la coexistencia de nuestra sabida insignifi-
cancia y nuestro deseo de insignificancia. Podemos comprendernos a nosotros
mismos como simples instantes en el infinito. En este sentido, somos insignificantes.
Pero también podemos comprendernos a nosotros mismos como seres poderosos
capaces de hacer cosas grandiosas, por ejemplo cambiar la vida de alguien. Sin
embargo, esto podría regresarnos a lo anterior: la vida de ese alguien tampoco es
más que un instante.
La complejidad de la vida humana se explica también cuando comprendemos
que coexisten en nosotros estas dos posibles nociones y que en ocasiones recono-
cer la vida como insignificante se derive en un deseo de poder. Por ejemplo, si nos
comparamos con Dios o con una ideología, es posible que experimentemos emo-
ciones que nos conducen a sentirnos irrelevantes, y entonces un deseo de poder, de
ser percibidos, relevantes y reconocidos nos podría llevar a querer ocupar -por
ejemplo- el lugar que se le da tradicionalmente a Dios.
En pocas palabras: todos estamos deambulando a plena luz del sol con una
linterna encendida porque a pesar de que es de día, nuestra complejidad casi nunca
nos permite ver con claridad. El concepto de locura es un concepto que al que le
han sido atribuidos algunos prejuicios, pero estos se derivan de lo que veremos en
la siguiente parte: occidente ha preferido aquello que decidió llamar cordura por en-
cima de aquello que decidió llamar locura pero en realidad no es posible renunciar a
ninguna de las dos.
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