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Perfil de los alumnos: una propuesta del Ministerio

de Educación de Portugal
30 de mayo de 2017

Experiencias internacionales, Innovación educativa

Hace unas semanas, en un anterior post, hablé de un programa piloto que el


Ministerio de Educación de Portugal pondrá en marcha el próximo curso. El
programa se llama Autonomía y Flexibilidad, abarca cerca de 200 escuelas del
país y tiene por objetivo conseguir que los alumnos sean más protagonistas de su
aprendizaje, y que este aprendizaje sea más significativo y esté basado en el
trabajo experimental y las competencias.
En este marco, en aquel post, me referí a la propuesta de establecer un perfil
nacional común del alumno a la salida de los 12 años de escolaridad
obligatoria. Hoy deseo profundizar en este importante elemento y en la novedad
que representa en el panorama educativo internacional.
Este perfil contempla ocho principios educativos, una visión del ciudadano
del siglo xxi, seis valores y doce competencias clave, tiene una base
humanista y ha sido consensuado con los principales actores de la
comunidad educativa. Se habla de formar personas libres, responsables,
autónomas y conscientes de sí mismas y del mundo que les rodea. Personas
capaces de lidiar con el cambio y la incertidumbre en un mundo en rápida
transformación; críticas, creativas y con competencias para el trabajo colaborativo
y capacidad de comunicación. Asimismo, aptas para continuar su aprendizaje a lo
largo de la vida como factor decisivo de su desarrollo personal y de su
intervención social sostenible.
Tal y como plantea el documento elaborado, tener un perfil definido no es un
intento uniformizador. Al contrario, se trata de tener un marco común de referencia
que potencie la libertad, la responsabilidad y la valorización de la persona en el
trabajo de los educadores en las escuelas. Ante los demás y ante la diversidad del
mundo, el cambio y la incertidumbre, es importante crear unas condiciones de
equilibrio entre el conocimiento, la comprensión, la creatividad y el sentido
crítico. Se trata de formar personas autónomas y responsables y ciudadanos
activos. Y para ello, los conocimientos, aunque necesarios, no son
suficientes.
Es importante decirlo alto y claro. Hoy, en todos los países, los conocimientos,
estructurados en currículums oficiales excesivamente extensos, dominan el
proceso de enseñanza y aprendizaje y dictan, cual dictador de la comunidad
educativa, casi todos los minutos y actos educativos. En base a ellos se
programa y planifica, en base a ellos se realiza la clase y en base a ellos se
examina y evalúa. Y aunque el currículum tenga una estructura competencial,
aunque se separen las competencias específicas de las transversales y, en base a
una distinción que proviene del mundo anglosajón, se distinga entre
competencias hard y competencias soft, continuamos hablando de currículum y
competencias. No del modelo de persona a educar.
¿Y dónde queda el modelo de persona que queremos educar? La mayor parte
de las veces queda en un documento de referencia, dentro del proyecto educativo,
que no llega a hacerse presente dentro del aula. A menudo es un brindis al sol. O,
a lo máximo que podemos aspirar, en palabras de algún directivo, es a que esté
presente mediante una lluvia fina que impregne la escuela… y ya sabemos que
últimamente la lluvia escasea.
Por esto me parece tan importante que un ministerio, mediante un trabajo de
consenso, y antes de poner en marcha un programa piloto, ponga sobre la mesa
un perfil del alumno que queremos educar, con la clara intención de “reequilibrar”
el excesivo peso del currículum en el proceso de aprendizaje y dar mayor
importancia a la educación de la persona.
De hecho, en mi opinión, transformar la educación ha de significar,
fundamentalmente, darle la vuelta completa (flipped school) al proceso de
aprendizaje que, en lugar de estar centrado en la transmisión de
conocimientos, debe de estar centrado en la educación de la persona en
base a un perfil del alumno consensuado en la comunidad educativa. Y en base a
este perfil del alumno y a los recursos disponibles, se debe programar y planificar
un conjunto de actividades con las que se deben conseguir unos resultados en
términos personales y académicos a fin de impactar de forma clara en los alumnos
para conseguir el modelo de persona que queremos educar. Y en este contexto,
los contenidos estructurados en un currículum (si es posible en base a
competencias) son un medio, no un fin en sí mismos.
Y para conseguir esto vamos a necesitar de una metodología de diseño y
planificación educativa, específica y distinta de la que ahora tenemos. Pero este
tema lo explicaré en otro post.
Ojalá otros gobiernos sigan el ejemplo del Ministerio de Educación de Portugal y
decidan crear, de forma consensuada y participativa, unos perfiles del alumno que
queremos educar como forma de “reequilibrar” el excesivo peso del currículum. No
tiene ningún sentido dedicar toda nuestra energía a transmitir unos
conocimientos que no van a ser claves para el alumno y olvidar los
elementos esenciales que conforman la persona y que le van a ser
imprescindibles para ser ciudadanos de este siglo.
¿Por qué leer «Reimaginando la educación»?
16 de octubre de 2017

Reimaginando la educación
La educación debe reimaginarse. Y es una herramienta tan poderosa e
importante que no la podemos dejar en manos de la inercia o de la mera
actividad por la actividad. Tampoco podemos esperar que una nueva ley o
norma la transforme. La educación se debe transformar de abajo arriba. Con la
participación de toda la comunidad educativa.
La educación te necesita para cambiar. Sí, te necesita a ti. Por esto he
escrito este libro. Este no es un libro corriente. En él no encontrarás soluciones
técnicas. Tampoco encontrarás profundas explicaciones de por qué debemos
hacer el cambio. Ya existen muchos libros que cuentan todo eso, pero a menudo
no desarrollan lo que, a mi entender y de acuerdo con mi experiencia, es esencial
para poder realizar un cambio profundo en la educación.
Este no es un libro largo ni complejo. Y, por supuesto, no es un manual al uso. Es
un libro que quiere involucrarte, que quiere ayudarte a reflexionar, a cambiar la
mirada.
Con este objetivo he escrito Reimaginando la educación, 21 claves para
transformar la escuela. Lo que en él explico y sobre lo que reflexiono es una
destilación de lo que he ido observando, aprendiendo y descubriendo en todas mis
experiencias personales y profesionales como profesor y directivo de centros e
instituciones educativas.
La escuela, la universidad, son personas, personas que hacen muchas
cosas con otras personas y para las personas. Y solamente la persona, cada
una de ellas, puede decidir realizar un cambio educativo. Y solo si lo decide en su
interior, si lo decide libremente, si sueña y se arriesga a dar el salto.
Y precisamente en el interior de las personas, y sobre todo en el interior de los
directivos educativos, reside la principal fuerza y también la limitación más
importante para realizar el cambio. La fuerza para el cambio reside en la
conexión entre la vocación y la mirada dirigida a la persona y al futuro. La
limitación radica en los marcos mentales desajustados respecto al momento que
vivimos y al futuro que adivinamos.
Por ello, en este libro abordo todos los temas y reflexiones que normalmente no se
tratan cuando se quiere realizar un cambio educativo. En él invito a pensar,
escribir, dibujar, reír, enfadarse, jugar, debatir contigo mismo, debatir con otras
personas de tu comunidad educativa, anotar, colorear… Me propongo no dejar
indiferente. Provocar un impacto. Un cambio.
Los 21 elementos que comparto en el libro son los que según mi experiencia
son claves para realizar el cambio educativo. Es más, si aparecen y se dibujan
en las personas y en los equipos involucrados en la transformación, esta acontece
y avanza. Por el contrario, aunque tengamos mucha técnica, hagamos mucha
formación y le pongamos mucha ilusión, sin estos elementos fundamentales que
presento y comento, el cambio es muy difícil que se realice y se consolide.
Son 21 palabras claves que abren sendos capítulos para ayudar a cambiar
marcos mentales. Para que resulte más fácil desaprender y volver a aprender.
Después, tú, que conoces tu propia realidad, podrás trazar tu propio camino del
cambio y compartirlo con tu equipo y tu red. Porque solamente juntos podemos
avanzar.
Anímate a leer el libro. Espero inspirarte para reimaginar la educación. Reimaginar
tu escuela, tu centro. Espero ayudarte a actuar con conexión y sentido, y
encaminándote hacia tu horizonte de cambio. Así, juntos, todos y todas los que
soñamos transformar la educación, nos ayudamos y nos inspiramos.
Si es así, me sentiré muy feliz… y no dudes en comentar y compartir conmigo tus
ideas si así lo deseas.
¿Innovamos para adaptar o innovamos para
transformar?
19 de diciembre de 2017

Innovación educativa
Esta es una pregunta muy importante para todas las escuelas y universidades,
sobre todo en el momento en que, como institución, nos cuestionamos dónde
queremos estar, en cuanto al cambio educativo se refiere, dentro de algunos años.
Es decir, ¿vamos acumulando pequeñas innovaciones, curso tras curso, que nos
ayudan a adaptar mejor el modelo que tenemos o enfocamos una transformación
a fondo de dicho modelo? Vayamos por partes.
A menudo se afirma que innovar es transformar, pero en educación, teniendo en
cuenta el marco sistémico que normalmente nos encorseta, esto no siempre es
cierto. Y no sólo depende de nuestra intención o nuestra voluntad…
Cuando hablamos de innovar, normalmente estamos planteando mejoras y
retoques dentro del modelo clásico de enseñanza y aprendizaje y, por tanto,
sin un planteamiento de cambio profundo. Es lo que se denomina «mejora
continua». Las acciones de innovación son más bien operativas y con pocos
riesgos estructurales o culturales. Sabemos el terreno que pisamos. Copiamos,
adaptamos, rectificamos, reinterpretamos, sustituimos, apedazamos. Aunque al
principio algunas innovaciones pueden apuntar alto, precisamente para no
provocar un cambio más sistémico o porque chocamos con un techo de cristal que
nos impide ir más allá, con frecuencia acaban adaptándose a las condiciones
estructurales existentes. Como consecuencia de ello, las innovaciones que se
acaban realizando, afectan un tanto por ciento marginal de la vida de aprendizaje
del alumnado en el centro. Además, a menudo dependen, finalmente, de la buena
voluntad del maestro o profesorado que debe aplicarlas en su grupo aula.
Además, no requieren demasiado esfuerzo o energía colectiva, ni grandes
decisiones o liderazgo. La formación es su instrumento fundamental, sin garantizar
su aplicación una vez que esta formación se ha realizado. Normalmente se trata
de una formación, además, que no interpela internamente, sino que mira hacia
afuera. Tampoco se requieren grandes planes a medio o largo plazo. Más bien las
innovaciones se plantean curso a curso, y tienen mucho que ver con la propia
evolución del sector educativo, en el que siempre hay algún movimiento de
innovación basado en tecnologías o metodologías y productos. Ejemplos de ello
en los últimos años han sido la incorporación de las TIC, los sistemas de calidad o
mejoras metodológicas, como la introducción del trabajo por competencias.
Innovar es necesario e importante, pero quizá no nos lleva a un lugar futuro
deseado de cambio, y está muy conectado con el HACER.
Cuando hablamos de transformar, nos referimos a cambiar profundamente el
proceso de enseñar y de aprender vigente en la escuela o en la universidad
para llegar a otro distinto. Se trata de rediseñar, de hacer prototipos, de
concretar experiencias avanzadas de cambio, de ir más lejos. La transformación
no es evolutiva o incremental. La transformación es disruptiva. Transformar tiene
normalmente más riesgo a corto plazo, pero el hecho de requerir de una
planificación a medio y largo plazo asegura mejor que lleguemos adonde
queremos dentro de unos años. Para transformar, hay que definir una estrategia y
un proceso, lo que significa poner más energía, tomar decisiones e identificar el
talento interno y externo para hacerlo. Implica, finalmente, un cambio cultural y
organizativo, estructural, basado en una coalición por el cambio que garantice la
realización de actuaciones que hacen salir de la zona de confort. Y, en conjunto,
exige una fuerte dosis de liderazgo, de convicción, de empoderamiento y de
comunicación…
Pero, sobre todo, la transformación interpela a la persona, mira hacia dentro,
conecta con la vocación para revitalizarla, invita a un cambio de mirada.
Transformar conecta con el SER.
En un proceso de transformación caben, en forma de prototipos y experiencias,
muchas innovaciones específicas que difícilmente se pueden concretar o
consolidar con el planteamiento de las acciones a corto plazo, porque
normalmente el sistema las limita o las impide. Pero, en todo caso, su complejidad
superior requiere una metodología que nos ayude a llevarla a cabo y que atienda
todos los elementos que hay que tener en cuenta.
La acumulación de innovaciones más o menos ordenada o caótica no nos
llevará jamás a una transformación profunda. Más bien, al hacerse de forma
simultánea a la actividad que ya realizamos normalmente (que es muchas), nos
puede llevar a un cierto estrés organizativo que, a medio plazo, puede facilitar la
vuelta a donde estábamos antes de empezar.
La transformación nos puede dar una diferenciación muy importante de otros
proyectos educativos y una ventaja competitiva suplementaria. Por otra parte, hay
que tener en cuenta que todo a nuestro alrededor se está transformando… y a una
gran velocidad.
Así pues, ahora es más necesario que nunca hacerse la pregunta inicial:
¿Innovamos para adaptar o innovamos para transformar?
Tendencias internacionales emergentes para la
transformación de la educación superior
8 de junio de 2018

Innovación educativa
Artículo original de Xavier Aragay Tusell para MUniversitas, 38, la revista de
la Universidad de Mondragón. Con su permiso, reproducimos aquí el artículo.

El mundo está en plena transformación en todos los campos y en todos los ámbitos.
Estamos atravesando, y vamos a travesar en los próximos años, un profundo umbral
de cambio. Ello requiere que las personas, los futuros profesionales, también
atraviesen este umbral y se preparen de forma distinta. Tanto en la escuela (15 años),
como en la universidad (entre 4 y 6 años más). Por esta razón, la universidad,
también debe de atravesar un umbral de cambio profundo que replantee a fondo la
forma de enseñar y aprender y que llegue a transformar la cultura interna, los roles, la
organización y el espacio físico de la institución de educación superior. Y por
supuesto, también su función de investigación, transferencia y difusión.
Afortunadamente, hoy la sociedad está viviendo una verdadera primavera educativa,
tanto en la escuela como en la universidad, vinculada a la innovación y al cambio.
Efectivamente, ante la profunda percepción de crisis que experimentan la mayor parte
de los sistemas educativos de todos los países y el poco avance de las innovaciones
y cambios en las propias universidades, son centenares las escuelas, redes de
escuelas, instituciones, proyectos y universidades, en los que también a menudo
están involucrados los gobiernos, que exploran y hacen realidad metodologías
innovadoras y nuevas experiencias formativas en instituciones, con frecuencia,
centenarias
De esta forma, aparece un renovado interés por la educación como motor y
herramienta básica para mejorar la humanidad. Y está ya en la agenda mundial todo
lo que tiene que ver con la innovación y transformación del proceso de enseñanza y
aprendizaje. Hoy se habla más que nunca de la educación y de su sentido. Hoy es
más preciso que nunca transformar el proceso de enseñar y aprender de las
universidades.
Por mi experiencia de fundación, creación y dirección de la Universitat Oberta de
Catalunya, por el diseño y la puesta en marcha durante ocho años del proyecto
Horizonte 2020 de los jesuitas de Catalunya, y por mi responsabilidad actual como
Director del equipo de Reimagine Education Lab, he viajado a más de veinte países
donde he entrado en contacto con centenares de equipos directivos y profesores de
escuelas y universidades que están reaccionando frente a la crisis de la educación y
están avanzando en la innovación educativa.
Por lo que atañe a este enriquecedor contacto y a los intercambios de experiencias y
conocimientos realizados, he podido constatar un conjunto de tendencias
internacionales que concretan la transformación profunda de la educación que ya se
está realizando. Estas tendencias no son fruto solamente de la investigación y el
debate. Son fundamentalmente producto del intercambio de experiencias y de la
observación de la realidad, de los sueños de equipos que no esperan normas,
memorias o criterios de agencias para cambiar y que consideran que ningún
obstáculo es lo bastante grande como para bloquearles en su camino de encontrar
una forma distinta de formar.
Vamos a repasar, una por una, las diez tendencias internacionales emergentes
de la transformación educativa que he identificado y observado:

 Un estudiante que se ubica en el centro del proceso de enseñanza y


aprendizaje, es su protagonista, y aprende haciendo

En el sistema tradicional que tratamos de transformar, el centro lo ocupan el profesor,


los contenidos del currículum que se aspira transmitir y la visión tradicional de la
profesión a la que da acceso la titulación. Todo ello debe descentrarse para conseguir
poner en el centro al alumno, su desarrollo, sus intereses. Para que sea él quien de
forma activa, mediante su trabajo individual y en equipo, vaya aprendiendo y
desarrollándose mediante un planteamiento significativo y basado en la experiencia.
Que el mismo alumno imagine, descubra y desarrolle su visión personal de la vida y la
profesión que sueña realizar. Este camino nos ha de permitir plantearnos una mayor
personalización, diversidad e inclusión y alejarnos de “planes de estudio” pre-
establecidos e inamovibles.

 Un profesor que cambia de rol y que, más allá de seguir transmitiendo


conocimiento, pasa de estar centrado en su materia o contenido a estar
también centrado en el desarrollo humano y personal del alumno

Efectivamente, un profesor que deja de estar en el centro del proceso de enseñanza y


aprendizaje y centrado en su materia o foco curricular de forma individual y muy
solitaria, y que transforma su rol de presentador y transmisor oral del conocimiento
para devenir un profesional, abierto, flexible y con visión de futuro, centrado en el
desarrollo y el crecimiento personal y profesional del alumno mediante una acción en
equipo e interdisciplinar con otros profesores. Así, mediante el diseño de proyectos y
entornos de trabajo, y la dinamización de actividades dentro y fuera de la universidad,
pero siempre cerca de los estudiantes, impulsa, interpela, guía y orienta sus trabajos
individuales y en equipo. El profesor se convierte, pues, en un referente vital y
profesional para sus alumnos a los que desafía, ayuda y orienta para que encuentren
su propio camino futuro.

 Un aprendizaje basado en una comunidad educativa de profesores y


alumnos, en la relación personal, en la creación de vínculos y en el
trabajo cooperativo

El aprendizaje con los otros y en equipo es fundamental para conocernos y


construirnos como personas y profesionales. Y es vital para poder ejercer cualquier
profesión y desarrollarse. Por tanto, el sistema de trabajo colaborativo debe ocupar
una proporción significativa del tiempo lectivo de los alumnos mediante el trabajo por
proyectos y la resolución de retos o problemas complejos, de forma que se establezca
como referencia básica del proceso de enseñanza y aprendizaje la comunidad
educativa. En ella, las agrupaciones de estudiantes y profesores pueden variar
combinando grupos grandes, grupos naturales o grupos pequeños, pero primando, en
todo caso, el aprendizaje entre iguales y el desarrollo de la iniciativa y la imaginación.

 Un aprendizaje interdisciplinar basado en el planteamiento y la resolución


de retos que superan las materias curriculares y están conectados con la
vida, la profesión, el entorno y las empresas, y el contexto significativo
que rodea al alumno

El trabajo interdisciplinar para la resolución de problemas y retos vinculados a la vida


real y al contexto de los estudiantes, que utiliza además dinámicas participativas, de
investigación y lúdicas, permite una formación más integral y un aprendizaje más
activo y dinámico. En este sentido, las evidencias científicas existentes vinculan el
trabajo en equipo y la interdisciplinariedad a la creatividad, a la capacidad de
iniciativa, a aprender a aprender y al trabajo con los demás. Todos ellos, aspectos
fundamentales de la persona que queremos educar, y que son básicos para el futuro
del estudiante y su proyecto vital y profesional. Solamente los equipos integrados,
flexibles y retadores de profesores de ámbitos científicos y profesionales muy
distintos, con alumnos entusiasmados en sus tareas y desarrollos, pueden asegurar
un liderazgo futuro de la universidad y de sus egresados.

 Una formación con mirada y sentido integrales, dirigida a todas las


inteligencias del alumno y orientada a impactar en el conjunto de la
persona para ayudarla a conocerse y a construir su proyecto futuro

El proceso de aprendizaje en la universidad es corto en el tiempo si lo comparamos


con la vida activa futura del estudiante y su necesidad de formarse de forma
permanente. Por tanto, su formación debe enfocarse de forma integral, con una nueva
mirada al conjunto de la persona y a medio y largo plazo, para integrar todas las
inteligencias del alumno y así desarrollar aptitudes, competencias, conocimientos y
valores pertinentes con el modelo de persona/profesional que deseamos formar. En
este sentido, el eje fundamental de la nueva mirada y el sentido integral de la
educación es la búsqueda del desarrollo del proyecto vital y profesional del alumno
para que pueda disponer de las herramientas fundamentales para devenir un
ciudadano y un profesional activo en su entorno. Los cuatro años de un Grado, más
los que puedan venir en forma de Máster e incluso el Doctorado, han de ser, sobre
todo, un medio para conseguir formarse de manera permanente y constante a lo largo
de la vida. Han de ser un trampolín que huya del resultismo y el cortoplacismo y que
tenga por objetivo que el estudiante ya no se desvincule del aprendizaje permanente y
por tanto de la universidad.
 Una apuesta decidida por la flexibilidad de caminos e itinerarios
formativos que debe contemplar la diversidad (¡en la universidad!)
combinando dentro (otras facultades y universidades) y fuera (empresas
e instituciones) con implicación directa de los estudiantes en proyectos y
experiencias reales y significativas

La universidad no puede agotar sus itinerarios en sí misma y de forma poco flexible y


personalizada. Las barreras mentales y burocráticas que hemos construido en
nuestros caminos “dirigidos y trillados” para que los estudiantes pasen por ellos de
forma uniforme, se deben replantear totalmente. La flexibilidad, la interconexión, el
diálogo permanente entre experiencias, contrastes y teorías, buscando respuestas,
retando soluciones nuevas es lo que debe conformar el aprendizaje y el crecimiento
de la persona/profesional que deseamos educar. El dentro y el fuera se deben diluir,
se deben inter conectar en una multitud de caminos, posibilidades y colaboraciones.

 Una evaluación de los alumnos y de su progreso totalmente transformada


y al servicio del objetivo de educar y desarrollar

La evaluación de los estudiantes es un elemento fundamental que cambia


completamente su dinámica y enfoque. Así, la evaluación debe abandonar su
dimensión “notarial”, punitiva y de control, para enfocarse de forma holística,
cualitativa, formal e informal y continua, y ha de estar al servicio del desarrollo de la
persona y del aprendizaje. De esta forma, pasa a ser diagnóstica, formativa y
sumativa, e incluye autoevaluación personal, coevaluación del equipo y
heteroevaluación de los profesores para tener un feedback constante y avanzar en los
procesos personales y meta cognitivos. En consecuencia, más allá del enfoque y de
su función, ha de cambiar también la forma de comunicar la evaluación al alumno, a
fin de que esta explique y comunique el nuevo planteamiento y la nueva forma de
evaluar y ayude a avanzar.

 Un acompañamiento activo a los profesores en su cambio de rol

Los profesores deben tener un acompañamiento activo para cambiar de rol, en un


proceso que vaya más allá de la formación clásica conceptual y que asegure también
el «aprender haciendo» y el compartir con otros docentes sus preocupaciones y
avances. Sin una dedicación específica y temporal para que el profesor pueda
reflexionar sobre su acción docente y transitar individual y colectivamente por el
camino del cambio de metodología y de rol, es imposible realizar y asegurar un
cambio educativo en condiciones. Esta es, sin duda, una inversión necesaria y un
camino imprescindible. Lo más importante en este proceso de cambio no es aprender
nuevas técnicas y conceptos (que también habrá que hacerlo)… lo fundamental es
ayudar a cambiar los pre juicios, los marcos mentales, las miradas, los miedos, las
inercias… y esto requiere tiempo, liderazgo y acompañamiento.
 Una evaluación efectiva de las iniciativas innovadoras y de cambio
basada en el análisis, la observación y la cuantificación del impacto
realizado en el estudiante

Se hace imprescindible evaluar el impacto sobre los alumnos y sobre el modelo de


persona/profesional a formar de todas las innovaciones educativas que se vayan
decidiendo e implementando. Esta evaluación se debe plantear en el mismo momento
del diseño del cambio que se quiere realizar, en un avance decidido hacia una acción
docente más fundamentada en datos y en evaluaciones científicas, y en la
construcción de una teoría para el cambio que posteriormente permita contrastarla y
validarla. En este sentido, se va abriendo camino progresivamente la distinción entre
resultado e impacto en el devenir del alumno dentro de la escuela. Y el impacto
efectivamente realizado en el alumno, de acuerdo con el modelo de
persona/profesional que nos hemos propuesto formar, se ha de convertir, de acuerdo
con el método científico, en el verdadero motor de avance y contraste de la
transformación de la institución superior.

 Un trabajo abierto y en red entre facultades, universidades e instituciones


y empresas para construir, de forma cooperativa, el camino de cambio

Transformar un grado de forma aislada, por grande que sea, es muy difícil. Los
diferentes contextos (universitarios y empresariales), el trabajo compartido y en red, la
observación de las buenas prácticas de otros y el compartir errores y aciertos, y
hacerlo en red, es la mejor forma de aprendizaje colectivo que conocemos. Así, el
trabajo abierto, experimental, con otros distintos y diversos se convierte en un gran
instrumento para avanzar en la transformación de las universidades.

En todas las iniciativas de cambio e innovación que se llevan a cabo en estos


momentos en todos los niveles de la educación, podemos observar la mayoría de las
diez tendencias que he descrito brevemente. Aunque no las llamen por este nombre,
o cada institución las bautice con algún nombre técnico o específico vinculado a su
modelo de persona/profesional o a sus opciones metodológicas y educativas.
Y ciertamente, no hay un solo modelo por replicar, porque todos los contextos son
distintos, como distintas son también las maneras de entender la educación por parte
de cada institución, y distintas son las tradiciones y contextos. Pero si es
imprescindible salir de la zona de confort en la que muchas universidades están
instaladas, y empezar a transitar por el camino de la transformación profunda de la
educación, buscando y construyendo el propio modelo de cambio y proyectándolo
hacia el futuro.

Y esto es lo que estamos haciendo conjuntamente en Mondragón Unibertsitatea.


Y para ello, la universidad y Reimagine Education Lab hemos firmado un
acuerdo marco de colaboración para la transformación del proceso de
enseñanza y aprendizaje de la oferta educativa de MU. Partimos de los ejes del
proyecto Mendeberri 2025 y de toda la experiencia y capacidad de la
universidad, y en base a la metodología RIEDUSIS centrada en el perfil de
persona-profesional, avanzamos en un rediseño profundo de los grados y
másteres.
La metodología de proceso de cambio RIEDUSIS es un sistema, original y
contrastado, de acompañamiento en el camino de transformación de una institución
educativa, desarrollado por el equipo de Reimagine Education Lab. Lo podemos
resumir sintéticamente en el esquema siguiente:

En este sentido, el reto fundamental es “Recentrar el proceso de formación en la


persona” reequilibrando el balance entre lo personal y lo profesional para impactar
en un tipo de persona distinta. Para ello es muy importante el cambio de mirada y
marco mental de los directivos y profesores de la universidad, y el desarrollo del
perfil del egresado desglosado en impactos como elemento tractor del cambio.
El nuestro es un acuerdo de trabajo conjunto, basado en unir conocimientos y
experiencias para transformar la universidad en un proceso que ha de permitir
distintos ritmos de las facultades y grados o másteres, para ser líderes de la
transformación y el cambio universitario en el mundo. Esta es nuestra visión y
ambición.

Porque es muy importante entender que estamos hablando de un “proceso” de


transformación educativa. Es decir, no hablamos solamente de innovar o realizar
cambios en las aulas… claro que los realizaremos, pero nuestra intención, nuestro
proyecto, nuestro sueño es un cambio sistémico. Y, por tanto, un cambio de
mirada, cultural, organizativo, de espacio físico. Es toda la universidad la que entra
en un proceso de cambio profundo. Y para que esto ocurra la universidad no
puede estar sola. Debe de aliarse.
En este sentido, no debemos olvidar que la universidad (¡y en este caso una
universidad en forma de cooperativas!), son personas. Personas que realizan
muchas actividades con otras personas y para las personas que se están
formando o educando. Y aunque es verdad que a menudo hablamos de la
universidad como institución, más verdad es aún, y esto a veces se olvida, que
esta institución está formadas por personas. Y solamente la persona, cada una de
ellas, puede decidir realizar un cambio educativo. Y sólo si lo decide en su interior,
si lo decide libremente, si sueña y se arriesga a dar el salto, el cambio puede
entrar en el terreno institucional.
Y precisamente en el interior de las personas, y sobre todo en el interior de los
directivos educativos, reside la principal fuerza y también la limitación más
importante para realizar el cambio. La fuerza para la transformación se halla en la
conexión entre la vocación y la mirada dirigida a la persona y al futuro. La
limitación radica en los marcos mentales desajustados respecto al momento que
vivimos y al futuro que adivinamos. Y, a menudo, estos marcos desajustados se
expresan en forma de desconcierto, de conservadurismo, de perfeccionismo, de
miedo o de hiperactivismo.

La educación superior debe reimaginarse. Y es una herramienta tan


poderosa e importante que no podemos dejarla en manos de la inercia o de
la mera actividad por la actividad. Tampoco podemos esperar que una nueva
ley, norma, memoria o agencia la transforme. La educación superior se debe
transformar con la participación de toda la comunidad educativa. Para
decidir dónde queremos estar dentro de cuatro o cinco años. En esto
estamos.
Reimaginando la universidad
3 de diciembre de 2018

Experiencias internacionales
La rápida transformación que nuestro mundo está viviendo en todos los ámbitos y su
proyección y visión para los próximos cinco o diez años (y no digamos si hablamos de
quince o veinte) provoca una importante crisis en el ámbito educativo.
Esta percepción de crisis, en el sentido de cambios que amenazan su misma esencia
y estructura en un futuro, con transformaciones sin precedentes y muy inciertas, es
muy intensa en los educadores y directivos de los colegios y escuelas de todos los
países del mundo. No siempre es así en el entorno universitario…
En mis viajes de trabajo a instituciones educativas de Europa, África y América,
siempre que es posible visito y celebro encuentros con directivos de universidades
para compartir su visión sobre el desarrollo de sus instituciones y su mirada al
futuro… Y, progresivamente, empiezo a tener la misma sensación de preocupación y
crisis que existe en el mundo de la educación no universitaria.
Hace unos meses, acompañé al equipo directivo de la Universidad de Mondragón en
un viaje de exploración y contacto por diversas experiencias de cambio avanzadas de
universidades norteamericanas de la costa Oeste. La visita, de una semana, a
Phoenix, San Francisco y Seattle fue muy sugerente y me confirmó que los
directivos de algunas instituciones de educación superior ya dan por hecha la
necesidad perentoria de salir de la zona de confort y planificar y realizar cambios
profundos y estructurales en su college o universidad, para anticipar la transformación
y el cambio que inevitablemente van a ir penetrando en la educación superior.
Estamos hablando de centrar el proceso de enseñanza y aprendizaje universitarios en
la persona y en el desarrollo de sus capacidades y competencias, con una visión
integrada de educación para la vida y de su carácter, con los conocimientos
necesarios en un ámbito profesional amplio y abierto, con el objetivo de asegurar que
la experiencia y la vivencia de los años universitarios de grado pueda ser intensa y
excepcional, con un alto grado de libertad y flexibilidad para que el estudiante pueda
configurar su itinerario dentro y fuera de la universidad, de replantear a fondo las
metodologías y los mecanismos didácticos en el aula, de asegurar la
interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad incorporando la codocencia, de
replantear las estructuras organizativas, la cultura y la gobernanza de la
institución… en una palabra, se trata de reimaginar la universidad mirando al
futuro y asegurando un fuerte impacto en los alumnos.
En 1994 ya tuve la oportunidad de tener esta experiencia personal y profesional de
innovación disruptiva y cambio cuando, como director-gerente, pude formar parte del
equipo que ideó, diseñó y puso en marcha la primera universidad enteramente virtual
del mundo —la Universitat Oberta de Catalunya (UOC)— que hoy cuenta con cerca
de 70.000 estudiantes en más de 90 países del mundo.
Actualmente, como director de Reimagine Education Lab, estoy colaborando con el
equipo directivo de la Universidad de Mondragón en un interesante y apasionante
proyecto de cambio denominado Mendeberri 2025. Estamos soñando y diseñando
esta universidad transformada y transformadora del futuro, y lo estamos haciendo
realidad reimaginando cada uno de los grados y facultades que la conforman.
También el Tecnológico de Monterrey, del que hablé ya en un anterior post, lleva un
tiempo adentrándose en el camino de la transformación y el cambio con múltiples y
diversas iniciativas e innovaciones, entre las que destaco, en este momento,
el Observatorio de innovación educativa y el Congreso Internacional de Innovación
Educativa (CIIE) que, en su quinta edición, se celebra del 10 al 12 de diciembre en
Monterrey (México) y en el que participo como conferenciante invitado con una
aportación sobre la necesidad de reimaginar la universidad.

La educación superior debe reimaginarse. Es una herramienta tan poderosa e


importante que no podemos dejarla en manos de la inercia o de la mera actividad
por la actividad. Tampoco podemos esperar que una nueva ley, norma, memoria o
agencia, la transforme. La educación superior se debe transformar con la
participación de toda la comunidad educativa. Para decidir dónde queremos estar
dentro de cuatro o cinco años. En esto estamos…

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